EL MUNDO DEL FIN Adam McKay es una figura mutante de Hollywood; sus inicios fueron en Saturday Night Live para luego pasar a dirigir y producir comedias que fueron parte de la línea fundadora de lo que se conoció como la Nueva comedia americana. Un fenómeno que -entre otras cualidades- consideró a sus realizadores como verdaderos responsables de una línea autoral. El caso de McKay es particular porque además de hacer comedias gruesas y absurdas, sus intereses se nutrieron de cuestiones sociales y políticas aunque sin perder la cuota humorística de las películas anteriores. En El vicepresidente: más allá del poder, la biografía sobre un personaje gris pero influyente de la política estadounidense se presentaba bajo las características de una sátira plena, al punto de incluir a un Christian Bale completamente caricaturizado en el protagónico. En La gran apuesta, la perspectiva sobre el desastre financiero del 2008 en su país tenía un prisma deforme, quizás el único posible para hacer una reconstrucción de lo sucedido con los créditos hipotecarios. Hasta ahora, McKay siempre había demostrado tener una muñeca precisa para pensar los temas, en lo que se podría sintetizar como mezclas perfectas entre exposición sutil y humor paródico. No miren arriba es ambiciosa. Por ejemplo, está nutrida de nombres rutilantes, incluso algunos de ellos tan solo para un cameo, como el caso de Ariana Grande en el papel casi metadiscursivo de una cantante pop superficial. Hay una contradicción saludable, sin embargo, en la selección de actores y actrices “clase A”, porque sus papeles representan a personajes cuestionables, vulnerables y de un sentido de la realidad completamente distorsionado. Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) es una astrónoma que descubre, en una noche más de su trabajo en un observatorio, la presencia de un cometa que se dirige hacía la Tierra. Su mentor, el Dr. Randall Mindy (Leonardo DiCaprio), determina que el mencionado cometa caerá en seis meses, provocando un evento de extinción letal para el planeta. En posesión de semejante información crítica, estos personajes monótonos y académicamente irrelevantes deberán emprender un camino para tratar de llegar a la presidenta (Meryl Streep) y, así, promover un plan de acción para evitar la destrucción total. La trama del tiempo límite y la angustia de una extinción más que posible conforman solo un dispositivo narrativo que McKay pone en marcha. La fortaleza está direccionada hacia el tratamiento de ciertas problemáticas sociales más urgentes: la toxicidad de las “fake news”, la “cultura del meme” para comunicar y la viralización que permite alcanzar una fama efímera como así también su lado B, la de una cancelación por ausencia de contexto. Esto último es lo que le sucede a Kate Dibiasky cuando tiene un momento de ira en un programa de televisión que no se toma en serio la noticia de un cometa que destruirá al mundo. A pesar de que Trump ya no es más el Jefe de Estado, existe en Hollywood una necesidad de subrayar la idiotez y la caricatura presidencial sin ningún disimulo. Si bien en otras películas lo hiperbólico de la estupidez funcionaba a pleno (recordemos El reportero, con el personaje de Ron Burgundy) en este caso se pierde cierto anclaje para partir hacia la exageración desmesurada, lo cual no significa que deba existir un carácter realista ni mucho menos. La sátira también precisa de un verosímil construido. Casi como un Sodebergh en su faceta más industrial, aquí hay un sequito coral que solo parece funcionar con DiCaprio en un personaje inseguro y cargado de imperfecciones (hasta físicas), en lo que podría ser la antítesis de su propia figura. En el otro polo está el rebelde interpretado por Timothée Chalamet, un personaje innecesario que parece pegado a la historia con cinta adhesiva. Cargada de vueltas de tuercas y variaciones dramáticas, No miren arriba es caótica (ver los inserts arbitrarios de imágenes de la naturaleza o de la vida real) pero entretenida a la vez.
Netflix rompió el chanchito La fórmula para llegar a la estatuilla tiene, además de un casting de ultra lujo, uno de los tópicos habituales de las películas con aspiraciones doradas: indagar en los pliegues más oscuros de la sociedad estadounidense contemporánea. Leo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Jonah Hill, Mark Rylance, Timothée Chalamet, Ariana Grande, Cate Blanchett, Meryl Streep. El elenco de No miren arriba muestra que Netflix rompió el chanchito con el objetivo de, finalmente, llevarse para sus vitrinas un Oscar a Mejor Película, un objetivo vigente desde que los ejecutivos de la N roja descubrieron que, aunque pataleen, los premios de la temporada de alfombras rojas de Hollywood dan una cuota de prestigio que ninguna campaña de marketing puede comprar. Estuvieron cerca hace un par de años con Roma, de Alfonso Cuarón, pero con el exotismo latinoamericanista for export no fue suficiente. La fórmula para este nuevo intento tiene, además de un casting de ultra lujo, uno de los tópicos más habituales de las películas con aspiraciones doradas: indagar en los pliegues más oscuros de la sociedad norteamericana contemporánea. No en la discriminación racial, como viene ocurriendo, sino en la relación casi carnal entre los medios de comunicación, las grandes empresas y un sector importante de la población dispuesta a pensar todo lo que digan que tiene que pensar. Una sátira, en pocas palabras, algo de lo que el director Adam McKay sabe bastante, aunque aquí no lo demuestre en su plenitud. Mucho antes de buscar prestigio y reconocimiento crítico con La gran apuesta y El vicepresidente, McKay fue uno de los realizadores más importantes de la comedia norteamericana de los primeros años del milenio, socio invisible de una empresa artística con Will Ferrell que dio como resultado las dos Anchorman, Talladega Nights, Step Brothers y The Other Guys. Aunque con el ropaje de comedias absurdísimas, casi surrealistas, todas ellas disparaban dardos venenosos con forma de gags contra los pilares fundamentales de la vida estadounidense: el periodismo, con los presentadores adustos como portadores de la verdad, en las dos primeras; el deporte en la segunda; la familia en la tercera y las fuerzas policiales en la última. No miren arriba está mucho más cerca de los personajes “tontos que no saben que lo son” de esa primera etapa, como los ha definido alguna vez McKay, que de la voluntad de denuncia de sus dos películas más reputadas. Una tontería subrepticia que, sin embargo, impregna gran parte de lo que se ve y se escucha, y que recuerda a la de la cada hora más vigente Idiocracia. Las dos únicas personas cuerdas, los únicos humanos con un coeficiente intelectual por encima de la subnormalidad, son la estudiante de un posgrado de Astronomía Kate Dibiasky (Lawrence) y su profesor Randall Mindy (DiCaprio). En la primera secuencia, ella descubre que el fin del mundo tiene fecha: exactamente dentro de seis meses y catorce días, un cometa de entre seis y nueve kilómetros de ancho impactará sobre el Océano Pacífico, a cien kilómetros de Chile, y generará un cataclismo de proporciones bíblicas que extinguirá a la humanidad. La premisa suena conocida, en tanto fue el tema predilecto del cine catástrofe de fines de los ’90 y hasta hay un capítulo de Los Simpson donde pasa lo mismo, pero todo termina con el cuerpo celeste desintegrándose en la atmósfera, tal como había dicho Homero. Aquí, en cambio, la cosa va en serio: no hay predicción informática que no vaticine un desenlace fatal. Pero el problema es lo que viene después, es decir, notificar la mala nueva a las autoridades y a la sociedad, y luego intentar evitar lo inevitable. La presidenta (Meryl Streep) y el Jefe de Gabinete (Jonah Hill), que además es su hijo, no les dan mucha bola porque en unas semanas hay elecciones; en el magazine televisivo al que van a denunciar públicamente el desplante gubernamental se los toman para la chacota, convirtiendo a Kate en meme y a Randall en científico “hot” de las redes sociales; la NASA elige a un machote cowboy como encargado de una misión para salvar las papas; el empresario dueño de una poderosa compañía tecnológica intenta evitar la destrucción del cometa por la valía de los minerales que puede haber en su interior; la mismísima presidenta adopta el título de la película como lema negacionista. El filo satírico de McKay corta situaciones muy parecidas a las que pueden verse día a día, un intento de diálogo con la coyuntura que le imprime al film una pátina tan crítica como obvia. Porque la coyuntura, el puro presente, es lo que más importa en No miren arriba. Mucho más que la comedia.
La frenética propuesta del realizador Adam McKay, con un elenco de estrellas pocas veces reunido, analiza cómo han cambiado las prioridades a partir de la banalización de la sociedad. A punto de caer sobre la Tierra un meteorito que podría destruirla, las prioridades de los gobiernos son mirar hacia otro lado. Divertida, ácida, irónica y con actuaciones potentes y verdaderas. En cines y NETFLIX.
Los imbéciles siempre serán imbéciles Un género que se extraña mucho en nuestros días es la vieja y querida sátira, rubro de la comedia que desarma previsibilidades y como el humor en general está muy en declive en nuestra contemporaneidad debido al hecho de que las risas suelen pasarse por el traste toda corrección política demacrada, tienden a provocar a los distintos sectores sociales y tribus urbanas, se muestran irrespetuosas para con las conquistas simbólicas del montón, nunca son universales ni complacientes al cien por ciento y asumen a pura desfachatez su falta de decoro o de buenas intenciones, esas mismas que nos aburren desde el mainstream y el indie porque siempre implican un acto de autocensura creativa en pos de contentar a los retrasados mentales del público que viven encerrados en sus burbujas de causas ortodoxas/ repetición ideológica o ni siquiera consumen cultura ni saben qué carajo es el arte. Por suerte todavía existen directores y guionistas inconformistas como Adam McKay, señor que luego de la maravillosa El Vicepresidente (Vice, 2018), una parodia acerca de Dick Cheney, republicano repugnante vinculado a la mafia capitalista petrolera norteamericana que sirvió de vicepresidente del infradotado y payasesco de George W. Bush -tan psicópata, conservador y maquiavélico como el propio Cheney- durante casi toda la primera década del Siglo XXI, ahora nos entrega No Miren Arriba (Don’t Look Up, 2021), un ataque muy duro a los gobiernos actuales, el sistema de medios de comunicación, las redes sociales y el vulgo internacional en términos macros por su apatía y franca idiotez en lo que atañe a la indiferencia mostrada ante el cambio climático y concretamente el calentamiento global por el crecimiento poblacional, la deforestación masiva y la contaminación incesante desde el Siglo XIX, una mixtura compleja que en pantalla está metamorfoseada en una alegoría narrativa que abarca la amenaza de un cometa en dirección al Planeta Tierra que llegará en seis meses y 14 días, aniquilando a toda la vida existente aunque no sin antes despertar en el pueblo, los mass media y los dirigentes no el miedo y un llamado a la acción sino una negación colectiva muy lastimosa. Como si se tratase de una inversión del planteo retórico de la excrementicia Armageddon (1998), de Michael Bay, en vez de unos héroes maniqueos de la clase obrera aquí tenemos a un trío de científicos que en su camino hacia alertar sobre el peligro se topan con la mugre institucional y el ciclo de la ignorancia, necedad y codicia. Retomando en parte aquella acidez de izquierda de Dr. Insólito o Cómo Aprendí a Dejar de Preocuparme y Amar la Bomba (Dr. Strangelove or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964), de Stanley Kubrick, y el entramado coral de la recordada La Gran Apuesta (The Big Short, 2015), retrato de la Crisis Financiera Global del 2008 provocada por la enorme especulación inmobiliaria a través de las hipotecas de alto riesgo o subprime en un mercado siempre al borde del colapso y la histeria súbita, No Miren Arriba se centra en Kate Dibiasky (la perfecta Jennifer Lawrence), una estudiante de la Universidad Estatal de Michigan que una noche descubre por casualidad en un telescopio el mentado cometa del apocalipsis y junto a su profesor, el Doctor Randall Mindy (buena labor de Leonardo DiCaprio), y un aliado en el laberinto administrativo oficial, el Doctor Teddy Oglethorpe (Rob Morgan), tratan primero de avisarle a la presidenta en funciones, Janie Orlean (Meryl Streep), y a su hijo y jefe de gabinete, Jason Orlean (Jonah Hill), consiguiendo nada más que minimizaciones del asunto y una evidente abulia, y luego de difundir en la televisión el descubrimiento del cometa empezando por un magazine para lobotomizados llamado The Daily Rip, conducido por los tarados totales de Jack Bremmer (Tyler Perry) y Brie Evantee (una muy graciosa y bella Cate Blanchett), nuevamente no despertando más que chistes oportunistas, muchas ironías y un ocasional arresto por haber revelado secretos de Estado. Arrinconada por elecciones y un hilarante escándalo sexual, la presidenta acepta enviar una nave espacial para golpear y desviar el cometa, misión suicida encabezada por el militar hiper fascista Benedict Drask (Ron Perlman), no obstante cancela todo cuando interviene un tal Peter Isherwell (Mark Rylance), principal financista de la campaña política de Orlean y magnate del gremio tecnológico y de los celulares que planea generar micro explosiones para que los fragmentos del cometa puedan recobrarse en la Tierra y así aprovechar los valiosos minerales que contienen. Dibiasky y Oglethorpe se bajan del bote institucional en protesta aunque Mindy se queda y empieza un romance con la banal y egoísta de Evantee, a espaldas de su esposa June (Melanie Lynskey), hasta que se cansa del desvarío y también abandona al personaje de Streep, quien se sorprende cuando los drones de Isherwell fallan estrepitosamente y el cometa se estrella contra la superficie del planeta con todo su poderío. Ya desde el mismo principio de la trama, léase desde el primer contacto con la fauna estatal posmoderna, cuando el trío llega a la Casa Blanca y son estafados de manera pueril por el General Themes (Paul Guilfoyle) para que abonen unos snacks y algunas bebidas que en realidad son gratuitas, y cuando los hacen esperar durante horas y horas primero por un cumpleaños y luego porque simplemente se olvidaron de ellos y se fueron del palacio de gobierno a puro individualismo y soberbia del poder, queda claro el odio inconmensurable que McKay siente hacia toda la lacra política por igual, esos demócratas y republicanos que resultan intercambiables y que tan bien quedan resumidos en la Orlean de nuestra sublime Streep, una mujer estúpida y pancista a más no poder que alardea su nepotismo, siempre con su vástago Jason a su lado asintiendo ante todo lo que dice, y que tiene retratos suyos en su despacho con gente como Steven Seagal, Bill Clinton y Mariah Carey, ejemplos de un cholulismo grasiento que se mezcla con el narcisismo y también nos habla acerca del bajísimo nivel intelectual, científico y cultural del grueso de la fauna dirigente del globo de hoy en día. No sólo la pasividad de las elites y de los estratos populares constituye el gran foco de los bombazos discursivos de McKay, aquí firmando el guión a partir de una historia original craneada en conjunto entre el susodicho y el periodista David Sirota, ya que es también el antiintelectualismo insistente contemporáneo el otro núcleo fundamental del film en consonancia con una falta de conocimiento y de un mínimo interés en la búsqueda de la verdad, lo que implica cotejar diversas fuentes para formarse opinión al respecto de esto o aquello, por parte de unas mayorías que son manipuladas fácilmente por las cúpulas y subdivididas en sectores opuestos que incluyen los que exigen la destrucción del cometa, aquellos que denuncian un alarmismo injustificado y finalmente esos que aseveran que el cuerpo celeste ni siquiera existe, partición ideológica que replica en parte las divisiones en torno a la pandemia del covid-19 y sobre todo el tópico de las vacunas de unos laboratorios mafiosos y avaros hasta la médula, pensemos en aquellos que prefieren no inyectarse un producto en fase de prueba y con corolarios imprevisibles a largo plazo y aquellos otros que obedecen como cieguitos en una habitación hermética a las voces que llegan tanto desde los gobiernos como desde los popes del mercado, obligatoriedad de inoculación de por medio. La propuesta de McKay, en materia de los antihéroes y villanos, también demuestra ser lo suficientemente enrevesada como para fascinar desde múltiples facetas, recordemos que Mindy toma la forma de un burgués cobardón que se vende al establishment ante la primera oportunidad, Oglethorpe hace las veces de una rara avis porque es el académico con cintura política y una sensatez que ya no existe en las tecnocracias mercenarias y usureras actuales y Dibiasky, en última instancia, representa a la burguesía de izquierda que se aferra a sus convicciones sin jamás soltarlas y prefiere el exilio antes que verse traicionando sus ideales en pos de la autenticidad y la justicia, por ello de hecho regresa a Michigan y comienza una relación muy improvisada con un muchacho al paso, Yule (Timothée Chalamet), y del mismo modo hay que considerar que la presidenta Orlean no es más que un títere patético del poder económico, verdadero centro de decisiones de ese nuevo capitalismo hambreador, especulador y ultra concentrado que en el relato queda antropomorfizado en la figura del extravagante Isherwell del genial Rylance y su conglomerado informático, Bash, uno de esos multimillonarios apestosos de los celulares, la todopoderosa Internet y sus algoritmos que se sienten dueños del mundo y encuentran caras varias en la praxis como las de Bill Gates, Mark Zuckerberg o el ya fallecido Steve Jobs. Con un excelente desempeño de todo el elenco y palos adicionales al mainstream cultural planetario vía una parejita de ídolos pop bien chatarras e hipócritas, Riley Bina (Ariana Grande) y DJ Chello (Kid Cudi), No Miren Arriba indaga en el juego de las traiciones a terceros y a uno mismo en el reino de los imbéciles que siempre serán imbéciles, hagan lo que hagan, porque no pueden concebir sus vidas por fuera de unos discursos homogéneos del statu quo destinados a garantizar la indolencia generalizada, el cinismo y las peleas bobas eternas mientras la masacre final se avecina, sin embargo la película no llega a ser perfecta por algunos baches en su desarrollo, una duración bastante superior a la deseable y cierta indecisión entre el humor seco y la farsa hiperquinética a toda pompa. Como decíamos anteriormente, en suma se agradece el trabajo de McKay en una coyuntura de una pobreza cinematográfica absoluta en el terreno de las sátiras porque permite burlarnos de la dependencia tecnológica a gran escala y de la mediocridad escapista de una humanidad que hoy marcha campante al suicidio ambiental…
La sátira sobre el fin del mundo de Adam McKay La película con Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence es una tragicomedia sobre las decisiones irracionales que el mundo ha tomado ante el anuncio de la inminente extinción de la humanidad. No mires arriba (Don't Look Up, 2021) es una alegoría sobre el Covid y el circo mediático montado a su alrededor, con decisiones fatales de los gobernantes, mezquindades y miserias de los empresarios para sacar tajada económica y argumentos irracionales de los ciudadanos que dividen a la sociedad. La idea del film de Adam McKay (La gran apuesta, El vice) es buena en cuanto paradoja de la realidad, pero se queda en sus intenciones. Porque a partir del disparador de un meteorito del tamaño del Everest a punto de chocar con el planeta tierra y poner fin a la humanidad, transita un camino previsible y extensamente largo (dura más de dos horas) para una comedia. La cosa arranca con dos astrónomos (DiCaprio y Lawrence), los únicos preocupados por el desastre por venir, sorprendidos por las reacciones adversas de todo el mundo a su alrededor (con foco en la administración gubernamental y los medios de comunicación) cuando comunican el fin de los tiempos. Son culpados de provocadores, encarcelados, ridiculizados en las redes, hasta que, las encuestas bajan y al gobierno le conviene dedicarse al tema. Pero dedicarse no es solucionarlo sino sacar provecho y buscan la manera de hacer un negocio con el cometa y venderle a la gente que se trata de puestos de trabajo. Estas son solo algunas ideas que sobrevuelan la película, que pueden predecirse a los cinco minutos de iniciada la trama. Todo lo que se vivió y sigue viviendo con respecto al Covid, grieta social mediante, sucede en la película. Para colmo de males el género de la sátira implica un registro de actuación al borde de la exageración y los actores -muy buenos por cierto- no parecen estar en la misma sintonía unos con otros, para dar en el punto necesario de locura. DiCaprio compone al doctor Randall Mindy, un científico mediocre que no tiene gusto ni carisma y lleva una vida intrascendente junto a su mujer e hijos. En la televisión lo denominan “el científico mas sexy del mundo” (un guiño interesante que aprovecha el film) para utilizarlo como material de distracción y restarle importancia a sus comentarios apocalípticos. Lawrence es Kate Dibiasky, una joven científica rebelde, al borde de la crisis producto de la apatía social. Su actuación está más medida y llega a mejor puerto. Entre el resto del elenco se destaca Jonah Hill, como el vocero cocainómano de la Casa Blanca, exagerado en el registro pero gracioso por momentos, Meryl Streep como la presidenta de los Estados Unidos que parece vivir en una realidad paralela (en clara alusión a la administración Trump) y el mejor de todos es Mark Rylance como Peter, el representante de una corporación que se presenta salvadora para el conflicto y solo busca hacer negocios. La metáfora perfecta de la farmacéutica. No miren arriba busca el guiño constante a la incertidumbre y desazón con respecto al COVID, chiste que comprendemos enseguida por lo visto a diario. Pero lo hace de manera tan evidente y sin encontrar un punto de vista novedoso al asunto, que termina siendo tediosa y predecible.
Una película corchazo brutal y aleccionadora El director Adam McKay -asociado con Netflix- reúne a un envidiable elenco de súper estrellas de Hollywood y los pone en acción en medio de un mundo condenado a la extinción. Descarnada sátira que expone la estupidez y ceguera de poder que tienen los seres humanos ante un escenario totalmente caótico. La Tierra se está muriendo, la grave problemática en torno al calentamiento global no ocupa el lugar que merece en las agendas políticas y el futuro de nuestras vidas se convirtió en la menor de las preocupaciones. Vivimos en un mundo salvaje donde los poderosos quieren acumular más riqueza y los medios hegemónicos persiguen intereses corruptos. Solo algunos individuos permanecen alertas a las advertencias del ecosistema. En No miren arriba -producción de Netflix que estrena el 24 de noviembre en la plataforma, pero ya puede verse en cines seleccionados- Adam McKay transita estas reflexiones en forma de comedia brutal y aleccionadora que se meterá en tu psiquis aunque no lo quieras. La trama se centra en Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), estudiante de posgrado de Astronomía, y su profesor, el doctor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio), quienes hacen un descubrimiento asombroso: hay un cometa en órbita en el sistema solar. ¿El problema? Que lleva un rumbo de colisión directa con la Tierra. ¿El otro problema? Que a nadie le importa. Al parecer, advertir a la humanidad sobre un mataplanetas del tamaño del Everest resulta incómodo. Solo quedan seis meses para el impacto del cometa, pero gestionar el flujo de noticias y ganarse la atención de un público obsesionado con las redes sociales antes de que sea demasiado tarde, no es tan sencillo como pareciese. Resulta imposible no asociar a No miren arriba con la actual crisis que atraviesa el mundo por la pandemia del coronavirus, que desnudó la fricción entre la ciencia y el "sálvese quien pueda" individualista, enmarcado en figuras negacionistas. En este contexto no es casual que Netflix decida apostar a por una metáfora afilada con un mensaje que pega duro. Que Adam McKay elija la sátira como forma de contar el relato, es la forma más despiadada para mostrar lo que puede llegar a ocurrirle al planeta si no somos más cuidadosos con nuestras acciones. Leonardo DiCaprio representa al científico bueno que se deja seducir por los intereses del capitalismo, Jennifer Lawrence es una símil Greta Thunberg, el increíble Mark Rylance encarna al prototipo de magnate sociópata (¡Elon Musk!) que prefiere matar a la humanidad con tal de convertirse en una celebridad y Meryl Streep es una presidenta conservadora, inescrupulosa e ignorante a la cual solo le interesa la mejor estrategia para ganar su campaña política. Desde Marcianos al ataque que este crítico no veía una experiencia tan desenfrenada, imperfecta y, aún así, de lo más valiosa. Se van a reír y también, a preocupar.
Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), estudiante de posgrado de Astronomía, y su profesor, el doctor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio) hacen un descubrimiento asombroso: hay un cometa en órbita en el sistema solar. El fantástico hallazgo se convierte en alarma cuando descubren su verdadero tamaño y el hecho de que se estrellará contra el planeta, destruyéndolo por completo. Con una premisa contundente y clara, muy parecida a la gran cantidad de films de cine catástrofe, la película despliega una sátira acerca de la Humanidad, los políticos, los medios y el estado actual de las cosas. Juega a muchos niveles al mismo tiempo, apuntando en diferentes direcciones, tratando de mantenerse equilibrada entre el humor y la denuncia, un terreno siempre pantanoso del cual es complicado salir airoso. Tan difícil es la apuesta que la propia película acierta y falla por partes iguales. Pasa de un gran chiste a un subrayado lamentable. De una actuación brillante a un papelón actoral. Por momentos se parece a ¡Marcianos al ataque! (1996) pero luego busca hablar en serio. Fluctúa entre la pedantería de Dr. Strangelove (1962) y la desesperación de Network (1976). Incluso las dos escenas después del final caen en lo mismo, chistes tontos mal ejecutados, pero realizados por uno de los mejores directores y guionistas del cine contemporáneo. Adam McKay debutó en el largometraje con El reportero: La leyenda de Ron Burgundy (The Legend of Ron Burgundy, 2004) una de las mejores comedias de la historia del cine, y por lo tanto, una de las más graciosas. Le siguieron Talladega Nights: The Ballad of Ricky Bobby (2006), Step Brothers (2008) y The Other Guys (2010), todas protagonizadas por Will Ferrell. En el 2013 repite su mejor película al dirigir Al diablo con las noticias (Anchorman 2: The Legend Continues) otra obra maestra y la mejor sátira sobre los noticieros de televisión jamás realizada. Conforme con esta etapa de su carrera, McKay se lanza a proyectos más serios y ambiciosos y obtiene reconocimiento instantáneo. La gran apuesta (The Big Short, 2015) y Vice (2018) muestran todo lo bueno que puede ofrecer, en el primer caso, y todo el desastre que puede producir cuando se desespera por bajar línea, en el segundo. No mires arriba (2021) parece caer más cerca del segundo grupo que del primero, aunque intenta una narración clásica y fluida y su contenido político no da nombre y apellido, no está basada en hechos reales. La película primero recorre los chistes sobre redes sociales que todos conocemos. Las estrellas bobas que se divorcian y producen más interés que el destino de la humanidad, los empresarios tecnológicos que se transforman en personas cada vez más poderosas, las grietas que hacen que todos desconfíen del otro. Pero detengámonos en la pareja de presentadores de noticias, interpretados por Cate Blanchett y Tyler Perry. Son la versión realista pero satirizada de los protagonistas de Anchorman. La película hace chistes pero los quiere dejar del lado real de la vida, perdiendo gran parte del humor y resignando muchos apuntes inteligentes. Y acá está la clave: Adam McKay no confía demasiado en la inteligencia de quien va a recibir la película y busca hacer pie permanentemente. Sin llegar al mesianismo del mencionado Stanley Kubrick, no se anima a darle al espectador un producto completamente sofisticado. No se puede reír de todo y allí encuentra los límites de su película. Por otra parte, la película funciona mucho mejor con sus dos protagonistas. Las actuaciones y los personajes de Di Caprio y Lawrence son divertidos, interesantes, contradictorios y carismáticos. Y no creo que sea un error, de la misma manera que destruye las actuaciones de Meryl Streep (la presidente) y Mark Rylance (el millonario tecnológico) por miedo a que alguien los quiera, pone en los dos científicos su corazón y logra su mayor triunfo. Jonah Hill está perfecto porque es horrible y gracioso a la vez, en su rol de hijo estúpido, malo y drogadicto de la presidente, ocupando un poder que hereda pero para el que no está a la altura. La película empieza con una narrativa poderosa, arriesgada aunque fácil de seguir, golpeando contra lugares comunes y luego acomodándose poco a poco hasta encontrar su tono. Pierde ritmo al final, cuando se acelera y aconsejo a los espectadores ni acercarse a las dos escenas post créditos. Lo mejor de No miren arriba es su capacidad de generar una cierta angustia sutil que algunos no llegarán a ver y otros notarán desde el vamos. Entre tanto descontrol, actores famosos y temas que toca, algo queda flotando en el aire y surgen preguntas genuinas acerca de dilemas existenciales. La película tal vez es demasiado grande para que sean profundos, tal vez la realidad que vivimos lo es aún más. Las cosas simples pueden ser también muy menores con respecto al destino de la humanidad, y aun así no dejan de ser el sentido de todo. Se complica evaluar una película tan despareja, pero a la vez se agradece la oportunidad de pensarla desde distintos lugares. Es mejor una película con fallas y ganas que una obra prolija que acierta en todo pero tiene solo objetivos de mínima. Aun así, no dejen de ver los dos films de Anchorman, porque eso es arte con mayúscula.
El director de «The Big Short» (2015) y «Vice» (2018), Adam McKay, nos trae su más reciente film, «No Miren Arriba» («Don’t Look Up», en su título original), el cual se estrenó por tiempo limitado en salas a principios de diciembre y ayer llegó a Netflix de forma masiva. La cinta se centra en Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), una estudiante de posgrado de Astronomía, y su profesor, el doctor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio), quienes hacen un descubrimiento tan asombroso como aterrador: encuentran un cometa en órbita en el sistema solar que dentro de seis meses va a caer en la Tierra y destruir el planeta. Es así como ambos empezarán una cruzada para advertirle al gobierno y a la sociedad a través de los medios lo que está a punto de ocurrir para poder hacer algo y salvar la humanidad. Aunque la respuesta que reciben no es la esperada. «No Miren Arriba» es una sátira punzante que realiza una crítica a los gobiernos que lo único que les importa es hacer carrera política, no perder su estatus y adquirir más poder; a los medios de comunicación que se centran solamente en lo que vende aunque sea superfluo e irrelevante; y a la gente que consume este tipo de productos y cree todo lo que se dice por televisión. Además, muestra la poca importancia y credibilidad que se le otorga a los científicos y a las pruebas fehacientes. Si bien se trata de una película de ficción, sin dudas nos encontramos con un dejo de realidad detrás de esta historia, sobre todo porque seguimos transitando una pandemia que nos expuso a situaciones no tan lejanas a lo que propone el film. Nos deja reflexionando sobre las diferentes reacciones de los seres humanos ante noticias de este estilo, la necesidad de buscar un esparcimiento para no pensar en lo que está sucediendo y la poca confianza que se le tiene a la ciencia. Todo esto lo enfoca mezclando el drama con el humor negro e irónico, que funciona en la mayor parte de los gags. Sus intérpretes también permiten que sean efectivos por la manera en la que los transmiten a través de sus diálogos e interacciones. El director, que también oficia como guionista y productor ejecutivo del film, logra impregnarle su sello a la historia, trayéndonos una trama de catástrofes y ciencia ficción vista desde otro lado. No es la típica cinta donde se advierte un riesgo y se muestran las consecuencias a través de diferentes perspectivas, sino que se enfoca solamente en las reacciones y los intereses de distintos grupos de poder. La película tiene un elenco de renombre con Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence a la cabeza, dos grandes actores que realizan buenas interpretaciones de estos científicos preocupados y desbordados (aunque con diferentes formas de adaptarse a la realidad), y que se lucen principalmente cuando interactúan entre sí. Además, contamos con la participación de Meryl Streep como la necia e interesada presidente, Cate Blanchet como una periodista sin escrúpulos, Timothée Chalamet como un joven antisistema, Jonah Hill como el asesor e hijo de la presidente, y Mark Rylance como un empresario que tiene una compañía de celulares muy poderosa. Terminan de conformar el elenco personalidades como Ariana Grande, Tyler Perry, Ron Pearlman, Himesh Patel, entre otros. Los aspectos técnicos están bien logrados, sobre todo los relacionados con los objetos propios de la ciencia ficción, como los cohetes o los planetas; tiene buenos efectos especiales que brindan credibilidad. Además, la banda sonora acompaña de buena manera, e incluso tiene un tema propio interpretado por Ariana Grande que es imperdible. Tal vez «No Miren Arriba» no supere o esté a la altura de otras obras del director, pero sin dudas logra ofrecernos un entretenimiento grato mediante buenos chistes y más que atinadas interpretaciones de un elenco lleno de estrellas, pero también consigue realizar una crítica profunda al gobierno, los medios de comunicación, las grandes corporaciones y a la sociedad en general y advertirnos sobre la importancia y necesidad de estar atentos a temas más importantes como la ciencia y el medio ambiente. Para aquellos que vayan a verla, no dejen de mirar hasta el final porque hay una escena post-créditos.
Si es el fin del mundo, que no se note El reportero: La leyenda de Ron Burgundy (2004), ópera prima de Adam McKay, más allá de ser una comedida desopilante, fue una adelantada lectura del machismo en esferas laborales que, tras casi 20 años, continúa teniendo la misma frescura. Que en tiempos donde se acostumbra a hablar de “cómo envejecen las películas” una comedia -especialmente- cuente con ese mérito es resultado no solo de gags magníficos sino también de una capacidad de lectura notable. En este caso, el título protagonizado por Will Ferrell y Christina Applegate logró satirizar de manera lúcida y efectiva conductas despreciables (puntualmente ligadas al machismo en el ámbito laboral) sin depender de un contexto que las advierta constantemente. En pocas palabras, si hoy quisiera hacerse una comedia sobre la misma problemática, difícilmente se pueda pensar en situaciones que no haya incluido McKay hace nada más ni nada menos que 17 años. Decimos esto porque la película en cuestión podría formar parte de las dos etapas que han dividido filmografía del director. Por un lado la primera, preocupada en brindar comedias inolvidables sin demasiadas pretensiones, y otra inclinada de lleno a las esferas políticas, período este último que lo acercó a las recientes ediciones de los Oscar, inclusive siendo galardonado a mejor guion adaptado por La gran apuesta (2015). No miren arriba estaría en sintonía con esta última faceta de Adam McKay, y aunque el tono resulte mucho más descontracturado que el llevado a cabo en El vicepresidente, no por ello son pocos los puntos que le interesan al realizador, que giran alrededor de un potencial fin del mundo, trumpismo, medios de comunicación y redes sociales. De alguna manera, un cóctel explosivo que mezcla varias de las tendencias de los últimos tiempos, pero abordadas con un foco característico del contexto pandémico. La historia comienza tras el descubrimiento de un asteroide fatal, llevado a cabo por dos astrónomos de poca monta (Jennifer Lawrence y Leonardo DiCaprio) de la Universidad de Michigan. Según sus cálculos, este cometa de entre 5 a 10 kilómetros de ancho podría impactar contra la Tierra en no más de 6 meses, lo que conllevaría a la destrucción total. Claro que estos idealistas hombres de ciencia no se quedarán de brazos cruzados, y con la ayuda de un científico de la NASA (Rob Morgan) intentarán que el Gobierno de Estados Unidos tome rienda en el asunto, pero ni la presidenta Orlean (Meryl Streep) ni su inoperante hijo y jefe de gabinete (Jonah Hill) están interesados en el asunto, no solamente a causa de la habitual desidia con la que los gobiernos tratan las cuestiones ambientales, sino porque existen otros problemas mediáticos más urgentes –y absurdos- que podrían repercutir negativamente en las inminentes elecciones legislativas. Como si fuera poco, el fin del mundo no solo depende de la lucidez gubernamental, ya que también adquirirán protagonismo un noticiero (conducido por Cate Blanchett y Tyler Perry) no muy interesado en las malas noticias y un poderoso CEO de la telecomunicación (Mark Rylance) que halla en el apocalipsis una posibilidad millonaria. Ah, tampoco podían faltar las “grietas”, las conspiraciones y los miles de memes producto de las redes en tiempos de crisis. Algunas de las situaciones más hilarantes lamentablemente son opacadas por los trailers de la película, pero hay momentos bien ocultados (también algún giro argumental y una inesperada escena post créditos) que siguen consolidando la irreverencia de McKay para ahondar en aquellas órbitas de las que mucho se rumorea, pero poco se conoce realmente. Algunos tramos se desarrollan con un frenetismo auténtico y otros con inevitables y apabullantes redundancias, pero, en definitiva, todo transcurre bajo el sello de una figura interesada desde hace un tiempo en representar de manera explícita, políticamente incorrecta y entretenida las miserias, arbitrariedades y contradicciones del poder. Si a ello le sumamos un elenco multiestelar que tiene espacio de sobra para lucirse (mención aparte para la breve pero fenomenal aparición de Ron Perlman) y un gran soundtrack, sin lugar a dudas, No miren arriba resulta una propuesta irresistible. Sí, alarmante. Pero imposible de dejar pasar.
Un elenco soñado y una sátira muy molesta que muestra el mundo actual, más específicamente la sociedad norteamericana, con el trazo grueso incómodo, como un espejo deformado, pero valiosa con su humor corrosivo exagerando realidades muy palpables. Una de ellas, la codicia sin límites de hombres de negocios apropiados de un gobierno, luego de financiar campañas que los transformar en verdadero poderosos. Allí vemos a la presidenta de turno, una Meryl Steep increíble y lanzada, más preocupada en los números y las apariencias que en ver la realidad, y dos científicos que intentan comunicar tanto a las autoridades y a través de los medios, que a la tierra le quedan solo seis meses de vida, porque un meteorito gigante la partirá en pedazos. Los dardos mortíferos que reparte el director Adam Mckay, co guionista junta David Strota, son tremendos y no queda títere con cabeza, ni los gobernantes, ni los medios, ni la gente que se deja convencer fácilmente, salen airosos, y ni siquiera los que eventualmente se “salvan” tendrán un futuro venturoso. Divertida y por momentos angustiante la larga comedia con defectos vale la pena verse, por las grandes actuaciones y porque en definitiva uno imagina que un fin del mundo puede ser así para un género humano preocupado más por las apariencias, las redes sociales, las codicias desmedidas el “sálvese quien pueda”, que un destino solidario. Un tono cínico pero sostenido, exagerado pero necesario, irrespetuoso y bienvenido. Todos se lucen, desde un Leonardo DiCaprio cada vez actor, pasando por Jennifer Lawrence, Cate Blanchet, Mark Ryloance, y muchos talentosos más. Ni hablar de un Meryl Streep delirante que ya no le tiene miedo a nada.
Impacto en 3, 2, 1…Un reparto de lujo (Leo Di Caprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Cate Blanchett, Jonah Hill, Timothée Chalamet, Mark Rylance) engalana un film en donde la crítica social se encumbra como principal mensaje. En otros tiempos, hubiera sido este film una de las atracciones más preponderantes de la cartelera, mientras que hoy encabeza las novedades populares de la plataforma de streaming Netflix. Ya lo dijo Dylan hace medio siglo: ‘times they are-a-changing’. Adam McKay, el realizador de “El Vicepresidente” y “La Gran Apuesta”, examina la corrupción política y la ineptitud colectiva, en tiempos de superfluos ídolos y líderes gubernamentales ineptos. Ejercita un media tour como mensaje concientizador, estrellando contra nosotros un drástico interrogante: ¿podría el mundo acabarse más pronto que tarde? Humor sutil y absurdo proliferando grafican la necedad humana, trayéndonos vivos recuerdos de “Dr. Strangelove” (1964) y su imperecedera sátira. No es una bomba atómica aquí la amenaza, proviene del espacio exterior y promete impactarse de lleno contra nuestro gigantesco ego. Un gran cometa amenaza con hacer contacto. La mitología clásica nos advierte: Eurídice, no mires atrás. Hollywood , que ha hecho de su rutina un menú casi diario de cine catástrofe aquí y allá, desde los ’70 hasta hoy, saborea la ocasión. Sin embargo, “No Miren Arriba” resulta una propuesta sumamente singular: cine de género como instrumento para ensayar una mirada autoral. La opinión científica, el negacionismo y las conspiraciones, la verdad paralela que tejen las redes, todo ello puesto a debate. McKay no descuida perspectiva. Haciendo un poco de historia, política, realidad social y medios se han mixturado previamente en gemas como “Network” (1976) y “Mentiras que Matan” (1997). El presente film vuelve relevante a la atávica inquietud: ¿en manos de qué lideres dejamos el mundo? Cuando el tiempo juega en nuestra contra y cuando quienes nos gobiernan han perdido el rumbo por completo, la tragedia parecerse cernirse sobre nosotros, pobres espectadores de la catástrofe. Allí es cuando “No Miren Arriba” recuerda visualmente a “Deep Impact” (1998) y “Armageddon” (1998), distopías comerciales cuyo punto de referencia añade interés a una temática de impostergable pertenencia; el cambio climático que nos involucra y la toma de conciencia que se hace urgente agenda desnudan las falencias de una adormecida sociedad centrada en el consumo de virtual. Perfecta radiografía de los surreales tiempos que corren, las influencias de los medios masivos, los fakes virales y las guerras dialécticas entre bandos ideológicos, conforman semejante cóctel para la explosión apocalíptica. No es sublime el tono elegido; Adam McKay puede lucir serio y preocupado sin necesidad de caer en la solemnidad: se ríe de todo y de todos. La fauna humana se reconoce en pares que niegan el conflicto, mientras visiones astronómicas puestas bajo la lupa ofrecen suficiente materia de revisión. Un ritmo aplanador y un sentido de la emoción que no cae en el facilismo acompañan el caudal de ironía y acidez de una propuesta que acaba conformándose como una triste mirada sobre la sociedad moderna. Valores suficientes como para considerar a “No Miren Arriba” como una firme candidata a múltiples nominaciones a los próximos Premios Oscar. Una radiografía del mundo actual, portadora de inmensas actuaciones y una concepción estética notable, garantiza la fórmula infalible.
Una constelación de estrellas vuelve a acompañar a Adam McKay, consierado por gran parte de la crítica como la insignia actual de la comedia negra norteamericana. Con "The Big Short" y "Vice" entre sus últimos títulos (ambos reconocidos por la Academia), el director nacido en Denver, había elegido trabajar con sucesos históricos, abordados desde una mirada particularmente ácida. Con "No miren arriba" el desafío es mayor, ya que al suponer un escenario ficticio, no alcanza únicamente con la configuración del tono. Hay que saber construir realidades de modo que resulten tan coherentes como cohesivas. Sí, incluso una sátira debe respetar estos cánones para lograr efectividad. A McKay esta empresa parece quedarle grande e inundado en un mar de prejuicios, no alcanza a filmar más que una película de risas a cuentagotas. • Yendo a la historia en sí, nos trasladamos a Michigan, momento en el que una estudiante de astronomía (Lawrence) descubre una aterradora verdad. En 6 meses un cometa estallará en la Tierra y la destruirá por completo. Pero si hay un inconveniente mayor es que ni el Gobierno ni los medios le creen demasiado, minimizando completamente la cuestión. Esta sátira, donde no se salva nadie, no es precisamente un canto a la sutileza, sino que su nivel de obscenidad la vuelve por momentos hastiante. Pareciera asomorar una especie de tufillo de superioridad desde cierta plana hollywoodense que se rie de algunos eventos desde una torre de cristal. Un lugar peligroso, que decanta en una suerte de "miren estos simios, la forma en que reaccionan, lo banales e irracionales que son". • ¿No será momento en que cierto sector, extremedamente idealizado, realmente se identifique dentro del problema y no por fuera?. "No mires arriba" es una de las películas más cómodas que alguna vez ha filmado Hollywood. Exagerada a más no poder, lo evidente de su planteo da cuenta de una ausencia total de audacia en su razonamiento. Ininterminables 138 minutos que hablan más de sus carencias, que de sus virtudes.
Para empezar, una obviedad: es difícil pensar en un elenco más talentoso y reconocido del que tiene No miren arriba. El director Adam McKay (El vicepresidente: más allá del poder) armó un equipo soñado que encabezan Jennifer Lawrence y Leonardo DiCaprio y que cuenta con Meryl Streep, Cate Blanchett, Timothée Chalamet, Mark Rylance, Jonah Hill, Melanie Lynskey, Ron Pearlman y Ariana Grande como intérpretes secundarios. Para seguir: todos los integrantes del elenco se lucen en sus papeles y Lawrence y DiCaprio -como era de esperarse, se destacan especialmente al interpretar a la estudiante de astronomía Kate Dibiasky y a su profesor, el doctor Randall Mindy- un par de Casandras que tienen la tarea de alertar al mundo de que un cometa se dirige a la Tierra para provocar lo que llaman un “evento de extinción”. A partir de esa premisa, el final del mundo tiene fecha establecida seis meses y algunos días en el futuro, el guion de McKay utiliza las herramientas narrativas de la sátira y la parodia para hablar del estado actual de la sociedad mundial pero más específicamente de la estadounidense y lo hace con la sutileza de un cometa de diez kilómetros de longitud dirigiéndose directo a la Tierra. Reconocido por su trabajo en comedias como las inmejorables El reportero: la leyenda de Ron Burgundy, su ópera prima, y Ricky Bobby: loco por la velocidad, hace un tiempo que el director y guionista formado en Saturday Night Live parece haber decidido que su habilidad para la comedia podía servir para hablar sobre temas muy serios e importantes. Tanto que hasta valía la pena sacrificar el humor para ponerlos en pantalla. Un cambio de rumbo que demostró en la muy efectiva La gran apuesta, que retrataba como la especulación de los grandes bancos había contribuido a la crisis económica y de vivienda de los Estados Unidos en 2006. Pero de aquel acierto, que le consiguió un Oscar a mejor guion adaptado, hasta No miren arriba, sus relatos parecen haberse decantado más por el mensaje que por las formas. En este film -disponible en Netflix desde el 24- la balanza está claramente inclinada hacia el lado de las preocupaciones sobre el cambio climático, la política norteamericana, el poder de las corporaciones y el deterioro de las instituciones, mientras que el desarrollo de la trama parece una preocupación secundaria. Así, cuando la cruzada de Kate y el doctor Mindy los lleva a la Casa Blanca el film se vuelve una parodia apenas velada de la presidencia de Donald Trump y el hecho de que el presidente de los Estados Unidos sea una mujer, interpretada con oficio por Streep, no consigue despegar toda la secuencia de la caricatura y el ridículo (está acentuado por la actuación de Hill, como el rastrero hijo de la mandataria). El apocalipsis está a la vuelta de la esquina, gritan los astrónomos, y los medios se preguntan si se podrá jugar el Super Bowl. La exageración y el absurdo, elementos de la sátira, en este caso causan más irritación que gracia. En sus mejores pasajes, siempre a cargo de Lawrence y DiCaprio, No miren arriba logra despejar los excesos para conseguir que su mensaje llegue claro y fuerte sin olvidarse del relato cinematográfico. Así ocurre en una escena en la que el doctor Mindy, ya despierto del sueño de la fama y el estrellato mediático, estalla frente a las cámaras y el público que parece más preocupado por la última tendencia de las redes sociales que por el fin del mundo. Puesto a relatar los que podrían ser los últimos seis meses de la vida en la Tierra, el guion se arma de cinismo para apuntar hacia los medios tanto escritos como televisivos. Desesperados por difundir su mensaje y forzar al gobierno a tomar medidas para evitar el desastre, Kate y Mindy visitan un programa de TV, un magazine conducido por Jack Bremmer (Tyler Perry) y Brie Evantee, interpretada por una casi irreconocible Cate Blanchett quien hace lo que puede por insuflar algo de vida a la superficial y calculadora conductora dispuesta a encontrarle un costado liviano y “de color” hasta al apocalipsis. A medida que se desarrolla la historia, la comedia se diluye y deja lugar a una puesta en escena que elige siempre la exageración y el trazo grueso: como el espectáculo de ribetes nacionalistas que monta la presidente Orlean cuando lanza la “ofensiva” contra el cometa y los subterfugios organizados por el magnate de las telecomunicaciones Peter Ishelwell -interpretado por Rylance como una cruza entre Steve Jobs, Elon Musk y Michael Jackson-, para obtener ganancias hasta de la extinción de la vida en la Tierra.
Divertida de principio a fin, No miren arriba, con Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence y Meryl Streep, llegó a Netflix esta Nochebuena luego de estrenarse el jueves 9 de diciembre en pocas salas -como hizo Netflix con El irlandés hace un par de años- y ya es la película más vista en la plataforma de streaming. Lo que plantea esta comedia delirante, absurda pero siempre eficaz, es que el destino de la humanidad no tiene remedio si quienes pueden hacer algo por salvarla no trabajan por el bien común. Porque ¿cómo entender que dos astrónomos serios, interpretados por DiCaprio y Lawrence, no son escuchados como debería ser por la mismísima presidenta de los Estados Unidos (Streep), ni por los conductores de un exitoso programa de TV (Cate Blanchett y Tyler Perry) cuando les dicen que un cometa va a estrellarse con la Tierra en seis meses, y ocasionará el fin del planeta? La primera, que tiene un look a lo Trump, y sonríe en autorretratos con Steven Seagal o Bill Clinton, está más preocupada por lo que puede suceder en las inminentes elecciones legislativas -parece que fue amante de alguien atrapado en un escándalo sexual-. Por eso los científicos deciden filtrar la noticia -el cuerpo celeste llegará en seis meses, y la cuenta regresiva sigue-. Los periodistas de la TV sólo quieren rating y mensajes ligeros. Aguda sátira capitalista y política de Adam McKay, director de las candidatas al Oscar La gran apuesta y El vicepresidente, el realizador tiene un ojo puesto en la actualidad desde que abandonó sus comedias con Will Ferrell. El calentamiento global es lo que lo motivó a escribir esta película, que transformó en una comedia de catástrofe, en la que mientras el reloj y los días corren, los personajes de Leo y Jennifer no dejan de cambiar y enfrentar situaciones ridículas. La respuesta final de la presidenta Orlean -demasiada casualidad que Streep tenga el mismo apellido que su personaje en El ladrón de orquídeas- será mandar, sí, como en Armageddon, a alguien que destroce la amenaza en pedazos. En vez de a Bruce Willis y otros, a Ron Perlman, interpretando un tipo “de otra época”, que es lo suficientemente políticamente anticorrecto -habla de indios, de gays y de niños de manera despectiva- como para no desequilibrar la comedia. Lo de sátira capitalista va de la mano de Peter Isherwell, el personaje de Mark Rylance (Puente de espías), un mix entre Steve Jobs y Elon Musk, un multimillonario que, lo más importante, fue el mayor donante en la campaña de la Presidenta. Entre lo absurdo y lo real, la película desanda sus casi dos horas y media con un ritmo que nunca decae. Y habría que preguntarle a McKay si el monólogo de DiCaprio no lo hizo como homenaje a Peter Finch en Poder que mata. La canción Just Look Up, cantada por Ariana Grande, que compuso el tema y tiene un papel estelar en el filme, puede ser otra de las sorpresas que la película tenga en la temporada de premios que se avecina. DiCaprio y Streep están espectaculares, cada uno en su senda, él jugando con la ambigüedad que le da la fama, ella construyendo a un ser poderoso lleno de pliegues. Y Lawrence sabe cómo exprimir a la astrónoma que le puso su apellido al cometa y estallará, llegado el caso, para hacernos reír cuando, si lo pensáramos dos veces, deberíamos preocuparnos. Ese es uno de los méritos de McKay desde la silla del director: balancear la comedia, con sus momentos más frenéticos, con la crítica mediática y hasta la automedicación. No miren arriba es de esas películas en las que uno, cuando se sienta a verla, presiente que la va a pasar bien. Y pasa. Aunque se acabe -o no- el mundo.
“Don’t Look Up” de Adam McKay. Crítica. Basada en hechos que podrían ser reales. La última película de Adam McKay desembarcó en el catálogo de Netflix hace algunos días. “Don’t Look Up”, realiza una fuerte sátira de la realidad, sobre todo el pueblo americano. Dividiendo las opiniones entre los que aman odiarla y los que odian amarla, se presenta como un fuerte candidato a los Oscars. Si algo parece sacado de la realidad, es porque en cierto sentido son parte de la misma. Como ya nos tiene acostumbrados el director, esta producción cuenta con un elenco de primer nivel. Entre ellos, Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Cate Blanchett, Jonah Hill, Rob Morgan, Mark Rylance, Tyler Perry, Timothée Chalamet, Ron Perlman, Ariana Grande, entre otros. Cual ensalada de frutas, tanto talento logra funcionar a la perfección. La estudiante de posgrado en astronomía, Kate Dibiasky y su profesor Randall Mindy hacen un importante descubrimiento. Un meteorito del tamaño del monte Everest se dirige directamente a la tierra y las probabilidades de colisión son del 100%. Con solo 6 meses para evitarlo se contactan inmediatamente con la NASA y viajan a la casa blanca para hablar con la presidenta. Pero a nadie pareciera interesarle este evento con capacidad apocalíptica. En plena pandemia mundial, hablar de un evento que puede llegar a borrar a los humanos de la faz de la tierra podría parecer arriesgado. Lo que sucede es que un hecho habla del otro. El meteorito es la pandemia. Los políticos que no saben que hacer o eligen desestimar el acontecimiento son los nuestros, al igual que el porcentaje de personas escépticas o los conspiranoicos negacionistas. Tener acceso a internet, es tener acceso a todo el conocimiento del mundo. El problema es que los algoritmos, muchas veces utilizados, nos envuelven en burbujas donde solo se muestran las cosas que nos gustan. Si a este sesgo informativo le sumamos los que cada uno posee por cuestiones de crianza, religión, política, o modo de pensar, todo deriva en que solo creemos en lo que queremos creer. En aquellas cosas que no nos lastiman y reafirman constantemente nuestros criterios. Esta realidad es a la que se enfrentan Kate y Randall. Aquí el método científico pareciera no funcionar, las personas solamente quieren que el show mediático continúe sin interrumpir sus vidas. Creer en el advenimiento del meteorito se convierte en un acto político. Al final todo se vuelve binario, mirar hacia arriba y creer o no mirar y desconfiar. Cada consigna responde a un sector con necesidades propias. Salvar a la tierra en el primer caso y mantener el poder político en el segundo. Similar a lo que sucedió con la implementación de los barbijos y tapabocas. Sumado a esto, se encuentran los agentes externos quienes solo buscan ganar dinero. Ya sea el dueño de la compañía de celul ares, como el local que vende palas a precios exagerados. Quienes empujan las decisiones para el lado que más les combiene a ellos mismos. Adam McKay y David Sirota, quienes se encargaron de escribir la historia, supieron leer los tiempos que habitamos con un ojo crítico y una sátira venenosa. “Don’t Look Up” puede no gustarle a muchas personas, las cuales probablemente se sientan ofendidas por su representación en la película. Pero no deja de ser sorprendente que en pleno siglo XXI no podamos ponernos de acuerdo ni siquiera sobre qué forma tiene nuestro planeta. Es, completamente, necesaria su visualización para quien quiera comprender los tiempos que estamos viviendo.
Una metáfora irónica sobre una sociedad desorientada “No mires arriba” es una sátira, pero también la metáfora de una sociedad grotescamente desorientada. Ese es el punto de partida para abordar esta película protagonizada por algunas de las estrellas más reconocidas del cine estadounidense y europeo. Y es una sátira sobre un tema bastante trillado como las catástrofes que pueden acabar con la vida en la Tierra. Sin embargo, uno de los aciertos de esta película de Adam McKay es que cada tema que aborda está desfasado de la realidad en el punto justo para dejarle espacio a la ironía, un humor que se va haciendo cada vez más oscuro a medida que avanza el filme. Tal como lo hizo en trabajos anteriores -”El periodista: La leyenda de Ron Burgundy”, disponible en Netflix, y su continuación “Los amos de la noticia” o “El vicepresidente”, sobre cómo Dick Cheney se transformó en uno de los hombres más poderosos del mundo durante el mandato de George Bush, a McKay le gusta hurgar en el poder de los medios y la política. En “No mires arriba” también enfoca su crítica burlona sobre las redes sociales y la banalización que impone la inmediatez, la carrera por los likes y el impacto de una información crucial: el fin del mundo. Tras el lanzamiento en 1997 del primer libro, Harry Potter y la piedra filosofal, las novelas se convirtieron en un éxito global. Este sábado llega la esperada reunión de "Harry Potter", a 20 años de su llegada al cine in memoriam: famosos y personalidades destacadas que fallecieron en 2021 In memoriam: famosos y personalidades destacadas que fallecieron en 2021 Jennifer Lawrence interpreta a Kate Dibiasky, una estudiante de posgrado de Astronomía, y Leonardo DiCaprio a su profesor, Randall Mindy. Cuando Kate descubre que un asteroide del tamaño del Himalaya impactará contra la Tierra en apenas seis meses, ella y Randall comienzan una cruzada para alertar a Orlean, la impopular presidenta de Estados Unidos interpretada por Meryl Streep, del inminente desastre que acabaría con la vida en la Tierra. El verbo en potencial -en el caso del filme se traduce en un ínfimo porcentaje en el margen de error de los cálculos- le permite a Orlean minimizar la noticia porque ella está demasiado ocupada en que su examante y exactor porno se transforme en miembro de la Corte Suprema de Justicia. Sin embargo, cuando el equipo de especialistas del gobierno comprueban que los cálculos de Mindy son correctos, ve una oportunidad para revertir su mala imagen transformándose en la salvadora del mundo, siempre acompañada por Jason, su pusilánime y arrogante hijo y Ministro de Gobierno interpretado por Jonah Hill. Pero todo se complica cuando uno de los líderes de la tecnología descubre que el asteroide es una potencial mina de oro con metales y minerales preciosos por un valor incalculable, por lo cual hace abortar la primera misión oficial para destruirlo y decide enviar su propia misión para fragmentarlo con la esperanza de que los restos caigan en el océano y sean recuperados para su posterior utilización. Mientras tanto, los dos científicos al ver las contradicciones y desinterés inicial de la presidenta, consiguen que los inviten a uno de los programas más populares del país que tiene como conductores a Bree Evantee (Cate Blanchett) y Jack Bremmer (Tyler Perry). Blanchett interpreta a una presentadora de televisión encantadora, elegante e ingeniosa que junto a su colega comentan noticias sobre celebridades. Cuando Kate y Mindy llegan al estudio de televisión para informarle a los millones de televidentes del peligro inminente acompañan con bromas o gesto circunspecto. En el medio los usuarios de redes sociales hacen su trabajo: lanzan opiniones y noticias falsas, hacen bromas y memes. Conclusión: nadie parece tomar seriamente el fin del mundo. El conflicto central de “No mires arriba” -el peligro de la colisión de un objeto estelar contra la Tierra- no es algo improbable. Tampoco lo son la corrupción, la impericia, la irresponsabilidad de los líderes, la estupidez y la codicia de hombres o mujeres. McKay hace digeribles todas esas cuestiones que parecen ajenas y lejanas, pero que cada una a su manera y en su medida, pueden ser catástrofes cotidianas que tarde o temprano pagan solo las víctimas mientras los victimarios quedan impunes. Una metáfora de la realidad
Adam McKay, el aclamado director de comedia, estrenó en Netflix “DON'T LOOK UP”. Esta nueva obra continúa la huella del autor con una crítica hacia la sociedad estadounidense y es una comedia que nos hará reír varias veces. Además, cuenta un elenco de primera, protagonizado por Leonardo Di Caprio y Jennifer Lawrence. Cuando los científicos Randall (Di Caprio) y Dibiasky (Lawrence) descubren un meteorito que se acerca para destruir la tierra, se embarcan en la misión de avisar a las autoridades lo que sucederá. En una sociedad que los ignora y no entiende la repercusión del problema, deben encontrar la manera de ser escuchados. La comedia es difícil. Hacer reír no es para cualquiera y esta dificultad se debe a que cada uno tiene un sentido del humor propio. Una táctica esencial en el género es lograr que el espectador se sienta identificado con la situación que se está relatando en su propia realidad. “DON'T LOOK UP” utiliza esta estrategia tanto en sus detalles como en el relato general. Toda la trama está sostenida por un paralelismo con nuestra sociedad real, planteando una reflexión sobre la contaminación, el poder económico, la política, los medios de comunicación y otros temas de actualidad. A su vez posee pequeños detalles que funcionan como representaciones de las personas en sí, de las virtudes y los defectos del ser humano. Genera de esta manera momentos que resultan muy graciosos ya que nos sentimos identificados con los mismos. Esto funciona así durante la primera mitad de la película, luego surgen algunos problemas. Toda esa profundidad lograda en un principio se tira por la borda. Pasamos de una obra que es consciente de los problemas de la sociedad y nos invita a reflexionar sobre los mismos, a una serie de situaciones bizarras que pretenden dar cátedra al espectador sobre lo que está bien y lo que está mal. Ya no se trata de una obra que tiene como subtexto a una sociedad tóxica dentro de la trama, sino que recurre a la obviedad de estos problemas. Comenzamos con personajes complejos, con un arco argumental interesante. Funcionaban como una representación simbólica de la sociedad, sin resignar su desarrollo e historia. En la segunda mitad se deja atrás todo lo construido alrededor de los personajes. Los mismos ya no pretenden representar a la sociedad, sino que tienen un accionar bizarro que solo pretende hacer reír. El presupuesto les permitió, incluso en sus personajes secundarios, utilizar actores y personalidades muy famosas de Hollywood. Leonardo Di Caprio hace un excelente papel y su actuación va mutando a medida que su personaje cambia. Por su lado Jennifer Lawrence también cumple a la perfección, pero a su personaje pareciera faltarle una vuelta de tuerca más que le permita terminar de desplegar su talento. El problema surge cuando utilizan en personajes secundarios a personalidades muy famosas (Meryl Streep, Timotheé Chalamet, Ariana Grande, Jonah Hill, Chris Evans, etc) que parecieran estar solo por su fama y carisma, sin aportar nada relevante a la trama. “DON'T LOOK UP” es un filme que tenía mucho potencial y lo aprovecha al máximo durante su primera mitad. Adam McKay sabe claramente cómo hacer reír y a la vez que su dirección sea interesante en un género que no siempre lo es. Nos hará pasar un buen rato mientras nos invita a la reflexión. El proyecto era interesante y ambicioso, pero le costó un poco sostener la calidad en su totalidad y terminó cayendo en algunos recursos básicos del género. Por Felipe Benedetti
La postura de Adam McKay es tan progresista que se siente muy obvia en su discurso. Algunas ideas le sientan bien y otras son algo torpes. No fracasa pero tampoco es su mejor película. Claro que Leonardo DiCaprio te puede vender cualquier cosa.
El año está llegando a su final, y aun así, los estrenos en las plataformas de streaming no se detienen; complicandonos la tarea a aquellos que ya queremos cerrar los balances del año. Pero si nos llega un film como Don´t Look Up, no podemos hacer otra cosa más que agradecer por tan buen proyecto. La historia se centra en los científicos Randall Mindy y Kate Dibiasky, que descubren un enorme meteorito que se encuentra en trayectoria de colisionar directo a la Tierra. Lejos de lo que podrían pensar, tanto el gobierno como los medios no se toman la noticia en serio y la banalizan a más no poder mientras la humanidad se encamina hacia su extinción. Si, la trama no parece demasiado novedosa, ya vimos cientos de películas sobre meteoritos que van a destruir el planeta. Pero la gran diferencia de Don´t Look Up y que le da su salto de calidad, es el enfoque, y sobre todo, la sátira que hace al gobierno y los medios norteamericanos (razón por la cual la crítica en su país no la está tratando muy bien). De esta forma se nos muestra, como, por un lado, desde la presidencia, quieren usar el problema para conseguir más votos y elevar su imagen con la gente de cara a las encuestas; mientras que en los noticieros priorizan la vida sentimental de la estrellita de pop del momento, por sobre la potencial extinción de la humanidad. Pero donde brilla la película, es en el apartado actoral. Jennifer Lawrence no es santa de mi devoción, pero acá la chica lo hace muy bien. Pero quienes de verdad se lucen son Leonardo DiCaprio y Jonah Hill. El primero al dar vida a un científico con ataques de ansiedad, que de golpe se encuentra siendo una celebridad que aparece en todos los medios, pese a que casi nadie le presta atención. Y Hill, bueno, digamos que su personaje de político, va a ser que cada espectador encuentre en su país a alguien similar al chanta que interpreta Jonah Hill. Y también mención especial para Meryl Streep y Mark Rylance, que, si bien sus personajes ya son una caricatura al 100%, igual tienen momentos de surrealismo en la película dignos de un film de los Hermanos Coen. Pese a que quizás al final baja un poco su ritmo, y que las dos horas y veinte se sienten, sin dudas estamos ante uno de los mejores films de este 2021. No solo por las risas que provoca o por sus grandes actuaciones; sino porque el guión de Adam McCkay no titubea a la hora de mostrar lo peor de la política y los noticieros. Y lo peor de todo, es que no importa de qué país sean los espectadores, van a ver paralelismo con sus políticos y “periodistas”.
Mientras Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) estudiaba el cielo con el telescopio del observatorio preparándose para conseguir su doctorado, no tenía idea de que estaba a punto de bautizar un cometa hasta entonces desconocido. Mucho menos que en pocas horas, junto a su profesor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio), iban a confirmar que se encontraba en inevitable trayectoria de colisión con la Tierra, lo que provocaría un evento de extinción masiva. La noticia es aterradora, pero al menos tienen seis meses hasta que el cometa llegue a la Tierra. En cuanto se contactan con la NASA, reciben todo el apoyo del Dr. Teddy Oglethorpe (Rob Morgan), quien inmediatamente se encarga de llevarlos hasta la Casa Blanca. Pero para su desconcierto, allí son subestimados por la presidenta Orlean (Meryl Streep) y su jefe de Gabinete (Jonah Hill), por lo que no tienen más alternativa que salir a difundir la noticia por sus propios medios, esperando que la reacción pública los obligue a tomar acciones. Eso si es que logran llamar más la atención que la separación de la artista pop de moda o el escándalo político de turno, claro. Buscar Alta Peli CRÍTICASNo Miren Arriba (REVIEW) El fin del mundo no es noticia. por Matías Seoane publicada el 28/12/2021 No Miren Arriba, que la noticia está adelante. Crítica, a Continuación. Mientras Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) estudiaba el cielo con el telescopio del observatorio preparándose para conseguir su doctorado, no tenía idea de que estaba a punto de bautizar un cometa hasta entonces desconocido. Mucho menos que en pocas horas, junto a su profesor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio), iban a confirmar que se encontraba en inevitable trayectoria de colisión con la Tierra, lo que provocaría un evento de extinción masiva. La noticia es aterradora, pero al menos tienen seis meses hasta que el cometa llegue a la Tierra. En cuanto se contactan con la NASA, reciben todo el apoyo del Dr. Teddy Oglethorpe (Rob Morgan), quien inmediatamente se encarga de llevarlos hasta la Casa Blanca. Pero para su desconcierto, allí son subestimados por la presidenta Orlean (Meryl Streep) y su jefe de Gabinete (Jonah Hill), por lo que no tienen más alternativa que salir a difundir la noticia por sus propios medios, esperando que la reacción pública los obligue a tomar acciones. Eso si es que logran llamar más la atención que la separación de la artista pop de moda o el escándalo político de turno, claro. No Miren Arriba, lo que la pandemia rompió Muchas de las historias que veamos en la pantalla durante los próximos años serán afectadas por todo lo que vivimos desde el inicio de la pandemia en 2020, pero si hay un género que seguramente resultará el más afectado será el del cine catástrofe. En los últimos dos años, la realidad no solo puso en duda la verosimilitud de un género que ya de por sí tenía sus límites bastante lejos: también corrió las fronteras entre la parodia y la comedia, bajando al plano de lo cotidiano ideas que hasta hace unos pocos años solamente podíamos considerar una broma. El género que parodia No Miren Arriba (Don’t look up) siempre explota una premisa simple: una amenaza imparable es enfrentada por un grupo de personas que se reúnen para hacer un esfuerzo sobrehumano que les permita encontrar la forma de sobrevivir, muchas veces salvando al mundo entero en el camino. No Miren Arriba subvierte ese concepto planteando la idea de que disparar el cohete que desvíe el meteorito que se dirige a la Tierra podría ser el menor de los problemas al que se enfrenten los protagonistas, porque ninguna amenaza es lo suficientemente seria como para que la humanidad deje de lado su mezquindad y actúe de forma unificada por el bien común. Buscar Alta Peli CRÍTICASNo Miren Arriba (REVIEW) El fin del mundo no es noticia. por Matías Seoane publicada el 28/12/2021 No Miren Arriba, que la noticia está adelante. Crítica, a Continuación. Mientras Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) estudiaba el cielo con el telescopio del observatorio preparándose para conseguir su doctorado, no tenía idea de que estaba a punto de bautizar un cometa hasta entonces desconocido. Mucho menos que en pocas horas, junto a su profesor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio), iban a confirmar que se encontraba en inevitable trayectoria de colisión con la Tierra, lo que provocaría un evento de extinción masiva. La noticia es aterradora, pero al menos tienen seis meses hasta que el cometa llegue a la Tierra. En cuanto se contactan con la NASA, reciben todo el apoyo del Dr. Teddy Oglethorpe (Rob Morgan), quien inmediatamente se encarga de llevarlos hasta la Casa Blanca. Pero para su desconcierto, allí son subestimados por la presidenta Orlean (Meryl Streep) y su jefe de Gabinete (Jonah Hill), por lo que no tienen más alternativa que salir a difundir la noticia por sus propios medios, esperando que la reacción pública los obligue a tomar acciones. Eso si es que logran llamar más la atención que la separación de la artista pop de moda o el escándalo político de turno, claro. No Miren Arriba, lo que la pandemia rompió Muchas de las historias que veamos en la pantalla durante los próximos años serán afectadas por todo lo que vivimos desde el inicio de la pandemia en 2020, pero si hay un género que seguramente resultará el más afectado será el del cine catástrofe. En los últimos dos años, la realidad no solo puso en duda la verosimilitud de un género que ya de por sí tenía sus límites bastante lejos: también corrió las fronteras entre la parodia y la comedia, bajando al plano de lo cotidiano ideas que hasta hace unos pocos años solamente podíamos considerar una broma. El género que parodia No Miren Arriba (Don’t look up) siempre explota una premisa simple: una amenaza imparable es enfrentada por un grupo de personas que se reúnen para hacer un esfuerzo sobrehumano que les permita encontrar la forma de sobrevivir, muchas veces salvando al mundo entero en el camino. No Miren Arriba subvierte ese concepto planteando la idea de que disparar el cohete que desvíe el meteorito que se dirige a la Tierra podría ser el menor de los problemas al que se enfrenten los protagonistas, porque ninguna amenaza es lo suficientemente seria como para que la humanidad deje de lado su mezquindad y actúe de forma unificada por el bien común. La mayor parte del tiempo, el humor de No Miren Arriba se sostiene simplemente generando situaciones absurdas pero verosímiles que llenan de desesperación a la dupla protagonista, pero que el resto de los personajes reciben con completa naturalidad. Los diálogos precisos, el montaje dinámico y la mesurada actuación del elenco multiestelar hacen de No Miren Arriba una sátira de discurso transparente pero efectivo, que no necesita forzar gags ni gastar tiempo en explicaciones. Al igual que el promedio del cine catástrofe, No Miren Arriba tampoco necesita una trama sólida y anclada en la realidad para avanzar, pero muestra con bastante amplitud cómo distintos sectores sociales responden ante la llegada del cometa sin dejar a nadie del todo bien parado. No es la primera vez que el director Adam McKay (Vice, The Big Short) toma historias reales y cotidianas de la política con una mirada ácida; es visible la relación entre esas películas previas y lo que propone en No Miren Arriba, aunque esta vez no hay sutileza ni disimulo en lo que expone. Buscar Alta Peli CRÍTICASNo Miren Arriba (REVIEW) El fin del mundo no es noticia. por Matías Seoane publicada el 28/12/2021 No Miren Arriba, que la noticia está adelante. Crítica, a Continuación. Mientras Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) estudiaba el cielo con el telescopio del observatorio preparándose para conseguir su doctorado, no tenía idea de que estaba a punto de bautizar un cometa hasta entonces desconocido. Mucho menos que en pocas horas, junto a su profesor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio), iban a confirmar que se encontraba en inevitable trayectoria de colisión con la Tierra, lo que provocaría un evento de extinción masiva. La noticia es aterradora, pero al menos tienen seis meses hasta que el cometa llegue a la Tierra. En cuanto se contactan con la NASA, reciben todo el apoyo del Dr. Teddy Oglethorpe (Rob Morgan), quien inmediatamente se encarga de llevarlos hasta la Casa Blanca. Pero para su desconcierto, allí son subestimados por la presidenta Orlean (Meryl Streep) y su jefe de Gabinete (Jonah Hill), por lo que no tienen más alternativa que salir a difundir la noticia por sus propios medios, esperando que la reacción pública los obligue a tomar acciones. Eso si es que logran llamar más la atención que la separación de la artista pop de moda o el escándalo político de turno, claro. No Miren Arriba, lo que la pandemia rompió Muchas de las historias que veamos en la pantalla durante los próximos años serán afectadas por todo lo que vivimos desde el inicio de la pandemia en 2020, pero si hay un género que seguramente resultará el más afectado será el del cine catástrofe. En los últimos dos años, la realidad no solo puso en duda la verosimilitud de un género que ya de por sí tenía sus límites bastante lejos: también corrió las fronteras entre la parodia y la comedia, bajando al plano de lo cotidiano ideas que hasta hace unos pocos años solamente podíamos considerar una broma. El género que parodia No Miren Arriba (Don’t look up) siempre explota una premisa simple: una amenaza imparable es enfrentada por un grupo de personas que se reúnen para hacer un esfuerzo sobrehumano que les permita encontrar la forma de sobrevivir, muchas veces salvando al mundo entero en el camino. No Miren Arriba subvierte ese concepto planteando la idea de que disparar el cohete que desvíe el meteorito que se dirige a la Tierra podría ser el menor de los problemas al que se enfrenten los protagonistas, porque ninguna amenaza es lo suficientemente seria como para que la humanidad deje de lado su mezquindad y actúe de forma unificada por el bien común. La mayor parte del tiempo, el humor de No Miren Arriba se sostiene simplemente generando situaciones absurdas pero verosímiles que llenan de desesperación a la dupla protagonista, pero que el resto de los personajes reciben con completa naturalidad. Los diálogos precisos, el montaje dinámico y la mesurada actuación del elenco multiestelar hacen de No Miren Arriba una sátira de discurso transparente pero efectivo, que no necesita forzar gags ni gastar tiempo en explicaciones. Al igual que el promedio del cine catástrofe, No Miren Arriba tampoco necesita una trama sólida y anclada en la realidad para avanzar, pero muestra con bastante amplitud cómo distintos sectores sociales responden ante la llegada del cometa sin dejar a nadie del todo bien parado. No es la primera vez que el director Adam McKay (Vice, The Big Short) toma historias reales y cotidianas de la política con una mirada ácida; es visible la relación entre esas películas previas y lo que propone en No Miren Arriba, aunque esta vez no hay sutileza ni disimulo en lo que expone. Si en Vice se centra en la mezquindad de los políticos y en The Big Short en la estupidez de una parte del sistema financiero que por codicia causa un desastre, en Don’t look up toma todo ello y le suma como factor dominante la apatía generalizada de una sociedad desinteresada en cualquier cosa que no sea una respuesta fácil e inmediata, que permita sin mayores preocupaciones seguir consumiendo y entreteniéndose en la acelerada vida cotidiana actual. Una realidad que No Miren Arriba denuncia gobernada por algoritmos de redes sociales y videos de menos de un minuto.
Netflix ya sabemos, aspira a ganar un Oscar en las categorías más serias, más temprano que tarde. Viene haciendo esfuerzos y acercando directores prestigiosos desde hace tres años y ahora es el turno de la llegada del sagaz Adam McKay («Vice» y «The Big Short», ¿recuerdan?) para probar suerte con una comedia política irónica, cruda y oscura, lejos del estilo de las producciones originales del gigante del streaming… Por lo cual, hay que mirarla con mucha atención. Aquí se presenta un elenco soñado (una auténtica selección), un guión sólido y divertido y un ritmo vertiginoso que no da respiro incluso al espectador casual. Es probable que esta vez, la compañía se acerque más a su objetivo (validar su posicionamiento con un premio de relieve) que indirectamente también implica en aumentar la cantidad de suscriptores de la plataforma. «Don’t look up» ya está nominada a los Golden Globes y creemos que es sólo el primer escalón de su carrera hacia los premios de The Academy. No vale la pena contar mucho de la trama en sí, porque esta cinta está realmente en boca de todos (se dice que es la más vista de la gran «N» con sólo una semana de haberse estrenado en la plataforma), sí, destacar que su mensaje de reflexión ciudadana sobre los manejos del poder financiero y la ineptitud de quienes dirigen los destinos de una gran nación, es un pleno enorme del director y también guionista: es el terreno que mejor le sienta a McKay y él hace lo que se espera de un hábil narrador, presenta sus cartas rápidamente y desplega todo su arsenal de gags y observaciones filosas en tiempo y forma, para conectar y edificar el enojo de cada espectador. ¿Por qué? Lo cierto es que todo lo que se presenta en «Don’t look up» refiere directamente a la gran mayoría de decisiones equivocadas que toman los gobiernos en situaciones de crisis. Eso causa gracia, o evoca sensaciones de fastidio e impotencia. Sí, está bien. Es una película y la encabezan Di Caprio y «J» Lawrence, pero cuando comienzan los políticos, periodistas y empresarios a actuar, deja de ser un espectáculo simpático y se transforma en una cuestión seria. Y digo esto porque tenemos dos crisis grandes cercanas, en las cuales la dirigencia global política no se pone de acuerdo: el calentamiento global y el Covid 19. Siempre las decisiones se han tomado en forma precipitada, incompleta y discretamente operativa. Siento que la gran enseñanza que propone «Don’t look up» está relacionada con visibilzar ciertas cuestiones desde un costado humorístico, sin olvidar que lo que se plantea, es serio y sucede más frecuentemente que lo que debiera. La trama presenta un descubrimiento aterrador. Dos astrónomos, léase Di Caprio y Lawrence (o tres, en realidad con Rob Morgan) han descubierto que un cometa de enormes dimensiones se aproxima a la Tierra. Un meteorito de diámetro considerable, próximamente impactará en seis meses y la destruirá, por completo. Es lo que ellos llaman «un evento de extinción»… Al actuar rápidamente, ellos logran, en poco tiempo, notificar al gobierno de la gravedad de ese hecho, lo cual parece promisorio… Pero la presidenta de los Estados Unidos (Meryl Streep) y su hijo, jefe de asesores (Jonah Hill), rechazan la idea de avisar a la población del grave peligro y hasta la califican como «inoportuna» siendo que en pocos días, tendrán una elección de término medio que a ellos les gustaría ganar. Así planteadas las cosas, la tarea contrarreloj será llevar el tema a la discusión pública, para que algo se haga al respecto. Es entonces donde ingresa Cate Blanchett a escena: famosa periodista que rápidamente seduce a Leo y complica, un poco más, su enfoque (y hasta desata una pequeña crisis matrimonial), siendo que las cosas no se ven auspiciosas para el team «científico». Al tomar contacto con la noticia del meteorito aproximándose, un famoso «entrepreneur» tecnológico intenta participar de la solución el problema desde la óptica de su negocio: parece que dentro del proyectil que viene del espacio hay buenos materiales para explorar que dejarían jugosos dividendos… ¿Por qué no intentar otra cosa con él (así de paso abrimos la agenda de negocios)? Entretanto, el personaje de Jennifer Lawrence hace amigos y pega onda con unos pibes antisistema muy copados, liderados por el ascendente Timothée Chalamet (el pibito de «Dune») que también hacen de las suyas. Por todo lo narrado aquí, ya se imaginarán como avanzará la historia y cual podría ser su final… Quiero destacar que este es un film que destila fina ironía y cuya velocidad es trepidante. Recomiendo verlo más de una vez, a pesar de su extensión, porque creo que es una pequeña gema sobre el accionar inepto de gobiernos y círculos de poder. Es innegable que el sentido de la cinta es problematizar las respuestas políticas que los encumbrados dan en situaciones de emergencia y cómo nunca piensan en la gente, que debería ser su primer objetivo. Sin extenderme en mi apreciación de la cuestión y volviendo al tema cinematográfico, «Don’t look up» es de las mejores películas del 2021. Una auténtica sorpresa traída por Netflix. Cara (no tanto como «Red alert», pero cerca) y esta vez, una gran experiencia para vivir en casa.
Adam McKay (The Big Short, Vice) pretende realizar una sátira sobre la sociedad moderna, la crisis climática y la estupidez humana en su máxima expresión. Un relato que trajo una nueva grieta cinematográfica y que acá te contamos que nos pareció.
Esta sátira política protagonizada por Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence y Meryl Streep imagina qué sucedería en los Estados Unidos si se anuncia que un cometa destruirá la Tierra en seis meses. La actualidad política de cada país suele ser parodiada en sus programas de humor televisivos, en sus talk-shows y, cada vez más, en sus canales de noticias. En los Estados Unidos existe hace casi medio siglo un programa llamado Saturday Night Live (SNL) que se dedica en buena medida a hacer esto, usando las noticias de la semana en tono cómico, burlándose por lo general de políticos, empresarios, celebridades y cualquier comportamiento que habilite el ridículo. Si uno extendiera un sketch de SNL por dos horas y media se toparía con algo parecido a No miren arriba, la película multi-estelar de Adam McKay que se estrena en algunos cines hoy y llega a Netflix el 24 de diciembre, una parodia que cabalga entre la inspiración y el tedio, la crítica afilada y la obvia, la risa franca y la incomprensión. Como sketch de diez minutos en TV –o, digamos, en breves dosis semanales– podría haber sido perfecto, pero la dificultad de este tipo de proyectos es sostener por más de dos horas un chiste que es bastante directo, sencillo y que, una vez planteado, se agota rápido en términos dramáticos: “¿qué hacemos si el planeta está por acabarse y el presidente es tan idiota que hace cualquier cosa menos lo que tiene que hacer?” Sin hablar directamente de la respuesta de Donald Trump al Covid-19, la película parece inspirada en lo que pasó ahí, en el caos y la confusión con la que su gobierno manejó esa crisis. Habiendo visto y experimentado esos absurdos meses, lo que hace McKay es imaginar qué haría un gobierno similar ante un cataclismo natural. En la ficción se trata de la llegada de un gigantesco cometa que destruirá al planeta en pocos meses. En la realidad (o en términos metafóricos) podrían estar hablando del Covid, de algún desastre natural causado por el cambio climático o de cualquier evento que tenga que ser explicado públicamente por científicos. Es cierto que el humor de No miren arriba no es nada sutil, pero durante un buen tramo es bastante efectivo. Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence interpretan, respectivamente, al Dr. Randall Mindy y a Kate Dibiasky, un profesor de astronomía de la universidad y su más avanzada alumna, quién una noche descubre la existencia de un nuevo cometa al que nombran con su apellido. Lo que se enteran poco después de hacer incontables cálculos es que el “Cometa Dibiasky” viene directo a estrellarse contra la Tierra en poco más de seis meses. Y como tiene casi 10 kilómetros de diámetro se convertirá en lo que se llama un extinction level event. Esto es, literalmente, destruirá toda forma de vida en el planeta. Sí, somos los nuevos dinosaurios. Mindy y Dibiasky hacen los llamados que tienen que hacer, golpean las puertas que tienen que golpear y terminan consiguiendo una audiencia con la presidenta Orlean (Meryl Streep), una versión femenina de Trump –o un personaje que parece inspirado en la congresista republicana Marjorie Taylor Greene– que los hace esperar días para atenderlos, desestima sus estudios científicos y, cuando el asunto se pone más y más espeso, toma todas las decisiones equivocadas. Su “grupo íntimo” lo completan su hijo (Jonah Hill), un idiota importante evidentemente inspirado en cualquiera de los hijos de Trump; un veterano general pasado de rosca y patriotero que parece salido de Dr. Strangelove (Ron Perlman) y Sir Peter Isherwell (Mark Rylance), un bizarro y billonario empresario tipo Elon Musk/Steve Jobs, que ve en el cometa en cuestión la posibilidad de hacer negocios. La mencionada película de Stanley Kubrick de 1964 –que parodiaba en tono absurdo la crisis de los misiles cubanos entre EE.UU. y la Unión Soviética de 1962– sirve un poco como referente y plataforma para lo que pasa aquí, lo mismo que las noticias de todos los días: el mundo se está por acabar y estamos manejados por unos imbéciles que no confían en la ciencia, piensan solo en sus próximas elecciones y tratan de sacar rédito político de cualquier cosa. La cosa se complica y agranda, además, por las diferencias que surgen entre Mindy y Dibiasky a la hora de manejarse en ese mundo. El tímido doctor pronto se ve seducido por la fama –empieza un affaire con una intensísima conductora de televisión interpretada de forma brillante por Cate Blanchett– y trata de colaborar con los claramente equivocados planes de Orlean mientras que su más intensa y radical alumna toma el camino opuesto y se vuelve un “peligro para la sociedad” por sus continuos intentos de demostrarle, a quien quiera oírla (incluyendo un “skater evangelista” que encarna Timothée Chalamet), que el fin del mundo se nos viene literalmente encima. Sátira social que también abarca el mundo de las redes sociales –con sus memes, su violencia cruzada, sus teorías conspirativas, su paranoia y sus habituales condimentos bizarros– y el de los medios de comunicación, que confunden, banalizan y alteran todo por un click o un punto más de rating, No miren arriba se va quedando de a poco sin caminos por recorrer o parodiar, enredándose en un chiste que es demasiado parecido a la realidad para ser del todo novedoso u original. Cualquiera que haya seguido las noticias durante 2020 –el año del explosivo combo Covid + Trump– notará que la película no es mucho más que una reconfiguración de lo que sucedió en esos meses con algunos cambios cosméticos específicos. Y se ha hecho tanto humor con esos personajes, con sus actitudes, comportamientos y declaraciones que la película empieza a parecerse a una colección de nuevas y diferentes bromas sobre lo mismo. El humor que hace centro en las costumbres más extravagantes, ridículas y hasta estúpidas de la cultura estadounidenses (films como Idiocracia o Team América serían los ejemplos más claros) suelen ser más furibundos, ríspidos y “generosos” a la hora de disparar sus dardos políticos. El más clásicamente progresista McKay (La gran apuesta, El vicepresidente) limita la amplitud de su propuesta al poner el ojo de manera exclusiva en un solo sector político, social y mediático del espectro. Y si bien es cierto que son los más fácilmente “parodiables”, lo que el film termina haciendo es hablarle a su base, confirmar con su propio público las expectativas, referencias y quizás hasta prejuicios que tienen. Difícil que No miren arriba convenza a algún negacionista del cambio climático de los problemas que se vienen o a alguien que ya no estaba convencido de antes de la estupidez de determinados personajes de la política y los medios norteamericanos. Su fragilidad narrativa no quiere decir que la película no tenga una hipótesis tristemente probable o muy buenos momentos de humor (Ariana Grande, en un rol pequeño, aporta lo suyo), ayudada también por un elenco impecable que resuelve por lo general muy bien chistes que, en otras manos, no tendrían demasiada gracia. Lo mismo pasa con su planteo temático: es muy probable que, de tener que atravesar un acontecimiento como el que se narra aquí u otro tipo de catástrofe ecológica, buena parte del mundo reaccione de la misma manera idiota que gran parte de los personajes de No miren arriba. Una broma repetida pero efectiva de la película del director de Anchorman va al centro del problema. Cada vez que los científicos tratan de demostrar los desastres que generará el cometa o lo inefectivos que son los absurdos planes del gobierno para enfrentar su inminente llegada, les aseguran que ellos tienen otros científicos que tienen otros datos que niegan todo lo que Mindy, Dibiasky y muchos de sus colegas han probado. Y ese es el triste, amargo y patético problema sobre el que la película trata de ironizar. Pasó con el Covid-19, con las vacunas, con el cambio climático y pasará seguramente cuando un cometa del tamaño de una ciudad mediana venga a estrellarse contra el planeta.
La tercera película elegida en esta maratón hacia los Oscar fue la sátira dirigida y escrita por Adama McKay. La cinta cuenta con cuatro nominaciones: Mejor Película, Mejor Guion Original, Mejor Banda Sonora Original y Mejor Edición. No creo que sea la ganadora a mejor película. Quizás gane Mejor Edición, pero no he visto otros films que estén nominados, no estaría seguro al cien. He leído por ahí que es una película que generó amor/odio. Blanco o negro, y la verdad que en el mundo del cine no existe el blanco o negro (hablando en términos generales) hay muchas películas que son grises. No por eso la opinión de la gente que piensa distinto es menos válida. Es una sátira. Un chiste. Una burla a la sociedad, políticos, gente rica y redes sociales. Quizás alguna que otra cosa más. Es un film que no se toma en serio. La misma película se burla de lo que está haciendo por momentos. Nos muestra un lado de los políticos que probablemente sea la reacción real ante un par de científicos “de poca monta” que les dicen que se va a acabar el mundo. No le creen. Le creen y luego sucede algo que le da una vuelta de tuerca. Nos muestra como las redes sociales afectan en el día a día, como hoy en día no se puede hacer algo muy “loco” o sacado que ya sos un meme. Nos muestra como los ricos son los que manejan la política. Muestra muchas cosas, pero queda en eso. En mostrar. Me he reído en varios momentos de la película. No es una comedia todo el tiempo, lo cual no está mal poder respirar entre risa y risa. Tiene momentos tensos, generado por las actuaciones. Siento que todos están bien. Leo hace una buena actuación, contagia lo que siente, es creíble todo lo que hace. Jennifer también está bastante bien. Ni hablar de Meryl, es de no creer que una persona pueda hacer todo bien. Cate en esta película me tapó la boca, hizo algo totalmente opuesto a Nightmare Alley, y me pareció fantástico. Al que no le creí mucho fue a Jonah, se pasó de extravagante. El film pedía eso. Personajes extravagantes. Estereotipos bien marcados y fueron logrados a la perfección. La crítica “encubierta” a Trump también es interesante, algo muy de las películas de estados unidos. Trata de ser una crítica a muchas cosas la película, pero a veces se pasa de rosca y termina siendo lo opuesto. Si bien dije que era una sátira y que no se toma en serio, hay momentos que parece querer dejar un mensaje, pero no lo logra, queda a mitad de camino. En general me pareció una buena película. Puede que haya sido un poco larga, con algunas escenas de más. Un film de comedia, drama y ciencia ficción que logra burlarse de la sociedad en general y hasta quizás te puede dejar preguntándote que tan cierto puede ser la reacción de los políticos, los ricos y el resto de nosotros los mortales. Como dije más arriba, no es una película que vaya a ganar como mejor película y que quizás esa nominación le queda un poco grande. Mi recomendación: Película para pasar el rato en Netflix, te vas a divertir y hasta quizás sentirte reflejado. Mi puntuación: 6.5/10
Impacto espectacular Adam McKay vuelve a la comedia sin escatimar seriedad en “No miren arriba”, sobre una alerta mediática planetaria. La comedia impacta en la Tierra con dramatismo cósmico en No miren arriba, triunfal regreso de Adam McKay a la sátira que lo hizo conocido. El director y guionista une de algún modo la revisión político-económica de El vicepresidente (2018) y La gran apuesta (2016) con los chascarrillos mediáticos de Anchorman (2004), combinando lo mejor de ambos mundos. La cornisa entre ambición y mofa lo es todo en este filme que hace estallar a la sociedad actual desde el acercamiento sostenido de un cometa fulminante. El astrónomo Randall Mindy (Leonardo DiCaprio) y su aprendiz Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) integran una minoría mínima junto con el doctor Teddy Oglethorpe (Rob Morgan) en la misión pública de alertar a la humanidad del plazo de seis meses que la separan de su final. La camisa a cuadros y la mirada angustiada de Mindy y el pulóver y piercing con flequillo de Dibiasky son los emblemas humildemente sensatos del choque contra una realidad espectacular que se rige por códigos tan amnésicos como ambivalentes. La presidenta Orlean (Meryl Streep, con reminiscencias sociópata-fascistas a la Vivienne Rook de Years and years) y su cínico hijo asistente Jason Orlean (Jonah Hill) y el micro televisivo de noticias conducido por Brie Evantee (Cate Blanchett) y Jack Bremmer (Tyler Perry) se asumen centros neurálgicos de unos Estados Unidos que perdieron la cabeza. La audiencia sumida en el minuto a minuto de ratings, memes e intimidad de celebridades no se queda atrás en un filme que agota la agenda global en efecto dominó: la manipulación de noticias, el negacionismo, la extinción, los pros y los antis, la demagogia, el gobierno de las finanzas y de CEO tecnológicos (con méritos al criogénico Peter Isherwell de Mark Rylance) se exponen en toda su pavorosa literalidad. Pero McKay es astuto en no enrostrar moralismo a troche y moche y fricciona a sus personajes para gestar una instantánea empatía desde la repulsión: así, la eyección a la popularidad científica del altruista Mindy lo lleva a engañar a su mujer con la glamorosamente evasiva Evantee, que se excita cada vez que oye hablar de apocalipsis. No deja de ser paradójico que No miren arriba plague de celebridades su negro mensaje, una indirecta más sutil de que el colectivo se reconoce más en la complicidad que en la toma de conciencia. De ser así, la conciliatoria moraleja de la película es que el fin nos hallará seriamente distraídos.
Más allá de su fama como comediante, cuando Jordan Peele se embarcó en una nueva carrera, esta vez como realizador, optó por otro género: el terror. Con Get out (Huye) se presentó como un director con una interesante búsqueda artística que continuó su camino con Us (Nosotros), poniendo en foco a gente de color como él pero sin que ése rasgo los defina. Ahora con esta nueva película, mucho más ambiciosa, va más allá y juega con las fusiones de géneros para contar una historia monstruosa pero también homenajear al cine como artefacto. Y con riesgo de caer en un lugar común voy a decir que es una película que debería ser vista en pantalla grande. Peele, que es tan guionista como director, va sembrando intrigas en el medio del relato que gira en torno a dos hermanos recientemente huérfanos: él es parco, de pocas palabras, retraído; ella es extrovertida y alegre. Con el fallecimiento de su padre, el entrenador que trabajaba para Hollywood y además descendientes de un jinete leyenda de la historia del cine, los hermanos quedan desamparados también en lo económico, quizás no sólo porque no consiguen desenvolverse como él supo sino también porque los tiempos son otros, distintos, todo avanza a otro ritmo, más acelerado. Cuando aparece algo extraño en el cielo, algo que rompe con lo cotidiano (como una nube que permanece quieta durante días enteros), se entusiasman ante la idea de algo que viene de afuera. Pero el entusiasmo no pasa más que por lo económico y esas ganas que a la larga todos tienen, en especial en ese lugar, de triunfar: quieren poder registrarlo, grabarlo y hacerse reconocidos por eso. Esta historia le sirve a Peele para jugar con los géneros: a veces es una comedia, otras un western, o una de ciencia ficción, una monster movie… pero su momento más logrado es el de puro terror. Un terror visceral que te deja muda. Y todo este pastiche de géneros se sucede con mucha fluidez, de manera auténtica. Incluso en la trama resulta creíble que estemos ante dos personajes totalmente distintos a los que vemos en típicas películas de terror: son inteligentes, precavidos pero también ambiciosos y obstinados. Además de estos dos hermanos hay toda una galería de personajes bien construidos y dimensionales. Como el muchacho que tiene un espectáculo pero también guarda en el pasado una traumática escena en el mismo ambiente de trabajo. O el empleado de un comercio de electrónica que acaba de ser dejado por su novia y se arrastra interesado por lo que se traen entre manos estos dos hermanos y sus cámaras. O el director de cine empecinado en registrarlo todo, en entregarse por completo a su oficio. En Nop! Peele se perfila como un gran arquitecto de historias, donde cada trama y personaje tienen su lugar y su espacio y no se pisan ni aplastan. Todo resulta calculado pero no frío ni forzado, desde esa primera enigmática escena que se expande en mitad del relato. Al mismo tiempo visualmente es siempre prolijo y acá crea planos inolvidables, desde los abiertos con ese cielo a simple vista normal en el que se percibe lo extraño hasta otros cerrados que sugieren lo peor en los momentos de ese terror escalofriante. Este tercer largometraje lo demuestra en pleno crecimiento y lo afianza como un realizador arriesgado y talentoso, ya no es una promesa nada más. Nop! resulta una experiencia alucinante, gratifica ser espectadora de una película tan bien construida y capaz de generar tantas sensaciones. Es una galería de influencias y también una carta de amor al cine desde el corazón de éste. Y claro además de todo lo que puede sugerir esta amenaza exterior sobre la que conviene no contar demasiado, una crítica al mundo del espectáculo y sus contradicciones, ese lugar hermoso que te devora. Cómo puede herirte lo que luce tan atractivo, se preguntaba Madonna en su canción Hollywood.