Tres vectores paranormales El cine argentino de terror ha venido disfrutando de un crecimiento exponencial a lo largo de los últimos años, producto del apoyo de los festivales internacionales, de un sutil incremento del volumen de los espectadores a nivel latinoamericano y finalmente del arte de porfiar cortesía de los directores locales especializados en el género, verdaderos héroes en lo que respecta a un emprendedurismo que en una economía y un sistema político en permanente crisis continúan dando lucha para viabilizar los proyectos. Todo este panorama trae aparejadas dos conclusiones: la primera está vinculada al hecho de que el desarrollo cuantitativo no ha sido acompañado del todo por una mejora cualitativa general, y la segunda tiene que ver con la necesidad fundamental de profundizar esta vertiente ya que permite diversificar una oferta artística y una industria autóctona demasiado homogéneas. Como si se tratase de una prima lejana y de bajo presupuesto de la reciente No Dormirás (2018), Aterrados (2017) es también una exploración en el campo de lo sobrenatural pero en esta oportunidad sustituyendo la arquitectura símil giallo de entorno cerrado de aquella por un andamiaje que le debe más a las “dimensiones paralelas” de la corriente paranormal norteamericana, esa que va desde Poltergeist (1982) a La Noche del Demonio (Insidious, 2010), que a las casas embrujadas de clásicos como The Innocents (1961), The Haunting (1963) y The Legend of Hell House (1973). En este muy interesante opus escrito y dirigido por Demián Rugna también se siente la influencia del J-Horror de la década previa, en sintonía con Ringu (1998) y Ju-on (2002), aunque por suerte reemplazando los motivos más asépticos del subgénero con una buena dosis de gore y una angustia insólitamente cerebral. Gran parte del encanto del film viene por el lado de que adquiere la forma de un relato colectivo sin un único protagonista absoluto. La primera mitad del metraje está orientada a describir tres vectores narrativos: una noche Juan (Agustín Rittano) ve cómo su esposa Clara (Natalia Señorales) levita en el baño golpeándose salvajemente contra las paredes, asimismo Walter (Demián Salomón), el morador de la vivienda contigua, percibe que una presencia humanoide lo acosa de manera constante, y finalmente a la vecina de enfrente de ambos, Alicia (Julieta Vallina), se le muere atropellado su pequeño hijo. Para colmo de males Clara y Walter desaparecen sin dejar rastros y el que sí regresa es el nene de Alicia, pero en formato “zombie petrificado”. El asunto pronto deriva en lo que ocurre en la segunda parte del convite, con el ex novio de Alicia, el Comisario Funes (Maxi Ghione), encabezando una especie de investigación supraterrenal a la par del forense Mario Jano (Norberto Gonzalo), su amigo, y dos colegas de este último, la Doctora Mora Álvarez (Elvira Onetto) y el Doctor Rosentock (George Lewis), un estadounidense que vino a la Argentina para encerrarse con los otros tres durante una noche en las residencias malditas. Rugna administra con mano maestra la tensión y consigue buenas interpretaciones de todo el elenco, dos elementos muy raros dentro del cine argentino en general y no sólo en el terror: los chispazos de violencia espectral están bien dosificados y sobre todo los diálogos se sienten naturales, sin la perorata explicativa del mainstream yanqui ni las declamaciones de impronta teatral de muchas películas de nuestro país, a lo que se agrega que los actores ofrecen en serio un trabajo parejo, construyendo un coro en el que nadie descuella aunque todos colaboran en pos de lograr que la obra camine más amparada en el desarrollo de personajes que en los clichés de los sustos cronometrados, las caras de espanto o alguna que otra sobreactuación al paso. En este sentido, la acumulación de incógnitas del primer acto se condice con el aprovechamiento de los espacios cerrados del segundo capítulo y un prodigioso diseño de las criaturas del averno. Desde ya que Aterrados no es muy original que digamos, no obstante ello no siempre es crucial en ninguno de los géneros más añejos del cine porque aquí lo primordial es la ejecución concreta de los arquetipos retóricos… y es precisamente en ese campo en el que se destaca la sutil y eficaz realización de Rugna.
Dentro del cine fantástico y de terror de Argentina surgen nombres que comenzaron desde la independencia más absoluta y de a poco logran acceder a más presupuestos y recursos. Demián Rugna, por ejemplo. Desde The Last Gateway (2007), su ópera prima, presenta situaciones de puro horror en ámbitos cotidianos, o que al menos no invitan a hechos tenebrosos. Aterrados (2017) encaja en esa premisa. Un vecindario se vuelve epicentro de una serie de hechos paranormales: desde ruidos extraños hasta muertes atroces… con el agregado de que los cadáveres suelen volver de la tumba. El comisario Funes (Maxi Ghione) y tres especialistas en fenómenos parapsicológicos deciden averiguar qué sucede, pero las revelaciones pondrán a prueba la resistencia de cada uno. Se notan las influencias de clásicos como Poltergeist: Juegos diabólicos (Poltergeist, 1982), Pesadilla en lo profundo de la noche (A Nightmare on Elm Street, 1984) y Cementerio de animales (Pet Sematary, 1989), y puede ser relacionada con las sagas recientes de La noche del demonio (Insidious) y El conjuro (The Conjuring), ambas de James Wan. Sin embargo, Rugna jamás se sostiene a partir de homenajes o guiños para los fanáticos: la película genera un núcleo propio, basado en climas escalofriantes y golpes de efecto exactos, que no dan tregua al espectador. Su visión puede ser relacionado con el terror de Asia, donde la amenaza sobrenatural nunca discrimina a las víctimas ni por su edad ni por su manera de ser (a diferencia de cómo suele funcionar el género en los Estados Unidos, que invita a lecturas moralistas). Otro mérito del film es el uso, mayormente, de efectos prácticos, y la participación de actores talentosos, adecuados para sus papeles y no famosos. Estos detalles la vuelven una experiencia palpable, al estilo de los largometrajes de los ’80, en los que todo puede pasar. Aterrados consigue sobresalir por encima de otros films de terror argentinos porque, más allá de algunas calculadas y necesarias gotas de humor, deja de lado toda ironía y se sumerge sin culpa en el género. Además, marca un paso crucial en la carrera de Demián Rugna; junto con Daniel de la Vega, Pablo Parés, Gabriel Grieco, los hermanos Onetti y Fabián Forte, uno de los abanderados del fantástico más oscuro nacional.
Mar del Plata 2017: el cine, pasión de multitudes. En la Competencia Argentina se exhibió Aterrados (Demián Rugna), en la que un misterio sobrenatural angustia a una pareja del conurbano bonaerense, a un par de policías y a un inefable grupo de investigadores (incluyendo una especialista interpretada con autoridad por Elvira Onetto). Aunque por momentos muy conversada y apelando demasiado a sobresaltos sonoros, Aterrados entretiene, incorpora efectos razonablemente buenos y se arriesga a jugar con algo bastante atípico como la muerte de un niño. Presentada como la mejor película argentina de terror de todos los tiempos, los ejemplos con los que compararse son tan pocos que no es mucho el elogio, sin que esto signifique desmerecer el profesionalismo y la pasión por el género con los que fue realizada.
El cine de género se encuentra en una etapa de crecimiento en nuestro país. En los últimos años fuimos siendo testigos de una amplia oferta de cine fantástico y de terror. “Necrofobia” (2013), “Resurrección” (2015), “Hipersomnia” (2016), “Terror 5” (2016) y “Ataúd Blanco” (2016) son solo algunas de las propuestas más recientes que pudimos disfrutar que, más allá del resultado final, fueron muestras de una tendencia que viene desarrollándose hace tiempo, cargada de un buen funcionamiento de los recursos disponibles, un ejemplo de pericia en la parte técnica y un excelente cuidado a nivel estético. “Aterrados” no es la excepción. Demián Rugna, uno de los exponentes del terror y la ciencia ficción argentina, nos ofrece un relato atrapante donde el espectador será testigo de varios eventos paranormales que tienen lugar en un barrio del Gran Buenos Aires. Serán de la partida gente que desaparece sin dejar rastros, muertos que vuelven de sus tumbas, voces que se escuchan en los drenajes de agua, entes invisibles que asesinan personas, objetos y/o mobiliario que se mueve sin ninguna explicación. Y un comisario con problemas de salud (Maxi Ghione) contará con la ayuda de Mario Jano para que lo ayude a desentrañar el misterio. Se les unirán la doctora Albrec y el norteamericano Rosentok, formando un grupo de investigación de lo paranormal que se verá envuelto en una verdadera escalada a la locura. El film es una historia de terror que se inclina más por el suspenso y el extrañamiento que por imágenes cruentas y explícitas (algo muy común en las propuestas actuales de este tipo). Es por ello y por optar más por los efectos prácticos que por los digitales que la película resulta una propuesta realmente interesante. Por otro lado, el comisario nos brinda algunos momentos de humor al admitir su miedo por los fenómenos de esta índole que no tienen explicación alguna. Rugna conoce el género y podemos ver algunos reminiscencias a “Poltergeist” (1982) y a las más actuales “El Conjuro” (2013) y “La Noche del Demonio” (2010), por la dinámica de los investigadores de lo paranormal, sin embargo se distancia de estos productos al introducir ciertos elementos que rompen con algunas reglas implícitas del terror (que no detallaré para no arruinar la experiencia de visionado de la película), logrando un producto original en ese sentido. “Aterrados” es una buena propuesta dentro del cine nacional, que si bien compone uno de esos relatos que tardan en edificarse y plantear el tema principal, luego irá escalando en tensión hasta el final. Un film que nos deja con ganas de ver más de este joven realizador.
La normalidad se ha ido del barrio del conurbano bonaerense donde transcurre Aterrados: una joven autodestruye su cabeza contra las paredes de la bañera; el cadáver de un chico no parece precisamente muerto; las cosas se mueven solas y las casas emiten sonidos misteriosos. Así se plantean las cosas en el inicio del nuevo largometraje de Demián Rugna. El veterano de mil batallas en el terreno de los sustos y las vísceras deja atrás la autoconciencia de ¡Malditos sean!(2011) y No sabés con quién estás hablando (2016) para despacharse con este thriller psicológico -o de terror paranormal- centrado en el intento de descubrir la entidad maléfica detrás de esos hechos. Los responsables del hallazgo serán una dupla de policías, una doctora especialista en actividades paranormales y su asistente, quienes montarán una suerte de laboratorio en las tres casas sospechosas. Aterrados es una de esas películas que tarda sus buenos minutos en armarse, pero que cuando finalmente lo hace no para. La segunda mitad deja atrás los golpes de efecto gratuitos para abrazar una construcción climática centrada en el enrarecimiento de lo cotidiano, llegando a un desenlace donde la locura explota como pocas veces en el cine de terror argentino.
Aterrados: La dimensión desconocida. Llega un nuevo opus de terror nacional, y esta vez, es otro gran acierto en la escena de género autóctono. Si bien nuestro país tiene y tuvo joyas escondidas del género, nunca fueron algo mainstream para el espectador común, y en general las salas de cine nunca le dieron prioridad a estas producciones, dejando que valuartes sean relegados a simplemente “obras de culto”. A Dios gracias que en estos últimos lustros, esta situación cambió y el paradigma imperante del costumbrismo argentino en el cine dio paso a cintas que, con el apoyo de los festivales y nuevas distribuidoras que apuestan fuerte, con más regularidad en el año, no dejan de sorprendernos con tales temáticas que solo creíamos que en otros países podrían tener un tan logrado acabado. El nuevo caso es de “Aterrados (2018)” que, siguiendo el camino que van dejando films como “Resurrección (2016)”, “Ataúd Blanco (2016)” o la más reciente “Luciferina (2018)”; posiciona al cine de terror nacional y a su director, Demián Rugna, entre los mejores del mundo, sin lugar a dudas. Extraños sucesos paranormales comienzan a sucederse: muertes tan sangrientas como inexplicables, personas que desaparecen y muertos que parecen volver solos de la tumba, delinean una pesadilla de feroz contundencia. De la mano del Comisario Funes (Maxi Ghione) tres investigadores de fenómenos extraordinarios tratarán de desentrañar lo que se intuye como la intrusión de un mundo oscuro y siniestro en un barrio común y corriente del Gran Buenos Aires. El miedo atávico, eso que acecha desde la oscuridad, quizás desde tiempos inmemorables, reina. “Aterrados” no solo juega con la teoría de posibles universos alternos, o dimensiones paralelas, sino que nos posiciona en situaciones y lugares donde uno bien puede identificarse, un barrio como en el que podés vivir vos o yo. Esto no solo acerca el terror al espectador, sino que lo hace partícipe de un sinfín de situaciones en el que el suspenso da paso a situaciones más escalofriantes que muertes abruptas o los famosos screamers a los que el realizador no solo no tiene necesidad de recurrir, sino que los FX son, en su mayoría, artesanales y hay mu ses de ese cine que tanto nos gustaba como es el de los 80’s y al que seguramente verán referencias en esta cinta, pro que sew desprende totalmente en su historia, creando un clima y una mitología propia y autóctona. Sin lugar a dudas, “Aterrados” será otro hito del cine de género nacional y es otra gran oportunidad para ver que el cine nacional es más que romances, bañeros locos y comediantes venidos a menos.
Una verdadera sorpresa para el cine de terror local , “Aterrados” con guión y dirección de Demián Rugna contempla lo sobrenatural con el drama en un relato con varios protagonistas. La historia se centra en un barrio con vecinos que se conocen y comienza con el matrimonio de Clara (Natalia Señorales), quien escucha voces permanentes en su casa y Juan (Agustín Rittano), quien esa misma noche ve “levitar” a su mujer en el baño sin poder hacer nada, en una escena digna de Hollywood. No sólo en esa casa hay problemas, su vecino de la casa contigua, Walter (Demián Salomón) también siente que alguien mora en su casa, y de hecho logra filmarlo, con lo cual consigue pruebas. Tan fuerte es la presencia que ya no puede dormir durante días y decide llamar a la única persona que puede ayudarlo: la Dra Mora Alvarez (Elvira Onetto), especialista en estas cuestiones, quien a su vez trabaja con el Dr. Mario Jano (Norberto Gonzalo), médico forense, y el Dr. Rosentock (George Lewis). A cada vecino le sucede algo, a Clara, a Walter y a Alicia (Julieta Vallina) con respecto a su hijo. (No vamos a contar todo porque sino sería spoilear toda la trama) Lo que sí diré es que de la investigación de todo lo que ocurre se ocupa el Comisario Funes (Maxi Ghione) quien apoya toda la investigación de los especialistas en asuntos paranormales, y está pronto a retirarse, con lo cual, le conviene esclarecer todo en tiempo récord. La película cuenta con buenas actuaciones de todo el elenco, y excelentes efectos visuales, además de una buena historia que me mantuvo entretenida de principio a fin. Una película de terror argentina para recomendar . ---> https://www.youtube.com/watch?v=PyTf2I7HuWs ACTORES: Maxi Ghione, Norberto Gonzalo, Elvira Onetto. George Lew GENERO: Terror. DIRECCION: Demian Rugna.ORIGEN: Argentina. FECHA DE ESTRENO: 03 de Mayo de 2018
Paranormal para el cine argentino de género. Aterrados, la nueva propuesta del realizador argentino Demián Rugna, es un film redondo. ¿A dónde nos conduce esta afirmación taxativa? Sencillamente a que este relato que toma el contexto de lo paranormal para imbuirse de las mejores influencias del cine de género -pero más precisamente del J-Horror- para no estancarse en lugares comunes del cine mainstream norteamericano cuenta con tres factores favorables: relato verosímil, muy bien matizado en climas, atmósferas y uso inteligente del espacio, y por último prolijidad en materia técnica, tanto en lo que a sonido se refiere como a la utilización de efectos y maquillaje. La premisa paranormal ubica al espectador en una cuadra de un barrio urbano. En las casas enfrentadas de esa zona, los vecinos experimentan actividades paranormales, pero Demián Rugna no cae en la tentación de la franquicia “paranormal activity”; no aburre con el recurso de falso documental sino que introduce una investigación pseudo policial, con un personaje interpretado por el actor Maxi Ghione, quien lleva adelante uno de los puntos de vista, en consonancia con otros de los llamados personajes facilitadores, versados en la materia de lo paranormal. También la perturbadora presencia de un niño en estado de putrefacción, aparecido misteriosamente tras su entierro, conecta otro relato respecto al drama familiar de una madre que no puede soportar la pérdida, en la piel de la actriz Julieta Vallina, además de ser un nexo del pasado con el policía Funes (Ghione). Las buenas dosis de truculencia, gore, terror psicológico y la expresa renuncia al humor o al chiste para distender a la platea marcan las diferencias entre una película argentina que hace honor al género y no se lo toma en solfa, pero además de la importancia en la construcción meticulosa de los personajes, sus conflictos más allá de lo sobrenatural, y por supuesto sus resoluciones coherentes con la propuesta integral. Cuando se está en presencia de un cine argentino, batallador, trabajado y con corazón no se puede pedir nada más. Sencillamente que se multipliquen las pantallas para este tipo de propuestas porque de a poco encontrará público no prejuicioso y las ventanas de un mercado externo atento a los nuevos realizadores argentinos o latinoamericanos.
Este es un año prolífico para el cine de terror nacional con apuestas que se animaron, con mayor o menor repercusión, a transitar por un género que crece en cantidad de espectadores a través de las distintas vertientes que aborda con el objetivo de perturbar al espectador. Aterrados, del director Demian Rugna, ya acostumbrado a sembrar el miedo en The Last Gateway -2007- y Malditos Sean!-2011-, arremete con una película que se alimenta del clima sobrenatural que tiene eco en un barrio de casas bajas en el que comienzan a suceder hechos extraños y desapariciones. En la película, que respira las atmósferas de Poltergeist,Cementerio de animales y El Conjuro, confluyen el forense Mario Jano -Norberto Gonzalo-, la Doctora Mora Álvarez -Elvira Onetto- y el Doctor Rosentock -George Lewis-. Ellos se presentan en las tres casas en las que han registrado las "grietas del más allá" junto al comisario Funes -Maxi Ghione- que está a cargo de la investigación. Una mujer escucha voces en las cañerias de la cocina; el vecino Walter -Demián Salomón- es visitado por una presencia fantasmagórica que le impide dormir y una madre -Julieta Vallina- pierde a su pequeño hijo en un accidente. Son tres casos en una misma película -que alternan pasado y presente- cuyo hilo conductor es el comisario. Aterrados funciona porque tiene una buena historia para contar y personajes que sostienen el andamiaje dramático que el relato necesita al transitar por el terror sobrenatural desarrollado en un ámbito reconocible y cotidiano. El realizador logra los climas adecuados para que el espectador se siente al borde de la butaca o llegue a taparse el rostro en esta pesadillesca excursión en la que conviven dos dimensiones, entre los vivos, los muertos y los resucitados. La experiencia resulta perturbadora, tiene tensión y hace alarde de buenos efectos visuales.
En un barrio típico de Buenos Aires, extraños sucesos comienzan a suceder. Objetos que se mueven, presencias terroríficas, y peor aún, muertos que vuelven a la vida. Un policía local, ayudado por un antiguo colega forense y dos expertos de lo paranormal, decidirán investigar que está ocurriendo en verdad. El cine de terror nacional, por suerte, viene creciendo a pasos agigantados, teniendo cada vez más y mejores estrenos comerciales, fuera de lo que serian los circuitos independientes. Y Aterrados, viene a confirmar este avance, en lo que es para muchos, una de las mejores películas del género en este año. Varios son los puntos a destacar de Aterrados, pero el que se hace más evidente, es la buena construcción de una atmósfera. No solo lo decimos por contar una historia de hechos sobrenaturales que no se centran en una sola locación como pasa en el 99.9% de las películas de horror (acá la acción pasa en tres casas), sino que tenemos una constante sensación de miedo y tensión, haciendo que cuando llega el susto, podremos respirar aliviados. Esto va de la mano con una dirección impecable de Demián Rugna (quien también es el guionista). No solo por saber cuándo mostrar y cuando no, jugando con el suspenso que crea lo que no podemos ver: sino también con la iluminaciones y el sonido en off, y sobre todo, con algunas secuencias que dejan una sensación bastante turbia en el cuerpo; mostrando que cuando los recursos que tiene el director a mano son bien usados, se puede crear un gran clima. Otro punto a favor, es que Aterrados, contrario a la mayoría de las cintas del género, es que está bien actuada. Desde su protagonista, Maxi Ghione, hasta los secundarios, todos hacen creíbles a sus personajes; logrando que como espectadores nos interesemos por ellos, pero por sobre todo, transmitiéndonos el miedo que están viviendo. Pero no todo es bueno en Aterrados. No podemos dejar pasar el hecho de que cuando la película intenta explicar porque pasan estos sucesos, falla rotundamente. No vamos a decir el motivo, pero sí que caemos en el típico caso de que pretendiendo explicar algo sin necesidad, se le saca impacto al asunto; mostrando que muchas veces es mejor dejar al espectador con la duda, a querer darle todo en bandeja y hacerlo mal. Aterrados de todas formas es una gran cinta de horror; y podemos decir orgullosos que el cine de terror argentino, de a poco empieza a dar muestras de estar creciendo. Solo falta que tenga el apoyo del público y le dé una oportunidad a este film en las salas.
Para que el sobresalto en una película de terror funcione, es necesario crear un clima propicio para que el mismo pueda surtir efecto. En la actualidad, muchas películas del género pisan demasiado el acelerador con su estética para que le quede claro al espectador que está viendo uno de sus exponentes, quitándole bastantes de las sorpresas. El buen terror es consciente que puede aparecer en cualquier momento y cualquier lugar. Una cuestión que Aterrados tiene muy presente. Siento una perturbación… En un barrio de Buenos Aires, un niño es atropellado por un colectivo. Como si esta tragedia fuese poco, el cuerpo desenterrado de la criatura aparece misteriosamente en la casa de su madre. El comisario encargado del caso decide convocar a un investigador de lo paranormal en busca de una explicación. Acompañado por dos colegas, investigarán los hechos sin saber que una presencia que no pueden percibir estará siempre un paso delante de ellos. Aterrados es una narración que descansa fuertemente en crear climas de perturbación y despertar la curiosidad del espectador. No obstante, su mayor fuerte recae en un alto nivel de detalle en lo que refiere a la investigación paranormal. Es decir, que aunque tenga el aspecto de una película de terror, el contenido de las escenas no podría responder con mayor fidelidad al sentido común y a los métodos científicos. Sigue esta doctrina al extremo de dejar algunas cuestiones inconclusas, una cuestión perdonable hasta cierto extremo ya que, en la realidad, muchos de estos casos no tienen resolución o explicación siquiera. Esa incertidumbre junto al clima que genera, es un cóctel que la historia sabe aprovechar. En materia técnica, tenemos una dirección de arte prolija de corte realista y una iluminación generosamente naturalista. Demián Rugna es uno de esos realizadores que entienden que el terror no tiene horarios; el monstruo o las ánimas pueden caer de día o de noche. Su puesta en escena es lo que consigue mantener al espectador expectante, valga la redundancia, y, desde luego, atemorizado. En lo actoral tenemos una prolija labor de Maxi Ghione como un comisario superado por estas circunstancias sobrenaturales. Él está firmemente secundado por Norberto Gonzalo y Elvira Onetto, que otorgan gran solidez a sus papeles de investigadores paranormales. Conclusión Aterrados consigue exitosamente crear un clima que mantiene al espectador entre la incertidumbre y la expectativa. Trae lo sobrenatural a un terreno humano, sin que eso signifique sacrificar aquellos elementos indispensables del genero de terror.
Hay algo raro en casa “Aterrados” es una película de terror nacional dirigida y escrita por Demián Rugna (“Malditos Sean!”, ”No sabes con quien estás hablando“). Está libremente basada en “Tienen Miedo”, cortometraje que el propio director realizó hace más de 15 años. El reparto incluye a Maximiliano Ghione, Norberto Gonzalo, Elvira Onetto, Agustín Rittano, George Lewis y Demián Salomón. Fue estrenada en la edición del año pasado del Festival Internacional de Cine Fantástico de la ciudad de México (Mórbido Film Fest), en donde ganó el premio homónimo. En un barrio del Gran Buenos Aires comienzan a darse situaciones tan incomprensibles como extrañas. Fuertes ruidos, voces, agua que tarda en irse por el drenaje, muebles que se mueven solos… pareciera que cualquier cosa pudiera ocurrir. El comisario Funes (Maximiliano Ghione) se contacta con Mario Jano (Norberto Gonzalo) para develar el misterio. Junto a Albrec (Elvira Onetto), investigadora experta en fenómenos paranormales, y Rosentok (George Lewis) el grupo se dividirá en las tres casas afectadas. Esa noche, la imaginación les jugará una mala pasada a algunos mientras que otros directamente no sobrevivirán. Al leer la sinopsis, muchos pueden creer que la temática es más de lo mismo, otra típica historia de terror que no consigue asustar. No se dejen engañar: Demián Rugna, al crear un mundo que se rige por sus propias reglas, logra innovar y hacernos pegar más de un salto en la butaca. Esto se da gracias a que el director se focaliza en la construcción de una atmósfera oscura, súper atrapante como atemorizante. Por otro lado, las buenas actuaciones de todo el reparto fortalecen la historia. No se escatima en la cantidad de sangre a mostrar, lo que hace que la experiencia sea aún más perturbadora. La intriga llega a su punto más alto gracias a unas horribles criaturas desnudas de ojos blancos, que a veces pueden hacerse visibles y generan espanto. Sobre el final se decide darle una explicación sobre cuál es su procedencia, lo que resulta totalmente innecesario. En otra escena, un chico que fue atropellado por un colectivo vuelve a estar, con un aspecto terrible e inmóvil, en el living de su casa. Situaciones así nos ponen los pelos de punta, sin embargo algunos efectos no están bien logrados, en especial el de una mujer volando y estampándose contra la pared repetidas veces. La película inicia presentándonos a la pareja de una de las casas en la que se dan los hechos paranormales. Se toma su tiempo, con una gran utilización de la música y los silencios, para conocer lo que le pasa a cada uno así como a su vecino, al que luego también le será inexplicable contar lo que le sucedió. Al centrarse en estos personajes durante su primer tramo, inevitablemente termina quedando brusco que luego la atención esté puesta en su totalidad tanto en el policía como los investigadores. A pesar de sus pequeñas fallas, “Aterrados” se alza como un buen exponente de género en la Argentina. Su desenlace da ganas de más ya que uno desea seguir asustándose siendo testigo de lo que sucede en ese vecindario. Terror del bueno no hay seguido en cartelera, por lo que ésta es una opción a tener muy en cuenta.
El género del cine de terror hecho en la Argentina no es, de hecho, muy conocido. No es que no estrenen o no se difundan, sino que las producciones suelen ser de bajo presupuesto y terminan siendo vistas en festivales de igual envergadura. No trascienden. Aterrados puede ser la que permita dar el salto. No sólo de calidad. En un barrio, o al menos, en una cuadra, empiezan a suceder fenómenos inquietantes. ¿Paranormales? Tal vez. Un hombre escucha ruidos y cree que hay una presencia maligna en su casa. No puede dormir, casi. Otro, se agota viendo -sucede al comienzo- cómo su mujer se transporta en el aire y se golpea, una y otra vez, contra las paredes de la ducha. Un niño que había fallecido aparece, de pronto, sentado en la silla del comedor diario. Demasiadas coincidencias. Suficientes para que un policía llame a un especialista, quien a su vez termina contactándose con otros dos -uno, convenientemente extranjero- para ingresar a esos hogares y tratar de dilucidar qué es lo que sucede. Aterrados hace del suspenso un leit motiv. A diferencia de otras producciones locales, no apela al gore -aunque algunas escenas impresionan, más que por su verosimilitud, por lo grotesco, como la comentada de la ducha-, pero donde Demian Rugna acierta es en la aplicación del suspenso. Toda buena película de terror debe(ría) basarse en el suspenso, no solamente los sobresaltos. Y Aterrados tiene el primero y también está sazonada con los segundos. Las actuaciones, que suelen ser el punto flojo, aquí están muy cuidadas y no parodian a sus personajes, por más que algunos sean bastante básicos (el policía que quiere terminar el asunto; la suficiencia de los estudiosos de los fenómenos paranormales). En síntesis, Aterrados es un plato entre fuerte y bien condimentado para los amantes del género en el ámbito local. No defrauda.
El cine de género argentino viene creciendo en los últimos años con la aparición de películas que son promesas para el desarrollo de este tipo de cine a nivel local. Aterrados simboliza el cumplimiento de esas promesas. Demián Rugna se juega entero a provocar miedo y gana la apuesta, sin refugiarse en el chiste o el ridículo para esconder las dificultades de asustar al público (aunque hay destellos de humor negro y nada de solemnidad). No solo funcionan a la perfección las secuencias más sangrientas o terroríficas, con una puesta en escena sólida y efectos visuales logrados, sino también el suspenso que se mantiene durante todo el film, a fuerza de un guion muy bien construido, que maneja con astucia las revelaciones del caso. Acompaña un elenco a la altura de la propuesta, encabezado por Maxi Ghione, Norberto Gonzalo y Elvira Onetto. Siempre es mejor no contar demasiado de la trama de una película de terror. Basta con decir que algo extraño y terrible irrumpe en la vida cotidiana de un barrio del Gran Buenos Aires, cobrándose vidas y generando el interés de un grupo de investigadores de lo paranormal y un comisario a punto de retirarse. Hay que destacar también la agudeza del retrato de un suburbio de clase media. Los detalles le dan al film una particularidad cautivante. Esa familiaridad y el uso de miedos comunes como punto de partida para un horror extraordinario dotan a la película de una cualidad universal y contribuyen a que cumpla con su misión de entretener asustando.
Cuando el terror está en buenas manos El opus 3 de Rugna evita los lugares comunes y la intención paródica para abocarse a una construcción narrativa efectiva y un uso del gore que no es por mero regodeo. Las actuaciones terminan de redondear una película que hace honor a un género a menudo bastardeado. “Leí su libro”, le dice una especialista en fenómenos paranormales a un colega. “Estaba muy bien encuadernado”. Es el único momento humorístico de Aterrados, una película de terror decidida a expurgar toda ironía metalingüística, todo efecto paródico, toda derivación demasiado evidente, la clase de autorreferencias sobre las cuales se edifica buena parte del terror contemporáneo. Los mejores exponentes recientes, sin embargo (Los huéspedes, La bruja, Un lugar en silencio) se deshacen de esos tics para volver a concentrarse en la paciente construcción de la historia, ladrillo por ladrillo. Algo semejante hace Aterrados, opus 3 en solitario de Demián Rugna (Haedo, 1979), quien además codirigió junto a Fabián Forte el film en episodios ¡Malditos sean! (2011), uno de los mejores logros del cine de terror argentino en los últimos años. Aterrados confirma a Rugna –cuya previa No sabés con quién te estás metiendo, esa sí una comedia negra barrial, también tenía más altos que bajos– como uno de los escasos nombres a seguir dentro del cine argentino de género, que en 9 de cada 10 casos parece hecho por adolescentes tardíos, deseosos de emular a sus ídolos. Ejercicio narrativo antes que una historia del todo redonda, Aterrados trabaja sobre dos embriones de relato, ubicados a ambos lados de una calle que recuerda los barrios residenciales de películas como Noche de brujas o Scream. Es que algunos rincones de la zona Oeste se parecen a otros del interior estadounidense. De un lado de la calle, el morador de una casa ve, o cree ver, presencias que no son de este mundo pero parecen estar ahí, en algún doble fondo detrás de las paredes. Del otro lado de la medianera, su vecina oye voces amenazantes, para desesperación de su marido Juan (Agustín Rittano), que en algún momento irá a parar a la cárcel, por motivos que no conviene develar. En la cárcel recibe la visita de tres especialistas en fenómenos paranormales, que terminarán investigando esas presencias con un equipamiento digno de Actividad paranormal. De paso investigarán también otra presencia de origen muy distinto, pero tampoco propia de este mundo (éste es el segundo cuento de Aterrados). Se trata del hijo de una vecina (Julieta Vallina), que cuatro días después de haber sido atropellado por un ómnibus volvió a casa. No hay más ligazón entre este niño que despide un fuerte olor y los seres de la vereda de enfrente que una escena que los vincula, haciendo pensar que en ese barrio están pasando demasiadas cosas raras. Ya se sabe que el terror es, por excelencia, el género que más se expone al sarcasmo, pero mientras la película en cuestión despierte tensión genuina, nervios y sustos, las costuras de guión importan poco. Aterrados lo hace, con la ventaja de la mesura y la dosificación, y el plus, esencial, del cuidado puesto por Rugna en la narración visual, entendida ésta como un encadenamiento de secuencias de adecuada progresión, constituidas por planos precisos, bellos y elocuentes. Sofisticadamente fotografiada con abundantes filtros de color y en clave baja por Mariano Suárez, brillantemente musicalizada por el propio Rugna (en un plan más orquestal que su colega John Carpenter) y editada con filo por Lionel Cornistein, éste último se luce junto a Marcos Berta en los efectos visuales y especiales. El primero de ellos, una figura visual novedosa en el género, pone los pelos de punta, a partir de una idea semejante a la de El exorcista: la de una mujer manejada como un títere por una presencia invisible, que en este caso la hace golpearse sangrientamente contra una pared. Rugna utiliza el gore en estricta función dramática, sin hacer de él un festival en sí mismo. Y recurre a ciertos tropos que no por clásicos pierden eficacia: la puerta que se abre lentamente, estirando los nervios del espectador, el juego con las zonas vacías del plano –la ventanilla de un auto, el detrás de una pared– y el desenfoque del fondo cuando asoma en él una figura monstruosa, que luego entrará en foco. El efecto sorpresa sostiene un gran momento, cuando en medio de una plácida conversación unas manos tuberosas entran en cuadro a gran velocidad y con nefastas consecuencias. El realizador pone atención también al rubro actoral, tradicionalmente descuidado en el género. Actores conocidos –Elvira Onetto como investigadora paranormal, Julieta Vallina como madre trágica, Maxi Ghione como comisario asustadizo ante lo sobrenatural– alternan con otros menos. Entre éstos se lucen particularmente el nombrado Rittano y, sobre todo, Norberto Gonzalo, solidísimo como otro de los cazafantasmas en serio.
Por fin una de terror argentina, con argumento, espesor, que provoca miedo y que no recurre a los lugares comunes del género tan archiusados en tantas películas olvidables, hecha por metro, que pueblan nuestras carteleras. Ya desde el comienzo queda establecido el suspenso por el terror paranormal que se instala en tres casas de un barrio como cualquier otro del cono urbano bonaerense. Casas tan comunes como las de sus vecinas, el horror no necesita castillos, iglesias abandonadas, cabañas en el medio de un bosque. Simplemente se instala en lo cotidiano. Y el efecto es todavía peor. Entre una mujer que se autodestruye, cadáveres que no se quedan quietos e insisten en sus visitas, objetos que se mueven y seres que observan insistentemente a los que duermen, no queda espacio i para lo obvio. Un argumento entretenido, que cuando se arma no larga al espectador, para asustarlo y mantenerlo en vilo. Un policía joven, uno retirado y experimentado en sucesos paranormales, una veterana investigadora y su asistente, intentaran desentrañar lo que ocurre en ese triángulo barrial infernal. Con buenas actuaciones de Maxi Ghione, Norberto González, Elvira Onetto, Demián Salomón, Agustín Ritano. El director Demián Rugna se consagra con este film.
Aterrados, de Demián Rugna Por Ricardo Ottone Demián Rugna no es un nombre nuevo para el cine de género local. Su primer largometraje The Last Gateway (2017), hablado íntegramente en inglés y con ambientación norteamericana pensado para un mercado internacional, es un film de terror sobrenatural de lo que a veces se suele llamar horror cósmico, mientras que su segundo largo en solitario No sabés con quién estás hablando (2016) es una comedia negra policial ambientada en el conurbano bonaerense. En el medio co-dirigió junto a Fabián Forte (La corporación, el muerto cuenta su historia, entre otras) el film en episodios Malditos sean! (2011), con tres historias de terror unidas por un personaje a la manera de Creepshow (1982), Dos ojos diabólicos (1990) o incluso las viejas películas de la productora inglesa Amicus. Esta filmografía breve pero consistente lo tiene como uno de los referentes en el campo cada vez más prolífico del terror nacional. Su último film, Aterrados, se encuadra nuevamente dentro de este género y se podría pensar como una mixtura entre elementos de los dos anteriores. Por un lado la ambientación en algún barrio de clase media del conurbano con personajes claramente reconocibles en esa extracción y por otro lado los temas y la atmósfera de su opera prima. En aquella se abría una puerta al infierno por donde pretendían pasar a nuestro plano de existencia unas criaturas demoníacas con formas de pesadilla y pésimas intenciones. Ahora, en Aterrados, nuevamente está en juego este intercambio entre dos dimensiones o más bien el pasaje paulatino a este lado de entidades que pretenden tomar este mundo por asalto de la forma más dolorosa posible. Los protagonistas son un grupo de vecinos que sufren las consecuencias de estar instalados en el lugar equivocado, un comisario a punto de pasar a retiro y un trío de investigadores de lo paranormal que ven en la emergencia de estos fenómenos la posibilidad de confirmar sus teorías oscuras lanzándose al trabajo con tanto entusiasmo como imprudencia. Como la invasión de lo sobrenatural ocurre en las casas contiguas de un barrio suburbano y en principio asistimos a las experiencias terroríficas de sus ocupantes, es inevitable que los primeros referentes que acudan sean los del género casa embrujada, también por la presencia de los Investigadores de fenómenos paranormales que vienen a instalarse con sus equipos. Películas como al reciente El conjuro (2013) o clásicos del género como Poltergeist (1982). Aterrados toma elementos de este tipo de películas y también algo del horror oriental de principios de este milenio, por ejemplo en la escena de los golpes en la pared que tiene algo de Ju-on (2002). Pero seguramente el referente principal está en el universo de Clive Barker y su saga de Hellraiser. Se trata de un terror sobrenatural pero también corpóreo, carnal, algo que ya se podía rastrear en The Last Gateway donde la puerta del infierno se ubicaba en el mismo estómago del protagonista. Una influencia que también se percibe en la presencia de ese universo paralelo superpuesto y hostil en el que sus habitantes, cuando pasan a este lado, vienen con ganas de poseer los cuerpos y mortificar la carne. Rugna construye con acierto una base realista para lograr que lo fantástico tenga una base donde asentarse y lograr un verosímil. Sus escenarios, sus personajes y sus diálogos son creíbles y fluyen naturalmente, algo que no siempre se logra en el género y en particular en sus variantes locales. Su miedo se basa en la creación paciente de atmósferas que preparan el terreno para una irrupción eficaz del horror, en el manejo sutil de recursos, en velar, mostrar a medias, en el uso de la luz, la penumbra y en particular un aprovechamiento del sonido de un modo más rico que el frecuente golpe de efecto chirriante. Y también en la dosificación sutil de los FX, en algunos casos acudiendo a lo digital pero a la vez al efecto físico, lo cual contribuye a esa sensación de presencia tangible y orgánica. Rugna se toma el género muy en serio, con conocimiento de sus códigos y recursos y la voluntad firme de provocar miedo. Con Aterrados valida su lugar de referente y consigue uno de los más interesantes films de terror hechos en Argentina en los últimos años. ATERRADOS Aterrados: Argentina. 2017. Dirección: Demián Rugna. Intérpretes: Maxi Ghione, Norberto Amadeo Gonzalo, Elvira Onetto, George Lewis, Agustín Rittano. Guión: Demián Rugna. Fotografía: Mariano Suárez. Edición: Lionel Cornistein. Sonido: Pablo Isola. Dirección de Arte: Laura Aguerrebehere. Producción: Raimundo Bassano, Fernando, Díaz, Andrea Kluger. Distribuye: Aura Films: Duración: 87 minutos
Terror paranormal Con Aterrados (2017), el realizador de cine de terror fantástico Demián Rugna se mete de lleno en el género, dejando de lado los atisbos de comedia paródica en las anteriores No sabés con quién estás hablando (2016) y Malditos sean! (2011). El resultado es un film de terror paranormal en el cual se destaca su factura técnica y particular protagonista. En un barrio de casas bajas vive una pareja que escucha extraños ruidos en la noche. En una sucesión de eventos que no tiene nada que enviarle a los potentes comienzos de películas mainstream del género, se devela una presencia fantasmal de otra dimensión que ataca, enloquece y vuelve a la vida a los muertos del lugar. Pero ninguno de estos personajes se hace cargo del protagonismo de este relato hasta que aparece la investigación policial/científica detrás de los acontecimientos. Entonces aparece el Inspector de policía que personifica Maximiliano Ghione -en una mezcla entre Bruce Willis y Federico Luppi- con su grupo de científicos paranormales para resolver el misterio detrás de los crímenes. A partir de ahí tenemos una suma de zombis, apariciones fantasmales y personajes al borde de la locura. Como es habitual en este tipo de relatos, el raciocinio se contrapone a los inexplicables sucesos, y hay que entrar en el orden de lo fantástico donde las explicaciones exceden la verosimilitud del relato El dato de color lo agrega su personaje principal, el inspector de policía en inferioridad de condiciones, con problemas físicos y psicológicos que lo aquejan y hacen vulnerable a los múltiples episodios. El tipo tiene un argentinismo infundado en el timbre de voz para soltar puteadas en homenaje a Federico Luppi, mientras que juega al héroe trágico que sufre en cada escena por no estar “a la altura” de las circunstancias. Todo un personaje en sí mismo, cuyo registro actoral se destaca del resto, quienes componen personajes secundarios de menor mesura. Aterrados tiene lo mejor en su trabajo técnico: la edición de sonido es fundamental para el desarrollo de climas y golpes de efectos muy bien logrados, la iluminación prefigura los espacios y cierra ideas acerca de los universos que conviven, mientras que el montaje maneja una precisión quirúrgica a la hora de elegir qué sí y que no mostrar. El despligue técnico suficiente para poner al cine de género nacional un escalón por encima de su marca habitual.
Más que interesante la propuesta de Aterrados, que lleva el terror ya clásico, con todos sus clichés, al conurbano bonaerense. Vecindario tranquilo, donde los vecinos se conocen, al punto de putear con nombre propio hacia la pared lindera cuando suenan golpes extraños y repetitivos en plena madrugada. Los ruidos de los caños, de los muros, son lo primero que distorsiona la rutina de estos personajes, hasta que un niño muerto que no está tan muerto determinará la llegada de expertos en fenómenos paranormales, a la Conjuro. Es una científica de lo oculto (Elvira Onetto), su socio extranjero y el exforense, convocado por el comisario (Maxi Ghione), que es el único policía capaz de quedarse como el deber manda en lugar de salir corriendo presa del pánico, como hacen sus subalternos. O sea, un poco de humor, y hasta de costumbrismo, entre sofisticados expertos y agentes de barrio. Y entre las capas de sustos que van alejándose de los ruidos para, digamos, corporizarse. Aterrados consigue lo insospechado: meter miedo, divertir y que se te haga corta.
La dimensión desconocida Llega a las salas argentinas un nuevo exponente del cine de terror argentino. En esta oportunidad llega el turno de Aterrados de Demián Rugna (Malditos Sean!, The Last Gateway, No sabes con quién estás hablando). Si bien no es una película episódica, se construye un relato colectivo sobre los vecinos de un barrio de conurbano bonaerense que se ve sacudido por varios acontecimientos sobrenaturales. El Comisario Funes (Maxi Ghione), a punto de ser dado de baja por enfermedad, será quien busque la ayuda de tres expertos en estos fenómenos para descubrir lo que está pasando. Uno de los grandes aciertos es que el director se mete en un escenario poco explorado dentro del género nacional, no hay grandes mansiones o lugares alejados, todo sucede en un barrio común y logra trasladar bien esa identificación con cualquier vecindario del Gran Buenos Aires. Los climas están bien creados y si bien los sobresaltos están presentes, no abusa del recurso: ya la historia se sostiene por sí misma. Aterrados, exhibida en el último Festival de Cine de Mar del Plata con una gran recepción del público, es una buena película de terror pero también es importante porque se suma a Hipersomnia (2016) y Luciferina (2018), que tuvieron estreno comercial, poniendo el foco en lo necesarios que son proyectos de este tipo.
Crítica emitida en radio.
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Es redundante hablar del crecimiento exponencial que el cine de género nacional viene gozando en la última década. No solo por las producciones sino también por la distribución y difusión de extrema importancia -como lo son el Buenos Aires Rojo Sangre o el Blood Window-, es que el cine de género ha pasado de ser cosa amateur a una forma de relatar concisa y seria. De la mano de un experimentado como Demián Rugna llega Aterrados que, a pesar de lo tendencioso y poco discreto de su título, quizás represente una de las propuestas más atractivas del terror nacional.
Los vecinos de un barrio comienzan a experimentar cosas realmente espantosas y difíciles de explicar, en esta excelente película de terror nacional, probablemente uno de los mejores exponentes del genero fantástico que se haya filmado en la Argentina. "Aterrados" no sólo incluye originales imágenes sobrenaturales sino que está narrada de una manera exacta a pesar de que la historia se cuenta de una manera no lineal, fragmentando las crónicas de los distintos vecinos que encuentran que sus casas están siendo invadidas por fenómenos extraños, y nada amigables. Además, todo esto redunda en situaciones terroríficas capaces de hacer saltar al espectador de su butaca. Basta el prólogo con una mujer que asegura que escuchó voces desde el desagüe de la pileta de la cocina diciendo que la van a matar: lo que sigue es indescriptible, no apto para público cobarde, ya que el talentoso director Damián Rugna se las arregla para filmarlo a todo detalle. En "Aterrados" hay de todo, desde fenómenos paranormales a seres extraños que salen de debajo de la cama mientras la gente duerme, y hasta niños zombies. El guión, escrito por el propio director, mantiene en vilo al público sin revelar demasiado sobre lo que está sucediendo, estrategia que ayuda a que el interés no decaiga durante los sobrios 90 minutos de proyección. "Aterrados" es un gran film, nada pretencioso, técnicamente solvente y con muchas escenas que dan miedo.
Publicada en edición impresa.
Tal vez el cine de género argentino haya encontrado a los interlocutores necesarios para poder contar historias, que, por más que sean trilladas y que trabajen sobre una base de precedentes ya conocidos, puedan, en la luminosidad de su acercamiento, en la habilidad de su mirada para presentar nuevas formas, ir configurando un panorama distinto, sólido y potente sobre aquello que cuentan. “Aterrados” (2017), de Demian Rugna, transita su relato con una solidez impecable, dividiendo su narración en un primer acto potente, áspero, oscuro, tenso, un segundo capítulo revelador y eficiente, y un desenlace apresurado, que no responde a la madurez inicial con la que se habían presentado los conflictos. Hay algo raro en dos casas contiguas, unos extraños golpes convierten la estancia de una joven pareja en una pesadilla. Un niño desaparece, su madre lo busca sin lograr resultados, o con los resultados menos esperados. Una misteriosa figura avanza en la soledad de la noche buscando presas. De la pesadilla inicial, Rugna, nos aleja precipitadamente, sabe que el impacto de algunas escenas tiene que ser rápidamente olvidado. Su escogido es dirigirse hacia otros rumbos, uno tal vez menos sórdido, igual de oscuro, pero con la confianza de poder pasar del terror al policial sin mediar respiro. “Aterrados” es un film que prefiere, desde la forma, acercarse a películas que construyen una relación con los personajes muy cercana, atrapante, de imposibilidad de escape de ellos con los espectadores y de los espectadores para con ellos. Tal vez en esa decisión, en la que la cámara envuelve al protagonista, un hombre acechado por ruidos y espectros (nunca se sabe en qué medida ambos son responsables de la locura que vive), por desapariciones imprevistas y por fenómenos inexplicables, hay también una estratégica puesta en escena en la que se privilegia el respeto por el espectador y un tempo acertado para construir las características de los personajes. La forma también avanza en laberintos inexplicables, con la aparición del niño como amenaza, de la figura de un menor que asombra por el verosímil que de él se desprende y sobre el cual la segunda parte del relato buscará explicaciones, generará tensiones, y, principalmente, buscará en el efecto sorpresa su potencia. “Aterrados” asusta, mucho, pero va cediendo la tensa situación del espectador porque prefiere bucear en la tentación de configurar una historia que peca de efectista cuando más se necesitaba que se apoyen y avalen los cimientos sobre los cuales fue configurando su universo. Así y todo, en la propuesta global, en la ambiciosa decisión de dejar fuera clichés relacionados a la juventud y la belleza, en la épica de sus héroes, en la disolución de conflictos parentales, y, principalmente, en la verosimilitud de sus enunciados, termina por configurar una propuesta única, diferente, atrapante, que permanecerá latente en los espectadores por mucho tiempo de finalizada la proyección.
Haciendo su aporte al gran momento que atraviesa el cine de género en nuestro país, "Aterrados" de Demián Rugna, es una apuesta al terror más puro y escalofriante. Nadie podría pensarlo. Hace apenas una década o menos, hablar de una película de terror en nuestro país, era encontrar un oasis en el desierto. "Aterrados", la nueva película del director de "The Last Getaway", viene a colocarle un broche de oro a lo que viene siendo un tiempo maravilloso para hablar de horror autóctono en la cartelera. Hace ya un par de años que las producciones aumentaron en cantidad, y los más importante, en calidad. Y ahora, este 2018 nos encuentra diciendo que estamos frente al quinto estreno de ese género en estos primeros cinco meses ("No dormirás", "Necronomicón", "Los Olvidados", y "Luciferina", son las anteriores) ; todas películas diferentes entre sí, con diferentes niveles de producción, todas muy valiosas y aprobadísimas en lo suyo. Y eso que excluimos del conteo algunas que tratan al terror tangencialmente como la muy recomendable El sereno y Lucy en el infierno. Aterrados viene recorriendo un camino increíble, y no es para menos. Desde sus primeras pasadas en festivales como el de Mar del Plata, Buenos Aires Rojo Sangre, Blood Window Pinamar, Sitges, Mórbido, FrightFest, o BIFFF, los comentarios son solo elogiosos; y se corrió el más que fundado rumor, "Aterrados" es la película de terror argentina definitiva. ¿Por qué semejante calificativo? Luego de tres películas como "The Last Getaway", "Malditos Sean! "(en conjunto a otro gran realizador como Fabián Forte), y la aún inédita comercialmente (a ver cuándo encuentra lugar esta otra desopilante joya) No sabés con quién estás hablando, Rugna modifica su estilo en el que perfectamente conjugaba el cine de género (terror, acción, o policial) con el humor negro, paródico y bizarro; por un tono clásico, seco, serio, y absolutamente aterrador, valga la redundancia con el título. Todo comienza en un típico barrio de suburbano. Una pareja (Agustín Rittano y Natalia Señoriales) escucha ruidos extraños, de pronto, veremos cómo uno de ellos culmina en una reacción inesperada y pavorosa. En el mismo barrio, el vecino de al lado (Demián Salomón), también es acosado por ruidos permanentes, y una presencia extraña; y Alicia (Julieta Ballina), la vecina de en frente, sufre la pérdida de su hijo trágica y confusamente. ¿Creían que todo terminaba ahí? No, esto recién empieza, faltan varias desapariciones abruptas, y algunas reapariciones no tan felices. El guion, también a cargo de Rugna, se encarga de fragmentar la historia, hacer juegos de campo, espacio y tiempo. Así, se estructura en dos “segmentos”. Por un lado, los hechos paranormales sufridos por los vecinos, a cargo de unos seres espectrales que pueden salir de donde menos los esperamos. Por el otro, la investigación policial liderada por el inspector Funes (Maxi Ghione). Funes, que se relaciona directamente con el caso a través de su ex pareja Alicia, contará con la ayuda del forense Mario Jano (Norberto Gonzalo), y dos exponentes del saber sobrenatural, la doctora Mora Álvarez (Elvira Onetto), y e Doctor Rossentock (George Lewis). La investigación irá tomando forma, hasta llegar a la clásica exploración de campo, en la que todos los personajes deberán pasar una noche encerrados junto a estos seres con pérfidas intenciones. Si creen que conté demasiado, no se preocupen, Aterrados tiene mucho más para ofrecer. Este modo de estructutar entre la historia de las víctimas, y la investigación que deriva paranormal, claramente nos remontará a Insidious – La noche del demonio. Sin embargo, Rugna pisa fuerte allá donde la dupla James Wan – Leigh Whannell flaqueó. En aquel film de 2010, el drama de la familia protagónica que veía cómo su hijo era utilizado como canal interdimensional, dejaba lugar a una cacería a cargo de un grupo de cazafantasmas con tintes cómicos y relajados,, cambiando el tono del film totalmente. Rugna, por otro lado, mantiene un ritmo constante, siempre en ascenso, apretando las clavijas allí dónde hay que ajustarlas, y no dejando lugar para la parodia. Como espectadores nos aferramos a la butaca de la tensión, y podemos ser víctima de varios sobresaltos adecuados, nunca traicioneros o propios del falso jump scare. Demián Rugna hizo una de terror en serio. Con un acabado técnico riguroso, que prescinde de grandes artilugios, y vuelve al horror más básico, apoyado en una potente banda sonora, y monstruos que realmente causan espanto; Aterrados se destaca también por ubicarse a la par de varias producciones clásicas a las que homenajea pero no imita. Podemos ver indicios de "Poltergeist", "The Changelling-Al final de la escalera", y hasta "El exorcista"; pero no se siente como copia menor, sino como inspiración y actualización; tal como debe ser. Otro gran y definitivo acierto son los personajes. Las víctimas sufren y trasladan el dolor y la desesperación a la platea. Los encargados de la investigación se ven como personajes reales, bien argentinos y puteadores sin caer en el exagerado ni pisar el neutro. Todo esto, obra del guion y de las interpretaciones logradas en su conjunto. Mención aparte para Elvira Onetto, puro carisma y compromiso para un personaje de esos que pasan al recuerdo de la historia del terror. La doctora Móra Álvarez es pasión. Demián Rugna da un paso definitivo dentro de los grandes realizadores de terror con "Aterrados", una película que sólo el tiempo dirá pueda cumplir su destino de clásico del género. Elementos elogiosos le sobran.
Tenemos todo un mes entero hasta alcanzar la mitad de este año y la industria de cine nacional no para de intentar seducir a los espectadores con una seguidilla de películas del género terror (para bien o para mal). Aterrados de Demián Rugna firma un fin de transición y, como todo fin, éste puede ser bueno o malo. Afortunadamente estamos hablando de una película que marca un grado cercano a la excelencia en el cine de género nacional. Sobre la película: Aterrados introduce al espectador en 3 diferentes experiencias “sobrenaturales” en el radio de una comunidad vecinal bonaerense. Tras los desenlaces de estos hechos sobrenaturales, se pone en funcionamiento una investigación en conjunto con especialistas del campo paranormal con el objetivo de encontrar la fuente de estos trágicos eventos. No hace falta aclarar que la investigación no sale como todos esperaban. Demián Rugna dirige y también escribe el guión de este film de terror sobre “cucos bajo la cama y pesadillas infernales”. Rugna, con una destreza asombrosa le muestra al público exactamente lo que éste desea y lo hace de una forma directa y aplastante. Casi pecando por lo predecible de la acción en servicio de homenaje, Rugna sorprende con su forma de plasmar sustos sencillos y extremadamente eficaces; tenemos escenas clásicas al estilo “ahora me ven, ahora no me ven”, como también horror desenfrenado que funciona en conjunto con el gran trabajo de efectos especiales a cargo de Marcos Berta. En actuaciones expone a grandes talentos que demuestran, sin mucho esfuerzo, una habilidad nata frente a la cámara. Maximiliano Ghione va ganando poco a poco su rol protagónico poniendo la palabra “antihéroe bonaerense” en nuestra mente. Ghione utiliza su distintivo carácter actoral y posibilita fusionar la acción del horror junto con una singular dosis de humor secundario, Ghione merece una grata mención especial por este papel. Acompañan muy bien Elvira Onetto, Norberto “Bocha” Gonzalo, entre otros. Aterrados es una gran película de terror nacional, así de simple. La película demuestra que toda su realización fue hecha con amor y respeto por el género y es un ejemplo de cómo hay que hacer las cosas si se quiere ganar el respeto y admiración del espectador. Valoración: Muy Buena.
Si algo bueno tiene "Aterrados" es que cumple con el cometido básico de toda película de terror: asustar. Es que meter miedo en una película de género parece un tema olvidado de muchos directores, que por apostar a lo seguro terminan cayendo en yeites de eficiencia probada y cero sorpresa. Bien, "Aterrados" no sólo asusta sino que su historia, que transita entre lo paranormal, el misterio y el suspenso terrorífico, está preparada para el mercado internacional pero desde una propuesta de neta cepa argentina. La historia de la película, que ya ganó el premio Mórbido en el festival mexicano Mórbido Film Fest y estuvo en la última competencia argentina del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, está ambientada en un barrio del conurbano en el cual suceden cosas extrañas, como objetos que se mueven, voces que salen del más allá y canillas que empiezan a gotear. Pero todo se complica cuando la muerte entra de golpe, despiadada, y sin nada de previo aviso. A partir de allí habrá científicos paranormales, policías y detectives que intentarán descubrir qué es lo que provoca esos crímenes truculentos. La película incluye escenas realmente aterradoras, que se sostienen por la trama y el in crescendo del suspenso. Un filme que seduce al público de culto y del cine comercial.
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TERROR EN SERIO Unos pocos minutos le alcanzan a Aterrados, la película de Demian Rugna, para convencernos de que es probablemente la mejor película de terror argentina de los últimos 10 años por lo menos. Es que la intensidad y la calidad del prólogo, contundente y bien actuado, está a años luz de cualquiera de los últimos exponentes locales del género. En el film se dan una serie de hechos sin explicación, que involucra la presencia de muertos vivos, desapariciones misteriosas y voces que emergen desde los drenajes. Digamos que el cine de terror a nivel mundial está en un especie de crisis, no de cantidad de producción ni de público -ya que siempre se consume cine de terror, como lo demuestran las cifras de taquilla semana a semana-, sino que de calidad. Hay formas y temas gastados, y pocos buenos directores incursionando en el género que supo ser la cuna de grandes autores. Y esto lo podemos comprobar con estrenos recientes que evidencian una calidad bastante pobre. Es cierto que la película de Rugna sufre el mal del cine y la televisión nacional, con actores secundarios que no están a la altura, y sin embargo esto no arruina la experiencia. No sólo triunfa en los efectos y los climas, sino que también tiene un buen guión y un director que tiene clarísimo lo que quiere contar y cómo lo quiere contar. Aterrados es pura solidez, y también un oasis.
Golpes en la pared, cañerías de sonidos guturales, huellas de sangre reseca, presencias bajo la cama. Todo un repertorio que crece aún más. Que oficia como hilo y aguja dedicados a suturar una película que recurre a tópicos ‑apariciones, posesiones, zombies, maldiciones‑ para perfilar un micromundo de barrio, encerrado en una cuadra, apenas unas casas. Con personajes que aparecen para desaparecer y permitir sean otros los protagonistas. Flashbacks y flashforwards delinean el entramado donde se interna y queda adherido el espectador. Se trata de Aterrados, la cuarta película de Demián Rugna y, parece ser, es el film que viene a ratificar de una vez la buena y próspera vida para el cine de terror argentino. Basta con repasar el estreno sucedáneo, de un tiempo a esta parte, de títulos como Necronomicón: El libro del infierno, Los olvidados, Luciferina, en la procura de vencer un nicho específico que permita la respuesta de otros públicos: como la de ese mismo espectador que no duda en elegir una película de terror norteamericana o coreana. Con Aterrados parece que el asunto comienza a conocer, felizmente, una variación. Sea porque el género se lo merece ‑dada la cantidad y calidad de títulos realizados, cada vez mayor y mejor‑, pero también porque Aterrados es una gran película. Como se señalaba, el film de Rugna utiliza elementos fácilmente reconocibles, repartidos en infinidad de películas parecidas. En virtud de un mismo propósito, Aterrados se sitúa en un barrio porteño que no es definido; tranquilamente, podría pensarse en alguno de esos suburbios por donde transcurre mucho del terror norteamericano. En este sentido, el primer film de Rugna ‑The Last Gateway, 2007‑ no sólo se valió de esto de modo explícito ‑inventando una localidad de nombre Pleasantville‑ sino que hizo hablar en inglés a sus personajes. El terror cinematográfico ha instalado marcas verosímiles con las que hay que necesariamente dialogar: algo que supo hacer el mismísimo Emilio Vieyra con Extraña invasión. Si en aquel film de Rugna el condicionante era aceptado para jugar con él, en Aterrados se lo asume y reelabora desde una cotidianeidad que todo espectador ‑y no sólo quien sea habitué del género‑ podrá apreciar. Es por eso que el film significa un salto cualitativo. Por otra parte, Aterrados es también una profundización en cierta concepción del horror que ya latía en The Last Gateway, para vestirse ahora de una concepción formal, por depurada, más elegante. Si en aquella película el horror provenía de un arroyo lleno de excrementos, merced a una ebullición intestinal ‑que profanará inodoros de hotel y agentes del Vaticano‑, ahora se trata de un monstruo polimorfo escondido, de venas que son tuberías, repartidas por todas las casas, vinculando secretamente las vidas de quienes no se saben observados. De esta manera, a través del desagüe, tras una grieta en la pared, hay algo que espera. El agua tiene algo que ver. Sus microorganismos guardan vida, la que se bebe de la canilla, con la que se lavan los platos y se enjuagan los cuerpos. El aviso al niño, por esto mismo, es de alerta. Pero el susto, también, determina el destino trágico. Filmar la muerte de un niño no es algo fácil, no son demasiadas las películas que se han atrevido. Aterrados no sólo lo hace, sino que al mismo tiempo provoca una de las imágenes que, se intuye, habrá de ser arquetípica para el género mismo: la del niño cadáver con el vaso de leche. Si la figura del muerto es efigie en todo concepto vinculado al terror ‑algo que el film expone de manera artesanal, real, sin factoría digital‑, la desolación enloquecida de la madre tal vez sea, justamente, la mejor expresión del horror. Por tocar un ánimo semejante, el film de Rugna se atreve de manera intuitiva y perspicaz en la conformación de un tejido de miedos compartidos, en donde nadie está exento de lo que le sucede al otro. Aun cuando las paredes y puertas guarden vidas particulares, encerradas, entre todos ellos hay una relación ineludible, de cercanía y convivencia (es esto lo que también da forma al miedo que se entreteje en Malditos sean!, el segundo film de Rugna, codirigido con Fabián Forte). Vale señalar que el terror, los miedos, son compartidos socialmente. Nadie está exento de este sentimiento. Es más, y no casualmente, el niño fallecido tendrá su réplica en el amigo, hijo de la vecina. Sólo un tapial separa las casas. Dos familias muy parecidas, sin embargo es una de ellas a quien golpeó la mala suerte, lo inexplicable.Es en la elucidación de este misterio donde intervienen un equipo policial y otro paranormal, imprevistamente reunidos. Ahora bien, lo todavía mejor que permite la propuesta de Aterrados es la constatación de un clima de angustia generalizada. El ánimo de sus personajes es fúnebre, las puertas de las casas están cerradas (en Halloween, de John Carpenter, pasaba esto mismo), y lo que aguarda parece tenebroso; y esto es algo que ‑se quiera o no‑ termina por ser radiografía de un malestar de época. Habrá que estar atentos a cómo estas películas plasman tales cuestiones, porque es en estos síntomas donde puede descansar una mirada lúcida, que sin pretenderlo culmine por ser un signo inequívoco de su tiempo. Es para preguntarse, por ello mismo, por qué es ahora cuando el terror argentino tal vez conozca uno de sus mejores momentos: Aterrados espera lograr una importante proyección internacional, y ojala así sea, ya que también rebotaría en la suerte de los demás títulos y creadores. Por esto mismo, el cine permite catarsis, y ahí está Aterrados para permitirla. Una angustia que se identifica, se proyecta, pero que no por ello desaparece. Peor aún, parece que es ella quien gana la partida. El buen cine de géneros sabe cómo decir sin ser explícito. Y Aterrados se inscribe en esta tradición.
La película de terror nacional que se estrena este jueves en más de 70 salas es uno de los mejores títulos de este género entre los hechos en los últimos años en la Argentina. Una historia que mezcla lo fantástico con lo sobrenatural, protagonizada por Maxi Ghione, Norberto Gonzalo, Elvira Onetto, Demian Salomón y Agustin Rittano. De lo mejor que se ha hecho en el cine de género argentino reciente, la película de Rugna funciona muy bien como thriller fantástico y como película de suspenso y terror sobre extraños fenómenos sobrenaturales. Todo empieza cuando un hombre comienza a sentir ruidos extraños que en apariencia vienen de la casa del vecino para finalmente darse cuenta que esos golpes en la pared están siendo causados por su mujer quien, poseída por algún tipo de ente, rebota entre las paredes de la bañera, como si a Janet Leigh en PSICOSIS la sacudieran por los aires en lugar de acuchillarla. Y termina muriendo. A su marido la acusan de matarla ya que, evidentemente, su justificación es bastante poco creíble para la policía, pero no habría película de no existir un grupo de especialistas (dos hombres y una mujer) que sospechan que algo raro está pasando en la zona. Lo interrogan acerca de sus últimas semanas y la película, en buena parte de su metraje, se dedicará mediante un raro uso del flashback, a poner al espectador en esa situación fantástica. Esta suerte de versión seria y local de GHOSTBUSTERS tendrá que lidiar con apariciones, niños muertos que no mueren del todo y siguen de algún modo “activos” y otros fenómenos inexplicables y paranormales que irán dejando más muertos en el camino, incluyendo a policías y a miembros del grupo investigador. La película de Rugna funciona por su trama concisa y, dentro de los parámetros del género, coherente. Los efectos especiales también funcionan muy bien y es especialmente destacable su fotografía, que ayuda mucho a crear el clima necesario para que se produzca aquello que se da en llamar la “suspensión de la incredulidad”, hecho necesario para que películas con este tipo de planteamiento funcionen. Eso, además de buenas actuaciones (otra habitual debilidad del género en su variante local, que aquí está resuelta con los muy buenos trabajos de Maxi Ghione, Agustin Rittano y Elvira Onetto, entre otros) hacen que ATERRADOS se ubique entre lo más logrado del cine de horror nacional.
Sin temor a tomar como disparadores situaciones y arcos argumentales que vienen replicándose en la escena del género, Aterrados logra ser una propuesta original dentro del terror local, cargando sobre sus hombros, gracias a una expectativa generada por una eficaz repercusión, la titánica tarea de imponer una nueva vara para producciones de este tenor. El terror despierta más fanatismo y consumismo cultural que otros géneros. Sin ir más lejos, y para no abusar de ejemplos internacionales, en nuestro país existen diversos festivales abocados a producciones del estilo, existen concursos que buscan y premian obras de ese tipo y hay eventos que le rinden homenaje a su imaginario. Como todo lo que en primera instancia resulta subestimado, el terror terminó generando un laboratorio de realización y exposición más que interesante. El costado sombrío es que el terror no está exento de ser tierra fértil para mercenarios que se aprovechan de los declarados fans que no pueden negarse frente a premisas ya desgastadas, siempre con la esperanza de que haya una vuelta de tuerca novedosa o un punto de vista innovador, dando por resultado un panorama que arroja más decepciones que aciertos. Por suerte el terror gesta también una rebeldía consensuada y honesta, muchas veces ligada a la posibilidad de formar parte desde la poca inversión, la autogestión, el ingenio, el margen. Siempre desde la pasión de entender códigos, disfrutarlos, subvertirlos. En Argentina hay realizadores independientes que han logrado imponer su voz con frescura y haciendo alarde de una gran creatividad a la hora de plantear una historia o bien resolver cuestiones técnicas con presupuesto reducido. Demián Rugna tiene un extenso curriculum dentro del género, cosechó premios y menciones tanto locales como en el exterior, y Aterrados, su nueva apuesta, llega a los cines luego de arrasar en festivales. No es difícil entender, entonces, que despierte, entre el público y realizadores afines, un particular interés. Blumeti (Agustín Rittano) fue testigo de la muerte de su esposa en un episodio sobrenatural. Nadie cree en sus declaraciones y está preso, culpado de un crimen que no cometió. Su única esperanza son tres investigadores paranormales que se proponen ayudarlo: creen en su versión de los hechos y confían en que pueden conseguir evidencias que lo liberen de su injusta condena. Para eso deberán buscar el origen de esa oscura fuerza que pareciera haberse adueñado del vecindario. Sí, porque lo que Blumeti presenció es sólo una de las tantas formas que lo extraño adquirió para materializarse: desapariciones inexplicables, susurros que brotan burbujeantes del desagüe, muebles que se mueven solos y muertos regresando a la vida son otras de las cosas que suceden en ese ya nada tranquilo barrio. Los investigadores estarán acompañados por Funes (Maximilano Ghione), un comisario con problemas de salud que está a punto de retirarse y que no puede menos que admitir que hay algo aterrador en lo que está sucediendo. Es en este personaje que se encuentra uno de los pilares de Aterrados. Funes tiene miedo, no puede ser escéptico aunque se nota que es lo que más desea, se ve obligado a creer y presenciar, y es su confusión, su horror ante lo innegable, lo que nos sirve de puente empático. Stephen King escribió alguna vez que hay dos géneros difíciles por excelencia y definición: la comedia y el terror. ¿Por qué? Fácil: la comedia mal hecha da miedo y el terror poco eficaz causa risas. Refuerzan la teoría del rey del terror la cantidad de parodias a largometrajes cuyo motivo principal era asustar. Hay en ese oscuro espacio simbiótico un conflicto de voces, muchas que leen apenas la superficie de una búsqueda ulterior, dejando de lado otras perspectivas, quizás las que intentan exponer un sentimiento legítimo tan válido como cualquier otro: a veces un buen humor exaltado, a veces una parálisis al recordar que el mundo sigue siendo un misterio. ¿Qué se esconde tras esa relación entre las risas y los gritos? El terror, lo fantástico, apela a una conciencia niña, menos analítica, por tanto menos corrompida, donde el temor es real. La adultez implica reírse del miedo no racional. O enloquecer en el proceso. Entre la turbiedad y la inocencia se erige la piedra angular de este sentir tan contemporáneo y ancestral. Y Aterrados lo sabe. El verosímil del terror busca, de un modo u otro, desarticular un sistema de creencias, no desde la carcajada cínica sino desde el escalofrío profundo. Dentro de este panorama, Aterrados marca una diferencia, significa un alto en el camino: está nutrida por el presente del género, tiene sus mismos puntos débiles a la vez que logra hacer buen uso de sus virtudes conquistadas. Por sobre todo: no da risa. Nos obliga, con un trabajo de arte y fotografía que terminan de generar el clima adecuado, a tomarla en serio. No hay abusos de golpe de efecto, más bien una apuesta que explora el miedo más primitivo, que no olvida que debajo de la cama o adentro del placard siguen siendo lugares peligrosos. El terror está vivo y se manifiesta tentador, incluso a veces como trinchera discursiva contra la solemnidad, apostando al buen entretenimiento y la causa. La meta del terror no es sólo asustar, sino generar más terror. Aterrados lo logra, plantea un universo atractivo, rico, versátil, genera tensión, resuelve situaciones con buen pulso, habla de un entendimiento del susto y el drama, aún con sus defectos: hay algunos cabos sueltos y la profundidad de una subtrama, que nos sirva de hilo conductor mientras las experiencias ectoplasmáticas se multiplican, se desdibuja pero sin nunca expulsarnos de la película.
Noche alucinante Aterrados es una película sin vueltas. El terror es uno de los géneros más honestos y directos que tiene el cine, y Demian Rugna lo celebra. La trama apuesta por la simplicidad y la intriga, pero sabiendo que la única manera de que el horror permanezca con nosotros es negándose a cerrar el paréntesis abierto por la irrupción del mal en el mundo cotidiano, rehuyendo el ordenamiento del mundo que tanta tranquilidad nos causa cuando una película termina habiéndonos explicado apropiadamente los enigmas. La trama comienza con la historia de un joven (Demián Salomón) que es acosado en su casa por extrañas apariciones de un ser totalmente calvo, de gran altura. El joven pide ayuda infructuosamente a medida que su vida se va desmoronando por la falta de sueño ante el terror que le provoca esta presencia. Utilizando como trampolín un trágico incidente, la trama salta hacia los vecinos del joven, que comienzan a ser afectados por otra presencia sobrenatural que podría estar o no vinculada con la anterior. Ahí entra en escena un policía a punto de retirarse por problemas de salud (Maxi Ghione), que pasará una noche espeluznante en compañía de tres investigadores de lo paranormal (Norberto Gonzalo, Elvira Onetto y George Lewis) para resolver el enigma. Parte del encanto de Aterrados se debe no solo a su apego a las convenciones del género, sino a su habilidad para la maniobrar la imprevisibilidad. Hay idas y vueltas temporales entre una indagatoria y la trama principal que crea enigmas e incertidumbre en la resolución de las situaciones. También hay un uso fluido y por momentos desconcertante del humor (negrísimo), siguiendo esa noble tradición de Sam Raimi de contraponer las vísceras con un sentido de diversión, de no tomarse tan en serio los solemnes discursos sobre seres de otro mundo que irrumpen en el nuestro, pero de que los sustos sí sean de verdad. Aterrados renueva la confianza en que el cine de terror puede seguir siendo simple, urgente y emocionante.
Divertida y lograda vuelta de tuerca narrativa en el tratamiento del terror En unas pocas casas de un barrio del conurbano bonaerense pasan cosas raras. De las cañerías por donde pasa el agua se escuchan voces y no precisamente amigables. Los habitantes de esas propiedades sufren las visitas de unos monstruosos humanoides que los acechan, especialmente a la noche, para arruinarles la vida o matarlos. Con esta idea en su cabeza, el director Demián Rugna desarrolló un guión atractivo y lo llevó a cabo correctamente para filmar una de terror nacional con todos los condimentos habituales en estos casos. Una “presencia” amenazante y no detectable, científicos de distintas ramas entendidos en la materia como el médico forense Jano (Norberto Gonzalo), la doctora Albreck (Elvira Onetto), y un especialista estadounidense en actividades paranormales, Rosentok (George Lewis), junto a un policía, el comisario Funes (Maxi Ghione) que ante las evidencias siniestras, excede su intelecto y raciocinio convirtiéndolo en temeroso y dubitativo. Pero, por otro lado, no hay una familia que se muda a una casa desocupada durante décadas, no está tampoco la típica chica linda, sexy y vengadora. Es decir, el realizador se vale de ciertos elementos comunes y también intenta salirse del estereotipo que se da generalmente en este tipo de realizaciones buscándole dar una vuelta de tuerca, para no repetirse. Y aquí está lo meritorio de la película porque asusta en los momentos justos, con logrados efectos visuales y sonoros, los atacados no salen corriendo y a los gritos, como estamos acostumbrados a ver en producciones extranjeras, la sangre no abunda, se la muestra en acciones justificadas. Estos momentos se van alternando con situaciones risueñas provenientes del comisario Funes, un básico y estructurado policía, que tiene problemas de salud, se está por jubilar y le aparece este complicado caso que le provoca un evidente miedo y no le avergüenza manifestarlo. Durante sus intervenciones distiende al espectador, necesariamente, luego de tanta intriga y tensión, preparándolos para un nuevo susto. Lo distinto de esta historia es el tono en el que se la cuenta y la intención de diferenciarse de otras. porque hay muchos films en los que no se sabe bien por qué suceden las actividades paranormales, se lucha contra ellas y se las controla, pero aquí no hay una anécdota previa para alegar a favor de las apariciones, salieron de la nada y ni los especialistas pueden con los monstruos por lo que terminan siendo víctimas, también. En este caso no hay héroes, ni siquiera el temeroso Funes los puede derrotar. Si tiene ganas de divertirse, esta es la ocasión, pero no es una comedia, sino que el temor lo hará sobresaltar de la butaca y le producirá una risa, pero de miedo.
Sorpresa: una película de terror (o sea, que causa miedo) argentina que se hace cargo de trabajar sobre lugares comunes y se pregunta cómo hacer para que funcionen. Y lo bueno del asunto es que lo logra en la mayor parte del metraje, de una manera concentrada. Hay actuaciones desparejas, es cierto, y la historia de fantasmas a veces resulta derivativa. Pero incluso así, la metafísica de la lucha entre el bien y el mal, más el humor necesario, logran hacerle pasar el examen.
Crítica emitida por radio.
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