El oficio de opinar. ¿Qué sería de la crítica cinematográfica sin las viejas y queridas polémicas? Por más que todos gustamos de vanagloriarnos de nuestra formación -sea teórica, técnica y/ o práctica- enarbolando la bandera explícita o implícita de una subjetividad con pretensiones de ecuanimidad, en realidad el único baluarte que interviene al momento de juzgar un film es el capricho liso y llano de quien escribe. A pesar de que aquel elitismo, vinculado a los todopoderosos medios del pasado, fue progresivamente reemplazado por esta suerte de democratización limitada vía Internet, la multiplicación de voces conservó los criterios para definir a la actividad a rasgos generales y según los diferentes puntos de vista superpuestos. Servicio público, comentarios adicionales, mecanismo de legitimación artística, engranaje descriptivo superfluo, análisis/ ensayo polirubro, información “coloreada”, etc. Cada categoría examina un plano del oficio de opinar sobre el trabajo de terceros, el cual a su vez puede ser homologado a la dimensión gerencial de cualquier esfera o sustrato laboral. Redactar una reseña sobre un documental que retrata a una figura legendaria del ambiente es una tarea insólita, por momentos hasta paradójica: Al Cine con Amor (Life Itself, 2014) se mete de lleno en la carrera y los padecimientos de salud de Roger Ebert, quizás la pata más famosa del dúo que conformó con Gene Siskel, otro recordado crítico estadounidense. El convite transita por los lugares comunes de la historia del susodicho: sus inicios en el periodismo, su llegada al rol de editor a corta edad, el alcoholismo, su participación en Más Allá del Valle de las Muñecas (Beyond the Valley of the Dolls, 1970) y en otros proyectos del mítico Russ Meyer, su Pulitzer de 1975, los primeros pasos de su sociedad con Siskel en la televisión pública, los conflictos de todo tipo con su compañero, su curaduría en retrospectivas y charlas abiertas, las coberturas del Festival de Cannes, el casamiento con Charlie Hammel-Smith, y finalmente su cáncer de tiroides, el que terminó desencadenando la remoción total de su mandíbula en 2006 y un cúmulo de inconvenientes para la pareja. Balanceando la faena profesional y los peldaños de una vida que se apagó en 2013, en plena producción del presente opus, el director Steve James no problematiza lo suficiente el papel de la prensa en la difusión de determinados clichés acerca del séptimo arte y hasta comete el error de darle demasiado tiempo de pantalla a la intimidad maltrecha de Ebert, no obstante en simultáneo compensa tales deslices con una reconstrucción detallista de su devenir intelectual, los vaivenes del medio televisivo y una pasión cinéfila que enmarca tanta vehemencia a la hora de arrojar flores o disparar dardos a la obra de turno. Sin dudas la película le hace justicia a aquel populismo sofisticado de Ebert y su enorme honestidad…
La odisea crítica. La crítica cinematográfica es una mediación entre la obra y el público, pero también un mecanismo de moldear la mirada y la apreciación artística. En los tiempos que corren, los medios de comunicación tradicionales son cada vez más obsoletos, abusando de forma patética de la publicidad y abandonando todo contenido de calidad. La proliferación de Internet, que permite la creación gratuita de blogs, ha convertido además a los medios en objetos de consumo prescindibles y hasta innecesarios, ya faltos de credibilidad y aquiescencia entre un público cada vez más escindido y fraccionado en segmentos inestables. Al Cine con Amor es un documental sobre la vida del famoso crítico cinematográfico norteamericano, Roger Ebert. A partir de entrevistas a allegados, colegas, amigos, familia y material de archivo, el director Steve James reconstruye el periplo de Ebert por la prensa universitaria hasta llegar al periódico Chicago Sun Times, donde se convirtió rápidamente en crítico cinematográfico desarrollando un estilo propio y original que le valió el premio Pulitzer en 1975. En ese mismo año se vuelca también a la crítica cinematográfica televisiva uniéndose tres años más tarde con su colega Gene Siskel, transformando los cánones y el estilo de la crítica audiovisual introduciendo un lenguaje más coloquial que buscaba identificar al público con el discurso. La obra de James es en realidad dos películas integradas e inescindibles. Por un lado es una toma de posición de Ebert con respecto al estado de la crítica en la actualidad, ya que más que ser el protagonista es el artífice de la historia, y por otro lado es también un homenaje al crítico como formador de un gusto estético. Ambos abordajes prefiguran el mapa de una cuestión en constante transformación que aún no se sabe hacia dónde va encaminada. El documental resalta la defensa de las películas de los directores del nuevo cine alemán, especialmente de Werner Herzog -quien le dedica unas palabras de agradecimiento a Ebert en una compilación de entrevistas a cargo de Will Cronin, de reciente edición en Argentina- y del cine de Ingmar Bergman, los comienzos de un prometedor director como Martin Scorsese y de otros jóvenes y talentosos realizadores actuales como Ramin Bahrani y Ava DuVernay. Al Cine con Amor tampoco es condescendiente, y a pesar de que se centra en la trayectoria de Ebert, incluye entrevistas a detractores y polemiza con otros estilos de crítica cinematográfica. Ahora que Ebert es un icono y su figura ha pasado a los anales de la historia, nos queda continuar con la labor crítica cuestionándola y buscando comprender hacia dónde va el cine y hacia dónde va la crítica con criterios claros e ideas flexibles pero concisas, que nos permitan un análisis honesto y una conexión con el público.
El cine antes que todo. Esta crítica está dedicada a Aníbal Vinelli Mi relación con el protagonista de esta película siempre fue cercana. De una u otra manera me ocupaba de conseguir la guía de cine que publicaba junto a Gene Siskel y miraba sus críticas publicadas en el Chicago Sun. Roger Ebert fue un crítico que excedió el mero mote de tal. Apasionada, la mirada de Ebert sobre el material siempre fue con amor. Desde sus inicios, Ebert fue un defensor del cine y un propulsor del medio, sea de donde fuere su procedencia. Galardonado con el premio Pulitzer y creador de un programa televisivo de crítica y opinión junto a su “archienemigo” Gene Siskel, crítico como él, el infatigable norteamericano comenzó como protagonista un rodaje que terminó sin su figura. La película es un repaso a esta carrera y está basada en Life Itself, el libro de Ebert que da nombre a la película. Para el público común, el espectador corriente, es una oportunidad única de acercarse al mundo de un crítico de cine que no perdió la energía y el humor, ni siquiera ante un cáncer que le quitó la capacidad de alimentarse por sus propios medios. Por la cinta desfilan realizadores como Werner Herzog y Martin Scorsese (productor del filme), y Chez Ebert, una persona fundamental en su vida, mujer con la que se casó a los cincuenta años. Ebert fue un abanderado de la crítica para “todo el mundo”, utilizando en sus notas un lenguaje simple y de rápido acceso a sus lectores. El film lo muestra en esta faceta, pero también analiza algunos puntos oscuros (la propia enfermedad que padecía y el alcoholismo que lo acompañó en su juventud). Sin ser demagógico ni complaciente, el director Steve James nos invita a hacer un repaso por la vida de uno de los grandes (si no el más grande) crítico de la historia. No es una película que vaya a sorprender por su estructura o manejo narrativo, pero sí va a cautivar por el costado humano de un personaje que en vida dio todo por el cine y sus espectadores, una persona capaz de defender por igual a Bonnie and Clyde y El Árbol de la Vida.
Demasiado Ego Al cine con amor (Life your self, 2013) es un documental sobre el crítico de cine americano Roger Ebert. Un hombre que atravesó varias épocas de la profesión, innovó en varias oportunidades (incluso recibió el premio Pulitzer en 1975) e insistió por ser reconocido y querido por el medio cinematográfico. Tanto que en sus últimos días, con un cáncer que lo desfiguró y postró en una silla de ruedas, insiste por ser filmado convaleciente. Al cine con amor (espantoso título local si los hay, el original tiene más que ver con la idea que se viene desarrollando, algo así como Su propia vida) es dirigido por Steve James, e intenta ser un homenaje sentido al crítico en cuestión. Pero vemos en varias oportunidades cómo Roger Ebert digita la película: “Debería tener esta música”, “Filmá esto o aquello”, y termina filmando su propia película. “He vivido mi propia película” dice, y ante las crudas imágenes de hospital iniciales, tememos por lo que se mostrará después. En el medio, el film desarrolla una suerte de biopic sobre la vida del crítico –lo más interesante de la película- narrando la evolución (o involución) de la crítica de cine como actividad con el paso del tiempo. Cuenta que en un principio el crítico formaba parte de la industria cinematográfica, era una persona “necesaria” para los hacedores de films y desde allí se justificaba que deambule siempre en el ambiente. Se creó la necesidad, y los grandes estudios contaban con ellos para promocionar sus films. Luego en los años sesenta el cine cambia y cambia también la actividad: aparecen los críticos intelectuales que apoyan sus argumentaciones con sustentables textos, no siempre relacionados con el cine. Acá se plantea la primera disgregación entre críticos y el medio: los nuevos críticos son independientes de la industria y se manejan con total libertad. La industria los ve como un problema y empieza a aislarlos paulatinamente. El ego del crítico no soporta ser intrascendente y busca nuevas formas de “influenciar” con sus textos y dichos. Roger Ebert es convocado junto a Gene Siskel a un programa de televisión donde intercambian opiniones sobre los estrenos. Es imposible no pensar en la versión local con “Función Privada”, conducido por Carlos Morelli y Rómulo Berruti. Se mediatiza la crítica de cine. Claro que la figura del crítico está muy pero muy alejada del show televisivo contemporáneo, y es ahí donde ese espacio también se termina. El crítico continúa intentando ser reconocido, su ego lo motoriza. Roger Ebert recurre a Sundance, festival de cine independiente americano (el que hace Robert Redford) para buscar y resaltar pequeñas películas de bajo presupuesto y elevarlas a la categoría de obras de arte. Uno de los directores dice en la película “gracias a él tengo una carrera”. El crítico vuelve a ser influyente. El último intento por trascender es el blog personal. Roger Ebert hace un blog donde escribe en primera persona sus opiniones sobre películas. Ya no busca ser objetivo sino que los nuevos medios de comunicación le dan la libertad de hablar primero de sí mismo, y después de la película. El crítico se adapta a los nuevos medios, se codea con cinéfilos que escriben a la par y trata de convivir con ellos. Y con su ego, claro. Al cine con amor es una de las pocas películas basadas en un crítico de cine y cae en lo peor con que pueda relacionarse a un miembro de la actividad: el narcisismo, el egocentrismo, y el auto homenaje. Cualquier similitud con la realidad…
Un sentido homenaje aunque denso en su desarrollo. Por simples cuestiones de sentido común, si te interesa el prospecto de ver Al Cine con Amor es porque tenés al menos una vaga idea de quién fue Roger Ebert, sabes del rol trascendental que le termino dando a la crítica cinematográfica y de su no menos trascendental dupla con Gene Siskel que dio vida a un ciclo televisivo, cuyos clips en You Tube promedian los 100.000 visionados cada uno. Pero, incluso a pesar de su target indefectiblemente cinéfilo, ¿Cuan meritoria es como narración esta semblanza al crítico que puso de moda la expresión: “Dos pulgares arriba”? La vida de Roger roger2Al Cine con Amor narra la vida de Roger Ebert tomando como punto de partida el último año de vida que le quedaba al crítico por un tumor que lo despojó de su mandíbula, y por ende de su capacidad de hablar, comer, etc. La película hace un recorrido por su educación, sus problemas con el alcoholismo, la historia de amor con su mujer, la relación de amor-odio que tenia con su adorado compinche Gene Siskel, y por supuesto la enfermedad que lo aquejó hasta sus últimos días. Al Cine con Amor es un relato denso que tiene menos referencias a películas de las que se pensaba; es simplemente la vida y la obra de un tipo que a fuerza de inteligencia y actitud logró hacerse de un lugar de privilegio en el mundo de la cultura. A pesar de su densidad, es un retrato sentido, con mucho corazón y posee esa ironía con la cual muchos nos quisiéramos enfrentar a nuestros últimos días. Es también un título valiente, porque del mismo modo que se anima a mostrar sus mejores momentos (así como aquellos de índole más dolorosa), muestra también (y con la misma apertura) el lado oscuro que tuvo Ebert. Las biografías de hoy en día, tienen tanta manipulación de la familia para “santificar” a sus seres queridos que al final los deshumanizan, cuando precisamente la idea de una película biográfica es ver al ser humano detrás de la leyenda, con sus luces y sus sombras. Por eso es de destacar que Al Cine con Amor pone toda la carne al asador en ese apartado. Podrá ser cansadora, poco fluida y solo para entendidos, pero posee una honestidad incuestionable. Conclusión A pesar de ser honesta, con corazón y mucho sentimiento, Al Cine con Amor no está lo suficientemente armada como para que apele a cualquier clase de público, y como disfrute para los exclusivamente cinéfilos, cumple con solo lo justo y necesario, amen de carecer seriamente de ritmo. Si quieren ver a Ebert haciendo lo que sabía hacer mejor, vean cualquiera de sus reportajes o críticas en You Tube o lean sus notas en su página oficial.
Pulgares arriba Escribir la crítica sobre una película que habla sobre la vida de un crítico de cine no deja de ser una experiencia distinta. Una vez que atendemos a los logros vitales y sobre todo profesionales de Roger Ebert, uno de los pioneros en el mundo de la crítica cinematográfica estadounidense (y el único en su profesión en ganar el Premio Pullitzer), partes de la base de que por mucho que te esfuerces nunca vas a llegar a su nivel de excelencia en cuanto a análisis y desmenuzamiento de un film. Y es que el articulista de Chicago demostró durante toda su trayectoria una capacidad única que ya quisieran para sí todo ese ejército de plumillas que se creen por encima del bien y del mal en una profesión que, por desgracia, cada vez se intuye más prescindible. En un momento de este indispensable documento dirigido por Steve James (Hoop Dreams, Head Games), se nos comenta como en el siglo XIX los críticos sociales y los artistas iban de la mano y se retroalimentaban para ser mejores en sus respectivas labores. Y un poco de eso también hallamos en directores de renombre como Martin Scorsese, Ramin Bahrani o Ava Duvernay (nominada a mejor directora en los Oscars de este año por Selma), quienes no dudan en afirmar que recibieron de Roger Ebert el impulso necesario para poder lanzar o incluso enderezar sus vastas carreras. El documental también ahonda de manera pormenorizada en la relación de amor-odio que Ebert mantuvo con quien fue su compañero de profesión durante un buen puñado de años, Gene Siskel. Suyo es el mérito de haber elevado la figura del crítico de cine a niveles nunca alcanzados, sobre todo con el programa de televisión Siskel&Ebert&the movies, que los mantuvo en antena la friolera de catorce años mientras se dedicaban a polemizar y aleccionar sobre películas y más películas (ellos fueron los que introdujeron, a modo de emperadores romanos del celuloide, el sistema de pulgares hacia arriba o hacia abajo para decidir si una película valía la pena o no). Dicho programa también sirvió de plataforma para conocer una cantidad ingente de films que de no ser por los peculiares presentadores hubieran pasado completamente desapercibidos. Al cine con amor (Life itself en su título original) también funciona como testamento filmado de un hombre que siguió escribiendo de cine hasta que las fuerzas le fallaron. Resultan especialmente dolorosas las imágenes en las que, desmejorado a causa del cáncer de glándula salival que padeció, vemos a Ebert tecleando en su ordenador sus últimas palabras, que publicó en su recién estrenado blog la noche antes de morir. Un documento muy recomendable para todos aquellos a los que les guste el cine y hablar sobre él. Te invita a conocer e investigar más sobre el trabajo de su autor y sobre todo a esforzarte como catalizador o guía que opina sobre una de las cosas que más amamos en este mundo: el cine.
Roger Ebert, in memoriam En Estados Unidos, Al cine con amor (cuyo título original, más cursi aún del que lleva aquí, es Life itself, “La vida misma”) no tuvo, tratándose de un documental, una mala respuesta de público. Aquí es improbable que el milagro se repita. Para el público de allá, el protagonista, el crítico Roger Ebert, era un rostro conocido de la tele, donde tuvo por décadas un programa sobre cine junto a su colega Gene Siskel. Aquí, los únicos que conocemos a Ebert, que falleció un par de años atrás, somos los críticos de cine, por lo cual la audiencia de Al cine con amor puede verse reducida a unas docenas de espectadores.Producida por Martin Scorsese (agradecido, desde que en 1967 el ecléctico Ebert alabó con fervor su ópera prima, Quién golpea a mi puerta) y dirigida por el reconocido Steve James –cuya Hoop Dreams es uno de los documentales estadounidenses más elogiados de los ’90–, Al cine con amor adolece de una falla notoria: su extensión. Dura dos horas clavadas y no se justifica: hubiera sido mucho mejor con media hora o 40 minutos menos. Hecha esa salvedad, no hace falta conocer previamente al protagonista o tener un particular interés por la crítica de cine para interesarse por ella, por el simple hecho de que Mr. Ebert es, o fue, un personaje. Un tipo con tanta sed de vivir (para citar el título de una película, ya que estamos) que fue capaz de hacer chistes aun después de que, como consecuencia de un cáncer y sus metástasis, le hubieran extirpado la garganta y la mandíbula, tal como puede verse largamente en Al cine con amor. A propósito y como puede advertirse, la película no es para débiles de estómago.La película dirigida por Steve James son dos en una. Por un lado, una de esas de “enfermedades de la semana”, que más que lágrimas, pietismo y ánimo aleccionador ofrece realismo, energía, sensación de “vivo” y mucho humor. Negro, en más de una ocasión. “No me gustaría que un infarto o una muerte súbita me hubieran privado de este tercer acto”, dice Ebert en su cama de sanatorio, cuando le anuncian, a los 70, que le quedan meses de vida. ¿Cómo habla, si no tiene garganta? Mediante un sintetizador de voz, que maneja desde una laptop de la que no se despega: desde el momento de la primera operación (2006), el hombre escribió casi más que nunca. Si eso puede decirse de un grafómano como pocos, que empezó en la secundaria, a los 21 era editor, ganó el Pulitzer a los treinta y pocos, tuvo una columna fija en el Chicago Sun-Times durante medio siglo y publicó un montón de libros de cine y menudencias varias, incluyendo sus memorias (de allí viene el horrible título Life itself).La segunda Al cine con amor es un documental clásico sobre su vida y obra, narrado y montado con ritmo y fluidez, lleno de material de archivo de primera (los take-outs de sus guerras de chicanas con George Siskel valen el precio no de una sino de varias entradas), jugosos testimonios (incluyendo los de Scorsese, Herzog y Chaz, la mujer negra con la que este hombre blanco se casó a los 50), visiones encontradas (algunos colegas lo defienden, otros lo atacan y están los que hacen ambas cosas) y mucho contexto. En otras palabras, un documental que, con la salvedad de esa media hora o 40 minutos de más, puede interesar a cualquiera. 6-AL CINE CON AMOR Life itself, EE.UU., 2014.Dirección: Steve James.Duración: 120 minutos.Testimonios de: Roger Ebert, Chaz Ebert, Martin Scorsese, Werner Herzog y otros.
Publicada en edición impresa.
Un animal de la cinematografía. El documental de James encara la vida Rogert Ebert, el primer crítico de cine en ganar el premio Pulitzer. Se trata de un trabajo que impone la energía y el optimismo de su protagonista rescatando la pasión por el séptimo arte. Al cine con amor no es un film cualquiera. Si un documental llega a tener la difusión que tiene esta película se debe al personaje que decide retratar. Rogert Ebert no era un crítico de cine cualquiera, nunca lo fue. Ebert fue el primer crítico de cine en ganar el Premio Pulitzer. Trabajó desde la década del '60 en el Chicago Sun-Times. En 1976 se unió a otro crítico, Gene Siskel, y juntos hicieron el segmento televisivo Siskel & Ebert donde discutían sobre cine y donde evaluaban finalmente con un pulgar hacia arriba o un pulgar hacia abajo. Fueron los más populares críticos de cine y hasta la muerte de Siskel, en 1999, mantuvieron su popularidad. Ebert fue polémico, incluyente, y hasta los últimos días de su vida, un apasionado del cine. En diarios o en televisión, y finalmente con su blog y en las redes sociales, Ebert fue una figura clave. En la película aparecen directores como Scorsese o Herzog hablando maravillas de él y cuánto hizo él por ellos. También hay que decir que el realizador de la película no es cualquier director. Steve James es un documentalista que ocupa un lugar grande en la historia del cine por haber realizado el gran film Hoop Dreams en 1994. James también probó la ficción cuando en 1997 hizo una biopic sobre el legendario corredor Steve Prefontaine. Hoop Dreams fue una de las películas favoritas de Ebert en los noventa. Al cine con amor no habla sólo del aspecto de crítico de Ebert, incluso gran cantidad de escenas transcurren en el hospital donde él estaba internado en los últimos días de su vida. La lucha de Ebert contra el cáncer fue durísima. En la película él está en los últimos años, cuando ya no podía ni hablar ni comer. Hablaba con una computadora y comía con ayuda. Pero a diferencia de otros documentales de cine con un moribundo como protagonista como fue Lighting Over Water de Win Wenders sobre Nicholas Ray, acá se impone la energía y el optimismo de Ebert. Esa mueca siniestra e insólitamente feliz que le dejaron las operaciones le da a Ebert un rostro raro, por momentos de caricatura, pero a la vez es el rostro de alguien luchando a brazo partido por sobrevivir. La película juega siempre al borde en ese aspecto, pero es cálida y amable con sus personajes también. El personaje está captado, la idea acerca de quien era Ebert se entiende perfectamente. Y su enorme pasión y amor por las películas también se adivina y se expresa en prácticamente todo lo que dura la película. No hay crítica que se prive de rematar con una obviedad y esta no será la excepción: Al cine con amor, ¡dos pulgares arriba!
La apasionante vida de un crítico. No fue el mejor crítico de cine de los Estados Unidos, pero sí el más popular, el más influyente desde los años 70 hasta su muerte, en 2013, a los 71 años. Roger Ebert -de él se trata- fue una figura fundamental en el inicio de las carreras de directores de la talla de Martin Scorsese, Werner Herzog o Errol Morris, quienes aparecen en este documental reconociendo el impulso que recibieron cuando su futuro era a todas luces incierto. Este documental-tributo que Steve James comenzó a filmar en diciembre de 2012, cuando un ya muy decaído Ebert continuaba luchando contra un cáncer que lo aquejaba desde hacía demasiado tiempo, está basado en su libro de memorias publicado en 2012 (titulado, al igual que la película, Life Itself) y contiene fragmentos del libro narrados en off, pero -por suerte- es bastante más que eso. Más allá de una factura clásica y hasta por momentos algo elemental, se trata de un apasionante y conmovedor retrato de vida que excede el marco estrictamente cinéfilo. Ebert fue un bohemio y alcohólico que escribió durante décadas en un diario (el Chicago Sun Times), luchó contra sus adicciones, condujo junto a Gene Siskel (del diario rival Chicago Tribune) varios ciclos en televisión que tuvieron enorme éxito (sí, los del pulgar arriba/pulgar abajo) y los transformaron en la pareja más admirada y temida de Hollywood, se casó recién a los 50 años con una mujer afroamericana y se sometió a decenas de operaciones que lo dejaron prácticamente irreconocible (perdió buena parte de su cara y lo obligaron a comunicarse a través de una voz generada por una computadora), pero que jamás minaron su energía para seguir ligado al cine. Enfrentado con los críticos neoyorquinos más intelectuales y prestigiosos (desde Andrew Sarris hasta Pauline Kael), Ebert siempre se declaró un "populista", aunque eso no lo limitó a la hora de elogiar ante su público masivo a autores como Ingmar Bergman o Robert Bresson, o de viajar cada año para cubrir el Festival de Cannes. A partir de los testimonios de su esposa, Chaz; de colegas que lo admiraron (como A.O. Scott, de The New York Times), y otros que fueron fuertes detractores (como Richard Corliss, de Film Comment, o Jonathan Rosenbaum), el film no sólo analiza la trayectoria de Ebert, sino que se convierte también en un desgarrador retrato sobre la enfermedad y la inminencia de la muerte, en una gran historia de amor y en una sentida reivindicación de la pasión por el cine.
Ojos bien abiertos. Además de un tributo al crítico Roger Ebert, las anécdotas cinéfilas no tienen desperdicio. Al cine con amor no es un documental sobre un crítico de cine fallecido, porque lo que logró Roger Ebert fue, desde la reseña crítica, convertirse en personaje, en celebridad y, para algunos, en referente. Ebert, luego de ser periodista y editor muy joven, en distintas secciones del Chicago Sun, ya como crítico de cine ayudó a tomar reconocimiento a gente como Martin Scorsese (que coproduce este documental), y saltó a la TV nacional de los EE.UU. con Siskel & Ebert. Gene Siskel era crítico de Chicago Tribune, la competencia de Ebert. A alguien se le ocurrió hacer un programa de TV con ellos dos, que además de popularizar lo de los pulgares arriba (two thumbs up!) Que se usaban hasta el hartazgo en el encabezamientos de las avisos de las películas en los diarios. Ellos parecía, eran el agua y el aceite. Y la gente compraba sus peleas críticas. Pero la vida de Ebert comenzó a opacarse, nunca apagarse, cuando se enteró de que tenía un cáncer tiroideo. Casado con Chaz, una mujer negra, y que fue su soporte desde su casamiento, a los 50 años, se abrazó a las redes sociales, empezó a escribir un blog, todo porque comenzó a perder el habla y la posibilidad de escribir. Luego, de caminar. Quien escribe compartió codo a codo con él una entrega de los Oscar, en 2000, en la mesa de periodistas acreditados, el año que Todo sobre mi madre se llevó el premio al mejor filme hablado en idioma extranjero. El documental es más que la adaptación de las memorias de Ebert, Life Itself, porque el director Steve James (a quien también el crítico respaldó en sus inicios) da voz a críticos de cine de la talla de O. A. Scott, Richard Corliss y Jonathan Rosenbaum, y a otros cineastas como Scorsese y Werner Herzog para hablar de él. Y no es sólo un tributo a Ebert, ya que las anécdotas que se cuentan son realmente jugosas -las hay de todo tipo, e incluyen desde un rompecabezas que Hitchcock le regaló a Marilyn Monroe, hasta las peleas de cartel de Siskel y Ebert, que se decidían lanzado una moneda al aire.
Logrado retrato de un apasionado del cine. Roger Ebert era un crítico de cine. Pero no era un crítico cualquiera. No cualquiera gana un Pulitzer, ni tiene una estrella en el Paseo de la Fama, un programa televisivo de gran rating y hasta un pequeño festival propio. Dedicado a escribir para toda la gente y no para élites, fue realmente un valioso escritor y comentarista, y un gordo divertido. Pero aquí vemos algo más. Aquí vemos cómo un hombre es capaz de enfrentar de buen humor la enfermedad y la muerte, y ahí reside la emoción. La película informa sobre sus padres de clase trabajadora, el temprano comienzo en un diario, las excelentes notas políticas en los agitados años 60, la etapa alcohólica y la eterna obesidad, la experiencia de guionista del sexolero Russ Meyer, los inicios de joven crítico en el "Sun Times" de Chicago. Enfrente estaba el "Chicago Tribune", pensado para otro tipo de lectores. Su crítico era Gene Siskel, alto y delgado. Los dos muy conocedores, apasionados. Alguien tuvo la idea de juntarlos. El resultado fue casi tan bueno como "Función privada", de Carlos Morelli y Romulo Berruti, sólo que los nuestros siempre fueron elegantes y cordiales, y esos dos discutían ante la cámara sin ningún empacho y se vestían con mal gusto. Aquí hablan las esposas, las productoras del programa, los amigos del bar, Werner Herzog, Martin Scorsese, Richard Corliss, que se autocritica por las aseveraciones de su artículo "¿Tiene futuro la crítica?" (el clásico desprecio de los snobs contra los comentaristas amados por el público), y Jonathan Rosembaum, cada vez más parecido a la cómica inglesa Margareth Rutherford, que insiste en recriminar a Ebert un supuesto obstáculo contra el cine de minorías. Para desautorizarlo aparecen Gregory Nava, Errol Morris, Ava DuVernay, Ramin Bahrani, Steve James, todos ellos agradecidos al decisivo apoyo que recibieron de Ebert cuando nadie los conocía, y todos buenos realizadores con algo para decir. Pero además está lo otro. Vemos a Ebert en la cama del sanatorio, rodeado por sus mujeres: esposa negra, hijastra, secretaria china. Sonríe, escribe, habla mediante el sintetizador de voz. A cada rato pone el pulgar arriba, al revés de su gesto habitual cuando bromeaba con Siskel. A primera vista parece un conejo con la boca abierta. Pero la cámara se acerca y ahí entendemos lo que pasa con su cara. Hay que tener fuerza, y estar bien rodeado, para seguir adelante en esas circunstancias. Pero él dice "Es el tercer acto, y una experiencia". Casi nunca se fue del cine antes del final. Cuando al fin se fue, le dedicaron un acto público en un cine repleto. Dicho sea de paso, aquí recibieron homenajes similares Jorge Miguel Couselo, cuando se jubiló, y Salvador Sammaritano, cuando lo echaron. Pero fueron homenajes en vida, como corresponde.
Seguramente cuando veas mi calificación para esta película pienses: "por qué este documental tiene la máxima posible?","¿Tan bueno es?" y la respuesta será quizás un poco extraña pero honesta: no lo sé. Lo que sí se es que toda persona que ama al cine, no tiene que perder la oportunidad de conocer y emocionarse con una vida auténticamente de película, esta, la del crítico más importante de los últimos años en EEUU, Rogert Ebert. ¿Y por qué la vida de un crítico sería tan interesante? Supongo que en este caso particular, Ebert (quien ganara un Pulitzer por su trabajo como crítico de cine, algo que ha sucedido muy pocas veces) tuvo una carrera que posee todas las aristas que puedas imaginar. Por un lado, fue objeto de admiración entre la gente común por la claridad y estilo de su lenguaje a la hora de transmitir sus ideas y por otro lado, fue un ícono de la lucha contra el cáncer, llevando con enorme dignidad sus problemas físicos, sin renunciar a su tarea como periodista. Pero tienen que ver este film para entender lo que tuvo que atravesar, a todo nivel. Steve James (el director de "Hoop dreams") fue convocado por Martin Scorsese para una tarea muy costosa emocionalmente: registrar a Ebert, en estado de salud bastante deteriorado, en su convalecencia en un hospital de su ciudad, Chicago. El famoso crítico sufría de un tipo de cáncer que hizo que le extirparan la tiroides (con el resultado de la deformación de su rostro) y a pesar de que luchó contra la enfermedad a lo largo de diez años, la misma lo venció en 2013. Roger (un maestro), seguía escribiendo reseñas aún en sus últimos días. Siempre se mantuvo optimista y bregó por sostener su nivel de trabajo a pesar de sus tremendas limitaciones. Eso pudo darse por el cuidado y sostén de Chaz, su esposa, quien lo acompañó y sostuvo en estos tiempos tan díficiles. Lo que verán en este gran documental es una reconstrucción de la carrera de Ebert, desde sus inicios (a muy temprana edad), pasando por la etapa donde se convirtió en el crítico más importante de los últimos veinte años en USA y su paso por la televisión en un show junto a otro colega de la misma ciudad, Gene Siskel. Los dos conformaban un dúo increíble, eje de poder que podía sentenciar a una película con sólo un par de expresiones. Ebert también fue de los pioneros en constituir blogs de cine, y el suyo es fantástico. Tiene un banco de datos excelente y si saben algo de inglés, pueden bucear en su material (sigue activo y en movimiento). "Life itself" brilla porque logra mostrar con acierto las dos facetas de Roger Ebert: su trabajo como crítico y la forma en que siempre encaró esa responsabilidad y su gran corazón, hecho que le valiera el reconocimiento de toda la industria. Directores, productores y periodistas desfilan en este documental trayendo anécdotas que definen el amor que Ebert tenía por quienes hacían cine entregados a la tarea. Es un doc fuerte, pero emociona e inspira. Eso basta para convertirlo en una experiencia que hay que vivir. "Al cine con amor" es una película que no se te puede escapar. Para apasionados, obligatoria.
AL CINE CON AMOR es una de las pocas películas de la historia dedicada a un crítico de cine. Y, seguramente, casi la única norteamericana (los franceses lo hacen de vez en cuando). Pero Roger Ebert se ganó ese lugar a fuerza de una serie de hechos que lo convirtieron en una celebridad en los Estados Unidos. Veterano crítico de cine del diario Sun-Times de Chicago, accedió a la fama primero gracias a un popular programa de televisión en el que repasaba y criticaba los estrenos junto a Gene Siskel, para luego acceder a otro tipo de notoriedad gracias a su larga lucha contra un cáncer que terminó venciéndolo en 2013. El realizador Steve James (HOOP DREAMS) comenzó a filmar a Ebert unos meses antes de su muerte con la intención de hacer un filme basado en su autobiografía, titulada como la película. LIFE ITSELF terminó estrenándose tras su muerte y se propone repasar, con la lectura en off de pasajes de la autobiografía como guía, los distintos momentos de la vida de Ebert: su familia, sus inicios en el periodismo, su etapa alcohólica, la fama lograda con la televisión, las peleas con su colega Siskel, su matrimonio con Chaz y su lucha contra la enfermedad. Su amor por las películas y su relación con los cineastas es un eje temático que recorre el filme de punta a punta, pero siempre en segundo plano. life-itself-roger-ebertEbert fue un personaje del periodismo de Chicago, esa vieja escuela de reporteros noctámbulos y alcohólicos, que por fuerza de las circunstancias, capacidad de trabajo y mucha inteligencia logró convertirse en una reconocida voz crítica en los años ’70 y ’80. A diferencia de personalidades más famosas en el ámbito específico de la crítica, como Pauline Kael y Andrew Sarris –los dos grandes rivales que marcaron a fuego esos años–, Ebert siempre se definió como un “populista”. Crítico de medio masivo, con un lenguaje cotidiano y amable, se destacó gracias a la fuerte empatía que sus textos generaban con los lectores. Fue, según quienes lo conocieron, un gran divulgador, alguien que logró que en millones de hogares se interesaran por películas y autores novedosos. La película está llena de testimonios de cineastas como Erroll Morris, Werner Herzog y Martin Scorsese, a los que una crítica o un gesto de Ebert les cambió la vida, o le ayudó a superar situaciones dificultosas, dejando en claro que se trataba de un personaje que, gracias a su fama televisiva, lograba hacer que películas ocultas llegaran a los cines y que cineastas en decadencia recuperaran su autoestima. Es probable que también haya sucedido lo opuesto, pero el filme no explora demasiado ese terreno más que para decir que Ebert sabía manejarse generalmente muy bien en esa delgada línea que separa la crítica de cine de la amistad que, en el caso de Ebert, fue desarrollando con muchos cineastas. life-itself-roger-ebert2La película no explora demasiado su visión del cine, más que para hacer referencia a algunos títulos y cineastas, o su rivalidad cada vez más amarga con Gene Siskel. En el mejor de los casos, James nos hará saber que una cierta simpatía de izquierda y una fuerte empatía con los desposeídos serían algunos de sus intereses políticos reflejados en sus textos. De su escritura sabremos que era claro y preciso, contundente pero a la vez simple, capaz de escribir en un lenguaje entendido por todos pero a la vez conceptualmente profundo. Sus textos no tendrán la brillantez de los de Kael –u otros contemporáneos–, pero supo hacer uso de su fama y su lugar para convertir a esos cineastas en grandes figuras. El filme de James tendrá un carácter más anecdótico, recorriendo su vida en un formato de amable retrato familiar, con decenas de entrevistas que lo pintan como un personaje querible aunque con sus complicaciones, como una larga etapa alcohólica que casi le arruinó la vida y la carrera. Escenas del programa de televisión permiten también analizar cómo funcionaba esa tensa relación entre dos críticos en un programa que en ese entonces se criticaba por banalizar el trabajo de la crítica de cine (su formato de “pulgares para arriba” y “pulgares para abajo” fueron el antecedente directo de nuestros puntajes), pero que hoy parece imposiblemente serio para un horario central de la televisión. life tselfOtro gran eje del filme es el del tratamiento de la enfermedad, con escenas bastante crudas y directas que dejarán en claro lo difícil que fueron sus últimos años y su extraordinaria y cotidiana lucha por trascender sus aflicciones, escribiendo y escribiendo aún cuando sus dolencias no le permitían ni hablar ni comer ni caminar. Su batalla contra la enfermedad (y su optimista libro a respecto) lo fueron transformando en otro tipo de celebridad, muy usual en la cultura norteamericana y más ligado a la “auto-ayuda”: el luchador incansable contra la muerte, el hombre que se sobrepone a las dificultades, el eterno optimista. Es una mirada más simple y hasta banalizada, si se quiere, pero en el contexto del filme es conmovedor verlo luchar hasta el final. AL CINE CON AMOR es un documental convencional en su estructura, informativo, limitado en su concepto de biografía oficial y elegía fresca de un delicioso personaje que acababa de morir cuando se completó la película. En un punto, analizarla cinematográficamente es casi un despropósito. Se trata de un homenaje fílmico a un crítico notable y a un ser humano a todas luces querible que le brindó su vida al cine y que logró, gracias a esa incansable tarea, que muchas personas lo amaran tanto como él. No es poco para una sola vida. (NOTA: Esta crítica fue publicada originalmente en julio pasado como un No-Estreno, título que uso para criticar películas que no llegan a los cines comerciales. Milagrosamente para una película de este tipo, el filme se estrena el jueves 26 en Argentina en salas)
Crítica emitida por radio.
Un documental presentado por Martin Scorsese, amigo personal del crítico famoso en el mundo, premio Pulitzer, conductor de un programa muy exitoso sobre crítica cinematográfica, influyente voz cultural: Roger Ebert. Conmovedor, interesantísimo, aún para aquellos que nunca oyeron hablar de él.
Emocionante documental sobre el crítico cinematográfico más influyente de su generación. Una cinta que además de recorrer los momentos más impactantes de la vida de Ebert, es un canto de amor al séptimo arte. Sin montarlo en un altar, el realizador nos presenta al protagonista tan humano y brillante como egocéntrico. El epílogo, con las secuencias de la dura enfermedad que cegó la vida de Ebert, constituyen un documento tan dramático como emotivo. Un filme que ningún cinefilo que se precie de tal se puede perder.
La pasión de Ebert Roger Ebert no fue un crítico de cine con una mirada demasiado sofisticada, pero su figura no deja de ser trascendente dentro de la actividad en Estados Unidos. En todo caso, fue un periodista dueño de una prosa muy atractiva y que terminó vinculándose con la crítica de cine por determinación y tenacidad, un laburante o -mejor dicho- un “populista” como a él le gustaba llamarse. Su valor más alto como crítico fue el de acercar la discusión alrededor de las películas a la gente, el de hacerle notar al público que todo punto de vista es posible, y que se debe sostener con pasión, como en aquellos debates acalorados que llevaba adelante con Gene Siskel, su compañero de la televisión y con quien mantenía un vínculo profesional tirante. No fue Pauline Kael, no fue Andrew Sarris, y lejos está en sus planteos de contemporáneos como Jonathan Rosenbaum, A.O. Scott o Richard Corliss, que aparecen en Al cine con amor, un gran documental en el que Steve James rinde homenaje a Ebert sin dejar de lado estas complejidades de su figura. El de James es un documental que se parece en cuerpo y forma a su protagonista: es mucho más complejo de lo que aparentan sus bustos parlantes y su recorrido más o menos biográfico por la vida del crítico. Ebert, tras su rol de complicidad con la industria de Hollywood y capaz de recomendar Benji -la del perro-, también podía poner en consideración hacia el gran público norteamericano a realizadores como Robert Bresson o Ingmar Bergman. Y en Al cine con amor ingresan tanto la vida y obra de Ebert, como el choque intelectual entre la baja y la alta cultura; el detrás de escena de la profesión; la bohemia del periodismo de otrora; la relación entre el individuo y su espacio, en este caso Chicago; el proceso histórico por medio del cual los viejos periodistas se relacionaron con las nuevas tecnologías; la mirada racial a partir del casamiento de Ebert con una mujer negra; el film de autosuperación personal (Ebert fue alcohólico y más adelante se lo ve luchando contra un cáncer en la mandíbula); y hasta la oscuridad que rodea a la muerte, entre la dignidad del padeciente y la terquedad de los que no quieren perder a su ser amado. Son tantos los temas que aborda James (casi inconscientemente) y está tan bien dosificada y trabajada la información, que uno no puede más que rendirse por el trabajo del director. Pero más allá de la forma y la manera en que se edita la información en el documental, lo que optimiza los resultados es la honestidad del conjunto. Claramente Al cine con amor es un homenaje edificante hacia la figura de Ebert, pero no por eso se dejan de lado cuestiones que tienen que ver con claroscuros en su figura: el ego está indisimulado, también su relativa importancia en el ámbito del pensamiento cinematográfico (la selección de testimonios es, si se quiere, osada). Lo que busca Al cine con amor, en todo caso, es potenciar la idea de un ser apasionado a la hora de desarrollar una actividad. Y que esa actividad esté relacionada con el cine, no hace más que potenciar un juego de espejos entre la obra y el que está mirando. Mientras vemos la vida de Ebert y su lazo con el cine, no podemos dejar de pensar en nuestro propio vínculo con las películas (más aún aquellos que nos dedicamos a discutir las películas). Por eso que más allá de lo duro de algunas imágenes, Al cine con amor emociona por otros motivos: porque traza un puente indestructible con nuestras emociones. Y último, pero no menos importante, en Al cine con amor se expone, a partir de las presencias de Martin Scorsese, Werner Herzog, Errol Morris o Ramin Bahrani (quienes agradecen el hecho de que Ebert habló de ellos cuando aún eran desconocidos), esa idea que Anton Ego desgranó en Ratatouille: la noción de que el crítico es importante cuando se pone del lado de lo desconocido, cuando revela pequeñas dosis de belleza que están ocultas para el gran público y permite que aquello condenado al olvido adquiera importancia y trascendencia. El lugar del crítico en la historia del arte ha sido siempre un espacio de importancia relativa, cuestionado por los hacedores y por el público. Pero Ebert pertenece a un tiempo donde la figura del crítico tuvo cierta trascendencia, básicamente porque el cine vivía un estado de gracia singular: el cine y la crítica son, finalmente, discursos que se reatroalimentan. Vaya entonces este gran homenaje a una figura mítica, que sirve para visibilizar también los diversos procesos que fue atravesando el cine en el último medio siglo de historia.
Al cine con amor es acerca de Roger Ebert, quizás el crítico de cine más famoso del mundo. Es sobre él y su vida, sobre sus inicios en el periodismo, sus visitas frecuentes a bares y sus problemas con el alcohol, sus primeros pasos en la televisión y su relación caótica con Gene Siskel, sobre su matrimonio tardío pero feliz y la degradación física de sus últimos años. Pero Al cine con amor, curiosamente, no es sobre su trabajo como crítico, ni sobre su visión del cine. Se sabe que los documentales tradicionales optan por la biografía antes que por cualquier otra cosa, pero incluso el más biográfico de los documentales sobre, pongamos por caso, un pintor, muestra una buena cantidad de cuadros. Para el director Steve James la crítica no es tan importante como para darle demasiado espacio: en pantalla solo alcanzan a leerse algunos fragmentos de críticas de películas como Bonny and Clyde, Gritos y susurros o Toro salvaje, y se trata únicamente de pequeñas partes de textos que van a imprimirse sobre las imágenes de esas películas, como si la escritura de Ebert no bastara y hubiera que convocar los objetos de los que habla para que la palabra valga más, o para contextualizarla, o simplemente para no aburrir al público obligándolo a leer. El caso es que la figura de Ebert parece interesarle a James por motivos que exceden por mucho a su profesión. La opción es válida, por supuesto, pero resulta por lo menos extraño que una de las pocas películas jamás hechas (y por hacerse) sobre un crítico de cine demuestre tan poca predisposición a preguntarse, justamente, por la crítica. James utiliza una buena cantidad de metraje del programa de televisión junto a Gene Siskel y es consciente de que esas intervenciones son algo bien diferente de una crítica escrita: cuando se repone la polémica con Richard Corliss, que acusa a Sneak Previews de empobrecer la profesión, también pueden leerse frases de la respuesta de Ebert en las que explica que sus intervenciones televisivas deben ser breves y poco complejas para capturar la atención de una gran audiencia, como si el mismo Ebert estuviera perfectamente al tanto de la diferencia entre un medio y el otro, entre la crítica propiamente dicha y sus comentarios televisivos. El director no ignora ni por un segundo qué es lo que queda afuera de su película. Para colmo, los pocos caracteres de Ebert que pueden leerse están compuestos mayormente de adjetivos y juicios fuertes, momentos escriturales de alto impacto que oscurecen zonas de sus textos presumiblemente más ricas vinculadas con el análisis o la argumentación. Para Al cine con amor, entonces, la crítica es más o menos descartable. ¿Pero qué queda de un Ebert despojado de su profesión, además de una figura robusta y un poco tiránica, entregada a cultivar la ironía y un generoso buen vivir? James toma partido por el motivo del trabajador infatigable que se enfrenta con una enfermedad devastadora, y que debe medir fuerzas todo el tiempo con los males que atenazan su propio cuerpo. Casi no pueden leerse críticas de Ebert, decíamos, pero no faltan insistentes primeros planos que muestran su cara desfigurada por culpa de un cáncer de maxilar y de varias intervenciones quirúrgicas fallidas. La voluntad inquebrantable de Ebert alcanza a disimular un poco el morbo de la película, ocupada durante largas tomas en observar la miseria física que signa los días de su protagonista, incapacitado para hablar, comer o tomar líquidos. Si uno fuera mal pensado, creería que hay ahí alguna clase de conmiseración que justifica la existencia misma de la película, como si el hecho totalmente atípico de dedicar un documental a un crítico de cine (profesión odiada como pocas) solo fuera posible transformando ese documental en una “historia de vida”, en un relato sobre la resistencia y la dignidad humanas, borrando lo más que se pueda el carácter polémico y antipático que suele caracterizar el trabajo del crítico, o por lo menos volviéndolo más digerible a través del despliegue de una narración edificante que fagocita cualquier otro tópico. Es un poco comprensible, de todas formas, que la crítica falte a la cita: siempre resulta difícil usar textos escritos en el cine, y teniendo a su disposición un enorme banco de comentarios (aunque no sean, efectivamente, críticas) como el de Sneak Previews, parece entendible que el director recurra con más frecuencia a los registros televisivos que a las notas publicadas en el Chicago Sun Times. ¿Pero qué hay de la visión del cine de Ebert? El espectador de Al cine con amor que no haya leído sus textos no podrá enterarse demasiado acerca de sus gustos. Entre los pocos datos que se brindan figuran su defensa de Scorsese, de Bergman y su interés por algunas películas pequeñas y casi secretas de las que otros críticos no hablaban. Pero la información es escueta y se da al pasar, y el espectador tiene que hacer un esfuerzo para reconstruir imaginariamente un posible cánon. Por ejemplo, se hace mención a que no le gustó El color del dinero, cuando ya se había establecido su promoción y defensa de Toro salvaje y de casi todo lo filmado por Scorsese hasta ese momento, por lo que uno podría deducir que Ebert sentía predilección por el Scorsese más religioso, el que escenifica grandes luchas, éxtasis y redenciones, y que de alguna manera a Ebert le interesaba más el desborde estilístico antes que la contención y mesura narrativas de El color del dinero, quizás la menos scorsesiana de las películas del director de Taxi Driver. Pero, de nuevo, se trata de reensamblar un mapa de preferencias con demasiadas partes faltantes. A pesar de todo, gracias a Al cine con amor (feo título local de Life Itself, que también es el nombre de la autobiografía de Ebert) se puede conocer mejor a uno de los críticos de cine más populares, uno que le hablaba a un gran público desplegando un lenguaje claro y unas notables dosis de erudición que funcionaban casi como una empresa didáctica: en manos de Ebert, la crítica de cine podía enseñar sin resultar paternalista, volverse comprensible sin renunciar a la complejidad de la argumentación. Sus textos abrían la polémica, la arrancaban del terreno de los especialistas para ponerla al alcance de cualquiera; su estilo diáfano democratizaba la discusión. El documental de Steve James es un retrato de esa figura un poco fuera de serie.
El crítico de cine nació pegado a la industria. Los productores necesitaban vender sus producciones y conseguir gente que opine a favor de ellas. La influencia que ejercían los medios en ese entonces, era capaz de mandar a cualquiera a la sala y hacerlo compartir su opinión con esos grandes líderes. Pero claro, el tiempo pasó, los trapitos salieron al sol y los intelectuales de a poco fueron haciéndose de la verdad. Aquellos que formaron su propio criterio y lo sustentaron, fueron los que al fin y al cabo se hicieron acreedores de la razón. “Al cine con amor” es el documental que captura la vida e ideología de Roger Ebert, no cualquier crítico, sino el más importante de toda la historia industrial de este tipo representación artística. Teniendo en cuenta que el séptimo arte lleva apenas unos 120 años de vida, se puede afirmar que este ícono para muchos estuvo presente en casi la mitad de este trayecto, en el cual el cine fue encontrando su lugar en el mundo. Producida por Martin Scorsese (“Los Infiltrados”) y Steven Zaillian (“Moneyball”) y dirigida por Steve James (“Hoop Dreams”), la película presenta un denso pero interesante archivo de una verdadera personalidad de los últimos 50 años. El archivo en su extensión toca varios núcleos, que significaron momentos importantes en la vida de quien fue el primer crítico de cine en recibir un Premio Pulitzer, en 1975. Se narran los inicios de Ebert en el periodismo, su llegada al rol de editor, el alcoholismo y su importante participación en “Más Allá del Valle de las Muñecas” (1970), entre otras. Siempre identificándose él como un propulsor del cine en general, sin distinguir país de origen. De hecho, también se muestra como se destacó por ser un crítico para todos, ya que utilizaba en sus redacciones un lenguaje simple que facilitaba la lectura. FLORES DE DESPEDIDA Por otra parte, también encontramos un documento repleto de emociones, que destacan el amor que esta figura le tenía al cine como elemento de representación humana. Esto se ve representado sobre todo en momentos trascendentes, como sus pasos en la televisión pública junto a Gene Siskel; en otros ratos felices, como su casamiento con Chaz Hammelsmith; y finalmente, en sus nostálgicos años finales en los que padeció un cáncer de tiroides, que le costó la capacidad de comer y hablar en condiciones normales, pero no la de escribir. Tras casi dos años de su muerte, este ejemplo de vida recibe su merecido velorio en la pantalla grande y lo llenan de flores recordándolo como el más grande de todos los críticos. Se convierte así este documental en un archivo sobre la vida y obra de Roger Joseph Ebert. Resulta interesante para los amantes de la historia, del arte o de la industria estadounidense, aunque a todos los otros pueda que les sirva como un lento somnífero. Por favor, miren y aprendan.
Roger Ebert fue uno de los más importantes críticos cinematográficos de las últimas décadas. No solo escribía muy bien sino que, además, se hizo casi estrella de televisión (con otro crítico, Gene Siskel, creó en la tele eso de los pulgares arriba o abajo para las películas). Quien esto escribe, crítico también, casi nunca estuvo de acuerdo con él, pero era un placer leerlo y permitía que uno pensara las películas. Ebert falleció de un cáncer que lo tuvo a mal traer durante años pero que, aunque lo dejó imposibilitado de hablar, no le impedía ir a Cannes (era tremendo verlo, altísimo, vestido de blanco, entre el público) o seguir escribiendo con ganas y alegría. Este documental lo muestra como era y también cómo pensaba el cine. Muestra, también, que se trataba de un ejercicio intelectual y lúdico, aun cuando muchas veces su pluma censurase de modo tajante tal o cual forma del cine. Justamente, se trata de discutir esas ideas y no de tomarlas como dogma. Y Ebert, que jugó a ser una celebridad y ganó la partida sin sucumbir a ello, que se burló de sí mismo, que incluso fue nominado al Oscar por escribir un film para el maestro del erotismo B Russ Meyer, que fue el primer crítico de cine en ganar un Pulitzer, era sobre todo alguien que amaba las películas y que le escribía a cada film su carta de amor, aun cuando no fuera correspondido. Todo está, como corresponde, en una (esta) película.
En el cine como en la vida misma Life itself, o Al cine como amor, nefasto título local, nos presenta el nacimiento, desarollo y fama de Roger Ebert, uno de los críticos de cine más famosos a nivel mundial. Cualquiera crería que tratándose de un film sobre un crítico de cine, dicha producción por más biopic que intente ser, incluiría a la gran estrella: la crítica; pero no. Su director, Steve James incluye fragmentos de críticas de películas como Bonnie and Clyde, la polémica Blue Velvet, o Toro Salvaje que se yuxtaponen con escenas y planos de los films en cuestión, pero no aborda directamente los textos producidos por el crítico, ni su visión global del cine. Un poco antes, James narra los comienzos de un joven Ebert, como columnista del Chicago Sun Times, miembro de ese grupo de escritores alcóholicos, fumadores, noctámbulos, pero en el fondo solitarios; aclarando que no fue él quien pujó por un puesto como crítico de cine, sino que tal plaza estaba vacante y se la ofrecieron aún sin tener demasiado conocimiento, ni habilidades argumentativas en lo referente a la crítica cinematográfica. Sin embargo la simpleza y sencillez con que Ebert logró plasmar sus ideas, sumando los famosísimos pulgares arriba, pulgares abajo que se encargó de popularizar, le valdrían el reconocimiento local, al punto de luego convertirse junto a su archi némesis, Gene Siskel, en presentadores de cine de un programa de tv local durante el prime time. De cierta forma, por más que hoy lo recordemos como un crítico de cine, en realidad en su momento de auge, muchos lo consideraban tanto a él como a Siskel, como comentaristas televisivos, ya que las verdaderas figuras que encarnaban la crítica eran Pauline Kael, Andrew Sarris, Susan Sontag; todos con una formación diferente, y un poder análitico plagado de erudicción, que en las figuras de tv, si bien estaba presente, se notaba cierta precariedad. Admitiendo estas diferencias, Ebert aceptó estar en la vereda de enfrente, y la guerra estuvo prácticamente declarada; al mismo tiempo que él se autodefinió como un “populista”. Alternando testimonios de figuras como Scorsese y Herzog, en Al cine con Amor, vemos grandes momentos de truinfo en la vida de Ebert pasando por la obtención de su premio Pulitzer, hasta su casamiento a los cincuenta años; para luego llegar a la etapa más difícil de su vida: la lucha contra un cáncer que finalmente le ganó la batalla por su vida en 2013. Simple y melancólica, Life Itself sería una gran biopic, si no apuntara al golpe bajo, ayudado de una repetitiva exhibición del cuerpo -particularmente la mandíbula de Ebert- en sus momentos finales. Algo totalmente innecesario, si pensamos que durante su juventud y su vida en general, este personaje siempre manifestó sus ganas de mostrar su mejor imagen posible, independientemente de enfermedades o abusos alcohólicos.
El crítico y su aldea Cuando el mundo muestra sus fauces de crueldad, ver y escribir sobre cine puede ser un gran remedio. En estos días vi Life itself, documental sobre Roger Ebert (consensuado por el mismo Ebert y con su participación protagónica), crítico de cine de la ciudad de Chicago que de alguna manera funda la tradición crítica norteamericana y que muere en el 2013, con un cuadro de salud seguramente recordado por muchos, por su cara desfigurada debido a un cáncer de garganta pero siempre con una sonrisa o con el dedo pulgar levantado. Figura muy cuestionada por cierta generación de críticos del mismo país, posteriores a la década del setenta, por sentar las bases de una crítica superficial, basada en enunciados fuertes sobre las películas pero sin demasiado marco analítico, y los famosos pulgares arriba y abajo, también de su autoría. Paralelamente a la historia de la crítica de cine, a través del documental uno conoce algo de la biografía de ese chico obeso, con prematura vocación periodística y que a los veintipico gana un premio Pulitzer, al menos públicamente siempre de buen humor y que a los cincuenta se casa con una muchacha negra con quien vive hasta sus últimos días. Me hizo acordar un poco a la historia de Stephen Hawking, aunque salvando cualquier tipo de suspicacia acerca de la disparidad de genio. Me refiero al tipo de enfermedad, que los dejó a ambos postrados, con un sistema de voz artificial, siempre optimistas y con mujeres que los cuidaron hasta el final. Pero volvamos al tema de la crítica y lo que representa Ebert en esta historia. Son muchas las figuras famosas que en el documental salen a hablar bien de él. Entre ellos Martin Scorsese, quien reconoce haber sido reivindicado por el crítico cuando nadie lo hacía (Ebert habría dicho con uno de sus primeros films que estaban ante el Fellini de Estados Unidos). También cuenta el director de Taxi driver que el crítico logró sacarlo de un pozo depresivo profundo, que podría haberle costado la carrera, cuando lo invitó a una disertación para hablar de su cine. Otro de sus defensores es Werner Herzog, que sorprendentemente también aparece en el documental. Porque algo que hay que decir es que Ebert era asiduo de Cannes y amante de grandes exponentes del cine europeo, como Bergman por ejemplo. Es decir, no tenía prejuicios con otros cines que no fueran el norteamericano. Evidentemente, era una persona de gustos cinematográficos variados, categóricos e impulsivos seguramente, que podían agradar o no, pero que el crítico transparentaba desenfadadamente. De hecho, los mismos críticos norteamericanos, de perfil más intelectual si se quiere, que lo cuestionaron en su momento, aparecen en el documental riéndose de su propio enojo y reconociendo que Ebert fundó la crítica de cine en Estados Unidos. Uno de ellos afirmando que el hombre de Chicago fue el símbolo del debate de cine en la plaza pública. Porque hay que contar también que Ebert tenía, junto a Siskel (un egresado de filosofía que había hecho crítica en un diario de Chicago que competía con el de Ebert), el programa televisivo de cine más popular de la historia de Estados Unidos, en el que ambos críticos hacían una especie de ping pong de opiniones enfrentadas sobre cada película. Seguramente es cierto que llevaron la lógica televisiva, de inmediatez de tiempos y poco margen para la reflexión, a la crítica de cine. Pero también debe serlo que lograron llevar el interés por la crítica a las masas de espectadores en el país del norte. Se dice en el documental que el amor por el cine de Ebert era algo auténtico. Se dice también que sus famosos pulgares podían catapultar al éxito como conducir al desastre a una película. Sin embargo, hay algo en la figura de Ebert que habla de las virtudes de la sociedad norteamericana. Puntualmente, esa mirada muchas veces simplista del mundo pero esencialmente desprejuiciada y pluralista. Confieso que empecé a ver esta película con prejuicio, un poco influido por los mismos críticos norteamericanos que habían formulado cuestionamientos contra Ebert. Me sorprendió encontrar en el documental a esos mismos detractores enmarcando las mencionadas críticas dentro de un debate saludable y reconociéndole méritos importantes al personaje homenajeado en la película. En síntesis, Life itself es un documental que ayuda a pensar las cosas con más perspectiva y conocer un poco más sobre el multifacético rubro de la crítica cinematográfica.
Un soldado del cine Al cine con amor es un documental biográfico sobre la vida del famoso crítico Roger Ebert. Roger Ebert fue el crítico más popular de los Estados Unidos. ¿Un crítico popular? A juzgar por el inicio de Al cine con amor, cuyo título en inglés, Life Itself, está tomado de la autobiografía que el propio Ebert publicó un poco antes de morir de cáncer, es evidente que la famosa pluma cinematográfica del Chicago Sun-Times tenía miles de admiradores. Polémico y preciso, a veces incisivo y sarcástico, generoso y apasionado cuando un filme coincidía con sus propios gustos y juicios, Ebert era comprensible para cualquier lector y no por esto carecía de estilo. Al cine con amor, de Steve James, es antes que nada un retrato polifónico: a través del testimonio de diversos amigos, profesionales, cineastas y familiares, sumado a diversos materiales de archivo y el propio registro del filme en el momento en que Ebert vivía hospitalizado con la mandíbula ausente de su rostro y asistido por un software para traducir en sonidos lo que su garganta y boca ya no podían proferir, James va delineando la personalidad y las ideas del crítico, y lo acompaña hasta su muerte en abril de 2013. Hijo único, periodista precoz, casado finalmente con una mujer afroamericana bastante más joven, alguna vez alcohólico y ganador del premio Pulitzer en 1975, Ebert fue la voz de la crítica de cine oficial estadounidense por décadas. Su influyente columna en el diario se publicaba en más de 200 ciudades de Estados Unidos, un alcance insólito en un tiempo en el que aún no existía Internet. Si bien Ebert supo inmediatamente explotar la Web, su máxima exposición pública y motivo de su popularidad masiva fue el exitoso programa televisivo que condujo, primero en Chicago y luego en Nueva York, Siskel & Ebert. “Un sitcom sobre dos tipos que viven en el cine”, así describió el crítico Richard Corliss el programa gracias al cual Ebert, junto a Gene Siskel, crítico del Chicago Tribune, se convirtieron en celebridades. La dupla inventó la crítica en la televisión. La extraordinaria capacidad argumentativa y descriptiva de ambos excedía el conocido gesto final de subir los pulgares o bajarlos, y si bien solían dedicarse a analizar las películas hollywoodenses, títulos de Bergman, Kieslowski o Bresson no quedaban afuera de la mira. En efecto, ellos fueron las primeras estrellas de la crítica y, como sucede en estos casos, no resultó ser un vínculo exento de confrontaciones, lo que no impidió que detrás del narcisismo belicoso que los enfrentaba existiese una amistad férrea. Al cine con amor no es una hagiografía, pero sí es un retrato apologético. Scorsese lo reivindica como genio, Herzog como un soldado del cine y los testimonios laudatorios son permanentes, a excepción del gran crítico Jonathan Rosenbaum, que expresa un cierto escepticismo sobre la distancia crítica de Ebert respecto de la industria. Esa distancia, con seguridad, es la que tampoco tiene el filme respecto de su personaje, una película en ocasiones demasiado sentimental y didáctica que no busca una forma creativa de contar una vida signada por el cine.
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