Sabes quien me viene a cuidar ? Siempre aparece una de esas películas, cada tanto, que nos sorprende más que gratamente. Una película simple, sencilla, que no intenta más que contar una historia casi sin pretensiones, dándonos una bocanada de aire fresco que deja como una huella de afecto que dura aún por mucho rato después de verla. Me acuerdo por ejemplo de "Cinco días sin Nora" o "Gigante", con una historia pequeña pero potente o en otro órden de cosas la animada "Mary y Max", una delicia descubiertas casi por casualidad. Ya desde el arranque en "Intocable" -del duo de directores Eric Toledano y Olivier Nakache, de una prolífica producción pero de los que no se ha estrenado nada en nuestro país-, nos están avisando que se trata de una historia verídica y hasta luego, tendremos el placer de conocer a los verdaderos personajes, ejes centrales de este relato. La base de la historia se centra en Philippe -François Cluzet a quien vimos en "La Mentira" o en "No se lo digas a nadie"- que padece una enfermedad que lo ha dejado tetrapléjico y sólo es capaz de "movilizarse" del cuello para arriba. Después de una intensa selección para designar a su próximo asistente, el millonario Philippe decide elegir inesperadamente a Driss (Omar Sy en una estupenda actuación, llena de energía) quien solamente tenía como intención que le diesen una constancia como que se había presentado a la entrevista y poder seguir cobrando, de esta forma, su seguro de desempleo. Pero en ese mismo momento, Philippe le propone probar una relación laboral por sólo un mes y ese mes, jsutamente, pasará más rápido de lo que ambos esperaban y para cuando nos demos cuenta, ya estará instalada y más que cumplida la ley de toda buena comedia donde la pareja de caracteres completamente opuestos se atraen y es así como dos personas que parecían diametralmente opuestas se convertirán en compinches inseparables. O dependerá de las vueltas del destino... El film de Toledano y Nakache se detiene intensamente en ir describiendo el crecimiento de esa relación, primeramente laboral y que después deviene en amistad, en vinculo filial casi como padre-hijo, en compinches, en camaradería, en un vínculo completamente diferente al esperado por ambos. El espíritu completamente descontracturado de Briss hace que Philippe quede cautivado por la alegría, por el buen humor, por las situaciones nuevas que la vida le presenta a través suyo y a llegar casi a olvidarse de su limitación física en algunos momentos. Y si bien los directores no dejan de pasar revista a todos los puntos necesarios, conocidos y casi obvios de una receta que marque como se construye una buena comedia (que contenga momentos brillantes de humor, compensados con guiños de todo tipo en cada uno de los personajes secundarios y con una exacta dosis de momentos conmovedores) el éxito de la fórmula es que en ningún momento caen en la lágrima fácil o en el sentimentalismo. Dosifican las dosis de una manera tal que todo se aborda en su justa medida y uno como espectador se rinde ante la seducción de estos dos seres completamente fracturados, cada uno en lo suyo, sin que el relato caiga en ningún momento en la sensiblería sino que se posiciona desde el optimismo y desde la búsqueda de recomponer desde la diferencia. Que tiene sus clichés, los tiene. Pero hay una seducción particular y una química completamente irresistible entre los dos protagonistas, ya desde el primer momento en que se encuentran, que se sostiene aún con algunos puntos demasiado convencionales y se disfruta de principio a fin. Con un trabajo sumamente complejo porque solamente en su rostro están concentradas todas las gamas de emociones por las que pasa Philippe, Francois Cluzet logra divertir, conmover, mostrar un perfil más duro y exigente, disfrutar de las ocurrencias que le propone su nuevo "secretario"... pasa por un increíble abanico de situaciones y a todas les pone un acertado matiz en cada momento. Omar Sy arremete con una personalidad avasallante para componer a ese Briss con una situación familiar y personal sumamente complicada, con una vida no tan acomodada como la de Philippe, pero con esa sabiduría de la calle y con un humor y un optimismo a flor de piel que contagia e invade la casa del millonario y que irradiará, por supuesto, en todo su personal de servicio (excelentes roles secundarios a cargo de Anne Le Ny y sobre todo una acertadísima y sorprendente Audrey Fleurot).Absolutamente recomendable, "Intocable" se convierte en esos filmes que gustan a todos los públicos y que inesperadamente, aparecen entre la inmensa oferta que hay en todos los flancos, y se instalan con su simpleza y su lección de buen cine sin más elementos que una interesante historia para contar y un ojo sincero y fresco para retratarla. Imperdible.
Pura Química Es muy posible que si no hubiese sido un sorpresivo éxito de taquilla que ganó adeptos a nivel mundial gracias al boca en boca, nunca habríamos escuchado hablar de esta película. No pasó por Les Avant Premieres ni ningún Festival clase A, no tiene figuras de la talla de Gerard Depardieú o Catherine Denueve. Ni siquiera están Louis Garrel o Romain Duris para trascender los límites de Francia. Tampoco apunta directamente a la juventud con estrellas televisivas atractivas o un tema que podría llegar a interesar al público adolescente...
La historia, basada en hechos reales, de un millonario cuadripléjico francés que entabla una amistad con un inmigrante pobre, viene cosechando premios hace rato. Y así nos llegó, un poco por merito propio, otro poco fruto de jurados internacionales que destacaron la labor de sus actores. Deportes Extremos La película francesa, estrenada en su país de origen en noviembre del año pasado, relata la historia de Philippe, un adinerado y aristocrático viudo, que en un accidente haciendo deportes extremos queda cuadripléjico. De ahí en adelante su vida se divide entre sus cuidados y su amor por el arte. Principalmente por la música clásica. La otra cara de esta moneda es Driss, un inmigrante senegalés que vive en un barrio pobre de Paris junto a su tía y todos sus primos, una casa para 4 habitada por más de 6, mucha pobreza, mucha droga, mucho riesgo y poco trabajo. Estos dos personajes tan opuestos se cruzan en una situación poco cotidiana, Driss quiere lograr un subsidio por desocupado y Philippe busca un enfermero que lo atienda en su vida cotidiana. Como quien no quiere la cosa, el señor francés consigue meterse en el bolsillo al extranjero cubriéndole las necesidades básicas; habitación individual, bañera, comida y calor de hogar todos los días. Oliver y Eric El film fue dirigido y escrito por Olivier Nakache y Eric Toledano, quienes ya habían trabajado juntos en otros tres largometrajes, y esa quimica que se nota en el guion y en la dirección, se ve perfectamente reflejada en la pantalla grande. Ese es, sin duda alguna, el punto fuerte de esta comedia dramática. El humor, parte desde lo sencillo, chistes pensados y casuales a la vez, que haría cualquier persona que se topara con una situación así de compleja y la supiera llevar con humor. Párrafo aparte merece el placer que produce al espectador ver trabajar a François Cluzet, actor ya consagrado del cine internacional, junto a la novedad que es Omar Sy, quien asombra desde la sencillez de una buena actuación, en la que no se nota quien está detrás del personaje. Conclusión Amigos intocables, es sin duda una película para disfrutar en familia, en pareja o en soledad, nos deja ese sabor dulce de las grandes amistades y las sabias elecciones de la vida. La felicidad como bandera.
Inseparables La fuerza de una buena historia sumada a la solidez de sus intérpretes centrales demuestran que no hace falta mucho más para conquistar al espectador. Amigos intocables (Intouchables) fue un éxito en Francia (convocó más de 19 millones de espectadores) y está basada en la historia real de Philippe Bozzo di Borgo, un millonario que quedó tetraplégico a raíz de un accidente. La película plasma la relación que se teje entre Philippe y Driss (Omar Sy), un joven negro de los suburbios de París que ingresa en un mundo desconocido cuando comienza a trabajar como su asistente y le devuelve las ganas de vivir. Con este esquema sencillo, los directores Eric Toledano y Olivier Nakache, quienes vienen trabajando juntos desde hace años y de quienes acá no se conocen sus películas, exploran una relación laboral que se va transformando en una amistosa cuando entran en juego los afectos y la contención. El rasgo más atrapante y emocionante del film es cómo se unen estos dos mundos antagónicos: el aristócrata que lo tiene todo menos la posibilidad de moverse por sí solo y el joven que también arrastra un complicado panorama familiar y laboral. La pregunta que se hace el relato es si realmente es sana esta relación tan cercana que, por momentos. priva a Driss de desarrollar su propia vida. El relato hace gala de sus climas que navegan entre el humor y el drama más intenso y despiadado, pero sin golpes bajos, arrastrando los conflictos de sus dos personajes al centro de la emoción. Támbién resulta funcional y envolvente el uso de la música que va llevando a los protagonistas de un lado a otro. Philippe ve girar el mundo desde su silla de ruedas a a partir de un gran trabajo de Francois Cluzet (con cierto parecido a Dustin Hoffman), mientras que Driss cobra vida gracias a la conmovedora interpretación de Omar Sy. Dos actores al servicio de dos criaturas inseparables que deben tomar distancia. La escena final, ya sobre los créditos, deja ver a los verdaderos protagonistas.
Juntos a la par El film de Eric Toledano y Olivier Nakache es una historia basada en hechos reales sobre dos hombres muy distintos que consiguen una relación de amistad entrañable y única. La enseñanza de vida está implícita desde el comienzo, y no pretende invisibilizarse. Con alguna escenas mejores logradas que otras (el comienzo del film por ejemplo), esta historia recurre al sentimentalismo, la moraleja. Aún así, Amigos intocables (Intouchables, 2011), es una comedia que busca divertir y conmover al espectador, sin caer en golpes bajos y con muy buenas actuaciones. Philippe (François Cluzet) es un hombre viudo y adinerado, pero como consecuencia de un accidente su cuerpo perdió la motricidad y la sensibilidad. Vive sus días sentado en una sofisticada silla de ruedas, rodeado de enfermeras y asistentes mujeres. Así es como Driss (Omar Sy) aparece en su vida, cuando Phillipe busca un hombre que lo asista en sus diferentes necesidades. Driss será mucho más que eso en poco tiempo y el vínculo entre ellos se convierte en el centro de la película, marcado fundamentalmente por el buen humor de Driss y su mirada hacia Philippe, ausente de cualquier tipo de lástima. La película intenta equilibrar el protagonismo de los dos personajes y están juntos en la gran mayoría de las escenas. Sin embargo, es Driss quien produce el movimiento, tanto al film como a la vida de Philippe. El negro “poco fiable” que cambia la vida de un blanco es ya un arquetipo, por lo que hacerlo funcionar es un todo un desafío. Los directores lo resuelven apoyándose en la ambivalencia del personaje de Driss: sí, hay que temerle, es violento y prepotente pero tiene buen corazón, es inteligente y bienintencionado. Omar Sy parece ideal para el rol y supo explotar esta doble faceta que lo aleja del estereotipo. Lógicamente que de François Cluzet se puede hablar mucho también, pero lo más interesante de su personaje es que no está acotado a su incapacidad. Y por eso la relación entre ellos puede crecer, porque Driss le enseña a Philippe otras maneras de ser feliz alejadas de la mera intelectualidad, y en estos intercambios los dos se tratan como iguales, sin dramatizar las obvias diferencias. La historia verídica en la que se basa Amigos intocables es propensa a los tipos de films que apelan a la emoción y a las moralejas. Es difícil correrse de ese estilo de “lección de vida”. Si bien no se hace tan evidente, eso es lo que más molesta de la película y que por momentos entorpece su andar. Porque consigue escenas frescas y cómicas con una gran simpleza (en la ópera por ejemplo), pero también otras muy obvias y de relleno. El equilibrio entre el drama y la comedia favorece mucho al relato, pero son principalmente los actores los que consiguen transmitir el in crescendo del vínculo. Eso es lo que el film supo explotar, y allí reside su principal atractivo.
“Amigos intocables” (“Intouchables”) llega precedida de un record en Francia que sólo otras dos películas han podido superar. Con algo menos de 20 millones de espectadores, se coloca en el tercer lugar de las más vistas detrás de “Titanic” (20,8 millones de entradas) y “Bienvenidos al país de la locura” (20,5 millones de entradas). Hasta el año 2008 la película francesa con más espectadores era “La fuga fantástica” con un notable elenco integrado entre otros por los inolvidables Bourvil y Louis de Funes y el inglés Terry-Thomas. Hubo que esperar más de 40 años hasta que otro film francés desplazara a la famosa comedia de Gérard Oury. Pero ya en 1998 James Cameron, como en la mayoría de los países del planeta, pasó a ocupar el primer puesto en Francia. Y si se le suma lo recaudado por “Avatar” alcanza los 35 millones de espectadores, un record que será difícil de superar. Ni los directores de “Amigos intocables” (Olivier Nakache y Eric Toledano) ni aún su pareja de actores centrales son demasiado conocidos en nuestro país. Francois Cluzet es de los dos el más popular pues fue a menudo dirigido por el ya fallecido Claude Chabrol. Entre esas películas algunas fueron presentadas localmente (“Un asunto de mujeres”, “No va más”), mientras que “L’Enfer” no se estrenó en nuestro país y las tres fueron coprotagonizadas por Isabelle Huppert. Otros recordarán su notable interpretación junto al músico Dexter Gordón en “Cerca de la medianoche” de Bertrand Tavernier. En cambio el más joven de la dupla actoral, Omar Sy, es virtualmente un desconocido en Argentina aunque en Francia ya había sido dirigido por Nakache y Toledano en dos de los tres largometrajes anteriores (“Nos jours heureux”, “Tellement proches”), no estrenados en nuestro país al igual que el primero de 2005 con Gérard Depardieu y Annie Girardot (“Je préfère qu’on reste amis”). La trama es aquí bien simple, basada en una historia real, que presenta a dos caracteres totalmente disímiles, donde nunca estará mejor aplicado el aforismo de “los extremos que se juntan”. Driss (Sy) es un joven proveniente de un suburbio pobre, cuyos trabajos ocasionales se alternan con cortas estadías en prisión. Con la necesidad de demostrar que está en busca de trabajo, para gozar de una pensión, cae por azar en la casa del aristócrata y millonario Philippe (Cluzet) en procura del ansiado papel. Pero la sorpresa es mayúscula cuando inesperadamente convence al tetraplégico dueño de casa para terminar trabajando como su asistente, ayudante y también chofer. Philippe descubrirá que su vida aún tiene sentido cuando Driss lo vaya contagiando con su permanente optimismo y “buena onda”. Lo notable de “Amigos intocables” es que logra evitar en todo momento caer en el golpe bajo, algo al que son tan afectas otras cinematografías como la norteamericana. A lo largo de casi dos horas alternan momentos dramáticos, que lograrán conmover a más de un espectador, con otros francamente cómicos. Al mismo tiempo habrá espacio para la crítica social al mostrar cómo los familiares del potentado se le acercan con un único interés claro: su dinero. Y también lugar para un relato alrededor del hermano menor de Driss y sus malas compañías, que el guión resuelve convincentemente. Pero por sobre todo estará la historia de una amistad que en el título local se ha querido inteligentemente enfatizar. Es de esperar que no ocurra, aunque puede temerse que tenga lugar, una remake norteamericana. Podría imaginarse a una dupla integrada por Dustin Hoffman (algún parecido físico con Cluzet) y a un actor joven de color intentando repetir un fenómeno que ya ha conmovido a Francia y al resto de Europa. Unite a la FAN PAGE de FACEBOOK y compartí noticias, convocatorias y actividades Seguinos en twitter: @sitioLeedor Publicado en Leedor el 31-07-2012
Quédate a mi lado François Cluzet y Omar Sy, son la pareja protagónica de Amigos Intocables. El primero, en el papel de Philippe, un millonario tetrapléjico que se encuentra en la búsqueda de una persona que lo cuide de manera diaria. Driss, un joven de clase baja, se presenta a la entrevista laboral con el solo objetivo de recibir, después de varias charlas, el subsidio del estado. Amigos Intocables no se presenta como una película con golpes bajos, sensibleros, en verdad los momentos donde se hablan sobre los motivos por los cuales el protagonista se encuentra en una silla de ruedas o cual es el pasado de Driss, pasan desapercibidos como un dato más dentro de la narración, como una charla circunstancial. Tampoco se marca demasiado la diferencia de clase social o educación, simplemente estos dos hombres con el trato diario poco a poco van forjando una amistad basada en la risa, la comprensión y la compañía. Driss viene a ocupar un lugar descuidado por todas personas, principalmente mujeres, que pertenecen a su círculo más íntimo. Todos aquellos referentes femeninos son las articulaciones para que se unan los protagonistas, para que Driss sea más corazón que golpiza y para que Philippe canalice su angustia. Con la incorporación de este nuevo integrante al grupo "familiar", hace que rompa con las estructuras, logra un contacto más afectuoso y menos rígido. Basada en una historia real, la película de Eric Toledano y Olivier Nakache comienza con una rítmica escena de persecución y complicidad que poco tiene de relación con el resto del metraje. Amigos Intocables es una historia sencilla, de amistad, que no intentar robar ninguna lágrima, sino despedirla con una enorme sonrisa.
Precedida por un suceso histórico en Francia que se trasladó a Europa y otras latitudes, Amigos intocables es una de esas piezas de cine que equilibran sabiamente el humor y la desdicha, encontrando el tono justo para describir los eternos e inevitables altibajos y claroscuros de la vida. En el afiche se la relaciona con Conduciendo a Miss Daisy y El discurso del rey, y aún se pueden encontrar más comedias dramáticas en esta frecuencia, pero en verdad este film de los directores Olivier Nakache y Eric Toledano no precisa de publicidades comparativas porque posee su propia y fenomenal potencia expresiva y emocional. Más allá de reparos sobre semejanzas o afinidades, lo más importante es entregarse a disfrutar distendidamente de una pequeña gran obra cinematográfica. Arribando a su cuarta película en conjunto, la primera que llega a estrenarse en nuestro país, esta dupla buscó inspiración en el vínculo real establecido por un opulento aristócrata cuadripléjico y un joven inmigrante necesitado de papeles, contratado para cuidarlo. El mismo parapente que confinó a ese estado al poderoso millonario, depara una de los momentos más disfrutables de la película, junto a otras escenas estimulantes y memorables. El film se realimenta permanentemente en las formidables tareas interpretativas de François Cluzet y Omar Sy, que además hacen gala de una química peculiar para llevar adelante un auténtico y verosímil enlace artístico, dentro de un elenco impecable. Entrañable, agridulce, conmovedora, pero sobre todo divertida, Amigos Intocables aborda asuntos serios y graves con un espíritu fresco y jubiloso. Una amistad intocable como adelanta su título –que encierra una metáfora relacionada con el padecimiento del hombre postrado-, más allá de toda limitación humana.
Nada en común Philippe (François Cluzet) es una aristócrata francés que ha quedado cuadripléjico luego de un accidente. Sus días pasan entre los extremos cuidados de su secretaria, enfermeras y servidumbre, y su amor por el arte, especialmente por la música. Un día mientras entrevista candidatos para asistente, aparece Driss (Omar Sy) un inmigrante de Senegal, que vive en los suburbios de París y recientemente ha salido de la cárcel. Driss solo esta ahí para conseguir una justificación que le permita cobrar el seguro de desempleo, y no muestra el más mínimo interés en el trabajo, ni la capacidad para realizarlo. Pero ese joven tan diferente al resto de los candidatos, parece haber captado la atención de Philippe, quien logra persuadirlo para que al menos cumpla con el período de prueba. Seducido por una habitación que parece de un hotel cinco estrellas, y un sueldo fijo, acepta el trabajo, y el entrenamiento comienza. Driss no solo no posee la capacitación adecuada para realizar la tarea, sino que parece no comprender del todo la situación en la que se encuentra su jefe. No podrían ser mas opuestos, pero la química entre ellos funciona, y aparentemente la compañía de Driss es lo que Philippe necesitaba. Comparten días, charlas, cuidados, y comienzan a construir una relación en la que el extrovertido Driss no tiene reparos en decir cualquier cosa, y por momentos el reflexivo Philippe parece ser quien lo cuida y contiene. Se convierten en amigos entrañables y ese vínculo que construyeron es el que finalmente le permite a Philippe abrirse a algo más que su rutina y el refugio que encontraba en la música; y Driss de a poco deja de estar a la defensiva para descubrirse capaz de cosas que hasta el momento desconocía. La película narra de forma emotiva y cercana una relación que parece imposible pero que sin embargo esta basada en hechos reales. Las actuaciones son excelentes, especialmente la de François Cluzet, quien construye un personaje con limitaciones físicas dificiles de interpretar, y que sin embargo puede expresar enormes emociones y sentimientos. La fotografía, la música, y las actuaciones secundarias acompañan de modo amable esta hermosa historia, que tiene los toques necesarios para sacarla de un drama reflexivo y convertirla en un éxito comercial, lo que hace que nos encontremos con algunos estereotipos en los contextos de ambos personajes y por momentos algunos toques humoristicos que parecerían estar de más. El filme tiene un excelente guión basado en el libro "Tu as changé ma vie" de Abdel Sellou, quien inspiró el personaje interpretado por Omar Sy. La historia es rica, compleja y con una mirada positiva, a pesar de las situaciones difíciles de ambos personajes, ya que recurre al humor, la satira y la ironía, y no a los golpes bajos.
Un vínculo intocable Hay películas que, a priori, parecen ser intrascendentes; tanto por tener un aspecto visual transparente y poco jugado como una narrativa que no va más allá de lo standard dan la sensación de no ser más que convencionales. A pesar de esto, un film puede desplegar sus cualidades a través de la simpleza. Esto es lo que sucede con Amigos Intocables de Olivier Nakache y Eric Toledano...
Pequeño gran éxito ¿Por qué una película se convierte en un fenómeno social con muy escasos precedentes? ¿Por sus valores cinematográficos o porque sintoniza con un determinado momento en el que, en este caso los franceses, buscan la reconciliación luego de un pasado colonial y un presente no exento de una fuerte impronta racista y xenófoba? Amigos intocables, cuarto largometraje de la dupla Eric Toledano y Olivier Nakache, fue visto por casi 20 millones de personas en su país y por otros tantos en el exterior (fue un gran éxito en muchos países europeos). Y, más allá de que es una película fluida, con momentos graciosos y otros entrañables, cabe decir que no es nada el otro mundo. Está claro que tocó alguna fibra íntima de un Viejo Continente herido por la crisis, jaqueado en su orgullo y -por lo tanto- necesitado de una feel-good movie como esta. En una verdadera "tregua" de clases, Amigos intocables une a un aristócrata parisino que ha quedado tetraplégico tras un accidente de parapente (el gran François Cluzet) y un hombre de origen senegalés (Omar Sy), que vive hacinado con su numerosa familia en una precaria vivienda pública. Philippe -contra todos los pronósticos (y los prejuicios)- decide contratar a Driss para que lo asista mañana, tarde y noche. Esto quiere decir desde que sea su chofer hasta que lo vista y lo limpie, algo que el alegre e impulsivo Driss no tiene demasiadas ganas de hacer. Hay pasajes emotivos (con cierta tendencia a dejar "lecciones de vida"), situaciones de un humor logrado y, también, pasajes bastante previsibles y/o demagógicos. Amigos intocables es una película muy bien pensada y construida con solidez, que se sostiene también en el carisma de sus dos antihéroes. No es mejor que muchos otros films que convocaron a pocos miles de espectadores, pero tampoco es cuestión de exigirle en función de su éxito (con el diario del lunes). Si no fuese el hito mundial que es, estaríamos hablando de una comedia dramática pequeña, noble y compradora. Ni más ni menos que eso.
Es tan difícil encontrar una buena comedia en la cartelera de cine por estos días (donde la moda pasa por refritar una y otra vez el humor zarpado de ¿Qué pasó ayer?) que cuando se conoce una propuesta como Amigos intocables uno logra comprender el suceso que causó en el público de muchos países. No es una obra maestra y ya se contaron historias similares en el pasado, pero está tan bien trabajado el humor que junto con el notable trabajo de los dos protagonistas logra comprarte como espectador. Este es el primer film que se conoce en Argentina de Eric Toledano y Olivier Nakache, quienes hace unos años vienen trabajando juntos. En este caso desarrollaron este proyecto luego de ver un documental en la televisión que narraba la particular amistad de un hombre tetrapléjico y su cuidador, quien consiguió ese trabajo luego de salir de la cárcel. Amigos intocables logró ganarse la simpatía de la prensa pese que es un film que trabaja los temas de las discapacidades y la marginalidad con un frivolidad llamativa, como si los realizadores se hubieran cuidado de hacer lo más digerible posible estos temas al público. El foco de la historia pasa por retratar como ese abismo que separa a los dos protagonistas, que tienen experiencias de vidas distintas, no es tan real y en realidad ambos hombres tienen más puntos en común de los que ellos se imaginan. La película funciona principalmente por el trabajo de Francois Cluzet (loquísimo su parecido con Dustin Hoffman) y Omar Sy. La química de los dos es excelente y sumado a un guión que hace blanco en todos los chistes y situaciones graciosas, la trama ofrece un buen momento en el cine. Reitero, no hay muchas comedias realmente recomendables en la cartelera por estos días y esta es una linda historia emotiva, sin golpes bajos ni excesos de melodramáticos que se disfruta y vale la pena tener en cuenta.
Esta es una de esas películas donde uno sale con una sonrisita. Arranca de una manera muy vertiginosa, lo cual no parece asociarse con su poster o sinóspsis, pero no es lo primero que van a hacer así a lo largo del film. Cuando muestran en la segunda escena a como se conocen los personajes, también generan una gran duda de como irán creando el vínculo entre ellos. Pero el guión es muy sólido y el trabajo del director logra que todo sea creíble. Tiene un gran trabajo de la dupla actoral protagónica y también de mucho de los secundarios. La película dura lo justo y es muy redondita. Quizás se demora mucho en mostrar la realidad del enfermero, en esos barrios de París que hace poco se revelaron por sus problemas sociales, pero a su vez sirve para dejar en claro los contrastes que van mucho más allá de cuestiones físicas. Una película que muestra a alguien todo el tiempo en silla de rueda y no tiene un solo golpe bajo. Eso demuestra un gran trabajo en el guión y en la planificación de las escenas. Es "linda". No le cabe otra definición.
Esta película fue un fenómeno en Francia. Es una historia pequeña, una amistad imposible pero real. Un millonario que por practicar un deporte extremo tiene un accidente y queda parapléjico. Tiene cuidadores que no le duran hasta que acepta que su acompañante sea un senegalés que es inmigrante ilegal. Entre esos dos mundos, el opulento y el de la extrema necesidad, se tienden los puentes, la complicidad, la ternura. Grandes actores.
La atracción de los opuestos La base de su éxito: un parapléjico rico convive Con su asistente pobre y de origen senegalés. Cuando una película se transforma en un fenómeno -de masas, más allá de tener o no sus valores cinematográficos- es porque toca alguna fibra íntima de ese público que acude en malón a verla. Con Amigos intocables , que en Francia ya fue vista por casi 20.000.000 de espectadores, hasta se pudo prejuzgar que ocurriría lo contrario: que no fuera nadie a verla. ¿Por qué? Su tema, que evidentemente fue el motor que impulsó el éxito: las diferencias entre los dos protagonistas, uno de ellos -para muchos, espanta público- sufrió una tetraparaplejia. Pero no es un drama, sino precisamente todo lo contrario. El tono de comedia elegido por los codirectores Eric Toledano y Olivier Nakache hace que los problemas que atraviese Philipe sean no solamente sobrellevados, sino seguidos con una sonrisa. Y su contraparte, Driss, no tiene una mejor existencia. Desempleado, de origen senegalés, vive hacinado con sus hermanos y termina siendo echado de su hogar por su madre. Driss llega a la mansión del aristocrático millonario Philippe con el propósito de que le pongan una firmita a un papel para poder cobrar un subsidio por desempleo. Philippe necesita un asistente personal para que lo atienda en su cuidado personal, entre otras cosas. Y contra todo lo previsible, Philippe contrata a Driss. La película es tan políticamente correcta como incorrecta. Se ríe de lo que se recomendaría no hacer bromas, y toma en solfa o pone en el tapete los prejuicios ante una discapacidad. Y tiene tantas buenas intenciones, logrados gags y diálogos filosos como momentos en los que parece bajar línea de manera rápida y desordenada. También es el tipo de filme que sin dos intérpretes como François Cluzet y Omar Sy podría caerse en cualquier momento. No es el caso. Si la película no ganó otro premio César este año que no fuera el de mejor actor (para Omar Sy) fue por el vendaval El artista . Sy -que interpreta al ilegal, al marginado, al inculto- y Cluzet -el viudo que fue exitoso en su empresa, el de la élite, el culto- logran eso que suele llamarse buena química y que el público francés y también el europeo supo aplaudir. Será, también, que la inmigración y sus bemoles en Europa no muchas veces ha sido retratada de esta manera. O que cuando una comedia entretiene, cumple con sus propias reglas, y entonces está muy bien que le vaya bárbaro.
Dos contra la adversidad En tiempos donde el cine difícilmente nos sorprende con sus propuestas, Amigos Intocables llega para patear el tablero y mostrarnos que pueden existir apuestas diferentes basadas en un sólido guión y excelentes actuaciones. Precedida por un éxito rotundo en las salas francesas que la ubica como el tercer mejor estreno de la historia del cine galo. El film se basa en una maravillosa historia real que retrata la amistad trabada entre un tetrapléjico millonario en busca de un asistente y un joven inmigrante senegalés en búsqueda de un susidio por desempleo. Driss (un carismático Omar Sy) es un joven que vive en las afueras de Paris -en un superpoblado departamento en el cual sobran los habitantes y los problemas- ligado con la vida fácil y las malas juntas, que se presenta accidentalmente a una entrevista de trabajo sólo para obtener un comprobante de haberlo hecho y así tramitar un seguro de desempleo. Por otra parte está Phillipe (en una excelente y medida composición de François Cluzet), un multimillonario que luego de un accidente ha quedado tetrapléjico y busca un asistente para todos los quehaceres diarios de su vida. Al cruzarse en esa accidentada entrevista laboral ambos se verán seducidos por el universo del otro: Driss por la comodidad económica y física que el mundo del multimillonario le propone (el solo hecho de tener un baño propio ya marca una diferencia con su humilde realidad); por su parte, Phillipe se verá encantado con la espontaneidad de ese joven de sonrisa límpida y decididos ademanes que puede sacarlo de la desidia que supone el depender de otros para cada movimiento. La dirección del film en manos de Eric Toledano y Olivier Nakache se las ingenia para navegar las tumultuosas aguas de las relaciones humanas y las discapacidades sin caer en ningún momento en golpes bajos o sensiblerías. Lugares comunes es posible que los haya pero están supeditados al desarrollo de un relato bien construido y excelentemente interpretado por dos actores de raza con una excelente directriz actoral. Phillipe junto a Driss perderá su habitual compostura, entre otras cosas por medio de la experimentación de las drogas ilegales y además conocerá a los más fieles cultores del funk y el pop. Por su parte Driss conocerá la comodidad de un baño privado, una confortable habitación y el rugir de los autos deportivos de primera gama. Cada uno completará al otro, redefiniéndolo y brindándole aquello que le hacía falta a su vida: una amistad que traspasa las limitaciones tanto físicas como ideológicas y una muestra de que todavía hay un nuevo cine que puede sorprendernos sin necesidad de mayores artificios; sólo recuperando el viejo oficio de saber narrar historias con justeza y maestría.
Demagogia y lugares comunes Un respetable aristócrata tetrapléjico contrata a un muchacho de barrio, negro y jovial, como ayuda domiciliaria. El hombre rico que ha perdido el gusto por la vida se encuentra de pronto con un ángel excéntrico portador de esos valores verdaderos que los demagogos asignan al pueblo. La relación de clases no es más que pura convención para un humor perezoso. El choque cultural es explotado mediante los peores lugares comunes: uno escucha a Vivaldi y el otro Earth Wind and Fire, uno escribe cartas de amor cortesano mientras el otro desenvaina un lenguaje callejero, uno se impone las normas de vida que el otro ignora soberanamente. Al cabo del enésimo sketch queda bien subrayado que los dos hombres no viven en la misma esfera pero van camino a una mutua domesticación. Ideología. La película se burla de las prácticas culturales de la clase dominante, como la ópera o la pintura contemporánea, mientras que los signos materiales de riqueza, como los lujosos autos o un avión privado, son tratados con la mayor benevolencia. Los pequeños sainetes en un concierto de música clásica o en una sesión de afeitado dan lugar a bromas toscas que los actores puntúan, como en la televisión, con su propia carcajada. A este simulacro de diálogo entre el hombre serio y el payaso le sigue una forzada inmersión realista en los edificios de suburbio que no supera nunca el detalle de guión. La falsa credibilidad social choca con el material básico de la comedia televisiva. En lugar de explotar el costado ligero de la historia, los directores pretenden mezclar la bufonada con el drama y sólo consiguen un festival de buenos sentimientos y respuestas automáticas. Dudosa trasgresión. Para no quedar pagados a la compasión fácil de los peores telefilms americanos, los directores franceses proponen como dudoso antídoto la manipulación física de Phillipe, que llega al colmo de la torpeza con la escena en la que el cuidador tira agua hirviendo sobre la pierna insensible del postrado. Driss considera el cuerpo de Phillipe como un objeto inalterable y encuentra el pretexto para ejercer un acto de violencia sobre su carne sin dejar ningún rastro. Lo cómico en torno a la minusvalía de Philippe (el agua caliente, los juegos en la nieve, la masturbación de las orejas) sólo funciona cuando su cuerpo es manejado torpemente, liberando sobre él inclinaciones sádicas o descubriendo con diversión una sexualidad restringida por la discapacidad. Aunque hable y piense, el cuerpo minusválido sigue siendo un objeto, un instrumento a la altura de la figura del bufón que lo acompaña, dos marionetas al servicio de un entretenimiento desencarnado.
Para tiempos de crisis, nada mejor que un cuento de hadas que haga olvidar por un rato la desazón y la incertidumbre e invite a perderse en un mundo en que todos los conflictos se resuelven con sonrisas. Aquí, las diferencias sociales (y raciales) se diluyen poniendo un poco de buena voluntad; todos están dispuestos a privilegiar lo que une y descartar lo que separa, y la amistad es el santo remedio que lima diferencias, o las suprime. Un film, en fin, con todos los ingredientes para convertirse en éxito popular porque hace reír, entretiene, emociona, distrae, y a su historia complaciente y divertida suma la contagiosa química de un par de actores notables: François Cluzet, maestro en la comedia tanto como lo ha sido en el drama, y Omar Sy, cuya simpatía, verdaderamente irresistible, lo ha convertido en personaje favorito de los franceses. Además la película lleva ese sello que opera como certificado de autenticidad: está basada en una historia real, y la presencia de sus verdaderos protagonistas en un plano final viene a atestiguarlo. Claro que Toledano y Nakache, sus hábiles autores, no dejaron detalle por retocar y añadir para satisfacer a la mayoría. En el centro está la clásica pareja despareja. Uno, Philippe, es un aristócrata millonario, culto y de gustos refinados, que como resultado de un accidente cuando volaba en parapente quedó tetraplégico y apenas puede mover la cabeza. El otro, Driss, un muchacho negro de suburbio, atlético y desenfadado que acaba de salir de la cárcel e intenta vivir del seguro estatal. Disminuido físico uno, disminuido social el otro, ambos hartos -de la lástima el primero, de la discriminación el segundo-, hacen de esa concidencia el punto de encuentro. Driss será contratado por Philippe, se instalará en su mansión para estar a su exclusivo servicio, aprenderá a asistirlo en todo lo que necesita, es decir todo y jamás tendrá para con él un gesto de piedad. Phillippe lo agradece. Con Driss aprenderá a reírse de todo. Está claro desde el prólogo, cuando los dos se burlan de la policía en una escena que bien podría haber animado Gassman en otros tiempos. Para entonces -el film vuelve atrás para narrar el origen de la relación- ya son amigos, compinches, inseparables. La humanidad que Cluzet y Sy confieren a sus personajes disipa el cinismo que podría verse en el humor que la película emplea a veces, y hasta distrae de la manipulación marketinera que está detrás de casi toda la historia, incluidos sus apuntes demagógicos, como la escena del concierto, descartado por aburrido cuando la black music de Driss empuja a la elegante concurrencia a seguirlo en el baile o cuando se apela a lo sentimental sobre el fin, en busca de un remate para la tierna relación. Lo importante es siempre complacer. Y hay que reconocer que en el operativo se ha puesto bastante gracia.
Una fórmula que no pretende Cumbre de lo políticamente correcto, la película narra el cruce de dos mundos opuestos: el de la riqueza de un hombre tetraplégico y el de un inmigrante con problemas legales. Se sugiere sospechar cuando llegan noticias sobre los films franceses más taquilleros que superaron en recaudación a los “tanques” estadoudinenses. Y no pasa sólo por tratarse de un material “local” (por ejemplo, la saga Asterix y Obelix, dos bodrios sin vueltas), sino por el carácter universal de la propuesta que en mucho se parece a aquellos “mainstream” procedentes de Estados Unidos. El último éxito francés es Amigos intocables, que fue vista por 18 millones de espectadores seducidos por la particular historia de Phillipe (François Cluzet), un aristócrata tetrapléjico, y su asistente-ayudante y futuro amigo Driss (Omar Sy), de origen senegalés. La película de Toledano y Nakache, cuarta incursión juntos, tiene los condimentos para que el crítico apele al manual de los lugares comunes y de las frases repetidas. “Un canto a la vida”, “una película sobre la condición humana” o “un logrado cruce de ternura, amistad, comedia y drama” serían algunos de los habituales recursos periodísticos para explicar una película que acumula los clísés más transparentes en esta clase de historias. Pero la fórmula funciona de a ratos, dentro de aquello que pretende y que tampoco es demasiado. Por ejemplo, la primera escena cuando los protagonistas, sin que aún se sepa qué los une, emprenden una picada para eludir y luego ridiculizar a la policía. Allí se descubre la minusvalía de Phillipe (excelente actor Cluzet) y la asistencia permanente que requiere de Driss y sus morisquetas y “consejos de vida” que cansan a los pocos minutos. El cuentito sigue bien contado porque la estructura dramática se establece a partir de un extenso racconto desde el que empieza a mostrarse el choque entre dos mundos, el de la riqueza en soledad de Phillipe y el del inmigrante con problemas legales y familiares que caracteriza al inquieto Driss. De allí en adelante, el arsenal de lugares comunes: la amistad y complicidad entre los dos, una mujer que Phillipe conoce por cartas, la música clásica que lo complace y, en oposición, el fanatismo por Earth&Wind&Fire que identifica al solícito ayudante. Amigos intocables, cumbre de lo políticamente correcto, no omite una lectura social superficial y teñida por la culpa francesa en relación a los inmigrantes ilegales que convierte a la trama ya no en un lugar común, sino en una avalancha imparable de tips cinematográficos. Es decir, cuando la película no reflexiona en voz alta y se aferra a un tono ligero de comedia, la trama funciona sin problemas. En cambio, al opinar sobre el mundo y su catarata de injusticias, el discurso tambalea y hasta se convierte en cursi y de segunda mano. El final, por su parte, prevé algo peor: ¿cuánto falta para que un productor norteamericano compre los derechos y anuncie la previsible remake?
La película se nos presenta con la leyenda “Basada en una historia real”, para luego seguir con una gran escena inicial, donde el manejo de la música, y de la cámara es brillante y podemos disfrutar la magnitud del poderoso sonido del motor de un Maserati. Luego de esto comienza una interesante secuencia de créditos, esta vez al sonido de la alegre y festiva “September” de Earth, Wind and Fire, que va a marcar lo que será el tono del relato en general. Esta comedia dramática llegó a ser la segunda película francesa más exitosa en este país, después de “Bienvenidos al Norte”, que para ser honesto ni siquiera la conozco, y cuenta con la dirección de la dupla gala Olivier Nakache y Eric Toledano. Trata sobre un carismático inmigrante francés, amante de la música de los 80, llamado Driss, interpretado por un genial Omar Sy que asiste a una entrevista para ser el cuidador de Philippe (François Cluzet) un millonario cuadripléjico, simplemente para obtener una firma que demuestre que está buscando trabajo; necesita tres firmas para tener derecho a cobrar un subsidio. Por supuesto, para beneficio de la historia Driss es contratado pese a ser el menos capacitado de todos los candidatos, y sobre todo pese a ser quien menos interesado está en obtener dicho puesto. Según mi punto de vista Philippe lo contrata para su propia diversión, para ver qué sucede y cómo se adapta, siendo esto una especie de experimento. La historia es relativamente común en el cine, dos personas de edades y ámbitos diferentes, totalmente apuestas en los papeles, logran entablar una amistad, beneficiándose ambos de la misma, se ha mostrado varias veces en celuloide, por ejemplo en Good Will Hunting, Finding Forrester, Gran Torino, entre muchas otras. Pero aún así, trillada y todo, es una gran película, con actuaciones brillantes, escenas en las que nos reímos a más no poder, un gran despliegue musical y una fotografía bastante interesante son todos puntos fuertes en el film. El mismo nos recuerda lo importante que puede llegar a ser una persona en nuestras vidas. Yo creo que nuestras vidas están cambiando todo el tiempo, pero hay momentos de inflexión, y muchas veces estos momentos son cuando nos relacionamos con otra persona. Si bien la secuencia inicial está muy bien realizada, no suelo coincidir con esa manía que existe hoy en día de comenzar los relatos por el final. Si bien los saltos temporales durante un relato en general lo hace más dinámico, cuando una película no va a ser compleja, narrativamente hablando, me refiero a un relato lineal en su mayoría, no veo la necesidad de no empezar una historia por el lugar más lógico, el principio, o por lo menos lo que arbitrariamente decidimos que es el principio. Pese a esto la película es una gran comedia dramatice, con un tono alegre, una historia de amistad, que intenta enseñarnos a no prejuzgar y sobre todo a arriesgarse e intentar vivir la vida al máximo. Una de esas películas que les suele gustar a todo el mundo, y para mi sorpresa también a mí.
Cómo tratar temas serios sin amargura Hay quienes, tal vez envidiosos, reprochan a esta comedia sus lugares comunes, la superficialidad con que toca temas serios, la capacidad notable para transmitir buena onda, y hasta la selección de clásicos musicales elegidos para sus momentos clave. Otros, que son multitud, le agradecen precisamente todo eso. Aclaremos, de paso, que la referida superficialidad no es tan epidérmica. La historia ya la conoce medio mundo: un rico de aire, casa y billetera aristocráticos, siempre elegante, pero obligado a depender de los demás porque es tetrapléjico, está tomando personal enfermero. Al empleo aparece un pobre de aire, andar y bolsillo ranfañosos, bien robusto, pero obligado a depender de los demás porque vive de la asistencia pública. No quiere el trabajo, solo quiere que le firmen el comprobante de haberse presentado a la solicitud de trabajo. ¿Cómo se siente, dependiendo de otros?, es la pregunta que hace uno, pero podrían responder los dos. Por curiosidad, por hábil concepto del altruismo, por la percepción de algo distinto detrás de la fachada, o por un especial sentido del humor, el discapacitado contrata al muy capaz pero nada cultivado grandulón, que junto a él se habrá de civilizar un poco. A su vez, el empleado ayudará al patrón a gozar de la vida, incluso a decidirse en cuestiones sentimentales para las que se sentía inhibido. Uno recibe compañía, ocasional sentido común y sensación de vida. El otro, algo de mundo y un lugar donde evadirse de los problemas familiares y barriales. No es la primera vez que una película maneja combinaciones similares, desde «Juan Globo», con Luis Sandrini, para adelante y para atrás. Pero quizá sea una de las pocas veces en que la obra se basa en auténticos personajes reales que asesoraron a su realización. Los mismos representan categorías sociales actuales que habitualmente ni se rozan, y hasta suelen odiarse. Sin embargo, tuvieron la oportunidad de conocerse, de entenderse, son amigos, disfrutan de la vida lo mejor que pueden, y dan ejemplo. Los realizadores, Eric Toledano y Olivier Nakache, son hábiles. Los actores, François Cluzet y Omar Sly, son tremendamente carismáticos. El gasto lo hace el primero, expresándose sólo con la mirada. Pero la película se la roba el otro, que es muy gracioso. Regocijante, la escena en que va por primera vez a la ópera. Quizá tengan razón los que se quejan, pero, ¿qué problema hay en salir contento del cine?
Entrañable juego de dos Una larga fila de postulantes para cuidar a un hombre que se encuentra postrado en una sila de ruedas (François Cluzet), tiene como protagonista impensado a un joven desocupado (Omar Sy), que apenas se conforma con que le firmen el papel que indicará que se postuló a un empleo y le permita cobrar su subsidio por desempleo. Sin embargo, nuestro joven protagonista, que lleva una vida cotidiana con más sinsabores que alegrías, es quien realmente cae en gracia del ricachón malogrado, quie le apuesta a su nuevo empleado que no aguantará un mes trabajando para él, que renunciará antes. Poco tiempo pasa hasta que la relación entre empleados-empleado se transforma en una amistad sólida, en un tránsito hacia una vida un poco mejor para los dos. Basada en hechos reales, esta historia de amistad pese a la adversidad (todo un subgénero del cine) trabaja con fluidez y sin golpes bajos una historia que fuera de cuadro es más densa de lo que se ve en pantalla: un hombre postrado, con su cuerpo inutilizado y que que apenas puede mover los músculos de su cara.Más allá de el estado físico de uno de los personajes, aquí es donde radica el atractivo de una película que le da una vuelta de comedia liviana a un tema que hasta ahora ha visto tratamientos más extremos, desde el drama contundente de Mar adentro, aquel opus de Alejandro Amenábar con Javier Bardem hasta la comedia negrísima Aatra. Amigos intocables tiene todo lo que necesita un largometraje que quiere conquistar al gran público, con buenas armas logra redondear un film afable, de rápida digestión y querible, como sus personajes, que logran identificación inmediata sin tener que recurrir a la lástima o la piedad del espectador. No por nada, y sin mayores pretenciones narrativas o estéticas, se trata de la película francesa más taquillera de los últimos años. No sabemos qué opinará el viejo Jean Luc, pero por las dudas no lo consultemos.
Un nuevo compendio de clichés raciales “Conseguite un negro para que te alegre la vida”, podría ser el slogan de Amigos intocables. Descomunal éxito de público en Francia y el mundo entero, en Les intouchables (título de indiscernible relación con la trama) un súper recontramillonario amargado y paralítico lo logra, gracias a los servicios de un vital asistente de origen senegalés. “¿Vieron que pobres y ricos pueden llevarse bien?”, es otro posible slogan para la segunda película francesa más vista en su país en toda la historia (19 millones de espectadores, algo así como el 30 por ciento de la población). Y basta ya de slogans, que para lugares comunes Amigos intocables –que en el resto del mundo llevó a las salas más gente que en su propio país– se basta y sobra. Buddy movie, encuentro de opuestos, clichés raciales y de clase, gags de probada efectividad, un toque de melodrama y otro de humanismo. Guionistas y directores, Olivier Nakache y Eric Toledano, no ahorraron nada a la hora de asegurarse la repercusión que la película finalmente tuvo. Heredero de una fortuna familiar que, a la vista del petit Versalles donde vive, puede contarse entre las mayores de toda Francia (“basada en una historia real”: el cliché que faltaba), el aristócrata Philippe (François Cluzet) elige, en un casting, al asistente menos pensado. Nada de esos tipos trajeados y relamidos, que se mueren por lamerle las botas, sino el prepotente morocho de jogging y zapatillas, que descarga sobre él toda su furia de clase. ¿Maso-comedia burguesa? Qué va, si lo que quiere Driss (Omar Sy) es lo que tiene el otro: un descapotable, un baño tan grande como un departamento de monoblock, un avión privado. A cambio de eso le convidará algún que otro porrito, descubrirá que a falta de sensibilidad del cuello para abajo, las orejas del tetrapléjico tienen casi las de un par de glandecitos y lo acompañará a volar en parapente, motivo de que el tipo haya quedado para siempre en silla de ruedas. En la avant première a la que asistió este crítico, el público se mataba de risa con lo gracioso que es el morocho al bailar (ya se sabe: los negros tienen sentido del ritmo), su escaso dominio de la lengua y la cultura (llama “huevo Kinder” a uno de Faubergé, ignora lo que quiere decir “epistolar”, oye a Vivaldi por primera vez), su acidez y su prepotencia de arrabal. Una mezcla de Minguito Tinguitella, Toto Paniagua, cronista de CQC y la Mole Moli. Risas de clase. Satisfechas de ratificar la superioridad, las del público de clase alta; empáticas con el presunto igual, las del de clase baja. Para el que prefiera emocionarse, está la historia del millonario lisiado y su espíritu para enfrentar la adversidad, dándose el gusto de volver a volar en parapente, como un Juan Salvador Gaviota del siglo XXI. Para el de risa fácil, los mil chistes a repetición de Driss con compositores clásicos, versión cómica del “sin repetir y sin soplar” de los programas de entretenimientos (aunque el mejor chiste está fuera de la película: Jean Marie Le Pen protestó contra “la metáfora de una Francia inválida, rescatada por los hijos de inmigrantes africanos”). Obviamente que ya hay una remake angloparlante en preparación, con Colin Firth y un negro que todavía están buscando.
Sin lástima ni autocompasión Es una clásica comedia de situaciones -con dos personajes tan opuestos, como complementarios- basada en una historia real . Uno de ellos es un hombre que luego de un accidente de parapente quedó tetrapléjico. El otro es un muchacho alto, de color, de sonrisa amplia y muy inquieto que acaba de salir de la cárcel, visita a su familia y es expulsado por ella, por lo que queda en la calle. Al salir a buscar trabajo, termina postulándose como asistente, o para acompañar y atender a un enfermo o a una persona mayor . Driss (Omar Sy) no reúne las condiciones ideales, pero su vitalidad, su humor ingenuo, pero certero y su rapidez en captar lo que sucede a su alrededor, hace que Philippe (Francois Cluzet), postrado en silla de ruedas, decida contratarlo. GANAR O PERDER Ninguno de los personajes tiene demasiado que perder.. El enfermo es un millonario, que vive en una gran mansión, ama la pintura y la música y si bien tiene una rutina que debe cumplir estrictamente, también espera de los que lo rodean algún nuevo "desafío" que le permita sonreír con máss frecuencia. El que le va a aportar ese "cambio" es Driss. El ex convicto es rechazado por los amigos de Philippe. Le temen a ese hombre de color, que vive en un barrio periférico de París. Pero el dueño de casa, cuando se lo reprochan o le aconsejan deshacerse de Driss, les dice, que es el único que no le tiene lástima, ni piedad. Lo cierto es que Driss aprende a ser cuidadoso, gentil, detallista y siempre está a la búsqueda de nuevos "trucos" para arrancarle una sonrisa a su empleador. CON INGENIO Una broma a la policía en la ruta, camino al hospital; una salida nocturna a las frías calles parisinas, en plena crisis del hombre paralítico, o su forma de comentar una pintura, hacen de Driss, un ser único, encantador y de una lógica tan razonable como oportuna. La película de Eric Toledano y Olivier Nakache, esquiva con buenos recursos escénicos y de guión, el melodrama lacrimógeno. Ambos saben llegar hasta el punto máximo, en que la emoción, puede convertirse en una sonrisa espontánea. Estos ingredientes en el armado de la película y su sorprendente humanidad, son parte del éxito de esta comedia, ubicada entre las más aplaudidas por el público francés. "Amigos intocables" está basada en la vida del empresario francés Philippe Bozzo di Borgo y la comedia es entretenida y se disfruta ampliamente por las excelentes actuaciones de Franois Cluzet (Philippe) y Omar Sy (Driss), los que logran una memorable empatía de cara a la pantalla.
Esta película es el éxito más grande de la historia del cine francés, al menos con los números actuales. Está basada en una historia real y su esquema es de esos que cualquiera puede temer: la historia de un hombre rico pero cuadripléjico que contrata como su cuidador personal a un inmigrante senegalés. No hay ninguna sorpresa: ambos se volverán amigos a pesar de las diferencias de clase, de salud, de origen, unidos por el común denominador de ser personas discriminables. Pero si la película es de esas “lecciones de vida” perfectamente alambicadas, tiene la ventaja de no esconder jamás sus intenciones de querer agradar a todo el universo conocido. El pequeño milagro que esconde este film es que, para destrozar cualquier prejuicio, lo logra. Seguramente el lector recuerde un film similar, “Escrito en el agua”, de John Sayles, donde el mismo esquema se repetía entre dos mujeres en el Sur profundo de los EE.UU. Lo que ambas películas tienen en común es no hacer de sus criaturas personas dignas de lástima sino seres humanos con el derecho, incluso y de acuerdo con las circunstancias de la trama, de ser desagradables. Por cierto, el mérito mayor de la película recae no tanto en su dirección, básicamente anodina, ni en su guión, cincelado a prueba de balas para alternar momentos emotivos y risueños casi a cronómetro, sino en sus intérpretes. Por un lado, Omar Sy como Driss, ese inmigrante al que esta relación le cambia el mundo y, por otro, ese gigante llamado François Cluzet, siempre digno y al mismo tiempo gran tragediante y comediante.
Nada nuevo bajo el sol Contar la misma historia no es el problema, el problema está en cómo se encara, en dónde está la novedad, el toque distintivo del creador. Con Amigos intocables estamos ante un caso así, pero eso no quitará que quizá encontremos que la pasemos bien viendo algunos pasajes: a pesar de su extensión, a la cual le sobran minutos, tiene el ritmo necesario para entretener. Y sin embargo, esos fragmentos de algún buen diálogo o situación se diluyen porque ningún personaje adquiere un relieve a la altura de lo planteado en la película. Seamos claros: ¿vieron cuando en una película se plantea “esto no puede pasar” o “esto no puede ser”? Es porque el relato no ofrece ni insinúa de manera directa o indirecta que la interacción entre los personajes resulta coherente. Parece fácil advertirlo, pero es increíblemente complejo. Aquí lo que falla es el núcleo de la película: la relación entre Philippe y Driss no cuenta con un desarrollo verosímil, se asienta en momentos y situaciones que no tienen ningún puente. Esto da lugar a que los momentos más interesantes descansen en el tono cómico de alguna situación o el contexto que rodea a Driss, secuencias donde aparecen los planos más creativos. Por otro lado, encontrarán que el resto de los personajes son apenas identificables: funcionan como excusa, como meros acompañantes. En definitiva, Amigos intocables es apenas una película anecdótica que se dispara sobre un caso real pero que, gracias a la “magia” del cine, pierde cualquier cuota de realidad o verosímil posible.
Un tema difícil a través de una historia muy bien pensada, realizada y protagonizada Luego de años y años de cine donde el eje de una historia es la amistad se podrían establecer varias formulas que funcionan bien en la platea, según el objetivo del creador En el caso de “Amigos intocables” la química entre los personajes nace y crece (muy bien) en todos los tipos de contrastes que el espectador quiera imaginar. Desde la etnia al status social, pasando por nivel de educación, gustos personales, y casi todos los opuestos socio-culturales. Digo casi, porque, por ejemplo, Driss (Omar Sy) es un inmigrante en París, pero no vive en la calle, en tanto Philippe (Francois Cluzet) es un millonario, pero no vive en una burbuja. Lo cierto es que se trata de dos personas cuya posibilidad de conocerse en la vida real sería un milagro, pero tienen algo en común que hace poner en marcha esto de la atracción de los polos opuestos: ambos reniegan, a su manera, del presente que les toca. Uno sobrevive con una especie de subsidio del estado; el otro apenas puede soportar vivir en su condición de tetrapléjico mientras entrevista a posibles acompañantes para servirlo en su convalecencia. Gracias a una decisión inteligente que esquiva los golpes bajos y el melodrama, respecto de la condición médica de Philippe y la del inmigrante Driss (legal o no), los realizadores Eric Toledano y Olivier Nakache logran focalizarnos en el crecimiento de la relación entre ambos. La situación en que se encuentran funciona como el contexto en donde nacen las mejores dosis del humor, bien logrado, del que está teñida esta comedia dramática. Este punto es importante si usted decide ir a verla, pues en ningún momento sufrirá por nadie. Por el contrario, será el humor lo que accione a favor, demostrando que se puede ser profundo y emocionar sin que la lástima y la lágrima fácil primen a la hora de tocar el tema. Ni siquiera la buena banda de sonido conspira contra el sostener esa sonrisa. Las actuaciones de Cluzaet y Sy constituyen trabajos realmente logrados, en los que se pudieron apoyar los realizadores. Es cierto que el texto cinematográfico no obedece a la tradicional forma del cine francés de antaño, de hecho “Amigos intocables” viene precedida por una enorme recaudación en su país de origen y en toda Europa. Esto puede obedecer a un hecho concreto: hace rato que la televisión (y su lenguaje mucho más dinámico) se amalgamó con el cine en casi todos los países del viejo continente. Una cuestión cultural que también afecta al resto del mundo y, en todo caso, amplió la brecha entre producciones de gran presupuesto y el cine independiente, lo cual afirma claramente, como nunca, que cuando un director de cine (o dos en este caso) sabe qué y cómo narrar el resto depende del público. Es harina de otro costal, pero a lo mejor ayuda a entender el éxito de esta película. De todos modos es menester mencionar un factor fundamental: Esta es una historia bien pensada; bien contada, que deja una sonrisa dibujada en el rostro, y acaso una buena lección de convivencia en todos los aspectos. Si se trata de hacer un retrato humano, todo lo antropológico que pudimos ver en la excelente “El Puerto” (2011) no está presente aquí, pero no por eso deja de haber otro tipo de valores que se relacionan de forma más directa con la gente. Bienvenido sea.
Esta comedia se estrenó a fines de 2011 en Francia, estuvo diez semanas consecutivas encabezando el Box Office galo y más de 40 millones de espectadores ya la vieron en todo el mundo. La historia original corresponde a la autobiografía de Abdel Sellou, el inmigrante que salvó su vida y la de un conde tetrapléjico con la fuerza de la amistad y llevada al cine de la mano de Nakache y Toledano. La historia está basada en hechos reales de un aristócrata Philippe Pozzo di Borgo, (François Cluzet) es viudo, de gustos refinados y rico, tuvo un accidente y su cuerpo perdió la motricidad y la sensibilidad, se encuentra tetrapléjico, tiene una mala relación con su hija, pasa sus días sentado en una sofisticada silla de ruedas, rodeado de enfermeras y asistentes mujeres. Un día se decide contratar un asistente, quien se instalara en la mansión, de varios que se presentan elige a Driss (Omar Sy) un inmigrante africano con antecedentes penales (pasó diez meses en prisión) que vive en los suburbios parisinos. Ahora la rutina de este Conde cambiara abruptamente. El escucha música clásica pero el joven Driss todo lo contrario, con esto y otras situaciones lo comienza a desestructurar, le saca la depresión en la cual se encontraba sumergido, nace entre ellos una gran amistad y comparten toda clase de experiencias, le devuelve las ganas de vivir y lo introduce en aventuras increíbles. Una historia emotiva que logra combinar la emoción y el humor sin golpes bajos, agradable, con buenos diálogos. Propone una reflexión sobre los excluidos físicos y los sociales. Muy buenas actuaciones, los actores protagonistas tienen mucha química entre sí. Lo que no resultan son las escenas obvias y reiterativas, y no te pierdas los créditos finales. En algún punto los memoriosos recordarán aquel entrañable film “Conduciendo a Miss Daisy” (1989) de Bruce Beresford protagonizada por Jessica Tandy y Morgan Freeman. El film recibió galardones como: el Premio al Mejor Actor para Omar Sy en los César, a la Mejor Película Europea en los David Di Donatello y al Mejor Actor compartido por Sy y François Cluzet en el Festival de Tokio, y también el reconocimiento de la crítica.
Cuando las diferencias sociales nos permiten abrir caminos, sembrar campos y cosechar destinos. Philllipe es un aristócrata tretapléjico que está enbúsqueda de alguien que lo cuide día y noche; Driss es un joven senegales que acaba de salir de la cárcel y lo único que pretende al ir a la entrevista en la casa de Phillipe es que éste le firme un documento que acredite que estuvo presente, solo para asegurarse el subsidio de desempleo. Lo cierto es que el estilo apabullante, cómico, honesto y políticamente incorrecto generan en el dueño de casa cierta atención. Su incapacidad le exigen que ese famoso papel que Driss necesita no pueda ser firmado en el momento, por lo que lo invita a venir al día siguiente a retirarlo. Mientras Driss irá a ver a su familia en las afueras de París, donde su tía lo echará de su casa por la ausencia de seis meses, por lo que deberá pasar la noche en la calle hasta poder ir al día siguiente a la casa de Phillipe a retirar el famoso documento. Pero la suerte estará de su lado, cuando al llegar al lugar después de dormir en el subte se encuentre con una asistente que le enseñará el recorrido por la mansión y los obligaciones y tareas que requieren cuidar al millonario discapacitado. Pues Phillipe ha decidido contratarlo a prueba por un mes. La relación entre ambos aflora prontamente, Driss no tiene titubeos y va directo al grano cuando algo no le gusta; Phillipe decide que él es la persona idónea para que lo cuide a pesar que sus amigos no estén muy de acuerdo. Y allí, surge una amistad tan disparar y complementaria como pocas. Las vidas opuestas se nutren y hacen de cada unos mejores personas, a pesar de las diferencias económicas y sociales. Cada uno aprende del otro y juntos exploran los miedos, las dudas y el misterio que les depara la vida. Los directores Olivier Nakache y Eric Toledano al llevar a cabo Intouchables (así su nombre original) no pensaron que la historia inspirada en la vida de Phillippe Pozzo di Borgo (autor del libro Le Second Souffle) se convertiría una de las películas más taquilleras de su país. Luego de Titanic de James Cameron y la francesa Bienvenue chez les Ch'tis de 2008 por Dany Boon, la cinta protagonizada por Francois Cluzet (en una gran actuación) en el rol de Phillipe y acompañado por Omar Sy (como Driss), ha marcado un hito en la cinematografía francesa en lo que compete a venta de tickets. Definitivamente Amigos Intocables es una obra amena, entretenida, sin golpes bajos. La discapacidad de uno es solo el motivo justo para que el otro llegue a su vida y le demuestre que todo es posible, que no mover las piernas o los brazos no es excusa para no volver a creer en la vida, en el amor y en los sueños. Una película que deja su moraleja pero que también divierte, entretiene y no necesariamente emociona. La sintonía del filme se da a partir de la propia empatía que ambos protagonistas logran entre sí y traspasa la pantalla. Hay un ritmo constante que nunca cae. Una obra simple, hermosa y con un mensaje muy puro. @Belloysublime
Historias reales y recuerdos inventados A veces el tema es tan fuerte que acaba determinando el estilo del filme. Y esto suele pasar con estas películas que apuntan a dar lecciones de vida. El filme une a Philippe, un aristócrata parisino que ha quedado tetraplégico y Driss, un confianzudo senegalés que vive a los tironeos con su familia en una precaria vivienda pública. Philippe después de varias entrevistas, decide contratar a Driss para que lo asista en todo: es su chofer, lo viste, lo limpia, lo conversa. Driss no tiene ganas de hacerlo, pero no le queda otra. Es audaz, impertinente, caradura, pero hace todo tan bien que va ganando influencia y presencia en esa bella casona. Lo cura, lo divierte, lo atiende, lo anima, endereza a su hija y hasta le consigue compañía. El filme está lleno de trampas y golpes de efecto. Es demagógico y falsamente simpático. Termina demasiado bien, pero dicen que es una historia real.
El film del dúo Olivier Nakache y Eric Toledano que estrenan por primera vez en nuestro país, es la muestra cabal de cómo narrar una historia de fraternidad cuando las diferencias suman. Por Andrea Migliani Basada en la historia real de Philippe Bozzo di Borgo, Amigos Intocables narra la relación de un hombre, de mediana edad, millonario, que a causa de un accidente en parapente queda tetrapléjico y un joven de los suburbios de París que será su asistente. Este vínculo casi imposible de pensar se convertirá en amistad, camaradería y fraternidad basada en la conciliacion de la diversidad de sus componentes, un recurso que amplía el horizonte de los involucrados. Philippe en la piel de un excelente François Cluzet, sufre de una parálisis que lo mantendrá esclavo a menos que contrate un asistente todo terreno. En las entrevistas que prepara para tal fin aparece Driss, en un enorme trabajo de Omar Sy, que más que necesitar el trabajo necesita una buena excusa para cobrar el seguro de desempleo. Su condición de marginal es un contraste que nunca caerá en lugares comunes cuando confronte con la vida y experiencias de su empleador. Al contrario, a partir de tomar ese empleo que parece muy difícil conseguir es que Driss y Philippe se volverán inseparables. Sus vidas puestas sobre un claro-oscuro detentan las variables que hacen que uno pueda aprender del otro en un ida y vuelta que no tiene desperdicios y que logra escenas de gran humor (negro las más de las veces) pero que reconcilian al espectador con el cine que narra historias aparentemente pequeñas pero que se tornan enormes por la calidad de su desempeño y las actuaciones manejadas con sutileza por una dirección exquisita. De este modo Amigos Intocables, brinda momentos hilarantes que jamás decaen y nunca entran en el resbaladizo terreno del melodrama que suele estropear más de un film. Sin dejar de lado la cuestión social que roza cada vida de los integrantes de esta historia, lo dramático aparece en el punto justo sin bajezas ni golpes de efecto. La película de Nakache y Toledano, encuentra siempre su punto justo en la excelente elección de sus protagonistas que vuelven absolutamente orgánica su amistad y cuyos aspectos visuales están muy bien cuidados. Auspicioso arribo a Bs. As. de esta dupla que en Francia ya estrenó cuatro filmes y que en éste que nos ocupa logró llevar a los cines a 19 millones de espectadores. Retornemos a las historias diría mi abuela y dejemos un rato los FX.
Extraña pareja Verdadero batacazo francés (fue la segunda película más exitosa de su país, detrás de Bienvenidos al país de la locura), la película de Olivier Nakache y Éric Toledano es esa clase de relatos construidos sobre la base de lo ya probado (y aprobado) por el público masivo. No obstante, Amigos intocables entretiene y, discretamente, deja entrever una postal que da cuenta de la Francia post-Sarkozy. El blanco y el negro, la riqueza y la pobreza, la adultez y la juventud: oposiciones con las que el cine clásico (en especial el de Hollywood) ha sabido construir una modalidad narrativa en donde el humor condensa la diferencia y la vuelve funcional. A partir de algunos éxitos recientes, Francia no le ha temido a la comedia más física. “Menos intelectual”, diríamos, si prescindiéramos de las sutilezas. Y se ha animado a transitar géneros y estilos más visibles en el cine americano. Aunque en este caso es necesario aclarar que estamos frente a una comedia agridulce, en donde el condimento dramático delinea el pasado y presente de los dos protagonistas. Y ese carácter de comedia a media tinta está vinculado a la génesis del film: la historia real de Philippe Pozzo di Borgo, quien en su libro Le Second Souffle expone la amistad que se fue gestando con su asistente terapéutico. Amigos intocables no comienza con el encuentro de ambos, sino con un flashback a puro vértigo: Driss (Omar Sy) conduce frenéticamente un auto lujoso, acompañado por Philippe (François Cluzet). Interceptados por la policía, Driss detiene la marcha y a grito pelado anuncia que debe llevar a su acompañante, tetrapléjico, al hospital. Luego de que éste finge un ataque de convulsiones, los agentes deciden “escoltarlos” hasta la guardia más cercana. Cuando finalmente se van, aquellos dos ríen al compás de “September”, de Earth, Wind & Fire, y los títulos se sobreimprimen. A partir de ese momento, da la sensación de que los guionistas se tomaron demasiado en serio el juego de oposiciones, haciendo del desinhibido y locuaz Driss una excusa para entregar un chiste cada dos fotogramas (que, gruesos y todo, a decir verdad “funcionan”). Philippe no es solamente un millonario tetrapléjico, es también un hombre melancólico que rememora los tiempos felices junto a la mujer que amó y murió prematuramente. Un alma sensible que gusta de la ópera y del coleccionismo de obras de arte, alguien que tímidamente ha comenzado una relación epistolar intermediada por la redacción de su joven asistente. Nada más alejado de Driss, senegalés de pasado sórdido que se presenta en una entrevista laboral para ser su cuidador personal. Lejos de desear el empleo, le solicita una firma para demostrarle al Estado, su (frustrado) interés por conseguir trabajo, necesario para mantener el seguro con el que subsiste. Previsiblemente es contratado, y la primera media hora de la película es tan sólo una excusa para recordarnos cuán diferentes son. Como siempre, son los puntos de ambigüedad los que “salvan” a estas propuestas del mero maniqueísmo, llevándolas un paso más allá del entretenimiento. A diferencia de la sobrevalorada El discurso del rey, en donde la historia servía para instaurar la idea de que el proletariado podía hermanarse con las clases superiores bajo la condición de no perder su aura bufonesca, aquí el vínculo se desarrolla más horizontalmente. Hacia el final, la película nos muestra a un Philippe abrumado tras la partida de su cuidador, a quien él mismo le sugirió su retiro para ocuparse del cuidado de un niño díscolo, integrante del clan familiar. Barbudo, ojeroso, estancado en su propio circuito de lujo y conformismo, el retorno con gloria será el de Driss, quien pudo condensar sus recientes vivencias en una apuesta por el futuro. Es él quien viene a proponer una nueva mirada, ya descontaminada del ocio, mucho más humana y “responsable”. Una idea que, hoy en día, en una Francia en donde la xenofobia ha desarrollado fecundos lazos con el poder estatal, puede sintetizar un mensaje de feliz incorrección política.
Contra toda desesperanza Un auto corre a alta velocidad en la noche. A bordo, dos hombres se divierten con la travesura. Al volante va el joven negro; a su lado, el hombre maduro, blanco. Juntos atraviesan no sólo las calles. Los directores Olivier Nakache y Eric Toledano recrean en Amigos intocables la biografía de una relación que supera todas las imposibilidades evidentes. Philippe es parapléjico, un rico parisino rodeado de asistentes para sobrevivir. Driss es el nuevo asistente que, en un barrio de París, comparte el baño con su tía y primos de origen senegalés. La película refiere un hecho real que cobra nueva vida gracias a François Cluzet y Omar Sy. Ellos potencian el guión en el que la ironía sobre la alta burguesía es permanente. Hay, en cambio, un pudor demasiado correcto sobre el entorno de Driss, un manto de piedad que registra los progresos en términos de educación de Driss. Mientras tanto, se pone de manifiesto el esfuerzo de superación espiritual que muestra el hombre atado a su silla. Cluzet alcanza momentos sublimes con la expresividad de su rostro. Por su parte, Omar Sy se mueve como un animal acostumbrado a sobrevivir, acorralado por otros motivos. Amigos intocables no se detiene en apuntes sociológicos ni parece preocupar la descripción del lujo casi obsceno que mantiene a Philippe. La apuesta en esta biografía que bien podría ser un drama complejo, pasa por un humanismo que sonaría artificial si no existiera la vida real detrás de esa pareja extraña. Va ilustrando el nacimiento de una amistad, la música que, en algunos momentos banaliza la historia, como un agregado, la vieja costumbre de la música incidental. Pero en otros, las melodías son el vínculo con la vida, compañía y expresión directa de las diferencias sociales. El humor acompaña ese recorrido sensible. La escena del cumpleaños de Philippe funciona como una perlita, con la orquesta de cámara que ejecuta los temas a pedido del homenajeado y luego, el baile propuesto por Driss. Con un relato tradicional, costumbrista, con la belleza del lado de la abundancia, los directores conducen al espectador ante esa posibilidad feliz que incluye a Bach, Earth, Wind and Fire, y el amor en sus facetas más liberadoras.
Una impactante historia de aprendizaje Un film de aprendizaje porque un empresario exitoso que a partir de un accidente quedará tetraplégico; aprenderá a valorar la vida y los servicios que le presta un ex presidiario que su vez comenzará su despertar hacia otros valores. Frente a una cartelera que se sostiene en la megalomanía de los superhéroes y de films seriales, que cada día marginan más y más a los films que proceden de aquellas cinematografías que no pertenecen y que no son reconocidas por el imperio de las majors, un film como el que hoy presentamos, si bien se ubica en un elevado lugar de la taquilla en su país de origen, Francia, mira, en principio, hacia ese particular vínculo que se puede establecer entre dos personas que se identifican con diferentes culturas y contrastadas, opuestas, clases sociales. El film de estos dos guionistas y realizadores, quienes ya han presentado desde el 2005 tres largometrajes, parte de dos carriles; por un lado del documental sobre el encuentro entre Philippe, este hombre de mediana edad, aristocrático, quien a partir de un accidente quedará tetraplégico, situación que de forma inmediata lleva a la búsqueda de un asistente a lo largo de todas las horas del día, a los fines de poder atender a sus necesidades, de poder resolver sus urgencias. Y es aquí, cuando tal como lo demuestra el documental primero, "A la vie, a la mort", entra en escena un hombre negro, joven, recién salido de la prisión, que habita en la periferia de París. Fue a partir de este film, que el mismo Philippe Pozzo di Borgo escribió su propia novela autobiográfica la que tiempo después pasó a ser guionada para su pasaje a la pantalla. En principio, y desde un flashback inicial que recorrerá la extensión del mismo film, la ciudad de París no es presentada ya de manera turística sino desde esa mirada que se libra entre el centro y lo suburbano, entre los sectores privilegiados y los inmigrantes. Algunos apuntes ya en ese recorrido le permiten al espectador visualizar sensiblemente esa indiferencia suspendida y dilatada en la Francia de Sarkozy como espacio de referencia, como campo de acción para ubicar esta historia que nos permite varias lecturas; que tal vez engaña en esto de la fácil carcajada y en esto del best?seller, que lleva más a sonreir que a reir, que traza perfiles y bocetos más que completar retratos, que recrea a tantos personajes de la historia literaria. Y en este sentido, podríamos pensar por igual a este film Amigos Intocables como un film de aprendizaje, de ambos; de este empresario, en la vida real de una tradicional firma de champagne y de este joven argelino, de nombre Abdel Sellou, que en el film se llama Driss y que por cierta analogía nos lleva a evocar al niño africano que interpreta Blondin Miguel en el sublime film de Aki Kaurismaki, Idrissa, El puerto. Un film que se puede calificar como un golpe al corazón (no al estómago!), por la manera en que ciertas emociones comienzan a aflorar, por lo que se intuye, por lo que no se puede llegar a expresar directamente; por esas limitaciones o por esa abierta espontaneidad... que a veces asusta a tantos. En la vida de Philippe, como en la del personaje de "Las mujeres del sexto piso", todo estaba debidamente planificado; aquí, agravado por el dolor de una terrible situación paralizante. Y de pronto otra voz, que lejos de estar caricaturizada, le imprime a este hombre, sin compadecerlo, un movimiento y una capacidad de deseo de vida que no conocía hasta ese momento. Desde su ritmo que desacartona rituales fiestas familiares hasta su ingenua manera de conocer a los clásicos y esa festiva modalidad de celebrar el movimiento, transformando una silla de ruedas en un vehículo otro, Amigos Intocables va liberando su tono de fábula sin caer en ese tonto optimismo cifrado en el poder del dólar y en la tarjeta del crédito, como lo pretendía aquel olvidable film, así lo creo, con Jack Nicholson y Morgan Freeman. Ante el estreno del film, que despertó algunas polémicas en círculos de la crítica, la respuesta de los jóvenes de la periferia fue la de la adoptar el film como un nuevo himno de batalla y a Omar Sy, de origen senegalés, como el ese héroe antiburgués que los identifica. Actualmente en cartelera, es el film más vista por la comunidad de los diferentes sectores de la periferia de París. Simultáneamente, en algunas páginas periodísticas, algunas firmas asociaban los planteos de este film con los que ya estaban presentes en las dos versiones de Perfume de mujer, en la relación de clase que se daba entre el chófer y la anciana dama en Paseando a Miss Daisy hasta llegar a establecerse alguna analogía con la igualmente nominada en varios rubros y oscarizada El discurso del Rey. Así, Amigos Intocables, partiendo como tantas historias de la vida cotidiana, moviéndose en un registro que desde lo genérico se ubica en la Comedia, desde sus múltiples matices, logra mediante una trama que se articula entre el dolor y el desconcierto un despertar al asombro y a la posibilidad, a la comprensión de códigos que se desconocían al descubrimiento de lo que se ignoraba, a la aceptación del otro, en su forma de ser. Su sutileza y su fluidez, en tonos de un cierto candor, le otorgan a este film, que no cae en ese relajado sentimentalismo que suena insincero, una necesaria mirada sobre nuestra manera de estar frente a nosotros y a los demás.
El verdadero sabor del encuentro "Amigos Intocables" es una comedia/drama de esas que apelan con mucho empeño al plano sentimental, que tiene varios clichés y que no innova en la trama, es verdad, pero no se puede negar que la historia está muy bien contada y que tiene un atractivo difícil de encontrar en otros productos del género. Para empezar el juego que se plantea entre los momentos cómicos y los dramáticos está elaborado maravillosamente, aprovechando las diferencias extremas entre sus 2 protagonistas, pero no las diferencias raciales y socio económicas que critican tan fervorosamente los idiotas que hacen filosofía barata con una comedia de buenas intenciones, sino que me refiero a las distintas personalidades que funcionan como engranajes de un reloj suizo. Philippe, interpretado maravillosamente por Fraçois Cluzet, es un tipo que más allá de los inconvenientes que le deparó la vida (quedó cuadripléjico en un accidente y su familia no se quiere hacer cargo) tiene el espíritu dispuesto a seguir adelante, pero para eso, necesitará el empujoncito (o topetazo) de Driss, un buscavida de esos que cargan con todo el carisma natural que Dios le puede llegar a dar a una persona, carisma que también es mérito del actor que la da vida, Omar Sy. El mensaje es simple, las personas pueden encontrarse si están dispuestas, no importa de donde vengan ni que bienes tengan, lo importante es ver al otro y tener ganas de crecer como persona. Todas las críticas que hablan sobre una ofensa a la inteligencia del espectador que tan tonto y maleable es que se come un sapo de adoctrinamiento socio-político (porque uno es negro, pobre y tiene onda, mientras que el otro es blanco, rico y aburrido), no son más que quejas snobistas, mal intencionadas y que lejos están de querer salvaguardar la inteligencia del espectador, lo que les interesa es hacer sociología barata para parecer más inteligentes de lo que son buscando ofensas donde no las hay. Al que le quepa el poncho, que se lo ponga. Personalmente, "Amigos Intocables" me parece una comedia más que digna de ver, que sin ser lo mejor del género, logra que pasemos un rato muy disfrutable, emocionando con el ideal de encuentro y no utilizando golpes a la ingle para sacarle un par de lagrimitas al público (aunque las lagrimitas llegan igual). Buena trama, buenos actores, buenos momentos, buen cine.
Una mano para encontrar la salida “Amigos intocables” (“Intouchables”) es un cóctel de tres tradiciones cinematográficas muy concretas. En primer lugar, la muy francesa de las “comedias de compañeros”, en las que por ejemplo Gérard Depardieu hizo varios de sus proyectos recordados (de Pierre Richard a Jean Reno). Otra de las fuentes es también muy gala, por razones diferentes: las películas que reflejan la vida de los inmigrantes en las banlieues, esos Fonavis al estilo Lugano III repetidos hasta el infinito, como la armería de Matrix. Quizás las más recordadas sean “Entre los muros”, de Laurent Cantet, y la quizás superior (al menos en la crudeza y la sensibilidad) “Juegos de amor esquivo”, de Abdellatif Kechiche. La tercera tradición es netamente hollywoodense, y tiene que ver con la fascinación por los relatos “basados en una historia real”, que incluyan la superación de alguna situación más o menos terrible y el tranquilizador cartelito al final que diga que “Fulano hoy es exitoso y tiene una familia maravillosa”. Tal vez en esa combinación de humor, testimonio y elevación personal resida la clave del éxito del filme, que ya es la cinta francesa más vista de la historia en su país, según dicen por ahí. Dos vidas La narración empieza con un flash forward, un momento ubicado antes del final del relato. Una tensa persecución escapando de la policía sirve para presentar a los personajes centrales y también el tono de lo que se va a ver, ya que esa escena termina con la distensión de la complicidad de la atípica dupla (aunque más adelante veremos cómo se llega a ese momento). Después volvemos al pasado, para desarrollar la historia difundida hasta el hartazgo en las sinopsis que circulan por ahí. Driss Baccari es un joven negro, senegalés para más datos, que vive en un escueto departamento, superpoblado por una familia, cuyas relaciones de consanguineidad no pueden explicarse en menos de tres oraciones; inserto en una barriada donde nadie tiene ancestros que se remonten no ya a los galos (como decían los viejos libros de primaria) sino al gobierno de Giscard D’Estaing. Por lo demás, se parece más a un joven de Harlem o del Bronx: en su gusto por la música negra estadounidense (especialmente el funk de Earth, Wind & Fire) y la danza al estilo James Brown. Ex convicto, necesita tres rechazos en entrevistas laborales para pedir un subsidio de desempleo. Esa necesidad lo llevó a presentarse a una convocatoria para cuidador de un rico tetrapléjico, de nombre Philippe, fanático de la música clásica, insoportable para buena parte de su personal (los cuidadores no duran) y con muy poca conexión con la vida. La necesidad del muchacho y la intuición del hombre llevará a que ese trámite se convierta en un mes de prueba, y en el nacimiento de una relación especial: el discapacitado y viudo descubre que el atolondrado morocho no le tiene lástima, y por eso le dará su voto de confianza. En el medio habrá un intercambio, en el que los dos ganarán algo: uno se reencontrará con el interés por estar en el mundo (y no limitarse a esperar la muerte) mientras que el otro iniciará un aprendizaje que le servirá para salir de la realidad de su clase y su grupo social. Dos cuerpos Si la idea es previsible, anunciada desde el vamos, el principal motor del relato está en la potencia actoral de la pareja protagónica. En la frescura de Omar Sy como Driss, en su dualidad como personaje cálido y “entrador” en las buenas pero encallecido por la vida que le tocó en suerte. Y en la potencia de François Cluzet como Philippe, en su criatura llena de humanidad, a la cual debe encarnar con la específica limitación facial (de las cervicales 3 y 4, para ser más específicos). El resto del elenco acompaña muy bien, especialmente Anne Le Ny como Yvonne, algo así como el ama de llaves de Philippe; la colorada hiperpecosa Audrey Fleurot como Magalie, la secretaria, que guarda algún secreto para Driss; Alba Gaïa Bellugi como Elisa, la malcriada hija del millonario; y Clotilde Mollet como Marcelle, la enfermera. Dos universos Otra de las claves a las que recurren los guionistas y directores Olivier Nakache y Eric Toledano está en ciertos recursos expresivos que definen el mundo de cada uno de los personajes. En el uso de la música incidental, por ejemplo, en la que el funk acompaña a Driss y la música clásica a Philippe, para cruzarse en algún momento, como muestra del entrelazamiento de ambas vidas. La música original de Ludovico Einaudi, interviniendo entre los dos campos definidos, aporta una gran belleza sonora. Desde el punto de vista visual, el mundo de Philippe está filmado con planos más estáticos y una fotografía cálida, que realza la belleza de su mansión, los espacios cerrados, el lujo en el que sin embargo se encuentra atrapado. Por su parte, los momentos de Driss en la banlieue son retratados con cámara en mano, con planos cercanos (a lo Kechiche, a lo Dardenne), con una luz natural y fría, que destaca el gris de la simétrica barriada y la calle como espacio principal de la vida comunitaria. Como decíamos, tal vez por todo esto es que la película llega tanto a públicos diversos: porque se maneja dentro de territorios conocidos, por momentos casi al límite de caer en lo demasiado conocido, pero con una magistralidad en su concreción (actoral y de dirección) que hace imposible no involucrarse con los personajes, sufrir con ellos, reír cuando ríen, querer que tengan final feliz. Porque eso (entre otras cosas) es el cine: la fábrica de los sueños, y el sueño de poder concretarlos.
Publicada en la edición digital #242 de la revista.
En la línea de “Conduciendo a Miss Daisy”, esta historia agridulce sobre personajes antagónicos que acaban entendiéndose, fue el mayor éxito del cine francés en la temporada pasada. Ganadora del César y del David de Donatello, fue vista por 18 millones de espectadores en Francia y por 35 en toda Europa. Philippe (F. Cluzet) , un aristócrata que quedó tetrapléjico a raíz de un accidente, contrata como enfermero y asistente a Driss (O. Sy), un inmigrante negro recién salido de la cárcel, habitante de un barrio marginal. Las costumbres refinadas del primero acaban adaptándose a las salidas desopilantes de Driss, un tipo con mucha calle. Así, la música de Vivaldi aprende a convivir con la de Earth Wind & Fire. Philippe y Driss van encontrando un lenguaje común y se vuelven cómplices. Film inspirado en hechos y personajes reales. François Cluzet da siempre el tono exacto y Omar Sy sorprende con su espontaneidad.
"Una película de gran valor humano, que nos hace divertir, es una comedia dramática, es basada en un hecho real, nos hace emocionar, nos hace pensar; tiene todo lo que hace al buen cine; que uno salga pensando del cine, que uno salga divertido, que uno salga emocionado. La verdad un gran film". Escuchá la crítica radial completa (hacé click en el link).