La gente no cambia Si se tiene presente lo repetitivo que es el Hollywood contemporáneo y la ausencia de ideas novedosas o una mínima ejecución llamativa de premisas de antaño, bien se puede decir que Obsesión (Serenity, 2019) logra destacarse en el panorama actual cayendo en un simpático ridículo involuntario como la gran industria hace tiempo no ofrecía, casi siempre volcada a entregar bodrios para el público lobotomizado por esa colocación de productos a gran escala (superhéroes, remakes, secuelas, etc.): parece que la meta detrás del proyecto por parte del director y guionista Steven Knight era hacer un neo film noir en la tradición de Cuerpos Ardientes (Body Heat, 1981), La Última Seducción (The Last Seduction, 1994), Traición Perfecta (Red Rock West, 1993), Sangre y Vino (Blood and Wine, 1996) y Camino sin Retorno (U Turn, 1997), aunque con una linda vuelta de tuerca fantástica de por medio. La historia deja bien en claro desde el inicio su pretendida reformulación de los engranajes del policial negro: el eje del relato es Baker Dill (Matthew McConaughey), ex militar y dueño en bancarrota de un barco pesquero, Serenity, que suele alquilar a turistas que caen en la paradisíaca Isla Plymouth, un señor sin dinero para pagarle a su ayudante y amigo personal Duke (Djimon Hounsou) y acreedor de unos billetitos por acostarse con la también veterana -y muy apetecible- Constance (Diane Lane). Mientras Reid Miller (Jeremy Strong), un bizarro representante de una compañía llamada Fontaine, anda persiguiéndolo para ofrecerle un equipo de rastreo de peces, su ex esposa Karen (Anne Hathaway) se aparece con la propuesta de asesinar a su actual marido, el magnate de la construcción y abusón Frank Zariakas (Jason Clarke), a cambio de diez millones de dólares en efectivo. El devenir comienza a enloquecer cuando descubrimos que Baker tiene una especie de conexión telepática con el hijo que tuvo con Karen, el fanático de la programación Patrick (Rafael Sayegh), quien a su vez suele ensimismarse en su computadora para evitar ser testigo de las palizas de Frank a la mujer. Gran parte del metraje da vueltas sin demasiada coherencia en torno al planteo de si Dill arrojará o no a su potencial víctima a los tiburones haciendo pasar todo el asunto como un “accidente” durante un intento por capturar a un atún gigantesco llamado Justicia, con el cual Baker está obsesionado. Knight, un británico que acumula tantas creaciones potables como mamarrachos como guionista y que venía de entregar la interesante Locke (2013) en su faceta adicional de realizador, apuesta a diálogos y situaciones muy acartonadas y previsibles que hacen al ABC de los thrillers alrededor de la clásica femme fatale y sus ruegos, pero ahora generando poco y nada de erotismo, mucho menos misterio y sí una buena tanda de incredulidad a medida que el desarrollo nos va acercando sin medias tintas a una variante de la ciencia ficción moral que se siente un tanto forzada y nunca termina de convencer o de “dejarse aprovechar” en los términos pautados. A través del personaje de Miller la película invoca un sustrato freak y muy particular que la emparenta con distintos elementos de opus similares como Abre los Ojos (1997), Ciudad en Tinieblas (Dark City, 1998), El Piso 13 (The Thirteenth Floor, 1999), The Matrix (1999) e Identidad (Identity, 2003), obras en las que se cuestionaba el grado de libertad del hombre en la sociedad y hasta qué punto somos títeres de poderes plutocráticos y/ o deseosos de un control absoluto de tipo experimental/ sádico. Knight lamentablemente no sabe cómo mezclar los géneros sin terminar en la banquina de la autoparodia, siempre recurriendo a personajes unidimensionales y charlas insólitas que tiran frasecitas de manual, aunque por otro lado resulta innegable que el trabajo en su conjunto guarda un atractivo morboso alrededor de la chance de presenciar cuántos clichés y delirios varios más pueden sumarse a la mixtura, circunstancia que por cierto transforma a la inusual experiencia en un convite relativamente entretenido dentro de todo. Otros dos factores redentores son el excelente desempeño del elenco y la idea de fondo de que la gente no cambia, por ello mismo el ofuscado Baker debe faenar al psicópata de Frank a instancias de una compungida Karen…
Obsesión es la nueva película protagonizada por Matthew McConaughey (EdTV, Reign of Fire, The Wolf of Wall Street) y Anne Hathaway (Interstellar, Alice in Wonderland, The Princess Diaries). El nombre original es Serenity, y responde al nombre del barco del protagonista. Es una película por demás extraña. Si sos fanáticx de Matrix, Westworld o Inception, puede que te sientas más cómodx con este relato. Porque seamos sinceros: lo que vende el trailer, y lo que venden los primeros 30 minutos de película ES TODO UNA CORTINA DE HUMO. Es escrita y dirigida por Steven Knight, el mismo que escribió Eastern Promises y la serie Peaky Blinders. Seguimos la historia de Baker Dill (Matthew), un ex-combatiente que no volvió completamente de la guerra y esto lo llevó a alejarse de su familia. Es huraño, trata de mantener las relaciones lo menos cercanas posibles, está obsesionado con un atún gigante que nunca puede pescar, se la pasa teniendo sexo con la MILF Constance (una preciosa Diane Lane) y gusta de “bañarse” en bolas en el mar. En el pueblo pesquero de Plymouth Island no parece pasar mas nada… todo parece completamente normal y metódicamente repetitivo. Hasta que llega ella. Karen Zariakas (Anne) es la ex-mujer de Baker, y lo estuvo buscando desde la separación. Se casó nuevamente, y su nuevo marido Frank Zariakas (Jason Clarke) es básicamente una de las peores personas del mundo: borracho, abusador, golpeador, soberbio… ¿su solución? Pagarle 10 millones de dólares a Baker para que mate a Frank en el medio del océano. ¿Parece un thriller de esos de venganza tan propios de los 90s? Bueno, no canten victoria, porque todo hacia el final vira para otro lado. En el medio: un personaje que siempre llega tarde para encontrarse con Baker, Karen y Baker poniendo todo de sí para ser una de las parejas más hot actuales, el hijo de ellos apareciendo de manera espectral en lugares y la sensación de que hay algo que no está bien. Obsesión se configura como una extraña pieza que bebe mucho del mundo más millenial, pero con un relato más propio de los padres de los millenials, y la necesidad de re-visitar para entender si hay huecos en la historia o todo tiene sentido hacia el final. ¿Es una comedia? ¿Es Sci-Fi? ¿Es todo filosófico? Mientras nos seguimos maravillando con esas playas y nos embarcamos en la búsqueda del gato negro (siempre será un placer cruzarse con Diane Lane) o de ese atún que parece imposible de pescar.
Una película floja, por momentos bizarra, y con múltiples fallas de guión. Parece sacada de otra época, tal vez de los ’90 donde los zoom, en cámara lenta, mientras rota sobre un personaje eran novedad. De no ser porque cuenta con dos superestrellas en su cast, se encaminaba al olvido. Cuando uno analiza los intérpretes, el plot, el director y la ambientación, entiende que tiene potencial y una premisa interesante. Pero el problema es cómo es llevada a cabo. Sus plot twist suenan apurados, apretados y con agujeros que confunden, más que dejarnos con intriga. No es una mala actuación de Matthew McConaughey, ni cerca de sus mejores. Se sumerge en un personaje con problemas de alcoholismo, depresión y una obsesión insana con la pesca de un atún en especial. Sus días consisten en estar en ultramar y tratar de no perder la paciencia antes que la cabeza. Pero un día llega Anne Hathaway teñida de un rubio intenso para ofrecerle una oportunidad difícil de rechazar. Los secundarios aportan pero no alcanza para elevarla: Jason Clarke (un buen papel como el villano), Diane Lane, Djimon Hounsou y Jeremy Strong. McConaughey y Hathaway hacen una dupla muy interesante, pero su relación no termina de explorarse ni potenciarse. Es difícil entender lo que nos quiso contar el director con “Obsesión”, cambia de género con pasmosidad y tiene una media hora final que destruye todo lo que construyó previamente. Es una propuesta rebelde que puede funcionar si los elementos en su conjunto se consolidan. La más destacable es la fotografía, logra mostrarnos esta isla de manera bellísima y nos enfoca inmersivamente en el clima ideal para este thriller. En definitiva, no es una película mala. Pero se regodea de sus ideas y no en cómo llevarlas a cabo. Tiene buenas actuaciones pero con una dirección de Steven Knight floja. Su frenético final, tal vez, un día la lleve al culto de películas locas y bizarras.
De thiller pasional a mejunje metafísico. No hay sentimiento más placentero que experimentar una buena película, aquella que nos moviliza. Por el contrario las malas películas son en general ejercicios poco gratificantes… y hay una clase de películas que no son buenas ni malas Su mayor atractivo radica en ser absurdamente INEXPLICABLES. Como espectador, uno difícilmente se encuentra preparado para tal experiencia… pero en ciertas ocasiones la obra tiene un encanto atroz escondido detrás de su incongruencia manifiesta. Algo de esto último sucede con la inclasificable Obsesión (Serenity, 2018). El director Steven Knight (más conocido por sus experiencias como guionista) es quien está al mando del film. El ganador del Oscar Matthew McConaughey interpreta a Baker Dill, un ex combatiente de Irak que vive en una isla y se gana la vida embarcando turistas ricos y ayudándolos a pescar, mientras se obsesiona en seguir la pista de un atún gigante que se le escapó más de una vez. La narración toma un giro sórdido cuando aparece su ex mujer Karen -interpretada por la también ganadora del Oscar Anne Hathaway- ofreciéndole una importante suma de dinero a cambio de asesinar a su actual esposo, un violento alcohólico. En el medio de todo está Patrick, hijo fruto de la relación entre Baker y Karen, quien también sufre los abusos de su padrastro. Hasta acá todo bastante normal según los tropos del género: un hombre con un pasado traumático refugiado en una isla perdida, la irrupción de una pseudo femme fatale, la propuesta tentadora, el debate moral, etc. Pero de aquí en más todo empieza a mutar. El hijo de Baker sufre una suerte de trastorno del espectro autista, traducido como un don especial según palabras de su propia madre: “su maestro dice que es muy bueno con las matemáticas, y que es una suerte de genio de las computadoras”. Lo que esta revelación implica para la trama del film es algo difícil de explicar, al menos sin espoilear los momentos más hipnóticamente absurdos de un tercer acto que no pueden ser descriptos con justicia… tienen que ser vividos desde la butaca para máxima efectividad. Simplemente diremos que Baker descubre que tiene una especie de conexión con su hijo, una conexión difìcilmente plausible con un niño autista y a quien se deja entender no ve hace años. De aquí en más lo que parecía un thriller con poco vuelto se convierte en una historia con destellos fantásticos, incluso metafísicos. Si bien la narración viene dejando unas pistas extrañas incluso desde el plano con que abre el film, nada nos prepara para una revelación tan sorprendente como bizarra. Hasta los propios actores parecen perdidos en la confusión que nubla inesperadamente el relato. Anne Hathaway enuncia líneas de diálogo con ojos desorientados, como si no pudiese seguir la lógica interna de una película cuyo guión también pertenece a Steven Knight. Y McConaughey canaliza su siempre presente espíritu sureño, mientras intercala momentos que deberían causar emoción pero por el tono parecen escenas extra de The Room, esa obra tan amada como incomprendida del enigmático Tommy Wiseau. En todos los años que llevo escribiendo, jamás pensé que un día plantearía un paralelismo entre las capacidades actorales de Matthew McConaughey y Tommy Wiseau. Pero Obsesión, salvando las distancias, tiene un potencial similar al que tuvo The Room. Me refiero al potencial de convertirse, tal vez en 10 o 15 años, en una obra de culto por pura gracia de su absurdo inabarcable, por ser ese tipo de historia que no sabemos si tomar en serio o simplemente relajarnos para poder abarcar toda la amplitud de su disparate, ese inevitablemente atractivo disparate.
Cuando la solemnidad y el tomarse en serio amenaza el relato, la propuesta termina por derrumbarse ante los caprichos de un guion débil, trillado, plagado de lugares comunes, que ni con la sorpresa que se devela al final termina por configurar atractivo a esta historia de seres perdidos en planos y universos.
Baker Dill tiene un bote pesquero en la isla de Playmounth, y se encarga de llevar turistas a que atrapen grandes peces en el océano. Pero su verdadera pasión, o más bien, obsesión, es pescar un enorme ejemplar de atún que lo atormenta en sueños. Pero todo cambia, cuando su ex pareja se hace presente en el idílico lugar, pidiéndole un peligroso favor que involucra a su marido golpeador, y el hijo que tiene con el propio Baker. Obsesión es una película bastante compleja para analizar, y no en el buen sentido. No nos referimos a complicados movimientos de cámaras, o de un film experimental, sino que es una de esas cintas que apenas se puede hablar de ella sin entrar en el terreno de los spoilers, y que dichos spoilers involucran giros de guion al mejor estilo M. Nigh Shyamalan. Entendiendo eso, podemos asegurar que Obsesión es un verdadero desastre. No lo decimos por el plot twist mencionado en el párrafo anterior, porque seguro habrá gente que le guste dicho volantazo de la trama. Pero es que el guion no hay por donde agarrarlo; y no solo por sus situaciones poco verosímiles, o con presencia de algunos personajes que no aportan nada a la trama. Los diálogos provocan risa (no forzada). Recordando el famoso gag de Los Simpson donde un publicista le menciona a Homero sobre un comercial con gente gritándose cosas sin sentido; acá podemos ver lo mismo. Pareciera que cada personaje está hablando de un tema distinto en todas las conversaciones, porque las respuestas o reacciones en más de una ocasión son incomprensibles. Así como también ver como Matthew McConaughey se queda en cuero (con planos de su ejem, espalda baja) sin que lo que está pasando en pantalla lo pida. Entendemos que se quiera vender la película con el cuerpo del actor, pero podría haber sido más sutil, con escenas que justificaran dichos encuadres. De todas formas, no todo en Obsesión es un desastre. La fotografía es lo más destacable de todo. Y los actores también aportan bastante (sobre todo el ya nombrado McConaughey), sobre todo para darle un poco de verosimilitud a un guion tan caótico y con diálogos tan ridículos. Obsesión podría haber sido un buen thriller, o una buena película con una gran vuelta de tuerca final. Pero el pobrísimo guion tira abajo todo el potencial que se tenía (actores incluidos), haciendo que estemos ante uno de los films que seguramente entre dentro de lo peor del 2019.
Compralo en lata mejor En una pequeña isla donde todos se conocen, y a bordo de un barco que llama suyo aunque el banco no esté del todo de acuerdo, Baker Dill se dedica a llevar turistas a alta mar para hacer pesca deportiva cuando lo que él mismo pesca no le alcanza para pagar las cuentas. Y si no es un trabajo tan rentable como para otros pescadores de la isla, es en gran parte por su obsesión por capturar un gran atún que se le escapó varias veces cuando ya lo creía apresado. Lleva una relativamente apacible vida con algunos sobresaltos, hasta que se le aparece un fantasma de un pasado que había borrado de su vida varios años antes: la esposa que mientras él estaba de servicio en medio oriente lo abandonó para casarse con un contratista tan acaudalado como violento. El mayor enojo de Baker es que lo hizo llevándose consigo al hijo de ambos, un chico aparentemente prodigioso con el que no volvió a verse, pero cuya presencia siente continuamente a su alrededor como si tuvieran una conexión espiritual. Por supuesto que no es casualidad que ella eligiera justo ese lugar para sus vacaciones. Después de años de abusos llegó a la conclusión de que no saldría viva de un divorcio y que la única forma de darle un mejor futuro a su hijo es provocando su propia viudez. La oferta económica que recibe Baker Dill a cambio de orquestar un accidente en alta mar es muy tentadora, pero saber que su propio hijo está forzado a convivir con ese hombre despreciable es lo que podría torcerle el brazo mejor que el dinero y las promesas de amor de su ex esposa. Soy las reglas Hay varias cosas que son muy de manual en Obsesión, aunque demuestre voluntad de proponer algo más original. El triángulo pseudo romántico que propone tiene todos los ingredientes del noir, con una femme fatale que busca la salvación en un héroe reacio, a quien intenta seducir para lograr su meta. Pero el protagonista tiene el tino de resistirse por dudar de sus verdaderas intenciones. Mientras tanto, da varias vueltas antes de llegar a lo que es evidente que tiene que suceder desde el primer minuto cuando se plantea el conflicto: pero se toma el trabajo de meter en el medio un giro de ciencia ficción, de la mano de un extraño hombrecito de traje que parece saber mucho más sobre lo que está sucediendo que el resto de los involucrados. Jugando con los límites de su cordura, Baker Dill (Matthew McConaughey) se cuestiona la realidad que está viviendo al tiempo que debe tomar la decisión de hacer lo que le pide su ex esposa, mientras el resto del universo parece querer empujarlo a concentrarse en su duelo con el atún. Este agregado es fundamental para convertir una trama intrascendente en algo con un poco más de sustento, pero llega tan tarde y de forma tan lavada que -aunque sirve para levantar un poco- no alcanza a sacar la cabeza del agua por mucho tiempo. Finalmente, ni siquiera hay carisma de los protagonistas como para remarla: los pocos momentos interesantes desde lo actoral en Obsesión vienen de personajes secundarios pero nunca de las dos estrellas apáticas que encabezan.
Obsesión (Serenity, 2018) recibe el alarmantemente genérico (por no decir contradictorio) título de Obsesión en su traducción al español, pero por una vez la adulteración hace justicia. Obsesión (Ossessione, 1943) de Luchino Visconti no sólo fue la película que inauguró el neorrealismo italiano sino que fue una de las primeras en adaptar al cine la seminal novela negra El cartero siempre llama dos veces, de James M. Cain. Trama que esta película plagia libremente. La trama es un clásico del cine negro: una femme fatale seduce a un hombre ingenuo para que mate a su adinerado pero indeseable marido. Ella obtiene el dinero, él obtiene a la chica. Cain no recibe crédito por la Obsesión de 2019 a pesar de que claramente el director y guionista Steven Knight se ha inspirado en su novela, ni molestándose en cambiar detalles incriminatorios (el marido de la femme fatale es un magnate griego, por ejemplo). Si el título en español Obsesión no es un calculado j’accuse de parte de los traductores, la coincidencia es feliz. El hombre ingenuo es Matthew McConaughey, intenso al borde del desquiciamiento; la femme fatale es una blonda Anne Hathaway, vulnerable y voluptuosa; el marido es Jason Clarke, quien compone un excelente bruto. No hay lugar para sutilezas en las actuaciones. En esta versión el protagonista es un capitán de un buque pesquero en una isla paradisíaca y la mujer es su ex pareja, quien quiere comprar un pasaje de ida para su marido en el barco de su ex. La mujer ofrece dinero, pero lo que motiva al hombre es proteger a su hijo de un padrastro violento. La película, más allá de su fabulosa estirpe, ha sido bochornosamente dirigida. Es burda, obvia, exagerada y tan efectista que da vergüenza ajena. Se alimenta de símbolos baratos como un pez llamado Justicia y una mujer llamada Constancia. Los movimientos de cámara dan vueltas alrededor de los personajes como parte de un tráiler cómico, efectos de audio incluidos. Un personaje en particular, un misterioso hombre de traje, aparece tantas veces al final de una escena con el objeto de infundir suspenso que termina sirviendo más de chiste que otra cosa. Steven Knight es mejor escritor que director, autor de películas como Promesas del Este(Eastern Promises, 2007) y Aliados (Allies, 2017). La primera decepción es que plagie a Cain; la segunda es que no lo haga muy bien, porque su estilo y los retoques sabotean por completo la historia. Lo que la termina matando es un giro hacia el final demasiado absurdo y rebuscado como para tomarlo en serio o al resto de la película. Es el tipo de giro deshonesto que más que cambiar las reglas del juego, cambia el juego en sí. El giro introduce más de un nivel de representación y hace de la película una farsa patética. Es el tipo de disociación o fuga que podríamos encontrar en el cine surrealista de David Cronenberg pero aquí es del todo gratuito. Parece existir por las ganas de agregar un truco y regodearse en su propia genialidad, convencido de que es más profundo de lo que es. Falla porque de repente propone varios niveles en la historia sin darle gran peso a ninguno ni vincularlos de manera convincente o coherente. Lo mejor que le puede pasar a Obsesión es convertirse en una película de culto, de las que su espectacular ineptitud transforma en leyenda.
Con tremendos actores, uno espera algo muy bueno. Pero...no. Del Director y guionista Steven Knight llega una historia que presenta a Baker Diel (Matthew David McConaughey), ex militar, algo parco y maleducado, que tiene un barco con el que lleva a pescar turistas en la paradisíaca Plymouth Island. Su obsesión es atrapar un gran atún que viene siendo esquivo y pasarla bien con su amante Constance (una siempre convincente Diane Lane). El ayudante de Baker es Duke (Djimon Hounsou) en un papel absolutamente desprovechado. Acto seguido aparece repentinamente su ex mujer, Karen (la ahora blonda Anne Jacqueline Hathaway) con quien tiene un hijo, Patrick (Rafael Sayegh) al que no ve, pero con el que de alguna manera, digamos, “telepática”, se comunica. La propuesta de Karen es matar a su ahora marido Frank Zariakas (Jason Clarke), un magnate que la golpea. Por el “trabajito” le ofrece diez millones de dólares. A partir de allí, la película se transforma en un sinfín de incoherencias, sumado a la extraña comunicación con su hijo Patrick, que se la pasa frente a una computadora para no oír las continuas peleas familiares, más la extraña la aparición de un hombre de traje que aparece en todo momento sin un motivo claro. El resto consiste en dilucidar si se llevará a cabo el asesinato propuesto. Una película con actuaciones pasables, (todos son buenos actores) y buena fotografía pero con un guión pobre y confuso. ---> https://www.youtube.com/watch?v=EkCIbzP-NI4 TITULO ORIGINAL: Serenity DIRECCIÓN: Steven Knight. ACTORES: Matthew McConaughey, Anne Hathaway. ACTORES SECUNDARIOS: Diane Lane, Djimon Hounsou, Jason Clarke. GUION: Steven Knight. FOTOGRAFIA: Jess Hall. MÚSICA: Benjamin Wallfisch. GENERO: Thriller , Drama . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 106 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años DISTRIBUIDORA: Diamond Films FORMATOS: 2D. ESTRENO: 28 de Febrero de 2019 ESTRENO EN USA: 19 de Octubre de 2018
Tentaciones ficticias. La realidad suele ser confusa y el cine sirve muchas veces de herramienta para relatar tramas complejas. “La vida es un juego” es una frase que aplica a esta historia, pero en este caso, elaborada sin éxito. Un intento de thriller psicológico con suspenso a lo Hitchcock, Cronenberg o Lynch que queda sólo en eso: un intento. Serenity (2018) de Steven Knight, relata la historia de Baker Dill (Matthew McConaughey)Obsesión: Tentaciones ficticias 3 quién es el capitán de un barco pesquero llamado Serenity. El hombre, que vive en una isla del Caribe muy particular, arrastra un pasado misterioso que regresa para torturarlo al ser contactado por su exesposa Karen (Anne Hathaway). Karen le pide que la salve a ella y al hijo de ambos, Patrick (Rafael Sayegh), de la prisión en la que viven con su nuevo esposo (Jason Clarke), un hombre muy violento. Le suplica que lo asesine en una excursión de pesca, arrojándolo a los tiburones. A cambio le ofrece una importante suma de dinero. Baker se enfrentará así a una realidad equívoca, confusa y absorbente. Steven Knight se aventuró con este film que cuenta con diálogos ridículos y arbitrarios, escenas innecesarias y actuaciones forzadas. La historia de la femme fatale que busca a un hombre para que asesine a su marido millonario y poderoso, está muy trillada. En todo caso, la principal dificultad de este film es su guion que peca de convulsionado y engañoso. No alcanza su cometido, confluyendo en una historia absurda, por momentos graciosa, quitándole seriedad y credibilidad y descolocándonos casi al final con un tremendo giro argumental que es ridículo. Se esperaba mucho más de esta película, debido a sus protagonistas, excelentes actores; sin embargo, están muy lejos de brindar un buen trabajo. El director, también guionista, se inspiró en varios directores por el estilo rebuscado, que quizás busca adquirir, sin hacerle honor a ninguno de ellos. La idea de Serenity es muy interesante, pero no se ejecutó de manera adecuada. Contar más, no tendría sentido.
Se podría decir muy poco sobre esta película para no spoilearla. Sin embargo es evidente, pasada la mitad del metraje, de qué va todo, aunque se las ingenia para confundir, con el objeto de poner en duda lo que algún hábil espectador logró descifrar. Aquí el personaje, desde un principio tiene la obsesión de atrapar a un gran pez espada y la película tiene un aire a Moby Dick, pero llega una mujer con un encargo que torna la película hacia otro género, el thriller, y el espectador se pregunta, “pero… ¿qué quiere realmente?” Claro, porque el protagonista parece no tomar las decisiones aunque parezca tener enormes convicciones sobre lo que quiere y lo que no quiere. Ahí está el básico error que no tiene que ver con la trama. El personaje es pasivo y sólo hace alarde de algo que termina no siendo claro ni para él, pese a que quiera justificarse en el desenlace. Desaprovechar a estos dos enormes actores –quienes lograron una inolvidable dupla en Interestelar- es seguramente lo peor de todo, pero que no se hayan dado cuenta de líneas de diálogo tan repetitivas y pobres, llama mucho la atención. Calificación: 4/10
En su tercer largometraje como director, Steven Knight parece querer hacerles un homenaje a El viejo y el mar y Moby Dick: en principio, todo se trata de un pescador obsesionado con atrapar a un atún gigante. Pero tal vez para no caer en el lugar común, el creador de Peaky Blinders quiso darle un giro a la historia y, alejándose de Hemingway y Melville, rumbea para el lado de la ciencia ficción: el resultado es un pastiche que no termina de ser ni chicha ni limonada. Matthew McConaughey vuelve a su versión True Detective para interpretar a Baker Dill, un recio desencantado de la vida cuyo único amigo es el alcohol y su máxima motivación, capturar al mencionado pez. Vive en una paradisíaca islita del Caribe, siempre corto de fondos por su inclinación a la bebida y su fijación con el enorme bicho marino. En eso está, entre su barco y la caña de pescar, cuando en su rutina irrumpe una mujer de ese pasado que él intenta ahogar en ron, acompañada por su violento marido. Quedó dicho: en busca de originalidad, lo que hasta cierto punto es un guión convencional empieza a tomar ribetes absurdos, con algunas de esas vueltas de tuerca tan forzadas que requieren de una voz en off que las explique (y de esa manera les termine de quitar toda la gracia que podrían haber llegado a tener). El drama de este hombre extraviado empieza a teñirse de misticismo y religiosidad, con toques de un erotismo berreta y un suspenso que no llega a ser tal. Un cóctel mortífero. Las actuaciones de los oscarizados McConaughey y Anne Hathaway llaman la atención por lo esquemáticas y artificiales: cuesta creer que estamos ante dos de los actores más cotizados de Hollywood. A él, para empeorar las cosas, lo hacen mostrar su trabajado físico con cualquier excusa, como si los músculos compensaran la falta de sustancia de la historia. Ella, como una caricatura de femme fatale de policial negro, debe haberse anotado uno de los peores trabajos de su carrera.
Con más promesas que resultados, "Obsesión", de Steven Knight, es un thriller demasiado pretensioso para lo que tiene por ofrecer. Analicemos. Una pareja sexy, un pueblo costero chico, pasados oscuros, identidades ocultas, el regreso de una mujer misteriosa, una propuesta fatal, y la posibilidad de un triángulo que puede resultar peligrosísimo. La historia de Obsesión pudo contarse sola. No, no sería la más original, ni novedosa ¿Pero acaso lo necesitaba? Sabiendo que en el elenco contaba con la presencia de dos polos atractivos como Matthew McConaughey (que se la pasa mostrando su trasero desnudo, y hasta desafía a realizar un cuadro a cuadro delantero para ver otras desnudeces, además de mojar permanentemente su blanca remera), y Anne Hathaway (que no, no muestra nada, pero camina y mira sexy); y secundarios de Diane Lane, Jason Clarke, y Djimon Hounsou. Eso ya pudo haber llamado la atención. Pero no, "Obsesión", busca ser más, o sumar más clichés. De esa ensalada, lo que empieza mal, termina peor. Desde los créditos comenzamos a lamentarnos no haber visto antes el cosmos azulado y la palabra Gativideo girar del fondo hacia el centro. Esta película parece ser la herencia de los miles de thrillers pseudo eróticos que llenaron las góndolas del directo a video en los ’90. Desde "Seducción de dos lunas" a "China Moon", y alguna de Shannon Tweed (digamos "Scorned"), todo eso parece inspirar a "Obsesión" y su gran título flotando en el agua mientras la cámara se acerca rápido a un bote. Baker Dill (McConaughey y su enésimo personaje rodeado de agua) es el Capitán Ahab de la isla Plymouth. Un pescador obsesionado con pescar un gran atún que siempre se le escapa. Plymouth es una isla pequeña, soleada, idílica, en la que todos se conocen, y no hay muchos sobresaltos. Aunque la actividad financiera, y en particular la pesquera, se encuentra en declive; y es evidente que Baker tiene un secreto que guarda. Baker pasa su tiempo entre pescar con su amigo Duke (Hounson), y revolcarse con Constance (Lane), una mujer que no le exige más que cama y algo de atención, y a cambio le financia sus infructuosas expediciones marítimas. Una noche de tormenta llega a Plymouth, Karen (Hathaway), ex novia de la juventud de Baker, que conoce su secreto, tienen un hijo en común, y en su momento lo abandonó estando embarazada para irse con el millonario Frank (Jason Clarke). Frank es un abusador, maltrata a Karen y al pequeño Patrick (Rafael Sayegh), que vive encerrado en su dormitorio programando con su computadora. Frank vendrá en unos días a pescar a Plymouth, y la propuesta de Karen es que Baker lo lleve con su bote, lo emborrache, y lo arroje al mar, a cambio de una cifra de dinero que salvaría todo su futuro. Por supuesto, también apelará a la seducción, al amor, y al remordimiento por el hijo en común. El guion del propio Knight (reconocido por sus trabajos en "Aliados", "Promesas del este", "Negocios entrañables", o "La chica en la telaraña") sienta las bases de una historia de manual, plagada de clichés, pero que pudo ser interesante de seguir aunque sea para pasar un momento entretenido. ¿Quiénes son los buenos, quiénes los malos, cuál es la trampa? Lo típico. Sin embargo, desde el inicio se presiente que en "Obsesión" hay algo más; que se nos quiere contar otra cosa, y se irá develando paulatinamente. Para arrojar un pequeño dato inicial, hay una especie de recaudador fiscal, contador, o burócrata que llega a la isla casi junto a Karen y que busca hablar con Baker, infructuosamente, cada vez que llega a un lugar, Baker justo se fue. Esa aparente ambición en "Obsesión" termina traduciéndose en una serie de inverosímiles, diálogos imposibles, personajes que desaparecen, y demasiadas situaciones que abrazan el ridículo sin intención clara de hacerlo. Sumado a encuadres mal realizados, una banda sonora molesta, y la absoluta falta de química entre todos los intervinientes, es complicado. Cercano a los diez minutos de proyección comenzaremos a preguntarnos si estamos frente a una comedia, o realmente quisieron tomarse en serio esto; y recién estamos arrancando algo que se aproxima a las dos horas. Los personajes son acartonados, responden al manual del cliché. Desde McConaughey que busca excusas para aparecer mojado, desnudo, o con el torso torneado; a Hathaway que pone cara de situación para que no le veamos lo mal que le queda el pelo rubio. De Jason Clarke no se puede decir mucho, nunca expresa demasiado; y acá tiene la escena más involuntariamente graciosa del asunto, explicarle a un desconocido lo malo que es con su esposa y su hijo. Diane Lane, nuevamente desaprovechada. Patrick y el burócrata, son otros dos personajes que nos sacarán buenas carcajadas involuntarias, y así la cosa. "Obsesión" pudo ir a menos y ser un producto olvidable, estándar, pero digno en lo suyo. Quizás hasta destacable como homenaje al estilo noventoso. Con sus pretensiones se siente como un barco a la deriva queriendo encontrar tierras nuevas y extraviándose en medio de la confusión sin un capitán que la guie.
Tercer largometraje como director de Steven Knight, de extensa carrera como guionista, desde una de las escasas películas flojas de Stephen Frears ( Negocios ocultos) a una de las más brillantes de David Cronenberg ( Promesas del Este). Obsesión es un artefacto intrigante, fuera de época: un compendio de elementos de thrillers de los 80 y los 90, en un arco que va desde Cuerpos ardientes hasta Durmiendo con el enemigo, pero más bien con los modos de esta última; es decir, con tendencia al cachivache. Estamos aquí en el terreno de la explotación muscular de Matthew McConaughey, en la exageración neonoir del personaje fatal de Anne Hathaway, en unos absurdos argumentales y visuales que se intenta salvar -a veces- con la excusa de los sueños, y en una acumulación de postales homoeróticas al borde de la parodia. El argumento empieza más o menos así: Baker Dill (McConaughey) vive en las Antillas y pesca atún con su barco, pero también consigue dinero por ser el amante de Constance (Diane Lane). Hay un atún que es su Moby Dick. Y a este capitán Ahab bronceado le llega su exmujer Karen (Hathaway), que le hace una propuesta criminal. El cine negro está servido, pero no es aprovechado por el "cualunquismo" apuntado. Obsesión podría haber sido una celebración genuina de sus modos arteros y efectistas, pero se le ocurre dar otra vuelta de tuerca, y más. Y avergonzarse de su desvergüenza.
La película promete y luego el objetivo se diluye. Escrita y dirigida por Steven Knight (después del éxito de “Peaky Blinders” en Netflix, del guión de “Promesas del Este”) echa mano a una realidad erótica tropical y luego se mete en un juego verdades paralelas que ya vimos demasiado. Toda la primera parte se reduce a mostrar que el protagonista, un pescador obsesionado es bello, sexy y está quebrado. Hasta ahí llega una ex mujer, especialmente diseñado el personaje de Anne Hattaway como una vampiresa de los años 40 de Hollywood a pedirle un favorcito: matar a su violento esposo. Se lo pide en nombre del hijo que tienen en común un chico que tiene una conexión muy especial con su padre pescador. Con esos elementos juega el director hasta dar algunas pistas de que nada es lo que parece. Pero tarda y no lo hace de manera atractiva, puede resultar lento y el análisis de que nuestra vida en general se reduce a una videojuego no resulta lo inquietante que pretende su realizador. Matthew McConaughey la juega de torturado y se entrega a la locura de su personaje, pero su esfuerzo digno queda un tanto deslucido. Bella en lo formal, con un gran elenco de nombres famosos que están estereotipados. Un entretenimiento para los que aman los giros fantásticos y sorprendentes.
Un thriller dramático que no convence El film, protagonizado por Matthew McConaughey y Anne Hathaway, descansa en su elenco estelar como único pilar y termina siendo la pésima ejecución de una idea.Matthew McConaughey y Anne Hathaway como protagonistas. Desde el trailer parecía ser un thriller, filmado en un lugar paradisíaco, con algún toque romántico. Pero nada se sabía con certeza, principalemente porque se veían escenas pegadas sin sentido. El misterio fue develado y desde hoy en cines se puede ver “Obsesión”, cinta que parecía guardar mucho suspenso, y que tenía la intención de ser un gran estreno, pero que descansa en ese gancho y en su elenco estelar como únicos pilares. Baker Dill (Matthew McConaughey), es un pescador -y ex militar-, que con su barco “Serenity”, hace excursiones de pesca para turistas, a la vez que está obsesionado con un atún gigante que ronda las aguas cercanas a la Isla Plymouth. Un día aparece su ex esposa Karen (Anne Hathaway), que le propone que asesine a su actual marido, Frank Zariakas (Jason Clarke), un millonario violento al que odiaremos todo el tiempo que esté en pantalla. La mujer le ofrece diez millones de dólares en efectivo por hacer ese trabajo, y la propuesta se transforma en extorsión al agregar que en realidad es el hijo de Baker quien quiere matar a su padrastro. Todo se empieza a complicar con la introducción de un extraño personaje. Reid Miller (Jeremy Strong), representante de ventas de una compañía llamada Fontaine, persigue a Dill incansablemente para que pruebe los productos de su empresa. Este hombre será el que descubrirá el punto de inflexión en la narrativa, y hará virar la historia a lugares insospechados. El problema de “Obsesión” es lo chato de la primera parte de la película, llena de melodrama -incluso en sus recursos de cámararespecto de aquel mencionado viraje. No solo por el hecho de torcer la construcción narrativa, sino porque lo hace de manera torpe e insólita; hasta absurda. El escritor y director, Steven Knight, quien ha trabajado en proyectos de tv bastante ambiciosos (“Peaky Blinders”, “Taboo”) quizás quiso llevar al extremo los temas de manipulación y falta de libertad a través de un final/vuelco, pero no supo crear un puente entre dos estilos narrativos completamente diferentes (algo que maneja con maestría actualmente la serie antológica “Black Mirror”, mezclando géneros) y lo hace sin armonía. Hay “señales” que advierten, pero también son inverosímiles, hay suspenso, pero lo prometido se desvanece porque la pésima ejecución de una idea, se puede llevar todo lo decente por delante.
La idea de ver un neo-noir dirigido por Steven Knight, el creador de la serie Peaky Blinders generaba cierta expectativa. Para quienes desconocen esa producción o nunca la vieron se trata de uno de los mejores exponentes que tuvo el género gánster en el último tiempo, con Cillian Murphy y Sam Neil. Obsesión toma elementos clásicos del policial negro y en sus primeros 20 minutos los desarrolla en una película que trae al recuerdo la clase de thrillers que se hacían en Hollywood en los años ´90. El director Knight logró reunir un buen reparto donde en un principio se disfruta a Matthew McConaughey y Anne Hathaway en sus personajes. El tema con esta película es que lo que comenzaba como una intriga de misterio atractiva luego se degenera en una bizarrada incoherente que puede despertar más de una carcajada. No se puede detallar esta cuestión sin entrar en el terreno de los spoilers y eso complica bastante el análisis del film, ya que sus aspectos más problemáticos se relacionan con esta cuestión. Obsesión es una historia que venía bien hasta el momento en que el director desea emular a M.Night Shyamalan con el giro sorpresivo de su relato. De hecho, de alguna manera lo consigue, el problema es que copia al Shyamalan de los años oscuros previos a su resurrección con La Visita. Lejos de generar alguna sorpresa impactante la revelación del misterio desconcierta al espectador por su estupidez y a partir de ese cambio de rumbo que tiene la trama el film se hunde por completo. Llama la atención que ningún miembro del reparto o productor le objetara a Knight que el argumento no tenía sentido antes que el film entrara en producción. En defensa del director se puede destacar que su película al menos logra ser entretenida pero el destino final al que llega la historia no termina de funcionar.
Obsesión prueba que dos excelentes actores pueden protagonizar una mala película y salir intactos. Tal como les ocurre a Matthew McConaughey y Anne Hathaway en esta oportunidad. Ni todo su talento los salva de una pésima performance (muy sobreactuados ambos), como consecuencia de un guión con demasiadas fallas. Serenity, título original de esta película, que es el nombre que lleva el barco del cual McConaughey es el capitán, es como un capítulo de la serie Black Mirror, pero con menos ingenio. Aun así, el máximo problema es que se engaña al espectador. Porque cuando uno se dispone a ver aquella serie británica, sabe de ante mano que se trata sobre futuras y posibles conductas humanas como consecuencia del uso (y abuso) de la tecnología e hiperconectividad. En cambio, esta película está planteada como un thriller común, y de repente se abre este gran plot. Y quien dirige no es David Lynch, no es alguien que utiliza recursos narrativos más complicados y difíciles de pasar por el espectador. El director se llama Steven Knight, quien viene de un buen comienzo con Locke y luego un laburo mediocre con Redemption, ambas estrenadas en 2013. Asimismo, fue uno de los guionistas de la infame El séptimo hijo (2014), tal vez uno de los peores films de los últimos años. Ahora llega con esta producción totalmente desalmada, en la cual no le creés nada a nadie ni por un minuto, Pero no por falta de verosimilitud, porque ahí el espectador hace el pacto de creer, sino por las actitudes y reacciones de los protagonistas. El film no es claro hacia a dónde apunta y qué identidad quiere tener. También se hace largo. En definitiva, Obsesión es una película que quedará en el olvido, tanto de la dupla protagónica como de los espectadores.
Matthew McConaughey y Anne Hathaway protagonizan el thriller más extraño que haya concebido la cabecita del creador de Peaky Blinders. Steven Knight tiene en su haber cosas maravillosas como “Locke” (2013) o la creación de “Peaky Blinders” y “Taboo”, pero también guiones inconsistentes como el de “La Chica en la Telaraña” (The Girl in the Spider's Web, 2018) o “El Séptimo Hijo” (Seventh Son, 2014), que más vale perderlos que encontrarlos. A este segundo grupo de trabajos malogrados tenemos que sumarle “Obsesión” (Serenity, 2019), un drama cargado de misterios y las vueltas de tuerca más extrañas que se puedan imaginar. Todavía está por verse si la tercera película de Knight como director es una “genialidad” o la historia más absurda que haya concebido la mente humana. Acá, el realizador se agarra de todos los elementos del thriller neo noir y de un gran elenco conformado por Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Diane Lane, Jason Clarke, Djimon Hounsou y Jeremy Strong, entregándonos un relato de suspenso que cumple todas las características del género, pero la cantidad de arquetipos que maneja roza un nivel de ridiculez pocas veces visto en la pantalla grande. Lo peor de todo esto (o lo mejor) es que sus elecciones narrativas y estéticas tienen su “justificación”, aunque no podemos profundizar al respecto sin revelar los giros del final. La acción nos transporta hasta la paradisiaca isla de Plymouth, suponemos, en algún lugar de la Polinesia. Allí, un pescador local, Baker Dill (McConaughey), pasa sus días paseando turistas en busca de un poquito de emoción y pesca a bordo de sus bote, el Serenity, mientras sigue obsesionado con atrapar a un enorme pez (un atún descomunal al que llama “Justice”) al que se la tiene jurada desde hace rato. El negocio no va muy bien, y Baker apenas puede afrontar los gastos, el sueldo de su compañero Duke (Hounsou), o su vicio por la bebida. Su rutina de alcohol, sueños perturbadores y encuentros casuales con Constance (Lane) pronto se ve interrumpida por la llegada de Karen Zariakas (Hathaway), una mujer demasiado ligada a ese pasado que intenta borrar a toda costa. Resulta que la señora es la ex esposa de Dill, ahora casada con Frank (Clarke), un poderoso empresario de la construcción, adinerado, machista y propenso a la violencia, que no duda en descargarse contra su mujer y su hijastro Patrick (Rafael Sayegh), un jovencito tímido, pero con unas cuantas habilidades. Sí, Baker tiene un hijo con el que sueña reencontrarse algún día en circunstancias más felices. Con la misma tenacidad también pretende atrapar a Justice, pero todos sus planes inmediatos chocan con los caprichos de Karen, quien llega hasta la isla con una propuesta bastante indecente. Sabiendo que su vida y la de su hijo corren constante peligro, la señora Zariakas le propone a Dill matar a Frank durante una excursión de pesca para que todo parezca un desafortunado accidente. El dinero que ofrece es un gran incentivo, pero hay cuestiones morales que lo refrenan, así como una extraña conexión telepática con su hijo. A esta ecuación hay que sumar la visita de Reid Miller (Strong), representante de ventas de una compañía de insumos pesqueros, quien persigue a Dill a lo largo y ancho de Plymouth, con la única intención de ofrecerle un nuevo prototipo de rastreador, indispensable para atrapar al elusivo pececito. ¿Esta es la única intención de Miller? Van a tener que descubrirlo por ustedes mismos si se atreven a sentarse en la sala de cine y jugar el jueguito que propone Knight. Todo tan falso como el lunar de Anne A pesar de sus innumerables fallas narrativas y su ridiculez extrema, “Obsesión” no deja de atraparnos, ya que una vez que entramos de lleno en la trama (¿o es en la trampa?) no podemos evitar querer seguir hasta el final para tratar de entender qué es lo que está pasando con estos personajes salidos de un viejo manual de interpretación donde se nos presenta al “(anti)héroe”, la “feme fatale” y el “villano”. Estamos ante un gran grupo de actores, la mayoría oscarizado, pero el nivel de sobreactuación telenovelesca que exponen en cada escena, no hace dudar de sus verdaderos talentos. Queremos creer que hay más de una intención por parte del realizador, pero en el producto final estas decisiones conscientes no se parecían ya que quedan opacadas por la “peculiaridad” de su relato, y sus muchas, muchísimas incoherencias. Al final, la fantasía decide entrar en escena para explicar la mayoría de los giros narrativos, y es ahí donde Knight y su relato nos pierden por completo. La isla de Mauricio, en medio del Océano Índico, es el escenario perfecto para esta aventura marítima donde, de entrada (y si prestan la debida atención), nada es lo que parece. El problema es que Knight no sabe cómo encausar su historia, tan oscura y retorcida por momentos, y risible en su mayoría, desperdiciando una idea que, en otras manos más experimentadas, tal vez, hubiera funcionado mucho mejor. Alright, alright, alright A quien queremos engañar, el concepto es bastante zonzo y rebuscado, y vendernos “Obsesión” como un thriller complejo y lleno de recovecos misteriosos, no ayuda cuando, al final, la verdad nos es revelada y el enojo no se hace esperar. Mejor nos sentamos a esperar la próxima temporada de “Peaky Blinders”, que traerá más satisfacciones para la audiencia y el propio realizador.
Con un primer plano del ojo de un niño, la cámara se sumerge en la inmensidad del mar. Así comienza "Obsesión", el thriller protagonizado por Matthew McConaughey y Anne Hathaway, quienes ya habían trabajado juntos en "Interstellar". A simple vista, la película parece ser un neo-noir: Karen (Hathaway) es un monigote de femme fatale que va en busca de su ex marido, Baker Dill (McConaughey), un ex combatiente de Irak que ahora se gana la vida llevando a los turistas en excursiones de pesca en su barco bautizado "Serenity". Cuando finalmente lo encuentra viviendo en Plymouth, una isla tropical, le ruega a Dill que se "encargue" de su actual pareja (Jason Clarke), un mafioso que maltrata tanto a ella como a Patrick, el hijo que tuvo con Dill. El plan que elucubra Karen consiste en que él lo lleve a pescar, en una de las excursiones que ofrece, lo emborrache y lo arroje a los tiburones. A cambio, ella le pagará una buena suma de dinero. VARIAS PISTAS Dill, ese macho alfa alcohólico y ensimismado, que está obsesionado por atrapar un mítico atún de aleta azul que continuamente elude su alcance, se niega a llevar a cabo el macabro propósito de su ex mujer, pero cuando empieza a tener visiones más fuertes que lo conectan con su hijo, cambia de parecer. La película de Steven Knight, el guionista de "Promesas del Este" y creador de la serie "Peaky Blinders", siembra diferentes pistas durante toda la narración, y aunque el plot twist es inminente en el tercer acto, el resultado final no llega a buen puerto. Si bien el giro que propone la historia es audaz y tiene que ver con la personalidad retraída de Patrick, no logra ser del todo convincente y los artilugios que utiliza el filme para llegar al punto cúlmine se perciben en exceso. Una película cuyo final explica, en parte, lo estereotipados que están sus protagonistas.
Por Cecilia Della Croce TW: @cecidepalermo – IG: @cecidepalermook Obsesión nos lleva a la una isla paradisíaca en el medio de la nada llamada Isla Plymouth, donde el muy guapo y descamisado Baker Dill (Matthew McConaughey) trata de ganarse la vida como capitán del Serenity, un barco para excursiones de pesca, junto con su fiel ayudante Duke (Djimon Hounsou). El inconveniente es que nuestro héroe, una cruza entre Don Quijote y Robinson Crusoe, está empecinado con pescar un atún gigante que se le viene escapando hace rato (y que curiosamente bautizó como Justice). Entre esa obsesión por el “gran pez” y las muy frecuentes visitas al bar de pescadores donde Baker se gasta los últimos dólares que le quedan en el bolsillo, el emprendimiento para turistas con plata se le va a pique. Un buen día, la tranquilidad de la isla se ve alterada por la llegada de Karen (Anne Hathaway),una “femme fatale” un poco caricaturesca, de capelina blanca y anteojos negros gigantes, que resulta ser la ex del capitán, casada en segundas nupcias con un millonario maltratador; ella irrumpe en el bar al mejor estilo Casablanca para tratar de volver a seducir al padre de su hijo y lograr que la ayude a sacarse de encima al marido número dos. Hasta acá el planteo básico de la película que por supuesto después tiene una vuelta de tuerca que no voy a contar para no spoilearla del todo. Falta agregar un enigmático personaje: un hombrecito bastante extraño que, al mejor estilo del Conejo en Alicia en el País de las Maravillas, se la pasa media película recorriendo la isla vestido de traje negro y corbata finita, tras los pasos del capitán Dillon para entregarle la clave del revés de la trama de este micromundo donde nada es lo que parece. El problema es que el planteo básico está lleno de clichés y actuaciones acartonadas en trazo grueso, y la vuelta de tuerca no es todo lo inteligente y sorpresiva que el director y guionista quiere hacernos creer. La película intenta ser un tributo millenial a la idea shakesperiana que aparece en La Tempestad y que se podría resumir en esta cita de un poema de Edgar Allan Poe: “All that we see or seem/ is but a dream within a dream” (todo lo que vemos no es más que un sueño dentro de un sueño), pero resulta un intento fallido, con una historia enredada y pretenciosa. Obsesión es una especie de cóctel que lleva una medida de Moby Dick y una de The Truman Show con un twist de Lost, pero cae medio pesado.
¿Qué se habrán fumado? La película dirigida por Steven Knight empieza como una versión moderna de Moby Dick, con un atún gigante en lugar del famoso cachalote, sigue como un neo-noir y deriva luego hacia una cruza entre el drama familiar, el thriller erótico y la fantasía sci-fi. Cabe preguntarse qué extraña sustancia pudo haber consumido el guionista y realizador británico Steven Knight a la hora de gestar y dar a luz a Obsesión. Sus dos largometrajes previos como director, Redemption y Locke, habían demostrado cierto nervio de raíces clásicas y los guiones de películas como Aliados, Himno de libertad y Promesas del este confirman, por otro lado, una versatilidad profesional a prueba de balas. Pero Obsesión… Obsesión es otra cosa. Lo que parte del casillero uno como una versión moderna de Moby Dick, aunque reemplazando al famoso cachalote por un atún gigante, se introduce velozmente en el terreno del neo-noir para derivar luego hacia una cruza entre el drama familiar, el thriller erótico en su vertiente más ochentosa y la fantasía sci-fi con universos encapsulados, al mejor estilo Nolan. Todo junto y al mismo tiempo, en la (peor) tradición del pastiche cinematográfico, como un océano de aguas embravecidas por la ingente cantidad y origen de sus afluentes. Sobre esa superficie poco estable navega Baker (Matthew McConaughey, dueño de un bronceado envidiable), el capitán de un pequeño yate de pesca -el Serenity del título original-, un hombre que parece haberse escondido del mundo y con varias vidas previas enterradas en el pasado. Entre paseos con turistas y clavados en el mar transcurren sus días y noches y lo único que parece sacudirlo un poco de su estado catatónico, potenciado por el alto consumo de alcohol, es un enorme atún que se resiste a ser pescado. Eso y algunas tardes en la cama con la vecina, interpretada por la siempre descollante Diane Lane. La rutina se ve alterada de manera notable cuando a la pequeña Isla Plymouth llega Karen, una ex que supo abandonar a Baker luego de su periplo militar en Irak para casarse con un millonario afecto a las humillaciones y las golpizas. La joven no es otra que Anne Hathaway, en plan Veronica Lake (o Jessica Rabbit, da lo mismo), con una larga melena rubia tapando la mitad del rostro y un plan para terminar de una vez por todas con los maltratos. En otras palabras, una femme fatale de pura cepa. De allí en más, Obsesión caminará tantos senderos y ofrecerá al espectador tantas vueltas de tuerca -que, en su mayoría, pueden anticiparse varios minutos antes- que resulta imposible resumirlas en tan pocas líneas. Baste decir que el relato incluye una conexión a distancia, mental o espiritual, con el hijo del protagonista (que puede ser simbólica o muy real) y un precoz programador de videojuegos que esconde un as narrativo bajo la manga. Todo se ve bastante ridículo y cada nueva capa de sentido no hace más que potenciar esa sensación. La película es consciente de ello, pero no de manera lo suficientemente clara y honesta como para dar el gran salto y tomarse todo literalmente a la chacota. En su lugar, triunfan la solemnidad, la falsa gravedad y la posibilidad de que en el fondo todo sea una tomadura de pelo. Cabe preguntarse qué hubiera pasado si Knigh hubiese fumado un poco más de esa extraña sustancia antes de sentarse a escribir.
El capitán de un barco de pesca está obsesionado con un atún que persigue hace años, su propio Moby Dick. Pero este no será su mayor problema porque el pasado lo alcanza y le presenta un dilema que le cambiará la vida. Serenity sigue a Baker Dill, un pescador alcohólico con varios secretos y el cómo debe lidiar con ellos sin poder escapar. Una película que intenta ser inteligente e intrigante pero que es todo lo contrario, llena de lugares comunes, actuaciones mediocres y un guion simplemente malo.
Steven Knight, el guionista del policial de David Cronenberg “Promesas del Este”, es el escritor y director de esta mezcla de film noir y fantástico. En una exótica isla aparentemente cerca de Miami, Matthew McConaughey es un pescador obsesionado con atrapar un enorme pez que día a día se le escapa de las manos. Ex veterano de la Guerra de Irak, el protagonista bebe como un cosaco y no tiene claros muchos aspectos de su vida, aunque todos en la isla empiezan a verlo como alguien que no está bien de la cabeza. La extraña existencia del pescador comienza a volverse más extraña, y hasta un tanto macabra cuando aparece su sexy exmujer para proponerle llevar al nuevo y cruel marido de ella en un viaje de pesca en el que termine alimentando los tiburones. La idea no parece la mejor pero, cuando el pescador se entera de que su hijo también es víctima de la crueldad de ese hombre golpeador, la decisión está tomada. Sobre todo porque hay una extraña comunicación extrasensorial entre el padre pescador y su hijo, dedicado casi exclusivamente a jugar un videogame de pesca en su computadora. En general, las películas que mezclan realidad y fantasía llegan a un punto de confusión y hartazgo, pero una gran cualidad de “Obsesión” es que, a medida que las cosas se vuelven más fantasiosas, también aumenta la tensión. El guión, extraño como pocos, cierra perfectamente, y además el film está bien actuado y lleno de imágenes impresionantes.
Se trata de un esquema bastante frecuente en el noir tradicional, al que no le falta la duplicidad emotiva de la mujer manipuladora ni el aire de perdedor digno del victimario-víctima. Un tipo con una vida tranquila y un pasado recibe un pedido desesperado de ayuda: la ex necesita que le saque de encima –a ella y al hijo de ambos– al psicópata que tiene como nueva pareja. Y el tipo, porque si no, qué película habría, se deja convencer y todo se complica después. Es decir, se trata de un esquema bastante frecuente en el noir tradicional, al que no le falta la duplicidad emotiva de la mujer manipuladora ni el aire de perdedor digno del victimario-víctima. Desde “Pacto de sangre” (obra mestra de Billy Wilder) sabemos que estas cosas llevan irremediablemente a la tragedia. En este caso, todo funciona pero sólo a medias: aunque el lugar común parece utilizarse “a propósito”, la mecánica completa del asunto nos deja indiferentes, y en última instancia el interés que pueden despertarnos los personajes –bien llevados por todos los actores, por lo demás– se disuelve en la necesidad de saber si “eso que adivinamos” que va a pasar, pasa. Spoiler: sí, pasa, más o menos como lo pensamos.
Obsesión: Marea baja. Steven Knight, director de la interesantísima Locke, nos ofrece este insulso thriller sin sentido que mientras más nos vamos sumergiendo en él, disminuye el interés del espectador y aumentan las incoherencias narrativas. Resulta inexplicable este film que llega a las salas argentinas en los próximos días, un producto que a partir de sus trailers se presentaba como un pequeño thriller con buenos intérpretes y un diseño de producción bastante inspirado. Lamentablemente, todo terminó yendo a contramano y nos encontramos con un thriller psicológico con vueltas de tuerca absurdas y tiradas de los pelos. Por el lado actoral, nos cruzamos con un McConaughey a la deriva, muy lejos de lo que vimos en productos como True Detective, para poner un ejemplo, y una Anne Hathaway bastante sobreactuada y caricaturesca que no termina de convencer. Algo parecido sucede con Jason Clarke, cuyo papel está completamente exagerado. Por otro lado, Djimon Hounsou y Diane Lane están sumamente desaprovechados como los ayudantes del protagonista en personajes secundarios que no aportan prácticamente nada al relato. El largometraje cuenta cómo el misterioso Baker Dill (Matthew McConaughey), un capitán de un barco pesquero que vive en una pequeña isla del Caribe, comienza a ser atormentado por su pasado cuando en el apacible lugar aparece su ex mujer Karen (Anne Hathaway) pidiéndole ayuda para ella y su hijo en común. Ella le solicita que lleve a su actual marido en un viaje de pesca y en el medio de alta mar lo arroje a los tiburones para poner fin a años de abuso doméstico. Todo esto a cambio de 10 millones de dólares que le vendrían muy bien a Baker para saldar varias deudas que viene acumulando. Hasta aquí parece todo coherente e interesante pero luego vamos descubriendo que Baker tiene una especie de vínculo telepático con su hijo que parece estar sufriendo en su casa en soledad. Sin revelar demasiado, podemos decir que el film incurre en ciertos elementos fantásticos que podrían haber sido interesantes de haber podido ser incorporados de manera equilibrada pero finalmente solo son agregados para producir golpes de efecto baratos al estilo de films como The Happening de Shyamalan. De hecho, la señalada vuelta de tuerca del final con la que todo el público internacional se ha indignado, es introducida o sugerida a la hora de metraje lo que deja al espectador pensando en qué va a suceder durante los 46 minutos restantes. Lo mayor falencia del film radica en su pobre guion, el cual presenta varias lagunas narrativas y elementos sin justificación alguna. Incluso los diálogos son bastante paupérrimos y la estructura misma del relato está desarticulada y mal concebida. Quizás el director pecó de pretencioso, pero igualmente no hay manera de justificar el desvarío que se nos presenta. De la nada, la cinta intenta meterse en un terreno más esotérico y existencialista en el que se pone en tela de juicio la vida misma, el libre albedrío y otras cuestiones pero embarrando las pequeñas cosas que parecían interesantes en el principio. En síntesis, Obsesión es una propuesta olvidable y difícilmente recomendable por su torpe construcción y cohesión narrativa. Un panorama poco imaginable con todo el talento involucrado tanto delante como detrás de cámara.
Por lo menos desde la serie Black mirror, la ficción sobre el simulacro se ha vuelto un género catalogado. Esa domesticación -que estalló con el lúdico capítulo “Bandersnatch”- debería alertar sobre el vaciamiento argumental y un nuevo estado de cosas donde la noción de vivir una vida irreal a lo Matrix o The Truman Show ya no es sorpresa. La prueba de ese desgaste es Obsesión, el thriller de Steven Knight (Locke) que -fetichistas del desenlace, abstenerse de seguir leyendo- hasta su primera mitad puede aspirar a la absolución por asumirse simulacro de sí mismo: todas aquellas características que están haciendo del filme un espanto se revelan artificio. Baker Dill (Matthew McConaughey, en modo Rust Cole de True detective pasteurizado) es un pescador tostado y musculoso de pocas pulgas que encara cada día una rutina déjà vu digna de Hechizo del tiempo al partir en su buque Serenity -tal el título original del filme- para pescar un atún gigante con el fanatismo del capitán Ahab y encamarse al ocaso con la experimentada Constance (Diane Lane). Pero extrañas cosas empiezan a pasar en la isla de Plymouth: la llegada de una engalanada mujer (Anne Hathaway) pronto elucida que Dill no es el verdadero nombre del protagonista, que por si fuera poco esconde además un pasado en Irak y tiene un hijo con la dama. Maltratada por su marido millonario (Jason Clarke), ella le pide a Dill que lo mate a cambio de varios millones, y la encrucijada moral se ve sacudida por la aparición de un hombrecito de lentes, emisario de otro universo. Los cabos sueltos apuntan hacia el joven Patrick, el descendiente de Karen y Dill enclaustrado frente a su computadora que contacta con su padre en una escena alegórica bajo el mar que deviene literal: ellos “están conectados”, el chico “escucha” a Dill a través de la PC, le advierte Karen. La fotografía de Photoshop, los saltos exagerados del guion, los planos detalle abruptos y los personajes unidimensionales encuentran una momentánea fundamentación como invención del niño-dios Patrick, aunque la promesa del giro es también virtual: la segunda vuelta de tuerca será peor y comprueba la metafísica de manual de la película, cuyo único propósito parece ser el de exhibir las nalgas de McConaughey y constatar en su contra que la realidad virtual ya es cotidiana.
Obsesión es de esas películas que llevan a cuestionar toda la estructura de Hollywood. En principio, porque cuesta entender que alguien como Steven Knight que haya escrito series como Peaky Blinders y películas como Negocios entrañables, de Stephen Frears; Promesas del Este, de David Cronenberg; o Locke, que él mismo dirigió, termine concibiendo un guión tan ridículo y una narración tan fallida como esta. Y más aún cuesta creer que figuras del calibre de Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Jason Clarke, Diane Lane, Djimon Hounsou y Jeremy Strong hayan leído este despropósito y aceptado luego formar parte del proyecto. Ellos o sus agentes son parte responsable porque el resultado es un film inverosímil, con personajes estereotipados y una premisa de lo más absurda. Este mixtura entre el thriller noir y el drama romántico está ambientada -a puro pintoresquismo y exotismo- en una paradisíaca isla de look caribeño (se rodó en el enclave africano de Mauricio). Allí nos encontramos con Baker Dill (McConaughey), capitán del barco Serenity que se gana la vida llevando a turistas a viajes de pesca. El protagonista es una alma en pena: un borracho solitario que termina desatendiendo a sus clientes (para desesperación de su compañero de rutas, Duke, que interpreta Djimon Hounsou), ya que su obsesión (la del título) es atrapar a un gigantesco atún de aleta azul que deambula por las aguas de la zona y siempre se las ingenia para gambetearlo. Ahora el drama familiar: Baker no ve a su hijo (aunque tiene recurrentes pesadillas ligadas al muchacho) y su ex (Anne Hathaway) lo abandonó por un multimillonario (Jason Clarke). Este hombre de negocios es un ser despótico y golpeador, por lo que Karen regresará al lugar para pedirle a Baker que lo ayude. No conviene adelantar más, pero la cosa no funciona en ninguna de las múltiples facetas del relato: no hay tensión romántica entre estos seres que se reencuentran, la trama carece de suspenso y los conflictos y resoluciones son de una torpeza absoluta. Lo dicho: Obsesión es de esos proyectos rápidamente olvidables, salvo por el hecho de ser de esas excepciones que demuestran que incluso maquinarias aceitadas como la de Hollywood todavía pueden equivocarse tanto.
De la mano del escritor y director nominado al Oscar Steven Knight, el productor ganador del Oscar Greg Shapiro y los actores ganadores del premio Oscar Matthew McConaughey y Anne Hathaway llega esta misteriosa historia sobre un capitán de un barco pesquero cuyo pasado está a punto de golpear a su puerta en una pequeña isla en el Caribe y queda atrapado en una nueva realidad que podría no ser todo lo que parece. Mi Opinión: El capitán de un barco pesquero, Baker Dill (Matthew McConaughey), junto a su amigo Duke (Djimon Hounsou), se ganan la vida llevando a los turistas en excursiones de pesca. Pero Dill descuida a sus clientes, tiene como obsesión atrapar un mítico atún de aleta azul que no logra capturar. Dill es un ex combatiente, ahoga en el alcohol sus penas y un oscuro pasado, tiene serios problemas económicos, quien lo ayuda económicamente es Constance (la bellísima Diane Lane) con quien mantiene encuentros sexuales y muy apasionados. Pero un día de la nada aparece su ex esposa Karen (Anne Hathaway), ellos tuvieron un hijo Patrick, quien vive encerrado en un mundo irreal, se pasa todo su tiempo jugando a un videojuego especial. Ella lo había abandonado por Frank (Jason Clarcke) un hombre rico, al que le muestra que la maltrata físicamente, y le dice que teme por la seguridad de Patrick. Quiere que lo lleve a pescar a Frank, lo emborrache y lo arroje a los tiburones. A cambio, ella le pagará diez millones de dólares. Todo se desarrolla en una isla tropical y un paisaje que representa el paraíso, uno de los indicios esta en el nombre original de la película que es “Serenity” (“serenidad”), responde al nombre del barco del protagonista. Formando una historia llena de símbolos, momentos tensos y misteriosos, donde se encierra la tentación y un padre e hijo que tienen cierta conexión telepática. Hay ciertos giros en la trama que terminan siendo poco efectivos, algunas actuaciones caricaturescas y no termina siendo efectiva.
El atún más deseado “Obsesión” (Serenity, 2019) es un thriller dramático dirigido, escrito y producido por Steven Knight. Protagonizado por Matthew McConaughey, el reparto se completa con Anne Hathaway, Diane Lane, Djimon Hounsou, Jason Clarke (El Planeta de los Simios: Confrontación), Jeremy Strong, Rafael Sayegh, entre otros. La trama gira en torno a Baker Dill (Matthew McConaughey), un hombre que vive en la isla de Plymouth y cada día zarpa con su barco llamado Serenity rumbo al océano con el objetivo de pescar un determinado atún al que él nombró “Justicia”. Para subsistir económicamente, Dill también sale a pescar a la noche para luego vender lo obtenido, además de que recibe dinero por acostarse con Constance (Diane Lane), una mujer a la que varias veces se le extravía su gato negro. La rutina continúa de lo más normal hasta que a la isla llega Karen (Anne Hathway), ex mujer de Dill. Ella viajó hasta allí porque está harta de sufrir violencia doméstica por parte de su pareja Frank (Jason Clarke), un alcohólico rico y prepotente. Patrick (Rafael Sayegh), hijo de John y Karen, debido a las constantes peleas de su madre y padrastro, vive encerrado en su habitación jugando con la computadora. Sin ya poder soportar un día más en ese ambiente, Karen le propone a Dill un trato: si Baker mata a Frank durante uno de sus tantos viajes al océano y lo hace pasar como un accidente, ella le dará como recompensa diez millones de dólares. John (nombre real de Dill) deberá pensar y tomar esta difícil decisión cuanto antes, ya que falta poco para que Frank arribe a la isla. Con un guión pésimo que da gracia por la repetición de palabras tales como “papi” y “atún”, el filme todo el tiempo busca ser sensual mostrando a su protagonista desnudo y metiendo escenas de sexo de relleno. La manera de hablar de los personajes llega un punto que no puede tomarse en serio, sin embargo la primera mitad de la película logra mantener el interés gracias a que el espectador quiere saber qué pasará con lo que le propuso Karen a Dill. No obstante, la cinta da un giro de 180 grados que más que sorprendernos nos hace pensar en cómo esta ridiculez pudo llegar a convertirse en un largometraje. Mientras que en el principio podríamos llegar a quejarnos de que la trama nunca da signos de avanzar (siempre se nos muestra lo mismo), lo que viene después resulta tan bizarro y sin sentido lógico que lamentamos haber criticado sus repetitivos cuarenta minutos iniciales. En el plano de las actuaciones, Matthew McConaughey hace lo que puede con un guión extra plano y Anne Hathaway sorprende con su tan mala interpretación, al punto de que ni su sufrimiento ni sus lágrimas resultan creíbles. La película no es capaz de resistir un análisis luego de verla ya que carece de todo tipo de coherencia, por lo que es inevitable que quede catapultada al olvido. Incomprensible como una actriz de la talla de Diane Lane aceptó un papel secundario que no aporta absolutamente nada a la historia. Si “Obsesión” se hubiese quedado con la idea de su comienzo quizás el panorama sería otro; lamentablemente su resultado final rebosa de errores imposibles de perdonar.
UN RIDÍCULO QUE NO DIVIERTE Obsesión es la tercera película como director de Steven Knight, un guionista con algún título destacado como Promesas del Este, de David Cronenberg, pero también con cosas bastante insatisfactorias como Aliados o la paupérrima El séptimo hijo. Y Obsesión, uno de esos mejunjes capaces de arruinar la reputación de un buen elenco (Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Diane Lane, Jason Clarke), tiene muchos de los típicos vicios de guionista devenido en director: un conocimiento enciclopédico del cine que le permite surfear diversas superficies genéricas sin ton ni son y una apuesta por la estructura que se impone a lo narrativo hasta caer en situaciones de lo más forzadas e injustificadas. El film, que arranca como una suerte de noir cruzado con cine de aventuras, se vuelve una de ciencia ficción aleccionadora, que parece ser el único destino de la ciencia ficción de un tiempo a esta parte. Pero lo peor de todo este despropósito es que nunca logra volverse algo divertido o Clase B porque hay cierta pretensión filosófica dando vueltas. Y ahí sumamos otro mal de guionista devenido en director. El personaje de McConaughey es como tantos otros personajes de McConaughey: una suerte de arribista simpático al que las cosas se le van de las manos. El tipo tiene un barco, les cobra a los turistas por salir de pesca y además mantiene una relación con una mujer madura que le paga por tener sexo con ella. Pero hay más: una cosa lo obsesiona y es un atún con el que tiene una historia del pasado y que una y otra vez se le escabulle cuando está a punto de pescarlo. Hasta ahí tenemos dejos de aventura marítima, con referencias ramplonas a Moby Dick. La aparición de Hathaway le da la vuelta de tuerca para que la película avance pero, además, para que se convierta en una suerte de neo noir: porque ella es la ex de él y le pide que se cargue a su nuevo marido, un tipo desagradable, golpeador, borracho, mujeriego y -otra vez- desagradable, al que Jason Clarke juega con el trazo más grueso del mundo. El plan es llevarlo de excursión y en medio del mar, arrojarlo y que se lo coman los tiburones. Como en el buen cine negro, con el hombre derrotado moralmente y la rubia manipuladora dando vueltas, las cosas no van a salir bien. El problema de Obsesión no es la previsibilidad que le brindan los subgéneros, sino los giros que da Knight para intentar sorprender al espectador hasta agotar todo verosímil. Hay durante la primera parte del relato ciertos elementos sobrenaturales y personajes secundarios que dejan picando la sospecha de que algo no está del todo bien. Ese desacople narrativo, que no vamos a develar aquí, se resuelve faltando un buen trecho y Knight deja demasiado tiempo para que el golpe de efecto asiente en el espectador y el ridículo se exponga sin más. Una cosa es un final sorpresa en el último minuto, que nos haga repensar la película mucho después de terminada a esto, que sucede cuando queda media hora y nos permite desarmar lo narrativo y descubrir lo berreta de todo el asunto. Como un mago demasiado confiado de sus trucos, el director y guionista exhibe los hilos de un andamiaje endeble, dispuesto sólo para jugar a la vuelta de tuerca. Pero, además, pretende elaborar ciertas reflexiones sobre la justicia, la violencia doméstica, las relaciones paterno-filiales y las infancias rotas que hacen un poco de ruido. Una lástima, porque las pésimas actuaciones de McConaughey, Hathaway y Clarke daban para divertirse con saña de los 106 minutos más ridículos que Hollywood nos ha dado en mucho tiempo.
“Obsesión”, de Steven Knight Por Jorge Bernárdez Por qué una película que originalmente se llama Serenity, nombre del barco que aparece en la historia, en nuestro país se llama Obsesión, es difícil de entender, tan difícil como ver a un grupete de estrellas de Hollywood metidas en una historia sin pies ni cabezas que arranca de manera interesante pero que al rato se transforma en algo incomprensible, para finalmente, revelarse como una historia que vincula un drama de violencia familiar y de género con problemas psicológicos, aunque para cuando se encauzan las cosas ya no le importa a nadie. En el comienzo Dill Baker (Matthew McConaughey) es el capitán de una embarcación para turistas que lleva millonarios a pescar. Dill es intenso y un poco descontrolado y todo el mundo en la pequeña isla del Caribe donde vive sabe que persigue a un pez enorme de manera obsesiva, al punto de poner en peligro su trabajo con los turistas. Para agregar otro dato a la interesantísima vida del personaje, hay que decir que también tiene una amante que lo banca todo el tiempo y cuando hablamos de banca nos referimos a sostenerlo económicamente, pero no la criticamos más porque ese personaje está encarnado por Diane Lane -cuyos pocos momentos de sexo con Dill son lo único entretenido de Obsesión-. En esa primera media hora parece que estamos ante un relato clásico de policial negro con héroe un poco tomador y con problemas de los que prefiere no hablar y por los cuales se cambió el nombre. También no enteramos que estuvo en el ejercito y participó de la guerra en Irak. A la isla llega Karen Zariakas (Anne Hathaway) que es una rubia platinada que hace sospechar que será la que haga avanzar la historia y es exactamente así. Karen es la ex de Dill, ambos tuvieron un hijo y vive con un millonario que la somete a situaciones de violencia doméstica de todo tipo. Karen le propone a Dill sacar a pescar al millonario y matarlo en alta mar. Todo empieza a complicarse y Dill parece vivir en una realidad paralela, no parece tener los patitos en fila y acá el relato toma diferentes caminos, aparecen personajes que no se entiende mucho qué hacen en la isla y como no podía ser de otra y todo el plan del asesinato se complica. No vamos a espoilear el absurdo desenlace, pero sí vale la pena advertir que salvo Diane Lane que no tiene que hacer otra cosa que mostrarse bella -y le sale muy naturalmente-, nadie en el elenco parece esta cómodo en el disparate y esa zozobra deviene en que el espectador asiste a la peor perfomance posible de un elenco a la deriva. OBSESIÓN Serenity. Estados Unidos, 2019. Dirección y Guión: Steven Knight. Intérpretes: Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Diane Lane, Jason Clarke, Djimon Hounsou, Jeremy Strong, Rafael Sayegh, Charlotte Butler, David Butler, Michael Richard. Producción: Steven Knight, Guy Heeley y Greg Shapiro. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 106 minutos. ero que al rato se transforma en algo incomprensible, para finalmente, revelarse como una historia que vincula un drama de violencia familiar y de género con problemas psicológicos, aunque para cuando se encauzan las cosas ya no le importa a nadie. En el comienzo Dill Baker (Matthew McConaughey) es el capitán de una embarcación para turistas que lleva millonarios a pescar. Dill es intenso y un poco descontrolado y todo el mundo en la pequeña isla del Caribe donde vive sabe que persigue a un pez enorme de manera obsesiva, al punto de poner en peligro su trabajo con los turistas. Para agregar otro dato a la interesantísima vida del personaje, hay que decir que también tiene una amante que lo banca todo el tiempo y cuando hablamos de banca nos referimos a sostenerlo económicamente, pero no la criticamos más porque ese personaje está encarnado por Diane Lane -cuyos pocos momentos de sexo con Dill son lo único entretenido de Obsesión-. En esa primera media hora parece que estamos ante un relato clásico de policial negro con héroe un poco tomador y con problemas de los que prefiere no hablar y por los cuales se cambió el nombre. También no enteramos que estuvo en el ejercito y participó de la guerra en Irak. A la isla llega Karen Zariakas (Anne Hathaway) que es una rubia platinada que hace sospechar que será la que haga avanzar la historia y es exactamente así. Karen es la ex de Dill, ambos tuvieron un hijo y vive con un millonario que la somete a situaciones de violencia doméstica de todo tipo. Karen le propone a Dill sacar a pescar al millonario y matarlo en alta mar. Todo empieza a complicarse y Dill parece vivir en una realidad paralela, no parece tener los patitos en fila y acá el relato toma diferentes caminos, aparecen personajes que no se entiende mucho qué hacen en la isla y como no podía ser de otra y todo el plan del asesinato se complica. No vamos a espoilear el absurdo desenlace, pero sí vale la pena advertir que salvo Diane Lane que no tiene que hacer otra cosa que mostrarse bella -y le sale muy naturalmente-, nadie en el elenco parece esta cómodo en el disparate y esa zozobra deviene en que el espectador asiste a la peor perfomance posible de un elenco a la deriva. OBSESIÓN Serenity. Estados Unidos, 2019. Dirección y Guión: Steven Knight. Intérpretes: Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Diane Lane, Jason Clarke, Djimon Hounsou, Jeremy Strong, Rafael Sayegh, Charlotte Butler, David Butler, Michael Richard. Producción: Steven Knight, Guy Heeley y Greg Shapiro. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 106 minutos.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
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El Black Mirror que no Muchas veces el plot twist o giro sorpresivo de una película puede ser lo que la a consagre -cuando sale muy bien- o lo que la destruya -cuando sale muy mal. Este segundo caso es lo que sucede con Obsesión, una película que arranca como un típico drama de esos que pueden pasar algún canal de aire un sábado a la tarde y termina en lo más absurdo con un intento de imitación de Black Mirror. Matthew McConaughey interpreta a Dill, un pescador de una isla caribeña que se dedica a llevar a turistas a pescar en su barco Serenity -de ahí el nombre en ingles- y que tiene una particular obsesión -de ahí su nombre en español- con un atún.Un día llega Karen (una sobreactuadísima Anne Hathaway– quien es su novia de la secundaria y con quien tienen un hijo en común fanático de los videojuegos y a quien Dill no ve hace años. Karen le comenta que su actual esposo (Jason Clarke), un millonario de Miami, la maltrata y le ofrece dinero a cambio de que lo mate en un paseo en su barco pesquero. Todo lo que sucede en la película cambia constantemente, desde las personalidades y decisiones de los personajes -lo que da cuenta a grandes fallos de guion- hasta ESE plot twist, que no voy a spoilear, pero que llega en los últimos 40 minutos para destruir todo lo que se había construido hasta ese momento. Generalmente cuando giros como este llegan es porque se había armado todo un argumento al rededor, dejando pequeñas pistas que al final cierran un circulo con cierta armonía. Esto no sucede en Obsesión, por que todo parecía indicar que la película iba a ser un drama más, desde su argumento, su estética, sus planos, sus actuaciones, pero termina abruptamente en algo completamente distinto que involucra a la tecnología. Pero no solo ese es el problema, sino que en lo que se convierte ni siquiera es algo que se pueda sostener ni justificar, ademas de estar plagada de malos diálogos, un montaje dudoso y actuaciones cuestionables con un McConaughey que se nota que quería estar en cualquier lugar menos ahí y ya hablamos de la sobractuación de Hathaway. Solo la fotografía, con un bello paisaje caribeño, logra destacarse positivamente. Cuando alguien ve un capitulo de la serie Black Mirror se puede esperar encontrar con este tipo de giros argumentales y sin dudas con una trama que involucre a la tecnología . En cambio, quien se propone a ver esta película por como esta vendida, sus actores y sus elementos paratextuales (póster, trailer, y demás) espera encontrarse con un drama soso y corriente y no con un thriller distópico. Obsesión busca quedar en la historia como una película que propone un cambio en el género pero va a quedar como una de las películas mas bizarra del año.
Luego de iniciar una carrera como guionista para realizadores de la talla de Stephen Frears y David Cronenberg, Steven Knight pudo darse el lujo de adaptar sus propios guiones ubicándose detrás de las cámaras. Obsesión (Serenity, 2019) es el tercer opus de Knight como director y el resultado es sumamente desconcertante. Hablamos de una película que desde el vamos se vende de manera engañosa, tejiendo un aura de misterio que a fin de cuentas es una gran trampa. Matthew McConaughey es el dueño de un barco pesquero, ubicado en una isla remota, que dedica sus días a pasear turistas y vender atún para saldar sus deudas, hasta que recibe la repentina visita de su ex esposa (Anne Hathaway), quien le ofrece la oportunidad de ganarse 10 millones de dólares si a cambio asesina a su abusivo actual marido (Jason Clarke). A partir de esta premisa (de la cual no conviene revelar más detalles), Obsesión comienza a desarrollar un thriller de aires noventeros (mezcla de suspenso y algo de erotismo), pasando del relato noir al melodrama experimental, hasta que su estructura finalmente se desmorona a causa de un desenlace tan inesperado como delirante. Además de diálogos vacíos y escenas sobreactuadas, también debemos soportar a un McConaughey que constantemente se pasea desnudo frente a la pantalla; acompañado por una Hathaway en pose de femme fatale que no termina de convencer. Obsesión se consagra como el mayor fracaso en el repertorio de Knight, incluyendo uno de los finales más difíciles de digerir para el espectador promedio.
Al término de la proyección de éste estreno uno piensa que el profesor de guión de cualquier universidad de cine del mundo tendría con Steven Knight, su autor y director, un diálogo con esta apertura: : “Vea Knight (lo trata de usted), si es por la apertura y cierre de su texto, usted empieza con un zoom in de un ojo y cierra de la misma manera, es decir con un zoom out del mismo ojo. Eso es correcto, y veo que ha aprendido bien a establecer el punto de vista. Usted es literal. Lo que veremos de esa primera toma en adelante lo piensa, lo sueña, o lo imagina una persona. El problema es todo lo que pasa entre esas dos tomas ¿se da cuenta? Usted, Kinght ¿Qué demonios quiso contar?” Más allá de todo esto, uno entiende a partir del planteo inicial que la cosa va por el lado del entretenimiento, y sólo eso. El “cómo” es lo que convierte a “Obsesión” en un producto pretensioso que tiene la extraña capacidad de auto-vaciarse. Luego del ojo, la primera escena describe un poco al personaje y su obsesión. Vemos a Baker Dill –“¿Quién le sugirió éste nombre imposible, Knight?”- (Mathew McConaughey) en un barquito de pesca en la isla de Plymouth junto a su ayudante Duke (Djimon Housoun). Ambos se ganan la vida llevando turistas a pescar mar adentro, así que ahí están. Pronto descubrimos la supuesta obsesión del título porque, al momento en el que parece que “picó uno grande”, Baker se da cuenta que se trata de un atún muy grande que viene tratando de sacar hace mucho tiempo. Toma la caña de pescar y hasta amenaza a los clientes con un arma sino lo dejan a él sacarlo. Tanta es su excitación por sacarlo del agua que hasta le puso nombre –“Knight, ¿’Justicia’ se llama el pez? ¿Por qué no le puso “Sutileza”, así tardamos más en darnos cuenta de todo?” En la platea uno se pregunta si de verdad vamos a ver una versión de “El viejo y el mar” (1958 y 1990), pero con un atún. La cosa se va a complicar porque a esa actitud autodestructiva (de su negocio) se agregarán otras tantas más que no tienen pies ni cabeza. Cuando está corto de guita se prostituye con una mujer (Diane Lane), y luego sigue con el tema del pececito. Hay un hombre de traje que llueva o salga el sol trata de interceptar a Baker para hablar con él, y por último se presenta su ex esposa (Ann Hathaway), en pose de femme fatal de film noir para proponerle que mate a su actual marido a cambio de diez palos verdes. Todo está tan lleno de clichés y descripto por diálogos tan superficiales que hasta los trabajos de buenos actores y actrices se ven sobreactuados. Se pretende un registro parecido al que tenía todo el elenco de “The Truman show” (Peter Weir, 1998) para con el personaje de Jim Carrey, sólo que éste último justamente se mantenía en un tono distópico por lo que se revela después. Lo mismo intenta hacer el director de “Obsesión”, pero las situaciones planteadas de esa manera, sin autoconciencia, se le tornan irremontables, mueven a risa cuando su impronta es la contraria. Steven Knight queda preso en su propia jaula. Hay una vuelta de tuerca que intenta justificar todo lo que vemos, pero luego de analizarla ya fuera del cine, y con un rato para decantar, nos damos cuenta que en lugar de justificarse argumentalmente el giro de la trama prácticamente niega la propuesta inicial, y toda la credibilidad se cae a pedazos. Es raro porque, como guionista, los antecedentes son realmente importantes en la carrera del realizador, empezando por aquella brillante “Promesas del Este” (David Cronemberg, 2007). “Mire Knight a mí me parece que esto lo escribió cuando tenía catorce años, en algún taller del colegio, y se habrá sentido un genio con la idea. Suele pasar a esa edad. Si tiene más de estos hágase un favor: vuelva a leerlos antes de empezar a filmar”
McConaughey y Hathaway no pueden evitar que esta película salga a flote. Un pésimo guion y una dirección mediocre, logran que Obsesión sea de las peores obras en lo que va del año y pica en punta para quedarse con el puesto durante mucho tiempo. Dentro de todos los géneros y subgéneros que componen el cine actual, hay uno en particular que suele enamorar a espectadores más de lo que los otros lo hacen. Este es el caso del thriller psicológico, un género que supo ganarse un lugarcito en las pantallas cada vez con más naturalidad por la inmediata aceptación en el público. Estos tipos de películas, suelen tener como principal característica el hecho de engañar al espectador mostrando una realidad y mediante corren los minutos, el espectador sospecha, imagina, vuela y muchas veces termina totalmente desorientado y sorprendido por la resolución de la historia. Claro que para que esto sea efectivo, hay un elemento que debe ser ejecutado con mucha precisión y tiene que ser avalado por un guion que lo sostenga, este elemento en cuestión es nuestro querido “plot twist”. Gracias a esta magnífica y a la vez compleja forma de dar vuelta una trama es que el público puede sentirse “engañado”. Ejemplos hay muchísimos y por suerte es un género en el que realizadores vienen apostando cada vez más, ampliando un catalogo que suele tener como principales exponentes a películas como El Club de la Pelea (1999), Donnie Darko (2001) y más atrás en el tiempo joyas como Vértigo (1958) o La ventana Indiscreta (1954). La gran estructura de sus respectivos guiones está hecho de una manera tal que el espectador queda totalmente sumergido ante lo que se le presenta y no duda por ningún momento de que todo lo que puede llegar a haber visto puede verse modificado de una escena a otra. De la mano de todo esto es que llega los cines Obsesión (Serenity 2019), la nueva película de Steven Knight que tiene como protagonistas a Matthew McConaughey y Anne Hathaway, la dupla que supo brillar en Interstellar (2014) la obra cumbre de Christopher Nolan. En esta oportunidad McConaughey interpretará a Baker Bill, un ex-militar ahora devenido en pescador recreativo y comerciante que vive con lo justo y necesario en la pequeña isla de Plymouth. Todo iba relativamente bien para Baker, hasta que de pronto su ex esposa Karen (Hathaway) irrumpe en la isla con un pedido sumamente complejo, el de eliminar de manera “accidental” a su actual esposo Frank (Jason Clarke), quien la atormenta cotidianamente con sus acciones. Este será el puntapié inicial para que Baker comience a sospechar de todos en la isla y termine descubriendo que tal vez nada es lo que parece. Si una de las principales y fundamentales características del género es que se busca confundir al espectador mediante recursos narrativos, sin la necesidad de decir en palabras lo que se quiere denotar, en esta ocasión hay una sobre explotación del concepto contrario. La película busca sorprender con su plot twist, pero a lo largo de la hora y media de su duración, y desde el principio, las pistas que se otorgan son demasiadas, solo hace falta unir las piezas del rompecabezas para poder entender y descubrir, lo que el guion quiere creer que está escondiendo. Es más, si desde un primer momento el espectador está enfocado al ciento por ciento, desde la escena del comienzo ya se puede descifrar cuál será el devenir de la trama. Otro de los peores elementos que la película tiene es que, generalmente, luego del famoso giro argumental, los personajes suelen tener cambios abruptos en cuanto a comportamiento, concepción de la realidad, etc. Este no solo no es el caso, sino que además todo pareciera seguir igual que antes y ni siquiera se busca transmitir algún tipo de desequilibrio entre el personaje principal y los sucesos que están aconteciendo. A nivel actuación McConaughey vuelve a destacarse por su intensidad a la hora de interpretar sus papeles, pero en esta oportunidad esa intensidad se ve opacada por el pésimo desarrollo de personajes que tiene el guión. Funcionando como un agujero negro, que atrapa todo lo que se le cruza por el camino el guion esta tan mal escrito que hace que los personajes sean insoportables y no solo no logran empatizar con el público sino que hace que la película se vuelva tediosa e insoportable por las decisiones que toman los personajes. Y esta es una característica que repercute en todos los actores del elenco, desde los protagonistas hasta el más secundario de los papeles. De esta manera Obsesión termina siendo una película totalmente olvidable pese a los actores de renombre con los que cuenta el film. Un pésimo guión y una dirección cuanto menos cuestionable, son las bases de que este thriller psicológico que prometía bastante termine siendo, hasta ahora, de lo peor de este año.
El director Steven Knight da un paso seguro y toma todas las reglas de narrativa cinematográficas convencionales para lanzarlas a la basura y crear 'Obsesión'. La película que se torna un gran misterio se adentra en una narrativa similar a un cubo rubix que tuerce y subvierte constantemente las expectativas del espectador, tornándose absolutamente fascinante.
Este film noir con vuelta de tuerca incluida nunca termina de atrapar ni de sorprender. Matthew McConaughey y Anne Hathaway, desaprovechados en lo que casi parece una parodia de un thriller. Un pescador obsesionado por capturar un pez gigante. Una mujer de su pasado con aspecto de femme fatale que llega hasta el pequeño pueblo costero que él habita y que viene con oscuras intenciones. Un marido golpeador que cumple con todos los requisitos del malo de la película. Todo parece predispuesto para un film noir soleado, al estilo TEQUILA SUNRISE, en el cual un pacto criminal podría cumplirse en alta mar con un objetivo supuestamente noble e inesperadas consecuencias. Y si bien eso existe, en cierto modo, en OBSESIÓN, uno nota rápidamente qué hay algo más en juego dando vueltas. ¿O qué hace sino ese hombre de traje que persigue al protagonista? ¿Por qué todos los personajes del pueblo se comportan de una manera mecánica, casi arquetípica? OBSESIÓN es mejor como idea que como película. Sus resultados no están, ni por asomo, a la altura de sus ambiciones. Hay una idea central a la trama que tiene que ver con las relaciones entre los deseos y necesidades de la vida real y la imposibilidad de cumplirlos sin ayuda de la fantasía. Pero revelar más, o decir a qué otras películas el film de Knight se parece, sería develar el fuerte giro argumental que tiene lugar promediando el relato. Sin hacerlo, solo se puede hablar de generalidades de la trama. Y decir que, en su arriesgada apuesta de convertir un drama familiar en un policial de misterio y luego en otra cosa, Knight ha hecho una película que no termina de hacer pie nunca y que bordea la auto parodia. Anne Hathaway En algún momento tendrá sentido y se explicará por qué los personajes de Matthew McConaughey, Anne Hathaway y Jason Clarke actúan como actúan pero durante dos tercios del relato estaremos viendo lo que parece una mala imitación de un policial negro. El twist narrativo permitirá entender en cierto modo el uso de esos clichés, pero de todos modos no alcanza a transformarlos en interesantes. Es como si uno se hubiese propuesto hacer una mala película a propósito ya que la trama en algún punto lo requiere. El problema es que más allá de la lógica dramática de esa intención, uno de todos modos debe ver una hora de una floja película. Y cuando la historia dé un enorme vuelco (que a esa altura es bastante previsible) tampoco la cosa mejora demasiado. Resta ver cómo se reacomoda el universo construido a esta nueva situación, pero a esa altura es difícil que al espectador le importe demasiado. Ya la película se desintegró mucho antes narrativamente. Lo que queda es verla desintegrarse físicamente.
Obsesión es el título absurdo con el que se estrenó en Argentina la película Serenity. Durante una hora se presenta con un policial negro de manual. Aunque desde el comienzo da pistas acerca de su cambio de género, lo cierto es que todo lo interesante de la primera parte de la película es ser un film noir o un neo noir, parecido a los que se hacían en la década del ochenta y del noventa. Un pescador que vive en una isla paradisíaca sobrevive económicamente a duras penas, obsesionado con un pez al que desea atrapar (tal vez por eso la película se llama obsesión, vaya uno a saber), solitario, apenas vinculado con los pocos lugareños y con una amante. Entonces llega una mujer sacada de una parodia de una parodia de policial negro. Esa mujer es la madre del único hijo que el pescador tiene. Desesperada (en su discurso, su cara y su actitud no lo demuestran) porque su nueva pareja la golpea salvajemente y pone en peligro a su hijo, le pide que por favor, y por el pequeño genio de la computación en que se ha convertido el niño, que elimine al padrastro golpeador. Más policial negro, imposible. Hasta ahí, la trama es muy entretenida, en su tono de exagerado policial negro funciona, tan solo tiene algunos ruidos vinculados con el excesivo y no justificable regodeo en el cuerpo del protagonista. Regodeo aún más absurdo cuando más adelante la película cambie de género. Y entonces este policial con toques eróticos pega un giro de timón violento (anunciado, eso sí, aunque de manera muy rara) y se transforma en otra cosa. La transición no funciona, aunque ambos films por separado son interesantes. Tal vez el peor defecto que tiene es que en su segunda parte, menos de la mitad de la película, en realidad, tiene una especie de absurdo místico que ya bordea el ridículo. Se pueden aceptar dos géneros, pero sumarles es elemento esotérico es algo que destroza cualquier identificación que el espectador pueda tener con la historia.
Llega a los cines "Obsesión", el nuevo Thriller del creador de Peaky Blinders que viene con muchas ganas de volarnos la cabeza. La historia transcurre en Plymouth, una pequeña y remota isla de pocos habitantes. Allí nos encontramos con Baker Dill (Matthew McConaughey), el dueño de un pequeño barco pesquero, quién tiene una enfermiza obsesión por atrapar a un determinado pez al cual persigue hace años. Obligado por sus dificultades económicas, debe dejar de lado su actividad comercial para llevar a pescar a los pocos turistas que llegan a Plymouth. Es haciendo esto como se reencuentra con un antiguo amor, Karen Zariakas (Anne Hathaway). La femme fatale no da muchas vueltas, y rápido nos enteramos que viene a pedirle ayuda para asesinar a su actual marido (Jason Clarke), un magnate alcohólico y golpeador, que abusa constantemente de ella y su hijo. El gran dúo protagónico de la película nos tenía muy emocionados, lamentablemente, si bien no llegó a decepcionar, nos dejó un poco insatisfechos. La actuación de McConaughey es (como de costumbre) impecable, su personaje atraviesa en poco tiempo situaciones emocionalmente extremas y todas resultan verosímiles. Sin embargo, la complejidad de la trama deja poco espacio para el desarrollo individual del personaje, por lo que este puede llegar a sentirse chato, o cliché. La tarea de Anne Hathaway es igual o más destacable que la de su coprotagonista, pero cae aún más en el problema de la falta de profundización ,se pretende que como audiencia empaticemos con ella constantemente, pero resulta para nosotros poco más que una extraña. Al final de la película, nos damos cuenta que poco nos deja además de algunos llantos bien logrados. La particularidad que tiene el film es que encuentra en la trama tanto su punto más fuerte como su talón de Aquiles. Nos venden una historia complicada, llena de vueltas raras, que de alguna manera funcionan para mantenernos en el borde del asiento durante los primeros tres cuartos de película. Con todo lo bueno que esto tiene, es tremendo el bajón que nos agarra al final, cuando empezamos a conseguir las respuestas a los interrogantes. Estas no son malas, pero son entregadas al espectador de formas demasiado simples dado el nivel de complejidad que la trama prometía. Durante un poco más de una hora somos desafiados a intentar descubrir lo que está pasando, hasta que en algún momento se cansan y nos tiran todas las revelaciones juntas en la cara como si no fuera nada. A grandes rasgos, la película es entretenida y no se hace en ningún momento pesada. No será una obra maestra ni mucho menos, pero está más que aceptable para pasar un buen rato en el cine un sábado a la noche. Por Santiago Sturba