Las ondulaciones en el tiempo. Para juzgar una película como Yo vi al Diablo (Visions, 2015) no podemos pasar por alto el hecho de que gran parte de los exponentes más interesantes de terror que pululan en el mercado internacional no se estrenan en Argentina o con suerte se editan en formatos para el consumo hogareño vía Blu Ray/ DVD o streaming, lo que en el fondo implica que caen en el terreno de un bajo perfil que no suele hacerles justicia (hablamos de films con un largo recorrido en festivales especializados o que vienen siendo objeto de comentarios elogiosos por parte de las huestes de fanáticos del género). En contraposición, películas impersonales una y otra vez llegan a las salas tradicionales sin mayor explicación que la del usufructo fácil a través del público adolescente, un esquema que genera “pan para hoy y hambre para mañana” porque el consumidor inexperto actual se transformará en un cínico. En relación a lo anterior, a decir verdad la propuesta en cuestión tiene un pie en cada orilla ya que por un lado se despega sutilmente de las convenciones del horror contemporáneo sin ser una obra de ruptura ni mucho menos (los giros del relato son leves pero alcanzan para dislocar la monotonía del rubro) y por otro lado el film respeta los preceptos de la clase B con un destino manifiesto orientado a las plataformas de “video on demand” (de hecho, así llegó al público en Estados Unidos, aun antes de la edición hogareña). La realización incluye ecos de Inside (À l’intérieur, 2007) y su eficacia se debe en primer término al director Kevin Greutert, un profesional muy prolijo -conocido por haber sido el responsable de los eslabones finales de la saga de El Juego del Miedo (Saw)- que aquí repite todos los aciertos en la puesta en escena de su opus previo, la también cumplidora Jessabelle (2014). No cabe la menor duda de que Isla Fisher, la protagonista de Yo vi al Diablo, es una suerte de reemplazo dramático de la Sarah Snook de Jessabelle, debido a que ambas elevan el nivel actoral prototípico del género y logran construir personajes verosímiles que bien podrían haber caído en el cliché más intrascendente. Hoy Fisher compone a Eveleigh Maddox, una mujer embarazada que viene de sobrevivir a un accidente automovilístico y que se muda junto a su esposo David (Anson Mount) a un valle de California para reabrir un viñedo, un viejo sueño del señor. Por supuesto que casi de inmediato cosas insólitas comienzan a suceder a su alrededor y amplifican sus traumas: en el medio de una fiesta una distribuidora de vinos entra “en trance” en el dormitorio de su casa, los vecinos parecen dedicarse a actividades un tanto ilegales y hasta un extraño con capucha merodea su hogar. Lo que parece otra típica historia de fantasmas en pena, posesiones y/ o casa embrujada de a poco va extendiendo su rango de influencia a fuerza de multiplicar los eventos y apuntalar el suspenso bajo una inteligente dosificación de la información, siempre manteniendo el punto de vista sensato de Eveleigh. Otro elemento atractivo es el elenco de secundarios, con actuaciones ajustadas de la veterana Joanna Cassidy y de varias caras conocidas de la televisión como Jim Parsons (The Big Bang Theory), Gillian Jacobs (Community) y Eva Longoria (Desperate Housewives). Desde ya que la buena ejecución narrativa de Greutert no alcanzaría su objetivo si no fuera por una vuelta de tuerca final acorde con el desarrollo, y es allí donde el guión de Lucas Sussman y L.D. Goffigan consigue cerrar un relato ameno sobre el dolor vagabundo y todas esas ondulaciones en el tiempo que dejan las tragedias…
Un título que tenía los elementos para diferenciarse, pero que sucumbe al más básico procedimiento. Decir que el terror no está pasando por su mejor momento es una verdad de perogrullo, pero es incluso más decepcionante el contemplar cuando una película del género cuenta con los elementos narrativos para ser distinta al resto, y se decanta por el desarrollo más básico y predecible. ¿De qué Diablo me estás hablando? Evey es la sobreviviente de un accidente automovilístico en donde muere un nene que iba en el otro auto. Esto le genera una culpa enorme que la tiene consumiendo antidepresivos constantemente. Ella frena dicha costumbre al descubrir que está embarazada y se muda con su marido a un viñedo que este acaba de adquirir, para así criar al nene en un ambiente sano. Pero ni bien se instalan, Evey comienza a tener visiones de cosas horribles que pasan en la casa. Por desgracia ella es la única que percibe las mismas y su sanidad mental es cuestionada mientras intenta buscar una respuesta lógica a estos eventos sobrenaturales. Yo vi al Diablo podía haber sido un gran ejercicio sobre las influencias y consecuencias de la culpa, pero parece más obsesionada en producir un cóctel de sobresaltos, que si bien contribuyen a la experiencia visual, es una idea incompleta de cómo una película de terror se queda con el espectador. Si hay algo todavía más triste es que todo, absolutamente todo lo que ocurre en la película nace a partir de los personajes. Todos los obstáculos que presenta el guion son una representación física o no de sus miedos, sus culpas y sus frustraciones; el “¿Qué se cuenta?” ingenioso acaba siendo desperdiciado por un “¿Cómo se cuenta?” que fue repetido en otros títulos hasta la saciedad. Por el costado técnico, la fotografía, el montaje y la dirección de arte responden a la factura típica de una película de terror. Noto cierta nobleza en el deseo de no usar tanto CGI y recurrir, la mayoría del metraje, a elementos prácticos. Por el costado de la actuación hay una adecuada labor de Isla Fisher. Si bien su interpretación tiene ciertos desniveles en donde la histeria se exagera (incluso más allá del verosímil requerido para dar vida a una mujer embarazada, que como tal tiene las hormonas en estado de ebullición) hay que saber separar cuando una actriz entrega una mala interpretación y cuando esta simplemente responde a un guión que no le da mucho con que trabajar. No obstante, la única curiosidad que me generaba esta película era la posibilidad de ver a Jim Parsons en otro papel aparte del que interpreta en Big Bang Theory. Aunque se mentaliza y da vida con autenticidad a un obstetra, puede notarse en su andar y su voz un leve regusto del Dr. Sheldon Cooper. Conclusión Yo vi al Diablo tenía todo para ser una película de terror distinta, y por un evidente miedo (nunca mejor dicho) a parecer demasiado psicológica, acaba por sucumbir a todos los clichés que aquejan al género de horror en la actualidad. Una verdadera lástima.
Luego de sufrir un terrible accidente automovilístico, Eveleigh se muda a un viejo viñedo con su marido, mientras entra en los últimos meses de embarazo. A medida que se acerca la fecha y conoce a la gente del lugar, su esposo se adentra más y más en el trabajo, mientras la joven Eve empieza a sufrir visiones de algo horrible que pasó en el lugar. Ahora Eveleigh deberá descifrar qué pasa y qué relación tiene con su embarazo. Nueva película de terror, esta vez a cargo de Kevin Greutert, director de un par de entregas de SAW y la mediocre Jessabelle. Así que con estas referencias, ya podemos ir imaginándonos qué clase de film nos vamos a encontrar en el cine. Mujer sola e indefensa, en un lugar aislado, con pareja y amigos que no le creen lo que ella ve. Sí, suena a mil veces visto y por desgracia lo es, ya que poco y nada tiene Yo Vi al Diablo como para destacarse en un género que parece no poder levantar la cabeza, y que en lo que va del año ya nos entregó un puñado de las peores películas del 2016. Esta vez, por desgracia, ni siquiera algunos actores logran salvarse de la mediocridad general que presenta Yo Vi al Diablo. Algunas caras conocidas como Isla Fisher, Jim Parsons o Eva Longoria no pueden hacer demasiado, los dos primeros claramente incómodos fuera de la comedia, genero por el cual se mueven siempre y dan buenos resultados; la tercera, con escaso tiempo en pantalla como para poder construir un personaje destacable. Quizás lo poco apreciable del film lo encontremos en el apartado visual. Tanto la iluminación como la fotografía en general logran darle cierto clima de suspenso, siendo esto aprovechado de forma inteligente por Kevin Greutert, quien pese a su discreta dirección, sabe sacarle partido a la mejor herramienta con la que contó. Del resto de los apartados, pocas cosas destacables. Duele ver entonces cómo hace una semana tuvimos un film de terror tan sólido como La Bruja, y ahora volvemos a tener otra peli más del montón, de la que cuesta hacer un análisis,. No porque sea horriblemente mala, pero tampoco tiene demasiado que comentar. Yo Vi al Diablo (Visions en su nombre original, y que tiene mucho más sentido tras ver la peli) seguramente le vaya bien en el cine porque maneja un suspenso con toques de terror bastante de manual, y es una película mucho más cómoda de ver que algunas buenas de terror que fueron estrenadas estas semanas. Pero como producto cinematográfico, al menos desde acá, le bajamos el pulgar.
La fórmula da signos de agotamiento pero, a juzgar por buena parte de las películas de terror estrenadas últimamente, algunos directores se empecinan en exprimirla hasta el último gajo. La premisa es la siguiente: una pareja que, tras un suceso trágico, se recluye en una casa en el campo (si es junto a un bosque, mejor) y ella comienza a tener extrañas visiones que él, por supuesto, no advierte, y así, la paz soñada se volverá pesadilla. Yo vi al diablo es un ejemplo de este argumento convencional y, al igual que sus antecesoras, no tiene demasiados matices para ofrecer. Luego de sufrir un accidente automovilístico que casi le cuesta la vida, Eveleigh (Isla Fisher), embarazada de tres meses, decide acompañar a su marido David (Anson Mount) en su sueño de tener un viñedo propio, y se instalan en una bucólica casa rodeada de cultivos de uva. Mientras David trabaja en la plantación, Eveleigh empieza percibir extraños fenómenos (un misterioso encapuchado acechando, sangre en las paredes, botellas que estallan, una vendedora de vino en trance). Él lo atribuye al estrés postraumático y a las ansiedades lógicas del embarazo, pero algunas averiguaciones sobre los anteriores propietarios y las creencias religiosas de los estibadores le dan al lugar un halo de misterio. A Eveleigh solo parece comprenderla Saddie (Gillian Jacobs), su nueva amiga en el pueblo, también también próxima a dar a luz. Realizador formado en el género (dirigió, entre otras, las últimas partes de El juego del miedo), Greutert apela a los golpes de efecto (visuales y auditivos) pero jamás logra profundizar más allá de algún susto esporádico. Ni la vuelta de tuerca del final (algo previsible, por cierto) logra que la película despegue de un guión elemental y una propuesta que termina resultando insulsa. Esta película (de terror) ya la vimos.
Yo vi un bodrio Resulta casi incomprensible que entre tantas buenas películas del género nacionales se estrene este adefesio yanqui tan olvidable como insufrible. Sobre todo por la capacidad del género de terror para sobrellevar sus carencias: falta de presupuesto, de actuaciones dignas o de argumento, muchas veces se solventan gracias a n tomarse demasiado en serio su ridícula propuesta y así lograr divertir al espectador. En Yo vi al Diablo (Visions, 2015) no pasa absolutamente nada destacable: la película aburre siendo lo peor que puede pasarle a una película de terror. La historia comienza con Eveleigh Maddox (Isla Fisher, Nada es lo que parece) en medio de un accidente automovilístico. Ella oficiando de narradora nos cuenta el trauma con el que convive al enterarse que la mujer con quién colisionó perdió a su hijito en el siniestro. Ahora ella está embarazada y los fantasmas la acosan cuando se muda con su marido a un viñedo en medio de un paisaje rural. Sola en la casona comienza a tener visiones donde el miedo a perder el embarazo afecta su psiquis. Al principio se puede apreciar una intención de mezclar algunas ideas de clásicos del género como Poltergeist: juegos diabólicos (1982), El conjuro (The conjuring, 2013) o El bebé de Rosemary (The Rosmary’s Baby, 1968). Nada más alejado de eso, la película no se atañe a ninguno de los tópicos que podría o debería (ni el miedo al embarazo, ni el miedo a adaptarse a un nuevo hogar); los toma para luego olvidarse de ellos y hacer un superficial telefilm con tintes melodramáticos cuán telenovela de las tres de la tarde. De una u otra manera las cosas empiezan a encajar como si se tratara ya no de una maldición del más allá o algo sobrenatural, sino una cuestión de resolver un caso policial atando cabos con las “visiones” del título original (más acorde a la película, ya que vemos más el reloj que al Diablo). Un rompecabezas forzado, tirado de los pelos por el antojo de sus guionistas. Hay películas que no asustan, que no impactan, que no tienen presupuesto para generar ningún tipo de clima o efecto decente (Noche alucinante es un buen ejemplo), sin embargo, consientes de sus carencias, doblegan su propuesta convirtiéndose en sumamente divertidas. Aquí no sucede ni una cosa ni la otra. Es peor, no sucede absolutamente nada más que el tedio.
No voy a engañar a nadie: Yo vi al diablo (pésimo título que le pusieron a Visions, cuya traducción sería “Visiones”) es una más de las tantas películas de terror que llegan todos los meses a la cartelera y que no se destaca por nada salvo por un par de nombres en su afiche. Pero esto no significa que gran parte del público no vaya a disfrutarla. Como ya he escrito en reiteradas oportunidades, a los argentinos nos encanta el terror, es un género ideal para ver en citas y con amigos. Por lo que hay una necesitad constante que la cartelera de este género se renueve y por lo tanto hay un nicho muy fiel. Ese nicho (que no es experto pero que consume mucho terror) disfrutará bastante esta propuesta al igual que el espectador ocasional que ha visto muy poco. Todos los condimentos están ahí: los sobresaltos, la intriga y las conjeturas que nos podemos hacer y que luego nos sorprenden con giros en el guión hacia el final (lo más destacable de la película). El elenco es muy cuestionable, Isla Fisher no lleva bien el protagónico y se la nota fuera de código en varias escenas. Lo mismo sucede con Jim Parsons. Y el rol -en realidad pseudo cameo- de Eva Longoria es inexplicable. El director Kevin Greutert viene del palo del terror: se hizo cargo de dos de las entregas de El juego del miedo y Jessabelle (2014) y aquí lo vuelve a intentar. Si bien es el mejor de sus laburos, no logra salir de la repetición e innovar. En definitiva Yo vi al diablo es una película de terror más, una del montón, pero que los que consumen mucho el generó la disfrutarán.
AMAS DE CASA DESESPERADAS Después de haber sufrido un traumático accidente de tránsito, Eveleigh Maddox (Isla Fisher) y su esposo David (Anson Mount) se mudan a un viñedo en las afueras de la ciudad para comenzar una nueva vida en búsqueda de un próspero futuro. Ella embarazada, comienza a tener inquietantes visiones (de ahí el título original) que en principio no logra interpretar, y que tanto Eveleigh como su marido toman como alucinaciones producto del estrés post-traumático del accidente. No contenta con la explicación que su médico personal (un rezagado Jim Parsons) elabora. por la cual le quiere recetar pastillas anti-depresivas, la futura madre comenzará a investigar la conexión de sus visiones con el pasado de la flamante casa que habitan. El sexto largometraje de Kevin Greutert (Jessabelle, El Juego del Miedo VI) inicia con una propuesta convencional desde el punto de vista argumentativo: una pareja se va al campo para escapar de un hecho traumático y encarar una nueva vida. Y si leyendo esa explicación, sospechan como termina o hacia donde se dirige la película (detalles aparte), están en lo cierto. Sin embargo, los problemas del film no radican en la introducción, ni el nudo, porque Greutert elige una historia simple, lineal, rápidamente explicable que no requiere mayores argumentaciones que las del primer párrafo. Pero la simplicidad nunca ha sido un problema en el séptimo arte. Y mucho menos lo es en Yo Vi al Diablo en comparación con las elecciones de Greutert en término de retratos particulares en las subtramas, el plot twist del final, las elecciones y rendimientos actorales. visions-scared Puede que Isla Fisher sea recordada por aquel papel de niña malcriada y caprichosa de Gloria Cleary en Los Rompebodas (David Dobkin, 2005) o la digna Henley Reeves en Nada es lo que parece (Louis Leterrier, 2013). Pero aquí luce fuera de lugar, repetitiva en sus gestos y con un cuasi nulo carisma para un registro en una de terror. Nada de lo que le pasa luce creíble y la progresión del conflicto planteado lo siente. Su caracterización está más cerca de una ama de casa desesperada que pivotea entre la vulnerabilidad (a puro grito y susto) y lo naif, sin puntos medios, que de la atormentada Eveleigh que Greutert nos muestra. Sin embargo, la máxima contrariedad que enfrenta Yo Vi al Diablo es el clímax resolutivo del final, torpemente introducido además de un villano que cae en todos los lugares comunes posibles, hecho que se suma a una sobreactuación, que no establece una conexión con el espectador en ningún momento (cosa fundamental considerando los motivos del mismo). Fuera de estas culpas compartidas, la película tiene un sub-tono xenófobo y machista que poco ayuda con su visión general. Greutert, L.D. Goffigan y Lucas Sussman (estos últimos dos guionistas) retratan a un grupo de trabajadores de habla hispana, presuntamente precarios, como la contrapartida religiosa y creyente de espiritus y entidades (porque para Hollywood eso son los hispanos: traficantes y religiosos ignorantes) que Eveleigh solo sufre pero no asimila. Es decir, este grupo de centroamericanos corporizan la asimilación de lo mistico y esotérico de la amenaza principal. Porque hasta ahí, todo lo que Eveleigh sufre tiene que tener alguna razón palpable. Por otro lado, no solo los hombres la voz de la razón y la coherencia en la película, sino que tienen un dejo despreciativo hacia las mujeres, que son mostradas como seres sensibles (a lo paranormal), pasionales y vulnerables, que solo pueden estar a salvo de si mismas (Eveleigh) y los demás (victimario) si hay un hombre alrededor. En Yo Vi al Diablo el terror no es terror, no es construcción de ambientes ni de personajes ni mucho menos de una narrativa. Se trata sólo de una serie de sustos continuos que derivan en un final digno de lo peor de Shyamalan. Sin embargo, se perfila como una película inofensiva sin mayores apuestas, y es totalmente consciente de ello, porque aquí hay explicaciones dialécticas: suburbios blancos felices y un ritmo cancino en una película que no llega a la hora y media (122 minutos). Lo peor radica en aquella pasividad agresiva de su subtrama subliminal que evidencia el por qué el cine de terror industrial de Hollywood está como está: sigue en los mismos lugares que hace 30 años. Por Pablo S. Pons
SUSPENSO PERFECTO A pesar del título, no es una película de terror con apariciones, demonios y chiches demasiado usados. El nombre original “Visions” se ajusta perfecto a un entretenimiento bien hecho, donde todos los elementos del guion encajan a la perfección para mantener en vilo al espectador y no defraudarlo del principio al fin. No es poco mérito en un género demasiado repetitivo que se hace barato y en serie. El director es Kevin Greutert (Donnie Darko y las últimas de “El juego del miedo”) se da el lujo de tener actores muy famosos por la tele en pequeños papeles: Jim Parsons Eva Longoria y Joanna Cassidy. Y como protagonista a Isla Fisher. Nada nuevo, con algunos “homenajes”, bien hecha.
Terror que no asusta Si hay algo peor que no asustarse con una película de terror es aburrirse. Yo vi al diablo va por ese camino. Tras un accidente automovilístico, Eveleigh (Isla Fischer) se muda a un viñedo con su marido (Anson Mount). Ella está embarazada y empieza a tener visiones terroríficas. Su marido y su médico (Jim Parsons) quieren que tome un medicamento, pero ella se niega, apoyada por su amiga (Gillian Jacobs). También aparece Eva Longoria, en un papel sin ninguna función real. La gracia de la película reside en una vuelta de tuerca final, algo ingeniosa, pero no suficiente para compensar un trayecto aburrido.
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El arte de lo irrisorio Cada año se estrena una gran cantidad de películas de terror, pocas son realmente buenas y la variedad de oferta ya empieza a cansar a los espectadores, incluidos a los fanáticos del género. Yo vi al diablo no es la excepción. Eveligh (Isla Fischer) sufrió un grave accidente de tránsito, su recuperación fue larga pero ahora se encuentra bien y está embarazada. Es por esto que junto con su marido David (Anson Mount) se mudan a un viñedo situado en un pequeño pueblo. Una vez ahí Eveleigh comienza a escuchar extraños ruidos y a tener visiones de una aterradora figura encapuchada. Nadie más lo ve ni lo oye, ni siquiera su marido, que cada vez está más preocupado por ella por lo que lleva a frecuentes visitas al Dr. Mathinson (Jim Parsons) y un grupo de gimnasia prenatal donde conocerá a Sadie (Gillan Jacobs), quien se convertirá en la amiga que intentará mantenerla con los pies sobre la tierra. Desesperada por demostrar su cordura, investigará el misterioso pasado de la viña, cosa que puede traer grandes riesgos en su embarazo. Con un argumento repetido por demás, no se las ingenia para diferenciarse en algo que la saque de ese molde y hace lo mismo de siempre, sobresaltos que buscan asustar, la música que sugiere que algo se aproxima y una forzada vuelta de tuerca que de tanto usar el recurso ya casi se espera eso que en los últimos minutos va a sacudir todo. La elección de los actores es algo rara ya que Isla Fischer, Jim Parsons, Eva Longoria y Gillian Jacobs suelen hacer producciones dentro del género de la comedia. No son malas interpretaciones pero se nota que “hacen lo que pueden” siendo lo más correctos que pueden. De hecho los personajes de Parsons y Longoria son bastante flojos desde el guion mismo, cosa que tampoco ayuda a que brillen esos escasos minutos en pantalla. Kevin Greutert, director de varias películas del género como El juego del miedo VI (SAW VI, 2009) y El juego del miedo 3D: El capítulo final (SAW 3D, 2010) es el encargado de ponerse detrás de cámara y como bien lo demuestra en la saga de El juego del miedo es bueno retratando las atrocidades en pantalla pero no creando climas y sugiriendo. Escrita por Lucas Sussman y L.D Goffigan, parece que lo hicieron a las apuradas cuando se dieron cuenta que había que ponerle un final a la historia. Yo vi al diablo (pésima traducción de Visions, tal es su nombre original), es un proyecto sin corazón que no decide el rumbo a tomar, por un lado parece ser una de fantasmas, después pasa a ser terror psicológico, para terminar en algo que intentó ser un thriller.
Para sorprenderse, hay que esperar demasiado Dicen que en Escocia, los que viven cerca del Lago Ness saben perfectamente cuándo va a aparecer el famoso monstruo que atrae a los turistas: "al cuarto whisky". Dado que esta película de terror transcurre en un viñedo embrujado, y la naturaleza del evento sobrenatural recién empieza a tomar forma a los 50 minutos de proyección, se podría parafrasear el chiste diciendo que en "Yo vi al diablo", los espectros recién aparecen a la quinta botella de vino. Lo que obviamente no es lo ideal, ya que el abuso hace daño. Y no es que finalmente lo que aparezca no tenga cierta originalidad, sino que en una pelicula de sólo 80 minutos de duración, tener que esperar casi una hora para que el asunto se vuelva interesante, realmente no es una fórmula rendidora. La historia tiene un breve prólogo en el que una mujer sufre un accidente automovilístico. Varios meses después, se muda con su marido a una casa tan bonita como apartada, en medio de un viñedo que les dará una nueva vida, lo que viene acompañado de un incipiente embarazo. Pero las cosas se complican entre lo extraño y desolado del lugar, y los efectos postraumáticos del accidente, que según un médico, sumados a los cambios hormonales de la futura madre le provocan ver imágenes no precisamente bonitas. Pero ya ni bien la pareja se muda al viñedo, el espectador va recibiendo indicios de que la pobre mujer no está chiflada, sino que realmente suceden cosas raras en el lugar. Cosas que por algún motivo su marido no puede o no quiere percibir. El único motivo para estirar tanto las cosas una vez que se sabe eso, es una vuelta de tuerca sorprendente que viene hacia el final. Pero si bien hay que reconocer que el giro tiene lo suyo, a esa altura de las cosas ya no puede redimir del todo el conjunto. "Yo vi al diablo" ofrece un buen par de sustos, lindas imágenes del viñedo fantasmal, un desenlace sorpresa, y no mucho más.
Con diálogos de lastimosa ejecución y peor confección, esta película de género tiene poco en lo que apoyarse para un estreno exitoso. En los últimos años se ha producido poco cine sobrenatural de terror que pueda considerarse excelente. Aún así, el público no pierde la esperanza y las entradas se siguen vendiendo, pero crear una historia que logre complacer a más que los que van a buscar sangre y tripas es difícil. Este punto medio entre excelente y mediocre es la especialidad de equipos como los de Oren Peli y James Wan, que van construyendo película a película el cine de terror de media gama actual. Compensan lo insípido de algunas de sus producciones con un bombardeo constante de secuelas y spin offs. Y funciona. Eveleigh y su marido David decidieron vender todo, mudarse a un viñedo en California y reabrirlo para la producción de vinos. Luego de un accidente automovilístico que la dejó con PTSD, creen que este proyecto la ayudará en el difícil transcurso de su embarazo. Estando sola en la nueva casa, Eveleigh comienza a tener visiones y escuchar voces que indican que no puede estar más lejos de la relajación prometida. Es común que estas películas tengan alguna que otra parte un poco perezosa en su realización, pero cuando esta parte es el guión, el cimiento, la obra está destinada a fallar. Fue escrita por L.D Goffigan y Lucas Sussman, cada uno con una película en su currículum aparte de esta. La trama tiene buenos giros pero su premisa es bastante ridícula y las interacciones entre personajes dan la sensación de que los guionistas nunca escucharon gente conversando. El personaje de Isla Fisher es a veces muy tonto, a veces muy inteligente y nunca alguien con quien el público se pueda identificar. Su maquillaje y peinado es siempre perfecto a pesar de pasar por actividades y eventos físicamente demandantes durante toda la película; estos son detalles poco importantes en el gran marco de las cosas, pero colaboran con enajenar al espectador de la obra que está viendo. Su director, Kevin Greutert, tiene una larga carrera en edición y corta en dirección, aunque entre ellas se encuentran dos entregas de El Juego Del Miedo (Saw, 2004). El productor, Jason Blum, también formó parte de la realización de muchas películas de terror de este estilo, como La Purga (The Purge, 2013) y Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007). También trabajó en la nominada al Oscar, Whiplash (2014). Nada de esto fue suficiente. Las actuaciones son flojas a pesar de que ninguno de los actores es novato, pero como el guión deja tanto que desear, sería injusto atribuirle a los actores solos el fracaso que es esta película. Será por esto que en EEUU sólo fue estrenada en DVD y Blu-Ray.
Me da pena que la carrera de Kevin Greutert se haya estancado en películas de horror demasiado convencionales. Editor de casi toda la saga Saw -exceptuando la fantástica Saw VI y la terrible Saw 3D, donde ocupó la silla de director-, con su anterior película Jessabelle refritó muchos lugares comunes del género, y no le escapa a ninguno en Visions. Comercialmente estrenada con el soso título Yo vi al Diablo, que dicho sea de paso nada tiene que ver en la trama, Visions sigue a Eveleigh, una mujer que luego de un terrible accidente de auto -otra coincidencia con la anterior película de Greutert, un accidente que dispara la trama- elige rehacer su vida con su marido reabriendo un viñedo en California. Dicha casa tiene un horrible secreto que acecha a Eveleigh en cada rincón, y con los estados alterados debido a un embarazo, las visiones del título original pueden ser producto de los desbalances hormonales de la protagonista... o no. El guión de Lucas Sussman y L.D. Goffigan explora todas las avenidas posibles, y le da poco y nada que hacer a una Isla Fisher desacostumbrada al horror, pero que aún así lo mejor de la película. Todas las situaciones son muy convencionales, tanto que pueden llegar a aburrir, exceptuando algún que otro susto salido de la nada. Con una escueta duración de 82 minutos, con títulos de crédito y todo, es raro que durante casi toda la película casi no haya escenas memorables y aún así se sienta larga. Desde la silla de edición, Greutert debe haber intentado hacer maravillas con la película para hacerla más coherente, pero aún así se la nota aburrida. El elenco secundario no ayuda prácticamente en nada, y hasta las pequeñas participaciones de Jim Parsons y Eva Longoria son eso, participaciones. Anson Mount y Gillian Jacobs tienen más carne de guión para masticar, pero hasta cierto punto. Lo que rescata del olvido a Visions es su acto final. Hay dos grandes revelaciones en dicho tramo, una demasiado original para un envoltorio tan mediocre, y la otra un robo a mano armada a una de las grandes películas de la corriente del Cine Francés Extremista de hace unos años. No quiero mencionar esa película porque el que la vio inmediatamente sabrá el giro en Visions y esa no es mi intención, pero las aguas no convencionales que remueve el guión con respecto a las visiones se ven ennegrecidas por esa segunda revelación tomada de los franceses. Visions tiene un par de escenas intensas, pero desperdigadas por tramos aburridos que malgastan un elenco sobrio, todos esperando al giro final para cobrar algo de sentido. No es lo peor del género, pero es casi más de lo mismo.
Yo vi al Diablo, y es muy malo... [Escuchá la crítica completa]
Visiones realistas o casa embrujada Relato simple y líneal, con un trasfondo paranormal, plantea dudas y dramas humanos. Era de esperar que entre los 13 estrenos de esta semana el cine de terror tuviera al menos un representante. No es la gran obra, pero Yo vi al diablo, la película de Kevin Greutert (editor de El juego del miedo) está un escalón por encima de la malaria creativa y realizativa que acecha al género últimamente. Primero, una apreciación sobre el título. ¿No era mejor traducir “Visions” que mentar al diablo? ¿Acá, si no está Mefisto el cine de terror no vende? Conclusiones al margen, la historia que nos trae Greutert desarrolla un argumento simple, con varios de los lugares comunes del género, pero aún así alcanza buenos momentos y hasta emplea la inteligencia para resolver algunas escenas. Hace un año Eveleigh protagonizó un accidente con víctimas fatales, y sufre un estrés postraumático que le provoca pesadillas. Espera un hijo con David, que la lleva a vivir a un viejo viñedo, una casa en medio de la nada que se vuelve un actor principal. Allí comienzan sus aterradoras alucinaciones, que sólo ella ve. La preocupación y desconfianza de su marido son el punto de vista que propone la película, alternando con el de la propia Evy en un thriller que cruza una tibia investigación, sucesos paranormales y realidades trágicas. En el que el espectador, juez del éxito del filme, también debe elegir qué creer. Y en estos coqueteos con sucesos sobrenaturales, creer o no puede ser una pregunta tan superficial como necesaria. Aquí, al menos, hay una historia detrás.
Cuenta con la buena la música de Anton Sanko y una buena fotografía. En un principio tiene alguna tensión con situaciones similares a “Poltergeist: juegos diabólicos”, “El conjuro”, entre otras pero rápidamente se diluye todo y nuevamente nada nuevo, un flojo guión, sin sobresaltos, sin escenas que hagan honor al género y por momentos aburre.
Para esperar la llegada de su bebé, una pareja se muda a una casa en un viñedo. La idea es encontrar paz y alejarse del ruido, pero la mujer empieza a tener visiones terroríficas que nadie más ve. La torpeza de la puesta, televisiva y pobre, y unas actuaciones muy irregulares, le juegan rotundamente en contra.
“Yo vi al diablo” (visions) es una película del genero terror/suspenso. Luego de un trágico accidente automovilístico Eveleigh y David deciden mudarse a una casa en un viñedo para empezar una nueva vida y concretar el sueño de su propia cosecha de vinos. La enorme y bella casa alejada de la ciudad guarda sus misterios. Ella comienza a tener extrañas y horribles visiones. La situación es compleja porque está embarazada, y el médico le receta fuertes remedios que la tranquilizan. Pero su instinto por ser madre es mayor y decide dejar de tomarlos. Vuelven las visiones. Es un interesante film, ya que logra dar una respuesta a lo que a ella le sucede. La casa tiene una maldición, y el pasado de ellos una pesada culpa. Combinación que va dar un desenlace. Recomendada para ver en las salas de cine, es muy probable que vos también veas al diablo.
No da para sustos El filme de Kevin Greutert prefiere los golpes efectistas que matan de miedo pero paralizan el cerebro. Algunos de los nombres que figuran en el elenco de Yo vi al diablo (como Jim Parsons, Eva Longoria, o la protagonista, Isla Fisher) sólo pueden explicarse por la ambigua aureola de prestigio que se ha ganado el cine de terror en la última década. Sin embargo, en este tipo de productos, nunca importa demasiado quién figura en los créditos, sino la eficacia de la propuesta. En todo caso, se puede revisar el currículum del director –Kevin Greutert, responsable de las dos últimas de la saga del Juego del miedo y de Jessabelle– y constatar que es un hombre con oficio, no un artista que tenga una visión personal del género. Pese al título en español, que es casi una estafa, la historia se acerca a lo sobrenatural no por la vía de la religión (o la mitología, si se quiere) sino por la de la psicología y la parapsicología. Meses después de un terrible accidente (así empezaba Jessabelle, también), Eveleigh se muda con su marido a un viñedo en un valle de California y deja de tomar las pastillas para tratar su estrés postraumático porque está embarazada. El lugar es un paraíso, el escenario más propicio imaginable para ser feliz, pero ella empieza a tener sensaciones extrañas, visiones (Visions es el título en inglés) de una persona con capucha que la observa y de otros incidentes inexplicables. Con un poco de sutileza y otro poco de liquid paper, el guion podría haber engendrado una buena película de suspenso. Sin embargo, Greutert parece incapaz de llegar al clímax de una escena sin un golpe bajo, uno de esos sustos que hacen saltar el corazón pero paralizan el cerebro. Y más allá de que consigue mantener el enigma hasta los últimos minutos, pocos finales resultan tan esquemáticos y ridículos como el que propone para este fallido ensayo de ficción paranormal.
Salvo la última secuencia, que le da un giro casi inadecuado por lo que fue constituyendo durante todo el resto del texto, y la primera escena, convengamos que esta de muy buena construcción y presentación de la protagonista, todo lo demás del filme respira sobre la maravillosa “El bebe de Rosemary” que Roman Polanski rodara en 1968. No es un homenaje, ni es una copia, podría hasta verse como una relectura del texto y esto es lo que le da valor a la propuesta: la anterior transcurría en Manhattan, ésta en un valle en California; aquél tenía como personajes secundarios, y no tanto, miembros de la cultura europea, ahora son latinos, inmigrantes ilegales, con toda su cultura plagada de pensamiento mágico. Los protagonistas eran Guy Woodhouse (John Cassavetes) y su esposa embarazada Rosemary (Mia Farrow), ahora el matrimonio está conformado por David Maddox (Anson Mount) y Eveleigh (Isla Fisher), el único punto en que la nueva versión le saca varios cuerpos de ventaja a la anterior. ¿No me va a comparar a Mia Farrow con Isla Fisher? Ambos textos entran en configuración a partir del embarazo de la protagonista. Es sabido de las fantasías horrorosas que desarrollan algunas mujeres durante el embarazo, y de eso tratan, ambas establecen la dicotomía ciencia vs. Religión, pues si existe el diablo, indefectiblemente existe Dios. Si bien en ningún momento “Visions”, tal el título original de ésta producción, bastante más acorde al relato, abandona del todo esta cuestión dicotómica, sus personajes secundarios y el espacio físico donde transcurre la mayor parte de las acciones le hacen perder preponderancia, con la rara excepción del personaje de Helena (Joanna Cassidy) cuyo aporte, en momentos en que todo parece desbarrancar, es fundamental para el sostenimiento del interés, desde el personaje como desde la actuación. La gran diferencia entre ambas producciones está en cómo el director franco-polaco realiza un catalogo de formas de insinuar el terror en lugar de mostrar, en ésta ocasión todo ello se ha extraviado, en su haber contamos con una buena estructura, y su inicio aporta los lugares obligatorios para una película que circula libremente entre el thriller y el terror, igualmente el director le da una impronta que establece antes la sugerencia que el sensacionalismo, y se agradece. El realizador Kevin Greutert sigue a rajatabla la letra escrita en éste tipo de producciones, debe cumplirla para ser considerada del género, con oficio usa la receta, aunque al mismo tiempo con templanza. Los rubros técnicos, que son quienes resultan imprescindibles para la creación de climas y sensación de suspenso, solo cumplen a medias su cometido, del montaje clásico del género, a la grandilocuencia de la banda sonora se le suma la dirección de arte, el manejo de la luz y la fotografía, todo en función de sostener el relato. El final produce un giro innecesario que da por tierra todo lo construido, se aparta de “El bebe de Rosemary” para acercarse a “La mano que mece la cuna” (1992) Lo mejor de ésta película está en su protagonista, parecería ser demasiada actriz para el producto final, es más, siempre que veo a ésta Isla quiero ser Chuk Noland, el personaje de “Cast away” (2000).
Yo vi esta película y me aburrí Existe un pequeño universo de películas de género baratas y de factura televisiva hechas para engrosar los catálogos del cable y los servicios de streaming, es decir, el mercado hogareño que antes monopolizaban el VHS y el DVD. Por alguna razón, algunas de ellas llegan a estrenarse en los cines argentinos como es el caso de Yo vi al Diablo. Esta película dirigida por Kevin Greutert está hecha al estilo de Roger Corman, es decir, minimizando los costos y exprimiendo al máximo los elementos disponibles. De hecho, el film es, en un 70 %, Isla Fisher, una casa y una máquina de humo. A la manera de Desde la oscuridad (Lluís Quílez, 2014) con Julia Stiles, o El apocalipsis (Vic Armstrong, 2014) con Nicolas Cage (estrenos relativamente recientes similares en factura y calidad artística), Yo vi al Diablo basa sus expectativas en el elenco conseguido, en este caso la mencionada Fisher, además de otros actores de éxito televisivo como Jim Parsons (The Big Bang Theory) o Gillian Jacobs (Community, Love). Quizás nos estemos demorando demasiado en estas explicaciones, lo que debemos decir es que Yo vi al Diablo es mala. Más allá del título argentino incomprensible (nadie ve ningún Diablo literalmente, ni nada que se le parezca), la película es una especie de récord en cuanto guión desastroso: los personajes hacen cosas con cierta lógica interna pero los guionistas parecen malentender las leyes de la causalidad. Es innegable que tiene de todo: una protagonista con problemas psiquiátricos, terror sobrenatural, un par de villanos desquiciados, latinos que son albañiles, trabajadores, o infradotados cristianos supersticiosos, además de un giro final que resignifica toda la historia logrando empeorar el malogrado guión. Nuestro deber es rescatar el final, que es lo mejor de todo el film: ver cómo todo el equipo responsable de la realización se esfuerza en atar todos los cabos sueltos es tierno y hasta divertido. La puesta en escena no ayuda demasiado, casi toda la película transcurre en una casa en forma de L que no tiene divisiones internas ni variaciones de luz, por lo cual los personajes se mueven de manera extraña, ya que generalmente ven toda la casa con lo cual es difícil generar algún suspenso o expectativa. Además los protagonistas viven en una montaña que, al parecer, por la noche se convierte en un pantano porque aparece una niebla húmeda bastante conveniente a la hora de ocultar fantasmas y premoniciones de pesadilla. Deberíamos detenernos en la pésima dirección de actores, que lucen todos como principiantes sin serlo; o también podríamos acusar a Greutert de no entender el género, pero ya hizo al menos tres películas de terror (El juego del miedo 6 y 7, y Jesabelle) que sin ser buenas son infinitamente superiores a Yo vi al Diablo, o al menos no fallan en aspectos técnicos básicos. Alguno podrá pensar que estamos ante una parodia y que quien escribe no la entendió. Es imposible negarlo del todo, pero podemos asegurar que Yo vi al Diablo no tiene una pizca de autoconciencia, y que mas allá de cierto encanto serie B, aburre y de eso no hay quien la salve.
Hay que vender… “Estamos en esto por la guita”, dijo hace poco Morgan Freeman en una entrevista que le hicieron por uno de los tanques pedorros en los que generalmente actúa. Así las cosas, podemos afirmar que la vieja dicotomía entre cine arte y cine industrial existe y sigue sin resolverse. Uno quiere pensar que son cuentos de viejos vinagres, que todo cine es arte (o ninguno lo es), pero los responsables reflotan aquellas categorías y volvemos a una vieja grieta del cine. Que no es Hollywood versus Europa y periferia, sino películas hechas sólo para vender -sean de donde sean, a una gran parte del cine mainstream estadounidense le podemos sumar el actual cine clase B todavía no fetichizado y a cierto cine de protoindustrias como la nuestra (Szifrón es un ejemplo)- versus un cine realmente independiente; una independencia no dada por el presupuesto o la pertenencia o no a un determinado sistema de producción sino por la libertad de creación de sus responsables. En concordancia con la “tesis Freeman”, los distribuidores locales quisieron sumar a Visions a la ola exploit de horror satánico que pulula desde hace unos años y que viene pagando las cuentas. Para ello la venden como Yo vi al Diablo, título que nada tiene que ver con este thriller en el que no hay exorcismos ni un guapo Belcebú, y que por suerte está un poquito por encima de la media de estos estrenos pensados originalmente para uso doméstico. Claro que Visions está más cerca de lo genérico que del género, y por supuesto que todas las películas quieren cortar la mayor cantidad de tickets posibles, a eso no va nuestro (¿largo?) prólogo, sino que apunta a las decisiones cuasi simpáticas de nuestros distribuidores y a una idea (tal vez ingenua) de la ligadura entre la genuinidad artística y la profundidad de una obra. Los Maddox, luego de una experiencia traumática, deciden irse a vivir y trabajar a un viñedo. Eveleigh fue responsable de un accidente automovilístico y desde entonces sufre las visiones del título original. Durante los primeros actos, el realizador Kevin Greutert va trabajando el suspense lentamente (por desgracia la construcción contrasta con una estética chapucera de telefilm), generando la calma que antecede al potente despelote del último acto. Visions vale, sobre todo, por unos últimos veinte minutos violentos y anfetosos que consiguen un buen punto de equilibrio entre la racionalización de una trama que se suponía completamente fantástica (esa ridícula pretensión de un cine “adulto” al que le urge explicar los sucesos sobrenaturales) y el hermoso misterio de lo inexplicable.
Misterios de la cartelera. El terror suele invadir las salas de cine con variadas propuestas; y aunque siempre suele funcionar de mediano a muy bien, si prestamos atención a los títulos que llegan, veremos que más allá de algún tanque mainstream del género, la mayoría son propuestas que cuentan con varios meses de retraso respecto del estreno en su país de origen. De inmediato nos surge otra pregunta, si hurgamos dentro de los estrenos a nivel global, vemos que hay para todos los gustos; muchos con pasos fructíferos por los festivales ad hoc. Entonces ¿cuál es el criterio de selección? ¿Qué es lo que hace que películas con popularidad del boca en boca nunca asomen ni siquiera a una llegada local en DVD – caso The Babadook, Freaks of Nature – y si logren el estreno en varias salas productos intrascendentes como Yo vi al diablo? A no confundirnos con el título local, nada tiene que ver esta película con la coreana I saw the devil/Ang ma-reul bo-at-da dirigida por Kim Jee-Woon. Esta es Visions, producción estadounidense, dirigida por Kevin Greutert, y producida por los muchachos de Blumhouse Productions (los que siguen robando con el cartelito de “de los mismos productores de Insidious y Actividad Paranormal). De Greutert lo mejor que podemos decir es que es el director de las dos últimas de El Juego del Miedo y también de Jessabelle, estrenada aquí el año pasado, con fuertes reminiscencias a la superior La llave maestra. Como ven, películas bastante diferentes entre sí. Yo vi al diablo, está mucho más cerca de Jessabelle que de la porno tortura de los juegos de Jigsaw. La protagonista es Eveleigh Maddox (la australiana Isla Fisher, quien alguna vez perfiló como gran comediante), en los primeros minutos del film nos enteramos que sufrió un accidente de tránsito, del cual sobrevivió milagrosamente y que en el mismo hecho alguien perdió la vida y puede estar relacionado con niños. Pasa el tiempo, Eveleigh está embarazada y continúa con algunos traumas por lo sucedido. El embarazo le impide tomar sus psicofármacos, y para cantar lotería, se muda al viñedo de su pareja David (Anson Mouth). Allí se supone que todo debería arrancar de cero a pura tranquilidad y felicidad. Pero ese estado dura poco, ya que comienzan a sucederse una serie de acontecimientos extraños, complementados con visiones terribles que tiene nuestra protagonista, mezclando el pasado con algo que puede o no predecir el futuro. ¿Qué es lo que sucede? Sospecho que ni siquiera los guionistas L.D. Goffigan y Lucas Sussman lo tienen demasiado en claro, porque todo varía escena tras escena. Lo que sí se puede adelantar es que el diablo figura solo en la imaginación de quien creo el título local. Hay una mujer que de pronto parece poseída y hace un extraño rito en plena fiesta, el bebé puede tener algo indefinido, puede haber fantasmas que acosan, puede que el marido esconda algo, puede que el médico se traiga algo entre manos, puede que el embarazo le haya otorgado algún tipo de poder sobrenatural, o puede estar en medio de algo mucho más terrenal. El argumento se pasea por todos lados, como si nunca encontrara su eje. A Fisher y Mouth la secunda un elenco de rostros bastantes conocidos como los de Gillian Jacobs, Jim Parsons, Joanna Cassidy, y Eva Longoria. Pero todo el peso recae en Fisher, quien pareciera no estar a la altura de las circunstancias, o darse cuenta que no participa de algo trascendente. Porque Yo vi al diablo no es necesariamente un despropósito, el argumento, aunque disperso, se sigue con algo de interés (no se entiende como Greutert puede tener tanta trayectoria en el departamento de montaje y haber hecho algo tan innecesariamente fragmentado) pero no genera sobresaltos, apenas algún atisbo de suspenso, jamás terror. Volviendo al inicio, Yo vi al diablo aterriza en las salas locales en medio de un panorama en el cual mucho producto de terror, bastante mejor, aún aguarda su posibilidad, y no parecieran alcanzarla. Este panorama pareciera repetirse semana tras semana. ¿Cuál es el criterio de selección de compra? Acá no lo resolveremos, quizás la respuesta llegue de improvisto, como la resolución sobre qué le pasa a Eveleigh.
Kevin Greutert es conocido mundialmente por su trabajo como editor de cintas emblemáticas como “Donnie Darko” y “El juego del miedo”. Tiene en su haber más de una veintena de producciones en las que su edición ha sido elementales para lograr el suceso de películas tan dispares entre sí como necesarias. El paso a la dirección era inevitable, y contando en su haber con dos episodios de la saga “Saw” puso manos a la obra para su propia película “Jessabelle” (USA, 2014), la que fue recibida con una gran acogida entre los amantes del género y la crítica. En ese filme, en el que se conjugaba una atrapante historia, junto con una lograda creación de atmósferas y climas, es en donde se pueden encontrar algunos puntos de referencia para “Yo vi al diablo” (USA, 2015), una producción de género en la que más que terror se apela a la sugestión del clásico thriller de suspenso para construir un relato que, en el fondo, termina por disolverse a los pocos minutos de iniciado. “Yo vi al diablo” es la historia de Eveleigh (Isla Fisher), una joven mujer que, tras haber sufrido un accidente automovilístico, en el que puso fin a la vida de un niño, deberá, de alguna manera, retomar las riendas de su vida. Embarazada de unos pocos meses, junto con su marido David (Anson Mount), decidirán adquirir un viñedo “embrujado”, para poder, así salir adelante y además ser parte de una selecta comunidad en la que la enología y la producción de viñedos puede ser la respuesta de todo. Pero como “Yo vi al Diablo” se inscribe dentro del género de terror, la narración digresiva, con la que en un comienzo se busca construir el relato, termina por disolverse ante la búsqueda de efecto a partir de simples situaciones que Eveleigh comienza a vivir y que no hacen más que ir construyendo una ridícula trama que, hacia el final, solicita al espectador un esfuerzo sobrehumano para aceptar la irrisoria solución que se plantea. Mientras la pareja busca sacar a flote ese abandonado viñedo, una serie de personajes que los comienzan a rodear, sólo sumarán como cúmulo de presencias, las que, en el fondo, quieren lograr que el espectador menos avezado, y aquel fanático de las series, se acerque a las salas deslumbrado por la cantidad de estrellas de la TV que participan de la propuesta. Eva Longoria, Jim Parsons, Gillian Jacobs, Joanna Cassidy, y el propio Mount, son el anzuelo que los productores encontraron para construir una propuesta que no puede escapar de lugares communes, situaciones sin resolución, y, principalmente, irrisorias interpretaciones que terminan por resentir la propuesta. “Yo vi al Diablo” es una película olvidable desde el minuto cero, y va confirmando su débil propuesta con cada avance, puesta en escena, diálogo y demás. No hay una intención de narrar de verdad el derrotero de Eveleigh durante su período post traumático, sólo hay ganas de buscar el efecto en situaciones en las que habría convenido reforzar el guión en beneficio de la historia y los acontecimientos. Isla Fisher, la protagonista, actúa sin ganas, grita, se desborda, nunca logra el tono adecuado para un filme que tampoco encuentra una dirección correcta y en el que, el giro hacia al final parece ser la única viabilidad de construcción narrativa. Greutert pierde la oportunidad de construir un buen filme, y desaprovecha al seleccionado de actores que los productores le han colocado. Todo aquello que en “Jessabelle” se destacaba, aquí se termina resintiendo en una propuesta en la que el terror está borrado y también el respeto por el espectador. su haber más de una veintena de producciones en las que su edición ha sido elementales para lograr el suceso de películas tan dispares entre sí como necesarias. El paso a la dirección era inevitable, y contando en su haber con dos episodios de la saga “Saw” puso manos a la obra para su propia película “Jessabelle” (USA, 2014), la que fue recibida con una gran acogida entre los amantes del género y la crítica. En ese filme, en el que se conjugaba una atrapante historia, junto con una lograda creación de atmósferas y climas, es en donde se pueden encontrar algunos puntos de referencia para “Yo vi al diablo” (USA, 2015), una producción de género en la que más que terror se apela a la sugestión del clásico thriller de suspenso para construir un relato que, en el fondo, termina por disolverse a los pocos minutos de iniciado. “Yo vi al diablo” es la historia de Eveleigh (Isla Fisher), una joven mujer que, tras haber sufrido un accidente automovilístico, en el que puso fin a la vida de un niño, deberá, de alguna manera, retomar las riendas de su vida. Embarazada de unos pocos meses, junto con su marido David (Anson Mount), decidirán adquirir un viñedo “embrujado”, para poder, así salir adelante y además ser parte de una selecta comunidad en la que la enología y la producción de viñedos puede ser la respuesta de todo. Pero como “Yo vi al Diablo” se inscribe dentro del género de terror, la narración digresiva, con la que en un comienzo se busca construir el relato, termina por disolverse ante la búsqueda de efecto a partir de simples situaciones que Eveleigh comienza a vivir y que no hacen más que ir construyendo una ridícula trama que, hacia el final, solicita al espectador un esfuerzo sobrehumano para aceptar la irrisoria solución que se plantea. Mientras la pareja busca sacar a flote ese abandonado viñedo, una serie de personajes que los comienzan a rodear, sólo sumarán como cúmulo de presencias, las que, en el fondo, quieren lograr que el espectador menos avezado, y aquel fanático de las series, se acerque a las salas deslumbrado por la cantidad de estrellas de la TV que participan de la propuesta. Eva Longoria, Jim Parsons, Gillian Jacobs, Joanna Cassidy, y el propio Mount, son el anzuelo que los productores encontraron para construir una propuesta que no puede escapar de lugares communes, situaciones sin resolución, y, principalmente, irrisorias interpretaciones que terminan por resentir la propuesta. “Yo vi al Diablo” es una película olvidable desde el minuto cero, y va confirmando su débil propuesta con cada avance, puesta en escena, diálogo y demás. No hay una intención de narrar de verdad el derrotero de Eveleigh durante su período post traumático, sólo hay ganas de buscar el efecto en situaciones en las que habría convenido reforzar el guión en beneficio de la historia y los acontecimientos. Isla Fisher, la protagonista, actúa sin ganas, grita, se desborda, nunca logra el tono adecuado para un filme que tampoco encuentra una dirección correcta y en el que, el giro hacia al final parece ser la única viabilidad de construcción narrativa. Greutert pierde la oportunidad de construir un buen filme, y desaprovecha al seleccionado de actores que los productores le han colocado. Todo aquello que en “Jessabelle” se destacaba, aquí se termina resintiendo en una propuesta en la que el terror está borrado y también el respeto por el espectador.
Kevin Greutert, director que ha dedicado su filmografía al terror ("Saw 6", "Saw 3D" y "Jessabelle"), vuelve a estrenar una película de similares características y, lamentablemente, posee todos los mismos problemas que sus anteriores films. "Visions" es una propuesta insípida y demasiado dependiente de sus últimos quince minutos.
El cine de terror no parece estar encontrando buenas ideas últimamente, y fluctúa en general entre la remake/refrito y la copia de argumentos ya existentes, todo condimentado (en los mejores casos) con muchos sobresaltos. Yo vi al diablo de Kevin Greutert no es la excepción a esta regla. Eveleigh y su marido se mudan a una zona de viñedos para comenzar a armar su familia a la espera de un futuro bebe. Misteriosamente, Eveleigh comienza a ver visiones, o lo que parecen serlo, que según una vecina, están relacionadas con hechos violentos acontecidos anteriormente en la casa. Así, amenazada su residencia y su familia, Eveleigh comienza a enfrentar a la presencia que la atormenta. Ese es básicamente el argumento de esta película que no aporta nada nuevo al cine de terror y que en ningún momento llega a generar el clima suficiente como para que los sobresaltos lleguen siquiera a mellar al espectador. Actuaciones muy flojas acompañan una estética que no se termina nunca de definir, por momentos parece Poltergeist, por momentos apunta al naturalismo de Te Sigue, pero en ningún momento logra meter al espectador en la remanida y reciclada trama. Un producto menor que llega a las salas y que solo interesara a los fanáticos acérrimos del género, que muestra en este tipo de productos, que la ausencia de ideas es su principal enemigo.