Absorbiendo al anfitrión El terror mainstream internacional actual solamente repunta cuando -entre la catarata de remakes, secuelas y reinterpretaciones más o menos maquilladas de las fórmulas de siempre, los tristes “puntos cardinales” a los que son adeptos los estudios de Hollywood- se cuela una pequeña epopeya de autor que posibilita redescubrir esos engranajes clásicos bajo nuevos colores y/ o perspectivas; un planteo que casi siempre debemos agradecer a diversos realizadores y guionistas que logran alejarse mínimamente de la candidez y los jump scares cronometrados que exige la gran industria para jugarse en cambio por climas mejor desarrollados, sutiles, álgidos o sinceros en serio para con los personajes centrales y su infaltable lucha por sobrevivir, esa que por cierto debería despertar el interés/ empatía del espectador si se pretende que el público mantenga sus ojos sobre la pantalla hasta el final. En este sentido, el director Nicholas McCarthy logró con sus dos primeras películas, El Pacto (The Pact, 2012) y At the Devil's Door (2014), un par de trabajos atendibles que sin apartarse de los parámetros del J-Horror versión estadounidense, por lo menos se abrían camino como obras interesantes apuntaladas más en la atmósfera narrativa apesadumbrada que en los clichés y los protagonistas unidimensionales de nuestros días. Maligno (The Prodigy, 2019), su debut en el mainstream yanqui, es una propuesta agridulce porque el film por un lado conserva en buena medida el apego a los detalles y una honestidad formal admirable, pero por otro lado no ofrece ni un ápice de originalidad ya que nos enchufa una historia hiper previsible basada en la estructura del purrete psicópata que mantiene una cara angelical ante sus progenitores y a la vez da rienda suelta a sus lindos instintos homicidas. La fórmula en cuestión es bien simple y no anda con medias tintas, a saber: tenemos la premisa central de Chucky: El Muñeco Diabólico (Child's Play, 1988), con una especie de reencarnación de un asesino en serie en un nenito recién nacido cuando el primero muere acribillado sin más por la policía, un desarrollo posterior deudor de La Mala Semilla (The Bad Seed, 1956) y su muy buena remake “algo mucho” camuflada, El Ángel Malvado (The Good Son, 1993), con el niño de a poco haciendo gala de un comportamiento sádico, violento y maquiavélico en general, y hasta resonancias varias y un desenlace cercano a La Profecía (The Omen, 1976), aunque por suerte sin llegar al nivel de adjudicarle a Satanás la paternidad del chico y conformándose con ese chiflado que gusta de cortarles las manos a las señoritas antes de faenarlas, todo aparentemente con el objetivo de acumular trofeos. Así como el atribulado pequeño, Miles Blume (Jackson Robert Scott), es absorbido por su huésped, el espíritu de Edward Scarka (Paul Fauteux), la madre de turno, Sarah (Taylor Schilling), recurre a un psicólogo llamado Arthur Jacobson (Colm Feore) que le termina pasando el dato de que las almas se aferran a la tierra porque tienen algún asunto pendiente, lo que desencadena la búsqueda de la mujer en pos de dar con la “necesidad insatisfecha” de Scarka para que finalmente se marche y le devuelva a su vástago. El guión de Jeff Buhler, aquel de The Midnight Meat Train (2008), desparrama demasiada información muy rápido, respeta al pie de la letra el hilo estándar del rubro y a pesar de que nos ahorra muchas de esas escenas intermedias insoportables de tantos opus semejantes, no consigue nunca un verdadero chispazo de genialidad dentro de la arquitectura genérica. McCarthy se reconfirma como un cineasta prolijo y eficiente sin embargo se nota que aquí no tocó nada del insulso guión -a diferencia de sus dos realizaciones previas, que fueron escritas por él- y ello deriva en un producto mediocre y por demás olvidable que pasa sin pena ni gloria…
Alma invasora. Un niño es en sí mismo un ser indefenso pero el pequeño de Maligno, además, tiene un aspecto inocente, tierno y una mirada angelical. ¿De qué será capaz? ¿En qué se transformará? Son algunas preguntas que quedan planteadas en el tráiler de este film de terror, que cuenta con muy poco horror, que el mismo niño desconoce y obtendrá la respuesta mirándose fijo al espejo –y a nosotros-. The Prodigy (2019), relata la historia de Miles (Jackson Robert Scott), un pequeño con supuestos problemas paranormales. Su madre, Sarah (Taylor Schilling), además de cuidarlo, deberá luchar contra su instinto maternal. Cuando Miles cumple 8 años algo se despierta o activa en él y Sarah se siente invadida por el perturbador comportamiento del niño, intenta comprender lo que le sucede verdaderamente y toma una drástica y dura decisión: por su seguridad familiar y la de los demás. Se destaca el trabajo del director Nicholas McCarthy por la estética y un estilo fotográfico de luces y sombras muy interesante, que genera un ambiente tenso y de suspenso; por otra parte, el guionista Jeff Buhler cometió varios errores, consiguiendo no impactar y asustar escasas veces al espectador, lo contrario a lo buscado en una película de terror. Quizás el error más grave sea el desorden de información, incongruencias en un relato lineal pero sin sustento, escenas que no aportan a la trama y algunas hasta ridiculizan el tópico planteado. Por lo tanto, el film carece de fluidez, aburre y resulta no creíble. Lo más probable es que esta película decepcione a los amantes del género de terror y se sientan subestimados; en este caso, el tráiler o el póster atraen mucho más que la película.
“Maligno” es una película dirigida por Nicholas McCarthy y escrita por Jeff Buhler. Está protagonizada por Taylor Schilling, Brittany Allen, Jackson Robert Scott, Colm Feore,entre otros. Un alma maldita que trata de apoderarse de un alma buena e inocente para realizar actos malignos (nunca mejor dicho) y matar a quienes quiera. Lo hemos visto muchas veces ya, y “Maligno” se une a la lista de las que no funcionan. No sabemos muy bien en qué momento terminará la época de películas repetitivas y temáticas similares, que además están mal estructuradas y contadas. “Maligno” no es una cinta de terror, trata de rozar el género de misterio y thriller que por momentos logra y por muchos otros no. Hay tan solo un susto bueno en la película. Conocemos el problema, conocemos a nuestra víctima y conocemos a todos los que se involucrarán de manera directa o indirecta para salvar al protagonista. Hay bastantes situaciones predecibles y el film se vuelve bastante aburrido por momentos. Las actuaciones aún así son bastante correctas, por más que los personajes caigan en clichés. El que más se destaca es el pequeño protagonista, Jackson Robert Scott, quien se luce en varios momentos. Los demás son bastante predecibles, planos y sin mucha importancia con el correr de los minutos. Si bien no termina siendo una cinta de terror, por momentos hay una fotografía y una ambientación bastante interesante y que se apega a las características de este género anteriormente mencionado, pero son pequeños momentos. En resumen, “Maligno” trata de ser diferente a lo que se está viendo los últimos años y termina siendo casi decente, casi.
El cine de terror protagonizado por niños ha dado sus escalofríos desde La profecía, pasando por El ángel malvado y La huérfana. Ahora llega Maligno -The Prodigy-, un filme canadiense que acierta más con el suspenso y los climas que genera que con el terror sobrenatural. Miles -Jackson Robert Scott no gana para sustos después de It!- es un niño extremadamente inteligente y llena de felicidad a sus padres Sarah -Taylor Schilling, la actriz de Orange is the New Black- y John -Peter Mooney-. Sin embargo, a los ocho años comienza a comportarse de manera extraña y se lo hace saber a todo su entorno. Miles nació el mismo día en el que murió el asesino serial Edward Scarka, quien coleccionaba las manos de sus víctimas como trofeos. Al mejor estilo de Chucky el muñeco diabólico, el niño lleva el Mal en su interior en una suerte de posesión simultánea. La película -que tuvo que ser reeditada porque resultaba demasiado terrorífica según la gacetilla de prensa- ofrece un comienzo inquietante con las distintas edades que atraviesa Miles, pero luego se vuelve convencional y apegada a las reglas del género que transita -la figura amenazante del niño en la oscuridad, el miedo de los padres, profesores y compañeros de colegio- sin sorpresas. El director Nicholas McCarthy -El Pacto- narra la historia de posesión sobre el guión de Jeff Buhler -adaptador de la inminente versión de Cementerio de animales- y pone el acento en la figura amenazante de Miles con un prólogo donde se ve al asesino serial abatido por la policía. El amor de una madre todo lo puede y Sarah también decide consultar a un psicólogo especializado en medio de una ola de dudas, una escritora sobreviviente del horror y un rol paterno que se va desdibujando con el correr de los minutos. El relato, que tiene rubros técnicos de primer nivel, acumula dos escenas realmente inquietantes y adelanta detalles para luego transitar por los carriles sobrenaturales esperados. Y deja abierta la puerta para una secuela...
Nene malo La película que carga con el peso de su estrategia de marketing, es la suma de lugares comunes e ideas sacadas de clásicos del género que, más allá de algunos momentos interesantes, se debilita tan rápido como comienza. “Tuvo que ser reeditada por ser demasiado aterradora” auspicia su campaña publicitaria. Semejante adoquín publicitario, lejos de mejorar la suerte en cartelera del film, le genera una presión gigante: o está a la altura de las expectativas generadas o decepciona estrepitosamente. El resultado es el posible y segundo camino. La historia de un espíritu maligno que se apodera postmortem de un cuerpo “inocente” ya fue contada por Chucky, el muñeco maldito (Child's Play, 1988) con mayor gracia y osadía. Era el añorado muñeco que acompaña a un niño por las noches aquel captado por el alma de un despiadado asesino serial. Treinta años después de esa iconica historia, es un niño preadolescente el que posee la maldad de un peligroso criminal y será su madre –justo su madre- la única capaz de detenerlo. Basta ver el montaje inicial que asocia el sangriento asesinato del criminal con el sangriento nacimiento del niño para perder todo tipo de sorpresa acerca del nuevo villano de la película. Esto sucede en los primeros minutos de película y por eso, la duda de la madre nunca es compartida por el espectador. Sólo resta esperar al final para que la señora despeje las dudas sobre la maldad innata en su querido hijo. Si la idea inicial surgía de Chucky, el muñeco maldito, el desarrollo se parece a La profecía (The Omen, 1976), con un niño de cara angelical cuya madre descree que sea capaz de hacer las cruentas muertes que le adjudican. Hay un momento en que se juega con la idea de “sacarle el espíritu” con hipnosis al estilo El exorcista (The Exorcist, 1973) pero el intento falla y el pequeño demonio sigue dominando la escena al controlar a sus víctimas. Maligno (The Prodigy, 2019) no recurre a la religión como las películas mencionadas. Se contenta con ser un producto correcto del género (algunas muertes son gratamente truculentas) con buenas actuaciones de la madre (Taylor Schilling) y del niño (Jackson Robert Scott) por supuesto, pero que no deja de estar muy por debajo de lo esperado.
Otra de niños poseídos y madres que no creen en aquello que la sangre frente a sus ojos evidencia. Película pensada para adolescentes que entre trago de gaseosa, pochoclo y mensaje de whatsapp olvidarán rápidamente todo.
A veces algunos publicistas deberían analizar con detenimiento sus estrategias para provocar el mercado. "The Prodigy" fue noticia a fines del año pasado, al conocerse que tuvo que ser reeditada luego de los primeros screenings y ese material fue utilizado por la gente de marketing de la película para mostrar el potencial del material con el que contaban. Al parecer produjo muchas reacciones en el púbico asistente, con gritos mayores que la media y sustos varios que impedían seguir la trama en algunos segmentos (nota publicada por ThisIsInsider y reproducida por múltiples portales). Este elemento de prensa invitaba a adentrarse en ella como si fuera un producto fuera de lo común. Pero vaya a saber uno porqué, eso no sucede. Sí es cierto que "The Prodigy" es prolija y sencilla. Sabe lo que quiere contar y se toma su tiempo (demasiado para mí gusto) en hacerlo. Nicholas McCarthy (su director) es un tipo que entiende mucho del género y busca darle una vuelta de tuerca al género de los "niños malvados", procurando con varios elementos efectivos que intenta potenciar con adecuados rubros técnicos y un casting desparejo pero con algún rol destacado. "Maligno", debía mostrar muchas cartas nuevas para hacer una jugada original. Y si bien por momentos se tienta en transitar algunos caminos novedosos, todo se va estructurando en una construcción lineal, que establece casi lo mismo que vemos en todos los productos de este tipo. Sí, no es la típica historia de fantasmas, apariciones y demás, aunque coquetea con el thriller de suspenso, más que proponer un auténtico desfile de cadáveres como el género procura (y si no, miren cualquier clásico y cuenten las muertes antes del clímax final). La trama comienza con un secuestro, del que no debemos anticipar mucho, que se da en el mismo momento del nacimiento del primer hijo de Sarah (Taylor Schilling) y John (Peter Mooney). En dos lugares del Estado, se viven situaciones distintas, las cuales aparentemente podrían tener alguna relación. Miles, el bebé recién nacido es un nene esperado y llega a la vida de este matrimonio, con toda su carga de ruptura natural. La pregunta es... ¿Cuánto de esto es normal y cuánto no? Miles (un buen proyecto de actor, Jackson Robert Scott) es el niño en cuestión. Pasan los años y él va evidenciando una evolución compleja de su personalidad. Tiene los ojos con heterocromía y una mirada distante, sus predilecciones y hobbies no son los que imaginaríamos en un niño de esta edad.. Distintos sucesos van oscureciendo el clima en su hogar y en todos él se encuentra involucrado. Claramente, no es un chico normal. A la edad de 8, transcurre la historia propiamente presentada. Miles, quien ostenta una maduración intelectual superior a la de sus pares, debe ser atendido en forma particular, dado que posee una capacidad singular para el aprendizaje. Parece, a todas luces, un chico adorable, pero por momentos, actúa de manera peligrosa e imprudente y confirma todo lo malo que nos imaginamos de él. Al principio sospechamos algo de su conducta, pero con el correr de la trama, vamos descubriendo que en su vínculo con su medio y su familia, hay un secreto escondido que impulsa en sentido de estos actos descarnados en los que Miles participa... Y eso ecolsiona cuando comienzan a experimentarse situaciones difíciles, en la casa, la escuela y con la familia. "The Prodigy" tiene en el haber, una correcta ambientación y una distribución de jump scares limitada, pero justa. Ofrece cierta atmósfera de misterio (pero no demasiado) y su OST se muestra delicada y sugerente. Sí sorprende que el guión no sea tan visceral viniendo de un consagrado como Jeff Buhler ("The midnight meat train", la nueva versión de "Pet Sematary") a quien le gusta mucho ir más allá de las propuestas mainstream del género. Pero no. "Maligno" a priori tenía muchas condiciones para intentar un camino distinto (tiene un sólido cast), pero inexplicablemente elige transitar senderos ya recorridos en muchas oportundiad... Abandona rápidamente la sorpresa y alinea sus ideas en torno a explotar en el cierre con muchos fuegos artificiales. La discreta dirección de McCarthy y el poco imaginativo guión de Buhler sepultan el camino de la transgresión y llevan a "Maligno" a que no alcance todo lo que promete. En definitiva, todo lo que verás aquí, ya lo has visto antes. Si la anécdota del principio es cierta en su totalidad, ¿por qué no haber seguido esa línea en vez de la que primó para su realización? Mirando el resultado de cierre, hubiese sido otro tipo de experiencia. La que se proyecta, es una más en un cuantioso universo de productos similares. Lo cual no deja de ser una gran pena.
La sombra del niño Sea por el juego de la inocencia perdida, por encontrar la maldad en la figura menos pensada, o por revertir el teorema de adultos controlando a los niño, el tópico de “niños perversos” dio mucha tela para cortar dentro del thriller, el suspenso y el terror, desde sus inicios. Sin ir más lejos, la que para muchos es la mejor película de terror de todos los tiempos, El Exorcista, es una variante del tema mezclada con posesiones. Recuerden las cosas que Reagan hacía con la cruz y háblenme de inocencia. Maligno vuelve una vez más sobre el asunto. Claro que con menos ambiciones que el clásico de Friedkin. Su propuesta es más básica y tradicional: matrimonio prototípico con un nene que, de golpe, empieza a tener una conducta, por lo menos, peligrosa; punto. ¿Qué es entonces lo que hace que Maligno sea una experiencia satisfactoria? Que en sus bajas expectativas cumple, entretiene, nos interesa, hace recordar a otras (mejores) películas, y logra que un par de veces queramos correr la mirada de la pantalla o peguemos algún sobresalto. Tenemos que hablar de Miles La cosa comienza confusa. Una mujer escapa de su captor con una mano cortada, mientras que el hombre es baleado por la policía. Simultáneamente, los Blume acaban de tener a su primer hijo, Miles. En una secuencia de elipsis por diferentes años, veremos cómo Sarah (Taylor Schilling, de Orange is the new black) y John (Peter Mooney, de Rookie Blues y Heroes Reborn) crían a Miles cayendo desde muy temprano en la noticia de que están frente a un niño de mentalidad superdotada. Miles (Jackson Robert Scott, el Georgie de la nueva It) ofrece todo un desafío para sus padres que aprenden a contener a un hijo con la mente privilegiada y -como suele suceder en muchos de esos casos- algo retraído por ser incomprendido por los otros niños de su edad. Pero hay algo más, al principio imperceptible, cada vez más notorio. Miles presenta ciertos cambios de humor o temperamento repentinos. Podrían ser causa de lo mismo, o podría ser algo más. Por supuesto, pronto van a ver que sí: hay algo más. Miles comienza a demostrar una conducta violenta, perversa, casi diabólica ¿Qué es lo que sucede con Miles? Las bases de Maligno son bastante claras. Inmediatamente, los más memoriosos o adeptos al género, recordarán la última película de Mario Bava, Shock, de la que hasta “homenajea” algunas escenas calcadas. Los más cercanos en el tiempo notarán las varias similitudes que hay con el clásico moderno de Jaume Collet Serra, La huérfana. Hasta el tagline del afiche es básicamente el mismo. Las similitudes con La huérfana podrían llegar hasta en su génesis. Ambas provienen de productoras cuasi independientes que se están haciendo un lugar en el mundo del terror (Dark Castle/Orion Pictures); son películas chicas, no tan ambiciosas; con directores con una impronta propia; y que ganan gracias al efecto que producen en el público. El tiempo dirá si Maligno llega al mismo nivel de popularidad y culto de aquella. Hay algo fundamental que tenía el film con Vera Farmiga y que aquí no encontramos: su originalidad y el mantenernos desconcertados por saber qué era lo que ocurría. Maligno tiene el estigma de la que llega después, ya no es tan original, y “el misterio” en su corazón puede ser fácilmente deducido por un espectador ávido en el género. (No tan) Juego de niños Nicholas McCarthy sorprendió en 2012 con El pacto, una película que a simple vista parecía otra insufrible repetición de clichés del terror directo a casa, y terminaba entregando unos cuantos sustos, química entre sus pocos personajes, y un giro final muy interesante. Las pruebas de su estilo están en lo malograda de su secuela, Regreso del infierno, con la cual McCarthy no tiene nada que ver. Aquí, el director vuelve a aplicar una fórmula similar. Parte de una premisa básica, sienta sus bases en varios homenajes o ideas prestadas, se concentra en la creación de clima y un puñado de escenas con mucho efecto. Maligno se estructura en tres partes diferenciadas. Comienza fuerte, tensa, logrando que nos interesemos por los personajes; en el medio decanta hacia un drama familiar con un niño problemático y unos padres desbordados; y retoma las riendas del terror y el suspenso al final de un modo cumplidor. En el conjunto, si bien la atención en el medio puede quedar algo dispersa para aquellos que fueron a buscar terror puro y duro, lo cierto es que logra que los personajes se muestren con aristas, aunque estas no sean del todo originales. Hay algunas decisiones azarosas, algún personaje que extrañamente desaparece, y un estilo clásico, cercano al “directo a VHS” de los ’90 que atrae, aunque también absorba ciertos momentos en que la lógica diría que los personajes debieron utilizar tecnologías más actuales (cuando la vean entenderán a qué me refiero). Taylor Schilling y Peter Mooney cumplen en los roles de estos padres que cargan con sus propios conflictos; y Jackson Robert Scott mete miedo con su accionar, su voz pausada y una mirada de lo más pérfida. En los secundarios, la presencia del siempre correcto Colm Feore, suma. Maligno no descubre la pólvora, pero deja bien en claro que tampoco era su intención. En su propuesta de mezclar el suspenso con terror y bastante drama, logra posicionarse por encima de la media gracias al clima que genera, a sus personajes, y a un par de escenas que sugestionan. Efectista y efectiva.
¿La reencarnación de David Bowie? El reconocible logotipo de Orion Pictures, marca resucitada en tiempos recientes, envuelve al cinéfilo melancólico en un aire de familiaridad. Pero no tanto como lo que sigue: el título original The Prodigy impreso en la pantalla en una tipografía y color rojizo que remedan a los de El exorcista. Y por ahí van, en parte, los tiros, aunque el nuevo largometraje del especialista Nicholas McCarthy –cuyos esfuerzos previos, El pacto y Home, ya transitaban por senderos bastante desgastados– también buceará por las aguas de clásicos como La mala semilla o La profecía y títulos no tan conocidos por el gran público como la notable y olvidada Joshua, de George Ratliff, entre muchos, muchísimos otros. Escrita con esa intencionalidad derivativa como horizonte por Jeff Buhler (responsable del guion de la inminente remake de Cementerio de animales), la secuencia de apertura describe en imágenes lo que se explicará con palabras más adelante: un asesino serial con predilección por la tortura y la mutilación cae ante las balas de la policía y su alma o espíritu o fuerza vital es absorbida, en ese preciso instante, por un niño a punto de nacer. Llámese posesión, usurpación de un cuerpo ajeno o “reencarnación”, como la denomina un especialista en esas lides interpretado por el canadiense Colm Feore, lo cierto es que el pequeño Miles comienza a hablar a los cuatro meses y a los cinco años ya demuestra tener una inteligencia muy superior a la media. Además de un ojo marrón y otro azulado, “como David Bowie”, según afirma su orgullosa madre. Con ocho abriles recién cumplidos, el niño también comienza a desarrollar un patrón de conductas extremadamente agresivas, lógico motivo de preocupación de sus padres (Taylor Schilling y Peter Mooney), que inicialmente sólo pueden imaginar una seria enfermedad de orden psicológico o neurológico. A pesar de todas las evidencias que parecen indicar otro origen para el mal, como los extensos soliloquios en húngaro –con marcado acento de una región particular– que el pequeño farfulla mientras está dormido. No pasará mucho tiempo antes de que la mascota de la casa aparezca despanzurrada y la pobre madre decida tomar al toro por las astas. Aunque, claro, ¿quién puede matar a un niño? Menos aún si se trata de la propia descendencia. Producción típica de molde seriado, en su vertiente “horror infantil”, Maligno se sostiene en parte por la seguridad actoral del reparto adulto (al niño se lo dirigió para que sobreactúe un poco su maldad intrínseca), aunque la previsibilidad de actos y consecuencias se ve venir, valga la redundancia, a varios kilómetros de distancia. En última instancia, se trata de otro cuento de terror producido en la cadena de montaje, con profesionalidad pero escaso ingenio. Y menos aún interés por generar algo diferente a los dictados del manual de instrucciones estándar de la industria, sección sustos.
Sin llegar a ser una película notable o interesante, Maligno al menos consigue ser una adición decente dentro de la temática de niños psicópatas que prácticamente integran un subgénero aparte en el cine de terror. El director Nicholas McCarthy, quien hace unos años fue responsable de El pacto, ofrece un relato entretenido, donde su dominio del suspenso logra hacer llevadera una trama que tiene numerosos elementos familiares. Desde la secuencia inicial que sirve como prólogo del conflicto la película captura la atención del espectador con una propuesta donde el clásico conflicto del niño maldito se combina con los misterios sobrenaturales. El relato de McCarthy sobresale en las atmósferas de misterio que recrea y una buena dirección del reparto que se centra en la figura de Taylor Schilling, la protagonista de la serie Orange is the New Black, a quien le queda chica esta película. Una muy buena actriz que está para más y todavía no consiguió la posibilidad de lucirse en el cine. Jackson Robert Scott, el pequeño villano está muy correcto en rol y se nota que tuvo una buena dirección pero tanto el personaje que encarna como su interpretación no quedarán en el recuerdo entre los grandes niños siniestros del cine. El problema con este estreno es que toda la intriga que tenía inicialmente la historia decae por completo en el acto final cuando el conflicto entre en el terreno de lo absurdo y se convierte en una tontería. Creo que con una conclusión más sólida la valoración de este film podría haber sido mayor. Dentro de esta temática la mejor película que se hizo en la última década sigue siendo la producción inglesa, The Children, de Tom Shankland, que era mucho más intensa y estaba impecablemente realizada. Ninguna de las historias similares que vinieron después pudieron superarla. Maligno cuenta con un buen reparto y es justo resaltar que es entretenida, sin embargo tras su visionado queda enseguida en el olvido al no proponer nada creativo con este tipo de conflicto.
Maligno cuenta con lo que, tal vez, es la peor publicidad que un film de terror puede tener: “La película que tuvo que ser reeditada de nuevo por ser demasiado terrorífica”. Dicha exclamación no es tal. Se dice que modificaron una escena como consecuencia que hubo muchos gritos en una proyección de testeo, que no dejó escuchar los diálogos de la escena siguiente. De ser verdad esto, claramente era la mejor escena de la película y es inexplicable que la hayan cortado por gritos de la audiencia, cuando ese es el máximo objetivo de un film de terror. En consecuencia, la experiencia como espectador es bastante ordinaria. Ya que la cinta no ofrece nada nuevo, sino todo lo contrario. La premisa de niños poseídos e historias con sus madres está más que explotada. Y este estreno no se encarga de ofrecer frescura al respecto. Es un cliché tras otro y muy de fórmula. Lo mejor es el chico protagonista, Jackson Robert Scott, a quien conocimos por interpretar a Georgie en la remake de It (2017). El resto del elenco está correcto, y no más que eso. El director Nicholas McCarthy, quien viene de hacer un par de producciones mediocres de terror, sigue en la misma senda y no aporta nada nuevo. En definitiva, Maligno es un film de terror del montón, que disfrutarán los que han visto poco de esta temática.
Una nueva de terror con niños involucrados, que siempre funciona. En éste caso, a medias... convengamos que venía con una publicidad impresionante y se queda a mitad de camino, porque el tema ya está muy visto (recordemos “El Exorcista” y “La Huérfana”, aunque no las alcanza ni un poco)...Dirigida por Nicholas McCarthy, “Maligno” relata la historia de la “posesión” del cuerpo de un asesino serial llamado Eduard Scarka (Paul Fauteux) que muere justo el día que nace Miles Blume (Jason Robert Scott, impecable), a quienes sus padres creen, al principio, superdotado, para luego darse cuenta que hay algo muy malo en él. A los 8 años, su madre Sarah (Taylor Schilling) y su padre John (Peter Mooney) lo llevan a distintos médicos y hasta dejan que lo hipnotice un especialista en el tema para saber que ocurre. Los juegos, el amor y la contención dan paso a la incertidumbre, luego al miedo de no saber quién es su hijo... hasta llegar a temer su compañía. La explicación de la persona que lo atiende es que hay algo de los muertos que queda pendiente y deben resolver antes de partir, y sí, algo quedó. El guión de Jeff Buhler arranca prometedor, para, lamentablemente caer en los clichés del género. Hasta acá es lo que se puede contar, el resto, al cine, a disfrutar una película con un clima perturbador, buenas actuaciones, y aunque reiterativa en su temática, sólida. ---> https://www.youtube.com/watch?v=XZ-7Rwn8gkI TITULO ORIGINAL: The Prodigy DIRECCIÓN: Nicholas McCarthy. ACTORES: Taylor Schilling, Colm Feore, Jackson Robert Scott. ACTORES SECUNDARIOS: Peter Mooney. GUION: Jeff Buhler. FOTOGRAFIA: Bridger Nielson. MÚSICA: Joseph Bishara. GENERO: Terror . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 92 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años PAGINA WEB: http://www.whatswrongwithmiles.com/ DISTRIBUIDORA: Digicine FORMATOS: 2D. ESTRENO: 14 de Marzo de 2019 ESTRENO EN USA: 08 de Febrero de 2019
Es, sí, otra vez el niño que nace y tiene en vilo a mamá, papá y por qué no al perro de la familia -aquí no hay tíos ni abuelos- por ciertos comportamientos fuera de lo común. Sarah (Taylor Schilling, Piper Chapman en Orange Is the New Black) y John (Peter Mooney) son padres primerizos, por lo que puede que se les pasen por alto algunas conductas, digamos, inapropiadas. Que tenga una lucidez mental a los dos años y meses, que sea un niño prodigio, que como Pacho O’Donell tenga un ojo de cada color, o que quiera ponerle un exceso de pimienta a la comida a los 8 años, en fin, no parece encender ninguna alerta. Pero la película no empieza con Miles (Jackson Robert Scott), sino con una mujer que escapa como puede del cautiverio de un asesino serial. Le falta una mano, pero no agallas. Y el día en que Sarah está por dar a luz a Miles, el asesino es abatido a balazos por la policía. Y allí donde en su cuerpo comienza a brotar sangre, en las mismas zonas el bebé Miles tendrá manchas de sangre. Serían por el parto. ¿O no? Lo bueno de Maligno es que no juega el juego del bebé endemoniado, sino que el desafío pasa por saber qué personalidad extraña, congénita, habita el cuerpito de Miles. Hay una escena en especial, que dará que hablar. Es una sesión de hipnosis en la que un psicólogo que cree en los fenómenos parapsicológicos será puesto en órbita, sólo con palabras, por el pequeño Miles. O mejor, por el asesino en potencia. La película tiene sus clisés, como ser los sustos, las apariciones imprevistas, lubricadas con efectos sonoros rimbombantes. Pero dentro del género hasta parece todo muy creíble, desde las peleas entre la pareja por cómo ven a su hijo hasta cierto intento de asesinato. En síntesis, que la oferta de terror de esta semana bien vale la pena ver.
A diferencia de otras películas de posesiones en las que la ambigüedad se sostiene en una delgada línea entre la fantasía de lo sobrenatural y el realismo de la sugestión, Maligno muestra sus cartas de entrada. Dos hechos se conectan en la primera escena: la muerte violenta de un asesino serial y el nacimiento de un niño precoz. Esa coincidencia cósmica es el eje de la puesta en escena del director Nicholas McCarthy, que transita un terreno conocido, pero lo hace con la solvencia necesaria para sumergirnos en el terrorífico camino de lo esperado. El pequeño Miles demuestra desde su niñez la inteligencia y el conocimiento de un adulto. Al cumplir ocho años (cuando lo encarna notablemente Jackson Robert Scott), sus vínculos sociales están mediados por una hostilidad que lleva a su madre a todas las consultas posibles, desde la medicina hasta las terapias de vidas pasadas. Como le ocurría a Regan en El exorcista, el interior de Miles es un misterio que quien se atreve a desafiarlo carga con las más ominosas consecuencias. Sin virtuosismo ni genialidad, la película consigue instalar un clima de inquietud en la relación entre madre e hijo: sus juegos infantiles, sus estancias a solas en la casa familiar, sus besos de buenas noches se tiñen lentamente de lo inconfesable. Taylor Schilling se ensombrece a medida que la duda y el rechazo se convierten en el signo de que aquello amado y conocido puede ser también el germen del más terrible de los infiernos.
El pasado buscando venganza Maligno es una nueva propuesta de terror traída por el director Nicholas McCarthy, quien ya había dirigido El pacto (2014) y que ahora llega con una idea un poco más elaborada donde aborda algunas cuestiones mucho más interesantes. La historia gira en torno a Miles, un niño que desde muy temprana edad empezaba a presentar una inteligencia superlativa en relación a los años que tenía, pero que le costaba socializar con otros por algunos problemas de personalidad. Llegado ya a los 8 años todas sus actitudes extrañas y malvadas encuentran una explicación, al descubrir que su cuerpo había sido poseído por el alma de un asesino serial. Una idea que nos rememora a los tiempos de clásicos como Chucky: El muñeco diabólico (Child’s Play, 1988). De aquí se va tratando un tema muy bueno a profundizar que es la idea de la reencarnación, ya que Miles nace justo en el mismo momento en donde el criminal decide suicidarse antes que lo atrape la policía. Y así su color de ojos tan particular es el mismo, y todas las fechorías que sus padres no lograban explicar de su hijo, encuentran una causa siniestra. Todo este conflicto de la reencarnación de este ser maligno en el pequeño ya lo conocemos en los primeros 15 minutos de la película. Y de ahí nada más veremos cómo se nos quiere seguir contando la historia y lo más importante es como deciden terminarla, y es aquí donde comenzamos a ver los errores. Con el correr de los minutos veremos en pantalla como Miles pasa de ser un niño normal a ser todo un maestro de la persuasión cuando es poseído por el asesino, ingenioso pero no lo suficientemente potente como para poder causar terror. Repito, hay buenos momentos de tensión y suspenso dignos de un thriller pero climax de horror nunca llega a crearse. Lo más destacado por lejos es la actuación de Jackson Robert Scott, donde ya lo habíamos visto en IT personificando a Geogie y aquí lo volvemos a ver en un proyecto ligado al terror, donde tiene un abanico de actuación y de guion más extenso y valorable. Maligno trae buenos elementos a la mesa para hablar, y eso es muy respetable en las cintas de terror de estos tiempos pero que aún con eso y con la buena actuación de Jackson, no te deja ninguna sensación de miedo y eso es lo que buscan los espectadores de este tipo de género.
Miles es un auténtico niño prodigio, tan inteligente que cuando era un bebé de días ya empezaba a balbucear. El problema es que hace algunas diabluras, como pegarles a sus compañeritos con una enorme llave inglesa. Tal vez el problema sea que Miles nació exactamente a la misma hora en la que la policía mató a tiros a un asesino serial conocido por amputarles una mano a sus víctimas antes de asesinarlas. Las películas de niños malignos siempre han dado réditos, y el director Nicholas McCarthy conoce bastante el género como para adelantarse a algunas cosas que el espectador está esperando desde los primeros minutos de película. El film es breve y a su manera terrorífico, bastante ágil y entretenido, aunque el argumento abunde en incongruencias que se camuflan gracias al buen ritmo general. La excelente actuación del niño Jackson Robert Scott en un papel que debe haber sido muy difícil de dirigir es uno de los puntos fuertes de “Maligno”, ya que su personaje hace honor al título. Por lo demás , todo está razonablemente bien filmado y no faltan las intensas secuencias de terror.
¡Me asustas mucho Miles! Mirada limpia, cristalina… voz dulce… apariencia angelical, así es el pequeño Miles (Jackson Robert Scott, víctima de Pennywise en It), único hijo de Sarah y John Blume, que posee un coeficiente intelectual elevado. De repente el niño comienza a experimentar cambios abruptos en su comportamiento, y lo que en un primer momento su madre piensa que es un problema de adaptación, cada vez se torna más grave. Conductas preocupantes, que intimidan… como partirle un fierro en la cabeza a un compañero de colegio o lastimar a sus padres y a la mascota del hogar. Conductas que no condicen, ni físicamente, con un pequeño de su edad. Tal fantasma, Miles aparece en lugares inesperados, tiene pesadillas horribles y también habla en otros idiomas. La madre siente que su hijo, no es su hijo… y no está equivocada. Cuando escucha a un psíquico, la teoría de la posesión es la única que se cristaliza en el contexto. Sí, Maligno es una cinta que se ubica dentro del subgénero niños poseídos, y no es ningún spoiler, dado que a mitad de la película ya tenemos en claro el conflicto, así como sus padres comienzan a lidiar con ese ser extraño que se ha apoderado del cuerpo de su hijito. La creencia está en que una vez que ese ser cruel cumpla con lo que dejo incluso en este plano, abandone el cuerpo de Miles. El film se fortalece al momento de generar climas, pero se debilita en el planteo de la historia en general, que cae en lugares harto vistos en cintas de su estilo. Las actuaciones están bien y hay momentos de tensión ¿pero es suficiente para sostener la narración? Están a semi explotar tanto el horror como el drama y la resolución del conflicto de forma tan inmediata quita todo tipo de factor sorpresa, por lo que nos movemos en el terreno de lo predecible. Exclusivo para los amantes del subgénero posesiones.
Película de terror que basa su nudo central en una extraña reencarnación de un ente maligno que pasa a un niño que justo nace cuando el anterior envase muere. No es nuevo y todo el film tiene recuerdos de otros de terror donde un niño súper-inteligente en este caso comienza a tener un comportamiento primero misterioso y luego aberrante. Algo de “Damian”, algo de “El exorcista”, y de tantas otras. Como gancho publicitario, en palabras del director, la película tuvo que ser reeditada porque en las proyecciones de prueba la gente se asustaba demasiado. En fin. Nicolás McCarthy el director sabe manejar los hilos y aunque el guión de Jeff Buhler sea lo más flojo, hay que reconocerse al realizador que sabe mantener la tensión y meter miedo en un par de escenas. El elenco reúne a, Taylor Schilling (“Orange is the new Black”) con Jackson Robert Scott (“It”). Seguramente tendrá el éxito que siempre obtienen las pelis de terror con un público realmente fiel.
Alguien más está en mi cuerpo “Maligno” (The Prodigy, 2019) es una película de terror sobrenatural dirigida por Nicholas McCarthy y escrita por Jeff Buhler. Coproducida entre Estados Unidos y Canadá, el reparto está compuesto por Jackson Robert Scott (IT), Taylor Schilling (Orange Is The New Black, Cuando Te Encuentre), Peter Mooney, Paula Boudreau, Brittany Allen, Colm Feore, Paul Fauteux, entre otros. El 22 de agosto de 2010, en Pensilvania, Sarah (Taylor Schilling) y John (Peter Mooney) se convierten en padres primerizos con la llegada del pequeño Miles (Jackson Robert Scott). Para su sorpresa, ya desde bebé Miles presenta signos de ser un niño especial (sus primeras palabras las dice mucho antes de cumplir un año) y resulta notorio que su inteligencia es superior, por lo que Sarah considera la opción de inscribirlo en preescolar aunque aún no tenga la edad correspondiente. Luego de ocho años, el comportamiento de Miles por lapsos de tiempo cambia rotundamente, convirtiéndolo en un chico violento, serio y que con solo su presencia infunde miedo. Preocupada por la situación, Sarah acudirá a un especialista que llegará a la conclusión de que una persona fallecida quiere habitar por completo el cuerpo de Miles y, si no se descubre cuál es el objetivo por el que el muerto decidió volver, Miles desaparecerá completamente. Estamos ante un filme de horror que sí vale la pena ver, en especial por la gran actuación del joven Jackson Robert Scott. El Georgie adorable con el que nos encariñamos en It (2017) aquí desaparece para dar lugar a un nene que es mejor perderlo que encontrarlo. Sin saber cómo puede llegar a reaccionar ante determinadas situaciones, Miles tiene variadas escenas en las que nos logra asustar ya sea por su fija mirada, por su cruel carácter o por el tono inocente que utiliza al hablar. Por otro lado, Taylor Schilling tiene un papel interesante al encarnar a una madre que está frente a un dilema: proteger y confiar en su hijo pase lo que pase o deshacerse de él por considerarlo peligroso para el entorno familiar y social. La relación entre el niño y Sarah resulta de lo más atractivo, a la vez que el misterio que engloba el cuerpo de Miles nos hace querer seguir viendo la película hasta el final. Esto sucede gracias a que en esta producción no hay espíritus, fantasmas ni entidades, sino que alguien que existió en el pasado quiere reencarnar en ese cuerpo debido a que aún le queda una tarea por realizar en la Tierra. Aunque “Maligno” cuente con algunos clichés y un desenlace que no le hace justicia a lo construido previamente, su atmósfera e interpretaciones lo convierten en una buena opción para los que les gusta asustarse en la oscuridad de una sala de cine. Dos personas conviviendo en un mismo lugar podría haber salido muy mal, sin embargo este no es el caso y Jackson Robert Scott se adueña casi a la perfección de su papel, generando aún más ganas de verlo actuar en otras películas del género.
Nene malo. Desde La profecía (The Omen, 1976) hasta La huérfana (Orphan, 2009) pasando por El ángel malvado (The Good Son, 1993), parecería ser que cada década tiene su película de Terror que involucra algún enfant terrible, hablando en el sentido más literal imaginable. Así las cosas, Maligno (The Prodigy) llega como el flamante exponente de este subgénero de la mano del director Nicholas McCarthy, un hombre avezado en el terreno de los sustos con buenas producciones en su haber como lo son El pacto (The Pact, 2010) y En la puerta del diablo (Home, 2014). Dos películas pequeñas pero bien resueltas, por lo que el desafío de encontrarse al mando de una producción de mayor nivel aumentaba el interés sobre un film que el marketing mundial decidió vender como “la película que tuvo que ser reeditada por ser demasiado terrorífica”, aunque anticipándonos (al menos unos párrafos) al resultado final podemos interpretar que semejante declaración puede quedarle grande a más de una producción bien intencionada. La historia arranca con dos sucesos que ocurren en paralelo: por un lado una joven escapa del cautiverio al cual era sometida por el asesino en serie Edward Scarka, quien es abatido por la policía unos minutos después. En un hospital no muy lejos de ahí, Sarah y John reciben a su hijo primerizo Miles. Desde los primeros meses Miles demuestra una inteligencia sobresaliente para su edad, al mismo tiempo que ciertas actitudes desconcertantes encienden las alarmas de sus preocupados papás. De aquí en más la narración hará un repaso inapelable por todos y cada uno de los tropos del subgénero “niño maligno”, desde la inocente niñera damnificada, hasta el especialista que intenta ayudar infructuosamente y la madre a la que nadie le cree una palabra. Todo de manual. Si bien todo aquel medianamente versado en la temática puede anticiparse a mucho de lo que está por suceder, el propio guión entrega demasiados indicios sin siquiera haber llegado al segundo acto, quitándole gran parte del misterio y la intriga a todo aquello por venir. ¿El niño está poseído?¿Es el mismísimo hijo de Belcebú?¿Sufre algún problema psiquiátrico?¿Un alienígena tomó su cuerpo?¿Scarka hizo la gran Charles Lee Ray? No se preocupen, promediando los quince minutos de película la duda será toscamente evacuada, dejando poco por lo que sentir interés genuino de aquí al final; excepto tal vez por esos momentos de “nene malo hace cosas malas” de rigor que la cinta debe incluir. Taylor Schilling, mejor conocida por su papel en la serie Orange Is the New Black, interpreta a la conflictuada madre, en una historia que construye con habilidad el temor de los padres ante un hijo que se vuelve un extraño escena tras escena. La dualidad que puede habitar en una misma persona y el miedo a desconocer a la propia sangre son probablemente los dos ejes más logrados del film. También merece reconocimiento el trabajo del pequeño Jackson Robert Scott (mejor conocido como el Georgie de la última It) cuyo personaje se ve obligado a utilizar palabrotas y expresiones que harían sonrojar a la mismísima Regan en pleno rito de exorcismo. McCarthy hace un buen manejo del clima, dejando ver su habilidad para este tipo de relatos. El mayor problema es un guión que todo el tiempo le juega en contra, abusando de las casualidades y mostrando sus mejores cartas demasiado temprano, dejando poco margen para la imaginación del espectador. Ni con el final logra redimirse, gracias a un cierre extremadamente similar a cierto clásico protagonizado por Gregory Peck. Mejor suerte en la próxima década.
Con The Prodigy me encuentro con una situación particular. El hacer la crítica de la película que vi y disfruté o de la que sé que es. Entiendo que el planteo pueda generar ciertas dudas, pero lo cierto es que mi experiencia se vio radicalmente afectada por una situación personal repudiable: llegar tarde a la función. Sí, unos cinco o diez minutos de demora cambiaron completamente la óptica con la que vi este film de terror. Al buscar aquello que me había perdido descubrí, muy a mi pesar, que se trataba de una secuencia que por alguna razón revelaba las cartas demasiado rápido. Un absoluto sinsentido si tenía en cuenta que lo que acababa de ver en pantalla mantenía en vilo al espectador, que descubría la incógnita junto a la protagonista. Subestimar a la audiencia es grave, sobre todo cuando genera tanto daño al propio proyecto.
El cine de terror tiene una demanda tan grande que no hay casi semana en la cual no se estrene una nueva película de este género. Mantener la calidad es complicado, incluso diferenciarse de la mayoría parece una misión complicada. Pero tan popular es el género que aun así se siguen produciendo películas y generando euforia cuando alguna se sale del promedio. Maligno (The Prodigy, 2019) se inscribe en la tradición de niños malignos, pero en lugar de una posesión diabólica o demoniaca acá el conflicto surge de una reencarnación. Un asesino monstruoso que muere justo cuando el pequeño protagonista del film nace, reencarnará en él, lo que en poco tiempo comenzará a manifestarse. Con eso la película se gana nuestra atención, al menos en la primera parte. El prodigio del título original refiere a que el niño habla antes que la mayoría de los bebes, que demuestra una inteligencia superior y que, finalmente, empieza amostrar síntomas de maldad. Hasta ahí llegan los méritos de una película que va copiando elementos de otras hasta ser simplemente una más del montón. Al menos durante un rato pudo ser diferente y de esa manera tener una chance de no ser confundida con otros cientos de films de terror de los últimos años.
Se suele llamar películas honestas a aquellas que no manipulan al público y que respetan las reglas de juego con las cartas sobre la mesa. En ese sentido, Maligno es una película honesta, tal vez demasiado honesta. ¿Por qué demasiado? Porque malentiende el principio de que el espectador siempre debe saber más que los personajes, la ley básica del suspenso, según Alfred Hitchcock. Desde las primeras escenas, Maligno expone lo que en otros productos de terror sería el misterio fundamental, pero se excede en los subrayados gruesos, como si desconfiara del poder de la narración y eligiera razonar en vez de contar. Además, en vez de las dos vueltas de tuerca tradicionales, sólo ofrece una, cerca del final, por lo que la trama resulta lineal y previsible. En la misma noche en que un asesino serial que les corta las manos a las mujeres es acribillado por la policía, nace el bebé que Sarah y John Blume han esperado por tanto tiempo. El montaje es tremendamente explícto respecto a la relación que une al psicópata muerto y al niño recién nacido: la sangre de las balas en uno y las manchas rojas de la placenta en el otro están en los mismos puntos de ambos cuerpos. Esa tendencia a explicarlo todo marcará la narración y la transformará en algo mecánico y frío, lo que no deja de ser extraño en una historia que trata de una madre y un hijo. Ni el talento de Taylor Schilling ni la figura a la vez tierna e inquietante del pequeño Jackson Robert Scott logran borrar la sensación de que cada escena está completado los casilleros de una cuadrícula en vez de tratar de trasmitirnos alguna forma de tensión dramática. Si bien hay que reconocerle al director Nicholas McCarthy el extremo cuidado en la fotografía y en la ambientación, que no evita los lugares comunes pero tampoco se regodea en ellos, el saldo es un producto anémico, con dos o tres momentos interesantes y no mucho más.
Maligno: El huésped maldito. La promocionaron como una película de terror que tuvo que ser reeditada debido a los gritos que se escucharon en la sala en proyecciones previas al estreno. Por supuesto que esto es meramente una estrategia de marketing, pero los apasionados del género quizá vieron un halo de esperanza de que pudiera ser verdad, sobre todo después de conocer al pequeño brillante actor Jackson Robert Scott en “It (2017)”, encarnando a Georgie, el personaje casi más importante de la película de Andy Muschietti, por ser la punta del iceberg de toda una trama macabra. “Maligno (2019)” no es el caso. No cumple ni respeta en lo más mínimo el género. Puede ser un thriller, un drama, pero de terror y sobresaltos no tiene ni un poco. Un verdadero desperdicio, sobre todo también por la presencia de Taylor Schilling, conocida por participar en la serie “Orange Is the New Black”. Es el año 2010 y el asesino Edward Scarka es abatido por la policía en Ohio. Prácticamente al mismo tiempo nace Miles y el destino será contundente: el alma de Scarka se apodera del cuerpo del niño, que comienza a tener comportamientos extraños y altera por completo a su entorno, hasta el punto de ser extremadamente peligroso. El nuevo film de Nicholas McCarthy (“El Pacto, 2012”) consta de una narración chata de ritmo amansador, sin atractivos de ningún tipo ni suspenso. Cualquier película de terror “de fórmula” al menos respetaría los clichés del género y recurriría a ellos seguido para construir desde lo efectista. Por más que se repitan elementos hasta el hartazgo en una película, el objetivo es claro. Resulta increíble no encontrar ni eso en este caso. La escena de “Maligno” que tal vez resalte más es aquella en la que el psiquiatra habla con el pequeño y trata de hipnotizarlo. El resto se puede pasar por alto sin más. Fuera de este momento, el film –que tiene todas las ganas de convertirse en la nueva “La Profecía (2006)” – mezcla dos elementos que casi se pueden considerar opuestos: es predecible y deja varias cosas sin explicar.
PARTIDO EN DOS Dentro del terror, el sub-género perteneciente a los niños convertidos en entidades corrompidas, viles y letales tiene un largo historial, que data por lo menos desde los setenta, con El exorcista y La profecía como films más emblemáticos, a los que se podría agregar El bebé de Rosemary. Maligno intenta hacer su aporte a este listado y tiene unos cuantos elementos atractivos, aunque unas cuantas decisiones equivocadas terminan sepultándolos. Se podría decir que el film de Nicholas McCarthy está partido en dos, luchando constantemente contra sí mismo, en una batalla entre dos personalidades, como ese niño que es el centro del relato: una criatura con una inteligencia prodigiosa que poco a poco va exhibiendo conductas cada vez alarmantes, que indican que podría estar afectado por una entidad maligna. Lo mejor de la película, claramente, está en la primera mitad, y de hecho el arranque –que va estableciendo un montaje paralelo entre un nacimiento y una muerte- tiene un nivel de tensión cautivante. En los minutos posteriores, hay unas cuantas escenas donde el vínculo entre el niño y su madre (Taylor Schilling), inicialmente marcado por el afecto y la inocencia, adquiere matices cada vez más inquietantes. Cuando todo se trata de sembrar indicios, señales de alarma cada vez más fuertes, pero aun manteniendo una dosis de enigma en las acciones del niño, Maligno se maneja con simpleza y efectividad. Pero claro, ya entrada la segunda mitad, Maligno parece verse obligada a dar todas las explicaciones posibles y a tomar medidas tendientes a resolver de forma expeditiva todos los conflictos. Ahí es cuando la película comienza a tropezar, porque si el rol del padre del niño ya estaba un tanto desdibujado, luego queda como una mera pieza del guión; la madre toma unas cuantas decisiones inexplicables; cada acción o dato nuevo que surge se explica excesivamente, hasta caer en la redundancia; y los minutos finales acumulan vueltas de tuerca que ya son directamente inverosímiles. Por eso, los sustos, que primeramente estaban sustentados en la creación de climas opresivos y preguntas sin respuesta, luego solo se sostienen a partir de golpes de efecto. Se podría rescatar a Maligno por lo mostrado en los primeros minutos, caracterizados por la inteligencia para manejar los hilos de una historia que no dejaba de ser simple a pesar de sus matices. Sin embargo, los errores, manipulaciones y arbitrariedades de la segunda parte la llevan a un terreno mediocre, del cual nunca logra recuperarse.
“Maligno” tiene demasiados lugares comunes, apela demasiado al susto producto de amplificar el sonido o montar alguna imagen rápida. Hay un nene malo, muy malo, quizás poseído, y una mamá preocupada, muy preocupada porque el pibe se porta un poco peor que sus compañeritos de grado. Bueno, un poco mucho. En realidad la corriente “nene malo” en el cine de terror tiene su tradición y, por cierto, debería ser bastante perturbadora toda vez que la infancia es vista simbólicamente como el refugio de la inocencia. Dicho esto, “Maligno” tiene demasiados lugares comunes, apela demasiado al susto producto de amplificar el sonido o montar alguna imagen rápida, como para detenernos en el dilema de la madre respecto de si abrazar al pibe o darle el moquete que lo desposea de su huésped. En esa imposibilidad de elegir entre el drama, el melodrama de suspenso y el horror a lo sobrenatural y no expresado la película se disuelve. Una pena, porque el tema siempre es prometedor y no falta algún acierto en la puesta en escena.
La película es correcta y no pretende ser más de lo que puede. No será la mejor película de terror de todos los tiempos, pero para quienes disfrutan el género y tienen ganas de ver material nuevo, es una experiencia gratificante. Si hay un elemento que se ha utilizado hasta el hartazgo a la hora de contar historias de terror es la de la personificación de “el mal” dentro de objetos o seres vivos que no lo son tanto. Desde hoteles hasta bebés no nacidos, las películas de terror intentan una y otra vez provocar incomodidad, sustos y que por momentos no aguantemos ver lo que sucede en pantalla. Lastimosamente esa sensación cada vez es menos frecuente, las ganas de las productoras de establecer un producto rentable a futuro por sobre lo eficaz de las historias concretas y sencillas, ha producido un cambio en el producto y es por eso que cada vez las películas de terror son más o forman parte de una extensa franquicia y asustan menos, por no decir poco y nada. Hay escasas excepciones como la franquicia de El Conjuro, con James Wan a la cabeza, que si bien tienen un claro panorama para seguir expandiendo su universo terrorífico, sus películas siguen provocando que se nos escape algún suspiro intenso y saltemos de la butaca cuando la entidad maligna se presenta. Como una excepción a la regla llega a los cines Maligno (The Prodigy, 2019) la nueva película de Nicholas McCarthy, un director que viene apostando a un terror más convencional que lo que ofrece el mercado actual. La trama gira en torno a la familia Blume, compuesta por Sarah (Taylor Schilling), John (Peter Mooney) y su pequeño hijo Miles (Jackson Robert Scott), un jovencito que de buenas a primeras comienza a tener severos problemas de conducta tanto en su casa como en la escuela, al mismo tiempo varios acontecimientos extraños comienzan a suceder y es allí donde sus padres no encuentran explicaciones lógicas. Luego de que su madre lo mande a hacerse ver con varios psicólogos especializados en la crianza infantil, Sarah empezará a darse cuenta de que Miles podría estar teniendo un problema mucho más grave que el que ella piensa. Si bien la premisa no es para nada innovadora y la historia es bastante predecible, el buen trabajo en conjunto del director McCarthy y Jeff Buhler, guionista de la remake de Cementerio de Animales (Pet Sematary, 2019), terminan otorgando un material decente y para nada despreciable. Si bien el trama fluye por los lugares comunes de este tipo de historias, hay algunos giros más que interesantes y sobre todo valorables, que producen una empatía total con los personajes. A pesar de que el guion no termina de ser 100% solido, sobre todo por los diálogos, la mayoría de los caminos y decisiones que se toman son acertadas. El desarrollo de los personajes es el correcto y sus interpretaciones van de la mano con ese gran trabajo, sobretodo el del joven Jackson Robert Scott (Georgie en It 2017) quien se pone la película al hombro y demuestra que ser protagonista no le pesa para nada. El joven brinda una interpretación escalofriante a pesar de su corta edad y se roba por completo la película. Otro miembro del elenco que cumple con su labor es la famosa y reconocida Taylor Schilling, quien después de saltar al estrellato por su papel en Orange Is the New Black (2013-actualidad) y algunos papeles menores en otras producciones, demuestra que está a la altura del papel protagónico. El resto del elenco cumple de manera correcta, sin nadie que sorprenda pero sin defraudar al mismo tiempo.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
Un filme de terror con algunas buenas ideas El largometraje, que hereda la tradición de clásicos como "La Profecía", tiene a un niño demoníaco como protagonista y muestra la lucha de una madre incrédula que debe enfrentar el peor de los horrores Sarah (Taylor Schilling) es una mamá amorosa, que haría cualquier cosa por proteger a su pequeño niño, Miles. Pero cuando este comienza a comportarse de manera perturbadora, la progenitora deberá optar entre lo que le dicta su instinto maternal y la necesidad de poner fin al oscuro proceder del chico. Esta película dirigida por Nicholas McCarthy, un realizador con algunas antecedentes interesantes dentro del género como la muy original El pacto, es claramente una producción de bajo presupuesto, sin grandes nombres en su elenco, pero con algunos recursos visuales muy logrados a base de una efectiva utilización de la luz y sobre todo las sombras, combinación que genera todo tipo de imágenes expresionistas que agudizan el impacto. Sin llegar al nivel artístico ni la profundidad de otras exponentes modernas como Suspiria o El legado del diablo, este filme podría funcionar más bien como un espejo de Chucky, con un disparador similar a aquella película de culto, solo que el alma diabólica en cuestión se aloja en el cuerpo de un bebé en lugar de un inerte muñeco. Claro que así como la película de Tom Holland escondía bajo su festín gore una metáfora del poder de la publicidad en los espectadores más vulnerables; esta funciona como una parodia a los padres permisivos, aquellos que deciden dejar que sus hijos hagan lo que sea porque son chicos. El pequeño monstruo (gran trabajo de Jackson Robert Scott) juega algunas inquietantes escenas, momentos que dejarían al anticristo Demian con la boca abierta. De hecho, las secuencias más efectivas, justamente, son las que podríamos denominar como "políticamente incorrectas", aquellas en las que se pone de manifiesto que infancia no es sinónimo de inocencia o bondad. Allá donde la psicología infantil no funciona, el guion le abre la puerta a la explicación paranormal, para de esta manera buscar una justificación que termine de atar los cabos sueltos (que no son muchos ni muy impredecibles), pero que sirven para que la trama llegue a buen puerto. Aunque por momentos no puede dejar de caer en el cliché, el balance final la coloca sobre la media de las recurrentes historias de posesiones y entes diabólicos. Sin muchos sobresaltos, está claro que no quedará en la historia del cine, ni engrosara las listas de lo mejor del género, pero en épocas de pocas ideas frescas, Maligno logra paradójicamente un resultado benigno.
Se estrenó Maligno (The Prodigy) de Nicholas McCarthy, nueva película de suspenso/terror que da una pequeña vuelta de tuerca al concepto de posesión. Maligno comienza con dos historias paralelas. Por un lado una mujer escapa de un asesino que es abatido por la policía. Al mismo tiempo, Sarah Blume (Taylor Schilling) esta dando a luz a Miles (Jackson Robert Scott). Los años pasan y tanto Sarah como su marido John (Peter Mooney) se percatan de que el niño tiene una inteligencia superior a lo normal. Por esto deciden mandarlo a un colegio para dotados. El niño crece y a la edad de ocho años comienzan a suceder extraños sucesos que alarman a los padres. Un carácter violento empieza a emerger en Miles y su madre acude a un especialista que le dice que su hijo puede que tenga dos entidades viviendo en él: la suya y la reencarnación del asesino. Con tantas películas de niños poseídos la premisa no era muy novedosa pero, desde el punto de vista del marketing publicitario, el director Nicholas McCarthy dijo que tuvo que reeditar partes de Maligno porque en un screening de la misma el público no paraba de gritar de miedo. Con semejantes declaraciones la expectativa del espectador termina siendo muy alta para conformar. La historia del asesino reencarnado ya la vimos en Chucky y tanto la inocencia del muñeco como la del joven Miles son suficientes para engañar a los demás protagonistas. Pero el espectador ya está diestro en el cine de terror y más de uno pensará a medida de que avance la historia ¿cómo puede ser que este chico se salga con la suya habiendo tantas pruebas y testigos en su contra? Con respecto al terror -salvo que las escenas cortadas fueran realmente perturbadoras-, el film cumple pero no innova en su dosis de algunos sustos repentinos. El joven Jackson Robert Scott hace un muy bien papel como niño traumado (algo que ya había logrado como Georgie en la película It: Eso).