Adam Sandler y compañía vuelve a hacer de las suyas en la secuela de uno de sus peores films. ¿El resultado? Una película poco original, poco divertida y poco graciosa. Y… ¿Dónde está el guión? Generalmente en esta parte de la crítica me esfuerzo en detallar un poco más allá de la sinopsis oficial de que la película, para que el espectador tenga una mejor idea de lo que se va a encontrar. Pero en el caso de Son Como Niños 2 creo que eso no hace falta, ya que la sinopsis la define perfectamente. Aquí les va: “Después de mudarse con su familia de regreso a su ciudad natal para estar con sus amigos y sus hijos (N.d.R: esto ocurre durante la primera película), Lenny (Adam Sandler), descubre que entre los antiguos y los nuevos bravucones, conductores de autobús esquizofrénicos, policías borrachos sobre esquís y 400 colados a una fiesta de disfraces, a veces ocurren situaciones locas.” Si… exactamente de eso “trata” la película. Por amor al cheque En el año 2010, de manera inexplicable, Son Como Niños se transformó en la película más exitosa de la carrera de Adam Sandler. Aunque luego de ver el film uno no logre entender como ocurrió esto, puedo suponer que la presencia de actores de comedia medianamente famosos y alguna vez graciosos como el propio Sandler, Kevin James, Chris Rock, David Spade y Rob Schneider hizo que el público acudiera a las salas a la espera de un producto digno y a la altura de las circunstancias. Lamentablemente, ese no fue el caso. Hoy, tres años después, llega Son Como Niños 2. Lejos de intentar corregir los errores del film anterior y entregar un producto más o menos decente, Sandler se limitó en juntar a todos sus amigos (a excepción de Schneider) y ponerlos en diferentes situaciones divertidas… o mejor dicho, humillante. Son Como Niños 2 no tiene ningún tipo de valor cinematográfico, la trama de la película es casi nula. La misma consta de escenas encadenadas entre sí que al final del día intentan tener algún tipo de sentido. Algunas de ellas son graciosas, pero la gran mayoría son deprimentes. Sin lugar a dudas este es un nuevo punto bajo para Sandler, quien (ahora más que nunca) pareciera haber hecho esta película por el simple hecho de cobrar un importante cheque. Ya quedó en el pasado la época en que el bueno de Adam nos hacía reirá con films como Billy Madison, Happy Gilmore o incluso Un Papá Genial (en mi opinión donde comenzó a dar el giro hacia la mediocridad). Inclusos sus últimos buenos trabajos ni siquiera fueron de su factoría, como ocurrió con Punch-Drunk Love (2002), La Esperanza Vive en Mi (2007) o Funny People (2009). Aquí da la sensación de que tanto Sandler como el resto del elenco aceptaron el trabajo de mala gana y luego se divirtieron un rato en el set para finalmente volver a sus casa y gastar la plata que ganaron por pasearse desnudos frente a la cámara, o por dejarse orinar por un ciervo, o por eructar, o por tirarse gases, y la lista sigue y sigue… Me encararía hablar mas sobre la película en sí, pero llamar a esto una película es un insulto a quienes todos los días se sientan a escribir o pisan un set de filmación. Conclusión Es más que evidente que la razón detrás de un film como Son Como Niños 2 es entretener, pero es realmente muy difícil de lograrlo cuando se entrega un producto hecho para el beneficio de los actores involucrados y no de la gente. No caben dudas de que Sandler y compañía se divirtieron un buen rato filmando la película, y es una verdadera lástima que esa diversión no logre ir más allá de la pantalla hasta llegar al espectador.
Son como niños 2 es sólo para fans incondicionales de la últimas películas de Adam Sandler, ya que las anteriores eran muy superiores, o para los que se divierten a lo grande con vómitos, eructos y flatulencias. El mayor problema que tiene, aparte del guión, es el target de los gags que son demasiado tontos para el público joven y adulto, pero demasiado guarro ....
Triste comedia sin audacia En 2010, Son como niños recaudó 162 millones de dólares sólo en los Estados Unidos con su fórmula del reencuentro de un grupo de viejos compañeros de colegio que deciden pasar juntos (con sus disfuncionales familias) un fin de semana largo fuera de la ciudad. La inevitable secuela tardó sólo tres años en llegar y el resultado es aún peor que aquel ya muy pobre film original. Otra vez con Dennis Dugan como director (es el cineasta preferido de Adam Sandler, con quien supo hacer películas bastante más que dignas como Un papá genial y No te metas con Zohan ), esta segunda entrega reúne a populares comediantes, como el apuntado Sandler, Chris Rock y Kevin James, para una nueva acumulación de bromas de mal gusto, lugares comunes, escatología, machismo y misoginia. Uno de los mayores desafíos de ver Son como niños 2 consiste en encontrar un gag inspirado, algún mínimo logro cinematográfico. Quien esto escribe no lo halló durante la larga hora y media de desventuras. Todo parece haber sido concebido con el mayor de los descuidos, con la más absoluta impunidad. Pero -y ése es el problema- no se trata de improvisación ni falta de recursos. Aquí se invirtieron 80 millones de dólares y participaron técnicos de reconocida trayectoria en la industria de Hollywood. Sin embargo, todo lo que podía salir mal resultó aún peor. La idea de adultos comportándose como niños (de allí el título) no tiene por qué derivar en algo tan primitivo y superficial. Pero estos personajes, que se quejan todo el tiempo de sus matrimonios (penoso el lugar estereotipado y prejuicioso que les dan a las esposas que interpretan Salma Hayek, Maya Rudolph y Maria Bello) y de sus hijos, que quieren "fiesta" para liberarse, se quedan luego en la promesa del descontrol para una película que termina siendo torpe, banal y hasta concesiva. Nadie pide que una comedia sobre cuarentones en plan adolescente sea profunda o apele al ensayo sociológico, pero sí que tenga un mínimo de audacia y desenfado, que divierta y entretenga. Esta propuesta, en cambio, sólo tiene que ver con flatulencias, eructos y testosterona. Y eso es (casi) todo. Lo preocupante es que con esos rudimentarios elementos Son como niños 2 recaudó más de 130 millones de dólares en los cines norteamericanos. No sería extraño, entonces, que se hiciera una tercera parte. Los productores (el propio Sandler es el principal) apelan a la máxima que impera en el negocio: el público siempre tiene la razón? ¿Siempre?
Una comedia familiar Salvo algunas excepciones, la filmografía de Adam Sandler tiene una coherencia importante en muchos sentidos. Además de dedicarse a la comedia como género excluyente, tiene una productora (Happy Madison, mezcla de dos grandes títulos del comienzo de su filmografía), participa de los guiones, y además de su protagonismo incluye siempre un gran número de actores secundarios que incluyen a clásicos como Steve Buscemi. Pero su obra ha ido creciendo con el paso de los años, y sus inquietudes han ido cambiando en algunos aspectos. Son como niños 2 es la primera secuela que hace y el resultado es bueno. Si aquella primera entrega resultaba rutinaria y con poco vuelo, hay en esta segunda parte un encanto natural, un tono más relajado que beneficia mucho al relato. Los cuatro amigos que no terminan de madurar y sus historias familiares repiten acá sus gracias, una vez que el protagonista ha decidido volver a vivir en su pueblo. Sin un gran conflicto central, la película se desarrolla con simpatía y muy buenos chistes. Los admiradores de Sandler reconocerán la lealtad del actor a su humor y agradecerán, como siempre, su constante amor a la década del 80 y su iconografía. En ese y otros aspectos, Son como niños 2 está claramente por encima de la media de las comedias familiares recientes.
Llamar pelicula a este intento de comedia, resulta generoso. Es peor que su predecesora (que ya es mucho decir) porque aqui ni siquiera se cuenta con la sorpresa de los cuarentones jugando a ser chiquilines. El penoso "guion", esta compuesto por una sucesion de escenas y gags para "el lucimiento" de Sandler y compañia, mas preocupados por pasarla bien rodando que por entretener a la audiencia. No hay chistes que funcionen, ni la escatologia, ni los dobles sentidos. El punto mas bajo en la alicaida filmografia de Adam Sandler.
Impune mal gusto Debo reconocer que para mí, Happy Madison -la productora de Adam Sandler-, es una factoría de placeres culpables. Allí está siempre en el cable la filmografía de Dennis Dugan o Peter Segal, con Sandler poniendo la cara, para engancharme a cualquier hora del día en cualquier momento de la semana. Lo banco mucho a Sandler. Creo que es un comediante-autor, con una visión muy marcada del mundo, repitiendo casi siempre el mismo personaje porque así reafirma esa mirada. Así como tuvo sus papeles típicos, Sandler también supo demostrar que cuando es comandado por un buen capitán detrás de cámara, hace cosas muy buenas, como en Punch-Drunk Love (Paul Thomas Anderson, 2002), Reign Over Me (Mike Binder, 2007), Funny People (Jud Apatow, 2009) o incluso sus obras más cercanas como Click (Frank Coraci, 2006) o 50 First Dates (Segal, 2004). A eso le sumamos sus clásicos Happy Gillmore (Dugan, 1996) y Billy Madison (Tamra Davis, 1995) y creo que ya quedó claro, ¿no? Sin embargo, tristemente, Sandler ha decaído a una velocidad estrepitosa en estos últimos años de su carrera. Opta por papeles estúpidos, guiones pobres y películas vacías y auto condescendientes, sin ningún tipo de mirada. Y esa anarquía no se trata de una libertad inescrupulosamente genial, como la de un Ben Stiller o un Adam McKay (maestros totales de la nueva comedia americana), sino de un simple descarrilamiento hacia un sinfín de pavadas que no hacen más que minar de argumentos en contra a aquellos que queremos defender una filmografía muy añorada y particular como la de Sandler. Y en ese contexto arriba a las salas Son como niños 2, secuela de la ya soporífera primera parte que reunía a todos los compinches de carrera de Sandler con la excusa de hacer una película para reírse entre ellos frente a cámara. Si aquella historia carecía totalmente de una buena narrativa por ser trabajada sin más intención que la de la mera auto-referencia o el lucimiento de los protagonistas (entre los que están Chris Rock, Kevin James, David Spade y Steve Buscemi), ésta sencillamente se desbarata en una interminable sucesión de gags malogrados, situaciones inconexas y hasta mal gusto. A pesar de lo mala que era, en la primera parte al menos teníamos una historia para presenciar, un hilo narrativo para seguir y hasta si se quiere un motivo sensiblero típico en las películas de Sandler (sí, son suyas; Dugan es sólo una marioneta): un grupo de amigos que se reúnen tras el fallecimiento de su entrenador de la infancia para pasar el fin de semana juntos recordando viejos tiempos. En esta continuación, en cambio, tenemos a la familia del adinerado Lenny Feder habiéndose mudado a su pueblo natal, donde allí supuestamente tenemos que sentirnos inmersos en el día a día tradicional de cada habitante. El resultado deriva en un chiste peor el que otro, escenas sumamente patéticas y una catarata interminable de idioteces que cualquier montajista en su sano juicio cortaría en la isla de edición. Y todo eso con un público estadounidense colmando las salas (entre las dos partes llevan recaudados ¡casi 300 millones de dólares!), quién sabe por qué motivo, y blindando al comediante y todo su equipo de una impunidad irritable y triste. Triste, insisto, por su entrañable filmografía. Preste atención, lector. Como todo lo que viene produciendo Sandler desde hace 5 años, lo mejor que puede hacer al ver el póster de una de sus películas en cartelera es alejarse, o quizás hasta correr. Que no viene mal un poco de ejercicio tampoco.
Los adultos se divierten Usando como excusa un día en la vida de un grupo de amigos, "Son como niños 2" apela a todo tipo de situaciones disparatadas para entretener al espectador. Si bien, la ausencia de una historia concisa o algún tipo de desarrollo en los personajes resulta perjudicial para la trama, las continuas locuras realizadas por los protagonistas terminan generando una película dinámica, desquiciada y sumamente graciosa. La película tiene como fortaleza rendirse de forma honesta y sin concesiones a su manera de hacer comedia. Para ello emplea todo tipo de chistes, ya sean gags físicos o escatológicos. Aunque la efectividad de algunas escenas se vea afectada por un exceso de utilización en imágenes generadas por computadora, la verdadera gracia de las secuencias proviene del absurdo de las situaciones. Incluso, la abundancia de personajes secundarios con sus diversos estereotipos, ayuda a cuantificar la cantidad de chistes por escena. Probablemente el ingenio de la película no sea su fuerte, pero la efectividad en la realización de los gags es lo que mantiene al espectador entretenido. Toda la historia, es una instancia graciosa tras otra y eso es lo que hace a la experiencia muy disfrutable. No obstante, el problema en "Son como niños 2" radica principalmente en la ausencia total de alguno tipo de desarrollo en la historia. Durante toda la trama se generan distintos tipos de conflictos los cuales a pesar de tener su potencial, ninguno se emplea con gracia o ingenio. Historias como la de kevin Spade y su nuevo hijo o Adam Sandler y su posibilidad de tener un cuarto bebe, solo se presentan en una escena como ejes de conflicto para ser rápidamente resueltos momentos después con un simple diálogo. De igual manera, la demencia y el delirio impuesto en muchos pasajes de la película, terminan creando una historia enérgica y desquiciada que no le teme al ridículo y apuesta continuamente a la risa contagiosa del absurdo.
Un combo de mediocridad y decadencia ¿Cuál era la necesidad de una secuela de Son como niños más allá de los dividendos conseguidos en 2010? La respuesta lógica está en la misma pregunta: dividendos garantizados por esa lealtad incondicional a cualquier cosa que tenga el nombre Adam Sandler. El creador de Happy Gilmore (1996) y de las comedias con aires transgresores pero de mirada conservadora a la Adam Sandler vuelve con una película decadente, donde ningún chiste hace reír por sí mismo más allá del esfuerzo de sus ejecutantes. Son como niños 2 es el equivalente a una cajita infeliz de una compañía de hamburguesas con el aderezo de las papas fritas crudas y ya comidas o masticadas porque esos chistes ya contados 1527 veces y que siempre apelan al guiño escatológico como si escuchar una sinfonía de pedos fuese gracioso colma la paciencia e indigesta. Más aún, ver a un Sandler con panza, desganado y lento que a pesar de rodearse de grandes como Kevin James, Chris Rock y David Spade, junto al equipo suplente de Saturday Night Live –usina creativa de los comediantes norteamericanos más interesantes de las décadas pasadas, entre ellos Sandler- no logra conectarse con el ritmo y mucho menos aún con ese simulacro de trama al que puede llamarse historia. A saber: el grupo de amiguetes inmaduros sigue en su camino de inmadurez preguntándose qué enseñanza dejarle a sus pequeños vástagos que por supuesto intentarán no repetir el mal ejemplo de sus padres, aunque la brecha generacional sea el mayor de los conflictos. Ahora todos viven en el mismo barrio y ese es el pretexto más idiota que encontró Sandler para justificar una secuela y un reencuentro a las viejas –muy viejas- andadas. Señoras y señores el combo de mediocridad está servido con el plus de un revival para los nostálgicos, que hace honor a una fiesta alocada de disfraces ochenteros.
Con una carrera de un cuarto de siglo como uno de los rostros más reconocibles de la comedia norteamericana, a la fecha Adam Sandler no había hecho una secuela. Con una industria ávida de segundas partes, remakes, reboots, adaptaciones o nuevas miradas, sin duda es un logro que el humorista se haya mantenido fiel a su gente en producciones "originales" durante tanto tiempo, pero en algún momento había que ceder. No habrá una continuación a Funny People o a Punch-Drunk Love, por el momento tampoco a Happy Gilmore, Billy Madison o a The Wedding Singer -ya clásicos de su filmografía-, sino que es lógico que de hacerlo se lo haga con Grown Ups, una comedia floja del 2010 con una recaudación de 271 millones de dólares a nivel mundial. Con Grown Ups 2 hay una repetición de fórmula, esa misma que no había funcionado la primera vez, pero el resultado es un poco mejor que en la anterior oportunidad. Es ridícula, escatológica y con decisiones realmente inentendibles, pero hay una evidente falta de preocupación por lo que se hace y eso en algo la ayuda. Sandler es fiel a su familia cinematográfica, es un hombre que cuida de su gente. Es una especie de Marcelo Tinelli norteamericano que lleva consigo a todos sus históricos colaboradores y los mantiene cerca para que compartan su éxito. Chris Rock y Kevin James han triunfado por su parte pero la visibilidad que el otro otorga es innegable, así como también que David Spade estaría complicado de no estar a su lado. Él puede traer a Shaquille O'Neal a escena y darle mucha participación, y también es quien no se olvida de Tim Meadows o Colin Quinn -gente del Saturday Night Live de los '90 que si no fuera por él no trabajaría-, así como de Nick Swardson, una persona que debe ser un agradecido de la vida de poder aparecer en pantalla con su falta de gracia absoluta. Peter Dante es el ejemplo perfecto de una carrera hecha a espaldas del otro y no está mal porque, como se ha establecido, el cómico se ocupa de su gente. Y este ocuparse de los suyos es lo que explica Grown Ups 2 y su éxito. Tim Herlihy y Fred Wolf son dos guionistas que han trabajado mucho junto a él -ya desde la época de SNL-, lo mismo que el director Dennis Dugan, otro de los favoritos del actor con Frank Coraci o Peter Segal. La película es una reunión de amigos literal, es Adam Sandler divirtiéndose con sus viejos conocidos. En esta segunda parte ni siquiera hay un conflicto claro, sino que se suceden una serie de situaciones incoherentes para emparchar como se pueda una mescolanza acerca de ciertos tópicos como la importancia de la familia, la pertenencia al pueblo, el enfrentar a los abusivos, el amor entre niños, la relación padre e hijos y demás cuestiones que apenas se tocan para que la película se sienta como algo más que una seguidilla de gags que no funcionan. Entiendo por qué Adam Sandler hace lo que hace. No hay nada mejor que a uno le paguen por hacer lo que le gusta. Él y los suyos se divierten, aunque no necesariamente lo haga el público también. Con esta secuela se bajó el tono aleccionador de la primera parte y directamente se fue al extremo de lo básico. El humor escatológico abunda -uno de los chistes recurrentes es la hazaña del eructo, estornudo y pedo de Kevin James-, la ridiculez está a la orden del día -seguramente crean que Taylor Lautner con sus piruetas es gracioso, lo mismo que Nick Swardson en su rol de imbécil total, pero no- y es difícil siquiera sonreír con algunas de las situaciones patéticas que se disfrazan de humor. Así se explica por qué las mujeres se ven limitadas a ser las amas de casa -desaprovechar a Maya Rudolph o a Maria Bello es un lujo que sólo ellos se pueden dar- mientras que los que la pasan bien son los hombres. Ellos se divierten entre amigos y sin esfuerzo, con ningún chiste que se haya pensado más de 10 minutos, y encima cobran fortunas. ¿Qué más se le puede pedir a la vida?
La crítica no fue publicada en la edición online.
Un amigo genial Con una recaudación de 162 millones de dólares, era de esperar que la secuela de Son Como Niños (Grown Ups, 2010) llegue en cualquier momento y tres años después debuta en la gran pantalla la primera segunda parte en la extensa e irregular carrera del inmenso Adam Sandler con Son Como Niños 2 (Grown Ups 2). Con la misma premisa que la primera, Sandler y sus amigos (ahora radicados en su pueblo natal) buscarán divertirse a costa de flatulencias, vómitos, eructos y cualquier otra actividad que los acerque a las alegrías que han tenido de niños, mientras en el camino intentan educar a sus hijos. La primera Son Como Niños era mala, pero lamentablemente esta segunda parte es aún peor que aquella algo que a priori resultaba algo bastante complicado de poder concretar. Este desastre de film se debe en primera instancia a la ausencia total de una historia. Si, es una comedia y tampoco desde este lugar pretendemos la trama de El Padrino, pero mínimamente debería haber una línea argumental que vaya uniendo las secuencias cómicas. Sino todo termina siendo un pastiche de escenas sueltas sin sentido o mínima coherencia. Ahora si esta desunión argumental estuviese completada por gags bien logrados o situaciones humorísticas que causan gracia ese detalle para nada menor se podría dejar un poco de lado por el disfrute, pero lamentablemente en Son Como Niños 2 esto no sucede. Dennis Dugan es un pésimo director que sólo ha encontrado en dos o tres películas (Happy Gilmore es una) un resultado aceptable. Ya lo demostró en varias oportunidades en el pasado obteniendo como obra (contra) cumbre con la insalvable Jack y Jill (Jack & Jill), pero mientras recaude y siga siendo gomia (Guevara interpretado por Osvaldo Laport dixit) de Sandler continuará por este camino de éxitos de cuestionable calidad. Es bueno destacar que hay un intento de evolución o cambio en la modificación de algunos gags slapstick hechos en la primera parte que fueron reemplazados por un humor más orientado hacía lo escatológico, autoconsciente y zarpado, aunque las dos opciones fueron en la anterior y en ésta ejecutadas con similar torpeza por parte de Dugan. Adam Sandler es un amigo genial y vuelve a juntar a Chris Rock y Kevin James, quienes dentro de todo han logrado hacer una carrera fuera de la órbita del actor de Funny People, con David Spade, Tim Meadows o Nick Swardson que no consiguieron hacerse un lugar en Hollywood sin la presencia de Sandler en el cast. Esa especie de secta humorística conformada por la estrella del film deja ver claramente en Son Como Niños 2 como se divirtieron realizándola, aunque hubiera estado bueno que esa diversión traspase la pantalla y contagie en algún pasaje al espectador.
Un catálogo de boberías Un puñado de gags de humor ultrabobo no bastan para poder recomendar una película, pero a favor de "Son como niños 2" se puede decir que los hay, empezando por el que abre la película, con un ciervo orinando sobre un desprevenido Adam Sandler. El comediante tuvo tiempos mejores, y lo mismo se puede decir del excelente elenco que participa en esta floja comedia. En especial, Chris Rock y Kevin James podrían aspirar a mejores producciones para lucir su talento, ya que en cambio desde hace un tiempo Sandler cayó en esta especie de limbo de las comedias apenas visibles. En este caso, la mínima excusa para el desarrollo de los gags son el regreso de una familia a su pueblo natal, donde las cosas ya no son exactamente como eran, y el precipicio por el que se arrojaban al agua en la adolescencia ahora de golpe parece más alto. La anécdota es mas bien minimalista y, en cambio, los gags vienen al por mayor, aunque lamentablemente, si bien el nivel general es zonzo, no todos son eficaces, y por eso esta es una de esas comedias que sólo pueden hacer reír a medias incluso al público mejor predispuesto. La buena banda sonora y la producción ayudan que el todo no sea insoportable.
Adam Sandler tuvo en su momento la posibilidad de convertirse en una gran estrella de la comedia norteamericana, hacerse de un nombre que perdure en el tiempo y ser un referente a la hora de la risa asegurada. Logró asociar su nombre a un puñado de comedias (algunas más logradas que otras pero todas por lo menos efectivas) que mezclaban lo zafado con un tono familiar y/o romántico, lo cual aseguraba un público amplio. Pero en sus últimos regresos a la pantalla no pareciese sacar otra conclusión que la de dilapidar ese “prestigio”, quizás buscando adaptarse a los nuevos tiempos de la comicidad más al límiite del buen gusto, más propicia a los chistes subidos de tono y en busca de lugares “inapropiados”, lo cierto es que se lo nota incómodo en este registro, al igual que a todos sus compañeros en este secuela del éxito de 2010. La cosa es así, "Son como niños" se transformó rápidamente en la película más exitosa en la carrera de Sandler, y aunque ella podía marcar el punto de quiebre entre sus películas aceptables y el resto, el hecho de reunir a un cast de actores cómicos, que marcaron a una generación (norteamericana) en una misma propuesta, lograba no muchos pero sí algún momento gracioso y rescatable, junto a un argumento que rescataba esos valores familiares propios del Sandler de "Click", "Como si fuese la primera vez", o "Un papá Genial". El problema con esta secuela es que, más que ser un producto claramente hecho con el sólo propósito de la recaudación (lo cual dio resultado en USA), "Grown Ups 2" parece un trabajo sin ideas, que repite la fórmula de la anterior pero no tiene “el gancho” de aquella, donde la innovación es mínima. El argumento, es la excusa de ver cómo siguen los personajes antes conocidos (menos Roy Schneider), con Sandler ganando en protagonismo. Luego de instalarse en el pueblo natal y reencontrarse con los amigos de la infancia, Lenny se sorprende ahora al ver que la historia se repite con los hijos de ellos, poniendo el foco en los sucesos escolares; lo cual tambien ayudará a recordar sus tiempos escolares y encontrarse con personajes de aquella época. Eso es todo lo novedoso, el resto son escenas que transcurren con mayor o menor gracia pero sin hilo conductor entre sí, con el grupo (al que hay que sumar a David Spade, Chris Rock, y Kevin James) comportándose como infanto-adultos, los hijos repitiendo la experiencia, y las esposas en el mismo papel de quejosas de antes. Las situaciones son menos graciosas que en la primera parte y en un punto surge algo de cansancio, en los actores y el espectador. Pero también es cierto que hay un público que reacciona positivamente a estas películas, que concurre a una sala para ver a Sandler y Cia. hacer lo mismo una y otra vez sin importar las razones del por qué, y a este público está dirigida "Son como niños 2", y para ellos puede que se trate de un film menor pero no hay que dejar de reconocerle que es eficaz y cumple con continuar la franquicia dentro la línea esperable
Una película hincha pelotas Son como niños 2 es la continuación de Son como niños, una de las más flojas películas de Adam Sandler pero a la vez una de las más exitosas de su carrera. O mejor: Son como niños 2 es una reescritura de Son como niños, que la mejora y en la que redondea lo que antes era sólo especulación. O mucho mejor aún: Son como niños 2 es una película que aparece en el momento justo de la carrera de Adam Sandler, no sólo porque es graciosa (y la gracia parecía perdida -salvo excepciones- desde Como si fuera la primera vez) sino porque además viene a enderezar un poco el camino: es una comedia lisa y llana, una que sólo se preocupa en construir chistes uno atrás del otro -muchos malos algunos muy buenos- y que tiene un afán jodón insobornable: molestar, incomodar, desagradar con su violencia constante y la recurrencia -como nunca antes en el cine del actor- a la escatología. Casi como una reunión de amigos, que al fin de cuentas era lo que era -o lo que intentaba ser- aquella primera. Sería redundante volver a hablar de cómo Sandler viene dilapidando un capital importante. Lo mejor es deducir por qué esta película es necesaria en este momento. Tal vez la respuesta está desde el vamos: en la primera escena un reno sorprende a Sandler mientras duerme con su esposa. El reno lo orina, corre por toda la casa, se cruza con toda la familia, orina a algún otro, persigue un mono de peluche. Un reno evidentemente digital, por cierto. Es decir, una sucesión de momentos sin sentido, que no tienen conexión con nada y que tienen sólo coherencia dentro de la lógica de la película: un mecanismo imperfecto para hacer reír. Ese arranque desquiciado predispone bien, porque es como un regreso a los orígenes de Sandler: ese en cuyas comedias podía pasar cualquier cosa. Y que se había perdido en cosas impresentables como Click o Jack y Jill. Son como niños (2010) era un poco así. Buscaba construir situación tras situación, sin preocuparse tanto por una columna vertebral narrativa. Perseguía el efecto de aquellos comediantes que innovaron en aspectos formales de la comedia cinematográfica clásica (nombraría a Tati, Tashlin y Lewis sólo por molestar a los intelectuales) con un transitar lánguido y cansino, como el de los adultos en los que se habían convertido, además, los actores. Pero era una película fallida porque los chistes eran pésimos y faltos de creatividad, de tan lánguida la película se hacía aburridísima y cuando tenía que pensar el mundo patinaba en el peor de los conservadurismos. Son como niños 2 es casi lo mismo, pero va más al palo, precupándose -en la velocidad- muchísimo menos por desarrollar algo parecido a una trama, y avanza a ritmo de sketches desenfrenados y de ideas muy divertidas, como esa frat-guy con un desopilante Taylor Lautner a la cabeza. Claro que cuando se ponen a reflexionar sobre los hijos y el paso del tiempo y la familia, Sandler y la película no pueden más que partir de lugares comunes bastante sensibleros y de ideas pobres en un sentido de modernidad. Pero aquí al menos recupera esa energía de antaño para burlarse de esos lugares comunes: por ejemplo el final o cuando enseña a su hijo a patear el balón de fútbol americano. Porque si algo bueno tiene esta película es que hace recordar un poco a El aguador o El hijo del Diablo, tal vez las obras más deformes del actor y donde su sensiblería era sepultada con un humor virulento e imprevisible: Son como niños 2 recupera a ese Sandler gruñón e iracundo. Tal vez el actor se haya dado cuenta que la única vitalidad sana es aquella de ser coherente con uno mismo e hinchar las pelotas hasta el fin. Esa actitud, la de joder eternamente, es la que late en el centro de este film imperfectísimo pero deforme y casi anómalo.
Adam Sandler obtuvo premios Anti-Oscar o Razzies, esos que se otorgan en los Estados Unidos a lo peor de la industria cinematográfica de cada año. Ya tiene dos por tres películas, y va por más con “Son como niños 2”. El neoyorkino puede no ser un buen actor pero es funcional a los productos en los que se embarca. Su porte y mirada dan con el perfil de alguien naif, atontado, con la paciencia eterna para soportar todo lo que le pasa y, en casi todos los casos, un prototipo de infeliz. Lejos de explorar otras facetas hace de su Physique du role el producto per se alrededor del cual giran los diálogos, las situaciones, los demás personajes y, por qué no, el guión. Así, en más de cuarenta películas a la fecha solamente pudimos ver variantes interesantes en “Locos de ira” (2003) y en la gran comedia “No te metas con Zohan” (2008). Lenny (Adam Sandler) vuelve al pueblo donde nació para reencontrarse con sus viejos amigos. Uno en peor situación que el otro, empezando por matrimonios y familias desencajadas. Así volvemos a ver a Eric (Kevin James) ahora con problemas con una amante; Kurt (Chris Rock) cuya mujer se olvida del aniversario de bodas; Marcus (David Spade) con un hijo bobo que le aparece de repente. O sea todos en peor situación que en 2010, incluyendo al espectador. Los gags son tan básicos que es como retroceder a los años en los que burlarse de la sexualidad funcionaba. Pero tampoco podemos esperar mucho si en la primera escena Lenny es perseguido por toda la casa (con escaleras y todo) por un alce (si, un alce) que como corolario del ridículo le hace pis en la bañadera. Ni pregunte por el lugar que ocupa la mujer o la educación de los hijos en éste mamarracho. “Son como niños 2” (y la primera también) juega a mostrar adultos en situaciones infantiles. Una suerte de grotesco muy lavado que intenta funcionar por contrastes, apoyando toda la responsabilidad del buen funcionamiento en ello, en lugar de ahondar en las posibilidades de la propuesta con un guión bien articulado y personajes mejor delineados. La sensación es la de estar frente a actores que se hacen los graciosos en lugar de serlo. El humor es subjetivo. Hay público para Les Luthiers, que se desternilla de risa con las desventuras de Mastropiero, pero no esboza sonrisa alguna con el Negro Olmedo, y viceversa. Sería la única forma de explicar (no justificar) en términos generales la recaudación millonaria de “Son como niños” en 2010. Para Hollywood, los más de 300 millones en todo el mundo son suficiente justificativo para una secuela. Se trata de la relación costo-beneficio, punto. ¿Calidad? Será para otro momento.
Segunda infancia Adultos comportándose como niños, esa es la cuestión de la secuela de "Son como niños", una comedia pasatista, que no resulta del todo entretenida. Después de mudarse con su familia de regreso a su ciudad natal para estar con sus amigos y sus hijos, Lenny (Adam Sandler), descubre que entre los conductores de autobús esquizofrénicos, policías borrachos sobre esquíes y 400 colados a una fiesta de disfraces, a veces ocurren situaciones locas. El filme presenta situaciones conflictivas e inmaduras, como quejas sobre el matrimonio, de la mano de Salma Hayek, Maya Rudolph y Maria Bello, y la necesidad de fiesta de sus hijos que terminan descontrolados. En definitiva, se trata de una comedia sobre cuarentones en un eterno plan adolescente. No tan alejado de la realidad.
Si Adam Sandler, Chris Rock, David Spade y Kevin James no fueran grandes cómicos, este film sobre la amistad y la madurez sería básicamente insufrible. Su director, Dennis Dugan, ha logrado buenas cosas con Sandler (la genial No se metan con Zohan, sin ir demasiado lejos) pero aquí la capacidad de invención cómica está por debajo de la capacidad tanto de los intérpretes como del director. Paso en falso simpático ocasionalmente gracioso.
Verdadero despropósito y lamentable desperdicio Es una secuela de la primera versión, estrenada en nuestro país en julio de 2010, un producto que oscilaba entre la gross-out comedy o "comedia escandalosa", la chabacanería, la mediocridad y la estupidez más galopante. Pues bien, esta segunda parte es peor que la primera, fundamentalmente en el plano de la calidad cinematográfica y el nivel de su argumento, que es pésimo de cabo a rabo, una cuestión que por lo visto a sus autores les ha importado muy poco. El promotor, coproductor y coautor de ambos bodrios fílmicos es el actor Adam Sandler, quien conformó un binomio "creativo" con el director Dennis Dugan, un monigote manejado a mansalva por su inefable mandatario. En esta "historia", Lenny Feder (Sandler) se ha mudado con su familia a su pueblo natal, para estar más cerca de sus amigos Eric (Kevin James), Kurt (Chris Rock) y Marcus (David Spade) y así poder dar una mayor continuidad a sus desmadradas e infantiloides aventuras. La "historia" se desarrolla durante el último día de clases de sus hijos. Todos se reúnen para celebrar el acontecimiento en el parque de la espaciosa residencia de Lenny, aunque previamente ocurre un sinfín de desaguisados, que pretenden ser graciosos. A comienzos de la década de 1970, el norteamericano Dan Kiley describió el Síndrome de Peter Pan, característico de personas adultas que exhiben inmadurez emocional y se muestran incapaces de crecer. Es el caso de los protagonistas de esta "historia", que en esta secuela pasan del peterpanismo a la infantilización más absoluta, invirtiendo roles y su nivel mental con respecto a sus hijos. La película tuvo un costo de ochenta millones de dólares, un verdadero despropósito y un lamentable desperdicio. Fue filmada y editada a los ponchazos, pues el relato es una sumatoria de situaciones abrochadas con hilo de coser, sin respetar la continuidad narrativa, al extremo de que se podría haber invertido el orden de las secuencias sin que se notara la diferencia. El principal soporte, al igual que en la primera versión, son los cuatro actores mencionados precedentemente, más el insoportable personaje jugado por Salma Hayek y sus cambalachescas ocurrencias, dominadas por la ramplonería, donde el ingenio y la gracia brillan por su ausencia. "Nos sentimos tan seguros comentó en cierta ocasión el director Andrew Fleming- que no queremos que el entretenimiento nos dé respuestas, sino que nos escandalice. La televisión nos brinda tanta diversión cómoda, que en el cine queremos algo delirante". Somos como niños 2 aporta esa cuota de delirio, pero contaminado por la torpeza, la vulgaridad y un deliberado mal gusto argumental y estético.
Adam Sandler es un tipo tozudo. Da la impresión de que cuando algo se le pone en la cabeza, se calza las orejeras y le mete para adelante cueste lo que cueste. Porque si se toman en cuenta sus últimas apariciones delante de cámara, parece embarcado en una carrera por hacer películas cada vez peores, y lo está logrando. Con el aterrizaje en las salas locales de Son como niños 2, se tiene al alcance de la mano la muestra necesaria para esta última afirmación. Esta comedia parte de la misma premisa que su antecesora. Recordemos que en la primera entrega, un grupo de hombres se reúne un fin de semana después de un largo tiempo porque un entrenador de sus años juveniles falleció. En ese reencuentro se desencadenan situaciones que pretenden justificar el título, es decir la supuesta gracia de ver a los adultos hacer una maratón de giladas. En esta secuela, Lenny, el personaje interpretado por Sandler, regresa a su lugar natal y pasa exactamente lo mismo. Son como niños 2 es una interminable (en el sentido de pesada) sucesión de morisquetas, gags que de tan gastados no causan ni gracia y un guión que no tiene ni ton ni son. Queda claro que la única razón por la que se filmó un engendro de esta naturaleza tiene que ver con los más de 150 millones de dólares que recaudó la cinta anterior. Si el norteamericano promedio consume estas cosas, allá va Sandler (también productor) para hacer lo que el público quiere. Equipo sin control. Una de las cuestiones que llama la atención cuando se revisa el elenco, es la cantidad de nombres rutilantes de la comedia americana que se han prestado para esta producción: el mencionado Sandler, Kevin James, Chris Rock, David Spade y Salma Hayek, a los que se suman un eficiente y a estas alturas veterano Steve Buscemi, María Bello y Maya Rudolph. Pero este verdadero equipo de estrellas va a los manotazos los 100 minutos en que se extiende el filme, y nadie parece estar demasiado seguro sobre qué es lo que se tiene que hacer. Al margen de que se trata de un rejunte de los estereotipos más llanos (hombres por aquí y mujeres por allá, el marido quejoso, el tipo que quiere salir de la rutina familiar para convertirse en bestia por un rato), Son como niños 2 no tiene un planteo, no tiene rumbo. Es sólo una excusa para ver a un grupo de amigos divertirse (ellos, no el público) por un rato, algo que supo hacer bastante mejor Ben Stiller con Una guerra de película. Por lo que se lee en los portales de Internet, esta secuela ya tiene su costo salvado y apunta a otra gran recaudación en los Estados Unidos. En este aspecto, es innegable que en la factoría encabezada por Adam Sandler saben hacer bien las cosas. Cabe esperar que si se les ocurre realizar una tercera parte, por aquí se tarde el mayor el tiempo posible en llegar.