Las pavadas ya no son lo que eran Como suele ocurrir con el gigantesco volumen de películas mediocres de nuestros días y el desfasaje en general entre expectativas y realidad concreta, lo que generó Oso Intoxicado (Cocaine Bear, 2023), el film dirigido por Elizabeth Banks y escrito por Jimmy Warden, en ciertos sectores del público cinéfilo durante el período previo a su estreno resulta mucho más interesante que la película resultante en sí, esa que ya se podía anticipar tranquilamente mediante el tráiler y la costumbre del Hollywood bobalicón actual de resumir de manera hiper redundante toda la propuesta en cuestión en poco más de dos minutos, arruinando cualquier sorpresa por venir y describiendo milimétricamente el producto masivo de turno. Más allá de la ingenuidad de los consumidores de géneros a veces hermanados como el terror, la comedia y los thrillers, quienes en esta ocasión volcaron en las redes sociales su inusitado entusiasmo por la epopeya ya sea a raíz del clásico adagio semi mentiroso del séptimo arte, “inspirada en hechos reales”, o debido a la delirante premisa de la realización, aquello de un oso ingiriendo kilos y kilos de cocaína que fue arrojada desde un avión por narcos ochentosos, lo cierto es que el interés y la difusión artesanal del film, vía el boca a boca, fueron verdaderos y nos hablan de la ausencia de productos en la industria cultural contemporánea que satisfagan la simple necesidad de entretenimiento desfachatado modelo segunda mitad del Siglo XX, todo debido a la aburrida dictadura de la corrección política que castró en gran medida al humor mainstream al punto de domesticarlo y casi asesinarlo. Sinceramente lo único que Oso Intoxicado toma del caso real de 1985 es su esencia, léase la muerte por sobredosis de un oso negro del Bosque Nacional Chattahoochee-Oconee, una reserva natural protegida por el Estado, que ingirió unos cuantos kilos de cocaína que había sido arrojada por Andrew C. Thornton II, un ex oficial de narcóticos del Departamento de Policía de Lexington, Kentucky, reconvertido en traficante de drogas que junto a un ignoto cómplice pilotaba un avión ligero con 40 fajos de cocaína colombiana, cargamento que tuvieron que arrojar debido al peso de ambos hombres más la droga, situación ridícula que encima derivó en el fallecimiento de Thornton porque su paracaídas no se abrió en lo que podría haber sido un golpe y desvanecimiento previo al salto o una falla en el paracaídas o el hecho de haber quedado atrapado en el mismo durante la caída. Todo transcurre en ese 1985 luego del óbito de Thornton (Matthew Rhys) y su avión estrellado, por ello coinciden en Chattahoochee-Oconee una serie de personajes que incluyen a una madre y su hija, Sari (Keri Russell) y Dee Dee (Brooklynn Prince), el amigo de esta última Henry (Christian Convery), un par de narcos, Eddie (Alden Ehrenreich) y Daveed (O’Shea Jackson Jr.), el padre de Eddie, Syd White (Ray Liotta), un detective veterano, Bob (Isiah Whitlock Jr.), su compañera Reba (Ayoola Smart), la guardabosques Liz (Margo Martindale), el “inspector del bosque” Peter (Jesse Tyler Ferguson), un pandillero bastante afeminado, Stache (Aaron Holliday), y dos excursionistas foráneos, Elsa (Hannah Hoekstra) y Olaf (Kristofer Hivju). Al igual que casi todo el cine de género de nuestro lastimoso Siglo XXI, Oso Intoxicado pretende dejar contentos a todos los sectores del público y por ello se abre camino como un engendro sin alma que paradójicamente no deja contento a nadie, por un lado retomando ingredientes del horror de monstruos, las aventuras, la comedia negra, el western clásico, el melodrama y la sátira social muy leve y por el otro lado sin jamás definirse entre el trash de Garras de la Muerte (Grizzly, 1976), de William Girdler, exploitation explícito de Tiburón (Jaws, 1975), de Steven Spielberg, la fábula semi ecológica de Profecía Maldita (Prophecy, 1979), de John Frankenheimer, en este caso un rip-off tangencial de Alien (1979), de Ridley Scott, la locura humana en relación a la naturaleza de Grizzly Man (2005), gran documental de Werner Herzog sobre los activistas lunáticos Timothy Treadwell y Amie Huguenard, quienes de hecho terminaron devorados por uno o varios osos pardos, y las aventuras de supervivencia de El Renacido (The Revenant, 2015), de Alejandro González Iñárritu, faena sobre aquel periplo de Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) que ya había sido adaptado al cine en Furia Salvaje (Man in the Wilderness, 1971), de Richard C. Sarafian. Quizás el mayor problema de Oso Intoxicado no es el sustrato anodino de un relato coral demasiado forzado y olvidable sino su carácter de película de un solo chiste que se agota rápido, y por supuesto el flojo guión de Warden, su segundo trabajo luego de la fatua La Niñera: Reina Letal (The Babysitter: Killer Queen, 2020), de Joseph McGinty Nichol alias “McG”, tampoco ayuda. La película no es graciosa ni terrorífica ni inteligente, sólo pasable y tontuela sin llegar a ser buena ni el desastre que prometía el tráiler, en este sentido la decisión de presentar al oso asesino mediante CGI resulta muy contraproducente porque el animal siempre se percibe como extremadamente falso, sin la materialidad de los estupendos animatronics que dominaban la industria cultural y el cine de horror de cadencia gore en el período en el que transcurre la trama, la década del 80, así por milésima vez nos vemos obligados a repetir que el Hollywood palurdo actual desperdicia lo que era una oportunidad cantada/ evidente para homenajear el bello arte de los practical effects y sobre todo las marionetas, prótesis, disfraces, maquillaje y títeres robóticos varios, algo que -por ejemplo- sí se llevó adelante en la también reciente y mucho más disfrutable Unwelcome (2022), opus muy digno del irlandés Jon Wright de impronta Clase B hasta la médula que conseguía despertar unas cuantas sonrisas utilizando marionetas artesanales para sus muchos leprechauns psicópatas. Privados completamente de la dimensión verista del oso, el cual de todos modos no está retratado como un monstruo cruel e imparable porque hablamos de una hembra con dos crías que muta en homicida por la adicción a la cocaína, otro de los tantos “regalos” de la inmunda humanidad a un planeta moribundo, nos tenemos que conformar con las patéticas actuaciones de un elenco muy apagado, con un relato que avanza a paso de tortuga y con una previsibilidad general que hace gala de su falta de ideas novedosas y de una nostalgia tácita para con las comedias simplonas de los 80 y 90, esas que Oso Intoxicado pretende imitar sin lograrlo porque no cuenta ni con la gracia/ carisma de antaño ni con el talento para las guarradas y pavadas que tantas carcajadas provocaron a fines del Siglo XX. Banks, una directora muy mediocre como lo demuestran Proyecto 43 (Movie 43, 2013), Más Notas Perfectas (Pitch Perfect 2, 2015) y Los Ángeles de Charlie (Charlie’s Angels, 2019), se la pasa acumulando personajes sin necesidad, falla olímpicamente en humor negro e instantes de suspenso, sólo entrega una secuencia interesante en esta pretendida conjunción de terror y comedia, aquella de la llegada de la ambulancia con los paramédicos Beth (Kahyun Kim) y Tom (Scott Seiss) a la casilla del guardabosques/ centro de visitantes, y desaprovecha a Ray Liotta como un capo narco en una de las últimas odiseas del intérprete antes de fallecer en 2022 a los 67 años de edad, aquí mostrándose tan abúlico y en piloto automático como el resto de los actores en pantalla, sin nada valioso, astuto o gratificante con lo que trabajar…
¿Hay algo mejor que drogar a un oso y ver cómo las cosas se salen de control? Cocaine Bear (de insultante traducción Oso Intoxicado) es un eufórico trip de magia blanca y gore, en el que el oso negro titular hace un curso de yonqui express y se convierte en el serial killer del año. La fantasía de Elizabeth Banks es una especie de slasher animal en clave de comedia negra, un vodevil enloquecido que funciona por la absoluta asimilación del absurdo que propone: un glorioso festival homicida en estado farmacológico. Higher baby!
Oso intoxicado es la gran sorpresa del año 2023. Tanto ruido hizo en su estreno que su directora, Elizabeth Banks presentó uno de los premios Oscar en la última entrega acompañada por un oso gigante que también parecía estar bajo la influencia de sustancias, como en la película. La película recuperó su inversión casi de inmediato y se convirtió en un éxito gigantesco. Aunque nadie sabe a ciencia cierta cómo hacer que una película funcione con la audiencia, este largometraje tiene a su favor algo que en general está faltando: locura. El título original de la película, Cocaine Bear, es una victoria de marketing absoluta. Aunque originalmente era un título provisorio, pronto descubrieron que no encontrarían uno mejor y lo dejaron. El otro gancho maravilloso es que este delirio absoluto se jacte de estar basado en hechos reales. ¡Y qué sea cierto! No hay que decir que es real y que es falso dentro del guión, pero tener una película con un oso pasado de cocaína en medio de un bosque es un punto de partida hermoso al que el hecho real le da un extra de humor. Casi es una burla a ese chantaje emocional llamado “Basado en una historia verdadera” del que tanto abusan las películas para ser tomadas en serio. Una operación de narcotráfico sale mal y kilos de cocaína en bolsos caen sin control en los bosques de Georgia, cerca de la frontera con Tennessee, cuando al traficante que debía entregarlas no se le abre el paracaídas. Tanto quien debía recibir la cocaína, un traficante llamado Syd White (Ray Liotta en su último trabajo para cine) cómo un policía (Isiah Whitlock Jr.) que investiga el raro evento, irán al bosque para buscar la droga. Pero antes de que puedan llegar un enorme oso negro habrá consumido uno de los paquetes de cocaína y de forma alocada irá por los demás. Completamente drogado, su comportamiento no será el habitual y entrará en un desenfrenado raid asesino. Hay muchos personajes en Oso intoxicado, desde incautos turistas a excéntricos guardabosques, pasando por pequeños delincuentes locales y una madre, Sari (Keri Russell) en busca de su hija Dee Dee (Brooklynn Prince) que ha faltado a la escuela y se ha metido en el bosque con su amigo (Christian Convery). Todos en el bosque irán descubriendo al alocado Ursus americanus en su versión más temible. Repito: basado en hechos reales. La película es tan inusual que parece un poco de aire fresco en el cine norteamericano lleno de miedos y limitaciones que vivimos hoy en día. No es una película transgresora ni rupturista, simplemente es una película que se atreve a seguir sus reglas. Se trata de una comedia de horror muy gore que va subiendo la apuesta y que le ofrece al espectador varios momentos sorprendentes, alegremente irresponsables y finalmente llenos de entretenimiento. Es una película divertida cuya reflexión final y enseñanza es la siguiente: ninguna. Bueno, tal vez sí tenga una lección y es que no hay que darles a los osos cocaína. ¿Será esta lección extensiva a la población? No parece. Como la directora es la actriz Elizabeth Banks, la película tiene, cómo ya mencionamos, algunos actores de lujo. Le pueden agregar a la lista a Alden Ehrenreich, Margo Martindale, Kristofer Hivju y Matthew Rhys. También trabaja Scott Seiss, famoso comediante cuyos videos de vendedor enojado se hicieron virales en todo el planeta. Es una película graciosa, no se han lastimado animales durante el rodaje porque obviamente el oso es digital, los que tengan estómago suave deberán tener precauciones al verla y los que se escandalizan con cualquier cosa, mejor deben evitarla. Pero qué buena noticia es una película que mueve un poco las cosas y nos ofrece algo distinto.
Existen muchas películas que salen de la mente de un guionista, productor o director, de adaptaciones literarias o videojuegos, pero otras también están basadas en hechos reales, haciendo honor al dicho ‘muchas veces la realidad supera a la ficción’. Dentro de este grupo se encuentra una propuesta tan extraña como atractiva y delirante, que desde que se anunció nos llamó la atención y gran parte de la audiencia esperaba por su estreno. Se trata de «Oso Intoxicado» («Cocaine Bear» en su idioma original), dirigida por Elizabeth Banks («Pitch Perfect 2», «Charlie’s Angels»), que se basa en una historia totalmente increíble: un oso negro se vuelve loco luego de ingerir cocaína sin querer, que cayó del avión de un narcotraficante. En su camino se encontrará con un grupo variopinto formado por turistas que están conociendo el lugar, adolescentes que se escapan de la escuela para pasar el rato, delincuentes que están buscando el cargamento y policías que los persiguen. El film cumple, entretiene y nos hace pasar un buen rato, pero tampoco nos deslumbra. Por un lado, tenemos una historia bastante sencilla, que si bien desarrolla a sus personajes, porque cada uno de ellos tiene algún conflicto personal que va a ir resolviendo a lo largo del film, lo central es ver cómo el oso va destruyendo todo lo que encuentra en el camino con el objetivo de seguir consumiendo droga. En ese sentido tenemos buenas escenas de acción y combate uno a uno, donde de forma creativa y sangrienta algunos personajes presentan un triste desenlace y otros logran salir ilesos del asunto. Pero tampoco es lo osado y gore que uno podría esperar de una premisa de este estilo, donde todo parecía permitido. El tono de la película mezcla el suspenso, la acción y el humor negro para desarrollar la historia, equilibrando de buena manera estos tres géneros sin que nada se sienta forzado o innecesario. Tenemos una buena actuación por parte del elenco, con algunas personalidades conocidas como el ya fallecido Ray Liotta, Keri Russell, Alden Ehrenreich, Brooklyn Prince, Margo Martindale y Jesse Taylor Ferguson, entre otros, que hacen un buen trabajo para demostrar desesperación frente a la situación, como también obstinación para cumplir con la misión que cada uno se propone: conseguir la droga, salvar a una hija o atrapar a los delincuentes. Con respecto a los aspectos técnicos, tenemos unos efectos visuales logrados que hacen que el oso parezca bastante real en su construcción y en sus movimientos. El CGI no molesta, sino que está bien utilizado. La ambientación del bosque también consigue darnos esa sensación de desamparo y que todos los personajes están en peligro. En síntesis, «Oso Intoxicado» es una película que divierte, impacta y sorprende pero que también nos deja con un poco más de ganas de haber visto algo todavía más espectacular. Un film que prometía delirio y salvajismo pero se queda a mitad de camino.
Por esas cosas de la lógica ilógica de la distribución los osos tendrán un protagonismo en las salas de Argentina. Winnie the Pooh: Sangre y Miel y Oso Intoxicado desembarcan en los cines apostando al gran interés del público por el género, aunque cada una transite el “terror” de la manera que mejor le quede. Sobre la primera ya pueden encontrar algunas palabras en este mismo espacio, pero hoy la intención es destacar la segunda por su riesgo y sus ganas de transitar un relato que, en manos de otro/otra director/directora, hubiera terminado en algo completamente diferente. Oso intoxicado le debe todo a su realizadora Elizabeth Banks, actriz, productora, que se pone detrás de las cámaras para llevar adelante la difícil empresa de narrar los hechos que acontecieron, en la realidad, en 1985, cuando en Tennesee, Estados Unidos, cayeron 70 kilos de cocaína de un avión y un oso ingirió gran cantidad de esos kilos y terminó generando una masacre. Vuelvo sobre el punto que en manos de otra persona, esta película hubiera zozobrado, pero gracias a un inteligente guión, logradas interpretaciones y el entender que la seriedad y la solemnidad no tenían que ser de la partida, se termina por consolidar uno de los relatos más originales y divertidos de los últimos años. Keri Russell, O’Shea Jackson Jr., Alden Ehrenreich, Margo Martindale y la maravillosa Brooklynn Prince (sí, la nenita de The Florida Project), se adentran al juego propuesto por Oso intoxicado, y juegan y brillan en cada una de las escenas, al igual que el desparpajo con el que se van contando las sangrientas mutilaciones con las que el oso va asesinando, uno a uno, cual Diez Indiecitos, de Agatha Christie, a los protagonistas. Oso Intoxicado es una fiesta cinematográfica, que cuenta con grandes momentos de tensión, pero también de humor, además de acompañar las escenas con una banda sonora exquisita que nos lleva al pasado. Ideal para verla y disfrutarla sin pedirle rigurosidad documental ni verosímil, porque justamente es todo lo contrario, y ahí es donde radica su logrado funcionamiento de la propuesta. Una verdadera fiesta.
Sharknado (2013), Serpientes en un avión (2006) y seguramente otros casos demuestran que no existen argumentos ridículos si de películas se trata. Otro gran ejemplo será Oso Intoxicado, film dirigido por la actriz Elizabeth Banks (Ritmo Perfecto, Los Juegos del Hambre) que se estrena el jueves 23 de marzo en cines.
BORDERLINE Las fuentes para una película pueden ser múltiples, las noticias increíbles son una de ellas. Ahora, ¿qué puede desprenderse de una premisa como la de un oso intoxicado con cocaína, tras la caída de un avión narco que perdió el control y dejó caer su carga en un parque nacional? Por supuesto que la veracidad que ofrece la noticia en profundidad está descartada para fines dramáticos, y es en el desarrollo de la idea que el relato se emancipa y navega por su propio territorio. Oso intoxicado sigue la línea del terror a la naturaleza, que nació con Tiburón (al menos en el cine mainstream) y lo hace -en gran parte- nutrida por una hipérbole en el tratamiento que se le da a la conducta de un oso recargado de ladrillos de cocaína, cuyo motor es tomar más y más. El entretejido humano es el más débil como eslabón dentro de la cadena narrativa. Lo que sería un verdadero problema se desvanece por las logradas composiciones de los diferentes personajes, que son muchos y forman un relato coral entrecruzado. Una de las dos puntas sigue a una madre (Keri Russell) que busca desesperadamente a su hija preadolescente y a un amiguito, ambos fugados en una excursión infantil hacia unas cascadas dentro del parque. La otra sigue a un mafioso local (Ray Liotta) desesperado por recuperar la droga dispersada en el bosque, que para ello envía a su hijo (Aldren Ehrenreich) y a otro subordinado (O’Shea Jackson). En el medio se mezclan con otros personajes, casi todos a modo de excusa para ser víctimas del oso (osa, en realidad). La principal virtud es el tono que le encuentra Elizabeth Banks -de pésimos antecedentes en su hasta ahora corta carrera en la dirección- porque al terror de los animales que se vuelven contra los humanos se le adosa la comedia; cada muerte tiene la creatividad precisa en la misma tesitura de ridiculez que la propia premisa. El guion le saca unas pequeñas chispas a la banquina con momentos pertenecientes a un drama, lejos del disparate que representa la película desde la idea de un animal salvaje, con la cara blanca, desenfrenado y a la caza de personas para saciar su apetito por la droga consumida. Que un estudio de Hollywood todavía apueste a ideas alejadas de una formula y, principalmente, de la búsqueda de simpatía masiva, brinda un halo de esperanza para que estas producciones no queden libradas a la buena voluntad de productoras pequeñas o a una distribución casi limitada al streaming. La escena de la ambulancia y el desenlace de uno de los personajes, durante el clímax, son dos ejemplos perfectos para comprender que la película es tan simple, directa y honesta como lo señala su propio título. Es solo eso, nada menos y mucho más.
Quienes hayan visto la última entrega de los Oscar se sorprendieron con un oso de peluche gigantesco merodeaba la sala. El estreno de “Cocaine Bear”, con este título lavado entre nosotros, viene rápidamente a ilustrarnos. La película dirigida por Elizabeth Banks con guión de Jimmy Warren acude a un hecho real como inspiración y luego se interna en un humor negrísimo, con mucha sangre, cuerpos atacados y desmembrados, situaciones ridículas y violentas en alegre montón. Un ex policía dedicado al narcotráfico transporta una cantidad infernal de cocaína. Cuando falla su transporte tira paquetes en un parque nacional y se arroja en un paracaídas que nunca se abre y muere. Ese hecho real tiene condimentos especiales en el film como que un oso de impresionantes dimensiones consume muchísima droga y se transforma en un depredador imparable. Un animal generado por CGI a cuyo alrededor pasa de todo: niños en excursión, una pareja que planea su boda mientras acampan, una guardaparque (la genial Margo Martindale) odiada por un trío de maleantes, una madre ( la protagonista Kery Russell), un investigador que sigue la pista narco desde hace años, y varios personajes más entre los que aparece Ray Liotta en su último papel. El delirio de las situaciones, con la sangre derramada, situaciones muy bien resueltas y todas ridículas, mucho gore, brazos, piernas y cabezas revoleados conforman este entretenimiento, por momentos repetitivo, pero sin mayores pretensiones que entretener.
Un tipo muy sacado lanza bolsos llenos de cocaína desde un avión. Cuando va a lanzarse en paracaídas se golpea y cae al vacío. La policía encuentra su cuerpo y descubre solo 30 kilos, una parte mínima de la carga total. El resto de la droga permanece perdida entre la frondosa vegetación de un parque nacional. Y será en esa zona que coincidirán una torpe guardaparques (la gran Margo Martindale), jóvenes ladrones de poca monta, niños perdidos, una madre que va en busca de su hija de 13 años, un veterano investigador que sigue las pistas del caso y narcos que intentan recuperar los paquetes que traficaban. A esta descripción, sin embargo, le falta una pieza clave: sí, el oso intoxicado del título local, un gigantesco especímen que ingiere el mencionado polvo blanco, se convierte en un adicto insaciable y en un depredador de todo ser humano que esté en las proximidades. El concepto, tan absurdo como ingenioso (aunque está “inspirado” en un hecho real ocurrido en 1985 en el Chattahoochee National Forest de Georgia), es ideal en principio para un festival de humor negro, comedia física con mucho desparpajo y desbordes propios del gore y el slasher (desmembramientos varios, sangre a borbotones), pero una vez que vimos al oso esnifar y convertirse en asesino serial de personajes que en todos los casos son decididamente patéticos el disfrute en plan “cuanto peor, mejor” se va extinguiendo, evaporando. Por supuesto, si uno se acerca a Oso intoxicado sin grandes exigencias y desde una perspectiva lúdica (como los cinéfilos disfrutábamos del gore en las primeras películas de Peter Jackson como Muertos de miedo o Mal gusto y de Sam Raimi como Diabólico y Noche alucinante), la experiencia puede ser simpática al menos durante un rato y, por lo tanto, la propuesta de Elizabeth Banks no tiene nada de despreciable. La directora de la más que aceptable Más notas perfectas (2015) y la decepcionante Angeles de Charlie (2019) demuestra bastante timing para la comedia y el despliegue de efectos visuales ayuda a convertir al en principio encantador oso en una bestia sanguinaria, pero -quedó dicho- la fórmula se agota demasiado pronto. PD: En el papel menor y sin demasiado vuelo de un mafioso llamado Syd aparece Ray Liotta, en el que sería su último trabajo antes de su muerte ocurrida el 22 de mayo pasado.
Si alguien tiene a su disposición un título como Cocaine Bear, ¿por qué desperdiciar la oportunidad de traducirlo como Oso Vicioso, tal como hicieron en España? ¿O directamente, por el más literal Cocainoso? ¿O el más metafórico Sartenoso? ¿Por qué no Pablo EscoBear? Cualquier opción parece mejor que Oso intoxicado, que exhibe una chatura que puede hacer creer a los potenciales espectadores que se trata de una película para ser tomada en serio. En los Estados Unidos, la idea delirante a la que alude el título original –y la contundencia cómica de su formulación– generó una expectativa y una viralización en redes que redundó en muy buenos resultados de taquilla. Insólitamente, se trata de un film “basado en hechos reales” como, por ejemplo, Masacre en Texas o El horror de Amityville. Aparentemente, a mediados de los años 80, un cargamento de cocaína fue arrojado por traficantes desde un avión sobre un bosque de Tennessee y terminó consumido por un oso, probablemente ingerido, dado que es improbable que el oso dispusiera de tarjetas de crédito u otros implementos para dar cuenta del polvo de otra manera. El oso murió envenenado y su cadáver fue exhibido en un centro comercial de Kentucky. Quizás ni hizo falta embalsamarlo. La película se queda con el concepto central de esta historia: cocaína-cae-del-cielo-y-oso-consume-cantidad-desesperante-de-dicha-sustancia. En el film, el efecto final no es su muerte, sino que la droga le da una ferocidad, una velocidad y una fuerza nunca antes vistas en la especie. Este oso adicto la lame, la come, la esnifa y, en una escena no exenta de poesía, se baña en una nube blanca de alcaloide, para inmediatamente matar a todo aquel que se interponga en su camino. La película abre múltiples líneas narrativas encabezadas por personajes que van confluyendo en las fauces del animal: una enfermera (Keri Russell) que pierde a su hija (Brooklynn Prince) en el bosque donde habita el oso; dos narcos (Alden Ehrenreich y O Shea Jackson Jr.) al servicio de un gánster (Ray Liotta, en su último papel) que rastrean el cargamento de droga; una pareja de guardabosques que ayuda en la búsqueda de la niña; un grupo de delincuentes menores que quedan involuntariamente envueltos con los narcos, y los dos policías que los investigan. El problema de las películas llamadas high concept –las que pueden ser explicadas en una exposición no más larga que un tuit–, suele ser que una vez que se presenta en la pantalla el “concepto”, el único lugar que les queda para dirigirse es hacia abajo. Tal como en Snakes on Plane o Sharknado, aquí el chiste se agota rápido, ¿cuántas veces puede ser gracioso un oso aspirando de un ladrillo de cocaína si el espectador no está haciendo lo mismo? Contra lo que puede imaginarse, este film (dirigido eficazmente por la también actriz Elizabeth Banks) no es una película barata para hacer dinero rápido sino que cuenta con un presupuesto considerable, una producción competente y un elenco mucho mejor del que es razonable esperar para una historia de este calibre. Sin embargo, estos mismos valores la ponen en una tierra de nadie: no pertenece a la categoría “tan mala que es buena”, no es un film bizarro, no es un thriller de terror porque el absurdo generalizado anula el susto, ni es tan graciosa como para ser plenamente una comedia, aunque estos dos últimos géneros son los que persigue sin alcanzar ninguno. Sin embargo, al menos en los Estados Unidos, conquistó a un sector del público y ya se habla de una secuela en la que, acaso, veamos el agravamiento de la adicción del oso y se llame Crack Bear. Aunque aquí, inevitablemente, llegará traducida como El oso es un campeón.
No todo lo que se ve en Oso intoxicado (Cocaine Bear, el título original por el que tanto bregó que se mantuviera su directora, la también actriz Elizabeth Banks) es literalmente lo que sucedió, pero casi. Producida por Phil Lord y Christopher Miller (de las películas animadas de Lego; Spider-Man: Un nuevo universo), primero vayamos a los hechos. Si vieron la última entrega de los Oscar, bueno, allí se hacía mención (y se veía al oso) a la película. Tanta conmoción concitó tras su estreno en los Estados Unidos. Por 1985, Andrew C. Thornton II, un expolicía de narcóticos y contrabandista de drogas relacionado con la mafia colombiana, arrojó bolsos con paquetes de cocaína en un bosque. Lo hizo para liberar el peso. Luego se lanzó en paracaídas, pero el mismo no se abrió. Así, casi 80 kilogramos de cocaína quedaron perdidos en el bosque. Es cierto: lo muestra la misma película con imágenes de archivo. Muerto y rodeado de 40 bolsas de cocaína El oso del título -que es una osa, como lo va a graficar en palabras uno de los coprotagonistas de la ficción-, murió. Lo encontraron tres meses después en el norte de Georgia, rodeado de 40 bolsas de plástico de cocaína abiertas. ¿Más datos? El cadáver fue disecado y fue exhibido en el Kentucky Fun Mall. En la ficción de esta alocada, desquiciada comedia de horror, los humanos que llegan a ese bosque son muchos y de distintos orígenes. Hay una pareja de turistas, una niña y un compañerito de escuela que en vez de ir a clases se escapan para “colorear” unos saltos de agua, la madre de la niña (Keri Russell), y están quienes eran compañeros del piloto fallecido, desesperados por encontrar el cargamento, no solo para recuperar el dinero, sino por terror a los narcos colombianos. Entre ellos está Syd, interpretado por Ray Liotta, fallecido en mayo del año pasado, en una de sus muchas últimas intervenciones en cine que ha dejado póstumamente. También está el hijo de Syd, Eddie (Alden Ehrenreich, de Han Solo: Una historia de Star Wars), otro narcotraficante, un policía que llega tras la pista, y un par de guardabosques. Y hablábamos de desquicio. Los encuentros que el oso negro tiene con los personajes mencionados bordean la parodia. La conjunción de los géneros de comedia y de horror se emparentan con gags que van desde distintos desmembramientos, consumo de cocaína por parte del animal -y hasta de los niños, lo que no resultaría tan gracioso- y situaciones no menos grotescas. No podemos hablar de ritmo desparejo, porque todo está contado a los piques, después del accidente de la avioneta y una vez que los niños llegan al bosque. No, no es fino el humor de Oso intoxicado, que tendrá seguramente como espectadores a muchos adictos al horror.
Inspirada en un hecho real de 1985, "Oso Intoxicado" es un thriller muy dinámico que relata la historia del un avión del que el contrabandista Andrew C Thornton II se arrojó en paracaídas con droga, dinero y armas. Los paquetes de cocaína terminaron cayendo, igual que su cuerpo sin vida (su paracaídas no se abrió) en el Bosque Nacional Chattahoocheee en Georgia y la droga fue ingerida por un enorme oso negro provocando la adicción del animal que ocasiona un sinfín de sangre, muerte y mutilaciones varias con tal de conseguir más y más polvo blanco. El guionista Jimmy Warden, sólo tomó la noticia y agregó el resto: un grupo de narcotraficantes, Eddie (Alden Ehrenreich queriendo salirse del negocio), el jefe de la organización y padre de Eddie, Syd (Ray Liotta en su último papel en cine) y Daveed (O'Shea Jackson), que trabaja para Syd y necesita encontrar la mercancía, policías, los niños que faltan al colegio para ir al Bosque, Dee Dee (Brooklynn Prince) y su amigo Henry (Christian Convery), la preocupada madre de Dee Dee, Sari (Keri Russell), una Guardaparque con una experiencia dudosa (Margo Marindale), una bandita de chicos malos y otros personajes que rodean la historia del oso sediento de cocaína. Lo mejor de la película es el CGI del oso que es muy bueno gracias al trabajo del doble de riesgo Allan Henry y a los efectos que lo hacen ver súper real. La caída de las bolsas conlleva la investigación que viene después, y la acción que va creciendo, al igual que las muertes en un escenario muy atractivo. A esta película no hay que tomarla muy en serio, no es pretenciosa ni pretende serlo, es el oso, la cocaína y lo que este dúo genera, nada más. Pero no decae en ningún momento, el elenco cumple y el diseño de producción es muy bueno. No se puede pedir más para pasar un rato entretenido, siempre y cuando no seas de los que se impresionan con una seguidilla de muertes y desmembramientos por aquí y allá.
Basado en hechos reales, este filme de la actriz Elizabeth Banks, devenida en directora, en su tercer incursión en largometraje, cumple con todos los requisitos que establecen los manuales de guión y dirección. El filme abre con la perdida de un cargamento de al menos 100 kilos de cocaína de su propiedad, en una zona boscosa. Una osa negra consume parte de la droga y se vuelve terriblemente agresiva atacando a quien se le cruce en su camino. Lo primero a mencionar es que la actriz Keri
Oso Intoxicado tiene defectos, pero muchas virtudes: se burla de sí misma e invita a la burla del público, pero a veces se enfoca demasiado en los chistes y no permite que el espectador procese todo lo que se dice. En general, es una película para pasar un buen rato y explorar los problemas de la adicción y sus consecuencias, pero es más placentera para aquellos que disfrutan del gore y el humor absurdo.
Cuando los animales atacan. Sobran los ejemplos de películas con animales asesinos, desde animales zombis como en Cementerio de animales o mutantes como en Anaconda… podría estar todo el día recordando las numerosas películas que se rigen por este planteo. En esta oportunidad tenemos Cocaine Bear, que acá llegó como Oso Intoxicado, un título que no me termina de convencer en lo absoluto. La cinta dirigida por la polémica Elizabeth Banks se basa en un caso real ocurrido en 1985 cuando un traficante de drogas llamado Andrew C. Thorton II saltó de un avión junto a un cargamento de cocaína en un bosque de Georgia. Para su desgracia el paracaídas no sólo no estaba en las mejores condiciones sino que al caer en algún momento un oso hizo lo suyo consumiendo además grandes dosis de cocaína. A partir de esta situación puntual el úrsido adquirió gran popularidad, siendo embalsamado y convertido -algo extrañamente- en un icono en Kentucky. Con este punto de partida Banks se adueña de la narrativa de un cuento bizarro que distorsiona los hechos y donde se nos exhibe con cierto desparpajo todo lo que deben soportar los personajes debido a la conducta violenta de este oso sacado por haber consumido accidentalmente de más de veinte kilos de drogas. El filme construye sin mucho virtuosismo un relato que nos recuerda ese cine slasher que tan popular fuera allá por los gloriosos ‘80s. Lo que vemos acá no es más que una fórmula ya conocida sobre un grupo de gente aleatoria que tiene la “fortuna” de cruzarse con el oso… por ende son número puesto para una muerte segura. Con esta premisa extraída de eventos reales, no tan conocidos en verdad, el filme pretende enrolarse en el género de terror pero termina siendo algo completamente chistoso. Protagonizada por Keri Russell, Alden Ehrenreich y Ray Liotta (en uno de sus últimos roles antes de fallecer en mayo pasado), siento que los personajes tenían algo más para ofrecer, pero se quedaron a medio camino. En este tipo de relatos es importante hacer lucir a los personajes humanos, pero no es este el caso. Ahora, si vamos a la estrella, el personaje titular tiene un asombroso CGI que le da un tanto de seriedad al proyecto. En cuanto a sus participaciones, los técnicos de efectos visuales han hecho un gran trabajo al animar a este oso dispuesto a divertir con persecuciones y sangre, por otra parte los ingredientes principales de esta propuesta concebida para espectadores sin muchas pretensiones. En definitiva, Cocaine Bear es un filme que seguramente va a quedar en la memoria por la premisa en sí, pero que como película es bastante genérica. Al menos le pone humor al caso real, que fue mucho más trágico.
"Oso intoxicado", en el bosque muy contento A pesar de sus momentos de excesivo absurdo y el cuidado puesto en las premisas del clásico cine de terror, el film comete el error de tomar el punto de vista del personaje menos interesante. Había una vez un contrabandista de drogas que, en diciembre de 1985, mientras sobrevolaba los bosques del estado de Tennessee, dejó caer gran parte de los paquetes de cocaína que transportaba para alivianar el peso del avión. Como no fue suficiente para evitar una falla irreparable, saltó con una bolsa de 79 kilos encima sin saber que el paracaídas nunca se abriría. El muchacho y la carga terminaron estrolados contra el suelo, muy cerca de donde caminaba un oso negro que no tuvo mejor idea que comerse el apetitoso botín. La historia terminó con el pobre bicho encontrado muerto tres meses después, rodeado de cuarenta bolsas de plástico abiertas y convertido en leyenda, al punto de que su cuerpo fue disecado para exhibirse. El tercer largometraje dirigido por la también actriz Elizabeth Banks, como todas las películas precedidas con el siempre sospechoso rótulo de “inspirada en una historia real”, se toma varias licencias respecto a los datos concretos. El más significativo es el destino final de la criatura, que acá no sólo no muere, sino que se vuelve adicta y, cuando no puede consumir, con síntomas muy visibles de síndrome de abstinencia. Más vale no cruzarse en el camino de esa mole de pelos de 200 kilos dispuesta a todo con tal de saciar su deseo. Como Scream 6, entre otros títulos recientes que replican una fórmula con buenos resultados en taquilla, especialmente la norteamericana, Oso intoxicado tiene la premisa propia de una película de terror, en tanto se trata de una criatura suelta en un bosque que irá cargándose a cada humano que aparezca en pantalla. Sin embargo, por sus excesos y vestigios de autoconciencia, se inscribe en el género de la comedia. Excesos en materia de sangre derramada en cada mordida y arañazo –que son muchas–, pero sobre todo en lo que el argot policial definiría como “consumo de estupefacientes”: desde Scarface que no se veía tanta cocaína como aquí, al punto que hasta dos preadolescentes terminan con la cara empolvada sin que nadie, ni siquiera la película, se escandalice demasiado. El problema, entonces, no es de tibieza. El problema tiene que ver con la elección del punto de vista, esto es, el lugar desde donde se narra lo que ocurre. Ese rol le corresponde a la mamá de uno de esos chicos (Keri Russell), quien va en búsqueda de su hijo hasta el lugar donde supuestamente escapó tras ratearse del colegio. Ese lugar no es otro que el bosque donde anda suelto el oso vicioso (tal es el extraordinario título adoptado en España), con sus ojos inyectados de sangre y su hocico más blanco que lo que prometen las publicidades de jabón en polvo. Ella es el personaje menos interesante, el más normalito de todos, el que más ruido hace en la afinación de un ecosistema con criaturas cuyos diálogos y comportamientos abrazan un absurdo excesivo acorde con la idea de un oso asesino pasadísimo de merca. Banks tenía a un par de soldaditos narcos sensibles, un comisario preocupado porque quería adoptar un perro y le dieron uno “demasiado elegante”, una guardaparque (la notable Margo Martindale) medio enamorada de un inspector y el jefe del cartel dueño de la cocaína. Un jefe con ojos más sangrantes que los del oso y el rostro de Ray Liotta. Fallecido en mayo del año pasado, el actor se despide de la pantalla grande con un rol acorde a una filmografía pródiga en energúmenos despreciables: aquí es un sorete capaz de patear a un par de ositos bebés con serias inclinaciones hacia las adicciones.
Si hay producciones cinematográficas que admiro, son aquellas que se arriesgan a contar cosas diferentes y que no solemos recibir en nuestras salas. Si bien muchas veces el resultado final no es del todo bueno, valoro que se animen a probar cosas nuevas, como es el caso de Oso intoxicado. Basada libremente en una historia real, Oso intoxicado nos cuenta los eventos sucedidos en Kentucky, cuando en una zona boscosa, un oso negro encuentra y consume varios paquetes de cocaína, volviéndolo extremadamente agresivo, pero, sobre todo, adicto a dichos polvos. Oso intoxicado está dirigida por Elizabeth Banks, culpable de la última versión de Los Ángeles de Charlie, cinta que es por todos sabidos, fue una gran bola de caca, así que las expectativas con respecto a un nuevo proyecto suyo eran nulos. Pero cuando se filtró la historia de Oso intoxicado, haciendo que a la gran mayoría de golpe si nos interese. Y es que seamos honestos, por todos es sabido los efectos dañinos que causa la cocaína en los seres humanos. Imagínense la adicción que puede provocar en un animal irracional, que además es sumamente agresivo cuando se siente amenazado o alguien entra en su territorio. Pero si aparte le sumamos bastante humor negro y un poco de gore, el cóctel para la bizarreada estaba servido. ¿Pero alcanza eso para hacer de Oso intoxicado una buena película? La verdad que no. Si, disfruto bastante del gore cuando es usado para conseguir un chiste negro (que es un humor que amo), pero con poner sangre digital y situaciones wtf, no se sustenta una película que por momentos se acerca bastante a series como Reno 911; que en lo personal, no me gusta para nada. Y si hace le sumamos un casting que pareciera donde cada uno hizo lo que quiso… Esto lo digo porque pareciera que la dirección de actores fue inexistente, con algunos de ellos (una pena ver a Ray Liotta en trabajos póstumos como este) tomándose el papel en serio, pero luego gente como Margo Martindale actuando como si estuviera en una Scary Movie. O todos actúan serios acordes al papel que les toca, o todos se comportan como una caricatura. En cuanto a la dirección de Elizabeth Banks, también se siente bastante genérica, como si la hubiera dirigido cualquier persona, y no alguien que intenta hacerse un nombre en la industria, y que no es una directora debutante. Para finalizar, Oso intoxicado es una película entretenida, pero para pasar el momento. No va a trascender como comedia negra o comedia en general, y con una dirección (tanto general como de directores) tan genérica, no sabemos que tan conveniente es que le den prioridad para verla en el cine.
“ESCOBEAR” NO DEFRAUDA Ya en el cortometraje Middleschool date, perteneciente a la polémica Movie 43, Elizabeth Banks mostraba su interés por el humor irreverente e indecoroso, que vuelve a ejercitar en su tercer largometraje, Cocaine bear, el cual recibió en Latinoamérica la denominación de Oso intoxicado. La película está basada en el caso real de un oso (al que se lo bautizó popularmente como “Escobear”) que sufrió una sobredosis de cocaína en 1985, luego de que un contrabandista dejara caer varios kilos de la sustancia en el Bosque Nacional de Chattahoochee. La directora toma este incidente puntual y teje alrededor una trama de enredo caracterizada por la abundancia de violencia explícita en clave humorística y protagonizada por un grupo de personajes bizarros y cómicos. Bien realizada, la fórmula es garante al menos de un buen recibimiento entre cierto sector del público que disfruta de ver una producción de buen nivel que se enmarca dentro de un tipo de películas modestas y de intención lúdica, históricamente asociadas al cine de bajo presupuesto. Eso es, a grandes rasgos, lo que ocurre con Oso intoxicado: una trama sencilla, organizada con un núcleo narrativo claro y potente, y un elenco de personajes por lo general humorísticos, a excepción de algunos que además funcionan como un anclaje emocional modesto, en este caso, necesario para el espectador. Banks gestiona sus recursos con destreza, construye protagonistas y situaciones divertidas, maneja un buen timing para el diálogo humorístico y, sobre todo, sostiene un equilibrio interesante en cuanto al verosímil, estableciendo un mundo creíble en relación a las leyes que fija, alejado evidentemente de una pretensión verista pero sin caer en hipérboles demasiado exageradas.
A la absoluta falta de seriedad, que es una inobjetable virtud de la película de Elizabeth Banks, se añade un cariño democrático por todos sus personajes. Muchos de los intérpretes han sido miembros del elenco estable de los cientos de ignotos que pasan por tantas películas a lo largo de décadas: Margo Martindale (la guardabosque), Isiah Whitlock Jr. (el policía) o Keri Russell (la madre) no llegan a imponerse como protagonistas, pero tienen un espacio menos fugaz que en tantas otras películas a las que les prestaron su presencia. Hay algo feliz en verlos, porque las películas con “desconocidos” tienen un cierto encanto: nadie hace su número personal de lucimiento y el espíritu de equipo resulta tangible. Ese es un placer indirecto de El oso intoxicado que se agradece.
La historia real del oso que ingirió cocaína quedo en el recuerdo entre las crónicas policiales más absurdas que se registraron en los Estados Unidos durante los años ´80. Pese a la naturaleza trágica de los hechos el animal luego fue embalsamado y pasó a convertirse en una macabra atracción turística de un shopping del estado de Kentucky. Si bien el caso es curioso tampoco era un material lo suficientemente sólido para hacer una película interesante y Elizabeth Bank tomó la premisa para construir un relato ficticio diferente. La directora desarrolla el concepto del oso afectado por las drogas para construir una comedia de terror que propone una parodia del slasher. Después del desastre que hizo con Los ángeles de Charlie su nueva película es mucho más tolerable y funciona por momentos, si bien nunca llega ser una propuesta desopilante. Oso intoxicado es una producción desesperada por trascender como una comedia zarpada de culto que nunca se llega a concretar. Consigue ser entretenida pero la vas a olvidar enseguida porque no sobresale con ningún contenido notable. Banks se vio favorecida en esta ocasión con la presencia de un buen reparto que levanta el argumento. Sobresalen con trabajos decentes Keri Russell, la siempre excelente Margo Martindale (la querida Mags Bennett de Justified) y Ray Liotta en una de sus últimas interpretaciones. Los momentos gore están bien logrados y queda claro que la mayor parte del presupuesto fue a la realización del oso en CGI donde hicieron un buen trabajo. Durante la gran mayoría de sus intervenciones comprás por completo que es un animal real. Aunque Banks todavía no termina de convencer en su faceta de realizadora en esta oportunidad al menos ofreció una labor más digna.
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Nada más letal que un oso hundiendo sus narices en una montaña de cocaína. “Oso Intoxicado” nos presenta a diferentes grupos de personas aliadas con propósitos, intenciones y misiones muy concretas: detener el andar del gigante descontrolado. Basada en un hecho real (un oso consume algunos gramos de cocaína con consecuencias desastrosas), la película se toma ciertas libertades creativas a la hora de evadir la pregunta obvia. ¿Quién en su sano juicio podría tomarse en serio esta premisa? “Oso Intoxicado” representa la auto conciencia de la banalidad. El derrotero encontrará excepciones a la regla dentro de un cúmulo de víctimas libradas a su suerte, valiéndose de efectos especiales que recrean al nefasto mamífero omnívoro. La ambientación ochentera funge como gancho inmediato, mientras la directora de “Los Ángeles de Charlie” (2019), reparte, a diestra y siniestra, lecciones de familia y amistad insertas en medio de la masacre. Elizabeth Banks dirige a un ensamble coral engalanado por intérpretes de lujo: Ray Liotta, Margo Martindale y Keri Russell, pero, el auténtico protagonista es un oso que adquiere identidad diabólica; una criatura imponente y temible, capaz de despertar climas de tensión, comedia y horror. Los resultados podrían ser catastróficos. Cierto descuido prima en la sala de montaje, al tiempo que un film que no se toma en serio a sí mismo deja librado al azar más de lo suficiente respecto a ciertos detalles visuales pasados por alto.
Elizabeth Banks hace de la noticia un divertido slasher “Oso intoxicado” es tan disparatada como la noticia que le dio origen. Una serie de personajes al límite se enfrentan al animal y su violento síndrome de abstinencia. En 1985, un oso comió una bolsa de cocaína que había sido arrojada por un cartel de drogas colombiano en un bosque de Georgia, Estados Unidos. La noticia dio la vuelta al mundo y provocó innumerables chistes. De esos chistes surge Oso intoxicado (Cocaine Bear, 2022). En un parque nacional, varios paquetes de cocaína son arrojados desde un avión con desperfectos. Un enorme e indefenso oso negro come uno de esos paquetes y su ansiedad por conseguir más de la sustancia lo convierte en un peligro para los humanos. Pero estamos en la década de los ochenta, suenan los hits y reina el desinterés por el prójimo. En ese contexto, varios personajes extravagantes lidian con el oso drogado. La actriz devenida directora Elizabeth Banks comprende perfectamente el tipo de película que quiere contar. El guión de Jimmy Warden sigue esa senda, con un humor descontracturado y sin pretensiones, nunca intenta tomarse en serio y muestra mucha pasión por la historia delirante que siempre debe estar un paso adelante de la alocada anécdota. Por eso, el oso corre y salta por los aires, mientras los personajes fracasan con gracia en una especie de estado alucinógeno constante. Los protagonistas son varios: un grupo de preadolescentes perdidos en el parque, buscados por la madre de la niña (interpretada por Keri Russell), dos empleados del cartel en busca de los paquetes perdidos, la peculiar guardia del parque que no tiene problemas en empuñar el arma, un grupo de adolescentes drogones, un policía y la conexión estadounidense con los colombianos (Ray Liotta, en su última y gran aparición en pantalla). Se puede esperar cualquier acción desmesurada e irracional de este grupo de personas, tan dementes como el oso en la década de los excesos representada por el film. Con estos ingredientes, Oso intoxicado es una divertida propuesta que funciona gracias a su espíritu desprejuiciado y a su humor delirante. La escena de la ambulancia, que combina una persecución coreográfica con el mejor slasher, es la síntesis perfecta de una película que, si bien no puede mantener este nivel de locura durante toda su duración, entrega un producto tan entretenido como políticamente incorrecto.
Humor negrísimo y desaforado: un poco de respiro ante el miedo que reina en los cineastas a la hora de pensar, primero, en no ofender a nadie. Elizabeth Banks, cada vez mejor directora, cuenta aquí cómo un oso por accidente consume kilos de cocaína y desata un desastre sangriento, vertiginoso, violento y, sobre todo, cómico. A través de esta historia mínima, lo que vemos es una sociedad paranoica a merced de una amenaza impensada (¿les suena a algo reciente?) y Banks decide ir a fondo y mezclar la sangre y los pedazos de carne con la risa gigante y despreocupada. Lo que, considerando el estado melindroso del cine de hoy, es ya un valor a respetar. Hay algo de esas comedias corales a lo El mundo está loco, loco, loco en lo que Banks logra realizar aquí, inspirada -créalo o no- en una historia real. Una película que además nos ofrece una sana reflexión: pensar qué es aquello que nos desencadena la carcajada, cómo la peor desgracia puede ser, desde la distancia justa, un motivo para la comedia.