Ant-Man and The Wasp: Quantomanía (Ant-Man and The Wasp: Quantomania, Estados Unidos, 2023) dirigida por Peyton Reed es una desastre de proporciones marvelianas. La película tiene una estructura particularmente deplorable. Empieza con una escena cómica que intenta aprovechar el talento de Paul Rudd para el humor sin conseguirlo y luego, en pocos minutos, pasa al Reino Cuántico, el lugar menos interesante que haya existido jamás, una especie de mundo de poster Pagsa con anabólicos en el cual transcurrirá toda la historia. Al final de la aventura llegará una escena cómica simétrica con la del comienzo y aún menos graciosa, lo que sorprende incluso a los que ya no teníamos más tolerancia a las eternas dos horas de película. Sí, hay dos escenas post créditos. Una de ellas parece una parodia de la propia película y su insufrible villano y la otra que nos confirma que el enorme universo cinematográfico y televisivo de Marvel intentará seguir por siempre. En ese momento uno quisiera que Greta Thunberg tuviera razón y que el planeta vaya en camino a su final, la idea de más películas de Marvel luego de ver Ant-Man and The Wasp: Quantomanía es una pesadilla intolerable. Alejarse de la comedia, la ligereza y la aventura sencilla le hace mucho daño al que supo ser uno de los mejores personajes de Marvel. Alguien podría pensar que en realidad toda la solemnidad ridícula es una enorme broma y que todo es irónico. La estética infame no es un chiste y el villano aburrido y sin gracia alguna tampoco lo es. Sí, hay algunos alivios cómicos que, con toda la energía, podríamos decir que nos sacan una o dos leves sonrisas. Nada tiene lógica ni sentido, las mastodónticas batallas son un caos que insulta al lenguaje cinematográfico. Pensar que la película tiene a Paul Rudd, Evangelina Lilly, Michelle Pfeiffer, Michael Douglas y Bill Murray (al divino botón este último, para ser sinceros) y no puede hacernos pasar un buen rato lo resume todo. La locura de Marvel empieza a chocar con su propia megalomanía. El cine ha quedado atrás y ahora sólo se trata de arrastrar un cadáver a través de la Fase 5 del UCM con la esperanza de que algún día se llegue a la siguiente. Un proyecto infame.
Scott y Hope, junto a su familia, exploran el Reino Cuántico, donde interactúan con extrañas criaturas y se embarcan en una aventura que va más allá de los límites de lo que creían posible en “Ant-Man and The Wasp: Quantumania”.
Película trepidante, con un old fashioned style que no defrauda, y que indaga, más allá de su búsqueda por dar respuestas al pasado de algunos personajes, en vínculos y personajes para, además, presentar al villano Kang y abrir la fase 5 del MCU.
Hasta Avengers Endgame, las películas de Marvel tenían una impronta, un sello. No importa su valoración; sí que lentamente ellas fueron adquiriendo una relación que iba mucho más allá del encastre narrativo. Dirigida nuevamente por Peyton Reed, la tercera aventura solista de Scott Lang después de Ant-Man: El Hombre Hormiga y Ant-Man and the Wasp marca un amplio retroceso en ese aspecto, mezclando el futurismo de Tron (de la primera, no de su remake) con un diseño visual estilo Avatar pero más kitsch y una trama centrada en una comunidad dominada por un tirano (Jonathan Banks) que por momentos remite a los enfrentamientos intergalácticos de la etapa contemporánea de Star Wars. Todo eso, desde ya, sin un ápice de humor, con esos diálogos sobreescritos que nadie parece muy interesado en decir sin que se note que está actuando. En ese sentido, el de Ant-Man and The Wasp: Quantumania debe ser el único caso en que pueden juntarse Bill Murray y Paul Rudd sin que salga algo gracioso, articulado, hecho con un mínimo de ganas. La película encuentra a Lang convertido en un héroe comunal, autor de una autobiografía centrada en las aventuras con Thor, Hulk y compañía, y viviendo con su pareja Hope (Evangeline Lilly) y su hija Cassie (Kathryn Newton). Hasta que, durante una reunión familiar con Janet (Michelle Pfeiffer) y Hank (Michael Douglas), terminan por error todos atrapados en el Reino Cuántico, un mundo “ubicado debajo del nuestro y sin tiempo ni espacio”, como dice alguien por ahí. Un mundo con criaturas únicas y un ecosistema propio (como Avatar), pero volcado a lo excesivo: hay, entre otras cosas, unos aliens con algo parecido a un secador de pelo en la cabeza, un ex compañero de Scott con cabeza gigante y patitas chicas estilo Minion, caracoles tamaño humano y algunas criaturas gelatinosas tipo Flubber. Si James Cameron obliga a expandir los límites de lo inmersivo y sensorial, aquí la profundidad de campo está creada sobre un par de fondos dignos de un banco de fotos. No conviene adelantar demasiado sobre las varias subtramas que presenta Ant-Man and The Wasp: Quantumania. Sí puede decirse que llama la atención el poco esmero para hilarlas con coherencia, así como también la presencia de un tono por momentos sepulcral que confunde lo enrevesado con lo complejo, lo metafísico con el delirio y espíritu de aventura con montaje frenético. Dos escenas post créditos aseguran la continuidad. Que nos sea leve.
Ant Man protagonizó en 2015 y 2018 dos de las más espléndidas y felices aventuras de toda la historia de Marvel en el cine. Imposible olvidarlo. En ellas, el diminuto personaje se volvía realmente grande por razones que no tenían tanto que ver con sus superpoderes. Pero en esta tercera película propia se impone una paradoja: en un momento contemplamos la versión más gigantesca posible de nuestro héroe, aunque esa exhibición tan colosal lo reduce a la mínima expresión. A Ant Man (o a Scott Lang, su nombre en el mundo real) esta vez no le creemos nada. De nuevo habrá que echarle la culpa de este retroceso a la idea del “multiverso” que recorre toda la actualidad y el futuro de Marvel. Las dos películas previas (Ant Man: el hombre hormiga y Ant Man and the Wasp) eran enormes comedias en las que Lang (Paul Rudd) usaba su pasado de ladrón para entrar casi en puntas de pie al universo de los Avengers mientras construía una nueva familia. Ahora todo es mucho más serio, denso, recargado e “importante”. Y Ant Man, que al principio de Quantumania parecía una reliquia de las etapas previas de Marvel, capaz hasta de escribir su propia autobiografía, se convierte en el simple vector de la siguiente fase del universo cinematográfico del estudio. Una mera herramienta al servicio de otros fines. En esta transición, Ant Man renuncia a casi todas sus virtudes. Literalmente abandona su mundo para entrar a la fuerza en otro, completamente ajeno. Su presencia está ahora condicionada por las necesidades del estudio, cuya prioridad es la presentación en sociedad del villano estelar de los próximos tiempos, Kang el Conquistador (Jonathan Majors) y llevarnos de nuevo al terreno del dichoso “multiverso”. En la búsqueda de esos objetivos, Marvel sacrifica por completo el espíritu ligero y alegre de las aventuras previas creado por Peyton Reed, un gran director de comedias que aquí cambia de piel. Sus marcas de autor desaparecen detrás de un guion rutinario y, sobre todo, completamente falto de gracia. Quantumania es un relato de pura ciencia ficción (más que en cualquier otra película previa de Marvel, aunque parezca mentira) ambientado en mundos extraños que muestran demasiados parecidos con los de Star Wars. Todo es demasiado espeso en el Reino Cuántico, el universo paralelo en el que Janet (Michelle Pfeiffer) estuvo confinada 30 años y al que vuelve tras un exceso de confianza de la ya crecida hija de Lang, Cassie (Kathryn Newton). A Lang le toca una vez más preservar el equilibrio familiar, ahora amenazado por un enorme descuido. Y cuando aparece Kang, el equivalente a Thanos en la división del trabajo planificada por Marvel para su nueva fase, las cosas se complican todavía más. Con un tono mucho más grave, sombrío y aterrador. Así lo sugiere a primera vista el diseño visual del Reino Cuántico, un lugar que por su diseño tranquilamente podría ser visto como el Lado Oscuro del universo de Marvel. Marvel Studios Casi toda la acción de Quantumania transcurre en ese escenario opaco y muy ruidoso. En medio de semejante demostración de poderío digital no hay mucho lugar para las muestras de humanidad. Por allí vemos a Rudd mostrando en cuentagotas su inmenso talento de comediante, a Pfeiffer luciendo su madura belleza y a Michael Douglas, como siempre, divirtiéndose un poco más que el resto. Se extraña muchísimo la ausencia de grandes personajes secundarios (como el Luis de Michael Peña y el Paxton de Bobby Cannavale), lúcidos exponentes del espíritu de comedia familiar que supimos disfrutar en los films previos. Aquí, la brújula aparece tan extraviada que la Wasp de Evangeline Lilly pasa casi inadvertida y hasta la fugaz aparición de Bill Murray, que en el contexto de las películas previas hubiese sido muy celebrada, no funciona ni siquiera como curiosidad. Del otro lado está Kang, un personaje vital para el futuro de Marvel, expuesto desde ahora y en sus próximas aventuras a padecer los caprichosos giros del “multiverso”. Majors, un excelente actor, por momentos se las ingenia para dibujar a este villano como un ser temible e inquietante desde su actitud calma y desdeñosa. Nos queda como consuelo de lo que pudo ser ese par de pequeñas y simétricas escenas en el mundo real como muestras de la despreocupación con que Scott Lang encara la nueva etapa de su vida. Es la única (y magra) conexión visible entre el universo previo de Ant Man y esta nueva aventura que ya no divierte como las anteriores, y en el fondo funciona para Marvel solo como un entretenimiento de manual, con más músculo que ingenio.
Así como Taika Waititi nos hizo recordar en Thor: Amor y trueno el año pasado que las películas de Marvel debían ser divertidas, además de aventuras colosales con villanos de toda índole, el director Peyton Reed en Ant-Man and the Wasp: Quantumania toma el relevo y multiplica la apuesta, exprimiendo lo mejor como comediante de Paul Rudd como el protagonista, Scott Lang. Ni la primera ni la segunda de Ant-Man eran lo que se podría decir grandes aventuras. Aquí el giro es casi total, porque sigue siendo, de las sagas interconectadas de Marvel, la más virada a la comedia, pero de las tres Ant-Man es la más divertida, la mejor realizada, la más concisa y una en la que verdaderamente podemos preocuparnos por la vida de los personajes. Con este filme se inicia la Fase 5 del Universo Cinematográfico de Marvel, por lo que es la puntada inicial de lo que vendrá. Pero a no preocuparse porque la historia creada por el exguionista de Jimmy Kimmel Live, Jeff Loveness, que hace su debut en el cine, se preocupa mucho mas -y lo bien que hace- en que la trama tenga peso propio e independiente y sí, disemina por allí lo que vendrá a futuro. Aquellos que vieron Loki, la serie spin-off en Disney+, ya conocen a Kang, el Conquistador (Jonathan Majors, de Lovecraft Country y a quien veremos en Creed III). Es un genocida cósmico, y además, megalómano. Puede viajar y destruir cualquier hilo del multiverso. Y es más que el villano de turno, un personaje siniestro, pero al que vamos a ver durante muchas más películas, una aseveración que no se sostiene únicamente con una de las dos escenas postcréditos que tiene el filme... La mayor parte de la proyección de Ant-Man and the Wasp: Quantumania transcurre en el reino cuántico -un universo más que un mundo, porque contiene varios-, subatómico y mutante, que existe fuera de nuestro espacio-tiempo, y que es aquel en el que Janet (Michelle Pfeiffer) estuvo por 30 años y del que era rescatada por su familia en Ant-Man and the Wasp (2018). ¿Cómo llegan al reino cuántico? La hija activista y prodigio de la ciencia de Scott, Cassie (Kathryn Newton), construyó ayudada por Hank Pym (Michael Douglas, esposo de Janet y padre de Hope -Evangeline Lily)- una suerte de metatelescopio en el sótano de la casa. Con él, pueden mapear el reino cuántico, pero alguien dentro de ese reino utiliza esa señal para succionar a los 5 personajes, que van a aparar ahí, al reino cuántico. Que tiene algunas características, cómo decirlo, especiales. Visualmente es como ver las portadas de los discos psicodélicos de rock. Hay bosques, polillas, soles con tentáculos, un personaje que parece un brócoli, esculturas de gelatina que se desplazan. Y están los rebeldes, empobrecidos, que quieren luchar contra Kang. En eso, Quantamania se parece a cualquiera de las películas de Star Wars, en las que los buenos están en pugna con un dictador, sea Darth Vader o Kang. Janet estaba allí hace años, cuando Kang llegó, exiliado, e hizo estallar el núcleo del dispositivo cuántico de Kang, para que éste no pudiera escapar. Ahora, si puede conseguir algunas Partículas Pym, las que permiten a Ant-Man y Wasp encogerse al tamaño de un insecto o crecer como gigantes, tendrá una salida. Basta de trama Lo que vale aquí es el humor, el balanceo entre aventuras y gags, y una historia que no decae nunca en su poco más de dos horas, contando créditos y las dos escenas postcrédito. También está Bill Murray, como un ex rebelde que ahora trabaja para Kang, y que en su momento tuvo algo que ver con Janet, de manera íntima. Y está Darren (Corey Stoll), que en la primera Ant-Man (lo muestran para los que no lo recuerden) era el malvado corporativo. Bueno, está algo distinto, tiene la forma de M.O.D.O.K., una cabeza enorme y malévola envuelta en una armadura de hojalata con manitos y piernitas de nene. Lo dicho. Hay acción, humor, buenos diálogos, grandes efectos y una sensación de ligereza que se agradece y mucho
Atrapada en el interior del mundo cuántico, la familia va a terminar explorando esa tierra misteriosa, mientras tendrá que interactuar con extrañas e inimaginables criaturas, relieves imposibles y paisajes absolutamente bizarros. Las circunstancias llevarán a Scott y su familia se embarquen en una aventura más allá de los límites de la imaginación, mientras fortalecen sus lazos y aprenden a confiar más profundamente entre ellos y ellas. Ant-Man and The Wasp: Quantumania nos habla de la familia, de los legados y de la importancia de recordarnos los/as unos/as a los/as otros/as que, ante las adversidades y los obstáculos, podemos contar con nuestros seres queridos. Sin dudas, el tema de la familia es una marca registrada de la franquicia Ant-Man y la nueva entrega no es la excepción. Janet y Hank cumplen un rol dinamizador en la trama, tanto en cuanto a la construcción de los vínculos dentro del grupo familiar como en la acción a lo largo del film.
Uno de los superhéroes más carismáticos vuelve a la pantalla grande en una nueva película dirigida por Peyton Reed con guion de Jack Kirby y Jeff Loveness. Scott Lang/Ant Man (Paul Rudd) vive feliz en San Francisco, publicó un libro contando sus aventuras, continúa su vínculo con Hope Van Dyne/Wasp (Evangeline Lily) y es reconocido por sus vecinos con mucho cariño. Pero lo bueno no dura para siempre. Su hija, Cassie (Kathryn Newton), ya adolescente, pretende que su padre se involucre más en los problemas de la gente. La joven se dedica a investigar y envía una señal al reino cuántico (Quantum Realm) mediante un rayo comunicador, lugar donde estuvo atrapada durante décadas y en secreto Janet (Michelle Pfeiffer). Acorralada, esta última no tiene otra opción más que contar su verdad a la familia, que incluye a Hank Pym (Michael Douglas). La señal emitida falla sorprendiendo a todos al ser absorbidos por el Reino Cuántico, lugar donde todos conocen a Janet, y que alberga criaturas muy similares a las que estamos acostumbrados a ver en cada film de Star Wars. Kang The Conqueror (Jonathan Majors), es el nuevo villano amenazante que gobierna el Reino con el que tendrá que luchar Ant Man. La familia se divide, dejando a Scott y Cassie enfrentados a Jentorra (Katy M. O'Brian) aunque no se entiende muy bien por qué. En una breve e insípida aparición, (casi un cameo) vemos a Krylar (Bill Murray), intentando darle celos a Hank por su supuesta amistad con Janet. La realidad es que no hay nada demasiado complejo más que la eterna lucha del villano contra el héroe, con muchas peleas en las que se emplean buenos y coloridos efectos visuales que incluyen a Veb (voz de David Dastmalchian), una tierna especie de flor con ojos dentro de un vidrio. El otro cuasi villano es Modok (Corey Stoll) una cabeza parlante que no ofrece demasiado interés. Conclusión: Si bien Ant Man de la mano de Rudd es el superhéroe que aporta la mayor cuota de humor y hay un buen elenco, el guion no ofrece atractivo, se siente repetitivo, por lo que es un entretenimiento sólo para fanáticos.
En pos de réditos pecuniarios, la empresa Marvel, no tiene prurito en destrozar un personaje, bien construido, que entró a ese universo por la puerta grande. Scott Lang (Paul Rud) y Hope Van Dyne (Evangeline Lilly), junto con los padres de ella, el Dr. Hank Pyme (Michael Douglas), Janet Van Dyne, (Michelle Pfeiffer) y la hija de Lang, Cassie (Kathryn Newton), se embarcan en una nueva aventura explorando el “Reino Cuantico” que supera sus límites y los enfrenta contra Kang el Conquistador (Jonathan Majors) Entonces tenemos a un Vengador y ex delincuente menor con un traje que le permite encogerse o crecer en escala mientras aumenta su fuerza. Después de los eventos de Avengers: Engame (2019), Lang se ha convertido en una celebridad muy conocida para el público, así como en el autor de un libro autobiográfico titulado “Look Out for the Little Guy”, que cuenta una versión diferente de cómo ayudó a
"Ant-Man and the Wasp: Quantumania", hiperrealismo fantástico y prepotencia visual El film de Peyton Reed es un festín de actuaciones graves frente a pantallas azules, ilustración de un guion tan elemental como poco efectivo en términos dramáticos. La fatiga de material digital se deja ver muy temprano en Ant-Man and the Wasp: Quantumania, tercera entrega de la saga dedicada al hombre hormiga y su colega himenóptera, a su vez subsidiaria del multiverso Marvel, a esta altura más complejo que la historia del imperio romano. El realizador Peyton Reed había logrado zafar en los dos primeros largometrajes del gigantismo solemne y el exceso de digitalización animada, pero aquí la tortilla se da vuelta para ofrecer un festín de actuaciones graves frente a pantallas azules, ilustración de un guion tan elemental como poco efectivo en términos dramáticos. ¡Dios salve a los fans de leer algo parecido a un espóiler!, por lo que corresponde señalar apenas lo que puede verse en los anticipos. Paul Rudd, Evangeline Lilly, Kathryn Newton, Michelle Pfeiffer y Michael Douglas –en la ficción, la hormiga, su hija, la avispa original, su esposo científico y la descendencia de ambos– meten la pata como suele ocurrir cuando no se tiene demasiado respeto por la ciencia y terminan achicados y chupados por el así llamado reino cuántico, donde habitan seres increíbles y un nuevo supervillano tiene todo el tiempo del mundo para hacer de las suyas. El seguramente muy oneroso diseño de arte digital resulta despampanante durante los primeros minutos, pero rápidamente comienza a hacer estragos en el paladar, al punto del empalagamiento. Un hiperrealismo fantástico que no es consciente de su costado kitsch, corriendo en paralelo a la creciente seriedad del relato (hay chistes, sí, pero son apenas momentos de “alivio cómico”). Ahí empiezan las referencias sfi-ci bien altas en el cielo, desde Duna (Janet Van Dyne estuvo atrapada en el reino cuántico unos cuantos años y supo liderar revoluciones y hacer amigos en el desierto) hasta la saga Star Wars (escena de bar multiétnico incluida) y algún guiño a Avatar. Se corre, se salta, se dispara y se vuelve a correr, a saltar y a disparar, mientras el “malo”, autoproclamado Kang el Conquistador (Jonathan Majors) detiene a unos y luego a otros ayudado por su adláteres, aunque los prisioneros siempre se le terminan escapando. Y, sobre todo, hay muchas lucecitas de colores, como en una fiesta infantil repleta de tubos de color fluorescente. Hasta una potencial escena interesante, en la cual se representa una versión literal de la paradoja del Gato de Schrödinger, termina aplastada por la prepotencia visual de los CGI. Ant-Man and the Wasp: Quantumania es un poco como el experimento del comienzo del film: todo se va de las manos, todo el tiempo, en un aturdimiento bombástico que nunca se ríe de sí mismo, acumulando escenas, muchas veces unidas con cinta adhesiva vencida. Y lo peor de todo: un sentido de la aventura prácticamente inexistente, un relato en el cual no hay un solo momento en el cual el espectador pueda imaginar, mucho menos sentir, que sus héroes están en peligro de muerte.
Cassie comienza a experimentar con el mundo cuántico y por error mete a su padre, Scott Lang, a Hope van Dyne y a los padres de esta última en ese mundo. Es un lugar completamente nuevo con sus propias reglas y no solo tienen que luchar por volver a sus vidas normales sino que deben combatir a Kang, un conquistador que quiere apoderarse de este complejo mundo desconocido para la mayoría de los humanos. “Ant-Man and the Wasp: Quantumania” es un largometraje estadounidense estrenado en Argentina el pasado 16 de febrero de 2023. Está basada en los cómics de Marvel y es la secuela de las películas Ant-Man (2015) y Ant-Man and the Wasp (2018). La historia está bien construída y si bien la mayoría de las situaciones presentadas son dramáticas hay muchos toques de comedia que sirven para descomprimir la atmósfera tensa que se vive a lo largo del filme. La calidad de los efectos especiales ha mejorado en comparación con algunos de los estrenos recientes. Me gustó la estética general mostrada en pantalla al igual que el vestuario elegido para los distintos personajes. Se destacan las actuaciones de Paul Rudd (Scott Lang / Ant-Man), Jonathan Majors (Kang el Conquistador) y Michael Douglas (Hank Pym). Si les gusta el personaje de Ant-Man entonces no se pueden perder esta tercera entrega. Recuerden que esta película tiene dos escenas post-créditos así que no se vayan antes de tiempo.
En el Marvel Cinematic Universe la invitación es un paseo al reino cuántico, donde como ocurre últimamente interesa mucho menos el argumento y el humor que la catarata de efectos digitales en un universo donde nunca entra el sol y se extraña el mundo real de las anteriores Ant man and the wasp. Para el director Peyton Reed y el guionista Jeff Loveness el objetivo fue mostrar la representación del Quantum Realm con mucha inspiración del mundo Star Wars, recuerden la cantina con personajes intergalácticos, aquí con más despliegue y exotismo. Con un comienzo gracioso donde el personaje de Paul Rudd goza de su fama y se banca un chiste que ya se ve en el tráiler de la película, junto a su pareja y su hija, mas sus padres son absorbidos por el domino de las nubes púrpuras y extrañas criaturas. Durante el desarrollo la dupla protagónica está separada, aunque todos tienen oportunidad de lucimiento, pero eso resiente a la película. Sin embargo esta producción tiene momentos muy bien logrados como la batalla culminante, la tormenta de probabilidades, donde los ant mans son multitud y deben aprender a llevarse bien y coordinadamente para sobrevivir. Igual solo los muy fanáticos llevan el detalle de los argumentos luego de las 31 películas de la serie y esta tercera del hombre hormiga. Efectos que a veces alucinan y otros cansan, momentos de humor y un sobresaliente Kang, la gran apuesta de Marvel al futuro, como se ve en los adelantos entre los títulos finales. Interpretado por Jonathan Mayors. Recordemos que Kang existe en todos los planos de la realidad y los universos paralelos y aspira a ser un villano en todos ellos. Exiliado en el reino cuántico tiene planes de destrucción temibles. Eso para lo que viene, mientras tanto para los fans del MCU un entretenimiento familiar que será exitoso.
La nueva película de Ant-Man aporta otro espectáculo intrascendente que se puede esperar en la plataforma de streaming de Disney y no te perdés nada relevante. Quantunmania inicia la quinta fase de la saga donde se introduce a Kang, el Conquistador. Un personaje que aspira a desempeñarse como un villano telonero dentro de la franquicia hasta que a los productores se les caiga una idea o aceleren la introducción del Doctor Doom. Se nota de manera obvia que están estirando todo lo que pueden los ciclos argumentales con propuestas de relleno que no hacen otra cosa que contribuir al desgaste que padece el género en la actualidad. Jonathan Majors, lo mejor de este film, hace un buen trabajo con su interpretación, donde le aporta dignidad al antagonista sin acoplarse al tono de estupidez que suele primar en las aventuras de Ant-Man. Kang es muy interesante y cuenta con un origen atractivo pero lamentablemente termina limitado por la fórmula Marvel en un argumento donde todo se desarrolla de un modo infantil y superficial. El director Peyton Reed ofrece un collage de lugares comunes en el que sobresalen los chistes tontos, un gran despliegue de CGI, secuencias de acción mundanas que vimos infinidades de veces dentro de esta misma saga y otro conflicto de proporciones cósmicas que ya terminó por cansar. La patética incorporación de MODOK, otro villano conocido de los cómics, entra directamente en el terreno de la vergüenza ajena. Si creías que el estudio no podía caer más bajo después del “niño sin amor” en esta película lo consiguieron con la representación de ese personaje. Durante el desarrollo de la historia los héroes resuelven las adversidades con demasiada facilidad y en 124 minutos que parecen 88 se despacha al público de las salas con rapidez. En este contexto Majors hace lo que puede y creo que sale muy bien parado. Sobre todo al tratarse de un tipo de cine que hace rato dejó de ser divertido por el desgaste natural del género y los conceptos redundantes que se presentan en las historias. Dentro del reparto Paul Rudd en piloto automático le pone onda a la trama mientras que las intervenciones de Michelle Pfeiffer y Michael Douglas hacen llevadero el visionado. La pobre Evangeline Lilly una vez más resultó desperdiciada como Wasp en un rol intrascendente. Podría haber quedado afuera del guión que daba lo mismo. En un momento hay una participación completamente descolgada de Bill Murray donde queda la impresión que el actor se equivocó de set de filmación e improvisó todos sus diálogos. Desde los aspectos técnicos se puede resaltar la puesta en escena que es impecable y el tratamiento de los elementos fantásticos dentro del mundo quántico que resultó mucho más creativo de lo que vimos en la última película de Dr.Strange Algunos alienígenas parecen extras desechados del episodio 8 de Star Wars pero tampoco es necesario buscarle la quinta pata al gato. En general la representación visual del escenario principal está muy bien lograda y junto con la labor de Majors sobresale entre lo pocos elementos destacables del film. Después se suman las tradicionales escenas extras que lejos de generar entusiasmo por el futuro de la franquicia lleva a preguntarnos si Marvel no podría adelantar un poco ese contenido en futuras películas y nos evita tener que padecer los interminables créditos finales. En resumen, otra aventura olvidable de Ant-Man que tranquilamente se podría haber derivado a Disney + en el formato de miniserie.
Ooooootra película formulática de Marvel. Y sí, quien escribe siente lo que en la industria se le está llamando "The Marvel fatigue". Y ojo que también existe el término "superhero fatigue", pero todavía no me sucedió debido a mi fanatismo por DC Comics. Amén de eso, salvo contadas excepciones, de las cuales aquí en este mismo site he escrito largo y tendido sobre cómo -casi- todas las películas del UCM son exactamente iguales. La tercera entrega de Ant-man no escapa a ello, solo que ésta tiene la particularidad de que presenta (en cine) a quien va a ser su gran villano en esta nueva Fase que arranca y que abarcará los próximos años. Y aquí radica una de las dos cosas buenas de este estreno: Kang, interpretado por Jonathan Majors. El actor viene en ascenso y tiene un futuro muy prometedor. Su personaje está muy bien y con mucho potencial, ya que interpretará diferentes versiones del mismo próximamente. El otro aspecto positivo es el humor de Paul Rudd en el opening y cómo está planteando Scott Lang en el mundo post blip (término que se usa para describir la reaparición de todos los seres vivos que habían sido eliminados por Thanos). Luego es todo más de lo mismo. O sea, chistes mal colocados, escenas de acción (poco relevantes) cada 5 minutos y un plot que mucho no nos importa. Ni Michael Duglas, ni Michelle Pfeiffer se lucen pese a su grandeza. Es una película más de la compañía que solo gustará mucho a los fans acérrimos de este Universo pero que el resto olvidaremos en tan solo unos días.
Lo nuevo de la infinita saga de Marvel, tras varias fases y una cantidad importante de películas y series, se apoya en uno de los superhéroes más pequeños: el hombre hormiga. Ant-man ya tuvo dos entregas, ambas dirigidas por Peyton Reed quien regresa para esta tercera, y esta vez le toca en la historia sentar las bases de lo que será una nueva fase. Una fase que, hay que hablar del elefante en la habitación, no suena tan prometedora como sus antecesoras, en especial tras la última. Quizás porque es difícil abandonar personajes ya icónicos para darle lugar a nuevos y menos populares pero sobre todo porque la fórmula Marvel ya parece a punto de agotarse (si es que no se agotó). En esta película escrita por Jeff Loveness (Rick and Morty) nos encontramos con un Ant-man que se siente una celebridad, que intenta ir con una sonrisa por la vida y que además se convirtió en un escritor con una autobiografía. Su pareja con Hope (The Wasp) se encuentra muy sólida pero no tanto la relación con su hija, Cassie, ya más grande y a quien no termina de conocer, en especial tras haberse perdido varios años a causa de los eventos sucedidos en otra película. La saga de Ant-man tuvo su encanto como una película sin grandes pretensiones ni grandilocuencias. Paul Rudd supo desenvolverse entre Scott Lang, el hombre debajo del traje, y el hombre hormiga con un estilo personal y aportando un humor que le sentaba bien. En esta tercera entrega su responsabilidad es mayor. Quantumania es el inicio de una fase nueva y en este primer capítulo nos introduce al Reino Cuántico, en el cual por un accidente una noche de cena familiar todos caen, un universo con criaturas que parecen bocetos de personajes de las galaxias de Star Wars y en el cual las leyes son distintas. El rol (siempre fundamental y no siempre a la altura) del villano recae en Kang, ya presentado a través de la serie de Loki. Jonathan Majors tiene su presencia pero desentona con una película que, en realidad, no sabe bien qué quiere ser. No hay un origen claro, no hay una motivación marcada, entonces no genera casi nada. Por un lado, la picardía y humor de la saga de Ant-man no aparece casi nunca. Capaz tampoco ayuda que el 90 por ciento de la película se suceda en un reino tan excéntrico y poco interesante que encima le hace perder parte de la gracia que se encontraba en ver al superhéroe entre situaciones cotidianas y mundanas; estábamos ante un superhéroe sencillo con películas de las más sencillas de la factoría Marvel. Esta tercera parte es la más aburrida de las tres, como si incluso Rudd ya se hubiese cansado de interpretarlo. En cuanto a los personajes que lo acompañan hay una fuerte presencia femenina. Pero si bien es The Wasp la que está en el título, ella apenas acciona (casi podría no estar su personaje) y en cambio Cassie y Janet (Michelle Pfeiffer, que al menos decide darlo todo) son quienes le aportan algo más a la trama. Cassie desde el legado y el nacimiento de una nueva heroína, militante e idealista aunque no se termine de desarrollar; Janet, desde la intriga y los secretos que sugieren más de lo que finalmente despliega su personaje pero al menos le brinda una gran cantidad de tiempo -por momentos parece casi protagonista- a la flamante actriz. Como resaltaba en otra reseña de otra película de Marvel: todo puede pasar pero al mismo tiempo siempre suele suceder lo más predecible. El arco es del casi todas estas películas, el CGI apenas mejora en algunas escenas y sigue luciendo muy artificial en otras tantas. Hay cameos (un Bill Murray totalmente desaprovechado), la reaparición de algún personaje, criaturas que consiguen al menos sacarnos una sonrisa y poco más además de las interminables escenas de acción en las que apenas se entiende lo que sucede y una necesidad de resaltar los lazos entre sus protagonistas. No hay mucha lógica porque todo parece justificado con esta idea de que en este mundo cuántico o en los multiversos a la larga todo puede pasar. Las dos escenas post-créditos esta vez sirven para sembrar interés sobre lo que viene y dejando bien claro que no hay ninguna intención cercana de dar un cierre. Al menos no hay alguna desperdiciada en un chiste o un guiño tras los largos créditos. Quantumania no hace más que poner en evidencia un agotamiento de la fórmula que difícilmente se pueda solucionar en las siguientes entregas que, gusten o no, tenemos garantizadas. Sin el humor que la caracterizó y con una galería de personajes a los que no les interesó darles dimensión, es un espectáculo desabrido y bastante aburrido para lo que se esperaba.
Con un título tan prometedor como decepcionante, Ant-Man and the Wasp: Quantumania es una aventura familiar de ciencia ficción básica y contenida, sin grandes pretensiones de construcción a futuro y ni siquiera de permanencia en la memoria colectiva de los fans, sino una película “cumplidora” con una historia simple y muchas conveniencias de guion. Eso no significa que no sea disfrutable, si nos sumergimos de lleno en la suspensión de la incredulidad y dejamos de lado toda expectativa de grandes revelaciones o incluso giros creativos en la trama. Algo sin dudas decepcionante a esta altura del partido para los fans del Universo Cinematográfico de Marvel, que promete en cada campaña de marketing un evento aún mayor que el anterior. En este caso, parece casi como si el gran monstruo tomara (y nos diera) un respiro, antes de volver a sumergirse de lleno en la historia de un nuevo gran villano, en sus propias palabras “a la altura de Thanos”. Quizás la Saga del Infinito dejó la vara demasiado alta y va a pasar mucho tiempo antes de volver a experimentar algo como “Avengers: Infinity War” (2018). En esta modesta aventura familiar de ciencia ficción, el clan de Ant-Man se ve arrastrado al interior del reino cuántico, que resulta muy distinto de lo que tenían en mente. No por falta de información, ya que Janet (Michelle Pfeiffer) pasó décadas encerrada en el mismo e incluso el protagonista Scott Lang (Paul Rudd) hizo un par de incursiones. Precisamente su último paso por el reino cuántico -que lo dejó cinco años exiliado y lo salvó de un futuro incierto- parece el disparador inicial de esta historia, al cuestionarse qué sigue después y cómo recuperar el tiempo perdido. Acompañado con su buena dosis de chistes -algunos caen mejor parados que otros- al mejor estilo de la saga de Peyton Reed. Estas escenas iniciales son las que mejor capitalizan el carisma de Paul Rudd, pero pronto son dejadas de lado para enfocarse en la aventura subatómica que tienen por delante los Pym/Lang. La dinámica de familia disfuncional es una de sus mayores virtudes, con Cassie Lang (Kathryn Newton) ocupando el rol de nieta de Henry “Hank” Pym (Michael Douglas) y Janet Pym, los padres de la pareja y socia de Ant-Man, Hope Pym (Evangeline Lilly), también conocida como “The Wasp”. La película se encarga de recopilar la información básica de las dos anteriores entregas de la saga con algunos recursos ingeniosos de guion, pero deja afuera cuestiones clave que quizás empastan un poco el relato. Esto sumado al repentino cambio en la actriz que hace de Cassie, quien en la última entrega de la saga (Avengers: Endgame, 2019) fue interpretada por Emma Fuhrmann y dejada de lado en una decisión de casting un poco sorprendente, sin explicación alguna. Sin embargo, son desprolijidades que van más allá de la historia y no afectan para nada en el desarrollo de la misma, aunque sí pueden agarrar a alguno desprevenido. En fin, la simpática reunión familiar se ve interrumpida por la revelación de que Cassie, Hank y Hope estuvieron conduciendo experimentos a escondidas, y esto es lo que da pie a la aventura cuántica. En este punto es donde debemos sumergirnos de lleno en la historia y el mundo que se nos propone, sin muchas preguntas ni justificaciones razonables. Para los amantes de la ciencia ficción pura y dura, la sola construcción de un nuevo mundo lleno de criaturas asombrosas quizás sea suficiente para llenar expectativas, ya que se trata de diseños muy elaborados con -esta vez sí- buenas terminaciones digitales. Aunque quizás la cercanía de este estreno con otros de Disney como Un mundo extraño (2022) levante algunas cejas, no se puede negar que es un escenario original dentro del contexto del Universo Cinematográfico de Marvel. Lo que no es original es la historia y su estructura, que responde a la fórmula clásica de Marvel e incluso recuerda a ciertas aventuras de ciencia ficción setenteras, con todos los clichés del género incluidos. Sin embargo, algunas criaturas que funcionan como comic relief (como el alien obsesionado con los agujeros, en un claro guiño al plan de los fans de Marvel para derrotar a Thanos con las habilidades de Ant-Man) y la aparición de viejos personajes de la saga y cameos estelares, le dan el toque “marvelita” de personalidad necesaria para no sentirla tan genérica. Es realmente una lástima que hayan desperdiciado a un actor como William Jackson Harper (The Good Place) en un papel anodino, pero -lamentablemente- es algo a lo que ya nos tiene acostumbrados Marvel con grandes talentos que pasan a engrosar sus listas sin pena ni gloria (Julie Delpy, te estamos mirando a vos). En cuanto a la incorporación de MODOK (que ya se había revelado en el último trailer), es un lindo guiño para los fans del cómic y a la vez una representación bastante digna del personaje -con los cambios lógicos que corresponden a una adaptación- y a su vez funciona como alivio cómico y referencia a la propia trilogía de Ant-Man en el cine, que no tiene tanta mitología propia. De hecho, quizás la elección de un superhéroe “menor” como Ant-Man para encabezar la nueva fase del Universo Cinematográfico de Marvel, setear la lógica de los multiversos en la pantalla grande y presentar al nuevo gran villano Kang, el Conquistador (un brillante Jonathan Majors) sea una especie de reparación histórica por haberlo dejado afuera de la primera Avengers (2012) de la que originalmente formaba parte. Pero es quizás mucha responsabilidad para el Vengador que -justamente- se caracteriza por su irresponsabilidad y candor. Así, la saga le da un tono light y despreocupado a la gran amenaza que se cierne sobre el multiverso. Sin embargo, Kang es un enemigo formidable, que apenas deja entrever el alcance de sus poderes y su ambición en esta película, reservando grandes anticipos para las dos escenas post-créditos. Una, el gran guiño al cómic que los fans old school estaban esperando. Y la otra, más conectada con el universo televisivo que dio origen a todo este despelote cósmico. Una constante en estas nuevas fases del MCU, que reserva para las escenas post-créditos y para la pantalla chica todas las grandes revelaciones, construyendo hacia adelante a base de promesas que nunca llegan. Pero al menos, podemos tener el consuelo de un gran plan narrativo de fondo, ¿no? Por el momento, Ant-Man and the Wasp: Quantumania (2023) que llegó al cine con reestreno incluido (y promociones excluidas en su primera semana) está teniendo una de las peores recepciones del Universo Cinematográfico de Marvel, lo cual afecta también sus proyecciones para el fin de semana. A su vez, mejora considerablemente el apartado visual que tanto se le reprochaba (con razón) a las últimas producciones de Marvel, lo cual se refleja en sus extensos créditos repletos de empresas de VFX. Y mientras tanto, el estudio anuncia que se van a calmar con los estrenos televisivos (mejor dicho, de streaming) dejando solo dos títulos para este año: la temporada 2 de Loki (2021-) y la primera de Secret Invasion (2023-). Todo parecería indicar que de esta manera, Marvel busca afianzar dos de los ejes narrativos de esta fase como principales hilos conductores a un ritmo mucho más lento y estable, luego de un año que francamente saturó tanto el mercado como a los fans más fieles. Por un lado, el eje multiversal como la historia troncal que seguirá construyendo hasta la prometedora épica conclusión en Avengers: The Kang Dynasty (2025) y Avengers: Secret Wars (2026), que marcarán el final de la Fase 6 y de esta gran segunda saga. Y por otro lado, la igualmente prometedora subtrama de espías y héroes callejeros, que -hasta ahora- ha demostrado ser la más sólida de Marvel en todas sus entregas. Quizás por todas estas razones, totalmente ajenas a la película, Quantumania decide tomarse las cosas con más calma y presentar una aventura sencilla pero entretenida, que no tiene grandes pretensiones narrativas y se enfoca más en la presentación de nuevos personajes que en construir una gran trama a futuro. Mientras Cassie Lang promete ser esa fuerza inspiradora y naif que caracteriza a su padre cuando se formen los nuevos Avengers; los últimos Vengadores se van despidiendo (“no con un estallido, sino un gemido”), quedando incluso desdibujados en medio de tanta parafernalia. Especialmente The Wasp, que a esta altura parece formar parte del título más para cumplir con la cuota femenina que para ser una parte relevante dela trama, muy lejos de un protagónico e incluso de un secundario. Uno de los tantos errores que Marvel deberá seguir remediando en esta fase, si quiere apuntar a un público más amplio y fidelizar el que ya tiene.
Probablemente estemos ante la película más interesante y, paradójicamente, fallida de Marvel. Ant-Man and The Wasp: Quantumania da inicio oficial a la fase 5 de este universo cinematográfico con una propuesta llena de riesgos que hacen que la película se salga del encorsetamiento habitual de las producciones de superhéroes. Con Scott Lang/Ant-Man (Paul Rudd) y Hope Van Dyne/Wasp (Evangeline Lilly) a la cabeza, y con los padres de Hope, Hank Pym (Michael Douglas) y Janet Van Dyne (Michelle Pfeiffer), y la hija de Scott, Cassie (Kathryn Newton), como secundarios indispensables, esta tercera entrega del Hombre Hormiga dirigida por Peyton Reed se adentra con cierto ingenio en el reino cuántico y entrega una entretenida aventura con personajes variopintos. Cassie reúne a Scott, a Hope, a Hank y a Janet para mostrarles un nuevo aparato con la capacidad de enviar señales al mundo cuántico. Janet se da cuenta del peligro y desenchufa abruptamente el artefacto para que las señales no lleguen a destino. Pero lo hace un poco tarde y todos son succionados por el aparato y enviados a ese mundo sin tiempo ni espacio ubicado debajo del nuestro, en el que proliferan extrañas criaturas y paisajes entre lisérgicos y posapocalípticos. Es aquí donde se produce lo más interesante, cuando se adentran en ese mundo y comienzan a salir los personajes que lo habitan. La conexión con la clase B más bizarra queda a la vista, dominada por un espíritu juguetón y autoconsciente que le da cierta libertad para avanzar con una historia sin demasiadas novedades. Por ejemplo, hay un personaje llamado M.O.D.O.K. que es una cabeza enorme con pies y manos chiquitas, que recuerda a Cabeza de familia, una de las bizarreadas más icónicas de Charles Band. Y ese es el espíritu que gobierna, es decir, el de un salvajismo juguetón con la dosis justa de comicidad para que la platea se ría. La clave de esta entrega es el villano Kang, El Conquistador (Jonathan Majors), que ingresa al universo de los Vengadores con una presencia amenazante. Kang trata de convencer a la familia de Scott para que lo ayuden en su plan conquistador, lo que significa un peligro para las próximas entregas. También aparece Bill Murray como Lord Krylar, en un número bastante tranquilo, con chistes autorreferenciales y un intercambio de palabras con el personaje de Douglas que resulta más que simpático, aunque insignificante. Es la aventura que los personajes viven en el mundo cuántico lo que le da cierta fuerza a la película, con escenas que logran que el espectáculo valga la pena, como el momento de las multiplicaciones de Ant-Man como consecuencia de las probabilidades que da el lugar. Cassie es el otro personaje clave porque ya tiene un traje hecho a medida que seguramente será usado en las historias que vienen. Y Paul Rudd como Ant-Man está contenido y ajustado a un personaje que no es del todo protagonista, dándoles paso a otros igual de importantes. El filme funciona como una pieza independiente a la que se la puede ver sin necesidad de estar al día con las anteriores entregas. Está todo contado con claridad y las escenas de acción están bien rodadas a pesar de la abundancia de CGI. Y si bien cuenta con algunos tropezones narrativos, y desaprovecha algunos personajes, Ant-Man and The Wasp: Quantumania cumple con una historia más positivamente desfachatada que las anteriores.
La quinta (¿QUINTA?) fase del Universo Cinematográfico de Marvel ha iniciado con Ant-Man and The Wasp: Quantumania, la tercera entrega del personaje interpretado por Paul Rudd. Luego de una cuarta fase bastante irregular que trajo nuevos personajes y las llegadas de las series de Disney+, la idea con este nuevo comienzo es volver a los origenes con uno de los héroes más queridos de la saga. Algo que a su vez pueda presentar el poderío de Kang el Conquistador, el nuevo supervillano que pondrán en peligro a toda la existencia. El resultado es prácticamente el mismo de siempre con algunos tintes, como los efectos especiales, que empeoran la situación. La bendita formula de Marvel parece ya muy desgastada. En esta tercera película de Ant-Man encontramos a un Scott Lang semiretirado disfrutando por primera vez de lo que es vivir en familia. Anda en paz con Hope (Evangeline Lilly), Hank (Michael Douglas), Janet (Michelle Pfeiffer) y su hija Cassie, interpretado por la nueva actriz del UCM, Kathryn Newton (curiosamente no es la misma actriz que aparece en Avengers: End Game). Mientras que Scott escribe libros y recibe comida gratis en todas partes por su fama, Cassie ha estado trabajando con Hank en una tecnología que conecta al mundo con el reino cuántico. Sin mucha explicación y de manera repentina, toda la familia queda atrapada en este submundo. Allí descubren que Janet no fue del todo sincera y conocerán la existencia de Kang. Es importante aclarar que para saber de qué versión de Kang estamos hablando, deben haber visto la primera temporada de Loki. Ant-Man and The Wasp: Quantumania es una película bastante plana que solo existe para presentar una nueva fase de Marvel y el poder de un gran supervillano. Es increíble como todos los personajes empiezan y terminan una historia (la tercera) de la misma manera. Un cuento más que contar en la cena. Es realmente grotesco ver como este proyecto costó 200 millones de dólares con el único propósito de mostrar dos escenas postcreditos, que a su vez, tienen el único propósito de vender otras películas y series. Ahora, lo que sí llama la atención, es como el público promedio poco a poco parece ir soltandole la mano a Marvel. Todas sabemos desde Doctor Stranger (2016) que estás películas cuentan con una formula que se repite en que cada una de ellas. Los chistes, villanos, personajes secundarios, propositos, son iguales siempre. Sin embargo, desde Iron Man (2008) hasta Avengers: End Game (2019) a la audiencia no le importó. Sencillamente querian ver como terminaba todo esto. Ahora, Marvel quiere hacer exactamente lo mismo pero de una forma saturada, con multiversos y malos efectos especiales. Es como montrarse una y otra vez en la misma montaña rusa. Con las mismas curvas y la misma velociodad. De igual forma, ellos mismos se estan dando cuenta de esto. Kevin Feige comentó que a partir de ahora «le van a dedicar más tiempo a la series para que aca una de ellas pueda tener un mayor impacto». Por allá en el 2014 la idea original era que Edgar Wright escribiera y dirigiera la primera película, pero por diferencia creativas no se pudo terminar de concretar esa idea. El resultado hoy es penoso. Una lástima para el personaje y el elenco. Paul Rudd es uno de los tipazos de Hollywood y es el Scott Lang perfecto. Además, tiene a Michael Douglas, Michelle Pfeiffer y se dieron el lujo de meter a Bill Murray. No se puede hacer una película tan vacía con estos actores. Ya cuando vi que Murray aparecía cinco minutos y no tiro ni un chiste bueno, sabia del fracaso de esta entrega. Ant-Man and The Wasp: Quantumania es una película con la única función de vender entradas que a su vez busca vender más entradas en otros sectores. Es el perfecto aviso que debe tomar Marvel para repensar lo que tiene que hacer en el futuro.
ANT-MAN ATRAPADO EN EL MCU Si, cada una a su modo, Ant-Man: el hombre hormiga y Ant-Man and the Wasp eran películas libres, que trabajaban la estructura narrativa de los films de robos, los dilemas paterno-filiales y la comicidad desde diversos ángulos, Ant-Man and the Wasp: Quantumania es una película maniatada, con poco margen de maniobra. O, más bien, una que se debate entre mantener la identidad de su mundo pequeño y gigante a la vez, o ser plenamente funcional a los requerimientos del Universo Cinemático de Marvel, que acaba de entrar en su Fase 5. El film, con Peyton Reed nuevamente a cargo de la dirección, nos presenta su conflicto rápidamente, con Scott Lang (Paul Rudd), Hope Van Dyne (Evangeline Lilly), Hank Pym (Michael Douglas), Janet Van Dyne (Michelle Pfeiffer) y Cassie Lang (Kathryn Newton) siendo arrastrados al Reino Cuántico. Allí los esperan extrañas criaturas, sujetos vinculados a sus pasados y, claro, un antagonista como Kang el Conquistador (Jonathan Majors), que ya se encamina a ser el próximo gran villano al que tendrán que enfrentarse los Vengadores. Esa rapidez para adentrarse en el nudo central de la trama, que podría parecer una virtud, termina siendo más que nada un síntoma de algunas debilidades narrativas de la película. Es que, más que una nueva entrega del mundo de Ant-Man -lo cual incluye su imaginario y los personajes que lo acompañan en sus aventuras-, lo que vemos es un episodio introductorio del Universo Cinemático de Marvel en su nueva etapa. De ahí que Ant-Man and the Wasp: Quantumania está atravesada por una tensión constante entre el drama que insinúa la aparición de Kang en un rol casi protagónico y las atmósferas que había logrado desarrollar el tándem Rudd-Reed. Por momentos, la aventura al estilo Flash Gordon o Star Wars se hace presente, de la mano de la comedia veloz dentro del marco paterno-filial y hasta un pasaje que parece un relato de robos pero pasado por un filtro psicodélico, y ahí es donde la película encuentra su mejor nivel. Es decir, cuando es fiel a sí misma y su viaje particular antes que por lo que le demanda el paraguas de la enorme franquicia a la que pertenece. Pero lo que se impone es la necesidad de profundizar en el concepto del Multiverso y de Kang como un villano despiadado, que parece que lo ha visto y hecho todo, pero cuyas motivaciones -esas que realmente deberían definirlo más allá de sus monólogos entre didácticos y declamatorios- todavía no son claras. A Kang todavía le pasa algo similar a Thanos en sus primeras apariciones: no terminamos de entenderlo y no posee aún un arco dramático consistente, como sí lo tenía Loki. En el medio, el riesgo de perder de vista a los personajes se hace más patente en Ant-Man and the Wasp: Quantumania, donde ese tipo muy humano en sus virtudes y defectos que es Scott Lang queda muy difuso, al igual que su grupo de pertenencia. Sorprende, de hecho, cómo Hope y Hank quedan relegados a meros instrumentos del guión, mientras que el conflicto moral que condiciona a Janet es resuelto con una explicación vertida un poco a las apuradas. Algo similar sucede con Cassie, por más que se involucre de manera decisiva en la aventura. ¿Eso convierte a Ant-Man and the Wasp: Quantumania en una mala película? No, porque es capaz de desarrollar su conflicto principal y sus diversas subtramas con bastante fluidez, aún con sus desniveles. Es más, como espectáculo cinematográfico es más que aceptable y, si la comparamos con su antecesor más inmediato, Pantera Negra: Wakanda por siempre, es El ciudadano. Pero si la comparación se establece con los dos films previos de Ant-Man, constituye un retroceso importante, un relato sin una verdadera identidad y sometido a los designios de un Multiverso que, al menos por ahora, más que estimulante, se muestra hasta algo cruel con sus personajes.
Aventura, ciencia ficción y comedia se combinan en este film que explora los conceptos del multiverso atiborrándose de efectos CGI. Un festín visual maridado con abundantes dosis de pochoclo, que no garantiza calidad, pero asegura el vínculo de la franquicia con la dinastía Kang. Con un elenco de estrellas de fuste, integrado por Paul Rudd, Evangeline Lilly, Michelle Pfeiffer, Michael Douglas, Jonathan Majors, Kathryn Newton y Bill Murray, “Antman y la Avispa: Quantumania” nos presenta un guión genérico escrito en fórmulas algorítmicas. No hay chispa alguna dentro de este relato absolutamente previsible, pero, atención, dos escenas poscréditos nos previenen de no levantarnos antes del asiento. De una a cinco, sin dar descanso al pie del acelerador, las secuelas se van acumulando. Nuevos tiempos, nuevos lenguajes. El cine de superhéroes rubrica la palabra ‘fases’. Entre la presentación de nuevos héroes, la partida de viejos rostros conocidos y el crossover entre unos que llegan y otros que permanecen, cada una de las ‘fases’ va cobrando identidad, justificando la proliferación de esta clase de películas por generación espontánea. El presente largometraje representa la primera película de la ‘fase 5 del MCU’, en donde se introduce al villano que formará parte de la ‘fase 6’. Peyton Reed dirige este experimento en donde el héroe recibe con brazos abiertos al villano Kang, tras una breve aparición en la serie «loki», disponible en Disney+.
Quantumania tiene un objetivo que cumplir. Por eso ocupa un lugar privilegiado en el calendario de Marvel: es el inicio de la fase cinco. Su rol es allanar el camino para lo que viene. Siendo más precisos, el objetivo de la película es presentar —al menos, en la pantalla grande— a Kang, el villano de los próximos dos o tres años de Marvel. O mejor dicho, los villanos, porque hay miles de variantes de Kang en el multiverso. En Loki ya habíamos conocido a una, Aquel que Permanece; ahora nos topamos con el resto. En particular, con Kang el Conquistador. Nominalmente, Quantumania es la tercera película de Ant-Man y The Wasp. Volvemos a encontrarnos con Scott Lang, su hija Cassie, Hope Pym y sus padres Hank y Janet. Luego de un experimento fallido, los cinco son arrastrados al Reino Cuántico. Y ahí se cruzan al Conquistador, quien solía viajar por el multiverso, aniquilando líneas temporales y existenciales, hasta que sus variantes lo exiliaron a esta dimensión subatómica, fuera del espacio-tiempo. Cada nueva entrega de Marvel es parte de una narrativa interconectada y por eso juega a dos puntas: cuenta su propia historia y contribuye a la trama general. Algunas logran equilibrar la balanza. Pienso en Hawkeye, que introduce personajes memorables —Kate Bishop y Echo— y cierra el ciclo de otro, el arquero del título. Hay suficiente para satisfacer a los eruditos de Marvel, pero la trama puede entenderse sin conocimiento previo. El vínculo entre los protagonistas, entre el maestro Hawkeye y la aprendiz Kate, es el corazón del guion, y se resuelve en seis episodios. Quantumania no corre con la misma suerte. Intenta profundizar en la relación entre Scott y Cassie. Él es un padre ausente, obnubilado por su celebridad como miembro de los Vengadores; ella es una adolescente prodigio, convertida en activista y científica mientras su padre miraba hacia otro lado. Al final, se reconcilian. Pero no se le dedica mucho tiempo a este desarrollo. En cambio, lo que importa es Kang, el futuro de Marvel. Y los actores lo saben. Jonathan Majors, que interpreta a todas las variantes del villano, es el único que verdaderamente se divierte en la pantalla. (Junto a Bill Murray, en un divertido pero breve cameo). Majors entiende la consigna y brinda emociones más grandes que la vida; frases entonadas como en un poema épico; poses dignas de una escultura. Los demás apenas se esfuerzan. Michael Douglas, Evangeline Lilly y Paul Rudd se limitan a leer sus líneas sin errores de dicción. Rudd trae su gracia habitual, pero sin brillo. Michelle Pfeiffer, como Janet, le pone más entusiasmo e intensidad al asunto, quizás porque su personaje, al conectar directamente con Kang, es el más relevante para la trama. Janet estuvo treinta años atrapada en el Reino Cuántico y ya conoce al Conquistador. Incluso fueron amigos antes de enemistarse. Esto le da un peso trágico a su reencuentro. Pero más allá de Pfeiffer y Majors, el resto de la película es protocolar, hecha por obligación. Como si sus creadores, ante el calendario de Marvel y el casillero ocupado por Quantumania, se hubieran encogido de hombros y susurrado, con resignación, “Bueno, hay que filmar esto ahora”. El Reino Cuántico es una bizarreada de colores chillantes, alienígenas con forma de brócoli o de gelatina, robots con cabeza de cañón, jarabes que ofrecen poderes políglotas, amoebas flotantes, todo potencialmente divertido pero mal realizado. Los efectos especiales atrasan diez años. Al lado de lo que logró James Cameron en Avatar: The Way of Water, es una debacle. El problema no es el presupuesto: Quantumania costó alrededor de 200 millones de dólares. No faltó ni dinero ni tecnología sino tiempo. A veces, cuando hablamos de avances tecnológicos, nos detenemos mucho en números brutos de hardware y software, en el potencial de la inteligencia artificial, en la velocidad de los procesadores. Pero el tiempo humano siempre es el mismo: un minuto hoy dura como hace cien años. Y la creatividad humana necesita tiempo para explorar y pulir ideas, más allá de las herramientas. (La inteligencia artificial es más rápida pero menos creativa. Se basa en la síntesis y la probabilidad, e ignora dos características esenciales: la intencionalidad, porque ni piensa ni siente; y el olvido, porque los humanos creamos al olvidar, al hacer malas copias de nuestras inspiraciones). La diferencia entre Quantumania y The Way of Water es una diferencia de tiempo. Cameron es quisquilloso, detallista. El rodaje duró tres años; la pre y posproducción, más todavía. Sus actores aprendieron a bucear y actuar bajo el agua. Kate Winslet llegó a contener su respiración durante más de siete minutos. Sobre este andamiaje real, el equipo de Cameron construyó la superficie digital. Hay una conexión tangible entre los actores y el mundo fantástico que los rodea. En Quantumania, nada de esto sucede. Los actores se notan estáticos, incómodos. Raramente comparten el encuadre, incluso en los diálogos. La cámara los recorta. Están aislados, como si charlaran por videollamada, la estética de nuestra era. El montaje es torpe, a veces incoherente. En una escena, Scott y Cassie se vuelven gigantes para combatir contra las fuerzas de Kang el Conquistador. Se abrazan y hacen chistes sobre su tamaño. Este es un dato importante, porque Cassie está aprendiendo a usar los poderes de su padre. Pero están solos en el encuadre y ante un fondo neutro. No hay punto de referencia visual que indique que son gigantes. El efecto se diluye y se vuelve abstracto. El tiempo de la creatividad no solo es tiempo para crear sino también para planificar. Ese abrazo entre Scott y Cassie requería más storyboarding. La gente detrás de Quantumania es sin duda talentosa. Intuyo que, sin la presión del calendario de Marvel, se hubieran dado cuenta, eventualmente, que esa toma necesitaba algo más, en el fondo o debajo de los personajes, que marque la diferencia de escala entre los protagonistas y el resto del Reino Cuántico. Pero claro: lo que importa, en Quantumania, no es la calidad de la película sino el calendario, el juego largo de Marvel. No las dos horas en la sala de cine sino las semanas y los meses hasta el próximo estreno, la especulación, los video-ensayos en YouTube, los shitposts en Twitter, los memes en Instagram. El cine más allá del cine Las películas de Marvel no están pensadas ya como películas. Están construidas para ser analizadas y debatidas. Más que películas, son espacios o puntos de encuentro. Más que cine, es arquitectura: son salones donde nos sentamos a teorizar bajo la luz tenue de lámparas de filamento. Desde un punto de vista formal, Quantumania sí es cine. El lenguaje es cinematográfico. Pero la forma en la que consumimos la película —como un contenido— se aleja del consumo tradicional del cine. Lo que nos atrae no es lo que sucede en la pantalla. Eso apenas nos importa. Vamos a ver, no una película, sino una sucesión de pistas, guiños y promesas. La función de la película ya no es entretener durante dos horas sino sumar material para redes sociales. Dicho de manera simple: vemos Quantumania para hablar sobre Quantumania. Ver la película es un trámite, un laburo. Todos somos empleados de Marvel. Podríamos decir, usando términos literarios, que el paratexto se comió al texto. Por paratexto, entendemos los elementos auxiliares que rodean al texto principal. Estos elementos pueden estar dentro de los límites de un libro: el prólogo, el índice, el epílogo. Pero también pueden existir por fuera: reseñas en los medios, entrevistas con los autores, gacetillas. Todos estos paratextos dependen del texto principal pero también le aportan sentido. Si llevamos esta lógica al cine, el paratexto de una película de Marvel son todos los videos y comentarios en redes sociales, los avances, los juguetes, las conferencias de prensa, toda la cultura y parafernalia alrededor de la saga. Este contenido no siempre está producido por Marvel. Los fanáticos hacen trabajo ad honorem y ayudan a promocionar las películas. Reaccionan al contenido oficial con su propia contribución extraoficial. Marvel cuenta con esto. (Incluso con esta crítica negativa que estoy escribiendo. Todo suma). Las películas —o sea, los textos principales— funcionan como el combustible de la construcción paratextual. Se invirtieron las jerarquías. Lo auxiliar ahora es la película; lo principal, lo que la rodea. Quantumania es quizás la expresión más obvia de este fenómeno. La vemos, no para disfrutar de ella, como película, sino para especular sobre las próximas fases. Lo más interesante es lo que apunta hacia afuera y para adelante, la guerra entre las variantes de Kang. Y es interesante porque promete, alimenta la imaginación. El disfrute se desplaza. La diversión está en los intersticios entre las entregas. Sentarnos a ver las películas y las series es apenas un requisito para poder participar de la conversación masiva. Dos horas de luces y colores para que luego empiece el verdadero show, que es la espera. Quantumania es una película que esperamos que termine. Su mayor logro es durar solo dos horas.
Antes las películas Marvel eran segura garantía de entretenimiento sólido y, hasta por momentos, inspirado; ahora es como tirar los dados, donde no sabés qué resultado te va a salir. Las razones pueden ser varias – se dispersó demasiado con las series de televisión, sacó de la grilla principal a sus mejores personajes, va demasiado rápido y no tiene tiempo para construir un mega villano sobre el cual edificar una épica, etc – pero unas cuantas de ellas se aplican a Ant-Man and the Wasp: Quantumania. Cuando un héroe tiene su propio universo es lógico que atienda los problemas que ocurren en él – sino, sería como poner a Batman a luchar contra atlantes rebeldes bajo el agua; ése es el terreno natural de Aquaman -; pero poner al Hombre Hormiga – que es básicamente el payaso de los Vengadores, un tipo con buenas intenciones, hace chistes raros todo el tiempo y nunca le toca un rival de peso – peleando contra una versión microscópica y multiversal de Darth Vader (como quien dice, un Dios) resulta dispar y hasta chocante. Kang el conquistador – en una perfomance shakespeareana, imperativa y expeditiva como la de Jonathan Majors, el que aparte es una mole de músculos de mas de un metro ochenta de altura – es demasiado villano para el simplón de Scott Lang y sus aliados, y es un rival mas natural para alguien con quien darse murra (además de entender su visión filosófica y sus conocimientos científicos) como pueden ser el Capitán América, Thor o Iron Man… no el ladrón del barrio. Ni siquiera el filme se atreve a traspasar el límite obvio – ante la desigualdad de probabilidades todo esto debería terminar con un sacrificio – sino que saca soluciones de la galera para que el grupete de turno vuelva sano y salvo a casa. Pero al menos la desigualdad de posibilidades debería dar a luz un duelo emocionante… salvo que el resto de los detalles que lo rodean es tan dispar como el filme. Contra la formidable perfomance de Majors se saca chispas Michelle Pfeiffer – en la que es una de sus mejores actuaciones de estos últimos años -. La Pfeiffer es Janet Van Dyne, la cual ha salvado el mundo a costa de encogerse mucho mas allá de lo necesario y quedar atrapada en el microscópico reino cuántico durante tres décadas. En vez de átomos, virus o bacterias lo que tenemos allí es un universo CGI al estilo Star Wars con criaturas y tribus de todo tipo, el cual debería ser fascinante para explorar en profundidad si el director Peyton Reed no estuviera tan ocupado con la parafernalia de CGI y la tanda interminable de chistes a medio cocinar con las que se despacha el libreto. La de Van Dyne es una causa sólida – habiéndose topado con un recién llegado (un explorador de otro planeta que también es científico como ella), pronto entabla amistad y utilizan una mezcla de sus propias tecnologías para encontrar la manera de salir del reino cuántico… solo para descubrir que ese tipo simpático, amable y urbano resulta ser un genocida de devastación incalculable que ha sido forzado al exilio en el microuniverso para evitar que siga causando daño -, simplemente porque es la que le dio al dictador los medios para convertirse en tal y poder reconstruir sus fuerzas en el universo microscópico. Esa culpa que la carcome – por la cual ella debió armar la rebelión, luchar contra Kang durante años sin éxito debido a la masividad de su poder, y el verse obligada a abandonar a sus aliados en el peor momento sólo porque su esposo encontró la manera de hallarla y devolverla al mundo que todos conocemos – la transforma en la verdadera heroína del relato, en la que la veterana científica resulta ser una letal guerrera que conoce lenguajes y mundos secretos, tiene una causa pendiente que debe culminar incluso si debe sacrificar su propia vida y debe enfrentar al villano que resultó ser su tabla de salvación – afectiva, moral, mental – en los primeros años en que estuvo reclusa en ese universo desconocido y plagado de peligros. El problema es que la Van Dyne viene acompañada de un montón de adornos – léase, otros personajes del cast – que empañan el corazón de su historia. Contra la brillantez de Majors y Pfeiffer está la horrible inclusión de Kathryn Newton como Cassie, la hija de Scott Lang… y la incorporación de uno de los mas ridículos villanos de la historia de Marvel que es la cabeza flotante de MODOK. No tengo nada contra Newton – la he visto dar buenas perfomances en The Society y Freaky, y su casting francamente me entusiasmaba – pero acá su perfomance es horrenda (siempre está con cara de selfie, ajena a lo que suceda a su alrededor sea gracioso, triste o mortalmente peligroso) y, de ser una simple piba adolescente ahora pasó a ser una genia precoz, aún cuando no tenga los genes de los Pym / Van Dyne (aunque el libreto insista con la idea y trate a Michael Douglas como su abuelo… ¿dónde quedó Judy Greer?). Para colmo Cassie es un dolor de gónadas constante, metiéndose donde no debe, interfiriendo donde no la llaman, tomando prestada tecnología que no le pertenece ni sabe usar, y usando esa cara de pasmada que te irrita todo el tiempo. Y lo de Modok es un capricho de Marvel – se supone que es una superinteligencia evolucionada artificialmente y obsesionada con el genocidio; y Marvel ha querido meterla con calzador desde el primer borrador de Iron Man hasta las temporadas finales de Agents of SHIELD – pero todo todo el mundo (desde fans hasta especialistas, desde comiqueros del alma hasta la gente común como yo) la encuentran patética y atroz, indefendible por dónde se la mire (sin importar si Stan Lee fue uno de sus creadores). Acá encontraron la vuelta de cómo hacerla aparecer en el mundo cuántico pero es estúpida, risible, incapaz de meter miedo y, lo que es peor, termina haciendo esos chistes desubicados que Paul Rudd puede pilotear pero el intérprete de turno de la cabeza gigante no. Todo esto termina convirtiendo a Ant-Man and the Wasp: Quantumania en una CGI opera (a lo Spy Kids 3D!) de resultados muy variables. Éste sí es un proyecto que hubiera funcionado bien como miniserie – para explorar el universo y todas las criaturas / culturas que lo pueblan; mataría por conocer mas de la guerrera que hace Katy O’Brian, el telépata de William Jackson Harper o incluso la criatura gelatinosa sin agujeros a la que le pone la voz David Dastmalchian – pero acá todo eso va comprimido y a las apuradas porque hay demasiada historia, chistes y secuencias de acción que contar en tan poco tiempo. Hay cosas que desbordan de originalidad y otras que son puro cliché, y es como que el relato está demasiado atiborrado de todo – Evangeline Lilly tiene poco y nada para hacer, y Michael Douglas se limita a mostrar su clase en el puñadito de escenas que le tocan -. Y aún con la realeza que le impone Majors a su perfomance, los motivos reales de la causa de Kang no terminan de ser totalmente claros: él quiere conquistar cada versión del Multiverso… por razones, como dicen ahora los yanquis. ¿Ego, inteligencia suprema, un deseo loco de devastación?. No termina por quedar del todo claro. Con Ant-Man and the Wasp: Quantumania vas a pasar un rato entretenido – es raro que Marvel aburra -, pero la sensación final es decepcionante. La secuencia post créditos tampoco ayuda mucho, solo da pautas de que se viene un festival de sobreactuación de Majors en roles clonados (cuando en realidad la versión de este filme podía ser memorable). El filme precisaba otro director, menos comedia y mas enfoque en el drama y en las enormes apuestas que conlleva la historia… en vez de chistes sobre gajos de limón y cuántos agujeros tiene el cuerpo humano (aunque ése si fue gracioso!), que solo distraen del drama y la épica de la trama y diluyen su potencial de ser algo verdaderamente glorioso.
Reseña emitida al aire en la radio.
Hay una pregunta que ni siquiera Hank Pym podría responder: ¿Es posible que una franquicia se encoja y crezca al mismo tiempo? La cantidad de películas y series de televisión de Marvel continúa expandiéndose incluso cuando sus posibilidades parecen estar reduciéndose. Desde 2008, el MCU presentó docenas de héroes y escenarios para sus aventuras, desde los confines más profundos del espacio hasta planos místicos de existencia y, lo más relevante para esta última entrega, el Reino Cuántico. Entonces, ¿por qué todas estas producciones comenzaron a sentirse como si se desarrollaran en el mismo lugar con variaciones de los mismos personajes que desempeñan sus papeles predeterminados en una narrativa general? Marvel parece una versión cinematográfica del Principio de Incertidumbre, la famosa teoría cuántica del físico alemán Werner Heisenberg: observar una partícula subatómica alterará su estado. Este fenómeno impedirá que sepamos con exactitud dónde se encuentra y cómo se mueve.
La saturación de películas de superhéroes se sigue sintiendo, algo negativo no solo por la gran cantidad de producciones que salen todos los años y que incluso van perdiendo un poco su calidad (tanto técnica como narrativa) por la rapidez con la que tienen que estrenarse para mantener este ritmo, sino sobre todo porque no tenemos nada demasiado novedoso para mostrar. La semana pasada se estrenó «Ant-man and the Wasp: Quantumania», la tercera película de este personaje y la que sirve como el inicio de la fase 5 del Universo Cinematográfico de Marvel. En esta oportunidad, Scott Lang y Hope Van Dyne, junto a su hija Cassie, Hank Pym y Janet Van Dyne, van a explorar el Reino Cuántico, donde interactúan con extrañas criaturas y se embarcan en una aventura que va más allá de los límites de lo que creían posible. Es así como nos encontramos con un universo bastante llamativo, tanto a nivel visual como la construcción de un mundo nuevo con el que trabajar, pero también es algo que pudimos ver en otras obras de animación o ciencia ficción, con ciertas similitudes (por ejemplo nos remite bastante a «Un mundo extraño» por sus colores y exploración del lugar, que encima se estrenó hace muy poco y la tenemos presente; como también a otras producciones como «Star Wars» con un villano que crea un imperio y persigue a los protagonistas). Además, el guion se encarga de explicar cada paso que dan los personajes y de qué se trata este nuevo contexto, dejando poco lugar para la imaginación del espectador. Porque si bien el mundo cuántico no es tan sencillo, ya lo vimos en otras oportunidades y tampoco es tan necesario contar todo. De todas maneras, y a diferencia de por ejemplo «Black Panther: Wakanda Forever» que fue mucho más seria y reflexiva, en este caso tenemos muchas escenas de acción bien realizadas (aunque por momentos el CGI se note demasiado, sobre todo porque contamos con escenarios bastante fantásticos e irreales), como también bastante humor que rodea a los protagonistas y que caracteriza también a algunos nuevos personajes que se suman en esta oportunidad. Tal vez no existen esas escenas icónicas que hemos tenido en otras de sus películas, como la pelea en el tren de juguete o ese estilo de situaciones que eran muy creativas y aprovechaban bien las características del personaje, pero igualmente nos dejan satisfechos. «Ant-man» siempre fue un personaje bastante divertido, principalmente por el carisma de Paul Rudd, y el mismo continúa por este camino, al que se le suma también Kathryn Newton como la hija más adolescente de Scott, que le agrega frescura, gracia y rebeldía a la historia. También acompañan bien Evangeline Lilly, Michael Douglas y Michelle Pfeiffer. El villano Kang, interpretado por Jonathan Majors, está a la altura de las circunstancias y se siente invencible, poniendo en peligro a los protagonistas en todo momento, aunque a veces las soluciones que estos proponen pueden salirse un poco de lo verosímil o sentirse por simples. En síntesis, «Ant-man and the Wasp: Quantumania» es una película entretenida, que divierte a base de personajes carismáticos y buenas escenas de acción y comedia. Hoy por hoy es difícil pedir mucho más en un film de este estilo. Nota: No olvidar que existen dos escenas post créditos que sigue desarrollando y conectando esta historia con otras producciones de Marvel/Disney.
Un villano carismático en una historia sin riesgo La película, en clave feel good movie, se encarga de abrir la puerta de la Fase 5 y, con ello, la expectativa a cuesta de todos los fans. ¿Cómo se hace para asumir esta responsabilidad? ¿Representa un gran riesgo? Todo un desafío para el superhéroe de Paul Rudd. El Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) comienza un nuevo ciclo de películas y series para profundizar el multiverso y los saltos temporales que tanto Spiderman: sin camino a casa (Spiderman: no way home, 2021) como Doctor Strange en el multiverso de la locura (Doctor Strange in the Multiverse of Madness, 2022) iniciaron. Scott Lang (Paul Rudd) disfruta de la calma, pero se pregunta: "¿Qué más se viene para él como héroe?". En una reunión familiar junto a su hija Cassie (Kathryn Newton), Hope (Evangeline Lilly), Hank (Michael Douglas) y Janet (Michelle Pfeiffer), sin quererlo, abren un portal al mundo cuántico que los absorbe sin mediar resistencia. A partir de allí, la película transcurre en un lugar desconocido para los protagonistas (y para los espectadores), repleto de criaturas extrañas, seres poderosos y plena incertidumbre. Luego del primer acto, el cual nos plantea el conflicto para nuestros héroes, Ant-Man and The Wasp: Quantumania (2023) navega entre el buen despliegue visual y las débiles decisiones de guión. Representar el mundo cuántico sostenía todo un reto fotográfico y, en esto, su resolución es efectiva. Sin embargo, cada obstáculo que vive Scott y compañía se resuelve de forma sencilla y perezosa, sin tanto sustento ni explicación, como si todo fuese una caricatura abstracta. Las situaciones no son palpables y los dilemas carecen de carga emocional. El último acto no posee la contundencia ni la tensión dramática que muchas entregas de Marvel nos acostumbraron. Lo más destacado de la cinta es la presentación en sociedad del villano de esta nueva Fase. Kang el Conquistador, a quién ya pudimos ver en la serie Loki (de cita obligada y vínculo directo), es arrollador y temible. Jonathan Majors (5 sangres), con su carisma y fuerza, brinda la mejor interpretación de un villano dentro del UCM. Esto recién empieza para él y, aunque no tengamos claras sus intenciones, es una de las pocas cartas por las que Ant-Man and The Wasp: Quantumania merece ser elogiada. Contar con la comicidad de Paul Rudd y tener a actores experimentados (Douglas, Pfeiffer) acompañados por el joven talento de Newton es un logro que permite ligereza a la historia. La presencia de Bill Murray (Perdidos en Tokio) como Lord Krylar, unas hormigas gigantes y la aparición de M.O.D.O.K., interpretado por Corey Stoll (Medianoche en París), son perlitas para destacar y capaces de añadir aire fresco al largometraje. Con un guión escrito por Jeff Loveness (con experiencia en algunos capítulos alocados de Rick and Morty) y bajo la dirección de Peyton Reed (al igual que en las dos anteriores entregas de Ant-Man), Ant-Man and The Wasp: Quantumania brinda un formato convencional (humor, familia y aventura) sin asumir riesgos. Es simplista, prefiere la épica y deja de lado el compromiso de ir por más, tal como las mencionadas películas de Doctor Strange y de Spiderman consiguieron.
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