Si tuvieron la oportunidad de disfrutar en tiempo y forma Pitch Perfect en cines, son afortunados. En su paso por México tuvo pocas salas y apenas un par de semanas de exhibición. Y a pesar de eso, ha logrado un estatus de culto (especialmente la interpretación de Anna Kendrick de "cups", que fue viral), y tiene su base de seguidores que hablan de lo entretenido y lo genial que fue el filme a pesar de que a nivel especialistas no haya tenido la misma aceptación. Por ello, cuando anunciaban la segunda parte para este año, la hemos esperado con muchas ansias... solo para encontrarnos con una enorme decepción. Todo lo divertido, entretenido y musical que nos ha encantado, está completamente perdido. La música, las coreografías y la historia, que no pasa del típico cliché de las segundas partes: el ganador (en este caso, el equipo ganador), va a un nuevo concurso, con un nuevo y difícil rival, y en el camino tienen problemas que deben resolver para poder triunfar. Y aunque los clichés pueden ser buenos si los saben manejar, en este caso, se nota la inexperiencia de Elizabeth Banks, y lo único que tenemos son un montón de historias metidas a la fuerza, en donde perdemos la verdadera esencia de las Bellas. Más allá de crecer y/o madurar como parte natural de la vida, los secundarios son totalmente omitidos y los principales nunca nos importan. No sentimos la misma empatía, no nos emocionamos, no reímos y mucho menos nos alegra la música presentada. La escena más rescatable es una mala copia del riff-off de improvisación, con los Green Bay Packers, y el montaje en el campamento de verano. Por lo demás, ni siquiera le momento "emotivo" durante el mundial de acapella, ni mucho menos Das Sound Machine que pintaba amenazante y que termina siendo una mala presentación llena de luces, logra salvar de una terrible decepción para los fans que esperábamos con muchas ganas este filme. Pitch Perfect 2 termina siendo esa segunda parte que hubieras deseado nunca se hiciera.
¿Una redención trash? El musical, como otros géneros cinematográficos, ha experimentado en los últimos años constantes desniveles, en un rango que puede abarcar propuestas anodinas como En el Bosque (Into the Woods, 2014), opus majestuosos símil Los Miserables (Les Misérables, 2012) y joyitas en la línea de Jersey Boys (2014). La vertiente adolescente siempre resultó muy redituable en lo que respecta a la taquilla, prueba de ello fue la simplona Ritmo Perfecto (Pitch Perfect, 2012), una suerte de producto híbrido que tomaba la estructura de Fama (Fame, 1980), el repertorio de los reality shows del rubro como American Idol y la típica sandez de los exploitation de la Disney, en sintonía con High School Musical (2006). Por supuesto que el segundo eslabón no cae muy lejos del primero pero, sin llegar a ser una maravilla ni nada parecido, por lo menos supera mínimamente lo hecho en el pasado a través de una jugada de lo más curiosa, en especial tratándose de una película destinada a los imberbes y sus tristes equivalentes de la fauna adulta: en vez de tomarse tan en serio a sí misma con diatribas huecas orientadas al autodescubrimiento y el mercado competitivo, ese que tanto obsesiona a los estadounidenses, Más Notas Perfectas (Pitch Perfect 2, 2015) decide intensificar el componente trash que ya estaba presente en la original, aunque ahora sin ningún tipo de tapujo en pos de profundizar el ridículo y la dimensión cómica del film. La trama continúa siendo la misma y se centra en las Bellas, un grupo femenino de canto a capela de la Universidad de Barden, no obstante hoy cambia el catalizador de esta fábula de restitución del estatus público: si antes la historia comenzaba con un certamen arruinado por el vómito on stage de una de las señoritas, en esta oportunidad tenemos una simpática exhibición de vagina por parte de Fat Amy (Rebel Wilson, quizás la única verdadera revelación de la primera entrada), lo que -desde ya- deriva en una crisis interna y nuevas tribulaciones de distinto calibre. Aquí la comedia ligera le gana decididamente al drama bobalicón y hasta consigue despertar alguna que otra sonrisa, gracias a latiguillos absurdos. Sin embargo, lamentablemente este recambio hacia el caos está administrado de manera precaria por la guionista Kay Cannon y la directora debutante Elizabeth Banks, un dúo que combina a los tumbos tres líneas narrativas, léase el ingreso de una nueva integrante a las Bellas, el trabajo de pasante de Beca (Anna Kendrick), con vistas a acercarse a su sueño de convertirse en productora, y la competencia con Das Sound Machine, un colectivo alemán favorito en el concurso internacional a capela. En lo referido a las canciones, seguimos presos de ese pop berreta descafeinado que caracteriza a buena parte de la industria cultural, circunstancia que mantiene a la obra en la comarca de la mediocridad pasatista…
¿Perfectas según quién? La actriz Elizabeth Banks toma el timón de este híbrido insulso llamado Ritmo Perfecto, película destinada al público teenager, ávido consumidor de música pop, que ya tuviera su primera aparición dejando en claro que muchas veces apostar al cinismo para lavar la mediocridad no es un buen negocio en el cine mainstream. La premisa de la primera entrega de esta mezcla de musical Disney -anabolizado con High School Musical- y Fama tomaba como punto de partida el derrotero de un grupo de chicas, estudiantes de secundario, cuya pasión por la música a capela las unía y además dejaba que expresaran su personalidad en el canto, a pesar de los estereotipos de la cultura norteamericana. Ellas representan ese tipo de chica freak, es decir, la obesa, la asiática, la latina y todo aquello que escape a la media entre la popularidad y la marginalidad. Estereotipos a granel, mezclados con chistes fáciles y mucha, pero mucha música pop en covers, sonaban durante todo el largometraje. Con coreografías incluidas y una performance de Anna Kendrick, arregladora de los temas que el grupo de Las Bellas entregaba a la concurrida audiencia. Pensar en una secuela era prácticamente un hecho y no tardó en confirmarse este nuevo disparate con Más notas perfectas (2015). En esta ocasión, incorporando una nueva voz Hailee Steinfeld, además de plantear en la trama el tránsito hacia la adultez, porque las vocalistas están por recibirse y deben afrontar su futuro ya como adultas a las que el canto sólo las hermana en ese espacio, que dejarán de compartir. Elizabeth Banks como directora debutante deja bastante que desear, aunque su personaje junto al siempre eficiente John Michael Higgins, como comentadores de lujo, aportan lo mejor del film. El resto es más de lo mismo, pero esta vez con la incorporación de un certamen mundial de canto a capela en Dinamarca, donde Las Bellas buscarán la redención y así vencer al grupo Das Sound Machine, unos alemanes sensación por sus shows y parafernalia en el escenario. Más notas perfectas (2015) seguramente sea bien recibida por aquellos fans de la franquicia, respetada por el público adolecente seguidor de toda cantante pop de turno y vilipendiada por quienes, a la cuarta canción, el quinto cover y el sexto chiste malo abran bien los ojos para encontrar la salida, del cine por supuesto.
Más notas perfectas es recomendada especialmente para todos aquellos que gustan de ver en pantalla grande atractivos cuadros musicales sin importarles la calidad del guión o lo que hay para contar. Gran parte de los personajes femeninos se expresan de una manera que parecen de una edad mental mucho menor de...
Sin frescura Las chicas crecieron. Y con ese crecimiento también hay que comprender que en Más notas perfectas (Pitch Perfect 2, 2015), de Elizabeth Banks, toda la frescura de la primera entrega y la sorpresa se ha perdido. Si bien el guión de esta entrega, decide incorporar nuevos tópicos para profundizar en algunos personajes, la idea principal, la de competencia, está presente. Pero es en la industrialización del producto, en su reiteración, y principalmente en la comparación con su predecesora es en donde Más notas perfectas sale perdiendo. Ritmo perfecto (Pitch Perfect, 2013) se proponía como un film de relectura de aquellas sagas estudiantiles en donde un grupo de jóvenes se esforzaba, en equipo, por alcanzar un objetivo. El canto a capela como excusa para hablar de muchas otras cosas, fundándose sobre estereotipos que hacían al verosímil del film algo mucho más sólido. En esta oportunidad las “Bellas de Barden” (así es el nombre del conjunto) se encontrarán frente a una disyuntiva, luego de que ante un hecho fortuito sean expulsadas de la gira en la que participaban y por ende de todas las competencias nacionales. Ahora el grupo deberá encontrar una manera de continuar unido y buscar nuevos objetivos comunes. Tomando conocimiento sobre una competencia internacional, las “bellas” deciden una vez más tratar de encontrar la nota perfecta que las lleve a la supremacía del canto a capela, pero en el camino no sólo deberán competir con un ensamble alemán (Das Sound Machine) sino principalmente con ellas mismas, porque las mentiras y los secretos comenzarán a circular entre el equipo, quienes ya vislumbran la finalización de la universidad y las nuevas metas y desafíos personales como algo cercano. Más notas perfectas posee una estructura mucho más convencional que la primera parte, y asume muchas cuestiones narrativas que terminan resintiendo su trama. La música no sorprende, justamente porque en lo elaborado de las puestas el mecanismo de producción casi perfecto anula la espontaneidad del canto a capela. Hay humor corrosivo, escatológico, incorrección política, y música, pero todo huele a fórmula probada que no propone nada nuevo. Más notas perfectas desnuda como el afán de la industria por intentar aprovecharse de un éxito no siempre termina siendo sinónimo de calidad y buen entretenimiento.
Una secuela desafinada y sin gracia La historia repite situaciones del film anterior y mantiene los estereotipos de los personajes que ahora intentan ingresar en su etapa adulta, en medio de gags que no dan en el blanco. Tres años después de Ritmo perfecto llega Más notas perfectas, la secuela del éxito juvenil que aprovecha el clima musical de productos tipo Fama y High School Musical y enhebra una tibia historia que coloca a la superación y la concreción de los sueños en primer plano. A partir de un repertorio de temas populares, covers y ritmo pop, esta continuación lleva la firma de Elizabeth Banks, quien también se reserva un papel como comentarista de la competencia internacional de canto "a capella" del que forman parte las Bellas de Barden. Esta continuación sigue a las vocalistas que desean limpiar el buen nombre de la universidad después del papelón que podría dejarlas fuera de carrera. Beca -Anna Kendrick- consigue trabajo para convertirse en productora y también llega -prueba mediante- una nueva compañera -Hailee Steinfeld- a las Bellas de Barden. El próximo paso es un viaje para concursar en Copenague, donde enfrentarán al aplaudido grupo alemán Das Sound Machine. Y no hay mucho más que eso. Con guión de Kay Cannon, la historia repite tips del film anterior y mantiene los estereotipos de los personajes que ahora intentan ingresar en su etapa adulta, en medio de gags que no dan en el blanco -Fat Amy, la chica entrada en kilos queda colgada de una tela en pleno escenario y termina exhibiendo sus partes íntimas al mismísimo presidente de los Estados Unidos-. Entre un campamento con carpa compartida entre las diez integrantes, un romance impensado y un final deslucido donde ni siquiera la música levanta el nivel de la historia, se destaca Rebel Wilson como la gordita simpática e irreverente del grupo que sigue con las bromas estudiantiles y no encuentra su propio crecimiento dentro de la película. En definitiva, el inicio cantado sobre el logo de Universal es lo más rescatable del film.
Una comedia desafinada La secuela del sorprendente film de 2012 muta el espíritu deforme y anárquico por otro mucho más gastado. Estrenada aquí casi en silencio y varios meses después que en Estados Unidos, Ritmo perfecto fue una más que agradable sorpresa, un musical deforme y anárquico que subvertía los códigos de las comedias estudiantes a fuerza incorrección y sorpresa. Su secuela, en cambio, luce gastada y dedicada a replicar los mecanismos su predecesora en lugar de expandirlos. Más notas perfectas comienza con las Barden Bellas ya consagradas como el mejor grupo de canto a capella de Estados Unidos y rumbo al mundial, donde deberán enfrentarse a una poderosa escuadra alemana. El problema es que las cosas no están del todo bien entre ellas, por lo que parten a una suerte de retiro espiritual para tratar de limar rispideces. El debut en la dirección de largometrajes de la actriz Elizabeth Banks –ya había dirigido uno de los cortos del film colectivo Proyecto 43– es mucho menos chispeante que la anterior. Banks carece del pulso que exhibe en sus papeles (incluso en este mismo film, donde interpreta a la comentarista de las competencias) demorando el remate de los chistes y estirando situaciones que antes funcionaban como disparador cómico (los enfrentamientos cantados, la estupidez de las chicas). Así, hay poco de perfecto en estas notas. Son, más bien, puramente desafinadas.
Tras el éxito de la primera parte de esta comedia musical, la secuela se convirtió en una prioridad para su estudio y, dos años y medio después, el estreno de PITCH PERFECT 2 en los Estados Unidos fue un verdadero suceso, triplicando la taquilla de la primera. De todos modos, aquí no sucedió lo mismo con la primera parte (que se estrenó muy tarde y no funcionó comercialmente), por lo cual que imagino que el estreno de la secuela se debe más a apostar por ver si se produce ese mismo milagro aquí. Es cierto que la película original fue generando un pequeño fenómeno de culto online y en formatos hogareños, pero sólo se verá si funciona o no una vez en salas. Como la mayoría de las secuelas, MAS NOTAS PERFECTAS (título que le pusieron aquí pese que a la primera se la llamó RITMO PERFECTO) es una versión más grande y descontrolada de la primera parte, tratando de aprovechar lo que funcionó en aquella –personajes, situaciones– pero con la dificultad de haber de algún modo perdido la originalidad del relato. Aquel filme trataba sobre Becca (Anna Kendrick), una chica un tanto díscola que quería ser productora musical y que terminaba integrando un grupo de pretenciosas cantantes de un grupo femenino “a capella” de una universidad, trayendo con ella una frescura y una actitud musical “políticamente correcta” con la que terminaban triunfando. Pitch-Perfect-2-Anna-Kendrick-Brittany-SnowCon este conflicto resuelto, la secuela se dispara hacia varios lados. Por un lado, las ahora consagradas Bellas (campeonas tres años seguidos) tienen un “accidente” en una actuación frente al presidente Obama, lo cual las hace perder títulos, privilegios, participación en competiciones y ganarse el ridículo en todo el país. Les queda una sola oportunidad: el Mundial de grupos “a capella”, que nunca ha sido ganado por los norteamericanos. “Porque nos odian, todos nos odian”, aseguran Gail y John, la dupla de comentaristas/organizadores de estos concursos que, interpretados por Elizabeth Banks (que dirigió la película) y John Michael Higgins, otorgan muchos de los momentos más graciosos del filme. Los favoritos allí son los mecanizados y perfectos alemanes de Das Sound Machine. Hay, además, una nueva integrante (encarnada por Hailee Steinfeld), cuya madre es una ex-Bella y que se integra al grupo sin del todo adaptarse a su estilo. A su manera, le sucede lo mismo que a Becca en el filme anterior: su sueño es ser una cantautora y componer, algo que no corre mucho ni es del todo muy bien visto en estos concursos de covers y mash-ups. Becca –que pasa a ser casi una más del combo protagónico– tiene sus propios asuntos cuando decide tomar una pasantía en el estudio de un productor musical, a escondidas de sus colegas. Y la que crece en protagonismo es Rebel Wilson, cuyo personaje “Fat Amy” la convirtió en la revelación del primer filme, una suerte de versión australiana y low key de Melissa McCarthy. Pitch-Perfect-2bLa película continúa con la serie de batallas musicales y románticas entre distintos grupos, con un repaso de los hits del momento (Pitbull, Icona Pop, Miley Cyrus, Muse, Taylor Swift, Beyonce, Nicki Minaj, más algunos clásicos del soul, hip hop y… de la música navideña) obviamente en sus versiones “a capella” y lo que pierde de la sorpresa original lo gana en un humor muy seco y concentrado que por momentos las protagonistas lanzan como si tal cosa, con un timing de comedia impecable que se concentra mucho en el pequeño comentario lateral, la observación curiosa e instantánea, para las que Kendrick y Wilson son perfectas, al igual que algunas de las “Bellas” secundarias, como la asiática y la latina, que se toman en solfa los clichés culturales que existen sobre ellas. La incorrección política de una película que es, finalmente, casi un canto a la corrección política es la que termina permitiendo ese curioso doble standard. La película nunca es más que la suma de sus partes, pero esas partes son lo suficientemente graciosas, simpáticas y satisfactorias como para que la endeblez narrativa del conjunto nunca termine de afectarla. Un buen porcentaje de las bromas y de los números musicales funcionan y eso ya es suficiente como para que el producto se sostenga. No generará la misma sorpresa que la original (o la curiosa belleza de ese juego musical con vasos que Kendrick popularizó en el filme original y luego en un videoclip, al que ahora recrean en otra versión), pero alcanza su cometido como entretenimiento. Veremos si el público responde en las salas o si la “nueva comedia americana” sigue siendo aquí un fenómeno de culto…
Hace tres años se estrenaba Pitch Perfect (conocida aquí como Ritmo Perfecto) y pasó sin pena ni gloria por la cartelera local. Tal como dije en ese momento: se trata de una comedia musical irreverente y políticamente incorrecta, algo así como el lado trash de la serie Glee. Esto le puede gustar a muchos y a otros no tanto. Es para un público determinado. La secuela que se estrena en Argentina cuatro meses más tarde (al igual que su predecesora) llega consagrada en taquilla y críticas pero sin tanto hype (alborotO) por parte del público como la entrega original. Aún así ya se confirmó una tercera parte para el 21 de julio de 2017 con la vuelta de todo el cast. En esta oportunidad la talentosa Elizabeth Banks se sienta por primera vez en la silla de directora (para largometraje, hizo cortos ANTES) y si bien no decepciona hay que señalar que la calidad decae un poco en comparación. Lo mismo sucede con el humor y la escatología, cosa que le daba identidad antes. Ahora está muy disminuido. El elenco está bien y otra vez Anna Kendrick y Rebel Wilson hacen alardes de sus habilidades en canto y comedia, pero se extraña a Anna Camp, quien aquí solo tiene una participación. Y la dupla Elizabeth Banks / John Michael Higgins está bien pero se la nota un tanto gastada y con menos chispa. Pese a los achaques, Más notas perfectas se disfruta bastante y resultará una buena película para los que gustan del género aunque sea inferior a la original. Esperemos que para la tercera parte mejoren otra vez.
Más de lo mismo. La primera tuvo éxito, sorprendió, se hace la secuela, que ya no sorprende aunque repite la apuesta y pone al grupo freak en competencia mundial después de hacer el ridículo frente al presidente Obama. Si le gustó la primera, ésta es su peli, sólo más lujosa.
Un refrito que suena muy desafinado El cambio de los títulos originales para los lanzamientos locales es una (mala) costumbre de las distribuidoras tan vieja como el cine mismo, pero el caso de Pitch Perfect y su secuela, estrenadas aquí como Ritmo perfecto y Más notas perfectas, respectivamente, es cuanto menos curioso, ya que la elección de los términos musicales favorecen la evaluación de sus contenidos. El film de 2012 exhibía, como todo buen ritmo, un ajuste finísimo y premeditado, una armonía generalizada que convertía a ese musical deforme en algo distinto y superior a la sumatoria de sus partes, todas ellas de por sí nobles y buenas. El de 2015, en cambio, tiene algunos chispazos de talento y una serie de chistes que funcionan –si es que lo hacen– sólo cuando se los piensa extrapolados de su contexto, casi como uno de esos solos de guitarra pensados únicamente para el lucimiento del músico de turno.Ritmo perfecto comenzaba con una competencia de canto en la que los Treblemakers se imponían frente a las chicas de Barden Bellas, cuya líder terminaba vomitando a la platea en primer plano, con salpicaduras a la pantalla incluidas. El inicio de Más notas perfectas también tiene a un imponderable como disparador. Surge cuando un desajuste en la coreografía deja en bolas a Fat Amy (Rebel Wilson, cada día más cerca de convertirse en la reversión genérica de Jonah Hill), escena que rápidamente se viraliza en Internet. Pedirle explicitud implicaría desconocer los límites del mainstream norteamericano, pero las imágenes parcialmente blureadas eliminan cualquier atisbo de comicidad, operando además como síntoma de un film más preocupado por replicar la estructura previa y todas sus particularidades internas antes que por ensayar un intento de expansión. Así, ya desde su misma premisa (el grupo de a capella en un mundial de la disciplina) todo huele a refrito. ¿Que no había materia prima para una secuela? ¿Que no es posible contar lo mismo dos veces? Ver los extraordinarios ocho capítulos de Wet Hot American Summer, spin off del film homónimo de 2001, para entender que un universo aparentemente clausurado puede abrirse a fuerza de inventiva, imaginación e ideas.No es casual la referencia a la serie creada por David Wain. Disponible en Netflix desde la semana pasada, ella agrupa a varios de los actores y actrices emblemáticos de la segunda ola de la Nueva Comedia Americana, entre ellas Elizabeth Banks, quien en Más notas perfectas debuta en la dirección de largometrajes después de haber estado al mando de uno de los cortos del film colectivo Proyecto 43. La señorita supo hacer del timing y la conciencia del disparate sus estandartes interpretativos, pero detrás de cámara exhibe una tendencia a lo chicloso, mostrándose incapaz de soltar a sus personajes cuando los remates humorísticos lo requerían, como si no supiera manejar la narrativa fragmentada y paródica demarcada por el film anterior. Que no tendría la perfección anunciada en su título, pero que definitivamente sonaba mejor que esta película desafinada.
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MAS NOTAS PERFECTAS, es la secuela de la comedia de culto PITCH PERFECT y vuelve a presentarnos a las Bellas, un grupo musical universitario que en esta oportunidad deberá competir en un concurso internacional de canto a cápela. La realidad es que esta segunda parte repite la fórmula de la original, una comedia con momentos escatologicos, números musicales de dudoso gusto, y un argumento carente de interés y originalidad. A la actriz ELIZABETH BANKS le queda grande la silla de director, su puesta en escena de telefilme barato, no ayuda a redondear un largometraje pobre en casi todos sus rubros técnicos. Ni la sucesión de cobers del pop mas kitsch logra salvar una cinta, que a diferencia de su título, esta muy lejos de ser Perfecta.
Guerra de canciones En Estados Unidos se llaman Pitch Perfect y Pitch Perfect 2, se estrenaron en septiembre de 2012 y en mayo de 2015, respectivamente, y fueron dos tremendos hits de taquilla, y ya está anunciada la tercera parte. Aquí la primera se conoció como Ritmo perfecto, se estrenó recién en junio de 2013 y no obtuvo ni la sombra del éxito estadounidense. Quizá por eso esta segunda parte no lleva el 2 en el título local, sino que se llama Más notas perfectas. Habrá que ver cómo le va a esta nueva entrega de Pitch Perfect en la Argentina, pero a diferencia del caso de éxito Minions, aquí no estamos frente a una mera explotación de una marca, sino de un reprocesamiento cabalmente popular y pop del musical, de la película de competencia y del film universitario con centro en las chicas. Esta segunda parte es aún más una película de competencia: es mundial y ya no nacional. Y es, todavía con mayor intensidad, una película protagonizada por chicas. Las Bellas, el colectivo femenino protagonista de esta película, es un grupo universitario de a capela. Las performances a capela, para quien no haya visto esta disciplina en este nivel, quizá pueda sonar a poco. Pero no, se trata de un espectáculo de una variedad y potencia destacables, con asombrosos mashups de canciones. En esta secuela, las Bellas ya han ganado tres campeonatos nacionales universitarios seguidos, y ofrecen una performance para el cumpleaños de Barack Obama, pero algo sale mal y son degradadas. Para recuperarse deberán participar de la competencia mundial, en la que el dominio lo ostentan los temibles y perfectos alemanes Das Sound Machine. La directora de esta segunda entrega es la actriz Elizabeth Banks -desde Wet Hot American Summer, la película de 2001, una de las comediantes fundamentales de Hollywood-, que con su ópera prima logra mantener la energía y el pulso de la primera entrega. Hablar de energía no es menor: éstas son películas vibrantes. Más notas perfectas está organizada en un primer tercio en el que predomina la comicidad vibrante, luego una segunda parte de cierta calma narrativa, con mayor desarrollo de personajes y un final apoteósico. Cuando esta combinación se da con chistes que juegan con la corrección política desde ángulos contemporáneos, con timing mayormente acertado, con cariño por los personajes, con actrices en estado de gracia (notable la incorporación de Hailee Steinfeld a un elenco extraordinario), con coreografías provenientes del mejor profesionalismo y la tradición musical de una industria que la maneja desde hace décadas, se logra un combo de especial atractivo, ritmo y emoción.
Bellas forever. El regreso de las chicas y el debut de Elizabeth Banks como directora. Puro optimismo en la previa teniendo en cuenta el antecedente de Ritmo Perfecto, esa pequeña gran película, de corte clásico, que pasó desapercibida y fue totalmente subvalorada por aquí. Banks arranca fuerte y pone a Fat Amy (la estridente y genial Rebel Wilson) a cantar una canción de Miley Cyrus, colgada de unas telas en un teatro, junto a las otras Bellas, en una presentación ante el presidente Obama. A Fat Amy se le rompe el pantalón y les muestra sus partes al presidente y a la primera dama. Las Bellas son desacreditadas porque “Fat Amy le mostró la vagina a Obama”. La directora, en su ópera prima, nos marca la cancha y nos indica que no es partidaria de un cine medicado y adocenado. Sin embargo, las distancias entre Más Notas Perfectas y su predecesora son importantes. En la película inicial de la saga la narrativa era clásica: una estudiante nueva (Anna Kendrick) aparecía para modificar las estructuras de un grupo musical a capela de la Universidad de Bardem. En la película los personajes se transformaban, crecían, como en El Club de los Cinco (cita pilar del film); era un coming of age, una película de cambio, de construcción de un nuevo sonido para el grupo, y de representación clásica donde todo se ejecutaba con mucha pericia cinematográfica y conocimiento de los procedimientos del clasicismo. En Más Notas Perfectas, los personajes ya están aplomados, el grupo recorrió todo el camino universitario, siendo tres veces campeón, y el desafío es presentarse en el campeonato mundial de “a capela”, donde deben competir con el campeón de Europa, unos alemanes que ocuparon el lugar de las Bellas en las giras locales ante la exclusión que sufrieron por la Organización A Capela. Si bien la química entre las Bellas aún está intacta, los chistes tienen gracia y Banks no tiene temor en recurrir a burlarse con one liners machistas y misóginos muy precisos, el conflicto que se presenta sobre cómo dar el paso posterior a finalizar la universidad es un poco difuso y débil, y hasta sobreexplicado. La subtrama de Kendrick y el lanzamiento de su carrera como productora es un bálsamo que usa la directora para demoler el submundo de la producción musical con un productor subnormal, casi un dibujo animado que dispara precisos momentos de comedia. La película también juega con el legado de las Bellas, el final de una época para el grupo y el comienzo de otra. Emily es el papel que interpreta la hermosa Hailee Steinfeld, una Bella por derecho adquirido, ya que su madre lo fue y en la representación final aparecen todas juntas, cantando y bailando en el mundial. Las Bellas siguen sonando bien, siguen teniendo gracia, aún incluso cantando las canciones pop más espantosas. Banks logró que la comedia funcione y le dio un futuro a la franquicia. Que las Bellas sigan rockeando.
Tres años después del lanzamiento de Ritmo Perfecto (Pitch Perfect) llega su secuela Más Notas Perfectas (Pitch Perfect 2), en la que Elizabeth Banks (co-protagonista en la primera entrega) hace su debut como directora en largometrajes. ¿Estará a la altura de la primera película? Tres años después Han pasado tres años desde que las Bellas de Barden ganaron la competencia nacional de canto a capella, y en ese tiempo se han consagrado tres veces como campeonas. Todo comienza con la presentación de las Bellas en un evento que cuenta con la presencia del presidente de los Estados Unidos. Por desgracia, un vergonzoso accidente de una de las muchachas arruina por completo la presentación. Este accidente es difundido por todos los medios de comunicación y es motivo de escándalo a nivel nacional. Las Bellas son la vergüenza del país y quedan descalificadas de la liga nacional. Su única chance de redimirse es ganar el Campeonato Internacional, contienda que nunca fue ganada por un grupo estadounidense y que tiene entre sus competidores al temible y talentosísimo grupo alemán Das Sound Machine. Las Bellas, ahora lideradas por Chloe (Brittany Snow) y Beca (Anna Kendrick) deberán innovar y volver a superarse a sí mismas para tener una mínima chance de ganar la competencia. Pero no todo es canto a capella en la vida, las jóvenes están a punto de graduarse de la universidad y deben decidir cómo seguir con sus carreras. Más notas perfectas La estructura es muy similar a la de Ritmo Perfecto (¿la Bring it on de esta década? Yo creo que sí). La película comienza con una presentación de las Bellas que termina en desastre, lo cual genera una crisis en el grupo que deben superar y tienen un rival talentoso y amado por el público, y para ganarle, deben innovar con su propuesta. En cuanto a resultados, algunos elementos se mantienen igual que en la primera entrega. Tanto la gorda Amy como la dupla John Michael Higgins - Elizabeth Banks son responsables de los mejores momentos de comedia de la película. Igualmente, Anna Kendrick y el resto de las Bellas también hacen lo suyo. Además, se mantiene el tono de comedia de la 1, es solemne como ciertos musicales y cuando parece que una escena se vuelve muy melosa, un pase de comedia la saca de ese lugar. La película encuentra sus mejores momentos musicales en la batalla de improvisación (no podía faltar este tipo de competencia en la película) y en el final, en el que las Bellas terminan sorprendiéndonos. Esta segunda entrega mantiene ese amor por la música pop que se nota en la primera. Conclusión Más notas perfectas no está a la altura de su antecesora, la genial Ritmo Perfecto, pero aún así cumple con lo que promete. Música, baile, canciones pop y competencia, todo en tono de comedia. No deja de ser una película disfrutable y entretenida para quienes apreciamos la primera película. Si no les gustó Ritmo Perfecto, no se acerquen a esta secuela porque no les ofrece nada que les pueda interesar.
Pitch Perfect fue la respuesta milenial a ese ya clásico placer culpable que es Bring It On. Cambiando los componentes pero cuidando de cerca la fórmula, se reemplazó un grupo de porristas por uno de canto a cappella y el resto es historia. Tras tomar por sorpresa al mundo, la secuela no se hizo esperar, y acá estamos. Pitch Perfect 2 vuelve el foco a las Bellas de Barden, tres años después de lograr lo imposible y conquistar un título tras otro. Luego de quedar en ridículo frente a toda la nación y perder el prestigio que consiguieron de la noche a la mañana, el plan para recuperar el favor del publico es simple: ganar el campeonato internacional de a cappella. Su viaje no será fácil, ya que como enemigo tienen al infalible grupo alemán Das Sound Machine, una máquina imparable como bien lo anuncia su nombre. Las apuestas suenan mucho más grandes que las de la primera parte, pero lo más sorprendente es que la secuela la juega de grandiosa, pero tiene el mismo corazón que ya había demostrado antes. Es más una continuación orgánica, una Parte Dos, que una secuela hecha y derecha. No hace falta mucho para recapturar la atención de lo que hizo a la primera una experiencia tan emocionante y adrenalínica. Las chicas vuelven todas, con más canciones y artilugios vocales para deleite de la platea, aunque un poco cambiadas también. Hay un costado bastante humano en ellas, sobre todo en el mirar hacia el futuro y decidir que harán de sus vidas fuera de la universidad. Hay un pequeño conflicto alrededor de estas decisiones, pero poco a poco se van solucionando, a la vez que la novata Emily de Hailee Steinfeld es introducida al grupo, un poco como elemento nuevo y otro poco para pasar la antorcha a una nueva generación, ya que ni Anna Kendrick ni Britanny Snow se podrán quedar para siempre de una manera fluída desde la trama. Rebel Wilson vuelve a hacer de las suyas con su Fat Amy, la silenciosa Lilly de Hana Mae Lee vuelve con energías recargadas y mas letal que nunca con sus callados comentarios, y la dupla de enemigos de Birgitte Hjort Sørensen y Flula Borg tienen suficiente pasta para enfrentarse a nuestras tan queridas Bellas. Elizabeth Banks debuta como directora de largometrajes y su futuro no podría ser más auspicioso, con una dirección dinámica y sin frenos, que hace que las casi dos horas de película fluyan constantemente. Junto con la guionista Kay Cannon incluso se dan el lujo de darle un codazo chiquito a una industria que se empeña en copiar sin hacer nada original, y hasta antagoniza a todo aquel que quiera hacer algo original, Dios lo prohíba. Ese comentario es un arma de doble filo, ya que estamos frente a una segunda parte que, debido a su éxito rotundo, tendrá una tercera entrega en 2017. No todo es color de rosas igualmente, ya que hay subtramas que hacen aguas -el romance de Fat Amy y Bumper no va a ningún lado interesante, los chistes recurrentes pueden volverse cansinos, etc.- pero en general el aire lúdico se mantiene a toda costa. Con algunos altibajos pero con mucha energía, Pitch Perfect 2 es una maravillosa secuela que no decepciona, y que impone su visionado junto con la primera parte.
Competencia cada vez más televisiva Está diseñado para un público acostumbrado a distintas variaciones de competencias televisivas. El resto puede deprimirse. La estética es completamente televisiva, la música es la versión más pasteurizada de cualquier cosa cantada a capella, los chistes intentan ser picantes pero son tan obvios y repetitivos que a la tercera vez no logran arrancar ni media sonrisa. Sin embargo la fórmula funciona, de ahí que la exitosa primera "Pitch Perfect" (estrenada en nuestro país como "Ritmo perfecto") tenga ahora su segunda parte, que propone más o menos lo mismo que el film original, pero con un tono aún más ruidoso y, si eso fuera posible, estética aún más televisiva-colorinche. La película empieza con la agrupación de chicas universitarias de canciones "a capella", Las Bellas, haciendo un temible papelón en una actuación en vivo ante un público que incluye al mismísimo presidente Obama y su primera dama. El incidente ocasiona que la prensa especializada dedicada a los certámenes de este tipo insistan en que estas chicas cantan "por ser demasiado feas o gordas para ser porristas". Estos conceptos se repiten de manera no demasiado ingeniosa a lo largo de toda la historia, que le da a las chicas lideradas por la gordita Rebel Wilson (que actúa muy bien, y obviamente tiene los chistes más pasables, ya por su physique du rol) la oportunidad de redimirse y dejar de ser losers en una competencia internacional donde tienen como principal rival a un equipo de jóvenes alemanes aún más insípidos que ellas. La productora del primer film, Elizabeth Banks, es ahora la directora de éste, diseñado a medida para un público cautivo acostumbrado a distintas variaciones de competencias televisivas con música pasada por agua, lo que convierte a la banda de sonido en una especie de sobredosis de canciones sin alma, aun cuando los principales temas están cabalmente armados desde un punto de vista técnico. Para el público desprevenido, el efecto puede llegar a ser muy deprimente.
Duro de rescatar Por innumerables razones era deseable que Más notas perfectas fuera, sino excelente, al menos una muy buena película. Es la secuela de una comedia brillante como Ritmo perfecto; está protagonizada por la buena de Anna Kendrick y las interesantes Rebel Wilson y Brittany Snow entre otras, además de incorporar a la protagonista de la Temple de acero de los hermanos Ethan y Joel Cohen, Hailee Steinfeld; también tiene inmejorables actores de reparto como John Michael Higgins y Elizabeth Banks, quien además dirige. Pero claramente la lógica de la acumulación no garantiza calidad cinematográfica, y los nombres admirables involucrados en Más notas perfectas no logran que la película se acerque ni un poco a la perfección de la primera parte. FAT AMY Ya desde la introducción podemos empezar a desconfiar un poco del criterio de Elizabeth Banks como realizadora. La secuencia tiene su gracia y funciona como disparador, aunque ya podemos sospechar algo del desgaste que veremos más adelante, sobre todo con el personaje de Rebel Wilson (Fat Amy) que es una de las fallas más notorias de Más notas perfectas. Aclaremos que la mejor actriz con sobrepeso de la historia es Melissa McCarthy, quien ha encontrado su mejor versión trabajando con el director Paul Feig (Damas en guerra; Chicas armadas y peligrosas; Spy, una espía despistada). En sus personajes, McCarthy suele hacer hincapié y subrayar aquellos aspectos personales que no tienen que ver con su sobrepeso. Quienes hemos sido gordos toda la vida sabemos que cuando las personas notan que uno tiene sobrepeso parecen olvidar que uno sigue siendo una persona. Para ilustrarnos mejor al respecto está aquel ambiguo y glorioso capitulo de Los Simpson donde Homero quiere engordar para trabajar en su casa. En cambio, el personaje de Rebel Wilson trabaja el otro aspecto de la cuestión, nos espeta en la cara que es gorda y que, al menos en apariencia, no le importa. Hay cierto cinismo, pero nunca se explicita un conflicto. Y luego cuando hay que hacer chistes, se apela principalmente a lo más grotesco de su apariencia y más ridículo de su personalidad. ¿Qué hace Fat Amy? ¿Se defiende o enfrenta al mundo? Por momentos tan sólo parece un bufón. DE NUEVO RITMO PERFECTO PERO MAL Esencialmente, Más notas perfectas es una secuela clásica, es decir, suma elementos pero sigue siendo la misma trama que su antecesora. Por lo tanto, las protagonistas se enfrentan de nuevo a un concurso de canto a capella, lo cual es una excusa para contar nuevamente los desafíos de crecer y enfrentarse a la vida adulta. A medida que la directora va encontrando los gags que funcionan con cada personaje, luego se limita a repetirlos. Hay una cantidad de subtramas acumuladas que deshilachan el conjunto ya que no coordinan demasiado bien, y tampoco están bien resueltas. Sorprende incluso lo apurado y poco resuelto del final. Banks no logra que nos interesen nuevamente los destinos de los personajes de Kendrick y Snow, y mucho menos el de Steinfield. Además, me informan que el final se resuelve igual que el final de un capítulo de Glee, señal de que tengo que dejar de escribir sobre esta película que se termina pareciendo al Boca de Arrubarrena, que cuanto más se lo analiza, más fallas tiene.
No hay dos sin tres. ¿Quién maneja el mundo? La pregunta surge desde una de las tantas canciones que podemos escuchar en la esperada Más Notas Perfectas, y la respuesta está clara: las mujeres. Si bien la primera entrega, de lo que parece ir camino a convertirse en una franquicia a futuro (ya se habla de la tercera parte), no tuvo el éxito esperando en nuestro país, queda claro que en esta ocasión las chicas vuelven con todo y dispuestas a ganarse al público que no pudieron ganarse la primera vez. Las Bellas, un grupo femenino de cantantes a capela, quien ha resultado victorioso en las últimas competencias, se enfrenta a diversos contratiempos, algunos típicos de la edad, otros no tanto: convengamos que no todos los días alguien se queda colgando de una soga mostrando sus partes al presidente de la nación. Así comienza la trama, Fat Amy (Rebel Wilson) da la nota, quedando expuesta en un festejo de cumpleaños de nada más ni nada menos que Barack Obama, siendo todo el grupo desterrado de las competencias, giras y festivales, quedándoles como única opción para recuperar la gloria musical ganar el campeonato mundial de canto a capela. Allí se enfrentarán con Das Sound Machine, un grupo de chicos alemanes, demasiado esterotipados y llevados al extremo (de todas formas, no molestan en el argumento gracias al humor subliminar en cada diálogo entre ellos y las Bellas). En paralelo se cuentan dos historias más. Beca (Anna Kendrick), quien parece ser la única a la que le preocupa su vida fuera de la universidad, comienza una pasantía en un estudio de producción musical: posiblemente esta historia sea la que menos funcione, aunque sirve para darle más protagonismo al genial personaje de Fat Amy, lo cual alcanza para compensar. La tercera línea argumental trata sobre la incorporación de una nueva Bella, “la heredera” (Hailee Steinfeld), quien será la revelación y salvará no solo al grupo en la competencia, sino también a las otras dos historias que componen esta segunda parte de Ritmo Perfecto. Un punto a favor es la inclusión de más tiempo en pantalla para los personajes de los presentadores, una dupla genial donde los chistes de política, homosexualidad, racismo y misoginia están a la orden del día y funcionan perfecto. Siguen las canciones pop, se renuevan los covers con una canción original y el público agradecerá que haya llegado esta versión para posicionar de mejor manera a aquella primera película que algunos supimos disfrutar mucho más que otros, los cuales a su vez esperamos que el rumor de una tercera parte se haga realidad.
"Buscando la armonía" “Notas Perfectas” (“Pitch Perfect”) se estrenó en 2013, presentándonos a Beca Mitchell como la protagonista de esta historia, la cual comenzaba su vida universitaria. Es allí donde conoce a “The Barden Bellas”, un grupo de música a capella, y se une a ellas, con el objetivo de vencer al grupo masculino, “Treblemakers”, y poder ir a participar al campeonato nacional. En esta oportunidad, vuelven las “Barden Bellas” en la secuela que se hace llamar “Más notas perfectas”, con un grupo aparentemente más consolidado y tres campeonatos nacionales encima. Sin embargo, en esta ocasión competirán contra equipos de a capella de todo el mundo para poder consagrarse de manera internacional. Probablemente “Notas Perfectas” haya causado sorpresa en el público porque se trató de una propuesta fresca y original. Muchas veces vimos musicales juveniles del estilo “High School Musical” (con el chico popular que no se anima a cantar en público por miedo a ser juzgado y que se termina enamorando de alguien distinto a él), pero el hecho de que sea grupos a capella cambiaba la forma de hacer música. Y tal vez esta sorpresa ya no se encuentre en “Más notas perfectas” porque se puede ver un poco más de lo mismo: conocemos el estilo musical, los chistes son parecidos a los de la película anterior (sobre todo los más vergonzosos del principio de ambas producciones), como también a los personajes estereotipados e hilarantes. Por otro lado, se puede ver que hay muchas subtramas dentro de la historia. Si bien la trama principal se centra en la competencia internacional y, sobre todo, en la disputa entre “The Barden Bellas” y “Das Sound Machine”, el grupo de a capella alemán, existen otras historias paralelas que desvían un poco la atención y podrían encontrarse un poco fuera de lo que se busca contar. Los cuadros musicales, por su parte, superan a los de su antecesora, sobre todo en cuanto a la producción y el despliegue. Las mezclas de las canciones son muy buenas, como también las performances de los distintos grupos; los que ya conocíamos (destacándose el talento de Anna Kendrick) y los nuevos. En síntesis, “Más Notas Perfectas” cumple con su objetivo de show y proporcionar un momento entretenido con música y diversión. Probablemente no nos sorprenda con su argumento y no veamos nada de lo que ya no hayamos visto en “Notas Perfectas”, pero seguramente quienes busquen este tipo de películas sea para dejarse llevar por el ritmo y entretenerse. Y si es así, “Más Notas Perfectas” puede cumplir con eso. Samantha Schuster
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Si se dedicaran sólo a cantar... La trama es una excusa para ver el despliegue vocal y escénico de los distintos grupos, único aspecto valioso. Los grupos de canto a capella –lo que aquí conocemos de toda la vida como coros, pero con estética pop y coreografía incluida- ganaron popularidad en Estados Unidos en la década pasada a partir de un reality show y un par de musicales off Broadway. En 2012, Ritmo perfecto vino a cubrir ese nicho en cine: el éxito de taquilla hizo que ahora estemos escribiendo sobre la secuela -acá se llama Más notas perfectas- y que ya esté en preparación la tercera parte, con fecha de estreno anunciada para 2017. A este tipo de películas habría que analizarlas más en términos mercadotécnicos que cinematográficos. En ese sentido, hay que reconocer que es un producto eficaz, al estilo de High School Musical, que apunta sin ambages a un sector específico –nenas y adolescentes- al que seguramente consiga satisfacer. La trama es una excusa para mostrar el despliegue vocal y escénico de los distintos grupos, el único aspecto artístico valioso de la película. Después de que en Ritmo perfecto mostraran su talento en el campus, ahora las Bellas tratan de ganar el Mundial de canto a capella. Para eso deben vencer a un grupo alemán, Das Sound Machine, realmente asombroso. Más allá de que la disciplina es de por sí kitsch –por momentos parecen ridículas bandas de McPhantoms compitiendo por ver quién hace el ruido más extraño- , lo que Das Sound Machine y las mismas Bellas hacen con sus cuerdas vocales –y a nivel escénico- es notable. El resto es una estudiantina bastante pobre –con fraternidades, fiestas en el campus y demás-, plagada de inocentes chistes escatológicos y de doble sentido, pero aun así políticamente correcta: las Bellas son tan multiétnicas que parecen un afiche de Benetton y, entre broma y broma, hablan abiertamente de homosexualidad y discriminación. Mejor sería si se limitaran a cantar.
No tan perfectas Dos después del estreno de la primera entrega titulada en el país como Ritmo Perfecto (Pitch Perfect, 2013) vuelven las Bellas a la pantalla grande con todo un nuevo repertorio de versiones a capela de los temas de moda de la música pop actual y otros no tanto. Esta vez con el título de Más notas perfectas (Pitch Perfect 2). Alejándose un poco de la originalidad de la primer película, esta continuación recae en un poco más de lo mismo, pero con un enfoque más internacional incluyendo grupos de canto de otros países y una mirada más general y liviana al conflicto repetido de la eterna competencia. Sin grandes sorpresas en el elenco, y con un guion ajustado y un tanto pobre, la lucha entre los diversos grupos de canto se da de forma muy liviana y rápida, y la resolución final del conflicto se termina dando de forma tan veloz y precaria que tira a la borda parte del exiguo buen resultado presentado durante el transcurso de la historia. Si bien el humor sigue presente, lógicamente, en esta segunda película, la cuota cómica queda por debajo en calidad a la primera entrega y recae repetitivamente en chistes estereotipados, y en algunos casos hasta denigrantes, que aunque consiguen sacar una mínima sonrisa no logran el nivel alcanzado con Ritmo perfecto Lamentablemente no hay mucho que destacar en el apartado técnico, ya que desde ninguna área se logra apreciar un trabajo sobresaliente, pero si hubiera que destacar alguno, tal vez la fotografía a cargo de Jim Denault (Boys Don't Cry, The Campaign) consigue marcar algunos puntos llamativos para analizar. Más notas perfectas se aparta de la originalidad de su primera parte y repite sin mucho éxito la fórmula que la hizo ganar adeptos anteriormente, a tal punto de sufrir un gran deterioro del humor que había logrado demostrar. Y si bien su primera entrega no fue ninguna maravilla, teníaa ciertos factores a favor que la volvían mínimamente apreciable. Aun así, la película es perfectamente disfrutable si la enfocamos en un target específico de público, como el adolescente, y sobre todo el adolescente femenino.
Peras al olmo Más Notas Perfectas (Pitch Perfect 2) arranca bien y uno se entusiasma. Las Bellas se presentan en una muestra y, en el final del número, a Fat Amy (Rebel Wilson) se le abre la calza, revelando así su cheicon al mundo entero, presidente Obama incluido. Gran inicio, con uno de los mejores personajes de la película como centro. La película promete y uno se pregunta, ¿estará a la altura de la primera? La respuesta es contundente y la averiguamos a los pocos minutos: NO. Veamos por qué. Concentrémonos en Fat Amy (uno de los pocos personajes que tiene reservado algo de humor en esta nueva entrega) como caso modelo del fracaso de PP2, una película que se encarga de matar lo interesante de sus personajes de a poco, uno por uno: con Fat Amy hablamos de un personaje que juega con el hecho de ser gorda, se caga de risa de la grasa y de los rollos, y su comicidad está ahí, en sus gestos, en su forma de hablar (el exagerado acento australiano) y en su condición de comehombres. Ahí donde Melissa McCarthy (su coetánea apostresada) asume un rol más masculino y casi lesbianizado, Fat Amy es femenina, sexuada y consciente del poder de su cuerpo, sea para generar humor o para seducir al sexo opuesto. En la primera, Fat Amy se volteaba a cuanto choma se le cruzaba y era feliz así. En esta segunda entrega (centrada en una subtrama de crecimiento y pasaje de un grupo de chicas de la adolescencia a la juventud y del college a la universidad, y con nuevas preocupaciones y nuevos mensajes más conservadores: cuando uno crece, sienta cabeza, se enamora, tiene una pareja estable, consigue un trabajo), Fat Amy se da cuenta de que está enamorada de Bumper –Adam DeVine– (después de haberle dicho que ella es un pony libre sin riendas, súbitamente se da cuenta de que en realidad lo quiere). A la mierda con lo anárquico de la comedia y de ese personaje en particular. La subtrama conservadora y aburrida irrumpe, llevándose todo puesto. Incluso a Fat Amy, acaso el personaje más libre y libertino. No hay más riesgo ni nada que salga de la zona de confort, de la película, del público en general. Y así como censura y convencionaliza el humor de su personaje-rompeportón, PP2 se siente así, normalizada, estandarizada, encajada en un molde que aburre porque hace de la ruptura una convención esperable, un nuevo molde. Detengámonos en otro personaje, el de Anna Kendrick: por un lado, es la chica inteligente, sensible, copada, linda, talentosa, querible, que siempre logra lo que se propone. Pero la sensación es que en PP1 (acá estrenada como Ritmo Perfecto) ya habíamos visto todas esas cualidades y en PP2 no hay nada nuevo por descubrir, ni de ella misma ni de su relación con Jesse (Skylar Astin). Ni siquiera las líneas de comicidad que le tocan son interesantes, como la fascinación/odio que tiene con la cantante de Das Sound Machine –sus archienemigos, los imbatibles rivales alemanes–, y esos chistes se sienten tan forzados y mecánicos que terminan rayanos en la ridiculez. Si el humor es peligro, anarquía y ruptura, aquí cualquiera de esas cualidades se desvaneció. Y con ellas el carisma de AK. Los mismo pasa con varios de los personajes secundarios: la latina, la china, la negra lesbiana, sometidas a un humor repetitivo, que gira en torno a un mismo concepto, donde el personaje que los dice no tiene la más mínima gracia o genera empatía con el público; aquí no hay anarquía que valga. Lo que sigue es una declaración de principios: en mi diccionario personal, el humor es descontrol, es incorrección política, es desviarse de todos los lugares y tópicos comunes o acercarse pero para subvertirlos, es gestualidad física, construcción de personajes y situaciones, no solo repetición de one liners y chistes berretas. Si el humor es peligro, anarquía y ruptura, en Más Notas Perfectas cualquiera de esas cualidades se desvaneció. PP2 se siente torpe, sin desarrollo de personajes, más preocupada por el punchline que por crear comicidad a partir de situaciones, repetitiva, poco interesante. Más preocupada por el efecto cómico que por la comedia. Por eso es dispersa y pierde unidad. Las mejores escenas, junto con las pocas de Fat Amy que funcionan, las tienen Gail (Elizabeth Banks, ahora también directora de la película) y John (John Michael Higgins), en el rol de los presentadores políticamente incorrectos. Como pasaba en la primera, hay más humor ahí que en el resto de la película, porque en esas interacciones y en esos personajes hay juego, hay incorrección política (“esto pasa cuando dejamos que las mujeres vayan a la universidad”, dice John en un momento), hay jugueteo entre ellos, hay construcción de personajes (dos perdedores que odian lo que hacen y defenestran a todo el mundo pero que son capaces de emocionarse con una canción original), hay comicidad en cómo se dice y en lo que se dice. Por lo visto, y teniendo en cuenta que Más Notas Perfectas ya llevó al cine más espectadores que la primera, la vara de la comicidad está cada vez más baja y se aceptan como humorísticos productos paupérrimos o estandarizados. O, tal vez, pedirle subversión y anarquía a cierto humor hoy es pedirle peras al olmo podrido. Para eso, siempre podemos volver a revisar las de John Waters y sentirnos, una vez más, en el paraíso orgiástico más hermoso jamás creado.
A "Más Notas Perfectas" le tenía toooda la fe... Le tenía, porque realmente me defraudó. La primera entrega de esta historia nos dejó con ganas de querer ver más, hasta que en este 2015 llegó la secuela (señores productores, si tienen un guión tan malo, ¿Por qué la filmaron? Ahhh, claro, recauda igual). Debo reconocer que la parte musical, de mash-ups, es lo mejorcito... o para suavizar un poco, gracias a dios que están los momentos musicales, porque si no se iría todo al tacho por completo. Un elenco de lujo, con actrices que están de moda en EEUU, pero que a mi parecer, no están explotadas al máximo. Anna Kendrick (hermosa y talentosa en todo lo que hace) se pone la peli a los hombros, al igual que Rebel Wilson, a quien le tocaron los peores chistes que le pueden tocar a una actriz, esos que no generan ni una risa, aunque la intención de ella, desde la actuación y sus movimientos, es lograrlo... Pero cri cri, no pasa nada. Peli muy rara, desbalanceda y sin aportar nada nuevo, casi casi repitiendo la formula de la anterior, pero siendo una copia deformada. En síntesis, quedate con la 1... esperemos que la tercera parte (ya confirmada) esté buena así nos olvidamos de este tropezón.
Las Barden Bellas están de regreso en esta segunda entrega de “Ritmo Perfecto”, la exitosa comedia musical del año 2012 basada en el libro “Pitch Perfect: The Quest for Collegiate A Cappella Glory”, escrito por el periodista Mickey Rapkin, el cual le brinda a los lectores detalles de la subcultura de los cantantes a capela y explora la proliferación de estos competitivos grupos de aficionados que surgen en los “Clubs Glee” de las escuelas secundarias. La trama de la continuación dirigida y producida por Elizabeth Banks (quien retoma su papel como la comentarista Gail), toma lugar tres años después del primer film, con las Bellas liderando el mundo de las competencias a capela. Pero, como no podía ser de otra manera, el inicio de la película encuentra a las chicas siendo nuevamente protagonistas de un vergonzoso escándalo durante una presentación televisada. En este caso, frente al mismísimo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. Beca (Anna Kendrick), Chloe (Brittany Snow), Fat Amy (Rebel Wilson), Stacie (Alexis Knapp), Lilly (Hana Mae Lee) Cynthia Rose (Ester Dean), Flo (Chrissie Fit), Ashley (Shelley Regner) y Jessica (Kelley Jakle) son vetadas del circuito universitario, lo cual hace peligrar su oportunidad por defender sus tres títulos nacionales y -por tanto- pueden perder su armonía para siempre. Para limpiar su nombre y recuperar su estatus, tienen una oportunidad que parece imposible: ganar el Campeonato Mundial de A Capela en Copenhague, Dinamarca, que ningún equipo norteamericano ha ganado (porque “nadie quiere a los Estados Unidos”, bromea el personaje de John Michael Higgins). Las chicas deberán dejar todo atrás y enfocarse en su preparación y en unirse como hermanas para demostrar una vez más que son las mejores. En su camino hacia la redención, se suma una nueva integrante llamada Emily (encarnada por Hailee Steinfeld), cuya madre es una prestigiosa ex-Bella (Katey Sagal) que se integra al grupo al igual que sucedió en la anterior con el personaje de Kendrick, quien sigue tratando de abrirse camino en el mundo de la música para llegar a ser productora discográfica. Aquí acepta una pasantía en un estudio sin decírselo a sus “hermanas” y las cosas se complican cuando considera que es más importante pensar en el futuro, luego de su graduación, que en las competencias de canto. La película vuelve a presentar fragmentos de batallas musicales y mash-ups, de los que también participan sus amigos The Treblemaker, liderados por Jesse (Skylar Astin), novio de Beca, y hasta los Green Bay Packers (el equipo de fútbol americano), que tienen un cameo. El principal rival de las muchachas son los alemanes de Das Sound Machine, un grupo gótico integrado por Kommissar (Birgitte Hjort Sørensen) y Pieter Krämer (Flula Borg). A lo largo de estos duelos, suenan covers de Pitbull, Miley Cyrus, Muse, Beyonce, Nicki Minaj, Montell Jordan, K.C. And The Sunshine Band Sisqo y muchos más. Por supuesto que no podía faltar una nueva versión de la pegadiza canción “Cups” en uno de los momentos más sensibles para las chicas, en medio de una fogata mientras están de retiro. Esta segunda parte (ya se confirmó que habrá una tercera para Julio de 2017), funciona al mismo nivel que la primera y con una historia, guionada nuevamente por Kay Cannon (“30 Rock”, “New Girl”), que se sostiene y no decepciona. Si bien todas las chicas nos vuelven a entregar momentos muy divertidos, las que vuelven a destacar con mucho timing para la comedia son Kendrick y Wilson. Un film muy disfrutable. ¡Ya esperamos por el que viene! ¿Falta mucho Pitches?
A cantar y bailar que se acaba (el cine) Aquel 27 de junio de 2013 parecía haber quedado atrás. Semanas de nuevas películas, buenas o malas, provocaron el olvido. Costó salir de la pesadilla pero se intuía que el retorno estaba cerca, que se realizaría una segunda parte, que retornaría el mix teen que rejunta High School Musical, American Idol, un poquito de Glee y bastante de Fama, en película y serie, de hace mucho tiempo. Pasaron 770 días del estreno de Ritmo perfecto y los sueños de Las Bellas con la líder Beca (Anna Kerndrick) por triunfar en el canto a capella frente a los rivales, malos, buh, metaleros. Pero el musical como género intragable en los últimos años parece no detenerse, provisto de su desmesura sin red y de su adoctrinamiento temático en donde el triunfo es lo único que vale. Y en Más notas perfectas el combo visual y sonoro viene recargado: más covers, más canciones que se parecen una con otra, más producción,más chicas, más fiestas, más chistes y situaciones graciosas (impresentables, en todo sentido). Las Bellas vuelven a juntarse (la linda, la gordita, la extranjera, la simpática) para pelear (vocalmente) con los Das Sound Machine, un grupete germánico con ostentosa fanfarria protonazi. Elisabeth Banks (“realizadora” y actriz) pone la cámara ahí, al servicio de números musicales que más temprano que tarde serán observados (luego afanados) por coreógrafos locales que se deleitan con un estilo berreta que ya superó lo kitsch hace tiempo y que dejó al Bob Fosse de All That Jazz como un creador minimalista dentro del género. Se dirá que una porción del target juvenil es el destinatario de Más notas perfectas. Y es así. También que las diferencias generacionales saltan a la vista cuando se comenta un subproducto semejante. También es cierto. Pero se está muy lejos del cine y más cerca del desmadre histérico de una película que solo interesa por su acotada mirada sobre las cosas, no digamos del mundo, que hasta puede parecer exagerado. Eso sí, los momentos de comedia son tan malos que hasta pueden causar alguna sonrisa culposa. Chau, hasta la tercera pesadilla.
Debo confesar no sin cierto pudor que no había visto Ritmo perfecto (o Notas perfectas, como se la conoce en Netflix; Pitch Perfect, bah) hasta estos días que ví Más notas perfectas, la segunda parte, que se estrenó hoy. Sabía de su existencia, por supuesto, y era de esas películas que no había visto todavía pero que sabía que me iban a gustar porque a esta altura si algo conozco de mí, son mis gustos. Como suele pasar en estos casos, la expectativa me jugó en contra. Podría decirse que después de Glee, Ritmo perfecto es una película redundante. Pero el problema no es tanto ese sino los números musicales. A los números musicales de Ritmo perfecto les falta potencia y alegría. Culpo a Jason Moore, su director, que usa demasiados cortes y primeros planos que rompen el baile, y también inserts supuestamente graciosos que rompen la canción. Ritmo perfecto es un musical que parece no animarse a serlo del todo. Es comprensible, sin embargo, el estatus de culto que alcanzó Ritmo perfecto. Una película que llegó sin mucho ruido, atípica, con personajes originales (la Fat Amy de Rebel Wilson es sin dudas uno de los personajes de la década) y referencias pop. ¿Y qué podemos esperar de una secuela? Más notas perfectas ya no viene en silencio y carga con la mochila del cariño que se le tiene a su predecesora. Ya está disponible para bajar y por eso en las redes sociales ya se percibe una opinión general: no es tan buena como la primera. Es lógico: la película es muy parecida y carece del factor sorpresa que tuvo la original. Lo cierto es que, habiendo visto las dos seguidas, me parece evidente que Más notas perfectas es una versión mejorada de la otra. La directora es Elizabeth Banks, que interpreta a Gail -la presentadora- en ambas películas y también produjo la primera (muchos la conocerán además como Effie Trinket en Los juegos del hambre). Los números musicales, que son el corazón y el motor de la película, son notoriamente mejores y más ambiciosos y esto, creo, se lo debemos a ella. La única novedad de la película, además del cambio de dirección, es la introducción del personaje de Hailee Steinfeld y su madre, Katey Sagal. Steinfeld es una chica que después de su explosión rutilante en la extraordinaria Temple de acero no terminó de encontrar su destino en Hollywood. Tiene una belleza tan poco común que opaca un poco su talento, participó de la trunca franquicia young adult El juego de Ender, que fracasó -no por su culpa, claro-, y acá intenta con la comedia pero no termina de estar a gusto y dar el tono. Hay que decirlo: los gags de Más notas perfectas -y de su predecesora también- son bastante flojos. Me gustan mucho los musicales y si bien no seguí con atención Glee, cada vez que veía algún capítulo suelto me gustaba. Pero Más notas perfectas parece descansar en la idea, en el pitch perfecto (para jugar con la doble acepción de “pitch” como “nota musical” y “venta de proyecto”), y no la rellena con buenos chistes, buena música ni buenos personajes.
Crítica emitida por radio.
Más concurso de canto a capella por estas chicas. La primera película es genial (está en varios On demand y cable, véala y disfrute); la segunda sigue el mismo camino sin traicionar ese tono medio donde la comedia es perfectamente humana y no se evade por los lugares comunes hacia el efectismo conductista. En criollo: que si se ríe, se ríe porque corresponde, si se emociona está bien y las canciones son hermosas. Aire fresco en cines un poco viciados.
Las bellas del bardo Más notas perfectas destila una felicidad insensata: la clase de sentimiento poco frecuente –por lo tanto precario, convulso; una cosa que hay que hay que acunar y cobijar, como si fuera una criatura exótica – de que se asiste al momento en que un mundo completo se construye y desarrolla delante de nuestros ojos: con amor, con temblor, con una desusada autoridad mediante la cual lo más vulgar y pedestre se transforma en una variante de arte mayor para tener en cuenta. Primero una confesión antes de seguir: no vi Notas perfectas, aquella celebrada primera entrega de la que estas otras notas son continuación. O, para ser sinceros, vi algo: diez o quince minutos desganados e impacientes en la pantalla no tan hospitalaria de la televisión, un día cualquiera de dios, haciendo zapping. Es decir que no la vi; quince minutos un poco pendencieros, es verdad, que parecieron suficientes y consideré definitivos, como pasa a veces con algunos trailers, para mandar la película sin más trámite al galpón de los trastos que por descartables nos dan toda la impresión de haber envejecido demasiado rápido. Más notas perfectas, casi no hace falta decirlo, retoma la historia de las chicas que cantan a cappella representando a la universidad de poca monta a la que pertenecen. Las chicas constituyen una representación tan esquemática de distintos grupos étnicos, tamaños e inclinaciones sexuales que esa representación se vuelve un gesto de astucia, como el segundo grado de un lugar común. Lo importante, sin embargo, es la gracia que las protagonistas son capaces de desplegar en la pantalla: espléndida, tosca pero distintiva, incorrecta y querible; en el fondo, definitivamente ingenua. Pero es bueno recordar que muchas veces las cosas más bellas pueden ser un poco ingenuas, en el sentido de que se presentan desnudas en el mundo, sin afeites, un poco a merced de la censura y el reproche, la embestida cínica. Las chicas solo quieren cantar, pero en realidad solo quieren divertirse, estar juntas; cantar para sentirse en comunidad (“¿Qué vamos a hacer si se desarma el grupo?”. Es la pregunta que resume de modo lastimero el temor ante el peligro de la disolución, no del conjunto sino de la amistad, ese don sujeto a la dinámica de la volatilidad proverbial de los afectos). La película exprime ese deseo de estar juntos, de “hacerse en el mundo”, como si se tratara de una corriente eléctrica: efusiva, sin concesiones ni marcha atrás. Más notas perfectas se expide acerca del mundo del pop, de las canciones populares, de las competencias entre bandas, del universo farragoso del estrellato efímero, de los concursos televisivos, todo a través de una catarata de chistes casi infinita, no para refutarlos, o demonizarlos, sino para abrazarlos, hacerlos propios; hacer un hogar de la chatarra adorable, ese tesoro que tiene la consistencia de los recuerdos, pero también de los sueños. Si las canciones están en nuestra vida desde que nacemos, eso quiere decir que son nosotros, que también nos contienen, nos pueden tener, como lo hacen nuestras vivencias ligadas a ellas: la película es al final una oda llena de color al poder de ciertos objetos culturales para moldearnos y arroparnos; una burbuja que nos habla, porque somos también parte del mundo que imaginamos, que encontramos en ese momento jubiloso en el cual nos formamos en la cultura, ese magma que nos rodea. Más notas perfectas hace un arma del amor desmesurado hacia las formas más sensibles y menos acreditadas de la canción. No las “originales” que salen de la cabeza de quien interpreta sino las canciones que son de todos, porque están, o han estado, en la radio, en las fiestas, en el boliche, en el acervo de todo el mundo: el mushup, la reutilización plebeya, la concatenación estilizada de hits; los concursos en los que se desafía al otro en el terreno común del saber compartido. Elizabeth Banks (radiante actriz cómica en su primera incursión como cineasta) se muestra como una directora tan competente como perceptiva para captar esos destellos de comedia colorida extraídos del mundo de las competencias entre bandas. Los primeros cinco minutos de película exhiben un timing cómico perfecto y un acercamiento rebosante de cariño hacia el mundo de la cultura popular en su faceta de cochambre más exquisita. Las Bellas de Barden (tal el mote con el que se presentan las muchachas: Barden es el nombre de la universidad) se están luciendo sobre el escenario, pero el número termina en un desastre de proporciones cuando la gorda rubia del grupo queda colgada de un arnés y las calzas se le rasgan por la mitad dejando ver sus carnes. Dos comentaristas llenos de maldad (uno de los cuales es la propia Banks) se expiden acerca de la actuación: están acabadas, sumidas para siempre en la vergüenza. La southern exposure de Fat Amy al quedar frente a un público boquiabierto mirando ese espectáculo inopinado allá arriba parece catapultar al grupo hacia el descrédito. El aire de fábula de la película –los seres que caen y dan brazadas en medio de la correntada esperando que aparezca la oportunidad de redimirse– es apenas una estructura que sirve para vertebrar los números musicales y el repertorio inacabable de chistes incorrectos y groserías más o menos disimuladas que la película dispara con una elocuencia sensible y feliz. Las escenas que estallan de color –hay que ver sobre todo el bellísimo plano de las chicas que caminan por una calle de Copenhague: si eso no es un destello desprendido de algún musical de la MGM es Una mujer es una mujer, de Godard– están forjadas con un regocijo y una pertinencia que parecen conducir la película hacia una rara dimensión de refinamiento no asumido. Cuando Fat Amy, figura elusivamente distintiva de Más notas perfectas (encarnada por la australiana Rebel Wilson, casi un complemento necesario de la pequeña muñeca con cara de roedor bonito de Anna Kendrick, la indiscutida protagonista) grita “Screw your judgments!” mientras deja plantadas a sus amigas alrededor del fuego y sale corriendo para darle el sí al chico que le revoloteaba y que ella, acaso para protegerse del desencanto, rechazó de mala manera, la película parece desafiar en la cara a sus detractores suponiendo con antelación un dictamen desfavorable de su parte. En todo caso, esta elocuente muestra de amor a las canciones y a los números musicales a veces un poco esperpénticos, no necesita regular un ápice su entusiasmo para que creamos que su devoción es auténtica, incluso cuando cada actuación parece estar en el borde filoso que convierte un modelo en una sátira feroz de sí misma a fuerza de manierismos y afectación: todo en la película es un poco enfático, un poco chillón, un poco demasiado sentimental. Pero precisamente por ello la pantalla puede, durante minutos que son oro puro, volverse un rostro desconocido, el gesto inesperado que surge de lo que se conoce de memoria para establecer de un golpe el brillo de la diferencia, un valor secreto, como si de la acumulación de disparates hermosos y archisabidos surgiera una emoción verdadera atravesando las capas con las que la película pretende contar un cuento de chicas que cantan y atrapar al público con las ropas familiares de los realitys y de los conjuntos producidos en serie: Rebel Wilson haciendo “We Belong“, de Pat Benatar, mientras rema en un bote produce un momento tan gracioso como emotivo en sus propios términos. Con sus modales apasionados de relato de amistad en medio de una competencia en la que los personajes prueban su valía frente al mundo, esta película de chicas barderas y hermosas es una refutación de la solemnidad programada de las franquicias, así como una apuesta a la reformulación de la comedia musical, hecha con toda la comicidad y la conciencia del mundo acerca de los mecanismos de ciertas formas subestimadas del espectáculo que no tienen que pedir disculpas a nadie por serlo.
No puede resultar extraña esta secuela de “Notas perfectas” (2012) porque en su momento ha recaudado millones en todo el mundo, y ya sabemos cómo piensa Hollywood cuando la billetera se llena de ceros. También es cierto que en este siglo el género musical quedó agonizando, excepto por un extracto de productos apuntados al público preadolescente y ofrecido en forma de combo mediático y de merchandising. Ejemplos como la serie Glee o Hanna Montana sirven como botón de muestra para explicar un fenómeno que tiene una vida útil. Tres, cuatro, cinco años y luego viene el siguiente porque, al revés de los productos de antaño, ninguno de estos será jamás un clásico que pase de generación en generación de espectadores; sino un mismo esqueleto argumental que va cambiando de disfraz, de ritmo musical, de radio, y de productora. En este contexto, la historia de un grupo femenino de voces a capella que se impone a otro de voces masculinas en una insólita contienda, transmitida como si fuese una final del Super Bowl, puede resultar hasta lógica. En “Más notas perfectas” (como se ve no hay eufemismos) vuelven las Barden Bellas al mando de Beca (Anna Kendrick) y con la siempre simpática y discriminada Fat Amy (Rebel Wilson). El motivo que dispara la historia es tan ridículo que solamente no tomándoselo en serio es la única forma de permanecer en la butaca. Tal cual pasaba en 2012, los dos conductores de la transmisión es de lo más divertido pues siguen teniendo un registro parecido al de los viejos de los Muppets. Total que la banda terminará compitiendo en un certamen internacional en Copenhague (¡¿?!), para tratar de recobrar su supuesto prestigio. Como corresponde a productos de consumo masivo en “Más notas perfecta” la producción es notable y está pensada claramente para explotar todas las vetas comerciales. Nada para agregar salvo, por supuesto, que la producción musical desde lo técnico y lo artístico es tan talentoso como televisivo.
La secuela de Notas Perfectas (Pitch Perfect) trae de regreso a las Bellas de Barden, que en su último año universitario tienen que jugarse todo si quieren ser el grupo más aca-asombroso del campeonato mundial de a capela. Luego de haberse consolidado y encontrar su estilo, en Más notas perfectas el grupo liderado por Beca (Anna Kendrick) y Chloe (Brittany Snow) ya ganó varios campeonatos. Aunque parece que su posición es indiscutible, un accidente protagonizado por Fat Amy (Rebel Wilson) en la gala de festejo del cumpleaños del presidente estadounidense Barack Obama las humilla públicamente. Por eso las chicas tendrán prohibido competir y participar en el resto de su tour. Como las Bellas tienen el título de campeonas de Estados Unidos deben representar al país en el campeonato mundial que es su única chance para restablecer su imagen. Junto a Emily (Hailee Steinfeld), la nueva integrante, se entrenarán para romper la mala racha. Aparte de su propia torpeza, la mayor amenaza para las cantantes de Barden es el grupo alemán Das Sound Machine capitaneado por Kommissar (Birgitte Hjort Sørensen, que hace poco le puso el cuerpo a la salvaje Karsi en Game of Thrones), conocido por sus rigurosas puestas en escena. Además del talento para el canto, los europeos hacen valer su tiempo en pantalla y son dignos oponentes de las muchachas. La silla de directora no le queda grande a Elizabeth Banks, que debuta detrás de cámaras de un largometraje. Conocida por su carrera como actriz además vuelve a interpretar a Gail, la co-conductora del podcast sobre a capela. Junto a la guionista Key Cannon, Banks logra un filme que mantiene el ritmo a lo largo de sus casi dos horas y entretiene al espectador con su humor paródico que no le perdona nada a nadie, aunque por momentos cae en lugares comunes. Ante todo, Más notas perfectas es una comedia que utiliza la música para desarrollar la trama y reírse de los estereotipos. pitttch La clave de humor burlón que maneja la película tiene algunos traspiés pero logra salir airosa. Las actuaciones ayudan mucho a que el filme sea agradable aunque el espectador no este acostumbrado a los musicales, si bien el canto y baile ocupan gran parte del tiempo en pantalla. En esta oportunidad vemos varias caras conocidas de la comedia, como Keegan-Michael Key y David Cross, e incluso del deporte. Los Green Bay Packers, el equipo de la NFL (Liga Nacional de Fútbol Americano) aparecen en la película como un grupo de a capela. Los grandotes son fans de Notas perfectas y al enterarse de la secuela le pidieron a Banks no quedar afuera. El rapero Snoop Dogg aparece haciendo de sí mismo y entre los créditos hay una pequeña escena con los jueces de The Voice.
Tres años luego del estreno de “Notas Perfectas” (Pitch Perfect) llega a los cines la secuela escrita otra vez por Kay Cannon, pero esta vez dirigida por Elizabeth Banks (Sí la actriz) y protagonizada otra vez por la gran mayoría de las “Bellas” originales. En una película sobre competencias, lo único que se puede hacer en una segunda parte es subir el nivel de la misma. Como pasaba con “Glee” a medida que iban pasando los años las dificultades no podían ser las mismas, así que hay que subir la apuesta. ¿Cuál es la mayor competencia? Un campeonato mundial. Las Bellas ganaron por tres años consecutivos los torneos nacionales y son las encargadas de representar a Estados Unidos en el mundial, para eso deberán vencer a “Das Sound Machine” un grupo de Alemanes que se destacan por ser alemanes, son robots que cantan y bailan. Indestructibles. Ellas en cambio no están pasando un gran momento, ya que es su último año de Universidad y Beca (Anna Kendrick) ya está pensando en su futuro.