Compartir el dolor Una premisa clásica bien ejecutada siempre vale por dos y éste es un axioma que el grueso del cine contemporáneo no consigue satisfacer u olvida en el camino del marketing, los caprichos de los responsables o la vastedad de problemas que hoy atraviesan todos aquellos que tratan de reformular los estereotipos de siempre e intentar algo mínimamente atractivo por cuenta propia que no dependa de los esquemas de moda de la época en cuestión. No Mires (Look Away, 2018), segunda película del israelí Assaf Bernstein luego de la digna The Debt (2007), ilustra muy bien esta idea porque en esencia se saltea el fetiche con los fantasmas y lo sobrenatural del terror y los thrillers hollywoodenses actuales y se vuelca al ámbito de los doppelgängers en general y de El Extraño Caso del Doctor Jekyll y el Señor Hyde (Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde, 1886) de Robert Louis Stevenson en particular. El eje del relato es Maria (India Eisley), una muchacha de 18 años de la alta burguesía que lleva una vida alienada y deprimente cortesía de un padre soberbio, egoísta y autoritario, Dan (Jason Isaacs), una madre dócil y anodina, Amy (Mira Sorvino), una supuesta “mejor amiga” que la considera una mascota ocasional pronta a ser abandonada cuando se desee, Lily (Penelope Mitchell), y un abusón del colegio que gusta de ejercitar su sadismo con ella, Mark (John C. MacDonald). Como el único que se compadece de Maria es Sean (Harrison Gilbertson), el novio de Lily, la joven no tiene mucho margen psicológico para envalentonarse y ajustar cuentas con sus diversos victimarios hasta que conoce a su doble exacta del otro lado del espejo del baño de la hiper lujosa mansión familiar, Airam (también interpretada por Eisley), una adolescente que no está dispuesta a soportar más vejaciones. Luego de repetidos ninguneos, ataques y hasta una ridiculización colectiva en el baile de invierno de la escuela, Maria finalmente se cansa y deja que Airam ocupe su lugar dándole un beso en el cristal, lo que abre la puerta para que orqueste la separación de sus padres haciendo que la idiota de su madre se entere que Dan, un cirujano plástico, se acuesta con sus pacientas, para que le rompa la rodilla a Mark cuando éste pretendía violarla, para que genere indirectamente la muerte de Lily y para que comience una relación romántica con Sean mientras la policía sospecha de ella por el óbito de su amiga/ compañera de colegio. Sinceramente lo mejor que se puede decir del trabajo de Bernstein -un punto a favor del que carece el 99% de los films de nuestros días- es que no desperdicia ningún personaje porque sabe combinarlos a todos de manera tal que no sólo sumen brío al arco narrativo de Maria/ Airam sino que hasta nos importen sus destinos particulares ya sea para lo positivo o lo negativo, tendiente a que el doppelgänger por fin haga justicia y le ahorre pesar a la chica. El origen de la Señorita Hyde de turno, el que por supuesto tiene que ver con esa ecografía que recorre toda la trama de principio a fin, asimismo está bien incorporado al convite en función de un tono apesadumbrado que conjuga con eficacia marginación social, bullying, canibalismo afectivo, apatía, depresión, individualismo, esquizofrenia, el amor como propiedad y la execrable obsesión con la belleza “perfecta”. Más allá de la recurrencia a estructuras harto trabajadas en el pasado, se agradece el loable desarrollo de personajes y la presencia de desnudos, una excelente fotografía y un clímax austero y creíble. Sin duda la gran revelación de No Mires es Eisley, una hermosa y talentosísima actriz que ha participado en obras de bajo presupuesto y que aquí puede brillar en términos dramáticos en un rol doble que apuesta a compartir el dolor acumulado en la psiquis de la protagonista dejando que se fracture, se sumerja en la división y dé rienda suelta a una sensualidad homicida pocas veces vista en el panorama mojigato e infantil del cine contemporáneo…
Una adolescente de dieciocho años sufre con su timidez el entorno hostil de sus compañeros. Sufre en silencio su pobre vida social y la mirada incomprensiva de sus padres. Pero mirándose al espejo aparecerá una imagen de ella que es el reverso de su personalidad. María se encuentra con Airam, su lado oscuro que le permitirá liberar todo aquello que tiene reprimido. Si ese figura es producto de su imaginación o no, no lo adelantaremos, pero la escena inicial de la película de pistas del posible origen de esta dualidad. María terminará pidiéndole ayuda a Airam cuando sus conflictos ya no parezcan tener solución. Esta versión de doble personalidad, esta joven émula de Dr. Jekyll y Mr. Hyde tiene una estructura también muy parecida a una de las mayores obras maestras de la historia del cine argentino, El Retrato (1946) de Carlos Schlieper, protagonizada por Mirtha Legrand. Claro que el film argentino era una comedia, pero ese intercambio de roles partía del fracaso social de la protagonista, como aquí. Si una comedia de la década del cuarenta podía ser más sofisticada que este film de terror del año 2018 no es solo por el mérito de aquel clásico sino por las limitaciones de la película. Toda la idea inicial que tarda en desplegarse luego se instala en un lugar completamente estándar, sin novedades, siempre subrayando todo para dejarlo demasiado claro, más allá de algún que otro detalle más sutil y momentos perturbadores, sin llegar nunca que la película se convierta en algo original o con el suficiente estilo como para diferencia de otras películas. Tampoco la historia se dispersa ni se va demasiado lejos, se mantiene cerca de la protagonista de forma sobria en comparación al género en la actualidad. No alcanza sólo con eso, pero es algo.
Las películas de suspenso psicológico siempre son bienvenidas. Las nuevas propuesta que otorgan los artistas a través del guión o la dirección, siempre tienen mucho qué contar, y por gracias a ello, existe un sinfín de gamas dentro del mundo del thriller. Debido a que el género tiene una alta expectativa dentro del mundo de los fanáticos, quienes están acostumbrados a obras del calibre de Lynch, Hitchcock y un largo etcétera, por lo que es difícil cumplir con lo que los espectadores y los críticos buscan.
Ventana al inconsciente. Cuando nos observamos al espejo por un prolongado lapso de tiempo, suceden cuestiones inexplicables. Pocos se atreven a enfrentar su propia mirada, lo que escondemos hasta de nosotros mismos. Nuestro misterioso inconsciente, pensamientos, deseos y, en definitiva, quiénes somos realmente, la mirada del alma que no siempre es benévola. Look away (2018), es el último film del director y guionista israelí Assaf Bernstein. En esta oportunidad, nos entrega un thriller psicológico que cuenta la historia de María (India Eisley), una solitaria y tímida estudiante que se refugia en conversaciones con su propio reflejo en el espejo ante la falta de amigos y de apoyo familiar, ya que vive en una lujosa casa con su padre que es cirujano plástico, engaña a su madre con clientas, María desconoce el “calor de un hogar”. En el espejo hallará a su gemela malvada: Airam, la única que la estimula a liberarse de esa realidad en la que es rechazada, a la vez que la tienta a cambiar su vida reemplazándola; María acepta el intercambio de roles con Airam, pero esta nueva “libertad”, en vez de brindarle soluciones, le costará muy cara, -resultando presa de sus sentimientos más reprimidos y oscuros-, desencadenando una serie de terribles sucesos que no podrá evitar. Esta es una película en donde el suspenso ocupa un lugar preponderante. Cuenta con la destacada actuación de India Eisley, ya que interpreta dos roles antagónicos de la misma persona, con cierta reminiscencia a Carrie (1976), por ser la chica bonita pero excluida y maltratada en una fiesta, que buscará venganza y a Persona (1966), por los planos del rostro, la iluminación, además de la mirada de María y sus secretos. El director genera así una atmósfera atractiva desde la fotografía, la música, hasta las lúgubres locaciones -la casa de María con una decoración minimalista, el bosque nevado y caminos sinuosos-. En cuanto al guion, existen incoherencias y situaciones que quizás pueden parecer absurdas o desenlaces predecibles, no obstante, son adecuados ya que no desentonan con el género. Da la sensación de que se trata de una película más de suspenso o terror si se observa al pasar, sin embargo y con un breve análisis, nos damos cuenta que tiene condimentos interesantes: el reflejo doble de María en un espejo partido por la mitad, como indicio de que algo en ella se quebró para siempre y la atinada elección del trasfondo de la historia, para nada inocente, con el que más de un espectador se sentirá identificado.
María es una adolescente que, como cualquier otra, debe enfrentar los típicos obstáculos de una chica de su edad. No tiene muchos amigos y la única con la que comparte sus días lo hace solamente porque están juntas desde pequeñas, pero Lily prefiere pasar su tiempo con su novio Sean, el mismo interés amoroso de María. Su padre, un cirujano plástico, no está conforme con la apariencia y el carácter de su hija, y la madre no tiene peso alguno dentro de la familia. Pero su tormento disminuirá cuando descubra que detrás del espejo no solo se esconde su reflejo, sino su propia figura con una personalidad mucho más combativa que querrá ir al mundo real para vengarse de todos aquellos que la lastimaron. “No Mires”, dirigida por el realizador israelí Assaf Bernstein (“The Debt”), nos ofrece un thriller bien intencionado que maneja muy bien el clima de suspenso pero que cae un poco en la confusión a la hora de querer explicar las circunstancias que mueven a la protagonista y el contexto familiar que la rodea. Empieza de una manera interesante y expectante pero se desinfla un poco sobre el tramo final, el que debería ser el más potente, con el deseo de implementar un giro narrativo dramático que ya fue explorado durante todo el film (incluso la revelación sucede en la primera escena de la cinta), perdiendo bastante su impacto, y generando más confusión de la que debería. Al igual que el buen manejo del clima de suspenso, la película sabe componer una manera lograda su fotografía, con predominancia de planos oscuros en interiores o escenas de noche, mientras que durante el día se nos presentan situaciones exteriores en invierno, con preponderancia de escenarios con nieve. De esta manera, podemos observar una conexión con los sentimientos de la protagonista y el estado de sus vínculos, fríos, distantes, aislados. La música ayuda a generar este ambiente de tensión constante, como también la ambientación, con abundancia de espejos, como la temática lo requiere. Quienes busquen en “No Mires” una película de terror podrán salir del cine un tanto decepcionados, ya que el largometraje se mantiene todo el tiempo dentro del género del suspenso, sin generar miedo alguno ni sobresaltos (y no porque no tengan oportunidades para hacerlo, sino porque el mismo film no lo busca). Con respecto a los temas que se abordan, nos encontramos con un análisis sobre el bullying escolar, el rol de los padres en la crianza de los niños y las presiones que les generan, la soledad, la distorsión del cuerpo, los trastornos alimenticios o la depresión, asuntos importantes para mostrar en un film con una protagonista adolescente. Tal vez por momentos el film peca de querer tratar muchas cuestiones diversas, logrando una poca profundización en cada una de ellas, pero sí se ahonda sobre todo en el bullying y la mirada de los padres hacia los hijos y cómo puede afectarlos. El elenco está bien liderado por India Esley, quien consigue componer dos personajes idénticos en apariencia pero diametralmente opuestos en personalidad. La joven actriz le imprime gestos, miradas y comportamientos distintos a cada uno de sus papeles. Puede ser débil, bondadosa y crédula, al mismo tiempo que puede ser rebelde, fuerte e intolerante a las torturas que recibe a diario. El resto del elenco se encuentra correctamente cumpliendo cada uno su rol. En síntesis, “No Mires” logra componer un buen ambiente para el suspenso, a partir del clima de tensión, su ambientación, su música y la predominancia de la oscuridad en su fotografía. Con buenas interpretaciones por parte de la actriz principal, el film no solo se queda en esto sino que decide abordar temáticas importantes dentro del rango etario de su protagonista (por momentos queriendo abarcar demasiadas cuestiones). Pero en su contra, nos encontramos con una historia que se va desinflando con el correr del tiempo, cuando debería ir ganando cada vez más fuerza, y con una búsqueda de impacto a partir de un giro narrativo que nunca llega y que provoca más confusión que sorpresa.
Puesta al día de clásicos relatos de género en los que una joven ve cómo su tortuosa existencia cambia al tomar una decisión que marcará a fuego sus día. Acá un espejo sirve como punto de partida para jugar con dos existencia que no hacen otra cosa que acechar más a la protagonista. Elenco secundario solvente, con Mira Sorvino, que vino para quedarse, y una trama paralela que atrapa.
IMITACION DE LA VIDA Si no fuese visto como un acto de locura, María le copiaría el look al Tío Cosa. Al menos, afortunadamente para ella, su pelo le puede tapar las orejas y una parte del rostro. En los dibujos animados, su parecido es Violeta Parr, la adolescente de Los Increíbles; en la realidad, es más complicado. En su círculo íntimo solo tiene una amiga, o algo así: en realidad, esa tal Lily la necesita para realzar su brillo interior blanco y rubio. Allá, lejos de los deportes y de cualquier tipo de excusa social, María observa a Lily y a su novio Sean, el integrante que faltaba en la postal inoxidable del rey y la reina del baile de graduación. En ese momento, el deseo de pertenecer, de ocupar el lugar se intensifica detrás de sus ojos verdes. Si eso es apenas el material inflamable, la chispa que enciende el fuego interno es otra cena incómoda con sus padres (un cirujano frívolo y déspota y una ama de casa manipulada por su esposo): aunque María se levante de la mesa y corra enojada tras las críticas de siempre, podríamos deducir que no es la primera vez que pasa esto. Una noche, la joven nota que su reflejo no está interesado en imitarla mientras se masturba con el objetivo de descargar la represión acumulada del día. Al principio asustada, luego tentada, María quiere saber qué pasa. Airam entra en la película y en su vida. Airam (una pena este anagrama zonzo) tiene la personalidad que su contraparte precisa para afrontar los problemas cotidianos. Cada charla es una confesión nueva que las acerca. De a poco, su alma gemela malvada comienza a manipularla. En su influencia, combinación entre la dulzura de la compañía y la perversidad por los planes ocultos, Airam parece remarcar las mismas huellas caminadas por el primer Chucky y su relación con el pequeño Andy. El momento es inevitable: para cambiar lugares, el contrato requiere que las manos estén apoyadas en el vidrio y que un beso selle la transferencia. Al igual que un capitulo de La dimensión desconocida para otra nueva generación, No mires no pierde segundos en explicar quién es la chica del espejo (hay que concederle a su director Assaf Bernstein la decisión de no ceder a las moralejas tan comunes en esa serie); es la historia de un pacto fáustico entre las dos caras de una misma persona. En vez de sucumbir ante un relato demasiado estudioso sobre los conflictos adolescentes, la película divierte al beber de fuentes diversas. Sí, su costado más académico diserta citas sobre “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde” pero, en sus minutos más felices y absurdos, No mires es una mezcla irresistible entre El vengador anónimo y cualquier capítulo de Gossip girl. También hay espacio para sutilezas inesperadas. Cuando Airam le recuerda los hechos terribles que sufrieron en su infancia por culpa de Lily, María no admite con soltura esa porción del pasado. En apenas unas líneas, el film indica que el mejor truco del ser humano es olvidar aquellos momentos crueles pero que aun carcomen, imperceptibles, nuestro espíritu. No mires es delicada al vincular la represión sexual en los adolescentes y adultos con la casa gélida que habitan, una puesta en escena que insinúa menos un hogar que un quirófano: Bernstein pretende dialogar la lucha dual de Pacto de amor con la tristeza material de los melodramas de Douglas Sirk. El film no decide qué hacer con lo construido al promediar el acto final y eso es una lástima: se agolpan hechos a las apuradas, como si el director se acordase de pronto que hay que terminar ya –pero ya– su obra. Si se dejan de lado los homenajes más obvios a su hada madrina Carrie (la fiesta en esta película es tan genérica y gratuita que es más una nota al pie hundida por la trivialidad que una parte importante de la historia), No mires es divertida al centrarse en el ajuste de cuentas de Airam: desenmascarar secretos de su padre, ayudar a su madre a liberar el peso del silencio y demostrarle a Lily quién es la reina del patinaje sobre hielo. Alguien tiene que hacer este trabajo orgásmicamente sucio.
La era de hielo María no pega una: es una adolescente triste y solitaria, mal adaptada, tiene un desorden alimentario, problemas con el peso y la imagen y un padre autoritario que le remarca todo lo anterior. Encima en la escuela le hacen bullying y el único que le da bolilla es el novio de su única amiga. No parece raro que termine viendo cómo su reflejo se le revela y la confronta desde el otro lado del espejo. Es el viejo tema del doble maligno, solo que arrancado de los parajes del terror y trasladado al terreno de un suspenso sereno, donde el miedo cede a los requerimientos de la ambigüedad. La cosa es que María parece un caso clínico de manual, pero la película sugiere una incertidumbre: la otra María podría no ser una expresión de la psiquis trastornada de la protagonista, sino alguna clase de fantasma que busca venganza. El relato alterna las pequeñas frustraciones cotidianas de María con fragmentos dispersos de un hecho del pasado: tal vez María haya tenido una gemela cuyo destino se ignora y de la que no quedan rastros, salvo por las pesadillas que atormentan a la madre y que el padre calma con sus saberes de médico. Estaríamos ante la amenaza de uno de esos nenes malditos que retornan al mundo de los vivos para castigar a adultos negligentes. Pero tampoco podemos estar seguros, porque el negocio de Assaf Bernstein, el gimmick con el que cree que puede inyectarle algo de tensión a su película, es una ambigüedad llevada hasta el paroxismo: en pocas palabras, la María mala puede ser a) un espectro o b) una alucinación. A su vez, b) admite dos variaciones: b1) es fruto de los problemas sociales de la protagonista, o b2) es el resultado del trauma familiar sin resolver (¿qué pasó con la hermana misteriosa?). Las tres opciones danzan sin cesar ante el espectador, que debe decidir por alguna: uno quiere, espera, que sea a), es decir, no estar ante otra película que utiliza el terror como “metáfora”, que lo psicologiza, a lo El cisne negro, donde trata de instalarse un enigma similar. De alguna manera, el director está obligado a someterse a ese jueguito, no le queda otra: No mires no es particularmente sensible a ninguno de sus mundos, ya sea el del drama cotidiano o el del terror contenido. Si la película suscribiera plenamente a una de las dos opciones, se vería en el peor de los escenarios: incapacitada para explotar narrativamente los géneros evocados y, encima, despojada del grado mínimo de misterio que le aporta la incertidumbre. En cierta medida, Bernstein parece perfectamente consciente de sus limitaciones, y por eso se aproxima a sus personajes desde la seguridad que provee una puesta en escena fría y distanciada, una protección contra los compromisos cinematográficos que obliga a asumir el terror o el drama. La falta de destrezas intenta disimularse bajo el filtro de una puesta gélida; algo similar pasa con la ausencia total de pulso narrativo, que la película quiere atenuar con el recurso de la ambigüedad, como si nos dijera: no es torpeza o incapacidad, es la elegancia de la incertidumbre, de lo no dicho, terror para pensar, ¿vio? El asunto es que en algún momento la película tiene que meterse, sino con el terror, al menos con el suspenso, con los códigos del thriller, y debe mostrar el peligro, la maldad, la muerte, todas cosas difíciles de filmar, problemas que no pueden resolverse con un par de planos distantes y secos. Esa visión glacial le permite a la película construir algunos espacios interesantes, como la casa de María, un lugar enorme, lleno de muebles de diseño, donde el vacío general se lee enseguida como signo de un malestar familiar no pronunciado; y la escuela, enclavada en un edificio modernísimo, hecha de pasillos y habitaciones tan precisas como lujosas, coto de una elite joven y orgullosa que habría podido explorarse más. Lo mismo vale para el consultorio donde el padre realiza toda clase de cirugías estéticas, una estancia enorme y congelada, donde todo parece dispuesto para producir en el visitante silencio y soledad. Esos espacios quedan ahí, como simples decorados de un relato gris y lánguido para el que nada es motivo de agitación, ya sea un acto de bullying, una persecución en patines por el hielo o un asesinato. María se masturba o tiene sexo y de la puesta correcta y prolija no se desprende nada, ni un poco de calentura (hay un par de desnudos y algunos pezones, pero están cuidados); a María la humillan en público en el baile de graduación, como a Carrie, pero acá no hay sangre, rabia contenida, violencia de los planos, tensión a punto de estallar, solo una escena breve que el director resuelve rápido como quien no quiere la cosa, como si la tarea le pesara e hiciera lo posible por sacársela de encima rápido. Y así todo el tiempo.
El Director Assaf Bernstein, en éste caso también guionista y productor presenta en su segunda película, un thriller psicológico que podría haber sido más interesante de lo que resultó. A saber: María (India Eisley) es una joven de 18 años muy linda pero introvertida, que cursa el secundario y no tiene amigos a excepción de Lily (Penelope Mitchell), su única amiga desde la niñez. Esta es más deshinibida y tiene novio, Sean (Harrison Gilbertson) extremadamente amable con María, lo que provoca celos en Lily. El padre de María, Dan (Jason Isaacs), es cirujano plástico y muy exigente con el aspecto personal de su hija, de hecho si la ve desprolija, la manda a maquillar en lugar de intentar indagar el porqué de su malestar. Su madre, Amy (la gran Mira Sorvino) obedece al padre de manera cuasi-sumisa pero es quien más contiene a su hija. Así y todo, sufriendo bullying en el colegio, especialmente de Mark (John C. MacDonald), María encuentra consuelo hablando con su propia imagen en el espejo; se pregunta, se contesta y ensaya poses como cualquier adolescente, hasta que un día la imagen que le devuelve el espejo es la de su mismo rostro, pero envalentonado, segura de sí misma y más bella. Se trata de Airam, también interpretada por Eisley, quien le propone intercambiar sus vidas para así vengarse de todo y todos lo que le hacen algún tipo de daño. Airam se encargará de Dan, su amiga Lily y el hostigador Mark llevando la historia a la tragedia sin vuelta atrás. En éste tipo de films no conviene contar demasiado porque lo mejor que tienen es el factor sorpresa. No va a generar terror ni jump-scares pero es una película entretenida que asoma al tema del bullying, tan en boga, en una joven retraída, incomprendida por sus padres, y marginada por sus pares. Buenas actuaciones y buena fotografía en un film diferente. ---> https://www.youtube.com/watch?v=pyt9mehovRI TITULO ORIGINAL: “Look Away” DIRECCIÓN y Guión: Assaf Bernstein. ACTORES: Penelope Mitchell, India Eisley, Jason Isaacs , Mira Sorvino. FOTOGRAFIA: Pedro Luque. MÚSICA: Mario Grigorov. GENERO: Thriller . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 103 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años DISTRIBUIDORA: BF + Paris Films FORMATOS: 2D. ESTRENO: 24 de Enero de 2019 ESTRENO EN USA: 12 de Octubre de 2018
Un ejercicio de terror de endeble tensión dramática. Ya decía Alfred Hitchcock que es mejor partir de un lugar común que llegar a él. No obstante, la gran mayoría de los exponentes del terror moderno, al parecer, empiezan de un lugar común… y se quedan allí. En vez de tomar un drama, meterle elementos de terror y decir algo sobre la naturaleza humana, la gran mayoría de esos exponentes se conforman con el punto de partida. Ese parece ser el caso de No Mires. La gemela malvada No Mires cuenta la historia de María, una adolescente que -salvo para ir a la escuela- se recluye en su casa. No conforme con tener que lidiar con sus padres insistiendo en que debe vivir una vida más normal, tiene que lidiar con los abusos de sus compañeros de colegio y una amiga que no pierde oportunidad de mostrarle su propia superioridad. Todo esto cambia cuando, mirándose en el espejo del baño, se encuentra con Airam, una personalidad idéntica a ella a quien María dará permiso para cobrar venganza de todos aquellos que la maltratan. La tensión dramática varía entre lo escaso y endeble a lo directamente inexistente. La película tiene toda una primera mitad en donde la protagonista recibe todo tipo de bullying, y una segunda mitad en donde su gemela hace todo tipo de maldades sin que la protagonista pueda hacer nada al respecto. Tiene una propuesta temática sobre el discriminar a raíz de las apariencias, cuyo despliegue es errático. Y cuando elige dedicarle escenas completas recurre a la obviedad, la sexualización gratuita, e incluso el golpe bajo. En materia actoral India Eisleyhace lo que puede en su doble papel, pero no logra explotar el complejo potencial de su personaje simplemente porque no lo hace el guion. Por los mismos motivos no pueden brillar un Jason Isaacs que obra de oficio y una Mira Sorvinoque no puede disimular un personaje sobre el cual no han trabajado lo suficiente. Ni siquiera las expresiones más trabajadas que le imprime consiguen salvarla. En materia técnica predomina una paleta de colores mayoritariamente fría, un trabajo de cámara y montaje que responde al lucimiento actoral, y un cuidado trabajo de efectos visuales para crear la ilusión de dos personajes con una sola actriz. Prolijidad, en definitiva, pero no mucho más.
En el panorama de películas de terror clase “b” que nos inundan, este film del director y guionista Assaf Bernstein (“Fauda” de Netflix), si bien recurre a situaciones conocidas del género y no sorprende, tiene una muy buena realización, unas cuantas escenas bien logradas, y si bien no pasará a la posteridad, resulta inquietante y entretiene. La historia de una adolescente bellísima, pero a pesar de eso insegura, hace que sufra toda clase de bullying en su escuela y tenga solo una amiga por conveniencia, que en momentos de necesidad se borra o directamente la agrede. La mirada del cine norteamericano sobre los colegios secundarios, aún en los delirios de humor, es siempre sencillamente siniestra. Como una “Carrie” revisitada, si bien su madre no es una fanática religiosa tiene una que vive en el limbo del alcohol y el engaño, mas un padre cirujano plástico perfeccionista y al menos abusador emocional despiadado. Con ese panorama y un datito perdido que no se profundiza, ella es la sobreviviente de un embarazo de gemelas, llora siempre frente al espejo del baño hasta que aparece su alter ego, definitivamente segura y vengativa que deja tras el cristal a la tímida enjaulada. Y sin ningún poder especial, ahí nomás comienza la sangrienta venganza, donde adivinamos fácil que no se salva nadie. India Eisley es la protagonista que resuelve muy bien sus dos personalidades, se sienten realmente distintas. Mira Sorvino no tiene posibilidades de lucimiento y Jason Isaacs da en la tecla. La fotografía, los climas sombríos, las escenas de persecuciones, el suspenso están presentes y se agradecen considerando las bazofias habituales en nombre del cine de terror.
He aquí una adaptación -una más- de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, en este caso destinada a los adolescentes. La protagonista es María, una linda colegiala pero con problemas de autoestima: padece anorexia, es víctima de bullying en la escuela y de un padre tiránico en el hogar. Hasta que en el espejo descubre a Airam -nada sutil juego de palabras-, una versión audaz de sí misma, y le entrega el control de la situación. Una fantasía recurrente: tener otro yo que sea capaz de decir y hacer todo aquello a lo que nosotros no nos atrevemos. La cuestión es que ese otro yo, como el del Doctor Merengue de Divito, tiene un poco corrido el límite que separa al bien del mal. Y entonces, a la par que pone en su lugar a todos los que hacían desgraciada a María, comete algunos excesos. La historia también tiene varios puntos de contacto con Carrie: el padre malvado, un baile de graduación que marca un antes y un después y, como el personaje creado por Stephen King, cuando Maria/Airam despierta a la vida lo hace con una fuerza destructora. El director y guionista israelí Assaf Bernstein -que dirigió la mitad de los capítulos de la serie Fauda- juega con una duda: ¿estamos ante un trastorno disociativo de la identidad o lo que está ocurriendo es un fenómeno sobrenatural? Cualquiera fuera la respuesta -hay una explicación bastante berreta-, la película deja un desagradable regusto puritano. La moraleja parece: mejor ser víctima que victimario. Porque el pensamiento propio, la rebeldía ante la autoridad y el despertar a ciertos placeres -el sexo, la marihuana- están asociados a la maldad. Como si no se pudiera gozar y vivir con una mínima cuota de dignidad sin ser moralmente reprochable.
En 1946, Robert Siodmak convirtió a Olivia de Havilland en una despiadada villana. Pese a ese rostro angelical y los buenos modales que había aprendido para siempre en el set de Lo que el viento se llevó, The Dark Mirror la desdoblaba en dos gemelas, heroína y malvada, capaces de despistar, en un constante juego de espejos, a policías y psicoanalistas sobre las evidentes huellas de un crimen. En su primera película en Hollywood, el israelí Assaf Bernstein intenta transitar los mismos caminos, pero la paciente construcción del malvado doppelgänger se convierte en un ejercicio desparejo, que sustituye aquel barroco expresionismo por un espacio gélido y minimalista, incapaz de conseguir lo siniestro. Maria (India Eisley) no puede ser más solitaria e infeliz. En el colegio le hacen bullying, su padre la trata con distante y severa autoridad, su madre la sobreprotege aún a costa de su propia debilidad. Los indicios de lo que anida al otro lado del espejo son torpes y evidentes: la ecografía "escondida" que anuncia las gemelas, las muecas del reflejo que altera insistentemente el encuadre. Sin embargo, hay escenas que consiguen crear genuina inquietud: la brutal disputa en la pista de patinaje, el provocador enfrentamiento en el consultorio del padre cirujano plástico. Bernstein consigue dar forma visual a ciertas ideas pero nunca alcanza a amalgamarlas en un relato intenso y terrorífico, ese que todo espejo quebrado debería ofrecernos.
Espejo siniestro No mires (Look Away, 2018) nos cuesta la historia de una joven que no la pasa para nada bien en su vida adolescente y comienza a refugiarse en su reflejo en el espejo, sin alertar de lo peligroso que esto pudiera llegar a ser. Un espejo debería ser tu mejor aliado. Al mirarte allí, al reflejarte en él, podrás visualizar la manera en la cual estás. Frente a él, podés pasar de algo que no te guste de vos a reconciliarte y gozar con lo que ves. ¿Qué mejor que uno mismo para conocerse? ¿Y qué mejor que uno mismo para, si las cosas no marchan bien, mirarte en el espejo y motivarte para que todo mejore? Un día Maria, sobrecargada de angustia, utilizó al espejo como su guarida. Su reflejo, siendo una versión oscura de ella, le respondió. India Eisley, la actriz que interpreta a la joven protagonista, brinda un doble rol fabuloso siendo el sustento real de la película. Eisley, la cual coprotagonizará junto a Chris Pine (Mujer maravilla) la miniserie de TNT I am the Night, genera dos personajes opuestos en su totalidad. La verdadera Maria es un ser apagado, triste, antisocial y muy inseguro de sí mismo. Su reflejo es todo lo contrario: una femme fatale, con la seguridad a flor de piel y sin ningún tipo de escrúpulos. Su interacción con el espejo de por medio es sana e intrigante hasta que ambas Marias intercambian mundos y todo se sale de la vaina. No mires es una película donde reina el suspenso. Su narración es dinámica y en los primeros diez minutos, con su primera escena de impacto, permite el gancho exacto para que el espectador se quede sentado en la butaca con sensaciones de curiosidad y misterio. Los puntos dramáticos y de tensión, los cuales se basan en relaciones (Maria y la relación con sus padres/Maria, la superficialidad y su padre cirujano/Maria y la relación con sus amistades) se desarrollan sin tanto detalle, pero consigue así que el film fluya sin riesgos. Quizás, el no ahondar tanto en pormenores y no sumergirse aún más en estas relaciones que llevaba la verdadera Maria, nos brinda un panorama un tanto chato. No mires se decide en ir por el suspenso y el terror y no caer en rebusques dramáticos. De esta forma, sin profundizar, no pierde de lado su intencionada historia sobrenatural. Assaf Bernstein es el director y guionista de la película y utiliza herramientas que usó en Fauda, la serie de Netflix que lo tuvo comandando el set. Con la crítica absoluta al bullying y la superficialidad en el mundo, el suspenso, la intriga y la acción no van a faltar. Con un reparto que contiene a figuras como Jason Isaacs, el padre de Maria, y Mira Sorvino (Poderosa Afrodita), su madre, No mires es la película ideal para ir al cine, mirarte luego al espejo y reflexionar para aceptarte tal como sos.
El israelí Assaf Bernstein dirigió en el 2007 una película ("The debt") ,que tuvo el suficiente reconocimiento como para que en el 2011 John Madden dirigiera la remake norteamericana protagonizada por Helen Mirren. Pero desde entonces no volvió a ponerse tras las cámaras. Hasta ahora, que con un guion escrito por él mismo se introduce en el cine de terror. “No mires” comienza con la imagen de una ecografía en el que se ven dos bebés. Apenas minutos después, la protagonista encuentra escondida detrás del espejo una imagen de ese mismo ultrasonido. Desde el vamos la película anticipa una seguidilla de situaciones forzadas a inverosímiles. La historia gira en torno a María, una adolescente que además de sufrir todos los cambios y revoluciones propias de la edad y las hormonas lidia con sus padres envueltos en un matrimonio de apariencias y el constante bullying que sufre en la escuela. Hasta que descubre a alguien del otro lado del espejo, con su viva imagen, alguien que le habla y le hace cuestionar cosas que ya sabía pero que se la pasaba reprimiendo. Este reflejo en el espejo se hace llamar Airam (no esperemos sutilezas) y de a poco va transformando el día a día de la adolescente. La insta a enfrentarse a sus problemas, a las personas que la molestan, y a ganar confianza en sí misma. Sin embargo no se torna suficiente y los verdaderos cambios se producirán cuando decidan intercambiar lugares. María queda encerrada y aflora Airam con un plan de venganza que va contra sus compañeros de colegio (el chico que le gusta, el chico que la trata mal y su supuesta mejor amiga) y luego con sus padres, uno un cirujano plástico superficial e hiriente en sus comentarios y la otra una mujer dócil que prefiere callar y fingir que no pasa nada cuando sabe que su matrimonio es una mentira. Airam en el cuerpo de María va cobrando su venganza primero al mejor estilo Carrie en su escuela para luego enfrentar y enfrentarse con la figura de sus padres, quienes guardan el secreto sobre quién es realmente María/Airam. El film cuenta con una fotografía aunque fría y cuidada hasta el punto de sentirse artificial que de todos modos le juega en favor para esta historia sobre reflejos por narrar. El problema radica principalmente en un guion que se mueve entre lo obvio y lo inverosímil. Y la interpretación de India Eisley como la protagonista no llega a estar del todo lograda, quizás con alguna excepción en alguna que otra escena. Aunque Mira Sorvino como la sumisa madre y Jason Isaacs como el demandante padre funcionan, a ambos se los siente desaprovechados. Estamos entonces ante una historia de doppelgänger y una coming of age que no logra levantar vuelo en ningún momento más allá de presentarse como una propuesta interesante y con riesgo. ¿Es una posesión? ¿Una alucinación? ¿Es la personificación de sus deseos reprimidos? Tampoco se termina de ahondar en estas posibilidades. En resumen, nos encontramos ante buenas ideas plasmadas en una película sin ritmo ni inspiración, olvidable y que durante gran parte resulta incluso aburrida. Una oportunidad perdida para el director israelí.
Mezcla de terror, suspenso, e intento de drama, "No mires", de Assaf Bernstein, causa menos pavor que risas involuntarias. En aquella subvalorada joya de Disney, "Mulan", su protagonista nos cantaba en la voz de Christina Aguilera “Who is that girl I see staring straight back at me? When will my reflection show who I am inside?” (¿Quién es la chica que veo parada frente a mí? ¿Cuándo mi reflejo mostrará quién soy por dentro?). Exactamente veinte años después de aquel 1998, ese estribillo podría resignificarse en la sufrida y cancina voz de la protagonista de No mires. Ella es Maria (India Eisley), una adolescente que sufre, eso es lo que subraya una y otra vez el guion. Cual si fuese un capítulo de La rosa de Guadalupe, o cualquiera de las ficcionalizaciones de un programa evangelista, Maria vive deprimida, y sumida en una timidez y negrura que no la deja reaccionar. No conecta con sus compañeros de colegio que oscilan entre ignorarla y hacerle bullying. Con sus padres la cosa no es mejor. Su madre (Mira Sorvino) tiene sus propios asuntos que resolver y mantiene una irritada relación con María. Con su padre (Jason Isaacs), la cosa es bastante más turbia, parece protegerla, pero… María da todos los síntomas de tener graves problemas psicológicos para relacionarse y expresarse, pero claro, nadie la escucha. Un buen día, lo que tenía que suceder, sucede. María escucha voces en su cabeza que reprime, siente que su reflejo en el espejo actúa de forma independiente, y llegado el momento sucederá el cambiazo. María queda atrapada en el espejo, y en nuestro plano surge Airam (sí, leyeron bien, es María al revés, como Drácula y Alucard) la contraparte de María, todo lo que María no es. De golpe, esa adolescente retraída, se convierte en una chica provocadora, sexy, y desafiante. "No mires" pudo ser una comedia (bueno, en cierta e involuntaria forma lo es), pero no. Airam se pone muy extrema, y no temerá en asesinar si es necesario para lograr sus fines. El guion del también realizador Assaf Bernstein puede recordar a películas ochentosas como "Christine", "La llamada del diablo (976 Evil)", y por supuesto la saga "El Espejo" ("Mirror, mirror" 1 & 2); pero en todas aquellas (por favor no mancillemos el clásico de Carpenter) existía una auto consciencia de ser una película de estilo clase B, libérrima, y con la diversión absurda como objetivo principal. Por el contrario, "No mires" pretende tomarse en serio, es oscura, densa, y con una gravedad inusitada en sus diálogos. Por supuesto, lo único que logra es ser una exquisita comedia involuntaria, o un digno exponente del consumo irónico. Las situaciones se ponen cada vez más ridículas y fuera de lógica, hay determinadas escenas que deberían considerarse clásicos instantáneos del placer culposo. India Eysley, hija de la argentina Olivia Hussey, demuestra una incapacidad absoluta para expresar algo. Lo suyo recuerda a la mediática Karina Jelinek pasando de “cara de mala”” o “cara sexy” sin cambiar nada en absoluto. No puede componer bien un personaje, y debe componer dos contrapuestos. Carita de pato para todo, haciendo quedar a las recordadas gemelas buena/mala de Andrea del Boca como hitos de la gran interpretación. Mira Sorvino termina de arrojar su Oscar por la ventana y transita por la película a los gritos, hieráticamente. Peor le va a Jason Isaacs que se esfuerza en demostrar que es buen actor (como siempre), pero debe lidiar con la línea narrativa más incoherente, no se entiende qué es lo que sucede con ese personaje. Pensada como telefilm, extrañamente esta película llega a nuestra cartelera, lo cual no hace que mejore su calidad. Su realizador israelí, debutante en EE.UU., no hace nada por mejorar el promedio, todo se ve gris, azul, con apenas destellos de rojo para marcar la diferencia. Como si los diálogos no fuesen lo suficiente subrayados sobre todo lo que les pasa a los personajes, el lenguaje visual también es de por más obvio. Mejor ni hablemos de los abundantes problemas de continuidad. Sus hora y cuarenta y tres minutos pueden hacerse eternos. La única solución que nos queda es comenzar a reírnos, y con ganas. Todos es tan ridículo, tan estúpidamente presentado, que la risa brota sin mayores esfuerzos, contraponiéndose al aburrimiento general de la propuesta. "No mires" termina pareciéndose a ver un show de bloopers o los cásicos videítos con filmaciones caseras fallidas online, nos reímos culposamente de la desgracia. Una niña buena, y una niña mala; una película aburridísima, y una divertidísima comedia del desastre. Las dos caras de un mismo espejo...
Vendaval de sentimientos reprimidos. En esta segunda película de Assaf Bernstein, el eje de la historia está representado por María (India Eisley), una adolescente de 18 años que lleva una vida deprimente. Tímida y solitaria, sufre bullying por parte de un compañero de curso (John C. MacDonald) y es incomprendida por sus padres (Mira Sorvino y Jason Isaacs). En el colegio tiene sólo una amiga, Lily (Penelope Mitchell), que la maneja a su antojo; y también está Sean (Harrison Gilbertson), el novio de Lily, que se compadece de la joven y de quien María está secretamente enamorada. Su existencia dará un giro total cuando aparezca —en el espejo del baño de la lujosa mansión en la que vive— su alter ego, una muchacha con una personalidad absolutamente opuesta a la de María llamada Airam: segura de sí misma, atrevida, sensual, vanidosa. María se confiesa ante Airam y le cuenta todos sus problemas, aunque Airam sabe todo sin necesidad de que nadie se lo cuente. Así, desde la primera escena, el filme nos brinda pistas —que no revelaremos— acerca de quién es en realidad Airam. Después de padecer una dura humillación en el baile de invierno, María se rinde y decide intercambiar su lugar con Airam, quien emprenderá una sangrienta venganza contra todas las personas que hirieron los sentimientos de María y le provocaron su profunda tristeza y dolor. Es interesante que como espectadores no sabemos si Airam existe en la realidad o es producto de la imaginación de María —puede tratarse de la faceta oscura de María que, después de tanta pena y sufrimiento, sale a la luz. Esta confusión entre ficción y realidad está muy bien lograda y le otorga al filme un clímax especialmente lúgubre. A partir de este momento, el planteo inicial de la película —que parecía interesante— se desnaturaliza por completo y la trama se vuelve lineal y previsible, ya que sólo restar saber quién será la próxima víctima que caerá bajo las garras de Airam. De este modo, la violencia se termina convirtiendo en el único ingrediente que rige la historia y se diluyen la sorpresa y el suspenso. De todas maneras, debe destacarse la fotografía como uno de los aciertos de la película, ya que crea el clima de sordidez que requiere el relato. Con respecto a las interpretaciones, India Eisley se revela como una actriz de gran talento y carisma en su doble papel de María y Airam. Es una figura que pronto dará que hablar —será protagonista junto a Chris Pine de la serie I am the night, a estrenar este mes. En tanto, Jason Isaacs y Mira Sorvino suplen satisfactoriamente, con su oficio, las debilidades de la historia. En suma, No mires es un thriller psicológico sólo apto por los amantes del género debido a la endeblez de un guion que no termina de cerrar, y si bien se trata de un producto entretenido, el interés que presentaba la idea original se queda a mitad de camino.
Un Frankenstein armado con ideas clásicas María es una adolescente lánguida y abúlica, más entristecida que triste, para quien todo en su vida parece un tormento. El diálogo con sus padres (un estricto y distante cirujano plástico y una madre depresiva) es casi tan escaso como lo que come: casi nada. En la escuela, lejos de pasar desapercibida es acosada por el patotero de turno y su corte de reidores. Apenas cuenta con una amiga, una chica superficial que tampoco es una gran compañera, y el compasivo novio de esta, que cada tanto la defiende de las agresiones. Una noche María descubre, oculta detrás del espejo de su habitación, la foto de una ecografía en la que se ven dos fetos. Esa misma noche su propio reflejo en el espejo del baño se revelará independiente. Luego del susto inicial, María comenzará un diálogo con esa otra, llamada Airam, que parece ser su opuesto perfecto. Lejos de ser un alma torturada, Airam es segura, sarcástica y su mirada transmite cierta malicia de la que María es incapaz. Aunque no se trata de una película de terror, sino más bien de un thriller fantástico, No mires comparte la genealogía estética de ese tipo de cine. Dirigida por el israelí Assaf Bernstein, quien alcanzó cierta popularidad como director de la serie de Netflix Fauda, No mires es como un Frankenstein montado con partes de ideas clásicas. Un poco de Carrie y otro poco de La mitad siniestra (novelas de Stephen King adaptadas al cine por Brian De Palma y George Romero respectivamente), una pizca de Jeckyll y Hide y dos cucharadas de El otro, film de culto de 1972 dirigido por Robert Mulligan. Todo eso saltado en el fondo de cocción de la teoría psicoanalítica. Ambas circunstancias –el no ser estrictamente una película de terror y su carácter de collage de ideas “prestadas”–, logran posicionar a No mires por encima de la media de las películas de género que se estrenan en la cartelera local. Pero sus referencias son inevitables, fatales de tan evidentes. Tanto que la vuelven obvia, predecible y anulan toda posibilidad de provocar la más mínima sorpresa en un espectador informado. Si además se suma cierta ingenuidad para resolver algunas cuestiones (la inversión del nombre de la protagonista es un ejemplo cabal), la defensa de No mires se vuelve más complicada. Se pueden mencionar la oportuna elección del reparto y su buen desempeño (aunque el desafío de interpretar a dos opuestos le quede un poco grande a la joven India Eisley); la densidad de algunos personajes, como los padres de María, interpretados por Jason Isaacs y la reaparecida Mia Sorvino; o cierta eficacia a la hora de crear climas. Nada de eso convierte a No mires en una gran película, aunque la alejan del repudio. Pero lo mejor de la película llega con su escena final, resuelta con un espejo. Con mucho ingenio, Bersntein diseña un dispositivo que remite al arte de lo cinematográfico que es un muy modesto pero poderoso hallazgo. Nada que salve a la película ni que lo vaya a volver famoso, pero que merece ser reconocido.
Un matrimonio tiene un buen pasar, Dan (Peter Pan 2003), es cirujano plástico, algo obsesivo, Amy (Mira Sorvino) y que pese a una serie de trastornos psicológicos intenta contener a su hija María (India Eisley, realiza una buena interpretación haciendo dos personajes bien distintos entre sí) pero no puede, el padre busca la perfección en la apariencia física, por lo tanto la joven adolescente vive algo deprimida, infeliz y la hace algo incomprensible, su amiga Lily (Penelope Mitchell) parece alejarse, piensa más en su novio Sean (Harrison Gilbertson) y Mark (John C. MacDonald), la acosa en la escuela y sus amigos le hacen bullying. Pero Maria se refugia en el baño de su casa donde encuentra a su otra personalidad frente al espejo, Airam una chica más libre, con un espíritu salvaje, de gran temperamento, entusiasta, extrovertida y temeraria. Estamos frente a un Thriller de suspenso en el cual se van generando buenos climas, logrando algunos giros narrativos, el espectador no sabe que es cierto y que mentira, una buena fotografía, ambientación, la iluminación y la música ayudan a la trama, pero tiene algunas escenas que se desinflan.
“AGARRAME QUE LO MATO” Cuando los trailers venden mucho es mejor sospechar del resultado. Aquí hay un film que demuestra cómo puede extenderse la expectativa hasta no poder más. Y aunque la actriz protagónica se luce en su ductilidad, en el resultado no termina de apreciarse del todo. María, una joven que está en su último año escolar, tiene muchos problemas para relacionarse: no tiene amigos, la única chica con la que contacta no le tiene mucho aprecio, los compañeros de la escuela la maltratan. Además, su padre es muy exigente con ella y su madre sobreprotectora, pero sometida a las resoluciones de él. María tiene todas las características que se necesitan para explotar y ahí es donde se pone la ficha. En este sentido, es notable la relación que se puede sostener con la película Carrie. No mires trabaja con el suspenso, con una lógica que indica que pronto va a pasar algo. Lo cierto es que si ese algo no pasa, todo lo demás pierde un poco el sentido. Esta apuesta tiene sólo dos vertientes posibles: un resultado sorprendente o uno vergonzoso. Lamentablemente termina siendo el segundo. El film tiene un buen comienzo. La capacidad de India Eisley para representar dos personalidades totalmente distintas está muy bien. El problema aparece cuando las escenas empiezan a tener sus resoluciones. Ella (¿ellas?) va/n en busca de venganza a cada uno de los que le/s hizo daño. El impacto que tiene cada una de esas escenas es contundente desde lo sanguinario, pero no genera crisis ni sorprende demasiado. En cuanto a la historia, vemos cómo Maria responde a una situación de opresión que tiene como principal foco el padre. La represalia con él era de esperarse más trágica y movilizadora, sin embargo se resuelve de una manera bastante simple, desaprovechando las potencialidades. Un tema que aparece en paralelo es la belleza. Varios son los elementos que apuntan a que esto entre en debate. El padre es cirujano plástico, a ella siempre se le está recriminando por su aspecto, e incluso el eje de la película está dado por el espejo. Pero todos estos elementos están enfocados y trabajados sólo para un dato relevante en la trama que aquí no adelantaremos. No mires desaprovecha la oportunidad de profundizar en este tópico y como en el resto del relato, se queda en meras insinuaciones.
Esta película empieza lentamente, luego se vuelve original, pero finalmente demasiado previsible y grotesca. La protagonista es India Eisley, una adolescente problemática que sufre bullyng en el colegio; tampoco se lleva bien con su familia, de clase media alta, con un padre cirujano plástico que también tiene sus problemitas. El asunto es que en uno de sus tantos momentos conflictivos ella hace contacto con su mitad siniestra, materializada en su otro yo reflejado en el espejo -de ahí el “no mires” del titulo-. El argumento está planteado con una narrativa descriptiva que provoca que el punto de contacto entre ambas personalidades tenga lugar promediando la proyección, y de ahí en adelante, obviamente, el lado siniestro queda desencadenado y empieza a cometer todo tipo de fechorías, tanto sexuales como homicidas. Esta dualidad, por momentos, genera escenas interesantes y bastante bien actuadas por la exigida Eisley en un doble papel de buena/mala, pero pronto el guión se va a la banquina con maldades desaforadas y, sobre todo, con una explicación que ni bien se insinúa se torna totalmente obvia. Como terror adolescente daba para más.
Paranoias que son reflejos "No Mires" es un thriller psicológico que narra la historia de María, una solitaria y tímida estudiante que se refugia en conversaciones con el espejo, en el cual encontrará a su gemela malvada, alguien que la estimula, desencadenando sentimientos reprimidos y oscuros. Existe el mito de que si alguien mira un espejo en completa oscuridad, no verá su reflejo, sino a algún demonio que intenta pasar de plano o pactar con quien esté en frente a cambio de algún favor. Por eso muchos evitan esa circunstancia en baños o vestidores. El temor a encontrarse con algo más. Pero qué pasaría si en ese lugar decidimos enfrentarnos a nuestro propio yo en la más negra oscuridad. Quizás no haya más demonios de que preocuparnos más que los propios. Maria (India Eisley) es una joven solitaria que es desvalorizada por todo el mundo. Sus padres, su mejor amiga (Penelope Mitchell), y sus demás compañeros de trabajo. Padece bullying diariamente y se hunde en la depresión. Pero, inesperadamente, acude en su ayuda, frente al espejo, Airam (no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que es su nombre al revés), que le promete que puede revertir las cosas y cambiar su vida. Todo su padecimiento se transformará en dolor para sus victimarios a modo de venganza sin miramientos. Si bien parte de una premisa simple, incluso clásica, para una película de género, la construcción a través de la depresión adolescente, la soledad y la marginación, que obviamente recordarán a "Carrie", aquí también sirven como motor de búsqueda y lógica narrativa. Una grata sorpresa, interesante en una cartelera con pocas buenas ideas.
Entre la enorme cantidad de propuestas emparentadas con el género del terror hay algunas que se escapan de la medianía general y logran pasar las fronteras de lo aceptable. Otras, como en el caso de “No mires”, simplemente se plantan frente al espectador como una propuesta ambigua para luego avanzar en el relato y aferrarse o no al género. En este sentido el drama psicológico funciona como una suerte de amague que toma algunos elementos, sobre todo visuales, del terror y los utiliza medianamente bien para contar otra cosa. ¿Miente o engaña al espectador éste estreno? Algo del orden del conflicto fraternal se instala en la primera escena. Lo que vemos es la secuencia de una ecografía. En el útero materno hay dos bebés conviviendo. Moviéndose. Viendo sólo la imagen podemos colegir que están ahí simplemente. Con más imaginación podrían estar jugando, pero la música lúgubre y su respectivo in crescendo resignifican la ecografía hacia algo espeluznante. ¿Se están matando? Esta incertidumbre no tendrá respuesta en toda la película porque irá para otro lado la cosa, entonces: ¿fuimos hábilmente engañados o nos mintieron? Elipsis mediante, nos encontramos 18 años después con quien entendemos es una de las que estaba en el útero materno. Pese a convivir en un no la pasa nada bien María (India Eisley), además de sufrir en casa la severidad de su padre, y la casi ausencia de su anodinada madre, lidia con un acosador en el colegio y la oculta envidia hacia su amiga, cuyo novio desea fervientemente. De apariencia anoréxica y deprimente la joven no encuentra su lugar en el mundo, pese a no pasar ningún problema económico dada la casa y el barrio extremadamente rico en el cual vive. De a poco María va sintiendo una presencia misteriosa, alguien que la observa y le genera miedo. Una noche, desde el otro lado del espejo del baño, se aparece su otro “yo”, o mejor dicho su súper yo porque este reflejo no anda con vueltas a la hora de querer solucionar las cosas. Se llama Airam (o sea María al revés, por si esperaba alguna sutileza del guión). A partir de este momento del metraje el espectador podrá adivinar las buenas intenciones de esta producción, y al mismo tiempo será testigo del desmoronamiento argumental de esta burda mezcla, en versión femenina, de “Dr Jeckyll y Mr Hyde”! con “Alicia en el país del espejo”. En este aspecto la película se divide entre el antes y un ratito después de la aparición en el espejo, porque hasta ese entonces el juego del thriller dramático utilizando varios de los elementos del terror, a favor de instalar el miedo interno de un personaje asfixiado por los conflictos externos funciona realmente bien. Esas intenciones que se adivinaban como una forma efectiva para plantear no sólo los conflictos adolescentes, sino los cambios hormonales, las carencias familiares y la incertidumbre de un mundo en el cual María no se ve reflejada; se ven inexorablemente truncas al llevar el relato hacia la loquita rebelde capaz de cualquier cosa. Es más, el ritual mismo para que Airam intercambie su lugar con el de la muchacha es para que los psicólogos se hagan una panzada. De la misma forma, cuando “No mires” entra en etapa de definición, ya instalada como thriller psicológico convencional, en lugar de mantenerse fiel a la propuesta inicial comete un atropello en forma de vuelta de tuerca que no sólo hace retroceder todo al principio, sino que conceptualmente cambia (o niega por consecuencia) lo visto hasta ahora, por no decir que lo banaliza explicando lo innecesario. Nunca dejan de ser buenas las intenciones pero, por ejemplo, una dirección de fotografía impecable desde lo técnico no significa que instale la convención con el espectador. La oscuridad innecesaria de algunas escenas no le aporta nada al buen clima generado por la pulsión narrativa del director. Lo subrayan con demasiada obviedad y eso que hablamos de una producción que tanto en ese rubro como en montaje, dirección de arte, banda sonora, etc está bien facturado técnicamente. Todo lo que podía servir como una novedosa forma de ver los factores humanos que alimentan la “bestia” interna que llevamos dentro es atropellado por la decisión de elegir el camino fácil, el que haga funcionar éste estreno en la taquilla. Son riesgos, es cierto, pero ahora los correrá el espectador que pague su entrada.
No mires de Assaf Bernstein, un film en donde Dr. Jekyll y Mr. Hyde vuelve a ser inspiración para esta historia de bullying adolescente. India Eisley (María) protagoniza esta película con muchas fallas desde el guion, con una lograda fotografía y con actuaciones tan desparejas como ridículas. Cuando en una cinta de terror, ciertas situaciones provocan risa o una pequeña mueca de sonrisa por lo que se ve, puede ser que sean nervios o que, como sucede en No mires, lo que vemos es gracioso o ridículo. La protagonista realiza un impecable trabajo, pero quienes la secundan, como los compañeros de colegio que la tratan tan mal como se puede (podríamos recordar a Carrie en muchas de estas situaciones), llevan a cabo actuaciones muy flojas. Los padres son Mira Sorvino (muy deslucida) y Jason Isaacs que es, sin dudas, el que realiza las mejores escenas junto a India. La historia -recurrente pensar de muchos en algún momento de la vida- es la de tener un yo interior que sea capaz de hacer lo que uno no puede, defenderse, liberarse, no sufrir. Acá, ese “otro yo” de María, se manifiesta en el reflejo que tiene en los espejos hasta que “la deja salir” para que pueda vengarse de todos aquellos que la tratan mal.
La premisa no es mala: chica retraída a la que le hacen de todo en el secundario cambia lugar con su propio reflejo en el espejo. La premisa no es mala: chica retraída a la que le hacen de todo en el secundario cambia lugar con su propio reflejo en el espejo, que resulta ser una especie de demonio adolescente (tiene algo de “Carrie” el asunto, es verdad). El problema aquí no es ni la premisa ni las actuaciones, a tono con lo que se pide, sino que el realizador no sabe si hacer un drama psicológico –es leve en ese terreno– o una película de terror hecha y derecha para lo cual le falta ritmo. Una pena.