Antoine Fuqua dirigió hace algunos años el muy buen film "Training Day", que mostraba la relación entre un policía corrupto y un novato. Denzel Washington recibió un Oscar por su interpretación. Las siguientes películas del director fueron muy flojas, entre ellas "Shooter", "Tears of the Sun" y "King Arthur". "Brooklyn´s Finest" es el film que mas se acerca a "Training Day", volviendo a meterse en el cine policial con estas tres historias. Eddie es un policía a punto de retirarse que esta cansado del trabajo y mantiene una relación con una prostituta. Tango es un policía encubierto que busca salir y tener un trabajo tranquilo de escritorio, pero esta oportunidad se le da a cambio de entregar a un jefe de la droga con el que ha logrado una amistad. Sal es un policía corrupto buscando robar plata de los narcotraficantes para poder mudarse y darle una mejor vida a su familia. Estas tres historias ambientadas en Brooklyn son independientes, solo se cruzan los personajes en alguna que otra escena para darle continuidad, pero tienen su desenlace en un mismo lugar donde ocurre una escena de crimen. El guión no es original, ya que repite la fórmula de muchos otros policiales, pero quienes suelen disfrutar este género igual se engancharán gracias a un buen elenco y a varias escenas de tiros muy bien filmadas. Las actuaciones están bien, Richard Gere como el policía en retiro, Don Cheadle como el policía encubierto y Ethan Hawke como el policía corrupto. Wesley Snipes reaparece en una película que no sea directo a dvd, interpretando al jefe de la droga. Nada que no se haya visto, pero igual entretiene.
Lo más interesante aquí son las tres subtramas de los policías que corren en forma paralela, ya que sólo se unen al final y durante unos pocos segundos en algunas escenas, hecho que no es lo más habitual cuando...
Underworld USA Muchas películas no nos proponen el más mínimo riesgo o interés en tanto espectadores, por lo que, a poco tiempo de comenzar, todas las fichas están jugadas a nuestra (buena) fe en las posibilidades de un entretenimiento sin sorpresas ni altibajos ni interés. Los mejores de Brooklyn pertenece amablemente a esa imposible categoría (“no me ofrece nada nuevo pero no pierdo nada viéndola”), que, por otra parte, excede la relación natural de expectativas que establecemos con un film de género -cualquiera sea el género en cuestión, en donde hay un pacto tácito de patrones temáticos y arquetipos que no osamos poner en tela de juicio- justamente porque es de esas películas que buscan desmarcarse de su pertenencia genérica buceando todos y cada uno de los lugares comunes existentes para tal escape. Es decir, amigo espectador, si usted se cruza con el último film de Antoine Fuqua no espere ver una reedición del gran film -del mismo director- que fue Día de entrenamiento sino una suerte de variación coral de ese otro policial reciente llamado Código de familia pero dentro del código de un film como Traffic. La pregunta pragmática sería, por lo tanto… ¿por qué motivo ver Los mejores de Brooklyn? Esencialmente porque pedirle al cine una caja de sorpresas como condición sine qua non resulta, al menos, una pedantería que no resiste ningún film promedio. En este camino, este policial demacrado no miente sus aspiraciones: se plantea como un ingreso puro y duro al submundo del delito de mano de una suerte de police procedural (subgénero policial sobre los métodos del accionar policíaco) que recorre un abanico de posibilidades éticas frente a dilemas morales similares. La película no demanda otra clase de espectador, sino aquel que establece con ella un pacto de no agresión. No nos va a bajar línea (excepto en algún momento aislado), no va a pretender hacer un fresco de época o de lugar, sino hablar, justamente, de lo gris, de lo promedio, como un estado moral (doble moral al fin: la del film y la de sus policías, los cuales podrían adscribir perfectamente al monologo del personaje de Vincent D’onofrio al comenzar el film): justamente, no hay buenos o malos sino estados de degradación que se tocan entre si. Si podemos ver alguna bajada de línea, la película nos la muestra de esa única manera. Lo cual no es tan malo. El problema mayor radica en su duración desmedida, en ciertos problemas de casting (Richard Gere es el actor menos apropiado para personificar a un policía suicida y amante de una prostituta de buen corazón meno) que derivan en una conclusión poco feliz, un aroma final a cierta moralina que atenta contra los principios que la película enarbolaba (justamente, los de la existencia de matices y la convivencia cotidiana con esa moral), una pretensión coral que nunca es del todo justificada y que, al contrario, por momentos fuerza cruces inútiles. A todo eso sumémosle una falta de fe en otras salidas a los atolladeros convencionales del género, lo que implica la caída en operaciones reiteradas una y mil veces como si se trataran de hábiles giros de volante. Por último, su mayor inconveniente: el film se hace fuerte cuando confía en sus personajes a los que, súbitamente, por decisión de guión o vaya uno a saber qué motivo, abandona en pos del cierre, de la clausura, de la cesura del hiato que queda abierto. Los mejores de Brooklyn es, en síntesis, una de esas películas bifrontes, que no molestan, que pueden verse con una indispensable dosis de disfrute, pero que en algún momento busca convencernos que es más importante la perspectiva, la conclusión que la suma de los colores, el trazo, el volumen de los contrastes y bajorrelieves: pudo haber entregado Cezanne (metáfora, estimado lector, metáfora), prefirió esconderse detrás del más elemental y simplón realismo.
La interpretación moral de los hechos Si el Doctor Jekill se dedicara al cine, lo haría como Antoine Fuqua. De notable pulso narrativo y oficio para enhebrar secuencias y tramas, el cineasta muta en juez moralista para adosarle a Los mejores de Brooklyn (Brooklyn's Finest, 2009) un Mensaje -así, en mayúsculas- tan puritano como chirriante. Compañeros de deber, hermanados por la responsabilidad de una placa, Eddie, Sal y Tango se enfrentan no sólo contra el riesgo de una muerte siempre al acecho sino con sus propios fantasmas. El primero (Richard Gere) sacrificó su vida social por la policíaca. Soltero, sin amigos, desencantado con el sistema, le quedan días para el retiro y una jugosa jubilación. Sal (Ethan Hawke), padre devoto y esposo atento, está en una cornisa ética: una casa mejor para su numerosa familia comprada con dinero sucio, o el apego a las reglas y el moho en los bronquios de su mujer. El último (Don Cheadle) bajó hasta el último círculo del infierno cocainómano para inmiscuirse en un mundo sin ley, regido por la lealtad. El meollo está en que se siente demasiado cómodo allí... El último opus del norteamericano merece un análisis disociado, como su personalidad. Porque antes de la moralina y las ínfulas mesiánicas hay una película, y buena. Fuqua construye un policial sólido, tan solvente como entretenido, como un apego total al código entre espectador/película que rige los géneros cinematográficos clásicos. En este caso, el policial en general, y el que inmiscuye en la cocina y entre las bambalinas de los operativos y redadas, en particular. La apelación a la palabra género no implica sino el tránsito por situaciones que, desde Sérpico (1973) para acá, apunta la lente a una entidad tanto o más corrupta y putrefacta que las organizaciones que combaten: el policía bueno a punto de corromperse, la desazón de una vida dedicada al oficio para que la realidad socio-delictiva no cambie, la pasmosa sensación de que el humano es apenas un grano de arena en la inmensidad del mar burocrático. Hasta el fatídico desenlace, el director de Día de entrenamiento (Training Day, 2001) se esfuerza por que el entretenimiento prime por sobre cualquier connotación política posible, posición antónima a, por ejemplo, la apasionante Tirador (Shooter, 2007), donde la trama del intento de asesinato del presidente norteamericano era la fachada de una radiografía política norteamericana. Los mejores de Brooklyn es, en cambio, quizá la primer película ambientada un Nueva York post 11/9 que vacía de referencias al atentado o el terrorismo. La droga, nos dice Fuqua, es un problema endémico y medular que está ajeno al contexto mundial, y lo trata como tal. Y así, extrapolada del mundo, Los mejores de Brooklyn entretiene con la nobleza moral de su feliz intrascendencia apoyada en la corrección técnica y actoral. Todo se articula con tanta fluidez, cada eslabón del dispositivo cinematográfico se vincula con tal justeza, que se pierden las costuras de la obra, la concepción de construcción ficcional. Si Antoine Fuqua mantuviera esa armonía técnico-argumental, Los mejores de Brooklyn sería uno de films del año, no tanto por su búsqueda artística como por todo lo contrario, el seguimiento casi filial a un paradigma. Pero vaya uno a saber por qué (¿decisión de estudio?¿pura voluntad autoral?), Fuqua confabula su autoboicot. Como si no estuviera conforme con “no decir nada sobre el estado del mundo”, pretende sacar un as bajo la manga apelotonando moralidades y juzgamientos hacia sus personajes. Por eso el código genérico se rompe. Hay un desaprensión por las suerte de las criaturas motorizada por ese dedo acusador que se levanta inmaculado para señalar a los culpables como dignos merecedores de una muerte horrenda, y a salvaguardar a los que optan por quedarse del lado correcto, el del exacerbado apego a las normas que legitiman la civilidad. El resabio de Los mejores de Brooklyn embebe el paladar con un sabor agridulce. Es la triste certeza de que pudo ser un film mucho más redondo, menos agresivo, más honesto de que le finalmente es.
Cuando uno termina de ver Los mejores de Brooklyn, queda golpeado. Uno no puede disfrutar una historia así, por lo dura que es. Pero sin lugar a dudas, si uno se siente de esa manera, es porque la película fue bien contada. Si bien puede seguir la línea de la brillante Día de entrenamiento, la película no cuenta con la calidad de aquella. Acá tenemos tres historias en simultáneo, y por el drama de cada uno, por momentos tiene muchas similitudes con Vidas cruzadas (Crash). Lo mejor de la película son sus actuaciones. Todos están muy bien, incluso Richard Gere evita poner sus muecas de siempre. Hay un gran laburo de dirección. La historia está bien llevada, aunque se hace lenta por momentos, logrando con varios golpes romper esas chaturas que hay de a ratos. También algunos momentos pasan algo rápido y no logran entenderse del todo, teniendo que esperar a siguientes escenas para deducir lo que pasó. Al igual que Hugo, destaco la labor de Wesley Snipes, a quien ya daba por muerto... Los mejores de Brooklyn, es un buena historia, y será disfrutada por los seguidores de los policiales.
Antoine Fuqua (Día de entrenamiento) es uno de los mejores realizadores que surgieron en estos últimos años en Hollywood. Después de trabajar en superproducciones como Rey Arturo y Lágrimas del sol (Bruce Willis) volvió al policial con un film que hizo con menos de la mitad de presupuesto que costaron sus últimos trabajos. En este caso abordó el género desde un lugar que no es para nada sencillo desarrollar en el cine y son las historias corales. Robert Altman es un genio manejando este tema pero no todo los realizadores pueden llevarse bien con muchos personajes y subtramas. Los mejores de Brooklyn presenta tres historias independientes, cuyos protagonistas se van cruzando durante el desarrollo del film, aunque los conflictos están bien delimitados. La película se centra más en el drama que la acción (a diferencia de Día de entrenamiento) y se destacan las historias que protagonizan Ethan Hawke y Don Cheadle. La subtrama de Richar Gere todavía no le encuentro razón de ser y creo no hizo otra cosa que alargar la duración del film sin sentido. Tipíco cuento del policía conflictuado y acabado que busca la redención. Un bodrio. La situaciones que atraviezan Cheadle como un agente encubierto que no le encuentra salida al mundo del crimen y Hawke como un policía y asesino que cruza todos los límites morales y humanos para brindarle una vida mejor a su familia son muchos más interesantes. Me quedó la sensación que el guionista Michael Martin intentó brindar un policial similar a Los Ángeles al desnudo pero la pifió en la ejecución. En aquella historia de James Ellroy también tenés tres subtramas paralelas que con el tiempo se desembocan en un mismo conflicto. Acá las historias no tienen nada que ver entre sí y por eso la de Gere, que es la más debil termina por hacer ruido. Si la eliminaban del film no alteraba para nada la propuesta. Es como que presentan un montón de personajes con problemas pero falta un elemento o causa que los reúna a todos como ocurría con ese trabajo de Ellroy. Acá es como que vemos tres películas distintas. El director Fuqua, de todas maneras, se la arregló para hacer llevadera la película y hay momentos de tensión y suspenso muy bien trabajados. Me encantó lo que hizo con las locaciones y el ambiente que eligió para desarrollar la historia. En la actualidad Nueva York es un lugar complicado para narrar policiales porque la ciudad se aburguesó desde hace varios años y hay muchísima seguridad. Brooklyn, sin ir más lejos, hoy es un barrio donde no viven precisamente los más pobres. De hecho, muchas comedias románticas se filman por ahí ya que hay propiedades caras que componen un lindo paisaje urbano. Sin embargo, Fuqua al igual que hizo con Día de entrenamiento buscó la zona de ese barrio que mejor se adaptaba para la historia que quería contar y que rara vez se ven en el cine o la televisión. Todas las calles del distrito 75 y la zona de Junior Street difícilmente las vas a conocer si viajas a la ciudad como turista y es un lugar donde este tipo de historias tranquilamente podrían suceder. Es la otra parte de Brooklyn que no se ve en los folletos de las agencias de viaje. Esos detalles a los que el director siempre les presta atención me parecen geniales. No puedo dejar pasar el excelente trabajo de Wesley Snipes. La verdad que es un actor totalmente subestimado. Acá está excelente y brinda una gran interpretación en muy buenas escenas con Don Cheadle. Es increíble que no lo convoquen más seguido en producciones importantes y pierda el tiempo con filmes malos clase B que se editan directamente en dvd. Los mejores de Brooklyn no es la gran película de Fuqua pero dentro de todo es un policial decente. Si disfrutaron el año pasado de Código de Familia, con Edward Norton se van a enganchar con esto.
¿Pueden siete días redimir a un policía de Brooklyn que ha tirado veinte años de su vida a la basura? Eddie Dugan (Richard Gere), al menos, piensa intentarlo. Después de que su matrimonio hace agua por todas partes y de buscar consuelo en una prostituta, se esforzará por enseñar todo lo que sabe a los jóvenes que acaban de incorporarse al cuerpo. Otro policía, Sal (Ethan Hawke), está llegando al límite de sus fuerzas. Ya es padre de cinco hijos, pero su mujer ha vuelto a quedarse embarazada. Así que su sueño de irse a vivir a una casa grande y hermosa se está esfumando. Sólo su gran espíritu de sacrificio le permite levantarse cada mañana por un sueldo ridículo. El tercer policía de esta historia es Tango (Don Cheadle), que tras llevar varios años infiltrado en bandas criminales ha sido abandonado por su mujer. Ahora, por fin, le han ofrecido ascenderlo, mejorarle el sueldo y retirarlo de estas misiones peligrosas. Pero antes tendrá que cumplir un último encargo: meter en la cárcel a su mejor amigo, Caz (Wesley Snipes). Con este complejo argumento casi imposible de hilvanar, el director Antoine Fuqua, el mismo de El Rey Arturo (2004) y El Tirador con Mark Wahlberg (2007) supo ir desmembrando paso a paso cada historia y a la vez generar un vínculo de apego con tan desdichados personajes. Al mismo tiempo todas las historias se encuentran al final, como si fueran canales de agua que plácidamente o torrentosamente desembocarán en el mismo mar. Un drama policial que tiene como escenario las calles de Brooklyn, pero podrían ser las de cualquier ciudad. Con una problemática arraigada en muchos países, policías mal pagos, contextos carentes de apoyo y pasajes reflexivos sobre la vida policial. La cinta funciona quizás como una crítica real a un problema real, y eso lo deja bien en claro.
Policías en la jungla del cliché Si un cliché se multiplica por tres se obtienen tres clichés. Es lo que hace el guionista de esta película con los protagonistas. Policías los tres, Richard Gere es el veterano que, mientras cuenta los días que le quedan para el retiro, al levantarse se toma un whisky y prueba un tirito de ruleta rusa. Sólo después del retiro se atreverá a comportarse como un héroe. O un justiciero por mano propia, si se prefiere. Ethan Hawke es el policía casado, al que el salario no le alcanza para cubrir las deudas. La plata extra la hace choreándoles la dirty money a los chorros que asesina. Don Cheadle es, finalmente, el infiltrado que tiene que empujar a una banda a un robo grande, para que sus jefes los agarren con las manos en la masa. Vive entre el miedo a ser desenmascarado y la culpa por lo que hace. Deudas, duelos, miedos, culpas y pecados carcomen a los tres: Los mejores de Brooklyn puede verse como versión policial de las películas de González Iñárritu y Guillermo Arriaga, en las que el mundo es La Perdición. Las mayúsculas van por el componente religioso, que se hace explícito. No sólo en las escenas en las que el personaje de Ethan Hawke se confiesa en la iglesia –un par de herejías lo confirman como creyente–, sino sobre todo por la larga y hemoglobínica secuencia final. Allí los tres cristos tienen sus respectivos via crucis y expiaciones por la sangre. Cristianismo + final de Taxi Driver x 3. Desde ya que todo es cargado, ominoso y oscuro en esta película. Como corresponde a las de la familia Iñárritu-Arriaga, los protagonistas no se conocen entre sí. Sólo al final la Providencia hará que sus caminos se crucen, esta vez no por medio de un accidente, sino del mero ejercicio de sus funciones. Hasta ese momento las tres historias se narran por separado, con el personaje de Gere cargando un duelo que le pesa demasiado, Hawke sobreactuando a su torturado deudor y el de Cheadle intentando que sus superiores lo saquen de ahí y lo manden de una vez a una oficina. Métrica y tensión narrativa no faltan: el director es Antoine Fuqua, que ya había hecho gala de ambas en Día de entrenamiento y Tirador, dos de las mejores muestras recientes del género. Su mano se ve en escenas magníficamente construidas, como la de presentación. Allí, por más que no pase nada, la lentitud y ritmo de unos travellings ondulantes avisa que va a pasar de todo. Del montón de cameos que la enriquecen (Vincent D’Onofrio, Lili Taylor, Will Patton) no puede dejar de destacarse la reaparición de la gran Ellen Barkin en el papel de superior despiadada, torciendo una vez más su boca mientras los ojos le centellean, como en los mejores tiempos. Pero no alcanza para levantar la prédica del guión, que pesa como una cruz de hierro.
Tres policías frente a la oscuridad Azotada por los robos, las violaciones y los asesinatos, una zona de Brooklyn está en la mira de las fuerzas policiales. Precisamente allí, tres detectives sin conexión entre ellos y con carreras muy diferentes, coincidirán durante una multitudinaria redada. Eddie es un hombre autodestructivo que está próximo a jubilarse; Sal ha caído en la corrupción, en tanto que Tango trabaja encubierto en un caso de drogas y deberá traicionar a un traficante que se ha convertido en su mayor amigo. Estas vidas no se cruzarán del todo por la trama, por momentos algo confusa, que recae reiterativa en radiografiar a ese trío policial visto desde lo más profundo de sus intimidades. Hay en ellos rencor, compasión y envidia. No son, precisamente, un ejemplo para las fuerzas de la ley, pero saben muy bien cómo moverse en esa zona de Brooklyn en la que la violencia y la tortura son moneda corriente en cada noche de la semana. Tortuoso El director Antoine Fuqua, el mismo de la recordada Día de entrenamiento , supo aquí lograr ese clima oscuro que pedía un guión que va desenhebrando los costados más tortuosos de esos tres policías que, en definitiva, creen en la justicia a pesar de que sus comportamientos se enlazarán muy duramente con una violencia que ellos saben planificar para proseguir con sus respectivos actos reñidos con la bondad y la humildad. Retrato duro y realista, el film consigue atraer por la fuerza de sus protagonistas. Richard Gere apuesta a su torturado Eddie con convicción y logra crear un prototipo de alguien hundido en la miseria y en la ruindad, en tanto que Ethan Hawke, Don Cheadle y Wesley Snipes consiguen congeniar la amargura y la ambigüedad que requerían sus respectivos personajes.
Manual de perdedores Un oscuro mundo de traficantes, policías y prostitutas. Esta mezcla de thriller con drama social es más de lo que se espera de un filme promedio de género, pero menos de lo que amaga con ser durante gran parte de su trama, que al final es más simple y convencional de lo que aparenta. La historia -retrato de la marginalidad en Brooklyn y, especialmente, de la corrupción policial- tiene tres personajes principales enfrentados a dilemas morales: un policía escéptico al borde del retiro y del suicidio (Richard Gere); otro, más joven, desesperado por conseguir dinero del modo que sea (Ethan Hawke) y un soplón (Don Cheadle) apodado Tango por su manera de pelear en la calle. Los dos últimos actores lucen mucho más convincentes que Gere, demasiado frío como para transmitir el enorme agobio de la historia. La narración mantiene su buen ritmo y su nervio: no es poco, si tomamos en cuenta que dura más de dos horas. La pintura del universo marginal (en el que están imbricados traficantes, prostitutas y policías) es atractiva y dinámica. La desesperación de Hawke nos recuerda, por momentos, a la que transmite en Antes que el diablo sepa que estás muerto. Pero en ese punto radica también la diferencia entre ambos filmes. El realizador Antoine Fuqua (Día de entrenamiento) no toma en Los mejores... los riesgos de Sidney Lumet y permite que sus personajes tengan, al menos, alguna salida moral, aunque esa salida a veces conduzca a la muerte. Mejor que crear personajes cercados por situaciones externas es crear personajes ambiguos, encerrados en situaciones que ellos mismos crearon, y que son irreversibles. Lo de Gere no es sólo un problema de interpretación. El policía que encarna debe trazar un arco desde el escepticismo y la indolencia hasta el deseo de intervenir sobre la realidad, a pesar de todo. El final, que lo tiene como protagonista, huele a moraleja. Igual, Los mejores de Brooklyn está bien narrada y mantiene la tensión: aunque no sea muy original, es un filme entretenido, un buen cuento que escuchamos y no tendríamos problema en volver a escuchar, aun resignando parte del factor sorpresa.
En la boca del infierno A lo largo de la última década Antoine Fuqua se ha mantenido activo en el sector más industrial de Hollywood brindando tanto films arriesgados (Día de Entrenamiento -Training Day, 2001-) como olvidables (Lagrimas del Sol -Tears of the Sun, 2002-). Los Mejores de Brooklyn (Brooklyn’s Finest, 2009) intenta una suerte de evolución al policial mencionado y con suerte dispar. Richard Gere, Ethan Hawke y Don Cheadle interpretan a tres policías -antihéroes en esencia- de Brooklyn (cada uno con una historia diferente y paralela a la del otro), quienes por diversos motivos se ven enfrentados a una serie de acontecimientos personales que ponen en juego su sentido del deber, del respeto y del honor hacia su profesión, llevando sus vidas hacia un espiral irrefrenable; a un estallido emocional que los confronta con sus miedos y sus obligaciones morales mas intrínsecas. Un cast estelar (al que se suma un renacido Wesley Snipes) a la cabeza de este drama policial repleto de tensión dosificada con inteligencia, carga emocional, fluidez narrativa y también un desarrollo bastante convencional no ajeno a ciertos clichés mas que conocidos del género, donde narcotraficantes o policías encubiertos jugarán los roles habituales. Las tres historias tienen como denominador común un contexto atravesado por un ambiente marginal, donde dominan las pequeñas pandillas de narcotraficantes y la corrupción policial se desliza desde los niveles más inferiores, proponiendo así un juego de vidas cruzadas en el que la carga dramática se acentúa a medida que nos adentramos en la psiquis y las motivaciones de estos seres. Fuqua focaliza este policial en el aspecto humano de estos servidores de la ley -en algunos casos fuera de ella- que dan vida a una historia con un relieve dramático considerable. El director se toma su tiempo para adentrarnos en el comportamiento de estos hombres que se debaten entre el deber, la lealtad, los excesos y los peligros que la vida policial depara. Con reminiscencias a la serie policial televisiva The Shield, cuya vertiente contundente ha marcado toda una tendencia estética en el género, el autor de Los Mejores de Brooklyn desarrolla con acierto y veracidad una profesión muchas veces salpicada por la integridad quebrada, la autodestrucción, el caos y la corrupción, donde la culpabilidad oscila como un péndulo sobre los inocentes, con ferocidad y sin piedad alguna, apuntando a la sociedad norteamericana y a sus males menos erradicables. Fuqua parece un perfecto escultor de sus personajes, o un pintor que no deja detalle sin plasmar en su lienzo. En su pintura no hay lugar para el sentimentalismo, la compasión o la blandeza. Sus retratos son duros, crudos, casi de un tono documental. Hay calles violentas y personajes oscuros que de modo catártico expulsarán su furia contenida. Existe un halo de amargura y de pesimismo en estos seres trágicos, sin escape alguno. Los planos asfixiantes sobre sus rostros casi no los dejan respirar, sus conciencias tampoco. El guión no esconde sus limitaciones a la hora de brindar un desenlace que no logra despojarse del común. Sin embargo, el gran mérito del realizador es crear climas apropiados que generen la atmósfera de peligro constante y necesaria. El aura opresiva que los rodea es una Brooklyn insoportablemente riesgosa y por un momento parecería que va a caerles encima a sus propios personajes. Sólo por un instante, pues un condescendiente y tímido Fuqua borra con el codo parte de lo escrito con la mano y elige un desenlace en el cual un mayor espíritu incisivo hubiera sido políticamente menos correcto e inmensamente más disfrutable.
Durante sus primeros minutos Los mejores de Brooklyn (Brooklyn's Finest, 2009) parece una versión ampliada de Día de entrenamiento (Training Day, 2001) pero de a poco va creciendo hasta convertirse en un film coral tan ajustado como fulminante. Antoine Fuqua sabe dónde golpear, nos devuelve al Wesley Snipes “actor” y a fin de cuentas ofrece un retrato realista acerca del siempre contradictorio accionar policial…
Eddie Dugan (Richard Gere), Sal Procida (Ethan Hawke) y Clarence ‘Tango’ Butler (Don Cheadle) son policías del Precinto 65, Brooklyn. Dugan esta apunto de retirarse, Sal tiene problemas financieros, y Clarence está infiltrado en una pandilla que trafica droga. Los tres comienzan a dudar de su trabajo, y a notar que muchas veces, las líneas que separan el bien y el mal, son más finas de lo que parecen. Antoine Fuqua (Tirador, Rey Arturo) ya se había metido con éxito en el mundo policial, con una mirada distinta que la del cine más clásico, ese cine donde los héroes combaten el crimen con clase, donde los buenos son muy buenos y los malos son muy malos. Acá la mirada es más pesimista, Brooklyn no tiene héroes, los policías son tan defectuosos como los criminales, e incluso la pasan peor que algunos de ellos. Ganan poco, no son respetados, la comunidad los odia, y el gobierno los usa para intereses personales del señor que este en ese turno en el poder. El principal defecto del film es que ya lo vimos. Es una extraña y fallida mezcla entre Los Infiltrados de Scorsese y Día de Entrenamiento del propio Fuqua. Si bien muchas veces, los directores vuelven a retomar ciertos temas, y reformular ciertas ideas. Es lógico que luego de 8 años y 5 largometrajes, tenga nuevas perspectivas, y era atractivo que retome a Ethan Hawke, sume a un muy buen actor como Don Cheadle, y a un viejo ‘héroe’ como Richard Gere. Sin embargo, no hubo una nueva reformulación, tal vez una mirada más pesimista y aleccionadora, pero no renovó el planteo, por ende, no hay nada genuinamente nuevo. Con ese reparto, inevitablemente, las actuaciones son el punto alto. Hawke y Cheadle logran algo bastante interesante. Gere está por encima de su media, sale de su rol de galán y logra sacar adelante escenas sostenidas solamente en su actuación. La sorpresa es Wesley Snipes, muy lejos de sus roles anteriores, es de lo mejor del filme, pese a sus pocas participaciones. Todo esto, no es poco, al contrario, es un logro muy grande por parte de Fuqua y el reparto, puesto que el guión es bastante fallido, tal vez sea ese el mayor defecto del film. No logra adquirir una identidad propia, se vuelve una repetición de obras ya conocidas, y si bien se sostiene durante buena porción del film, al final se desbarranca. Apelando directamente a la lección moral, y a escenas sumamente inverosímiles. El último plano habla por si solo. En síntesis, Brooklyn’s Finest es un reciclado de películas anteriores, sin llegarle a los talones a esta. Tienen ganas de verla, alquilen la anterior colaboración entre Fuqua y Hawke, más entretenida, más jugada y mejor lograda. O mejor aún, recurran a Scorsese y sus infiltrados. No dudo de la buena fe del reparto y del director, no dudo de que podría haber sido un buen film. Pero mentiría si digo que lo lograron.
Antoine Fuqua es el realizador de esta película que tiene como antecendentes inmediatos a El Tirador y El Rey Arturo, además de tener como cinta más famosa a la excelente Día de Entrenamiento. Los Mejores de Broklyn nos muestra las vivencias de tres oficiales de policia que viven bajo mucha presión por distintas circunstancias y en donde sus historias se cruzan por momentos pero que no confluyen en un mismo río. Creo que el principal problema de esta película es justamente es para lograr el interes del público en todas las historias necesitas una fuerza narrativa con mucho ritmo y un guión muy ajustado que lamentablemente no están del todo presentes aquí. Ojo no quiero decir que sea una mala película, sino que quizás fue muy ambiciosa y se queda de alguna manera en lo que podría haber sido y no en lo que en realidad es. A diferencia de Día de Entrenamiento, aquí las escenas de acción no abundan porque la cinta se basa mucho más en el terrible drama que viven los protagonistas día a día. Esto hace que al salir de la sala uno sienta cierta incomodidad por las duras historias que acaba de ver, aunque obviamente esto no es algo malo porque es algo totalmente intencional. Sin ninguna duda todos los personajes tienen realidades diferentes pero que se igualan al tener una fuerte similitud: el tormento que viven al tratar de lidiar con las distintas presiones que presentan sus miserables vidas. Richard Gere logra un personaje desprovisto de alma, que solo al final encausa un poco su vida en el cuál se puede ver una actuación sin las caras y gestos que el actor de Reto al Destino nos tiene acostumbrados, algo que es digno de celebrar. Luego encontraremos a Ethan Hawke realizando una buena caracterización de un policia muy presionado por avanzar a su numerosa familia y en la cuál realizará cualquier cosa por llegar a su cometido. Las dos mejores actuaciones de esta película fueron realizadas por los dos morochos Wesley Snipes y Don Cheadle. Sinceramente banco a muerte a ambos y festejo que se hayan podido destacar con dos grandes labores aquí. Ojalá esto sirva para que a Wesley lo vuelvan a tener más en cuenta en grandes producciones. Los Mejores de Broklyn es altamente recomendable para quienes quieran pasar un rato incomodo en el cine con un buen policial lleno de drama.
Nuevamente me sorprendió una película por la cual, en la previa, no daba dos mangos. Los mejores de Brooklyn es un film de suspenso y acción, un thriller, que funciona no por sorprendente sino por sólido: los personajes son bastante trillados, pero a fuerza de actuaciones convincentes, sale adelante airoso. Evidentemente está ambientada en Brooklyn, y se centra en la vida de tres policías que ocupan cada uno un rol diferente en la fuerza, y que no se conocen entre sí. Los tres están viviendo una crisis personal y el nudo será cómo lo resuelven. Richard Gere es Eddie, un policía al que le queda una semana para retirarse. Es un hombre que ha pasado sin pena ni gloria por la vida, y mantiene un nivel de mediocridad poco envidiable (al respecto, gran escena inicial cuando despierta, se mete un revolver en la boca y dispara. Luego veremos que se trata de un arma sin balas…). Ya hemos visto varias veces este personaje, pero Gere logra involucrarse. A 7 días del retiro, le ponen a un pasante para que lo acompañe en su ronda. Como siempre, el “nuevo” quiere cambiar el mundo, y así Eddie logra darse cuenta de cómo han cambiado sus ideales y se ha volcado hacia la dejadez. Sirve entonces como un replanteo a días de su retiro. Ethan Hawke es Sal. Trabaja en los equipos encargados de operativos contra los narcotraficantes, entrando a las casas que tienen “marcadas” y desbaratando las bandas. Sal está en una crisis familiar tremenda: su mujer, que está embarazada de mellizos, sufre una enfermedad producida por el moho de la vivienda que ocupan. Necesita mudarse entonces no solo por espacio, sino ya por salud. El tema es que no tiene dinero. A todo esto, en cada operativo del que participa, ve pilas y pilas de “dinero negro”, confiscado a los narcotraficantes. ¿Tomar un poco para sanear su vida personal o mantenerse del lado de la ley? Don Cheadle es Tango, un policía encubierto que ha logrado infiltrarse en las redes de narcotraficantes más pesados de Brooklyn. Por supuesto, Tango está harto: ya está cansado de los tiros, los escapes, de vivir una doble vida, y sólo quiere “un escritorio y una corbata”, como asegura en la película. Lo cierto es que llegó a una posición encumbrada y los de la Policía no quieren perderlo. Le ofrecen entonces una salida: si quiere retirarse de su actual posición, deberá traicionar a Caz -Wesley Snipes-, un narco que acaba de salir de la cárcel y que intenta hacer las cosas bien, pero al que la Policía quiere ver caer nuevamente. Encima, Caz le salvó la vida a Tango. La duda será: ¿traiciono a un amigo que se que es inocente a cambio de mi beneficio personal? Estas tres vidas en decadencia obviamente tendrán un nexo, siempre desconocido por ellos. Es una muy buena opción para los amantes de los policiales.
Una película que logra entretener del principio al fin, a pesar de no tener nada que ya no se haya visto en el cine. Hay una buena historia que será disfrutada por los seguidores de los policiales. Tres historias independientes, cuyos protagonistas se van cruzando, aunque los conflictos están bien delimitados. La película se centra más en el drama que la acción y se destacan las historias que protagonizan Ethan Hawke y Don Cheadle. La protagonizada por Gere se parece al tipíco cuento del policía conflictuado y acabado que busca la redención. Y todas las calles del distrito 75 y la zona de Junior Street, que difícilmente uno va a conocer como turista, es la otra parte de Brooklyn que no se ve en los folletos de las agencias de viaje. Y sólo a través del cine se puede ver desde aquí.
La acción pendular entre la culpa y la redención es el nexo conductor de este policial tortuoso del director de Día de entrenamiento, que pese a un desenlace un tanto forzado logra la tensión justa para desnudar los mecanismos perversos del accionar policial tan poco cuestionado por el cine Hollywoodense...
Tres canas de Nueva York, que no se conocen entre sí (uno curda y corrupto, otro que trabaja encubierto y otro a punto de retirarse), tienen la mala suerte de cruzar sus vidas en un aguantadero re pesado, al que llegan por distintos motivos. ¿La verdad? una excelente peli policial, pero tan dramática que tarda una hora en arrancar. Paciencia.
Las marionetas de Brooklyn Qué bueno es salir del cine comprobando que a uno no le acaban de contar una vez más el cuento del “héroe americano”. Los mejores policías que muestra esta película no son héroes, quizás tengan apenas algunas actitudes heroicas, pero dejan en evidencia todo el tiempo que son seres imperfectos, capaces de vender sus almas por el dinero o traicionar a un amigo, son víctimas de un sistema policial que es tan corrupto como todos los crímenes que ocurren en las calles, un sistema que hará cualquier cosa para mantener una imagen pública de orden y respeto. Los mejores de Brooklyn fue rodada en escenarios reales de ese barrio para lograr un mayor realismo y para que los actores, según comentó el director, pudieran compenetrarse mejor con sus personajes y con el dramatismo de sus realidades. Alterna momentos de gran tensión con escenas de calma aparente en las cuales se puede sentir que ese frágil equilibrio está a punto de quebrarse, que los hilos que mantienen las cosas en su lugar ya están a punto de cortarse. La composición del guión es muy buena y se trata de la opera prima del guionista Michael C. Martin quien, para conseguir dinero para cambiar su auto, decidió participar de un concurso de guiones cuyo primer premio era de 10.000 dólares. Efectivamente su guión ganó y Antoine Fuqua se encargó de rodarlo. Eddie (Richard Gere), Tango (Don Cheadle) y Sal (Ethan Hawke) encarnan a tres policías cuyas vidas apenas se rozarán durante la película, por la distancia de algunos metros. Eddie está solo desde hace mucho pero sigue usando su alianza, está a punto de retirarse de la Policía, en la cual ya no cree, y busca refugio en el alcohol y en una prostituta. Tango, para recibir un ascenso y estabilidad laboral, tuvo que sacrificar su matrimonio y delatar a sus amigos de la infancia que son narcotraficantes. Sal, en cambio, está desesperado porque su sueldo no alcanza para tener una casa en la que pueda vivir con todos sus hijos y se ve obligado constantemente por su trabajo a decepcionar a sus seres queridos. A pesar de vivir situaciones distintas y problemas particulares, los tres se asemejan por ser simples marionetas del sistema policial, cuyas reglas atentan incesantemente contra ellos y sus familias. Por medio del montaje paralelo de las tres historias, sabemos que los protagonistas están cerca, oímos pasar el mismo tren de una escena a la otra pero los separa la distancia de sus propias existencias y decisiones. Antoine Fuqua nos trae una película cruda, llena de escenas de acción de gran realismo, que muestra situaciones que en el cine norteamericano no estamos acostumbrados a ver, que tiene muchas características del policial negro Americano, en el cual predominará la inseguridad social y los cuestionamientos no surgirán a partir de los casos policiales para resolver, sino sobre qué tan delgada es la línea que separa el bien del mal o si en realidad esta línea existe. Si hubiera que categorizarla probablemente entraría tanto en el genero dramático como en el policial; no se trata obviamente de ese tipo de drama lacrimógeno que se ve con una caja de pañuelitos en la mano, sino un drama duro que busca denunciar un sistema corrupto y apelar a la reflexión del espectador y no ciertamente a la lágrima fácil.
La misma violencia de siempre Fuqua intenta recuperar el pulso y nervio que tenía Día de entrenamiento, pero Ethan Hawke nunca alcanza el mismo nivel actoral y la exploración del espacio urbano en Brooklyn no tiene el mismo impacto que la de Los Angeles. En una crítica sobre Frost/Nixon dije de Ron Howard que el nivel de sus filmes dependía del material previo con el que contaba. Que él no es capaz de elevar una historia por encima de sus posibilidades originales, aunque sí se lo puede caratular como un realizador capaz, con cierto sentido de la puesta en escena. Por eso pasaba de películas muy interesantes, como El rescate o Apollo 13, a otras totalmente descartables, como Una mente brillante o El código Da Vinci. Algo similar sucede con Antoine Fuqua: con Día de entrenamiento entregó un filme potente y ambiguo, donde la ética y la moral se exponían a través de las acciones; pero con Tirador llevó la hipocresía ideológica y narrativa a niveles estratosféricos; de Lágrimas del sol o Rey Arturo mejor ni hablemos, porque apenas si calificaban como cine. Pues bien, a este artesano le toca en suerte ahora una nueva variante del sub-género “policías imperfectos lidiando con los gajes y las tentaciones de su oficio”, del que Hollywood ya creó prácticamente una industria, ya que todos los años tenemos un par de filmes referidos al tema. Que no se malinterprete: se han producido filmes con múltiples aristas atractivas a partir de esta simple premisa, como Un maldito policía, Los infiltrados, Dark blue o 16 calles, e incluso una de las mejores series que ha brindado la televisión en la última década, como es The shield. Pero el guión de Los mejores de Brooklyn no es precisamente innovador. De hecho, comprime muchas cosas ya vistas, con personajes estereotipados, que nunca rompen el molde. Tenemos al policía aquejado por las deudas y su deber como sostén de su familia, lo que lo hace recurrir al robo del narcotráfico; el agente que se la ha pasado patrullando las calles sin pena ni gloria, y que sólo cuando le llega el retiro va tomando conciencia de cuán irrelevante ha sido su labor; y el detective encubierto, que está metido bien adentro, quiere irse de una vez pero nunca encuentra la salida. Todas son tramas separadas, a las que se intenta juntar y hacer coincidir de forma arbitraria, sin pertinencia alguna, como tratando de dar una lección que ya suena demasiada vieja y aburrida. Hay que reconocerle a Fuqua que le pone pilas, sudor, esfuerzo al asunto. Intenta reeditar el mismo pulso y nervio que tenía Día de entrenamiento. Sin embargo, Ethan Hawke nunca alcanza el mismo nivel actoral, la exploración del espacio urbano en Brooklyn no tiene el mismo impacto que la de Los Angeles, la oscuridad y la violencia no se transmiten al espectador con el mismo grado de profundidad. Esto pasa básicamente porque los protagonistas son extremadamente superficiales en su accionar, pensamiento, motivaciones. Nunca percibimos un pasado, una línea del tiempo que los respalde. Están ahí porque lo pide el guión, que pesa demasiado y en vez de ser un motor, termina siendo un ancla para las situaciones que se van sucediendo. Eso sí, hay un muy buen montaje y uso de la cámara sobre el final, que igual delata aún más las imperfecciones del resto del metraje. Al igual que Reyes de la calle o Código de familia, Los mejores de Brooklyn no tiene nada nuevo para ofrecer. Tanta sangre derramada por nada…
Que esta película no se llame ‘Día de entrenamiento 2’ es solo porque falta el protagónico de un novato de policía (que igual aparece uno durante un rato) como para justificar ese titulo. Por lo demás es otro film del mismo director también centrado en policías a quienes la realidad de la calle los obliga a apartarse del libro de reglas que vieron en la academia. Y no hay nada nuevo bajo el sol. Todos los personajes y situaciones me suenan de otros filmes (el detective corrupto, el veterano agotado y con tendencia al suicidio, el cana encubierto que simpatiza con el criminal, los superiores garcas que solo quieren dar buena imagen) y lo que realmente salva a la película es que Fuqua es un gran realizador, con muy buenos planos y manejo del ritmo narrativo. El problema es que se tiene que manejar con un guión tan armado con recetas. Las actuaciones son buenas pero no espectaculares y se destaca Ethan Hawke primero por no limitarse a repetir la caracterización que ya hizo en ‘Día de entrenamiento’ y segundo porque le da una gran cuota de credibilidad a su personaje. Un drama policial correcto y efectivo. Ni más ni menos.
Tierra de policías Casi una década después de la exitosa Día de entrenamiento, el director Antoine Fuqua vuelve al género policial con una película que explora los límites, compromisos y lealtades de un grupo de oficiales con el horizonte cero como común denominador. Durante poco más de dos horas, Los mejores de Brooklyn se encarga de mostrar el estado de las cosas en la vida de tres policías: Eddie (Richard Gere), de vuelta de todo, alcohólico y a punto de jubilarse, Sal (Ethan Hawke), en caída libre luego de asesinar a un traficante por unos miles de dólares, y Tango (Don Cheadle), un oficial encubierto al que cada vez le cuesta más distinguir de qué lado está. La película se asienta en la cuestión moral que tensiona las decisiones cotidianas de los protagonistas. Se adivina un desencanto prematuro de Eddie que peina canas, con la esperanza de ser detective irremediablemente perdida, sin ningún interés por entrenar a un novato y que mira para otro lado cuando asiste al secuestro de una chica en su barrio. O Sal, desesperado por conseguir dinero para comprar una casa más amplia que albergue a su familia que no para de crecer mientras que ahí afuera, en su trabajo, el efectivo de las drogas circula a montones. Y Tango (¿?), tal vez el personaje más complejo de Los mejores…, infiltrado hace demasiado tiempo, demasiado solo, con la brújula de las lealtades definitivamente rota, aferrado a la amistad con Caz (Wesley Snipes), un gangster de la vieja guardia, sin dudas mucho más cercano que sus jefes blancos y burócratas. Con una estructura coral que preanuncia la tragedia final y se hace más densa a medida que pasan los minutos, y un elenco eficaz –aunque Gere no termina de acomodarse en el rol de policía quemado que busca la redención sobre el final–, Faqua se las arregla para llevar con dignidad un thriller correcto, aunque sobrecargado de clichés, que no aporta nada nuevo al género pero al menos se puede ver. Bastante más que las decenas de policiales que se amontonan cada
Película con tres protagonistas policías a los que les va mal en la institución. Uno trabaja como encubierto desde hace mucho tiempo y quiere un puesto de oficina, otro tiene problemas económicos y el sueldo no le alcanza, y al último le quedan unos días para jubilarse y no se quiere arriesgar haciendo nada. De fondo, un Brooklyn de noticiero: peligroso, violento, con cocinas de cocaína, narcos y policías corruptos. El trazo grueso y convencional con que está delineada la ciudad se lleva bien con la pirotecnia general del guión: frases altisonantes, debates sobre ética policial y malas condiciones laborales, comentario social acartonado. En el medio, la puesta en escena de Fuqua hace lo propio: primerísimos primeros planos, tomas que panean de manera exagerada una habitación o un cuerpo, encuadres que muestran cruces y rosarios de forma insistente. Todo es búsqueda fácil de impacto, como si la historia no alcanzara y hubiera que sumar mucho exceso y discurso grandilocuente para sostenerla. La pretendida exploración que realiza la película de ese universo marginal se quiere presentar como descubrimiento, como denuncia de lo precario del estado de cosas de la ciudad. En medio del caos, los valores son puestos en crisis de forma tal que pareciera que lo que se aproximara fuera nada menos que el fin de los vínculos sociales como los conocemos: padres dispuestos a hacer cualquier cosa para cambiar la casa, amigos de toda la vida que se traicionan, policías que reniegan de la profesión por miedosos, jueces prepotentes y oportunistas. Fuqua se hace cargo de ese mundo que elabora, y a la hora de castigar a sus criaturas, es la propia película la que escarmienta a los protagonistas: dos de ellos son muertos por disparos imposibles desde el off. Después se conoce la identidad de los atacantes, pero en principio, esas balas anónimas son el castigo que el mismo Fuqua hace caer sobre sus personajes que, según el esquema ético propuesto por el film, deben expiar sus culpas. Uno sólo se va a salvar, el único que a los ojos del guión puede acceder a una especie de redención. A ese personaje la película lo deja irse entero, caminando hacia la cámara y mirando amenazadoramente al público, como si esa mirada fuera el signo de una prueba superada, una suerte de trofeo moral: el personaje juega según las reglas de la película y gana la partida. El director aspira a que ese simple y tosco mecanismo de premio-castigo alcance el status de lección, de sentencia grave, pero la película se desploma bajo el peso de su propia impostada solemnidad.
MOMENTO DE DECISIÓN Antoine Fuqua, director de Día de entrenamiento, retoma aquí lo que mejor sabe hacer: policiales vigorosos con fuerte contenido dramático. Otro cuento moral que se sumerge en las oscuras vidas de tres policías enfrentados a decisiones cruciales en su profesión. Los mejores de Brooklyn (Brooklyn´s Finest ) es un policial dirigido por Antoine Fuqua, director que años atrás impresionó con otro film del mismo género, Día de entrenamiento, y que retoma aquí algunos de los elementos fundamentales de dicho film. Los mejores de Brooklyn cuenta la historia de tres policías que no se conocen entre sí. Uno de ellos (Richard Gere) es un veterano desencantado del trabajo que vive indolentemente sus últimos días en la fuerza, sin meterse en problemas y sin intervenir en situaciones complicadas, pero a la vez consciente de su decadencia. El otro (Ethan Hawke) tiene una familia numerosa y una mujer enferma, por lo que le urge mudarse y para ello necesita un dinero que planea quitarle a delincuentes obviamente de forma ilegal. El tercero (Don Cheadle) es un policía infiltrado que deberá traicionar a un viejo amigo traficante. Como ocurría en Día de entrenamiento , este policial filmado con convicción y de forma brillante, combina con acertada habilidad los tópicos del género con una profunda carga dramática. A pesar de tener impactantes escenas de acción, lo que más atrae de la película es el dilema moral de los tres protagonistas, la constante tensión, no tanto física sino interior, que los empuja a los tres y que va aumentando hasta alcanzar el máximo pico de tensión en el último tercio del film. Para sostener esto Fuqua no sólo confía en su propio trabajo como director, sino también en un elenco de una gran solidez, donde todos son creíbles y nos permiten comprometernos emocionalmente con sus dilemas. Tal vez el único momento en el que el film pierde su efectividad es cuando el guión, para generar cruces de historias, traiciona su rigor y pierde la coherencia del resto de la película. Aun así, esto no le impide sostener sus temas y su estética fuerte, tensa, oscura. Para los que disfrutan de ver policiales es sin duda un film que vale la pena, y para aquellos que buscan un relato que invite a la reflexión acerca de los dilemas que cada uno debe enfrentar a diario, Los mejores de Brooklyn es también una película fuerte, conmovedora, que a través de la historia de un trío de policías nos interpela y nos cuestiona sobre nuestras propias decisiones en la vida.
“Los mejores de Brooklyn” es un policial intenso que atrapa más que nada por el modo de narrar de su director, Antoine Fuqua. El mismo de “Día de entrenamiento” (2001) y “Lágrimas del sol” (2003), entre otras. Tres policías de Brooklyn, desconocidos entre si, pero con vidas igualmente insatisfactorias, son aplastados por el sistema al cual pertenecen. Eddie (Richard Gere) a punto de jubilarse, pasa sus últimos días de servicio, solitario, descreído de todo y autodestructivo. Sal (Ethan Hawke) vive con angustia la situación económica precaria de su familia, por lo que se ve forzado a cometer un par de delitos inconfesables. Por último, Tango (Don Cheadle) es un detective encubierto, encargado de infiltrarse en el mundo oscuro de las drogas; para salir de allí tendrá que debatirse en traicionar o no a su mejor amigo Caz (Wesley Snipes). Como mencionaba al comienzo, el punto fuerte de esta producción está en el trabajo de Fuqua, quien transita cómodamente por el género policial, pero asestándole a todo el film una atmósfera depresiva, por momentos casi asfixiante. Esto lo advertimos en la construcción de los personajes, en la fotografía y en los encuadres. Afortunadamente, el director decidió narrar tres historias que, aunque se desarrollan en la misma ciudad, no tienen lazos de conexión. Nos evitamos así de ver otro intrincado film coral, donde el trabajo de montaje (siempre que esté bien realizado) pase a ser la estrella principal. Yo no veo en esta realización una mirada moralizante, ni aleccionadora, como mucho se ha dicho (o escrito). Veo por sobre todas las cosas, una ardua critica a la institución policial. El destino de los tres policías no depende de sus correctas o incorrectas decisiones morales. Su destino, está marcado y remarcado, por la sola pertenencia a un organismo corrompido y descompuesto desde los años setenta, al menos en términos cinematográficos (sin contar con muchos de los títulos de la última etapa del cine noir americano). “Los mejores de Brooklyn” no peca de estetizante, pero se hace evidente su cuidadoso trabajo técnico. Los actores, todos de primera línea, no sorprenden ni perturban… sólo Ethan Hawke quien recrea a un hombre desesperado, que fluctúa entre dos escenarios bien diferenciados nos brinda una performance incuestionable y ampliamente creíble. Intensidad, buen ritmo narrativo y atractivo visual, son tres buenas razones para optar por este policial de Antoine Fuqua.