Diario de la peste El festival de cine de terror, fantástico y bizarro Buenos Aires Rojo Sangre es un espacio que celebra el terror en lo más amplio de su espectro. En el caso de Resurrección (2015), largometraje del joven director Gonzalo Calzada, nos metemos particularmente en los dominios del terror gótico, ese cuyos elementos suelen ser las casonas antiguas, las presencias ominosas, los sucesos sobrenaturales y los dramas cuyo epicentro no suele encontrarse en el plano de la realidad cotidiana. Resurrección nos situa en las afueras de Buenos Aires en el año 1871, en pleno estallido de la fiebre amarilla. Un joven cura viaja de camino a la capital del país para socorrer a los golpeados por la enfermedad, quien de camino decide visitar a su hermano y su familia. Al llegar a la antigua casona familiar descubre que han sido afectados por el mal, y el mismo hombre de fe comenzará a padecer los primeros síntomas. Lo que sigue a continuación es una historia que juega todo el tiempo con qué és real y qué és una ilusión, que es lo que pasa realmente en la casona llena de secretos y cuales son las intenciones de Quispe, el misterioso cuidador de la propiedad interpretado por Patricio Contreras. Después de una primera mitad que se toma tal vez demasiado un tiempo excesivo en desarrollar aquello que es el quid de la cuestión, la segunda parte nos mete en profundidad dentro de la verdadera problemática y allí vemos lo mejor de la producción, con un tratamiento visual que se destaca al momento de retratar lo onírico y lo ténebre. Al igual que en Hotel infierno (2015) –otra película que desfilo por 16 Buenos Aires Rojo Sangre - en Resurrección el caserón antiguo juega un rol fundamental al momento de dar realismo a la obra y volverse un elmentos de tanto peso como los mismos personajes. La Casa Municipal de la Cultura de Adrogué hizo posible que la producción pudiese utilizar instalaciones del Parque y de la Quinta Rocca para el rodaje, su aporte se tornó invaluable. En resumen nos encontramos con una interesante apuesta dentro del cine de género nacional, donde el desafió recae en llevar a la pantalla una historia de terror con rasgos clasicistas, la cual al mismo tiempo interpela acontencimientos relacionados con la historia de nuestro territorio que potencian el relato y lo acercan a la audiencia.
La peste interior A modo de fábula o cuento gótico, la nueva película de Gonzalo Calzada vuelve a transitar por un género, ahora mucho más presente en el cine nacional, que hace algunos años cuando estrenaba La Plegaria del Vidente -2011-. Nos referimos al terror gótico, bajo el pretexto de una historia que marca por un lado las contradicciones de un personaje, que perdió la fe y quien no encuentra explicaciones a la muerte nada menos que en el contexto de la fiebre amarilla. Aparicio es un sacerdote interpretado por Martín Slipak, quien decide desviar su camino hacia la ciudad para socorrer a los afectados de la peste, con una previa estadía en la estancia familiar, llamada “El Paraíso”. No azarosamente ese nombre cobra mayor relevancia al tomar contacto con un personaje ambiguo –Patricio Contreras-, encargado del cuidado de la casa, quien además convive con el hermano de Aparicio, atrapado por la peste amarilla. El enrarecimiento del relato, que se estructura en tres actos, sumado un epílogo, se construye a partir del punto de vista distorsionado del protagonista. Esa distorsión abre las puertas a la ruptura con la realidad para introducir un espacio onírico y de alucinaciones, producto de los cambiantes estados de ánimo de Aparicio (desolación, ira, desconsuelo) y su tránsito por esta pérdida paulatina de fe, entre otras cosas que no revelaremos aquí. Si bien por momentos, desde los diálogos el tono del film transita por la solemnidad y a veces teñido de cierta teatralidad por la sobreexposición, debe destacarse un impecable trabajo en los rubros técnicos, sobre todo la fotografía y el arte en todas sus áreas: desde decorados, vestuario, iluminación y la paleta cromática para insuflar a la imagen de atmósferas lúgubres y bien logradas, tanto en interiores como exteriores. La eficacia de Resurrección -2014- en su firme tratamiento de personajes es la mayor virtud, aunque por momentos ciertas ideas no logran un desarrollo más profundo, que recién se resuelve cuando aparece el epílogo y la explicación de algunos huecos durante la primera mitad. No obstante, la apuesta al género da sus réditos y confirma un tiempo donde el cine argentino debe afianzar su relación comercial y artística con propuestas de este estilo y así conseguir un público que sepa valorar la calidad cuando realmente aparecen films que se lo merecen.
Más allá de la vida. El cine de género en Argentina sigue su crecimiento ininterrumpido y continúa dando frutos. En esta oportunidad, el realizador Gonzalo Calzada escribió Resurrección (2015) como novela y adaptación cinematográfica a la vez. El resultado es una película que mezcla características del terror gótico y el cine de autor en una obra fantástica sobre la dialéctica existencialista entre la vida y la muerte. Tras recibir su consagración sacerdotal, el joven Aparicio (Martín Slipak) parte para la capital impulsado por una visión mística con el fin de asistir litúrgicamente a las víctimas de la fiebre amarilla que desoló Buenos Aires en 1871. En el camino decide pasar por la quinta de su familia en las afueras de la ciudad, pero encuentra un panorama aterrador, con su hermano al borde de la muerte, su cuñada y su sobrina atrincheradas en la capilla y los peones saqueando la abandonada estancia. A las puertas de la muerte, su hermano médico, Edgardo (Adrián Navarro), le solicita al capataz Ernesto (Patricio Contreras) que le traiga a un curandero correntino (Vando Villamil), que promete salvarlo con su magia. Allí comienza una confrontación científica, religiosa y vital entre los protagonistas. Aparicio a su vez enferma y su sobrina, Remedios (Lola Ahumada), le pide que la salve de su madre, Lucía (Ana Fontán), que intenta matarla poseída por la locura tras la muerte de su marido. La intriga y el suspenso se mezclan con el terror en un ambiente gótico de encierro alucinatorio en el que los protagonistas parecen abatidos por la muerte que rodea el lugar y se cierne sobre ellos. En este contexto aparecen mitos -como el de San La Muerte, los payés y los curanderos del litoral- que le dan forma a un mal que se aprovecha de la necesidad y la enfermedad que ataca al espíritu. Las actuaciones recrean una idiosincrasia y un lenguaje de fin de siglo XIX en Argentina de forma correcta e interesante. La labor de todo el elenco es realzada por la dirección y un guión en el que las intrigas y lo impensado siempre aparecen para destruir las certezas de todos los personajes. Las historias de vida de Aparicio y Ernesto se entrecruzan como polos opuestos de una Argentina y un mundo dividido entre patrones y peones que articulan una experiencia común y a la vez diametralmente opuesta. El bien y el mal también se debaten, al igual que en el corazón del hombre, para luchar por las almas y las voluntades en medio de tanto sufrimiento e impotencia. Resurrección se posiciona así como un opus de cine de género de gran vitalidad para un cine nacional con altibajos pero que sigue entregando numerosas obras de calidad. La apuesta de Calzada hace dialogar a la religión con la magia para encontrar la dialéctica en la debilidad del espíritu humano, y de esta forma dejar en claro que el mito siempre se impone cuando la desesperación nos atraviesa.
Terror gótico, versión local Terror gótico, fiebre amarilla, sacerdotes, leyendas, fantasmas, maldiciones y Satanás a la vuelta de la esquina. El explosivo y genérico cóctel preparado por el director Gonzalo Calzada invita al fanático de esta clase de films a ir más allá de la enunciación "horror para adolescentes" proponiendo un viaje al pasado, un retrato de época arrasado por la peste en los años de Domingo Faustino Sarmiento como presidente. El detonante argumental es un cura (Martín Slipak), presuroso por bendecir almas derrotadas por la fiebre amarilla, quien decide visitar a su hermano (Adrián Navarro) y familia y volver a contactarse con el guardia de la propiedad (Patricio Contreras, en un logrado personaje de ocultos matices siniestros). Allí, Resurrección invalida la apuesta anterior, sometiendo su trama a las instalaciones de ese caserón corroído por la enfermedad, omitiendo cualquier referencia (salvo en un par de textos puntuales) al contexto en que se desarrolló la epidemia. Tal como ocurría en el segundo título del director, La plegaria del vidente, la historia se abre a otros caminos, cruzando géneros, explorando el pasado, apostando a una ambición temática por momentos errática y desconcertante. Pero también, como suele suceder con el género en su vertiente gótica nac & pop, la potencia de la imagen, el diseño de producción, el excelente trabajo con la luz y la fuerza que imponen determinadas escenas, especialmente, aquellas relacionadas a apariciones fantasmales, se imponen a las costuras de una trama que informa en exceso y de manera divagante. En ese sentido, la utilización de una enfática banda de sonido no hace más que subrayar los textos proferidos sin ningún atisbo climático. Debido a eso, la clásica lucha de un cine genérico en donde una trama desvaída y confusa se confronta con la imaginación visual que trasuntan determinadas escenas, deja imponer a un personaje como el Patricio Contreras. Un personaje que condice con las virtudes del film: su imagen abriendo y cerrando las puertas de la mansión y la ambigüedad en el trato con el joven sacerdote ejemplifican los caminos emprendidos por este (des)equilibrado exponente de terror gótico argentino.
Terror gótico en el Buenos Aires de 1871 Transcurre 1871 y Buenos Aires se ve envuelta en uno de los más trágicos momentos de su historia: la fiebre amarilla azota a la ciudad y cientos de muertos quedan dispersados por todas partes. En este escenario, Aparicio, un joven sacerdote impulsado por una visión mística, se dirige a la capital para asistir a las víctimas y los enfermos de la terrible epidemia. Pero momentos antes de llegar a su destino se detiene en la quinta de su familia, una casona lúgubre en la que en ese momento sólo es habitada por su cuidador, un hombre misterioso que lo recibe con cierta cordialidad y le informa que todos los suyos fueron atacados por esa fiebre destructora. El sacerdote se ve, de pronto, acorralado en esa mansión casi abandonada y una serie de acontecimientos inesperados (fantasmas, ruidos extraños, voces agónicas) le hacen dudar del sentido de su misión inicial, de sus creencias y del mantenimiento de su fe. El relato, ya insertado en el cada vez más intenso suspenso y en el terror gótico, va planteando el conflicto existencialista que surge del hombre frente a la muerte, al caos y al sufrimiento cruel y desconcertante de la peste. El director y guionista Gonzalo Calzada, que tiene en su haber los largometrajes Luisa y La plegaria del vidente, logró con todos estos elementos clásicos del modelo propuesto un film que, en su interior, repasa el antiguo satanismo combinado con el mito de San La Muerte y el universo de los payés y de los curanderos del Litoral para así crear un inusitado mundo de muertos vivientes. El diseño estético de la película propone un ambiente tenebroso y de intriga que aporta a las propuestas del cine nacional de género una inédita incursión en el expresivo mundo gótico. Martín Slipak supo imprimir el necesario clima a ese sacerdote inmerso en sus constantes pesadillas, mientras que Patricio Contreras aportó su reconocida solvencia en ese cuidador que sabe más de lo que dice y que trata de contener la caída al abismo de quien ahora habita la solitaria mansión. Vando Villamil, Adrián Navarro y Ana Fontán enmarcaron con calidad interpretativa este terrorífico cuadro que, apuntalado por un muy buen equipo técnico, hace de Resurrección una obra distinta que logra su propósito de aportar una nueva visión a la pantalla local.
El terror a la fiebre amarilla Los rubros técnicos sostienen una historia situada en la Argentina de 1871 que tiene algunos baches. Hace tres meses, con La cumbre escarlata, tuvimos el homenaje de Guillermo del Toro al gótico de la Hammer Films inglesa y de la dupla Roger Corman-Vincent Price. Ahora llega el tributo local con Resurrección. En su tercera película, Gonzalo Calzada (Luisa, La plegaria del vidente) trae ese imaginario visual a estas pampas: la misteriosa y decadente mansión de rigor es, en este caso, una estancia bonaerense sitiada por la fiebre amarilla durante la epidemia de 1871. Hasta allí llega un cura joven (Martín Slipak) que, en camino a Buenos Aires para ayudar a las víctimas, hace un alto en la casona familiar y se encuentra con un panorama devastador: su hermano mayor está en la fase terminal de la enfermedad; su cuñada y su sobrina permanecen encerradas, por voluntad de la mujer, en una capilla lindera. El sacerdote deberá tratar con Quispe (Patricio Contreras), el único criado que no huyó del lugar, el verdadero protagonista, el que sostiene la trama a partir de la duda: ¿quiere proteger o destruir a esa familia patricia? En rigor, estamos ante una película más de misterio que de terror. Y que se apoya sobre todo en la pericia de sus rubros técnicos: eficaces trabajos de iluminación, sonido, maquillaje y escenografía, sumados a algunos logrados efectos especiales, dan como resultado que esté muy logrado el clima y la ambientación. A la historia, en cambio, le falta un golpe de horno: al principio está bien planteada y consigue atrapar, pero a medida que se desarrolla presenta algunos baches y excesivos juegos entre lo onírico y lo real, que por momentos la vuelven tediosa y confusa. Y termina resolviéndose a las apuradas, apelando al recurso de que un personaje nos explique todo en tres minutos, algo que la película no merecía.
Lo primero que hay que aclarar de Resurrección es que no es una película de terror propiamente dicha sino que pertenece más al subgénero gótico, tal como aclara su director. Ahora bien, el gran grueso del público no notará esta diferencia pero se encontrará con un film superior a la media de los tantos y tantos de terror que llegan mes a mes a la cartelera. Y estamos hablando de un film nacional, así que tiene un valor agregado. Una gran mansión en la época en la cual la fiebre amarilla mataba de a miles en Buenos Aires es el escenario donde transcurre la historia. Bien ambientada y bien recreada. El elenco está a la altura y más allá de la dupla protagonista que hace un buen laburo (Martín Slipak y Patricio Contreras) destaco la interpretación de Vando Villamil como El Curandero, papel del cual mucho no me puedo explayar porque sería un spoiler. El director Gonzalo Calzada viene de un buen policial (La plegaria del vidente, 2012) y aquí cambia de estilo para apropiarse de los códigos y reglas del género con buen resultado. En contra hay que señalar que la historia es parecida a otras tantas que hemos visto pero el gran climax la salva. Resurrección es una buena película y buena opción para los que disfrutan este tipo de cine.
Religión, herencias familiares, un hecho histórico trascendental, mitos gauchescos, y un halo de misterio que lo envuelve todo. En su tercer largometraje, Gonzalo Calzada (Luisa, La Plegaria del Vidente) toma partida por una apuesta mayor dentro del cine de género; lograr una acabada ambientación gótica, respetando todos los cánones esperados, y sin jamás lucir sobrecargada. Desde la primera escena advertimos que estamos frente algo distinto, con un cuidado trabajo en la fotografía de Claudio Beiza impregnado de un penetrante azul, un sacerdote se desangra mediante una cruz de plata, punzante. Los créditos iniciales, con ilustraciones de Enrique Breccia cierran el cuadro de presentación que ya nos tiene atrapado. Aquel sacerdote es Aparicio (Martín Slipak), misionero, que recibió un llamado divino que lo lleva a dirigirse a Buenos Aires para asistir a los enfermos de La Peste. Estamos en 1871, presidencia de Sarmiento, año conocido por la devastación causada por la fiebre amarilla; se habla de la Capital como un enorme cementerio. Antes de llegar a su destino, Aparicio decide visitar a su hermano Edgardo (Adrián Navarro) en la quinta que pertenece a la familia. Pero allí, todos parecen estar infectados, o escondiéndose del mal. Edgardo se encuentra en el lecho de muerte, su esposa Lucía y su hija Remedios (Ana Fontán y Lola Ahumada, respectivamente) se auto encerraron en la capilla del lugar, y Lucía no tiene deseos de salir al exterior. Todos, menos Ernesto (Patricio Contreras), el casero, que no presenta síntomas y hasta pareciera ser quien controla la situación en ese paraje. Hay también un campesino (Vando Villamil), ¿un curandero?, que merodea el lugar. La atmósfera se impregna de inmediato en Aparicio, que solo encuentra caos, comienza a tener ¿Pesadillas? ¿Alucinaciones? ¿Visiones de la realidad?; él también parece estar infectado, y los límites entre lo real, lo imaginado, y lo sobrenatural, se tornan confusos. Confusión, esa es una palabra correcta para hablar del clima que logra Calzada, entendido en buenos términos. En sus 100 minutos, el espectador es sometido a una suerte de ensoñación en dónde es posible que se pierda, que se deje llevar (sobre todo en sus inicios); para luego ir cerrando todos sus cabos y arribar a la deseada resolución o aclaración. El subgénero gótico tiene antecedentes claros, tanto en el plano de la literatura, como en el cine. Con Poe y Lovecraft a la cabeza de lo escrito, y Corman/Price e Ibañez Menta (por nombrar algún acercamiento local) dentro del séptimo arte. Calzada se nutre de todo ello, y le otorga una pátina actual, aunque no moderna. Resurrección es un film al que cuesta encuadrar dentro de uno similar, más aún en la filmografía nacional. No se inclina por los colores saturados, decide mostrar menos y sugerir lo necesario, no apura su ritmo, ni enfatiza exageradamente en las características de sus personajes. La cámara de Miguel Caram juega con primeros planos, planos cerrados y cercanos; para acrecentar la sensación de encierro también creada desde la fotografía de tonos oscuros, el montaje cortado, y una sonorización ominosa. Las interpretaciones son el elemento fundamental para que esta historia con ribetes sobrenaturales y anclaje en lo real, sea creíble. Y ahí está el conjunto todo en un tono correcto. Contreras demuestra nuevamente que no hay rol que le quede incómodo, brilla en lo que sea. Ana Fontán y la revelación Lola Ahumada son las encargadas de cargar con el enigma y salen airosas de tamaño desafío. Pero es Martín Slipak, que no deja de sorprendernos cada vez que lo vemos en pantalla, con una interpretación que pasa por todo su cuerpo, quien domina la escena; no porque cargue con todo el peso del relato, sino a fuerza de presencia, actitud e imperceptible hiper gestualidad. Párrafo aparte para el trabajo en vestuario y maquillaje de Laura Vega y Rebeca Martinez, respectivamente. El cuidado en los detalles de ambos rubros colabora en gran modo en crear el clima lúgubre, extraño, y a su vez, creíble que se necesitaba. Resurrección tiene de film histórico, de terror, de misterio, de suspenso, y de drama; y todo en las exactas dosis que la mano hábil de Gonzalo Calzada – nombre que ya pisa fuerte en el mercado de cine fantástico nacional – ha sabido construirle; desde el guión (acompañando una novela también de su autoría que se edita en simultaneo); y también desde una correcta elección en los rubros técnicos que realzan la puesta de este, en definitiva, film independiente y hecho a pura pasión. Enigmas como este no son corrientes en la cartelera, adéntrese sin temor.
El film nacional se inscribe dentro del terror gótico, juega con las apariciones fantasmales y coloca a un joven sacerdote frente a la encrucijada de la fe, la ciencia y la desolación de la muerte. Después de La plegaria del vidente, el eficaz thriller con elementos de terror estrenado el año pasado, el director Gonzalo Calzada juega su segundo largometraje en la línea del horror gótico, con una casa encantada, con mucha niebla y una plaga que no sólo trae muerte, sino también algunas sorpresas. Apoyada en una sólida factura técnica en la que sobresalen encuadres, tomas cenitales y un logrado clima de amenaza constante, esta película argentina está ambientada en la epidemia de fiebre amarilla que azotó la ciudad de Buenos Aires en 1871. Con un comienzo que incluye ilustraciones de Enrique Breccia, la historia se centra en la partida de un joven sacerdote -Martìn Slipak, el mismo de Sin retorno y la reciente Cómo ganar enemigos- hacia Buenos Aires para ayudar a víctimas y enfermos de la terrible epidemia, pero kilómetros antes se detiene en la quinta de su familia y encuentra que su hermano y todos los suyos están infectados. El relato juega con las apariencias fantasmales y coloca al personaje central en una encrucijada en la que fe y ciencia se enfrentan al igual que el hombre frente a la desolación de la muerte. Junto a un casero -Patricio Contreras- y a un misterioso curandero -Vando Villamil- al que todos recurren, los personajes no tardarán en darse cuenta que están en el mismísimo infierno. Resurreción está estructurada en capítulos y logra sus mejores momentos en su primer tramo mientras deja para el final demasiadas explicaciones que extienden la acción y juegan en contra de la lograda atmósfera inicial. De todas formas, la película inquieta al espectador con su ambiente tenebroso, habitaciones vacías, féretros que se abren y gente ahorcada en medio de una trama en la que el Diablo también mete la cola. Por momentos son varios los elementos que entran en juego en este relato donde la intriga echa sus cartas a partir de temas como el satanismo y las muertes sospechosas. Calzada construye además una metáfora sobre la resurrección y la destrucción del cuerpo trazando un paraelismo entre el sacerdote y la pasión de Cristo. El bien y el Mal, una vez más están enfrentados en un entorno que huele a muerte.
Un muy digno exponente del terror gótico que aporta al crecimiento del cine de género en la Argentina. Estrenada en la última edición del Festival Buenos Aires Rojo Sangre (BARS), Resurrección es un digno exponente de un subgénero poco abordado en el cine argentino contemporáneo como es el terror gótico. El film, dirigido y escrito por Gonzalo Calzada, transcurre en 1871 en las afueras de una Buenos Aires azotada por la fiebre amarilla. Hasta allí llega un joven cura (Martín Slipak) que, en su camino a la Ciudad, para en el caserón familiar, donde se encuentra con un panorama desolador: todos los suyos han sido afectados por la enfermedad, con excepción de uno de los empleados (Patricio Contreras), al tiempo que él empieza a padecer los primeros síntomas. Calzada pone a sus personajes en un universo donde realidad e imaginación se vuelven indisociables debido a una serie de presencias ominosas y de situaciones sobrenaturales. Portador de un correctísimo diseño de producción y con una notable factura técnica, el film es entretenido, eficaz y atrapante. Más allá de que algunos agujeros en la historia y un uso por momentos excesivo de la música terminen nublando el resultado final, Resurrección valida una vez más la tendencia de que el cine argentino de género está en constante expansión.
"Resurrección" es el resultado del gran trabajo de Martin Slipak, protagonista de la peli y de su director, Gonzalo Calzada. Un género al que no estamos tan acostumbrados en el país como lo es el terror gótico y que si queres saber de que va, tenes que ver esta realización. Patricio Contreras, Adrian Navarro y Vando Villamil son el plato fuerte de la peli, al igual que el personaje escalofriante que interpreta Ana Fontán con una altura actoral destacable. La casona utilizada como set es un gran personaje durante todo el trayecto... ¡y que miedo! La fotografía e iluminación: para premiar, las locaciones: impresionantes y todo el tramo final de la peli, más que interesante. Un aplauso para Gonzalo Calzada y otro para nuestro cine nacional y realizadores que apuestan a géneros que no estamos acostumbrados a ver en nuestro idioma.
Interesa cuando revela su costado sobrenatural La idea es buena. Una película de terror en los tiempos de la fiebre amarilla que asoló a Buenos Aires en la década de 1870, con un curandero diabólico encargado de ofrecer un remedio nada recomendable para evitar esa muerte horrible y por entonces casi segura. Lamentablemente, el bajo presupuesto no permite que la historia lleve al espectador realmente a la ciudad diezmada por la plaga. En cambio, muestra a un seminarista que tiene una visión en Córdoba y decide ir a la capital como voluntario, pero se detiene en el camino en "El Paraíso", la quinta de su familia, donde descubre que los criados han saqueado la casa antes de huir, que su hermano médico ha sido contagiado, y su cuñada esta desquiciada y vive encerrada con su sobrina en la capilla para no contagiarse. Hay un único criado fiel que domina toda la situación, ocupándose especialmente de evitar que un curandero entre en el lugar. En términos de cine de terror, esto vendría a ser una especie de "La máscara de la muerte amarilla", guiándose por las películas de Roger Corman sobre Edgar Allan Poe. Claro, hay apenas un puñado de actores y una locación única, y la historia es interesante, pero se mueve lentamente antes de revelar por completo su costado sobrenatural, más tenebroso que auténticamente terrorífico. La dirección de arte y la fotografía son de muy buen nivel, la música a cargo de Supercharango es asombrosamente buena, y hay un par de actuaciones notables de Patricio Contreras (el criado fiel) y Vando Villamil (el curandero). "Resurrección" no es del todo pareja, pero es original, y tiene lo suyo.
Es curioso que cuando un director apela al cine de género, habiendo ya transitado el camino con buenos resultados, no pueda evitar caer en lugares comunes o potenciar aspectos del relato que quizás le posibilitarían reforzar su propuesta. En “Resurrección” (Argentina, 2015) Gonzalo Calzada se queda a medio camino del terror gótico y de la trama siniestra que involucra hechos históricos y termina por generar un filme que va perdiendo su identidad a medida que avanza el metraje. Hay un gran trabajo actoral por parte de la dupla protagónica (Martin Slipak/Patricio Contreras), pero que se disuelve con intervenciones de otros personajes (Ana Fontán, Diego Alonso, Vando Villamil) que no logran terminar de apropiarse del sentido de la historia. En “Resurrección” el regreso de Aparicio (Slipak) al pueblo, luego de haber estado oficiando en campaña como cura, hace que el lugar se revolucione, principalmente cuando el joven decide visitar a su familia, la que, golpeada por la peste (fiebre amarilla) se encuentra dividida. Mientras su hermano (Adrián Navarro) se encuentra en el viejo caserón familiar, su sobrina y su cuñada se encuentran encerradas en una capilla a la espera de una cura para el mal que diezma el lugar. Aparicio sin saberlo, se acercará a ambos, y pese a las advertencias del casero (Contreras), un ser controlador y que todo el tiempo sospecha de todo el mundo sobre una posible invasión al domicilio, lugar en el que trabaja desde hace muchos años. Así, el joven deberá acompañar a su hermano en sus últimos días, enfrentar a aquellos que quieren irrumpir en la casona y también desentrañar el extraño alejamiento de las mujeres que en la capilla por las noches reclaman su presencia. Hombre de fe, pese a su hábito y conocimiento, la fe comenzará a desmoronarse ante la dura realidad con la que se encontrará, la enfermedad también se ha apoderado de su cuerpo. Entre fiebre, tos, sangre y la amenaza latente de su fallecimiento, Aparicio decidirá aceptar la misteriosa solución que un extraño curandero (Villamil) le ofrece, sin saber que esa cura milagrosa será su propia sentencia de muerte. “Resurrección” repite esquemas y fórmulas, apoyándose en una primera parte descriptiva y contenedora que luego se dispara hacia lugares obvios en los que ni siquiera la cuidada reconstrucción de época puede apoyar el relato. Hay latente una lectura simil Julio Cortázar de su relato “Casa Tomada” en la que la sombra de las clases populares avanzando en la elite económica y social de Buenos Aires pueden disparar algunos puntos interesante sobre la narración, pero rápidamente son dejados de lado para enfocar la historia hacia un lugar mucho más clásico que le quita fuerza a la propuesta. “Resurrección” podría haber sido un contundente relato sobre una de las etapas más dolorosas de la historia Argentina, una en la que cuestiones ajenas al hombre terminan demostrándole una vez más su mortalidad y finitud, pero no, Calzada decide dejar de lado esto para enumerar situaciones ya vistas en un contexto que no ayuda a que el filme termine por cerrar correctamente su curva dramática y precipite la resolución de todo. Fallida.
Relato gótico y fiebre amarilla El estreno de Resurrección, tercer largo de Gonzalo Calzada, tiene lugar en un momento en el que el cine de género se encuentra en alza tras el éxito de crítica y público de Kryptonita, cuarto trabajo de Nicanor Loreti, y con el cine de terror funcionando como plataforma de lanzamiento de una movida que en los últimos diez años se ha ido ganando su propio espacio dentro de la producción vernácula. Por empezar, esta película representa una interesante aproximación al relato gótico, veta poco frecuentada tanto por el cine argentino como por la literatura. Escasez que, al menos en el cine, tiene que ver más con las dificultades de producción que este tipo de historias demandan que con una falta de interés de los cineastas locales. Para una industria en ascenso, como la del cine argentino de los últimos tres lustros, pero que todavía acostumbra a trabajar con presupuestos por debajo de las necesidades reales, este subgénero representa un reto difícil. Aunque resulte paradójico, la forma en que dicho desafío ha sido resuelto en Resurrección representa el mayor éxito de una producción casi impecable.El relato transcurre en el año 1871, durante el brote de fiebre amarilla que, a la postre, resultó la peor epidemia que haya tenido lugar en Buenos Aires: un contexto ideal para narrar un cuento truculento. Pero si los detalles de aquella realidad proponen desde el comienzo un escenario histórico espantoso por derecho propio, la trama sobrenatural irá imponiendo de a poco sus condiciones para llevar la pesadilla algunos pasos más allá. El vehículo para dar el paso que va de una lógica realista hacia otra de neto corte fantástico es su protagonista.Aparicio (Martin Slipak) es un joven diácono que, a punto de ser ordenado sacerdote, regresa de Corrientes a Buenos Aires (el mismo camino que se supone hizo la peste una vez finalizada la Guerra del Paraguay, en 1870), para brindar ayuda a los voluntarios que luchaban contra la epidemia en total soledad, sin siquiera el apoyo del estado, ya que hasta el presidente Sarmiento y su vice Adolfo Alsina habían abandonado la capital para ponerse a salvo. Pero Aparicio decide pasar primero por la quinta familiar en las afueras de la ciudad para ver cómo están los suyos. Y se encuentra con lo peor: su hermano agoniza, su cuñada se ha encerrado con su sobrina en la capilla familiar y el inquietante Quispe (Patricio Contreras) es el único criado que permanece fiel, defendiendo a la finca de los saqueadores.Calzada logra sacar buen rédito de unas locaciones perfectas y un muy destacable trabajo de fotografía, maquillaje y diseño de arte, lo más difícil en un film de época. La labor del elenco también se encuentra entre los méritos. Los problemas de Resurrección tienen que ver con cierto enredo narrativo. Por un lado, la dificultad para dejar claras algunas superposiciones entre realidad y fantasía, haciendo que la trama de a ratos se vuelva confusa. Por otro, una voluntad explicativa que sobreviene en el tramo final, como si se temiera que las numerosas vueltas de tuerca hubieran convertido al asunto en un laberinto del que es imposible salir sin ayuda.
Sólido exponente de terror gótico nacional. Cuestión de fe El cine de género nacional continúa en expansión y esta vez la propuesta llega por el lado del terror, más específicamente por el lado del terror gótico. Género sin dudas relegado dentro de la filmografía argentina pero donde la película de Gonzalo Calzada (también guionista del film y su novelización) llega para cubrir ese vació. Calzada no es ajeno al cine de género, ya que en el 2012 estrenó La Plegaria del Vidente, interesante thriller/policial protagonizado Gustavo Garzón, que contaba -libremente- los crímenes reales perpetrados por el asesino serial conocido como El Loco de la Ruta en la ciudad de Mar del Plata. Por su lado, el terror gótico tiene una larga tradición que se remonta casi a los comienzos del cine, pero que llegaría a su máximo esplendor durante la década del 60 (incluso finales del 50 y principios del 70) de la mano de Roger Corman en Estados Unidos, y los estudios Hammer en Inglaterra. Incluso en España se produjeron grandes películas del género durante esos años. Pero no es casi hasta nuestro días cuando el cine nacional por fin comienza a salir de los géneros en los que solía sentirse cómodo, y comienzan a llegar de manera periódica films (producidos en su gran mayoría de manera independiente) poco usuales en nuestras pantallas. Siendo Resurrección una de las propuestas más ambiciosas hasta el hoy. Buenos Aires. 1971. Son los tiempos de la fiebre amarilla y se vive la epidemia más grande que haya visto el país. Aparicio (Martín Slipak) es un joven sacerdote que parte de Córdoba hacia la capital para ayudar a los enfermos. En el camino se detiene en la hacienda familiar a las afueras de la ciudad y se sorprende con lo que encuentra. La casa fue saqueada por los criados y sirvientas quienes escaparon cuando la fiebre comenzó a infectar a sus habitantes, la esposa de su hermano y su sobrina viven encerradas en la capilla por miedo a contraer la fiebre y su hermano su encuentra en cama al borde de la muerte. El único que todavía permanece a su lado es Ernesto (Patricio Contreras), un supersticioso criado que vivió casi toda su vida en esa casa. La situación obliga a Aparicio a quedase en la hacienda e intentar ayudar antes de partir a hacia Buenos Aires, pero comienzan a darse extraños sucesos que harán que el joven sacerdote enfrente sus miedos más profundos mientras cuestiona todas sus creencias. Como todo buen relato gótico, en Resurrección encontraremos personajes atormentados en un imponente caserón, con el folclore de la época jugando un papel fundamental, y un misterio que habrá que resolver antes de que sea demasiado tarde. Los excelentes trabajos de arte, vestuario y fotografía, sin dudas ayudan a Calzada a contar su historia de la mejor forma posible, dando como resultado una película cuidada y visualmente atractiva. El guión maneja un ritmo preciso y acorde al relato, no se apura pero tampoco llega a aburrir, con un buen manejo del suspenso, brindando información de a poco y nunca explicando más de lo necesario. Martín Slipak tiene la oportunidad de luciese en el rol del confundido sacerdote Aparicio y no la desaprovecha en lo más mínimo. Un papel difícil incluso para los más experimentados pero donde el joven actor se desenvuelve sin ningún tipo de problema, transmitiendo el miedo, la agustina, la confusión y la locura que bordea a su personaje. Mientras tanto, Patricio Contreras le tira toda su experiencia encima al personaje de Ernesto, el fiel sirviente de la familia de Aparicio que podría no ser tan fiel como dice ser. Y en los roles secundarios tambien encontramos buenos trabajos de Ana Fontán, Lola Ahumada y Vando Villamil, como un misterioso curandero que llegará para alimentar el misterio y la confusión que envuelven el relato. Conclusión Resurrección es una más que interesante adhesión al género del terror gótico más clásico y, ya desde su estreno, una rara joya dentro de la filmografía nacional. Tiene una factura técnica de primer nivel y grandes interpretaciones de Slipak y Contreras, bien acompañados por un elenco de secundarios. No caben dudas que lo nuevo Gonzalo Calzada es una propuesta que dejará satisfecho a los amantes de las buenas historias que se desenvuelven lenta pero sutilmente, y donde los personajes son atormentados tanto por sus propios demonios como por otros más reales.
Written and directed by Gonzalo Calzada and set in Buenos Aires in 1871, the Argentine feature Resurrección tells the story of Aparicio (Martín Siplak), a young priest who after undergoing a mystical experience sets out to help those infected with the deadly plague. But before arriving in Buenos Aires, Aparicio unexpectedly visits his family house and the scenario he finds is more than unsettling: almost everybody has died. And those who survive are not in good shape — just like the large, abandoned old family house. Soon, more mystical experiences take place and in due time Aparicio starts questioning the nature of his own fate as well as the meaning of life, all the more so in view of such a dreadful panorama. Consider that resurrection in times of the yellow fever comes at a high price. Calzada’s opus belongs to the fantastique and more precisely it would fall into the realm of horror. However, such labels do not do it full justice. The imminence of death in a doomed universe, the appearance of ghosts, supernatural happenings and a small dose of fear are just elements to draw a larger picture with existential resonances. In a sense, Resurrección is a study of a character sunk in an acute crisis with himself and his environment. Whereas there are certain assets from an aesthetic point of view, namely the accomplished cinematography that creates a nightmarish world with very much darkness and an ominous atmosphere, the art direction that recreates quite well the period, and the sound design that gives the film its feeling of underlying tension, the story itself has a very hard time at being dramatic and gripping. Resurrección is a film that looks good, but has not much of a pulse. Like its characters, it’s infected and on the verge of dying anytime soon. Too talkative, quite devoid of suspense, with long stretches where little happens, an overall sense of tediousness, and too explanatory for its own good, Resurrección is far from the film it might have been. Add the fact that the characters are not exactly what you’d call developed and that Siplak delivers an unconvincing performance, what you have is a perfect storm. Production notes Resurreción (Argentina, 2015). Written and directed by Gonzalo Calzada. With Martín Slipak, Patricio Contreras, Vando Villamil, Adrián Navarro, Diego Alonso, Ana Fontán, Lola Ahumada. Cinematography: Claudio Beiza, Miguel Caram. Art direction: Sebastián Roses. Editing: Alejandro Narváez. Running time: 110 minutes. @pablsuarez
El director y guionista Gonzalo Calzada vuelve al cine de género, algo iba mostrando en Luisa” (2008), luego en “La plegaria del vidente” (2012) y ahora en esta nueva entrega profundiza más aún su estilo. La historia se apoya en un país en el que la fiebre amarilla trae la muerte y el caos. Los pobladores tenían miedo ante tal situación y se enfrentaban al demonio. Muestra el temor de un hombre frente a la incertidumbre, la desolación, el sufrimiento, la pérdida, la angustia, la crueldad y la fe. Todo bajo un ambiente tenebroso, intrigante, satánico, espíritus, contando con una estética imponente, oscura y bien gótica. Un buen elenco: Patricio Contreras, Martín Slipak, Vando Villamil, Adrián Navarro, Diego Alonso, Ana Fontán y Lola Ahumada. El exceso de tanta sangre llega a repugnar un poco. Una apuesta nacional a los clásicos de terror.
Plaga infernal Que uno de los primeros estrenos nacionales del año sea una película de terror, y no sólo de terror, sino también de época, es algo bienvenido. Indica que géneros que hasta hace no más de 10 años eran periféricos y a menudo ignorados en el cine nacional, han logrado tener un peso que los ha llevado a tener mayor consideración en el circuito comercial (o mainstream). Por supuesto, esto va acompañado de realizadores que han sabido no sólo contar una historia, sino también tomar los códigos del género y hacerlos propios con el profesionalismo que se necesita para su exposición en las principales salas del país. El caso de Resurrección, film de Gonzalo Calzada, es sin duda un caso particular más allá de sus irregularidades, que no le impiden -sin embargo- ser un film recomendable. Resurrección se sitúa en la Buenos Aires del Siglo XIX, azotada por una plaga de fiebre amarilla que ha diezmado a gran parte de la población, llevando a la desesperanza y la anarquía. En ese contexto, un cura interpretado por Martín Slipak decide dirigirse desde un monasterio de Córdoba hacia Buenos Aires para emprender una misión mística y darles salvación a los cuerpos de los afectados por la enfermedad. Cuando llega y finalmente confronta la situación con su familia, encuentra un panorama desolador que lo lleva a entrar en crisis con sus valores y el sentido de su misión. Cómo en todo film de terror gótico con elementos sobrenaturales, la cuestión de la crisis de fe es central, no sólo para definir al protagonista, sino también para definir a un determinado contexto social. Por supuesto, la película se encarga de dar los giros necesarios para que cuestionemos incluso aquello que nosotros creemos sobre los personajes. Al igual que en La plegaria del vidente, policial negro que se focalizaba en el caso de “El loco de la ruta”, tenemos personajes centrales en crisis que terminan cayendo por el peso propio de sus obsesiones. En este sentido, el relato estructurado en cuatro partes cierra de forma más solida que en La plegaria del vidente, a pesar de contar hacia el final con un largo flashback que reconstruye las partes del film que responden a la intriga. El problema es que esta intriga no siempre logra sostenerse a lo largo de los poco más de 100 minutos, que terminan resultando densos, entre diálogos que por momentos suenan forzados e impiden que la película fluya con mayor solvencia. Otras irregularidades pueden observarse en las actuaciones: a pesar de su versatilidad, Slipak, actor que ya ha abordado varios géneros sin problemas, se encuentra por momentos sobreactuado y eso resta verosímil a la progresión de su personaje a lo largo de la primera parte del film (Pasión). Por otro lado, Vando Villamil se encuentra en un registro caricaturesco que atenta contra la propia incógnita que resulta su personaje -en particular en su primera aparición-, mientras que Patricio Contreras hace todo lo contrario: sorprende con sutileza a lo largo del film para que cuando se termina de resolver la trama resulte algo inesperado. Mucho del atractivo del film se encuentra en el apartado visual. No sólo hay un trabajo de reconstrucción histórica exhaustivo, sino que el lineamiento clásico del film rescata una composición elegante de los encuadres: cuando no hay desplazamiento, no hay un sólo fotograma que no transmita información que enriquezca el relato. Mención aparte para la brillante introducción con dibujos de esa leyenda del comic nacional, Enrique Breccia. Por otro lado, también podemos encontrarnos con algunas secuencias de acción donde la edición resulta anti-climática y confusa o travellings que no terminan de ser orgánicos a una secuencia (pienso en algunos exteriores de la casa, por ejemplo). Tan audaz como irregular, pero sin pasar desapercibida por su cuota de originalidad, Resurrección es un film que más allá de sus falencias merece ser visionado como el puntapié de lo que esperamos sea la cosecha de films de igual calidad a lo largo del 2016 en el panorama del terror.
Evocando a los orígenes del género se estrena Resurrección, un filme de terror gótico, ambientado en la Argentina de 1871, cuando la fiebre amarilla hace estragos, y la fe católica adopta ribetes sobrenaturales. En este ámbito oscuro y hastiado de muerte, los mitos del folklore y la creencia se licuan para hacer carne al mismo diablo y encontrar un motivo para mitigar tanta perdida. Instado por el llamado de Dios, a través de videncias y estigmas, el Padre Aparicio (Martin Slipak) decide irse de Córdoba a brindar su ayuda a los enfermos, donde se encuentra el peor foco, en Buenos Aires. En el camino pasa por su casa familiar para advertir si todo está en orden. Allí encontrará el caos, y a la enfermedad carcomiendo a cada uno de los empleados, incluyendo a su hermano. Su pequeña sobrina y su cuñada se encuentran encerradas en la capilla de la estancia, en un estado de cuasi locura, por temor al contagio. El único invulnerable es Quispe (Patricio Contreras), el hombre de confianza de la familia, quien cuida la casona. Traigo a colación la narrativa gótica porque en el filme, estética y argumentalmente, podemos encontrar sus características. Una ambientación romántica con paisajes sombríos y tenebrosos, con sótanos y tumbas, pasadizos secretos, una maldición familiar, y también los ecos de las voces fantasmales. Elementos sobrenaturales que conforman el imaginario, llevados a escena como una especie de delirio y ensoñación, donde se trastorna toda clase de límites con la realidad. Mientras la película flota en esa paranoia de no poder dilucidar si Aparicio sueña, delira o las cosas realmente pasan, se fortalece. Pero cuando se trata de explicar razonadamente, tal manual de detective, el porqué de lo sucedido, el relato pierde eficacia. Argumento que se aproxima más al pensamiento dominante de la Ilustración, al cual, recordemos, reacciona la corriente gótica, tanto estética como filosóficamente. A pesar de este traspié argumental, hay que enfatizar el notable nivel de producción. Una fotografía y una ambientación impecable. El vestuario, la iluminación, los decorados, nada queda librado al azar. El arte en su conjunto demuestra una calidad de detalle pocas veces visto. Otro aspecto acertado es la dialéctica actoral que se conforma entre Martín Slipak y Patricio Contreras. Si bien la solidez del chileno puede poner en relieve cierto amateurismo en Slipak, ambos tienen química como dúo actoral, y sustentan así la mayor parte del filme. Filme que demuestra el crecimiento del cine de género en nuestro país. Por María Paula Rios @_Live_in_Peace
Ambientada en la epidemia de fiebre amarilla que sufrió Buenos Aires en 1871, la película cuenta la historia de Aparicio (un impecable Martín Slipak), un sacerdote que viaja hacia la ciudad -epicentro de la crisis de la cual todos huyen- por designio de Dios. En el camino, pasa por la estancia de su familia, donde encuentra un panorama completamente desolador: criados huyendo con objetos de valor, su hermano Edgardo (Adrián Navarro) agonizando víctima de la peste, mientras que su cuñada y su pequeña sobrina (Ana Fontán y Lola Ahumada) están encerradas en la capilla familiar, como si el encierro en ese pequeño pedazo de tierra bendita fuera a salvarlas de la epidemia. Tras la muerte de Edgardo, Aparicio cambia de planes varias veces, priorizando a veces la fe, otras veces la familia, entrando en una espiral de hechos que no sabe con certeza si sucedieron o si son los primeros síntomas de la fiebre amarilla que también se apodera de él. Por momentos logra apoyarse en Quispe, el impecable criado interpretado por Patricio Contreras, y en otras oportunidades lo percibe como un traidor que orquesta las muertes a familiares para quedarse con las tierras. Completa la sensación general de miedo, de incertidumbre y de cercanía a la muerte, la aparición de El Correntino, un curandero en la piel de Vando Villamil, de quien no se conocen sus verdaderas intenciones. Así, a grandes rasgos evitando cualquier tipo de spoiler, transcurre la trama. Justamente el descubrimiento, la ambigüedad y las revelaciones son elementos fundamentales en la construcción de la historia. Desde el comienzo de la película queda en claro que las cosas no son como parecen, y en el transcurso de la misma los misterios se van develando... o no. Escrita y dirigida por Gonzalo Calzada (La plegaria del vidente, Luisa), Resurrección se convierte en una excelente propuesta, un film fuera de lo común dentro del cine de género nacional. Su ambientación y su diseño de arte, firmemente plantados en el mundo gótico, son minuciosamente precisos y prolijos, mientras que la fotografía (a cargo de Alvaro G. Montalvo) logra generar el clima de terror requerido por la trama. Es importante mencionar ambos aciertos técnicos, porque no es nada fácil recrear períodos históricos y menos aún sin contar con un presupuesto multimillonario. Imagino que detrás de cada objeto y pieza de vestuario que aparece en pantalla, hay en realidad un objeto contemporáneo que fue modificado para dar con la estética correcta. Y que "no se note" el truco, que parezca que efectivamente estamos a fines del 1800, ayuda a dar un salto de calidad enorme a la cinta. No hay nada berreta, nada bizarro, nada que distraiga, lo cual -con un presupuesto acotado- es un doble mérito. Otro punto a favor son las actuaciones: Slipak y Contreras realmente hacen un trabajo impecable sosteniendo toda la película, ya que el eje principal de la acción pasa por ellos dos. Quizás algún personaje secundario se encuentra en un tono un poco más teatral y exagerado que el resto, pero con apariciones más acotadas se restringe su accionar a unos pocos minutos en pantalla. Para concluir, vale la pena mencionar la secuencia de los títulos iniciales, con ilustraciones realizadas por el mundialmente reconocido historietista argentino Enrique Breccia. Los más maduritos conocerán el trabajo de Breccia de las revistas D'Artagnan y Fierro, promediando los '80, mientras que los más jóvenes lo tendrán de algunos trabajos para Marvel (X-Force, Uncanny X-Men), DC (Batman: Gotham Knights) y hasta Vertigo (una novela de Lovecraft). Un verdadero lujo. Detrás de Resurrección hay una pregunta teológica, una invitación a la reflexión sobre la existencia y los alcances de Dios, y -mas allá de la posibilidad de poder asistir a una interesantísima historia con una muy buena ejecución técnica- lo que realmente vale la pena del film de Gonzalo Calzada es justamente eso. ¿Cuántas veces salís del cine pensando qué vas a cenar? Muchas, ¿no es así? Bueno, eso habla de películas vacías de contenido. Acá salís cuestionando tu propia fe, y convengamos que es una reflexión que si no te empujan a hacerla... no, no la haces. VEREDICTO: 8.0 - REVELADORA En una hora y media de duración, Resurrección logra contar una historia sumamente atrapante, concreta, de alcances más espirituales que tangibles, y con el aliciente de anclarse en un período histórico real pero poco visitado por nuestro cine, como lo fue la epidemia de fiebre amarilla. Muy recomendable.
“Resurrección” va en la línea de los buenos relatos góticos. Como “La dama de negro”, “Sleepy Hollow”, “La cumbre escarlata”, “La caída de la casa Usher”, “Drácula”, y hasta “El fantasma de Canterville”, en su vertiente irónica, apelan al miedo con algunos elementos comunes: enormes mansiones semiderruidas, fantasmas, desapariciones y fenómenos inexplicables. En síntesis, el bien contra el mal, lo sobrenatural contra la razón. Gonzalo Calzada en su tercera película dosifica el misterio de una historia que tiene todo para no defraudar a los amantes del género: un seminarista de una rica familia deja su lugar seguro en otra provincia para ir a ayudar a las víctimas de la fiebre amarilla que se desata en Buenos Aires en el siglo XIX. Camino a la Capital, pasa por su casa, un elegante caserón en el medio del campo donde viven su hermano, su mujer, su hija y un encargado. Pero lo que encuentra es la casa saqueada, desolación, enfermedad y muerte. Su hermano se contagió, su mujer y la hija se recluyeron en una capilla y el intrigante casero, guardián de las tradiciones de una familia a la que le debe todo o que le ha quitado todo, y que parece decir menos de lo que sabe. Dividida en capítulos, y con algunos climas acentuados en exceso, los personajes de Martín Slipak, como el seminarista, y Patricio Contreras, en el personaje del casero, llevan adelante el relato de manera casi exclusiva. Se trata de un duelo de dos personajes antagónicos, entre los cuales no están ajenos los conflictos de clase, en un contexto que añade creencias y devociones populares, muy bien resuelta técnicamente y con una cuidada puesta en escena.
Un nuevo film de terror Argentino llega al cine con Resurrección de Gonzalo Calzada. El cine de terror suele ser el peor de los géneros retratados en el cine argentino. Por problemas de presupuesto, malas actuaciones y/o guiones no muy bien trabajados, suele causar más gracia que miedo. Por suerte este no es el caso de Resurrección. Resurrección es un producto de género que toma todos los recaudos a su alcance por ser la mejor película posible, y lo logra. Aparicio (Martin Slipak) es un joven cura que, guiado por una visión divina, se dirige hacia una buenos aires devastada por la fiebre amarilla en 1871. De camino pasa por la estancia de la familia, donde aun vive su hermano con su familia. La estancia esta hoy en un claro deterioro y la enfermedad parece ser la causante del mismo, aunque a medida que Aparicio avance en su trato con el cuidador de la estancia, el enigmático Quispe, compuesto con maestría por Patricio Contreras, se irá dando cuenta que las cosas tienen más vericuetos de los que el llega a comprender. El principal punto fuerte de esta película reside en el guion, muy cuidadoso y climático, que se toma el tiempo suficiente para que el espectador entienda el contexto en el cual se desarrolla la trama, una realidad absolutamente ajena a la que cualquiera de nosotros hoy día podemos conocer. A medida que Aparicio se va adentrando en esta tragedia que azota a un país, su propio bagaje se pondrá en juego, dando casi sobre el final de la película, el giro de argumento donde la mayoría del cine de terror pierde y que Gonzalo Calzada logra acá mantener con mucha altura. Sin lugar a dudas, merece una mención muy especial el departamento de arte, a cargo de Sebastián Roses. La reconstrucción de época es perfecta, el trabajo realizado sobre los personajes y la ambientación de los decorados es perfecto. Y no solamente en lo que a la época se refiere, sino también a los climas que con eso se permite generar. Resurrección no es una película perfecta, es simplemente un muy buen producto de terror en un país donde casi nadie sabe cómo encarar el género. Recomendable para aquellos que disfrutan de un buen relato.
En 1994, el director de cine de origen polaco Krzysztof Kielowski estuvo en nuestro país para dar una serie de charlas, cuando alguien le preguntó sobre que quiso decir respecto de su trilogía “Tres colores” (“Blue, blanc, rouge”) él respondió que….” todo lo que quiso decir esta en los filmes de referencia, si tiene que explicar algo, entonces la película no funciona”…. Este preámbulo viene a cuento pues antes de la función para la prensa “especializada” el director argentino Gonzalo Calzada vino a explicar algunas cuestiones de su producción, entre ellas definir a su filme como dentro del cine gótico, entendido este como un género independiente. Partamos de la base que, en principio, nos alegra que se tomen riesgos, en segundo lugar, que se incursione en otras estética, y tercero, que en realidad es un subgénero del cine de terror, por lo cual debería funcionar como tal, situación que no se produce. Pero vayamos a las definiciones, aclarando que lo más valorado de la producción es la fotografía, y las actuaciones de Vando Villamil y Patricio Contreras. Uno de sus puntos mas flojos es la performance actoral de Martin Slipak, cuyo Aparicio, el personaje principal, carece de cualquier tipo de matiz, posiblemente por la construcción y desarrollo del personaje, incluyendo la dirección de actores, más que por los recursos de actor. Hecho que se fundamenta con el resultado obtenido por los demás actores, especialmente en la niña Lola Ahumada, poseedora de un rostro muy sugestivo aquí desperdiciado. ¿Qué determina a éste subgénero? Principalmente el espacio físico, ambientes cerrados, asfixiantes, tales como castillos en ruina, esto esta, en cambio la atmósfera del lugar donde se debería librar la batalla entre el bien y el mal, por la manera en que se eligió mostrar, brilla por su ausencia. Si bien la penumbra, lo difuso, lo irreal, aparece, se debe a un muy buen trabajo de fotografía. La dirección de arte teniendo el lugar correcto se desperdicia por lo que podría catalogarse de nimiedades, pero no lo son, por ejemplo un cadáver colgando debe parecer una cadáver colgando y no mostrarse como un muñeco de trapo. En este punto, esta escena se repite varias veces sin agregar información alguna, ergo, es un elemento más para el aburrimiento. Por otro lado, el regodea sobre los cimientos del edificio, paneos constantes hasta el hartazgo, deberían haber tenido en cuenta que los cerámicos mostrados en plano detalla son de finales del siglo XX, mínimo, sabiendo que toda la acción transcurre en 1871. La historia se centra dentro de lo que fue la cuarta epidemia amarilla en la ciudad de Buenos Aires, que produjo miles de muertes. Es en tales circunstancias que el joven cura Aparicio, decide retornar a Buenos Aires para dar su ayuda por estos acontecimientos, pero deteniéndose en la quinta familiar durante el viaje, descubriendo que el presente de su familia no podía ser más desolador, los que no habían muerto, estaban enfermos. Decide quedarse para socorrerlos, y así comienza su calvario: enfermedad, delirio, traición, lealtad, la muerte, el diablo o el curandero, el pacto. Una sarta, dicho en tono sarcástico por lo no creíble, de sucesos insospechados lo asedian y lo detienen en el lugar, hechos que lo descubren vacilando por su gestión de servicio religioso, de sus dogmas y de su fe. La realizació intenta constituirse en una especie de mezcla entre el cine fantástico y el cine de terror, pero no consigue ni una cosa ni la otra, lo que sí logra es banalizar lo que fue en su momento la cultura campesina por el mito de “San la muerte”, “los aparecidos”, “el curandero del pueblo”, etc. Narrativamente prolija, pero sin un conflicto bien instalado ni desarrollado, con una cadencia sin progresión dramática, elementos que aisladamente producen tedio en el espectador, agregándole situaciones que se repiten hasta el hartazgo, sumándole un diseño de sonido ampuloso, pretencioso y con menos matices que Jean Claude Van Damme, cerrando con un personaje explicándole todo lo que acabamos de ver al personaje principal y a nosotros. Cartón lleno.
Escuchá el audio (ver link). Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Resurrección: la música del infierno Resurrección es una película de Gonzalo Calzada, que ya había incurrido en el thriller sobrenatural con La Plegaria del vidente. En este caso, está escrita y dirigida por él, y se enmarca en el género de terror gótico. En nota anterior de esta revista, un colega explicaba que una de las definiciones del cine barroco es su estética cargada. La cantidad de niveles estéticos presentes en cada plano podría agregarse: escenografía, vestuario, maquillaje, efectos sonoros, música, actuación. Los planos de Resurrección me hacen acordar al cine expresionista, por esa desmesura de la puesta en escena al servicio de sacudir los sentidos en el espectador. Necrofobia de Daniel de La Vega iba en la misma línea, tanto por el subgénero en el que se enmarca, así como por este barroquismo de las formas cinematográficas. En resumen, la operación de la película de Calzada es hacernos descender al infierno de la carne. Se sitúa en tiempos de la fiebre amarilla, a fines del siglo XIX en Argentina, haciendo desfilar rostros cadavéricos, teñidos de amarillo pálido, y que escupen sangre negra con cada arranque de tos convulsa. Un primer hallazgo de esta obra: producir tensión a partir del contacto con una situación repulsiva. El mismo protagonista, un cura idealista en la piel de Martín Slipak, siente miedo de acercarse a su propio hermano, porque puede contagiarse con el mínimo contacto físico. Férreamente convencido de que tiene la misión de salvar a quienes lo rodean en medio de semejante catástrofe, el religioso representado por Slipak se apoya en la exageración de las poses actorales, en un tono fuertemente melodramático. Pero también la música es desmedida: hay violines, algo que parecen voces distorsionadas ejecutando melodías circulares, en fin, toda una orquestación de múltiples sonoridades absolutamente liberada a esa danza de imágenes infernales. Hay quienes sostienen que el cine es la síntesis de todas las otras artes. En un encuadre se sintetiza el poder de la pintura; con una mansión de estilo victoriano como locación, se pone rápidamente en escena la magia tridimensional de la escultura; acompañando las escenas con acordes, se despliega la potencia emotiva de la música; y con los parlamentos de un actor, se lleva a la pantalla el delicado arte de la poesía (el monólogo del criado, actuado por Patricio Contreras, contándole su pasado al cura, es excelso por su economía de palabras y la forma en que está recitado). La lista podría seguir seguramente, como lo demuestra el hecho de que los títulos iniciales de la obra estén acompañados por ilustraciones casi surrealistas del dibujante Alberto Breccia. Se destaca también la participación del dramaturgo Mauricio Kartun en el asesoramiento. Es una película con un texto formidable y una puesta en escena sublime por su desmesura y libertad creativas.
El Diablo mete la cola Un film de terror ubicado en la época de la epidemia de fiebre amarilla da lugar a un trabajo soberbio de Patricio Contreras y Martín Slipak La epidemia de fiebre amarilla que azotó a Buenos Aires durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento a comienzos de la década de 1870 no ha sido abordada en el cine local, acaso por tratarse de un hecho dramático al que nadie hasta ahora supo encontrarle la vuelta. Pero todo tiene su momento y fue el director Gonzalo Calzada, el mismo de la recordada "Luisa" y "La Plegaria del Vidente", quien aborda el tema desde el género del terror gótico con una historia en la que Martín Slipak y Patricio Contreras se lucen con dos papeles a los que saben exprimirle el jugo en cada escena que les toca jugar. La historia comienza cuando un joven sacerdote recién ordenado (Slipak) tiene una revelación mística y decide regresar a la Ciudad de Buenos Aires para colaborar en la atención de los afectados por la epidemia de fiebre amarilla. Sin embargo, el joven se desvía de su camino para hacer una parada en la quinta familiar El Paraíso para ver a su familia que allí vive y se encuentra con un panorama desolador: su hermano médico (Adrián Navarro) agoniza mientras el resto de los sirvientes saquearon la casa y su esposa y su hija se refugiaron en la capilla. Sólo Quispe (Contreras) ha quedado en la casa, sirviendo lealmente a sus patrones aunque el religioso comienza a sospechar que sus intenciones no son nada buenas, como lo demuestra el hecho de que haya llevado a la casa a un curandero (Villamil) del que poco se sabe. El film es una de esas pequeñas joyas que surgen de tanto en tanto en el cine nacional y que pasan desapercibidas debido al poco interés (y al incumplimiento de la ley) que ponen en práctica las cadenas de cine locales a favor de otros estrenos que tampoco funcionan tan bien como se espera (caso Star Wars, que es noticia mundial por la baja concurrencia local contra las altas expectativas creadas) y las obligadas nominadas al Oscar que ya comenzaron a llegar y, se sabe, solo ocupan pantallas por esta singularidad porque de recaudar, ni hablar. Lo cierto es que la película de Calzada, la tercera de su carrera, no sólo destaca por actuaciones sino también por la gran puesta en escena y la correcta generación de climas, que aprovecha muy bien no sólo el presupuesto sino también el escenario en el que transcurre la acción y que es una vieja casona muy bien acondicionada. Además, y como si fuera poco, Resurrección también cuenta con muy buenos efectos especiales, generados por computadora y también de maquillaje que acompañan a la historia y suman puntos por demás; y una introducción ilustrada nada más y nada menos que por Enrique Breccia, creador de geniales obras de la historieta argentina como Alvar Mayor y El Sueñero. Lo único que falla en esta producción son los personajes de Fontán y Ahumada, que conspiran contra la historia en sus pocas pero decisivas apariciones, aunque esto es un punto que no hace al total de la crítica sino un simple detalle a tener en cuenta para próximos trabajos. Justamente hace algunos meses, recomendábamos La Cumbre Escarlata de Guillermo del Toro por su gran puesta en escena, actuaciones y generación de climas a costa de un gran presupuesto y en esta ocasión no podemos dejar de hacer lo mismo con "Resurrección" que logra el mismo efecto con muchísimos menos recursos. Recomendable para: los que buscan el estreno de julepe de la semana.