Si bien lo bueno de este film es la inquietante historia que se cuenta y la brillante actuación de Joseph Gordon-Levítt, el guión, a pesar de estar escrito por Oliver Stone que también realizó la dirección, es bastante ...
Snowden, cuenta la historia del personaje que le da nombre a la película, Edward Snowden, un empleado de la NSA (National Security Agency, o Agencia de Seguridad Nacional) que en el año 2013 decidió exponer a sus empleadores, y con ellos a la CIA y a todo el gobierno estadounidense, por escuchar ilegalmente a, literalmente, TODO EL MUNDO. Si hace unos años, cuando salio el documental “Citizen Four”, me preguntaban quien debía dirigir la película sobre la vida de Edward Snowden, sin lugar a dudas hubiera respondido Oliver Stone. El director de películas como JFK, Nixon, W., Salvador, etc., esta obsesionado con los abusos que el gobierno de su país ha realizado en nombre de la seguridad y el supuesto bienestar común, escondiendo motivos espurios y completamente mezquinos, y esta película trata básicamente de eso. Los que ya conozcan la historia de este hombre, no van a encontrar la película muy interesante. Casi todo lo que aquí se muestra, esta reflejado en el documental antes mencionado, y en diversas notas en los últimos años. Stone se toma el trabajo de llenar los huecos en la historia, pero los puntos relevantes ya han sido relatados en muchísimas ocasiones. Mas allá de esto, Joseph Gordon Levitt, a mi entender, comete un error garrafal. Al tratar de emular a Snowdon, básicamente le quito toda emoción al personaje, al punto de parecer apático. Si bien es fiel en cuanto a su voz y las actitudes que están registradas, esas ocasiones eran en entrevistas, posteriores a básicamente ser la persona más buscada del mundo mientras denunciaba a la potencia más grande a nivel mundial. Es inconcebible que la actitud de este hombre en las tribulaciones que lo llevaron a tomar esa decisión fuera así de fría, calculadora, y completamente carente de rastro humano. Y eso evita la empatia que necesitamos para seguir esta historia con más interés. Mas allá de eso, la película relata una historia importante, que parece muy lejana pero ocurrió hace 3 años nomás. Ilumina una realidad que no debemos olvidar por lo peligroso que seria: nada es secreto, y todos tenemos algo para ocultar, y darle ese poder a un gobierno, es tal vez, el principio del fin. Con un elenco extraordinario, que incluye a Melisa Leo, Tom Wilkinson, Rhys Ifans, Nicholas Cage, Joely Richardson, Shailene Woodley, Timothy Olypant,. Zachary Quinto, Ben Chaplin, etc., Oliver Stone logra contar una historia importante, que como todo lo hecho por maquinas y unos y ceros, no tiene humanidad.
El terrorismo es la excusa Sinceramente nadie esperaba que la biopic sobre Edward Snowden a cargo de un avejentado Oliver Stone resultase tan interesante, pero las sorpresas suelen estar a la orden del día: el film constituye un recorrido minucioso por su trayectoria y formación profesional, siempre remarcando la falta de ética y escrúpulos del gobierno norteamericano…
Correcto tecnothriller pero con sus desniveles. El caso de Edward Snowden, empleado de la NSA (la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos), que en 2013 a través del diario The Guardian hizo público el enorme sistema de vigilancia masiva (correos, mensajes de texto, webcams, etc.) del gobierno estadounidense, que no sólo observaba a aquellos sospechados de terrorismo, sino a cualquier ciudadano corriente. La noticia dio vuelta el mundo y era una cuestión de tiempo que tuviera su película, siendo Oliver Stone el que finalmente recogió el guante. Curitas en la webcam: snowdenTomando como punto de partida el encuentro que Snowden tuvo en un hotel de Hong Kong con los periodistas Glenn Greenwald y Ewen MacAskill, y con la cineasta documental Laura Poitras, la película hace un racconto por la vida de Snowden desde su frustración al no poder servir en el ejército por un problema físico, su relación con su novia, su desempeño como un particular analista informático hasta dar con el enorme secreto que puso en marcha toda la historia y como decidió sortearlo. Snowden tiene una primera mitad efectiva, pero luego cae presa de una segunda mitad que se desinfla un poco y un desenlace demasiado extenso para su bien. Lo que sí tiene a su favor es que tratándose de la historia de un analista informático, la película no agobia al espectador con jeringoza tecnológica excesiva, y elige poner el acento en otras cosas tales como ciertas labores que Snowden tuvo que desempeñar como un verdadero espía, que contribuyeron a su cuestionamiento del proceder de la inteligencia estadounidense. También cabe aclarar que la historia con su novia, como ancla emocional de toda la película, está desarrollada adecuadamente y con las escenas justas. En concreto, los elementos estaban, bien elegidos y trabajados, pero como un todo faltó dinamismo en la segunda mitad. Joseph Gordon-Levitt entrega una labor eficiente como el personaje titular, aun a pesar de que tanto en tanto la voz en bajo le juegue en contra. Shailene Woodley es más que un digno acompañamiento como la novia de Snowden y Rhys Ifans es escalofriante como el director de inteligencia que emplea al protagonista. No obstante, si de actores de reparto nos ponemos a hablar, hay un carismático trabajo de Nicolas Cage como uno de los muchos mentores que Snowden conoce en el camino. Por el costado técnico, la película tiene una decente fotografía y diseño de producción; Oliver Stone sabe crear con eficiencia la paranoia que sufre el personaje desde el primer día, y naturalmente, fiel a su estilo, no pierde oportunidad de bajar línea con sus opiniones sobre el desencanto del sueño americano. Un tema del cual, pese lo que nos pese, él tiene una opinión autorizada. Conclusión: A pesar de una segunda mitad desigual, Snowden provee una narración bien actuada de un incidente que sacudió al mundo. Cuánto hay de verdad y cuánto de ficción (no se olviden; es un biopic y por lo tanto una dramatización) eso ya es harina de otro costal. No obstante, a pesar de que los elementos controversiales están mas concatenados que ordenados, es una película que invita a un debate posterior a la proyección.
¿Héroe o villano? Edward Snowden es un informático estadounidense que en 2003 dejó su trabajo en una empresa contratista para ingresar en el ejército, con la intención de formar parte de las Fuerzas Especiales. Tuvo que desistir tras un aparatoso accidente en el que se rompió las dos piernas. Entre unos contactos y otros, terminó trabajando para La Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y la CIA. Gracias a la acumulación de información privilegiada que cayó en sus manos, y a una repentina necesidad de comunicar al mundo lo que el mundo ya intuía –que el imperio nos vigila a todos permanentemente-, no exento de complejo de culpa, Snowden decidió filtrar a la prensa internacional una cantidad ingente de documentos que contienen importante información sobre la NSA, que desvelan la masiva trama de espionaje tejida por el gobierno de Estados Unidos. La documentación aportada por Snowden ha probado que el gobierno de su país vigilaba no solamente las llamadas, correos electrónicos y visitas a páginas de internet de millones de estadounidenses, sino también la actividad de grandes empresas de telecomunicaciones como Apple, Google o Facebook. Aquello fue una bomba mediática y política, cuyo impacto acusó el gobierno de Obama. La historia de ese encuentro entre Poitras, Greenwald y Snowden, perseguido desde entonces por la justicia americana y obligado a vivir como fugitivo en Rusia, fue el tema de la película Citizenfour (2014), realizada por Laura Poitras (Melissa y ganadora del Oscar al mejor documental en 2015). Es justo decir que la película de Stone –impecable en su realización, como siempre- aporta muy poco sobre el personaje. Mientras que el documental de Laura Poitras era tan eficaz como un thriller de John le Carré, la película de Stone, que reconstruye varias escenas de Citizenfour, no es desgraciadamente más que una pálida copia, una película muy comercial destinada al gran público. Snowden, ¿héroe o delator? Stone no se lo plantea y tampoco da al espectador la oportunidad de hacerlo. Mete un drama sentimental y un thriller cibernético en una envoltura orwelliana (el director de la CIA parece salido directamente de las páginas del libro 1984). Stone ha optado por la defensa de Snowden, el hombre que desveló el inmenso programa clandestino de vigilancia del gobierno de Estados Unidos. Y ha hecho de él un héroe tanto mayor porque no se trata de un superhéroe sino de “un chico normal” que llevó a cabo un gesto heroico no por casualidad, sino después de pensarlo mucho. Snowden es un patriota dispuesto a pagar en persona. Sí, le formaron y trabajó como espía de la CIA. Sí, era un brillante informático que creó varios programas para la seguridad nacional. Sí, fue ese mismo patriotismo el que le impulsó a hacer públicos los documentos secretos de la NSA. Porque la democracia y el pueblo estadounidense deben conocer las actividades ilegales, inmorales, e incluso incontestablemente criminales de su participación en los asesinatos extrajudiciales llevados a cabo con drones. Según Oliver Stone, la implicación de Snowden ha sido determinante en el proceso de creación de la película: “No puedo contar exactamente lo que nos ha confiado. Yo creo que la única forma de que el misterio se desvele completamente es que él escriba un libro. Pero en una historia que la NSA nunca va a confirmar ni desmentir, toda la autenticidad posible se debe a la ayuda que nos ha prestado Ed. La NSA es todavía un mundo relativamente desconocido…”. Otros, antes que Snowden, ya denunciaron las derivas ilegales de la NSA. El primero que las filtró fue William Binney quien, después de 30 años de servicio en la NSA, dimitió siete semanas después de los atentados del 11 de septiembre. Tanto Binney, como otros que le han seguido, han hecho hincapié en la ineficacia de la vigilancia masiva en la lucha contra el terrorismo.
El director de Pelotón, Wall Street y Asesinos por naturaleza utiliza la figura de Snowden para dibujar una valiente, ambiciosa y también efectista radiografía de la impunidad con la que operan los poderes fácticos. Snowden (Francia-Alemania-Estados Unidos/2016). Dirección: Oliver Stone. Elenco: Joseph Gordon-Levitt, Melissa Leo, Rhys Ifans, Shailene Woodley, Nicolas Cage, Tom Wilkinson, Joely Richardson, Timothy Olyphant, Scott Eastwood, Ben Chaplin y Zachary Quinto. Guión: Kieran Fitzgerald y Oliver Stone, basado en el libro de Anatoly Kucherena y Luke Harding. Fotografía: Anthony Dod Mantle. Música: Craig Armstrong y Adam Peters. Edición: Alex Marquez y Lee Percy. Diseño de producción: Mark Tildesley. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 134 minutos. Apta para mayores de 13 años. En 1991, Oliver Stone dirigió JFK, una de sus mejores películas: un retrato caleidoscópico e incisivo de la impenetrable red de corruptelas e intereses cruzados que rodearon el asesinato de Kennedy. Aquella vibrante elegía por una América abocada al fin de un sueño de esplendor reverbera en la amplitud temático-narrativa de Snowden, la ambiciosa biopic del hombre que destapó el sistema de escuchas masivas de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense: una radiografia de cuerpo entero de un conflicto con múltiples ramificaciones. Así, tomando a Edward Snowden casi como un pretexto, Stone embiste contra un buen número de frentes abiertos: la falta de escrúpulos de los servicios secretos de inteligencia, la hipocresía de los políticos (con Obama en el centro de la tormenta), la responsabilidad de los medios de comunicación (cuya inoperancia general contrasta con la valentía de unos periodistas del diario británico The Guardian), o el desconcierto de una ciudadanía atrapada entre el inconformismo y la ignorancia. La película tiene el coraje de no dejar cabos sueltos –su denuncia contra la perversidad e inmunidad de los poderes fácticos no podría ser más contundente–, pero se encalla en la confección del hilo conductor del relato: una edulcorada e insustancial historia de amor que intenta inyectar emoción en una película eminentemente factual, analítica. En 2006, Stone dirigió Las Torres Gemelas, una de sus peores películas: una crónica lacrimógena de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Ofuscado por el trauma nacional, Stone no supo ir más allá del elogio complaciente al impresionante sacrificio de aquellos que perecieron en la Torres Gemelas intentando salvar vidas. El espíritu indulgente de Las Torres Gemelas reaparece en Snowden, donde el protagonista es retratado como un héroe sin aristas, una figura impoluta atrapada en un pozo de amoralidad. Para no manchar la figura de Snowden, Stone evita de manera bastante sistemática mostrar la implicación directa del protagonista en los crímenes que acaba denunciando: más que un cómplice, la película presenta a Snowden como un espectador de las faltas éticas de otros (sólo durante un breve segmento que transcurre en Ginebra vemos al protagonista embruteciendo su conciencia). Así, renunciando a explorar la cara más oscura y potencialmente interesante del personaje –ahí está, por ejemplo, la sombra del narcisismo, que emergía subterráneamente pero con fuerza en el documental Citizenfour, de Laura Poitras–, Snowden prefiere quedarse con la descripción del viacrucis sentimental y físico del protagonista, afianzando una imagen higienizada del héroe trágico. A la fragilidad narrativa de la película hay que sumarle su escaso vigor formal. Snowden empieza con una escena de suspense que parece replicar los efectos focales y la elasticidad compositiva (de planos detalle y estampas generales) característicos de varios films míticos sobre la paranoia en la América de los años '70, de La conversación, de Francis Ford Coppola, a Todos los hombres del presidente, de Alan J. Pakula. Sin embargo, a medida que la trama progresa y se expande, la película va cayendo en una estética tocada por una cierta impersonalidad. Finalmente, la tendencia al efectismo –frenesí informático acompañado por machacante música electrónica, la interconexión del planeta Tierra condensada en el ojo de Snowden, la paranoia del protagonista subrayada por la imagen del rostro amenazante de su jefe en una pantalla gigante– termina llevando la película hacia la senda del telefilm.
El estatuto de la información La información siempre tuvo un valor, y desde el poder constantemente se controlaron tanto los regímenes de verdad como el contenido de lo que el pueblo debía saber para ser subyugado. El ascenso de la burguesía en los últimos siglos trajo consigo el surgimiento -o más bien, el apuntalamiento- del vago concepto de opinión pública, que hoy aparenta o cree dirigir las acciones de los gobiernos del mundo. El caso de Edward Snowden fue paradigmático respecto del rol y el significado de la información en nuestra época. Snowden fue un agente de los servicios de inteligencia de Estados Unidos hasta que decidió exponer información sensible sobre la vigilancia de estas mismas agencias norteamericanas sobre todos los ciudadanos del mundo a dos periodistas del prestigioso periódico británico The Guardian, Glenn Greenwald y Ewen MacAskill, y a la documentalista Laura Poitras, que realizó el film Citizenfour (2014) con el material obtenido en las entrevistas y el proceso de publicación de los documentos. Fue acusado y perseguido con todas las repudiables leyes inconstitucionales que Estados Unidos le quiere imponer al planeta. Oliver Stone -Salvador, (1986)- compró los derechos de los libros que registraron y analizaron la historia en su apogeo: The Snowden Files (2014), de Luke Harding, y No Place to Hide: Edward Snowden, the NSA, and the U.S. Surveillance State (2014), de Glenn Greenwald. Junto al joven guionista Kieran Fitzgerald, se encargó de adaptarlos al cine y a su particular dramatización realista documental de la historia del enemigo número de Estados Unidos, ahora bajo asilo político en Rusia. La película narra el proceso de transformación de Edward Snowden de nacionalista resuelto a ayudar a su país en la guerra contra el terrorismo a traidor a la patria cuando comienza a tener objeciones morales y éticas tras conocer el trasfondo ilegal de su trabajo y la amenaza a la democracia que las agencias para las que trabaja representan para su país. Situando el presente en el momento de la filmación del documental de Poitras en un hotel de lujo en Hong Kong, el opus regresa una y otra vez sobre la formación de Snowden, su dificultad para socializar, su relación de pareja, sus ataques epilépticos, su trabajo como contratista y el proceso de formación de objeciones morales a su trabajo. Lo mejor del film es la contraposición ideológica entre Corbin O’Brian, el mentor y protector de Snowden, y el protagonista, con dos visiones distintas del mundo y de las posibilidades de la tecnología. Joseph Gordon-Levitt realiza un extraordinario trabajo protagónico junto a un elenco en el que se destaca la excelente actuación de Rhys Ifans interpretando a O’Brian como figura antagónica. Stone eligió como director de fotografía a un reconocido artesano de la imagen, el inglés Anthony Dod Mantle –Dogville (2003), usual colaborador de los maravillosos directores Lars von Trier y Danny Boyle. Así como Stone le da a Snowden un carácter dramático buscando definir el estatuto de la información en nuestro presente tecnocrático a través de una historia apasionante, Mantle le aporta al film un grado de contraste significativo entre nuestra experiencia física y la virtualidad que pretende tomar el control de la existencia y transformarla. Snowden no es solo una película, es un acontecimiento político y jurídico muy importante, y esa es la razón por la cual Oliver Stone no dejo pasar la oportunidad de dar su mirada sobre la revelación de información sobre la vigilancia a la que somos sometidos ilegalmente bajo el pretexto de la seguridad nacional de un país enfermo. Pero también es crucial recordar que Snowden es un símbolo del valor moral de un hombre que se atreve a enfrentarse a sus temores y a la perversión de un sistema de inteligencia macabro para sacar a la luz la verdad a pesar de las consecuencias.
La película muestra la actividad de Edward Snowden, el analista que trabajó para la CIA y navega entre la dramatización de hechos reales, el documental y la denuncia, donde el director Oliver Stone se mueve como pez en el agua. Otro material polémico y político cae en manos del director Oliver Stone, la biopìc que pone al descubierto la actividad de Edward Snowden, el analista que trabajó para la CIA y entregó documentos clasificados sobre el programa secreto de vigilancia mundial de la NSA -Agencia de Seguridad Nacional- al diario The Guardian, en 2013. Basada en el libro "The Snowden files: The inside story of the world's most wanted man", escrito por Luke Harding, y otro escrito por Anatoly Kucherena, el abogado ruso de Snowden, la película navega entre la dramatización de hechos reales, el documental y el cine de denuncia, en los que Stone se mueve como pez en el agua. Joseph-Gordon Levitt está inmejorable en la composición del personaje real que también aparece en pantalla en los minutos finales. Para el espectador que no conozca el caso, quizás el exceso de información pueda marearlo, pero Stone se las ingenia para mantener la atención a lo largo de más de dos horas. Para cumplir su objetivo muestra a un Snowden como un genio de la informática, aceptado luego de rigurosas pruebas, en el Centro de Entrenamiento "La Colina" y hasta su tarea posterior en Hawaii. Esta actividad complicada en la que la información cobra protagonismo, tiene daños colaterales en su vida privada junto a su novia Lindsay -Shailene Woodley, la ascendente actriz de Bajo la misma estrella y Divergente-, y en su salud a partir de algunos episodios de epilepsia. "El terrorismo es la excusa. Se trata de control social y económico" desliza uno de los personajes de esta enmarañada trama estructurada en torno a una entrevista realizada en un hotel de Tokyo, en una película que prescinde de acción física y tiroteos. Pasado y presente sirven para ir construyendo el perfil del personaje central que mueve todo el andamiaje y a quien acompañan Tom Wilkinson, como el corresponsal de defensa e inteligencia; Zachary Quinto en el rol del abogado constitucionaista Glenn Greenwald; Melissa Leo, como la directora de documentales Laura Poitras y,en un rol menor, Nicolas Cage. Espiar a los que espían, convertirse en un nuevo blanco y con un destino incierto en Rusia para no ser localizado, son algunas de las puntas que maneja este film sobre personajes vigiladores y vigilados. El creador de Pelotón y JFK tiene en contra al film documental de 2014, Citizenfour, pero encuentra la vuelta como para contar la historia desde otros ángulos.
Ed Snowden tiene el deseo de servir a su país. Es por eso que primero se enrola en el ejército, pero tras sufrir un grave accidente, y debido a su capacidad innata para manejar computadoras, termina trabajando en la NSA y luego en la CIA. Pero lo que parece un sueño cumplido, termina siendo un cachetazo de la realidad cuando Snowden se de cuenta cómo se manejan en verdad estas agencias, y que nadie está a salvo de ser espiado por Estados Unidos. Estamos ante la adaptación del controversial libro “The Snowden files: The inside story of the world’s most wanted man”, publicado hace unos años y que nos contaba cómo es que Ed Snowden ayudado por el periódico The Guardian, terminó sacando a la luz en pleno gobierno de Barak Obama, toda una red de espionaje ilimitado y sin control por parte de las agencias de seguridad norteamericanas, estando casi ninguna persona del mundo a salvo de ser vigilada. Oliver Stone es quien se encarga de traernos esta adaptación de un libro basado en un caso real y que armó un enorme revuelo cuando todo terminó sabiéndose. Quizás era el director más indicado para semejante película, que si bien cumple, no a todos terminará por gustar. Uno de los principales defectos que tiene Snowden es que cae demasiado en el lenguaje técnico de las computadoras, los algoritmos y demás términos que a mucha gente le son ajenos, o en el peor caso, le aburre. Algo que en La Red Social se supo resolver bien para terminar gustando a todos, acá se prefirió elegir el camino de ser lo más veraz posible. El otro punto en contra de Snowden es en lo mal que maneja y dirige Oliver Stone las historias de parejas, algo que ya vimos en su floja Wall Street 2 y en este film vuelve a suceder. Pese a que son buenos actores y que sus roles los cumplen bien, nunca vemos una real química entre Joseph Gordon -Levitt y Shailene Woodley, que si bien esta sub trama no es tan importante, sí tiene los suficientes minutos en pantalla como para hacerse sentir. Pero no podemos no decir las cosas a favor, como, por ejemplo, lo bien que está llevada la historia de Ed Snowden en las diferentes agencias gubernamentales. Pese a lo dicho sobre el lenguaje técnico, siempre nos queda en claro qué es lo que está sucediendo y qué es lo que va llevando a Snowden a cambiar de opinión con respecto a sus objetivos. Snowden es una interesante película que nos muestra algo que en realidad se sabía pero nadie se animaba a decir y mostrar, y es el nulo control que tiene Estados Unidos para vigilar a todo el mundo sospechando de que todos son terroristas, o inventándose algún enemigo de turno. Pese a algunas fallas, el film jamás logra hacerse largo ni aburrido a pesar de tocar un tema que por ahí puede resultar bastante denso para quienes no son habitúes a las tramas de espionaje. Lejos de ser una de las mejores obras de Oliver Stone, el controversial director aún se muestra en forma y se redime de malos proyectos como lo fueron Salvajes o la ya mencionada Wall Street 2.
La desnudez ante el poder La historia americana, y cuando digo americana me refiero a la de Estados Unidos, es oscura por donde se la vea. Sus habitantes parece no tener un año sin algún problema político grave. En Snowden se relata uno de los problemas de la edad moderna de yankilandia, cuando durante el gobierno de Barack Obama se descubrió que el gobierno espiaba a millones de estadounidenses. Quien filtró toda esta problemática fue un ex espía de la CIA: Edward Snowden. El film dirigido por el mítico Oliver Stone, quien no dirigía desde el 2012 cuando filmó Savages, vuelve a sus raíces para desnudar los secretos del gobierno americano, la política sucia y la desobediencia ante las leyes. Stone habló con Cine Premiere y dio su opinión acerca de si al hacer estas películas está educando a una nueva generación de jóvenes: “Siento que mi vida se ha dado en las películas, el crecimiento de mi conciencia y lo que he dicho me ha costado bastante entre mis colegas e incluso mis amigos de la prensa. Siento que ese es mi trayecto. Son cosas importantes. La guerra de Vietnam, JFK y Nixon, esto es una revelación para mí y al mismo tiempo es lo que voy a hacer. Ciertamente las revelaciones de Snowden pueden estar mal y tal vez nos engañó, pero si eso es verdad, entonces me equivoqué en mi vocación. Solo con esto puedo continuar con mi propio sentido de la verdad. Eso es lo que pongo en mis películas. No solo son para los jóvenes, eso es solo una parte, pero en realidad es para la gente que está aquí y ahora, aunque no creo que sea en un sentido de protesta. Creo que hay una tremenda pasividad sobre eso y lo que podemos hacer, es ese tipo de sentimiento”. Acompañando a Stone están los actores Joseph Gordon-Levitt, Shailene Woodley, Melissa Leo, Tom Wilkinson y Zachary Quinto. Un elenco que promete y cumple las expectativas. El protagonista, Jospeh Gordon-Levitt, también habló con Cine Premiere y contó qué fue lo pensó cuando se le ofreció este papel: “Estaba muy emocionado porque Oliver Stone me llamó. Soy fan de muchas de sus películas y había escuchado el nombre de Edward Snowden pero no sabía nada de su historia. Cuando se dio a conocer a mediados de 2013 yo estaba muy ocupado con mi trabajo y no estaba al pendiente de las noticias. Aunque me sentía muy halagado de que Oliver me llamara y me ofreciera el papel, quería indagar al respecto”
Snowden, la nueva película de Oliver Stone. Snowden es un recorrido por la vida del ex empleado de la CIA y la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) que en el año 2013 reveló desde la habitación de un hotel de Hong Kong, como los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama había creado y puesto en práctica, programas de vigilancia y control para espiar al mundo entero. La realidad trasladada al cine suele ser más atractiva que lo que verdaderamente sucedió. En el caso de Snowden, el ritmo es pausado, demasiado medido para las implicancias que resultan de lo revelado. Snowden parece ser un nerd al que el entorno lo excedía y que dejó todo por amor. La historia de un hombre que no podía contarle ni a su novia de que se trataba su trabajo y que termina contándole todo al mundo entero. Y ese todo implica el atropello de grupos armamentistas, financieros y energéticos que en nombre de la lucha contra el terrorismo arremeten contra todos los derechos individuales. Y eso sucede con la anuencia del estado. El problema de Snowden (la película) es que no consigue insuflarle un aire que logre algo más a lo ya brindado por Citizen Four, documental que es recreado en este film, sin brindar más amplitud a algunas de las personas involucradas, la documentalista que registró todo lo que Edward Snowden quiso contar (Laura Poitras, interpretada por Melisa Leo) ni a los periodistas, Glenn Greenwald y Ewen MacAskill, en un hecho que fue una revelación a escala planetaria. Se queda en la unidimensionalidad de un personaje que da a conocer algo que es muy complejo y a la vez muy sencillo de sintetizar: el estado vigila la intimidad de tus actos, tus e-mails, tus búsquedas en internet, te escucha, te investiga y hasta puede espiarte a través de la cámara de tu notebook. Joseph Gordon-Levitt resulta eficiente como Snowden, así como también Shailene Woodley como su novia. Y otros puntos altos del elenco son Rhys Ifans , como el director de inteligencia y Nicolas Cage en la piel de un antiguo mentor de Snowden. Oliver Stone supo dotar en otras épocas de mayores dosis de tensión y paranoia, con JFK como su punto más alto, pero no consigue en este caso ponernos al borde de la butaca. En Snowden agrega un ladrillo más en la construcción del desencanto del sueño americano, arremete contra los servicios de inteligencia, contra la hipocresía política y contra la responsabilidad de los medios de comunicación, pero todo parece tibio. Raro en un cineasta que en otros tiempos parecía llevarse todo por delante y hoy calcula cada paso que da.
Voces por la justicia: el extraño caso de Edward Snowden ¿Héroe para la ciudadanía o traidor de toda una nación? Es la eterna pregunta retórica que ronda en el curioso universo de las TIC´s y pone a sus aficionados en un aterrador estado de alerta frente al uso de las mismas. Quizás por eso el productor y director Oliver Stone, a días de las recientes elecciones democráticas en las que Donald John Trump fue elegido Presidente, busca con este material reabrir -o al menos evidenciar- el nulo avance en materia seguridad informática que tanto inquieta al gobierno de Estados Unidos desde 2013, cuando se dio a conocer el emblemático caso de Edward Snowden. Este joven ex técnico de la CIA fue exiliado de los Estados Unidos tras denunciar el espionaje masivo que realizó el gobierno de su país para recopilar información bajo el manto de combatir el terrorismo internacional. Como el documental Citizenfour (2014), de Laura Poitras -que recopila información en primera persona del caso-, este biopic es una cronología fiel a los hechos. El eje está puesto en mostrar a un muchacho que acciona según sus ideales, ingenuos, de servir a la nación, hasta que se decepciona cuando descubre lo que sucede detrás de ese speach de “garantizar la seguridad a los ciudadanos” y realiza la denuncia -en términos criollos, destapa la olla- con el afán de cuestionar por qué la Casa Blanca cruzó el límite legal, a través de un programa de inteligencia cibernética, para vigilar las comunicaciones (fijas, móviles y de Internet) de millones de ciudadanos a nivel mundial sin previo consentimiento. Las escenas didácticas, de escasa artística y musicalización, son una copia fiel de lo sucedido. Joseph Gordon-Levitt, de magnífica interpretación, se pone en la piel de Snowden para recorrer desde sus primeros pasos por las Fuerzas Armadas, donde sufrió el accidente de salud que lo incapacitó para seguir allí, hasta su labor como consultor de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), que lo llevó a ascender hasta conseguir encerrar en una micro SD, con un simple copy-paste en apenas 3 minutos, las pruebas necesarias para comprobar que aquello que denunciaba era cierto. Es aquí donde, a las claras, Stone toma partido por la defensa del implicado; lo presenta como un joven hacker brillante y audaz que enfrentó y ridiculizó al sistema de seguridad de la nación al escapar del país con la información que, curiosamente llevaba en la memoria SD oculta en su cubo mágico y, posteriormente, escapó del país -al recibir la orden de captura- mediante un documento que gestionó en tiempo récord de refugiado de paso de parte del Gobierno de Ecuador. Asimismo, Stone incluye la faceta sentimental y pivotea los hechos con la historia de su gran amor por la joven fotógrafa, Lindsay Mills (Shailene Woodley), y los embrollos que le trae a la relación tener semejante profesión. Luego de este parate, vuelve de lleno al meollo de la cuestión. Lisa y llanamente, Snowden carece de una trama novedosa, se ajusta a lo conocido. Es un extenso largometraje, innecesario, donde lejos de aquel Stone creativo que transmitía emociones en trabajos como Expreso de Medianoche (Midnight Express, 1978) -que adaptó para la pantalla; fue dirigida por Alan Parker-, se ve un Stone paranoico, hasta quizás preocupado por sus excesivas películas denunciando a los Estados Unidos. Pero vale la valentía de exhibir en la pantalla grande estos casos que para aquellos que no estén empapados en el tema servirá como una especie de documento Wikipedia. Idóneo hubiese sido cambiar la rítmica, jugar más con flashbacks y avanzar en la materia; profundizando qué sucedió luego de la famosa denuncia tanto en la vida de Snowden como en materia jurídica. Hubiese sido interesante mostrar cómo aún permanece refugiado en Rusia, luego de tres años del gobierno de Obama. No obstante, es un buen camino repensar cómo la vigente era tecnológica puede ser vista como el yin-yang, con su lado bueno y su lado malo. Apenas dos meses atrás el mundo Pokemon Go había atrapado a más de un niño, en contraparte es gracias a la tecnología que se crean impresoras 3D para realizar prótesis y salvar vidas.
Crítica emitida por radio.
Llega la nueva película de Oliver Stone basada en la vida de Edward Snowden, una de las figuras más controvertidas de los últimos años En 2003 Snowden se unió al ejército norteamericano, con la intención de poder formar parte de las Fuerzas Especiales. Pero, después de un accidente y obligado a dejar el servicio acabó trabajando en la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) y en la CIA. Con el tiempo, gracias a contar con datos privilegiados, Snowden filtró documentos que revelaron importante información sobre la NSA. Tras la publicación de estos archivos por la prensa de todo el mundo, se produjo un revuelo inmediato, ya que sacaban a la luz una trama de espionaje masivo por parte del gobierno de Estados Unidos, convirtiendo a Snowden en un traidor para su país. Tras muchas películas fallidas, Oliver Stone recupera el pulso, y nos presenta un biopic muy bien narrado, plagado de intriga y tensión. Con un puntapié inicial en el año 2013, retratando la reunión de Snowden con un grupo de periodistas, el director nos lleva por un recorrido hacia el pasado del protagonista, un viaje que lo pinta de cuerpo entero, y que nunca es benevolente. Obviamente, la cinta tiene un contexto de denuncia, y si bien no es maniquea, deja muy en claro quienes, entre los malos, son "los más malos". Gran labor de Joseph Gordon-Levitt, muy medido, que va transformándose en el avance de la trama y cada uno de sus cambios están sutilmente expuestos por el intérprete. Las dos horas y cuarto de metraje pueden resultar un tanto extensas, pero el interés por lo que sucede nunca decae, por el contrario, el clasicismo de la puesta colocan a esta propuesta como uno de los mejores thrillers políticos de los últimos tiempos.
Despúes del Oscar al gran documental Citizenfour, de Laura Poitras, Oliver Stone estrena su biografía sobre el soplón informático exiliado Rusia. Son más de dos horas de narración errática con el objetivo claro y expuesto de manera didáctica, de ensalzar la figura de Snowden, como si el ex agente de la CIA, que tomó conciencia y luego decidió denunciar el espionaje sistemático del Estado a los ciudadanos, fuera casi un santo. Hasta el protagonista, Joseph Gordon-Leviitt, se ve poco comprometido, un poco aburrido, en este retrato unilateral y esquemático, que toma de Citizenfour el punto de partida y varias ideas, algunas de las cuales son, increíblemente, de lo mejor de esta película.
Si hay dos historias ideales para el petardista -a veces exitoso y talentoso- Oliver Stone eran las de Julian Assange y Edward Snowden. La de Assange ya se hizo (mal) y quedaba Snowden. Sí, claro, la película es interesante porque cuenta la historia de esta especie de estoico que decidió contar cómo el Estado norteamericano (y no solamente) espía al universo, y Joseph Gordon-Levitt está muy bien, muy justo en el personaje. Pero esa virtud se diluye por tres razones. La primera: no parece que Stone, más allá de sus prejuicios paranoides (que constituyen muchas veces lo mejor de sus películas) comprenda bien qué es lo que hizo este hombre. Lo segundo, que incluso cuando el film puede deslizarse hacia terrenos incómodos -lo que le proveería riqueza-, los evita. Lo que queda es un relato bien narrado sobre un tipo común que hizo algo extraordinario, y la declaración de que el poder es malo malísimo siempre, algo que Stone nos ha dicho mejor en (muchas) otras ocasiones.
El nuevo trabajo de Oliver Stone ofrece una película aburrida sobre una temática apasionante, que en manos de otro cineasta tal vez hubiera tenido un mejor tratamiento desde la ficción. El caso de Edward Snowden es muy interesante por los dilemas morales que presenta y la manera en que el informático de la CIA expuso las operaciones ilícitas de espionaje del gobierno norteamericano. Los documentos que divulgó en los medios de prensa básicamente denunciaron cómo los servicios de inteligencia del Tío Sam se meten en los celulares, tablets y computadoras de cualquier persona alrededor del mundo con la excusa de interceptar ataques terroristas. Stone hizo un buen trabajo a la hora acercar a un público mainstream la complejidad de estos hechos, pero el modo en que abordó la narración atentó con el atractivo de esta propuesta. La película es innecesariamente larga con 134 interminables minutos y el director se centra demasiado en el pasado del protagonista con escenas y situaciones que se podían haber acortado un poco. Sobre todo porque la vida de Snowden se vuelve realmente interesante a partir del momento en que se incorpora a la CIA. Clint Eastwood probablemente hubiera contado la misma historia en mucho menos tiempo con una narración más atractiva. Más allá de enaltecer la imagen del personaje real, que por momentos parece un personaje de Dan Brown (El código DaVinci) el film de Stone no hace nada por ofrecer una mirada diferente sobre este caso que tuvo un tratamiento superior en el documental Citizenfour, ganador de un premio Oscar en el 2015. Joseph Gordon Levitt se esmeró bastante en recrear los modismos y expresiones corporales de Edward Snowden, pero más allá de esas características su interpretación se limita a ser correcta y no llama a la atención. Shailene Woodley sale mejor parada y logra destacarse finalmente en el cine con un buen personaje, donde interpreta a la novia del protagonista, quien le otorga más humanidad al informático de la CIA. Snowden no es para nada una mala película pero carece de la fuerza que tuvieron las biografías previas de Oliver Stone y convierte a una historia importante en una propuesta intrascendente.
El hombre que sabía demasiado (y habló). El director de JFK y Nixon construye un ciberthriller paranoico sobre el agente de inteligencia que reveló una red de espionaje a escala global, pero el manejo del ritmo está más asociado a los artilugios del montaje que a una verdadera administración de los recursos de la narración. El de las películas basadas en hechos reales es un tema complejo, sobre todo cuando tienen que ver con una mirada política de la realidad. Es el caso de Snowden, trabajo más reciente del director Oliver Stone, cuya filmografía se caracteriza justamente por representar siempre una mirada política muy fuerte. Como se anuncia desde el título, esta vez Stone cuenta lo ocurrido hace algunos años atrás en la vida de Edward Snowden, el agente de inteligencia especialista en sistemas que reveló un programa de espionaje masivo del gobierno de los Estados Unidos, con el que recolectaba información de manera ilegal incluso entre sus propios ciudadanos. Dichos datos eran robados a sus dueños a través de programas y redes secretas en cuyo diseño original había estado involucrado el propio Snowden. JFK y Nixon El punto débil de films como Snowden –o Argo, de Ben Affleck (2012), ganadora al Oscar a la Mejor Película en 2013– no tiene que ver con el relato de los hechos en sí, sino con la voluntad de imponer, a través de trazos muy gruesos, su versión del asunto como representación fidelísima de la realidad misma. Como la de Affleck, Snowden tiene momentos en los que la intriga es bien llevada y el thriller construido con eficiencia, aunque ambas adhieren a modelos narrativos muy distintos. Mientras Affleck le imprime a la suya el ritmo, el tono y el formato del cine estadounidense de los ‘70, tomando como modelo ciertos trabajos de Coppola, Friedkin o Lumet, Stone construye un ciberthriller paranoico en el que el manejo del ritmo está más asociado a los artilugios del montaje que a la administración de los recursos de la narración. Ambas decisiones coinciden con el imaginario estético de la época en el que cada una se desarrolla. La primera en 1979, durante la crisis de los rehenes en la embajada estadounidense en Irán, tras el derrocamiento de Reza Pahleví; esta última en plena era digital. Snowden puede resultar abrumadora, por un lado en virtud de la cantidad de datos y de información relativa a la acción de sistemas informáticos complejos que la historia implica. Por otro, a partir de los saltos temporales que van del momento en que el protagonista revela su información a un grupo de periodistas en 2013, a sus inicios como agente de inteligencia diez años antes, pasando por el vínculo con su pareja, sus dudas respecto de la labor que realiza y el camino de transformación de su visión del mundo, de conservador a liberal (en el sentido norteamericano del término). Aun así sus primeros dos actos pueden resultar interesantes, relativamente entretenidos y hasta instructivos para quienes no conozcan a fondo uno de los hechos fundamentales de la historia contemporánea. Sin embargo el desenlace atenta contra el propio mecanismo cinematográfico, apelando a poner en pantalla al propio Edward Snowden, como temiendo que las herramientas de la ficción no fueran lo suficientemente poderosas para plasmar una mirada del mundo. Dicha decisión también se parece a un acto de manipulación por parte del director, quien al introducir el elemento real parece querer imponer que todo en el film no puede ser sino la Verdad, con mayúscula. El mismo pecado que Affleck cometía en el final de Argo, al incluir fotos reales que “daban fe” de que todo lo visto como ficción era poco menos que inapelable. Los vínculos entre los trabajos de Stone y Affleck llegan incluso a un inesperado cruce fuera de la pantalla, en los propios escenarios de la realidad que ambas se arrogan el derecho de representar. Como se sabe, cuando Argo recibe el Oscar en marzo de 2013, su anuncio fue precedido por un discurso de Michelle Obama, entonces primera dama y estrella de uno de los momentos de mayor popularidad del gobierno de su marido, apuntalando con fuerza la teoría de que se trataba de un premio con un alto componente político. No deja de ser llamativo que el mismo sirviera para reconocer a una película cuyo relato es una eficaz glorificación del trabajo de la CIA y sus métodos de acción, apenas dos meses antes de que Snowden revelara lo más oscuro de la maquinaria de dicha central de inteligencia y otros organismos de la seguridad de los EE.UU., poniendo en jaque la credibilidad de uno de los gobiernos supuestamente más progresistas de la historia del país. ¿Coincidencia? ¿Paradoja? ¿Paranoia? Puede ser, pero puestos a imaginar teorías conspirativas, tal vez pueda decirse que el asunto, como todo en el mundo de la alta política y la intriga internacional, responde estrictamente al principio de causas y efectos. 5 - Snowden Francia/Alemania/EE.UU., 2016 Dirección: Oliver Stone. Guión: Kieran Fitzgerald y Oliver Stone, sobre libro de Anatoly Kucherena y Luke Harding. Duración: 134 minutos. Intérpretes: Joseph Gordon-Levitt, Melissa Leo, Shailene Woodley, Zachary Quinto, Tom Wilkinson, Nicolas Cage, Scott Eastwood, Timothy Oliphant, Ben Chaplin y Edward Snowden. Menciones Últimas Noticias 22min La ayuda del Barcelona al Chapeoense 40min Tras la amenaza de veto, la amenaza de despidos 3hs Historia de la tapa: El capitán veto a ataca de nuevo 10hs La herencia recibida y el sinceramiento 10hs La pesada herencia: el pueblo 10hs El descanso presidencial
Snowden, un personaje a la medida de Oliver Stone ¿Héroe o traidor? Aunque intente no emitir juicio, el responsable de producir la mayor fisura en la seguridad en toda la historia de la inteligencia en Estados Unidos no podía sino resultar un personaje irresistible para Oliver Stone. No extraña que lo haya calificado como una de las figuras más atrayentes del siglo XXI, y haya sido de los primeros en anotarse para dedicarle una de sus biopics. Por supuesto, quiso ser fiel a la versión de los hechos proporcionada por él, de modo que recurrió, entre otras fuentes, al libro La hora del pulpo, del abogado ruso Anatoly Kucherena, también profundo conocedor de los servicios de inteligencia (y que logró obtener para el ex agente de la CIA el estatus de refugiado cuando entró clandestinamente en Rusia, donde aun reside). Y aunque el propio interesado reconoció que lo que cuenta el director de Pelotón y Nacido el 4 de julio es bastante veraz, tal fidelidad, que se extiende al minucioso trabajo de Joseph Gordon-Levitt, no contribuye a fortalecer el interés de la película, cuyo lanzamiento en Estados Unidos Stone demoró hasta septiembre con la esperanza de que ingrese en la carrera por el Oscar. De todas maneras, no es mucha la novedad que aporta el film, de extensos (y no siempre apasionantes) 134 minutos de duración. Sobre todo para quienes vieron en el último Bafici o vía Internet, Citizenfour, el documental de Laura Poitras sobre el mismo personaje y las maniobras de espionaje masivo de la agencia de seguridad norteamericana que él denunció.
Para saber si fue héroe o villano, no escuchar a Stone El director de “JFK” da su punto de vista, didáctico, sobre el ex consultor informático que reveló secretos. A Oliver Stone el tema de la patria, el patriotismo para ser más específico, lo subyuga. Es como una obsesión que se fue transformando con el correr de los años. Tal vez empezó en Pelotón, cuestionando las luchas internas en el frente de batalla en Vietnam. Ahora en Snowden ensalsa a Edward Snowden, el informante que ventiló la manipulación, las escuchas y el espionaje, el sistema que utilizaba la Agencia Nacional de Seguridad. Pero Snowden es cine de denuncia, alla Stone. No es JFK, no es Nacido el 4 de julio, ni tampoco Las Torres Gemelas, un título que pocos recuerdan, pero que es una de las más flojas películas del director de Asesinos por naturaleza. Tampoco es Citizenfour, de Laura Poitras, el documental ganador del Oscar que seguía precisamente a Mr. Snowden. Tal vez la idea del director de Wall Street fue que, para contar su visión de Snowden, y responder la pregunta si fue o es héroe o villano, había que apelar a la ficción y darle hasta un sesgo documental. Como un cruce de géneros, pero siempre desde el plano de la ficción. Está, claro, el manejo del poder, lo indefenso que es el pueblo estadounidense (y de todo el mundo), la mirada al costado de los medios de comunicación, salvo The Guardian, que publicó las revelaciones de Snowden en 2013, y cuestiona con dureza a Obama (¿qué hará ahora con Trump?). A Stone no le molesta -le gusta- ser didáctico, y si hace falta explicar dos o tres veces algún asunto, lo hace. De ahí que su filme parezca destinado a un público infantil, al margen de alguna escena de sexo. Pero con los años Stone se ha vuelto más que un artista de fino pincel, un hombre de empuñar la brocha gorda. Las sutilezas en Pelotón (el sargento Elías acribillado, que cae de rodillas levantando sus brazos hacia el cielo) son historia antigua. El ex consultor informático de la ANS y la CIA es interpretado de manera magistral por Joseph Gordon-Levitt, tanto por su postura física como la imitación de la voz. Snowden para muchos fue un traidor a la patria, para otros un mero soplón, y están quienes creen que hizo bien lo que hizo. La posición que asume Stone es la tercera, y seguramente aquéllos que concuerden con su mirada lo aplaudirán, pero difícil que el espectador que esté al margen se trague el anzuelo con facilidad, y al que piense distinto, esta película no le cambiará su juicio.
LAS DENUNCIAS DE SNOWDEN Y SUS CONSECUENCIAS Su historia es muy conocida, un experto en informática que trabajo para CIA y para la NSA (agencia nacional de seguridad) que descubre que esos organismos vigilan a todos, buenos y malos y decido denunciarlo al diario The Guardian y desde entonces esta exiliado en Rusia. Ya un documental premiado por el Oscar realizado por Laura Poitras, “Citizenfour” contaba con talento toda la historia con la fuerza que tiene la investigación periodística. El film de Oliver Stone reconstruye lo que ocurrió en un estilo sobrio y contenido, lejos de otros exitosos films del mismo director, pero aun cuando no es de lo mejor de Stone, el film vale. En sus dos horas y 18 minutos de duración aporta todos los datos, por momentos abrumadores, del caso y de las personas que influyeron decisivamente en su decisión. En la comprobación terrible de que la privacidad no existe y que todas las paranoias de vigilancia son absolutamente reales. Desde un teléfono o una computadora apagados, los espías pueden saber todo sobre nosotros. Tratado como un héroe o un traidor a su patria, Snowden se ve con un hombre tranquilo y racional con graves problemas éticos que resuelve con su honestidad. Así lo presenta Stone que encuentra en Joseph Gordon-Levitt al intérprete ideal, sostenido, parco. Contó con gran elenco Nicolás Cage, Rhys Ifans, James Butler.
“Snowden”: la apoteosis y caída de un hacker Hotel The Mira, Hong-Kong, junio de 2013. Un hombre va a lanzar una bomba informativa que irritará a muchos gobiernos y lo convertirá en paria. Una idea lo gobierna: denunciar al mundo los excesos del espionaje norteamericano, la pérdida mundial de la privacidad, la vigilancia que EE.UU. ejerce sobre sus propios aliados. Y ese hombre sabe lo que dice, porque él mismo participó en la creación de los nuevos sistemas de espionaje. Esta es la historia de Edward Snowden, hijo de dos servidores de su patria, y él mismo con vocación de servicio. Su físico no le permitió integrar las Special Forces, pero su habilidad para la informática lo llevó a la CIA y al corazón mismo de la National Security Agency. Terminó como contratista de gran sueldo en Hawai, en compañía de su feliz esposa. ¿Qué lo llevó a enfrentarse con sus superiores, con el país entero, perderlo todo y ser acusado de traición a la patria? Precisamente, su amor a los viejos ideales de los Padres Fundadores. Su decepción ante un presidente que prometió reducir el espionaje cibernético y en cambio lo aumentó. O un exceso de purismo y paranoia. Oliver Stone cuenta todo esto en un biopic dinámico y bien actuado, con elementos de suspenso y denuncia, aportes documentales y didácticos (para que todos entiendan la parte informática), amén de un costado sentimental y varias conversaciones reveladoras de tono a veces cínico, o medio desaprensivo. Por ejemplo, una charla donde cuatro espías fuera del horario de trabajo, sentados alrededor de una barbacoa, comentan fugazmente el bombardeo de esa tarde contra una familia que estaba enterrando a su niño, muerto por "fuego amigo". El propio Snowden aparece al final de la película. Kieran Fitzgerald es el coguionista, apoyado en los libros de Luke Harding y Anatole Kucherena. Buen material de lectura, y buena película. Parece que todavía hay Stone para rato.
“Snowden”: el regreso triunfal de Oliver Stone Todo aquel que conozca la filmografía de Oliver Stone sabe que mucho de su carrera como director estuvo destinada a retratar temas profundos, inquietantes y controversiales de la historia y cultura norteamericanas. Títulos como “Salvador” (1986), “Pelotón” (1986), “Nacido el Cuatro de Julio” (1989) y “JFK” (1991), entre muchas otras, son buenos ejemplos de ello. Pero en los últimos años sus películas abordaron otros temas y dejaron un poco de lado ese sello tan característico suyo... Hasta ahora. Con “Snowden” (2016) el realizador vuelve a las fuentes, a ser controversial, a alzar la voz y lo hace de una manera contundente y con esa fascinante mirada personal con que nos deslumbró siempre. Es el año 2013. Edward Snowden (Joseph Gordon-Levitt) sale de su trabajo en la Agencia de Seguridad (NSA) con sede en Hawai. Va hasta su casa, le dice a su mujer Lindsay Mills (Shailene Woodley) lo que quiere hacer y se toma un avión hasta Hong Kong. Su objetivo es encontrarse con los periodistas Glenn Greenwald (Zachary Quinto) y Ewen MacAskill (Tom Wilkinson); y la documentalista y cineasta Laura Poitras (Melissa Leo) para revelarles cómo el gobierno de los Estados Unidos, con su división cibernética, tiene programas de vigilancia de escala global que recogen datos a través del rastreo de toda clase de comunicación digital. Pero lo más importante –y aterrador al mismo tiempo– es que no sólo vigilan a países extranjeros, grupos terroristas, o criminales internacionales, sino también a ciudadanos americanos comunes y corrientes. Así salió a la luz lo que alguna vez fue descripto como la mayor falla de seguridad en la historia del Departamento de Inteligencia de EE.UU., que expuso uno de los mayores atentados a las libertades individuales jamás perpetrados en la historia y convirtió a Edward Snowden en una de las figuras más polémicas del nuevo milenio. ¿Qué podía contar Stone que no se supiera, se hubiera leído o visto hasta el momento? Las verdad es que mucho. El guión está basado en los libros “The Snowden Files” (2014) de Luke Harding, y “Time of the Octopus” (2015), de Anatoly Kucherena, abogado del analista. Además de adquirir los derechos de ambos libros, también tuvo varias charlas con el mismo Snowden. Lo que intenta retratar o mostrar la película es de dónde provenía este exempleado de la CIA, cuáles eran sus motivaciones para trabajar en los organismos en los que lo hacía, qué función desempeñaba y, lo más importante, porqué hizo lo que hizo. Éste es, tal vez, el punto más flojo del film. Oliver Stone nos presenta a un personaje tan moral y con tantas convicciones por hacer el bien y la justicia que podría ser el faro que la humanidad debería seguir en estos aspectos. Es un personaje demasiado “limpio” y transparente. Más allá de eso, lo demás es impecable. Gordon-Levitt logra convertirse en el propio Snowden, tan bien está que hasta los propios padres del exiliado norteamericano le expresaron su maravillosa performance. El largometraje también se vanagloria haciendo desfilar –como solía hacer el realizador– a varias estrellas hasta en pequeños papeles. Además de los ya mencionados, aparecen Rhys Ifans, Timothy Olyphant, Nicolas Cage, Scott Eastwood y Joely Richardson. Snowden es una gran película que te hace reflexionar sobre nuestras posturas ante los gobiernos, hace preguntas provocativas e interpela al espectador sobre cuánto estamos dispuestos a renunciar con el afán de estar “seguros”. Un maravilloso regreso de Oliver Stone al cine que nos supo regalar. Bienvenido de nuevo, maestro.
La historia habla de un hombre que se relacionó con la cibernética y la informática y volvió loco al gobierno de los Estados Unidos cuando reveló miles de documentos sobre la violación de la privacidad cometida en todas las partes del mundo. Abre una fuerte polémica sobre los derechos de la privacidad, por los medios digitales y por la tecnología. Algunos lo llamaron héroe, otros traidor. El gran director Oliver Stone (“Wall Street 2: El dinero nunca duerme”), nos trae a la pantalla grande este thriller biográfico muy fructífero, con un suspenso cauteloso, es muy interesante, entretenido, la vida del protagonista va y viene y se ayuda también con el flashback, mantiene al espectador tenso y pegado a la butaca, con una estupenda interpretación por Joseph Gordon-Levitt, que es quien le da vida a esta historia, lo acompañan muy bien Melissa Leo y Zachary Quinto. Al final tenes una sorpresa.
Snowden Oliver Stone vuelve al cine con uno de los casos de mayor relevancia en los últimos tiempos en cuanto a seguridad informática. El camaleónico y cada vez más sólido Joseph Gordon-Lewitt se pone en la piel del miembro de la CIA que supo poner en vilo al gobierno norteamericano denunciando su maniqueísmo y autoritarismo. Stone narra la historia de manera tradicional, con un especial énfasis en dejar en claro la falta de ética y moral del gobierno, y en el trazo grueso pierde de vista su verdadero objeto, quedando detrás de esa obra sublime del documental “Citizen Four”, que trabaja el mismo tema con verdadera pasión.
Sobre la arquitectura de la opresión "Snowden" narra los acontecimientos que acompañaron la publicación por parte del diario The Guardian de los documentos clasificados que aportó Edward Snowden sobre el programa de vigilancia mundial secreto de la NSA. Es un film correcto en su incorrección, y con una historia que logra mantener la acción a pesar de que todo esté escrito y dicho desde el guión. Mundialmente famosa es la historia del ex agente de la CIA y la NSA, Edward Snowden, que contó el secreto más peligroso de estas agencias secretas, al hacer públicos varios documentos y programas utilizados para una vigilancia global. "El terrorismo es la excusa", dijo Edward y en eso se basa el film: desde su punto de vista, al comenzar como militar pero obligado a hacer tareas administrativas, el joven se hizo famoso en el gobierno de Estados Unidos por su inteligencia en sistemas y programación, convirtiéndose en un exitoso consultor tecnológico. El film comienza en Hong Kong, cuando Snowden (Joseph Gordon-Levitt) se reúne con periodistas del diario "The Guardian" de Inglaterra, para dar a conocer su historia, sabiendo las terribles consecuencias que podría acarrear. Desde ese punto conoceremos su vida, sus motivaciones, su amor Lindsay Mills (Shailene Woodley) y sus diferentes trabajos en áreas de la CIA y la NSA. El gobierno estadounidense lo tildó de simple "hacker" y el mundo entero lo reconoce como héroe por haberse enfrentado al poder que una vez supo defender y que al entender la peligrosidad y falta de respeto por la intimidad de todos los seres humanos que habitan el planeta, el pequeño pero gigante Snowden quiso defender a costa de su propia vida. Con el terrorismo como excusa, Estados Unidos fomentó la arquitectura de la opresión, sintetiza Snowden al hacer su descargo ante los reporteros. El filme es la nueva entrega cinematográfica de Oliver Stone tras una serie de fiascos, y recupera la gloria de manera decente. Es un film correcto en su incorrección, y con una historia que logra mantener la acción a pesar de que todo esté escrito y dicho desde el guión. Es decir, no veremos bombas, tiros y mucha persecución, pero la tensión se mantendrá desde los primeros minutos hasta su fin.
Alguien te está mirando Oliver Stone narra la biografía oficial de Edward Snowden, pero lo hace con tal brillantez narrativa que la verdad importa poco y nada. Una de mis películas favoritas de Oliver Stone es Un domingo cualquiera (1999). La razón es que a pesar de que el fútbol americano, su tema central, me resulta indiferente y sus reglas totalmente desconocidas, la narración me fue llevando de las narices hacia donde quiso, me emocioné con jugadas que no entendía -pero que Stone lograba hacerme entender sin explicármelas verbalmente- y los personajes ocupaban sus lugares de héroes o de villanos aunque sus versiones de la vida real me importaran poco y nada. En suma: cuando el “tema” -algo tan potente en todas las películas de Stone- me era ajeno, pude ver con más nitidez sus virtudes como cineasta. En Snowden el tema vuelve a ser fuerte como en sus películas más políticas -W., Nixon o JFK, por ejemplo-; es la historia de Edward Snowden, el agente de la CIA que desertó y denunció que los Estados Unidos espían a todos los ciudadanos sin necesidad de orden judicial. Y su mirada vuelve a estar del lado de la conspiranoia y en contra del poder político de los Estados Unidos. Los que vieron sus documentales Comandante (2003), Looking for Fidel (2004), Al sur de la frontera (2009) o Mi amigo Hugo (2014) -o los que han leído sus declaraciones en la prensa- imaginarán que Edward Snowden para Oliver Stone no admite la menor crítica: es un héroe clásico, es Ulises comandando el Caballo de Troya, es el tipo que dijo que no cuando todos a su alrededor decían que sí. La película empieza cuando la documentalista Laura Poitras (Melissa Leo) y el periodista de The Guardian Glenn Greenwald (Zachary Quinto) -ambos también personajes extraídos de la vida real- esperan encontrarse con Snowden (Joseph Gordon-Levitt). En una habitación de un hotel de Hong Kong, este nerd de lentes les cuenta su historia y la película va y viene en el tiempo: el camino del protagonista que va del patriotismo al desencanto por un lado, y por el otro los avatares periodísticos de la publicación de tamaña historia. (Las imágenes que toma Poitras serán luego parte del célebre documental Citizenfour, que ganó el Oscar el año pasado.) Anclada en el presente de esa habitación de hotel el 4 de junio de 2013, la película va hacia atrás y construye el personaje, sobre todo en su relación con la CIA y con su novia Lindsay Mills (Shailene Woodley), responsable en parte de su deriva ideológica. Que quede claro: Snowden es una biografía oficial e incluso puede irritar con la victoria de Donald Trump tan fresca. Hay una visión crítica de Barack Obama, que prometió acabar con el programa de espionaje a ciudadanos comunes y no lo hizo, y hasta una breve alusión a la postura de Hillary Clinton y Bernie Sanders respecto del caso -ella crítica de Snowden, él respetuoso-, que con el trato de héroe que se le da al personaje parece ignorar al mal mayor. Como si Bush, Obama, Hillary y Trump fueran todo lo mismo, peones de un Estado superpoderoso dedicado a espiar a sus habitantes. Está claro que esa idea le encanta a Stone, y encontró en Snowden al personaje perfecto para desarrollarla una vez más. Pero Oliver Stone tiene un manejo de la narración tan extraordinario, que nada de esto importa demasiado, al menos no mientras estamos mirando la película. Como en Un domingo cualquiera, Stone nos convence durante 134 minutos de todo y el espectador está indefenso ante el encantador de serpientes que con su cámara y el montaje nos hace creer lo que él quiere que creamos. Desde la secuencia en la que Snowden se escabulle del cuartel con el chip, hasta el uso simbólico de objetos que vuelven una y otra vez como el cubo mágico o los lentes, pasando por el lenguaje de señas primero como gag y luego como elemento fundamental en la trama, todo está contado como un apasionante thriller de espionaje hitchcockiano. No es casualidad que todos estos detalles sean, con seguridad, los inventados, los que no tienen correlato con la realidad. Al comienzo de la película, luego de que la documentalista Laura Poitras empieza a grabar, la primera pregunta de Greenwald a Snowden es demasiado vueltera, llama a una respuesta larga y compleja. Poitras lo interrumpe y pregunta: “¿Quién es usted?”. Así Snowden empieza su relato. Entiendo que en este intercambio está la clave de lo mejor de la película: aunque Oliver Stone quiere “decir cosas”, como el periodista Greenwald, él es cineasta como Poitras y privilegia el pulso narrativo. Stone nos revela quién es su Snowden, el héroe Snowden. Es probable que él crea que nos está revelando quién es el Snowden real, no lo sé. A mí me importa poco.
Muy poco tiempo después de “Citizenfour”, el documental de Laura Poitras que ganó el Oscar dos años atrás, el realizador de “Pelotón” estrena su película de ficción que intenta contar la vida previa del célebre personaje que denunció los abusos de las agencias de seguridad norteamericanas que espía(ba)n los emails y llamados telefónicos de sus ciudadanos. Pero, más allá de una muy buena actuación de Joseph Gordon-Levitt, ¿es tan interesante su vida fuera del caso en sí? Existiendo CITIZENFOUR –documental de Laura Poitras sobre este mismo personaje, que ganó el Oscar– esta película no tiene demasiado sentido. Y después de la victoria de Donald Trump, menos aún. Podría terminar la crítica aquí, pero no corresponde. Como algunos sabrán, Edward Snowden fue el hombre que, trabajando para la NSA (la National Security Agency), descubrió que el Estado norteamericano espiaba sobre las vidas de sus ciudadanos entrando a sus emails y a sus llamadas telefónicas, entre otras cosas. Y lo denunció, por lo que hoy está exiliado en Rusia –nada menos– después de que no pudo soportar, éticamente, lo que estaba haciendo su país, su gobierno de entonces. Stone reconstruye la vida previa de Snowden (muy bien imitado por Joseph Gordon-Levitt) y cómo va llegando a ese momento: su entrenamiento militar, sus distintos trabajos en el universo de la “seguridad informática”, su relación sentimental (con Shailene Woodley), cómo va creciendo en status dentro de las distintas compañías en las que trabaja y cómo llega a la conclusión de transformarse en “whistleblower”. Esto es: entregar a la prensa la información que tiene. Pero ni Snowden es un personaje en sí excesivamente interesante, ni su vida previa amerita una película de dos horas cuyo final ya sabemos y vimos en otra película hace muy poco. Es cierto que, como otros filmes de Oliver Stone, SNOWDEN narra la clásica historia del hombre que cree en el sistema y en su gobierno hasta que termina decepcionándose con él (similar a NACIDO EL 4 DE JULIO y la propia PELOTON), pero, salvo algunas pocas escenas con algún grado de inquietante intensidad de película de espionaje, lo demás es tan gris como el trabajo concreto frente a las computadoras del propio Snowden: uno entiede que las implicaciones de lo que ve y denuncia son fuertes pero, al menos cinematográficamente, casi nunca las siente. Y eso la convierte en una película menos interesante que cualquier entrevista que uno pueda ver online con el siempr inteligente y centrado Snowden verdadero.
Snowden: el regreso del “rebelde” Oliver Stone El director de “JFK” y “Nacido el 4 de Julio” regresa con su versión de la historia sobre el “hombre más buscado del mundo” que toma su libro como referencia. Desde que el cineasta Oliver Stone se despachó con esos grandes exponentes del cine de protesta norteamericano que son "Salvador", "JFK" y "Nacido el 4 de julio", su nombre siempre se asocia a las películas testimoniales que financia la maquinaria hollywoodense. Claro que Stone no sólo se dedica a este tipo de films y por eso sus versiones de la historia de "The Doors" y "Nixon", así como "La Radio Ataca", "Wall Street" y "Asesinos por Naturaleza" (su visión sobre un guión de Quentin Tarantino) lo han dejado en un plano destacado del cine. Pero bueno, en su país se lo conoce por su admiración por Latonoamérica, como lo atestiguan "Al Sur de la Frontera", "Comandante" (sobre la vida de Hugo Chávez Frías) y "Castro in Winter" y por eso, cada vez que circula un film basado en gente "no grata" para los Estados Unidos, su nombre encabeza la lista de realizadores que se animarían a hacer la película. Así las cosas, y casi casi en tiempo récord, llega a los cines Snowden, una película basada en el polémico ex espía norteamericano que desafío al organismo de inteligencia más poderoso del mundo y reveló cómo se espía a los ciudadanos de todo el mundo mediante complejos logaritmos informáticos. En esta ocasión, el directo no emprende una elaborada investigación, sino que recurre al material de los libros "The Snowden Files. The Inside Story of the World's Most Wanted Man" de Luke Harding, y en "La hora del pulpo", del abogado ruso Anatoly Kucherena que fue quien le consiguió al hacker de la CIA la ciudadanía rusa. De esta manera, el director se maneja con un constante ida y vuelta entre el año 2013, cuando Snowden se dio a conocer a los periodistas del matutino británico "The Guardian" que fue quien publicó la historia en primer lugar, y diferentes episodios de su vida entre los que se incluyen su baja del ejército de los EE. UU., su reclutamiento en la Agencia de Seguridad Nacional (ANS) y la CIA y su trabajo en diferentes países, en los que aprendió todo sobre la vigilancia a la que somete esa nación no sólo a la gente que puede resultar potencialmente sospechosa de terrorismo, sino a toda su red de familiares y amigos, con total acceso a su vida privada. Pero (si, hay un pero) la película recae en dos errores: no toma en cuenta el documental ganador del Oscar Citizen Four y se explaya largo y tendido sobre todas las cuestiones que hicieron a Edward Snowden tomar la seria decisión que lo convirtió en un traidor para el Gobierno de su país. De esta manera, el film se extiende por 134 minutos, que no siempre son fáciles de digerir debido a la cantidad de información que se vierte y los tecnicismos de rigor, pero la excelente performance de Joseph Gordon-Levitt logra sacar la acción adelante junto a la bella Shailene Woodley; y el propio Snowden que hace su aparición en un momento cumbre del film. Consejo: si JFK le parece el sumun de lo aburrido y poco interesante, Snowden no es su película; pero si quiere volver a ver al mejor Oliver Stone, al más "rebelde" de los directores norteamericanos, ésta es su película de esta semana.
Basado en una historia real ya conocida por muchos de nosotros -sobre todo por los que hayamos tenido la oportunidad de ver el documental Citizenfour, de Laura Poitras– la nueva película de Oliver Stone recae sobre la figura de Edward Joseph Snowden. Joseph Gordon-Levitt interpreta a este joven serio, de anteojos, en un recorrido que va desde sus días dentro de las Fuerzas Especiales del Ejército de los Estados Unidos en el 2004, hasta el momento en que entrega miles de archivos clasificados para que sean publicados en el periódico británico The Guardian.
CUANDO STONE TOMÓ EL ATAJO La historia de Edward Snowden, el analista de la CIA y NSA que dio a conocer documentos secretos que probaban que ambas agencias estadounidenses utilizaban programas de escuchas masivas para espiar literalmente a todo el mundo, parece estar hecha a medida para ser contada por Oliver Stone. Paranoia, secretos de Estado, el imperio contra un solo hombre, la maquinaria de los medios puesta en marcha para demonizar al “traidor”, el poder que aplasta cualquier idea de justicia, son elementos que pueden rastrearse fácilmente en la filmografía del director –JFK, Wall Street, Pelotón– pero en el abanico de posibilidades que a priori se abrían para narrar las acciones de Snowden y las repercusiones que tuvieron las filtraciones en el mundo y en la propia vida del ex agente, Stone eligió tomar el camino didáctico, demostrando una vez más que se considera a si mismo algo así como la vanguardia esclarecida y confía mucho más en su visión sobre el estado de las cosas que en la capacidad de los espectadores en desentrañar la madeja de intereses y las zonas oscuras de la política estadounidense. La decisión de la puesta es contar los mojones en la vida de Edward Snowden (otro gran trabajo de Joseph Gordon-Levitt) que lo llevaron a ser quien es. Su ingreso al ejército, el accidente que lo dejó afuera de las fuerzas armadas, su ingreso a la CIA como analista informático, su paso a la actividad privada como contratista de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional), la vida cómoda y bien remunerada en Hawaii y entonces el descubrimiento de que Estados Unidos vigilaba a todo el mundo y claro, la decisión, el quiebre, la epifanía que lo hizo tomar contacto con los diarios The Guardian y The Washington Post que dieron a conocer la operación. De ahí el escándalo internacional, la vida estallándole en pedazos, el largo periplo por el mundo pidiendo asilo político hasta que la madrecita Rusia lo acogió en su regazo. Un cuentito claro, con principio, desarrollo y fin, bien lejos del interesante documental Citizenfour, de Laura Poitras que mostraba la compleja personalidad de Snowden, en donde se percibía un firme egocentrismo, más allá de las consecuencias del escándalo internacional. Son pocos los momentos en donde la película transmite la tensión a la que se ve sometido el personaje, hay un desarrollo injustificado de la relación que tuvo con su novia Lindsay Mills (Shailene Woodley), pero el patriota que se asoma al horror de los manejos de su país y decide contárselo al mundo, uno de los elementos clave (y muy discutible por cierto) de la carrera de Oliver Stone, ni siquiera está bien resuelto. SNOWDEN Snowden. Francia/Alemania/Estados Unidos, 2016. Dirección: Oliver Stone. Intérpretes: Joseph Gordon-Levitt, Melissa Leo, Rhys Ifans, Shailene Woodley, Nicolas Cage, Tom Wilkinson, Joely Richardson, Timothy Olyphant, Scott Eastwood, Ben Chaplin y Zachary Quinto. Guión: Kieran Fitzgerald y Oliver Stone, basado en el libro de Anatoly Kucherena y Luke Harding. Fotografía: Anthony Dod Mantle. Música: Craig Armstrong y Adam Peters. Edición: Alex Marquez y Lee Percy. Diseño de producción: Mark Tildesley. Duración: 134 minutos.
Hay un soplón suelto en Rusia? Llega este jueves 8/12 el estreno de un enorme film de la mano de un director más grande aún. Basada en hechos reales “Snowden” nos cuenta una increíble historia sobre la vida de un joven llamado Edward Joseph Snowden, un consultor tecnológico de los EEUU, empleado de la CIA y de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos) que un día se reveló y dio a conocer a la prensa mundial -a través de un grupo de periodistas del diario The Guardian- el manejo que hacían espiando a través de las redes. El elenco está fantástico, desde Joseph Gordon-Levitt que interpreta al protagonista, Shailene Woodley que hace el papel de novia, Rhys Ifans como director del servicio de inteligencia, el talentoso Nicolas Cage como uno de sus mentores, entre otros. Con una impactante fotografía, una muy buena historia y la mano del genial director Oliver Stone hacen de “Snowden” un fantástico film. Muy recomendado y más para los amantes del mundo cibernético.
En la nueva era del mundo digital, la privacidad personal es una aptitud en vías de extinción. Toda la vida de una persona puede subirse a las redes y, por más que el gobierno se repita una y otra vez que no está vigilando a sus ciudadanos, la semilla de la duda está plantada. Las increíbles revelaciones de Edward Snowden sobre la acumulación de datos del gobierno americano explotaron en los medios y está retratado con mucha exactitud y temeridad por Laura Poitras en el fantástico documental Citizenfour. En consecuencia, la dramatización cortesía de Oliver Stone en Snowden levanta las cejas con tensas escenas de tecnothriller pero mete el dedo en la llaga de manera obvia cuando se vuelve aleccionadora sobre los derechos de los ciudadanos y lo que está bien y lo que está mal. Snowden comienza con una escena tensa, lo que representa la primera interacción entre Edward, la documentalista Poitras y el periodista Glenn Greenwald encarnado por Zachary Quinto. Parece una salida de alguna Misión Imposible, pero para aquel espectador astuto que haya mirado el documental previamente, sabe que la situación no está lejos de la mismísima realidad. La primera vez que escuchamos hablar al Snowden de Joseph Gordon-Levitt sabemos que el carismático actor no tendrá una transformación visible para el personaje, pero esa voz grave y calmada que tiene el verdadero Edward se nota palpable cada vez que habla. Impresiona y para bien, es una gran afectación de voz que se vuelve una experiencia inmersiva instantánea. A partir de ahí, Stone desgrana la vida y obra del joven programador, desde su fallida incursión en las filas militares y su posterior contratación en la CIA para “servir al país de otras maneras” que en el frente de combate. Con la entrada de la hermosa Lindsay Mills de Shailene Woodley es cuando la película empieza a separarse en blancos y negros en vez de quedarse en las gamas de grises. Lindsay y Edward tienen posiciones políticas muy diferentes, y el guión del propio Stone y Kieran Fitzgerald hace chocar dichas posiciones de una manera muy obvia y masticada. No hay sutileza, y a lo largo de la película la trama se encontrará en caminos similares cuando el programador se vea cara a cara con las infracciones a la privacidad que su propio gobierno al que tanto defiende comete en pos de proteger a la nación. Si bien es algo evidente, no por ello Snowden es menos interesante. Con una duración un tanto extendida para la historia que relata, la vida y obra de Edward antes de cumplir treinta años parece salida de una novela, pero su vida fue y es ciertamente alucinante. La cantidad de personajes que deambulan por su vida es impresionante, unos en pequeñas dosis como el profesor que interpreta Nicolas Cage bastante comedido y sincero o la casi diabólica interpretación de Rhys Ifans como un subdirector de la CIA, todos interpretados con gracia y mucho profesionalismo por un elenco de estrellas que hacen lo mejor con las pequeñas partes que tienen. Teniendo su buena dosis de pros y contras, Snowden sale airosa con una dramatización correcta y a veces escalofriante de una de las personas más relevantes de la última época. Ya sea un héroe o un traidor, la historia de Edward Snowden tenía suficientes condimentos para ser una película fascinante. Tiene a un director de gran calibre como Oliver Stone por detrás, pero sus problemas principales radican en encasillarse en momentos tópicos como la relación sentimental entre los protagonistas, donde se aleja mucho del núcleo y el mensaje de la historia. El resto, es tapar con una cinta la cámara de cada computadora y salirse de todas las redes sociales inmediatamente.
SIN NOVEDAD NI TENSION El tema central de un film como Snowden, la revelación del espionaje y la vigilancia que el gobierno norteamericano realizó sobre los ciudadanos de todo el mundo, parecía un material invalorable para que Oliver Stone recupere de alguna manera un espacio de interés en el cine norteamericano actual, perdido hace ya demasiados años. Director de lo político, que no quiere decir lo mismo que “director político”, Stone es un tipo que mantiene una fuerte disidencia con los gobiernos de su país y que se ha mostrado, a partir de varios documentales, afín al eje latinoamericano que llegaron a desarrollar tipos como Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa o -incluso- los Kirchner en Argentina. Y más allá de la opinión que uno puede tener sobre esa mirada de Stone, lo cierto es que su estilo narrativo virulento y espástico ha sido una marca de orillo que sirvió para que sus alegatos furiosos tengan una adecuada correlación formal. Por eso sorprende en primera instancia la corrección con la que el director cuenta esta suerte de biopic sobre la vida de Edward Snowden, en un film que de tan larvado termina generando indiferencia. Stone se enfrenta en su nueva película a un par de problemas insalvables: primero, que el tema que tiene a Edward Snowden como protagonista, las denuncias a los abusos en el espionaje sobre los ciudadanos por parte del gobierno norteamericano, fue lo suficientemente conocido y difundido como para que el espectador llegue a sorprenderse con lo que ve. De hecho, uno intuye que la mayoría del público que se acerque a ver esta película lo hará conociendo los detalles. El mayor pecado del director es, entonces, no agregar nada nuevo: Snowden expone y cuenta, pero nunca reflexiona o piensa ni a su mundo ni a sus criaturas, no aporta lecturas porque simplemente el director cree a ciegas en su personaje y nunca lo pone en crisis. Y otro inconveniente: el documental Citizenfour, de Laura Poitras, ya tenía toda la información que este film recolecta de manera administrativa. Si lo vieron, la Snowden de Stone será pura redundancia. La película parte de la reconocida entrevista que Edward Snowden brindó en un hotel y de ahí comienza a viajar hacia el pasado del personaje, mostrando el progresivo descubrimiento que va haciendo de los métodos en los que incurren las agencias de seguridad para las que trabaja. Pero muy especialmente hace foco en el vínculo del protagonista con su novia, donde tal vez aparecen -aunque un poco ligeros- los únicos conflictos reales de la película. A la falta de novedad o sorpresa (más allá de algún dato que aparezca) se suma entonces una narración larvada, falta de energía, incluso ausente de recursos espásticos como nos tenía acostumbrado el director hace tiempo. Es esa ausencia de tensión, sumada a una duración que termina luciendo excesiva, la que hace de esta película un nuevo paso en falso del director. Y eso sí que es imperdonable en Stone, alguien a quien podíamos acusar de muchas cosas pero nunca de tibio. Que el director diga algunas cosas sobre Norteamérica y que la película no dé rodeos para su denuncia, no implica que a la vez sea escasamente estimulante: claro, seguramente que la película será celebrada por aquellos que sólo desean ver en este tipo de producciones una confirmación de sus ideas. Sobre la última parte, el director quiere jugar al thriller, pero no le sale y descubrimos que si algo mata a Snowden es el enamoramiento que el realizador tiene por su personaje: el documental de Poitras contenía silencios, tiempos muertos, que hacían respirable la encrucijada del protagonista. Pero aquí estamos ante una apología acrítica que termina haciendo aquello que cuestiona: la credibilidad en una versión por encima de todo.
La película más escalofriante del año está basada en hechos reales. Para ver junto con Citizenfour y reflexionar. Muchos años de literatura, sobre todo del siglo XX, trajeron a las generaciones más recientes los rezagos de la vida durante y después de la guerra mundiales. Es curioso como, luego de la Segunda, los autores se inclinaron tanto hacia la ciencia ficción. Obras como 1984 de George Orwell y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury se convirtieron en clásicos gracias a su (pesimista) visión del futuro, atmósferas sofocantes, vigilancia masiva y fuertes restricciones ideológicas, algo que su generación sufrió mucho, más que nada en Europa. Gracias a las nuevas tecnologías se volvió mucho más fácil el conflicto. Luego de las grandes guerras se comenzó a competir en el campo de lo económico, y ahora que las avanzadas comunicaciones lo permiten, es la información ese bien tan preciado por los países ya llenos de poder. Las contiendas que antes concluían con muchos muertos hoy terminan incluso antes de el perdedor sepa que está jugando. La historia de Edward Snowden le dio al mundo la pista de que hace rato estamos inmersos ese futuro tan terrible. Luego de que una lesión lo deje de afuera del servicio militar, Edward Snowden (Joseph Gordon-Levitt) decidió hacer uso de su gran aptitud para la computadoras y buscar un puesto en la CIA para ayudar a combatir el terrorismo. Los manejos sucios de esta entidad lo sorprendieron sobremanera: con la excusa de evitar un ataque similar al de las Torres Gemelas en 2001, el gobierno de los Estados Unidos estaba vigilando a través de sus dispositivos electrónicos a toda su población y plantando malware en las PCs de los gobiernos aliados (por las dudas). Luego de 8 años de estar involucrado en estas misiones, Snowden decidió, por el bien de todos, divulgar esta información y los documentos que lo respaldan. Contactó para esto a los redactores de The Guardian Glenn Greenwald (Zachary Quinto), Ewen MacAskill (Tom Wilkinson) y a la directora de documentales Laura Poitras (Melissa Leo), que luego convirtió la experiencia en CItizenfour, la ganadora del Oscar a Mejor Documental en 2015. Es difícil hacer una película sobre un asunto tan delicado. Es por eso que el director, Oliver Stone, decidió filmarla afuera de Estados Unidos y con financiación parcial de Francia y Alemania. Él y Joseph Gordon-Levitt se reunieron con Snowden para charlar sobre la producción. Los recaudos tomados durante la filmación fueron inmensos: el guionista Kieran Fitzgerald y Stone llegaron al punto de escribir el guión en una computadora sin acceso a internet. La película está basada en dos libros: The Snowden Files de Luke Harding y Time of the Octopus de Anatoly Kucherena (el abogado ruso de Snowden). Para el papel de Lindsay Mills, la novia de Snowden, se eligió a Shailene Woodley (The Fault In Our Stars, 2014). La epilepsia de Snowden y el estrés causado por su trabajo son algo muy bien relatado e importante para la entenderlo en su desesperación. A diferencia del documental Citizenfour (2014), en Snowden se relata su camino, tanto personal como moral y las reacciones suyas que desencadenan el posterior escándalo. A algunos, la idea de estar completamente entregados a un poder superior no les causa ninguna incomodidad. Tal vez porque confían en su gobierno, tal vez porque saben que no tienen nada que ocultar, pero estas no son razones para que el derecho a la privacidad (uno de los Derechos Humanos) sea violado en pos de una competencia económica y política que nada tiene que ver con sofocar al terrorismo. La simple existencia de esta herramienta puede causar catástrofes políticas y sociales (que ya han sucedido, incluso con registros mucho menos tecnologizados). El cyberpunk, ese género que jugaba con la idea de un poder absoluto vs. el pequeño individuo que lo confronta desde atrás del teclado, es un invento de los 80 que la realidad terminó por imitar.
La última película de Oliver Stone es una biopic correcta y poco inspirada sobre el hombre que en mayo del 2013, tras una publicación de The Guardian, pasó a estar en boca de todo norteamericano. Christian Snowden, ¿héroe o villano? Considerado traidor de la patria y al mismo tiempo venerado por su denuncia sobre programas de vigilancia masivos. El principal obstáculo que tiene Snowden, es que llega después de un documental que ya nos lo contó todo, al menos lo más importante e impactante. La experiencia de estar viendo Citizenfour resultaba aterradora e inquietante, porque se nos estaba develando algo real. Para quien ya vio aquel documental que incluso ganó en los Oscars, Snowden no es más que una teatralización de aquella historia. Justamente esa entrevista funciona como eje dramático de la película de Stone, aunque claro, de aquella se desprenden diferentes flashbacks que terminan de retratar la figura de Snowden. No obstante, nunca se termina de profundizar lo suficiente, y se hace más hincapié del necesario en la trama amorosa. Es así que un thriller político con buen ritmo y entretenido, a lo largo de la poco más de dos horas de duración comienza a sentirse innecesariamente reiterativo. La denuncia de Stone, un director siempre interesado en mostrar lo que no le gusta de su país, es clarísima: Snowden es un héroe, él no se lo cuestiona. Tampoco aprovecha las ironías de la vida, que sitúan a este espía refugiándose en Rusia. Joseph Gordon Levitt interpreta al polémico Snowden y lo hace a través de una mimetización tal que lo lleva hasta forzar su voz. Los secundarios no desentonan pero la mayoría de esos personajes no tienen más que una función, como es el caso de Nicolas Cage, Joely Richardson o incluso Melissa Leo y Zachary Quinto como la cineasta y el periodista con el que se encuentran en ese hotel de Hong Kong para la famosa entrevista. También Shailene Woodley brinda mucha frescura al relato con su personaje, más allá de que le sobran muchas escenas. Entretenida y atrapante, porque sin dudas es inevitable permanecer indiferente ante lo que tiene para contar, pero a nivel guion y cinematográfico poco inspirada. Típica biopic, con buenos aires de thriller político, aunque no lo suficientemente profunda. No lo suficientemente profunda ni a nivel político y social, ni tampoco en la construcción de sus personajes (quiero creer que Snowden es un personaje mucho más complejo que lo que lo muestra esta película). Como mencionaba, hay mucho personaje secundario que apenas aporta algo más que el rostro de un actor reconocido. Si no se vio Citizenfour, es probable que en el espectador genere más intriga, de lo contrario no tiene mucho más que aportar. Funciona como complemento, pero no uno imprescindible. El resultado termina siendo una biopic de manual con tintes de thriller, entretenida pero poco inspirada y bastante unidimensional.
El director de Platoon y Natural Born Killers vuelve con un thriller que te hará tapar las cámaras de todos los celulares en tu casa.
Libertad, enemiga del poder Edward Snowden fue un consultor de inteligencia del gobierno norteamericano que en 2013 quiso trabajar por su país: su idea era detectar cualquier posible ataque terrorista. Pero sin querer ideó un programa tan logrado que se convirtió en un arma de doble filo, y el filo más peligroso apuntaba a vulnerar las libertades individuales de los estadounidenses. Oliver Stone, quizá en su mejor producción de las últimas dos décadas, quiso contar el infierno de ese talento de la tecnología que se convirtió en noticia mundial cuando difundió las maniobras non sanctas de George W. Bush y Barack Obama. El texto de Foucault "Vigilar y castigar" atraviesa de punta a punta la ideología de control que planeaba Estados Unidos. Y Snowden no quería ser parte de ello. Stone tomó como punto de partida el exilio forzado en Hong Kong y configuró un ida y vuelta en el que incluyó logradamente la historia de amor con Lindsay Mills (Shailene Woodley). Joseph Gordon-Levitt compuso a un Snowden creíble desde una interpretación sencilla pero de alta expresividad. Fue más que suficiente para mostrar a un personaje que privilegió su lealtad a la Constitución de los Estados Unidos y la antepuso a sus aspiraciones profesionales e incluso a su propia integridad física. El final, aunque reitera un recurso muy usual en las biopic, deja abierta una puerta para la reflexión. Y ratifica, por si había alguna duda, que la libertad no es un valor de cambio.
El imperio que vigila para someter La película de Oliver Stone recrea la vida de Edward Snowden, el genio cibernético que reveló información sobre la vigilancia invisible que asesina en el mundo. Así plantea la relación entre política y espionaje, la ética y el periodismo. No es poco mérito que Snowden, el más reciente film de Oliver Stone, se atreva a sostener que a los responsables de la tarea de espionaje sobre la vida privada ciudadana debiera caerles en suerte la misma incriminación que a los inculpados durante los Juicios de Nuremberg. La mención a la ONU aparece, y con ella la asociación inevitable: Estados Unidos parece estar más allá de cualquier normativa. El terrorismo, según la mirada del film, es la excusa suficiente para garantizar el predominio de este país, a costa de lo que sea. No es fácil pensar en otros cineastas con discursos parecidos, al menos desde ese mainstream con el que el oscarizado Stone todavía se codea, con diásporas evidentes como sus films dedicados a Hugo Chávez y Fidel Castro, con quienes supo trabar amistad. Es por ese mismo mainstream que su película no debiera ser comparada con Citizenfour (2014), el documental de Laura Poitras. Si bien de temática similar ‑las dos se dedican a la revelación íntima que el genio cibernético hiciera al periodismo en un cuarto de hotel‑ y con una de ellas dentro de la otra -Poitras es retratada en el film de Stone por Melissa Leo‑, es claro que la distribución comercial difiere, y desde lo formal -éste es el punto nodal‑ son absolutamente diferentes. Ahora bien, el cine de Oliver Stone suele ser explícito, sin matices. Sus películas recurren, por lo general, a situaciones retóricas, que evidencian lo obvio -algo que puede ejemplificarse con la parodia que Ben Stiller juega sobre Pelotón en Una guerra de película‑. De acuerdo con esta premisa, el Snowden de Stone es consciente de la necesidad de alcanzar al mayor público posible, aun a costa del propio personaje, quien por momentos se demuestra casi ignorante o sorprendido de las prácticas de espionaje. Son puntos en contra, pero acordes con un tipo de cine que, salvo excepciones, está varado en una sencillez que le es inmanente. De todas formas, las películas de Stone -si bien cortadas por ese mismo tacto‑ tienen ejemplos de varios colores, con algunos títulos que todavía resisten (La radio ataca, U Turn, Wall Street). Si se aceptan esas licencias, su Snowden no está nada mal, y será mejor no desatender su prédica inconformista, de cara a los tiempos políticos que se avecinan. Al respecto, la ilusión que Ed Snowden y esposa profesan por Barack Obama se desvanece en un tris. Entre Bush y el mandatario, la película plantea una continuidad, con las manos ahora sucias por muertes decididas desde drones asesinos. Es más, si se permite la relación cinéfila sin hacer mella en los ejemplos, el film tiene cierta idiosincrasia estética que le vincula, por momentos, con esa estela magnífica que cimentaran realizadores como Sidney Lumet y John Frankenheimer en títulos como Punto límite y Siete días de mayo. Es decir, para el juego del poder son necesarios el secretismo y la construcción de una alteridad que, dado el caso, suele denominarse "american dream". En cuanto al Snowden de Stone, tal ensoñación viene dada de manera virtual, a través de las redes sociales, como agentes encargados de entretener a la masa mientras se la vulnera. Snowden vendría a operar como el fusible que amenaza con hacer caer el castillo de naipes. En este sentido, la caracterización de Joseph Gordon‑Levitt es notable, porque sabe mostrarse algo escuálido pero con pretensiones de ser un soldado: una especie de endeble Steve Rogers, casi Capitán América, con formación militar a medias, de físico limitado. Pero con una dignidad moral que puede mucho más que cualquier proeza física. Si bien la película apela a cierta esperanza de resistencia, con una resolución dramática positiva obligada, lo cierto es que lo que en general se desprende es un sentir amargo. Cuando Ed Snowden se refiera al porvenir tecnológico, conforme a las maniobras espías de la CIA y la NSA, dirá que habrá de ser peor. Lo que rebota sobre el manto social mismo, adepto a esas mismas marcas empresariales que hoy son medios de comunicación ineludibles, y que Snowden ha referido como cómplices. Oliver Stone, por las dudas, las señala desde sus logotipos inconfundibles: otro efecto retórico, pero bien cierto.
La película dirigida por Oliver Stone nos acerca a un tema de actualidad que involucra al gobierno de los Estados Unidos durante la presidencia de Barack Obama referido al espionaje y uso de información privada de los ciudadanos comunes que fuera denunciado por Edward Snowden, un consultor tecnológico ex empleado de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) y la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) Asimismo pone en cuestión el uso de internet y de redes sociales como mecanismos de control de los habitantes de los diferentes países, haciéndonos reflexionar sobre temas como la libertad personal, la seguridad y el dominio. Stone realiza una gran puesta en cuadro explotando al máximo los recursos audiovisuales, con tomas muy logradas en las que se plantean y exponen las posibilidades del registro visual en los diferentes medios y a su vez la vulnerabilidad de la privacidad de los ciudadanos. Asimismo logra un collage de imágenes amalgamando las documentales y las ficcionales planteando una película que trata de construirse cercana al documental no tanto por la estético sino por la mixtura de ambos registros. Tanto es así que no teme utilizar imágenes del Snowden real, así como otras de Joseph Gordon-Levitt, el actor que lo interpreta, que, hay que resaltar, logra gran parecido físico con el personaje histórico. La trama es rápida y a veces es difícil poder asimilar toda la información que se proporciona, lo que no impide que se entienda correctamente el argumento. En suma, un film muy actual que nos lleva a cuestionarnos sobre el uso de las tecnologías y los mecanismos de control.
“Snowden”: el espía rebelde Hace tres años Edward Snowden, informático que trabajaba para la CIA y la NSA, reveló a través de dos periódicos que el gobierno de Estados Unidos monitoreaba las comunicaciones privadas de todas las personas del planeta, justificadamente o no. Este es el disparador de la película en la que Oliver Stone nos contará los sucesos del escándalo. Joseph Gordon-Levitt tiene el protagónico, interpretando al ex espía. La historia comienza con el encuentro de Snowden con los periodistas de The Guardian y The Washington Post, ocultos en un hotel en Hong Kong. Intercalando los flashbacks con la actualidad, irá desarrollando el caso. Es un acierto que la narración se lleve de tal manera que con un mínimo conocimiento del caso nos alcanza para comprenderlo en su totalidad. El director asume que el público recordará algo del escándalo que relata, que no está en una ignorancia absoluta del mismo. Sin embargo, no requiere de grandes conocimientos para comprenderlo. Las idas y venidas temporales hacen que la narración se vuelva más llevadera y a su vez muestra la humanidad y conciencia que llevan a Snowden a confesar secretos de estado. La interpretación de Gordon-Levitt es absolutamente fiel, imitando incluso el tono de voz característico del personaje. Se requiere de una gran habilidad para contar un caso lento, que se desarrolló por muchos años, y que hace uso de lenguaje muy específico para las funciones laborales de Snowden. Además, se trata de una historia cuyo final el público ya conoce. Es un gran logro que la película no resulte ni lenta ni aburrida. El dinamismo está dado en gran medida por la inclusión de la vida personal de Snowden, y en particular los altibajos en la relación con su novia de toda la vida, Lindsay (Shailene Woodley). Alejada definitivamente de “Divergente” y papeles por el estilo, la actriz nos muestra un costado más maduro que sorprende gratamente. Además, se destacan las interpretaciones de Zachary Quinto y Nicholas Cage, que se las arreglan para brillar aunque tengan papeles secundarios. Fiel al estilo cinematográfico de Oliver Stone, el drama está a la orden del día. Se trata de una labor difícil para un director experimentado que demuestra estar a la altura de las circunstancias. Además, la elección del casting no pudo haber sido mejor. Joseph Gordon-Levitt demuestra que es un excelente actor a la hora de retratar a Snowden a la perfección, dejando ver sin necesidad de palabras la transformación interna que le sucede y los dilemas morales que le quitan el sueño. Para ver con cierta paciencia, es una película que invita a la reflexión. Pero si somos pacientes encontraremos un diamante escondido bajo la superficie.
Thriller que cumple Lo nuevo del polémico director norteamericano Oliver Stone es "Snowden", una película que cuenta cómo surgió a la superficie una serie de programas secretos e ilegales de los Estados Unidos para controlar lo que pasa en el mundo. El impulsor de este destape fue el ex empleado de la NSA Edward Snowden, un tipo muy inteligente que al parecer ascendió dentro de la estructura de la organización de inteligencia y se encontró con una serie de programas de vigilancia poco éticos que denunció públicamente en el año 2013 a través de los medios The Guardian y The Washington Post. Por esta acción es perseguido aún en la actualidad y se busca apresarlo para ser enjuiciado por traición a la patria en territorio estadounidense. Oliver Stone, que siempre gusta de este tipo de historias polémicas en las que su propio país se ve envuelto en el escándalo, toma la posta y le da vida cinematográfica en un thriller dramático que sin ser realmente trascendente, entretiene mucho y nos cuenta un poco de cómo se maneja el verdadero poder en este mundo. Es escalofriante pensar que las denuncias de Snowden puedan llegar a ser verdaderas (probablemente lo son) ya que esto nos daría la pauta de que estamos viviendo en una libertad ficticia. Stone hace una buena recopilación de la historia de Snowden y nos muestra desde sus inicios cómo fue ascendiendo dentro de la NSA hasta el momento de sus denuncias y la persecución que comenzó a acecharlo. Entre medio, también nos lo muestra en su dimensión personal y cómo junto a su novia han debido sobrellevar los acontecimientos. En general el film mantiene interesado al espectador, con algunos buenos momentos de tensión y drama. En lo que a interpretaciones se refiere, creo que Joseph Gordon-Levitt ("Looper", "Inception") como Snowden estuvo correcto aunque no me pareció que se haya compenetrado 100% con el personaje. Por su parte Shailene Woodley ("Divergente") me pareció muy fresca y creíble. Es la que le aportaba tridimensionalidad a la trama. Los demás actores secundarios estuvieron bastante bien. Una propuesta que puede interesarle bastante a los fanáticos de las historias de complot y espionaje. Está bien realizada aunque no llega a ser maravillosa.