Sobre la potencialidad desperdiciada. El nuevo capítulo del reboot de la franquicia creada por el genial Gene Roddenberry se aleja de las características de los dos eslabones previos, los dirigidos por J.J. Abrams, y en el trajín nos pone en un brete importante. A pesar de que Star Trek: Sin Límites (Star Trek Beyond, 2016) reniega un poco del aggiornamiento concienzudo y respetuoso de Star Trek: El Futuro Comienza (Star Trek, 2009) y Star Trek: En la Oscuridad (Star Trek Into Darkness, 2013), debemos reconocer que esta catarata de secuencias de acción está bastante bien llevada y resulta entretenida. Dicho de otro modo, hoy la epopeya pierde mucho de la aventura orientada al descubrimiento y el desarrollo de personajes en pos de abrazar una dialéctica más vinculada a los blockbusters estrambóticos de Hollywood. El responsable de ambos rasgos, tanto del positivo como del negativo, es el nuevo director a cargo, Justin Lin. Como lo demuestran ampliamente los cuatro films que realizó para la saga iniciada con Rápido y Furioso (The Fast and the Furious, 2001), el taiwanés es un artesano eficiente para las escenas de acción pero depende demasiado del guión para rellenar los “espacios” entre las persecuciones y los enfrentamientos. Esta ineptitud en cuanto a la autonomía de movimientos nos lleva al otro gran cambio en la franquicia, el que se produjo a nivel de los guionistas: salieron Roberto Orci y Alex Kurtzman, dos señores que escribieron muchos bodrios aunque trabajando con Abrams lograron lucirse, y tomaron la posta Simon Pegg y Doug Jung, quienes simplificaron el MacGuffin, dejaron poco lugar para el desempeño actoral y volcaron la trama hacia el tono de las propuestas menos interesantes del anterior bloque de realizaciones, el correspondiente a La Nueva Generación (The Next Generation). La historia es muy sencilla y gira alrededor de una misión de rescate que deriva en una trágica emboscada, con el USS Enterprise una vez más destruido y toda la tripulación varada en Altamid, un planeta utilizado como base por Krall (Idris Elba), el villano de turno, quien a su vez busca una reliquia -en posesión de nuestros héroes- para activar un arma extremadamente poderosa. Aquí regresan los siete míticos personajes de la serie televisiva, a saber: el Capitán James T. Kirk (Chris Pine), el Comandante Spock (Zachary Quinto), el Doctor McCoy (Karl Urban), la Teniente Uhura (Zoe Saldana), Scotty (Simon Pegg), Sulu (John Cho) y Chekov (Anton Yelchin). Por supuesto que tenemos los mínimos intercambios reglamentarios entre todos ellos con vistas a remarcar esas idiosincrasias que ya conocemos de sobra, aunque ahora sin diálogos inspirados o verdaderamente originales. Más allá de que Lin entrega una obra mucho más en sintonía con los estándares aparatosos del mainstream contemporáneo, también hay que decir que Abrams en los opus anteriores había explotado con tanta inteligencia la estructura de las precuelas y las citas nostálgicas (léase la vuelta del ya fallecido Leonard Nimoy) que el margen para reincidir en dichos mecanismos era minúsculo, circunstancia que ponía sobre la mesa la necesidad de traer novedades significativas y/ o utilizar recursos hasta ahora no empleados. La solución facilista del realizador y compañía, eso de caer en la espectacularidad non stop desde el principio del relato, por suerte no llega a desmerecer las buenas intenciones de base y algunas escenas más apacibles y muy bien logradas (en especial las de la mitad del metraje, a partir del reencuentro de los popes del Enterprise en Altamid). En esencia estamos ante una “montaña rusa” temática que se ubica debajo del nivel cualitativo de los films previos porque obedece a otra escala de prioridades, no sin méritos aislados que unifican los problemas del Hollywood de nuestros días y cierta potencialidad retórica desperdiciada…
La tercera entrega de la resucitada saga nos reúne con los personajes de las dos anteriores un tiempo después de los eventos acaecidos unos años después de la segunda. Consolidado como el Capitán del Enterprise, Kirk esta cansado del tedio y la monotonía de las misiones en busca de nuevas formas de vida inteligente para lograr lazos diplomáticos y seguir explorando el universo. Decidido a dejar el mando de la nave, acepta una última misión: rescatar a una tripulación varada en un planeta extraño luego de rescatar a una sobreviviente de la misma. Si el argumento les parece frágil y endeble es porque, sinceramente, lo es. Últimamente las películas de ciencia ficción parecen estar cortadas por una matriz que se repite incansablemente, decorada como para no parecerlo, pero profundamente similares unas a otras. Otra vez el héroe descontento con su vida, como si fuera un potro domado que añora las épocas en las que corría libre por el campo, al que se le presenta en el momento de abandonar todo, un evento catastrófico que lo ayuda a poner en perspectiva su aparente descontento y así ver que estaba donde tenia que estar… (Y es tan remanido que ni siquiera es solo a Kirk al que le cuadra esta descripción EN ESTA PELICULA) Un villano genérico, con voz de ultratumba y facciones demoníacas, que persigue algo que no sabemos bien que es pero esta dispuesto a hacer cualquier cosa por eso, es el agregado final a esta receta repetida, que como en las cadenas de comida rápida, se ha convertido en la clave del éxito, pero a su vez, ha transformado algo único y asombroso, ese universo rico y exótico, en algo que nos da la sensación de deja vu, y que eventualmente se fundirá en un único recuerdo, ya que apuesto que en unos años, nadie podrá distinguir que cosas pasan en Star Trek 1, cuales en la 3 y cuales en la 550. Con intentos fallidos de Simon Pegg por ser gracioso, grandes efectos especiales, y un par de escenas de acción bien logradas, sinceramente esta entrega, en lo personal, me decepcionó.
Star Trek: Sin Límites En esta nueva entrega de la nueva saga iniciada por los años sesenta “Star Trek: Sin Límites” (USA, 2016) no hay mucho por descubrir, al contrario, tras la salida detrás de cámara de J.J.Abrams (para cumplir con sus obligaciones en “Star Wars”), el realizador Justin Lin (“Rápido y Furioso”) no logra impregnar de buen ritmo al filme. Mientras el Capitán Kirk (Chris Pine) se replantea su rol tras la rutinaria tarea en la que se ha convertido dirigir la USS Enterprise, su tedio cambiará de un momento a otro tras quedar atrapado en un siniestro planeta luego de una emboscada. Los denodados esfuerzos por regresar serán el motor de un filme que no logra impactar como las dos anteriores secuelas, construyendo un relato aburrido, sin sorpresas y que sólo gustará a los fanáticos. Esperamos que la nueva serie televisiva encomendada por la dupla CBS/Netflix le devuelva nuevamente el brillo a la historia.
Star Trek: sin límites se trata de una película simple pero eficaz, cumpliendo su razón de ser como una loable producción de ciencia ficción con muchísima acción y entretenimiento, enmarcada en el universo alguna vez ideado por Gene Roddenberry. Desde hace ya 50 años, Star Trek se posicionó como un bastión de la cultura popular con la piedra filosofal de una gratificante serie de televisión protagoniza por William Shatner y Leonard Nimoy. En cada episodio, la tripulación del USS Enterprise quedaba varada en algún planeta desconocido, recreado en un estudio de TV mediante escenarios de papel mache que disparaban el imaginario al infinito y más allá. Cada semana estos relatos exploraban la resolución de conflictos y relaciones de la humanidad con las demás especies inteligentes del universo. Esto era verdaderamente la esencia misma de la serie: la aventura y exploración del universo, no la conquista. Hace algunos años, más precisamente en 2009, J.J. Abrams -gurú de la cultura pop contemporánea- ideo el retorno a la franquicia de la tripulación del USS Enterprise adaptándose al vértigo narrativo de las superproducciones contemporáneas, dando curso a la temeraria idea de no caer en usual el reboot Hollywoodense que desechara todo lo aportado durante décadas por la serie de TV original de Shatner y Nimoy. Abrams se valió idóneamente del recurso de un universo paralelo para vincular las vivencias de la tripulación original de hace 50 años con las juveniles contrapartidas de Kirk y Spock, ahora interpretadas por Chris Pine y Zachary Quinto. En las dos entregas precedentes, Star Trek (2009) y Star Trek: En la oscuridad (2013), JJ Abrams ofreció un destacado –polémico para algunos- renacimiento para Star Trek subrayando el respeto por la obra original. En esta oportunidad Justin Lin (Fast & Furious 5 y 6) se hace de la dirección de Star Trek: Sin límites, con mucho por demostrar. Todas las miradas estaban acechantes ante el director taiwanés, quien supo aportar un loable pulso narrativo a las aventuras del universo de Star Trek. El comediante británico Simon Pegg, además de co-protagonista usual de la nueva franquicia, es también el guionista de esta nueva entrega, junto a Doug Jung, aludiendo a una propuesta narrativa plausible e intensa con algunos sorprendentes giros argumentales, sin olvidar la química entre los personajes de este siempre fascinante universo. A Justin Lin y Simon Pegg les basta con tan solo algunas secuencias donde el humor y la melancolía describen la monotonía en la vida que sostiene la tripulación del USS Enterprise embarcados en una misión de paz por la galaxia. Es en esta instancia que despiertan en nuestros héroes algunas preguntas existenciales respecto de sus relaciones interpersonales y su futuro inmediato, cuestionando la validez de aventurarse en cometidos diplomáticos que toman anclaje en la introducción de cada episodio de la serie original en la voz de William Shatner: “El espacio: la última frontera. Estos son los viajes de la nave estelar USS Enterprise, en una misión que durará cinco años, dedicada a la exploración de mundos desconocidos, al descubrimiento de nuevas vidas y nuevas civilizaciones, hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar.” En Star Trek: sin límites se mantiene intacto el legado fundamental de la serie de TV: Un mensaje de tolerancia aun en momentos difíciles. Instancia que sirve como alegoría actual ante una realidad y panorama internacional contundente donde las noticias y titulares describen el terrorismo y el odio inherente a diferencias ideológicas. Más allá de la fortuna y brillante estrella que ilumina a la Federación de Planetas en el universo, subyace un entramado turbio. Siendo la tripulación del USS Enterprise en su vocación como embajadores de paz, quienes deban de lidiar con las vicisitudes inherentes a las redes de corrupción y secretos políticos sobre los que se sustenta la institución. Una de las constantes en la nueva saga de Star Trek es el peso específico de los adversarios que ha enfrentado la el capitán Kirk , el Señor Spock y la tripulación del USS Enterprise, si bien ofician como villanos, es muy difícil no comprender la vehemencia en la causa que emprenden estos marginales abandonados en la galaxia: desde Nero el temible Romulano interpretado por Eric Bana en Star Trek (2009). Más tarde llegaría Khan el terrorista de impronta Shakesperiana a cargo de Benedict Cumberbatch en Star Trek: En la oscuridad (2013). En esta oportunidad el insurgente Krall gana la pantalla mediante la presencia siempre imponente de Idris Elba detrás de una intimidante mascara y maquillaje que no atempera la intensidad de su parsonalidad. Todos y cada uno de estos adversarios son mucho más que villanos de turno, simbolizan la furia de las víctimas de daños colaterales sobre los que se erige la “inmaculada” Federación Planetaria. Con Star Trek: sin límites el realizador Justin Lin, avalado por J.J. Abrams, ofrece una despampanante aventura que actualmente ha reavivado el interés de la audiencia por el universo creado por Gene Roddenberry, una franquicia que hoy sostiene velocidad crucero después de 13 películas y más de 50 años de existencia .
Para algunos fans incondicionales de Star Trek la película de 2013 (En la oscuridad, JJ Abrams) fue la peor película de la histórica saga que ya llega a 13 films. El exceso de ambición le jugó en contra. Por el contrario la única ambición de Sin Límites (Lin, 2016) es entretener y vaya si lo hace. En los primeros momentos del film hay una frase de James T. Kirk (Chris Pine) sobre la monotonía de la vida abordo del Enterprise que el llama “episódica” y en realidad la película se siente como un gran episodio de la serie clásica pero con niveles de producción astronómicos. Todos los tropos de aquella estructura están presentes: la tripulación choca en un misterioso planeta, enojan a alguien y Kirk se agarra a las piñas con un alien. Por supuesto que en la película hay mucho más que eso. La trama los lleva a un naufragio en una nébula que los conduce a un enfrentamiento con un enjambre de naves que parecen insectos tecnológicos (primer acierto, que rompe con algunas batallas en el espacio que ya vimos demasiadas veces), la batalla deja a la tripulación abandonada y dispersa en un mundo rocoso y peligroso. En esta ocasión es Kirk y Scotty (Simon Pegg) los que hacen la mayor parte del trabajo heróico (Pegg como co-guionista ha reforzado notablemente su propio rol) mientras que Spock (Zachary Quinto) se mantiene adecuadamente cerebral, envuelto en el temor por el futuro de su carrera y el dolor por la muerte del Embajador Spock, obvio y merecido homenaje a gran Leonard Nimoy. Pero el estado de ánimo predominante no es el de luto, la película es vertiginosa y jubilosa, desde la tripulación original no hemos sentido tan viva la aventura y la camaradería, dos pilares esenciales de la serie. En este sentido el pulso “Fast & Furious” que Justin Lin le imprime es el ideal para una película de acción de 2016. El villano Krall que compone Idris Elba es correcto pero en el fondo es sólo otro guerrero musculoso con un resentimiento irracional, lo bueno es que el personaje le permite a los guionistas hacer un comentario político de relevancia actual, la creación de conflictos que justifiquen guerras. Sin Límites es divertida durante todo el metraje, llena de chistes que funcionan, diversidad racial, persecuciones y efectos verdaderamente alucinantes. En un verano norteamericano de películas-tanques que dispararon balas de salva, Sin Límites sale triunfante.
Un aire nuevo (y de antaño) se respira en la tercera entrega de la franquicia de Star Trek. Beyond trae consigo un gran número de cambios que no hacen de ella un film más en el universo trekkie. El arribo de Justin Lin, con un oficio más que demostrado dentro del cine de acción dirigiendo cuatro entregas de la saga Rápido y Furioso (Tokyo Drift, Fast & Furious, Fast Five, Furious 6), dota a la película de una cuota de adrenalina que supera con creces a sus antecesoras, tanto en cantidad como en tenacidad para saber conducirla y no agobiar al espectador. Beyond es un giro fundamental respecto a Star Trek(2009) e Into Darkness (2013) y la partida de J.J. Abrams de la dirección es muy explícita (¡no mas lens flares!). La tercera entrega se encuentra mucho más cerca de un género de acción y aventuras que uno de ciencia ficción. La importancia tecnológica cambia por la espectacularidad visual; y el detenimiento y la reflexión, por la vertiginosidad y el entretenimiento. Acaso lo más percibido a un nivel inconsciente sea que ya no sobrevuela el sentimiento pesimista que se torna cuasi apocalíptico en la segunda película de la saga, sino que se siente como un episodio más dentro de las aventuras de la tripulación liderada por James T. Kirk. Este hecho no pasa desapercibido, ya que el ritmo planteado prioriza mucho más las situaciones y debilita las causas. Debido a esto es que el desenlace se manifiesta apresurado y apretado en relación a como venía desarrollándose la trama. Lin logra trabajar de gran forma la acción, por esto también paga en la verosimilitud de lo narrado. No obstante es allí donde el guión viene a apoyar la historia. Co-escrito por el genial Simon Pegg (quién también interpreta a Scotty) y Doug Jung, goza de un acierto a resaltar. La decisión de ubicar la historia entre dos y tres años después de los hechos ocurridos en Star Trek propone una situación en la cual el equipo de la U.S.S Entreprise funciona como un equipo y se comporta como una familia, con cuantiosas travesías y situaciones experimentadas, y lo que ello acarrea: amistades, discusiones, inseguridades… y sobre todo lo tediosa que puede ser la rutina. Esto que vuelve a los personajes más humanos también torna más fácil la resolución de situaciones que parecen un callejón sin salida, a partir del conocimiento que tiene cada tripulante de sus compañeros. Pegg, con su atinado humor, reviste el film con la dosis justa y sin abusar de este, lo que permite una relajación entre toda la maraña de acción. Quizás el hecho de que uno de los intérpretes sea el encargado del guión explique por qué no hay personajes fuertemente destacados como lo eran Kirk y Spock en las antecesoras. Existe un núcleo conformado por los dos anteriores, más Uhura, Chekov, Sulu, Bones y Scotty, que juega como “ente” protagonista a partir del cual se construye la trama. De yapa: al final del film se hace un pequeño homenaje al núcleo de la serie original de los ’60. De las dirigidas por Abrams -que se mantiene como productor- a esta dirigida por Lin cambia incluso la paleta de colores, de blancos a azulados; pero el elemento que se mantiene inamovible es la banda sonora de Michael Giacchino (al pie del cañón de cualquier proyecto de su querido J.J.). Esta vez el score del oscarizado compositor se mantiene debajo del nivel de la película, exceptuando la secuencia de resolución en donde la música y la acción crean un momento memorable. Desde la promoción gráfica hasta el desarrollo narrativo del film había una promesa de revivir un legado. El universo Star Trek cumple 50 años, por lo tanto Beyond fue pensada desde su desarrollo como un retorno a las bases. El film se hace la pregunta: ¿en qué consiste y qué debe hacer la tripulación de una nave que explora sin descanso los límites de lo desconocido? La narración no ahonda profundamente los dilemas internos de cada personaje, chato y superficial, razón por la cual el enemigo, Krall, resulta el peor de las tres entregas. Por el contrario, el motivo más fuerte del film es que la unión hace la fuerza. Y el valor es el legado: los viajes de la U.S.S Enterprise expandiendo las fronteras. Aquí está la respuesta a la pregunta, al fin y al cabo eso es lo que es Star Trek.
En el 2009 J. J. Abrams revivió el mundo cinematográfico de “Star Trek” con una película que abrió el camino para una nueva trilogía. Siete años más tarde, y con Justin Lin en la dirección, llega “Sin Límites“, la tercera parte de la nueva saga. Sin estar a la altura de sus antecesoras, esta nueva entrega espacial entretiene y será del agrado para todos aquellos fanáticos de los personajes.
Sigue siendo un misterio por qué se retrasa tanto el estreno de cada una de las aventuras de la Enterprise en nuestro país (casi dos meses después que los Estados Unidos), cuando estamos en presencia de películas que cumplen ampliamente con sus propósitos de entretener a base de acción, humor y mucha ciencia ficción de la buena. “Star Trek Sin Límites” (Star Trek Beyond, 2016) es la tercera instancia de esta franquicia tras el reboot que sufrió en el año 2009. J.J. Abrams se corrió de la silla del director para mudarse al otro lado de la vereda, pero permanece como productor y deja en las buenas manos de Justin Lin (“Rápido y Furioso”) al capitán Kirk y compañía. Lin delinea una historia plagada de acción que no da respiro y nos presenta una aventura espacial con todas las letras llena de navecitas, criaturas del espacio, personajes buenos y malos y una banda sonora más que épica (acá no podemos dar detalles porque es spoiler, pero les adelantamos que van a salir del cine tarareando un clásico de los noventa). Se nota la intervención de Simong Pegg en un guión cargado de chistes y momentos hilarantes que no desentonan, sino todo lo contrario, se acomodan a la perfección a la personalidad de cada uno de estos personajes que ya conocemos, y algunas grandes incorporaciones. La Enterprise está a mitad de camino de su viaje de cinco años por los confines de la galaxia, llevando la diplomacia y un mensaje de unidad a diferentes planetas y sus belicosas razas que no siempre conocen el significado de la palabra paz. Tanto tiempo alejados de la Tierra y sus seres queridos, empieza a hacer mella en la tripulación, pero esto no desanima a los tripulantes que hacen su mejor esfuerzo para seguir su misión exploratoria. Una parada rápita en la estación espacial Yorktown (en realidad se trata de una mini ciudad en el espacio donde se reúnen millones de habitantes de toda la galaxia) les da la posibilidad de relajarse, pero pronto llega la alerta de una nave en peligro, y el capitán James T. Kirk (Chris Pine) no va a desaprovechar la oportunidad de demostrar su valía. La misión de rescate pronto se convierte en una emboscada y un caos absoluto que dispersa a los tripulantes a través de las tierras de Altamid, un planeta que se encuentra más allá de una nébula. Nada es azaroso, detrás de todo se encuentra Krall (Idris Elba), una criatura con planes muy específicos para la humanidad, que no se anda con muchas vueltas. Tenemos un villano megalómano dispuesto a destruir medio universo y a la tripulación de la Enterprise tratando de buscar la forma de escapar de sus garras y, obviamente salvar a todos. Así “Star Trek Sin Límites” se convierte en una gran aventura repleta de acción que nos mantiene durante dos horas al borde de la butaca. Hay humor, buena música, grandes personajes –la incorporación de Sofia Boutella como Jaylah, una sobreviviente de armas tomar, se recibe con los brazos abiertos-, muchos efectos especiales y una vibra de “Guardianes de la Galaxia” que ayuda a captar a un público más amplio que sólo a los fans de la franquicia. A diferencia de las entregas anteriores, Lin no abusa de la relación (y el contraste) entre Kirk y Spock, pero sus diferencias, y la forma que se complementan, siguen siendo el alma de esta historia. Todos los personajes tienen sus momentos para lucirse, este es un trabajo de equipo, delante y detrás de las cámaras. Acá no hay planteos filosóficos (aunque sí algunas buenas reflexiones), todo es aventura al palo sumamente disfrutable, donde no faltan los guiños simpáticos y los momentos de nostalgia. No podemos evitar ver la película y sentir tristeza por la partida de Anton Yelchin. Tanto él como Leonard Nimoy reciben su merecido homenaje, pero el mejor que les pudieron dar los responsables de “Star Trek Sin Límites” es dejar que se despidieran de sus alter egos fantásticos con una gran aventura cinematográfica.
Una saga efectiva e inoxidable Tras Star Trek: El futuro comienza (2009) y Star Trek: En la oscuridad (2013), ambas dirigidas por J. J. Abrams, esta tercera entrega de la nueva era de una de las sagas más longevas del cine y la TV quedó en manos del taiwanés Justin Lin, quien venía de filmar cuatro entregas de otra popular franquicia como la de Rápidos y furiosos. Star Trek: Sin límites es bastante más mundana y terrenal (si es que esos adjetivos le caben a una historia que transcurre casi todo el tiempo en el espacio), pero frente al convencionalismo del guión Lin construye unas vertiginosas secuencias de acción que -sobre todo en el segmento final- se disfrutan y se agradecen. ¿Qué tiene de nuevo Sin límites? No demasiado: una pátina nostálgica que la vincula con las sagas previas, un par de incorporaciones (un enmascarado Idris Elba en plan dictador, Sofia Boutella como una alienígena de look leonino), el comandante Spock (Zachary Quinto) con emociones crecientes (se enamora, sufre con la muerte de su padre y se salva por dos centímetros de una muerte segura) y la imagen de la mítica nave Enterprise prácticamente destruida. Los incondicionales fans de Star Wars, claro, sabrán valorar estas y otras revelaciones (como la incipiente apertura a una relación gay), pero el film transcurre sin demasiados hallazgos. Una estructura básica de presentación de los personajes, elaboración del conflicto central y enfrentamiento final. La tripulación al mando del capitán Kirk (Chris Pine) lleva en el arranque del film 966 días en el espacio y aún le quedan dos años más de exploraciones y misiones diplomáticas antes de volver a casa. La abulia se apodera de sus integrantes y, en ciertos pasajes, también del espectador. Por suerte, los personajes (y con ellos el público) se verán forzados a salir de ese estado de apatía e indiferencia para descubrir las trampas y confabulaciones que los acechan y luchar contra aquellos que amenazan la paz universal. A la película le cuesta bastante arrancar, pero cuando lo hace ya no para hasta el final. El resultado final, sin ser notable, alcanza para sostener los pergaminos de una saga inoxidable.
Chapa y pintura La saga de ciencia ficción se reinicia y aggiorna y, con algunos retoques, su esencia sigue intacta. Hacer y rehacer películas con historias de culto, protagonistas y universos conocidos tiene siempre grandes desafíos: convocar a un público nuevo y hablarle en “código” a los viejos fans es uno doble. Star Trek: Sin límites, la película, reboot (reinicio), dirigida por Justin Lin sale indemne de ese mandato. Pero nunca es suficiente, porque además, para ser obra, debe transmitir una vida interna propia sin dejar de ser fiel a ese clásico de la ciencia ficción que ya tiene 50 años. Son varias bitácoras. De allí que surjan decenas de preguntas, de ejercicios comparativos entre los guiones, los efectos especiales, los protagonistas, pese a que esta sea ya el tercer reboot de esta nueva era. ¿Cómo reemplazar a Leonard Nimoy y a William Shatner en los papeles del Señor Spock y el Capitán Kirk? ¿Cómo homenajearlos y darles vida en actores nuevos? ¿Cómo seguir presentando futuristas una cantidad de predicciones de aquella serie que luego se hicieron realidad? (hace rato que el cine sólo predice armagedones). Para estas viejas preguntas también hay reboot. Es cierto, de a poco, Chris Pine y Zachary Quinto, se asentaron en los roles principales. Ya es su tercera Star Trek. Con algunos retoques, su esencia intacta: Kirk (Pane) juega siempre en los límites de la ingenuidad y la ética inquebrantable, mientras que Spock (Quinto) se anima a romper cada vez más su férrea estructura lógica interna, su racionalismo vulcano, en este el primer filme tras la muerte de Nimoy, el Spock original, a quien la película despide cuando se anuncia la desaparición del embajador. Lo dijimos. Ellos y los tripulantes más famosos de la Enterprise, lucen aggiornados y afianzados, pero a la vez son reconocibles como sucesores de aquéllos otros. El inoportuno doctor McCoy, el eficiente Sulu, el oficial Checov (interpretado por Anton Yelchin, quien murió en junio a los 25 años) ya tienen vida propia, y Uhura (Zoe Saldana) la oficial novia de Spock, y Jayla (Sofía Boutella), que quizá sea el gran hallazgo de este filme, han ganado una dosis de erotismo que atraviesa razas, religiones y cualquier barrera extra-humana. Así es Yorktown, la ciudad de esta Federación pacifista, ejemplo exagerado de diversidad de toda clase. Claro, en el espacio y acá siempre hay peros. Y allí es donde flaquea Star Trek, en la venta de esta nueva misión, que sorprende a todos y que convive con los inverosímiles dramas internos de Kirk y Spock. Yorktown, la Enterprise, y estos viejos nuevos amigos piden bitácoras a su altura para seguir atravesando generaciones y mundos.
Los humanoides no descansan. Star Trek - Sin Límites, dirigida por Justin Lin y producida por J. J. Abrams, logra sostener el producto no sólo en términos comerciales, sino sobre todo en lo narrativo y estético, sin lesionar ni debilitar el espíritu de la saga. A diferencia de las incursiones cinematográficas de la troupe original de la popular serie televisiva Viaje a las estrellas, que a pesar de contar con las presencias estelares de William Shatner y Leonard Nimoy nunca consiguió producir más que un puñado de películas modestas, el relanzamiento de la saga apadrinado por la figura cada vez más influyente de J. J. Abrams, ha conseguido completar con éxito su primera trilogía. El estreno de Star Trek - Sin Límites termina de darle forma al triángulo que componen Star Trek - El futuro comienza (2009) y Star Trek - En la oscuridad (2013), ambas con Abrams como director, productor y principal responsable del eficaz lifting operado sobre la saga. El éxito fue tal, que le sirvió al último gran creador que dio el cine fantástico de gran presupuesto para ganarse la posibilidad impostergable de dirigir el Episodio VII de La guerra de las Galaxias. Aunque continúa vinculado al proyecto como productor, lo cierto es que la salida de Abrams dejó vacante la silla de director de esta tercera entrega de Star Trek. Dicho lugar lo ocupa esta vez el taiwanés Justin Lin, quien además de conseguir que su trabajo no desentone con lo hecho hasta ahora, logra sostener el alza del producto no sólo en términos comerciales, sino sobre todo en lo narrativo y estético, sin lesionar ni debilitar el espíritu de la saga. Tal vez el gran aporte de Star Trek - Sin Límites sea el uso del humor de un modo mucho más amplio y menos marginal que en las entregas anteriores, en las que el recurso por supuesto estaba presente, pero subsumido a la acción y la aventura. Esta vez reviste tal importancia que marca el tono de apertura de la historia, con el capitán Kirk fracasando estrepitosamente en una misión de paz cuyo objeto, a la postre, resultará fundamental en el hilo de la historia principal. Este cambio, que sin ser radical es por lo menos significativo en el tratamiento narrativo, sin dudas es menos responsabilidad de Lin como director que de la renovación completa de la plantilla de guionistas. La misma incluye esta vez a Doug Jung, novato escritor de televisión, y sobre todo al reconocido comediante y guionista inglés Simon Pegg, que además forma parte del buen elenco con el que cuenta el film. Pegg, que ha dado sobradas muestras de saber de qué se trata el asunto –su currículum incluye los libretos de películas de culto como la comedia zombie Shaun of the dead (2004) o Paul (2011), sobre la amistad entre dos fanáticos de las historietas y un E.T. medio hippón–, consigue darle al humor el espesor suficiente como para que el rol del comic relief, en lugar de encontrarse limitado a un único personaje, se lo vayan alternando entre sí las estrellas del elenco. La película cumple con todos los presupuestos que nacieron con la famosa serie, creada por Gene Rodenberry en la década de 1960. Entre ellos el de presentar un universo rico y diverso en especies humanas o humanoides, que comparten en paz el espacio universal, unidos bajo la figura política de la Federación de Planetas. Star Trek - Sin Límites da grandes muestras de imaginación, como el diseño del planeta artificial Yorktown que, por supuesto, es una urbe moderna y fabulosa que remeda a la Gran Manzana en versión interestelar. El film aprovecha todo eso para ofrecer una visión del mundo integradora y plural, en la que todos tienen (o pueden tener) su lugar. No es casual que en medio de esa gran diversidad llevada a extremos universales, el guión se permita la interesante novedad de romper el paradigma machista y patriarcal dándole a uno de los miembros de la tripulación de la nave Enterprise una identidad que se aparta de la lógica heterosexual. Es cierto que se trata de un simple detalle dentro de una secuencia en la que seres de todos los rincones del cosmos comparten en paz un espacio urbano. Sin embargo es un gesto potente que con gran inteligencia conecta una visión de fantasía acerca de la diversidad, con una realidad concreta que trasciende la pantalla. Un gesto como ese, realizado con convicción pero sin subrayados que lo destaquen de manera artificial e innecesaria, resulta un aporte interesante a esta aventura a la que no le falta nada. Ni siquiera los explícitos homenajes a los actores Leonard Nimoy y Anton Yelchin, ambos fallecidos entre el rodaje y el estreno del film.
UNA CITA CON EL ESPACIO Cuando se cumplen 50 años de la creación de la saga con admiradores en todo el mundo y se multiplican homenajes y exhibiciones, llega esta tercera entrega desde que apareció J.J.Abrams para revitalizar una leyenda. Con Justin Lin como director, con la “nueva” tripulación” ya asentada, con mucha acción, y con gran creatividad en cuanto a nuevos desafíos en un espacio que siempre trae sorpresas. En este caso el villano esta muy bien resuelto y sorprende. Para los seguidores un regalo esperado que será bien recibido y para los nuevos una ocasión para el entretenimiento. No hay claves secretas, todo se entiende aunque sea una primera vez. Hay humor, exaltación de héroes “todos para uno y uno para todos”, cuotas de ironías, toque nostálgico y la puerta abierta para que el fenómeno continúe. Un entretenimiento sin pretensiones, con adrenalina, elegancia y vértigo.
Como en el caso de Star Wars, son bienvenidos los cuidadísimos relanzamientos de las saga galáctica de la Enterprise. Ultra conscientes de que juegan con un material tan querido, los realizadores, atentos a los detallas, trabajan, y se nota, desde el entusiasmo -artístico y comercial- por contar las aventuras del Capitán Kirk, Spock y los demás integrantes de esta nueva generación de tripulantes. Esta tercera entrega, dirigida por el experto en acción Justin Lin (Rápidos y Furiosos) después de las buenas y hasta muy buenas dos primeras, vuelve a apoyarse en el cariSma de sus personajes y la relación que los une. Compañerismo, complicidad y un optimismo que está en el histórico corazón trekkie, abierto a la exploración de lo nuevo y lo desconocido. Pero como se dice en una de las primeras escenas, hasta esa aventura puede volverse rutinaria y aburrida. Y cuando más de uno está pensando en cambiar de trabajo y preparando secretamente el discurso de despedida de sus amigos, aparece el villano de turno, Krall, que en un primer encuentro hace polvo, casi literalmente, la Enterprise. Lo que sigue son casi dos horas de escapes, peleas, explosiones y luchas por la supervivencia y por derrotar al malvado y su ejército de trolls. Un desarrollo que termina por desgastar el interés y podría haberse condensado en menos minutos. Importa mucho más lo que les pasa a los personajes, diversos y de gran corazón. En la balanza entre aventura bombástica y comedia, la segunda gana, con chistes que funcionan y el carisma de sus actores: el estupendo Zachary Quinto, el lindo Chris Pine, el británico (también guionista) Simon Pegg y un tembloroso Anton Yelchin, fallecido hace pocos meses, con acento ruso.
En Star Trek: Sin Límites, la Enterprise vuelve a surcar el universo para proteger la Tierra y el resto de planetas aliados en nombre de la Federación Unida de Planetas. Liderada por el capitán James T. Kirk (Chris Pine), la tripulación tendrá que enfrentarse a nuevos peligros que acabarán con su tranquilidad. Esta tercera entrega de la nueva etapa de Star Trek recupera el espíritu clásico de la serie original. Todo el filme parece un saludable homenaje a la estética de la opera espacial. Desde el vestuario, hasta las peleas, explosiones y efectos. Rodada con maestría por Justin Lin quien le pone su impronta a las buenas escenas de acción sin descuidar nunca la construcción de los personajes y el humor presente en todo el metraje.
Se cumplen 50 años desde que vimos por primera vez la nave USS Enterprise en la serie original de televisión concebida por Gene Roddenberry, pasaron 12 películas, 4 series, comics, libros e infinidad de merchandising. En Star Trek encontramos el primer antecedente del fandom tal cual lo conocemos hoy en día y es un fenómeno que no para de crecer. Un claro ejemplo es este estreno (el film número trece en la saga) y una nueva serie que debuta el año que viene. En 2009 JJ Abrams le dio una lavada de cara a la franquicia cuando todos creían que no daba para más y antes de pasarse para el bando contrario (fue el director de Star Wars: El despertar de la fuerza, 2015) entregó una de las mejores encarnaciones en la secuela de 2013. Aquí vuelve como productor y es Justin Lin el se sentó en la gran silla y quien a pesar de todo pronóstico y muy malos trailers hizo un trabajo formidable ejecutando puro entretenimiento y diversión con todos elementos bien trekkies. Lo que a mi particularmente me gustó mucho es que por primera vez desde el reinicio vemos a toda la tripulación bien consolidada y que se conoce con vínculos profundos, algo que no sucedía hace tiempo. El elenco es formidable con la dupla Chris Pine-Zachary Quinto a la cabeza y eso causa que no se pueda dejar de pensar en la lamentable muerte de Anton Yelchin. Asimismo, Leonard Limoy -quien también nos dejó hace poco- está muy bien homenajeado en más de una escena. Por otro lado las secuencias de acción están bien logradas pero tampoco son lo mejor e incluso en algunas secuencias se nota mucho el CGI. Pero esa es la única crítica negativa que le puedo hacer porque todo el resto es magnífico. Star Trek sin límites es un verdadero exponente de cine de ciencia ficción pero aún más importante es que se trata de una obra con pura identidad de esta maravillosa saga. Larga vida y prosperidad.
Los herederos del primer Capitán Kirk siguen de viaje Mitad franquicia, mitad mitología pop, cualquier nueva variación de "Star Trek" siempre tendrá gran atractivo para los fans del cine de ciencia ficción, y ni hablar para los "trekies" (los cultores a muerte de este fenómeno iniciado en la TV estadounidense de fines de los 60). La saga había tomado una nueva y formidable dimensión con las dos películas anteriores de J.J. Abrams, con un elenco minuciosamente elegido para que esté a la altura de las circunstancias en los papeles clave, desde el Capitán Kirk (Chris Pine) y Spock (Zachary Quinto) hasta los queribles secundarios de Chekov (el difunto Anton Yelchin), o el Ingeniero Scottie (Simon Pegg, aquí también guionista). Este y otros detalles de la nueva franquicia están vigentes en esta nueva película dirigida por Justin Lin, que en lugar de apelar a los efectos especiales y a la superacción, intenta retomar la nostalgia y el humor ingenuo de la vieja serie de TV. La idea suena bien en los papeles, pero no tanto en la práctica. "Esto se está volviendo cada vez más episódico", concluyen Kirk y Spock en un diálogo al principo de un film sin mucho ritmo y con una trama llena de baches y un tanto remanida. El argumento tiene que ver con una marciana malísima, interpretada por un hipermaquillado Idris Elba, que si bien no deja de tener su atractivo está lejos de archienemigos gloriosos, como el temible Kahn. Este belicoso alienígena, Krall, quiere algo que está en el Enterprise, y la labor de los héroes es defenderse de este peligro, pero el problema es que tal vez por ser antes que nada un gran comediante, Simon Pegg antepone el humor y las relaciones humanas (a veces también volcánicas) a la tensión, que en momentos clave brilla por su ausencia. Con todo, hay atractivo visual, muchos personajes legendarios que revelan secretos que ya se intuían antes, y un buen par de escenas de acción cósmica como para que el resultado no sea una decepción.
El USS Enterprise, la nave insignia de la Flota Estelar, vuelve a surcar el universo para proteger la Tierra y el resto de los planetas aliados en nombre de la Federación Unida de Planetas. Liderada por el capitán James T. Kirk (Chris Pine), la tripulación del crucero de batalla tendrá que enfrentarse a nuevos peligros que acabarán con su tranquilidad. "Star Trek Sin Límites" es la esperada nueva entrega de la popular saga de Star Trek, creada por Gene Roddenberry y revitalizada por J.J. Abrams en 2009. En esta ocasión Abrams regresa junto a Justin Lin ("Rápidos y Furiosos") a la cabeza de éste épico viaje del U.S.S. Enterprise y su intrépida tripulación. En "Sin Límites" la tripulación explorará los confines del espacio conocido para encontrar a un nuevo y misterioso enemigo que los pondrá en peligro a ellos y a todo lo que representa la Federación. La película inicia con el capitán Kirk en una misión de paz frente al comité de un nuevo planeta no explorado. Intenta entregarles el pedazo de un arma de destrucción masiva en símbolo de paz pero estos lo rechazan y comienzan a atacarlo. Esta escena es tan forzada en cuanto a la narrativa y tan llena de CGI como lo será en todas las consecuentes, lo que invita a la reflexión sobre cómo gastar tanto dinero en una película mala y sin sentido. Una vez que la tripulación del Enterprise rescata a su capitán este comienza a reflexionar sobre su vida a poco más de dos años de terminar su misión de explorar territorio desconocido. En un intento fallido por darle profundidad a la trama queda a medio camino y termina por aburrir al espectador al punto de desear el inicio de las explosiones y, así, tapar no sólo los errores de personajes híper planos sino también la cantidad de agujeros en la historia. Contrario a la misión que tiene la tripulación desde el origen de la historia esta vez es enviada a reparar una nave amiga que envía pedidos de auxilio. Esta osadía lleva a la Enterprise ante un nuevo y fiero enemigo, Krall (Idris Elba), que pertenece a una especie alienígena avanzada. Para frenar los crueles planes de este villano, Kirk tendrá que reunir a sus compañeros y emplear todo su potencial y recursos para resolver multitud de desafíos. Este villano tan rebuscado representa con intensidad a todos los demás. Krall quiere destruir a la raza humana porque no cree en sus valores pero en lugar de hacerlo con su flota de naves indestructibles se propone conseguir el trozo de arma que posee Kirk y hacerlo con ella. En un momento, aparece una radio en una nave abandonada hace muchos años y todos se preguntarán ¿porque? Pues porque quieren poner música retro. Pero luego aparecerá una motocicleta en perfecto funcionamiento y la respuesta a su presencia es simplemente porque sí. Ambos elementos llaman la atención y nos remiten directamente a “Guardianes de la Galaxia”. Sin embargo, esta no será la única oportunidad en la que podrán ver que la película refiere a otros films o que se acurruca en su zona de confort. Afortunadamente, su público es más inteligente que la acción y explosiones porque resulta decepcionante que esta nueva entrega se trate de motos y música a todo volumen en lugar de una exploración de conceptos de ciencia ficción y tramas más complejas. Lo positivo recae en los aportes del elenco y la química entre sus personajes. El Spock de Zachary Quinto acaba siendo la verdadera estrella junto a Karl Urban (Capitan ‘Bone’ McCoy), entre ellos se repartirán los chistes que llevarán la historia adelante pero Spock, con un aire nostálgico marcado por sus pérdidas, termina siendo el más profundo entre los dos. 'Star Trek Beyond' no va mucho más allá de lo que podríamos esperar de las últimas películas de estudio, y por no tener continuidad entre las precuelas termina por ser un aceptable y por momentos disfrutable pero considere que son 2 horas de su vida que nunca va a recuperar.
Star Trek: Sin Limites comienza mostrándonos la rutinaria dinámica que implica el hecho de emprender un viaje de cinco años a través de la galaxia con el objetivo de “explorar nuevos y extraños mundos, buscar nueva vida y nuevas civilizaciones, llegar con audacia a donde ningún hombre ha llegado anteriormente”. Este estilo de vida monótono, lleva a Kirk a replantearse su lugar en la federación y pone en duda su continuidad como capitán. Mientras tanto, Spock, atraviesa una situación similar pero motivado por otras cuestiones. Sin embargo, los dilemas existenciales se hacen a un lado cuando la nave Enterprise es atacada por una violenta y feroz raza alienígena. Buena parte de la tripulación muere, otra es secuestrada y quienes logran escapar quedan extraviados en un misterioso planeta. Obviamente en este ultimo grupo se encuentran nuestros héroes, quienes deberán encontrar la forma de liberar a sus compañeros y regresar sanos y salvos a casa. ¡Sabotaje! (a la saga): star-trek-beyond-5Fue J.J Abrams quien en el 2009 resucitó esta mítica franquicia, llevando adelante (como productor y director) dos exitosas películas que ademas de revitalizar y reinventar con respeto y originalidad el universo de Star Trek, sirvieron como una bocanada de aire fresco para el genero de la ciencia ficción. Sin embargo, en esta tercera entrega de la saga, Abrams abandona la silla de capitán (limitándose a su rol de productor) y el encargado de reemplazarlo es Justin Lin. El cambio de mando se nota y el resultado no es muy favorable. Si hay algo que caracteriza a Lin, es su eficacia para realizar entretenidas secuencias de acción. Star Trek: Sin Limites las tiene, pero lamentablemente termina siendo solo eso: buenas y vertiginosas secuencias de acción, embellecidas con CGI y música al palo (Si, mi favorita y la favorita de todos es sin dudas aquella que se desarrolla al ritmo de Sabotage de los Beastie Boys, canción que se ha convertido en una especie de himno para esta nueva generación) pero entre estas escenas, la nada misma. Esta falta de interés (o de capacidad) por hacer uso del lenguaje audiovisual para contar una historia, es algo constante en la filmografía del realizador taiwanés. El guión de Simon Pegg y Doug Jung es flojo. Algo que me gusta de las anteriores es que son simples y directas. No hay nada rebuscado, solemne o trascendental. Son historias de aventura, sin mayores pretensiones pero bien desarrolladas y con la profundidad justa y necesaria para el género. En este caso la trama resulta tediosa en buena parte del metraje y el desarrollo de los personajes nuevos es casi inexistente. Un aspecto positivo de la película es el encantador elenco compuesto por Chris Pine, Zachary Quinto, Zoe Saldana, Karl Urban y Anton Yelchin (que en paz descanse), entre otros. Al igual que en las entregas anteriores, logran ofrecernos buenas interpretaciones. Una lastima que no hayan aprovechado al talentoso Idris Elba en el papel de villano. Si se tomaban la molestia de delinear un personaje más interesante, seguramente hubiésemos visto algo semejante al Khan de Benedict Cumberbatch. Conclusión: Star Trek: Sin Limites no logra estar a la altura de sus predecesoras. Si bien por momentos resulta entretenida, la falta de ritmo y su trama insípida la convierten en una película genérica que tal vez logre cautivar a los fanáticos de la franquicia, aunque muy difícilmente podrá enganchar al espectador casual.
Luego de diez películas y seis series para televisión el universo de Star Trek parecía agotado allá a poco de iniciado el nuevo siglo. Sin embargo, en 2009 el nombre de J.J. Abrams y sus guionistas Roberto Orci y Alex Kurzman, lograron lo impensado, realizar un reboot a la altura del mito original, que cautivara tanto a fieles como a los recién llegados, y hasta a quienes desprestigiaban el germen. En 2013 vino la secuela, En la Oscuridad, y con el mismo equipo y fórmula, el resultado fue aún mejor. Pero en 2015, Abrams cruzó el charco y partió hacia la vereda de enfrente, la saga Star Wars, y sin él, los dos guionistas también marcharon. Pero Star Trek debe continuar, cambio de nombres mediante ¿Logra la franquicia imponerse a los realizadores? La respuesta está en el medio, un sí parcial, y un fuerte no. Durante las dos entregas superiores, Abrams y equipo se encargó de sentar bases claras, presentar los personajes, todo sin apuro, dando lugar a una muestra de caracteres individuales. El primer cambio notorio en este film dirigido por Justin Lin (Rápido & Furioso 3 a 6) y guionado por el actor Simon Pegg junto a Doug Jun, es precisamente ese, quitar el foco de los personajes a la acción. Star Trek: Sin Límites no se anda con demasiadas vueltas, va directo al grano. Si la elección de un realizador significa algo, podríamos decir que los productores a la hora de escoger a Lin buscaban precisamente lo que lograron, una película que no de respiro, que pase de un segmento a otro y “no pierda tiempo” en el desarrollo, casi convulsiva; siendo claros, una Rápido & Furioso en el espacio. Continuando por el mismo carril, el argumento esta vez es notoriamente más sencillo y con menos sorpresa que las entregas anteriores; por más que se intente disfrazarlo de cierta parafernalia que no aporta más que algo de barullo. La US Enterpresise, con su clásica tripulación, emprende una misión de rescate que termina en emboscada. Con la rotura de la nave quedan varados en el Planeta Altamid, en el que habita Krall, el villano de turno interpretado con cierto desgano por el omnipresente Idris Elba. Krall busca una reliquia que se imaginarán en manos de quienes están, con la cual poder activar un arma superpoderosa. Esa es la premisa que se mantienen sin mucha evolución durante sus más de dos horas, quizás más corta en duración que las anteriores, pero que se hacen sentir más en la paciencia del espectador. Kirk, Spock, Uhura, Sulu, McCoy, Chekov, y Scotty están todos otra vez, interpretados por los mismos actores, y la sensación también es que no tienen mucho para agregar. Como si anteriormente se hubiese hecho una presentación y ahora es solo cuestión de verlos en acción haciendo lo que ya les vimos hacer, quizás con más desenfado; esto hablando en el ritmo de montaje más que en pulsión de guion. Remontándonos a la saga original (que también tenía filmes más flojos que otros), es probable que esta entrega se asemeje más a la “Nueva Generación”, en cuanto a la concepción de personajes y planteo de premisa. No hay tantos conflictos “protocolares” como algo parecido al espionaje básico. Lo dicho, el montaje, la fotografía, y hasta el sonido (música incluida) colaboran a la furia que se le quiere imprimir al asunto. Todo es rabia, rapidez y neón de colores fuertes. Otro sería el resultado final de no tratarse de una tercera entrega de una (nueva) saga con los lineamientos ya figurados, o más aún, de no tratarse de una historia con una mitología popular fuerte detrás. Sin Límites, tiene siempre la posibilidad a mano de refugiarse en los orígenes, de mirar hacia atrás, y dejar contentos a los fans; y es en esos momentos en los que se repone; cuando Lin y compañía entienden que esto es Viaje a los Estrellas y no la otra saga que lo hizo conocido. Menor, pasatista, y con varios errores formales, Star Trek: Sin Límites puede ser un paso en fakso en una saga que aún busca una identidad propia, que extraña a sus creadores; pero que aún tiene el suficiente peso como para entregar algo de lo que queríamos ver. Que un tropezón no es caída, y Star Trek sigue siendo una historia con una fuerza imparable.
Star Trek; la franquicia de ciencia ficción más legendaria de la televisión y el cine, creada por Gene Roddenberry, cumple 50 años y lo celebra con una nueva secuela dirigida por Justin Lin. “El espacio, la última frontera. Estos son los viajes de las USS Enterprise”. Esta es la introducción a una de las sagas más famosas y que más fanáticos ha cosechado con fidelidad a lo largo de los últimos 50 años. El capitán Kirk, el comandante Spock, el Dr. McCoy, la Teniente Uhura, Scotty, Sulu y Chejov. Personajes creados por Gene Roddenberry que hacía su primera aparición un 8 de septiembre de 1966. La franquicia ha atravesado múltiples universos, cumpliendo los deseos de los millones de “trekkies” distribuidos por el planeta: desde la serie televisiva, pasando por su exitosa saga cinematográfica hasta el paso del mando a las nuevas generaciones con varios spin off. Hoy en día, J.J. Abrams, previo a reiniciar otra saga galáctica, tomó los controles de la Enterprise y le dio una mirada contemporánea a los viejos personajes, pero consciente del legado arrastrado. Después de dos fascinantes aventuras, donde se mostraban los orígenes de los protagonistas, y su lucha contra su archienemigo Khan, Abrams le traslada la misión a Justin Lin, que hasta hace poco manejaba otra franquicia de manera rápida y furiosa. Escrita por uno de sus intérpretes y gran fanático de la serie, el comediante británico Simon Pegg, Star Trek: sin límites plantea como principal conflicto el paso del tiempo: la mortalidad, el envejecimiento, pero sobretodo la fidelidad que tiene un líder hacia su grupo antes que hacia sus propias convicciones y decisiones personales. Kirk y Spock reciben noticias que provocan las dudas sobre una posible continuidad en la Enterprise. Pero lo que podría ser una última misión juntos, se convierte en una gran aventura que amenaza con destruirlos. El villano se llama Krall –Idris Elba- el capitán de una civilización que se mueve como enjambre de abejas y desea destruir la Flota Estelar con una antigua arma que posee Kirk, sin conocimiento de ello. Explosiones en medio del espacio, aventuras en tierras extraterrestres, luchas cuerpo a cuerpo, persecuciones en moto. Justin Lin no tiene la personalidad como narrador cinematográfico de Abrams, ni consigue otorgar suficiente profundidad dramática a cada microconflicto del guión, más convencional y con menos sorpresas que los de las dos primeras entregas, pero en cambio se ha convertido en un gran referente para diseñar espectaculares y emocionantes secuencias de acción. De esta forma, Star Trek: sin límites retoma un poco el ritmo de previas entregas, y cuando la acción comienza, no se detiene. A diferencia de J.J., Lin no le otorga lugar a situaciones románticas o insinuaciones sexuales. En cambio, prefiere manejarse como en la vieja escuela: chistes típicos de una buddy movie –la pareja Spock/Mc Coy tiene momentos brillantes- seguidos por una fuerte carga de adrenalina. Y aún así, con más corazón que cerebro, con más humor que romance, el final de esta tercera parte de la remake de la franquicia tiene el instante más emotivo de toda la saga, especialmente para el fanático. Un instante breve, donde además, se le hace un gran homenaje a Leonard Nimoy y el amor que a lo largo de los últimos 30 años –aunque al principio declaró odiarlo- ha demostrado hacia su personaje y toda la mitología del universo Star Trek. Se destacan las interpretaciones de cada miembro de la Enterprise, cada uno con su momento de gloria. Desde Chris Pine, cada vez más seguro en el rol de liderazgo y galán, Zachary Quinto, eficiente Spock, y Karl Urban asumiendo el cómic relief. La argelina Sofia Boutella hace vibrar con su desempeño físico, e Idris Elba, detrás de 10 kilos de maquillaje es un villano eficiente, pero que no pasará a la historia. Además entrega la última interpretación de Anton Yerkin. La banda sonora de Michael Giacchino también tiene una presencia protagónica, así como la incursión de un par de “clásicos” de hip/hop de los años ´90.
Star Trek Sin Límites: más rápidos y más graciosos La tercera entrega de este reinicio de la conocida serie de TV repite el elenco y le agrega algunos buenos elementos como el guión del comediante Simon Pegg, el actor Idris Elba y el director Justin Lin. En el aniversario número 50 del nacimiento de la franquicia espacial más longeva del cine y la televisión, Star Trek –Viaje a las Estrellas para lo que resisten la globalización- regresa a la gran pantalla al tiempo que se prepara una nueva serie que será transmitida por Netflix a partir de enero. La película, que viene a actuar como la tercera entrega de este reinicio –y que es en realidad la decimotercera de todas las que vienen estrenándose desde 1979- continúa las nuevas aventuras de la tripulación original del Enterprise, liderada por el capitán James T. Kirk (Chris Pine) y el vulcano Sr. Spock (Zachary Quinto) que por primera vez no involucra a la Tierra como eje de la acción. En esta oportunidad, la nave hace una escala en una estación espacial para su reabastecimiento y allí reciben el pedido de ayuda de una raza desconocida cuyo planeta fue atacado. Pero en el viaje de ida, la Enterprise se encuentra con una amenaza mayor, que dejará a su tripulación varada en un terreno desconocido, en el que los aguardan muchas sorpresas, la mayoría de ellas nefastas. El principal temor que despertaba esta entrega es que, tras la partida de dos directores (J.J Abrams que había hecho las dos primeras tuvo que relegar ésta a favor de Star Wars Episodio VII y el guionista Roberto Orci abandonó el proyecto por "diferencias creativas") el taiwanés Justin Lin –ese que logró revitalizar la moribunda franquicia de Rápidos y Furiosos y terminó haciéndose cargo de cuatro de las siete entregas- no estuviera a la altura de las circunstancias. Lo cierto es que Lin no sólo fue capaz de mantener los recursos narrativos que implementó Abrams sino que le agregó su propio sello –dejo al libre albedrío de los lectores imaginarse cómo encaja la motocicleta del póster dentro de la trama- sin que el producto final sufra cambios sustanciales más allá de los nuevos uniformes o el extraño jopo del Capitán Kirk. La película combina de manera efectiva una trama de ciencia ficción más enfocada a la acción (eso de lo que renegaban los trekkers en la primera entrega pero que le ha permitido a esta trilogía aumentar la recaudación) con buenas actuaciones y mucho humor, más que necesario a la hora de encarar una épica en lo que todo sale mal desde el comienzo para los protagonistas. Hilando más fino, la película se deshace en homenajes a los cincuenta años de la franquicia creada por Gene Roddenberry con la despedida del Spock viejo (analogía con la muerte real del actor que lo interpretaba, Leonard Nimoy), y hasta un flashback del futuro (si, en esta película eso es posible) de la tripulación original. ¡Ah! También hay homenaje al actor Anton Yelchin, que murió hace poco tiempo atropellado por su propia camioneta. En definitiva, Star Trek Sin Límites es una nueva oportunidad de disfrutar de estos personajes, que se tardan entre tres y cuatro años para regresar, y de una aventura que dan ganas que el futuro llegue cuanto antes si es así de divertido.
En el tercer capítulo de esta nueva franquicia, adquirida por J.J. Abrams (Lost) y su productora Bad Robot, finalmente hay una Star Trek a la altura de la leyenda, a 50 años de su debut en televisión. La trama se condensa alrededor de señales emitidas alrededor de la galaxia, que guían a la Enterprise al encuentro con la sobreviviente alienígena de una misión al planeta Altamid. El capitán Kirk (Chris Spine) va al rescate y la nave resulta emboscada por una raza extraterrestre liderada por el vengativo Krall (Idris Elba), enemigo de la Federación. Sí, es básicamente otro entuerto entre buenos (humanos) y malos (alienígenas feos), pero el film responde al género y hace de tal ficción algo creíble. Quizás una de las razones del éxito sea que Abrams cedió la silla a Justin Lin, director de cuatro Fast and Furious, que sabe cómo volver entretenida a la acción. Y buenas ideas se cuelan en el argumento. El principal es el tema de los padres, que en esta saga se corresponden con la dupla de la serie televisiva. Kirk se sorprende de llevar un año más con vida que su padre; Spock lamenta la reciente muerte del suyo. Sobre todo, hay buen balance entre el formato clásico, retro futurista, con el tenor menos inocente del cine post ’60s. Las ideas de Abrams reflotan con escrituras criptográficas y una antigua nave anclada en Altamid, con videos de la tripulación bailando “Fight The Power” de Public Enemy. Las actuaciones son más creíbles. Spine compone a un Kirk maduro, en sintonía con el de William Shatner, otro rap suena en la batalla final y los sampleos de orquestas insinúan una parodia a las orquestaciones de John Williams para Star Wars. Una indispensable trekkie, entretenida para cualquiera.
Hace 50 años, el 8 de septiembre de 1966 salía al aire en los Estados Unidos una serie de ciencia-ficción llamada “Star Trek”, cuyo creador fue Gene Roddenberry. Era algo así como un western pero ambientado en el espacio, estaba centrado en las aventuras de los tripulantes de una nave estelar llamada Enterprise, e incluía entre sus protagonistas variados y singulares personajes: el Capitán James T. Kirk (William Shatner), el Sr. Spock (Leonard Nimoy) un vulcano de orejas puntiagudas, el Doctor Leonard “Bones” McCoy (DeForest Kelly), el Ingeniero Montgomery “Scotty” Scott (James Doohan), la Teniente Nyota Uhura (Nichelle Nichols) una oficial de comunicaciones de color, y el Sr. Sulu (George Takei) un piloto japonés, a quienes más tarde se agregaría el oficial Pavel Chekov (Walter Koenig) de origen ruso. La historia poseía un gran contenido filosófico y universal, sin duda bastante adelantado para la época, ya que para ese entonces EE.UU. y la Unión Soviética se encontraban en plena guerra fría. “Star Trek” planteaba la posibilidad no solo de viajar por el espacio a mundos distantes, sino también la idea de una Tierra Unida y en paz, cuyos habitantes interactuaba con seres extraterrestres formando así una red interplanetaria mucho más grande: “La Federación Unida de Planetas”. Luego de tres temporadas de “Star Trek”(1966-1969) siguieron dos temporadas de “Star Trek: The Animated Series”(1973-1974), con la misma tripulación pero en versión animada y con las voces de los actores originales, y cuatro series más: “Star Trek: The Next Generation”, con siete temporadas (1987-1994), “Star Trek: Deep Space Nine”, con siete temporadas (1993-1999), “Star Trek: Voyager”, con siete temporadas (1995-2001) y “Star Trek: Enterprise”, con cuatro temporadas (2001-2005). Además se hicieron seis películas con la tripulación original: “Star Trek: The Motion Picture”(1979), “Star Trek II: The Wrath of Khan”(1982), “Star Trek III: The Search for Spock”(1984), “Star Trek IV: The Voyage Home”(1986), “Star Trek V: The Final Frontier”(1989), “Star Trek VI: The Undiscovered Country”(1991), y otras cuatro con la tripulación de “Star Trek: The Next Generation” con el Enterprise al mando del Capitán Jean Luc Picard (Patrick Stewart): “Star Trek: Generations”(1994) que contaba con la aparición de William Shatner como el Capitán Kirk, “Star Trek: First Contact”(1996), “Star Trek: Insurrection”(1998) y “Star Trek: Nemesis”(2002). “Star Trek” fue llevada también al mundo de los video juegos, y surgieron comics y novelas basados en las series. Para el año próximo, enero de 2017, está anunciada y en proceso de preparación una nueva serie titulada “Star Trek: Discovery”, creada por Bryan Fuller, que tendrá lugar diez años antes de la original. Por otra parte, en 2009 un señor llamado J.J. Abrams decidió relanzar la franquicia con una nueva entrega cinematográfica titulada “Star Trek”, con la tripulación original del Enterprise, a modo de precuela y reboot a la vez, ya que la misma está ambientada en un universo alternativo y protagonizada por un nuevo elenco más joven en los roles de los icónicos personajes de la serie original. En 2013 J.J. continuó esta nueva línea temporal llamada “Línea de Tiempo Kelvin” en relación a hechos ocurridos en el primer film de la misma (2009), con “Star Trek: Into Darkness”. Ahora, pero con Abrams solo como productor, se acaba de estrenar la tercera película de esta nueva franquicia, “Star Trek: Beyond” (“Star Trek: Sin Límites” en argentina) dirigida por Justin Lin, el taiwanés responsable de cuatro películas de la saga “Rápido y Furioso” (de la 4 a la 6), con un guión escrito por Simon Pegg y Doug Jung, y obviamente basado en la serie de Tv creada por Gene Roddenberry. “Star Trek: Sin Límites” comienza con el Capitán James T. Kirk intentando negociar una tregua en un conflicto bélico entre dos razas enemigas, ofreciendo a una de ellas como símbolo de paz un artefacto antiguo que era parte de un arma, pero algo sale mal y apenas logra regresar al Enterprise. Han pasado tres años desde que se embarcaron en una misión exploratoria de cinco, y luego de esa convivencia prolongada han surgido algunas relaciones interpersonales favorables entre los miembros de la tripulación, aunque luego de tanta rutina Kirk comienza a sentirse “episódico”, por lo cual hacer un alto en el viaje para reabastecer la nave en la nueva estación espacial de la Federación, la ultra moderna y gigantesca “Yorktown” podría resultar beneficioso. Pero por un lado Kirk se siente afectado emocionalmente por la proximidad de su cumpleaños, aún le pesa muchísimo la temprana pérdida de su padre, quien fuera un héroe de la Flota Estelar, y ha tratado de estar a su altura, de ser como George Kirk, sin saber como ser Jim, y comienza a vislumbrar algunos cambios radicales en su vida; Spock por su parte, recibe una triste noticia de Nueva Vulcano que lo moviliza por dentro, repercute en su relación con Uhura, y podría afectar también su futuro. “Estando en el espacio, donde un capitán solo puede contar consigo mismo, con su nave y con su tripulación, es fácil extraviarse…Comodoro Paris” Una nave no identificada llega a la estación pidiendo ayuda, Kirk ofrece su nave y su tripulación para asistir a la extraña visitante, pero de camino al planeta donde su gente ha quedado varada, el Enterprise es atacado por un enjambre de naves y sus miembros son tomados prisioneros por un tal Krall, el villano de esta historia, cuyo única meta es destruir a la Federación Unida de Planetas. En medio de tan nefasta situación, Scotty y Kirk encontrarán una aliada en la joven Jaylah, quien ha perdido a su familia por culpa de Krall, y cuyo único sueño es poder escapar de allí con vida. Para poder regresar a la estación, Kirk y los suyos deberán encontrar esperanzas en lo imposible! “Lo desconocido es aquello que está temporalmente oculto”… James T. Kirk “El temor a la muerte es ilógico”… Spock. “El temor a la muerte es lo que nos mantiene vivos”… Doctor McCoy. “Como parte de una tripulación nunca te darán la espalda”… Scotty. “La unión hace la fuerza”… Nyota Uhura. Componen el elenco: Chris Pine (Kirk), Zachary Quinto (Spock), Karl Urban (McCoy), Zoe Saldana (Uhura), Simon Pegg (Scotty), John Cho (Sulu), Anton Yelchin (Chekov), Idris Elba (Krall), Sofia Butella (Jaylah), Shohreh Aghdashloo (Comodoro Paris), Greg Grunberg (Comandante Finnegan), Doug Jung (Ben), Joe Taslim (Manas), Lydia Wilson (Kalara) y Deep Roy (Keenser). Con guiños a la serie original y a las películas con esa misma tripulación, alguna referencia a Shakespeare, toques de humor inteligente, espectaculares escenas de acción y buen uso de los efectos especiales, solidez narrativa, mucho ritmo, un emotivo homenaje al genial Leonard Nimoy, la dedicatoria al recientemente desaparecido Anton Yelchin, y con una tripulación unida y consolidada, este film de aventuras y ciencia-ficción da la sensación de estar viendo un nuevo capítulo de la serie, y resulta entretenido y más que disfrutable.
Sensatez y sentimientos La tercera entrega de este reinicio milagroso, iniciado siete años atrás por J.J. Abrams, encuentra a la tripulación del Enterprise, liderada por el Capitán Kirk y el vulcano Spock, en una nueva misión de turno. Luego de tres años en el espacio, Kirk ordena hacer una escala en la base espacial de Yorktown para reabastecer la nave, pero una llamada de auxilio de una raza desconocida lo convence de emprender una misión de rescate a otro planeta. Como sucedía en las dos entregas anteriores, el argumento vuelve a ser una mera excusa para contar el verdadero núcleo de esta historia: la relación entre Kirk y Spock. Así como en Star Trek: En la oscuridad, el prólogo del rescate en el volcán antes de los títulos ya hablaba del gran tema de la película, aquí pasa lo mismo cuando al comienzo el vulcano se entera de la muerte del Embajador Spock. Este acontecimiento, narrado casi al pasar y sin necesidad de ser subrayado, deja en claro dos cosas ya desde los primeros minutos: que al director le interesa más construir un presente luminoso que realizar un muestrario de nostalgias, y que lo más importante para la película son sus personajes; sus emociones y sus decisiones, siempre impulsadas por el amor y la amistad. En este sentido, Justin Lin continúa por la senda del clasicismo aprendido de J.J. Abrams en el que las historias nos interesan porque queremos a los personajes. Ahí donde otro director hubiese tomado un camino más perezoso, Lin –y, por supuesto, antes Abrams– se toma en serio a los personajes, mucho más allá del mito y la nostalgia. Por eso resultan tan importantes las miradas, los pequeños gestos y las decisiones que toman, porque eso es lo que los define, lo que hacen más que lo que dicen. Lin construye las aventuras intergalácticas de la tripulación del Enterprise como si se tratara de una de las cuatro entregas de Rápido y furioso que filmó. Su ojo experimentado en la acción le brinda solidez a los momentos de puro vértigo, mientras que el guion escrito por Simon Pegg (que encarna una vez más al imprescindible Scotty) y el novato Doug Jung no solo se encargan de revivir y de homenajear a un clásico que cuenta con medio siglo de existencia, sino que además le inyectan interés a una historia que no lograba generarlo más allá de su nicho de seguidores. Pegg y Jung delinean la historia sin caer en extensos diálogos grandilocuentes o explicaciones filosóficas que intenten deducir los misterios del universo y la complejidad de la existencia, pero con la claridad suficiente como para que podamos olvidarnos de ella y entregarnos completamente a sus personajes. Star Trek: Sin Límites no da respiro: una vez que arranca ya no hay tiempo para pausas y se mantiene en constante movimiento hasta el final, arrojándonos a la acción sin cinturón de seguridad. Con la fuerza y la velocidad de una trompada, esta nueva entrega goza de una libertad inusual –casi como la que presentaba Guardianes de la galaxia–, traducida en una maravillosa secuencia de rompantodismo espacial al ritmo de “Sabotage” de los Bestie Boys. En el universo trekkie revitalizado por Abrams –que se perfecciona con cada episodio, al igual que la saga fierrera con Vin Diesel–, y como también sucede en el cine clásico, el dilema de la lucha entre el bien y el mal se resuelve a piña limpia, a lo Rápido y furioso, sin metáforas ni alegorías de por medio, y sin lugar para salvaciones milagrosas o deus ex machina. La única salvación posible para estos héroes clásicos es la que proviene de su propia inteligencia. En un momento en el que los blockbusters tienden cada vez más a la efectividad fríamente calculada, resulta casi milagroso lo que han hecho directores como Lin y Abrams: poner el acento en lo emocional, manteniendo una estética cuidada y a la vez bien definida. El director chino dispone toda la parafernalia y los efectos especiales al servicio de la emoción. Una imagen como la de la Enterprise prácticamente destruida, o tan solo una mirada entre Uhura y Spock, nos transportan directamente al corazón de esta historia: el amor, la amistad y la familia. Al fin y al cabo, si todo este impecable despliegue casi invisible de efectos especiales nos importa y esta milésima versión de Star Trek nos atrapa es por sus personajes, por esos seres de carne y hueso con los que podemos identificarnos. Justo ahí radica la diferencia entre una película grande y una película con grandeza, de esas que comprometen todos nuestros sentidos, y en la que nos gustaría vivir. Aunque sea solo por dos horas.
LA AGOBIANTE RUTINA DE LA AVENTURA A pesar de llevar ya varias semanas en cartelera en otros países, Star Trek: sin límites llega a la nuestra coincidiendo en su estreno con el 50° aniversario de la primera emisión de un capítulo de la serie que le diera origen. Tal coincidencia, casual o no, nos obliga a replantear cuáles son los valores diferenciales de esta historia que la llevaron a ser tan popular y mainstream por un lado como también de culto por otro con hordas de fanáticos que desde hace varias décadas se adjudicaron orgullosamente el mote de trekkers y no tienen empacho en ir a las convenciones y estrenos en el cine ataviados con uniformes y disfraces incluso desde antes de que a cualquier fan de Star Wars se le ocurriese armarse un sable láser con un palo de escoba pintado de verde flúo. Recordemos que si bien esta nueva serie de films recobra el elenco de personajes originales de la serie, hubo una buena cantidad de spin-off’s televisivos en el mismo universo entre las que se encuentran Deep Space Nine, Voyager, Enterprise y, la real sucesora, The Next Generation que fue la única en la línea de tiempo oficial en la saga de films protagonizada por el comandante James T. Kirk que termina entregando el cetro al nuevo líder de la Enterprise, Jean Luc Picard, encarnado por el versátil y eterno Patrick Stewart y que finalmente llegó al cine. Esto fue hasta que a J.J. Abrahams se le asignó la difícil tarea de poner la piel de los personajes tan asociados a William Shatner y a Leonard Nimoy en actores más generacionales como Chris Pine y Zachary Quinto sin que el fan más ortodoxo comience a manifestar que lo han traicionado. Por fortuna este mago de las remakes y reboots hizo un excelente trabajo y logró aplausos y ovaciones con Star Trek, el futuro comienza (2009) y Star Trek: en la oscuridad (2014) en las que la identidad de la historia creada por el maestro Gene Roddenberry mostró más vigencia que nunca. Incluso con artimaña del viaje en el tiempo que desató un mundo de posibilidades alterando la línea temporal que deshace todo lo conocido en las películas anteriores, de calidad muy irregular. Ya nadie buscará comparar situaciones vividas por el equipo original porque todo cambió en su mundo y lo irán reconstruyendo junto a nosotros. Me saco el sombrero ante la elegante manera que tuvo Abrahams de quitarse ese problema de encima. Entonces con estos antecedentes y sin necesidad de más prólogos, Star Trek: sin límites comienza planteando un problema por demás de doméstico: el agobio por la rutina que embarga al capitán Kirk. ¿Es esto posible y creíble en un hombre sometido diariamente a la mayor diversidad de formas de aventura y enfrentándose a lo desconocido en cada viaje? Pues parece que ese es el mensaje inicial; plantear la idea de que no importa qué es lo que se haga si se torna repetitivo, cualquier persona, hasta el mismo James T. Kirk puede cansarse de hacer todo lo que quiso en la vida y pretender un cambio de rumbo. Es así entonces como presenta su renuncia y la sugerencia a su superior de que su cargo recaiga sobre su amigo, el Sr. Spock, quien parece, a su vez, estar atravesando por un terremoto de inestabilidad con su relación amorosa con la teniente Uhura. En medio de eso y como es de esperarse, un problema que requiere de urgente atención hace que la Enterprise deba partir en nuevo viaje y así, sumergirse en los problemas de los que todos disfrutan exceptuando su tripulación. Y la nave a la que ya es costumbre castigar de todas las maneras posibles, claro está. La espectacularidad, acción desenfrenada y rimbombante no escasean en ningún tramo de la película. Mucho menos en la escena inicial que hace gala de un humor y una creatividad por demás de disfrutables. Si bien el cambio de mando en la dirección es evidente y ahora es Justin Lin el que toma el timón, puede tomarse como parte de la propia evolución de la saga. Abrahams dotó de profundidad y conflicto a la historia y a sus personajes los hizo ricos e interesantes. Ahora que ya los conocemos, sólo quedaba esperar que el siguiente narrador respetara esa base y nos cargue de adrenalina. Star Trek: sin límites es casi un capítulo de la serie, tiene esa estructura y lo hace bien. Es probable que en comparación sea la más floja de la nueva trilogía, pero hablamos de decimales de diferencia en algo que lejos está de decepcionar tanto al trekkie tradicional como al nuevo seguidor, en parte también mérito de los aportes del propio Simon Pegg (Scotty) fan declarado de la saga. Como dato anecdótico hay dos despedidas en esta entrega, la del Sr. Spock original, el fallecido recientemente Leonard Nimoy, cuyo trabajo “en espejo” con su versión joven interpretada por Quinto constituyó uno de esos impactantes milagros visuales del cine, y la del joven pero prolífico Anton Yelchin, el Chejov que siendo el menos parecido físicamente a la versión original de su personaje, lo dotaba de un carisma singular. Nimoy tuvo en el guión un homenaje a la altura, a Yelchin supongo que se lo reemplazará en la próxima entrega, probablemente con algún guiño al actor desaparecido en circunstancias bastante curiosas. Cosas que nunca faltan y aportan sensibilidad y empatía en Star Trek, un viaje a lo desconocido que emprende gente a la que conocemos demasiado bien.
La sustitución de J.J. Abrams por Justin Lin no parece ser un acierto, lo que no significa que esta nueva exploración en el espacio resulte desdeñable. En menos de diez minutos Justin Lin demuestra entender el espíritu de la vieja serie Star Trek. El capitán Kirk le lleva una ofrenda de paz a un pueblo de los tantos que habitan el infinito espacio de las galaxias. En las antípodas de la solemnidad, el intercambio precipita una humorística trifulca entre unos seres con rasgos simiescos y felinos y el líder de la Enterprise. Una vez terminado el acto circense, Kirk apunta en su cuaderno de bitácora sus pareceres. La descripción de la cotidianidad destila cariño por todos los miembros de la flota; nadie duda de la exploración del espacio infinito como una aventura, aunque la incesante búsqueda de otras formas de vida tiene sus bemoles. Comicidad, solidaridad y conocimiento: a los pilares simbólicos de aquella notable serie que inició su propio viaje a mediados de la década de 1960 Lin los honra sin esfuerzo, y también lo hará, con discreción y justeza, con el gran Leonard Nimoy, el legendario Mr. Spock (y con el joven actor de origen ruso recientemente fallecido, Anton Yelchin, el Chekov del film). Los feligreses de la saga sentirán que el director tailandés es un buen exégeta; su fidelidad será agradecida. El relato se circunscribe a un objeto peculiar que tiene efectos destructivos masivos. Antes de la constitución de la Federación, quienes sabían de ese poder deletéreo quisieron neutralizarlo dividiéndolo en dos. En una nueva misión, la Enterprise caerá en una emboscada. Un tal Krall sabe de ese misterioso objeto y tiene la certeza de que una de las mitades está en la nave de Kirk. Hay una subtrama, apenas anunciada, vinculada a Spock, y un giro inesperado en la historia, no muy sagaz, pero suficiente para tensar los elementales resortes narrativos que sostienen el film dos horas. Start Trek: Sin límites carece de escenas dramáticas que alteren su equilibrio dinámico y de los recreos filosóficos característicos de la serie y algunas películas. La eficiencia contiene a la curiosidad. Desde luego, se insta a la unidad frente a la conveniencia individual, pero el anhelo epistemológico es aquí una fórmula, acaso ineludible, porque está en el ADN de Star Trek. Tampoco se traiciona el admirable despliegue y representación de una cosmología agnóstica en la que el Dios de los hombres brilló siempre por su ausencia. El espacio nunca fue en Start Trek una distancia vertical en la que anida un Dios; la audacia filosófica inicial se mantuvo invariable: todo es inmanencia y el espacio no divide al cosmos en un jerárquico arriba y abajo. Lin y sus guionistas han sido fieles a esos principios filosóficos, bastante alejados de una industria y una cultura proclives al sermón y a las certezas teológicas. Las habituales fantasías teratológicas distan de sorprender. Los simpáticos simios felinos del comienzo constituyen el mayor hallazgo, demasiado poco para películas que pueden liberar la imaginación como nunca, propulsadas por softwares que han emancipado a los creadores de los límites propios de la física y el registro fílmico. Pero, aparentemente, concebir un mundo no es tan fácil. La ciudad espacial bautizada con el nombre de Yorktown luce fascinante, pero parece un remedo de algunas ciudades intergalácticas de varias películas recientes. Esos minutos geniales de la primera Start Trek que dirigió J.J. Abrams en los que se materializaba paradójicamente la antimateria faltan en este tercer intento de poner en órbita la franquicia. Apenas se puede admirar una panorámica de la Enterprise viajando a la velocidad de la luz seguida por un plano en el interior de la nave en el que se percibe el borroso cosmos mientras Kirk y McCoy toman un whisky. Sin duda, el mejor plano visual es otro: la Enterprise está por zarpar y se registra su fuselaje, un plano fijo que se pone inesperadamente en movimiento. El efecto es ópticamente sorprendente, tanto por su intrínseca falsedad técnica como por su eficiencia estética. Desde el principio, lo más hermoso de Start Trek fue su legítima defensa de una política de la amistad por encima de las instituciones. La dignidad y afabilidad de Kirk, Spock, Scotty y los otros tripulantes de la Enterprise siguen vigentes y todavía se apasionan juntos por ir hasta los límites de lo conocido.
Larga vida y prosperidad a esta saga… Tras pasar tres largos años explorando lo desconocido del espacio exterior, la tripulación del Enterprise llegará a una moderna base estelar de la federación llamada Yorktown, ubicada en los confines del cosmos. En ésta, los protagonistas se verán envueltos en una peligrosa misión que los llevará a enfrentarse a una nueva amenaza en un demencial planeta desconocido. Chris Pine (Capitán James T. Kirk), Zoe Saldana (Nyota Uhura), Zachary Quinto (el vulcano comandante Spock), Karl Urban (Doctor Leonard ‘Bones’ McCoy), Simon Pegg (el ingeniero Scotty), John Cho (Hikaru Sulu) y el difunto Anton Yelchin (Pavel Chekov) regresan triunfantes a este reparto al cual se le suman Idris Elba como el villano Krall y Sofia Boutella como la desesperada guerrera Jaylah. Personalmente, creo que este año contó con una serie de estrenos bastante flojos en lo que respecta a blockbusters. Desde el estreno de la genial “Deadpool” no logré encontrar una película a la Hollywood que sacie mis ganas de ver un producto comercial que sea memorable. Ahora, gracias a “Star Trek: sin límites”, esto cambió. Sin duda estamos ante un proyecto de gran calidad, con personajes sólidos y un laburo de producción mas que aprobado. Justin Lin dirige esta tercera parte del reboot de la exitosa serie televisiva, sustituyendo a J.J Abrams quien se fue Disney para dirigir “Star Wars: The Force Awakens” … ¿vendido? Nah, el cineasta permanece en esta continuación como productor. Hoy me levante REE pesimista así que voy a empezar con un aspecto parcialmente negativo de esta gran película. Se nota bastante que Abrams no dirigió esta producción. Pero, esperen! No me mal interpreten. El director de las pochoclera saga “Rápido y Furioso” hace un trabajo mas que aceptable, pero en esta el cambio de estilo esta bastante marcado. Las primeras dos partes de la saga, “Star Trek: el futuro comienza” (2009) y “Star Trek: en la oscuridad” (2012), también fueron excelentes. Esta nueva versión cinematográfica de “Viaje a las Estrellas”, creada de Gene Roddenberry, conserva el espíritu del show (y las películas) originales pero sumando una vuelta de tuerca muy moderna y respetuosa con respecto al material original. Con unos efectos de gran cálidas y un reparto 10 puntos esta saga se convirtió en una de las más interesantes de la actualidad. En esta nueva entrega todo se conserva, el argumento engancha al toque y la comedia esta perfectamente repartida entre un drama que también sabe donde aparecer y atacar al espectador. El guión, co-escrito por el actor Simon Pegg y por el guionista Doug Jung, es excelente. Me encantó como el intérprete le dio mas protagonismo a su personaje Scotty, que hasta ahora no era más que un alivio cómico en las primeras dos partes. Además, me enganchó mucho el personaje de la hermosa Jaylah, interpretada por la nueva Momia cinematográfica (Septiembre 2017, protagonizada por Tom Cruise y Annabelle Wallis), Sofia Boutella. El personaje es solido, necesario e interesante … si, creo que despertó un fetiche extraterrestre en mí. El villano, interpretado por el siempre genial Idris Elba, comenzó siendo bastante genérico. En sus primeros momentos de pantalla me dije a mi mismo “uh, otro villano aburrido hollwoodense con pinta de monstruito”, lo que me decepciono porque se trataba de un actorazo el que estaba debajo de todo eso ese maquillaje (les doy crédito a que no haber usado CGI), pero en el segundo acto comenzaron a darle una explicación bastante ingeniosa a su origen y mostraron lo extremadamente cruel que puede llegar a ser el personaje. No es un antagonista que vaya a dejar huella en la historia del séptimo arte, pero sin duda sirve y cuenta con un giro bastante interesante e inesperado. El universo creado para la película es ENORME, pero cuenta con un pequeño defecto, el planeta en el que caen los héroes es solo interesante por momentos. A veces se siente un poco vacía de contenido, aunque cuándo lo hacen funcionar créanme que funciona y muy bien. Por ejemplo, hay una escena en la que Kirk utiliza una moto para enfrentarse a una amenaza y en ese momento se puede visualizar lo mejor de este nuevo ecosistema. Respecto a la Enterprise o a la base Yorktown, tengo que admitir que me volaron la cabeza. Siempre cuento que no soy gran fan del 3D, pero en este caso es de altísima calidad. La tecnología nos introduce al universo “treekie” de una forma asombrosa y mantiene el color original sin caer en la opacidad a la que nos tiene acostumbrados este formato. Por cierto, si pueden, véanla en una sala IMAX o en alguna con pantalla gigante, no se van a arrepentir bajo ningún punto de vista. “Star Trek: sin límites” es GENIAL. Sus pequeños errores no rompen la película en lo mas mínimo, esto es gracias a que lo que es bueno, es REALMENTE bueno. Los actores son geniales, la dirección es correcta, el guión esta nivelado muy profesionalmente y los efectos son deliciosos a la vista. Estoy seguro que los treekies recibirán el film como un hermoso regalo, ya que vienen de sufrir las perdidas de Leonard Limoy, el Spock original, y de Anton Yelchin, el nuevo Chekov.. Leí por ahí que ya se está armando una cuarta película, en la cual regresarán los clásicos viajes en el tiempo de la mano del ya confirmado retorno de Chris Hemsworth como el padre de Kirk. Un notición sin duda, ya que después de ver esta tercera parte, estoy hambriento de más “Star Trek” en el cine.
Larga vida y prosperidad en el espacio En la mítica USS Enterprise, el capitán James T. Kirk (Chris Pine) junto a su tripulación están de vuelta para una nueva aventura que los adentrará en territorios desconocidos del espacio, donde serán puestos a prueba para salvar sus vidas como también a La Tierra. Con la ayuda de su primer oficial, Spock (Zachary Quinto), deberán sortear el ataque de Krall (Idris Elba), un poderoso y enigmático villano que llevará a los héroes de la Enterprise a una aventura épica sin escalas. J.J. Abrams conoce a la perfección la forma correcta de contar una historia de ciencia ficción trayendo a la pantalla -en este caso como productor- una gran tercera parte del capitán James Kirk y su tripulación, con el vulcano Spock a la cabeza. Abrams, adaptó de manera satisfactoria, Star Trek a la nueva era post-cine marveliano: acción con personajes carismáticos y cuotas de humor para brindar tintes de drama en el desarrollo de los films. Después de contarnos el origen de su tripulación en Star Trek (2009), y profundizar en sus relaciones y personalidades en Into the Darkess (2012), Abrams pasó la posta a Justin Lin (Fast and Furios 5 / 6) quien expone un panorama en el cual los personajes comienzan a preguntarse acerca de su verdadero destino en estas misiones interplanetarias. Star Trek Sin Límites es una aventura que contiene los ingredientes más fieles, clásicos y fundamentales de la ciencia ficción, potenciándolos entre ellos. La audacia de la tripulación como un único ente, llevará a Beyond a los grandes altares de lo mejor que vimos de Star Trek hasta el momento, consolidando así una gran tercera parte. La nostalgia, un elemento ya usado en demasía -por ejemplo con Stranger Things y la propia Star Wars- es recurrente en Star Trek Sin Límites: muchos gags, guiños y momentos especiales para los fans. Todo esto se ve potenciado por el fallecimiento de Leonard Nimoy el año pasado -el reconocido Spock del Star Trek clásico- a quien en parte del film se lo menciona hasta llegar a un gran recuerdo en el final. simon-pegg-sofia-boutella-and-chris-pine-in-star-trek-beyond Star Trek: Sin límites no se focaliza en la gran dupla que generaron Chris Pine y Zachary Quinto Como Kirk y Spock respectivamente, sino que se apoya -además de ellos- en el gran cast de personajes secundarios. La nave icónica Enterprise, que también es parte fundamental del film, alberga a esta tripulación tan simpática como necesaria para que nunca decaiga la narración de Justin Lin. Carismáticos y con personalidad, cada uno de ellos cumplen y aprovechan su momento en pantalla con fluidez y naturalidad, dándole a Beyond una sintonía importante en pantalla para la percepción del espectador. En su parte estética, Beyond habla por si sola en el modo y marca que lleva Star Trek a la hora de contar una historia en el espacio. Queda a merced del espectador disfrutar de los colores, razas, planetas y demás elementos que, como hace 50 años, hace a la saga Star Trek tan importante y diferente dentro del género. Simon Pegg y Doug Jung encaminaron a Sin Límites con un guión audaz y contundente en relación a su director: la mano de Lin se percibe en las escenas de acción dotando al film de una gran espectacularidad sin perder fuerza en el aspecto narrativo. Star Trek: Sín Limites es entretenida, con grandes tintes de humor y, por sobre todas las cosas, toca en las fibras más interna del corazón del espectador y más aún, de sus fanáticos. Como siempre, la banda sonora es un punto alto en el universo Star Trek, puntualizando en una de las mejores escenas del año, utilizando a la música como parte fundamental para desarrollar un momento vital en la cinta. Star Trek: Sín Limites estuvo a la altura de las circunstancias en un universo consolidado desde sus personajes hasta en el marco general narrativo, mostrando una consistencia y coherencia desde la primera entrega hasta aquí, dejando en claro las aspiraciones de un espacio que todavía tiene mucho más para ser explorado…
Un clásico que se renueva sin perder su esencia Conservando su épica, la saga tiene, además, dosis de humor y una atmósfera pop que la acercan a los espectadores de la serie original. El equipo de guionistas renovó el aire de la Enterprise. Conservando su épica, con la misma fluidez narrativa y una acción sostenida, esta tercera parte de la saga "Star Trek" relanzada en 2009 tiene, además, dosis de humor y una atmósfera pop que la acercan a los espectadores de la serie original, cuyo 50 aniversario se cumplió el jueves pasado y que se conocía como "Viaje a las estrellas". "Star Trek. Sin límites" no intenta competir con las muy buenas anteriores entregas dirigidas por J.J. Abrams ("Star Trek", 2009; "Star Trek. En la oscuridad", 2013) y quien ahora se reservó el rol de productor. Al contrario, las acompaña y complementa, al tiempo que genera complicidad y empatía sobre unos personajes conocidos y un conflicto que en líneas generales no difiere de las dos anteriores. En esta ocasión, como "En la oscuridad", se trata de la aparición de un arma de destrucción masiva que cae en las manos equivocadas. Se trata de un villano interpretado por Idris Elba y que acercará hacia el final, la primera sorpresa de esta nueva aventura. La trama avanza veloz entre planetas y asteroides, precedida por un relato en off que hace una breve y por momentos cómica referencia a cómo es la convivencia y la vida diaria de la tripulación, entre gadgets sofisticados, viajes interminables y gravedad artificial. El nuevo director, Justin Lin, y los guionistas, entre ellos el actor Simon Pegg, a cargo del personaje de Scotty (el mismo intérprete de Benji en "Misión imposible"), se dieron el gusto de aggiornar una serie de culto de los 50 sin vulnerar el recuerdo de los fans ni el sentido original de entretenimiento genuino de las dos películas anteriores dirigidas por Abrams, mientras destacan los valores y la cohesión de ese grupo que se dedica a explorar el espacio y a hacer diplomacia intergaláctica, aunque no siempre sean bien recibidos. En el medio hay tiempo para un homenaje a Leonard Nimoy, el histórico Señor Spock, fallecido el año pasado. También para profundizar en la relación de complementariedad entre el valiente Capitán Kirk, interpretado por Chris Pine, y el reflexivo Spock; para ver los tímidos avances del romance entre el vulcaniano de las orejas puntiagudas y la teniente Uhura; para enterarse de la vida privada de Sulu, uno de los pilotos estrella de la nave más famosa de la historia que marca una innovación en los estándares de esta ficción, y para sumar un nuevo personaje, la aguerrida Jaylah, digna candidata a ser parte de la tripulación.
Guarden un secreto: hay directores “industriales” de Hollywood que, en medio del gran espectáculo, están creando una obra personal; Justin Lin es uno de ellos. Camuflados detrás de las andanadas de efectos especiales, le están poniendo corazón y dándole sentido al artificio. Esta tercera Star Trek es la historia de personajes enfrentados a un peligro sin nombre, pero desde la primera secuencia, puro humor con recuerdos de Gremlins, sabemos que la cuestión pasa por un grupo de personas en su día a día. Que transcurra en el espacio exterior es lo que nos permite apreciar el juego: la película habla de cómo un montón de personas dedicadas a una tarea establece lazos de amistad, aprenden a contar unos con otros, tienen sus tristezas y sus alegrías, dejan salir el coraje de vivir, ni más ni menos. Todo tiene humor y Lin comprende la diferencia entre Star Wars y Star Trek: si la primera es el gran conflicto mítico, la segunda es sobre lo cotidiano, y así es como plantea el relato, siempre más cerca de los personajes que de los espacios infinitos, utilizados aquí para generar emoción y no como mero ejercicio técnico.
La entrega de la saga dirigida por Justin Lee, además de poseer un espíritu de aventura con todas las letras, resalta el lado sensible y cotidiano de los personajes. Hace 50 años que este western espacial se mantiene vigente y cultivando admiradores, por eso festeja —merecidamente— un nuevo aniversario con una entrega dinámica y colmada de acción. La historia es conocida, la tripulación de la famosa nave Enterprise se embarca en una nueva misión de paz. Esta vez, los protagonistas ayudarán a una extraña visitante que tiene su tripulación varada, hasta que se darán cuenta de que les han tendido una trampa. Antes de dicha misión varios miembros de la dotación dudan sobre su rol en la nave, si es lo que quieren para su vida. La destrucción casi total de la misma servirá para que cada integrante reafirme su lugar en el grupo. Star Trek: sin límites propone una historia sin grandes ambiciones, pero que cumple con creces lo que sugiere: actuaciones sólidas, despliega el concepto de aventura y los efectos especiales están a disposición de la trama, sin sobrepasarla. El film no intenta recurrir solo a golpes de los efectos. El argumento nos muestra una narración sofisticada, plagada de misterio, grandes peligros y eventos inesperados. Respecto al tratamiento de los personajes, podemos ver a gente cansada, que extraña algo, tiene debilidades, dudas, se enamora y también mata las penas con un buen trago, recurso que brinda mayor empatía con el espectador. Los amantes de la saga quedarán, sin duda, más que satisfechos con esta nueva entrega que respeta no solo el espíritu de la serie, sino también el de sus míticos protagonistas como el capitán Kirk (Chris Pine) y un elegante Spock (Zachay Quinto). Además, se introduce nuevos personajes que se acoplan a la perfección a este universo en el que el humor, la aventura y la acción van de la mano. Nos podemos quedar tranquilos porque la nave de Justin Lee está más que preparada para despegar de nuevo.
Luego de todo el culebrón desatado al comienzo de la pre-producción, con J.J. Abrams (director de las dos anteriores), cambiándose la casaca y yendo a dirigir Star Wars; el productor y co-guionista Roberto Orci haciendo lobby para sentarse en la silla de director (y lográndolo), para unos meses más tarde alejarse debido a "diferencias creativas"; y Paramount Pictures incorporando a Justin Lin (responsable de las Rápido y Furioso 3, 4, 5 y 6) como director y ascendiendo a Simon Pegg como guionista, un sudor frío recorrió la espalda de muchos fans. No por la participación de Pegg, claro está: el británico no sólo interpretó a Scotty en las dos primeras entregas del reboot, sino que escribió varias de sus comedias y es considerado uno de esos "actores nerds" que tan bien nos caen. La inquietud venía por el lado de Lin. ¿Realmente era el indicado para completar la trilogía? Afortunadamente, no hay nada que temer: Star Trek Beyond ("Sin Límites" para Latinoamérica) es una excelente adición a esta nueva saga. Para comenzar, debo confesar algo que -creo, en el fondo- va a darle algo más de legitimidad a esta reseña: soy fan a muerte de Star Wars. Durante toda mi infancia (los '80) y mi adolescencia (los '90) ví a la saga creada por Gene Roddenberry como algo... denso, aburrido. Sentía que era necesario ver toda una serie de quichicientos episodios filmada en los '60, más otra decena de films y series televisivas, para comprender bien la franquicia. ¿Por el lado de Star Wars? Pfft, con tres películas estabas hecho y feliz de la vida. Por supuesto, esta sensación mía estaba fuertemente influenciada por "la grieta" sci-fi: si eras fan de SW, no podías ser fan de ST (y viceversa). River vs. Boca, The Beatles vs. Rolling Stones, Chevrolet vs. Ford, Star Wars vs. Star Trek: cuando uno es más pendejo e ingenuo, ve el mundo en absolutos, en blancos y negros; recién cuando empezás a madurar te das cuenta que en realidad hay una enorme variedad de grises en el medio. Esto sin mencionar que la irregular (y por momentos bastannnte floja) trilogía de precuelas de George Lucas me hizo pensar "OK, esto tampoco es un oasis...". Cuando J.J. Abrams, una de esas celebridades nerds que mencionaba antes, rebooteó Star Trek en el 2009, tuvo un éxito arrollador. Esto se debió en parte al pedigrí de Abrams (a esa altura ya estaba consagrado), aunque la clave, para muchos de nosotros, fue que starwarizó las aventuras del Capitán Kirk y Spock: la historia se sentía revitalizada, más divertida, con más acción y, principalmente, más accesible para aquel que jamás siguió la franquicia. Sin Límites comienza cuando el USS Enterprise lleva casi tres años (en su misión de cinco) en el espacio. Esto nos permite ver a una tripulación más unida, más compinche, con todo el abanico de relaciones interpersonales que se pueden gestar en una tripulación transcurrido un tiempo. Además, finalmente vemos al Enterprise interactuar con diversas razas alienígenas, de toda forma y tamaño, en misiones diplomáticas (bah, eso intentan ser). Uno de los temas que viene tratando esta nueva saga es el de legado, la herencia, cómo honrar en vida a aquél que nos inspiró. Esto se ve claramente en el papel del joven capitán James T. Kirk (Chris Pine), a quien todavía lo abruma la sombra de su honrado padre; más ahora, que James está por cumplir la edad que tenía su viejo cuando falleció. Pero también tenemos a Spock (Zachary Quinto), con la figura del Embajador Spock (el recordado Leonard Nimoy). Ambos están por tomar una decisión que cambiará el destino de la nave (uno escapando de su rol, el otro aceptándolo), cuando son convocados a una misión de rescate en una nebulosa, debiendo postergar dicha decisión para más adelante. Por supuesto, esta misión no es más que una trampa perpetrada por Krall (Idris Elba), el villano de turno. Con su flota de naves como enjambre (más de una vez son definidas como "abejas"), Krall despedaza al Enterprise, obligando a la tripulación a separarse y huir en distintas cápsulas de escape. Varados de a pares en un planeta desconocido, los "equipos" de Kirk & Chelkov, Spock & Bones, y Scotty & Jaylah (una alienígena también varada en la superficie), irán reuniendo distintos puchitos de información sobre el verdadero motivo del ataque de Krall y su identidad, para luego reunirse y planear el rescate de toda la tripulación capturada. Justin Lin es claramente un director de acción, y eso se nota en el trepidante ritmo que tiene la película. Una vez que el Enterprise es destrozado en pleno espacio (en una secuencia espectacular, con las "naves abeja" cortándola en pedazos y atrapando en pleno vuelo a las cápsulas que intentan huir), la cinta toma una interesante dinámica, casi de aventura, que explota la química entre los miembros de la tripulación, en especial la dupla conformada por Spock y Bones, quienes se roban las carcajadas de toda la sala en un par de escenas. Visualmente, es difícil que una producción de tal magnitud nos defraude. Y Star Trek no es la excepción. Más allá de la secuencia donde destruyen el Enterprise, Lin sabe desplegar el abanico visual que ofrece una megalópolis futurista como Yorktown, donde mejor se percibe el efecto 3D. Ambas secuencias que se desarrollan en el puerto espacial (una en el primer acto y la otra en el clímax) son deslumbrantes. Desde el diseño de personajes, tenemos de todo un poco. Por un lado, algunos son novedosos y muy bien realizados (como la que tiene esa "mandíbula" en la parte posterior de la cabeza), mientras que otros son los clásicos "alienígenas de cara grande" de Star Trek. Esto se mantiene incluso en las dos principales adiciones al elenco: el diseño de Jaylah (con su rostro blanco tiza y esas líneas negras verticales) es simplista pero terriblemente efectivo, mientras que el rostro de Krall es más... meh. Ya que menciono a Krall, aprovecho para decir que lo único que realmente no cierra en esta entrega es, nuevamente, el villano (¿qué pasa con los villanos últimamente, Hollywood?). Durante 3/4 de la duración del film, Krall es uno más del montón, ooootro alienígena que se quiere vengar de la Federación porque sí, porque le hicieron algo malo en algún momento y ahora les cabió. Lo peor de esto es que un actor de la categoría de Idris Elba está totalmente desperdiciado bajo todo ese látex en el rostro que apenas le permite gesticular, sin destacarse ni justificar su presencia en el elenco; es casi lo mismo que actúe él o Darío Lopilato. De hecho, lo único que permite reconocer al morocho es su voz, cuando en realidad debería ser su interpretación. Actúa mucho más (y mejor) en El Libro de la Selva que acá; y eso que en la otra es un tigre completamente animado por computadora. Afortunadamente, y por motivos que no voy a develar porque serían un spoiler, sobre el clímax, el guión redime un poco a Elba y nos permite verlo como queremos: actuando y chapeando. Lo que más destaco de Star Trek: Sin Límites, además de la relación entre los principales miembros de la tripulación, es que sabe dónde y cuándo meter un chiste para que la audiencia recuerde que, más allá de todo fanatismo, esto es una película para que uno se siente y disfrute y se divierta. Quizás acá es donde se puede intuir con mayor claridad el aporte de Pegg al libreto. El otro punto elogiable es que, a diferencia de la gran mayoría de los reboots, Star Trek rinde homenaje a la serie televisiva y a su elenco de una manera sutil pero muy emotiva (creo que más de un trekkie se habrá aguantado una lagrimita en esa escena); en la primera producción de la franquicia posterior al fallecimiento del enorme Leonard Nimoy, la película lo recuerda y saluda como debe ser, y luego simplemente se retira y sigue con lo suyo, sin extenderse ni abundar en sentimentalismo barato. Ah, y aunque la manera en que Kirk y el resto logran revertir el plan de Krall es, en definitiva, lo más cliché del género de ciencia-ficción (¡estos alienígenas no aprenden más!), es absolutamente imposible no mover la cabeza al compás de la banda sonora (quienes vieron todos los avances y son avispados, se darán cuenta de qué hablo). VEREDICTO: 8.5 - ENTRETENIMIENTO SIN LÍMITES Simon Pegg y Justin Lin disipan cualquier inquietud: Star Trek: Sin Límites es tan buena (o mejor) que las dos anteriores. Con un muy buen ritmo, una dinámica interesante y una excelente química entre los miembros de la tripulación (sumado a las dosis justas de humor y nostalgia hacia la serie original), esta tercera entrega sigue demostrando cómo debe hacerse un reboot. Un correctísimo homenaje en el 50º aniversario de la franquicia.
La llamada de lo desconocido La tercera entrega de la relanzada franquicia de “Star Trek” tenía que tener gusto a nostalgia, debido a dos pérdidas que sufrió el elenco. Antes del rodaje falleció Leonard Nimoy, el Spock original encargado de unir los dos flujos temporales: el creado por Gene Roddenberry desde la mítica serie de 1966 y el nuevo, desarrollado por J.J. Abrams a partir de la primera entrega, en 2009. El pasado 19 de junio murió en un accidente Anton Yelchin, el nuevo Pavel Chekhov, antes de ver estrenada la cinta. A ellos dos está dedicada la película, y la falta del primero resultó una de las claves de la narración. Pero la gran determinante resultó ser el pase de Abrams a la otra gran escudería espacial, “Star Wars”, dejando a Justin Lin (asociado a la saga “Rápido y furioso” desde “Tokio Drift”) en la dirección y a Simon Pegg (que interpreta a Montgomery Scott) en el guión junto a Doug Jung, reemplazando a Roberto Orci, Alex Kurtzman y Damon Lindelof, que trabajaron en las dos entregas anteriores. Y el cambio se nota: si el relanzamiento tuvo una estructura un poco a lo “Star Wars” y la segunda se volvió más oscura (se subtitulaba precisamente “En la oscuridad”) y menos viajera, el tercer mojón de la nueva saga, merced a cierto fanatismo de los guionistas, está lleno de guiños y homenajes al elenco original y sus andanzas: cierta imagen de un grupo (no casualmente de los últimas aventuras, de los tiempos de “Star Trek V: La última frontera” o “Star Trek VI: Aquel país desconocido”), del cual quedan pocos sobrevivientes; la familia del nuevo Hikari Sulu como tributo a la salida del clóset de George Takei; y una apuesta por cierta ingenuidad general y unos intensos diálogos entre la tríada protagónica: el impulsivo Kirk, el generalmente analítico Spock (en lucha con su parte humana) y el temperamental doctor McCoy. En crisis La historia se sitúa a poco menos de tres años del viaje de cinco de la USS Enterprise, cuando se decidió el reabastecimiento en Yorktown, una base espacial neutral (cuya estructura urbana recuerda al toroide de “Elysium”, pero enroscado), donde además pueden reencontrarse con familiares y noticias. Allí, Spock (que ya venía en crisis en su relación con Nyota Uhura) se entera de la muerte del embajador Spock (su otro yo de un futuro alternativo), lo que lo termina de acercar a la idea de seguir su tarea de reconstrucción en Nuevo Vulcano. Por su parte, James Tiberius Kirk, que se metió a la Flota para demostrar que estaba a la altura de su padre, empieza a ver palidecer su entusiasmo y especular con quedarse en la base. En ese momento, llega una alienígena no identificada, que dice que su nave fue atacada dentro de una nebulosa. Allá parte el Enterprise para ver qué onda, cuando es atacado en una trampa por Krall, un extraño ser que parece albergar un particular odio por la Federación y su idea de armonía y felicidad intergaláctica. La nave cae en desgracia y Kirk, Spock, McCoy, Scotty y Chekov deben rescatar a su tripulación, haciendo alianza con Jaylah, la chica bonita y blanquecina que sale en todas las promociones. Clásico y moderno Y hasta ahí vamos a contar: lo que sigue es una serie de volantazos argumentales, revelaciones, un primer clímax espacial y una pelea final. Lo que podemos decir es que Pegg y Jung reforzaron los puntales de la saga original: la aventura, el lanzarse a lo desconocido, el protagonismo de los oficiales en la acción física y la defensa a ultranza del credo de la Federación (Roddenberry mandó un guiño cuando puso, en los convulsionados 60, a un ruso, un japonés y una africana en el puente, junto al primer oficial vulcano y los anglosajones del caso). El vínculo con las narrativas actuales está en el esfuerzo de Lin, que pone su sapiencia para contar a velocidad de vértigo una sucesión de hechos y su especialidad para la acción, allí donde el héroe se juega la vida en un salto, en un manotazo al borde de un precipicio. Acostumbrado a narrar con música actual, en este caso convive con la muy presente banda sonora orquestal de Michael Giacchino, aunque con revancha en el uso de hip hop de los 90 en dos ocasiones (en especial una: no se usaba la música como arma desde que Linn Minmei le cantó a los Zentraedis en “Macross/Robotech”). Los de siempre Uno de los aciertos de la serie original fue dar con un elenco memorable y fundamentalmente querible, capaces de sostener sus personajes cuando ya estaban envejecidos y gordos (el Scotty de un grueso James Doohan chocándose un caño en “Star Trek V” era un chiste sobre eso). Parte del legado de Abrams a sus continuadores fue apuntar a generar un cast firme y asimilable. Así, el Kirk de Chris Pine tiene un aire de carilindo ganador y heroico como sin proponérselo, más lanzado que el primer William Shatner. Zachary Quinto, uno de los actores más reconocidos del elenco, ha encontrado un punto justo para Spock, turbulento bajo la superficie. Karl Urban, lejos del Eomer de “El Señor de los Anillos” con el que se hizo conocido, aprovecha todo lo que puede para ocupar el rol bufo de “Bones” McCoy, siempre tratando de “sacar” a Spock. Zoe Saldana sigue siendo intensa como Uhura, a pesar de que quizás en ésta no tenga tantas escenas para lucirse. El que sí las tiene es el propio Pegg como Scotty, con algunos pases de comedia británica. Completan ese staff John Cho como un Sulu más osado de lo que parece, y por supuesto Anton Yelchin como un Chekov algo tímido y juvenil, un rol que seguramente no será reemplazado en próximas secuelas. Otras caras Fuera del “núcleo duro”, Idris Elba le pone el cuerpo a Krall, e incluso progresivamente su rostro (ahí hay uno de los secretos), un villano que arranca siendo unidimensional pero gana espesor con el correr del metraje. Y Sofia Boutella se explaya a sus anchas como Jaylah: un poco bruta, un poco mortal y un poco traumatizada (algún trekkie duro dirá que no es tan impactante como la Ilia de Persis Khambatta en la primera película de 1979, pero otro dirá que puede ser un rol recurrente como la Saavik de Kirsty Alley y Robin Curtis: a los trekkies les gusta discutir ese tipo de cosas). Joe Taslim aporta una actuación puramente física como Manas, el ladero de Krall y némesis de Jaylah, mientras que Lydia Wilson se pone bajo la piel (literalmente) de Kalara, la supuesta víctima intergaláctica. Deep Roy (aquel que le puso la cara a los Oompa Loompas de “Charlie y la fábrica de chocolate”) sólo aporta su físico al ingeniero asistente Keenser, mientras que Melissa Roxburgh tiene algunos minutos como la alférez Syl. Por último, la veterana Shohreh Aghdashloo hace una aparición como la comodoro Paris, responsable de la base Yorktown (y zafando de hacer de señora iraní por una vez). Quizás no estemos ante la cinta más vistosa en lo que va de la nueva saga, pero lo que se transmite es la voluntad de que sea una verdadera saga, y de recuperar aquella inocencia de antes, cuando todo era más sencillo. Antes, aunque sea en el futuro.
MÁS Y MEJOR Hace un tiempo Steven Spieberg, quejoso del estado del cine, dijo que el problema es que muchos creen que hay que hacer películas cada vez más grandes y a veces más grande no es mejor, sino que es simplemente demasiado. Bajo esa consigna, Spielberg cedió la dirección de Gigantes de Pacífico cuando en la etapa de preproducción, se dio cuenta de que el proyecto era monstruoso. Lo cierto es que JJ Abrahm, además de ser un creador inigualable (Star Wars: El despertar de la fuerza, Super 8, Mission: Impossible III) una especie de apadrinado del gran Spielberg y si no fuera porque son amigos, uno podría pensar que JJ produjo esta tercera película de la reiniciada zaga Star Treek como respuesta al viejo director y como demostración de que se puede filmar algo realmente grande sin que esa estructura ahogue al cine. Para esta película, Abrahm le cedió el puesto de director a Justin Lin, que hizo lo mejor que se puede hacer cuando a uno le entregan semejante legado, fortalecerlo con nuevas ideas y siendo fiel al espíritu de sus fundadores. Cuando empieza Star Trek: Sin límites, los héroes están cansados, el Capitan Kirk siente que los días son todos iguales y nada parece estimularlo, mientras que Spook se entera de la muerte del Dr. Spook -el relato es es un gran recordatorio de la muerte de Leonard Nimoy, el Spook-. Los dos están meditando acerca de su futuro en plena misión, pero aun así, desde los primeros momentos la acción está presente sobre todo e impone su lógica. Star treek Beyond es enorme, pero esa enormidad no se impone al cine. La tripulación tiene historias personales, hay situaciones entre ellos y todos recrean alguna clase de empatía. Hay imágenes nuevas, hay aventuras y hay ideas estéticas novedosas. También hay tiempo para que se homenajee varias veces a la tripulación original de la serie. Hay nuevas civilización, nuevas razas alienígenas, trucos novedosos y hay escenas impactantes. La aventura llegó para quedarse y esa es una buena noticia para los trekkies de todo el mundo. STAR TREK: SIN LÍMITES Star Trek Beyond. Estados Unidos, 2016. Dirección: Justin Lin. Intérpretes: Chris Pine, Zachary Quinto, Karl Urban, Zoe Saldana, Simon Pegg, Anton Yelchin, John Cho e Idris Elba. Guión: Simon Pegg y Doug Jung. Fotografía: Stephen F. Windon. Música: Michael Giacchino. Edición: Greg D’Auria, Dylan Highsmith, Kelly Matsumoto y Steven Sprung. Diseño de producción: Thomas E. Sanders. Duración: 122 minutos.
Con muchos guiños a los fieles seguidores llega hoy el estreno tan esperado de “Star Trek: sin límites”. Siempre guardando características similares y personajes de la famosa serie original de tv, que luego llegó a la pantalla grande. La saga de ciencia ficción se reinicia con esta entrega y esta trilogía cinematográfica quedaría completada así: Star Trek (2009) Star Trek en la oscuridad (2013) Star Trek sin límites (2016). Esta última entrega esta dirigida por Justin Lin con producción de Bad Robot y Skydance con distribución de Paramount Pictures. La nave USS Enterprise liderada por el capitán Kirk retorna al universo para salvaguardar la Tierra y el resto de planetas aliados. Ya en el espacio esa tranquilidad durará poco. Con la nave prácticamente destruida, la tripulación deberá enfrentarse y derrotar a nuevos enemigos alienígenas que ponen en peligro su existencia, y poder regresar a la Tierra. Muy impactante film con una calidad de imagen y sonido sorprendente, muy recomendable para ver en 3D. Es apta para todo público así que si te gustan las de alta ciencia ficción es ideal para ir en familia con los mas chicos (aunque hasta los grandes nos cuesta entender si no fuiste seguidor de “Viaje a las estrellas”). Con una duración de un poco mas de 2 horas esta más que garantizado el entretenimiento. Digamos que la franquicia continúa sin ningún límite.
Trilogía consolidada. Las terceras partes son el verdadero talón de Aquiles de toda saga. Sin importar el género, desde El Padrino de Coppola hasta las Spiderman de Rami, las trilogías son una prueba difícil de superar y esta franquicia no estaba exenta del desafío. Star Trek alcanzó su punto máximo en la continuación: Into the Darkness. Si a ese hecho se le agrega que J.J. Abrams relegó la dirección de la tercera entrega, entonces las chances de que este nuevo capítulo estuviera a la altura de las expectativas eran verdaderamente bajas. Sin embargo, Justin Lin supo sentarse en la silla del director y replicar lo que veníamos viendo sin necesariamente caer en la monotonía. Por supuesto que es otro estilo de dirección y, en esta oportunidad, el debutante prefirió enfocarse en la acción más que en una historia sumamente elaborada. La decisión, según mi criterio, fue la correcta. Lin le escapó a los riesgos típicos de las terceras partes: el exceso de pretensiones, y puso el foco en el entretenimiento y la interacción entre los personajes. Beyond consolida la trilogía de Star Trek con una historia de escasa narrativa pero brillantemente ejecutada, tanto en lo cinematográfico como a nivel guion. Es una película muy divertida, bien contada y que sabe repartir el protagonismo entre el reparto. No es el mejor episodio de la saga, pero es uno que vale la pena ver.
Debo admitirlo: hay números que acabo de enterarme y que me espantan. Que los filmes de la nueva saga de Star Trek cuesten 150 millones de dólares y apenas recauden el doble me parece un disparate, una apuesta jugadísima de los productores en donde los costos no se condicen con el riesgo y las escasas ganancias obtenidas. Para que tengan una idea, un filme Star Trek recauda casi lo mismo que uno de la saga de Jason Bourne, el cual sólo tiene como gasto locaciones y una pistola de utilería. Quizás las ganancias pasen por las rentas y las ventas de DVD porque, a simple vista, producir un filme Star Trek es un negocio poco redituable. Es posible que ese escenario haya animado a los productores a dar un golpe de timón para intentar convertir a Star Trek en algo mas de masas. Star Trek siempre fue ciencia ficción pensante pero la era marcada por el reboot de J.J. Abrams parece definida por el efectismo - visual, de ideas -, el cual es mucho mas hueco de lo que uno piensa. El último paso en ese proceso de castración, despojamiento y standarización de la saga es el reclutamiento de un preciosista visual como Justin Lin (responsable de los últimos filmes de la saga Rápido y Furioso) para comandar la última entrega de la franquicia. Visualmente Star Trek Sin Límites es mucho mas espectacular que las entregas anteriores, y tiene acción de principio a fin; el problema es que las ideas brillan por su ausencia, y el plan del villano es tan genérico como anónimo. ofertas software para estudios contables Aun con su defecto de querer ser pasatista (y traicionar la matriz que Gene Roddenberry le imprimió a toda la franquicia), hay que admitir que algunas cosas de Star Trek Sin Limites funcionan de manera excelente. Por primera vez siento que la troupe de actores funciona de manera aceitada (en especial el trío central de Kirk, Spock y McCoy, lo cuales logran atrapar la gracia de los intérpretes originales aunque en sus propios términos), y la Enterprise es representada con una gracia visual sin precedentes. El problema, claro, es el síndrome del personaje adorable que suele empapar a los filmes hollywoodenses: cuando un caracter es genial, es indudable que va a sufrir una muerte horrible dentro de un par de escenas (si toman tanto cuidado para que nos interese y su suerte nos resulte un shock, ¿por qué no invierten el mismo cariño en hacer interesantes al resto del cast, villano incluído?). Es lo que ocurre con la Enterprise la que, voilá, vuelve a estallar por los aires. Como ésta es la tercera vez que pasa en la franquicia (¿se acuerdan de En Busca de Spock y Generaciones?), termina resultando un recurso barato similar a lo que ocurre en el mundo del comic con las muertes de los superhéroes: la primera vez fue impactante pero después de aplicarlo un montón de veces - y de no ser un acto permanente, ya que héroes (y naves en este caso) resucitan después de 2 o 3 ejemplares / películas - ya aburre y carece de shock emocional. Al menos la saga de The Next Generation tuvo el buen tino de cambiar el diseño de la nave, siquiera para generar nuevo merchandising. Hay que admitir que la cosa es entretenida y el cast desborda de humor y carisma (Simon Pegg es uno de los responsables del libreto). La macana es que el villano es genérico y ni siquiera el gran Idris Elba puede hacer algo despachando sus pobres líneas sepultado bajo toneladas de maquillaje. La recién llegada Sofia Boutella (Gazelle de Kingsman, el Servicio Secreto) es una gran adición con su humor literal y su garra para pelear, pero todo lo que viene del lado de los malos bordea lo incoherente (alerta spoilers). El por qué Elba ha mutado para convertirse en un alien feo que rejuvenece al chuparle la vida a sus victimas es un misterio, o por qué ha permanecido varado tanto tiempo en el planeta fantasma aún cuando tenía toneladas de naves - atrapadas con su tecnología de enjambre - listas para reciclar y usar es otra incógnita. E incluso el combate final en las exclusas de aires resulta imposible de seguir (¿no estaban dentro de un tubo?¿cómo es que aparecieron Spock y McCoy en el medio?), y arruina la efectividad del climax (fin spoilers). Star Trek Sin Limites es una pelicula menor de la saga. Se parece a las entregas mas pobres de la etapa Shatner, ésas donde la historia era boba y sobrevivía gracias al impecable carisma del cast. Acáa ocurre lo mismo, con la diferencia que hay efectos visuales espectaculares y algunas escenas de acción son formidables. En todo caso es un postre grande, apetitoso y hueco, el que deleita mientras dura pero no deja sabor duradero en la boca.
Paso firme para una saga más que entretenida "Star Trek Beyond" define lo que es una buena película de acción y ciencia ficción pochoclera, con todos los ingredientes para ser considerada un producto de calidad y a la vez un entretenimiento mainstream que satisface a fanáticos históricos de la franquicia (a la mayoría al menos) y atrae a nuevos adeptos de menor edad. Debo admitir que me he convertido en seguidor de esta nueva saga cinematográfica y me encanta por varias razones. La primera es que creo que tanto las entregas anteriores dirigidas por J.J. Abrams como esta tercera parte a cargo de Justin Lin, encontraron una combinación justa de buena trama, aventura y acción. Si bien los guiones no son de lo más complejos, son interesantes y entretenidos, mantienen interesado al espectador hasta el final de la proyección. Por otro lado creo que el equipo de actores ha logrado una sinergia espectacular y esa energía se nota en pantalla. Se destacan Chris Pine (Kirk), Simon Pegg (Scotty) y Karl Urban (Bones). Lamentablemente este fue uno de los últimos films del actor Anton Yelchin (Chekov) que falleció trágicamente en un accidente con su auto en junio de este año. La trama en esta entrega encuentra a la tripulación del Enterprise realizando tareas de conciliación y exploración cuando reciben el pedido de ayuda de una científica extraterrestre en problemas. Su propia tripulación quedó varada en un planeta. Cuando acuden en ayuda, hay algo más esperándolos. Un villano despiadado y con gran capacidad tecnológica que pone en peligro la vida de todos en el Enterprise. Justin Lin, conocido por su dirección de la mayoría de los films de la saga "Rápido y Furioso", supo interpretar la línea que venía trayendo Abrams y le agrega su toque de acción pochoclera que aportó mucho al entretenimiento de la peli. Podemos decir que el espacio le sienta bien a Justin. Incluso hay algunos homenajes que los fans van a agradecer. Quizás el punto más flojo tiene que ver con la resolución final del conflicto, pero en general el balance de toda la historia es muy satisfactorio. Lamentablemente no le está yendo tan bien como esperaban en recaudación, pero confío en que le van a buscar la vuelta de rosca para volver con una secuela aún mejor y con una promoción más efectiva para llevar espectadores al cine.