Molusco a máxima velocidad Si hay algo entrañable en esta producción animada son los personajes que dan en el blanco con sus ocurrencias. El film llega de la mano de los mismos realizadores de Madagascar, Kung Fu Panda y The Croods. Con tamaños antecedentes, Turbo se focaliza en las aventuras de un caracol obsesionado con las carreras y las altas velocidades (el comienzo frente a una pantalla de televisión confirma buenas ideas) mientras se dedica a recolectar y comer tomates de un jardín familiar. Con este inicio el director David Soren explora una comunidad diminuta en la que una podadora de césped, el triciclo de un niño o un trío de buitres se convierten en amenazas permanentes. Sin embargo, la suerte del pequeño y lento protagonista cambia cuando cae en el motor de un auto y adquiere superpoderes que deberá aprender a controlar para cumplir su sueño: participar en la carrera de Indianápolis 500. El óxido nitroso carga cada átomo de su cuerpo y altera su estructura molecular al punto de alcanzar grandes velocidades. Al ritmo de "We are the champions", de Queen, Turbo expone además una simpática galería de personajes secundarios: los mellizos que preparan tacos (lo mejor del film), junto a la mecánica y la anciana oriental que trabajan en un centro comercial que pocos visitan. Las luces y las mieles del éxito llegarán para todos en esta eficaz propuesta que se suma a la competitiva cartelera de estrenos en vacaciones de invierno. La animación pisa el acelerador a fondo.
Molusco motorizado Turbo es la ópera prima de David Soren y el apodo de un caracol de jardín lleno de sueños y energía, que durante el día trabaja en una planta de tomates y cada noche estudia cuidadosamente sus VHS de carreras de auto, pero su vida dará un giro mágico. Una noche mientras deambula por las calles, obsesionado con la velocidad de los autos, es absorbido por el motor de uno que compite clandestinamente con otro –como si fuese una escena de Rápido y furioso versión animada- y su ADN se fusiona -al estilo Hombre Araña- con Nitróxido, para convertirse en un freak de la naturaleza. El caracol más rápido del mundo, ahora sueña en grande: ganar las 500 millas de Indianápolis...
Caracolito tuneado Teo es un simple caracol de jardín con un sueño demasiado grande para él: ama la velocidad y quiere correr carreras. Todos sus congéneres, en especial su hermano Chet, se esfuerzan por convencerlo para que acepte su lenta realidad, pero Teo no entra en razones. Una salida nocturna y un peculiar accidente hacen que se convierta en lo que siempre deseó: un caracol veloz. Luego otra casualidad lo llevará a manos de algo así como su equivalente humano: un joven que trabaja junto a su hermano en un humilde puesto de tacos, y que también tiene sueños que nadie comprende. La propuesta como historia no es demasiado novedosa: los pequeños soñadores que luchan por cambiar su realidad a pesar de los obstáculos, pero está bien resuelta. Si bien comienza con una introducción algo larga, el filme luego toma un buen ritmo. Lo interesante de la estructura es que no hay un villano que obstaculice a los protagonistas, sino que los problemas para lograr sus objetivos los originan quienes no creen en ellos. Así, los personajes no resultan tan maniqueos, sino más bien muestran sus limitaciones a la hora de arriesgarse a algo distinto. Si hay una oposición es la de “soñadores” versus “resignados”. Si bien hay mucho humor, el filme no cae en los ya más que habituales guiños para adultos, sino que más bien se utiliza un humor muy familiar, muy parejo y ameno. En cuanto a los aspectos técnicos de la animación, la versión en 3D aprovecha todas sus posibilidades para destacarse, en especial en las partes de las carreras de automóviles, que parecen de Fórmula Uno real. Para quienes les interese, vale ver la opción de la versión en idioma original para escuchar a Samuel L. Jackson como “Chicotazo”. Una propuesta para chicos con mensaje positivo, que aunque no sobresalga por su originalidad, es entretenida y está bien realizada.
Turbo es un correcto piloto de lo que será la nueva serie original de Netflix que se estrenará en diciembre con estos personajes. En este caso estamos ante un exponente de lo que es la segunda selección de Dreamworks, donde se ofrecen filmes para llenar un bache en el calendario de estrenos, mientras la compañía prepara la producciones grosas que tienen más virtudes artísticas. El próximo proyecto importante del estudio será Como entrenar a tu dragón 2 que se conocerá el año que viene. Turbo ofrece un buen entretenimiento sin muchas pretensiones. La película tiene algún momento gracioso pero no se destaca precisamente por el trabajo del humor, sino las escenas de acción en las carreras que están muy bien logradas. Como propuesta infantil, cualquier episodio de la serie Babar es un millón de veces superior, en materia de contenido y cualidades creativas que este film que nadie recordará entre las grandes películas del año. Sin embargo, en temporada de vacaciones de invierno es lo que hay disponible para ver y no deja de ser una opción pasable para los más chicos. No van a descubrir una película memorable pero se van a entretener un rato. Turbo en definitiva es una buena presentación de estos personajes que seguramente funcionarán mejor en cortos para televisión.
En una época donde la cartelera se encuentra plagada con varias películas animadas elegir una sola opción (o dos) puede llegar a ser muy difícil, más teniendo en cuenta que cada una ofrece una propuesta diferente. Y de eso se trata Turbo, porque si bien las carreras ya han sido exploradas en el cine de animación (recientemente por las malísimas Cars y Cars 2), este estreno aporta otro matiz. El aspecto más atractivo de esta película es su originalidad: la simple idea de que un caracol de jardín pueda correr a la par de autos de Fórmula Uno es brillante. Más aún si se tiene en cuenta el gran chiste mundial que representan los caracoles en cuanto a su lentitud, lo que convierte la premisa del film en una verdadera paradoja. Esto salió de la mente del novato director David Soren quien plasmó en su ópera prima la fascinación de su hijo por los caracoles y por las carreras. Así, con un guión simple y sin vueltas rebuscadas la historia fluye atrapando al espectador niño y no dejando de lado al adulto para nada. Los chistes están bien aplicados y los diferentes y diversos personajes se encargan de mostrar y señalar desigualdades, lo que sirve para dejar una especie de moraleja. La cual -afortunadamente- no es para nada anti clima porque está bien diseminada. La animación está a la altura de los buenos estándares que nos tiene acostumbrados Dreamworks pero no innova en nada nuevo y desde el arranque se nota que no nos encontramos frente a una de las obras cumbres de la empresa. Sólo vale destacar en cuanto a lo técnico, el sonido. Eso es lo único que sale de la media dado a que las carreras suenan de la misma manera que una real y los que son fierreros podrán apreciarlo. Lo que le falta a Turbo para compartir cumbre con los grandes hitos de la animación reciente es épica porque lo que tiene de original se desnivela (para abajo) por falta de escenas y diálogos que trasciendan. Ni siquiera en el climax cargado de emoción se logra generar una atmósfera tal. Pero eso es para ponerse exquisito y para los que disfruten desmenuzando películas porque el grueso del público de esta propuesta (los más chicos) lo pasará genial en la proyección. Si es que sus padres eligieron esta opción…
De la mano de 20th Century Fox y Dreamworks Animation nos llega Turbo, una película que lo que carece de originalidad lo compensa en entretenimiento, buena animación y un correcto uso del 3D. Rápidos y Moluscos Turbo es un caracol de jardín común y corriente. Trabaja en una huerta de tomates junto a otros miles de caracoles donde todos los días son iguales al anterior y donde sus vidas pueden terminar en un instante por las distintas amenazas que los acechan a todo momento. Pero Turbo tiene un sueño: ser el caracol más rápido del mundo, y luego de un extraño accidente lo consigue. Lejos de la huerta Turbo conocerá a otros caracoles amantes de la adrenalina y a Tito, un empleado de un restaurante de tacos, quien al ver su velocidad y con ánimo de salvar su negocio y el de sus amigos, lo inscribe para correr junto con los autos más veloces del mundo en la Indy 500. Lo importante es compensar Desde que en el año 1976 Sylvester Stallone estrenó Rocky, la lista de películas sobre la perseverancia y la autosuperación es casi infinita. Este tema es también uno de los preferidos del cine de animación, por lo cual a esta altura difícilmente se pueda ver a Turbo como una novedad. Dicho eso, es digno de destacar que a pesar de tocar un tema tratado hasta el hartazgo, Turbo termina siendo una película simpática e inofensiva. El mayor acierto del film está en no caer en el exceso de sentimentalismo que muchas veces viene de la mano con una trama como esta, de hecho es todo lo contrario, Turbo apuesta fuerte al humor y consigue sacarnos más de una sonrisa y carcajadas. Aunque a nivel guión Turbo es “una más”, a nivel visual la película es excelente. La paleta de colores y las texturas (sobre todo si la ven en digital) son simplemente espectaculares. El nivel de detalle que se logró, sobre todo cuando vemos de cerca al caracol o durante las carreras, son un placer para los ojos. También es digo de mencionar el fantástico uso del 3D, y lo digo con todo el dolor del mundo porque no soy un simpatizante del formato. El film aprovecha al máximo las perspectivas y se puede ver lo mejor de esta tercera dimensión sobre los últimos minutos, cuando Turbo ingresa a la competencia de autos. Aunque en su idioma original la película cuenta con las voces de talentos como Ryan Reynolds, Samuel L. Jackson, Michael Peña y Paul Giamatti, por desgracia (al menos para los adultos) la versión que vimos estaba doblada al español. Y si bien soy un ferviente creyente de que las películas deben verse en su idioma original, cabe destacar que el doblaje está muy bien y acompaña el tono del relato. Conclusión Turbo es una película divertida que a fuerza de risas hace olvidar las falencias de un guión poco original. Tierna e inofensiva, los más chiquitos sin lugar a dudas la disfrutarán al máximo mientras que los más grandes difícilmente resulten aburridos. El 3D expande la experiencia cinematográfica y es uno de los pocos casos donde está al servicio del relato y funciona como se debe. Sin lugar a dudas es una buena opción para estas vacaciones de invierno.
Un caracol a mil De Meteoro a Cars, hubo películas para chicos sobre la velocidad, pero pocas tan fantasiosas como la de este gasterópodo rápido y furioso. Aunque tiendan a la confusión, las de hoy no son páginas deportivas, sino de cine. Lo que pasa es que con el estreno de Metegol, gran apuesta animada del Oscar winner Juan José Campanella, y Turbo, lo nuevo de DreamWorks, el fútbol y el automovilismo han abierto sucursales en la gran pantalla. Pero acá se hablará de cine, aunque es inevitable no acercarse al origen que alimenta el imaginario sobre el que se desarrollan estos films, que en el caso de Turbo es el universo adrenalínico del Indycar, clásico del fast and furious made in USA. A pesar de que no es el primer producto infantil ambientado en las carreras de autos (Pixar ya les sacó rédito con las dos Cars, por no hablar de antecedentes como Meteoro), Turbo desvía la apuesta hacia una estética más realista, aunque el disparador no puede ser más fantasioso. Tanto como poner un caracol a correr en las famosas 500 Millas de Indianápolis. Turbo es un romántico que quiere ser caracol de carreras y es fanático de Goyo Ganador, gran campeón de Indycar, de quien todas las noches ve un video en el garaje de la casa en donde vive. Esa fantasía lo convierte en el hazmerreír de su colonia y la vergüenza de Chet, su hermano mayor, quien aspira a convertirlo en un elemento útil a la sociedad. Una noche, luego de que una carrera contra una cortadora de césped casi le cuesta la vida, Turbo irá a dar a una picada de autos tuneados, donde recibirá un baño accidental de nitrox. El resultado: acaba convertido en un caracol realmente veloz. Y otra serie de hechos lo llevará a ser capturado por Tito, un mexicano tan ingenuo como él, que junto a su hermano tiene un puesto de tacos en un paseo comercial de mala muerte junto a una autopista. El fenómeno único de la velocidad de Turbo representará para Tito la posibilidad de promocionar su comercio; y el iluso empeño de Tito será para el caracol una puerta a su ilusión de correr en Indianápolis junto a su ídolo. Turbo es un pastiche que cruza la grasada cool de alto octanaje de Rápido y furioso con las historias de superhéroes y las sagas de superación, habituales en las películas deportivas con Rocky a la cabeza, incluyendo la obviedad de “Eye of the Tiger” en la banda de sonido. Aunque no deslumbra, Turbo es un entretenimiento eficiente, con algunos subtextos de interés, relacionados con su relectura modelo siglo XXI del sueño americano. En primer lugar, su relato alienta el inconformismo y la ambición, esenciales para mantener la ilusión del progreso mágico que es el soporte ideológico de la sociedad estadounidense. A diferencia de Ralph, el demoledor, película de Disney tan brillante desde lo estético como ranciamente conservadora, que justamente hacía agua al proponer la idea de que lo mejor es conformarse con el lugar que la vida (y la sociedad) imponen, Turbo vuelve a las raíces del “mito americano”, afirmando que hay sueños difíciles pero no imposibles. Tan a las raíces vuelve la historia del caracol más rápido que sus creadores supieron actualizar con inteligencia a los depositarios del sueño fundacional. En lugar de irlandeses e italianos, los inmigrantes de siempre en el cine, acá son los mal llamados latinos, el elemento más joven del complejo genoma estadounidense, los que encabezan la lista de descastados que corren por un sueño. Ellos serán quienes se beneficien con el mundo de oportunidades para todos que se abre cuando se consigue atravesar la cada vez más amurallada frontera que separa a los Estados Unidos del resto del cosmos.
Si una rata pudo convertirse en chef de París en Ratatouille, por qué un caracol no puede transformarse en campeón de las 500 millas de Indianápolis. En el mundo de la animación, se sabe, todo es posible. Y cuanto más absurdo, mejor. En su nueva producción animada, DreamWorks -estudio que produjo las sagas de Madagascar y Kung Fu Panda- ofrece una vistosa comedia de enredos a pura adrenalina con elementos que remiten a otro éxito animado como Cars y, sí, a la franquicia de Rápidos y furiosos (hasta hay picadas callejeras con bellas chicas como "decorado"). Como en Metegol -el otro gran estreno animado de hoy- la veta deportiva es el trasfondo, pero no el eje exclusivo de la trama. Allí el fútbol y aquí las carreras de automóviles sirven como contexto para historias de superación individuales sobre típicos antihéroes que alcanzan sus sueños a fuerza de creer, de buscar de forma obstinada y, claro, de algún empujoncito propio de corte fantástico. En este caso, el típico perdedor que se redime es Turbo, un caracol que vive en medio de una plantación de tomates. El protagonista sueña con participar en las carreras (es muy buena la escena inicial en la que se "suma" a la imagen de un viejo televisor), pero todo le sale mal. Su hermano mayor Chet y el resto de la comunidad le recriminan que sea tan intrépido (la cortadora de césped de los jardineros, el triciclo de un niño cruel o unos cuervos que sobrevuelan el lugar son amenazas permanentes), pero él está decidido a salir al mundo real. Lo cierto es que -no importa mucho explicar cómo- adquirirá unos poderes sobrenaturales que le permitirán al lento molusco convertirse en un bólido. Con la ayuda de otros caracoles y de unos obesos latinos que venden comida mexicana (personajes simpáticos pero bastante estereotipados, por cierto) llegará al mundillo del automovilismo profesional para desafiar al egocéntrico campeón francés Guy Gagné. La película tiene una animación impecable (algo que ya es habitual en la producción mainstream de Hollywood, pero no está de más destacarlo) y un aprovechamiento integral de las posibilidades del 3D a la hora de trabajar los movimientos vertiginosos y la profundidad de campo, pero -más allá del encanto del protagonista y de varios personajes secundarios-en el resultado final hay algo de fórmula y déjà vu. De todas maneras, se trata de un entretenimiento de notable factura técnica y con una moraleja políticamente correcta que despierta más sonrisas que irritación.
Un competidor para nada lento El pobre no sabe que es caracol. Eso es al menos lo que sus congéneres dicen de Turbo, el molusco con pretensiones de bólido que esfuerza el pescuezo y toda su estructura para ir más rápido y pasa las horas encerrado en el garaje, viendo carreras de su ídolo, un supercampeón de las carreras de Indianápolis. Hasta Chet, su hermano mayor se preocupa por este aspirante a piloto, que desafía al siniestro dueño del jardín en que los animalitos viven, un "monstruo" de triciclo con aspiraciones de matador serial de todo bicho que se desplaza por el césped. Pero un día el milagro se produce, cuando Turbo escapa una noche y cae en una "picada" de autos sport, donde alguna sustancia con la que entra en contacto transforma el interior de su cuerpo de tal manera que a veces tiene un caparazón fosforescente y otras es capaz de correr a toda máquina. Extraña mutación genética que logra que Turbo esté cerca de sus deseos más profundos, el de llegar a competir en la mayor carrera de coches de los Estados Unidos y conocer a su admirado piloto y quién sabe, hasta ganar. CUMPLIR LOS SUEÑOS David Soren, el director de "Madagascar 2" muestra otra vez una graciosa historia de animales. Y esta vez se ocupa de estos antihéroes silenciosos y discretos que se agrupan en el jardín y tienen como mayor terror la presencia de cuervos que asolan su integridad. "Turbo" muestra un mundo casi desconocido, el de estos moluscos que ni siquiera se han convertido en mascotas y sólo alcanzaron cierta fama cuando la señora de la novela negra Patricia Higsmith dijo que eran su compañía predilecta, junto con los gatos y los hizo participar en algunos de sus cuentos. Claro que Turbo no es este tipo de caracol, porque se supone que un preferido de una escritora "negra", es un molusco bastante retorcido. Nada parecido a este dulce ser que hace cumplir el sueño del triunfo de cualquier pequeño (no hay héroes pequeños) y transmite conceptos como la unión y la amistad. Una película para los más chicos con algunas escenas vibrantes como la carrera final, algunos personajes risueños como el vendedor de tacos (tortillas mexicanas rellenas) y su familia y los compañeros del jardín. Emoción y buen ritmo son parte de esta producción animada, ideal para llevar a los más chicos al cine.
¿A él le dicen lento? Un filme energizante, con Teo, un caracol fanático de las pistas, cuyo cuerpo recibe óxido nitroso y desarrolla una velocidad única. Simple pero efectiva, Turbo no requiere (ni busca) grandes secretos argumentales sino un solo eje de acción: el don de la velocidad en el mundo de los opuestos. ¿Por qué? Un caracol es el protagonista. El original enfoque de la opera prima de David Soren, quien trabajó junto a los guionistas Darren Lemke (Madagascar, Jack el cazagigantes y Shrek para siempre) y Robert Siegel (El luchador), abarca la vida de Teo, un molusco fanático de las carreras y coleccionista (en VHS, ojo) de la trayectoria de Goyo, un conductor francocanadiense y quíntuple campeón de las 500 Millas de Indianápolis. Los días de Teo pasan tediosamente en un jardín donde se encarga, junto a sus amigos, de recolectar y alimentarse a base de jugosos tomates. Y cada mañana algún cuervo se lleva algún caracolito al estómago (epa, peli atp). Las antenitas del molusco no están en la rutina sino en las pistas. Es rehén de la velocidad y quiere batir su record de 17 minutos en carrera. Muy bien logrado el esfuerzo animado del pequeñito. Su vida cambiará cuando, junto a su hermano Chet (más precavido y menos intrépido que Teo), conozca a un grupo de “carrocoles”, moluscos con sus conchas espiraladas listas para pistear. Ellos son motivo de lucro para unos lumpenes humanos que trabajan en Starlight, un pequeño (y nada exitoso) reducto comercial. Allí trabaja Tito, quien con su hermano Angel, manejan el local Dos Bros Tacos y parecen el reflejo humano de los moluscos, el primero es soñador, aventurero, al segundo, sólo le interesa administrar el negocio. Pero un accidente hará “morir” a Teo y “nacerá” Turbo. Quedará embebido en óxido nitroso y su ADN se transformará (¿guiño a La Mosca o El Hombre Araña?) transformándolo en un caracol a altísimas revoluciones y un kilometraje digno de un Fórmula 1. Desde ese momento el filme comienza a ganar en vértigo y el 3D hará de las suyas. Sobre todo ante los intrépidos participantes en las 500 Millas de Indianápolis. El villano de turno es, paradójicamente, Goyo, su ídolo, quien le da dramatismo al filme mostrando la esencia humana del narcisismo y depredación competitiva. Valdrá todo para derrotar al ingenuo Turbo, quien se enciende como si fuese un neón azulado y dejará atrás a todo aquel vehículo que desafíe su velocidad supersónica. Los personajes secundarios carecen de relevancia en el filme, corren desde atrás al caracol estrella que acapara todo. Asoma Sombra (por su rol de antihéroe), Chicotazo -adaptado con la voz de Samuel Jackson- y Pepe Maniobra, doblado por Snoop Dogg. El hip hop manda como banda sonora y también está la voz de Michelle Rodríguez (sí, la de Rápidos y Furiosos), fiel representante de cine y velocidad. Turbo podrá ser algo inocentona, pero para aquellos fierreros que se alían a los desvalidos, pongan primera y déjense llevar por la velocidad... sí, de un caracol.
El nuevo sueño de los campeones Un caracol que adquiere poderes sobrenaturales es el eje de este nuevo film de animación con producción de los estudios DreamWorks, que para la versión original convocaron a estrellas como Ryan Reynolds y Paul Giamatti. Turbo se suma a la pelea del cine de animación del año 2013. No es cualquier pelea: quien la gane, o quienes salgan airosos de la misma, se quedarán con la taquilla anual. El cine de animación ha ido tomando el mercado mundial y en la Argentina suele estar en la cima. Hoy jueves, son cuatro los títulos que buscan quedar primeros en la carrera: las ya estrenadas Monsters University y Mi villano favorito 2, y junto con Turbo la película de animación argentina Metegol. Aunque está producida por DreamWorks, Turbo es la tapada de las cuatro, ya que tiene a priori el menor número de público cautivo. Es la historia es la de un caracol con sueños de grandeza. O mejor dicho, con sueños de velocidad. Sí, claro, ese es el gran chiste. El animal famoso por su lentitud, quiere ser piloto de carreras. Bah, quiere ser piloto y auto de carreras al mismo tiempo. La vida proletaria, sacrificada y gris, donde todo puede terminar con la simple aparición de un cuervo, no es para él. Los demás aceptan con amarga resignación, esta rutina y no gritan, ni se desesperan cuando en mitad de la jornada, mientras hablan, uno de ellos es capturado. Turbo cuenta la historia de un soñador, de un osado, de alguien que no se resigna. Es esa osadía, la que lo pondrá al borde de un accidente que lejos de matarlo, lo hará renacer convertido en otro. Como un superhéroe, Turbo sufre una transformación física y se convierte ya no sólo en un caracol rápido, sino en uno tan rápido que incluso podría participar en carreras de autos. El guión es muy simple, más simple imposible. Todas las costuras y los lugares comunes están a la vista. Quienes hemos visto ya este casi una docena de films de animación, no nos vemos muy sorprendidos por lo visual tampoco. Pero aun así, Turbo termina ganando un poco hacia el final, cuando logra dejar al espectador más indiferente al borde de la butaca. Para llegar a ese final pasa tal vez demasiado, pero finalmente llega. Evitar metáforas acerca de esto y el caracol es un lujo que es mejor darse. Como dato extra más, hay que decir que el juego de voces latinas en una película en inglés se pierde por completo en la versión doblada de la película. Turbo es la opción más simple y directa de las que están en cartel. No hay nada que objetarle en sus ideas, no hay mucho para agregarle tampoco.
"Turbo" resulta una grata sorpresa dentro de la animación moderna. Sin animales que queden por dibujar, Dreamworks encontro en los lentos y pachorros caracoles, la formula para contar una historia sobre la superacion personal, los sueños por cumplir y el poder de la amistad. Y lo hace valiendose de toda la parafernalia del mundo de la competicion automotor. Los circuitos, los fanaticos de los "fierros", los corredores y la velocidad, son partes importantes de este cuentito, sencillo, contundente y redondo, como la caparazon de un caracol. Buenos personajes secundarios, colores estridentes y secuencias dignas de "Rapidos y Furiosos" hacen del filme, un verdadero deleite para los sentidos. Una de esas peliculas animadas, que los padres disfrutaran a la par de los mas niños.
Súper caracol en la pista La nueva animación de la factoría DreamWorks Animation nos trae personajes muy pequeños pero con grandes desafíos. Titulada Turbo (2013), esta película reúne en una misma historia autos de alta competencia con simpáticos caracoles. Sí, ¡caracoles! ¿Quién dijo que un caracol no puede competir en una carrera de autos y convertirse en superhéroe? Todo se hace posible cuando se trata de entretener a los chicos. Turbo es un caracol que sueña con ser veloz, y convertirse en el mejor corredor del mundo. Es un caracol de jardín, y comparte el trabajo en una huerta con otros caracoles lentos, pero vive obsesionado con la velocidad, con todo aquello que se mueve rápido. Ahora, siendo un caracol, ¿puede ganar las 500 millas de Indianapolis, una de las carreras más famosas del mundo? Imposible, ambicioso y absurdo para un animal de su especie. A través de un golpe de suerte termina en el motor de un auto deportivo que está corriendo una picada en la calle, y alcanzado por el óxido nitroso que el conductor aplica para ganar velocidad. Sustancia absorbida por su cuerpo y su estructura molecular modificada. Es allí donde pasa de ser Teo a ser Turbo, ya que adquiere súper velocidad. Uno de los aciertos del largometraje es la elección musical con la que se complementa la historia, en simultaneidad con los diversos sonidos de carrera que promueven la sensación, junto con las imágenes tridimensionales, de ‘estar-ahí’, más aún en las escenas de la competencia. Las imágenes logran emocionar visualmente durante la carrera, la muchedumbre exaltada en las tribunas alentando y, sobre todo, cuando se percibe la vulnerabilidad de Turbo al enfrentarse a semejantes automóviles que corren junto a él en la pista. La fragilidad de la animación se encuentra en la falta de humor. Si bien provoca alguna risa, no hay mucho más. Incluso los personajes secundarios, por ejemplo los astutos y fierreros caracoles con los que se encuentra el protagonista una vez que descubre su nuevo poder, no llegan a tener mayor relevancia porque les falta alcanzar una sólida identificación por parte del público. En cambio Turbo es un personaje perfectamente definido, al igual que su hermano mayor Chet. Es en esa relación, y en la de los humanos que los adoptan –Tito y Ángel-, donde el film cuenta básicamente una historia de hermanos en la que se detecta la dicotomía entre el soñador y el realista, el optimista y el pesimista. Turbo y Tito son los arriesgados; Chet y Ángel, los precavidos. En torno a esa disputa gira buena parte de la trama, con un mensaje alentador para los más chiquitos.
¡Acelérele chofer! ¡Acelérele chofer! Que nos viene persig… ¿Un caracol? Es difícil calificar a una película animada cuando es linda sólo para los niños. Me refiero a que desde el día cero, estamos acostumbrados a ver films de este género que se combinan con escenas y diálogos que sólo entendemos los adultos. A los peques les alcanza con ver muñequitos coloridos que se mueven ‘payasescamente’, y por eso quienes los acompañamos (bue, está bien, no siempre; sólo lo digo para quedar bien), necesitamos algo más. El caso de Turbo (2013), la nueva apuesta de Dreamworks apunta más al público infantil, lo cual en esta época vacacional nos viene como anillo al dedo. Pero si la comparamos con otras producciones mucho más elaboradas y divertidas… Pasará un tanto inadvertida. Theo es un simple caracol de jardín harto de la rutina y dispuesto a llevar a cabo su sueño: correr como los automóviles. Sin embargo, le hace falta un pequeño detalle llamado velocidad, objeto de burla de sus compañeros de planta (literalmente; ahí es donde trabajan). Y mientras la mayoría come tomates en el almuerzo y vive una vida lo menos arriesgada posible, Theo se manda una macana en la cual quedará babosamente pegado su hermano mayor. Juntos abandonarán ese dulce jardín de barrio e irán a parar a un puesto de tacos en las afueras de la ciudad, al costado de la ruta. Es que el caracol que antes se paseaba a 15 centímetros cada 15 minutos, se ha convertido accidentalmente y por azar del destino en un vehículo tan veloz como los de Rápido y Furioso. Imaginen la revolución que arma este molusco de ciudad; tal es así que conseguirá ser inscripto en el famoso certamen de las 500 millas de Indianápolis y correr contra su ídolo de Fórmula 1. Semejante delirio es tan sólo digno de una película animada, y eso tiene que ver con la moraleja (nunca antes vista) de la historia: Ningún sueño es imposible. La estética de la animación en Turbo no es lo mejor, ídem el desarrollo de los personajes. Por supuesto queno faltan los estereotipos, ni fallan las deliberadas publicidades de marcas internacionales. El mayor logro en cuanto a gags se hace repitiendo una y otra vez un mismo chiste o momento incómodo que el espectador disfruta mucho,pero sólo la primera o segunda vez. Entonces, ya escuchaste mis advertencias: es una película más bien familiera. Si sos de los que disfrutan únicamente del humor inteligente que tienen otros films anteriores como Shrek o Madagascar, forget it. Lo que me gusta de este tipo de aventuras es el repaso que se hace sobre algunas cuestiones. En Turbo, el ejemplo sería ‘las amenazas’; todo aquello que lleva escrito el nombre del peligro para estos bichitos que llevan su casita a cuestas. La sal, las cortadoras de césped, los cuervos… Y la peor de todas: El niño en el triciclo. Sin embargo, los clichés están a la orden del día. Como siempre, verla en idioma original supone un aditivo importante, debido a la gran presencia de voces conocidas. En este caso tenemos la participación de Ryan Reynolds, Paul Giamatti, Michael Peña, Samuel L. Jackson, Snoop Dog, Maya Rudolph, Ben Schwartz, Richard Jenkins y Michelle Rodriguez, entre otros. Con esta película, llegué a la conclusión de que los sueños alcanzan más revoluciones por minuto que Theo transformado en turbo, cargado con nitro y acelerando al ritmo de la Ferrari de Schumi. ¡Dale! Corré a tu taller amigo y entérate de cuántos caracoles de fuerza tiene tu auto.
VideoComentario (ver link).
¿Cómo mezclar un caracol con la carrera de Indianapolis? La respuesta la tienen los creadores de Madagascar, Kung fu Panda y The Croods. La historia del diferente que se atreve a la rebeldía de soñar y creer lo imposible, con amigos entrañables, algunos que lo acompañarán desde el comienzo y otros que le reconocerán la proeza. Diversión para toda la familia y excelencia técnica.
Caracol tuerca Esta nueva película de la productora Dreamworks se sostiene como un buen entretenimiento, sólo que, si como padres o espectadores vamos en busca de un plus de contenido, no lo encontraremos en grandes cuotas. Turbo simplemente es la historia de un caracol que quiere convertirse en corredor de carreras y que, gracias a un accidente genético durante un concurso callejero de picadas (quizás sea reprobable atribuirle cualquier beneficio a esta clase de competencias, pero aquí no fue tenido en cuenta), se convierte en un bicho superdotado para la velocidad, que se enrola para ganar las célebres 500 Millas de Indianápolis. Perseguir los sueños hasta alcanzarlos, no dejarse abandonar ante las dificultades, o trabajar en equipo son algunos de los valores que sustenta este relato. Pero tiene mucho más para dar en el campo de los sentidos. ¿El motivo? Pues que es una película entretenida, con buen ritmo, a la que los chistes le funcionan y que además ofrece una pequeña sinfonía de formas, colores y movimientos, tanto raudos como picarescos. Sí hay que hacer el señalamiento de que su versión en 3D deja un poco que desear. El aprovechamiento de este recurso es más bien básico, y con el presente precio de la entrada, más vale reservar el dinero para una ocasión mejor. Pero volviendo a la historia, no tienen desperdicio las caricaturas de los caracoles, el diseño de los caparazones cuando se convierten en chasis de vehículos, su relación con la naturaleza (los campeones se ponen collares de lechuga) o su puesta en perspectiva con el gigantismo de los humanos, a través de algunas humoradas muy perspicaces. Uno de los momentos más emocionantes (no el único) es la carrera final de Turbo contra el maléfico campeón Guy Gagne en Indianápolis. Ingenio, imaginación y vértigo se combinan en dosis generosas. Se empujan las acciones hacia desafíos cuyas resoluciones visuales luego sorprenden, como cuando para no morir aplastado por una rueda contra el guarda rail de concreto que limita la pista, avanzando a cientos de kilómetros horarios, el caracolito se refugia en la llanta del neumático de su malintencionado contrincante. Turbo conforma y da para más. Los personajes son queribles y probablemente los niños los adopten. Tal vez no tardemos demasiado en escuchar que se aproxima la secuela, haciendo tronar los motores.
¡Es "Rápidos y Furiosos"... pero con caracoles! La nueva propuesta en 3D de los estudios DreamWorks Animation, los mismos responsables de "Kung Fu Panda" y "Los Croods", gira en torno a un pequeño caracol de jardín llamado Teo (voz de Ryan Reynolds) que está cansado de su rutinaria, aburrida y lenta vida. El insatisfecho molusco, autonombrado "Turbo", está obsesionado con la velocidad. Quiere dejar de lado el trabajo que comparte con los otros de su misma especie -el de recolector de tomates, su principal fuente de alimentación- para perseguir su gran sueño: competir en las 500 millas de Indianápolis, una de las tres competencias más importantes del mundo de la especialidad. Claro que es una idea extremadamente loca y resulta un tanto imposible que el pequeñín logre su cometido. Pero como bien dice su ídolo, el exitoso corredor francés Goyo Ganador (en la voz del comediante "SNL" Bill Hader) "... ningún sueño es demasiado grande, y ningún soñador es demasiado pequeño". Turbo entrena incansablemente, y mide su progreso con una regla de un metro (su mejor récord es haber recorrido el "trayecto" en 17 minutos). De manera milagrosa, en realidad mediante una infusión accidental de óxido nitroso que termina modificando su estructura molecular (como consecuencia de que Turbo va a parar adentro del motor de un Camaro que está corriendo una picada en la calle), el protagonista adquiere super velocidad que lo lleva a alcanzar los 320 kilómetros por hora. A partir de ese momento, la lentitud ya no es un impedimento para el caracol. El molusco motorizado cruza su camino, ese mismo que emprendió para cumplir su sueño, con Tito (voz de Michael Peña), un vendedor de tacos que también tiene su propio deseo. Si bien es co-propietario -junto con su hermano Ángel (voz de Luis Guzmán)- de un negocio y un camión que comercializa esa típica comida mexicana, la actividad secundaria de este muchacho bonachón es enfrentar a caracoles, unos contra otros, en competencias de carreras no tan rápidas y furiosas. Así es como Turbo conoce a los "Caracoles de Carreras". Chicotazo (voz de Samuel L. Jackson), Pepe Maniobra (voz de Snoop Dogg), Pólvora (voz de Maya Rudolph), Derrapón (voz de Ben Schwartz) y Sombra (voz de Michael Patrick Bell, conforman un grupo heterogéneo con caparazones que parecen mini coches de carreras. El reparto de voces de esta excelente y entretenida comedia animada se completa con Ken Jeong como Kim Ly, una irritable y vieja dueña de un salón de manicura; la "rápida y furiosa" Michelle Rodriguez como Paz, dueña de un taller mecánico; Richard Jenkins como Bobby, dueño de una de las más menospreciadas (y desoladas) tiendas de hobbies en el Valle de San Fernando y Paul Giamatti como el caracol Chet, hermano de Turbo. A ellos se suman las participaciones de los pilotos profesionales Dario Franchitti, cuatro veces campeón de la IndyCar Series y ganador en tres ocasiones de las 500 millas de Indianápolis; el legendario Mario Andretti y los prestigiosos pilotos Helio Castroneves y Will Power, quienes además ayudaron para que el proyecto se sintiera lo más auténtico posible.
Molusco supersónico Las vicisitudes de la distribución local con vistas a ganarse la parada en materia de estrenos para estas vacaciones de invierno alteraron el panorama cinematográfico de la cartelera y en cierta medida dejaron planteada la desafiante carrera de la animación digital con el crédito argentino Metegol frente a los tanques habituales encabezados por Monsters University -que continúa cosechando dividendos-, seguida por Mi villano favorito 2, por el momento líder en taquilla, y ahora sumándose Turbo, este nuevo contendiente de la factoría Dreamworks, globo de ensayo para la promoción de la serie original Turbo F.A.S.T. a emitirse en 2014 por la cadena Netflix. No podrá pasar desapercibido -por lo menos para aquellos que tenemos algo de memoria- que Turbo toma prestado –para utilizar un término feliz- de varios films animados conceptos e ideas para solamente aportar la novedad de un caracol amante de la velocidad. En primer lugar, el habitante descarriado dentro de su comunidad que va contra el conformismo de la mayoría y quiere ser otra cosa ya había sido explotado en Hormiguitaz (1998) con mejor sustento narrativo, mientras que Cars (2006) asoma no sólo desde la impronta tuerca sino a partir de la presentación de un reducto comercial venido a menos que repunta económicamente gracias a la novedad del molusco supersónico, por no citar además la presencia de cuervos que diezma a la población de caracoles repentinamente al igual que ocurre en Rango (2011) y la más evidente referencia a la lógica de Ratatouille (2007): pequeño que sueña en grande y logra vencer su propia naturaleza en un camino de autosuperación. De este desglose pormenorizado entonces cabe preguntarse ¿qué tiene de nuevo Turbo? La respuesta es sencilla absolutamente nada, pero eso no la condena en términos cinematográficos al exilio ni tampoco la ubica en el rincón que acumula polvo en las repisas, aunque si no existiera la apuesta a la serie televisiva sin lugar a dudas en la vorágine de la animación quedaría relegada y rezagada a pesar de su velocidad en pantalla. Como decía, el protagonismo recae en un caracol con sueños de grandeza para quien el peligro debe buscarse en la aventura del afuera y no en la comodidad del adentro, en el jardín lindero a una casa donde las amenazas de lo cotidiano son un niño desalmado que pisaría cuanto caracol se cruce en el camino con su triciclo, la cortadora de césped y los cuervos. En el garaje de esa casa, una colección de VHS con declaraciones de un corredor francocanadiense alimenta el sueño de Teo de convertirse en su ídolo automovilístico y alzarse con el trono batiendo records de velocidad. Para que ese verosímil se sostenga a lo largo de la trama, que no repara un segundo en todos los lugares comunes incluida la galería habitual de personajes secundarios, léase caracoles de diversa forma y tipo, que en este caso no opacan al protagonista, el elemento anómalo o accidente otorga a Teo la capacidad de mutar en Turbo y gracias al vinculo con un soñador igual que él, el latino de turno llamado Tito, embarcarse en el desafío de correr las 500 millas de Indianápolis. últimamente dentro de cierto sector de la crítica que toma las películas animadas no como lo que son sino que intentan analizarla desde el mensaje o contenido cuando es claro que en estos productos eso es un pretexto más que una definición, debería hacerse hincapié en que las ventajas deportivas no se relacionan con el esfuerzo sino con el doping o la presencia de un elemento ajeno a la naturaleza para desarrollar un poder. Eso es lo que ocurre ni más ni menos que con el voluntarioso Teo al tomar primero una bebida energizante que le otorga a su osadía de querer abandonar a su grupo un plus de valentía necesario para romper la inercia del conformismo, pero lo más llamativo es la accidental caída en un motor de autos para que en su organismo ingrese el óxido nitroso y así modificar su ADN en la metamorfosis de Teo a Turbo. Caer en este detalle superfluo y focalizar la crítica equivocadamente en el mensaje resulta poco interesante y en detrimento de lo que realmente importa si de animación digital se trata por lo cual la factura técnica y el uso del 3D en las escenas de vértigo en las pistas son el principal atractivo de este híbrido animado de Dreamworks, con muy poco contenido a la vista, que seguramente vaya perdiendo la pole position en lo que a taquilla representa y esperemos que el responsable de ese traspié sea el crédito argentino.
El caracolito feo Es curiosa la maniobra de Dreamworks: en el año donde dos competidoras como Pixar e Illumination salieron a la cancha con Monsters University y Mi villano favorito 2, dos películas con un público cautivo muy grande -y si le sumamos que en la Argentina se estrena el mismo día que la archipromocionada Metegol-, el estreno de un film sin genealogía previa, con olorcito a ya visto y poco marketing a la vista como Turbo, parece casi una osadía (que conste que no lo es porque el film resulta bastante simple y cristalino en su moraleja, aunque tal vez sí lo sea desde un punto de vista estratégico): es decir, el habitualmente monstruoso Dreamwoks involucrado en una acción de compañía independiente -si no fuera porque la cantidad de salas me lo desmiente-. Y en ese sentido -hay que reconocerlo-, Turbo se sostiene por sus propios méritos al ser un film que, también hacia adentro y con coherencia, habla de ser y hacer la que a uno le parece sin estar tan atento al qué dirán. Lo fundamental de Turbo, la película, es eso: llega a la cartelera casi por sorpresa, sin importarle los Sullys, Wasowskis o Minions del mundo. Así como a Turbo, el protagonista, tampoco le interesa que sus pares caracoles se burlen de su pasión por la velocidad ni que los humanos descrean de sus méritos para competir en una carrera de autos. El conflicto del protagonista es muy parecido al de Remy, aquella rata de Ratatouille -un paria tanto para los propios como para los extraños- aunque claro que sin el vuelo narrativo, ni el riesgo formal, ni la profundidad en la resolución de conflictos de Pixar y de Brad Bird. Es que ya casi desde su génesis -el mundo del automovilismo con su virilidad y su testosterona en estado de ebullición- Turbo se asume como un film escasamente complejo y se aviene exclusivamente a llevar bien el cuento que cuenta. Si hasta en sus citas hay una claridad respecto de lo simple y llano del asunto: We are the champions y Eye of the tiger son las referencias musicales que se escuchan en diversos momentos. Es decir, Dreamworks, ya despreocupado de la lucha por la taquilla y a sabiendas que tiene el “patito feo” de la temporada animada entre sus manos, acepta la apuesta de contar una historia sencilla de la mejor manera posible. Una película humilde, se podría decir. Ya demostró con Madagascar 3 que tienen el lápiz afilado para el universo desaforado y con Cómo entrenar a tu dragón, que pueden también contar historias humanas, emotivas y amplificadas en sus complejidades como lo hace Pixar. Pues, Turbo viene a ocupar una segunda línea bastante orgullosa con ejemplos tan válidos como Vecinos invasores o Megamente, y lejos de feísmos varios como El espantatiburones o Monstruos Vs. Aliens. La lucha del caracol que va tras su sueño y triunfa, es claramente una revisita al imaginario Americano. Uno puede estar de acuerdo o no con esta idea, pero no puede estar en contra de cómo Turbo la pone en pantalla: sus personajes son coherentes, sus motivaciones justas y razonables, y la utilización de los clichés del cine deportivo no hacen más que darle un marco de emoción a las instancias definitorias: ahí, el director David Soren se vale de las posibilidades de la animación y construye una serie de imágenes creativas y con mucha lógica interna más allá del absurdo de ver a un caracol corriendo contra autos de la categoría Indycar. Ojo, aquel sueño americano tiene sus paradojas: Turbo y su hermano caen por puro azar entre un grupo de fanáticos de las carreras de caracoles. Ese grupo, está compuesto por mexicanos, asiáticos y otros marginados de la sociedad norteamericana. Obviamente, el juego de espejos se da entre los caracoles y aquellos humanos, algo explicitado en un diálogo a cuatro voces que se da por ahí. Es un raro fenómeno este, el de incluir estereotipos extranjeros (ya ocurría en Mi villano favorito 2) y que si bien pueden no operar como inclusivo sí al menos van determinando, desde el cine animado, otro tipo de culturas que se cuelan en el imaginario. Que Turbo es una película optimista, no caben dudas. Si su optimismo es cinismo, ya no sabría decirlo. En todo caso, es la historia de un caracol que (SPOILER) gana las 500 millas de Indianápolis (FIN DEL SPOILER) y la película se pone deliberadamente del lado de los desplazados.
No es fácil divertir con un caracol Un caracol odia la lentitud de su rutinaria existencia y sueña con la velocidad de las carreras de autos. Dado que en la industria de la animación digital todo es posible, un extraño accidente convierte al caracol en un mutante ultrarrápido, listo para competir y ganar en un circuito profesional, nada menos que Indianápolis. El chiste de volver veloz a un caracol es bastante elemental, y el desafío de "Turbo" es darle detalles atractivos a semejante asunto minimalista y previsible. El problema es que por más que se lo intente, no hay manera de aportarle carisma a un caracol, por más ultraveloz y fosforescente que sea, aun en 3D, y con toda la pericia técnica de los estudios Dreamworks. Por suerte hay personajes secundarios, diálogos irónicos y, sobre todo, fascinantes climas visuales para hacer realmente entretenido todo el asunto.Sin poder sacar la trama de su obviedad inclusive desde el punto de vista del público infantil-, de todos modos la película incluye gags de humor negro con algún toque de realismo en sus apuntes sobre la dura vida del caracol, siempre a punto de ser aplastado por algún ser más grande. Es decir, casi todo ser vivo que lo rodea. Los guiños a la saga de "Rápido y furioso" y la dinámica banda sonora ayudan a que todo camine velozmente hacia el momento culminante. Que, por supuesto, incluye una carrera en la que un bicho pequeño y baboso compite en medio de autos de verdad, con ruedas, motor y carrocería, y no sólo un caparazón mutante. El climax tiene todo el vértigo y la superacción surrealista digna de las ideas dementes de genios del cartoon analógico como Tex Avery, que de todos modos siempre mantuvo la moderación necesaria para ni soñar con hacer un largometraje protagonizado por un caracol.
Turbo es imperdible!!! Si bien no es una revolución dentro del género, lo importante es que es visualmente atractiva gracias a sus diseños y sus brillantes colores y tiene una historia simple pero más que agradable y divertida, con el plus del mensaje sobre los sueños cumplidos...
Poderoso el caracol En el cine el verosímil no tiene porqué ser respetado, mucho menos si se trata de una animación. Y la originalidad de “Turbo” es que sus pequeños héroes ni siquiera se ciñen a un modelo antropomorfo. Así resulta posible que un caracol protagonice un filme, que compitan en Fórmula 1 mientras se desplazan con sus frágiles cuerpitos... a 300 kilómetros por hora. El encargado del prodigio es uno más entre una colonia de caracoles que viven de una huerta de tometes. Con toda su inocencia, “Turbo” resulta una película atractiva y original. Aunque el filme no escapa al formato de un relato sobre la superación de los obstáculos, DreamWoks, como lo hizo en “Antz” con las hormigas, genera empatía y transforma en héroe a otra criatura generalmente subestimada y combatida.
“Turbo” llega a los cines argentinos con la difícil tarea de hacerle frente a los otros tanques animados ya estrenados: “Metegol”, “Monsters University” y “Mi villano Favorito 2”. Para cuando salga este comentario las cuatro películas integrarán el podio de lo más visto en esta primera semana de vacaciones. Un cuarteto de animación, cada uno con su propuesta particular. La historia pasa por un caracol consciente de ser y estar en el cuerpo y lugar equivocados. No sólo anhela moverse de otra manera y en otro ambiente, sino que también desea fervientemente ser ultra veloz para poder seguir su sueño de correr carreras. En este contexto, su hermano Chet representa la resignación incondicional a su condición de caracol y se lo comunica constantemente. Digamos, el “no poder ser” más de lo que se es. Una virtual renuncia a cualquier tipo de aspiraciones, lo cual excede a ser simplemente un realista consciente de sus limitaciones Por circunstancias de esas que hay que tener muy buena voluntad para aceptar en el marco de lo verosímil (ya sé, es de dibujos animados pero todo tiene su código), Turbo cae en manos de Tito, su homónimo en versión humana en tanto querer y creer lo imposible. La diferencia está en las ideas alocadas que se le ocurren para levantar el negocio de “tacos” que tiene con su hermano Aneglo (Sí. La versión humana de Chet) Turbo no aspira a otra cosa que ser una película con guión de conflicto débil (por ausencia, no por omisión), centrándose casi exclusivamente en mostrar el deseo de superación. Nada más. A decir verdad, para el momento en que se manifiesta un personaje antagonista que podría funcionar mucho mejor para instalar la conveniencia de la sana competencia estamos casi en el final, y ya es tarde. Al menos no estamos frente a algo pretencioso. El director debutante David Soren se pone al hombro un tipo de producción que, por sus características, es muy difícil volver atrás o filmar de nuevo. “Turbo” cumple con la tarea de entretener, sobre todo a los pibes tuercas, y deja lo mejor del humor para Tito. Está lejos de convertirse en un clásico, pero justifica el paseo con los chicos.
Como si de la propia película se tratase, Turbo llega a los cines argentinos como el underdog. Aquel término, que no tiene una traducción literal, hace referencia al que corre con desventaja, al competidor improbable, más propenso a hacerse con el cariño del público antes que de los laureles en el deporte. Las veteranas franquicias representadas por Monsters University y Despicable Me 2 largaron tiempo atrás y se convirtieron en los elegidos de la audiencia, Metegol juega de visitante y su rotundo éxito en la venta de entradas significa el relegamiento del caracol a un cuarto lugar que merecía por ser la criatura más lenta y la producción menos instalada, pero cuya calidad final la hace merecedora del combate por la gloria. Turbo no es un hito de la animación, ni en su calidad técnica ni en sus valores cinematográficos. Es un piloto más, uno de los 19 cuyos nombres no figuran entre los tres que subieron al podio y festejaron con champagne. Es, no obstante, un competidor digno. No cualquiera puede subirse a uno de estos vehículos y aspirar a correr igual que los grandes. Se trata de una película que no ofrece nada novedoso al género, pero que se guarda algunas maniobras espectaculares. Divierte y lo hace bien, de hecho en ocasiones es sumamente graciosa. Se puede ver cierto parecido con Antz. Más allá de la estructura obrera de la comunidad de moluscos, bien puede pensarse en la época en que DreamWorks respondió con sus hormigas a A Bug's Life, tratándose en este caso de una variante al universo de Cars. Aún siendo ese el caso, David Soren conduce su película con soltura. Su problema puede ser la caída permanente en lugares comunes, pero compensa con mucho corazón, con una historia de pequeños gigantes, de héroes imposibles, de aquellos que Robert D. Siegel, uno de sus guionistas, conoce bien como uno de los autores de The Wrestler. Ofrece una importante cuota de humor y la necesaria emoción -sobre todo en el final- que una propuesta así requiere. Incurre en cuanto cliché puede, pero de repente llega un cuervo, se lleva a un caracol de la formación y nadie reacciona, excepto el público que se ríe, sobre todo con la repetición. Habla sobre la familia, especialmente la relación entre hermanos, y supone cierta novedad frente a la gran cantidad de propuestas dedicadas, cada vez más, a ese tópico fantástico que es la amistad. La principal pérdida tiene que ver, una vez más, con la gran cantidad de figuras que aportan sus voces y se esfuman en el doblaje. Turbo puede no ser el mejor competidor en la carrera, pero con su tiempo en pantalla justifica su visionado con risas y pasión. Logra transmitir lo segundo al espectador, que vibra con su velocidad en constante aumento. Crece de forma permanente, desde bien abajo hasta la gloria en pantalla. El típico underdog. Y pocas cosas se disfrutan más que un héroe proletario.
Las andanzas de un caracol veloz. Esta es una comedia animada que la podes disfrutar en los formatos de 3D, 35mm o Digital 2D, donde relata las aventuras de unos caracoles de jardín. Theo (voz original en inglés Ryan Reynolds), lleno de esperanzas y sueños vive en una comunidad de caracoles y todos se encuentran expuestos a distintos peligros; desde una podadora de césped, buitres al acecho, un niño en triciclo, entre otros. Ellos buscan su comida diaria, esto no es tarea fácil, tiene sus riesgos, Chet (voz original en inglés Paul Giamatti) más realista, es el hermano de Theo, que lo ama profundamente. Todos buscan tomates maduros, entre otros alimentos. Theo por las noches ve su programa favorito relacionado con la “Fórmula Uno” en un televisor viejo. Allí está el ególatra campeón francés Guy Gagné (voz Bill Hader) que posee un carácter similar al de un personaje de la película “Metegol” de Juan José Campanella que casualmente se estrena el mismo día. Llega el momento en que los niños quedarán maravillados porque los milagros existen, este simpático caracol Theo tras un accidente involuntario (no voy a develar que pasó) adquiere superpoderes, y deberá perfeccionarse para saber utilizarlos. En un principio esto no resulta nada sencillo y solo queda cumplir el sueño de toda su vida: correr la carrera de Indianápolis de las 500 millas. Este nuevo héroe ahora es conocido como "Turbo". Todos sus amiguitos ante tal situación se sorprenden al conocer sus nuevas habilidades y acá surge una de las tantas enseñanzas que tiene la historia “si sos perseverante en algún momento te llegan las oportunidades”. Todos los de la comunidad ayudan, como así también un grupo de humanos amables para que logre este gran sueño. Ingresamos a esta gran aventura y nos introducimos en el mundo del automovilismo. Como el cine es fantasía, este caracol corre a la par de autos de “Fórmula Uno” y todas las situaciones son como si estuviéramos en una verdadera carrera, los movimientos de banderas, las chicas con carteles, los relatores, el ruido de los motores, las tensiones en cada situación de riesgo, los autos con accidentes, el ingreso a boxes, el aliento de los espectadores, entre otros. La historia contiene situaciones de enredos, adrenalina, mucha acción, aventuras y bien colorida. Uno de los mayores atractivos para los niños es como estos moluscos gasterópodos que se mueven con lentitud alternando contracciones y elongaciones de su cuerpo, puedan encontrarse en una competencia corriendo a gran velocidad. La banda sonora es maravillosa con temas muy conocidos para los adultos, como "We are the champions", de Queen, entre otras. Aquellos adultos que acompañen a los chicos también la van disfrutar porque tiene algunos guiños para ellos, visualmente es atrayente y el 3D se lo otorga mas. El protagonista es muy gracioso, pero los personajes secundarios también: Whiplash (voz Samuel L. Jackson), Tito (voz Michael Peña), Bobby (voz Richard Jenkins), Paz (Michelle Rodriguez), Burn (voz Maya Rudolph), entre otros. Como ya nos tienen acostumbrados, hay que ver los créditos finales porque tiene escenas extras.
Turbo es la historia de un caracol que sueña con ganar las 500 millas de Indianápolis. Una locura de entrada, claro, pero narrada de manera concisa, sin desvíos y recto al punto. En los EE.UU., este sub género suele denominarse “underdog story”, la historia -casi siempre deportiva- de alguien que gana aunque no tenga, originalmente, cómo. Parte del sueño americano, claro, aunque en este caso sirve de vehículo para narrar la historia de un grupo y de dos pares de hermanos (unos caracoles, otros humanos). Hay buenos gags y nada es gratuito dentro de la fantasía de la película, aunque la originalidad brilla por su ausencia. Eso sí: la pandilla de caracoles locos que corre, vuela, salta y hace lo imposible es de las mejores invenciones del cine animado en los últimos años aunque, desgraciadamente, tienen menos tiempo en pantalla de lo que uno querría (están muy cerca, en su belleza de diseño y su carácter puramente “cartoonesco” y absurdo, de los venerables pingüinos de Madagascar).
Un espectáculo digno mientras corre el receso invernal Theo es un caracol que sueña con convertirse en corredor de las 500 millas de Indanápolis, mientras padece los usos y costumbre de su especie, condenada a salir cada mañana al jardín para derrivar los tomates podridos de la planta y comer un trozo de la jugosa fruta como premio, antes de volver a descansar. Amante de las carreras que mira en el viejo televisor de la cochera de la casa, sueña con convertirse en el caracol más rápido del mundo mientras soporta las burlas diarias de sus congéneres y sobrevive en su labor gracias a la defensa de su hermano mayor, quien a la vez intenta devolverlo a la realidad. Obstinado, Theo elude los problemas y escapa. Y es en uno de esos episodios de autoexclusión cuando cae en una pista de picadas y un accidente termina por reconfigurar su ADN atribuirle las características de un auto de carreras. Si el consejo del campeón mundial de Indy --"ningún sueño es tan grande, ni ningún soñador tan pequeño"-- le era suficiente a este caracol para seguir adelante, sus nuevas herramientas le permiten lanzarse al mundo, aunque llegar a la cima no será tarea sencilla. El obstáculo --más tarde el medio-- es la aparición de un vendedor de tacos, socio de su hermano en un pequeño restaurante en el deslucido paseo de La Estrella Fugaz, donde un grupo de chicanos variopinto subsiste, y entretiene largas horas de inactividad realizando carreras de caracoles tan ilusos como Theo. Entre otros soñadores y fanáticos, Theo encontrará un nuevo nombre, el de Turbo, más acorde con su identidad, y el equipo ideal para llegar a la meta. Con situaciones y escenas que parecen calcadas de otras películas --da la impresión de que Bichos, Vecinos invasores, Cars, Ratatuille han sido algunos de los abrevaderos-- se armó el argumento para esta producción de Dreamworks, que no hace otra cosa que llenar una agenda de obligaciones para el calendario 2013. Aunque se trata de una película bien hecha, que utiliza muy bien la cámara para explotar con imaginación las perspectivas del ser humano y el caracol, y que da buenos espectáculos en 3D, no es de las que rompen moldes y queda muy lejos en la escala en relación, por caso, con Los Croods , la primera oferta de este año de la misma productora. Turbo goza, no obstante, de una muy buena realización, moralejas grandes y siempre bienvenidas cuando se trata de propuestas para los chicos: una galería de personajes simpáticos, mucho colorido, emoción y buena música y sonido para dar marco al conjunto. Un espectáculo digno de ser considerado en la cartelera dedicada a la familia, mientras corren las vacaciones de invierno.
“Atajen a ese caracol” El caracol Theo pasa sus días en una quinta de tomates y por la noche no se pierde una carrera de Nascar. Tiene delirios de velocidad, por lo cual es el patito feo de la comunidad caracolera. Una noche, accidentalmente (como suele pasar con los superhéroes), se cumple su sueño. En medio de una improvisada carrera en la ruta, Theo es succionado por uno de los coches, del que saldrá, ácido nitroso mediante, como Bruce Banner tras el baño de rayos gamma. Y acá el equipo de animación de DreamWorks (en su segundo trabajo para Fox) muestra su ingenio. De golpe, el caparazón de Theo se vuelve ruidoso, lumínico, un casino de Las Vegas, y es tan veloz que al aparecer un promotor (Tito, un repartidor de tacos cuyo hobby es armar carreras de caracoles) se anota para correr las 500 millas de Indianápolis. Así nace Turbo, el mutante menos pensado. Resulta tentador divagar sobre cómo el canadiense Soren (que adaptó Madagascar a su versión televisiva) y sus guionistas elucubraron este disparate. ¿Durante una ceremonia de ayahuasca en la selva peruana? ¿Mezclando sustancias en un coffeeshop? La cuestión es que el disparate funciona pasablemente, al menos en cuanto a los personajes (si bien DreamWorks, responsable, entre otras cosas, de Shrek, es infalible a la hora de crear personajes entrañables). Turbo es predecible, pero la trepidante carrera de Indianápolis, donde el favorito es Guy Gagné (un francocanadiense perverso, versión moderna de Pierre Nodoyuna) y las disputas entre Tito y su hermano Angelo en Taco Bros son garantía de buen momento para estas vacaciones. Una garantía válida para grandes y chicos, desde luego.