Una huida piroquinética En su segundo largometraje, el realizador estadounidense Keith Thomas regresa con otro film de terror al igual que su ópera prima, The Vigil (2019), esta vez probando suerte con la adaptación de un clásico de Stephen King, Firestarter (1980), conocida en español como Ojos de Fuego, que, por alguna razón, aquí llega como Llamas de Venganza (Firestarter, 2022). La novela es cuestión ya había sido adaptada al cine a mitad de los ochenta en la versión de Mark L. Lester con guión de Stanley Mann y protagonizada por una pequeña Drew Barrymore. En esta nueva traslación de la popular obra del prolífico y venerado King no hay demasiadas novedades ni cambios. Charlie (Ryan Kiera Armstrong) es una preadolescente que comienza a sentir que le cuesta cada vez más controlar su poder de crear fuego ex nihilo, una suerte de piroquinesis, ante las más nimias provocaciones, y que vive con sus padres en una ciudad pequeña de Estados Unidos. Ambos progenitores, Vicky (Sydney Lemon) y Andy (Zac Efron), fueron parte de un experimento en el que se les inoculó un componente químico, el lote seis, que despertó o generó poderes telequinéticos en los conejillos de indias que se prestaron al peligroso ensayo clínico, habilidad que le fue heredada a la hija. Como es de esperarse, los poderes de la niña generan desavenencias en sus exhaustos padres y la conexión de la pequeña con el varón, que aún utiliza su habilidad a diferencia de la madre, es muy fuerte. Su mujer aboga por entrenarla para que aprenda a usar y controlar sus poderes a voluntad, pero su padre propone protegerla para que no tenga que usarlos ante el temor de que sean descubiertos por la organización gubernamental que los persigue y el miedo de que la niña tenga los mismos efectos segundarios que sufre él cada vez que usa sus poderes, unas microhemorragias dolorosas y debilitantes. Un incidente en el colegio pondrá en alerta a la familia una vez más ante la posibilidad de que el gobierno venga por ellos otra vez. Uno de los primeros sujetos expuestos al lote seis en enviado a capturar a la niña por lo que el padre y la joven emprenden una huida que los conducirá al hogar de un anciano que les da cobijo. En su huida la mocosa comenzará el proceso para controlar sus poderes para enfrentar su problemático futuro. Si lo mejor del guión de Scott Teems es la recreación del contexto a partir de los videocasetes que registran las entrevistas y los experimentos en los créditos iniciales, los baches narrativos subsiguientes van minando la propuesta dejando demasiadas cuestiones sin explicación alguna o con resoluciones muy endebles. La recurrencia a la intimidación infantil, endemia en Estados Unidos, no funciona demasiado bien, revelándose como un abuso narrativo demasiado fácil y que termina utilizando demasiado tiempo en un relato que parece avanzar lento al principio para acelerarse inexplicablemente en el final. Las actuaciones de todo el elenco son aceptables, pero nada se destaca realmente en la realización de Keith Thomas, que ni siquiera mejora demasiado lo que ya había hecho Lester en los ochenta. Los efectos especiales son los esperables para este film de género que no sobresale de la media ni lo intenta. Llamas de Venganza no termina de aprovechar el gancho que Stephen King representa y tan solo ofrece lo mínimo que se podía esperar del relato, dejando la sensación de oportunidad perdida ante una historia en la que tan solo el comienzo y la charla entre la capitana Hollister (Gloria Reuben), una villana no tan antagonista, y el científico que creó el lote seis, muy bien interpretado por Kurtwood Smith, ofrecen alguna intensidad. La falta de climas interesantes, un final demasiado anodino y un desarrollo que no ofrece ninguna información son los principales problemas de una obra de la que se esperaba más y que deja entrever las fallas de las nuevas películas masivas. El espíritu del cine de género brilla por su ausencia aquí, tan solo invocado en algún que otro cliché sonoro o en algún efecto de la imagen, pobres incursiones en el terror de una película que pide a gritos una vuelta de tuerca cinematográfica más allá de los latiguillos apuntados para traducir la literatura al cine y construir una propuesta que valga la pena ver.
En la infancia las criaturas están descubriendo no solo el mundo sino también a sí mismas. Sin pensarlo, pueden ir de una emoción a otra y puede generar daños tanto internos como externos. Pero prender fuegos con el poder de la mente ya es otro extremo. Este es el caso de la protagonista del film Llamas de Venganza -basado en la novela de Stephen King-, que se estrena este 12 de mayo en cines. Ya desde los créditos iniciales que el espectador conoce a Andy (Zac Efron) y a Vicky (Sydney Lemmon), a quienes de jóvenes les fueron administradas drogas experimentales por parte de una organización gubernamental, la cual les despertó poderes psíquicos a ambos. Ya lejos de esa vida son los padres de Charlie (Ryan Kiera Armstrong), a quien no le permiten tener Internet, sufre bullying en la escuela y no puede controlar sus emociones, la gran causa de sus poderes incendiarios. El gran conflicto comienza cuando las autoridades logran encontrar a la jovencita y quieren llevársela para continuar con lo empezado años atrás. En el transcurso de la cinta ya se presienten los hilos de una obra de Stephen King y eso es uno de los elementos más emocionantes al verla. Algo que puede ayudar en este sentido es la música del maestro John Carpenter; el gran conocedor del género sabe de momentos de suspenso y thriller y cómo deben de sonar. Trajo también un poco de nostalgia al escuchar el estilo de todas esas grandes películas de terror que pasaron por su cabeza y su lente. Con correctas actuaciones por parte de Efron y Armstrong -con 12 años la actriz ya empieza a mostrar su talento frente a cámara-, lo que más le hace falta al film es el desarrollo de algunos personajes secundarios y mayormente desarrollo de la situación: ¿quiénes son los malos de turno? ¿qué es lo que buscan? ¿qué esconden? Quizás las respuestas a estas preguntas hubieran logrado no solo mayor empatía con la joven Charlie sino también mayor odio a esta maldita organización del gobierno. A pesar de todo esto no tiene nada que reprocharle a la versión anterior de esta película, estrenada en 1984 y protagonizada por una pequeña Drew Barrymore; es la misma historia contada de otra forma. Y si encima se le agrega la música de alguien como Carpenter, es un thriller con todas las letras. Atrapa de la misma forma que cualquier libro de Stephen King.
En general, Llamas de Venganza no es una mala película, pero no tiene un sello distintivo que la haga sobresalir sobre las demás películas mencionadas(incluso Brightburn, con sus falencias, se destacaba por algunas escenas brutales y por la tensión constante que generaba el temor de despertar a la bestia interior del niño).
Basada en el clásico Firestarter de Stephen King, que a su vez ya fue llevado al cine en los años ochenta con una pequeña Drew Barrymore en el papel central, el realizador Keith Thomas se pone tras las cámaras para contar cómo la hija de un matrimonio sobre el cual se hicieron pruebas científicas, debe asumir su condición de “anómala”, frente a la sociedad, intentado controlar su fuerza, la capacidad de incendiarlo todo. Con música de John Carpenter, que nos hace viajar al pasado, con una fiesta de sintetizadores, Zac Efron, Michael Greyeyes y Ryan Kiera Armstrong, se ponen al frente de un atrapante cuento sobre vínculos, experimentos y cómo el control marca el pulso de los días de la gente.
En la primera escena vemos el momento en el que el matrimonio de Andy y Vicky McGee (Zack Efron y Sydney Lemmon) descubre que su beba Charlie es capaz de encender un fuego con su mirada ¿O en verdad ha sido solo una pesadilla paterna? La acción salta una década y Charlie es ahora una chica que sufre de bullying en la escuela, pero trata de contener “la cosa mala” (así la llama), que no es otra cosa que una reacción violenta con efectos incendiarios cuando sufre un ataque de nervios o de ira. Papá Andy, que también tiene habilidades anticipatorias y telekinéticas, trata de explicarle que ella no es “rara” sino “especial” y de enseñarle a controlar el enojo. Pero una niña con semejantes dones, habilidades y capacidades está en la mira de una oscura organización gubernamental y a padre e hija no les quedará más que huir y esconderse. Ryan Kiera Armstrong, quien con sus escaso 12 años ya es toda una veterana de Hollywood con actuaciones en Mi amigo Enzo, It - Capítulo dos, Black Widow, La guerra del mañana y muchos otros títulos, fue la elegida para interpretar a la joven protagonista, mientras que esta vez sí se escogió a un descendiente de pueblos originarios (al igual que en la novela) como Michael Greyeyes para el papel que en la primera versión encarnó George C. Scott. Pero, más allá de esos y otros cambios, y del hoy más ambicioso despliegue de efectos visuales (muchos ojos rojos y lanzamiento de llamas), lo de Keith Thomas, director de The Vigil, es “de manual”. No hay en la hora y media de Llamas de venganza una escena que trascienda una absoluta medianía, que sorprenda (las diferencias con, por ejemplo, la Carrie de Brian De Palma son abismales). Quizás por eso en los Estados Unidos se optó por un lanzamiento en simultáneo en salas y en la plataforma de streaming Peacock. Es que el film -tan prolijo como intrascendente- no desentona en el ámbito del consumo hogareño, pero al mismo tiempo no merece una recomendación demasiado entusiasta como para invertir en una visita al cine. Si Llamas de venganza, que estuvo por ser dirigido primero por el alemán Fatih Akin y luego por Akiva Goldsman, resulta un film del montón (el original tampoco era ninguna maravilla), al menos sirve como una suerte de reivindicación para John Carpenter. En efecto, el maestro estuvo muy cerca de rodar el proyecto de 1984, pero a último momento fue apartado (luego incursionaría en el mundo de Stephen King con Christine). Esta vez, al menos aparece como coautor de la banda de sonido junto a su hijo Cody. No es lo mismo que tenerlo detrás de cámara al mando del rodaje, pero sus aportes musicales se agradecen.
Esta nueva traslación de la novela de Stephen King, agrega poco y nada, (la sensación es que le saca), a la realizada por Mark L. Lester en 1984y que tenia como protagonistas a Drew Barrymore, David Keith, George C. Scott, Martin Sheen, entre otros. El estreno en EEUU mantuvo el titulo original, “Firestarter”, aquí la anterior se conoció como “Ojos de Fuego”. La novela de Stephen King no solo se refiere a la unificación más desagradable de todas, la CIA, la investigación médica sin ética y la psicología paranormal inmoral, sino que tiene por su construcción dificultades para ser filmable. Las ideas sobrenaturales del autor necesitan un enfoque humano o para no pecar de tontas, en este caso esta variable se queda a mitad de camino siempre, “Con tu DON no podes hacerle daño a la gente”….. le dice el padre (¿Adivine que?) Charlie McGee (Ryan Kiera Armstrong) es una niña tiene un poder extremadamente peligroso, la mejor definición del mismo sería algo así como “pirotelekinesis” puede lanzar bolas de fuego. Andy (Zac Efrom) y Vicky (Sydney Lemmon) sus padres, quienes intentaron infructuosamente que no diera cuenta de su capacidad. El padre manipula la mente de cualquiera, su consecuencia le sangran los ojos, la madre es telekinetica, pero en un grado menor. Ambos fueron, en su adolescencia, conejillos de indias en experimentos realizados por el gobierno, del cual huyeron y desde entonces intentan mantenerse ocultos. Hasta que un día en la escuela Charlie tiene un exabrupto y queda al descubierto, también sus padres, claro. El filme posee una estructura narrativa progresiva clásica, sin demasiadas búsquedas de ningún tipo, la dirección de arte es buena en tanto escenografía, el vestuario no tiene ninguna influencia, en cambio la banda de música es hiper presente, tratando de construir climas que no logra, pero que resulta molesta. En tanto centrándonos en las actuaciones, no hay una sola que pueda destacarse del resto, pero esto no es un halago, son todas mediocres. Cuando esto sucede el culpable, mas que responsable, es el director. La película esta presentada como dentro del género del terror, no asusta a nadie, nunca. Bueno, nunca no, termina dejando abierta la posibilidad de una continuación, y eso da miedo. Todos están detrás de la niña, agentes del gobierno que quieren examinarla, otros quieren usarla, hay quienes quieren destruirla y todo se incendia. Eso es todo.
Llamas de venganza es la segunda adaptación al cine de Ojos de fuego, la conocida novela de Stephen King que tiene como personaje central a una niña rubia con cualidades pirokinéticas, supuestas habilidades mentales para manipular el fuego y hasta llegar a crearlo. La primera escena nos revela esa extraña condición: en el hogar de una típica familia del interior profundo de Estados Unidos, la vemos recién nacida creando de la nada un pequeño incendio alrededor de su cuna. La perturbación no sorprende demasiado a sus padres, que también resultan ser poseedores de atípicos poderes paranormales. El hombre trata de enseñarle a la chica, que anda por los 10 años, que tiene que aprender a controlar sus ataques de ira y manejar sus reacciones frente a la carga en forma de bullying que sufre todo el tiempo a su alrededor. Las cosas empiezan a complicarse (y mucho) cuando una agencia oficial aparece decidida a capturar a la niña y proseguir, ahora con ella en su poder, una investigación con peligrosas derivaciones. La primera versión filmada de esta novela se hizo en 1984. Marcó la entrada de la pequeña Drew Barrymore en el mundo del terror y el suspenso después de su extraordinario debut en E. T. El extraterrestre. En esta remake, de pretensiones mucho más modestas, el papel central está a cargo de Ryan Kiera Armstrong, la chica a la que ya vimos en Black Widow y la segunda película de It, entre otras, mientras que el elenco de destacados nombres de la película original (Martin Sheen, George C. Scott, Art Carney, Heather Locklear, Louise Fletcher) aparece ahora reemplazado por figuras mucho menos conocidas, con la excepción de un inexpresivo Zac Efron como el padre de la niña. El otro detalle distintivo de la remake es una suerte de manual de la diversidad en el despliegue de los personajes secundarios principales. Sheen, el militar encargado de capturar a la niña en la versión de 1984 ahora se convierte en una mujer de color (Gloria Reuben). Art Carney, el veterano granjero que en el film original le da refugio a padre e hija en su huida, pasa a ser afroamericano (John Beasley), y el peligroso asesino Rainbird (Scott) tiene en 2022 los inequívocos rasgos de un nativo estadounidense. Estos detalles no funcionan más que como la anecdótica actualización de una historia que trata de mantenerse fiel al espíritu del relato que la inspiró y cuyo mayor mérito es el empeño por crear climas y atmósferas propios de una película de terror de los años 80. Lo vemos a través del diseño de los títulos, del modo en que se emplean los efectos visuales y sobre todo del virtuoso aprovechamiento de la música incidental creada por un maestro de ese cine, John Carpenter, junto a su hijo Cody. Una correcta narración y la convincente secuencia final deben alcanzar para la satisfacción de los fans del género. No hay mucho más allá que eso, porque estamos ante una producción bastante austera. Los condicionamientos impuestos por la pandemia en el rodaje deben haberla limitado todavía más.
El estudio Blumhouse Productions ha salido a homenajear, recrear, destruir o inventar el cine de terror de todos los tiempos. Enfocado desde hace dos décadas en ese género, ha sabido entregar grandes películas, muchas razonables y, obviamente, muchos desastres, algo que le pasa a cualquier estudio. No producen solo cine de terror, pero ese es su núcleo principal. Ahora le ha llegado el turno a Llamas de venganza (Ojos de fuego en España, Firestarter en el original) una adaptación del libro de Stephen King publicado en 1980 y que había sido llevada al cine en una producción de Dino De Laurentiis en 1984 con un espectacular elenco con Drew Barrymore en el rol central. Ser una nueva adaptación de un autor popular que a su vez ya fue llevado al cine invita a todos a realizar comparaciones. Las comparaciones son divertidas pero también un poco inútiles. Quienes no hayan leído el libro ni visto el otro film se encontrarán con algo completamente nuevo y esa es la película para analizar. Charlie McGee es una niña que vive con sus padres. La familia no usa internet, ni teléfonos, lo que genera que Charlie sea vista como una chica rara en la escuela. Sin embargo, eso es lo menos preocupante, porque cuando Charlie se enoja es capaz de prender fuego los objetos y las personas. No ha aprendido a controlar ese poder, pero ambos padres saben que es peligroso. Alguien los está buscando para usar a Charlie, quien ha heredado su poder de la familia, ya que tanto padre y madre han participado de un experimento fallido para detectar dichos poderes y explotarlos. A la película no le cuesta mucho mostrar lo que ocurre y economiza recursos narrativos en donde puede. Aun así, las pequeñas sub historias que plantea no terminan de funcionar en el todo. La furia de la niña no tiene un prólogo tierno para sentir empatía por ella y poco podemos entender el objetivo a su alrededor salvo por largos diálogos. No son tan largos, pero en una narración tan breve y sin profundidad, se siente el cambio de ritmo. Irónicamente lo más interesante resulta ser la música, compuesta por John Carpenter. El maestro del cine de terror había sido la primera opción para dirigir la película de 1984, pero debido al fracaso de The Thing (1982) lo dejaron de lado. Un error caro que se subsana un poco aquí, porque lo único que le otorga un clima real a la película es su música. Una pena que no la haya dirigido también.
Hoy nos toca hablar de Llamas de Venganza una nueva adaptación de la novela Ojos de Fuego de Stephen King, esta vez dirigida por Keith Thomas y con los protagónicos de Zac Efron y la pequeña Ryan Kiera Armstrong. Llamas de Venganza sigue a la familia McGee, quienes tienen poderes psíquicos tras haber pasado por unos experimentos realizados por el DIC. La pequeña Charlie no puede controlar sus poderes piroquineticos (prender fuego con la mente) y luego de un incidente en la escuela primaria, la familia debe ponerse en fuga para no ser atrapados por los agentes del DIC. Llamas de Venganza es una película particular, ya que por un lado adapta la novela de Stephen King, pero también es una especie de remake del film homónimo de 1984 (con una jovencísima Drew Barrymore), ya que tiene elementos de ambas obras. Esto más bien es una nota de color, así que vayamos a reseñar este estreno sin comparativas. Lamentablemente debemos decir que estamos ante una película mediocre que por momentos se siente como un telefilm. La dirección de Keith Thomas es decente, pero no aporta nada nuevo, esto en sí no es un problema, la falencia radica en que Llamas de Venganza se siente demasiado liviana para una película de terror y no solo eso, también se nota apresurada. Muchas veces nos quejamos de la extensión sobrada de algunas cintas, en este caso es al revés, se nota falta de desarrollo en los personajes, recayendo todo en los personajes de Charlie McGee, Andy McGee y Rainbird, este último es quizás el personaje más interesante. Vale aclarar que este desatino recae sobre el guion y la construcción de personajes y no sobre las actuaciones, ya que todas ellas cumplen con moderación. Otro problema que presenta la película es un verosímil e interés de época, el tema que toca era una preocupación a finales de los años setenta y principios de los ochentas donde los experimentos gubernamentales y la búsqueda de experiencias psíquicas estaban en boga, por eso el film hubiera funcionado mucho mejor ambientado en esos años que en la actualidad. Por último, hay que decirlo, se nota una falta de tensión que es necesaria para este género. Ahora bien, no todo es mediocre en Llamas de Venganza, ya que el alma de la película es la música compuesta por John Carpenter que acompaña magistralmente cada escena y logra generar mejor tensión que lo que vemos en pantalla. En fin, Llamas de Venganza es una buena opción si sos fan de las adaptaciones al cine de las obras Stephen King o si te gustan las películas de terror pensadas para un público adolescente.
Llega a las salas de cine una nueva adaptación de la película basada en el libro de Stephen King que fue protagonizada en 1984 por Drew Barrymore. Charly (Ryan Kiera Armstrong) tiene poderes piroquinéticos y debe luchar por intentar salvar a su familia de un grupo de fuerzas siniestras que desean controlarla con fines terribles. Sus padres, Andy (Zac Efron) y Vicky (Sydney Lemmon), huyen desde hace tiempo de la agencia que los usó para experimentar, saben que si llegan a ser capturados les espera una vida oscura y sometidos a controles y experimentaciones permanentes. El punto de partida de la película es el escape de la familia cuando esta agencia intenta capturarlos. Ciencia ficción y suspenso intentan alternarse para crear climas, pero fallan en su objetivo. Si bien el argumento de la película no resulta tan interesante como otras obras literarias de King llevadas al cine, en esta adaptación el director no pudo sortear lo peor que puede suceder en una pelicula: resultar monótona y por momentos extremadamente aburrida. «Llamas de venganza» versión 2022 cae en los lugares típicos de esta tipo de filmes donde el «malo» persigue al «bueno», y hay muerte, sangre, y algún que otro momento triste. El cliché aquí está a la orden del día y ni los protagonistas principales ni los secundarios logran performances que permitan destacar aunque sea el trabajo actoral. La película de Keith Thomas no causa terror, ni suspenso. No causa nada. Desde lo técnico podría rescatarse la banda sonora de la mano de John Carpenter (Halloween, Christine, La Niebla) y sus compañeros de la franquicia Halloween, Cody Carpenter y Daniel Davies, pero ni siquiera resulta estimulante, pues aparece de forma forzosa, y por más reconocibles que sean estas melodías lo cierto es que estamos frente a una adaptación que podría haber arriesgado a utilizar otra banda de sonido y no caer también en el lugar común de recurrir a compositores tan conocidos y escuchados en este tipo de ´géneros cinematográficos. Una fallida nueva adaptación que quedará en el olvido. Opinión: Mala.
Cada vez que se anuncia una película sobre una novela de Stphen King crece la expectativa, aunque a veces algunas adaptaciones fueron un fiasco. En este caso se eligió una de sus novelas que ya tuvo su versión en el cine, con Drew Barrymore como protagonista, dirigida por Mark Lester. Ahora la protagonista de “Firestarter” tal su título original es Ryan Keira Armstrong que se hizo famosa con la miniserie “Anne with an E”. La preadolescente heredó ciertos poderes de sus progenitores. Ellos en su época universitaria participaron de un experimento con drogas alucinógenas, que le dieron ciertas cualidades. Al padre encarnado por Zac Efron le dio un poder hipnótico, llamado “el empuje”, que tiene sus consecuencias porque le provoca hemorragias cerebrales. A la mamá de la protagonista, esas drogas le aportaron cierto grado de telepatía. Pero la nena es más potente, desarrolla la “piroquinesis”, la habilidad r de provocar incendios, cuando experimente emociones fuertes. Pero según pronostica uno de los médicos que inició el proyecto, puede lograr dominar una energía similar a la de una bomba atómica. Con esos elementos la chica comprende la necesidad de huir de una organización siniestra que quiere utilizarla y cuando apresan a su padre la cosa se pone ardiente. Esa mezcla de indefensión frente a una organización impune y poderosa, que experimentan todos los seres especiales de ficción, frente a su propia fortaleza, arma un buen conflicto para esta suerte de “hermanita” de Carrie. El director Keith Thomas, con el guión de Scott Teems, maneja, dosifica, crea climas propicios para el suspenso y el entretenimiento, con buen uso de efectos especiales y un final que bien puede habilitar secuelas. Acción y terror, buenos actores, la música del legendario John Carpenter redondea un entretenimiento bien construido y disfrutable. Ideal para ver en cine.
Light My Fire. Una mirada intensa o experimentar ira, basta para que la pequeña Charlie (Ryan Kiera Armstrong) provoque un gran incendio. Poder aún no desarrollado, resultado de un experimento secreto gubernamental. Sus padres, también poseen habilidades telequinéticas y saben que Charlie es el germen de una energía inconmensurable, equivalente a un arma nuclear. Por lo que en un primer momento le enseñan a reprimir su don, pero a medida que ella crece este se torna incontrolable. En la era de los remakes, estamos ante uno ochentoso: Firestarter. Basado en una novela del gran Stephen King, que tenía a una pequeñísima Drew Barrymore de protagonista, provocando fuego tal dragón desbocado. Respetando la historia, ahora nuestra niña será víctima de la persecución por parte del estado estadounidense, que quiere “investigar” y enseñarle a utilizar sus dones; cosa que sus padres tratarán de impedir a toda costa. Es una especie de familia de superhéroes, pero que padecen sus poderes; lo sufren. La película alude a esos experimentos con alucinógenos propios de la Guerra Fría, cuando la CIA pretendía a utilizar a los soldados como armas. Y se estructura en base a la acción, todo el tiempo huimos con los protagonistas. Esto hace que la narración tenga agujeros, quedan muchos cabos sueltos en la historia; inconclusos. Formalmente se acerca más a una ficción episódica, a una serie que se podría seguir desarrollando. Políticamente correcta, pero paradójicamente con un fuego interno con no alcanza a llamarada.
El fuego de Stephen King nunca se apaga. Hace 42 años, exactamente en el año 1980, el reconocido escritor norteamericano Stephen King publicaba la novela “Ojos de fuego” (Firestarter). En este libro se contaba la historia de Charlie, una niña de 11 años con poderes paranormales (piroquinesis), que junto a sus padres trataba de escapar de una agencia gubernamental de investigación llamada The Shop, quienes querían encerrarla para analizarla y utilizar su “don” como un arma de destrucción masiva. La trama estaba ambientada en los años 70’s en Norteamérica, donde muchas parejas que buscaban tener hijos participaban de una prueba científica siendo inyectadas con drogas experimentales con consecuencias físicas irreversibles en sus futuros hijos o hasta en ellos mismos. En el año 1984 hubo una primera adaptación cinematográfica de la novela, Llamas de venganza, dirigida por Mark L. Lester y con el protagónico de la actriz Drew Barrymore en el papel de la niña Charlie y David Keith, cómo su padre Andy. La película tuvo muy poca relevancia, pasó sin pena ni gloria, teniendo en cuenta que los 80’s fueron de los más populares y de gran masividad para el género del terror, quedando sólo en el recuerdo de los seguidores del universo de King o directamente en el olvido, muy a diferencia de otra adaptación de la obra del escritor oriundo de Maine, Carrie (Brian De Palma, 1976), dónde otra joven sufría de similares habilidades, la telekinesis en esta oportunidad, y que es considerada una obra maestra y con muy justa razón. En este 2022 la productora Blumhouse, especializada en cine y series de horror, junto al estudio clásico e influyente Universal Pictures, estrena la remake de la historia, nuevamente nombrada Llamas de Venganza, con los actores Zack Efron, Sidney Lemmon y la menor Ryan Kiera Armstrong, en el complejo papel de Charlie, quien aparte de cargar con su “problemita” incendiario, ahora también sufre como muchos pre-adolescentes de bullying y acoso en el colegio, algo lamentablemente muy normal en esta nueva generación. La película está dirigida por el realizador Keith Thomas y sinceramente suma muy poco a la ya de por si mediocre (en comparación con el dinámico relato escrito por Stephen King) primera película de 1984. En este reboot Charlie llama “la cosa mala” a su poder, que se manifiesta en sus ojos cuando tiene nervios o ira y que podría ser diagnosticado por un profesional como ataques de angustia con toques fantásticos. Lo exagerado de los efectos especiales le dan poca credibilidad a tanto ojo encendido y lanzamiento de llamas, demasiado para mi gusto, que terminan emparejando a Charlie con un algún personaje de cómic tipo X-Men. Su padre Andy, en el retorno a las pantallas del ex astro juvenil Zack Efron, quien posee telekinesis, quizás sea lo más logrado y creíble del asunto, en una narración donde todo se torna bastante confuso. Cabe destacar que la banda de sonido está a cargo del director John Carpenter y su hijo Cody, aporte que suma mucho, principalmente en la creación de climas y tensión. Carpenter es una leyenda viva, un realizador clave dentro del cine de moderno, director de grandes películas del género como Halloween (1978), La niebla (1980), El enigma de otro mundo (1982) y Christine (1983), justamente otra adaptación al cine de una novela de Stephen King. Quienes se sientan tentados a ver Llamas de venganza, en esta versión 2022, se encontrarán con un film correcto, pasatista, con algunos tramos de acción, otros de miedo, pero en definitiva muy poco jugado y aterrador, más bien todo lo contrario. He leído por ahí, y es evidente analizando su extensa y maravillosa obra publicada, que Stephen King es muy exigente con sus novelas, desde la misma concepción, pasando por la creación del relato y hasta su último punto y coma. No por nada es el escritor más relevante del género fantástico del siglo pasado y creo que merece algo mucho mejor que esta nueva y floja adaptación de su novela Firestarter.
"Llamas de Venganza" ("Firestarter") está basada en el libro de 1980 de Stephen King y la audiencia puede creer que su sólo nombre otorga respaldo...y es que el autor ha entregado grandes historias de terror. Pero, este no es el caso. Con dirección de Keith Thomas llega por segunda vez a los cines la historia de la niña con piroquinesis (la primera versión fue protagonizada por Drew Barrymore, dirigida por Mark L. Lester en 1984). La acción se sitúa en un pequeño pueblo donde vive Charlie (Ryan Kiera Armstrong) con sus padres Andy McGee (Zac Efron) y Vicky (Sydney Lemmon) Charlie se siente diferente, en el Colegio sufre bulliyng y cada vez que se enoja, nota que puede generar fuego con la mente de manera ilimitada. Cuando las cosas se empiezan a salir de control sus padres le explican por qué viven aislados del mundo exterior y sin las comodidades del mundo moderno, como Wi-Fi. El motivo es sencillo: la familia es perseguida por Rainbird (George Scott), un asesino a sueldo, y una Agencia Secreta del Gobierno, parte responsable de un experimento al que se prestaron Andy y Vicky en su juventud, siendo dos de los pocos sobrevivientes. En el mismo se les inyectó un químico que le otorgó el poder de la hipnosis a Andy, y genéticamente el poder de la piroquinesis pasó a su hija. Lo que sigue es la cacería de los que pretenden capturar a la niña para estudiarla y usarla, y algunos efectos, que, sinceramente, no están muy bien logrados ni generan terror en ningún momento. La estridente música se asemeja mucho a las partituras de "Halloween", y es lógico, porque ahí está la mano de John Carpenter, Cody Carpenter y Daniel A. Davies. Las actuaciones son apenas correctas.
Una reversión de una novela de Stephen King donde la protagonista es una niña con habilidades piroquinéticas llega a los cines. Dirigida por Keith Thomas, nos convertimos -junto a los protagonistas- en personas buscadas por una agencia secreta.
Firestarter fue una entretenida novela de horror y ciencia ficción de Stephen King que se publicó en 1980 y le dio una vuelta diferente al concepto de Carrie con teorías conspirativas y agencias gubernamentales secretas muy propia de los tiempos de la Guerra Fría. En 1984 fue adaptada con Drew Barrymore en el rol protagónico y la dirección de Mark Lester, quien luego tendría una mayor repercusión en el género de acción con clásicos como Comando (Schwarzenegger) y Muerte en el barrio japonés (Dolph Lundgren). El film que contó en su reparto con las presencias de David Keith, Martin Sheen y George C. Scott consiguió una mejor recepción cuando llegó a la televisión y el video club y en el 2002 tuvo una continuación en una miniserie horrenda realizada por el canal Sci-Fi. La historia seguía a la niña psíquica en la adultez, un concepto que era interesante pero terminó desarrollado con un guión mediocre. Esta remake producida por la compañía Blumhouse, que desde hace años monopolizó el género de terror en Hollywood, está claramente destinada a los espectadores Millennials que desconocían por una cuestión generacional la existencia del film original. En parte porque desapareció de los canales de cine en la tele desde fines de los años ´90. El público que sigue el género tiene claro que las propuestas de esta compañía en ocasiones brindan películas decentes como El hombre invisible y Freaky y en otras oportunidades mamarrachos como la remake de Jóvenes brujas. Llamas de venganza se suma a la lista negra de Blumhouse al ofrecer un film insípido y desapasionado, producto de la labor de un director inepto que demuestra una incapacidad absoluta para crear situaciones de tensión y suspenso. Keith Thomas, quien había tenido un debut olvidable con The Vigil (2019), elabora una adaptación tonta de la obra de King con villanos acartonados y una narración sosa donde el argumento se desarrolla de un modo acelerado y los elementos de terror se limitan uso de efectos digitales artificiales. Al cineasta le lleva una hora establecer la premisa de la historia y cuando empieza a desarrollar el conflicto central su narración salta directamente al clímax, para cerrar la película con una torpeza abrumadora. La recordada escena donde Charlie enfrentaba a los agentes del gobierno en una granja, que en la original tenía lugar a los 36 minutos, en la remake recién se presenta en la última media hora y luego viene el desenlace. La dirección de Thomas nunca llega a desarrollar la relación padre e hija que era el vínculo más importante de la novela de King y el suspenso que tenía la persecución que enfrentaban los protagonistas brilla por su ausencia. Lo único que se puede rescatar de esta película es la banda sonora realizada por John Carpenter y su hijo, que evocan con los sintetizadores el cine de horror de los años ´80 y la labor de Zack Efron, quien después de esto podría sumarse al equipo de remo olímpico de los Estados Unidos. Junto con Sydney Lemmon (Fear the Walking Dead), quien encarna a su esposa en la trama, son los únicos miembros del reparto que al menos hicieron el esfuerzo de aportarle emociones genuinas a los personajes. La labor de Ryan Kiera Armstrong, en el rol protagónico, mejora con el transcurso del film y aunque carece del carisma que supo tener en el mismo rol Drew Barrymore, tampoco se puede objetar demasiado su actuación ya que se nota que ni siquiera tuvo una dirección. Por lejos una de las peores producciones que se gestaron en los últimos años sobre una obra de King, donde se nota la falta de interés de los realizadores por el material y la falta de creatividad para ofrecer un espectáculolo más entretenido.
Un Stephen King que no prende nunca Adaptar al maestro no es fácil, y el filme, más que dar miedo, asusta pero por lo aburrido. Adaptar a Stephen King no es, evidentemente, apto para todo público o guionista. Las novelas del maestro del terror y el suspenso juegan muchas veces, la mayoría, con un horror psicológico antes que gráfico -que lo tienen, por supuesto-. El resplandor, de Stanley Kubrick, fue un ejemplo logrado, la Carrie de Brian De Palma, otro. Pero hay varios casos en los que tomar o basarse en la trama, o quedarse meramente en ella no significa que se logre trasladar el temor, y a veces ni siquiera los temas que aborda el autor de It o Cementerio de animales llegan con esa solidez o vigor a la pantalla del cine. Y todo termina como una más de miedito. Llamas de venganza tuvo una primera versión cinematográfica por 1984. Dirigida por Mark L. Lester, Drew Barrymore tenía 8 años y venía de sorprender y sorprenderse con el extraterrestre de Steven Spielberg cuando encarnó a Charlie, la hija de una pareja que había participado en un experimento médico que les generaba una capacidad telepática, y a la pequeña ser piroquinética. A Charlie cada vez le cuesta más controlar eso de prender fuego a lo que sea cuando se siente molesta o alguien la incomoda. El bullying en la escuela es un detonante en esta preadolescente, y ese incidente hace que sus padres se planteen algo que ya habían hablado: o le enseñan a usar su poder (lo que pretende la madre, que es Sydney Lemmon, Isabelle en Fear the Walkig Dead) o la sobreprotegen y ocultan (lo que quiere el padre, Zac Efron). Y como la relación con el padre será más fuerte que con la madre -y no vamos a recordar nada más- por más que huyan del pueblito, los malos de turno, que formaron parte del Gobierno, irán tras ellos. del uso de los celulares a cambiar el género del villano aquí no tan villana (el capitán Hollister que era Martin Sheen ahora es la capitana Hollister -Gloria Reuben-). Baches, muchos baches Pero si Llamas de venganza tiene baches abundantes y resoluciones poco El final no solo es anodino sino incomprensible. Los efectos visuales son los esperables, el problema es que no aportan más que eso: son como efectos colaterales a una historia que al comienzo se sigue con cierto interés, pero la atención luego empieza a desvanecerse y prácticamente desaparece cuando faltan pocos minutos para el desenlace. Entre los personajes de reparto hay caras conocidas, aunque es difícil olvidar al asesino de George C. Scott del filme del ’84. Zac Efron sufre, y mucho. Los ojos le sangran, tal vez hasta por leer los diálogos que le dieron. En cuanto a Ryan Kiera Armstong (era Antonia en Black Widow, cuando era pequeña) no hay mucho aquí como para augurarle un futuro promisorio, a menos que sus padres o agente elijan mejores libretos.
El fuego que nunca enciende Para comenzar, es justo decir que esulta extremadamente difícil llevar al cine cualquiera de las historias creadas por la mente de Stephen King, sobre todo porque no alcanza con contar con espectaculares efectos visuales para estar a la altura. Llamas de venganza, en su más reciente versión, apenas logra despegarse de las varias ocasiones en que las adaptaciones de la narrativa del escritor oriundo de Maine (ciudad por todos conocida a estas alturas, sobre todo para sus seguidores y fanáticos) fracasaron abruptamente y es más que probable que «choque» contra sus propias pretensiones. Zack Efron venía hasta el momento (en especial con su excelente protagónico sobre la vida de Ted Bundy en Extremely Wicked, Shockingly Evil and Vile, de 2019, junto a Lilly Collins) sorteando con bastante cintura el sostenimiento de su carrera. Este traspié para nada la hará caer pero seguro sí tambalear, de modo que es de esperar que esté más atento a los próximos pasos en cuanto a la elección de sus papeles. El reinicio de la historia que tuvo su primer paso en 1984 por la pantalla grande de la mano de Mark L. Lester, director de clásicos como Comando (1985) y Clase 1999 (1990), y que contó entre otras figuras reconocidas, con la participación de Drew Barrymore y George Scott, tiene una nueva oportunidad con Keith Thomas llevando la batuta. De momento es posible adelantar que la orquesta arrancó sonando desafinada y que salvo un milagro es poco probable que se repita la continuación que se supone sería lógica. La pequeña Ryan Kiera Armstrong, quien, como dato curioso, repite su aparición en un film sobre una historia de King luego de su breve participación en It Chapter 2 de 2019, da todo lo posible considerando la interpretación compleja que le toca en suerte. El resto del elenco, entre quienes se pueden mencionar a Sydney Lemmon, Michael Greyeyes, Gloria Reuben (Mr Robot) y Kurtwood Smith (That ’70s Show), hace lo justo y necesario y por momentos no alcanza. Supongo que la responsabilidad es compartida. Me temo que nunca lo sabremos.
Hay al menos tres maneras de adaptar un libro al cine: la primera es la convencional, que respeta a rajatabla lo que dice el texto; la segunda es la que se toma libertades y traiciona el texto, y la tercera manera es la que respeta la esencia del libro, pero se permite ciertas licencias, como acomodar el relato a nuestros tiempos y cambiar un poco el orden de la historia original. Llamas de venganza, dirigida por Keith Thomas (The Vigil), es la segunda adaptación de Ojos de fuego (Firestarter), la novela de 1980 de Stephen King (la primera se hizo en 1984, dirigida por Mark L. Lester y protagonizada por Drew Barrymore) y es del tipo de adaptación que respeta la esencia de la historia aunque no necesariamente su orden. Por ejemplo, el comienzo es distinto al de la novela. Los protagonistas de esta nueva versión son Ryan Kiera Armstrong como Charlie (la niña piroquinésica), Zac Efron como Andy McGee (el padre) y Sydney Lemmon como Vicky (la madre). Si bien no logran un equilibrio como familia, hay que decir que el desempeño dramático de los tres tiene la convicción suficiente para darle a la historia el impulso narrativo necesario, sin que se quiebre su atmósfera de drama familiar sobrenatural en clave de película de mutantes con superpoderes. Andy y Vicky viven huyendo de una agencia gubernamental que los persigue para llevarse a Charlie, la hija con la capacidad para prender fuego las cosas con la mente. Ambos fueron víctimas de experimentos de la agencia (llamada “La Tienda”) cuando eran estudiantes universitarios. Las drogas que les inyectaron desarrollaron en Andy la capacidad para controlar el pensamiento de las personas y en Vicky la habilidad de la telepatía. Pero sus poderes son débiles comparados con el de Charlie. El problema surge cuando los malos localizan a la niña y mandan a Rainbird (Michael Greyeyes), otra víctima marginal de los experimentos de La Tienda, para que la capture, ya que es el único que tiene poderes similares y, por lo tanto, el único que puede enfrentarlos. La película no tiene grandes aciertos, pero en ningún momento decae ni comete exabruptos formales (el uso que hace de los efectos especiales está bien dosificado). Los pocos aciertos que tiene están ayudados por la música de John y Cody Carpenter, que le da a la película un tono especial de suspenso y de terror. Y todas las escenas en las que aparece el villano encuentran un adecuado contrapunto en el personaje de Charlie. Llamas de venganza probablemente pase sin pena ni gloria, aunque hay que reconocerle que da un paso más que la que se hizo en la década de 1980 respecto al subgénero de niños malditos. En esta nueva versión se plantea con más firmeza la cuestión de la niñez como incubadora del mal, y de la responsabilidad de los padres (y de la sociedad) para que el niño o la niña no hagan daño a los demás. Stephen King sigue siendo el máximo maestro del género, su genialidad es tan inagotable que de un mismo libro se pueden hacer múltiples lecturas. King siempre fue un agradecido con las películas de terror y de ciencia ficción que vio en su infancia y adolescencia. Pero es el cine el que tiene que estar agradecido con sus libros, cuyas historias logran hacer interesantes hasta las adaptaciones menos arriesgadas.
LOS PROBLEMAS DE LA ECONOMÍA DE RECURSOS A pesar de haber sido un éxito de público y crítica en el momento de su publicación, podríamos ubicar a Ojos de fuego como parte de una segunda línea en la obra de Stephen King, muy sólida pero alejada de la maestría. Era un relato que combinaba con acierto elementos de Carrie y El resplandor -la maldición de ciertos dones, el rechazo social, la tragedia familiar-, incorporando temáticas derivadas de la paranoia y desconfianza hacia lo gubernamental típicas de los años sesenta y setenta estadounidenses. La adaptación de 1984 tenía una buena dosis de ambición, pero también de experimento fallido -era quizás una película que había llegado demasiado tarde-, aunque tenía a George C. Scott componiendo a un villano más que interesante a partir de la forma en que interactuaba con la protagonista interpretada por una pequeña y ya muy talentosa Drew Barrymore. Lo de Llamas de venganza, más que una remake, es una especie de intento de corrección, tanto al primer film como al libro, que está lejos de conseguir sus objetivos. En buena medida, la corrección que intenta la película de Keith Thomas (de la mano del guión escrito por Scott Teems) va por el lado de la estructura narrativa. El relato se centra en Andy (Zac Efron) y Vicky (Sydney Lemmon), un matrimonio con poderes mentales cuya hija, Charlie (Ryan Kiera Armstrong), ha desarrollado la capacidad para crear fuego, y que huyen de una oscura agencia federal que quiere capturarla para experimentar con ella y convertirla en una especie de arma de destrucción masiva. Cuando Charlie cumple once años, ese poder, que se activa a partir de emociones violentas, se vuelve cada vez más difícil de controlar y, luego de un incidente que revela la ubicación de la familia, un misterioso agente llamado Rainbird (Michael Greyeyes) es enviado para capturarlos, lo que desencadenará una nueva huida y un eventual enfrentamiento final. Si Ojos de fuego (libro y film original) recurrían a idas y vueltas temporales, además de darle un lugar preponderante a los experimentos llevados a cabo por la agencia y las acciones de Rainbird, Llamas de venganza elige una mayor economía de recursos. Esa economía de recursos implica veinte minutos menos de duración -algo raro en estos tiempos de películas con metrajes cada vez más largos- y una mayor linealidad, con buena parte de los acontecimientos resumiéndose en la secuencia de créditos, la ausencia de flashbacks y una mayor concentración en el drama familiar, o más bien, paterno-filial. A eso se le suma un tímido anclaje estético ligado al terror de los setenta y ochenta, particularmente a partir de la banda sonora, coescrita por el gran John Carpenter y realmente muy buena. Pero lo cierto es que ese intento por ser más directo en el planteo de los conflictos lleva a que ningún personaje esté bien desarrollado y que todo suceda demasiado rápido, sin dar tiempo para generar empatía con lo que se ve en pantalla. Se puede intuir, por ejemplo, que seguramente Rainbird y la agencia para la que trabaja tienen un largo historial de conflictividad; que Andy y Vicky han atravesado múltiples obstáculos a partir del desarrollo de sus poderes; y que Charlie es una joven atravesada por múltiples tragedias íntimas y afectivas. Pero todo eso no llega a surgir con la potencia deseada en la narración y la puesta en escena, mientras que los componentes dramáticos requieren de una enunciación constante, que hace a todo demasiado previsible. Paradójicamente, en contraposición a un cine norteamericano que suele pecar de gigantismo, Llamas de venganza es un film al que le falta ambición e ideas claras, que quiere contar su premisa a las apuradas y terminar rápido. Por eso, más que un thriller, un relato de horror o un relato dramático, es un trámite burocrático tan efímero como inofensivo.
Llamas de venganza es un filme correcto, pero no apasiona, no logra llevar al espectador a otro nivel, está bien hecho, pero no entusiasma, tiene una correcta realización, pero esta no se traduce en miedo, como puede llegar a prometer, más bien es un drama de ciencia ficción, con suspenso. La crítica radial completa en el link.
Reseña emitida al aire en la radio.
Andy ha enseñado a Charlie a controlar su poder, que se activa con la ira o el dolor. Pero cuando cumple 11 años, el fuego es cada vez más difícil de controlar.
Segunda versión de la novela de Stephen King (la primera, en los ochenta y dirigida por Lewis Teague, tuvo como protagonista a Drew Barrymore) sobre una niña con el poder de generar fuergo con la mente, sobre los padres que tratan de esconderla y enseñarle a controlar esa fuerza, y de una agencia gubernamental que intenta utilizarla como arma. O tempora, o mores: en su momento, la novela Firestarter era una combinación de Carrie con La zona muerta, donde se mezclaba la pubertad con la política. Hoy esta historia se acerca a una versión oscura de un relato de superhéroes (un poco como Chronicle o Hijo de la oscuridad, que imaginaba un Superman malvado), aunque el tratamiento intenta seguir las constantes del cine de terror. Pero lo que queda es una especie de película de los X-Men. No es culpa de la dirección precisa y efectiva de Keith Thomas sino de cómo se pueden “leer” las historias hoy, sobre todo en el cine. Por lo demás, el film tiene la ventaja de durar lo justo y no derivar más de lo necesario; y la desventaja de contarnos a veces de modo subrayado el contexto social como para que no nos quepan dudas de dónde están los malos, cuando el original era mucho, muchísimo más ambiguo. De paso, Zac Efron muestra que no es para nada un mal actor, aunque también debemos admitir que su diálogo no es de los más inspirados que ha dado el séptimo arte.
Mucho fuego para quemar muy poco La segunda versión de la novela Firestarter de Stephen King carece de elaboración y desdibuja los límites del género terror. Basta el nombre de Stephen King para acercarse al libro, película, cómic, serie, que lo refiera. Por eso, ¿cómo negarse a ver Llamas de Venganza? Segunda versión de la novela Firestarter, la primera había sido protagonizada por la niña Drew Barrymore y su elenco incluyó los nombres de Martin Sheen y George C. Scott, bajo la dirección de Mark Lester (el mismo de Comando, con Schwarzenegger). Realizada en 1984, se inscribió en un cine donde los relatos de King ya tenían un esplendor suficiente. Entre los grandes títulos, hay que citar Carrie (1976) y Christine (1983) –de los maestros De Palma y Carpenter–, más la parada obligada en el Overlook Hotel de Kubrick en El resplandor (1980). Y también la genial Creepshow, con guión de King y dirección del padre del zombie moderno George Romero. A propósito de la Firestarter original (conocida como Ojos de Fuego), vale pensar en el derrotero actoral de la pequeña Barrymore tras el ET de Spielberg, quien antes de zarpar a su hogar sideral le dice: “Be good!” (¡Sé buena!). La Barrymore hizo todo lo opuesto. Interpretó películas tempranas de terror (luego de Firestarter continuó con otra incursión en el mundo King: Los ojos del gato) y participó en muchos escándalos. Pero eso ya es parte de otra historia (sobre las vidas turbulentas del clan Barrymore). La nueva versión de Ojos de Fuego ahora se titula Llamas de Venganza. ¿Vale hacer una remake? Sí, es consustancial a la historia del cine norteamericano, no implica novedad. En todo caso, se trata de actualizar historias desde otras aproximaciones, con un cariz distinto, a veces de maneras más logradas. Aquí, justamente, todo lo contrario. La nueva Firestarter es un plomazo, burda y poco elaborada, perfilada desde la anécdota más sencilla, sin ganas de indagar en sus personajes y lograr cierta complejidad. A grandes rasgos, lo primero que sobresale es el cambio de rumbo en cuanto al género. La primera se relaciona con el cine de terror de la época, cuya lista de títulos debe incluir, entre otros, a La furia (1978) de De Palma, película subvalorada y no necesariamente de terror, pero coincidente en su elección de la telequinesis (ya presente en Carrie) para el nudo argumental. Pero la nueva Firestarter se aleja de este mundo y recala, de alguna manera, en el de los superhéroes. Aun cuando no se trate, taxativamente, de una película de superhéroes, todo parece relacionarla así; como si fuera, tranquilamente, una suerte de spin-off de alguno de los personajes superdotados de X-Men. Hacia principios de los ’80, el género de terror todavía tenía en las pantallas una presencia importante y autónoma. No es que esto no suceda ahora, pero no está muy claro cuáles serían, desde el relevo, tales películas, cuál su relieve. Ahora es el tiempo de los superhéroes, y el terror parece estar encapsulado en franquicias que bien vendría remover o hacer explotar de una vez por todas. (Parece que esto está felizmente a punto de suceder, de la mano de David Cronenberg con Crímenes del Futuro). En este sentido, Firestarter se codea entonces con el nuevo género de los súper seres, sin terminar de asumir del todo su maquillaje. Padre e hija se esconden para salvarse. De este modo, se narran las peripecias que padre e hija (Zac Efron y Ryan Kiera Armstrong; de paso, esta piba está muy lejos de saber ocupar los zapatos de su predecesora, nadie como la Barrymore) deben sobrellevar para no ser descubiertos. ¿Por quiénes? Por cierta agencia que experimentó con papá y mamá. Jóvenes entonces, la pareja manifestaba predisposición hacia la telequinesis y la manipulación de cerebros ajenos. Científicos con fines no muy claros los investigaron, les practicaron pruebas, y la combustión sexual les hizo dar a luz una niña capaz de prender fuego lo que mirara. A partir de allí, hubo que huir. La única virtud de la película es que todo esto ya sucedió, que la huida todavía ocurre, y que la niña está a punto de liberar su ira ante los compañeritos de escuela, cuyo bullying se vuelve intolerable. Por las dudas, la relación con Carrie termina donde empieza, ya que aquí no hay clima de religiosidad intolerable ni madre enfermiza, aun cuando sea contra ella (Sydney Lemmon) con quien la pequeña manifieste el enojo mayor. Pero no es mucho más que esto, no hay una complejidad pretendida, sólo un fluir de acciones poco convincentes en sus enfrentamientos y resoluciones, tan previsibles como los gestos ceñudos de la malvada de turno, la Capitana Hollister (Gloria Reuben). A lo que se suma el rostro un poco más ajado pero siempre carilindo de Zac Efron, a quien los traumas parecen apenas rozar sus facciones Disney. Hace falta más dolor, y por muy grande que pueda ser la tragedia en algunos de los personajes, nada de esto hay en la película. El dolor, la rabia, son consustanciales a King, y hay que saber lidiar con ellos. Hay otro dato, y es de interés. En la banda sonora participa John Carpenter, director (entre otras obras maestras) de Christine, película admirada por el propio King. Los fraseos del teclado de Carpenter generan inmediata relación, por citar un gran ejemplo, con los de Halloween. De hecho, la tipografía y color utilizados para los credits refuerzan un halo carpentiano. Pero es sólo un decorado, un ornamento que no alcanza siquiera a respirar el cine puro de este gran director.