Contra los fascistas Con el transcurso de los años James DeMonaco demostró ser un artesano del horror a la vieja usanza, de esos que sin ser unos iluminados del rubro por lo menos de vez en cuando tenían alguna que otra idea de oro y la explotaban sin cesar ofreciendo una multiplicidad de variantes en cada producto en particular. Su saga de The Purge respeta este esquema al pie de la letra: al señor se le ocurrió el concepto de unos Estados Unidos en los que una derecha cristiana, mafiosa y reaccionaria toma el poder -las semejanzas con la realidad no son pura coincidencia- y permite un período de 12 horas de “vale todo” una vez al año, suerte de mecanismo mediante el cual los cerdos capitalistas y sus lambiscones de la burguesía matan a los indigentes y los sectores marginados. Cada nuevo eslabón de la franquicia nos regaló una nueva perspectiva en torno al asunto, con una primera parte centrada en los ricos, una segunda en los pobres y la tercera en el sustrato político concreto de la carnicería de turno. Si bien todos los films se engloban en el terror, también tuvimos cambios en los subgéneros trabajados: La Noche de la Expiación (The Purge, 2013) fue en esencia un thriller de invasión de hogar, 12 Horas para Sobrevivir (The Purge: Anarchy, 2014) tomó la forma de una epopeya de supervivencia callejera y 12 Horas para Sobrevivir: El Año de la Elección (The Purge: Election Year, 2016) apostó fuerte al espionaje y el cine testimonial. Ahora la cuarta entrada del lote, 12 Horas para Sobrevivir: El Inicio (The First Purge, 2018), vuelve a conjugar la relativa eficacia de los eslabones previos y a pesar de que DeMonaco cedió la silla del director a Gerard McMurray, lo cierto es que retuvo el control creativo vía el guión y que la saga continúa representando un oasis en el mainstream porque es de las pocas odiseas hollywoodenses orientadas a formular comentarios sociales valiosos sobre nuestro tiempo, en esta ocasión llegando al nivel de calidad de la muy interesante segunda película. Como su título lo indica, hablamos de una precuela de la trilogía original en la que se nos presenta el escenario sociopolítico y el desarrollo en términos prácticos de la primera purga, acontecida cuando los Nuevos Padres Fundadores se hacen con el poder en un contexto agudizado por las consecuencias de siempre del capitalismo (pobreza, desocupación, crisis económica, inequidad, paranoia direccionada desde las élites, etc.) y decretan que lo mejor sería que el pueblo libere “tensiones” vía el vandalismo, las violaciones y los homicidios (por supuesto que todo apunta a sacarse de encima a las masas pauperizadas que el mismo sistema genera y que después pretende tratar como un “gasto” engorroso desde la más pura hipocresía). Hoy el lugar elegido para llevar a cabo esta primera masacre experimental es Staten Island, en New York, con vistas a que los mismos pobres se maten entre ellos para a posteriori extender la norma a todo el país aprovechando la idiotez y apatía de la población. En cierto sentido 12 Horas para Sobrevivir: El Inicio, además de ofrecer una aventura de acción sumamente inquietante que no menosprecia la inteligencia del espectador, funciona como el exponente más astuto de la franquicia en el análisis de la manipulación social y el despotismo detrás de la purga, profundizando en la participación del gobierno mediante mercenarios que matan a diestra y siniestra a personas que optaron por quedarse en la isla en cuestión para recibir una gratificación económica prometida por los esbirros del Estado, todo desde ya en consonancia con la necesidad de “catalizadores” de una violencia que en un principio no estalla como los ideólogos creían, con Arlo Sabian (Patch Darragh) y la Doctora Updale (Marisa Tomei) a la cabeza. En esta oportunidad el grupo de supervivientes incluye a los hermanos Nya (Lex Scott Davis) e Isaiah (Joivan Wade) y al narco Dmitri (Y'lan Noel), un antihéroe prudente cercano a aquel Leo Barnes (Frank Grillo) de antaño. Combinando elementos del slasher, la ciencia ficción postapocalíptica, la superacción símil década del 80 y el horror más desatado de izquierda, la propuesta erige una fábula social bien palpable en nuestro presente en la que los lúmpenes y los cuentapropistas marginales unen fuerzas con las comunidades negra y latina frente a la repugnante derecha dirigente en tanto resistencia contra los atropellos del poder, su soberbia asesina y la guerra informativa de siempre, vinculada a instalar el miedo y la desconfianza entre el vulgo más ignorante. La decisión de evitar la patética corrección política contemporánea y jugarse por una crítica directa a los conglomerados institucionales da por resultado un producto muy atractivo que exprime todo el potencial de su premisa de base tanto desde el punto de vista ideológico como a nivel formal. El canibalismo condicionado y la industria de la muerte aparecen en primer plano en un film que habla el lenguaje de la lucha conspicua contra los fascistas…
"El sueño americano se murió" asegura uno de los integrantes de los Nuevos Padres Fundadores, el partido que instala un periodo de 12 horas para que la población estadounidense libere angustias y pueda asesinar sin castigos a cambio. 12 horas para sobrevivir: El inicio,la cuarta película de la franquicia iniciada por por James De Monaco en 2013 y ahora dirigida por Gerard McMurray, funciona como la precuela de La noche la expiación y detona una vez más la violenciay los enfrentamientos entre los que quieren la Purga, los que se oponen a ella -un grupo refugiado en una iglesia- y las pandillas de drogas que amenazan Staten Island, el escenario donde se desarrolla la acción. Los Nuevos Padres Fundadores aseguran que asesinar -a cambio de dinero- purifica las almas de quienes viven en los barrios más carenciados, encendiendo un brote de violencia extrema entre los habitantes, rehenes del sistema del poder imperante y de las políticas de turno -la Doctora Updale, encarnada por Marisa Tomei en un rol al que no estamos acostumbrados a verla- en esta noche experimental para reducir la tasa de criminalidad que terminará de la peor manera. La propuesta combina nuevamente la acción extrema y el terror slasher de los años setenta, retomando la idea iniciadora de la saga: "la invasión del hogar" en manos de asesinos despiadados. Sin resultar novedosa -con lentes de contacto flúo que registran violaciones y crímenes-, la película mantiene la tensión con los hermanos Nya -Lex Scott Davis- e Isaiah -Joivan Wade- perseguidos sin descanso; el villano Skeletor, con agujas en la mano, y el traficante Dmitri -Y’lan Noel- que se termina aliando con los desprotegidos. El relato entrega lo que promete y explica las consecuencias de los que vio en las tres películas posteriores. Los seguidores de la franquicia no saldrán defraudados.
Esta cuarta entrega (y precuela) de la saga ha perdido quizás un poco de ingenio, pero ha ganado en capacidad de denuncia para convertirse en una heredera directa del género blaxploitation con la era Trump como objetivo de su filosa mirada. En los últimos 50 o 60 años el cine clase B se ha permitido una rebeldía, una mirada por momentos incluso anarquista, que el cine mainstream no puede (ni quiere) ofrecer. Lo interesante de esta exitosa saga de la factoría Blumhouse es que tiene todos los elementos de la clase B, pero con una major como Universal detrás de su lanzamiento. Es, por lo tanto, una película concebida desde el establishment que propone una alegoría despiadada sobre la era Trump. Tras tres interesantes entregas dirigidas por James DeMonaco, esta precuela (se narra el inicio del “experimento” que consiste en otorgar a la población 12 horas de absoluto desenfreno y libertinaje para que descarguen toda la violencia, la maldad, las angustias, las miserias y los resentimientos contenidos), esta cuarta entrega lo tiene solo como guionista, ya que la dirección quedó a cargo del afroamericano Gerard McMurray (Código de silencio / Burning Sands, disponible en Netflix). Que se haya elegido esta vez a un realizador negro no es casualidad, ya que casi todos los protagonistas de 12 horas para sobrevivir: El inicio son afroamericanos (también hay un par de latinos), mientras que solo los poderosos son blancos (todos crueles, para más datos): desde el supervisor de la purga Arlo Sabian (Patch Darragh) hasta la ideóloga del proyecto May Updale (una desaprovechada Marisa Tomei), pasando por mercenarios contratados para subir la tasa de violencia y que las estadísticas sean el éxito que el gobierno ultraconservador de los Padres Fundadores necesita mostrar. Esta vez la acción queda reducida a las calles y los housing projects (desvencijados monoblocks) de Staten Island y los protagonistas son dos hermanos (la activista Nya que interpreta Lex Scott Davis y el joven Isaiah que encarna Joivian Wade), el poderoso narcotraficante Dmitri (Y’lan Noel) y el psicópata Skeletor (Rotimi Paul), devenido asesino serial. Con ecos también de Duro de matar, Carrera mortal 2000 y Los dueños de la calle (Boyz n the Hood), esta cuarta entrega de la saga tiene tensión, humor negro y, claro, escasa profundidad psicológica. Lo que le falta en sutileza, de todas maneras, lo tiene en provocación y capacidad de denuncia. No será una joya, pero John Carpenter, Roger Corman y Walter Hill deben estar orgullosos de un James DeMonaco que se ha convertido en un cultor y continuador de los caminos que todos ellos marcaron.
Creada en 2013 y dos años después de su última entrega, la saga “La Purga” nos trae este año una nueva historia o mejor dicho la primera historia de origen sobre esta noche de depuración. Dirigida por Gerard McMurray, esta precuela se enfoca en los acontecimientos que llevaron a que se realizara la primera purga en los Estados Unidos. Esta es un evento anual en el que durante 12 horas todos los delitos son legales y todos los servicios (policía, bomberos y hospitales) se encuentran cerrados. La celebración fue creada con la supuesta intención de brindarles a los ciudadanos una oportunidad de catarsis. Partamos de la base de que la película es presentada y dirigida por un realizador “novato” y que recién está sumergiéndose en el mundo del cine. Los pocos films que dirigió/participó no tienen mucho que ver con lo que nos presentan en esta cinta, ya que es otro género. Lo mismo ocurre con los actores y actrices, casi nadie se ha destacado anteriormente en papeles mucho más protagónicos, salvo Marisa Tomei (Tía May en “Spiderman” del MCU). Al fin y al cabo eso es lo menos importante, pero curioso al mismo tiempo. De entrada creemos que esta película es y fue innecesaria de realizar en el tiempo que ya lleva la saga de “La Purga”. Principalmente porque en el largometraje no utilizan ni profundizan bien la razón de hacer una purga anual. Si uno presta atención en las tres entregas anteriores, ya se tiene una idea de por qué los “Nuevos Padres de la Patria” quieren hacer un experimento para que los ciudadanos “saquen” su ira en una noche. En cuanto a los aspectos técnicos, el guión, la ambientación y la banda sonora repiten la misma fórmula que se utiliza desde la primera parte, este film no buscó ser algo distinto a lo que ya habíamos visto en las historias anteriores y apostar a algo nuevo; sino que se basaron y tomaron la gran mayoría de recursos implementados en sus antecesoras. Lo que sí se puede destacar con respecto al vestuario son las máscaras. En cada entrega nos sorprenden la cantidad de nuevas máscaras que nos presentan con un interesante grado de imaginación para la realización de las mismas. No hay una actuación para destacar de todos los actores que vemos en pantalla durante un poco más de una hora y media. Tenemos muy poca comedia y generalmente se reduce a unos pocos personajes. La historia es simple al igual que las demás y solo nos va llevando al punto y a lo que nos “interesa” realmente de esta saga que es ver cómo los norteamericanos se matan entre ellos. En síntesis, “The First Purge” es una película que explica de una manera muy pobre y básica el inicio de la depuración anual pero que si te gustaron las entregas anteriores, lo más probable es que esta también te llame la atención.
12 Horas Para Sobrevivir, el inicio: Purga para todos. Llega a los cines la precuela de la saga The Purge, donde apreciaremos la primera Purga realizada en los Estados Unidos. Desde la primera The Purge (2013) que sucedía todo en una locación, o The Purge: Anarchy (2014) logrando lo que pretendía el director con más dinero, y finalmente con The Purge: Election year (2016), vimos cómo iba desapareciendo de a poco el suspenso y el terror, enfocándose cada vez más en lo político, sin dejar de lado la acción. Además de otras curiosidades que hemos apreciado. El director y guionista de estas tres películas, James DeMonaco se destacó por haber creado este mundo no tan alejado de la realidad, explotándolo desde la mirada de las personas que sufren este evento anual que dura 12 horas donde todos los delitos, incluyendo el asesinato, son legales. Esta nueva película nos lleva a la primera Purga, y al porqué de este acontecimiento que empieza en Staten Island, un distrito de Nueva York, para luego, como vimos en las demás películas, se expandirá a la nación. La perspectiva en este caso está puesta en la falta de comida, trabajos y recursos que hay en el país de Estados Unidos, por lo que hay cambios en la presidencia, presentándose por primera vez el partido político de la NFFA (New Founding Fathers of America) que sirve como el villano de todas las películas de esta saga. Su objetivo es entregarle a la comunidad una oportunidad de catarsis, para liberar esa ira que ¿todos? llevan adentro, dándoles dinero a los más pobres que se queden en esta zona. La ciencia hace su pequeña aparición con el personaje interpretado por la siempre bella Marisa Tomei, como la arquitecta de ésta idea, intentando apreciar el comportamiento de la clase más carenciada de la ciudad. Pero obviamente el gobierno tiene otra finalidad mucha más deshumanizada. La mayoría de los personajes que sufrirán este propósito sanguinario son afroamericanos, como la actriz Lex Scott Davis (Superfly) que interpreta a Nya, la joven luchadora que está en contra de este plan del gobierno, y hermana de Isaiah, Joivan Wade (Doctor Who), cansado de vivir en el complejo de edificios en mal estado. Al centrarse este film en una ciudad devaluada que puede recordar a los monoblocks de la serie The Wire, uno de los personajes principales es el jefe de una pandilla que trafica droga, llamado Dmitri, interpretado por Y’lan Noel (The Hustle, Insecure), quien no le otorga demasiados matices a su personaje con su tiesa actuación, sino más bien le concede músculos y acción desmedida ante la realidad que enfrenta. La mayoría hace un gran trabajo salvando un guion que, en relación a las anteriores films, no se atreve a mucha originalidad y decepciona en ciertos aspectos. Sigue habiendo persecuciones, asedios y separaciones con mucha violencia. A pesar de poder definir mejor a los personajes a diferencia de lo vivido en películas previas, los villanos son o dementes psicópatas, o políticos blancos que hablan correctamente, o mercenarios con similitudes exageradas a la Gestapo que no parecen representar una verdadera amenaza. Salvo el psicópata de ojos muy abiertos llamado Skeletor, interpretado por Rotimi Paul (Dutch Kills), quien es el que mejor impresión da en esta precuela, aunque desafortunadamente no es utilizado en su totalidad. En 12 Horas Para Sobrevivir: El Inicio, James DeMonaco ya no es el director como en las anteriores tres, sino que permaneció como guionista. Lo reemplaza Gerard McMurray (Burning Sands) quien parece tener una diferente creatividad en algunos planos, filmando varias escenas y secuencias de manera correcta, entregándonos ciertas situaciones visualmente interesantes. Los diálogos siguen siendo el punto débil de DeMonaco a pesar de mejorar un poco la sobreexplicación que colmaban las anteriores películas. Aun así se nota que DeMonaco deja de lado a los personajes y los giros de la trama, porque parece estar enamorado de su premisa de un futuro distorsionado, la cual posee una semejanza cada vez mayor a la presente realidad de Estados Unidos con su nuevo presidente Trump, y el comportamiento de la fuerza policial frente a los afroamericanos. Habiendo algún que otro guiño al pensamiento gubernamental que seguro les recordará a algo más nacional. En esta noche de Purga, no hay consecuencias en agarrar a una mujer por sus partes íntimas (Como se logra ver en una escena con la protagonisa), del mismo modo que aparentemente no hay consecuencias en la política estadounidense para admitir tal comportamiento (Refiriéndose a lo dicho por Trump). También habrá muchos elementos cercanos a la realidad del país del norte, que tienen que ver con los neonazis, capuchas KKK, banderas confederadas y asesinatos en masa. Se conservan la sangre y asesinatos de los anteriores films, pero no ocurren escenas de suspenso que te mantengan tensos en el asiento, más allá de algunos momentos de Isaiah, y personajes recorriendo las calles distópicas. Así se vuelve una película bastante predecible, sin que se destaque alguno de los géneros. Ya que la película exhibe la acción mezclada con pizcas de suspenso, y asesinatos brutales y entretenidos, además del drama que sufren los protagonistas. No es para nada una mala película, al demostrar una motivación política clara y personajes definidos, pero no muestra nada nuevo y decepciona en ciertos aspectos que podrían haber sido mejor desarrollados. Como el elemento de ciencia ficción que pudo distinguirse más con las grabaciones realizadas por gente del gobierno, diferenciando aún más a los locos de la gente común. O también se podría haber utilizado los lentes de contacto que tienen que utilizar los voluntarios, como un punto de vista diferente tanto en términos técnicos como narrativos. O usar más la escena de un afroamericano siendo golpeado por policías enmascarados que dura tan poco que ni siquiera se merece una advertencia de spoiler. Entre otros tópicos mencionados anteriormente. Aunque quizá todo esto sirva como premisa para explorar aún más en la serie que pronto estrenará. Para algunos podrá ser una película más de la saga, y para otros puede ser la mejor de todas ellas porque agrupa el encierro de la primera, el exterior deteriorado y las calles de la segunda, además del tema político de la tercera, atreviéndose a ligarlo mucho más con la realidad. Pero sin destacarse en ninguna, y sin ninguna novedad en la trama. Solo falta que la vayan a ver y saquen sus conclusiones.
Cuando algo funciona -económicamente, esto es: vende entradas- y las ideas escasean, además de hacer secuelas ahora se impone la precuela. Y a The Purge o La noche de la expiación le ha llegado la suya. ¿Qué cambia? No mucho. Al contar el inicio de la matanza permitida por ley por un flamante partido gobernante en los Estados Unidos (los Nuevos Padres de la Patria, que han desplazado a Republicanos y Demócratas), el morbo se mantiene intacto, aunque el director haya cambiado por primera vez en las entregas. Ya no es James DeMonaco, sino que ahora es un afroamericano (Gerard McMurray, de Burning Sands). Y es que los personajes de color (sobre)abundan en esta película, ya que se sitúa en Staten Island, Nueva York, y son sus barrios más carenciados la tierra que tienen como eje quienes quieran desatar su ira contenida (por la falta de empleo) y la violencia. Están los que buscan -y el que busca siempre encuentra- una mirada crítica a la administración de Donald Trump, pero estas películas comenzaron cuando Obama estaba en el poder… Lo cierto es que sí hay una posición tomada en cuanto a que el Gobierno impone lo que quiere, a partir de este “experimento” en el cual por doce horas cualquier asesinato que se cometa no será castigado. Y hasta se busca premiar con dólares a quienes salgan a expurgar y lo muestren con lentes de contacto que filman las matanzas. El asunto es que “los buenos”, bah, los que saldrán a impartir “justicia” o impedir que “los malos” (blancos, bien, pero bien arios, rusos y/o extranjeros) masacren a los indefensos (negros, algunos latinos) son los que manejan el narcotráfico. Esto es: los héroes son los narcos negros de Staten Island. ¿Cuenta como película inclusiva para el Oscar? El resto es más de lo mismo. Ya no hay una familia acosada (la de Ethan Hawke en el filme de 2013) sino que aquí los targets a asesinar son varios. Y la sangre derramada y desperdiciada en el rodaje, también.
¿Qué pasaría si por 12 horas la ilegalidad no existiera? 12 horas para sobrevivir (The Purge) muestra justamente este concepto. Desde una mirada política de denuncia hacia la actual situación de Estados Unidos, esta saga de terror busca que el espectador no solo se asuste, sino que reflexione y relacione la película con su realidad. 12 horas para sobrevivir: El inicio trata de cómo el nuevo partido político “Nuevos Padres Fundadores” propone la primera purga, un experimento de 12 horas sin ilegalidad en Staten Island, Nueva York. Este experimento se presenta como un momento para “liberar angustias”, pero oculta su verdadero propósito, bajar la delincuencia en esta ciudad eliminando a los criminales. O mejor dicho, haciendo que se maten entre ellos. Esta precuela muestra los enfrentamientos y marchas que hubo entre aquellos que se oponían al experimento y aquellos que se sumaban, ya que el estado ofrecía dinero a cambio por participar. Esto no se ve en las otras películas porque desde la primera, la purga ya está instalada en todo el país como un ritual. Si bien esta película sigue la idea principal y el estilo original de las otras el hilo de las otras, no llega al nivel de las dos primeras películas de The Purge. Es rescatable el trabajo que hace al mostrar la sociedad corrupta, y los tratos entre los políticos y los policías que existen en Estados Unidos. En resumen, busca, de alguna forma, retratar el gobierno de Trump. En esta película hay muchos personajes con historias interesantes: dos hermanos con problemas de dinero, una madre e hija desesperadas, un traficante de droga. Algunas de esas historias no concluyen o terminan apresuradamente para poder darle un final a pura sangre y acción a la película. La saga de 12 horas para sobrevivir surgió como una película de terror distinta. No asusta tanto como otras películas del género, pero va hacia algo mas profundo, cuestiona conceptos como la pena de muerte o la pobreza en Estados Unidos. En 12 horas para sobrevivir: el inicio podría explotarse aún más en como fue el proceso que llevó a engendra el experimento y cómo lo vivieron las distintas personas de distintas clases, más allá de los sectores mas humildes y los gobernantes. Es entretenida pero se queda en lo previsible, no arriesga y sigue buscando asustar al publico con los efectos de sonidos y las mascaras extrañas que usan aquellos que participan de la purga.
Pesada herencia Cuando una serie de películas llega a una cuarta entrega el desgaste parece ser inevitable; no es el caso de la saga The Purge, que por el contrario ha incrementado su poder narrativo y hasta se ha animado a recrudecerse sin miedos. El freno cronológico de sus creadores es la columna vertebral de 12 horas para sobrevivir: El inicio porque lleva la historia a un grado cero, sobre cómo un experimento fascista (llamado la purga) de un gobierno nace para tapar una realidad económica agobiante. Durante una noche al año el Gobierno permite de manera legal que se cometan todo tipo de crímenes (incluido el homicidio) sin que intervengan las fuerzas de seguridad. Para la prueba piloto se elige Staten Island, una zona de Nueva York rodeada de barrios de clase baja. La locación es ideal para implementar este siniestro experimento, más aún si a los habitantes se les concede una gratificación monetaria para permanecer en el lugar, la cual se incrementa si participan activamente durante la purga. El high concept creado por James DeMonaco con La noche de la expiación (2013) fue puesto en valor en cada película de esta saga porque trabajó de manera inteligente diversos géneros, aplicándolos en diferentes perspectivas sobre el asunto. En la primera se explotaba la premisa bajo el contorno de una película de encierro, en la segunda se amplificaba el miedo a unos personajes que buscaban sobrevivir en la calle, en la tercera la trama giraba sobre la dimensión política aunque sin prescindir de una arista violenta y visceral. Una de las particularidades (y logros) de esta cuarta parte se halla en la articulación de géneros sin dejar expuestas las costuras. Hay un primer acto de tensa calma con presentación de personajes, de espacios sociales y, en términos de guión, de algunos set up y foreshadowings; todo en su conjunto se lo puede pensar como película de terror. Un terror formalmente contorneado por operaciones visuales inteligentes, desde detalles (ejemplo: los ojos de los personajes que deciden participar para cobrar un “plan” del Gobierno) hasta el uso de una cámara narrativa, factura del fotógrafo Anastas N. Mitchos. Ya en el segundo acto la historia vira hacia la acción más urbana, en una disputa entre un narco local que decide quedarse para cuidar el negocio y su ex pareja, una activista en contra de la purga. En esta fase de la película, McMurray (con un solo crédito anterior como director) propone una acción artesanal, más propia de otras cinematografías y, también, de otros tiempos de Hollywood. La última parte exhibe el costado más violento por la aparición de una variable en la ecuación en forma de mercenarios que tienen el objetivo de torcer los resultados parciales del experimento; la guerra del vale todo se impone. DeMonaco (el autor intelectual de la franquicia que aquí solo figura en los roles de guionista y de productor) también conoce el maridaje de influencias, y es por ello que en este último tramo mezcla algunas recurrencias del “cine de encierro” de la primera película de la saga con destellos de Duro de matar. Como muchos fenómenos de la Historia del Cine (pensemos en el blaxploitation, por ejemplo), el cine de género llevado al extremo ha propuesto las mejores miradas sobre momentos sociales y políticos, principalmente por no pararse en la columna de la fábula o del cine de protesta más grueso. No hay dudas de que 12 horas para sobrevivir: El inicio es una película anti Trump, ni tampoco de que es a la vez la más contestaria, pero no pierde jamás su carácter lúdico ni expresivo en el uso discursivo de su posición ideológica sobre el cine actual. Aquí la medalla es para Jason Blum, quien desde su productora apuesta al mercado casi huérfano de la producción cinematográfica de mediano presupuesto. La saga de 12 horas… se ubica ya, con este nuevo eslabón, en una cadena evolutiva superior del cine explotation (¿un neo explotation junto a los films de la productora y distribuidora A24?) que nació cobijado por el cine de encierro hasta llegar a este monstruo maduro e híbrido de géneros textuales. Una película subversiva por la temática y también por mantener viva la llama del espíritu del cine que John Carpenter y Walter Hill (por citar solo dos casos) se atrevieron a hacer en tiempos de Reagan y Bush, período casi tan oscuro como el actual.
A esta altura la única purga necesaria que merece ser ejecutada es la de esta franquicia en la cartelera que no da para más. La primera película de James DeMonaco no estaba mal y trabajaba con un concepto bizarro el subgénero de la invasión de hogares. Había cierto comentario social que no se podía tomar demasiado en serio y el film era más que nada entretenido por la presencia de Ethan Hawke. Luego vinieron las dos continuaciones que ofrecieron más de lo mismo y ahora le tocó el turno a la ya clásica e innecesaria historia de origen. DeMonaco quedó afuera de esta entrega y en este caso la dirección quedó en manos del debutante Gerard McMurray, quien produjo la ópera prima de Ryan Coogler (Creed, Pantera Negra), Fruitvale Station (gran película que recomiendo si nunca la vieron). McMurray tomó el concepto de la purga que estableció DeMonaco para desarrollar un típico Blaxplotation de los años ´70 ambientado en un futuro distópico. Como solía ser recurrente en aquellos filmes, el protagonista de esta entrega es un traficante de drogas con conciencia social, quien por una noche deja su negocio para salvar su barrio de la amenaza del hombre blanco. Una especie de Superfly moderno que se enfrenta al poder político que busca eliminar la clase sociales más bajas y muy especialmente a la comunidad negra. El origen de la purga lidia con muy poca sutileza con los conflictos raciales y el acecho del gobierno norteamericano a los inmigrantes que hoy es un tema de actualidad en Estados Unidos. El problema es que todo esto se desarrolla en una película tonta que se centra en las escenas de violencia extrema que ya vimos en las entregas anteriores. La película despierta cierto interés en los primeros 10 minutos donde se establece el contexto de lo que será el experimento de la primera purga y después derrapa con la estupidez. En el medio aparece Skeletor un pseudo Jason Voorhees que representa el único elemento del cine de terror en esta producción que es más bien un thriller de acción. El tema es que Skeletor, quien era un antagonista decente, luego desaparece durante la mayor parte del film para tener un deslucido regreso en el acto final. El film de McMurray tiene la ventaja de contar con un reparto decente, que incluye una participación de Marisa Tomei, completamente desaprovechada por el guión. Las secuencias de tiroteos durante el clímax están muy bien realizadas pero no hay mucho más para destacar. El film no consigue establecer situaciones sólidas de suspenso y todo se desarrolla de un modo muy burdo y predecible hasta el paupérrimo final que ni siquiera se esfuerza por conectar este capítulo con el resto de la saga. Por ese motivo el film resulta insignificante ya que no le aporta ningún contenido relevante a la película original ni las continuaciones que vinieron después. Lo único positivo es que dura apenas 97 minutos y por lo menos termina rápido. En lo personal no la recomiendo para el cine ya que es una propuesta bastante pobre que se puede dejar para la televisión.
Matar por dinero Aprovechando el éxito de la franquicia, 12 Horas para sobrevivir: El inicio (The First Purge, 2018) explora el origen de la purga -disparador narrativo de cada una de las películas- con elementos cercanos al soporte televisivo para detallar, de manera muy superficial, algunas ideas presentes en las entregas anteriores. El experimento político y social, que tiene como eje la liberación del deseo de matar durante las horas que indica el título, es desarrollado en esta oportunidad, con fines psicológicos. Hay un personaje que se presenta como guía del relato, un asesino que necesita matar para sentirse vivo. Idea que choca con el leit motiv de la saga, cuando la verdadera función de la purga no era otra que acabar con las minorías, extranjeros y todo aquel que no se condice con el espíritu del americano promedio que habita el país. La saga fue tomando fuerza y reconocimiento popular, cuando las películas traccionaron elementos de la realidad, como en la última 12 horas para sobrevir: El año de la elección (The Purge 3: Election Year, 2016) que coincidió su estreno con las elecciones en Estados Unidos y la llegada de Donald Trump al poder. A diferencia de sus predecesoras, 12 Horas para sobrevivir: El inicio resiente el relato de una manera notable, al dibujar a los personajes de una manera exagerada y evidente, sumado a la incorporación de un líder mafioso que digita los pasos de los individuos a fuerza de drogas y armas. El sustento ideológico del porqué sumarse a la purga se disuelve, intentando explicar que la falta de dinero es el principal motivo elegido por la mayoría para justificar su accionar. El conflicto moral también se debilita, y sólo en la figura de una psicológa (Marisa Tomei) que impulsó gubernamentalmente la acción, se presenta la doble cara de aquellos que participan ideológicamente de la purga pero sin profundizar mucho más. 12 Horas para sobrevivir: El inicio se aleja de la distopía para centrarse en la actualidad y, a pesar de ser ficción, su dolorosa semejanza con la realidad la convierten en una propuesta menor dentro de la saga, pero aun así, válida.
Tras tres exitosas películas dirigidas por James DeMonaco, esta saga que combina terror y sátira política apuesta en su cuarta entrega por la precuela; es decir, reconstruir el inicio de este experimento social que consiste en otorgarle a la población 12 horas de libertad absoluta para que dé rienda suela a "la purga", una descarga de violencia desenfrenada -y supuestamente catártica- que de alguna manera compense la frustración acumulada durante el resto del año. Ahora con DeMonaco solo a cargo del guion y con Gerard McMurray ( Código de silencio, Burning Sands) en la dirección, 12 horas para sobrevivir: El inicio resulta una contundente (aunque no demasiado sutil) alegoría sobre la era Trump. Los protagonistas son todos negros y latinos (más allá de las diferencias deberán unirse para enfrentar a las fuerzas del establishment), mientras que desde el gobierno de los Padres Fundadores se apuesta no solo a la manipulación más impiadosa sino también a grupos de choque supremacistas que remiten directamente al Ku Klux Klan. La película -ambientada en las calles y los monoblocks de Staten Island- parece una relectura contemporánea del género blaxploitation de la década del 70 mixturada con elementos propios de La Naranja Mecánica; Los dueños de la calle, de John Singleton; el John Carpenter de Asalto al precinto 13, y el Walter Hill de Los guerreros. Un homenaje al espíritu combativo del cine de clase B, pero con una factura y un lanzamiento propios de Hollywood.
Un capitalismo post Donald Trump Integrada por La noche de la expiación (2009), 12 horas para sobrevivir (2014) y 12 horas para sobrevivir: El año de la elección (2016), la trilogía The Purge creada por James DeMonaco articula a partir de los recursos del cine de terror un universo único, reconocible y con leyes propias, que sin apartarse de las reglas del género enriquece su propuesta con apuntes sociopolíticos, dialogando de modo crítico con la realidad de su tiempo. El director y guionista imagina un verosímil futuro cercano en el que Estados Unidos ha colapsado bajo el peso de las inequidades producidas por el capitalismo. A partir de las desigualdades sociales, la delincuencia ha crecido de forma estrepitosa y un grupo de políticos mesiánicos, los Nuevos Padres Fundadores, aprovechan el escenario para crear La Purga. Se trata de una noche en la que todos los delitos están permitidos (incluyendo el asesinato), en la que hordas de ciudadanos de todas las clases sociales salen a cumplir sus deseos violentos. En consecuencia la tasa de criminalidad baja casi a cero, haciendo de Estados Unidos un ilusorio paraíso de 364 días al año y una sola noche infernal. Con astucia, DeMonaco convierte a la lucha de clases en un cuento de horror que con cada nueva entrega gana en complejidad mientras avanza. Con el estreno de 12 horas para sobrevivir: El inicio la saga da un paso hacia atrás para contar el nacimiento de La Purga. A diferencia de las otras, esta no fue dirigida por DeMonaco (sólo autor del guión) sino por Gerard McMurray, un cineasta negro. El último dato, que en otros casos resultaría inútil, acá es importante porque el relato del origen tiene su epicentro en la comunidad negra y el eterno conflicto racial que atraviesa a la sociedad estadounidense. En esta precuela La Purga es un experimento que los recién elegidos Nuevos Padres Fundadores presentan como única posibilidad de salvar la grandeza americana. El mismo consiste en cerrar Staten Island, barrio insular de Nueva York que la película imagina como epicentro de la pobreza y gran población negra, para que los voluntarios liberen por una noche sus bajos instintos. Pero algo falla en el experimento y el diablo de la política mete la cola. Aunque el film vuele a mostrar los pincelazos de ingenio y las acotaciones políticas que caracterizan a la serie, remitiendo de manera clara a un capitalismo post Donald Trump, se trata en realidad de su versión más llana e inocua. Y la que de forma más evidente remite a una saga pionera en eso de cruzar el terror con lo social: la de los Muertos Vivos creada por George Romero, otro neoyorquino, cuya primera película también tenía un protagonista negro. Elemental en materia de subtramas, musicalización y argumento, 12 horas para sobrevivir: El inicio tiene como virtud el trabajo sobre la histórica opresión sufrida por la minoría negra y acierta en hacer que, en oposición a los intereses de la política, una banda de narcos con conciencia social acabe convertida en la reserva moral de los Estados Unidos.
Cuando a una idea no se le puede sacar más el jugo, es preferible dejarla así, pero siguieron insistiendo con una nueva película, ésta vez dirigida por Gerard McMurray , narrando la precuela de “La Noche de la Expiación” y salió algo regular, de acción y suspenso, terror cero. La primera de las historias nadaba en la abundancia en cuanto a originalidad de guión y elenco comandado por el gran Ethan Hawke, cuando una familia se veía amenazada en su propia casa. Aquí son dos hermanos que deben protegerse: la mayor Nya ((Lex Scott Davis) debe proteger a Isaiah (Joivan Wade) del villano Skeletor y para eso, luego de una serie de engaños y contratiempos recorren las calles de Staten Island durante las 12 hs en las que todo está permitido: matar sin culpas. Muchos vecinos se protegen en la iglesia y los hermanos deberán hacerlo en la calle ayudados por un ex novio de Nya, matón que comanda una pandilla que se dedica a acciones non sanctas. En definitiva, una precuela que explica poco y que tiene a Marisa Tomei en el papel de la Dra. Updale, quien comanda el experimento a cargo de todo y a quien me costó verla en una película de ésta calidad, dado su prestigio. ---> https://www.youtube.com/watch?v=LqF4Z3Nf8Wc ---> TITULO ORIGINAL: The First Purge ACTORES: Luna Lauren Velez, Chyna Layne, Y'lan Noel. Patch Darragh, Mo McRae, Jessica Bell. GENERO: Terror , Ciencia Ficción . DIRECCION: Gerard McMurray. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 94 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años con reservas FECHA DE ESTRENO: 05 de Julio de 2018 FORMATOS: 2D.
La cuarta entrega de una franquicia que sorprendió la primera vez, y que tuvo su versión más redonda con “el año de la elección” viene seguramente a cerrar la serie aunque se trate de una precuela. En esta ocasión su creador James DeMónaco se queda como guionista y productor y dirige Gerard McMurray para traernos el inicio de la historia. Como ese gobierno absolutista de los “nuevos padres de la patria” se entusiasman eufóricos cuando una científica les da la idea con su teoría de una noche para matar impunemente al año, como válvula de escape y encauzamiento del comportamiento social. Ya sabemos por las anteriores como el gobierno manipula la acción mortal para sacarse de encima a sectores de la población indeseables (léase pobres, latinos y afroamericanos). Nada sorprende entonces aunque aquí se explicita, que para ese primer ensayo –se lo ubica en Staten Island- se pague a los que participan, se les da unos lentes con cámaras que dan efecto de brillo en la oscuridad, muy adecuados, y se duplica el premio si salen a las calles a matar o morir. La isla en el film la habitan latinos y negros (en realidad la población es mayoritariamente blanca, de clase trabajadora que votaron a Trump, único lugar del estado de Nueva York donde ganó, pero en fin…). Por supuesto que el film carece de toda sutileza, y si tiene alguna intención de sarcasmo político es demasiado obvio porque su mayor atractivo esta en la carnicería desatada por un ejercito de mercenarios contratados por el estado, para reavivar la violencia que no brota en la noche según las expectativas del gobierno. Estas bandas tiene mascaras de Ku Klux Klan, o vestimentas nazis para que nadie se confunda con que son “los malos”. Por el lado de las víctimas los pobres latinos y negros que reciben la ayuda de un jefe narco, que cual “pantera negra” mostrando músculos en camiseta, es tan letal y bonito, como un superhéroe. Entre cerebros disparados y despanzurramientos hay momentos de diálogos amorosos, filiales o solidarios. Pero como un film clase B hay muertes masivas, un loquito con jeringas en vez de los puñales de Freddy Krueger, y otras lindezas. Las escenas de acción están muy bien filmadas. Solo para fanáticos del cine violento.
Recuerdo pensar en la frase de John Carpenter respecto a Michael Myers y su próxima película mientras veía The First Purge. “Una vez que te alejas del rumbo original y empiezas a explicar, estás perdido”, manifestó el cineasta, algo que resonaba al ver esta cuarta entrada de la saga y que se volvió más pertinente al ver un póster de la nueva Halloween colgado de la pared de uno de los protagonistas. Bien puede ser que el origen propio de esta terrorífica tradición no fuera necesario de abordar, pero después de tres entregas que condujeron a la franquicia hacia una dirección, el rumbo a seguir en caso de hacer otra era el de un desprendimiento, para dar vueltas en círculos, o el de una precuela, precisamente lo que se resolvió. El resultado es una producción sólida y directa, que se ve plagada de los mismos puntos a favor y en contra de sus antecesoras.
La Primera Purga Con la primera película se supo poco sobre el contexto de ese mundo donde una noche por año todos los delitos se vuelven legales, permitiendo a la gente -que el resto del tiempo son ciudadanos modelo- salir a expresar su violencia contenida robando, matando y torturando. O algo por el estilo, porque nadie puede realmente creer que alguien capaz de hacer todo eso una noche el resto del año tiene los patitos bien alineados. El éxito comercial de esta película de muy bajo presupuesto fue tal que no podía quedarse ahí: con mayor presupuesto pero no tanto éxito, la segunda parte ya no estaba contenida en el interior de una casa, pudimos tener una mejor idea de lo que sucedía en las calles y el significado que tenía la tradición al comprobar quiénes son las víctimas más frecuentes de las purgas y quienes resultan los mejores preparados para sobrevivirlas. Pero fue en la tercera cuando quedó explícito su sentido político dentro del programa del partido gobernante, Los Nuevos Padres Fundadores. Después de ver la última purga quedaba una pieza por develar, la que explica cómo es posible que una sociedad democrática acepte y convierta en algo natural semejante ritual.12 horas para sobrevivir: El Inicioviene a llenar ese hueco, pero no logra hacerlo del todo. Como es de esperarse, nadie aceptó de un día para otro las purgas anuales. El nuevo gobierno, de corte explícitamente reaccionario y teocrático, necesitaba demostrar su utilidad y para eso preparó un experimento sociológico voluntario en Staten Island, presentado como el sector más pobre de Nueva York. Golpeada por la crisis económica y sin muchas alternativas, buena parte de la población del distrito decide aceptar el dinero que se les ofrece por participar del experimento, sin mucha noción de lo que les espera. Sin embargo no son los únicos sorprendidos, porque el experimento tampoco progresa como esperaban sus organizadores a pesar de que hicieron todo lo posible para tirar la balanza para su lado en los días previos. La historia se cuenta en simultáneo desde quienes organizan y controlan el experimento desde el gobierno, y quienes se quedan en la isla, especialmente una pareja de hermanos y el líder de una pandilla local que debe proteger su negocio, pero que no tarda en asumir la misión de proteger a todo el barrio. Lo mismo, en una isla. La primera etapa de la película relata los días previos al experimento, presentando personajes y dejando clara la necesidad de los Nuevos Padres Fundadores de que salga como ellos esperan para poder replicarlo a nivel nacional como herramienta para combatir la crisis económica que los azota. Toda esa parte argumental, donde se pretende exponer el costado clasista de las Purgas Anuales, carece de peso real pues plantea argumentos bastante endebles que resultan desaprovechados si la intención era profundizar en ese costado de la historia. Pero es claro que en el fondo no son mucho más que una excusa para el thriller de acción que viene después. Alcanza con saber que los Nuevos Padres Fundadores pretenden combatir el gasto público reduciendo la población, específicamente los sectores socioeconómicos más bajos que más dinero les cuesta sostener. Siendo una precuela, ya sabemos antes de empezar no solo que las purgas se convierten en algo nacional y constante, sino también que efectivamente los niveles de pobreza y delincuencia bajaron con ellas, al menos en un principio. Lo que no quedaba claro era cómo había sucedido todo eso, cosa que tampoco sucede al final de 12 horas para sobrevivir: El Inicio pero que tal vez intenten seguir desarrollando en la próxima serie para TV (de la que te hablamos ACA) que extenderá el mundo presentando en las películas. A pesar de cierto aire de protesta política que pretenden agregarle, la película recién toma impulso cuando se dedica a las escenas de acción: lo hace de forma medianamente entretenida, aunque al mismo tiempo intrascendente. Ninguno de los personajes es relevante ni original, entran o salen a conveniencia y se sienten repetidos incluso dentro de la misma franquicia, sin mayores dobleces ni carisma; para peor, replica los mismos estereotipos raciales que supuestamente critica. Aunque desde lo narrativo está un escalón por abajo, en todos los otros aspectos mantiene los niveles de producción de la entrega anterior, con un reparto televisivo de caras poco conocidas que cumplen con lo justo, y una ejecución visualmente correcta sin grandes pretensiones que exponga de más sus limitaciones económicas. Conclusión Con un nivel parejo a lo que venía siendo, 12 horas para sobrevivir: El Inicio cierra la historia de este futuro distópico sin deslumbrar pero dando lo que promete: entretenimiento superficial que funciona.
Cuarta entrega de la saga "The Purge, 12 horas para Sobrevivir", de Gerard McMurray, define mejor su artillería aun presentando varias flaquezas. En 2013, James DeMonaco estrenaba "La noche de la expiación", dando pie a uno de los caballitos de batalla de Blumhouse (productora especializada en cine de género), e iniciando una saga que tenía más para contar de lo que parecía. Aquel film con Ethan Hawke y Lena Headey se ubicaba dentro del terror de home wrecking instalando la idea en un futuro cercano y realista en el que un día al año, todos los crímenes estarían permitidos para que la ciudadanía libere su ira reprimida y así bajar la taza de delincuencia en los 364 días restantes. El sorpresivo éxito trajo una primer secuela al año siguiente. "12 horas para sobrevivir" cambió el registro de la saga, que a partir de ahora se ubicaría en el thriller de acción (con algún tinte ocasional de terror), con escenarios más abiertos, y un estilo más cercano al de John Carpenter o Walter Hill. "12 horas para sobrevivir: El inicio" es la cuarta entrega de la franquicia, que vuelve a ubicarse en el estilo de las dos anteriores, aunque retrotrae su historia al principio. Como lo adelanta su título, veremos cómo se inició todo. James DeMonaco se despide de la dirección (aunque sigue como guionista y productor) y en su lugar ingresa Gerard McMurray (conocido como productor de Fruitvale Station) que debuta como director en la pantalla grande, luego del film parra Netflix Burning Sand (que guarda alguna correlación con esta historia). Lo cierto es que, DeMonaco o McMurray, las cosas no parecen cambiar demasiado, más allá de que McMurray agregue algún clima similar a los films de Spike Lee. Tampoco cambia demasiado el hecho de que esto sea una precuela. Futuro cercano, aún más cercano que el del primer film (lógicamente), casi que hasta pareciera una realidad actual alternativa. Estados Unidos atraviesa una de las peores crisis económicas y sociales, peor que la de 2008/09. En las elecciones gana un partido, muy similar a los republicanos, conocido como los Nuevos Padres Fundadores de la Patria. El presidente impone un experimento social que acarrea tanta controversia como promoción mediática. En Staten Island (lugar cercano a la filmografía de DeMonaco y McMurray) se llevará a cabo un día de liberación de criminalidad conocido popularmente como La purga. Durante 12 horas, todos los crímenes serán impunes, y a quienes quieran participar del experimento se les pagará, más un plus por cuanto más “purguen”. Por supuesto, el incentivo está en que se anoten los ciudadanos de clase baja, afroamericanos o latinos todos. mientras, los creadores del experimento, junto con una socióloga que ideó este experimento con buenas intenciones (Marisa Tomei, tomándose un descanso de las buenas películas en las que suele intervenir – aunque ya con SpiderMan HomeComing la cosa empieza a preocuparnos –) observan todo desde los monitores. Para ponerle más pimienta a la cosa, hay un par de personajes que guía esta historia: un grupo de pandilleros que ve peligrar su reinado del crimen, y teme que aprovechen este día para vengarse; un psicópata y drogadicto apodado Skeletor que sólo desea tener este día para cargarse un par de víctimas porque sí; una activista en contra de la purga, relacionada con los pandilleros; y el hermano de ella, que decide participar de la purga con el sólo propósito de vengarse de Skeletor porque le hizo un tajo en el cuello. "12 horas para sobrevivir: El inicio", tiene dos tramos diferenciados al igual que la primera; pero a la inversa; su segundo tramo será más interesante que el inicio. La saga no esconde una intención de bajada de línea anti republicanista, con el segregacionismo como primer blanco al que apuntar los dardos. Con un Donald Trump dispuesto a crear muros, abandonando niños inmigrantes enjaulados, y proclive a los pronunciamientos polémicos; la coyuntura parece ideal para este tipo de películas. Película tras película esa idea se ha endureciendo y quedado más clara, por lo que esta cuarta entrega es la más evidente y mejor enfilada de todas (principalmente en su segunda mitad). De todos modos, hay en sus ideas, y en su puesta, algunos puntos contradictorios. Pareciera no haber gente humilde caucásica, todos son extranjeros afroamericanos, latinos, y algún asiático anda por ahí. En el primer tramo hasta parece avalar cierta idea de la bestialidad de la clase humilde, aquello de civilización y barbarie. Luego, muy pasados los cuarenta minutos, intentará remediarlo perfeccionando la idea de los conservadores con un plan que llamaría mucho la atención del Thanos de "Avengers: Infinity War". Su menos de hora cuarenta, no posee un ritmo parejo, sintiéndose más larga de lo que es. La estética sucia, marginal, es correcta, pero repetida de los dos films anteriores; y en esta oportunidad se lo contrapone de modo muy obvio a la pulcritud (y luces rojas infernales) de los observadores. Donde más se reciente es en la creación de personajes, ninguno genera empatía, todos están en función de un guion plagado de lugares comunes e inverosimilitudes convenientes. La socióloga, personaje que prometía ser muy interesante, está desaprovechado (ni hablar de su excelente actriz), y resulta ser el más incoherente de todos. Con todo "12 horas para sobrevivir: El inicio", pertenece a una saga probada, exitosa, con seguidores fieles; este público sabrá apreciarla en su medida. Mejora respecto de sus anteriores, pero no se desprende de sus fallas.
Luego del sorpresivo éxito de su excelente película de muy bajo costo "La noche de la expiación" ("The Purge", 2013), y su sólida secuela "12 horas para sobrevivir" ("The Purge: Anarchy",l 2014), a la que se agregó la más floja "12 Horas para sobrevivir: El año de la elección" ("The Purge: Election Year", 2016, justo para la era Trump), el director, guionista y productor James DeMonaco optó por dejar la dirección de la cuarta entrega de la franquicia en manos de otro director. "The Purge" describe un futuro donde los Estados Unidos celebran una noche de furia en el que ningún delito es punible, y cualquiera puede matar al prójimo. Inspirada en el cine de John Carpenter, las dos primeras peliculas tenían algo serio que decir mediante sus escenas de violencia y suspenso. Esta precuela explica las raíces del impiadoso feriado, mostrando el test o prueba piloto de "La purga", solo aplicada a los habitantes de Staten Island. El personaje más interesante es la científica a cargo del experimento, Marisa Tomei, pero más que nada el foco está puesto en la interminable masacre, por momentos tan intensa como bien filmada, aunque todo el asunto luce como un déjà vu que no agrega nada a la original distopía de DeMonaco.
UNA PROPUESTA AGOTADA (Y AGOTADORA) Hay que reconocer que el concepto que rodea a la saga de 12 horas para sobrevivir (horrible título local para el original The Purge, que podría traducirse fácilmente como “la purga” o “la expiación”) es atractivo por más que invite al trazo grueso: la idea de que en un Estados Unidos distópico se reserven doce horas al año para que la población cometa cualquier crimen sin castigo –con el agregado de que el cumplimiento de ese ritual permita solucionar la mayoría de los problemas socio-económicos, trayendo un nuevo “orden”- es un trampolín para una multiplicidad de historias viables. Desafortunadamente, la franquicia nunca llegó a explotar totalmente su potencial: la primera entrega era un típico thriller de invasión hogareña discretamente ejecutado; la segunda fue la más lograda a partir de cómo utilizaba el espacio urbano y los niveles un tanto absurdos de violencia; y la tercera se dejaba llevar en exceso por la alegoría política. Esta cuarta parte repite defectos de la primera y la tercera, y casi ninguna virtud de la segunda. Lo cierto es que 12 horas para sobrevivir: el inicio es una precuela de los anteriores films, centrándose en cómo se llevó a cabo de manera experimental la primera Purga, impulsada por los Nuevos Padres Fundadores, una tercera fuerza política que llega al poder gubernamental a partir de una crisis económica sin precedentes. El experimento se realiza en Staten Island, uno de esos distritos plagados de pobreza y criminalidad en las afueras de Nueva York, convocando a la participación voluntaria a partir de la incentivación económica. La película de Gerard McMurray va desplegando, de manera bastante errática, distintas subtramas y personajes: hay una chica que milita en contra del experimento pero que tiene un hermano que acepta participar porque necesita dinero; el jefe narco del barrio (y ex de la militante) que teme lo que puede deparar la Purga porque no puede controlarla; un psicópata y otros criminales que ven la chance de cometer toda clase de atrocidades y saldar cuentas; una doctora (Marisa Tomei, totalmente desperdiciada) que diseñó el experimento pero pronto se da cuenta que las pruebas pueden ser fácilmente alteradas de acuerdo a los deseos de los poderosos; y claro, las autoridades gubernamentales, que están dispuestas a todo para mostrar que la idea de la Purga es viable, lo cual incluye infiltrar a mercenarios para agiten la violencia en la zona y, de paso, liquiden a una buena cantidad de pobres. El gran problema de este despliegue es que el film, a pesar de todos los personajes que presenta, siempre está más preocupado por bajar línea política, y con un nivel de trazo grueso digno de un informe de Roberto Navarro. Los discursos que se van sucediendo sobre la violencia imperante en las personas, la cultura armamentística, las luchas de clases, el racismo, cómo el Estado quiere deshacerse de los pobres, las manipulaciones gubernamentales o el rol de los medios no solo carecen absolutamente de originalidad –de hecho atrasan como medio siglo- sino que se repiten a lo largo del metraje, una y otra vez, hasta el hartazgo. Y como encima no hay personajes sino meros estereotipos mínimamente funcionales al guión, solo queda el mensaje, al que se le notan rápidamente las contradicciones e incoherencias. Por eso queda muy en evidencia el inverosímil del recorrido que hace el jefe narco, que casi instantáneamente se convierte en un épico defensor del bienestar de las personas a las que les vendió drogas durante años; o la hipocresía de la puesta en escena, que pretende criticar el exterminio de los indefensos mientras busca formas cada vez más rebuscadas de exponer matanzas. Todo es tan banal y superficial en 12 horas para sobrevivir: el inicio que, a pesar de su tono impostado y solemne, ni siquiera ofende. Tampoco funciona como involuntaria sátira política. Estamos simplemente ante un film aburrido e intrascendente, cuya fórmula de base está agotada o, quizás, nunca utilizada de la manera adecuada. No hay suspenso, terror, acción ni política; solo discursividad vacua y personajes fácilmente olvidables.
Todo va girando en torno a un experimento organizado por el gobierno, siguen los hechos a una distancia segura: el Jefe de personal - Arlo Sabian (Patch Darragh), la Dra. Updale (Marisa Tomei), una psicóloga creadora de este estudio, entre otros. Tiene mucho que ver la ayuda financiera relacionada con el derecho de las armas, la legislación, haciendo un estudio social en Staten Island durante 12 horas en el que todo vale. Dentro de los personajes principales están: un capo del narcotráfico Dmitri (Y'lan Noel), que protege su negocio y quien intenta conquistar a Nya (Lex Scott Davis), que vive pendiente de su hermano Isaiah (Joivan Wade) ellos están solos y se cuidan mutuamente; Nya está en contra de la depuración e intenta refugiar a la mayor cantidad de personas en la iglesia. Mientras Isaiah sin que sepa su hermana se queda en su departamento, para vengarse de Skeletor (Rotimi Paul), un drogadicto, violento y cuyo aspecto causa temor. Además participan de la depuración una pandilla de neonazis que llevan antorchas, hombres con capuchas, parches, cargan banderas identificatorias, asesinan a varias fieles que se encuentran en la iglesia principalmente afroamericanos, al mismo tiempo hay otros seres agresivos. Lo que continúa es lo tradicional, cada año hay un período de desgobierno durante 12 horas, detrás de todo esto hay una causa, se utiliza para disminuir la población de las clases socioeconómicas más bajas, los que no pueden pagar sus impuestos, los que no tienen trabajo, entre otros factores. Al igual que las películas anteriores hay persecuciones, rodeos, acosos, asaltos, odios, agresiones y repudios, todas ellas de extrema violencia. Podríamos encontrar cierto paralelismo con la vida real, en países con gobiernos de derecha.
Lo más extraño de este estreno es que alguien (varios en realidad) hayan visto la necesidad de hacer una precuela, es decir, la narración de los hechos acaecidos antes de lo que todos ya vieron. ¿Para instalar qué? ¿Para explicar el origen de qué? ¿O de cuál personaje? Convengamos que básicamente una precuela debería servir como mínimo para agregar contenido previo al que conocemos todos. Por ejemplo, la trilogía de El Hobbit. si bien es más extensa de lo recomendable, sirve para conocer no sólo los hechos previos a la del “Señor de los anillos”(2001), sino también la progresión dramática del personaje central de toda la saga, Bilbo Bolsón. Los episodios I, II, y III de Star Wars, filmados casi 20 años después de las primeras tres, retrocedía en el tiempo para contar el fortalecimiento del Imperio y el crecimiento del mal contado desde un pequeño niño que luego será el famoso Darth Vader, y así por el estilo. ¿Son necesarias? En la mayoría de los casos no, pero la industria vive de lo que el fanático quiere, y lo que el fanático quiere es saber todo lo más que se pueda del universo de sus películas favoritas. “12 Horas para sobrevivir: el inicio” intenta colocarse también bajo esta premisa, y es precisamente allí donde reside su mayor dificultad e incurre en un error conceptual: ir hacia atrás en el tiempo para contar la historia que ya había desplegado claramente en las tres primeras. Es decir, un ejercicio fútil de escritura que por carácter transitivo se convierte en uno más vano aún de rodaje y post producción. Por caso, la sinopsis de la primera entrega dice que “La noche de la expiación” (James De Mónaco, 2013) se trata de una familia (de blancos) que en un futuro cercano trata de protegerse de la violencia humana generada anualmente durante una noche (llamada “la purga”) en la cual el gobierno, para bajar la tasa de criminalidad y violencia, permite todo tipo de crímenes, incluyendo asesinato y violaciones. ¿Y de qué se trata este estreno que se ubica temporalmente antes? De dos hermanos (negros) que en un futuro cercano trata de protegerse de la violencia humana generada anualmente durante una noche (llamada “la purga”) en la cual el gobierno, para bajar la tasa de criminalidad y violencia, permite todo tipo de crímenes incluyendo asesinato y violaciones. Es cierto, hay diferencias. Mínimas. No estaría muy errado aquel que tilde a esta producción como una remake venida a menos. En todo caso la introducción también es un compilado de noticieros que derivan en una rápida explicación de cómo “los nuevos fundadores” han llegado al poder en USA y el desarrollo de la puesta en marcha del “proyecto purga”. Lo demás es un calco de lo ya visto. Gente pobre, humilde pero con principios, que se opone a esta aberración y protesta, inútilmente porque la matanza comienza inevitablemente. Personajes construidos con brocha gorda, algunos de ellos insinuando una importancia que luego no tienen, diálogos predecibles, y un argumento aburrido por redundante. Un par de integrantes del elenco es lo único rescatable, en especial el de Y’lan Noel interpretando a un gángster moderno que anda nervioso ante la posibilidad de que ésta ley fomente la competencia en el delito. Eso, y algo del panfleto anti Trump que aparece por hacer grotesco el discurso republicano presente en toda la saga.
THIS IS AMERICA La ficción que casi supera la realidad. De todas las franquicias terroríficas pergeñadas por Jason Blum y su Blumhouse Productions, “The Purge” o “12 Horas para Sobrevivir” –como se la conoce localmente-, resultó ser la más interesante desde sus planteos distópicos que, seamos un poquito justos, no están tan alejados de la realidad, al menos, la norteamericana. Aquella primera entrega de 2013 situaba la historia en un futuro no tan lejano, año 2022, donde el gobierno de turno, un régimen totalitario conocido como New Founding Fathers of America, había logrado estabilizar la economía y bajar drásticamente la taza de violencia tras haber instaurado la “purga”, un “evento” anual durante el cual la sociedad tiene 12 horas para expiar su lado más salvaje y salir a cometer todo tipo de crímenes sin consecuencia alguna. Básicamente, hablamos de una catarsis colectiva, algo que las autoridades siempre han alentado, incluso dentro de las sociedades más civilizadas, claro que con menos criminalidad de por medio. Piensen en las fiestas dionisíacas de la antigua Grecia (seis días de “todo vale”), o nuestros encuentros deportivos o recitales musicales donde las pasiones toman la delantera. Las comparaciones pueden ser un tanto extremas, pero por ahí viene la mano: la necesidad de “sacarse la mierda” –como diría Carajo- para evitar que todo se vaya al cuerno. A lo largo de tres entregas fuimos descubriendo que no todo es lo que parece, y aunque la purga se convirtió en una “exitosa tradición americana”, sus orígenes y verdaderos propósitos son bastante más oscuros. Por eso, ahora tenemos “12 Horas para Sobrevivir: El Inicio” (The First Purge, 2018), precuela que muestra los orígenes de este violento experimento que se perpetuó a través de los años, sin que nadie se atreva a detenerlo. Para ello, volvemos al año 2014, cuando surge un nuevo partido (NFFA) con soluciones más efectivas y drásticas. El miedo de los votantes los lleva al poder y el próximo paso es poner a prueba la teoría sociológica de la doctora Updale (Marisa Tomei), dispuesta a aplicar esta catarsis en una comunidad aislada. Los elegidos son los habitantes de Staten Island, especialmente los de una zona más pobre y marginal, donde los residentes son, en su mayoría, afroamericanos y latinos (¡sorpresa!). El incentivo del gobierno: cinco mil dólares para cada uno de los individuos que decida permanecer en la isla, y muchísimo más dinero para aquellos que accedan a participar activamente del experimento, o sea, a acabar con la vida de alguno de sus vecinos. Muchos abandonan el lugar sin miramientos, pero los necesitados no van a dejar pasar la oportunidad de embolsarse un billete. Claro que ninguno tiene verdadera intención de matar, más allá de algún violento ocasional, o pandillero con ganas de aprovechar y ganar el territorio enemigo. Entre los corajudos que se quedan están Nya (Lex Scott Davis), que se opone a este ensayo y sólo quiere proteger a sus amigos, su hermano Isaiah (Joivan Wade), y también Dimitri (Y'lan Noel), el gánster local, dispuesto a cuidar de sus negocios y de su gente, si llega el momento de levantarse en armas. A las siete de la tarde las sirenas anuncian el comienzo del “experimento”, monitoreado bien de cerca por Updale y los asesores del gobierno. El problema es que los números iniciales no son los esperados y en vez de salir a purgar, los habitantes de Staten Island decidieron festejar el momento. La solución es “sacudir el avispero” y no pasa mucho tiempo hasta que el caos y la violencia desmedida se apoderan de la isla como si se tratara de una zona de guerra. Acá, cualquier semejanza con la realidad NO es pura coincidencia, y si la saga ya venía cargada de referencias, críticas y análisis sociopolíticos, el casi debutante director Gerard McMurray y el guionista James DeMonaco (director de las entregas anteriores) no iban a intentar ocultar sus “opiniones” cuando se trata de relacionar las acciones e ideología de los Nuevos Padres Fundadores de la Patria con la actual administración de Donald Trump. “12 Horas para Sobrevivir: El Inicio” tiene un presupuesto acotado (y se le nota), caras muy poco conocidas y varios lugares comunes y obviedades a lo largo de su trama, pero no debemos olvidar su carácter de película ‘chiquita’ que, en este caso, busca/intenta mucho más que entretener a las masas. Los realizadores no se andan con sutilezas para remarcar las diferencias económicas, los conflictos raciales, la opresión, y quienes son los buenos y quienes son los malos. Lamentablemente, tampoco le pueden escapar a los estereotipos culturales, aunque acá también ayudan a reforzar la política (y el pensamiento) de la NFFA, léase, el partido republicano. Sabemos que esta cuarta entrega viene con spoiler incorporado ya que la purga siguió adelante e invitó al resto de la nación a unirse en esta noche de locura y violencia anual. La catarsis colectiva no discriminó entre ricos y pobres, pero la gente de menos recursos siempre fue la más expuesta y vulnerable una vez que empezaron a sonar las sirenas. “12 Horas para Sobrevivir: El Inicio” vuelve a remarcar está situación, aunque sólo para el espectador y los habitantes de la isla. Para el resto del mundo, se convierten en chivos expiatorios, esa parte de la sociedad de la que hay que deshacerse para que “América vuelva a ser grandiosa”, aunque van a seguir dando pelea, cueste lo que cueste. Este es el mensaje, tan clarito como el agua. Un poco exagerado y políticamente correcto, si se quiere, pero la contundencia a veces es necesaria. Si quieren la otra campana, pueden agarrar el catálogo de Clint Eastwood. La película tiene sus fallas: no deja de ser una obra de terror de bajo presupuesto con la intención de entretener y recaudar dinero en la taquilla. Pero se anima a decir de frente lo que muchos autores renombrados y diplomáticos jamás harían, un punto para los géneros que, desde su lugar de “fantasía”, pueden jugar con la verdad un tanto escondida entre líneas y experimentos sociales. LO MEJOR: - Que no se anda con sutilezas a la hora de los mensajes. - Las distopías están a la orden del día. - A Trump no le gusta esto, ¿o sí? LO PEOR: - Se pierde en espectacularidad y algunas obviedades. - No es tan redonda como las entregas anteriores.
La saga de The Purge o 12 horas para sobrevivir estrena su cuarta película que vuelve a los inicios del concepto pero que abandona a su director original James DeMonaco por Gerard McMurray. 12 horas para sobrevivir: El inicio cuenta el surgimiento del partido de los “padres fundadores”, un grupo de ultra derecha que quiere instaurar en Estados Unidos un experimento llamado “la purga”. Este consiste en que durante doce horas el crimen y cualquier acto delictivo será legal y no tendrá consecuencias. El hecho se realiza en Staten Island en donde aquellos que se quedan recibirán una compensación de U$S 5.000. Al principio no hay grandes signos de violencia física, es por eso que el partido le da los recursos a un grupo de mercenarios para hacerse pasar por ciudadanos ordinarios y comenzar la masacre para demostrar que “la purga” es necesaria. Una idea original puede dilatarse con el paso del tiempo, especialmente cuando una película se convierte en franquicia. Y como ha pasado con sagas como El juego del miedo o Actividad Paranormal, también sucede con 12 horas para sobrevivir. Mientras que el concepto sigue siendo el mismo, la idea ya fue vista tres veces, con mayor o menor intensidad. Y el problema de las precuelas es que la curiosidad del público tiene que ser mucha como para querer saber cómo se instala la purga. Lo malo es que esta cuarta parte vuelve a mostrar el conflicto social y político del evento pero no da más detalles del partido de los padres fundadores. Por otro lado, el espectador no tiene ninguna empatía con los protagonistas que son olvidados completamente, a diferencia de Leo Barnes el personaje de la segunda y tercera parte. Aquí hay un conflicto entre pandillas que se resuelve muy rápido y un héroe que cumple los estereotipos de gangster del barrio. Finalmente, desde lo visual 12 horas para sobrevivir: El inicio abandona la crueldad de las tres primeras partes, que tenían muchas más escenas de sangre y la tensión de estar abandonado en una ciudad donde el peligro te esperaba a la vuelta de la esquina.
La cuarta entrega de la distopía lanzada por James DeMonaco hace cinco años presenta el origen del rito de depuración impuesto por los llamados Padres Fundadores a la sociedad norteamericana: 12 horas nocturnas durante las cuales cualquier persona tiene la libertad de matar sin sufrir las consecuencias legales. En este caso, veremos desarrollarse la primera noche de expiación en carácter de experimento en un territorio acotado: Staten Island, la isla en el sur del Estado de Nueva York. Hay que aclarar que, al igual que la segunda y la tercera de la saga, no se trata de una película de terror en sentido genérico sino de una película de acción con intenciones de crítica política proclamada a los gritos, más para aturdir que para convencer. James DeMonaco sigue siendo el guionista, y su caricaturesco sentido de la lucha de clases, ahora potenciado por las diferencias raciales, llega a un punto de combustión de la mano del director afroamericano Gerard McMurray. Una retorno al blaxplotation (el movimiento de filmes de explotación negra de la década de 1970) con sobredosis de conciencia social. Todo es de manual en 12 horas para sobrevivir: el inicio, desde la presentación de la realidad sociopolítica a través de flashs de noticieros televisivos hasta los diálogos explicativos y grandilocuentes. Pero lo que da más vergüenza ajena es cómo el guion comprime el espectro de emociones y de razones humanas a un esquema binario. La tesis básica consiste en que los negros son los que más sufren las necesidades y, por lo tanto, los más fáciles de manipular por un Estado totalitario. Sin embargo, el mundo que nos muestra se llama Estados Unidos, y la forma en que Estados Unidos se ve a sí mismo es como un órgano en que el cerebro y el corazón están unidos y componen un nudo palpitante. La acción y la reflexión son un continuo en sus relatos épicos; en ellos, ninguna criatura coordina mejor los músculos con la mente que un individuo. Por muy colectiva que sea la tragedia, la solución siempre termina siendo individual. Para esa mentalidad libertaria, la violencia estatal, expuesta en términos paranoicos, sólo puede tener como respuesta la violencia personal. El círculo vicioso de esta ideología es tan obvio como buenas son las películas de acción que produce. 12 horas para sobrevivir: el inicio se inscribe en esa lista. Su falso sentido de comunidad y de rebeldía queda más que compensado por su sentido del entretenimiento sanguinario.
La saga de 12 horas para sobrevivir es un caso extraño dentro del cine fantástico norteamericano de los últimos años. Las, por ahora, cuatro partes fueron escritas por James DeMonaco quien como alumno atento de directores como John Carpenter y George A. Romero aprendió a usar el género como arma para hablar de cuestiones tantos políticas como sociales que ocurrían en su país. El cine de DeMónaco fue contestatario en una época donde no salían muchas películas de este estilo. Pero que sea un alumno atento no significa que sea uno bueno y la saga es un claro ejemplo de ello. Tanto Carpenter y Romero eran sutiles cuando mezclaban la imaginería política con el terror, no necesitaban subrayarlo ni sobreexplicarlo como sí hace DeMonaco con sus guiones. Pero no es sólo eso lo que hunde a esta película, esos directores mencionados venían de una época turbulenta como los sesenta y la mayoría de sus obras salieron en la década del ochenta, década que estuvo marcada por la gerencia de Ronald Reagan y un cine conservador, purista, con películas sobre guerra y poco críticas. Una época en donde las películas mostraban gente rica con problemas menores y no veían lo que realmente pasaba al costado. Hacer un cine que mostrara la otra cara era sinónimo de valentía y de suicidio comercial y algo de eso les paso a estos directores. Pero el contexto social cambio. 12 horas para sobrevivir es una película “Anti-Trump”, en una época en donde el discurso oficial de Hollywood es justamente contraria al del actual presidente de Estados Unidos. No hay nada contestario, ni de rebeldía ni nada sino una agenda política. Esta precuela dirigida por Gerard McMurray apenas tiene las suficientes escenas de acción como para volverla entretenida. El ritmo se resiente por culpa de personajes cuyos conflictos no son lo suficientemente interesantes. El único personaje que escapa a esto y más que nada por lo ridículo que es, es el interpretado por Rotimi Paul (Skeletor) cuya actuación es tan exagerada que se vuelve lo único rescatable y recordado. Lo contrario ocurre con Marisa Tomei, cuyo personaje no tiene la mínima relevancia a excepción de poner un nombre para vender. Y hablando de acción, lo poco que hay es igual de desaprovechado, no tienen fuerza sus imágenes para lograr su efecto deseado. Esto se ve reflejado en un clíma mal construido y resuelto a las apuradas con un muy buen doble de Donald Trump como villano que sólo aparece en una escena. 12 horas para sobrevivir es una precuela de una saga que ya agotó todo lo que tenía para ofrecer y sólo sirve como trampolín para mostrar ideas políticas sosas. Que salga una más de estas es algo que no tiene explicación.
Una película muy política y coyuntural con actuaciones decentes y algunas ideas visuales y de cámara muy buenas. Flojita de terror, mejor con la acción. Pocas sagas gozaron de una popularidad tan meteórica como La Purga (The Purge). Lo que nació como un concepto un tanto ridículo creado por James DeMonaco para hacer películas de terror bastante convencionales fue mutando hasta convertirse en una franquicia increíblemente interesante y actual de la mano de su narración con un fuerte comentario social que expone la peor cara de una sociedad americana enferma de violencia y odio. La premisa en la que se sienta la saga es una nueva tradición creada por el partido gobernante, conocido como los Nuevos Padres Fundadores de América (NFFA) para contener el clima de violencia y agitación social y a la vez fortalecer la economía. Se propone una noche anual donde por 12 horas todo crimen es legal, de esta forma la sociedad logra descargar todo su odio y agresividad sin tapujos para luego comportarse como ciudadanos modelos. A su vez, la saga encontró la manera de irse reinventando sobre la marcha, cambiando el género o el enfoque de las películas para que ir a ver una de La Purga no se convierta en una experiencia repetitiva. La primera es un home invasion que nos plantea el mundo donde se desarrolla La Purga desde la perspectiva de una familia pacífica de clase alta, en la segunda conocemos como se vive una noche de Purga en las calles y las siniestras intenciones del gobierno para implementar La Purga y en la tercera seguimos la historia de una senadora que pretende acabar con La Purga y debe sobrevivir a un complot gubernamental que pretende eliminarla en la noche de Purga antes de las elecciones. Además, el enfoque de horror fue quedando cada vez más atrás, sazonando las películas con más acción y tiroteos. Para esta nueva entrega DeMonaco deja la silla del director y se encarga únicamente del guion. La labor de dirección queda en manos de Gerard McMurray (productor de Fruitvale Station) y es la historia más personal hasta el momento. No nos habla del terror a ser perseguidos por un asesino maniático enmascarado, es el miedo que genera el ser negro y pobre en Estados Unidos hoy en día. Estados Unidos está al borde del colapso social y económico. El gobierno cae y los Nuevos Padres Fundadores de la NFFA se hacen con el poder bajo la promesa de “revivir a la nación”. Parte de este resurgimiento consiste en aplicar el método creado por la Dra. Updale (Marisa Tomei) a modo de experimento psicológico en el área de Staten Island. Aquellos que decidan permanecer en la isla durante la noche de Purga recibirán una compensación económica que irá en aumento si deciden participar, saliendo a las calles a cometer crímenes. Nya (Lex Scott Davis) es una joven activista que ayuda a los más desfavorecidos y se opone a La Purga, su hermano Isaiah (Joivan Wade) está cansado de arriesgarse en las calles vendiendo drogas para ganar dinero extra y decide participar del controvertido experimento. Por otro lado, el criminal y traficante Dmitri (Y’lan Noel) deberá protegerse a si mismo y su negocio en una noche donde sus rivales intentarán eliminarlo. Sus caminos se cruzarán mientras intentan sobrevivir a la Primera Purga, una noche que cambiará la historia del país para siempre. Hace tiempo que la saga de La Purga dejó atrás la sutileza a la hora de presentar el mensaje sociopolítico de sus historias. Si bien en todas se habla de racismo, clases sociales, gobiernos ultraconservadores siniestros y el descontrolado uso de armas en el país, nunca se lo había hecho de esta manera. The First Purge no solo nos brinda el mismo subtexto que venimos viendo hasta ahora en la saga sino que muestra una clara (y excelente) bajada de línea anti-Trump. Siempre se ha dicho que las películas de La Purga son el espejo distorsionado de USA y una señal de advertencia de que los futuros trágicos y distópicos como este o el de The Handmaid’s Tale son ficciones que pueden volverse realidad si el poder cae en manos equivocadas y aquí queda verdaderamente de manifiesto. Líneas como “pussygrabber motherfucker”, mercenarios rusos utilizados para ayudar el gobierno estadounidense, bandas de supremacistas blancos con antorchas fusilando negros y latinos. La realidad tiñe la ficción y se entremezclan formando un brillante film de denuncia que rescata el tono y el estilo de las viejas cintas de acción blaxplotation, sumándole el encanto demente y oscuro de la saga de La Purga, además de algunas ideas visuales muy interesantes.
Crítica emitida por radio.
En el año 2018 el crimen y el desempleo en EE.UU. alcanzan niveles críticos. Ante la crisis, superando en popularidad a demócratas y republicanos, aparece un nuevo partido político llamado “Los Nuevos Padres Fundadores de América”, quienes prometen hacerse cargo de los problemas que aquejan a la Nación. Para ésto planean poner en marcha un proyecto experimental en uno de los sectores más marginales de Nueva York, donde todo crimen incluyendo el homicidio serán legales por 12 horas. Luego de “12 Horas Para Sobrevivir” y sus dos secuelas, el creador de la saga James DeMonaco (Reemplazado por Gerard McMurray como director, pero en los puestos de guionista y productor) nos presenta el origen de esta fecha donde los ciudadanos tienen vía libre para realizar cuanta maldad se les ocurra. Siguiendo la línea de las anteriores entregas, “12 Horas Para Sobrevivir: El Inicio” pone más atención en ser una película de acción con cierto suspenso que en ser una película de terror, enfocadose también en hacer las veces de crítica social al estilo de Carpenter o Romero en las primeras películas de cada uno (aunque sin llegar al mismo nivel alegórico), en yuxtaposición a los eventos actuales en el clima social Estado Unidense. A pesar de no ser sutil en algunos aspectos (La vestimenta de ciertos villanos por ejemplo), la historia no llega a sentirse en ningún momento como una bajada de línea barata, ni es un conjunto de comentarios socio-políticos torpente presentados como se vió en algunos películas de éste año. En este aspecto es la entrega que mejor incorporó dichos elementos a su trama. La acción afortunadamente mantiene la misma calidad de sus predecesoras. No hay 5 tomas distintas para que un personaje de un golpe ni innecesarios usos de de “cámara inestable” para dar un sentido barato de intensidad; la sangre hecha en CGI muestra una mejora y se entremezcla mejor, al punto de no notarse demasiado como sucede generalmente cuando se implementa éste recurso. “12 Horas Para Sobrevivir: El Inicio” es otra entrega sólida dentro de ésta saga, que a pesar de haber dejado de contar con Frank Grillo, no ha perdido el ímpetu y no decepcionará a quienes hayan disfrutado del cambio que supusieron las dos secuelas anteriores.