En Hollywood sobran los dólares y escasean las neuronas. La última moda es tomar cualquier cosa que posea un nombre y sea medianamente conocida, y elaborar un filme entero basado simplemente en eso. Es como hacer películas sobre celulares Nokia, hamburguesas de McDonalds o pen drives Kingston. Que un producto / marca sea conocido a nivel mundial no significa necesariamente que sirva como premisa para hacer un filme de 90 minutos. En el caso que nos ocupa, podría decirse que inventar una película basada enteramente en un jueguito que se ejecuta con lápiz y papel representa el triunfo del marketing más salvaje sobre cualquier tipo de lógica. ¿Para cuando vamos a tener la película de El Estanciero o, mejor aún, de El Ahorcado? A veces uno debería tomarse las cosas de manera más light y concluir que - después de todo - el nombre (o concepto base) no es más que el puntapié inicial para crear algo totalmente desde cero. Ciertamente uno de los pocos pasajes que funcionan en Battleship es cuando llega el gran momento de inspiración de los guionistas y trasladan la mecánica del juego a la pantalla. Verán: los terrícolas hemos mandado un mensaje al espacio, y la contestación nos la traen en persona unos alienígenas que son más malos que la peste. Los invasores vienen con tecnología de punta, con lo cual no aparecen en el radar ni aún cuando estén pegados al lado nuestro y - ya que el 90% de la flota naval yanqui se basa en misiles teledrigidos - hay que inventar algún método de detectar al enemigo y dispararles un cohete en el momento exacto. Como los aliens se la pasan en el mar (sino, no habría "Batalla Naval"), cada vez que navegan sacuden unas boyas de alerta de tsunamis que están distribuidos... de manera equitativa en una cuadrícula. El oficial dice "se movió una boya en E5!" y así es como les mandan a los aliens un hermoso supositorio de metal. Jo, igualito que el juego!. En sí, Battleship es como ver Dia de la Independencia dirigido por Michael Bay. Si uno ya crujía los dientes con los malos diálogos del filme de Roland Emmerich, esperen a ver lo que les reserva aquí Peter Berg. El primer tercio está conformado por una avalancha de situaciones estúpidas y parlamentos idiotas - con gente haciendo canchereadas para conquistar una chica, violando varias leyes y terminando solo con un chas chás en la cola; y dos toneladas de clisés provenientes de todas las películas de guerra habidas y por haber - que bordea lo insufrible. Al menos las cosas mejoran bastante cuando los aliens llegan a la Tierra... pero las situaciones que plantea la invasión está seriamente reñidas con la lógica. Por ejemplo, ¿por qué las gigantescas naves alienígenas van por el agua y a los saltitos (como chapoteando)?. ¿Cómo es que estos extraterrestres tienen tecnología para cruzar medio universo en dos segundos y desconocen lo que es una bomba atómica?. O ¿cómo es que estos bichos saben de que hay una antena transmisora en Hawaii (y, dicho sea de paso, entienden la primitiva tecnología terrestre como para utilizarla y pedir refuerzos a su planeta natal)? Mientras que la refriega con los extraterrestres es medianamente entretenida (en un sentido michaelbayesco, con tomas en cámara lenta y abundancia de explosiones), al momento de poner gente de carne y hueso en escena Battleship se hunde (y mal). Tenemos al sabor del momento, Taylor Kitsch, que viene a ser una especie de versión joven y reciclada de Sam Worthington (otro flaco que sale de la nada y lo ponen a encabezar un blockbuster tras otro). Yo creo que Kitsch sabe actuar, pero el problema aquí es que le tocan unas líneas horribles. Hace de un rebelde sin pausa, encamotado con la hija del almirante (Liam "¿donde está mi cheque?" Neeson), y capaz de cometer todo tipo de estupideces a causa de la calentura. El tipo se enrola en la armada y, de una escena a la otra, ya es teniente de un navío de última generación. Luego tenemos a la cantante pop Rihanna, un hermoso e inútil adorno cuyo papel podría haberse podado olímpicamente. También hay una rubia pechugona (la dichosa hija del almirante), a la que le toca el poco creíble papel de fisioterapeuta (sí, claro! y yo soy un científico nuclear!) y que debe lidiar con un moreno gigante al que le faltan las piernas. Después de un puñado de bochornosas escenas seudo-dramáticas, el dúo termina lidiando con los aliens a su manera. Battleship no es un buen filme. Es una orgía de excelentes CGI con una historia que apesta, y con un puñado de escenas de acción bastante buenas. Da la impresión que, cuando lo dejan, Peter Berg se manda solo y consigue repuntar un cacho la puntería de una trama muy floja. Por otra parte el libreto carece del buen criterio de tomarse en broma a sí mismo - en un momento esta gente decide reflotar a un acorazado de la segunda guerra mundial (como si los buques museo tuvieran combustible y munición en depósito y listo para ser disparado!!) y, al mejor estilo Michael Bay, llegan las tomas en camara lenta y con musiquita patriótica de fondo -, como si lo que estuviera narrando fuera Shakespeare o algún tipo de clásico intocable. Quizás allí es donde resida el mayor problema del filme: una cosa es lidiar con un estúpido que se burla de su propia tontería y otra es tratar con un estúpido arrogante que se cree muy vivo. Battleship entra en la segunda categoría, con lo cual le falta la chispa y el swing como para caerle simpática al resto de la gente, algo que podría haber logrado tan solo con el reconocimiento de sus propias limitaciones.
Si tenés ganas de ver una película pochoclera que te entretenga con una gran dosis de efectos, explosiones por doquier, monstruitos varios, mucho ruido, gran pirotecnia visual, poco subtítulo para leer y una mínima historia, vas a pasar un rato entretenido y distendido con Batalla naval. Lo que si es una trampa que hayan contratado a Liam Neeson y Rihanna, ya que actúan bastante poco...
Basada en el juego de mesa de Hasbro, esta es una película que presenta un despliegue de efectos visuales impresionante, muy al estilo "Transformers" de Michael Bay, pero con una duración que se extiende demasiado, y con un guión artificial, poco original, y que cae en los lugares comunes de Hollywood, ya sean la previsibilidad en las instancias finales, el excesivo patriotismo, o la innecesaria aparición de conflictos secundarios que poco aportan a la historia.
Una fiesta en altamar Luego de una agresiva campaña promocional llegó Battleship: Batalla Naval, la película inspirada en el clásico juego homónimo que consta en hundir los barcos o lo que sea que haya en la cuadricula de tu contrincante. Alex Hopper es un teniente de la marina que tiene algunos problemas de actitud y que desea casarse con la hija del Almirante Shane, el cual no lo quiere ni un poquito. En plenos ejercicios de práctica ubicados en el medio del Pacífico, esta flota integrada por algunos buques descubre a unos poco amigables extraterrestres que dentro de un campo de fuerza (que restringe la posibilidad de solicitar refuerzos de ninguna especie y calibre) desatan una batalla sin cuartel que será terminada cuando solo un barco quede a flote. Peter Berg (en lo que sin dudas representa su mejor película) vuelve al ruedo luego de la mediocre Hancock para ponerse al frente de una película que a priori era una pavada gigante y que luego de su visionado es... Una pavada gigante, pero tan entretenida, tan celebratoria y autoconsciente de su pavadez que termina siendo una GRAN sorpresa. ¿Cómo puedo explicar esto? A ver, Battleship: Batalla Naval presenta todos los estereotipos y clises de las películas pertenecientes a ese género denominado "los yankees siempre salvan al mundo contra los extraterrestres porque son los más patrióticos, los más aplicados y los más grosos". Desde el soldado con problemas de actitud que busca la redención, el heroico soldado retirado que indaga pero no encuentra nuevamente una razón para seguir adelante, la rubia debilidad (en este caso tiene dos buenas debilidades en un solo cuerpo) que espera a la vuelta, toda la solemnidad del mundo, los nerds que tienen miedo pero que finalmente se arman de agallas para participar en la salvación del planeta y un gigantesco etcétera son algunos de los puntos en común que presenta este film con otros dentro de ese rubro. Pero hay grandes matices en Battleship: Batalla Naval que la hacen un ejercicio totalmente adrede y exagerado (su parentesco en esa autocelebración con 2012, de Roland Emmerich, es notable) en esos clises, que termina siendo un producto que da la vuelta para llenar de acaramelados, grasientos y ricos pochoclos nuestra cinéfila panza. Un claro ejemplo de la amplificación de las obviedades que posee esta película es la ridícula pelea del soldado lisiado contra uno de los tantos aliens que invaden Hawai, donde hay una estupenda explotación por medio de varios planos de las pìernas ortopédicas del personaje de Gregory D. Gadson que de alguna manera comparan/enaltecen la armadura del extraterrestre contra la "metálica indumentaria" que posee el teniente retirado Mick Canales en sus piernas. Existe por último una muestra más (siendo sin dudas la más ejemplificadora de la idea que quiero transmitir) promediando las tres cuartas partes de la cinta que no quiero contar para no arruinar la sorpresa, pero les anticipo que si desean subirse a bordo, el film se convierte en una fiesta donde Ac Dc y su Thunderstruck aporta todo su infernal y potente sonido. Es como si en ese momento Battleship: Batalla Naval estacionara en un puerto y el capitán comentara a todos el nuevo y festivo destino; si ahí decidís subirte vas a pasar una gran celebración totalmente autoconsciente frente a la pantalla de cine, pero si te bajas y te quedas en el aburrido puerto vas a presenciar uno de los productos más embolantes y solemnes de tu vida. Incluso en las pocas secuencias que el juego creado a comienzos de los años '30 irrumpe de la mano de los guionistas que tuvieron un momento de lucidez y desarrollaron una idea para introducir los elementos clásicos del juego en la trama demuestran que en serio se tomaron esta supuesta adaptación. Tal es el punto, que la adaptación del Batalla Naval (donde supuestamente dos flotas de barcos se enfrentan) es una humorada tremenda que queda demostrado en que los "buques" extraterrestres no navegan en el océano, sino que chapotean en el agua. Para otra crítica o texto (no quiero extenderme más) quedarán sus parentescos con la saga Transformers (el parecido de las naves y los efectos de sonido son llamativamente similares), sus buenas actuaciones con el poco interesante debut de la cantante Rihanna, su banda sonora a puro y potente rockandrollnenenenene y sus grandilocuentes efectos especiales CGI, pero no quería despedirme sin aceptar a Battleship: Batalla Naval como una de las gratas y grandes sorpresas de este año.
Bueno, llego el día en el que tenemos que hablar sobre una película que desde su trailer venia bastante bien, una película que teníamos ganas de ver. LA IDEA: En un principio estaba Michael Bay, que cuando le ofrecieron hacer una película de unos juguetes que se llamaban Transformers le pareció realmente una boludes, el dinero en estos casos manda y la película fue un éxito, tuvo dos secuelas y la historia ya la conocen. Ahora Hasbro una de las compañías encargadas de llevar a la pantalla a Transformers, trata de hacer lo mismo con Battleship, Batalla Naval, que como dice su nombre, es una libre, pero muy libre (digamos que no se como se puede decir esto) adaptación del juego de mesa. ARGUMENTO ALTA PELI: El humano siempre quiso contactarse con la raza alienigena, esta vez lo consigue pero por supuesto, los bichos vienen con malas intenciones, dos hermanos que pertenecen a la marina de EEUU van a tener que pelear en el océano contra estas criaturas de dudosas intenciones, encerrados en un domo de energía del que nadie puede entrar ni salir. NECESIDADES BASICAS: Uno como espectador realmente desea pasarla bien en el cine, muchas veces se cataloga mal a este tipo de películas ya desde que sale su póster, empiezan perdiendo el partido por 2 a 0, sin embargo muchas veces sorprenden. En el caso de Battleship puedo decir que su premisa no es clara, esta bien, vienen los aliens y hay que pelear contra ellos, el problema radica en que la película nos va tirando ciertos tips que nos guían hacia una hipótesis de porque los alienigenas nos atacan. Esta hipótesis nunca es respondida, grave error en este tipo de films donde el espectador se siente cómodo viendo un espectáculo casi circense donde no tiene mucho margen para el pensamiento profundo. Quiero aclarar que soy un fanático empedernido de este tipo de películas, pero hay algo que no cierra en Battleship, los motivos de una guerra intergaláctica tienen que estar claros y ser firmes, cosas que no pueden quedar a mitad de camino. En el Film esto falla y parece que estamos viendo una película empezada que cuando termina le preguntas a tu amigo, – che que me perdí? Las actuaciones están a la altura de la película, no podemos pedir mucho mas, me hubiera encantado ver mas en acción al genio de Liam Neeson que solo hace un papel de reparto, inclusive la mejor escena de la película es al final con el dialogo que tiene el y Taylor Kitsch. Párrafo aparte para los efectos visuales, que no desilusionan para nada, un espectáculo digno de su presupuesto. Las batallas y las naves son realmente impresionantes y el logro de realizar una película casi en su totalidad en el agua es todavía mayor. Es evidente que Berg viene de la escuela de Michael Bay, solo basta con mirar esta película y ver la clara estética marcada de Transformers, hasta se nota que han utilizado los mismos elementos de sonido para este film. Tampoco quiero dejar afuera que esta es una película YVAN EHT NIOJ, para el que no entiende este termino, si hay algo que se pueda explicar siempre esta en Los Simpson. Hay una clara alusión a la grandeza de la marina, pero este punto para mi es casi intrascendente porque si vamos al caso ya sabemos que es lo que vamos a ver, no pidan que un elemento tan masivo como el cine no sirva para expandir este tipo de mensajes. CONCLUSION: Battleship es un film que se queda a medio camino, cuando por fin arranca los motivos para llevar adelante la historia no son claros y cuando trata de explicar algo lo hace mal, cuando la veía me gustaba pensar que una película de tanto presupuesto había sido mutilada en la sala de montaje y que cuando salga la versión del director estas cosas van a ser solucionadas. Pero en fin la versión que vi, es la que van a ver todos, una película que va a ser olvidada rápidamente.
Del video juego a la pantalla Esta aventura narra los terribles sucesos que impactan en la Tierra, luego de que el hombre en su afán por expandir fronteras, se encuentra con la visita inesperada de inmensas naves y peligrosos alienígenas. La historia esta basada en el clásico juego de Hasbro, un combate naval llamado Battleship, nombre original de film, que marca de manera acertada la similitud entre ambos. La cinta hace una detallada presentación de los dos personajes principales, los hermanos Kitsch, uno de ellos intachable y, el otro, no tanto. Este último de nombre Taylor es obligado a alistarse en la marina para corregir su rumbo de vida. La acción no tarda en llegar y las situaciones están muy bien logradas de la mano del realizador Peter Berg (Hancock 2008) y la compañía Hasbro, los mismo que trabajaron en el film Transformers, detalle para nada menor, ya que sus pinceladas están en cada escena. Battleship se disfruta y entretiene, pero no es recomendable poner muchas expectativas en el guión y sus interpretaciones, porque hace base en los efectos especiales (quizás excesivos). El film está protagonizada por Taylor Kitsch en el rol de Hopper Taylor, el oficial naval que enfrentará los mayores peligros. El actor apareció en Wolverine, Terror a bordo y en el reciente estreno de Disney, John Carter. Pero sumado al reparto se encuentra el siempre correcto Liam Neeson como el almirante Shane y padre estricto de la joven enamorada de Taylor. Barcos que se hunden, muchas explosiones, unión de países y algo de moraleja son los ingredientes de Batalla Naval, una producción que espera no hacer agua.
Una superproducción que no le tiene miedo al ridículo, gracias a la apelación a clichés Transformers en el agua o un largo institucional de la marina estadounidense para captar nuevos reclutas. Entre esos dos conceptos hay que bucear a la hora de explicar la búsqueda casi desesperada de espectacularidad que hay en el film, pero también las múltiples carencias de una superproducción que mixtura cine bélico con ciencia ficción, más algunos toques no demasiado logrados de comedia y romanticismo. Para entender la primera premisa hay que indicar que estamos ante la nueva franquicia de Hasbro, la misma compañía de los Transformers , y, en ese sentido, la historia es bastante (demasiado) parecida: con un protagonista bastante torpe (Taylor Kitsch) que de estar a punto de ser expulsado de la carrera militar por su arrogancia y su individualismo terminará convirtiéndose en héroe frente a una arrasadora invasión alienígena. Esta previsible, obvia evolución del personaje -que, para completar el festival de lugares comunes, está enamorado de la bella hija (Brooklyn Decker) del capitán de la flota (Liam Neeson)- no es ni siquiera lo peor de este film de Peter Berg ( Hancock ). Porque lo que sigue es una risible, grotesca apelación al patriotismo, a la valentía y al sacrificio de los combatientes estadounidenses. La película -que parece no tenerle miedo al más absoluto de los ridículos- recurre finalmente a la figura de unos veteranos de guerra para salvar al planeta de la extinción. La primera media hora de película (la presentación de los "personajes" y del "conflicto") es una de las peores cosas que el cine de Hollywood ha concebido en los últimos años. El resto tiene, al menos, un poco de tensión con largas secuencias de batallas. Este despliegue de explosiones y efectos visuales no es nada del otro mundo, es cierto, pero entre tantos barcos hundidos, misiles y naves extraterrestres los recargados y aleccionadores diálogos van disminuyendo en su frecuencia. Algo es algo.
Cuando lo que salva es el ridículo La película protagonizada por Liam Neeson y basada en un videojuego naufraga en el océano, pero eso sí, con gigantescas escenas de acción. Sin embargo, hacia el final sorprende y gana en entretenimiento y diversión. Uno no puede imaginar proyecto más absurdo que una película basada en el antiguo juego llamado Batalla naval. Claro que se refiere a la versión industrializada y no a su aun más antigua (más de un siglo hoy día) en lápiz y papel que generaciones y generaciones han jugado. El juego de colocar barcos propios en una grilla y tratar de hundir los barcos que ha colocado el enemigo en la suya, no es en sí mismo una estructura dramática y aun así, en algún momento de la película la situación se acerca un poco al famosísimo juego. Pero es sólo para justificar el título, ya que por todo lo demás la película es tan parecida a la batalla naval como lo es la gran mayoría de las películas de guerra que transcurren en el océano. La trama es bastante simple. Un joven descarriado encuentra en la marina el comienzo de una nueva etapa, aunque todavía sigue dando tumbos. Su novia es la hija de un almirante y esto ocasiona un conflicto extra más cercano a la comedia que al drama. Su hermano, el serio de la familia, hace lo posible para que él consiga encontrar el rumbo. Pero una amenaza exterior se encargará de que toda la inmadurez sea puesta a prueba de un solo golpe. Battleship, Batalla naval es una película enorme, espectacular, llena de escenas de acción gigantescas y aburridas a la vez. Con esa estética que uno no sabe si es paródica o en serio, digna de películas como Transformers o Día de la independencia, la historia se arrastra por lugares comunes tanto en el guión como en las imágenes, y así transcurren sin ningún empacho una hora y media de no entretenimiento que bordea el ridículo tal vez sin que ese sea su deseo. Algunos personajes extras como un ex marine que ha perdido las piernas, ubican a todo el relato al borde exacto de la vergüenza ajena. Pero ahí, cuando el espectador más despierto cree que nada podrá rescatar a este film del hundimiento total, es cuando justamente la película sorprende. En la última media hora, lejos de estar ya al borde del abismo, se lanza desaforadamente al ridículo, se convierte en una forma festiva y ridícula de película de acción militar y produce varios momentos divertidos y ya sin vergüenza se entrega al disfrute visual y al genuino entretenimiento cinematográfico. Para algunos esta parte será la peor, para otros, como para quien escribe, es lo que justifica el haber sufrido 90 minutos de mala película. Hasta el humor del protagonista y su futuro suegro remata de manera divertida. Ojalá toda la película y no sólo el último cuarto hubieran sido así.
Juguetes hipertrofiados Uno puede pensar, siempre con un cierto margen de error, que los grandes estudios de Hollywood se quedaron realmente sin ideas en el momento en el que empiezan a convertir juegos de mesa en películas. Ya no se trata del a estas alturas viejo truco de pasar los videojuegos (con todas sus elaboradas mitologías) a la pantalla grande (al estilo Lara Croft), de copiar personajes de otros formatos (como las historietas) o de reflotar viejos éxitos con la secreta ambición de que la nostalgia permita asegurar por lo menos una base estable de espectadores (como, en un caso reciente, con la muy buena Comando especial). El cajón de las ideas usadas y polvorientas está llegando a su fondo cuando en las pantallas de nuestros cines se proyecta una película inspirada en Batalla Naval, ese viejo pasatiempo que de chicos supimos jugar en la versión "juego de mesa" Hasbro o simplemente con un par de hojas de papel. Pero como hoy en día quedaría más que anticuado (además de políticamente incorrecto) armar una película con una batalla entre dos flotas enemigas (¿cuál podría ser el enemigo a estas altura de la globalización, ahora que el mercado abarca el mundo entero?), como lo que queremos como público al parecer es que las cosas brillen y chillen cada vez más en pantalla, esta vez la batalla naval es entre barcos y naves espaciales. De cualquier forma, el origen sería realmente lo de menos (¿cuántas grandes películas han nacido por encargos, por circunstancias fortuitas, pura y simplemente para explotar una moda?) si el resultado se hubiera parecido en algo al cine de verdad. Pero Batalla Naval no parece tener demasiada idea de qué es lo que constituye una película, más allá de una serie infinita de lugares comunes. No hubiera importado de dónde salieron los fondos y las ideas si en Batalla Naval alguien hubiera intentado realmente contar una historia, si alguien se hubiera preocupado en algún momento por los personajes que se hace pasear frente a cámara. Al lado de Batalla Naval, ese otro gigante ridículo de la explotación de otra línea de juguetes que es Transformers parece casi un ejercicio de clasicismo narrativo. Con todo lo inepto que es Michael Bay para narrar una historia, con todo el gusto a saborizante artificial que tienen sus "momentos emotivos", con toda la hipertrofia que implica su cine liberado ya de toda limitación gracias a las computadoras, por lo menos Bay parece recordar cada tanto (no en la tercera entrega de la saga, pero sí en las dos anteriores) que si atravesamos todo ese estallido audiovisual que nos presenta en bandeja es porque en el medio de todo eso hay personajes que él se tomó el tiempo de presentar. Batalla Naval presenta a sus protagonistas con media pincelada en un prólogo salido del manual del lugar común del cine americano (el protagonista perdedor pero con buen corazón y potencial, el hermano inspirador de nobleza, la chica que cree en él aunque uno no llega a entender nunca muy bien por qué), los cruza con un nacionalismo y un militarismo de lo más básico (sorprendentemente ingenuo y casi contradictorio en una película cargada de un multiculturalismo taaaaan políticamente correcto) y les tira encima unos cuantos extraterrestres. Después es cuestión de ver qué pasa. Lo que llama mucho la atención son los esfuerzos sobrehumanos que tuvieron que hacer los guionistas para llenar esta historia de una serie de reglas absurdas para que el relato pudiera desarrollarse. Toda ficción construye sus propias reglas, pero si en Batalla Naval las sentimos tan absurdas es porque no responden a una lógica narrativa sólida, a un universo coherente y autónomo, sino que parecen seguir un plan previo que se debe cumplir a como dé lugar. Vamos con algunas de estas reglas. ¿Por qué estos extraterrestres malvados que matan tan fácilmente y son tan superiores en armamento, que al parecer están planeando una invasión del planeta, nunca llegan a matar a nuestros protagonistas? Si hundieron dos de las tres naves con las que se enfrentan, ¿por qué no hunden la tercera? ¿Por qué, en el momento de luchar cuerpo a cuerpo, los extraterrestres eligen de forma tan cuidadosa a quién matar y a quién no? ¿Por qué las naves extraterrestres, que atravesaron medio universo, saltan por el agua como si fueran delfines? ¿No pueden volar? Los vimos volar. Si pueden tirar un campo de fuerza mágico que las protege del mundo entero, ¿no pueden aplicar ese campo de fuerza a las propias naves? El momento más hermoso en este sentido llega cuando, después de una intricada explicación técnica que justifica todo, llegamos al enfrentamiento entre barcos y naves espaciales en el que, a ciegas, los humanos deben lanzar bombas a sus enemigos basándose en una cuadrilla. I4. Agua. G2. Agua. H7. Agua. F3. Hundido.
Battleship o Batalla naval es una de las más grandes contribuciones que brindó Hollywood en los últimos años dentro de las películas bizarras. En esencia es cine clase Z pero con un presupuesto millonario. Si te divertiste recientemente con los delirios que produjo Roger Corman para el canal SyFy, como Pirañaconda, Sharktopus, Dinoshark y Dinocroc Vs. Supergator con esto no vas a salir defraudado, ya que está en la misma sintonía. Lo más gracioso es que si esta producción hubiera sido de Corman, los mismos que hoy la destruyen la hubieran terminado recomendando. Battleship es un claro exponente de lo que yo denomino “películas malas que divierten”. El director Peter Berg (Hankcock, The Kingdom), lo que ofrece básicamente es una parodia del cine de Michael Bay. Berg tomó descaradamente todos los elementos clásicos del estilo de Bay como el uso de la banda sonora, la fotografía, la edición, la realización de las secuencias de acción, el humor, el perfil de los personajes y el militarismo, para reírse de todo eso con un film absolutamente desquiciado. De hecho, si en los créditos de dirección apareciera el nombre de Bay, pese a que no tuvo nada que ver con esto, te lo creerías por completo porque parece hecha por él. Esta película brinda algunos de los más desopilantes momentos que yo viví frente a una pantalla de cine en los últimos años. Ejemplos: -La inexplicable inclusión de la música de la Pantera Rosa en una escena (¡Cualquiera!). - Los jubilados de Pearl Harbor volviendo a la acción para salvar al mundo es genial y me hizo llorar de risa. El momento en que aparecen en cámara lenta es simplemente maravilloso. -Un soldado lisiado con prótesis en las piernas se agarra a trompadas mano a mano con un alienígena y el director filma la escena como si fuera el combate de Rocky 4. Una belleza. Creo que este film en el fondo tiene muchísimos puntos en común con Día de la Independencia, de Roland Emmerich, que también fue malinterpretada por la prensa en su momento. En este caso el director Berg no se toma tan en serio, como si lo hace Michael Bay, el concepto de los soldados yankees que salvan el mundo y por eso la películas es entretenida y graciosa. La única referencia concreta que hay al juego de mesa en que se inspira el film es de un delirio descomunal y ahí queda claro también las intenciones de su realizador. Esto no es Batalla: Los Ángeles que era una oda inmunda a los marines. Acá los militares son retratados como ineptos o psicópatas. El personaje principal de Taylor Kitsch (John Carter), por ejemplo, es un looser absoluto que termina siendo héroe por accidente. Es realmente increíble que el director consiguiera el apoyo de la Armada para un film así, ya que en realidad la trama no los deja muy bien parados. Lo siguiente es una mirada personal, pero creo que en esta historia los aliens en realidad son los buenos de la película. De hecho, no matan inocentes porque sí cuando tienen la oportunidad de hacerlo (la escena que tienen frente a un pibito o el científico es un claro ejemplo de ello). Los psicópatas prejuiciosos que le temen al extranjero son los humanos. Es muy interesante repasar los hechos de la trama desde la perspectiva del extraterrestre. Los que comienzan la guerra en realidad son los yankees. Cuando el norteamericano se topa con una cultura que no entiende lo primero que hace es acudir a las armas para defenderse por miedo. Es un tema que da para largo y tendría que adelantar detalles de la historia y los personajes, pero a lo que apunto es que Battleship no es tan estúpida como parece. Que el tema final de la película sea un himno anti bélico de la era de Vietnam como “Fortunate Son” de Creedence tampoco me parece casual. Un aspecto negativo que si le marco a este estreno es la duración. El director pierde demasiado tiempo al comienzo cuando presenta los protagonistas y me pareció que la película se hizo larga sin necesidad. No sé si es para todo el mundo, pero el amante del cine bizarro y las películas malas que divierten creo que la puede ver por otro lado y pasar un gran momento.
Ivan et nioj (Join the Navy) Tal vez, con Batalla Naval no estemos ante una película de propaganda. Pero sí podemos estar, como el título de esta nota indica, ante una obra que intenta guiar al espectador hacia un cambio actitudinal, dentro de esta historia propuesta por los guionistas de la pasable RED (Estados Unidos, 2010). Es que hay en la actualidad del cine estadounidense una avalancha de ideas que se recrean constantemente (muchas veces de forma infructuosa) y una necesidad de realizar cosas que lleva, como en este caso, a filmar una historia basada en algún juego popular como...
Nos hundimos, capitán. Hacer una adaptación nunca es un trabajo fácil. Además del esfuerzo por realizar una buena historia, se suma el peso de complacer a una audiencia fanática preexistente, así como de saber trasladar el espíritu del material original a un nuevo medio. Habiendo dicho eso, hay algunas propiedades que no tienen lo suficiente para poder pasar a la pantalla grande, y un ejemplo de esto es Battleship: Batalla naval, film basado en el juego de mesa del mismo nombre. Primero, veamos de que se trata. Alex Hopper (Taylor Kitsch) es un rebelde indisciplinado, que se une a la Marina para satisfacer a su hermano mayor (Alexander Skarsgård) e impresionar a Samantha (Brooklyn Decker). Varios años después de enrolarse, Hopper es un teniente a bordo del barco destructor USS John Paul Jones, pero sus problemas de conducta causan que el almirante Shane (Liam Neeson), padre de Samantha, lo quiera expulsar del servicio. Igualmente, eso deja de importar cuando, durante un evento de ejercicios marítimos realizado en Hawaii, varios cruceros se encuentran con un enorme objeto desconocido en el medio del agua. Tras investigar la anormalidad, el objeto revela ser una gigantesca nave alienígena, que procede a poner un escudo impenetrable alrededor de la isla, y atacar ferozmente a las pocas embarcaciones que se quedaron dentro del área. Resulta que, tras un mensaje enviado al espacio por parte de NASA, un planeta lejano con formas de vida ha decidido invadir el planeta, por lo cual enviaron algunas naves en forma de prueba. Con casi todos los navíos dentro de la zona destruidos, y sin oportunidad de comunicarse al exterior, la única oportunidad de la raza humana reside en Hopper, quien asume el control del USS John Paul Jones. Ahora, él tendrá que encontrar su potencial para derrotar a la amenaza extraterrestre antes de que la invasión masiva sea inevitable. Al ver esta película, es imposible no pensar en Día de la Independencia o en la saga de Transformers, más precisamente, en el estilo del realizador Michael Bay. Si bien esta producción es dirigida por Peter Berg (el mismo de Hancock), podemos encontrar muchas coincidencias entre los films: la acción pasada en su frenetismo, la historia predecible y clicheada que se extiende demasiado, el patriotismo aplastante, los personajes que solo sirven para una función específica (vease “novia escultural sonriendo en pocas ropas” o “nerd que explica todo lo que anda pasando”). Incluso algunos de los diseños alienígenas, que a pesar de poseer excelentes efectos especiales, se ven y suenan directamente como Decepticons, lo que confunde un poco. A todo esto, es difícil entender por qué decidieron adaptar Batalla Naval (aparte del reconocimiento del producto y el aumento de las ventas para Hasbro). Incluir aliens en la mezcla ya suena bastante desconcertante, aparte de que la forma de meter el juego dentro de la trama es bastante forzada y sin sentido. A veces, pareciera que los realizadores se dan cuenta de la clase de película que están haciendo (como en una divertida escena involucrando veteranos y un acorazado de la Segunda Guerra Mundial), pero por desgracia, la mayoría del tiempo todo se toma de forma seria, como si esto fuera Rescatando al soldado Ryan. A la hora de las actuaciones, hay de todo tipo. Taylor Kitsch, saliendo de John Carter para interpretar al vago que de la nada se vuelve un héroe estratega, es decente en su rol principal. No corren con la misma suerte Brooklyn Decker y Alexander Skarsgård, que no ayudan a esconder la flaqueza de sus personajes. Mientras tanto, Tadanobu Asano y Hamish Linklater sacan un par de risas como un oficial japonés y un científico hawaiano. Por último, hay que advertirle al que vaya a ver esta película por Rihanna o Liam Neeson, que sus roles son muy breves: la cantante pop tiene un rol muy secundario, mientras que el actor aparece menos de 10 minutos, desapareciendo casi completamente del film después de la primera media hora. En resumen, Battleship: Batalla naval cumple con las expectativas de los que busquen luchas explosivas y destacables efectos especiales, pero aquellos que quieran ver otra cosa aparte de la misma historia de siempre van a salir bastante decepcionados. Una última nota: quedense después de los créditos, si quieren ver un indicio de una posible secuela. Esperemos que la próxima vez, alguien diga “hundiste mi acorazado”.
Batalla que parece publicidad militar Lo único original de esta invasión extraterrestre es el hecho de que, por algún motivo obtuso del guión, casi solo se concentra en el mar. Este detalle permite que todo el asunto parezca una especie de publicidad militarista tipo «join the army!». De hecho, la trama se ocupa de presentar un personaje que hace todo mal hasta que entra en la marina estadounidense; apenas un par de días después termina ascendiendo a capitán, además de salvar el mundo. Los efectos especiales son excelentes, pero el guión no se decide ni en el tono ni en la historia que realmente quiere contar: los primeros actos parecen formar parte de una comedia disparatada, luego hay una especie de cine catástrofe que solo afecta a Hong Kong. Finalmente todo se decide en un absurdo combate naval que solo se sostiene por los excelentes rubros técnicos, empezando por los efectos digitales. Hay que reconocer que el diseño de los aliens y su parafernalia también es notable. Se supone que las limitaciones argumentales están relacionadas con la franquicia del juego antiquísimo del título, renovado como videogame. pero esta superproducción termina pareciendo más que nada esa especie de film publicitario militarista al que ya hicimos referencia. Al menos, como único actor serio de carácter, Liam Neeson tiene un par de escenas chistosas.
Hollywood sale a reclutar Basada en el popular juego de mesa luego llevado a las consolas de videogames, Batalla naval se centra en la historia del joven teniente de marina Alex Hopper (Taylor Kitsch), quien está a punto de comprometerse con la hija de un almirante (Liam Nesson). Por supuesto, con las cosas así planteadas lo que sucede es que el galán de marras comete un error tras otro y su posible suegro no hace otra cosa que odiarlo. Rihanna, en plena batalla anti extraterrestre Rihanna, en plena batalla anti extraterrestre En este marco, y durante un ejercicio de práctica en el medio del Pacífico, la marina descubre nada menos que naves extraterrestres plantadas en pleno océano. ¿Qué buscan los alienígenas? Importa poco o al menos se corre de foco rápidamente, porque la realidad es que, otra vez, el centro de todo es que las cosas suceden en el escenario excluyente de los Estados Unidos, capital del mundo en la que la batalla de cinco contra cinco se plantea a todo o nada. Una vez más el cine de Hollywood toma las riendas y, siguiendo una línea histórica a la que siempre le ha sido fiel, hace campaña por la cultura bélica y recluta marines a través del fílmico. Battleship, con su impresionante parafernalia técnica y su prodigioso trabajo de FX a cuestas, es quizá el más grande folleto militarista que el cine ha escrito en los últimos lustros, superando el promedio de fuego de la dinastía de films como la más o menos reciente Pearl Harbor o series como Nam y la ya clásica Combate. Todas y cada una de las escenas de la película dirigida por Peter Berg (el mismo de la pobretona comedia Hancock) forman parte de un rompecabezas que algo tiene que ver con el género de aventuras, pero que más aún se relaciona con el concepto de cine como vehículo de la acción política y el discurso de imposición. Los alienígenas son despiadados en su tarea de búsqueda de agua a cualquier precio. Agua que pretenden robarle al planeta Tierra y por la que atacan sin reprimir una sola bomba. Pero más allá de la pontificación militartista, el gran problema de este relato protagonizado por el galancete que viene de hacer estragos con Stanislavsky en John Carter, es la falta total de lógica interna, la estructuración de una narración pobre montada sobre una obsesión de trajes camuflados y armas de grueso calibre. Todo sucede en un único lugar, centralizado en los intereses del gran país de norte y, tal como indica la tradición, todo lo que allí ocurra tendrá consecuencias sobre el resto del mundo. Poco importa el desastre que muestran las imágenes que aparecen al comienzo de la película, con reportes desde ciudades de todo el planeta sobre la invasión; sea como fuere, todo remite a América del Norte y lo que pase allí es lo que replicará a los demás países. El resto es épica de cartón y una forma de resolución tan paupérrima que asombra, como si faltara el rollo en el que las cosas adquieren sentido para que terminen como terminan. Poco cine, millones invertidos en fuegos artificiales y, sobre todo, demasiada transpiración gastada en banalidades de un patrioterismo con naftalina. Nada más que eso hay en esta humedecida batalla naval.
Acción más efectos especiales Si a uno le hubieran dicho años atrás que iba a filmarse algún día una producción multimillonaria basada en juegos de mesa, nadie lo hubiera creído. Y menos ante esa "Batalla Naval" que en el colegio primario enfrentaba media división contra la otra media a puro lápiz, crucecitas y tiempo. Claro, después vino "Transformers" y todo fue posible. Los filmes basados en historietas ya eran historia, ahora le tocaba orientar la inspiración a los juegos de mesa. En esta historia se cuenta el enfrentamiento entre la armada norteamericana, al mando del almirante Shame y una división naval alienígena que busca en el agua una fuente de energía necesaria en su planeta. Todo en un ensayo de fuerzas en acción en el Pacífico. La subtrama romántica (no podía faltar) une a la hija del almirante de la armada, con un recluta transformado en oficial de la flota, Alex Hopper, algo así como la oveja negra de la familia (su hermano, destacado oficial, le echa siempre en cara su inconducta). Por supuesto que almirante y oficiales, más amiga de Hopper, suboficial en la Armada se dan cita para darle un poco de fuego al incendio que se va a desencadenar a bordo. Imaginen con barco alienígena enojado incluído. ALIENIGENAS EN EL MAR Qué más se puede decir. Que hay enfrentamientos navales en el Pacífico que se universalizan, según cuentan los medios. Y la flota de los aliens es algo así como una ballena gigantesca que da saltos a lo loco y siembra el terror entre todos. Estupendos los efectos especiales, excesiva la duración de la película, destinada sólo a un entretenimiento adolescente basado en puros fuegos artificiales. El bueno de Liam Nisson hace lo que puede y muestra que se puede pasar del Jean Valjean de "Los Miserables" o la recordada "Michael Collins" de Neil Jordan a divagar en las "Crónicas de Narnia" o enfrentar alienígenas como almirante. Las adolescentes disfrutarán de un atractivo e inexpresivo Taylor Kitsch, los chicos y las chicas se entusiasmarán porque está la cantante de moda Rihanna, convertida en suboficial y los efectos especiales movilizarán la energía de muchos. Para consumir con pochoclo.
La reseña dejó de estar online el mismo día de su publicación. Se tomó el puntaje.
Transformers acuáticos Basada en el clásico juego Batalla Naval, de Hasbro -compañía que anteriormente produjo Transformers-, la película continúa en esa misma línea, solo que esta vez le agrega marinos, barcos, y mucha agua. La invasión alienigena encuentra a los protagonistas a bordo de un acorazado, durante un ejercicio de maniobras. El ataque se produce en varios lugares del planeta pero, aparentemente, solo la marina de Estados Unidos es capaz de defenderse, y luego responder al ataque para salvar al mundo. A partir de ahí, la película recurre a todos los lugares comunes de este género y de otros géneros cinematográficos también; marinos responsables y orgullosos de servir a su patria, ovejas descarriadas que encuentran el camino sirviendo a su país, almirantes temibles, soldados que regresan mutilados pero que no pierden el orgullo, científicos nerds, políticos inservibles que hablan mucho, y chicas rubias que esperan la vuelta de su amado soldadito. El guión es flojo, todo lo que sucede es esperable, los recursos son simples mas efectivos, como algunos obvios golpes bajos melodramáticos, y toques de comedia estereotipados. El fuerte de la película son los efectos visuales, impresionantes hasta en el mas mínimo detalle logran el impacto buscado, de un modo desbordante más que estético. Por momentos resultan un tanto excesivos, pero cabe destacar el diseño de los aliens, que en cuanto a lo visual es lo mas destacable de la película. Es llamativo lo básico de la musicalización, mas allá de los estruendos sonoros durante las escenas de acción, se recurre a las baladas melosas en las escenas emotivas, y a clásicos del heavy metal cuando los soldados están demostrando su poderío, con una diferencia de cinco segundos, a veces, entre un tema y otro. Una vez más los aliens invaden la tierra, son cien veces mas inteligentes, superiores, con una tecnología monumental, pero los valores de estos heróicos soldados de la tierra de la libertad pueden con todo, e insisten con salvar al mundo, aunque el mundo nunca los llame.
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Tsunami de acción con extraterrestres "Batalla Naval", basado en el popular juego de guerra, ofrece buenos momentos de acción, aunque también mucho de sensiblería política norteamericana. Plantea una guerra de la humanidad con una civilización avanzada. Nueva sociedad entre la industria del cine norteamericano y la compañía de juegos y juguetes, también de esa nacionalidad, Hasbro. Si recientemente estas dos empresas dieron éxito a la saga de películas de los Transformers, en esta ocasión es el turno de Batalla naval, una película en donde la marca en el orillo se ve claramente. Primer descubrimiento, encontrar que la mundialmente famosa Batalla naval se jugaba ya en 1931, tomando como referencia la Primera Guerra Mundial y usando lápiz y papel. En el presente, los barcos se convirtieron en pequeños barrios tecnológicos surcando el mar, generalmente enfrentados a otras embarcaciones de similar poder bélico. Pero la imaginación de los artistas va un poco más allá y, tomando como base lo que ocurre en el videogame, plantea en esta película una invasión mundial por vía marítima que enfrenta básicamente a un destructor norteamericano, en contra de una flota de extraterrestres venidos desde otro sistema solar a apoderarse de las posesiones de la raza humana. Si bien la película tiene una hora y pico de buena acción, y a figuras como la cantante negra Rihanna haciendo su debut cinematográfico, pueden jugarle en contra algunos puntos endebles. Por ejemplo, el tener una introducción demasiado larga, donde se dan más vueltas de las estrictamente necesarias para desplegar a los personajes sobre el tablero y de a ratos hasta queda de lado el contenido de ciencia ficción de la historia. Asimismo, Batalla naval muestra una sensiblería política que ya quedó perimida en el cine norteamericano. El patriotismo norteamericano expresado de manera burda, casi como si se buscara captar reclutas inmediatos entre los espectadores, se entremezcla en esta oportunidad con una extraña manipulación de los sentimientos de los espectadores, consistente en convertir a un soldado sin piernas rescatado de un hospital militar, en uno de los héroes de la Batalla naval. En fin, la película propone un entretenimiento aceptable, pero para observar con las antenas paradas, porque sus segundas intenciones están ahí demasiado al acecho.
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Un festival de efectos especiales, con extraterrestres y toda la flota de los EEUU. Las batallas, bien gracias. Las historias para llegar a ellas, obvias. Pero pesan mucho más la diversión, los bichos, las armas intergalácticas, los hundidos y los reflotados que nos defienden de esos aliens malos malos. Sólo eso, quizás alcance.
En realidad, para ver descontrol y batallas monstruosas, es mejor Los Vengadores, que además tiene corazón y humor. Esta película adapta un juego (no se ría: adapta ni más ni menos la batalla naval que usted jugaba con papel y lápiz pero en la versión plástico de la firma Hasbro) al formato “soldado irresponsable que se vuelve heroico mientras robots monstruosos hacen puré la Tierra”. Bueno, es eso, ni más ni menos: cine de ingeniería mecánica, juguete fugaz y un poco de aturdimiento a la mode.
Lo inmarcesible La presentación de esta película no es llamativa en absoluto. Si debiera esbozarse una síntesis de su argumento y su ambientación, su apariencia resultaría, inequívocamente, la de cualquier deyección hollywoodense. Afirmar, por otra parte, que su gestación se vio condicionada por algún ideal de innovación y que tras su razón de ser se esconde un genuino ímpetu de cambio, también sería incorrrecto. O improbable. A veces pasa, que en la reproducción en serie de la cadena vomitiva de cintas de acción un eslabón difiere de sus antecesores. Como una ligera pero perceptible deformación congénita. En esa deformación se entremezclan lo viejo y lo nuevo y a través de su coqueteo se arriba, muchas veces por azar, a atisbos de originalidad. Errores fortuitos los llaman, y por ellos (y para ellos) existimos. No hace falta ser Jean-Luc Godard para cambiar las cosas. Si bien ignorar por completo a las convenciones cinematográficas que pululan alrededor del ambiente sugiere una transformación, no siempre termina por ser la más interesante. Si bien Woody Allen experimenta períodos de igual duración entre desafío y aclimatación sobre lo impuesto, en su excelsa incursión dentro de la comedia negra, con Los secretos de Harry (Deconstructing Harry, 1997), parodia de Fresas salvajes (Smultronstället, 1957) de Ingmar Bergman, que logró trasegar el contenido de un género sin intención de replantear su estructura. Lo suyo hicieron Seth Rogen y Evan Goldberg en Superfumados (Pineapple Express, 2008). En Batalla Naval (Battleship, 2012) ocurre exactamente lo mismo. Todo lo que usted intuye que puede llegar a pasar, pasará. Pero son las pequeñas diferencias del proceso las catalizadoras del gozo y su verdadero logro fílmico. Analizando a partir del esquema genérico introducción-nudo-desenlace se puede apreciar cierta irregularidad en la sensación que acecha a los diferentes conjuntos de escenas. Al comenzar la película, cuando en los primeros minutos se conocen los protagonistas, quienes luego imprimirán la cuota romántica, los escritores parecen burlarse de lo habitual con una secuencia inicial más que auspiciosa generando, al mismo tiempo, una de las mejores ilustraciones de la personalidad de un personaje en los últimos años. Algo que se manifiesta en esta instancia y que no cesa hasta el final de la película es el humor, recurso inusual cuando se aborda un argumento sobre soldados, códigos de honor e invasiones alienígenas. Al pisar el nudo del film puede comenzar a saborearse un pequeño viraje en el énfasis de la historia. A partir de aquí la acción sin resquemores y los efectos visuales se apoderarán de la pantalla. Aquí el argumento deambula ausentemente por un impasse narrativo en donde lo único que sucede son proliferaciones de estruendos y destrucción. Sí, esto es un reproche. De títeres y fuegos artificiales no se vive. La falta de interacción entre los personajes frente al caos inflige sobre el espectador un nivel indeseado de desvinculación. Promediando la película, en la reagrupación de los humanos y el paradigmático enfrentamiento final, el ritmo introductorio amenaza con penetrar nuevamente pero no lo hace sino hasta una secuencia musicalizada, con los acordes infalibles de Angus Young en Thunderstruck. Alex Hopper (Taylor Kitsch) es un joven errante que no encuentra rumbo. Stone (Alexander Skarsgård), su hermano, es un marine con disciplina oriental. Cuando Stone decide inscribirlo en su fuerza, Alex se muestra reluctante. Madrugar y hacer ejercicios no son actividades de su agrado. Un tiempo después, ya al frente de su propio batallón, cuando una amenaza externa invade la tierra, entenderá que hay cosas más urgentes por las cuales preocuparse. Peter Berg, quien luego de su magnífico debut con Malos Pensamientos (Very Bad Things, 1998) se dedicó a materializar proyectos escencialmente comerciales, entrega otro proyecto en donde no escatima gastos. Cuenta también con una notable conducción de sus actores, donde ni la cantante Rihanna desentona.
Es muy sencillo hacer una crítica negativa sobre Battleship por el simple hecho de que busca legitimarse como una realización de aquellos que trajeron Transformers. Una simple línea basta para provocar mala predisposición, al dar cuenta de una aspiración tan escasa a nivel producción y una ambición tan grande a nivel mercado. Si a esto se suma el hecho de que está basada no en una novela, un cuento o una historieta, sino en un juego de mesa, la combinación es irresistible para aquel que se dirige de antemano con el puntaje en la cabeza. Sin embargo hay un aspecto que no se podía prever y que lleva a que no pueda ser denostada sin más: su alto grado de autoconsciencia. Sabedora de sus limitaciones, hace estallar por los aires lo poco que tiene, y si bien durante buena parte ofrece un panfleto escrito por el Tío Sam, por otras deja de tomarse en serio y acierta el tono justo. Peter Berg ofrece una mejor propuesta de lo esperado por hacer exactamente el camino inverso que con su fallida Hancock. Si en aquella la comedia se hacía a un lado y abrazaba una ridícula historia de tono grave, en esta la solemnidad propia de la guerra naval se abandona en pos del humor y lo lúdico. Desde luego que la película funciona con el control remoto de producciones similares, con un desarrollo que se mantiene hasta cierto punto, cuando sencillamente se abandona todo a los expertos en efectos especiales. Cabe destacar que no se trata de una producción 3D, algo que llama poderosamente la atención, lo cual no significa que no esté bien provista de explosiones y del ya habitual slow motion exagerado al punto de la parodia. Con personajes delineados con brocha gorda y una historia sin mucho por destacar, el guión de los hermanos Jon y Erich Hoeber (Red) se guarda, de todas formas, algunas originales sorpresas. En primer término una vuelta de tuerca en el marco de la guerra conduce a que la Batalla Naval en sí se haga presente. Por si quedaban dudas acerca de la adaptación del juego de mesa, se trata de una inclusión literal que, si bien puede parecer forzado, a las claras se ve como un acierto. Ese respeto de la tradición, pero sobre todo del juego en sí, alcanzará su punto mayor con los soldados a los que se acabará recurriendo. Es que, como bien lo saben los niños, no hay juguetes descartables, aún rotos o viejos pueden seguir ofreciendo buenos momentos. En tiempos del culto a lo nuevo, una película como Battleship sorprende. Es que Peter Berg sabe, no en el mismo sentido que los Village People pero la frase sirve, que se puede encontrar placer en la Marina.
Fila 10, butaca 6... ¡Hundido! El director Peter Berg no vaciló a la hora de perfilar esta producción: entretenimiento pochoclero aun a costa del ridículo. Por eso cuesta creer lo que pasa en la pantalla durante el primer tercio de la película, porque la presentación de los personajes se convierte en un perfecto manual de lugares comunes y de situaciones poco convincentes. Al punto que la llegada espectacular y violenta de las naves extraterrestres se convierte en un verdadero alivio para el espectador, ya cansado de los estereotipos que están desfilando por la pantalla. A esta altura, la diversión puede consistir en buscar las "fuentes de inspiración" de la película: entonces, la lista será larga y forzosamente incompleta: desde "Transformers", "El día de la independencia", "La guerra de los mundos" o "Pearl Harbor" hasta la saga de "Alien" o el mismísimo "E.T.". Cuando Berg se dedica a las escenas bélicas propiamente dichas, el resultado es mejor, pero la apelación a los lugares comunes y a las obviedades no afloja. Las actuaciones están en línea con esta pobreza de objetivos, al punto que uno lamenta la presencia de un caricaturesco Liam Neeson (a distancias siderales de "La lista de Schindler" o de "Cinco minutos de gloria"). Así, tanto la historia central como las subtramas (como la de la novia del protagonista al rescate del veterano de guerra resentido por la pérdida de sus dos piernas) no deparan la menor sorpresa a lo largo de más de dos horas de proyección. Desde luego (y aunque suene reiterativo a estas alturas) hay una factura técnica irreprochable: las escenas de los enfrentamientos entre las naves alienígenas y los barcos terráqueos son espectaculares, sumamente vistosas y realizadas con un nivel de precisión apabullante, aunque lo que se muestre sea un acorazado "derrapando" sobre las olas como si fuera un auto de rally. Si uno está dispuesto a disfrutar de estas escenas y hacer abstracción de casi el 90 por ciento del guión, este es el programa indicado.
BOMBA DE ESTRUENDO En un nuevo desesperado intento de recaudar varios millones, Hollywood une dos de sus tendencias más usadas en la actualidad: la de invasiones aliens y la de “adaptemos lo que sea”. Así sale a la superficie BATTLESHIP: BATALLA NAVAL (BATTLESHIP, 2012), una entretenida superproducción basada en el popular juego de mesa, que tiene la suerte de venir precedida por recientes películas y series de extraterrestres tan flojas como SKYLINE: LA INVASIÓN (2010), INVASIÓN DEL MUNDO: BATALLA: LOS ÁNGELES (2011) y “Falling Skies”. Es decir, nadie esperaba mucho de ella más que el solo hecho de divertir e impactar con sus efectos especiales y escenas de acción ¿Y qué creen? Eso es exactamente lo que hace. Después de todo, es lo nuevo de las dos compañías que nos trajeron la trilogía TRANSFORMERS. Todo empieza cuando la NASA descubre que hay otro planeta muy similar al nuestro, donde podría haber vida extraterrestre. Por supuesto, se les ocurre armar un satélite para enviar una señal e intentar comunicarse. Lo que no sabían era que la respuesta que recibirían sería una invasión. Por otra parte, conocemos al protagonista de nuestra historia: Alex Hopper (Taylor “John Carter” Kitsch), uno de esos típicos rebeldes expertos en meterse en problemas y sin motivaciones, que se une a la marina por su hermano (Alexander “True Blood” Skarsgård) y aprende como ser un héroe al terminar capitaneando el único navío que le presentará batalla a los alienígenas. También hay una patética historia paralela con la novia de Hopper, un ex-soldado discapacitado y un nerd enfrentando a los extraterrestres en tierra firme, de la que ni siquiera voy a hablar porque es lo peor de este estreno. BATTLESHIP: BATALLA NAVAL es una película grande, pero no una gran película. A nivel de humor, diálogos, progresión dramática y construcción de personajes, el guión de este nuevo tanque hollywoodense es del mismo calibre que la primera TRANSFORMERS (2007). Es decir, chistes fáciles, protagonistas chatísimos y una historia simple y muy predecible en la que Hasbro y Paramount Pictures volcaron toda su artillería pesada: destrucciones de ciudades, naves espaciales, explosiones de barcos y aviones, explosiones y más explosiones que valen la pena el precio de la entrada y del pochoclo. Esta película bien podría haber sido una de Michael Bay, pero al parecer estaba ocupado y los estudios llamaron a un muy buen imitador: Peter Berg (HANCOCK). Aun así, los elementos del cine “michaelbayniano” (Sí, acabo de inventar una palabra) están moderados. Hay buenas escenas de acción, pero todas duran necesario y tienen su razón de ser (¿Escuchaste, TRANSFORMERS: EL LADO OSCURO DE LA LUNA?); hay momentos de humor muy boludos, pero cuando la historia exige seriedad, hay seriedad; hay bellas mujeres (Rihanna y Brooklyn Decker, dos pésimas actrices a las que perdono por estar muy buenas), pero estas no se ponen en pelotas o arreglan motos en poses pornográficas solo porque el guión lo pide. Eso sí, la abundancia de patriotismo yankie en el último cuarto de película roza el ridículo, pero era de esperarse tratándose de un film que recibió un apoyo sin precedentes de la Marina de EE.UU., que aquí la hacen ver como el mejor trabajo del mundo y bien podría servir para convencer a nuevos reclutas. Si quieren no pensar en nada más durante 131 minutos (así es, más de dos horas, pero se pasan rápido), anímense a ver BATTLESHIP: BATALLA NAVAL. Las escenas de los combates oceánicos son muy novedosas, los efectos especiales cumplen de manera sobresaliente, la banda sonora tiene toda la onda (desde AC/DC a Creedence Clearwater Revival), Kitsch se banca el protagonismo con simpatía, y la historia y los diseños de los alienígenas están mucho mejor pensados que en SKYLINE: LA INVASIÓN o INVASIÓN DEL MUNDO: BATALLA: LOS ÁNGELES. Tómenlo como algo malo o bueno, pero creo que hasta podría compararla –por el despliegue visual, el burdo patriotismo y el tipo de guión– con DÍA DE LA INDEPENDENCIA (INDEPENDENCE DAY, 1996), solo que nunca llegará a ser tan trascendente como la cinta de Roland Emmerich. Sé que es divertida, pero también sé que en uno o dos días voy a estar hablando de otra cosa. Porque, por mucho que entretenga, para algunos resultará difícil ignorar sus falencias. La calidad del guión es decepcionante, su visión sobre la guerra es muy naif, los geniales Skarsgård y Liam Neeson están completamente desperdiciados y, comparándola con otras grandes películas de extraterrestres recientes como SECTOR 9 (DISTRIC 9, 2009) o MONSTERS (2010), esta se queda muuuy atrás. Mi pensamiento final que les dejo es este: BATTLESHIP: BATALLA NAVAL es como una bomba de estruendo. Sube alto, explota fuerte e ilumina por un momento el cielo nocturno con muchas luces de colores que vemos con los ojos bien abiertos. Pero después de que termina, solo queda humo y nada más. Ahí es cuando decimos: “Traé otra”.
Durante décadas, la humanidad intentó contactarse con vida más allá de nuestro planeta. Gracias a la tecnología, descubrimos que un sistema solar similar al nuestro, que incluye un planeta a exactamente a la misma distancia de su astro rey que la Tierra del Sol, está a un par de universos de distancia. Al enviar un mensaje a nuestros “hermanos” espaciales, lo que recibimos como respuesta es una invasión arrasadora. Cuatro naves acuatizan cerca de las costas hawaianas y los marines norteamericanos que se encuentran realizando maniobras de entrenamiento en la zona son nuestra única oportunidad para sobrevivir a la masacre alienígena. Basada en el juego de Hasbro, el inicio de esta nueva saga únicamente pone en escenario marítimo su taquillero tanque predecesor: Transformers. Nada de profundidad en los personajes, ningún tipo de explicación al porqué de la invasión (sabemos que necesitan algo de nuestro planeta, pero jamás nos enteraremos qué), mucha figura reconocida por el nicho adolescente de series enfocadas al público teen, una participación ínfima de Liam Neeson y un intrascendente debut actoral de Rihanna es la propuesta del director Peter Berg, responsable de otras cintas de acción como “El Reino” o “Hancock”. Lo positivo es que los diálogos no abundan, las explosiones y combates son constantes y que los 130 minutos de película pasan casi volando. No será mucho, pero es mejor que nada.
Puede que sea una triste coincidencia, pero el año pasado, a esta misma altura más o menos (en realidad alrededor de marzo), tuve que escribir sobre una pésima película llamada “Invasión del mundo: Batalla Los Angeles”. En ella daba cuenta de cómo un argumento básico sobre extraterrestres que nos odian se transforma en un folleto para alistarse en el ejercito estounidense, por lo lindo que es ir por ahí instalando su modo de vida bajo el eslogan de “somos lo más grande que hay”. Un mero disfraz. Un año después heme aquí frente al teclado dudando ¿Se darán cuenta si transcribo el mismo texto cambiando actores, director y título? Es tentador, por la cantidad de tiempo que me ahorraría, pero no. Debo ser honesto. “Battleship: Batalla naval” está basada en un videojuego que, a su vez, está inspirado en el clásico con papel y lapicera (esto dicho en términos de la cantidad de tiros de una nave a otra que se despliegan en la cinta). Básicamente son extraterrestres pendencieros de un planeta muy parecido al nuestro, al que la NASA envía señales mediante un súper satélite. Se ve que la reciben nomás, porque en seguida aparece una cantidad de naves que surcan el espacio hacia acá con varios de “ellos”. Por suerte hay un poquito más de diseño esta vez, y en lugar de ser cuatro kilos de bofe con fierros incrustados, como en la anterior producción, son la “versión full” del dorado robot C3PO de Star Wars. De todos modos, estaría genial que los guionistas Erich y Jon Hoeber nos explicaran para qué catzo vienen esta vez. Pero eso no ocurrirá, con lo cual habremos de colegir que simplemente han llegado para romper cosas, en especial barcos. Habrá varias escenas larguísimas de acorazados estadounidenses apuntando a las naves de estos seres cuya inteligencia superior está por verse, ya que pudiendo volar para arrojar todo el arsenal que llevan deciden igual quedarse a distancia para dirimir la cuestión a bombazo limpio. Total, cuando la cosa quema, porque los terrestres se niegan a ser sometidos, tienen un arma secreta: Nos tiran con rulemanes. ¡Sí señor, como lo lee! Rulemanes que dan vueltas y ofician como taladros histéricos que destrozan todo. ¡Ah! ¡Cierto! Los terrestres… Perdón por no haberlos mencionado hasta ahora; pero como el director se las arregla para que a nadie le importe lo que les pasa decidí empezar por aquello que resulta más atractivo, o sea el diseño de producción, algunas tomas aéreas muy interesantes y el aporte del resto de los rubros técnicos. Alex (Taylor Kitsch) es un vago, bueno para nada, que comete idioteces como el tratar de conseguirle un snack a una rubia preciosa (Brooklyn Decker). Para ello el hombre destrozará un autoservicio que recién cerró, mientras suena la música de la Pantera Rosa de Henry Mancini, en una de las peores escenas jamás filmadas en Hollywood. Si es por esa estadística Ed Wood ya puede descansar en paz en su flamante anteúltimo lugar (por favor no empecemos con el esnobismo de que Ed Wood en esta época parece un genio incomprendido). El hermano mayor (Alexander Skarsgård) lo quiere encauzar para que demuestre que es un hombre y que pude hacer grandes cosas por su país. Nunca el director Peter Berg se decidió por la parodia o por la acción en serio, razón suficiente para que el público se confunda y no sepa como reaccionar ante tanta ridiculez. También aparecen la hermosa Rihanna haciendo de soldado que, por su tamaño, parece la versión femenina de un “temerario” (¿se acuerda el juguete?), y Liam Neeson, el hombre que ya cuenta con mi envidia incondicional por la cantidad de ceros en su cheque. Así como sucede con “Transformers” (2007), las secuencias de acción son tan largas que por momentos hacen olvidar por qué estamos peleando contra los bichos. Mientras tanto, es justo advertir a aquellos espectadores (aún los amantes de la acción por la acción misma) que no soportan ser encandilados con la bandera yanqui y el resto de los emblemas cada diez minutos, que Batalla naval tiene un montón de eso y mucho más (sobre todo hacia el final). Para aquellos a quienes estas cuestiones aquí planteadas no les importa nada de nada, pueden ir tranquilos total; a los productores, director y guionistas tampoco.
Hora de analizar la llegada a salas de la multipromocionada “Battleship”, film basado en el popular juego de Hasbro que todos conocemos, en el cual dos flotas se enfrentan a ciegas en un mar de cuadrículas en el que prevalece, en teoría, el más intuitivo y cerebral. Ustedes se preguntarán: cómo se adapta esa propuesta de tablero a un film de acción y aventuras? Respuesta: con mucha imaginación. Y despliegue. Al estilo de los tiempos que corren. Luego de varias películas mediocres (entre ellas Hancock , The Kingdom y Friday Night Live), Peter Berg encontró la manera de amalgamar varias influencias (por fin) y ofrecer un producto entretenido y delirante, como pocas veces hemos visto a este nivel… “Battleship” es la historia de un conflicto bélico. Los enemigos son, extraterrestres. Así de directo. Arranca el film con el descubrimiento de un planeta que podría tener vida, lejos de aquí y de los conocidos (fuera del sistema solar). La NASA envía un mensaje con la esperanza de comunicarse, utilizando un satélite especial de referencia (para amplificar su llegada). Obviamente, no será esto lo que suceda. Al parecer desde el espacio exterior organizan una expedición para visitarnos, con intenciones poco amistosas… Son poderosos, fuertes y no vienen dispuestos a negociar… Y nos enteramos rápido de esto. Cómo los enfrentamos? Bueno, tenemos un par de hermanos que saben mucho de lucha en el mar (incluso uno de ellos es Capitán de un barco): Alex (Taylor Kitsch) y Stone (Alexander Skarsgård). El primero es un tiro al aire pero eso no le importa a Sam (Brooklyn Decker), hija del Almirante Shane (Liam Nesson), quien se enamora inmediatamente del más joven de los Hopper, para sorpresa de su padre. El hombre en cuestión (el protagonista, Kitsch), tiene muchos problemas de relación y esta tendencia a llevarse mal con la gente, amenaza con bajarlo del navío. Varias naciones están realizando en la zona de Hawaii un ejercicio conjunto de coordinación de fuerzas navales militares (con Japón como la más presente), así que cuando el enemigo llega, la primera reacción es defender el planeta, confiando en que el poderío de la flota internacional puede hacerle frente a la maquinaria pesada que traen los visitantes. Hasta acá, les resumo las ideas que circulan en una ecuación: Independence Day + Mars Attack + Transformers + Pearl Harbour. Se imaginan la mezcla? No? Bueno, entonces tienen que ver “Battleship”. Nada hay que tomarse en serio a lo largo de las más de dos horas de duración de la cinta. Tendremos grandes batallas, acción y aventuras, hasta ahí. Las actuaciones, como en todo tanque pochoclero que se precie, no están a la altura, pero…a alguien le importa? La cuestión es que “Battleship” ofrece un mix de ideas ya transitadas, ensambladas rudimentariamente y hay que aceptarlo así. Apunta a un despliegue visual tremendo y a cautivar al espectador con algo de humor negro y muchas explosiones. Pero es válido y de alguna extraña manera, funciona.
La marina descubre que naves extraterrestres vinieron a la Tierra para llevarse el agua y de esta forma comienza una gran batalla naval. Esta película se basa en el popular juego de estrategia, que llega a la pantalla grande con dirección de Peter Berg (“Hankcock”, “The Kingdom”), estos títulos anteriores ya al espectador le tienen que decir mucho, además con una monstruosa producción que espera romper la taquilla. La historia nos presenta una aventura de acción, bélica, ciencia ficción y un poco de romanticismo, absurdo y humor, todo transcurre en el mar, el cielo y la tierra, y una vez más nuestro planeta lucha por sobrevivir contra una fuerza superior. Todo es bastante previsible cuando observamos un joven teniente de marina Alex Hopper (Taylor Kitsch) quien está enamorado de Sam (Brooklyn Decker) que es la hija del Almirante Shane (Liam Neeson), este como es lógico no le gusta para nada, pero un día en plena práctica en el medio del Pacífico Alex junto al grupo de marineros descubren objetos extraños en el mar. Se trata de naves extraterrestres que vinieron a la Tierra para llevarse el agua, y aquí sucede lo de siempre "los yankees siempre salvan al mundo contra los extraterrestres”, “llenos de patriotismo y valentía” y con todo su despliegue bélico. Esta película brinda humor, sobresaltos, personajes heroicos, valientes y principalmente el patrioterismo norteamericano, una buena fotografía, banda sonora y la edición, muy logradas las secuencias de acción y efectos especiales, tiene alguna similitud con otras películas del género como “Día de la Independencia”, de Roland Emmerich, entre otras; y dentro del elenco se encuentran primeras figuras como: Liam Neeson, Taylor Kitsch, Brooklyn Decker, Alexander Skarsgård y la presencia de la cantante Rihanna (como la suboficial Cora Raikes). El director demora demasiado tiempo al comienzo cuando presenta a los protagonistas, por lo tanto le sobran algunos minutos, no esperes un gran guión, ni grandes actuaciones, te gusta ver mucha acción, buen ritmo, secuencias bien bélicas y otras divertidas, entonces prepara un buen balde de pochoclos y disfrútala, se encuentran subtitulada y en castellano, eso si después de los créditos quédate porque hay Yapa.
Ridiculez absoluta Que quede claro, el nuevo film de Peter Berg (Malos pensamientos; Hancock) no aburre en casi ningún momento y en general sostiene un ritmo interesante, pero sólo si uno suspende el juicio racional y se abandona al mar de arbitrariedades, ridiculeces y estupideces planteados. Se nos presenta la historia más o menos común de la invasión extraterrestre: a partir de un satélite de mucha potencia se envía una señal a un sector del espacio donde se supone que podría existir vida inteligente. Luego de un tiempo, unos extraterrestres de barba puntuda se presentan en la Tierra para terminar con todo. Una nave extraterrestre cae en Hawái justo cuando la Marina estadounidense está realizando ejercicios de combate y de este encuentro se arma la hecatombe. En la subtrama paralela se intenta contar el nacimiento del héroe del film a partir del personaje de Alex Hooper (Taylor Kitsch), un teniente canchero y rebelde que con el pretexto de una venganza escucha el “llamado del patriotismo”. En plano de las actuaciones, digamos que van de lo regular a lo pobre: ninguno de los actores es lo suficientemente carismático como para sostener un poco el interés. Taylor Kitsch no demuestra talento, su personaje es, sin otras palabras para describirlo, un gil. Las dotes actorales de Rihanna son, digamos, pocas, y la participación de Liam Neeson, vergonzosa. El querido Liam aparece para decir un par de malos chistes y dar algunas órdenes intrascendentes en su carácter de almirante, sumando aproximadamente unos 15 minutos totales de aparición en pantalla. Para ver a Neeson conviene acercarse a El líder, que es una gran película aún en cartelera. Decíamos que Battleship: batalla naval está mal actuada y que su guión es inexistente y que si existe es bastante estúpido. Pues bien, agreguémosle un patriotismo barato y superficial como sacado de Día de la independencia y una mirada complaciente y apologista de la milicia estadounidense y tenemos un cóctel bastante poco atractivo. Por si fuera poco, nos ofrece también algunas escenas de acción que aturden y no se entienden demasiado. Hay otras bien resueltas, pero en general predominan las imágenes confusas al mejor estilo Transformers. Por último, luego del visionado de este mamotreto, da la sensación de que Peter Berg (que por antecedentes no es un mal director) es consciente de que estuvo filmando una pavada. Sin embargo, en el film no se explicita suficientemente algún nivel de autoconciencia que la convierta en algo más divertido y con algo de sentido del humor. En suma, Battleship: batalla naval es una película ridícula, con algunos momentos divertidos, pero que se hunde en un caos ruidoso, arbitrario y olvidable.
Es curioso como actualmente Hollywood parece acercarse conceptualmente a la industria del cine porno. Sí, del cine porno. La excusa en ese caso es que la historia es completamente secundaria y que apenas se graban unos pocos diálogos sin sentido que desencadenan la acción que el espectador verdaderamente espera de una película de semejante envergadura. En la industria del entretenimiento cinematográfico -mainstream- últimamente sucede algo similar y Batalla Naval (basada en el juego de mesa de Hasbro) es el perfecto ejemplo de esto. Se trata de una historia que en realidad no es más que un MacGuffin (como le llamaba Hitchcock a aquello que hacia avanzar la trama pero en realidad no es de mayor trascendencia a la historia en sí) que permite mostrar un tsunami de efectos especiales en CGI que incluye alienígenas, naves espaciales y una invasión a Pearl Harbor que afectará nada menos que a la bonita de Brooklyn Decker, y sus amigos, claro. Hay que decir en honor a la verdad que a pesar de la obvia calumnia audiovisual que Batalla Naval representa, hemos visto pasar peores aberraciones de ciencia ficción que ésta que por lo menos tiene la sinceridad de no tomarse en serio a si misma. Recordemos por ejemplo la reciente "Battle Los Angeles" (2011) cuyos 116 minutos nos dejaban con un dolor de cabeza incalculable, o mismo "Skyline" (2010) que siguiendo los pasos de las secuelas de Transformers se convertía en una de las peores películas del año. Además, luego de tantas invasiones fallidas resulta difícil creer que todavía haya bichos en el espacio (acorde a la concepción hollywoodense) que quieran invadir la tierra. ¿Son realmente tan estúpidos o es que no consumen este tipo de películas como para saber qué hacer y qué no hacer? Battleship nos deja con el temor de que ahora los intrépidos guionistas de Hollywood busquen inspiración en otros juegos de mesa símiles a este. Y llegado el caso esperamos que si filman la película del Buscaminas, al menos se parezca algo a esto: http://www.youtube.com/watch?v=vDxmAg404bQ Y entretanto esperamos nada ansiosos el estreno de Monopoly, y para los interesados, youtube ofrece varios otros trailers al respecto, siendo este quizás el más divertido:
La fórmula Transformer "Batalla Naval" es lo nuevo de Hasbro, famosa compañía de juguetes que parece empecinada en arruinar potenciales buenos productos para vender cajitas felices y promocionar el poderío militar norteamericano. Los productos garpan... de eso no hay dudas, sobretodo si tenemos en cuenta que las "Transformers" fueron películas gigantes de la taquilla con sólo buenos efectos especiales y dos protagonistas femeninas para el infarto. En este caso se apela a una dinámica parecida, con muchos efectos especiales, una morocha elegida como la mujer más sexy de 2011 por "Esquire" y una rubia debilidad con más curvas que la cordillera de los Andes. De trama original y entretenida ni hablar... y es que pensándolo bien, ¿qué tan interesante puede resultar un film sobre un juego de mesa? Más bien parece una excusa barata para poner en pantalla naves gigantes y marcianos, que como siempre, quieren exterminarnos y quedarse con nuestro increíble planeta tan preciado en la comunidad universal. Muchachos, ¡los marcianos ya cansaron!! Al menos si van a usarlos inventen algo nuevo, algo que no hayamos visto más de 100 veces en distintas películas. Como aspecto positivo, rescato que al menos "Battleship" utiliza un humor mucho más rescatable que el impresentable de Michael Bay (se nota que no me gusta ¿no?) en "Transformers", donde se encargó de pegarle la fama de descerebrado al pibito Shia LaBeouf. Por otra parte, también noté que se la encaró con un poco más de seriedad, contratando a buenos actores que hicieron un poco más tolerable la cinta. Estoy hablando por supuesto del gran Liam Neeson y de Alexander Skarsgard, que más allá de sus breves intervenciones, dejan su sello y suman un par de puntos a la propuesta. Taylor Kitsch es buena opción como anti héroe de acción, simplemente no ha seleccionado bien sus últimos proyectos. Una peli para los incondicionales de las invasiones extraterrestres y los efectos visuales zarpados. Quizás para verlas a Brooklyn y a Rihanna también vale la pena. En lo que respecta a mi experiencia, la pasé mucho mejor con un pedazo de papel borrador, dos lapiceras y un par de inadaptados que querían escaparse de Química.
Después de los primeros minutos, uno quiere creer que lo que está viendo es una especie de parodia del cine imbécil e hipertrofiado de Michael Bay. Es que en Batalla naval están todos los tics del director de La roca: música estridente que irrumpe sin miramientos (rock, más que nada); banderas norteamericanas que flamean por todos lados; glorificación de la disciplina militar y los códigos de los soldados; construcción de lo extranjero como amenaza que debe ser erradicada con fuego; culto a la tecnología de punta. Algunos excesos, como el hecho de que uno de los barcos tenga nombre de músico de blues (John Paul Jones) indicaban que lo de Peter Berg podía llegar a ser un desmonte humorístico del cine-a-lo-Bay, una suerte de Top Gun de nuestros tiempos; pero no, lo suyo es apenas una lectura tradicional con algunos salpicones paródicos del universo deleznable del realizador de Transformers. Sería aburrido señalar los motivos obvios por los que Batalla naval resulta una película patriotera y aleccionadora. Mejor digamos que la historia y el tratamiento del director Peter Berg hacen que todo se derrumbe por sí mismo: la presencia de un almirante japonés (el gran Tadanobu Asano) y de una negra estereotípica (Rihanna) no alcanza a sumarle diversidad a la fuerza militar estadounidense que, claro, ocupa el lugar de salvaguarda del planeta; el cambio del protagonista, que pasa de la ignorancia y el desinterés a la supuesta toma de conciencia, igual revela algo que al guión parece escapársele: el miserable de Alex solamente encuentra su lugar en el mundo al mando de un barco de guerra que utiliza como si fuera su chiche personal, más o menos; el aislamiento que sufre la flota americana por culpa de los aliens bien podría solucionarse pidiendo ayuda a otros países (así, el conflicto principal resulta estúpido); el notable parecido de los extraterrestres con los humanos da un poco de miedo porque el que aparece como invasor y peligro ya no es un bicho baboso y de muchas patas sino una criatura muy parecida a nosotros: el cine norteamericano (el malo, por lo menos) cada vez tiene menos imaginación a la hora de pensar en un otro distinto. Encima, la escena en la que aparece la batalla naval propiamente dicha (la película está “basada” en la edición de Hasbro) ¡no respeta las reglas del juego porque los barcos se mueven! (Al menos por estas pampas, los barquitos están siempre quietos). Fuera de las actuaciones de Asano y Liam Neeson (ellos solos salvan una buena cantidad de escenas), de algunos buenos efectos visuales (las naves alienígenas son impactantes) y de una trama bastante entretenida (uno espera que Alex la pifie y que vuele toda la flota por los aires), Batalla naval es casi otro exponente horrible del cine al estilo Michael Bay.
De la línea de juguetes y juegos de mesa de Hasbro, que anteriormente nos trajeron Transformers, películas que visualmente nadie puede negar que son impresionantes (hasta nominaciones al oscar tuvo), pero que en cuanto al guión quedaron mucho a deber, llega ahora Battleship: Batalla Naval, dirigida por Peter Berg (Hancock), y estelarizada entre otros, por Taylor Kitsch (John Carter), Liam Neeson, y Brooklyn Decker y Rihanna en el "atractivo visual". Si la nota dice "transformers a nadar", es porque, literalmente, nos encontramos con más robots, sólo que ahora en el mar. La premisa es sencilla: en medio de unos juegos navales (como una especie de olimpiadas pero para la Marina), se encuentran con una nave en medio del océano que resulta ser el inicio de una invasión alienígena. Y aunque la película se tarda mucho (mucho) en despegar, cuando lo hace, se agradece que el componente cursi quede a un lado, centrándose exclusivamente en la batalla, por dos frentes. Con situaciones inverosímiles como corresponden a este tipo de películas, llega el momento en que se justifica el nombre: se ponen a jugar en pleno tablero intentando adivinar en dónde está la nave enemiga para matarla. Y la verdad es que está entretenida. No va más allá de intentar entretener al público, con una historia sencilla y el mero pretexto de lucir efectos especiales bastante impresionantes, que ayudados por la inmensa complejidad y al mismo tiempo, sencillez del mar, tienen una profundidad muy diferente. Tenemos la batalla en primer plano, con barcos y fuerzas armadas; aunque yo me pregunto, ¿cómo es que Rihanna sale sin un rasguño? Al final, termina dando un giro, si no inesperado, por lo menos bastante fuera de lo común, pero al mismo tiempo, innecesario. Y sobre todo, el final decepcionante. No quiero dar spoilers, pero pues ya sabemos como acaba la mayoría de estas películas: los buenos siempre ganan. Solo que en este caso, la forma en la que lo hacen es bastante... inverosímil. No sé si su intención fue hacer un tributo a la marina, o algo parecido, pero el final me pareció bastante fuera de lugar. Eso, si, otra cosa que es bastante recomendable, es el soundtrack. Canciones de Creedence Clearwater Revival, Rolling Stones o los Stone Temple Pilots, hacen una delicia la parte auditiva. Cumplidora en efectos, aunque con actuaciones bastante planas. La edición y la fotografía es lo que más sobresale. Si quieren llevar a los pequeños de la familia o a los adolescentes que disfrutan de un espectáculo visual, al menos, por ese lado, no defrauda.
Publicada en la edición digital de la revista.
El actor, escritor y productor Peter Berg ("Hancock", "El Reino", serie "Friday Night Lights") dirige esta superproducción inspirada en el clásico juego de combate naval de la marca Hasbro, responsable de haber llevado al cine las franquicias basadas en las figuras de acción "Transformers" y "G.I. Joe". Y claro que la influencia de aquellos robots que se convierten en vehículos se nota en "Battleship: Batalla Naval", en varios aspectos. La película, que llega a nuestras salas de cine una semana antes que su estreno en los Estados Unidos, narra -sin demasiado argumento y a través de una sucesión de tensionantes secuencias de acción, destrucción y explosiones muy bien logradas gracias a los increíbles efectos especiales- la historia de un enfrentamiento al que hace referencia el título de la cinta. El mismo se desarrolla en pleno océano Pacífico contra un enemigo superior: seres extraterrestres -que comandan unas naves que meten miedo- que llegan a nuestro planeta como producto de una respuesta a una serie de transmisiones interestelares que científicos de la NASA han estado enviando a su planeta. Lamentablemente, el guión escrito por Erich y Jon Hoeber no le proporciona al espectador más detalles de la amenazante "visita" de estos aliens. El conflicto sucede mientras la Marina de los Estados Unidos se encuentra realizando ejercicios de práctica como parte de una convención internacional de oficiales y de una nueva edición de los juegos navales que se llevan a cabo en Hawaii, donde Estados Unidos tiene la base de Pearl Harbor. Encerrados en un campo de fuerza liberado por estas naves extraterrestres, se libra esta batalla a gran escala que mezcla la estrategia bélica de los acorazados de guerra norteamericanos con la ciencia ficción. Claro que un segmento del metraje está dedicado a la estrategia tradicional del juego "Batalla Naval". En cuanto a los protagonistas de carne y hueso, la poca línea argumental más allá de la invasión, se centra en Hopper, interpretado por Taylor Kitsch, quien viene de protagonizar un fracaso de la factoría Disney como "John Carter". Aquí, el actor conocido por su papel en la serie "Friday Night Lights", encarna a un joven sin rumbo, arrogante e individualista (en él, se centran los pocos momentos de humor) que se enlista en la Marina porque su hermano mayor Stone (Alexander Skarsgård) lo convence. Enamorado de Sam (Brooklyn Decker), la hija del capitán de la flota (a cargo de Liam Neeson), en su camino por convertirse en héroe, no está sólo. Entre los que lo acompañan, se encuentran el Capitán japonés Yugi Nagata (Tadanobu Asano) y la cantante Rihana, quien en su pasable debut actoral en la gran pantalla, interpreta a la Teniente Raikes (Rihanna), una especialista en armas. En esta especie de "Transformers" acuático todo se exagera. No sólo el gran despliegue de efectos visuales sino, además, la propaganda militar para unirse a la Marina y el sentimiento de patriotismo (el caso de los verdaderos veteranos que participan del film es un claro ejemplo). A pesar de ello, no hay que dejar de reconocer que el entretenimiento está a la orden del día y que "Battleship: Batalla Naval" tiene algo de originalidad a pesar de reconocer elementos ya vistos en la industria.
Sabemos que hoy por hoy a la pobre Joligud no se le cae una idea y desde que anunciaran un film basado en un juego de mesa como la “batalla naval”- ¿recuerdan ese de H8, hundido, I3, agua?- pues me había entrado la pica de ver qué joraquis harían estos tipos en cuanto a línea argumental. Con los avances y posteriores primeras críticas era obvio que su visionado caería en algún momento entre el parche al ojo y la TV de Domingo. Así fue como luego de la insistencia de mi marido por “conseguirla” terminamos justamente anoche viéndola. Va con SPOILERS. Hablemos claro, quien dice que esta película es una merda está en todo su derecho, pero vamos! ¿qué podemos esperar de algo como Día de la Independencia, El día después de mañana o esta? Admitámoslo, forman parte de un género aparte (valga la rima). Cortadas por el mismo molde están hechas por, para y exclusivamente con la intención de entretener y alimentar ese ego patriota que tienen los del norte. Esta vuelta ni siquiera pusieron esmero en explicar algo, un poco, lo que venga para entender una historia cortada por la misma tijera; los diálogos podrían ser como en el juego que se entendería lo mismo. Así y todo el film entretiene, tiene ritmo y vende, que es lo importante. Dos horas de este film me entretuvieron más (y acá me matan varios, mi marido inclusive) que las casi tres horas de Avatar, a la que estoy harta de ver por quincuagécima vez por cable (es la favorita de mi marido). Lo que garpa y lo que no. Seré honesta, Alexander Skaarsgard, ya vale el visionado, al menos en la primera mitad de la peli. ¡Dios, qué bombón de tipo!. Lo que no garpa es saber que como es el hermano del prota no tardará en morir. Garpa también la exageración que ponen en cada escena de acción, el ritmo trepidante que uno sabe cómo empieza y cómo termina pero, frasecita típica va, personaje querendón viene, chistesito por acá y chistesito por allá, terminamos de festejo. Paso a paso sabemos qué pasará o cómo se resolverá la cosa, pero al menos en mi caso, aunque resoplando y revoleando los ojos de vez en cuando, termina uno pasándola pipa, como dirían algunos de mis amigos trasnscharco. Lo que desde ya no garpa es Liam Neeson. Un actor como él a estas alturas ¡no puede tener un papel tan pobretón!, apenas aparece, no hace gala de esa herencia al estilo Chuck Norris que se ha sabido conseguir con sus últimos títulos. Gente, el mundo ahora tendría que estar salvado por él y no por Joji Yoshida, porque aunque el Taylor Kitsch tenga las de ganar, el que realmente saves the day, como dicen ellos, es el ponja!. Liam Neeson y Joji Yoshida Battleship, tal su título original, es uno de esos films que hay que tomar por donde viene. No pidan peras al olmo y véanla si tienen ganas de pasar un rato de esparcimiento donde no faltará la escena a la que podrían musicalizar con el himno americano. Película que chorrea rojo, azul y estrellitas blancas, y nada más. Así y todo se agradece que haya un cierto guiño al juego en sí, esa cosa de adivinar por dónde pegarle al enemigo y "pelear" casi a ciegas en este caso con el típico ataque alienígena-reptiliano. A no ponerse quisquillosos, advertidos están, véanla con ánimo lúdico.
La escasez de ideas que azota a Hollywood desde hace varios años no deja de sorprendernos, al punto tal que estamos por hablar de una película basada en un simple, básico y conocidisimo juego de mesa. Todo eso te puede posicionar en dos lugares distintos a la hora de encarar este film. Uno es el de la indiferencia y el otro es el de la expectativa. Muchos optan por el primero, ya que es el más fácil por consistir en largar la frase “es una película pochoclera, bélica, insulsa, nacionalista y muy yanqui”, mientras que una minoría se mantiene expectante por ver si de una vez por todas Hollywood hace las cosas bien partiendo de algo tan poco cinematográfico. Cualquiera es dueño de la esquina si le toca adaptar un libro que vende millones y millones de ejemplares en todo el mundo, eso vamos a decirlo de una vez por todas. Mis expectativas frente a “Batalla Naval” pasaban por dos aspectos centrales; uno era su director, Peter Berg, a quien conocimos por ser el ahijado artístico de Michael Mann y por sus irregulares pero personales trabajos como “Hancock”, “The Kingdom” y “Friday Night Lights”, entre otros. El segundo aspecto era, claro, ver como los productores, guionistas y el mismísimo director iban a sacar adelante una película basada en un básico y simple juego de mesa. Desde que vi el primer avance del film mis expectativas se fueron al piso, ya que ver nuevamente naves extraterrestres enfrentándose al ejercito norteamericano no me pareció nada original y al contrario, parecía la salida más simple de semejante embrollo, sobre todo sabiendo que los productores de este film eran los mismos de la millonaria saga “Transformers”. Frente a esta situación, voy a ser sincero, esperaba que este film se convirtiera en una especie de actualización de “Día de la Independencia” o en otro producto que intentara vendernos el nacionalismo norteamericano como pan caliente y el poderío armamentista del país del norte, como así también el espíritu bélico sin sentido de gran parte sus habitantes. Pero aunque cueste creerlo “Batalla Naval” es todo lo contrario, al punto tal que uno llega a preguntarse si la peli les salió bien o el tiro les salió por la culata. Voy a realizar este análisis por partes. En primer lugar creo que estamos frente a una película con tantos elementos bélicos que solo dificultan o empañan el verdadero sentido del film, que es ni más ni menos que dejar un mensaje anti-bélico como pocas veces vimos en el cine. Paso a detallar algunos de los elementos que me dejan esa sensación; la idiotez con las que caracterizaron a los militares dentro del film, la aparición de personajes lisiados por la guerra, el combate contra los extraterrestres en Pearl Harbor, la colaboración entre el ejercito norteamericano y el japones para hacerle frente a los extraterrestres y la participación de los veteranos de guerra que puede resultarnos irrisoria pero que es un claro y sentido homenaje. Para ser más detallistas; ni el mejor Michael Bay (aunque de manera voluntaria) pudo retratar del modo que lo hizo Berg la personalidad de los integrantes de las fuerzas armadas estadounidenses que llega a su punto máximo cuando nuestro protagonista interpreta para el culo “El Arte de la Guerra” de Sun Tzu en un momento clave del film. En cuanto al personaje lisiado que aparece en el film, si bien puede parecer un golpe bajo de parte de los guionistas al principio, termina por convertirse en una critica clara sobre un lado de la guerra que pocas películas muestran. O acaso me van a decir que recuerdan a otros personajes discapacitados debido a la guerra que no sea el capitan Dan de “Forrest Gump”. En tercer lugar, el hecho de que frente a la “invasión” (ya voy a detallar por que le coloco comillas a esa palabra) dos ejércitos que históricamente estuvieron enfrentados por una guerra, como lo son el japones y el norteamericano, terminen actuando codo a codo para sobrevivir es otro claro mensaje de parte de los responsables del film para los que se niegan a ofrecer disculpas por errores del pasado. Es casi patético e irrisorio pero la alegoría que utilizan para retratar esa rivalidad termina siendo un partido de soccer ya que en ningún momento del film se hace mención de forma malintencionada al ataque a Pearl Harbor, o a la segunda Guerra Mundial. De hecho, tampoco puede ser casualidad que toda la acción del film transcurra en este lugar (Pearl Harbor) y que en determinado momento, por culpa de seres humanos, haya repercusiones y destrucción en Japón. Pero si todo esto no fuera suficiente, para seguir con la segunda linea de lectura de un film que a priori puede resultar netamente pochoclero, hay que destacar el punto ambiguo con el que se retrata la supuesta invasión extraterrestre, la cual deja y mucho dudas. Sin entrar en demasiados detalles, desde el momento en que Berg nos pone en la piel de los invasores (como si se tratara de un videojuego, con la cámara en primera persona) es imposible no sospechar acerca de las intenciones de los extraterrestres. Dejando toda esta linea de lectura que resulta de un análisis connotativo del mensaje, hay que hablar de la peli en sí, de sus elementos que meramente refieren al séptimo arte. Y ahí es donde aparecen las falencias. Tenemos un elenco paupérrimo, donde parece que la única vara para la selección que utilizaron los encargados del casting fue la belleza de los actores y actrices. Brooklyn Decker y Rihanna son muy bellas sí, y seguramente Taylor Kitsh y Alexander Skarsgard tambien lo son para las mujeres, pero de ahí a que sean buenos actores y tengan lo necesario para bancarse una peli sobre sus hombres es otra cosa. Liam Nesson, bien gracias. Cuando uno trabaja 10 minutos reloj es difícil obtener otra devolución. El resto relleno, al igual que la banda sonora compuesta por Steve Jablonsky que apenas muestra sus matices creativos en la escena del guiño hacia el juego de mesa (quizás una de las mejores del film en cuanto a suspenso y tensión) pero que más allá de eso no tiene nada más para ofrecer, a diferencia de la música elegida para musicalizar algunos momentos interesantes y que va desde AC/DC, Creedence Clearwater Revival, Band Of Horses y ZZ Top. El apartado técnico sí que es para aplausos, sobre todo el campo de los efectos especiales donde el argentino Pablo Helman la rompe ofreciendo algunas de las secuencias más impresionantes del cine pochoclero de este 2012. Por su trabajo sí que vale disfrutar este film en la pantalla grande. Y la dirección de Berg es casi contradictoria, por que “Batleship” es un traje hecho a medida prestado: no le entra. Si al momento de los títulos finales hubiera aparecido el nombre de Michael Bay todo tendria más sentido, ya que esta más que claro que lo que los productores quisieron lograr con este film es un producto similar al que ofrecio el director de “Armaggedon” en la saga “Transformers”. Peter Berg entró a la categoría mercenario, si se quiere, y por ahora relegó todo su estilo visual y de otra índole para poder dirigir un blockbuster que difícilmente tenga el reconocimiento u el impacto que se le quiso dar. Una película que no es mala, por que entretiene (casi) de principio a fin pero que tampoco es lo suficientemente buena ya que carece de originalidad y relevancia. Lo que sí, estamos sin dudas frente a una interesante propuesta para poner a ejercitar nuestra capacidad de leer sobre lineas un mensaje que no todos parecen querer interpretar u entender. “Batleship” es un lobo con piel de cordero, así de simple.