Planeta 51 es la producción animada más importante realizada hasta la fecha en España y la verdad que no tiene nada que envidiarle a algunas de las cosas que vimos en los últimos años de lo grandes estudios de Hollywood. El film escrito por Joe Stillman, guionista de Shrek, presenta una historia totalmente influenciada por el viejo cine de ficción de los años ´50. Toda la trama se desarrolla en un planeta alienígena que combina un mundo futurista con la cultura norteamericana de los añós ´50. El escenario principal de alguna manera remite al Hill Valley de Volver al Futuro y el pueblo de American Graffiti de George Lucas con la particularidad que sus habitantes no son humanos. Planeta 51 juega con la clásica historia de E.T pero narrada desde el punto de vista de los aliens. En este film los verdaderos extraterrestres son los humanos y a partir de la llegada de un astronauta se desata toda una serie de enredos. No sé si será porque Stillman estuvo a cargo del guión pero Planeta 51 tiene todo el estilo de las producciones del estudio Dreamworks. El trabajo de la animación es realmente muy bueno y de los 60 millones de dólares que invirtieron se nota que no desperdiciaron ningún centavo. El tema es que como ya vimos centenares de veces este tipo de historia a través de Dreamworks y Pixar, que como Mc Donalds ofrecen constantemente el mismo producto con un envase distinto, la producción española no ofrece nada interesante por lo que podría ser recordada en el futuro. Sin embargo, consigue entretener por un tiempo al público infantil y ese no es un logro para nada menor. A diferencias de Los fantasmas de Scrooge los espectadores más chicos pueden disfrutar de este film sin inconvenientes ya que todo fue desarrollado desde la veta del humor.
Identidad sustituta Esta superproducción animada de 55 millones de euros de presupuesto se presentaba como la gran esperanza europea (española) dentro de un mercado tan lucrativo (y competitivo) como el familiar. Si bien se utilizaba como argumento de venta el slogan "de los creadores de Shrek" (el guionista es Joe Stillman, que participó en las dos primeras entregas de la saga), se podía esperar algo más que una muy discreta imitación del formato hollywoodense. La película, en vez de plantear una alternativa a la fórmula más elemental de DreamWorks, resulta un producto muy menor, prefabricado y demasiado calculado, en función de lo que se supone es hoy el gusto del público globalizado. El más o menos ingenioso punto de partida tiene que ver con dar vuelta el tradicional esquema de invasor-invadido. Aquí es un egocéntrico y fanfarrón astronauta de la NASA el que llega al plácido y encantador Planet 51 del título para sembrar allí la paranoia y alentar el militarismo frente a lo desconocido. Pero el capitán Charles T. Baker (Dwayne "The Rock" Johnson en la versión norteamericana) encontrará la solidaridad de un entusiasta joven que acaba de conseguir su primer trabajo como asistente de asistente en el Planetario del lugar (Justin Long) y de sus "simpáticos" compinches. Habrá -como siempre- un par de malvados (el general que interpreta Gary Oldman y el científico despiadado que encarna John Cleese) y un objeto del deseo para la subtrama romántica (Jessica Biel). Habrá que ver si aquí se exhibe la versión subtitulada en alguna función nocturna, porque yo tuve que padecer la doblada para América Latina y está lejos de resultar satisfactoria. La animación es correcta (estándar, diría), hay un par de ideas inspiradas (que tienen a repetirse y, por lo tanto, a diluirse) y una tendencia al chiste fácil y, sobre todo, al guiño y la referencia "cinéfila" obvia y torpe. Enumeremos: Terminator, 2001: Odisea del espacio, Cantando bajo la lluvia, La Guerra de los Mundos, Apollo 13, Star Wars... y demasiados elementos ya vistos en Monstruos vs. Aliens, WALL-E, Hombres de Negro, E.T. y las películas de zombies. En definitiva, un intento (fallido) por hace cine de Hollywood fuera de Hollywood. Menos de lo mismo.
Abundan las referencias a viejas películas (que los pequeños no van a captar por no haberlas visto) quizás para entretener al público adulto, ya que si bien el comienzo promete una buena película para todas las edades, a medida que...
Hasta el infinito y más allá Escrita por el guionista de Shrek (2001), Joe Stillman, Planet 51 (2009) funciona en gran medida por la ironía y la autoconciencia para tomar los tópicos del cine clásico de ciencia ficción y construir una correcta sátira. Pero la corrección política final arruina lo que pudo haber sido: una película aún más redonda. A millones de kilómetros de la Tierra existe un planeta habitado por pequeñas criaturas verdes que, como los aliens de Toy Story (1995), tienen ojos saltones (dos, no tres), antenitas por sobre las orejas y boca pequeña. En este lugar aterriza la nave espacial comandada por Chuck Baker (voz de Dwayne “The Rock” Johnson en el inglés original), un astronauta cuya soberbia y pedantería le impiden percatarse de su existencia y cree ser el primero en pisar esas tierras supuestamente inhóspitas. Lem (Justin Long), estudiante responsable y futuro empleado del planetario, será el encargado de protegerlo ante sus coterráneos que creen ver en ese tosco y superficial terrestre un claro indicio de una invasión. Hay también una historia romántica apenas esbozada entre Lem y su vecina, una horda de personajes secundarios que, como en toda comedia que se precie de tal, funcionan de apoyo humorístico a lo largo del metraje. Pero el eje central es la revisión de los distintos exponentes, hoy legendarios que el género de la ciencia ficción cultivó desde mediados del siglo pasado. Desde La guerra de los mundos (War of the Worlds, 2005) hasta Alien: El Octavo Pasajero (Alien, 1986), pasando por 2001: Odisea en el espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), la ópera prima del español Jorge Blanco, parte del equipo creativo que diseño el popular juego de PC Commandos, no sólo no oculta sus referencias sino que las toma y las subvierte para que el espectador no empatice con el astronauta sino con Lem y sus coterráneos. Esa reversión del relato tradicional -aquí los extraterrestres no vienen a la tierra sino que nosotros vamos hacia ellos- permite un sátira que ridiculiza tanto a la construcción tradicional cinematográfica como al engreimiento militar norteamericano (cualquier similitud entre el área 9 donde encierran al astronauta con la ultra secreta área 51 en el desierto de Arizona no es pura coincidencia). Poco le importa a Chuck las repercusiones astro-físicas de la exploración de un terreno espacial desconocido. Para él sólo importa que su rostro sea tapa de las revistas y que su nombre se inmortalice en los anales de la farándula. Ese espíritu irónico se esfuma en un cuarto de hora final, donde todos se redencionan y la corrección política irrumpe en medio del la ironía, parezca más una imposición del estudio o de los productores que el deseo artístico del equipo creativo. La decisión de poblar el planeta con una sociedad similar a la norteamericana de los años 50 se relaciona, quizás, con retratar la época de máximo apogeo de la exploración espacial, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética aspiraban a trasladar su conflicto a la lejanía de estratósfera. Blanco opta por incluir ese desarrollismo bélico en el menú y burlarse paneando un viejo depósito donde descansan inertes el Sputnik II y los trastos de distintos satélites que orbitaron durante aquellos años. Planet 51 apela al homenaje y a la sátira para construir una relato de humor e ironía que queda borroneado por un plumazo de corrección y lugar común. Mas vale irse quince minutos antes del cine. Lo que viene después definitivamente no vale la pena.
Humanos al ataque Todo indica que estamos en la década del cincuenta, en algún pueblo de los Estados Unidos, donde los más jóvenes se reunen en bares con rockolas para tomar una malteada al ritmo del novedoso rock and roll. El estilo de vida y la ropa así lo indica, pero algo no encaja. Los habitantes de este lugar son verdes, tienen antenas y poseen una tecnología muy avanzada respecto a la terrestre. La tranquilidad del pueblo se ve afectada cuando una nave llega y de ella desciende un astronauta. El humano es para los habitantes de Glipforg -así se llama el pueblo generoso en forma redondeadas- un ser monstruoso, casi como los que se ven en las películas que se estrenan en sus cines. El temor a lo desconocido y al mismo tiempo la búsqueda del conocimiento confluyen en una trama donde el prejuzgamiento queda de lado para dar lugar a la tolerancia y un claro mensaje anti beligerante. Este filme que les recomendamos ver no llega desde Pixar ni DreamWorks, llega desde los estudios Llion de España, donde durante más de seis años trabajaron para dar forma a una de las propuestas más entretenidas que en materia de animación llegaron a nuestras salas. Se trata de puro entretenimiento sin mayor pretención que la de ofrecer un rato para pasarlo bien, con situaciones divertidas para toda la familia y gran cantidad de referencias a clásicos de la ciencia ficción, especialmente al cine dedicado a seres de otro planeta. La calidad de la animación es sorpendente, por su alto nivel de detalle y movimiento, en tanto el diseño artístico acompaña la gracia de un guión simple y efectivo en sus gags, mérito de Joe Stillman, uno de los guionistas de "Shrek". En los títulos iniciales verán nombres de actores reconocidos como Gary Oldman, John Cleese, Jessica Biel o Dwayne "The Rock" Johnson, pero la cinta es presentada con doblaje en castellano, de manera que las voces originales deberán ser apreciadas en la futura edición del DVD. Así y todo el resultado final es por demás positivo.
La historia que presenta "Planet 51" no es nada nuevo, y claramente apunta a un público infantil, lo cual le juega un poco en contra. Esta vez, los "asustados" no son los humanos sino los extraterrestres, ya que en esta película los roles se invierten, y lo extraño es la llegada de un astronauta a un planeta lleno de aliens, extraterrestres, o como quieran decirle. Si bien esto que mencioné antes puede romper un poco con la rutina, por momentos se hace bastante pesada, y cae en lugares comunes. No terminó de entretenerme del todo. A lo largo de la película vamos a ver tributos a otras películas conocídisimas como Terminator o ET, lo cual me pareció bastante simpático, porque no es del todo común ver este tipo de cosas en películas animadas. "Planet 51" va a entretener y divertir a los más pequeños de la familia, pero dudo que sus padres también la pasen bien, porque no es una película para "toda la familia" sino para los más chicos. Está bastante lejos de las grandes películas de Pixar, y aprovechando los adelantos de hoy en día podría haberse hecho en 3D.
El planeta de la corrección La superproducción animada española es amable, pero sin rasgos propios. Uno de los ganchos publicitarios de Planet 51 es su condición de "superproducción animada española", lo que supondría un carácter alternativo a los productos de Hollywood. Pero no: ni un solo rasgo de esta película europea de 60 millones de euros, cuyo guión es de Joe Stillman (Shrek y Shrek 2), le otorga personalidad al conjunto. Al contrario, el filme entero es una gran imitación -un tributo, dirán sus defensores- de los de las factorías norteamericanas, potencias del género. La resolución visual de Planet 51 es digna, aunque transitada; el argumento parte de una idea interesante, pero no remonta vuelo: se queda en un tono aleccionador, apenas discreto. Con incesantes homenajes a clásicos de la ciencia ficción -y de otros géneros- y un humor que funciona de a destellos, el envase es más atractivo, finalmente, que el contenido. El mayor acierto es su planteo general, que invierte la identidad de invasores e invadidos. La historia transcurre en un planeta alejado de la Tierra, cuyos habitantes -seres verdosos, sin fosas nasales, con cabellos que parecen bananas-, viven en una especie de mundo feliz, que remite a los Estados Unidos de los '50. La única perturbación es la paranoia por la posible llegada de "alienígenas", lo que finalmente ocurre: un arrogante astronauta de la NASA y una especie de sonda espacial/mascota con algo de Wall-E. Por esta vez, los humanos somos los seres extraños, de otra galaxia. Un grupo de chicos de Planet 51, encabezado por el adolescente Lem, esconde al astronauta y comprende que lo distinto (pregunta: ¿son tan distintos los mundos "confrontados"?) no constituye per se una amenaza. Esta lección será subrayada durante toda la película, en la que habrá acción, amor y chistes, digamos, previsibles. Los más efectivos aluden a la desesperación por aparecer en televisión y otras frivolidades. ¿Les suena? Cuando se plantea el amor de Lem por su vecinita, el muchacho queda envuelto en Unchained Melody -tema de Ghost, canción que alcanzó su cenit en los '50- hasta que una cachetada en la nuca lo devuelve a la realidad. Cuando los habitantes de Planet 51 analizan los elementos encontrados en la nave espacial terrestre, se espantan con un Ipod en el que suena la insufrible Macarena, y lo destruyen a tiros. En otro momento suena un fragmento del tango Por una cabeza, que alude a Perfume de mujer: guiño que, por supuesto, sólo capta el público adulto. Planet 51 es una película amable, de homogénea corrección: su punto débil. Un mundo apacible, de objetos curvos, retrofuturistas, con seres semejantes a los humanos del pasado, que se sienten "amenazado" por los humanos de hoy. La moraleja indica que no tienen nada que temer. Lo contrario de lo que planteó Ray Bradbury en Crónicas marcianas.
Sátira sobre aliens yanquis Quizá sin proponérselo, este film de animación digital creado en España imprime a las reglas del cartoon una mirada extraña. Planet 51 es una empresa curiosa, cuya mayor virtud parece más producto del azar que de la necesidad. Antes de llegar a ella -y justificar nuestro puntaje- es necesario saber de qué se trata. En principio, es un film de dibujos animados generados por computadoras. En realidad, salvo la sensación realista que provee la manipulación matemática de volúmenes y perspectivas (y excluyendo la poética Pixar) estas películas no distan mucho del cartoon clásico. Sólo en cuanto a duración (el verdadero cartoon no dura más de seis minutos) y la frecuente imposibilidad de darle consistencia al mundo y mantener el humor, esto se nota más. Siguiendo esta línea, el cartoon clásico americano (cuyo santo patrón es Bugs Bunny y su máximo creador, Chuck Jones) siempre ha sido una versión satírica y exagerada de las taras de nuestro mundo y el comentario mordaz respecto de cómo el cine lo retrataba. El presente film sigue a pies juntillas esta premisa aunque -se sospecha- por imitación. Escrito por un estadounidense y “hablado” por personal anglosajón, Planet 51 es una película española -aunque haya dinero británico y distribuidora norteamericana- que no se diferencia en nada (absolutamente en nada) de un film estadounidense. Salvo que su perspectiva es extraña. La historia es la de un planeta igual a una pequeña ciudad de Estados Unidos donde todo parece anclado en la década de los 50, salvo que hay algunos elementos raros (los alien de Alien ocupan el lugar de los perros -y orinan ácido-, los coches son antigravedad). Excepto estos detalles cosméticos, estamos en los Estados Unidos de la era Eisenhower, con sus películas de monstruos y todo. A este mundo llega, perdido, un astronauta de la Tierra (y de los Estados Unidos) que es perseguido, como invasor, por militares idiotas. Un adolescente lo ayuda a escapar: el chiste, pues, radica en la inversión de colocar a un norteamericano como invasor y alienígena. Algo que se disuelve bastante en el hecho de que el mundo “extraño”, se dijo, no tiene diferencias con los Estados Unidos. Y plantea cómo la mirada de los Estados Unidos respecto del resto del mundo (un mundo tan globalizado que las costumbres se parecen en todas partes, de allí que no resulte tan ajeno el Planet 51 ni a los españoles que lo diseñaron ni a los argentinos que lo vemos) se basa en la imposibilidad de aceptar posibilidades de vida -de modos de vida- diferentes del propio. Y eso es porque las propias reglas de este mundo dejan lugar para la sátira, para el chiste sobre la cultura popular y para el estereotipo. Por la manera de plantear las relaciones entre los personajes, por la saturación a veces anacrónica de elementos “americanos” en ese mundo (un joven cuasi hippie en un mundo pre sesentas, por ejemplo) y en la necesidad de apuntar a reír de los lugares comunes de un género (la ciencia ficción americana en sus lugares comunes más triviales), los realizadores adoptan una especie de distancia más “europea” que americana. Como si de Buenos Aires sólo vieran el Obelisco y gente bailando el tango en cada bar, para entendernos. Y eso genera no sólo la efectividad del humor y la aventura, sino también el hecho de que esos personajes se parezcan a nosotros: espectadores lejanos de un planeta dominante que apenas sí considera que existimos. Dijimos: una virtud grande, al fin, aunque sólo por accidente.
Humanos y aliens que cambian roles Un astronauta cae en un planeta habitado por criaturas verdes en este film español de animación Invertir los roles clásicos de humanos y aliens a los que nos tiene acostumbrados la ciencia ficción es la ingeniosa idea a partir de la cual se puso en marcha esta prolija producción nacida en los estudios madrileños de animación Ilion, desarrollada con contribución británica y norteamericana y destinada al mercado internacional. Joe Stillman ( Shrek ) puso su oficio para dar forma al guión, pero el producto es más bien colectivo (tres directores y más de diez productores ejecutivos figuran en los créditos). Tales antecedentes explican quizá que el film -entretenimiento familiar, a ratos divertido y muy dado a los homenajes cinematográficos y a las lecciones edificantes sobre la amistad, la fraternidad entre los pueblos y la necesidad de desterrar el prejuicio, el miedo a lo desconocido y lo diferente- carezca de identidad propia. Planet 51 responde a una fórmula probada, pero por ir a lo seguro sacrifica cualquier rasgo de originalidad (en el libro y en la concepción visual). Prefiere apelar a la cita de cuanto lugar común visual o sonoro el cine ha ido instalando en la memoria, de La guerra de las galaxias y E.T. a Cantando bajo la lluvia o 2001 . No faltan ni los toquecitos satíricos (el rebelde que canta que "los tiempos están cambiando" y protesta contra todo) ni los personajes pintorescos ni los momentos emotivos de los que se sale con un chiste. Todo sucede en Glipforg, pequeño pueblito de un planeta cuyos habitantes, verdes, sin nariz y parientes de Shrek, parecen estar viviendo en los años 50 norteamericanos, incluidos los romances en el autocine y los films que avivan la paranoia ante el peligro de que haya una invasión de seres de otro planeta. Justo ahí aterriza un bonachón astronauta terráqueo que por un lado se gana la amistad del joven protagonista y sus amigos y por otro despierta el temor y el ansia guerrera de un general bastante obtuso. La cuestión es resolver cómo los chicos harán para lograr que el visitante se reúna con su nave (y con su sonda-mascota) y emprenda el regreso después de sellar la paz. Nada nuevo, como se ve, pero entretiene.
Un clon rendido a la corrección política El film de animación fue creado y producido en España, pero con voces de actores norteamericanos. Es la historia de un planeta de alienígenas al que llega un astronauta de la NASA muy parecido a Buzz Lightyear y con un robot a la Wall-E. Creada y producida en España, escrita por un guionista de Hollywood y con actores estadounidenses poniendo la voz (en la versión original; en Argentina se estrena en copias dobladas al castellano neutro), Planet 51 es, seguramente, la primera producción de la historia del cine sin marcas de identidad. A diferencia de lo que sucedía en los años ’60 con las copias europeas de géneros prototípicamente sajones (los westerns, las de terror, las de acción), que pretendían igualarse a ellos sin lograrlo, Planet 51 no muestra la hilacha. Todo en ella –la técnica, el doblaje, los temas y el enfoque– la convierte en clon de una de Hollywood. Esa condición clonada, esa media de corrección estándar es, justamente, lo que la hace menos interesante que sus tías lejanas, que no podían disimular el acento aunque quisieran. La idea original es buena, aunque no del todo rigurosa. Por más que sus habitantes parezcan moluscos verdes y el calendario marque el año 19 mil y pico, el planeta del título (que ya en el original viene en inglés) vive en el equivalente de los ’50 de la Tierra. O de Estados Unidos, que viene a ser lo mismo. El pueblito se parece al de las películas de ciencia ficción de aquella época, la banda de sonido es puro Elvis, en los jardines se preparan barbacoas, los chicos leen comics y los cines proyectan películas de invasores espaciales. Con una pequeña diferencia: los alienígenas de esas películas son... los terráqueos. Si las necesidades del comic relief aconsejan meter un cantautor hipón, de temas de protesta típicos de los ’60, se lo mete, aunque esté desfasado una década. O encajar un perrito que es como el alien de la película de Ridley Scott. A ese planeta amable y paranoide va a parar el alienígena tan temido: un astronauta de la NASA, proveniente del presente terráqueo. Es sospechosamente parecido a Buzz Lightyear y viene acompañado de un robotito que parece Wall-E, pero con el aspecto de su novia Eve. La respuesta frente a semejante “amenaza” será la que las películas enseñaron a los nativos del planeta 51: envío del ejército, de tanques, de armas. Y de un científico nazi, con acento alemán y todo. Con las voces de Dwayne “The Rock” Johnson, Jessica Biel, Gary Oldman y John Cleese (ninguna de las cuales se oirá por aquí) y guión a cargo de uno de los miembros del equipo de Shrek, la trama de Planet 51 también cuenta con un precedente. Se trata de El gigante de hierro (1979), inédita por aquí, en la que, en tiempos de Guerra Fría, un chico terráqueo se hacía amigo de un temido robot extraterrestre, oponiéndose juntos a las fuerzas de la reacción terrestre. Con un general ultrabelicista por némesis, el astronauta de Planet 51 –fanfarrón, bravucón, con pinta de marine– representa el único asomo de comentario más o menos crítico sobre la cultura yanqui. Hasta que se convierte en héroe de western, se pudre todo y sólo queda la corrección política, a la que se rinden nueve de cada diez películas de animación de hoy en día. Ideada, producida y realizada por creadores de videojuegos, hecha con un presupuesto enorme (alrededor de 100 millones de dólares), lanzada en miles de salas estadounidenses y llena de la clase de citas y referencias pop-cinematográficas que podían esperarse de un guionista de Shrek, Planet 51 cumple con su objetivo, consistente en parecerse a una producción media de animación digital de Hollywood. Es como si un empresario español pusiera una cadena de hamburguesas, igualita a McDonalds: el estándar del estándar.
El canon de la animación La historia de Planeta 51 es de muy escaso interés y bastante elemental, si bien esta pensada para un público de no más de diez años a esa edad, los niños suelen ser solo niños y no imbéciles, como el Charles "Chuck" Baker un astronauta que aterriza en un extrañísimo planeta, obviamente el Planeta 51 del imaginativo título, habitados por seres que además de parecerse demasiado en forma y color al famosísimo Sherk, no tienen nada de destacable, más allá de ser una comunidad con todos los cánones culturales de cualquier pequeño pueblo estadounidense en la década de los cincuenta, si cánones culturales se entienden las barbacoas en jardines prolijamente arreglados, fuentes de soda, fiestas de egresados, etcétera. El chiste del cuento es que el Astronauta que llega es de los Estados Unidos y los habitantes del Planeta 51 temen que sea el comienzo de una invasión alienígena, como si la presencia de los norteamericanos en cualquier territorio no fuera el inició de alguna invasión. Pero el sonriente capitán Chuck Baker se ganará la voluntad de algunos niños que intentaran demostrar que el visitante ha llegado en son de paz. Cualquier parecido con E.T. no es mera casualidad. Es una lástima que los directores españoles hayan preferido apostar a la cultura norteamericana para ambientar la película, cuando hubiera sido mucho más sustancioso imaginar la cultura de Almería o Asturias regada por un extraño planeta y disfrutar mucho más de una buena fabada que una ramplona barbacoa.
Invasores invadidos Se dice que esta película significará un salto en la historia de la animación digital española. Conviene entonces prestarle la debida atención. Se sabe que nació de la alianza entre un conglomerado de empresas españolas dedicadas al negocio de los videojuegos y los contenidos para telefonía móvil, con socios norteamericanos como el estudio hollywoodense TriStar. El producto es un largometraje con una inversión de más de 55 millones de euros distribuidos en rubros como tecnología creativa, doblaje de voces al inglés a cargo de estrellas internacionales, y promoción a gran escala. En medio de esta parafernalia se fraguó otro pacto clave, entre un trío de directores europeos (en realidad el 90 por ciento del staff de la película pertenece al Viejo Continente), y un referente estratégico. Este último es Joe Stillman, el creador de las historias de Shrek. El resultado es una comedia de ciencia ficción para toda la familia, animada por computadora, cuyos monstruos verdes no se parecen en nada al ahora famoso ogro, y el argumento tampoco al de aquellas películas. En cambio, la trama de Planeta 51 les resultará conocida a quienes recuerden algo de la Norteamérica de la década de 1950, la amenaza atómica, la psicosis del espionaje político y el miedo a una tercera guerra mundial. De esa posibilidad devino la idea de una invasión extraterrestre, es decir, la instalación de una batalla ecuménica, por primera vez, en tierras de Abraham Lincoln, algo que recién sucedería en el fatídico setiembre de 2001, fecha del ataque a las Torres Gemelas. Las cintas de ciencia ficción de los ’50 (muchas de ellas muy económicas, y muy astutas) supieron capitalizar aquellas fantasías y, a la par de explotarlas comercialmente, las colaron (por una pequeña puerta de servicio, es cierto) en la historia del arte mundial, al punto que desde entonces y hasta hoy, seis décadas después, se las sigue evocando y homenajeando. Es lo que sucede en Planeta 51, donde los realizadores vuelven sobre un tópico ya conocido, pero con el tino de haber encontrado una muy buena vuelta de tuerca como excusa. Esa variante es que, en vez de ser los terrícolas los conquistados, son los extraterrestres quienes reciben en su planeta a un astronauta norteamericano, desconociendo al principio si se trata de alguien amigable o no. El relato es positivo, dinámico, multifacético, sorprendente, divertido. Los autores contabilizaron alrededor de 500 personajes y un centenar de escenarios creados para la narración, siendo los diseños de cada uno una delicia visual. Como muestra del contenido humorístico, un solo botón: el astronauta yanqui habla el español con tonada cubana, algo que no hubiera podido resistir el corazón de ningún presidente estadounidense de aquella época. Para disfrutar de una buena ocurrencia animada. Una virtud: la banda sonora. Un pecado: quedan ganas de ver un poco más.
Un poblado de criaturas verdes, con muchas similitudes con Shrek (Joe Stillman es guionista de ambas producciones) se encuentra ante un gran problema: llega un astronauta de la Tierra y clava la bandera estadounidense. A partir de allí habrá quienes están a favor y en contra del invasor, en una mirada que tiene como objetivo dejar la moraleja de la convivencia y el respeto al distinto. La animación entretiene, es políticamente correcta y no se aparta del estilo de las producciones norteamericanas. Quizá el único gran error del filme.
Un universo más grande Planet 51 sigue una línea de la animación de los últimos tiempos: la reelaboración de la iconografía de las películas (clase B) de los años `50 en los Estados Unidos, como se veía ya en Los increíbles (gran película de Pixar). Planet 51 retoma específicamente el género de la ciencia ficción (como había hecho Monstruos vs. Aliens) y lo invierte: la película arranca con dos estudiantes de secundario que, sentados en un auto en las afueras del pueblo, se encaminan hacia una situación romántica cuando por el horizonte aparece una nave espacial y arranca una invasión. Pasados algunos momentos, se nos muestra que las criaturitas verdes son en realidad los habitantes del planeta y quienes bajan de la nave espacial son los “humanos” (una visión distorsionada de ellos). Pasados pocos momentos más, se nos informa que lo que habíamos estado viendo era una película de ciencia ficción que se exhibía en un planeta habitado por criaturas verdes y ambientado “en los`50”. Desde el comienzo, Planet 51 explicita su juego. Más adelante, sucederá en la vida real lo que habíamos visto en la película dentro de la película: del cielo cae una nave espacial, de la cual baja un alienígena: un ser humano. Pero en la “vida real” las cosas no pasan como en las películas.
Simpático homenaje a la ingenuidad paranoica de la década del '50 y la ciencia ficción en general. Sin volar demasiado alto y con una animación eficiente, el filme mantiene un encanto simplón invirtiendo la clásica premisa de las invasiones alienígenas (ahora nosotros somos los seres extraños). Entretenida y amigable...
ALIENADOS La rareza de este film está en que se trate de una película dirigida por un trío de españoles junto al guionista de Shrek 1 y 2, sin lugar a dudas las más interesantes de la saga de Dreamworks. A esto hay que sumar que se trata de una opera prima con un trabajo visual que, sin ser impactante, está a la altura de los grandes estudios norteamericanos de animación. Por el resto de las cosas, es un film “simpático”. Y con “simpático” se quiere decir: está bien, es entretenido, pero no aporta demasiado y a veces lo que aporta termina siendo contraproducente. La película tiene varias de las marcas que caracterizan a Dreamworks en sus films, entre ellos está el homenaje, la parodia, los one-liners y la subversión de una estructura narrativa conocida. Pero falla en algunas cuestiones que no se han logrado traducir adecuadamente del guión a la pantalla y eso tiene que ver, sobre todo, con el ritmo y con la superficialidad de la mayoría de los personajes. Lo del ritmo con el que se desarrolla la trama es vital para hablar de porque esta película no resulta tan entretenida y se hace algo extensa a pesar de contar con tan sólo 90 minutos, un auténtico “standard” de duración. En Shrek 1 y 2 varios de los segmentos más importantes de la película funcionan por acumulación, por una condensación de situaciones que generan indefectiblemente humor debido al costado absurdo que adquieren. Los gags o chistes no son tan ingeniosos, salvo excepciones, pero su acumulación y el carácter de parodia los convierten en momentos bien construidos que fluyen a nivel narrativo. En Planet 51 la trama se distiende en momentos que ponen en evidencia la falta de originalidad de los chistes, y ante la falta de ritmo y gags visuales es notable lo aburrido que puede llegar a ser un relato si no se cuenta con personajes que puedan sostener adecuadamente lo que se cuenta. Respecto de los personajes, es difícil que los veamos como algo más que herramientas del guión para hacer el chiste de turno o hacer que la trama avance en función de un interés romántico tradicional. Tales son los casos de Neera (un interés amoroso algo desdibujado del protagonista) o Skiff, que bien se podrían contraponer a los casos de Lem y el capitán Baker, sobre los cuales realmente se sostiene la trama y el mensaje moral de la película: la aceptación del “otro”. Es afortunado que la película no se tome tan en serio esto y que en el momento del monólogo (algo cursi) se suceda un gag casi inmediatamente. Lo que sucede también es que el hecho de inversión del film de E.T (es decir, en este caso estamos hablando de un humano conviviendo con un extraterrestre), con los homenajes a varias películas de ciencia ficción entre los cuales el caso más explicito es el de Alien y Encuentros cercanos del tercer tipo, termina agotándose en base a diálogos poco consistentes y una paleta de estereotipos poco interesantes y recurrentes en este tipo de producciones. El general Grawl o el profesor Kipple son dos casos de personajes que si se hubieran explotado mejor desde el guión hubieran funcionado mejor en la dinámica de la película, pero una vez aparecen encasillados dentro de determinados parámetros terminan aburriendo porque es inevitable la sensación de deja vu, de que ya hemos visto esto antes y ya sabemos como va a terminar. A esto nos referíamos con la falta de originalidad. Pero como decir mal, mal no la van a pasar, es una película entretenida que tiene dos o tres chistes bien construidos, particularmente notable es el que se da hacia el final a raíz de una serie de ordenes del general Grawl por el absurdo y la puesta en escena (por si no saben a que diablos me refiero, es el momento donde para evitar ser hipnotizados los aliens tienen que dispararse los unos a los otros). Y hay otro, donde se demuestra el poder infernal de la “Macarena” como arma intergaláctica insoportable. Por lo demás, poco en cuanto a personajes y al imaginario visual, que resulta notablemente conservador en cuanto animación, pero es un historia sencilla que puede servir para pasar el tiempo.
En sí Planeta 51 es una rareza, ya que se trata de una coproducción entre España y Estados Unidos. Creativos españoles, actores y técnicos norteamericanos. Pero más allá de la anécdota, el problema es que el filme no se sostiene más allá de la novedad inicial. Planeta 51 podría haber caminado muy bien como un corto de 5 minutos, pero como filme de hora y media se hace largo. Y todo lo que pasa en el medio no está demasiado inspirado. El chiste de Planeta 51 es revertir los roles del subgénero de invasores del espacio, en donde ahora es el humano el alienígena. Por lo demás, es una regurgitación de clichés de la sci fi de los años 50 a esta parte, con homenajes a El Día que Paralizaron la Tierra, E.T. El Extraterrestre, Invasores de Marte y dos toneladas de filmes más. El problema es que no va mucho más allá de eso: reciclar escenas clásicas, en donde ahora el alien es el humano y viceversa. Hay otro ejército paranoico buscando al visitante del espacio. Hay un montón de adolescentes que se deleitan con filmes como "Humanoide!", donde hombres del espacio llegan a su planeta para devorarle cerebros. Hasta allí llega toda la gracia. El problema es que Planeta 51 es aburrida. Cuando los personajes principales abren la boca, es soporífera. El peor ofensor de los sentidos es el astronauta humano, que habla idioteces todo el tiempo, no tiene en cuenta el peligro de su situación y sólo se dedica a meter bocadillos con más referencias a otros filmes de sci fi (como si en la película no faltaran) aún cuando suenen ridículos. Una vez que Lem lo ayuda, Baker le dice: "tú eres mi Luke Skywalker". Por Dios, que diálogo tan malo. El tema es que el libreto parece escrito por los números. Alguien del equipo creativo dijo: "pongamos toneladas de referencias a clásicos de la ciencia ficción para divertir a los adultos; pongamos escenas de comedia física para divertir a los más chicos; y hagamos personajes bonitos para vender merchandising"... y en el medio se olvidaron de hacer algo original con el argumento. A la décima referencia cinéfila, uno se empieza a aburrir simplemente porque no ocurre otra cosa; cuando llega el slapstick - gente cayéndose y pegándose porrazos - está hecho sin gracia; y el mínimo desarrollo dramático (como para ver los dramas diarios de la comunidad alien) es una tortura testicular. Quizás a los chicos les pueda interesar, pero sinceramente creo que a los adultos no. Hay espectáculos infantiles que tienen una mayor variedad de registros - desde las animaciones de Pixar hasta los filmes de Shrek - y, partiendo de la idea base, la enriquecen. Son divertidos. No es lo que pasa con este filme. Los únicos momentos graciosos de la película pasan precisamente por dos personajes mudos como un robotito similar al Mars Pathfinder que se cree un perro, y una mascota alienígena llamada Ripley (y diseñado como un cachorro del Alien de Ridley Scott) que orina ácido y persigue a los carteros. Lamentablemente estos dos sólo aparecen algunos instantes cada 15 o 20 minutos del filme; y, en el medio, la audiencia queda en estado de coma. Planeta 51 es una pérdida de tiempo, a menos que usted tenga menos de 12 años de edad. Sino, espere a que salga en video o la pasen por cable. Si quiere divertirse con sus chicos, alquile cualquier título animado de Pixar o incluso de Dreamworks. Porque esta coproducción no le llega ni a los talones de dichos filmes.
Pensá en verde. La posibilidad instantánea de asociar el color verde de algunas criaturas del cine de animación con aquel ogro falto de buenos modales y estrella de Dreamworks (aunque ahora estrellado, gracias a su atroz tercera aparición en la gran pantalla) parecería impulsar una especie de anhelo de éxito que hace que algunos individuos vayan a lo seguro sin esmerarse demasiado: Planet 51, película dirigida por Jorge Blanco y co-dirigida por Javier Abad y Marcos Martínez (todo un triunvirato español donde uno es “un poco más” que los otros gracias a las categorías de la industria), remite tanto al gaseoso y otrora gracioso personaje de fábula que hasta la tipografía del título en el afiche evoca a Shrek y compañía. Claro, es que en esta superproducción coproducida entre España, Estados Unidos e Inglaterra (otro triunvirato más, aunque en este caso multinacional) hay un involucrado que huele a ogro: Joe Stillman, hombre responsable del guión de las dos primeras entregas de Shrek y escritor del guión de este film que se ha convertido en la mayor producción cinematográfica realizada en España hasta el momento (su producción podrá ser “mayor”, pero el resultado es verdaderamente menor). Más allá del color verdoso de todo este asunto (los personajes del planeta además de verdes parecen horrendos émulos digitales de la Rana René) hay una especie de pensamiento que sigue una clara lógica de mercado: la elaboración del film está sujeta a ese vetusto slogan del “piensa globalmente, actúa localmente” que tiene como objetivo impulsar un producto cuya gesta parte de Llion Animation Studios (un estudio de animación de origen español) pero que puede ser interpretado y leído con suma facilidad en todas partes del globo gracias a la cultura yanqui y a las citas (numerosas) de un cine made in Hollywood. Es que la cultura hegemónica y de consumo masivo que facilita muy a menudo que se piense en éxitos de recaudación con cualquier cosa que le haga sencilla la vida al espectador de cine al momento de identificar intertextos provoca que las referencias y las citas sean muy cercanas en el tiempo (Planet 51 evoca a Shrek, a Wall-E, a Bolt y a Monstruos vs. Aliens) o, de lo contrario, de películas supertaquilleras cuya toxicidad se encarga de propagarse a través de los años dentro de una cultura cinematográfica que hace que ciertos films sean identificables dentro de otros hasta cuando uno se encuentra en la sala medianamente dormido por el tedio (Planet 51 vuelve a Terminator, a Alien, a 2001: Odisea en el espacio, a E.T., a Star Wars, a La guerra de los mundos y hasta a Cantando bajo la lluvia). Pero Planet 51 no quiere ser un rejunte de citas (aunque no lo logre), ya que aspira a convertirse en algo más que una estructura de momentos supuestamente simpáticos y sin identidad propia: el film de animación se entrega por completo a una recreación de la década del 50 norteamericana, con una cultura del consumo potenciada a partir de una mirada paródica (aunque totalmente despolitizada) sobre un cine de clase B de la industria hollywoodense, los cómics, diversas prácticas culturales de recreación en espacios públicos, la mitología que se refiere al área 51 (sí, de allí su título) y hasta marchas antimilitaristas impulsadas por movimientos pacifistas hippies. En suma: toda una verdadera ensalada cuyos únicos condimentos e ingredientes son sólo de origen norteamericano (absurdo y difícil tal vez para Stillman, aunque tremendamente único, sería imaginar a los personajes de Planet 51 practicando “la tomatina” o escapando por las calles durante un “encierro” al mejor estilo de esas fiestas conmemorativas de San Fermín). Y si se supone que la inversión propuesta por el film al presentar al humano como el invasor from outer space es una genialidad para convocar audiencia, bueno, habría que pensar de nuevo y admitir que tal cambio se cierne sobre un nivel superficial que tiene como único objetivo enumerar una serie de citas y referencias demasiado agotadas. El capitán Charles Baker, hombre que planta bandera yanqui sobre el suelo del planeta alienígena que parece ya haber sido colonizado culturalmente por los norteamericanos vaya uno a saber cuándo, sirve como ejemplo: el muchacho, colorado y de ojos claros, es un personaje egocéntrico y verborrágico que no tiene otra función más que la de oficiar, durante todo el metraje, como una especie de cinéfilo que ha entrado en éxtasis irrefrenable, mientras que los nativos como Lem, Neera y Grawl encarnan simples y chatos estereotipos que no deparan sorpresa alguna y que actúan como figuras representativas de lo ordinario en pantalla (entiéndase aquí lo ordinario como algo usual, frecuente, habitual). De esta forma, Planet 51 se erige como otro Frankenstein animado: criatura hilvanada con partes cinematográficas diversas, este monstruo de la animación digital pretende reconocimiento mundial a través de algunas ideas básicas que se reiteran gracias al cine norteamericano (sobre todo de ciencia ficción) y a la cultura que el mismo trae consigo. Metáfora al margen, el personaje de Lem, como también el director y los codirectores, saben que el espacio es demasiado vasto, y que el pensamiento local de un planeta de nada sirve frente a la evidente globalización y a las imposiciones de una cultura hegemónica que ofrece garantizar cierto éxito que trascienda los límites de todo un universo (aunque ese éxito anhelado jamás se concrete, por supuesto).
Película de animación de producción 80% española y 20% británica, con guión de Joe Stillman, escritor de “Shrek” y presentada por un hasta ahora desconocido estudio “Illion”, con sello de Sony Pictures. Cuanta la historia de Lem, un joven habitante del “Planeta 51”, que acaba de conseguir su primer empleo en el observatorio astronómico de su ciudad y está perdidamente enamorado de Neera, su vecina. Pero lo que parecía ser el mejor día de su vida, se ve empañado por la llegada de un invasor “alien” (un humano) que en realidad es un astronauta de la NASA, “Chuck Baker”, que aterriza con su “nave espacial” justo en el patio de la casa de Lem. Aunque al principio se asusta y no sabe que hacer, Lem descubre que el “alien humano” no es malo ni viene a destruirlo o a conquistar el planeta y hacer a todos “zombies”. Entonces estos dos personajes tendrán que aprender a convivir en la casa de la familia de Lem, ocultando al visitante de todos sus conocidos. Pero el ejército, al mando del Gral. Grawl, encuentra la nave de Chuck y las cosas de complican aun mas para todos, para colmo Neera conoce a Glar, un “hippie” antimilitar y antisistema que la convence de unirse a su lucha por la igualdad y la no destrucción del “invasor” y al ver todo el ejercito en la cercada casa de Lem, Neera piensa que éste esta ayudando a los militares. Se suma a esta aventura animada, un simpático robotito que junta rocas, llamado Rover, casi un “perro cibernético”, y un muy bien logrado villano malvado llamado “Dr. Kipple” que quiere sacarle el cerebro al alien invasor para estudiarlo. Una excelente crítica ácida al sistema militar y gubernamental, político, de vida y hasta del cine de ciencia ficción yanki, pero hecha en España. ¿Se animarán algún día los norteamericanos a hacer algo así ellos mismos?, ¿habrá alguna vez algún “Michael Moore” de la animación que se anime a criticar el sistema?, por ahora, es materia pendiente…
La empresa de videojuegos madrileña Pyro Studios, desarrolladora de la exitosa saga Commandos (que algunos hemos jugado durante años), se lanzan al cine de animación con Planet 51. Esta película mantiene la idea corporativa de no caer en localismos (más allá de algún guiño menor). Si bien algunos hemos jugado Commandos con su doblaje original, Planet 51 se estrenó mundialmente con el doblaje en inglés, con las voces de estrellas como Dwayne Johnson y Gary Oldman, pero más allá de este aspecto, tanto aquel videojuego de estrategia bélica, como esta película de animación infantil se muestran afines a los códigos narrativos americanos. Planet 51, a diferencia de muchos intentos de animación de distintos países, se caracteriza por unos dibujos que sostienen un nivel de calidad técnica a la altura de la animación americana. Aunque la principal virtud de esta propuesta es la idea de revertir los códigos del cine de extraterrestres, planteando un mundo habitado por extraterrestres que se vuelven paranoicos cuando un astronauta americano aterriza en su planeta, y ellos lo toman como la cabeza de una invasión alienígena. Algunos momentos muy graciosos se suscitan a partir de esa confusión, y en escenas previas a esta, como cuando los extraterrestres ven películas de ciencia ficción producidas por ellos (aunque esto hubiese tenido mucha más gracia si el enemigo mostrado en esas películas hubiese tenido forma humana y no de criaturas más pronunciadamente alienígenas que ellos). Naturalmente, más allá de ese pequeño ingenio argumental, la trama de Planet 51 expone los aspectos más convencionales del cine infantil, achatando su ingenio a medida que evoluciona la historia, inclinándose de lleno por la aventura, y el nivel de detalle en la animación no logra ir más allá de las primeras películas de Pixar. Pero su lanzamiento mundial da cuenta de la auspiciosa oportunidad de que otras empresas logren, mediante la coproducción con países anglosajones, competir cara a cara con los mayores gestores de tanques animados en el mundo, cuando se cuenta con una buena cuota de talento creativo y con la tecnología adecuada para ello, y principalmente, cuando no se toma por idiota al público infantil.
Una peculiar aventura animada coproducida por Estados Unidos, el Reino Unido y España, con dirección de Jorge Blanco (creador de los video juegos Commandos), que narra la llegada de un astronauta americano al Planeta 51, donde encuentra varias sorpresas. Esta comedia alienígena escrita por Joe Stillman (el mismo de Shrek) despliega personajes apenas simpáticos (criaturas verdes con antenas) pero sí acierta en la inversión de la fórmula: los invasores somos nosotros. La correcta animación, la ambientación de la aldea apacible, las referencias a títulos clásicos de la ciencia-ficción y los “aliens” paseados con collares por sus dueños constituyen los atractivos de esta propuesta.
“No hay ideas originales. Solamente recicladas”. Dice una frase vox populi. Planeta 51, tiene una sola innovación: es la primera película de animación producida un 90% fuera de Estados Unidos en estrenarse por toda la nación casi simultáneamente con varios países del resto del mundo. Es un gran mérito, más teniendo en cuenta que a nivel visual no tiene nada que envidiarle a la animación CGI de estudios como Dreamworks, Fox, Sony e inclusive el departamento de animación convencional de Disney. Por supuesto, Pixar es inalcanzable. Sin embargo, si uno no leyera los créditos finales o la gacetilla de prensa, no podría adivinar que la película fue realizada por un estudio español y tres directores locales, aunque el guión pertenece al escritor de Shrek y Madagascar, Joe Stillman. La historia sucede en el Planeta 51, supuestamente, porque en sí, nunca dicen el nombre. Se trata de un planeta demasiado similar a la Tierra, mismo clima, misma geografía inclusive. Desde el espacio se ve igual que nuestro planeta, excepto que tiene anillos como Saturno y sus habitantes son verdes, tienen antenas, y visten igual que los humanos, pero sin ropa interior y sin pantalones (¿Cómo se reproducirán? me pregunto, ya que ambos sexos tienen nada debajo de la cintura, solo las piernas). Por alguna razón se respiran referencias a El Planeta de los Simios, pero solo en el planteo inicial. La acción sucede en una pequeña ciudad que emula a la California de fines de los ´50 y principios ´60 como si la hubiesen sacado de Rebelde Sin Causa, La Masa Voraz o Pleasentville: Amor en Colores. Solamente que parece que nunca hubo Segunda Guerra, ni bombas nucleares de por medio. La vida es rosa, pacífica, amable. Por lo que en realidad no se entiende, la necesidad de tener un ejército. El protagonista, Lem, trabaja en el observatorio de la ciudad, y no cree en la existencia de seres de otro mundo. Por lo menos, no como los muestran en las películas de terror de las matinés. De repente, llega una nave extraña, con un terrestre dentro, específicamente con un estadounidense bastante torpe y tonto. El ejército pronto lo empieza a perseguir, un científico loco quiere examinar su cerebro, y además secuestran su nave espacial. Lem y sus amigos ayudarán a escapar al astronauta, sorteando varias dificultades. Uno de los graves problemas de Planeta 51 es elementalidad del guión. No hablemos de una cuestión de citas: la película hace referencia y de la manera más obvia y menos sutil a todas las películas de ciencia ficción y de extraterrestres, del cine estadounidense hasta ahora de la forma más burda posible. Incluso es casi insultante la referencia a Wall E, teniendo en cuenta que es tan cercana en tiempo y espacio. Previsible, con poca imaginación para sortear lugares comunes y clisés. Tampoco posee la cuota de lirismo, emoción, crítica social y profundidad dramática con personajes inteligentes, ambiguos de las películas de Pixar, sino que se acerca demasiado a la superficialidad, humor oportunista, localista del cine Dreamworks. A pesar de todo, se puede decir que tiene una mirada bastante crítica con la actitud militar (aunque también se le perdonan todos los actos violentos, por lo que dicha mirada es ambigua). Y más allá de los puntos en contra que los críticos “mayores de edad” vemos, hay que admitir que la película está orientada hacia un público infante que la va a disfrutar como si fuera lo mejor que vieron en la vida… y también hay que confesar, que la película entretiene y divierte en elementos básicos. Quizás si la hubiésemos visto con las voces originales (The Rock, Justin Long, Jessica Biel, Sean William Scott, y especialmente Gary Oldman y John Cleese) nos habríamos divertido más, y que para ser una película de animación española a lo Hollywood sale airosa. Pero doblada al español, solo nos termina remitiendo a un mediocre dibujo animado estadounidenses lleno de convencionalismos. Igualmente, siempre los habrá mejores y peores.
¿Qué sucede cuando un film invoca en todo momento referencias a otras películas y no se centra en desarrollar una autenticidad propia que logre destacarse en toda la narración? Sin caer en la parodia de diferentes films del género, "Planet 51" posee ese preciso error, su argumento no se sustenta por sí solo y en cada momento necesita de demás cintas para hacer reír o entonar una distinta sinfonia en su desarrollo.
Este film de animación fue realizado en España, dirigida por un par de directores españoles, sobre un guión de Joe Stillman (autor de "Shrek") y con voces de actores norteamericanos. Una mezcla media rara con un resultado muy flojo. La historia básicamente es una copia de E.T., de Steven Spielberg, pero invertida. Un astronauta llega a un planeta de marcianos, donde todos desean atraparlo salvo unos marcianitos que deciden ayudarlo. Mas allá de esta idea repetida, no hay mucho mas. Un guión malísimo, cero divertido tanto para chicos como para grandes. Pasada la media hora se pone muy densa y a la hora había mas chicos dando vueltas por el cine que sentados. El trabajo de animación es impecable y no tiene nada que envidiarle a los trabajos de Dreamworks o Pixar pero, considerando la cantidad de films de animación que se estrenan todos los años, con eso ya no alcanza. Eviten hacerle pasar un rato aburrido a sus hijos.
Inesperadamente proveniente de España, que vuelve a demostrar su capacidad de exportación en el mettier, PLANET 51 es un film de animación digital tan rebosante de creatividad como divertido. Hollywood hace rato emplea intérpretes (Banderas, Bardem, Penélope Cruz) como realizadores (Amenábar, Collet-Serra, Isabel Coixet, entre otros) y ahora también estrena y distribuye films de ese origen, algunos pertenecientes a terrenos muy ligados a la Meca del cine como el caso del terror, con REC y REC 2. Y con esta notable comedia animada de Jorge Blanco, logra –con la inestimable colaboración de Sony Pictures- un nivel técnico a veces similar a piezas de Pixar-Disney o Dremaworks, y por momentos superior por su desprejuicio, mordacidad, calidad visual y artística. La trama es uno de sus mejores atributos, al ironizar sobre la carrera espacial estadounidense a través de un engreído astronauta que se supone un adelantado en un planeta ya habitado por seres que, entre desniveles tecnológicos y el temor de ser invadidos por extraterrestres, lo transforman a él en un peligroso alienígena. Homenajeando la estética de los años 50 y con personajes fenomenales como Rover, un caninizado robot recolector de muestras con toques de WALL-E, Planet 51 redondea una experiencia reconfortante para todo tipo de público.
Desde que tengo uso de razón me gustan los dibujos animados y por ende la animación. Puedo estar a días de pisar los 38 años pero, mi Dios, cuando estoy ante la pantalla viendo una película animada soy tan pretenciosa como una criatura.Es decir, no soy exigente desde lo adulto, sería ridículo, exijo la misma cuota de fantasía y locura que me divierta y me haga reir como la mayoría del público infantil; aunque la moraleja sea siempre la misma. Por eso cuando supe que estrenarían Planet 51, con Joe Stillman en el guión y anunciada además como una de las megaproducciones españolas, no lo dudé un instante. Pero Planet 51 no es Shrek, ni se le acerca. Tiene una estética espectacular, eso no puede dudarse pero si hay algo de lo que carece es originalidad. Es como si hubieran agarrado ET, lo batieran un poquito y listo. El guión se traiciona a sí mismo cuando quieren darnos a entender que esta vez el alien, el invasor,es el propio hombre. ¿Pero el invasor de qué?,¿de un mundo donde existen los autos, las mascotas que orinan contra los postes y gruñen al cartero aun cuando luzca como un mini octavo pasajero?, ¿que existan costumbres familiares tan domingueras como una barbacoa?,¿ un mundo con ambientación americana años '50?. Ay! nooo, déjenme con la princesa cuyo "happy ending" es transformarse en ogro, con los globlos capaces de remontar una casa por las nubes, de unos juguetes que cobran vida cuando nadie los ve, de un niño que tiene como ángel de la guarda un gato y una estrella propia que le han robado o tres ancianitas que en bicicleta recorren millas y solo se expresan cantando (para que no digan que pienso sólo en la animación americana). El argumento de Planet 51 es trillado por donde se lo mire, no causa gracia y termina hundiendo en el aburrimiento. Suelo testear la animación con las reacciones de mi hija, porque no se puede negar que cuando uno crece por ahí se pone exquisito y lo que no funciona para uno puede funcionar para otros, sobretodo siendo ese otro el supuesto target. Mi hija la palmó a mitad del film y creo que duró bastante. Que los 60 millones que dicen costó el film están desde lo visual bien gastados no puede discutirse, pero desde la originalidad es un verdadero fiasco, si hasta los pequeños habitantes parecen parientes cercanos de Shrek. Y después de todo ¿cómo llegamos al 4?, pues porque rescato ese colorido impecable, y porque a la larga uno termina planteandose lo que quizá, quiero creer, quería demostrar esta opera prima de Blanco y Abad: que a la larga no hay por qué temer, podríamos no ser tan diferentes.
Uno podría creer que las alienígenas ya no son de producción enteramente yankee, los españoles han aterrizado en el género, pero desde otro lugar. No estamos en realidad hablando de alienígenas sino de extraplanetarios, ya que el diferente, el viajero del espacio, es un terrícola. Este humano llega a un planeta supuestamente deshabitado. De avanzada desde el planeta tierra mandaron un robot de nombre Roger, (igualito a WALL-E), y cumpliendo la misma función pero en otro planeta, no la tierra. Tal cual WALL-E, este robot con inteligencia artificial autónoma se dedico a recoger piedras del lugar, nada que tenga que ver con la vida, los seres vivos son su compañía y no su objeto de estudio. Cuando el Capitán Charles "Chuck" Baker, desciende de su nave, clava la bandera yankee, sin saber que es observado con terror por unos pequeños seres verdes, habitantes del lugar., descubrimiento que genera cambios de ambas partes. Bien se podría plantear que el texto escrito por el mismo autor de “Shrek”, tiene claros puntos de contacto con “Los indios estaban cabreros”, de Agustín Cuzzani, obra de teatro que acaba de cumplir 50 años, y narra el descubrimiento de Europa por unos nativos de nuestro continente que llegan al viejo mundo unos días antes que Cristobal Colon “Descubra” América, y ven en los europeos costumbres, pocas, similares a ellos. También son humanos, mire. Pero volviendo al producto audiovisual. Es muy interesante distinguir del film la estética elegida, sobre todo en el uso de los colores vivos, la música y la forma de hablar y comunicarse de sus personajes, con el sólo fin de mostrarnos como viven es ese lugar, casi de forma idílica, con la única salvedad del temor de ser invadidos por “terrícolas”. Ellos viven tal como planteaba la factoría de Hollywood en loa años 50, tratando de instalar el “american way of life”. Con el mismo nivel de ingenuidad nos van mostrando a estos seres verdes, donde están muy bien identificados todos y cada uno de ellos, el militar, el científico, la familia común con un hijo especial, los jóvenes rebeldes, los viejos conservadores, etc. La historia no deja de ser conocida, pero no por ello efectiva, si bien es un film para todas las edades, esta construido para los mas chicos. Donde los adultos podrán descubrir guiños instalados para ellos de filmes como E.T., Alien, la Guerra de las galaxias, Shrek, Wall-E, Toy Story, etc. La relación de amistad entre dos diferentes, el joven especial y el capitán terrícola. También los temas como el amor, la amistad, la solidaridad, la discriminación, los prejuicios, están bien integrados al relato que además se construye como un cuento de aventuras. Como punto flojo desde su realización, se podría decir que este se presenta como un producto español, pero que en realidad deja fuera toda esencia de la rica cultura ibérica.
Houston, los guionistas estamos en problemas.... El Capitán Charles "Chuck" Baker, astronauta de la NASA, aterriza en Planet 51 pensando que ha sido el primero en llegar. Para su sorpresa, descubre que está habitado por unas personas verdes con antenas, que viven en un mundo impresionantemente similar a los Estados Unidos más candidos, los de los años 50. Con la ayuda de un simpático adolescente y otros habitantes, Chuck intentará esquivar al ejército antialienígena local y volver sano y salvo a su nave espacial. La primer idea que plantea "Planet 51" es sumamente ingeniosa: el hecho de que el astronauta/humano sea el "Alien" del que habla todo el mundo... Si se hubiese explotado esta idea de habitantes verdes (que serían "aliens" para nosotros) vs. humanos (que serían "aliens" para ellos), la película hubiese rendido más frutos y se hubiese generado una mayor empatía con el público infantil, virándola más al tono de la comedia. Pero evidentemente los guionistas apenas tomaron algunos apuntes sobre esa idea inicial (la llegada del astronauta al planeta da lugar a la escena más festejada de toda la película y los diálogos donde los extraterrestres hablan del "Alien" tienen mucho ingenio) para luego volcarse más a una típica película de cazadores y cazados, persecuciones y mucha más acción que comedia. Si bien rinde en forma permanente un homenaje a las grandes películas del género sobre extraterrestres -haciendo mención a clásicos de la década del 50-, los chicos quedan totalmente afuera de ese juego autorreferencial al género fantástico. Visualmente es efectiva, pero en el campo del guión se extrañan las ocurrencias de otras películas como "Wall E" "Monsters Vs. Aliens" y "Marcianos al ataque" que sacaron mucho mejor provecho del tema. A años luz de los guiones frescos y llenos de creatividad de Pixar o inclusive de algunas de las historias de Dreamworks, "Planet 51" se va sosteniendo en su duración pero sin terminar de atraparnos en ningún momento, ni a chicos ni a grandes. Y lo que la demora notoriamente es su "cuento" de aceptación de las diferencias y del riesgo de verse invadidos por extraños y sobre todo, que sólo la NASA y Estados Unidos tengan siempre buenas intenciones, no sólo para nuestro mundo sino para la galaxia entera. Ufa!