Hijo de Creed, legado de Balboa. A esta altura del partido, que Rocky siga rindiendo frutos marca sinceramente un hito en la historia del cine. Ha habido capítulos muy buenos, buenos y menos buenos; independientes, comerciales y nostálgicos; ha habido algunos muy enfocados en la acción y otros muy enfocados en el drama. Rocky se ha convertido en una franquicia exitosa, variada, y por sobre todas las cosas, comprometida hasta la médula con su protagonista. Hemos crecido con Balboa en el cine. Lo vimos convertirse en peleador profesional, perder en el ring, consagrarse, perder en la vida, recuperarse, sobrevivir y finalmente lo vemos relegar ese protagonismo para generar un legado. Uno de los personajes más míticos de la pantalla grande vuelve a reciclarse, y con éxito. Los astros se han alineado. Escritores y técnicos se han puesto de acuerdo para que la transición entre Rocky y Creed valga la pena. No hay una historia fantástica, sino una que ya hemos visto infinidad de veces; pero sí hay, sin embargo, un buen guión. Creed presenta y desarrolla la historia con muy buena calidad narrativa. Pero los méritos del filme apenas comienzan ahí. Más allá de la cuidada historia, de las grandes actuaciones y los pensados diálogos, la propuesta impacta por su contundente dirección. Las peleas han sido filmadas con un gran manejo de cámaras y sobre todo hay una, en la mitad del filme, realizada al 100% con un plano secuencia sublime. El hijo de Apollo no defrauda, pero lo mejor del filme sigue siendo Stallone, que presenta aquí quizás la mejor actuación de su carrera. Por primera vez el actor debe interpretar a un Rocky vulnerable desde lo físico, y hay que decir que el resultado ha sido verdaderamente convincente. Creed es una muy buena e inaudita continuación de una saga que respeta a su audiencia y a sus protagonistas. Rocky ha envejecido, pero la sigue peleando.
Supervivencia épica. Hay historias simples contadas de modo espectacular e historias espectaculares contadas de modo simple. The Revenant pertenece al primer grupo. Se trata de, lisa y llanamente, una leyenda de supervivencia y venganza encarada desde la épica fílmica y se vive en imágenes con una intensidad inusual. La falta de complejidad narrativa es suplida con sofisticación cinematográfica. La fotografía y la edición de The Revenant son excepcionales al límite de la perfección. Gonzáles Iñárritu vuelve a demostrar (como si hiciera falta luego de Birdman) que quizás sea el mejor director de la historia del cine a la hora de filmar planos secuencia. Las escenas de acción y combate alcanzan un realismo pocas veces visto en la pantalla grande y la experiencia es sinceramente impactante. Han agregado ciertos condimentos emocionales al guión, quizás para dotar de más sustancia al relato y sus protagonistas, pero el verdadero mérito del filme es sin lugar a dudas su cinematografía inmersiva y envolvente. Quienes entiendan al cine como un arte de impacto sensorial donde priman las imágenes, van a quedar deslumbrados con El Renacido. Por otro lado, quienes necesiten de una historia sofisticada y mucho diálogo van a encontrarla aburrida. Yo creo que el cine es ambos y disfruto de uno y otro estilo sin condicionamientos. Para mí ha sido una experiencia increíble.
Realismo demoledor. Room es una película muy difícil de recomendar, porque es lo opuesto al cine convencional. No entretiene, ni intriga ni sorprende... Duele. Es una película hecha deliberadamente para que el espectador se sienta mal, y lo logra con creces. El mayor mérito de Room es el realismo con el que está realizada. La cinta se aleja del estereotipo dramático americano, evitando toda receta hollywoodense. No está concebida ni desde lo comercial ni desde lo artístico, sino desde la conciencia de sus realizadores. Hay un mensaje contundente en el filme, un llamado de atención fulminante para todos aquellos dispuestos a sufrir dos horas: es una ficción inspirada en una atrocidad humana que puede ocurrir a la vuelta de nuestros hogares. Room narra una historia demoledora y no busca audiencia, sino generar consciencia colectiva. Es, junto a Requiem for a Dream, la película que más me costó terminar de ver en mi vida. Sí, es muy buena, pero también es muy dura. No es para todo el mundo.
Ópera Western. Luego de sorprender gratamente con su reedición de Django, Quentin Tarantino renueva la apuesta con otro western, aunque esta vez la propuesta muestre matices propias de otros géneros. The hateful eight es una película de pistoleros divida en capítulos, que atraviesa su historia con notable eclecticismo. Policial negro, comedia negra, western y thriller; la nueva entrega del máximo revolucionario del cine lo es todo. Tarantino se toma muchas concesiones en esta oportunidad. Hay planos excesivamente largos y diálogos prescindibles, sobre todo al comienzo, en que se presentan los personajes, pero las deficiencias del filme son compensadas (al igual de lo que sucedió con Bastardos sin Gloria) con escenas quizás insuperables de tensión y acción. Dos horas de película son sublimes. El problema es que la cinta dura más de tres. Por lo demás, no tengo más que halagos. El director, en el trámite de entretener y sorprender a la audiencia, homenajea a Arthur Conan Doyle, Agatha Christie y Alfred Hitchcock, además de hacer catarsis acerca de un período histórico de la sociedad norteamericana. A The hateful eight le sobra, notablemente, más de 1 hora de película. Por ese motivo, para mí, está por debajo del alto promedio al que Tarantino nos tiene acostumbrados. De cualquier manera, vale la pena verla, porque no todos los días el cine convencional recibe una cachetada y es sacudido para romper los estándares. Este western atípico logra eso.
Crónica financiera de una catástrofe. Las finanzas estructuradas son extremadamente complejas de explicar a quienes no se dedican a eso. Muchos de los responsables de la crisis económica del 2008 se han refugiado durante todo este tiempo detrás de esa imposibilidad de las masas de entender lo sucedido, hasta que Brad Pitt decidió producir esta joya del cine. The Big Short decodifica mucha de la complejidad a la que me refiero, con eximia narrativa y cinematografía de primer nivel. Para mi gusto, no se trata de una película más, sino del mejor retrato fílmico de Wall Street en la historia del cine. Sobre todo mérito observable, The Big Short supera las expectativas en dos frentes: el guión, que se llevó el oscar, y la edición, que recibió una nominación. Adam McKay sin lugar a dudas se ha inspirado en la filmografía de Oliver Stone a la hora de contar la historia, y aprovechando el sensacional material literario que han puesto a su alcance, optó por una edición dinámica, creativa y por momento sorprendente. No hay tiempo para aburrirse en esta crónica financiera de una catástrofe. El reparto merece párrafo aparte. Christian Bale es por lejos uno de los mejores actores de su generación, junto a un puñado en el que se incluyen el difunto Seymour Hoffman, Matt Damon y Ethan Hawke, entre otros. Su caracterización del primer trader que pronosticó el derrumbe del mercado hipotecario es impactante, por lo verosímil. Ryan Gosling, por otro lado, también muestra una gran actuación, pero desde un enfoque más satírico. Steve Carell no tiene grandes desafíos con su protagónico y Brad Pitt aparece en la cinta para contribuir a la popularización del filme. El resto del reparto acompaña satisfactoriamente, haciendo de la película una experiencia divertida y también escalofriante. The Big Short es una crónica simplificada de lo sucedido en 2008, pero no por eso poco sofisticada. La mayoría de la audiencia no comprenderá todo, pero sí la idea general, que es lo que importa. Una de las mayores aberraciones financieras de la historia de la humanidad necesitaba un exponente cinematográfico que valiera la pena. Este es el caso.
La fuerza compaña. Tras comprar Lucasfilm hace un par de años, Disney se aseguró de dos cosas: que haya una nueva trilogía de Star Wars y que George Lucas no tenga nada que ver con ella. Luego de ver lo que éste había hecho con Indiana Jones IV, los creativos del mega-estudio prefirieron mantenerlo lejos, y en buena hora. Contrataron, en cambio, al quizás máximo heredero inspiracional de Steven Spielbierg, J.J. Abrams, quien ya había demostrado con el relanzamiento de Star Trek que la reedición del cine de culto no es una camiseta que le quede grande. The force awakens cumple su cometido, como propuesta de ciencia ficción y también como la digna continuación que merecen los fans. Paradójicamente, Abrams fue más respetuoso de la trilogía original que su propio creador hace más de una década atrás, y minimizó la edición digital en pos de la escenografía, el maquillaje y el vestuario, lo que le otorga a esta nueva entrega de la saga cierta familiaridad. Pero lo mejor de la propuesta está, para mi gusto, en lo bien que ha sido compuesta la historia. Star Wars siempre fue más acerca de su mística argumental que de rayos surcando el espacio, y el director supo captar eso, como director y seguramente también como fan. Hay un desarrollo impecable de la trama y sus protagonistas, lo que facilita la transición entre El Regreso del Jedi y esta nueva trilogía en la saga. Está presente, también, ese espíritu de telenovela tan característico de los 3 episodios originales. El nuevo capítulo de la saga de ciencia ficción más taquillera de la historia no defrauda, gracias al enorme compromiso que Disney ya había evidenciado en la última Tron. Pese a lo que muchos creían, ha sido un milagro que éste haya comprado Lucasfilm, rescatando de los delirios destructivas de Lucas a uno de los máximos hitos de la historia de la ciencia ficción. Esperemos que puedan hacer lo mismo con Indiana Jones.
Conclusión de una distopia bien concebida. La primera parte de Mockingjay fue excesivamente aburrida, pero es indudable que sirvió para sentar las bases de la conclusión de la saga. Mockingjay 2 culmina exitosamente la fenomenal adaptación a la pantalla de una célebre obra literaria de ciencia ficción que explora el costado más siniestro de nuestra naturaleza antropológica. Hay méritos suficientes para asegurar que The Hunger Games es una gran saga en su género. Buena cinematografía y muchísimo compromiso argumental la definen como una excelente propuesta de ciencia ficción, que no sólo funciona como entretenimiento, sino y fundamentalmente como una aguda crítica a la sociedad. Es muy interesante el trabajo que han hecho los realizadores en cuanto al mensaje del filme, que plantea un futuro distópico exagerado, pero con características propias de la realidad. La cuarta y última entrega concluye bien la historia, conservando la eximia narrativa de las partes anteriores y retomando la acción y el suspenso, que habían sido postergados en Mockingjay 1. The Hunger Games concluye según las expectativas: muy bien. Es verdad que Mockingjay 1 y 2 podrían haber sido una sola película larga, pero eso no llega a arruinar la experiencia, sino que apenas la prolonga innecesariamente. Pocas propuestas del tipo muestran tanto compromiso narrativo para con su trama y protagonistas. En una época en que sobran las sagas adolescentes y descerebradas, The Hunger Games hace la diferencia.
El drama de los drones. Un tema candente de la vida real y un gran protagonista suelen ser cartas de presentación auspiciosas en cualquier proyecto cinematográfico. Good Kill posee ambas, pero carece de todo lo demás que define a una película en su calidad. Prácticamente sin línea argumental, este drama bélico remoto norteamericano se lanza a su suerte en la pantalla grande, con la esperanza de que la mera provocación sea suficiente. Lamentablemente no lo es… Ethan Hawke no muestra lo mejor de sí en esta entrega. El resto del reparto, en cambio, probablemente muestre lo peor. January Jones y Zoe Kravitz por momentos dan vergüenza ajena frente a la cámara. Quizás no sea culpa de los actores, sino de un pésimo guión, por no llamarle inexistente. Más allá de la descripción de su contexto, que sí es sumamente interesante, no hay mucho más para contar en Good Kill. El vacío es suplido con diálogos pobres, escenas dramáticas inverosímiles y muchas explosiones a miles de kilómetros de distancia apreciadas a través de un monitor. El cine es arte, no política. Si en el trámite de contar una historia, un director logra concientizar al espectador, bienvenido sea; pero nunca puede relegarse el guión a un segundo plano en un drama. Good Kill es, en el mejor de los casos, un intento cinematográfico provocador altamente ineficaz.
La guerra fría según Spielberg. La última década en la cinematografía de Spielberg no ha sido del todo célebre. Sin necesariamente hacer películas malas (a excepción de la última Indiana Jones), el director no había logrado en más de diez años alcanzar ese umbral de excelencia que supo apuntalarlo como uno de los mejores realizadores de la historia del cine. Bridge of Spies rompe esa tendencia y demuestra que el amo y señor del cine sigue más vigente que nunca. Cuando Spielberg quiere contar una historia que le apasiona, es inigualable. Bridge of Spies, por supuesto, consta de esa perfección cinematográfica tan característica en la filmografía del director. Fotografía milimétrica, planos elocuentes, edición creativa y filtros de imagen acordes con la época. Pero por sobre todos los detalles técnicos, el enorme mérito del filme proviene de un guion fantástico, que atrapa al espectador y no lo suelta durante casi dos horas y media. Spielberg no sólo triunfa en narrar soberbiamente una serie de hechos increíbles e inspirados en la vida real, sino que también consigue retratar, y en ocasiones ridiculizar, una época tragicómica de la historia mundial. Bridge of Spies no es una entrega más, sino una de las mejores películas que he visto acerca de la guerra fría en mi vida. Sin dudas es, también, la mejor película del director desde Munich. Steven Spielberg vuelve a demostrar su versatilidad y su compromiso no sólo para con el cine, sino también para con la historia.
Retrato vivo de un psicópata. Luego de décadas de encasillamiento en papeles caracterizados por personalidades excéntricas y sobradamente expresivas, Johnny Depp finalmente sale de la jaula actoral para entregar, quizás, la mejor interpretación de su carrera. Black Mass es una buena película de gangsters que se potencia gracias a la soberbia actuación de su protagonista. Con Boston como escenario, esta nueva propuesta del cine-mafia se centra en la historia de un criminal hasta ahora poco conocido, pero que valía la pena contar. Es una película por demás de personalista, que pone el foco en retratar la vida de un escalofriante psicópata más que en desarrollar una trama de modo convencional. No es un filme que respete la ortodoxia narrativa a rajatabla, y de hecho, no sigue un hilo argumental preciso, sino que salta de momento en momento, siempre manteniendo a su protagonista en escena. Sin embargo, la falta de rigurosidad narrativa es suplida por un gran guión, hecho a la medida del personaje principal, y cinematografía de primer nivel. Black Mass es caótica, pero también es impactante, gracias a la increíble actuación de Johnny Depp, y también a un muy buen trabajo de dirección. Quizás no cuente una gran historia con finura, pero retrata una personalidad de modo impecable.