En clave de falso documental, una periodista francesa investiga en Buenos Aires la existencia de una sociedad secreta de la élite política y económica de fines de siglo XIX, llamada Los Corroboradores (2017). Siguiendo las pistas que le va dejando su contacto en Argentina, Suzanne rastrea los orígenes de esta logia, sus principales objetivos y su vigencia en la actualidad. “Buenos Aires no existe”. Estas son las misteriosas palabras que Marcel Duchamp le dedica a la ciudad en su enigmática visita a principios del siglo XX. Un mensaje que parece estar conectado con los objetivos de esta sociedad secreta, obsesionada por reproducir los edificios de París en la capital argentina. Suzanne se involucra con su investigación y decide llevarla hasta las últimas consecuencias, intrigada por la desaparición de su contacto y el halo de misterio que rodea todas sus pistas. Como recurso para contar la historia, el director y guionista Luis Bernárdez eligió la voz de esta periodista ficticia y anónima que se sumerge en el caso más allá de su deber profesional, como una especie de búsqueda personal. Diferentes documentos del Archivo Nacional y entrevistas (reales) a especialistas agilizan el avance de la trama, no solo borrando la línea entre realidad y ficción sino también dejando al espectador con la sensación de estar adentrándose en verdades que permanecen ocultas a simple vista. Además de una trama original con mucho suspenso, la película plantea interrogantes en el plano de lo real, vinculados a temas diversos: la política e idiosincrasia porteñas, los conflictos entre la Capital y el resto del país, el papel de la aristocracia local y las relaciones internacionales de Buenos Aires en manos de un selecto grupo que toma las decisiones, etc. Mientras tanto, los puertos reciben inmigrantes de toda Europa que amenazan los planes del establishment, preparando el juego para los nuevos partidos políticos y movimientos sociales. La vigencia de dichos tópicos se mezcla con el misterio, las leyendas urbanas y las intrigas internacionales, desembocando en un plan maestro que va mucho más allá de lo que Suzanne imagina al principio.
La quimera de una aristocracia indigente El primer largometraje de Luis Bernárdez, renombrado asistente de dirección del cine argentino, es un thriller histórico construido como falso documental sobre una conspiración entre integrantes de las elites político ganaderas del Partido Autonomista Nacional (PAN), miembros del Jockey Club y sus émulos en Francia. Los Corroboradores (2017) utiliza como eje narrativo un mito porteño alrededor de la obsesión de la aristocracia argentina por la cultura parisina y particularmente por su arquitectura academicista, profusamente copiada en Buenos Aires por los responsables del denominado “fraude patriótico”, simulacro electoral que se organizó en Argentina hasta la sanción de la Ley Sáenz Peña en 1912. A partir de la investigación de un experto en arquitectura y arte francés y guía turístico en Buenos Aires, una periodista francesa viaja a la Argentina para corroborar la información que el experto uruguayo radicado en Buenos Aires parece tener sobre una mítica sociedad secreta con fines poco transparentes denominada “Los Corroboradores”, que habría copiado diversos conocidos palacios franceses de estilo academicista en Buenos Aires entre 1889 y 1929, año de la desaparición repentina del grupo. La película se desarrolla como una reconstrucción ficcional de la investigación de la periodista francesa, Suzanne, de las pistas dejadas por Martín Dressler, quien habría adquirido pruebas de la existencia de Los Corroboradores y de sus verdaderos planes, los cuales son revelados en el transcurso del film. El falso documental apócrifo también cuenta con entrevistas al sociólogo Carlos Altamirano, al historiador Gabriel Di Meglio, al arqueólogo Daniel Schávelzon, al crítico cultural Rafael Cippolini y al arquitecto Fabio Grementieri, con la intención de generar un halo de autenticidad sobre el fabulador pero plausible relato. Así, a partir de la investigación y cruzando datos, Luis Bernárdez crea una historia de intrigas internacionales que involucra a Carlos Pellegrini, Julio Argentino Roca, Miguel Cané y todo su círculo íntimo del Jockey Club en una conspiración para separar Buenos Aires de la Argentina y anexarla a Francia con un enrevesado proyecto monárquico típico de los delirios megalomaníacos aristocráticos. A lo largo del film aparecen los nombres de los arquitectos René Sergent y Le Corbusier y del renombrado artista de vaguardia Marcel Duchamp en un complot cuyo pináculo estaba preparado para el centenario de la Revolución de Mayo. Los Corroboradores construye una reinterpretación posible de diversos acontecimientos históricos como la semana trágica o el incendio del Jockey Club en 1953 para llegar a una conspiración aún más grande que involucra a un grupo chino que pretende construir su propia Arcadia sobre la tierra en Asia. Frases como “Buenos Aires no existe”, “el París del Plata” y los proyectos modernizadores de la ciudad de los negocios de Le Corbusier se mezclan con las similitudes de la arquitectura francesa en Buenos Aires y las torres de Puerto Madero en un limbo entre la utopía y la pretopía en la psiquis de hombres marcados por la simbología del busto bifronte de Jano, con una cara mirando a Buenos Aires y otra a París, pero renegando de sus orígenes y de su cultura, intentando sin éxito reaccionar ante las consecuencias del país que ellos mismos habían creado con su nepotismo, avaricia y su inopia humana.
Crítica emitida en radio.
El misterio del París del Plata Suzanne es una periodista e investigadora francesa que viaja a Buenos Aires tras ser convocada por Martín Dressler, un guía uruguayo. Dressler no asiste a la cita y Suzanne comienza a investigar a Los Corroboradores, una supuesta sociedad secreta porteña que se propuso copiar París en Buenos Aires desde fines del siglo XIX. A medida que avanza la película, Dressler y Suzanne entran en peligro y buscan dejar pruebas de que esta logia existió y que el arte parisino en Buenos Aires y el mundo corre riesgo. Los Corroboradores junta en un falso documental el suspenso y terror del policial negro. Suzanne, la protagonista, nunca muestra su rostro porque se siente amenazada pero solo con su voz nos inserta en la historia y nos atrapa. El director Luis Bernardez usa archivos inéditos, entrevistas a especialistas (sociólogos, psicólogos, historiadores) e imágenes de edificios de Buenos Aires que además de sumar a la trama, muestran lo hermosa que es la ciudad. Bernardez logra una película dinámica que constantemente le otorga información al espectador para especular sobre lo que puede suceder, pero al mismo tiempo comienza a perder la capacidad de distinguir lo verídico de los ficcional. Al avanzar la historia, acelera el ritmo y aumentan los elementos absurdos. Los personajes son misteriosos y se enlazan con el material histórico real que muestra la película. El director y guionista le da un giro de tuerca a la reconstrucción de época, le agrega música típica de un thriller y deja que el espectador llegue a las conclusiones por sí solo. Los Corroboradores logra ser una película diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en el cine nacional y sorprende, en algunos momentos, denunciando la discriminación hacia los inmigrantes que llegaron al país durante los siglos XIX y XX. La película logra llevar las leyenda urbanas e intrigas internacionales a un plano que intenta ser serio y al mismo tiempo absurdo y atrapa al espectador.
Copia & Original, la esquizofrénica Historia Argentina La dualidad es el denominador común para este más que interesante falso documental, debut del asistente de dirección Luis Bernardez, que tuviese su primera presentación en el Festival de Cine de Mar del Plata. Dualidad que se entiende también como recurso narrativo para ampliar dos puntos de vista sobre un mismo fenómeno, originado desde una historia oculta de la “Historia Argentina”, que se extendiera por tres décadas y que como suele ocurrir quedara sepultado en el olvido. Los Corroboradores, título del film, conectan al público con el pasado histórico, aquel de las primeras etapas donde los conservadores dominaban todo tipo de escenario o arena política. Su carácter de logia, su impronta clandestina por así decirlo, se vincula estrechamente con las élites y una aristocracia que anhelaba convertir la metrópolis en la París del Plata. Siempre con la mirada puesta en Europa, nunca hacia la periferia continental o tierras adentro, las réplicas arquitectónicas de palacios o edificios de Francia se pueden encontrar aún hoy en las fachadas de algunos espacios del centro porteño y en apariencia eso formaba parte de un plan mayúsculo impulsado por los círculos de poder, entre quienes se encontraban ilustres figuras de la política vernácula como Julio Argentino Roca, Carlos Pellegrini, o intelectuales de la talla de Miguel Cané. Plan que se frustró tras el suceso de la Semana Trágica en 1929 con casi setecientos muertos tras la feroz represión en las calles. Pero como se dijo anteriormente, el corazón de este relato que mezcla ficción con material de archivo y fotográfico genuino para respaldar una investigación casi detectivesca busca el respaldo de voces autorizadas como Andreé Leonet, Carlos Altamirano, Daniel Schávelzon, Rafael Cippolini, Gabriel Dimeglio entre otros, provenientes del ámbito de la arquitectura, la historia o sociológico. Esas voces se entremezclan con otra voz en off de un personaje, periodista francesa que oculta su identidad y abre la subtrama policial con una sutil referencia al peligro de desaparecer, elemento alegórico que vuelve a utilizar Luis Bernardez al incorporar a la misma trama -y siempre fuera de campo- un tercer personaje, otro misterioso investigador uruguayo, cuyo paradero también se desconoce. A modo de viaje con pistas, enigmas que la propia periodista francesa debe resolver antes de que sea demasiado tarde, la voz en off más neutral contextualiza con perspectiva histórica las consecuencias de las transformaciones socio políticas, pasando por los golpes de Estado, la llegada del Peronismo y esa nebulosa que se produjo luego del bombardeo del ’45.
Los Corroboradores (2017) de Luis Bernandez, es una película que nos lleva por varios momentos clave de la historia mundial y Argentina y que mantiene al espectador entretenido de comienzo a fin, nos revela la existencia de una sociedad secreta porteña que funcionó a fines del siglo XIX. Una suerte de élite dentro de otra élite, con un objetivo muy claro: hacer de Buenos Aires el nuevo París. Todo comienza con un sorpresivo mail que recibe Suzanne, una periodista parisina residente de la misma ciudad, de un tal Martin Dressler (un guía uruguayo). En el mismo, le cuenta muy brevemente sobre esta secta porteña. Guiada por la curiosidad, ella decide viajar a la Argentina para averiguar por ella misma si la existencia de la sociedad secreta fue real o si solo se trata de un mito. Suzanne recorre recovecos, edificios y calles de la ciudad en busca de datos, pistas o indicios que la ayuden a completar el rompecabezas en el que se encuentra. A medida que avanza el filme, aumenta también la tensión, la curiosidad y la preocupación de Suzanne. Al espectador le sucede lo mismo. Uno se encuentra con la urgencia de saber cada vez más y a la espera de que todo se resuelva en lo inmediato. La trama lo atrapa a uno casi enseguida. Mezcla de documental (gran material de archivo, sumado a varias entrevistas), algo de ensayo histórico, thriller o incluso ciertos elementos que podrían hacernos pensar en un policial; una variedad de géneros y estilos que se unen y funcionan a la perfección y de una manera armónica. Podríamos decir que el filme cumple con uno de los objetivos principales que deberían tener la mayoría de los filmes: El mantener al espectador ocupado en la historia y en la ilusión de esta, haciéndolo olvidar por un rato que está dentro de un cine, en una sala y sentado en su butaca. Algo para destacar, es que el recorrido que hace la película sobre ciertos momentos de la historia no solo mundial (enfrentamientos bélicos como guerras mundiales) sino también a nivel nacional (desde la mención de la generación del 80, presidencias de Yrigoyen, de Perón, pasando por el incendio al Jockey Club, hasta la crisis del 2001) hace a la película aun mas interesante para aquellos que tengan cierta afición a la historia. Los Corroboradores será un filme que hará que quien la vea, no pueda ya mirar la ciudad de la misma manera; le hará a uno cambiar la forma de percibir y relacionarse con Buenos Aires.
La París del Plata Una periodista francesa que se niega a mostrar su rostro y se hace llamar Suzanne, comienza su relato en cámara. Cree estar en peligro y necesita dejar registro de su trabajo de investigación desde el fatídico viaje hacia Buenos Aires del que se arrepentiría apenas días más tarde. El detonante de su historia es un misterioso hombre que le escribe desde Argentina, afirmando que no es accidente que varios edificios de Buenos Aires se vean idénticos a otros parisinos: la fuente afirma tener pruebas de la existencia de una Logia secreta que, a principios de siglo veinte, se embarcó en la misión de convertir a la ciudad en una copia de la anhelada París. La periodista viaja a sudamérica para entrevistarlo. Pero Dressler -su informante- no acude a la cita, y durante los días posteriores solo se comunica con ella por crípticos mensajes que la ponen en la pista de Los Corroboradores, una organización secreta formada por miembros de la élite porteña para moldear la ciudad y la sociedad según los principios europeos que admiraban. La periodista emprende la búsqueda de datos que le permitan confirmar una historia que bien podría venir de la mente afiebrada de un demente; tras entrevistar a varios expertos en historia y arte, se obsesiona por desentrañar la verdad detrás del mito. Esto da origen a una doble investigación, por un lado para conseguir la información que le fue prometida pero nunca entregada, y en paralelo para descubrir si Dressler está demente o realmente se topó con una conspiración organizada desde lo más alto del poder político. Buenos Aires no existe Tomando como partida un hecho innegable como es el gran parecido que existe entre algunos ejemplos de la arquitectura porteña de principios del siglo veinte con varios edificios parisinos, el director Luis Bernardez entrelaza documental y ficción para hacernos dudar dónde termina lo verídico y dónde comienza su imaginación. Como afirma uno de los entrevistados, no hay indicios para confirmar que la transformación que sufrió la ciudad a finales del siglo diecinueve fuera parte de un plan maestro, pero suspendiendo la incredulidad por un instante, tampoco suena completamente absurdo. Además, hace a una mejor historia que la simple tilinguería de un puñado de familias rápidamente enriquecidas y con aspiraciones aristocráticas que no podían sostener. La primera parte del relato de Los Corroboradores abunda en datos sobre la historia política y artística argentina, algo que puede dejar un poco afuera a la parte del público menos interesada en esas cuestiones. A medida que avanza la película y profundiza en las elucubraciones sobre la supuesta Logia Secreta, se acelera el ritmo y abandona un poco el tono documental hacia algo más cercano al thriller, con un humor bastante sutil que levanta la apuesta cuando parece que ya alcanzó su tope de absurdo, y enigmas de base histórica que bien podrían ser primos lejanos y tercermundistas de los que resuelve Robert Langdon en su saga. El montaje y la recopilación de material histórico real son casi todo para Los Corroboradores, dos trabajos realizados de forma más que digna y que logran su misión de mezclar lo real con lo ficticio de forma creíble. Todo el resto acompaña: fotografía, actuaciones y propuesta estética no destacan para bien ni para mal, son solo el soporte para lo otro. Conclusión Con una propuesta narrativa atípica y una forma amena de contar (que sabe cuándo no debe tomarse tan en serio), Los Corroboradores es una interesante mezcla de géneros que aunque por momentos parece estirada más de lo que necesita, sigue entreteniendo.
Suzanne, una periodista francesa cuyo rostro nunca veremos pero cuya voz escucharemos de forma permanente, llega a Buenos Aires para investigar la pista de Los Corroboradores del título, una suerte de logia secreta fundada por Carlos Pellegrini y que funcionaba en la trastienda del Jockey Club porteño. Según cuenta la leyenda, esa secta de finales del siglo XIX y principios del XX apuntaba a transformar a Buenos Aires en una suerte de nueva París: el sueño de la aristocracia local de adoptar un modelo de país basado en el de Francia. Cual detective, la protagonista busca a un personaje clave y misterioso (un guía uruguayo llamado Martín Dressler al que muchos llaman loco y mitómano, y que le deja una grabación en un cassette), mientras recorre los principales edificios porteños que, queda demostrado, son copias de similares obras parisinas. Entre el thriller (Suzanne, cada vez más paranoica, está convencida de que la persiguen), el falso documental (hay mucho material de archivo y testimonios a cámara de figuras como el sociólogo Carlos Altarmirano, el arquitecto Fabio Grementieri, el arquéologo Daniel Schávelzon, el historiador Gabriel DiMeglio y el crítico cultural Rafael Cippolini que le dan “entidad” a la trama) y el ensayo histórico, Los Corroboradores explora con un humor tan asordinado como absurdo aquella época en que 400 familias conservadoras dueñas del poder económico y político soñaban con una Argentina afrancesada (sueño que empezó a desvanecerse con la llegada de Hipólito Yrigoyen al poder). Cuánto hay de verdad y fabulación en todo esto es algo que el espectador deberá ir desentrañando durante los 70 minutos del film. La apuesta tiene algunas conexiones con el cine de Mariano Llinás y Hugo Santiago, pero Bernárdez encuentra un tono propio a la hora de la reconstrucción de época (la élite contra los indeseables inmigrantes anarquistas), el análisis arquitectónico y cultural, y el ejercicio de género (la música, por ejemplo, es bien de thriller). La película es la crónica de un sueño imposible a través de una investigación imposible. Un fracaso sobre otro fracaso. Pero la película en sí es un pequeño triunfo. Y, de paso, nos permite apreciar -para los porteños que muchas veces la menospreciamos- qué linda es Buenos Aires.
A fines del siglo XIX, una sociedad secreta encabezada por nombres de la talla de Carlos Pellegrini, Miguel Cané, Lucio Mansilla y José C. Paz, se propuso copiar la arquitectura de París en Buenos Aires, según el mito disparador de Los corroboradores, esta exquisita y disparatada opera prima de Luis Bernárdez. La película juega con el ensayo histórico, el documental y el thriller mientras reflexiona sobre el proyecto de país de la Generación del 80. Un par de curiosidades de la película aparecen de entrada con su protagonista, una periodista francesa llamada Suzanne que llega al país para investigar la sociedad secreta que decidió construir copias de edificios franceses en la ciudad. A Suzanne jamás se le ve el rostro a lo largo de los 70 minutos de Los corroboradores y buena parte de la película, tan porteña como el colectivo, está narrada en francés, más allá de las entrevistas que ella conduce en busca de datos sobre la logia con distintas personalidades y especialistas (el sociólogo Carlos Altamirano, el arqueólogo Daniel Schávelzon, el crítico cultural Rafael Cippolini, el arquitecto Fabio Grementieri y el historiador Gabriel Di Meglio). Bernárdez aprovecha a Suzanne como una forastera que se sumerge en el mundo la elite porteña de antaño y guía al espectador en un recorrido que llama la atención por el suculento material de archivo y la belleza con la que el cineasta consigue retratar la más afrancesada arquitectura de la ciudad. La conspiranoia se apodera de Suzanne, que termina obsesionada con Los corroboradores al punto de ser despedida del diario por negarse a abandonar Buenos Aires hasta no resolver este rompecabezas con faltante de piezas. Tras narrar la caída de la utopía de Los Corroboradores en los años '30 y la pérdida de documentación sobre la logia tras el incendio del Jockey Club en el 53, la película prefiere centrarse en la desaparición del informante de la periodista y se transforma en un thriller con mucho menos vuelo que esa premisa iniciática que comparaba con precisión quirúrgica edificios a ambos lados del Atlántico y proponía viajes turísticos a "puntos afrancesados" del conurbano como Longchamps, Liniers o Boulogne. Los corroboradores es una divertida reflexión sobre la identidad porteña y una crítica a su cultura aspiracional, que proponer redescubrir la arquitectura e idiosincrasia de "la París del Plata".
Los corroboradores, de Luis Bernárdez Por Mariana Zabaleta Una historia trágica, la que se escribe por sobre las crisis. La ciudad de Buenos Aires como territorio de lucha y mapa de idiosincrasias. Este falso documental pone sobre relieve un par de verdades; modelos de ciudad y modelos de nación dan forma a la carne y el concreto. Los edificios de la ciudad son testimonio y testigo de dichos proyectos. Jano, de rostro bifronte, es el símbolo de Los corroboradores. Primera pista de la investigación, a la que asistimos, a través del relato de una periodista francesa en Buenos Aires. La marca de Jano nos indica la existencia de una logia, descubierta por un misterioso investigador uruguayo, su participación en off será pieza fundamental en la reconstrucción del relato. Un mito dentro de un relato, la narración de los hechos versa sobre una investigación: Los corroboradores se inscriben como mito fundacional de la ciudad de Buenos Aires. Dejando de lado, e invisibilizando el sustrato prehispánico heterogéneo de estas tierras, la elite fundadora del (aun existente) Jockey Club será la protagonista de esta hercúlea empresa. Ya Lugones supo poner la poesía épica, y su funcionalidad en el mundo griego, en vinculo directo con la música y la poesía gaucha. Bernandez, en la exposición (vía entrevista a especialistas) del mito de Los corroboradores vincula la similaridad de ciertos edificios, patrimonio de la ciudad, con edificios de importancia institucional de Paris. Nada es casualidad cuando se superponen las imágenes de archivo, postales y antiguos videos, sobre las fachadas de los edificios. Una modernidad en crisis se cristaliza en el símbolo bifronte, mirar hacia atrás para construir el futuro, dejando Paris para reubicarse en Buenos Aires. La misma operación, que se efectúa sobre las imágenes en la película, es la que constituye la construcción de la ciudad y de la identidad Latinoamericana en sí. La patria del pastiche y el bricolage, territorio de citas entre estilos y estéticas. Los corroboradores, primeros posmodernos, donde el plan de recreación de lo exógeno (el ser parisino) se concreta (trágicamente) en la hibridación. Duchamp sabiamente señaló: “Buenos aires no existe”: no-lugar como aquel que surge del impulso vital del desarrollo y la crisis de los modernismos. La vigencia de los tópicos tratados es estremecedora, lo mejor del misterio y las intrigas internacionales para aquellos espectadores que no temen poner su realidad en duda. LOS CORROBORADORES Los corroboradores. Argentina, 2017. Dirección y Guión: Luis Bernárdez. Intérpretes: Andreé Leonet, Carlos Altamirano, Daniel Schávelzon, Rafael Cippolini, Gabriel Dimeglio. Producción: Luis Bernárdez. Distribuidora: Independiente. Duración: 70 minutos.
Es un creativo film escrito y dirigido por Luis Bernardez, en su opera prima, que utiliza el formato de un documental, pero con partes imaginadas y dramatizadas que conjugan ficción, realidad, investigación al mismo tiempo. Parte de un mito del siglo XIX: una sociedad secreta de prominentes hombres del poder en nuestra sociedad que soñaron con replicar en Buenos Aires, nada menos que a Paris. Frente a ese mito, el autor imagina el viaje de una periodista francesa que sigue el rastro de un hombre que sabe mucho y desaparece, pero deja rastros. Entonces a la seria opinión de historiadores, críticos, sociólogos, arquitectos, guías de museos, investigadores, arqueólogos, que hablan de esa leyenda tan nuestra, se le suma lo ficcional, que apunta inteligentemente a demostrar, lo que para una generación era irrefutable, el querer ser, el objetivo cultural de toda una época. Lo real y lo imaginativo, en un juego que apunta nada menos que a nuestra identidad. Un juego inteligente y creativo.
La ciudad duplicada Falso documental con toques de policial negro en el que se mezclan elementos de la realidad con otros inventados es la propuesta de Luis Bernárdez en Los Corroboradores (2017), una ¿disparatada? investigación sobre una logia que pretendía convertir Buenos Aires en Paris. Tomando como base una construcción edilicia que se asemeja a la de algunos emblemas franceses, Bernardez propone una historia que matiza la realidad con la ficción. Construida con los mecanismos del documental, la trama nos presenta a una periodista francesa que viaja a Buenos Aires tras una pista que le dará las claves para descubrir la verdad sobre Los corroboradores, una logia fundada por Carlos Pellegrini cuya meta era la de anexar Buenos Aires a Francia. Como primera parte de ese plan se comienza con la construcción de una serie de edificios que copian en exactitud a los originales franceses. Bernardez nos conduce así por diferentes emblemas de la arquitectura porteña para develar el misterio de la denominada “La Paris del Plata” (como se la conocía a Buenos Aires) y como Los corroboradores idearon una serie de planes para formar parte de una sociedad a la que deseaban permanecer. Incluso al punto de querer instalar una monarquía. Para ello se nutre de sociólogos, historiadores y un sinfín de personajes reales -y de renombre- que dan su parecer sobre una logia de la que nadie pueda dar por sentado que haya existido. La investigación que tomará ribetes policiacos también virará hacia lo fantástico al punto de sostener la versión de que en Buenos Aires se encuentran los edificios originales que fueron reemplazados en Francia por copias idénticas y que ahora son los chinos quienes vienen por todas esas reliquias. Lo atrapante de esta historia es no solo como Bernardez construye un guion en donde lo inverosímil se vuelve verosímil, poniendo en duda sobre que si lo que cuenta es realidad o fantasía. Por más insólito que parezca todo, los cabos sueltos se atan y la trama no hace otra cosa que al menos hacernos pensar de que todo podría estar sucediendo, por más extraño que parezca. Si un presidente hace 25 años nos vendió la idea de que podíamos llegar a la estratósfera no es inverosímil pensar que lo que se cuenta en Los Corroboradores pueda ser real.
Divertido falso documental en el que una investigadora francesa sigue las huellas de la sociedad secreta,formada por la elite aristócrata de Buenos Aires y fundada en el jockey club, con el objetivo de convertir a la ciudad en París. Con testimonios de historiadores, arquitectos y arqueólogos, e imágenes históricas de la capital que habitamos y a veces no vemos.
Intriga internacional A películas como la de Luis Bernárdez se las llama falsos documentales (o mockumentary), pero de Los corroboradores habría que decir que se trata abiertamente de un thriller: en ningún momento trata de hacerse pasar por verdaderos los hechos, sino que desde el comienzo se usan los recursos del documental para dar forma a una trama que incluye misterios, una investigación periodística y una conspiración centenaria. Los corroboradores es una de esas películas discretas que se apropia del cine para ponerlo patas para arriba y hacerlo jugar. Suzanne, una periodista francesa, viaja a Buenos Aires para encontrarse con una fuente local que promete revelarle la historia secreta de una logia dedicada a replicar París en la capital argentina. El contacto falta a la cita y la protagonista debe seguir por sí sola una serie de pistas desordenadas y reconstruir la trama que rodea a “los corroboradores”, integrantes de la elite rioplatense que a finales del siglo XIX se complotan con la corona francesa para consumar el proyecto de anexar Buenos Aires a ese país. La película alterna entre el registro amenazante del thriller y los testimonios de especialistas que aceptan el juego ante la cámara con total seriedad (salen, entre otros, Rafael Cipollini y Carlos Altamirano, este ultimo visiblemente divertido con la situación). Bernárdez fabula una traición nacional de aires cosmopolitas que tiene como principal teatro de operaciones la influencia del estilo francés en la arquitectura local. Suzanne prosigue en su búsqueda y las develaciones sucesivas incrementan felizmente el delirio de los hallazgos: por ejemplo, muchos edificios de Buenos Aires no serían imitaciones fieles de modelos franceses, sino las construcciones originales que habrían sido trasladadas desde Francia como parte de un oscuro proyecto ejecutado entre el gobierno oligárquico y la monarquía. El tono lúdico de Los corroboradores, sin embargo, no disimula la potencia estética que supone el servirse de los mecanismos documentales del cine para imaginar otras historias (o Historias), para inscribir en la trama de las cosas un pasado de intrigas y planes secretos, para inventar conspiraciones internacionales.
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El reconocido asistente de dirección Luis Bernárdez debuta en la realización con una propuesta diferente que roza la ficción y el documental para hablar de una teoría que supera leyendas urbanas. Una logia que emuló París en Buenos Aires, edificios calcados que buscaron configurar una réplica en Argentina. Una periodista que busca pistas sobre algo evidente, el relato bucea en la construcción de una verdad, que la impone, aunque a los pocos minutos el relato zozobra en redundancias.
UN ATRACTIVO JUEGO CON LA HISTORIA Una periodista francesa investiga a una sociedad secreta llamada “Los corroboradores”, que según un tal Martin Dressler (uruguayo que ejercía de guía por emblemáticos edificios de Buenos Aires parecidos a los que se encuentran en París, entre otras profesiones) querían copiar varios edificios franceses en la capital argentina. Con estos elementos, Luis Bernárdez monta un relato sumamente atractivo con la estética del falso documental. Es que siguiendo las reglas de ese formato, narrado por una periodista francesa como un thriller conspirativo, el director logra en Los corroboradores un film didáctico en el que conocemos el origen de esta sociedad que se remonta según el relato a 1882, cuando Carlos Pellegrini y Miguel Cané la crearon en el antiguo Jockey Club de la ciudad. La película logra entonces un muy interesante recorrido por la historia de Argentina desde esa fecha hasta la actualidad, mostrando los más emblemáticos palacios y edificios. Pero hay algo más interesante en la película de Bernárdez, y es que si bien hay entrevistas a sociólogos y arquitectos, todo lo que se dice no puede ser comprobado, por lo que Los corroboradores alcanza así una cuota mayor de misterio. El director profundiza en lo lúdico y hacia el final propone un giro que remite a las películas de suspenso clásicas, aunque hay que reconocer que es un poco agarrado de los pelos. En todo caso el documental en sí ya se presenta desde el vamos con un tono semi-paródico -sin ser humorístico-, motorizando una idea alrededor de su propia tesis: si esto en el futuro se confirma, la película de Bernárdez alcanzará status de film anticipatorio.
Cuando Buenos Aires quiso ser París El documental registra la influencia que la arquitectura parisina tuvo sobre los planificadores de la emergente Buenos Aires, a finales del siglo XIX. Pero lo hace apelando al mito, recurriendo a elementos que son propios del thriller, el policial negro o la farsa. El documental debe ser el género cinematográfico que más prejuicios soporta. Es cierto que antes habría que discutir si se trata o no de un género, pero si se acepta la idea generalizada de que lo es, difícilmente haya otro sobre el que existan tantos, y por lo general falsos, preconceptos. De ellos se dice que son aburridos, esquemáticos, técnicamente pobres, poco imaginativos, fáciles de realizar y otras falacias que quizá tengan su origen en la forma y el uso que la televisión les ha dado. Al contrario, se trata de un universo tan rico y extenso como su contraparte, la ficción, con similar amplitud y complejidad. Y una peculiaridad que representa su gran rasgo de identidad: el afán de retratar de algún modo la realidad. Las herramientas para hacerlo son innumerables e incluso puede ser que, como ocurre con Los Corroboradores, ópera prima del argentino Luis Bernardez, un documental pueda filmarse contaminado de ficción sin que eso lo invalide como abordaje de lo real. Lo que Los Corroboradores se propone es registrar la influencia que la arquitectura de Paris tuvo sobre quienes realizaron la planificación urbana de la emergente Buenos Aires, a finales del siglo XIX. Pero lo hace recurriendo a elementos que son propios del thriller, el policial negro o la farsa. Para ello inventa un mito: los Corroboradores del título, una sociedad secreta fundada por el presidente Carlos Pellegrini. Su intención era ya no levantar una réplica de París a orillas del Río de la Plata, sino importar ladrillo por ladrillo y mueble por mueble los edificios más emblemáticos de la capital francesa, dejando en su lugar meras copias. Dicho movimiento tenía como fin último anexar Buenos Aires a Francia, renegando del indeseable vínculo con el resto de las provincias, y convertirla en la sede de una restaurada monarquía. La premisa suena disparatada. Sin embargo, Bernardez la vuelve creíble. Una pieza vital para que Los Corroboradores funcione como relato de ficción es la inclusión de una protagonista, una periodista francesa que viene a Buenos Aires a investigar esta absurda pero probable conspiración y se ve envuelta en un peligroso juego de intrigas. Al mismo tiempo, un elemento fundamental para que la película no fracase como documental es la habilidad del director para introducir en la trama, como claves de un policial, una serie de elementos que dan cuenta de la aspiración política de hacer de Buenos Aires una ciudad europea, pero fuera de Europa. Los detalles de lo que Bernardez cuenta acerca de esa lógia son a todas luces falsos, porque no hay pruebas de que los Corroboradores hayan existido más allá de su documental. Pero la realidad es que bien podrían haberlo hecho, en tanto cada una de las conclusiones a las que arriba el guión encajan a la perfección entre los huecos que dejan los hechos históricos. Los Corroboradores no son reales pero sí verosímiles y eso alcanza para imaginarlos como mito. Y como dice alguien en la película, “la memoria se nutre más de los mitos que de la Historia”. Un mito que acá sirve para hablar de la idea de país que planeaba construir la generación del ‘80. Y que el director utiliza para afirmar que lo que se estaba buscando al imitar a París no era solo una ciudad, sino también una identidad. Lo que se planificaba era la forma en que a ese país le gustaría ser percibido: la idea de que mejor que ser es parecer. La tilinguería de una aristocracia nacional que aspiraba a convertirse en la realeza de un país plebeyo. En la tensión entre ficción y realidad que sostiene a Los Corroboradores es posible reconocer además el linaje de lo borgeano. Hay algo en esa intención de llegar a lo real por la vía de lo apócrifo que, de algún modo, recuerda la forma en que el maestro ciego construía algunos de sus relatos. Como si el objetivo de aquellos Corroboradores fuera el de trazar en el Río de la Plata un mapa de París a escala natural, capaz de calzar baldosa por baldosa dentro de la Ciudad Luz. Curiosamente Borges, que siempre se enorgulleció de su sangre británica, nunca fue demasiado francófilo ni tenía la fascinación por París que habitaba en muchos de sus contemporáneos, aunque por supuesto la conocía bien. Después de todo era argentino y, como dice con enorme gracia uno de los personajes del documental de Bernardez, “un argentino que nunca fue a París es como un uruguayo”.
Los Corroboradores se decía que tenían su sede en el antiguo Jockey Club de Buenos Aires, en Florida 571, sus fundadores eran miembros de la alta sociedad porteña de la época, eran parte: Carlos Pellegrini, Miguel Cané, Lucio Mansilla, José C. Paz, Eduardo Wilde, Marcelo Torcuato de Alvear, Luis Sáenz Peña y Joaquín V. González, entre otros. Este documental contiene muy buen material de archivo, fotos, imágenes, audios, testimonios frente a cámara como la del historiador Gabriel DiMeglio, el sociólogo Carlos Altarmirano, el arquitecto Fabio Grementieri y el arqueólogo Daniel Schávelzon, entre otros. Nos encontramos atravesando la arquitectura de un Buenos Aires afrancesado por lo tanto se la denominó a la Ciudad como la París de Latinoamérica. Las ideas de quien fue presidente de la Nación Argentina, dos veces elegido Hipólito Yrigoyen, imágenes de los inmigrantes, los anarquistas y los discursos de otro Presidente, el General Juan D Perón. El film va mezclando entre el falso documental y el thriller, nos ofrece dinamismo, mucho ritmo, es clara, entretenida, buena música, intriga, un buen montaje y una gran investigación.
Sorprende gratamente este debut de Luis Bernardez. "Los corroboradores" es una especie de thriller pseudo documental - histórico que investiga a una presunta sociedad secreta porteña que, a fines del siglo XIX, se propuso copiar París en Buenos Aires. Al parecer, los miembros de esa logia, enviaban fotógrafos y arquitectos a París para conseguir la inspiración arquitectónica necesaria para llevar a cabo el proyecto. Pero, en la década del 30, misteriosamente se desvanecieron, y nadie sabría de ellos, hasta hoy. Una periodista francesa (a la que nunca le veremos el rostro) se encarga de conducirnos por una investigación basada en hechos concretos (documentados incluso con la presencia de entrevistas con especialistas), en los que difusamente se habla de este grupo. Sí, de las condiciones objetivas en las cuales podrían haber actuado. Lo cierto es que se desprende que las condiciones en las que estaba Argentina en esos años, eran ideales para este tipo de intrigas. Un grupo oligarca dominante, con ideas de gran compromiso político, era el que supuestamente llevaba a cabo acciones tendientes a transpolar París a Buenos Aires. ¿Era realmente posible? Suzanne, la investigadora francesa, accede a un extraño cassette con la voz de un tal Martín Drexler, quien es el contacto rioplatense que le ofrece la información inicial que da pie a la tarea de búsqueda de evidencias contundentes, para la publicación de un artículo en un medio parisino. El film de Luis Bernardez explora una propuesta arriesgada: en todo momento uno siente que el relato es pura intriga... y hasta se tienta de creerlo, pero la falta de evidencia explícita (más allá de las conjeturas y los datos duros históricos) hace que todo el tiempo dudemos, a lo largo del metraje, de si es realmente posible lo que el film presenta. Además, la forma en que está construído, le aporta un encuadre muy original: si este material me fuera presentado como un documental tradicional, con los mismos elementos, no hubiese generado el mismo interés. Bernardez recorre Buenos Aires y nos vuelve a mostrarla, a la luz de estos datos observados en la cinta, con otros ojos. Y la vemos, definitivamente, desde otra perspectiva. La trama de misterio (apuntalada por un montaje hábil y la música adecuada en los momentos justos) se integra con solidez y es convincente. El análisis histórico es didáctico y la trama política, se ve con claridad. "Los corroboradores" es un film singular, un tipo de cine al que no estamos acostumbrados y al que celebramos, por su original propuesta, como de las mejores realizaciones argentinas del año.
La certeza de que la memoria se alimenta más de los mitos que de la historia, constituye el eje de este inteligente thriller que reflexiona sobre nuestra identidad como país. - Publicidad - Sabemos que la Buenos Aires de comienzos del siglo pasado deseó siempre parecerse a París, de allí que se la llamase La París del Plata. Y si observamos a muchas de sus construcciones podemos reconocer como en espejo, sus casi perfectas semejanzas. Los Corroboradores es por una parte el nombre de este falso documental. Y por otra, el nombre de una sociedad secreta, compuesta por un pequeño grupo de hombres, una élite con el poder necesario para manejar el destino de la Argentina. Su director cuenta que la idea de realizar este trabajo se produjo durante una visita por la Feria de antigüedades de San Telmo, donde encontró una antigua postal de Buenos Aires con el sello del Busto de Jano. En ella, la ciudad, arquitectónicamente hablando, era otra. Y ese deseo de ser otro es una actitud que mantenemos a lo largo de la vida como nación. Bernardez se centra en este mito para construir un emocionante documental intervenido por la ficción. Para lograrlo lleva a cabo un extenso trabajo de campo – que le lleva 5 años) sobre el imaginario político, social y cultural de la generación del 80. En él descubre, literalmente, aquello que se encuentra frente a nuestros ojos, y que es gran parte de nuestra arquitectura del siglo IXX, y le da voz. El film comienza con una periodista francesa, que habla sólo esa lengua,- que vendría a oficiar como una cita de autoridad- que llega a nuestro país enviada por un diario francés a encontrarse con un hombre llamado Martín Dressler. Este nunca aparece, no obstante le va dejando una serie de postales en su hotel, las cuales serán las pistas necesarias para realizar su investigación. La mujer, que se hace llamar Suzanne se transforma en un detective, que oficia de otro modo, como parte de los entrevistados, aunque no muestra nunca su rostro. El resto de los personajes son especialistas en diferentes áreas: arquitectura, sociología, sicología, historia etc. Sus voces apuntalan el relato que va a derivarse en la conclusión, de que la prueba de copiar París en nuestra arquitectura iba mucho más allá. Porque todos los proyectos de ciudad, y las voces de sus políticos e intelectuales dan cuenta de un Plan fallido donde Buenos Aires pasaría a formar parte de la monarquía de Francia. Acontecimiento, que no sólo remite a copiar París en su arquitectura. Sino que era un Plan minuciosamente pensado por sólo 400 familias porteñas. La estrategia narrativa que se despliega a lo largo del relato hace que el mito vaya una y otra vez hacia el encuentro de la re significación de los documentos de la realidad, lo que remite a dar cuenta de esa verdad encubierta, que esconde cada relación. Y que cosa es más cierta para un país que se ha pensado siempre como otro, que moverse en la delgada línea que separa la realidad de la ficción? Inmejorable montaje donde se cruza la intervención de la ficción -limitada siempre por el trabajo con la verosimilitud -el material de archivo y el trabajo de campo, los cuales hacen de Los Corroboradores, uno de los mejores films del último año. Para no dejar de ver.
Mirada retrospectiva a un Buenos Aires evocado entre mitos y realidades Buenos Aires tuvo su época de gloria entre fines del 1800 y las primeras tres décadas del 1900. Cuando el poder económico del país era notorio, las construcciones se hacían con buen gusto y estilo porque la alta sociedad porteña miraba a París con admiración. De acuerdo a las versiones que se manejaron en esos tiempos y que luego, investigadores e historiadores pudieron averiguar también, el director Luis Bernardez toma en cuenta esta versión y se vuelca de lleno en tratar este tema filmando una película que puede ser un documental, una ficción, o una mezcla de ambos, con un tratamiento narrativo y estético muy atractivo y original. Todo comienza cuando una mujer francesa se atreve a hablar frente a una cámara, denunciando que la persiguen y está en peligro su vida. Ella permanece en la oscuridad para ocultar su cara y dice llamarse Suzanne (Andrée Leonet), es una periodista enviada desde Francia para investigar el pasado de una sociedad secreta porteña llamada “Los corroboradores”, que, según sus informes, para algunos es un mito, y para otros fueron reales. Ellos pertenecían a la elite de la ciudad y habían propuesto copiar ciertas edificaciones emblemáticas parisinas en Buenos Aires. ¿Será verdad, o sólo es una fábula lo que estamos viendo? Como un policial negro está narrado este film, donde la protagonista espera en vano encontrarse con un experto en el tema, Martín Dressler, que fue quién la convocó para hacer una nota sobre este caso, pero esta persona nunca aparece, sólo le deja mensajes en clave que ella tiene que desentrañar, recorriendo ciertos lugares capitalinos. El director, para refrendar la historia que nos cuenta, alterna imágenes fotográficas, fílmicas, sonoras, de aquellos años, donde sobresalen los edificios, el glamour y la minoría aristocrática además, para hacerlo más creíble aún, entrevista a arqueólogos, sociólogos, historiadores y turistas. Según el relato, funcionaban como una logia secreta que duró hasta 1929. Todos estos datos terminaron por obsesionar a la francesa, que necesitaba imperiosamente, ya no sólo por el medio en el que trabaja, sino también por ella misma y su orgullo malherido, concluir y redactar la crónica periodística por la cual fue enviada a nuestro país. Quedará en la imaginación del espectador entender si lo que ve, es real. Porque el film procura transmitir una veracidad irrefutable, por medio de argumentos sólidos, locaciones históricas, con un manejo del clima y la calidad de imagen impecables, transfiriéndonos la angustia y el temor que sufre Suzanne, al estar tan cerca de correrle el velo a un gran secreto porteño, de cuando era llamada la “París del Plata”.
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El director y guionista Luis Bernárdez presenta Los corroboradores, un falso documental que mezcla el thriller con la historia y la arquitectura argentina. La historia gira en torno a una mujer que se presenta a la cámara como Suzzane, una periodista francesa, que llega a Buenos Aires con la intención de investigar la historia de Los corroboradores: una sociedad secreta, fundada por Carlos Pellegrini a finales del siglo XIX y principios del XX, que buscaba transformar la ciudad de Buenos Aires en una nueva París. A su llegada al país la protagonista tenía previsto un encuentro con Martín Dressler, un guía uruguayo que se encargó de enviarle toda la información recopilada sobre esta sociedad. El informante en cuestión no acude a la primera cita que tenían programada, en cambio le deja una serie de mensajes crípticos en postales, para que ella se encargue de seguir adelante con el caso. Suzzane no sólo deberá lidiar con la investigación sobre esta sociedad secreta de la élite política y económica, sino que además también deberá preocuparse por dar con el paradero de este informante anónimo. Será así que la protagonista iniciará un viaje donde recorrerá los diferentes edificios históricos. De este modo, Luis Bernárdez someterá al espectador a una especie de paseo turístico, por lo que uno podrá apreciar a través del lente lo hermosa -y muchas veces menospreciada- que es la Ciudad de Buenos Aires. Bernárdez no sólo construye un falso documental (repleto de material de archivo y múltiples testimonios a cámara), sino que también desarrolla un thriller psicológico (la protagonista se va volviendo cada vez más paranoica, está convencida de que alguien la está persiguiendo y de que algo malo le va a ocurrir). Por momentos también parece que se está frente a una especie de ensayo histórico (abunda en datos sobre la historia política, aunque mezclados con mucha información ficticia). Los diferentes materiales de archivo y las múltiples entrevistas a especialistas (historiadores, sociólogos, arqueólogos) que surgen a lo largo de la película, hacen que la línea entre la realidad y la ficción se torne borrosa. Esto genera en el espectador una sensación de que toda la información que se va descubriendo acerca de Los corroboradores podría ser más que una simple fábula, para transformarse en una historia verídica, aunque algo descabellada.
Entre el filme de suspenso y el (¿falso?) documental funciona esta muy buena película de Luis Bernárdez, que investiga acerca de la posibilidad de que Buenos Aires haya sido creada, edificio por edificio, en imitación a París por parte de una poderosa logia secreta a fines del siglo XIX. La investigación la conduce una tal Suzanne, una periodista francesa que llega aquí siguiendo esa información y buscando pistas entre historiadores, arquitectos y otros especialistas. Quiere saber si existieron o no los “corroboradores” que dan título al filme –y que se reunían en secreto en el Jockey Club a finales del siglo XIX– o si son tan solo un mito urbano. Y los especialistas (reales todos) juegan también sosteniendo esa teoría y hablando de las sociedades arquitectónicas del Buenos Aires de entonces. Esta búsqueda detectivesca funciona en un registro por momentos levemente humorístico apostando a que el espectador decida cuánto de real y cuánto de falso tiene el relato. Es que tanto los entrevistados como las comparaciones arquitectónicas de edificios de aquí y de allá permiten pensar que el filme tal vez sea más que un juego. La película se alargará un poco debido a una subtrama de carácter policial que es bastante menos interesante que el centro del relato pero el espíritu (lúdico, detectivesco, de secretos y misterios) se mantendrá en todo momento. Los secretos de la bella y misteriosa Buenos Aires dan para imaginar las historias más descabelladas y, a la vez, pensar que pese a todo, pueden ser reales.
Una de las peculiaridades de este filme tan particular es que fue presentado en el Festival de Mar del Plata hace unos dos años en el marco de la competencia “Work in progress” y más tarde, el proyecto terminado, se lanzó en el mismo Festival cumpliendo un proceso arduo pero exitoso para llegar a su versión final. El relato es una singular mixtura de base tipo documental y estructura ficcional. La elección es más que acertada porque el argumento de por si contiene lo mítico, o sea lo ficcional, y lo real, es decir: aquello que que funciona como posible documento. La historia de trata de una supuesta periodista/investigadora francesa, Suzanne, que es convocada por un tal Dressler, a quién no conoce más que por una serie de datos que este le hace llegar y giran en torno al mito ”Buenos Aires: La París del Plata”, aquella ciudad que a fines del 1800 se comenzó a construir como una copia de la “Ciudad luz”. La inquietud de Suzanne crece cada día más, en especial cuando aparecen pistas inquietantes que parecen confirmar la existencia una élite secreta de la más alta alcurnia porteña, que tenía planes de hacer de Buenos Aires un calco, en más de un sentido, de la idealizada Paris. Aparecen en el filme tanto el personaje de Suzanne con el rostro siempre en sombras como escondiendo una identidad en peligro (una ficcionalización del estereotipo del documental policial), y también en el típico modelo de cabezas parlantes van pasando distintas figuras – historiadores, sociólogos,etc – que aportan datos acerca de la posible existencia de esta secta secreta, llamada “Los Corroboradores”. La historia se abre y progresa dando mil detalles de esta secta extravagante y abriendo sospechas contundentes sobre esta suerte de obsesivos y poderosos plagiadores organizados, haciendo sonar nombres icónicos: Carlos Pellegrini, Miguel Cané, Marcelo Torcuato de Alvear, y otras figuras de esa talla. El juego consiste en trabajar con la doble cara de esta moneda docu – ficcional, donde todo es posible y casi nada es comprobable. Pero la lógica detectivesca está llena de las pistas que deja en Buenos Aires Dressler, al que Suzanne nunca llegará a conocer. Nunca se devela el rostro de este misterioso argentino, pero en cambio el final arriesga una hipótesis loca, sorpresiva y tremenda sobre el verdadero origen y la genuina meta de estos misteriosos sujetos que existían en el 1900, pero no sabemos si acaso aún siguen entre nosotros. Por Victoria Leven @victorialeven
El género de falso documental (también conocido como mockumentary) ha proliferado en el cine y la televisión de manera acelerada en las últimas dos décadas, dándonos verdaderas obras maestras como The Office en el caso de la pantalla chica, o This is Spinal Tap y What we do in the shadows en lo que concierne al séptimo arte. Es un género que requiere de una minuciosidad particular para su confección y por lo tanto, cuando surge una obra de este tipo, es muy probable que sea buena. Los Corroboradores, sin embargo, es un falso documental que elude uno de los factores más importantes del género: el humor. Esto no quiere decir que sea menos efectivo que el resto, pero otorga una ilusión de realidad que es difícil de romper. A menudo los falsos documentales tratan tópicos algo ridículos para ser considerados documentales serios, e incluso se burlan de los tropos y lugares comunes en los que suelen caer este tipo de producciones. No es así el caso de este filme argentino del año 2017, en donde los límites entre lo real y lo ficticio se vuelven borrosos. De no ser por algunas secuencias en donde la trama se vuelve irrisoria, este podría pasar por un documental real ante un espectador distraído. Dirigido por Luis Bernárdez, Los Corroboradores cuenta el proceso investigativo que realiza una periodista francesa que busca encontrar la verdad sobre una sociedad secreta argentina. La sociedad lleva el mismo nombre que el documental y el mito dice que estaba formada por lo más exclusivo de la élite porteña, siendo su objetivo principal hacer de la Ciudad de Buenos Aires una réplica de París. Por lo tanto, hacia finales del siglo XIX y principios del XX comenzaron a reproducir casi con exactitud arquitectónica edificios parisinos, en búsqueda de crear una suerte de fantasía europeizante. A medida que va avanzando en su investigación, esta periodista se irá metiendo en un territorio mucho más oscuro que podría costarle algo más que su trabajo. A lo largo de poco más de una hora, la película explora esa obsesión aspiracionista tan arraigada en la cultura porteña de mirar siempre hacia el viejo continente y tratar de ser una pequeña sucursal europea en América Latina. Esto sirve para reflexionar sobre la pregunta de la identidad argentina, siempre tan heterogénea, aunque por momentos el documental se convierte en un festejo onanista de la capital de nuestro país y de sus edificios más antiguos. Los Corroboradores entonces pone un pie en cada lado del espectro documental, dividiéndose entre la difusión de datos verídicos y la oferta de una historia entretenida, y logra en el proceso enseñar cosas nuevas sobre la historia de una ciudad tan mitológica como Buenos Aires.