Nació como una propuesta de humor y terror que parodiaba a las películas y los clichés del género y ahora es casi una auto-parodia para los fans de la saga que seguramente gozaran con esta entrega sangrienta, frenética, llena de giros inesperados y en otro escenario. Con el regreso de los directores Mat Bettinelli –Olpin y Tyler Guillet y los guionistas James Vanderbilt y Gay Busick. Todo comienza con los cuatro sobrevivientes de la entrega anterior pero a partir de allí se acumulan las sorpresas que nos vamos a rebelar, nadie tiene derecho a sacarles la diversión y los sustos a los espectadores. El cuarteto de jóvenes con la dominante Melisa Barrera y su medio hermana de ficción encarnada por Jenna Ortega (super famosa por su Merlina) más los hermanos de ficción que hacen Jasmin Savoy Brown y Mason Gooding son el núcleo base para que el horror, el vértigo, la acumulación de cadáveres y las más inesperadas revelaciones. Los directores manejan muy bien las escenas multitudinarias especialmente un traslado de los protagonistas en un transporte atestado de gente con mascaras donde se mezclan otros conocidos de pesadilla y una gran escena final que acumula situaciones inesperadas.
Ya no es Woodsboro el escenario de las muertes, sino Nueva York, que ofrece, además de icónicos espacios, la imposibilidad de escape. Tara y Sam se enfrentan a nuevos desafíos, mientras viejos conocidos, como Gale Weathers, agitan al fandom con sangre y más sangre. La épica de la saga original intacta. Divertida y entretenida, además de, obvio, muy sangrienta.
"Scream 6", cada vez más circular De manera inevitable, las típicas referencias de la saga se miran cada vez más en el espejo. Sin llegar a estropear del todo el resultado, el mayor error es abandonar el tono caricaturesco. Como ocurre con otros exponentes del género slasher, el de Scream es un universo expansivo y expansible. Así lo confirma el estreno de su sexta entrega, que vuelve a tener como protagonistas a cuatro de los sobrevivientes del episodio anterior, dos parejas de hermanos. Por un lado están las Carpenter, Sam y Tara, que resultaron ser hijas del asesino de la película original de 1996, dirigida por Wes Craven. Por el otro, sus amigos, los hermanos Mindy y Chad Meeks-Martin. Pero también reaparecen figuras de episodios previos, como el personaje de Hayden Penettiere o la periodista de televisión Gale Weathers, interpretada por Courtney Cox, la única presente en el reparto de todas las entregas. Esta vez no es de la partida Neve Campbell, gran protagonista de la serie, quien se bajó del proyecto por sentir que el salario que se le ofrecía para volver a encarnar a Sydney Prescott no se correspondía con lo que ella le aportó al mundo de Scream durante 25 años. Como es costumbre en la saga, el episodio 6 vuelve a estar lleno de referencias e hipervínculos que remiten a clásicos y películas de culto dentro del género, detalle que una vez más la convierten en una especie de trivia para fanáticos. La nueva entrega también confirma la decisión de hacer que el universo creado por el guionista Kevin Williamson se pliegue cada vez más sobre sí mismo. Lo cual tiene lógica: si una de las grandes contribuciones que hizo Scream al cine de terror fue su carácter metadiscursivo, resulta esperable que, con más de un cuarto de siglo aportando al imaginario slasher, la saga se vuelva una referencia para sí misma. De esta forma, su curva narrativa tiende cada vez más a la circularidad, hecho que se vio potenciado por la inclusión de Stab ("Apuñalar"), una saga similar basada en los “hechos reales” que tienen lugar dentro de los episodios previos, una especie de Scream dentro de Scream que mantiene su presencia desde la tercera película. Lo mencionado hasta acá hace que a priori Scream 6 pueda resultar de interés para los acólitos, en tanto el guión introduce pequeñas variantes sin alterar las leyes propias del universo. Pero todo eso que se menciona como atributos positivos también puede provocar reacciones en el sentido opuesto, en tanto es cierto que la película no hace otra cosa que traer, de forma más o menos imaginativa, un poco más de lo mismo. Con menos slapstick, es cierto. Ghostface siempre fue como el Coyote, en tanto suele recibir numerosos golpes de parte de sus víctimas cada vez que entra en acción y la saga nunca ocultó el costado caricaturesco del asunto. Hasta ahora, lo cual representa una pérdida clara. En la dirección contraria, los asesinatos tal vez sean los más brutales y explícitos en relación a los que ya se vieron en las cinco películas previas, reforzando la herencia italiana del linaje slasher. Que no deja de ser una forma retorcida del humor físico.
La dupla integrada por Matt Bettinelli-Olpin y Tyller Gillet no solo salió airosa en la reinvención de Scream en su “recuela” del año pasado –neologismo que bautiza la amalgama entre secuela y reboot que dio nueva vida al universo creado por Wes Craven y Kevin Williamson-, sino que prosigue un interesante derrotero en esta segunda entrega, tras los pasos de los sobrevivientes de la matanza de Woodsboro y con un vital equilibrio entre el goce slasher y cierta reflexión sobre la violencia contemporánea. Y en esa lógica, hay tres elementos que distinguen a Scream 6 de sus antecesoras: la puesta en escena de una violencia brutal y carente de la habitual estilización de la saga, la irrupción del crimen en espacios públicos y atestados como reflejo de la paranoia por las masacres escolares, y un retrato de la venganza como una exquisita fruta amarga. Esa zona de convivencia entre el villano Ghostface y la amplia galería de sus víctimas es vital para la concepción del crimen y también para el ejercicio de su castigo. La fórmula sigue intacta: escena de homenaje a la saga y presentación de esta nueva entrega con una víctima célebre en el mundo del terror que resulta sacrificada, reaparición del disfraz y el recuerdo de los crímenes anteriores, inicio de las sucesivas matanzas con espectacularidad y juegos de adivinanzas. “¿Cuál es tu película de terror favorita?” vuelve a repetir Ghostface convertido de manera definitiva en el recipiente de las pulsiones criminales y también en el falso dios de ese altar cinematográfico. Esta nueva Scream repasa el culto al género que dio origen a la franquicia –ahora ya declarada- de Craven, pero le da una vuelta de tuerca: lo importante no es solo la réplica de la muerte verdadera en clave cinematográfica sino la pérdida misma de la diferencia entre ambas. “Cuando hundí el cuchillo varias veces sentí que solo era carne”, asoma como una de las principales referencias a ese crudo realismo que impulsa a las multitudinarias puñaladas. Siguiendo la idea del dos como número clave, la película se espeja no solo con Psicosis 2 –a la que reivindica como subvalorada- en el salto temporal respecto a la original y en la madurez de la violencia, sino también con la propia Scream 2 (1997) que ubicaba a los sobrevivientes de Woodsboro en la universidad, entre el fragor de la gran ciudad y las locuras de las fraternidades. La película retiene sus pequeños misterios de identidades y los juegos de enigmas entre personajes y espectadores pero la puesta en escena de los crímenes es impactante, sin golpes de efecto banales sino afirmada en un terror implacable y en continuado. El humor se reafirma en la tragedia subterránea que define a las hermanas Sam (Melissa Barrera) y Tara Carpenter (Jenna Ortega), haciendo a estas nuevas heroínas –sobre todo a Sam- conscientes de su tensa dualidad entre realidad y representación, entre terror y sátira. Matt Bettinelli-Olpin y Tyller Gillet expanden el universo de Scream en clara sintonía con el legado de Craven y el beneplácito del guionista Kevin Williamson, pero consiguen un exponente vital del terror contemporáneo, sin los tics del slasher automático que terminó ahogando a muchas de las sagas de los 80 –algunas de las Halloween, Martes 13, la propia Scream 4- y reactivo a las pretensiones del “terror elevado”. Una digna sucesora de esta nueva era, brutal y terrorífica hasta el final.
Tras los crímenes ocurridos en el pequeño pueblo ficticio de Woodsboro, el asesino enmascarado de la franquicia Scream regresa más sangriento y despiadado que nunca en una historia slasher que los fans del género adorarán. Parece que el tiempo no hubiera transcurrido tan rápido, pero lo concreto es que el filme original, donde por primera vez apareció Ghostface, fue dirigido hace casi 30 años por Wes Craven, todo un especialista en el arte de aterrar a los espectadores con toques de humor negro. A él también se debe la aparición del terrorífico Freddy Krueger, que atormentó nuestros sueños en la saga Pesadilla en lo profundo de la noche. Kevin Williamson, guionista original, ahora está acompañado en su tarea por James Vanderbilt y Guy Busick. Juntos, llevaron la acción a Nueva York, esa enorme ciudad cosmopolita donde se acentúan la indiferencia y la apatía de los habitantes ante cualquier hecho extraño que ocurra en la calle. Allí los directores Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett (los mismos de Boda sangrienta y Scream 5), encontraron lo que buscaban para llevar adelante el que tal vez sea el episodio más sangriento de las andanzas del inquietante homicida. Y lo lograron con creces desde los primeros minutos de la trama, cuando una mujer aguarda la llegada de su cita en un lujoso restaurante. Impaciente, recibe una llamada del hombre que espera y por seguir sus indicaciones, termina en un callejón donde ya sabemos que no debería haber ido. Pero así es el género; nunca hay que ir solo a lugares oscuros. Atormentada Las peripecias del guion siguen a Samantha (Melissa Barrera), quien atormentada por sus pensamientos concurre al consultorio del Dr. Stone (Henry Czerny), en busca de ayuda. Ella y su hermana Tara (Jenna Ortega, la revelación de la serie Merlina, de Netflix) son sobrevivientes de Scream 5 y arrastran un pasado complejo al ser hijas del asesino serial Billy Loomis. En su traslado a la Gran Manzana comparten edificio de departamentos con Mindy (Jasmin Savoy Browne, de Yellowjackets) y su gemelo Chad (Mason Gooding de Con amor, Victor), dos centennials estudiantes de cine, que también tuvieron la muerte en los talones en la anterior película. La protagonista comienza a ser acosada telefónicamente, y las víctimas no tardan en aparecer alrededor suyo. Dispuestos a investigar los hechos intervienen el Detective Bailey (Dermot Mulroney) y Kirby Reed (Hayden Panettiere), la única que quedó con vida en Scream 4, transformada en agente del FBI, dispuesta a hacer justicia. Como todo toma estado público, además reaparece la implacable periodista Gale Weathers (Courteney Cox, ex Friends, con rostro nuevo). Los creadores consiguen atrapar la atención al refrescar lo que ocurrió en las cinco películas previas, construyen momentos de suspenso inquietante como dentro del subte atestado y logran escenas de acción sumamente dinámicas, aunque algunos diálogos ralentizan y resultan demasiado explicativos. Hay un par de homenajes con imágenes de dos clásicos como Los usurpadores de cuerpos y Martes 13 Parte VIII con el despiadado Jason en Manhattan y, al igual que en la primera, un breve e interesante análisis de los elementos que constituyen el cine de terror, en boca de Mindy, experta en ese género. No conviene dar más detalles para no caer en spoilers y eliminar la sorpresa. Solo un consejo: no revele el sorprendente final.
Ghostface se muda a la Gran Manzana. En el año 1996 el director norteamericano Wes Craven, uno de los grandes maestros del cine de género del siglo pasado, realizó Scream: vigila quien llama, una atractiva producción de horror slasher que proponía un adelantado concepto de metadiscurso como medio de renovación de los códigos propios en el género del cine de terror y basado principalmente en la auto referencia de los mismos casi de forma sistemática. Esta primera parte de la franquicia Scream supuso el nacimiento del slasher postmoderno, con las correspondientes brutales muertes a cargo del villano de turno, un incógnito enmascarado de rostro blanco y ropaje negro, más el agregado de un notable componente de comedia irónica y parodia. Para entender mejor esta novedosa idea creada por Wes Craven por aquellos años, en Scream el cine de terror se mira en su propio reflejo para darle una vuelta de tuerca a un momento donde al cine de terror se lo daba por muerto y de paso parodiarse de forma autoconsciente de los temibles horrores que les tocará vivir a las víctimas y a la final girl (última sobreviviente de la matanza, encarnada aquí por la actriz Neve Campbell). Debido al éxito y unánime aceptación de crítica y público tras Scream: vigila quien llama, inmediatamente vendría su continuación, la muy lograda Scream 2 (1997); luego llegaría Scream 3 (2000) y once años después Scream 4 (2011), todas las entregas -que irían disminuyendo en calidad de ideas y recursos- a cargo de Wes Craven. Obviamente los tiempos cambiaron, los espectadores y sus usos y costumbres también y la franquicia Scream, tras el fallecimiento de Craven en 2015, tuvo su renovación en forma de recuela (un concepto audiovisual muy actual que apela a la nostalgia y la intertextualidad, y que se encuentra a mitad de camino entre una remake y una secuela) con Scream (2022) a cargo del tándem de realizadores Tyler Gillett y Matt Bettinelli- Olpin. En esta novel Scream filmada el año pasado casi toda la trama pasaba por la herencia maldita y el destino de las hermanas Carpenter (en obvia referencia a otro maestro del género, John Carpenter), Tara (Jenna Ortega, una de las actrices del momento) y Sam (Melissa Barrera), hijas de uno de los asesinos detrás de la máscara en la primera película de 1996. Las redes sociales también ocupaban un lugar central en el relato y el fandom más radical en las mismas (los haters) destilaban todo su odio en forma de gráficos asesinatos. Tara y Sam sobreviven a esta matanza y para cambiar de aire se mudan de Woodsboro, el lugar de los hechos en toda la franquicia, a la ciudad de New York, más conocida como la Gran Manzana. Pero Ghostface, el icónico asesino, las acompañará. Allí es que comienza la acción en la muy reciente y esperada por los fanáticos del género, Scream 6 (2023), dirigida nuevamente por Tyler Gillett y Matt Bettinelli-Olpin. Scream 6 comienza con la correspondiente escena donde una bella dama recibe la llamada del asesino Ghostface. Posteriormente este le irá preguntando sobre sus conocimientos sobre películas de terror actuales, para luego asesinarla de forma brutal y contundente. La metodología del asesino es regular a la norma: como en todas las películas del subgénero slasher se hará un body-count (contador de cuerpos asesinados), finalmente la identidad del psicópata es descubierta. Pero lo más relevante es que Scream 6 sigue siendo metadiscursiva al cine de terror y esta fórmula, a pesar del paso de tiempo y las variantes, aún funciona. Secuencias como la del subte, donde hay varias personas que lucen máscaras de Ghostface, así lo demuestran. En esta oportunidad también estamos frente a los crímenes más explícitos y sangrientos de toda la saga, seguramente influenciados por un tipo de cine de explotación europeo e incluso de la película Martes 13 VIII: Jason toma Manhattan (1989), uno de los últimos y más decadentes exponentes del slasher clásico. La dupla Tyler Gillett y Matt Bettinelli-Olpin (responsables también de la notable Boda Sangrienta, de 2019) cumplen con el legado del gran Wes Craven. Ese donde se puede seguir asustando y espantando, pero que también permite reflexionar acerca de la violencia actual. El terror elevado, ese donde se siguen las clásicas normas del género, pero con protagonistas llenos de complejidades morales y éticas, tiene en Scream 6 su lugar propio, cómo debe ser y en la brutal actualidad que nos toca afrontar y vivir.
La forma en la que la saga de Scream siempre supo reinventarse es digno de admiración. La franquicia iniciada por Wes Craven en 1996 parecía haber llegado a un final en el año 2011, pero eso estaba lejos de ser realidad. En 2022, la quinta entrega de la saga protagonizada por Ghostface demostró que todavía se puede seguir llevando a cabo buenas películas de terror. Ahora, el asesino nacido en los noventa vuelve, pero no a Woodsboro, sino a la ciudad de Nueva York. Lo cierto es que la capacidad de reinventarse se encuentra explícita en todo el cine de terror. Muchos largometrajes lo lograron, como la saga de Ghostface o la serie de películas protagonizadas por Freddy Krueger (ambas ideadas por Wes Craven). Pero otros quedaron en el camino que las mandará al olvido. Scream se sitúa en el primer grupo de éstas, bajo un lema tácito que permite al asesino seguir participando de cada vez más entregas. La acción de Scream 6 se sitúa en la ciudad de Nueva York. Sigue la historia del grupo de personajes que protagonizaron Scream (2022). Sam (Melissa Barrera) y Tara (Jenna Ortega) Carpenter luchan no solo por adaptarse a una nueva ciudad y una nueva vida, sino a lidiar con su pasado. Una de ellas lo quiere enfrentar a toda costa, pero la otra decide seguir adelante olvidándolo. Los acontecimientos de la quinta entrega de la saga son fundamentales para el desarrollo de esta trama. La nueva entrega de Scream logra con éxito seguir el camino de la saga, pero resulta en una fórmula que ya se está desgastando con seis películas que se organicen de la misma manera. Puede ser cansador para el espectador revisitar la fórmula creada por Wes Craven, pero al mismo tiempo, la película tiene un condimento especial con el que engancha hasta aquel con menos viveza para saber cuál es el final. El condimento especial es la extrema violencia con la que este Ghostface resuelve sus asesinatos. Sumado a eso, los (algunos) groseros errores en la trama de Scream 6 son saldados con la pizca de epicidad que entregas anteriores no supieron demostrar. Las irregularidades de la trama se hacen a un lado cuando se encuentran con una excelente construcción de las escenas de acción y asesinato, con una perfecta psicología de los personajes y con una historia que parece nunca tener fin. Jenna Ortega y Melissa Barrera personifican a unas excelentes final girls. El resto del elenco complementa el protagónico de las hermanas Carpenter y ayudan a crear una historia que mezcla tópicos como la familia, el cine de terror, el misterio, lo absurdo y la violencia extrema. Scream 6 es una digna secuela de recuela (como se explicita en la película por el personaje de Jasmin Savoy Brown). Cumple con los estándares de la saga de Ghostface y entrega una película violenta y épica. Un asesino que cambia su estrategia y que idolatra al universo entero de Wes Craven tiene sus fallos, pero los aciertos opacan esta continuación que deja abierta la posibilidad de seguir conociento todavía más sobre las hermanas Carpenter y su destino.
Tras los últimos asesinatos de Ghostface, los cuatro supervivientes abandonan Woodsboro para dar comienzo a un nuevo capítulo en la ciudad de Nueva York. En este punto es que la nueva locación donde sucederán los acontecimientos cobra importancia, la ciudad de Nueva York pasa a ser casi un personaje más. El problema es que los directores no explotan todas las posibilidades que este le otorga. Sam Carpenter (Melisa Barrera) sigue siendo la sobreprotectora de Tara (Jenna Ortega), su hermana menor, contra la voluntad de esta. Ha pasado un año desde los sucesos en el pequeño pueblo de Woodsboro, ahora viven en un mismo departamento junto a Mindy Meeks-Martin (Jazmin Savoy Brown) y Quinn Bayle (Liana Liberato) una compañera de Tara en la universidad. Como dato, hija del
Todos son sospechosos Ya desde su título, Scream VI (2023), el último eslabón de la franquicia que empezase allá lejos y hace tiempo, en 1996, nos indica que ahora desaparecieron aquellas pretensiones del trabajo inmediatamente previo, Scream (2022), de relanzar conceptualmente el esquema unificando ingredientes de las secuelas, como por ejemplo el regreso de los tres personajes principales, la víctima/ heroína histórica Sidney Prescott (Neve Campbell), la periodista carroñera Gale Weathers (Courteney Cox) y el policía querible pero tontuelo Dewey Riley (David Arquette), y de los reboots, en este caso la introducción de dos personajes nuevos, las hermanastras Sam (Melissa Barrera) y Tara Carpenter (Jenna Ortega), la primera hija de nada más y nada menos que Billy Loomis (Skeet Ulrich), aquel asesino excluyente de la propuesta original y la otrora pareja de Prescott. Esta inusitada aceptación de todos los capítulos previos por parte de la nueva productora del caso, una Spyglass Media Group que reemplazó a la Dimension Films de los cuatro primeros eslabones dirigidos por el genial Wes Craven, y por parte del mismo exacto equipo creativo de la epopeya del año anterior, hablamos de los directores Tyler Gillett y Matt Bettinelli-Olpin y la dupla de guionistas de James Vanderbilt y Guy Busick, se condice con un claro cambio de rumbo con respecto al film precedente porque aquí se deja de lado en gran medida el costado irónico/ sarcástico/ ácido de la saga, recurso que fue explotado hasta el cansancio por el mainstream del nuevo milenio en un espectro que va desde Marvel hasta Disney, y en cambio se opta por abrazar las otras tres patas cruciales de lo que fuera la identidad de las cuatro películas de Craven, léase el melodrama, la nostalgia slasher y las truculencias en cuanto a los asesinatos en sí. Después de la típica apertura símil corto independiente, ahora con un estudiante de cine, Jason Carvey (Tony Revolori), utilizando el atuendo y máscara de Ghostface para cargarse a una profesora suya en un oscuro callejón neoyorquino, Laura Crane (Samara Weaving), sin poder prever que otro homicida -por supuesto también luciendo el disfraz de Ghostface- lo acuchillará a él en su departamento luego de desmembrar y meter en la heladera a su cómplice, un tal Greg, la historia principal vuelve a centrarse en las hermanas de look latino y su círculo de allegados, nos referimos a los compañeros de cuarto Ethan Landry (Jack Champion) y Quinn Bailey (Liana Liberato), los gemelos Chad (Mason Gooding) y Mindy Meeks-Martin (Jasmin Savoy Brown), la novia lésbica y asiática de esta última, Anika (Devyn Nekoda), y el amante/ novio de Sam, un vecino llamado Danny Brackett (Josh Segarra). Ghostface (voz del mítico Roger L. Jackson) ahora está obsesionado con arruinar la imagen pública ya mancillada de las hermanas Carpenter como paso previo a matarlas, desde ya, porque las considera responsables de la masacre del 2022 cuando en realidad fueron incriminadas por los asesinos reales, Richie Kirsch (Jack Quaid), pareja de Sam, y Amber Freeman (Mikey Madison), amiga posesiva de Tara. Dentro del gremio de los que pretenden detener al chiflado, además del grupito de amigos y novios, encontramos a las reaparecidas Weathers y Kirby Reed (Hayden Panettiere), ésta una sobreviviente de Scream 4 (2011) y hoy flamante agente del FBI, y al Detective Wayne Bailey (Dermot Mulroney), oficial encargado de la investigación de turno y vigilante furioso una vez que este nuevo Ghostface revienta a su hija, Quinn, en una de las múltiples arremetidas contra Sam y Tara. Como decíamos anteriormente, el título promete un regreso melancólico al formato más de secuela que de reboot pero la Prescott de Campbell desapareció, no contenta con el pago que le ofrecían los productores, y las vueltas de Weathers y Reed saben a poco teniendo en cuenta que ya mataron al Riley de Arquette en el capítulo previo, y si bien sinceramente no se extraña el humor canchero semi baladí -por lo menos la versión pobretona de Vanderbilt y Busick de lo que fuera la inteligencia de Kevin Williamson, el guionista histórico de los eslabones de Craven- hubiese estado bueno que inyectasen alguna novedad verdadera que no sea simplemente “cortar” la pata cómica de la fórmula ganadora, amén del hecho de que el combo que sí quedó en pantalla vuelve a ser de lo más redundante y hasta cansador, esa mixtura de melodrama juvenil, slasher fundamentalista, diálogos sobreexplicativos, giros narrativos que se ven venir a la distancia y citas a lugares comunes del cine sin mayores descubrimientos en el horizonte, como Metrópolis (1927), la joya de Fritz Lang, o Psicosis (Psycho, 1960), de Alfred Hitchcock. Se podría aseverar que lo mejor de Scream VI es primero la generosa presencia de gore tratándose de un producto de distribución planetaria, cuya contracara es el exceso de una seriedad autoconsciente que se hace bastante pesada por un metraje inflado de dos horas eternas, y segundo la explicitación socarrona por parte de Mindy, el reemplazo del cinéfilo fanático del horror Randy Meeks (Jamie Kennedy), de las reglas, convenciones y/ o clichés más visitados de las franquicias, en sintonía con el gigantismo exponencial, la inversión de las expectativas, la posibilidad de matar a cualquier personaje y el hecho de que todos son sospechosos de encarnar al psicópata reglamentario. Precisamente, así como el opus de 1996 parodiaba al slasher en aquel crepúsculo creativo, Scream 2 (1997) se burlaba del fetiche para con las continuaciones en secuencia, Scream 3 (2000) le pegaba al ecosistema lelo hollywoodense y a las trilogías como arcos narrativos petrificados, y Scream 4 satirizaba en un único movimiento a las remakes, las redes sociales y el hambre de fama a cualquier precio, la Scream del 2022 de Gillett y Bettinelli-Olpin trató de pegarle a la demagogia posmoderna de la industria cultural masiva en relación al fandom y a la preeminencia del terror arty/ elevado de Jordan Peele, Ari Aster, Panos Cosmatos, Jennifer Kent, Julia Ducournau y Robert Eggers, entre otros cineastas, por ello hoy no quieren ser menos y tratan de compensar la ausencia más macro de humor negro o abiertamente autorreferencial con esas reflexiones muy al paso sobre la dinámica patética de las franquicias, reproducida por los propios directores al igual que la estupidez promedio de los adolescentes protagonistas, el otro leitmotiv de la retahíla de asesinatos en pantalla. Las escenas de desarrollo de personajes son demasiado melosas o rudimentarias y Scream VI sólo sobrevive gracias a las secuencias agitadas o macabras, como la introducción con el doble asesinato, la matanza azarosa en el minisupermercado/ grocery store, el homicidio del Doctor Christopher Stone (Henry Czerny), el psiquiatra de una Sam que continúa teniendo visiones protagonizadas por su padre, la cruenta arremetida contra el departamento de las hermanas, el ataque sigiloso sobre Weathers y todo el desenlace en su conjunto -semejante al acecho claustrofóbico y cuasi gótico de un giallo de los años 70- en un cine abandonado reconvertido en santuario en honor a los distintos asesinos que ocuparon el lugar de nuestro “significante vacío” del óbito, Ghostface. A pesar de que se agradece el abundante volumen de sangre de burgueses apestosos ejecutados y el latiguillo de los tres asesinos, papi Bailey y sus dos hijos, Quinn y Ethan, todos en una cruzada de venganza contra las hermanas -y en especial contra la ninfa de Barrera- por haberse cargado al vástago mayor del clan, Richie, algo que quiebra la fórmula del dúo de homicidas que dominó la saga con la salvedad del tercer opus del 2000, hegemonizado por un único demente, lo cierto es que el sexto eslabón no logra superar al mejor corolario del lote, la todavía imbatible Scream 4, y si bien resulta atractiva la jugada discursiva de presentarnos nuevamente la inestabilidad psicológica de Sam, siempre al borde de seguir los pasos de su progenitor, el asesino lunático Loomis, la tibieza de la propuesta en general, sin sexo ni novedades verdaderas en todos los rubros, la empantanan en el ABC de la nostalgia inofensiva y hueca y en una enorme catarata de “más de lo mismo”, sin duda el peso muerto del emporio mainstream actual y no sólo de terror…
La saga creada por Wes Craven hace casi tres décadas tuvo una segunda vida cuando el año pasado nuevos guionistas y directores la reciclaron para una quinta entrega. Un año después los mismos artistas regresan con una sexta parte que mantiene ciertos logros, pero también reitera algunas fórmulas en una combinación entre renovación y homenaje al espíritu original de la franquicia. Lo que muchos elogian como hallazgos de la saga de Scream (la auto-conciencia, la auto-parodia, los auto-homenajes a la propia historia de la franquicia, los guiños cinéfilos al terror en general y al slasher en particular) con los años también se van convirtiendo en recursos repetidos y en algo parecido a una fórmula. Por supuesto, es preferible una película como esta sexta entrega elaborada con delirio y desparpajo que esos subproductos del género que llegan cada jueves a las salas argentinas con “Diablo”, “Demonio” o “Siniestro” en el título, pero la sangrienta fiesta endogámica que propone Scream también va encontrando ciertos límites. La primera etapa de Scream tuvo cuatro películas rodadas por el gran Wes Craven (fallecido en 2015) entre 1996 y 2011 con Kevin Williamson como guionista. Y fueron los escritores James Vanderbilt y Guy Busick junto a los realizadores Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett quienes “revivieron” a Ghostface con una quinta entrega que se conoció hace justo un año. Esas dos duplas reaparecen ahora en Scream 6, que vuelve a tener como protagonistas a las medio hermanas Sam y Tara Carpenter (la mexicana Melissa Barrera y la californiana Jenna Ortega), quienes unirán fuerzas con -entre otras- la periodista Courteney Cox (una de las pocas sobrevivientes de la saga original, ya que Neve Campbell abandonó a su Sidney Prescott porque no le convencía la oferta económica) para enfrentar al asesino serial ahora por las calles de Nueva York. No hay que pedirle a Scream 6 demasiado verosímil (nadie le acierta a Ghostface ni cuando le disparan a medio metro de distancia) porque la película exige entrar en sus códigos, aceptar sus convenciones por más ridículas que puedan ser, compartir su costado lúdico y adscribir a lo que en definitiva ya a esta altura son sus fórmulas-homenajes. Hay reverencias explícitas a Dario Argento y hay cine dentro del cine, ya que se habla incluso del concepto de “recuela”; es decir, cuando se revisita el tema de una película anterior, pero no con una nueva versión ni con una continuación lineal de (o una historia previa a) su trama como en el caso de una secuela o de una precuela. Metacine en todo su esplendor. El resto pasa por una acumulación de escenas de buen (y no tan buen) slasher. Hay coreografías de matanzas más inspiradas que otras (la película dura 123 minutos, por lo que hay muchas) y la sensación de que, si bien Vanderbilt y Busick + Bettinelli-Olpin y Gillett lograron insuflarle nuevos aires al asunto, dos películas en el lapso de un año pueden resultar demasiado incluso para los fans más entusiastas de la franquicia.
Reseña emitida al aire en la radio.
A principios de los 60’s, Jean-Luc Godard dijo que todo lo que necesita una película es una chica y una pistola. El slasher le sumó un psicópata, hizo de la chica una final girl y cambió la pistola por un cuchillo. En 1997, el género se encontraba en coma creativo y comercial, al borde del suicidio por falta de ideas. Scream reinventó todo con un plantel de nerds que daban una masterclass del slasher mientras no podían evitar la fatalidad de su destino: pequeñas tragedias griegas para Edipos posmodernos. Si con Scream el género se volvía un comentario de sí mismo, 25 años después, ¿cómo seguir haciendo lo mismo y que se sienta novedoso? Haciendo todo más grande, más gore, más metacinematográfico.
Si Wes Craven se levantara de la tumba para ver Scream 6, seguramente le pediría a Ghostface que lo acuchillara para seguir descansando en paz. Lo que hacen los directores Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett (quienes el año pasado también hicieron la quinta entrega, junto a los guionistas James Venderbilt y Guy Busick, basados en los personajes creados por Kevin Williamson) podrá resultar entretenido para los fans de la franquicia, pero el entretenimiento no va más allá de un par de giros rebuscados y de una autoconsciencia metacinematográfica cansadora e insustancial. Scream 6 continúa con las protagonistas de la entrega anterior, las medio hermanas Sam y Tara Carpenter (Melissa Barrera y Jenna Ortega, respectivamente), además de Mindy (Jasmine Savoy Brown), Chad (Mason Gooding) y la periodista interpretada por Courteney Cox, a quienes se le suman el detective Bailey (Dermot Mulroney), Kirby Reed (Hayden Panettiere), Ethan (Jack Champion), Danny (Josh Segarra), Quinn (Liana Liberato) y Anika (Devyn Nekoda). Esta vez la acción se traslada de Woodsboro a Nueva York, aunque la Gran Manzana merecía más protagonismo y ser aprovechada como escenario de matanzas sangrientas al mejor estilo de los slashers despreocupados y directos del siglo 20, sin psicologismos, intelectualizaciones y giros propios de un guion que ya no puede exprimir más la reflexión sobre el género hecha por Craven y Williamson en las primeras cuatro entregas. Probablemente lo único que quede en la memoria de esta sexta parte sea la muerte del personaje de Samara Weaving en el prólogo, quien con un vestido amarillo despampanante deja en claro el homenaje al giallo, con menciones a Dario Argento, entre otros directores y películas pasados por el filtro de una cinefilia que se agota en su propia cita y que no piensa más allá de la simple enumeración de referencias al voleo. Scream 6 propone nuevas reglas, aunque no respeta casi ninguna. Una de ellas dice que las protagonistas pueden morir porque lo importante es la franquicia. “Las películas no importan”, dice uno de los personajes, como si eso fuera algo que viniera a revolucionar el género. Pero eso no pasa, ya que a las protagonistas no les sucede lo que dictan las nuevas reglas. Sin embargo, es interesante lo que pasa con Scream 6, porque si bien las muertes no tienen mucho sentido, el espectador las disfruta riéndose y con cierta preocupación por el destino de los personajes principales. Es decir, hay algo que aún mantiene vivo el sentido de la película (y de la franquicia), y es ese costado clásico en el que las muertes y los personajes importan y no todo es un juego sangriento superficial y atolondrado. Cuando la película se concentra en su función clásica, gana unos puntos. También es cierto que entrega momentos de alta tensión y alguna que otra escena lograda (aunque sin ninguna idea original), como la del subte, en la que unos Ghostface amenazantes y una luz que se prende y se apaga en el tren llegan a generar una atmósfera de terror sugestiva y desesperante. A Scream 6 cuesta creerle su inverosimilitud, su propuesta metaficcional y autoparódica. Si las películas de terror ya no importan y al espectador sólo le queda disfrutar de un entretenimiento autoconsciente, habría que declarar la muerte del género, que, de hecho, el mismo Craven ya se encargó de hacerlo con conocimiento de causa.
Ghostface toma Manhattan Tras la muerte de su director, Wes Craven, la franquicia de Scream llegó a un punto de saturación tal que once años después de su cuarto film, la saga logró replantearse a partir de una estructura de secuela, reboot, serie, y de esta manera adquirir como característica principal el permitir reírse plenamente de sí misma. Esta característica es reafirmada en esta, la sexta entrega, gracias a, entre varios ejemplos, la intervención de un integrante de los autodenominados “cuatro sobrevivientes” -específicamente Mindy-, quien explica a los demás del clan y a nosotros -los espectadores- en qué consiste participar en un film de terror -subgénero slasher- a partir de la enumeración de las reglas que se deben cumplir para no terminar conviertiénsose en un cadaver. Tarea que en la Scream original y en su secuela recaía en uno de los personajes, llamado Randy. Dentro de los axiomas de esta entrega, está presente aquel que sugiere que uno de los protagonistas debe morir en una secuela, sumado al “llevarse puesta” también a la audiencia/espectadores de la saga al defenestrarlos por ser usuarios de letterbox, o en el inicio donde aparece una profesora especializada en cine slasher. En definitiva, esta Scream despotrica contra críticos, espectadores y todo aquel que sobreanalice no solo esta franquicia sino el subgénero cinematográfico. En este sentido, Scream VI es un festín respecto a la comicidad, ya poco importa el clima previo hasta que aparezca Ghostface, como así sus incontables puñaladas. Dos pares de hermanos conforman a los “cuatro sobrevivientes”, la dupla Carpenter (Tara/Jenna Ortega, Sam/Melisa Barrera) y Meeks-Martin (Chad y Mindy). Sam no solo carga con ser hija de uno de los asesinos de la primera Scream, sino que también está al cuidado de Tara, su medio hermana. De más está explayarse sobre a qué refiere la utilización de los apellidos Loomis, Carpenter, etc. La premisa que los directores de la efectiva Ready or Not y la anterior Scream tomaron para Scream VI es la de trasladar la franquicia a una nueva locación; nada menos que a Manhattan, algo que análogamente otra franquicia como Martes 13 ya había realizado en su novena parte: Jason Takes Manhattan. Pero Ghostface no es Jason Vorhees sino un asesino serial mucho más ágil y violento, que no mata por placer ni tiene un pasado tortuoso que lo haya moldeado como tal sino que mantiene una lógica en relación a víctimas del pasado, como ya habrán visto en las anteriores. Este aspecto se materializa en distintos personajes que aparecen en la saga, quedando para tarea del espectador dilucidar quien es el asesino(s) en la nueva entrega.
SUBVIRTIENDO (SOLO) ALGUNAS EXPECTATIVAS El primer tramo de Scream 6 amaga con entregarnos una de las mejores películas de la saga, a la altura de las dos primeras -y memorables- entregas dirigidas por Wes Craven. Son unos cuantos minutos donde la película toma algunas decisiones simples, pero audaces, que permiten trasladarle una gran carga de incertidumbre al espectador sobre cómo va a seguir progresando el relato y sus posibles derivaciones. Y que, además, despliega una violencia impactante y efectiva, que va de la mano con atmósferas de fuerte tensión. Lamentablemente, esas virtudes se van desdibujando con el correr de los minutos. En buena medida, parte de los logros que alcanza Scream 6 están relacionados con su cambio de escenario: los sobrevivientes de Scream (la del 2022, no la de 1996, para evitar confusiones) se han trasladado a Nueva York, no solo para desarrollar allí sus trayectos universitarios, sino también un poco para huir de Woodsboro y poder iniciar un nuevo capítulo en sus vidas. Pero en verdad lo que comienza es un nuevo enfrentamiento con Ghostface, ese asesino serial que siempre tiene a alguien nuevo tras la máscara. La Gran Manzana funciona como un potente telón de fondo, redoblando la sensación de peligro constante y ofreciendo mayores posibilidades desde la puesta en escena. Ahí tenemos, por ejemplo, una secuencia en dos vagones de subte donde los protagonistas no saben por dónde va a venir la puñalada, que juega con la luz y la profundidad de campo con gran inteligencia. El otro factor que le juega a favor -por un rato- a Scream 6 es esta noción de que los asesinatos de Ghostface han ingresado en la etapa de la franquicia, esa donde todo es cada vez más grande e impredecible, y donde ya nadie está a salvo, ni siquiera los personajes principales o que han cimentado un legado propio. Eso le permite al relato entrar en una espiral narrativa y estética donde se redobla la apuesta de forma constante, con unos cuantos giros argumentativos ciertamente efectivos. Por momentos no sabemos realmente hacia dónde va el film y se impone la sensación de que cualquiera podría estar detrás de los asesinatos, que es una de las máximas aspiraciones de un slasher como el que dirigen Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett. Pero lo cierto es que Scream 6, aún con toda la autoconsciencia que despliega y la habilidad para conducir al espectador por los vericuetos de su entramado narrativo, no puede escapar a algunos preceptos básicos que la definen casi inevitablemente. Es que por más que la saga de Scream nació como una forma de cuestionar o poner en crisis los lugares comunes del slasher, ya ha pasado a formar parte de los cánones de ese subgénero. Es decir, ya todos conocemos sus reglas, formas de funcionamiento y hasta trampas para sostener un verosímil propio. Y si bien Scream 6 amaga con escapar a ese conjunto de convenciones sobre los que se asienta como parte de una franquicia, finalmente cumple con todas ellas, con una suma de resoluciones bastante predecibles y poco creativas. Eso no quita que es un entretenimiento efectivo y fluido en su desarrollo, aunque no justifica la euforia de algunos críticos: originalidad o una verdadera renovación, acá no hay.
A un año de haber sobrevivido a la matanza de Woodsboro 2022 (Scream V) las hermanas Carpenter vuelven a la acción. Mudadas de su pueblo natal a Nueva York, donde comparten departamento con los gemelos sobrevivientes de la V: Chad y Mindy, Sam (Melissa Barrera) no logra superar el trauma y el acoso provocados por las historias conspirativas que la acusan de haber planeado los eventos del año anterior. Mientras ella intenta superar la situación con terapia, Tara (Jenna Ortega) se esfuerza por retomar el camino hacia una “vida normal”, por lo que en pleno Halloween decide ir a una fiesta con sus amigos. Y claro, las fiestas son un punto complicado en esta franquicia. Pero la película no comienza en esa instancia, Scream VI rompe con los inicios tradicionales de la saga pues cambia de locación y esto se ve desde el minuto uno. La cuestión es que una profesora especializada en films slasher es asesinada y al mismo tiempo Tara, ajena a la situación, está harta de que su hermana mayor la sobreproteja. Sin embargo, lo que en un principio parece un terror infundado de Sam luego se hace realidad porque en este contexto suena el teléfono… ¡Chan! ¿Cuál es tu película de terror favorita? Se suman al grupo de compañeros de departamento y, por lo tanto, también a la lista de sospechosos: Anika (la novia de Mindy), Ethan y Quinn. Esta última más cercana a Tara e hija del policía Wayne Bailey (Dermot Mulroney), quien estará a cargo de la investigación sobre el asesinato de la profesora de cine. Los que vuelven: Gale Weathers (Courteney Cox) sigue siendo periodista, y las sagas de Stab, las películas basadas en su libro “Los asesinatos de Woodsboro”, siguen sumando fans desquiciados. También regresa a dar pelea, a pesar de tanta puñalada, Dewey Riley (David Arquette), ahora ex sheriff, y Kirby Reed (Hayden Panettiere), sobreviviente de Scream IV y actual agente del FBI. La gran faltante es Sidney Prescott (Neve Campbell), de verdad me hacía falta escuchar a Ghostface decir su nombre. Sin embargo, esta secuela de la remake-secuela, como la llama Mindy, sin dudas es una de mis preferidas. Comienza con una escena nueva que hace renacer el suspenso perdido en la repetición y al tener un poco menos humor suma intensidad. Hay cambio de locación, subte y escenas con inmejorables puntos de tensión. Por otro lado, mantiene la histórica discusión sobre el cine de terror psicológico versus el terror pochoclero y también la ronda de evaluación de los posibles asesinos en base a las leyes de Stab. Tampoco faltará la revelación pre final, esta vez será laaarga. Los viejos héroes mantendrán su espíritu intacto y que haya vuelto la chispa de Kirby me emociona. Por sobre todo este Ghostface está más rápido y preciso, recuperó el distorsionador de voz, tiene todo el fetiche fandom encima y buscará que a Sam se le despierte el ADN asesino heredado de Billy Loomis. Debo admitir que esta vez, aun sabiendo donde buscar, no lo vi venir del todo y que la dupla Barrera-Ortega la rompen. También hay historias de amor. ¡Qué más se necesita!
El año pasado Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, la dupla responsable de «Ready or Not» (2019) tomó las riendas de la nueva película de «Scream», para ofrecernos una buena mezcla entre la nostalgia por los queridos personajes de la saga y la introducción de una nueva generación para traspasar el mando de la historia, algo que se está volviendo cada vez más común dentro de la industria cinematográfica, con el objetivo de revivir ciertos éxitos. «Scream» supo reinventarse a base de una buena combinación entre nostalgia, nuevas ideas y seguir ahondando en su estilo característico de una manera creativa, donde explora un costado metadiscursivo y autoconsciente. En esta oportunidad tenemos una continuación que vuelve a dejarnos más que satisfechos con el resultado. Como bien se expresa en una escena del film, la secuela de la recuela nos ofrece escenas más espectaculares con muertes más sangrientas y creativas, no apto para personas impresionables pero sí para los amantes del slasher y el gore. El tono sigue mezclando el suspenso, el terror y la tensión con momentos de comedia, cuyos gags se cuelan cada vez más en el guion, con chistes inteligentes, ingeniosos y punzantes, con varios guiños al cine y a la cultura pop. Fue una buena decisión haber cambiado de escenario de un pueblo hacia una ciudad mucho más caótica y grande como lo es Nueva York, que tiene más población y lugares donde escaparse y esconderse. Acá se nota también la mayor escala que tiene la cinta. La escena del subte que podemos ver ya desde el tráiler es uno de los momentos más tensionantes del film. A pesar de que sigue una fórmula establecida por sus antecesoras, no es aburrida ni predecible. Siempre le encuentra una vuelta de tuerca final para sorprendernos e ir más allá de nuestros pensamientos. Tal vez por momentos puede ser un poco fantasiosa o buscar la manera de revivir a aquellos personajes que ya dábamos por muertos, pero también es parte de las reglas del juego. En cuanto al elenco, ya tuvimos el traspaso de mando durante la cinta anterior, por lo que tal vez se nota un poco la falta de Neve Campbell como Sidney por su peso narrativo, pero tampoco resulta tan necesaria para llevar adelante la historia. En su lugar toman más protagonismo Courtney Cox como Gale Wathers y Hayden Patteniere, quien regresa a su personaje Kirby. De todas maneras, y como señalamos previamente, los verdaderos protagonistas ahora son los más jóvenes. Melissa Barrera, Jenna Ortega (que viene de tener un presente espectacular laboralmente hablando con «Merlina»), Jasmin Savoy Brown y Mason Gooding, entre otros actores que se suman en esta ocasión. Todos se sienten creíbles, podemos empatizar con ellos y a la vez sospechar de sus intenciones y movimientos para descubrir quién es Ghostface en este caso. Todavía no está confirmado, pero se rumorea que habrá una continuación de esta franquicia, porque además su estreno tuvo muy buenos números. Una entrega como esta nos deja con ganas de ver qué más nos van a ofrecer, aunque su final nos da un vistazo y un adelanto de con qué podremos encontrarnos en un futuro. Una película que no decepciona, que va por más y que empieza a hacer de estos nuevos personajes un clásico.
Mítica saga que comienza en 1996 cuando el maestro Wes Craven se decide a subvertir la imagen de un género trillado por las anteriores “Halloween” (original de Carpenter, a quien homeanjea) o “Pesadilla” (un éxito ochentoso del propio Craven). Al año siguiente, dado el fenomenal suceso de la película conocemos la segunda parte, que tienen nuevamente al maestro detrás de cámaras. Lo propio ocurrirá en 2000 y 2011. ¿Qué garantiza el inmediato carácter rendidor de “Scream”? Tenemos aquí un meta slasher de un slasher consciente de sí mismo que analiza los códigos del subgénero para luego dinamitarlos. El tándem creativo (Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett) que se hiciera cargo de la quinta parte (estrenada en 2022, podés leer su reseña en: ) retorna a la gran pantalla y bajo el brazo porta un sugestivo menú, por anticipado y cierto peso histórico, podría ser interesante. Diversión es la clave de la esencia de la franquicia; un producto que supo funcionar, riéndose de lo realmente terrorífico y con sumo ingenio para integrar una irreverente serie de twists argumentales. Un equilibrio difícil de conseguir, y que la presente entrega parece haber extraviado por completo. James Vanderbilt (cuyo espectro como escritor abarca desde “Zodiac” a “Amazing Spiderman”) se hace cargo de unos personajes (o lo que queda de ellos, luego del desertar de añejas estrellas) creados por Craven junto al experto Kevin Williamson, pero el enfoque perseguido para la ocasión resulta en extremo básico y autoindulgente. Una pobre dirección de actores nos invita a pensar que, en realidad, estamos ante una propuesta de principiante. Continuista en lugar de rupturista, “Scream 6” paga caro su falta de ambición.
Nuevamente bajo el visto bueno de Kevin Williamson, Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett se ponen detrás de cámara con guion de James Vanderbilt y Guy Busick para una nueva entrega de Scream. Si el año pasado nos llegó una versión fresca que consigue homenajear y traer a personajes nuevos de manera divertida y aterradora, difícil es hacer otra secuela que sorprenda. En Scream VI (a diferencia de la anterior, a esta la numeran) lo intentan trasladando la acción de Woodsboro a la ciudad que nunca duerme, Nueva York. Es en esta ciudad en que una profesora de cine, especializada en el slasher, decide encontrarse con alguien con quien se habla a través de una app de citas. Como podemos esperar, la escena crece en tensión y se convierte en la famosa secuencia de principio de Scream que originalmente homenajeaba a Psycho (con la estrella Drew Barrymore siendo asesinada a los pocos minutos de empezada la película). Sin embargo aquí ya tenemos una vuelta nueva e interesante, porque al asesino pronto lo vemos quitarse la máscara. Es fácil deducir que si muestran su rostro es porque se convertirá en víctima. Ahora sí, un año después los acontecimientos de la película anterior, las hermanas Sam y Tara (Melissa Barrera y la ascendente Jenna Ortega) se han mudado a Nueva York. No es como Jason Takes Manhattan, que el villano enmascarado llegaba a la ciudad recién a los últimos minutos de la película, que sin dudas son los mejores. Aquí toda se sucede en Nueva York. Tara empezó la universidad y pretende vivir la vida de cualquier joven normal de esa edad. A Sam todavía la atormenta lo sucedido, la sangre que sabe que corre por sus venas y a eso se le suman las teorías conspirativas que se difunden con mucha facilidad sobre que ella podría haber sido la verdadera asesina porque, justamente, lo lleva en la sangre. Como si fuera poco, un nuevo Ghostface emerge. Pero desde la primera secuencia nos engañan, como pasa siempre. Aquí el enmascarado parece multiplicarse, como si más de uno sintiera en algún momento la tentación de ponerse la máscara. En esta entrega, Sam y Tara y un grupo de amigos de Woodsboro y algunos nuevos se unen a la ahora aparecida Kirby (Hayden Panettiere, que regresa después de Scre4m) y a un policía interpretado por Dermot Mulroney. Claro que no puede faltar la presencia de la trepidante Gale Weathers (Courteney Cox, la única actriz que aparece en todas las entregas de la saga). Una vez más las reglas se ponen sobre la mesa pero con la idea acá de que quizás no sigan tan vigente. Y efectivamente algo de eso se confirmará. Pero si hay algo que nunca falla es la idea de que el o la o los o las asesinxs siempre tendrán que ver con algo del pasado. Aquí parece ser alguien que ha seguido de manera meticulosa todo lo sucedido a través de las diferentes entregas, sembrando en cada asesinato un poquito de cada una. A grandes rasgos, esta segunda parte de la nueva saga que ya se confirma oficialmente como una franquicia perdió algo más que a su protagonista original (Neve Campbell no logró cerrar trato y por lo tanto su personaje no aparece y apenas se lo menciona alguna vez). Las escenas sobre la discusión de las reglas ya parecen como un déjà vu de un déjà vu. La resolución sobre quién o quiénes están detrás de la máscara resulta forzada y tramposa y nos dejan con ganas de una vuelta más interesante para sus fans originales. Más allá de estos aspectos narrativos, estamos ante una buena dosis de asesinatos brutales. Los cuchillos se introducen en diferentes partes del cuerpo con toda su fuerza, con todo su sonido, con toda la sangre a borbotones y se retuercen y los personajes agonizan y sufren antes de morir, si es que tienen que morir. También hay una buena construcción del ritmo y de los climas, con escenas ya mucho más concurridas porque claro, aquí estamos en el medio de la ciudad de Nueva York. No pueden faltar las múltiples referencias al cine de terror, con homenaje al propio maestro Wes Craven incluido. A destacar todo lo que sucede en las escenas en el subterráneo, donde la tensión se intensifica. Scream VI es entretenida, atrapante y tiene las dosis de gore que todo slasher debe tener. Los directores intentan llevar la saga más allá, creando un estilo propio todavía por pulir. El problema es un guion que además de forzado no consigue desarrollar demasiado a la mayoría de los personajes de su extensa galería. Y un último comentario que, advierto por las dudas, podría ser considerado un SPOILER: si bien no faltan muertes, viene muy tibia a la hora de decidir qué personajes mueren. Larga vida al slasher.
La nueva entrega de la saga Scream continua la historia de las hermanas Carpenter introducidas en el relanzamiento que tuvo la franquicia el año pasado. El argumento original tenía previsto otorgarle un rol destacado al personaje de Sidney Prescott, cuya participación había sido más limitada en la película previa. Sin embargo, el proyecto se pinchó cuando Neve Campbell decidió abandonar la saga debido a que le ofrecían un salario muy inferior al que ella demandaba. De este modo el argumento tuvo que ser alterado a las apuradas ya que el rodaje entraba en producción en junio del 2022. La película que entregaron los directores Matt Betinelli-Olpin y Tyler Gillett tiene poco que ver con el proyecto que habían concebido y califica como el episodio más flojo de la saga. Los cineastas apelan al baño de gore y las escenas de violencia extremas para tapar los baches de una historia que perdió todos los elementos que despertaban una atracción por esta propuesta. La nueva Scream carece del sentido del humor, la irreverencia y por sobre todas las cosas el suspenso que llegaron a tener las obras de Wes Craven. En aquellas películas todos eran sospechosos y cualquiera podía terminar bajo el cuchillo de Ghostface. Hoy si los personajes tienen determinados rasgos físicos y preferencias sexuales ya se da por contado que no pueden ser villanos. En esta oportunidad encima añadieron a los “sobrevivientes Highlander”, personas que reciben múltiples apuñaladas mortales del psicópata y continúan con vida gracias a la falta de agallas de los directores para tomar un mínimo riesgo. En este film en particular no hay un solo momento donde el relato nos permita creer que Ghostface puede vencer a las hermanas Carpenter y esa es otra enorme falencia del argumento. Intentaron compensar la ausencia de Neve Campbell con Hayden Panettiere (Scream 4) quien regresa como una agente del FBI muy poco convincente y no fue suficiente. Courteney Cox por su parte cuenta con un rol intrascendente que no le suma nada al conflicto central. Se podrían eliminar todas sus escenas que la película no se altera en absoluto. Frente a este panorama hay dos virtudes que contribuyen a que el film se haga llevadero hasta el fatídico tercer acto. Por un lado las interpretaciones de Melissa Barrera y Jenna Ortega, quienes le sacan agua a las piedras y se encargan de sostener el espectáculo pese a las debilidades del guión. Sin ellas esta película hubiera estado más complicada ya que el resto del reparto juvenil no se encuentra a la misma altura en lo referido a las interpretaciones dramáticas. Un acierto de Scream 6 que sería injusto ignorar es el cambio de escenario que le aportó un poco de aire fresco a la trama. En esta ocasión la acción se traslada a Nueva York y los directores supieron aprovechar las locaciones de esa ciudad para proponer algo diferente. La secuencia más destacada de suspenso que tiene lugar en un subte poblado por fans del cine de terror está muy bien lograda y explota con acierto la vida cultural de esa localidad. Lamentablemente la película luego decae con la revelación de Ghostface que califica como la más estúpida de toda la saga. Las motivaciones del villano para cometer los crímenes es de una ridiculez notable y en el tramo final la propuesta se desinfla notablemente con un clímax que tiene una ejecución predecible y chapucera. Sobre todo porque previamente ya se estableció que las Carpenter pueden ganar con facilidad todas las peleas. Quienes te vendan esta película como la mejor continuación de Scream no les podés comprar un auto usado. Los esbirros de Paramount la vieron gratis mientras que vos pagás una entrada para encontrarte con una propuesta que poco tiene que ver con la cortina de humo exagerada que propagaron en las reacciones de Twitter. Si bien tampoco es el peor slasher que llegó a los cines en el último tiempo, dentro del standard de calidad que supo tener la franquicia esta sexta entrega de Scream ofrece un contenido inferior.
¿Uno pensaría que la sexta entrega de una franquicia de terror tiene todas las fichas para ser mala, no es así? Scream 6 es una gran excepción. El año pasado cuando se estrenó su recuela descubrimos una manera muy inteligente de continuar con la historia y obvio que también con todos los clichés y vicios del subgénero slasher. Lo que tiene muy bueno esta saga es que se adueña de ello bajo la excusa del metalenguaje, de la franquicia dentro de la franquicia y ese tradicional y elocuente monólogo donde se analiza no solo lo que pasa sino también al mismísimo Hollywood. Por ello puedo decir que la pasé muy bien con este estreno, es muy ágil y más gore. Obvio que es muy fácil buscarle todos sus puntos flojos y exponerla, pero están muy bien justificados y se adueña del absurdo. Seguimos con los personajes presentados en la entrega anterior y algunos de los originales. Y la verdad es que todos caen bien, incluso a los que odiás. Los directores Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett sigen en la misma senda que la entrega anterior. No mucho más para decir son cometer spoliers, solo que, si disfrutaron de la anterior y de la saga en general, es una obviedad ver este estreno. Y si sigue así, larga vida a Scream.
En la década del noventa el gran director de cine de terror, Wes Craven, y el guionista Kevin Williamson realizaron la película Scream, que se transformó en un verdadero clásico del género, mezclando terror, comedia, drama y mucha autoconciencia. Luego vinieron las secuelas que llegan ahora hasta la sexta parte. Los sobrevivientes de los últimos asesinatos en Woodsboro se han mudado a Nueva York. Son las hermanas Carpenter, Sam (Melissa Barrera) y Tara (Jenna Ortega) y también hermanos Mindy (Jasmin Savoy Brown) y Chad (Mason Gooding) Meeks-Martin. Pero como indican las reglas de la franquicia, primero vemos un prólogo para presentar a Ghostface. El prólogo es bueno y la mudanza a Nueva York es la gran novedad para darle aire a la saga. Los personajes van de lo divertido a lo insufrible y básicamente se repite todo lo mismo. Es tan simple como Scream en Nueva York. Está narrada con ritmo, tiene escenas de suspenso, el gore aparece recién en la segunda parte y el desenlace es lamentable. En promedio se podría decir que es aceptable, digna por momentos, tolerable, perdonable… y otros términos que se usan hoy para no resignarse a la idea de que estamos perdiendo el tiempo con repeticiones al infinito. Y sí, hay mil citas a otros directores, películas y a la propia saga. Muy divertido, aunque el 99% de la sala no tenga idea de ninguna de estas referencias y los que las reconozcan no puedan hacer nada con ellas tampoco.
El dío Olpin-Gillett nos dio hace un par de años la original comedia negra Boda sangrienta, y, luego, Scream 5, que intentaba relanzar la serie del asesino de la máscara creada por Kevin Williamson y Wes Craven. Recordemos que Scream era una especie de comentario sobre las películas de terror y el chiste consistía en esa relación “meta”, de burlarse de los clichés sin dejar de respetarlos hata que todo se tornaba absurdo. Esta nueva serie sí, amigos, tiene “eso” que era el motor de la -digamos- “clásica” y también un buen grado de inventiva visual a la hora de los crímenes. El problema es que se refiere a nada. Es decir: estamos juzgando en estas líneas cuán hábil es una película para asustar durante su desarrollo, no si es o no una buena película. Pero una buena película, ya que estamos, es aquella que nos da algo más, la que va más allá de lo que cuenta. Aquí la novedad es que transcurre en Nueva York, y que oh, cuán violenta es la ciudad. Y nada mamás. Cumple con lo que promete: sustos y corridas y sangre rodados con pericia. Pero -por ejemplo- la ligazón con el melodrama y la tragedia griega que planteaba la (aún insuperada) Scream II, se las debemos. Dicho de otro modo: si Ant-Man es la Montaña Rusa, Scream VI es el Tren Fantasma. Y nada más que eso.