Sangre y redención Presentación, conflicto y redención: tres ítems infaltables en las películas épicas con historias ligadas a cualquier tipo de religión. En este caso la remake de la aclamada Ben-Hur (1959), mantiene la misma esencia, cambiando detalles del guión para atrapar aún más al público y transmitir un mensaje un tanto más alentador. Desde ya que la productora Metro Goldwyn Mayer se metió en menudo embrollo al tratar de revivir una de sus películas más exitosas. La realización de 1959 no sólo fue la obra más cara producida por la compañía, sino que además fue un éxito de taquilla y aclamada por la crítica. Tal es así que en los premios Oscar de 1960, Ben-Hur obtuvo once estatuillas, entre ellas: Mejor película, Mejor actor (Charlton Heston), Mejor dirección (William Wyler) e inclusive Mejor sonido (Franklin Milton). Esta remake no fue una apuesta simple para la empresa del logotipo del león, inclusive la crítica señaló en la etapa de rodaje que las historias “épicas-religiosas” ya no tienen efecto en el espectador actual, y la taquilla norteamericana lo reflejó al recaudar poco más de diez millones de dólares, contra cien millones de gastos. Timur Bekmambetov, director de Se busca (2008) y Abraham Lincoln: Cazador de vampiros (2012), ha sido el elegido para llevar a cabo este film. Desde el comienzo, la idea de hacer la película en 3D es inútil, ya que en ningún lapso de la obra se justifica la utilización de este recurso. Sin embargo logró imprimirle buenos efectos especiales para ambientar las escenografías. Hay algunas escenas destacables como el ataque de los griegos al navío en el que se encontraba Judah Ben-Hur. El guión respeta la novela original de Lew Wallace, al igual que la película original. Sin embargo en esta versión se contrastan los tiempos y las intensidades. Los malos son más malos, los buenos son más buenos y hay cambios en circunstancias y personajes que modifican levemente detalles de la realización en comparación con la de 1959. La mayoría no interceden en el giro argumental de la novela, excepto una muy importante. Pese a las cosas positivas que tiene esta remake, tanto desde la dirección como desde el guión no se logra compenetrar al público al cien por ciento. Si bien la película tiene cierto dinamismo en cuanto al correr de las escenas, la trama intensa hace que los diálogos se vuelvan algo tediosos y si el espectador se distrajo un segundo quizás se pierda algún dato relevante de la historia. El libreto solamente emociona al final de la obra. Tanto Jack Huston como Tobby Kebbell se destacan en sus roles protagónicos, tanto en la química de su hermandad, como en la furia de su enemistad. Ambos actores despliegan carisma en sus interpretaciones y provocan una sinergia con el espectador. (Dato curioso: es impresionante el parecido de Huston con James McCavoy en muchos pasajes de la película). Sin embargo el mayor acierto del casting es la inclusión de Morgan Freeman en el papel de Ilderim, el actor no sólo realizó el papel de narrador en momentos de off, sino que además imprimió todo su potencial de un hombre sabio que entiende la vida e imparte su conocimiento de la misma. Su personaje es uno, sino el más, atrayente de toda la película, obviamente con la siempre llamativa aparición de Jesús de Nazareth y su crucifixión, con todo lo que eso conlleva dentro de la historia. Ben-Hur (2016) es una jugada arriesgada de Metro Goldwyn Mayer que tiene algunos aciertos y pocos errores. Sin embargo no es lo suficientemente fuerte o atrayente como para superar el rotundo éxito de su antecesora. Es un género que en el último tiempo ha rozado el fracaso como el caso de Exodus: dioses y reyes (2014) que incluso contó con la participación del atrayente Chrstian Bale. Quizás desde la productora trataron de reavivar este tipo de films y se basaron en la repercusión de su versión original. Pero sin dudas este intento no cubrirá las expectativas ni el presupuesto invertidos en ella.
Si aún se recuerda la famosa secuencia de la carrera de cuádrigas en las arenas del gran circo romano, acá los toques de la tecnología digital hacen perder el brillo y el relato no encuentra la tensión que ofrecía el film original 57 años atrás. Aunque esperada y también cuestionada incluso antes de su estreno, esta remake del film de 1959 que cosechó 11 premios Oscar, llega para defraudar a los amantes de la película original. Si bien Ben-Hur presenta un gran despliegue que ahora firma el realizador ruso Timur Bekmambetov -el mismo de Se busca- el resultado está lejos de alcanzar el clima que la historia requería. Si aún se recuerda la famosa secuencia de la carrera de cuádrigas en las arenas del gran circo romano, acá los toques de la tecnología digital hacen perder el brillo y el relato no encuentra la tensión ni la adrenalina que generaba el film 57 años atrás. La historia presenta a Judah Ben-Hur -Jack Huston- y Messala Severus -Toby Kebbell-, el príncipe acusado de traición y el hijo de una familia romana que luego de quedar huérfano, es adoptado por la familia de Judah. Fascinados por los caballos y las carreras, el destino dividirá a los hermanos. Despojado, separado de los suyos y de la mujer que ama, Judah es forzado a la esclavitud y regresará a su tierra natal en busca de venganza, pero encontrará la redención. Basada en la novela de Lew Wallace, el relato presenta diferencias con respecto al film de William Wyler, ya que los villanos no brillan por su maldad y pierden fuerza dramática dentro de la historia. Por otro lado, el anodino elenco, a excepción de Rodrigo Santoro -300- dando vida a Jesús y de Morgan Freeman, en el rol de Ilderim, el anciano sabio con rastas que acciona como entrenador de Judah, queda deslucido. Quizás lo que más molesta en esta nueva versión es el tono excesivamente religioso que domina la trama y que fagocita el espíritu de aventura y de acción que presentaba la película original. La recreación de los grandes escenarios, la secuencia de la batalla naval y la más esperada, la del circo romano, no levanta la polvareda que que se esperaba en esta realización de mirada contemplativa, donde los buenos y los malos se desdibujan en un tibio enfrentamiento que culmina en un abrazo.
La nueva versión de Ben-Hur es una película mucho menos terrible de lo que se esperaba si tenemos en cuenta que la dirección estuvo a cargo de Timur Bekmanbetov. Cuando se anunció que el realizador de Abraham Lincoln: Cazador de vampiros iba a estar a cargo de este proyecto enseguida se esperó lo peor, debido a los antecedentes del cineasta ruso en Hollywood. Si bien esta nueva adaptación de la novela de Lewis Wallace no quedará en el recuerdo con el paso del tiempo, tampoco es una producción extremadamente mala del nivel de La leyenda de Hércules (Kellan Lutz), como quieren dar a entender los medios norteamericanos. Volvemos otra vez al tema del año que es la reiterada exageración en los análisis cinematográficos. El problema con Ben-Hur es que sus antecedentes en el cine son tan importantes que a menos que se haga algo muy diferente con esta historia es casi imposible brindar un film que esté a la altura de las primeras películas. La producción original de 1925, realizada por Fred Niblo, cimentó literalmente las bases del género de acción y la remake de 1959, de William Wyler, dejó la vara demasiado alta con una de las producciones más ambiciosas en la historia de Hollywood y una generación de actores que no se volverá a repetir. ¿Cómo superás hoy antecendentes de esa envergadura? Salvo que se trate de artistas visionarios en extinción, como John Carpenter, quien en el pasado también se metió con clásicos considerados intocables (La cosa y Río Bravo) es muy difícil que estos proyectos trasciendan en el cine de la actualidad. Por consiguiente, dentro de la catástrofe que auguraba la dirección de Bekmambetov, esta versión de Ben-Hur al menos se deja ver y ofrece una propuesta más decente que la desastrosa miniserie del 2010 con Ray Winstone. Este trabajo representa su primera película como adicto recuperado del CGI y en esta oportunidad encaró la narración de la historia con un enfoque más realista. De hecho, esta producción tiene menos CGI que Exodus: Dioses y Reyes, de Ridley Scott. Una enorme sorpresa que al menos yo nunca hubiera esperado. Bekmambetov intentó darle un perfil más realista y humano a los personajes donde hizo hincapié también en el contexto político de los tiempos de Ben-Hur. Ese aspecto del film está bien trabajado y es justo destacarlo. En esta versión la odisea que vive el protagonista no se inicia con una piedrita que se cae de un terraza sino que tiene un trasfondo político relacionado con las tensiones que se vivían en Jerusalén por aquellos días. Desde los aspectos visuales el director también aplicó ese realismo a las secuencias de acción, como las batallas de Messala en la Legión romana o la carrera de carros que fue realizada como el cine de acción de la vieja escuela. Obviamente el lenguaje narrativo en la edición de estas secuencias es más moderno pero no cae en el abuso de animación computada de los trabajos previos del director. La película está sostenida con un buen reparto que presenta un trabajo digno con estos clásicos personajes. Sobresalen especialmente Jack Huston y Rodrigo Santoro, quienes intentaron darle un perfil diferente a los personajes de Ben-Hur y Jesús respectivamente. Una elección acertada, sobre todo en el caso de Huston, ya que hubiera sido un error fatal intentar emular a Charlton Heston, quien siempre será el gran Ben-Hur del cine. Morgan Freeman y sus inexplicables rastas, la figura más famosa del elenco, brinda una interpretación correcta del jeque Ilderim, que en las versiones anteriores tenía un rol cómico y acá se presenta como un personaje más serio. Ahora bien, la gran debilidad de Ben-Hur y lo que le impidió ser una película mejor en mi opinión pasa por lo siguiente. En primer lugar la falta de inexperiencia de Bekmambetov en los aspectos emocionales de la historia. Esta versión de Ben-Hur nunca llega a conmoverte con las situaciones dramáticas que enfrentan los personajes. El enfoque de la trama está más puesto en el perdón que en la venganza y aunque ese es un giro interesante en el conflicto, el film nunca te cautiva con el drama que viven los protagonistas. A esta producción le faltó un realizador con mayor sensibilidad para abordar esta cuestiones y esto es un problema en una producción que encima presenta una versión condensada de la historia de Lewis Wallace. El acto final también quedó muy acelerado, en parte porque ya no hay espacio para el cine épico y los estudios de Hollywood buscan que los filmes duren 120 minutos clavados o menos. En consecuencia, los editores tienen que hacer milagros para que las películas tengan la duración exigida. Un tema que afectó a varios estrenos de este año. Por otra parte, el guionista John Ridley (12 años de esclavitud) en mi opinión no trabajó bien los aspectos religiosos de la historia. El perfil más humanista que le quiso dar Santoro a Jesús es interesante pero lamentablemente sus diálogos reúnen un grandes éxitos de la Biblia y por esa razón los momentos del personaje no consiguen el impacto emocional esperado. Pese a todo, en términos generales Ben-Hur se deja ver y al menos presenta una adaptación más digna que la última versión que se hizo en el 2010 para la televisión.
La odisea sin épica. Si bien la versión de 1959 del mítico director William Wyler no fue la primera incursión cinematográfica de Judah Ben-Hur, el marco temporal del Hollywood dorado de la época de las mega producciones de MGM y la figura omnipotente de Charlton Heston la ubican como la primera y prácticamente única referencia en el inconsciente cinéfilo sobre esta historia de venganza y restitución con trazos religiosos. Contra esta pesada herencia se las tiene que ver Ben-Hur (2016), la actualización a cargo de Timur Bekmambetov (Se Busca, 2008; Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros, 2012), un director más acostumbrado al cine de acción con ribetes fantásticos que al enfocado en la épica de aventuras. La que se cuenta es la historia de Judah Ben-Hur, un hombre de clase alta de la Jerusalén contemporánea del hijo de Dios, quien es acusado injustamente por los romanos y traicionado por su mejor amigo y cuasi hermano, enviado al destierro y esclavizado, para regresar años después y dar paso a su tan esperada venganza. Si bien se agradecen las dos horas de duración en comparación con los 212 minutos de Wyler, esto impide que ciertas subtramas tengan el desarrollo necesario y hace a uno preguntarse si no hubiese sido mejor anulalarlas por completo. La reestructuración de ciertos episodios tampoco ayuda a cimentar un argumento más sólido. Jack Huston nos da una interpretación tibia de Ben-Hur, un personaje atormentado por su derrotero y castigado por el destino, palideciendo en comparación con ese hombre de voluntad inquebrantable a quien supo dar vida Heston. Toby Kebbell no desentona en el papel de Messala Severus: si bien los villanos suelen ser los que mejor la pasan en este tipo de relatos, lo suyo tampoco es para los anales del séptimo arte. Mención aparte para Ilderim, el comerciante árabe interpretado por un Morgan Freeman que lleva inexplicablemente rastas en su cabeza, en lo que funciona más como un homenaje extraño al John Travolta de Batalla Final: Tierra que como una elección artística con sustento lógico. Por su parte, Rodrigo Santoro parece un actor nacido para interpretar a Jesús gracias a su “physique du role”. Técnicamente de bajo vuelo, la producción parece más cercana a un telefilm que a una super producción clase A de un estudio “grande”, otra cuestión que la torna inferior en comparación con la versión clásica (tampoco posee una paleta de colores atractiva ni un tratamiento de imagen interesante). La resolución del tercer acto carece de una épica acorde al marco e incluso no parece animarse a incursionar en la brutalidad del material original, optando por un “happy ending” que echa por la borda el eje temático de la venganza y las consecuencias de los propios actos, dejando practicamente como un corolario el costado religioso del relato.
No toda nostalgia es buena En manos de Timur Bekmambetov llega Ben-Hur (2016), una nueva adaptación de la novela homónima de 1880 de Lewis Wallace, que narra como las decisiones religiosas y políticas enfrentan a dos hermanos: el redentor judío Ben-Hur ( Jack Huston) y el romano Mesalla (Toby Kebbell) en una carrera a muerte en la que uno solo saldrá victorioso. Ben-Hur es una película que no llega a alcanzar un foco coherente en ninguna de sus aristas: no comprende una película de redención, venganza o hasta de un culebrón novelesco –como ocurre en la primera media hora del fin-. En Ben-Hur no hay una deficiencia clave que haga caer y trastabillar al film sobre terreno de ripio, sino que cada uno de los hechos desemboca en una decisión peor y así se forma una acción en cadena imparable de errores. El director Timur Bekmambetov no estuvo a la altura de las circunstancias –además de que la vara estaba muy alta- para producir una remake acorde y del mismo calibre que el clásico de 1959 bajo la tutela de William Wyler y con la estimada actuación de Charlton Heston y Stephen Boyd, ganadora de once premios Oscars a mejor película, director, protagonista y actor de reparto. Allí se sitúa otro punto muy débil e endeble: el casting. Ni Jack Huston, Toby Kebell o siquiera Morgan Freeman logran generar una empatía o identificación con el espectador y sus propias emociones. Personajes carentes de carisma, espíritu y estima. Interpretaciones muy bajas, superficiales y planas. Se hace cuesta arriba comprender y aceptar las motivaciones de los hermanos, donde los actores todo el tiempo están contra la pared en un guión pobre e irregular que pierde uno de los mayores y mejores matices que tiene la película; la reflexión sobre el enfrentamiento religioso y político entre romanos y judíos. Igualmente, el personaje del brasileño Rodrigo Santoro –de quien no diremos el nombre para no generar spoilers- es el único que propone algo más en cuanto a lo místico y energético, que produce diferencias desde sus palabras, miradas y hasta como se para frente al espectador y otros personajes. Sin embargo, pese a la acumulación de malas noticias, la escena más importante del film llegó a buen puerto. Con una manera particular de filmar, más cercana a las tomas que se realizan en la Formula 1, con distintas cámaras Go Pro en diferentes ángulos –como en los caballos, las ruedas de los carruajes- se llega a un climax en este duelo entre hermanos en la pista. Esto resulta lo más acertado de Ben-Hur, pase a que el final culmina con un giro totalmente inesperado e innecesario, que hace perder vigor de lo que se había alcanzado tras la carrera. A pesar de llegar en 3D, esta tecnología sigue la línea de las demás en solo brindar profundidad entre los personajes y el fondo, sin nada más allá para destacar.
Fiel al material original, poca diversión y muchas lecciones de fe la convierten en una película difícil de querer en esta época tan secular. La religión es uno de los fenómenos humanos más antiguos y estudiados: las hay para toda civilización en cada lado del mundo, mueven cantidades gigantescas de gente desde tiempos inmemoriales y hacen a sus seguidores capaces de acciones terribles o sublimes. A pesar del tiempo colectivo que la humanidad ha invertido en teorizar sobre ellas y practicarlas, la verdad sobre muchas sigue oculta. Una de las facetas más amables de estas creencias tiene que ver con las virtudes del hombre y la organización de la vida social, y a pesar de que muchos de estos valores no pudieron adaptarse a las ideas del siglo XXI, otros como el amor al prójimo, la solidaridad y el perdón son promovidos y practicados por millones hasta el día de hoy. Los jóvenes Judah Ben-Hur (Jack Huston) y Messala (Toby Kebbell) tuvieron una hermosa amistad en Jerusalén durante toda su infancia, como hermanos. Al crecer, Judah se convirtió en un aristócrata judío y Messala en un tribuno romano y durante la dura ocupación de la Ciudad Santa en el año 30 debieron ubicarse en lados opuestos del tablero. El prefecto Poncio Pilato (Pilou Asbæk) pasará por el medio de Jerusalén y es deber de Messala cuidarlo, pero una situación veloz y desafortunada logrará dejar a Judah como culpable de un intento de asesinato. Como castigo se lo enviará lejos a vivir una vida de esclavo, pero, luego de 5 años de sufrimiento, gracias al Sheik Ilderim (Morgan Freeman) encontrará la manera de enfrentarse a su hermano sin que la ley pueda tocarlo: una carrera de carros en el sangriento Circo Romano. Cuando le ofrecieron a Timur Bekmambetov la silla de director en la nueva interpretación del clásico libro de Lew Wallace, la rechazó. La mayoría del público conoce a Ben-Hur gracias a la película estrenada en 1959 con Charlton Heston como protagonista, pero el material original tiene un mensaje más amable y menos orientado a la venganza. Es así que Bekmambetov terminó por aceptar el trabajo: se le presentó un nuevo guión, que trata con otros temas como el perdón, en vez de las otras emociones negativas que la trama permite. Si bien los protagonistas no son de gran renombre, sus performances son precisas y necesarias para construir los personajes tan distintos a los del material original. En el papel principal, Jack Huston se desenvolvió con una sinceridad muy apropiada para Príncipe Judío. No es muy conocido, pero sí recibió halagos por su participación en Boardwalk Empire (2010). En el papel de su hermano Messala está Toby Kebbell, que sorprendió este año en su caracterización de Durotan en la película basada en el videojuego Warcraft. Los acompaña Morgan Freeman como único nombre conocido, interpretando al Sheik Ilderim. Los papeles femeninos no son sustanciales para la trama a pesar de los esfuerzos del guionista John Ridley (12 años de Esclavitud, 2013), sin embargo la iraní Nazanin Boniadi en el papel de Esther, esposa de Judah, hace un genial trabajo con el poco material que tiene. Es complicado hacer que una película de época como Ben-Hur tenga éxito con el público mainstream. Las carreras de carros, una secuencia de acción arriesgada en su producción, es tal vez el único anzuelo con el que se pueda llevar al cine a los que no conocen el material original. Las reflexiones religiosas constantes son inquietantes para el público general, pero son parte ineludible del libro publicado en 1880 y de la evolución de Judah Ben-Hur como personaje dentro de la trama. Las idas y venidas entre acción y lección de fe, entre afecto por el prójimo y venganza contra el camarada, hacen difícil la recepción de un mensaje claro, pero el planteo de estos asuntos ya es útil de por sí.
Ese truco de la carrera de cuadrigas. La versión siglo XXI de la historia del esclavo judío y el traidor romano no termina de sostenerse del todo bien, pero cumple con aquello que se convirtió en un clásico... y que hasta oscurece el detalle de la crucifixión de Jesucristo. Ben-Hur: A Tale of the Christ es la novela que el estadounidense Lewis Wallace publicó a fines del siglo XIX, y que conoce hasta el momento cuatro versiones cinematográficas y una miniserie. Ben-Hur: un cuento de Cristo, sería la traducción, reveladora de hacia dónde este autor desde hace rato ignorado quería llevar el sentido de su novela más vendida. Arte del espectáculo, espectáculo eminentemente kinético, el cine hizo su propia lectura del best seller confesional de Wallace. Ya la primera versión, un corto mudo de 15 minutos de 1907, consistía casi exclusivamente en lo que de allí en más haría famosa a Ben-Hur: la carrera de cuadrigas, relegando a Cristo a una crucifixión de compromiso. Dirigida por el kazajo Timur Bekmambetov –cuyos antecedentes en Hollywood consisten en las desfachateces pulp Wanted, con Angelina Jolie como superkiller de cuero negro, y Abraham Lincoln, cazador de vampiros, título que exime de comentarios– la versión siglo XXI de la fábula del esclavo judío y el traidor romano pone toda la carne en el asador del Coliseo, haciendo de Jesús una suerte de empleado supernumerario de la compañía. Que Judá Ben-Hur (Jack Huston) sea un príncipe judío de familia rica que vive con gran lujo en un palacio de Jerusalén en tiempos del Imperio Romano, da un poco de escozor (sobre todo si no se recuerda muy bien la versión de 1959, la más conocida). Cuando, traicionado sin mucha razón por su medio hermano Mesala (Toby Kebbell), romano adoptado por su familia desde pequeño, termina en las galeras de un barco imperial, remando durante un lustro y recibiendo latigazos, uno se queda más tranquilo: no hay rastros de antisemitismo aquí. Mucho menos en esta versión, en la que los guionistas Keith R. Clarke y John Ridley sugieren paralelismos entre la represión de los centuriones contra los judíos y la de la policía estadounidense contra los afroamericanos. Por otra parte cobran nueva relevancia los zelotes, secta combativa que se proponía derribar por las armas al Imperio Romano. Esos elementos salpimentan una historia que varios de sus pilotes no sostienen muy bien, desde un elenco subestándar (con la única excepción de Morgan Freeman en maestro espiritual y jeque árabe de dreadlocks) hasta unas motivaciones escasamente justificadas, pasando por relaciones reducidas a la pura convención. Pero lo que todos están esperando es la carrera de cuadrigas y la carrera es larga, tensa y muy bien montada. En películas previas, que incluyen unas de acción muy exitosas filmadas en Rusia, Bekmambetov había mostrado una mano muy pesada y derroche clipero, que daban para esperar aquí un show de planos de duraciones infinitesimales, entre chorros de testosterona y ralentis estilo 300. Por suerte Bekmambetov se puso súbitamente clásico, alternando planos largos sobre las cuadrigas, planos más cortos sobre los rostros, planos detalle sobre las ruedas y caballos, incidentes bien dosificados (un empujoncito por acá, un despiste por allá, una rodada completa más allá), cortes para dar intensidad y un sentido general del ritmo y el crescendo dramático bien sostenido, redondeando una pièce de résistance que no era de esperar. Después vienen Cristo, la crucifixión, el milagro y todo eso. Como para cumplir con el mandamiento que lo exige, nada más.
HERMANOS ENFRENTADOS POR EL PODER Volver sobre este libro, cuando existe la película de Willam Wyler, que tuvo un presupuesto nunca visto en Hollywood, y otro tanto en promoción que se gano 11 oscar, que fue una de las mas taquilleras de Hollywood, detrás de “Lo que el viento se llevó”, que tiene una de las mas famosas escenas del cine, la carrera de cuadrigas y… se pueden seguir enumerando datos que pueden usarse como argumento para no hacer una remake. Pero los productores, Mark Burnett y Roma Downey su esposa, están más interesados en hacer temas bíblicos en distintos formatos de teatro y televisión pero con contenidos cristianos no repararon en las contras y concibieron una película que hasta le cambia el final , siempre en pos de piedad divina. Le encargaron la dirección a Timur Bekmanbetov y recrearon sin complejos la historia con el arsenal de efectos especiales para la batalla naval y la famosa carrera. El resultado esta a tono con la moda de las novelas bíblicas que están de moda en la tele y disfrutable para un publico que no conoció la primera versión o que no le interesa las comparaciones. Para ellos entretenida y àgil.
Publicada en edición impresa.
Crítica emitida por radio.
Ben-Hur es una nueva adaptación del libro de Lewis Wallace, la historia de un príncipe judío traicionado por su hermano adoptivo, un general romano que lo condena al destierro. Esta versión, se vale de las nuevas tecnologías y herramientas digitales para lucir creíble y atractiva. De nada vale compararla con la cinta clásica con Charlton Heston, esta es más corta, menos discursiva y no tan maniquea. Jack Huston en el papel principal luce creíble y empático, bien acompañado por un soberbio Morgan Freeman y las breves pero contundentes apariciones de Rodrigo Santoro como uno de los Cristo más carismáticos de la pantalla grande. Llena de acción, de espíritu épico, la escena de la carrera de carros, rodada con un estilo realista y dramático es soberbia y cargada de tensión. Una gran oportunidad para que las nuevas generaciones de espectadores se acerquen a una de las historias más cautivantes de la literatura universal.
Fallido intento de traer a Ben Hur al siglo XXI La nueva versión del clásico hace extrañar no sólo la que dirigió William Wyler y ganó 11 Oscar en 1959, sino hasta la película muda que filmó Fred Niblo en 1925 y hasta hoy sigue siendo un prodigio formal. No hay manera de que una gran historia épica como "Ben Hur" pueda ser contada adecuadamente en sólo 126 minutos (la misma duración de "Escuadrón suicida"). Y no tiene sentido perder demasiado tiempo analizando esta remake que ni siquiera llega a ser lo bastante mala para ser divertida. Los detractores de los péplums (películas de romanos, bíblicas o gente antigua con pecheras y sandalias) citan a Groucho Marx, que en relación con "Sansón y Dalila" de DeMille dijo: "No me gustan los films en los que el astro masculino tiene mejores pechos que la actriz". Este Ben Hur le gustaría menos, ya que tampoco los hombres tienen buenos pectorales. La versión muda de 1925 de Fred Niblo sigue siendo un prodigio formal que cambió las técnicas de rodaje. En la famosa ganadora de 11 Oscar en 1959, William Wyler agregó sonido, color y Scope, pero enfatizando la tensión homoerótica entre Ben Hur y Mesala. El truco fue decirle a Stephen Boyd que actuara como si fueran novios, pero que jamás le mencionara el tema a Charlton Heston, dándole así un rol más activo. Esta remake no aporta nada en lo técnico, y sólo muestra dos personajes pasivos. Lo más creativo es el prólogo, que va directo al clímax de las cuadrigas (dura un minuto), para retrotraer a los dos rivales a sus monturas adolescentes. Luego, durante desesperantes 50 minutos, no pasa nada digno de mención, hasta la breve batalla naval de galeras romanas. Timur Bekmanbetov es un talentoso experto en acción y terror, como el film de culto "Guardianes de la noche", pero aquí sólo se luce en la carrera de cuadrigas, donde usa muy bien el 3D y aporta giros intensos pero respetuosos a Niblo y Wyler. Las actuaciones van desde lo mediano hasta lo directamente pésimo. Sólo se salva Morgan Freeman, a pesar de que como jeque árabe tiene unos hilarantes dreadlocks rastafaris. Él dice la frase que resume este nuevo Ben Hur: "A estos romanos, si les das suficiente plata, terminan haciendo cualquier cosa".
Modas de Hollywood. Los relatos épicos parecen estar otra vez en la cima, con tanto superhéroe y ser salvador; también hay una creciente ola de cine cristiano, desde diferentes ópticas, atravesando géneros resaltando valores morales y éticos como hace tiempo no se veía. Mezclando estos dos tópicos, y sumándole ese gusto actual que tiene la gran industria de actualizar todo en nuevas versiones; era de esperarse que una Ben Hur estuviese en cartera. Sin embargo, y a la vista de los resultados, esta nueva adaptación del texto clásico, toma algunas decisiones que la podrían considerar riesgosa. Claro que de los riesgos no siempre se sale bien parado. Al hablar de Ben Hur más de uno tendrá en su memoria el inmortal clásico de William Wyler protagonizado por Charlton Heston como ese desgraciado príncipe de Jerusalem. Sin embargo, la versión de 2016, a diferencia de varias de las adaptaciones que se hicieron con posterioridad al film de 1959, no pareciera apoyarse en ella, sino volver a los orígenes, el texto de Lewis Wallace. Retomemos la historia, hechos que transcurren casi en paralelo a lo que conocemos como la Natividad y la Pasión de Cristo. Judah Ben Hur (Jack Huston) es un aguerrido príncipe de Jerusalem, que mantiene una fuerte amistad con su hermano adoptivo Messala (Tobey Kebbell), enamorado de su hermana Tirzah (Sofía Black D’Elia). Ambos se defienden y se aprecian, pero Messala se siente inferior y ajeno a la familia, indigno de Tirzah. Es por eso que decide partir y alistarse al ejército romano; hecho que quebrantará (no tan) lentamente la relación con Judah. El tiempo pasa, Judah logra contraer matrimonio con la esclava Esther (Nazanin Boniani) y se rencuentra con un Messala que ya no es quien solía ser. Los celos vuelven a aflorar y este traiciona a Judah, acusándolo de traición al imperio por respetar sus creencias de Jerusalem, desterrándolo hasta la (presunta) muerte y atacando a la familia (su ex amada Tirzah y su madre Naomi). Al modo de un Conde de Montecristo (por lo menos en este film), Judah vaga por el desierto y Océano, y es rescatado por el árabe comerciante Ilderim (Morgan Freeman con un lampazo en la cabeza), quien lo reformará, pero no logrará cesar su sed de venganza. Ilderim lo forma en las carreras de carruajes, entretenimiento por excelencia entre los romanos y en el que Messala es campeón, y desoyendo las súplicas de la sufrida Esther, se enfrentarán en una dura batalla final. Al escuchar el nombre del director elegido para esta versión, Timur Bekmanbetov (Guardianes de la noche/día, Wanted), la espera era una recarga en la acción, un sobre exceso de digitalización, un montaje rabiosamente convulsivo, y un espectáculo visual de impacto. Pues no, salvo por algunos detalles digitales no muy logrados (incluidos un 3D inexistente) y una carrera de carruajes a modo Rápido & Furioso pero sin ser convulsiva; este Ben Hur se presenta como una representación dramática y con escasa épica de los acontecimientos. No encontraremos nada de la grandilocuencia de Wyler ni el efectismo esperado; tampoco una puesta en escena que equipare a una superproducción. Sin tampoco recargar las tintas en lo religioso salvo en determinados tramos y un epílogo desatado, lo que queda es un reato bastante despojado, que apunta a los valores éticos y al mensaje de la hermandad por sobre la venganza que oscurece el alma. La historia de Jesús (Rodrigo Santoro) circunda todo el metraje, pero nunca se llega a profundizar, ni siquiera en el conflicto de fe planteado en la época, tratado de un modo superficial. Sin nombres remarcables en el elenco, salvo Morgan Freeman (que ya está en una etapa de aceptar roles sin leer el guion) y ¿Rodrigo Santoro, Tobey Kebbell?, las interpretaciones están a tono con el film, correctas, aunque lavadas. No hay mucho demasiado grave para criticarle a esta nueva versión, ofrece un entretenimiento justo para quienes busquen algo que no profundice en ningún aspecto. Se inclina al drama, pero no contiene diálogos pulcros; no posee épica ni gran aventura, pero tampoco llega a aburrir del todo más allá de una primera hora bastante aletargada; y ni siquiera se juega el todo en la escena que todos quieren ver la famosa carrera de carruajes. Con anclaje en Gladiador, Montecristo (versión Kevin Reynolds), y la reciente Hijo de dios; es una propuesta menor, sin un rumbo fijo, pero que consigue sus bajas intenciones, pasando más desapercibida que odiada. Esta Ben Hur podía ser esperada dentro de las nuevas/repetidas tendencias de Hollywood, lo que está en dudas es si era necesaria.
Es sabido que de vez en cuando Hollywood no tiene ideas y decide ir al arcón de los recuerdos para poder desempolvar alguna idea o película que sirva como punto de partida para que las nuevas generaciones puedan conocerlas. Pero cuando en ese intento de contar de nuevo el cuento, uno pasa por alto el punto de partida, y termina configurándose un pastiche sin sentido, esa relectura termina por negar la posibilidad inicial de acercar una propuesta interesante. “Ben Hur” (USA, 2016) de Phil Neilson pierde, claro está, con la obvia comparación de su predecesora la maravillosa película de 1959 dirigida por William Wyler en 1959. Pero no pierde por su imposibilidad de trasponer una vez más la clásica historia, sino que lo hace por querer actualizar de manera inverosímil su historia. Judas Ben Hur (Jack Huston) y Messala (Toby Kebbel) son hermanos adoptivos que compiten, “sanamente”, entre sí para obtener logros académicos, deportivos y demás. Cuando el destino los separa y los enfrenta, cada uno deberá fortalecerse desde su lugar para afrontar desafíos impensados. Neilson profundiza en esto, en cómo Judas, alejado completamente de los suyos, y bajo el poderío tiránico de Poncio Pilato (Johan Philip Asbæk), es esclavizado, torturado y llevado al extremo, razón por el cual la venganza y el odio asumirá un nuevo objetivo en su vida. Y en eso irán las más de dos horas de esta nueva adaptación de “Ben Hur”, con muchas, muchas licencias, y poco amor por el cine y por un género, el péplum, que supo tener momentos de gloria, pero que en los últimos años sólo ha servido como vehículo para coproducciones que no pueden plasmar el verdadero sentido de su origen. Si el espectador menos advertido acude a ver el filme, claro está, asistirá a una sucesión de imprecisiones que no hacen otra cosa que ridiculizar una de las historias más interesantes que se pudo apreciar y en donde la religión juega un papel importante. Lamentablemente acá se privilegia la acción, y en cada frase del guión hay un tufillo a autoayuda, a narración de Paulo Cohelo sin sentido, con una impronta de hacer un “Ben Hur para dummies” en el que las secuencias se acumulan sin terminar de darle una entidad a la totalidad del filme. Mención aparte la interpretación de Morgan Freeman, que también oficia de narrador en off, en un papel de un mentor de Judas, con una caracterización irrisoria, en la que se acerca a Whoopi Goldberg o al John Travolta en “Battlefield Earth”. En resumen, una fallidísima propuesta, que no logra transmitir la épica, la pasión, la acción en ningún momento, y que excepto en el duelo de carrera de caballos tirando carros final, el total se termina haciendo muy cuesta arriba.
Judah Ben-Hur y Massala son dos jóvenes criados como hermanos en la antigua Jerusalén, ambos aventureros y disfrutan de las carreras de caballos. Lo que más los diferencia es el hecho de tener ideologías religiosas y políticas totalmente distintas. Por cosas del destino, Massala decide buscar su propio rumbo y alejarse de su familia adoptiva. Años más tarde regresa formando parte del ejercito romano. Las diferencias entre Judah y Massala ahora son aun más grandes y éste ultimo acusa de traición a su amigo y hermano, destinándolo a pasar una vida como esclavo. Varios años después, Judah es vuelve a su hogar lleno de ira y con sed de venganza hacia quien antes había sido su hermano. Los clásicos se siguen reinventando para la nueva generación y esta vez le tocó a “Ben-Hur”, aquel film de 1959 protagonizada por Charlton Heston, una película que logró ganar 11 premios Oscars, incluida la de mejor actor. En esta remake la que manda es el CGI y el uso del 3D para determinadas escenas. Timur Bekmambetov llevóo a cabo esta película, director un tanto raro con las películas que se puso a sus espaldas, pero acá se enfoca en un género distinto para él, en donde mandan las batallas típicas de gladiadores y en las que cada tanto se hace menciones a temas del cristianismo. Jack Huston y Toby Kebbell interpretan a Judah y Massala, ellos son los principales en toda la historia, una hermandad que se ve trunca por las ideologías y que luego los une la sed de venganza. La película tiene muy buenos efectos especiales, pero la historia tiene poco desarrollo. Todo empieza y termina en el odio entre los protagonistas. Ben-Hur funciona como película entretenida, pero también es una de las que fácil se olvidan, no deja nada para recordar, solo podría ser la escena de la carrera de caballos hacia el final de la película. Ni tampoco Morgan Freeman se destaca en su actuación y la banda sonora ayuda poco y nada. En fin, Ben-Hur solo sirve para pasar un rato agradable, simplemente eso. Lo bueno: La carrera de caballos hacia el final de la película. Lo malo: Ya de por sí muy pocas remakes superaron a sus antecesoras, en este caso esta nueva versión queda muy por debajo y no deja nada destacable para recordar.
Vídeo comentario
De Moisés a Ben-Hur Alfred Hitchcock decía que no podía hacerse una buena película de una gran obra, había que tomar, en todo caso, una novela menor para convertirla en una gran película. Si bien la frase hace referencia a la literatura, puede trasladarse a esta época de tanta remake innecesaria. La Ben Hur (2016) no puede estar nunca a la altura de la clásica versión con Charlton Heston. La pregunta es ¿lo intenta? La Ben-Hur (1959) de William Wyler es una gran película más allá de su grandilocuencia temática y formal, algo muy difícil de nivelar por el ruso Timur Bekmambetov (Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros) responsable de la versión actual. La comparación es inevitable y hasta los productores faltos de ideas apelan a rememorar aquella cinta para atraer al público. Ahora la Ben Hur del siglo XXI está pensada como una película de acción haciendo el foco en la lucha entre los hermanos Juda Ben-Hur (Jack Huston) y Messala (Toby Kebbell) que lo traicionó –motor del clásico- pero con redención final en clara alusión a las épicas bíblicas contemporáneas (Noé, Exodo: DIoses y Reyes, La resurrección de Cristo). El film funciona en la acción y resulta muy pobre en su dramatización histórica. Existieron otras versiones de la novela de Lewis Wallace: Una no oficial que data de 1907, la protagonizada por Ramón Novarro en 1925 y la miniserie de 2010 que desarrolla la relación desde la infancia de los hermanos Judah y Messala. La última hasta la fecha parece conocerlas a todas y no por eso estar interesada en ser fiel a ellas. El ingenio en esta oportunidad se encuentra en desarrollar con la tecnología CGI (imágenes generadas por computadora) las escenas de la batalla naval y la famosa carrera de cuadrigas del circo romano (evidente desde el afiche). Eso sí, todo está exagerado, por ejemplo no es una teja que se cae aquello que desata el conflicto (la condena a Juda a la esclavitud), sino que aquí es un atentado con flechas. La violencia es superior, propia de los tiempos políticos que corren (¿el accionar irracional del terrorismo?) pero al no haber un anclaje preciso en estos datos históricos la referencia queda acartonada producto de una clase B que utiliza los datos en pos del más primitivo entretenimiento. Esta versión de Ben Hur jamás podrá igualar a su gran antecesora ni a ninguna otra épica grandilocuente del período clásico de Hollywood. Hay que pensarla en relación a las producciones bíblicas contemporáneas con las cuáles traza un denominador común –foco en la acción, libre interpretación histórica, cristianismo con estética publicitaria- y, en ese sentido, termina siendo tan fea e intrascendente como aquellas.
PÉPLUM ERAN (MÁS O MENOS) LAS DE ANTES La nueva adaptación de la novela homónima de Lewis Wallace (1880), donde se cuenta la amistad, devenida en odio entre un noble judío Ben-Hur y el legionario romano Messala, no aporta absolutamente nada a la versión de William Wyler, que hay que decirlo, tampoco aportó nada al género péplum (relatos ambientados en la antigüedad) y menos que menos a la historia del cine. El trabajo de Timur Bekmambetov (Se busca, Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros) no pasa la categoría de mamotreto aburrido, donde nadie quiso demorarse en pensar algo para agregarle y no mandarla tan desguarnecida al gran público, que gracias a la publicidad llenará incauto las salas -aunque parece que por ahora le fue bastante mal en taquilla-. Nada, pero nada le suma a la versión de 1959 y si uno pudiera abstraerse del conocimiento previo y entrara virginal y puro a la sala, a los cinco minutos del tortuoso rodaje, conocería toda la historia, la amistad quebrada, el sufrimiento del bueno y la degradación del malo, los destinos de los amores juveniles y aterrizaría en el The End esperable, donde la legendaria carrera de cuadrigas solo le hará recordar a los carritos con rulemanes tan trajinados en la niñez. Aburrida de cabo a rabo, nada pudo hacer la tecnología por cambiar la historia de este fracaso opulento y pretencioso. Sin duda Ben-Hur 2016 es una extraordinaria excusa para no ir al cine y que sé yo, de pronto si se anima, volver a visitar a aquella buena tía, que tan olvidada tiene. BEN-HUR Ben-Hur. Estados Unidos, 2016. Dirección: Timur Bekmambetov. Guión: John Ridley y Keith R. Clarke. Elenco: Jack Huston, Toby Kebbell, Rodrigo Santoro, Nazanin Boniadi, Ayelet Zurer, Pilou Asbæk, Sofia Black-D’Elia, Morgan Freeman, Marwan Kenzari. Producción: Mark Burnett, Sean Daniel, Duncan Henderson y Joni Levin. Distribuidora: UIP. Duración: 125 minutos.
En tiempos que Roma gobernaba el Mediterráneo y Jesús no era más que un carpintero, Judah Ben-Hur llevaba una vida tranquila en Jerusalén como el heredero de una acaudalada familia de origen noble, con pocas preocupaciones más que competir con Mesala, su hermano adoptivo romano, dejando transcurrir una vida en paz sin remordimientos por ver a su tierra bajo dominio extranjero. Mesala en cambio, aunque ama como propia a la familia que lo acogió cuando quedó huérfano de niño, no termina de encajar en ese mundo. No es judío ni noble por lo que siempre estará un escalón debajo de su hermano Judah, pero principalmente nada de lo que tiene se lo ganó ni siquiera por tener unos ancestros privilegiados, lo que lo incentiva a abandonar Judea para unirse a las legiones romanas en Europa y hacerse un nombre para sí mismo. Cuando varios años después finalmente regresa, claramente ya no es el mismo. Aún ama a la familia que lo crió pero su nueva familia es el ejército romano del que ahora es oficial y cuando tiene que elegir si cumplir sus órdenes o salvar al clan Ben-Hur no tarda demasiado en mandar a Judah como esclavo a las galeras y ordenar la muerte de su madre y hermana. Curiosamente, el blando y complaciente Judah Ben-Hur sobrevive años hasta que consigue regresar a su hogar sediento de venganza. Enfrentando al campeón romano en una carrera, porque así es como se enfrenta una invasión cuando no hay tiempo de convertirse en gladiador y retar a duelo al emperador que mató a tu familia. La vida de Brian Judah ben-hurBen-Hur pretende ser un drama con aventuras y se queda en el camino lejos de ambas metas. Aunque las actuaciones son correctas los personajes no generan empatía como para que nos importe mucho lo que les sucede, pero además no hay sorpresa ni tensión en sus conflictos y la trama se muestra prácticamente entera en los dos minutos del trailer sin que pierda casi nada de su profundidad. Es cierto que hace varios intentos por hablar de política y moralidad, presentando a Judah primero como un colaboracionista del invasor que no tiene en cuenta los padecimientos que sufren los menos privilegiados, para convertirlo casi en un revolucionario cuando recibe él mismo un poco de esa opresión, con una incoherencia que los mismos personajes de la historia perciben y hacen notar. Pero su lógica de pensamiento no se expresa en la trama y termina resultando más lógico o creíble el antagonista Mesala, quien al menos es consciente de que la neutralidad de su hermano es inviable y toma una postura que sostiene hasta el final por más sufrimiento que le produce porque cree que es la correcta. Podrá ser un poco despiadado y cínico, pero tiene argumentos relativamente sustentables para sentir que es él el traicionado en vez de Judah Ben-Hur y eso hace que su accionar pueda sentirse impulsivo pero no ilógico. Pero el premio a la incoherencia está muy peleado entre un final bastante absurdo que traiciona la historia que venían contando y los cameos del carpintero zombie, que es metido a la fuerza entre la historia de Judah sin realmente participar de ella, por lo que las expresiones de dolor de Judah cuando (spoilers de dos mil años!) es crucificado no se sustentan con lo que vino mostrando la película sobre él. El hombre perdió a toda su familia en una tarde y está deseando matar a su hermano con sus propias manos, pero lo destroza emocionalmente que vayan a ejecutar a un desconocido que le dió una lección de piedad de quince segundos. La industria del cine lleva varios años con una escasez de ideas nuevas que intentan sobrellevar adaptando libros y cómics populares, pero también rehaciendo películas que fueron exitosas en su momento. Ya de por sí es difícil que realmente la remake sea relevante y aporte algo nuevo sobre lo existente, pero rehacer con un clásico con la única finalidad de ponerle mejores efectos especiales es algo que tiene bastantes pocas probabilidades de éxito desde el principio, aunque al menos esta vez se trata de una lo suficientemente vieja como para que un par de generaciones no la hubieran visto antes. Conclusión: Ben-Hur es otra remake intrascendente que a duras penas cumple con entretener, más a fuerza de visuales llamativas que de una historia interesante.
“Ben Hur” Llega este jueves 25 de agosto el estreno de una nueva remake de “Ben Hur”, la más exitosa y conocida fue la protagonizada por Charlton Heston y Stephen Boyd en el año 1959 ganadora de varios premios Oscar. Esta nueva versión, de la original novela épico/religiosa (escrita por Lewis Wallace en 1880) nos cuenta sobre el brutal enfrentamiento de dos hermanos: Judah Ben Hur, hijo de una acaudalada familia judía (Jack Huston) y el adoptado amigo Massala (Toby Kebbell), que tuvieron una infancia de intensa amistad y competencia, pero este segundo nunca llega a sentirse parte de la familia, y deció irse para alistarse en las filas del ejército Romano, hacer carrera y ganar su propio dinero. Donde también terminaría de desarrollar su mayor pasión: las carreras de cuadrillas. En el film tiene un rol muy importante la figura de Jesús (Rodrigo Santoro) y quien rescata de alguna manera a Ben Hur de su pesadilla y posterior naufragio, un Jeque llamado IIderim (Morgan Freeman). Por momentos el film está presentado casi como una telenovela perdiendo el encanto propio de un clásico del cine. Por las vestimentas, en diferentes pasajes, parecen modelos salidos de una pasarela. Y demasiado hablada para mi gusto. Detalles que no ayudan al verosímil. Sí, me pareció muy interesante como se unen las historias de Jesús de Nazareth con la de Ben Hur. Lo más logrado por sobre todo, en cuanto a la factura técnica, son las imágenes de las carreras de cuadrillas, con un despliegue de cámaras instaladas por todos los rincones (las famosas Go Pro) más los efectos digitales, logrando escenas impactantes. También cuando Ben Hur es esclavo de los Romanos, siendo su única tarea la de remar en un barco de guerra durante 5 años, y el contrataque que sufren por parte de los Griegos y es derribada su embarcación. Bajo la dirección de Timur Bekmambetov, 2hs 30m de mucho acción, donde el eje sería la traición y el enfrentamiento, pero también hay lugar para un claro mensaje: el perdón y la reconciliación.
Si tuviste la oportunidad de ver “Ben-Hur” de 1959 protagonizada por: Charlton Heston, Jack Hawkins y Stephen Boyd, que tenía una duración de 3 horas 32 minutos y fue ganadora de 11 Premios Oscar; hay que quedarse con ese recuerdo imposible compararla, ya pasaron 57 años. Esta es más corta, mantiene la acción, los toques épicos, la escena de la carrera de carros (efectos digitales y reales) y se encuentra cargada de tensión, se apoya en la nueva tecnología. Buena actuación como siempre de Morgan Freeman es un sabio árabe Ilderim, algunas apariciones de Rodrigo Santoro (“300”, “Focus”) como Cristo. Un claro mensaje sobre la esperanza, el perdón, la rendición y que ante las adversidades siempre hay una segunda oportunidad. Presupuesto de 100 millones de dólares.
Crítica emitida por radio.
Una vez más llega a los cines la adaptación del libro de Lew Wallace con una mirada puesta en los tiempos modernos. BEN-HUR es la historia épica de Judá Ben-Hur (Jack Huston), un príncipe falsamente acusado de traición por su hermano adoptivo Messala (Toby Kebbell), un oficial del ejército romano. Despojado de su título, separado de su familia y de la mujer que ama (Nazanin Boniadi), Judá es forzado a la esclavitud. Después de años en el mar, Judá regresa a su tierra natal en busca de venganza, pero encuentra la redención. La gente todavía recuerda la versión de 1959, pero fue hace 57 años. Las ideas y la tecnología han cambiado desde aquel entonces y en esta nueva adaptación se combinan para generar un ambiente más naturalista y dinámico. Sin embargo, va a resultar difícil superar a aquella adaptación, no solo en la taquilla sino también en la calidad de la historia. El argumento se centra en la relación entre dos hermanos con miradas egoístas sobre un tema en común: la liberación de Jerusalén. Messala es muy ambicioso, vive con la familia de Judah desde muy chico pero a pesar de que todos lo aman siente que no es respetado como un par. Ante su ambición de poder ser enlistado al ejército romano para ganar el respeto que necesita, superarse y obtener algo de dinero para desposar a la hermana de Judah. Dentro del ejército formará la idea de que la base para la liberación de Jerusalén es el exterminio de los rebeldes que viven entre ellos. Por momentos resulta fantasioso tanto el odio infundado hacia los rebeldes y sobre todo hacia su propia familia. Un personaje que está puesto para odiar sin sentido o por fundamentos no explorados desde la dirección ni desde la actuación de Toby Kebbell. Por su parte, Huston interpreta a Judá, un príncipe judío que es condenado por sedición a manos de su amigo de la infancia. A partir de ese crimen que nunca cometió es desterrado a trabajos forzosos en un barco de esclavos durante varios años, donde alimentará su odio hacia su verdugo, Messala. Ayudado por la fuerza divina logra escapar y regresar a su mundo, apadrinado por un africano poderoso, llamado Ilderim (Morgan Freeman), quien lo convence de enfrentarse con Messala. La sed de venganza se aferra con más fuerza al corazón de Judá hasta su encuentro con Jesús, donde sus intenciones cambian. Judá no sólo tiene motivos para odiar a Messala sino que tiene un entorno que lo empuja a hacerlo y Huston lleva a su personaje al máximo, encontrando su mayor apogeo en las escenas junto al brasileño Rodrigo Santoro (Jesús). Tanto Rodrigo como Huston, con sus interpretaciones magníficas, resaltan las ineficacias en el elenco de la película, sobre todo la de Morgan Freeman, un personaje del que tranquilamente se podría prescindir; no obstante, cobra cada vez más protagonismo y genera incomodidad en el espectador por donde se lo mire. Algo que no podía faltar es el toque épico de la historia representada por las batallas romanas, el barco de esclavos y la carrera de cuadrigas. Estas escenas fueron contadas con mucha crudeza y por momentos generaba una naturalidad tal que, quizá por la ayuda del 3D, nos hace sentir parte de ellas. Especialmente la escena de la carrera hace sentir a la audiencia que estaba ahí y que los carros estaban ahí. Puede verse que para aumentar el dinamismo y la acción se usaron cámaras go pro, tanto en el circo como en los carros y los caballos, que sumadas a la cámara principal de la acción genera una secuencia con un sin número de planos muy diferentes entre sí desde el tamaño, la profundidad de cámara y la acción que sucedía al frente. Finalmente, es esto lo que sostiene a la película y mantiene la atención del espectador ante una historia básica y un elenco en su mayoría incoherente.
Ben-hur es un film moroso, solemne y cercano al sermón Tras la versión muda de 1925 con Ramón Novarro y la de 1959 con Charlton Heston y dirección de William Wyler que en su momento arrasó con los premios Oscar, llega esta nueva transposición (en 3D) de la novela escrita en 1880 por Lewis Wallace. Si en ciertos aspectos visuales pueden encontrarse algunos hallazgos propios del cine contemporáneo a propulsión de efectos digitales, en el terreno narrativo y en el entramado dramático la película luce más vieja que la original silente y más pesada que las cuadrigas que convirtieron en mito a esta historia. Los productores contrataron al kazajo Timur Bekmambetov (el mismo de Guardianes de la noche, Se busca y Abraham Lincoln: Cazador de vampiros), pero más allá de dos secuencias espectaculares (una batalla naval entre griegos y romanos narrada desde el punto de vista de los esclavos que reman en el fondo de un barco, y la carrera final), la película luce siempre torpe y subrayada: los diálogos, los conflictos familiares y las subtramas románticas son dignas de un culebrón de hace tres o cuatro décadas (porque la telenovela promedio actual es mucho mejor que esta nueva-vieja Ben-Hur) y el resto tiene un tono aleccionador que abruma e irrita. Las historias opuestas de Judah Ben-Hur (el inexpresivo actor inglés Jack Huston , nieto del notable director John Huston), un joven judío de familia de alcurnia cuya existencia se derrumba hasta terminar como esclavo, y de su hermanastro Messala (Toby Kebbell), que va ascendiendo en el ejército romano hasta transformarse en implacable jerarca, son los ejes de un film que se vincula luego con la vida de Jesús (el brasileño Rodrigo Santoro) y que hasta desperdicia a una figura de la dimensión de Morgan Freeman con un papel intrascendente. Así, el resultado es una película morosa y solemne, más cerca del sermón que del buen cine.
Ben-Hur: nuevo no siempre es mejor Una nueva adaptación de la clásica novela de Lewis Wallace busca encontrarle la vuelta a la imbatible versión de 1959 con Charlton Heston pero se le escapan los caballos… ¿Para qué hacer una nueva versión de una película que batió todos los récords de taquilla y de premios hace casi 60 años? Paramount, que parece no aprender de sus errores en lo que se refiere a este tipo de películas, se embarcó en la titánica tarea de hacer una nueva adaptación cinematográfica (¿o remake?) de Ben Hur y se queda en el camino de la peor manera. Para entender este fenómeno de re versionar un clásico hay que retrotraerse hasta 1907 cuando salió la primera adaptación de la novela escrita por Lewis Wallace en 1880 que no contaba siquiera con los derechos. Fue recién en 1925 cuando salió la primera película "oficial" de la historia aunque el batacazo lo dio William Wyler en 1959 con la versión protagonizada por Charlton Heston que obtuvo el récord de premios Oscar que perdura hasta el momento, sólo igualada por Titanic: 11 estatuillas. Desde ahí, la historia de Ben Hur no volvió a ser adaptada hasta 1988 y 2003 cuando salieron a la venta dos films animados, y una miniserie británica emitida en 2010. Con todo este bagaje a cuestas, el director ruso Timur Bekmambetov –el de Wanted y Abraham Lincoln Cazador de Vampiros, entre otras fantasías- despliega toda su artillería de efectos digitales para tratar de repetir la hazaña pero lo cierto es que no le llega ni a los talones a la clásica versión que ya todos conocen de verla una y otra vez en los sábados de Semana Santa en El Trece. Ni siquiera la duración del filme (ahora apenas roza las dos horas contra las casi cuatro horas de la original) juega a favor de esta película que busca ser épica en todo momento pero sin recurrir a los elementos (y protagonistas) que le permitan lograrlo. De todo el elenco, sólo Morgan Freeman tiene lo necesario para hacerse cargo de su papel, mientras que los roles de Ben Hur y Messala le quedan enormes a Jack Huston y Toby Kebbell, que deben alcanzar a actores que ya quedaron inmortalizados por su trabajo. Con respecto a los aspectos técnicos, Bekmambetov se luce en lo que respecta a fotografía y planos en general, sobre todo en la publicitada escena de la carrera de cuadrigas; pero nada puede hacer para sacar a flote el film que se transforma en uno más de este tipo, sin características especiales que lo distingan como sí pasó en su momento con Gladiador o 300. En definitiva, esta nueva versión de Ben-Hur puede gustar a los cinéfilos más jóvenes por su frenesí o por las innovaciones que introduce en la historia –un final diferente y mayor protagonismo de la figura de Jesús- pero no cumplirá con muchas más expectativas.
Parece justo preguntarse por la necesidad de volver a contar, en 2016, la historia del esclavo judío Judah Ben-Hur, consagrada en la versión de Hollywood -¡ganadora de 11 Oscars!- con Charlton Heston en el protagónico. El director ruso Timur Bekmambetov (Lincoln: cazador de vampiros) se arremanga para poner en escena, durante dos horas, la trágica aventura judeo romana: desde que Judah es un príncipe de la alta sociedad de Jerusalem y vive feliz junto a su hermano adoptivo, el romano Messala, hasta la traición, su captura, martirio y redención final. Una historia que atrapa por su espectacularidad, a pesar del poco vuelo que aporta la prolija, casi sumaria realización con cadencia, por momentos, de miniserie televisiva. Pero Bekmambetov pone toda la carne en el asador en un par de secuencias de acción imponentes, sobre todo la que sucede en las galeras del barco donde los esclavos hacinados reman al son de los crueles tambores romanos. También, claro, en la famosa carrera final. Ahí -lejos del forzado encalce de la subtrama de la crucifixión de Jesús-, está lo mejor de este costoso relanzamiento.
Sí, bueno, Ben-Hur con un protagonista sin carisma. Error gigante. Pero eso no es lo que hace de este film (que dura la mitad que el de 1959 pero parece ser más largo) algo inviable, sino el hecho de que Timur Bekmambetov sea más un creador de “momentos de acción” que un narrador competente, y acá hay toda una novela que requiere interesar al espectador de modo constante. ¿La carrera de cuádrigas? Tanto la versión muda como la de William Wyler tienen mejores.
Cómo es "Ben-Hur", una remake con mensaje evangelizador Nuestro comentario de la versión 2016 de la clásica película que protagonizó Charlton Heston en 1960. Tropieza varias veces. Se suponía que el mayor riesgo de una remake de Ben-Hur, la gran película de William Wyler de 1960, era caer en la tentación de la espectacularidad arbitraria que hoy caracteriza a la industria de Hollywood. Hay que decir que la versión 2016 resiste a esa tentación. Sin embargo, no es una buena noticia. El problema, a decir verdad, no radica en la comparación con aquella superproducción que obtuvo 11 estatuillas en la ceremonia de los Oscar, sino en las inconsistencias narrativas y dramáticas que ninguna película destinada al gran público debería permitirse. En ese sentido, Ben-Hur tropieza varias veces en sus dos horas de duración. ¿Contra qué tropieza? Antes que de obstáculos (que los hay, especialmente en la banda sonora y en algunas interpretaciones), habría que hablar de la dificultad para cambiar de ritmo. Timur Bekmambetov (¿a quién se le ocurrió llamar al director de Abraham Lincoln cazador de vampiros para hacerse cargo del más prestigioso péplum de la historia del cine?) no encuentra nunca la forma de salir de las escenas de violencia sin perder la tensión. No lo ayudan en absoluto los diálogos, que parecen inspirados en una antología de aforismos y cargados de una moralidad y una corrección política tan anacrónicas que suenan como una parodia involuntaria. Tampoco colabora una fotografía que remite a los cuadros del academicismo francés (en especial a las escenas de guerra de David), sobresaturada de contrastes, esfumados y detalles innecesarios. El argumento de Ben Hur (la novela original de Lewis Wallace) tiene la forma de una tragedia griega a la que el Evangelio se le cruzó en el camino y de cuya combinación surgió una fábula pasada de calorías religiosas. En vez de la identificación con las experiencias de los personajes, lo que se impone es el mensaje de reconciliación entre amos y esclavos. La fe, que no ha arruinado otras películas, sí arruina esta, y no precisamente por el contenido de esa fe sino por la impericia de sus propios autores. No obstante, lo que sin dudas sobrevive del conflicto entre Judah Ben Hur y Messala Severo –hermanos adoptivos, uno judío y el otro romano, a quienes el destino convierte en adversarios– es la secuencia de la carrera de cuadrigas, tan poderosa que ni siquiera los obvios defectos dramáticos consiguen malograrla.
Una pregunta recurrente ante cada remake es: ¿se justifica? Esta Ben-Hur, materializada por los ejecutivos Mark Burnett y su mujer Roma Downey, productores de una Biblia televisiva y una adaptación teatral de Hijo de hombre, apunta a una visión religiosa de la historia del esclavo judío más famoso. Comparado con el clásico de 1959, por el que Charlton Heston obtuvo un Oscar, este nuevo intento padece una flojera reumática. No es por ausencia de acción: las grandes escenas se mueven bajo un halo (como si, más que para ganar su libertad, Ben-Hur sacudiera el rebenque para no llegar tarde a misa). Supuestamente basada en la novela de 1880 que sacó a rodar la historia, la película está plagada de hechos inverosímiles, como la reiterada presencia de Jesús (Rodrigo Santoro) o que Ben-Hur (Jack Huston) era un próspero comerciante cuya perdición fue un activista que usó su casa de búnker para matar a Poncio Pilotos. Apuntalada sólo en la solvencia de Toby Kebbell como Messala, el mal amigo, la Ben-Hur resultante es un tutti frutti bíblico que no podría convencer ni a Francisco.
EL AGUATERO DE JESUS Cada vez que escucho el nombre de Ben-Hur de boca de alguien la primera imagen en asociación libre que me viene a la mente es la de Charlton Heston en su carro de competición tirado por veloces caballos blancos, ataviado con las faldas y sandalias tan característicos del péplum y un látigo firme en su mano haciendo juego con su entrecejo adusto. Y luego de ver esta versión contemporánea la imagen seguirá siendo la misma por la simple razón de que no alcanza este intento de reflotar el clásico de la mano del ruso Timur Bekmambetov, al que probablemente sigamos recordando por su excelente Guardianes de la noche producida y rodada en su tierra natal y no por sus producciones hollywoodenses más mediocres como Se busca, Abraham Lincoln: cazador de vampiros o la misma Ben-Hur que nos ocupa. La historia de este príncipe judío desterrado y convertido en esclavo por obra y gracia de su propio hermano que regresa años más tarde por la redención en épocas de la crucifixión de Cristo, admite demasiados puntos de vista a la hora de reversionarla, algunos relegando el tema religioso a un segundo plano para apoyarse en la acción y la aventura y la otra, que toma esta versión, vinculando todo directamente con las enseñanzas de ese Cristo encarnado por Rodrigo Santoro, que siendo aquí un personaje secundario tiene más relevancia y presencia que varias de las representaciones fílmicas más conocidas hasta el momento de mismo personaje. Lo primero que se me antoja un problema es la selección de casting: Jack Huston podrá ser un actor de reparto sólido pero para la talla de un Ben-Hur que quiere traerse para suplantar a un péplum tan clásico le queda cortísimo. Lo mismo podría decirse de Toby Kebbell que interpreta a su hermano y para ser el personaje antagonista no resulta tan despreciable como debiera. Probablemente la intención haya sido esa, no polarizar hacia lo irreconciliable pero ¿cómo no hacerlo sin perder la tensión necesaria para que no se caiga el conflicto o no haga perder el interés? Ni siquiera Morgan Freeman, que como ese salvador, que al igual que en Gladiador de Ridley Scott con ese personaje póstumo de Oliver Reed se encarga de darle la mano al esclavo fugitivo para que llegue a convertirse en héroe, puede salvar al reparto bastante mediocre carente de brillo. Bromeando con mis colegas en la radio sobre mi candidato a encarnar a este héroe propuse a Dwayne Johnson, recordando un poco al fallido Hércules que interpretó hace un par de años, pero sin dudas que a esta superproducción le faltó una personalidad a la altura. Luego en la acción, el ritmo, el devenir de cada situación, el film cumple de manera convencional, no destila prodigiosidad en ningún rubro aunque en escenas como las del naufragio recordemos un poco el manejo subacuático que tienen directores como Wolfgang Petersen o en la más esperada de la carrera de cuadrigas nos pongamos un tanto pretenciosos y escépticos al compararla con la original, que dicho sea de paso, se destaca apenas por esa rigurosidad y realismo que en ese entonces carecía del poder del retoque digital. Lejos de decepcionar pero tratando de emparentarse, la carrera está filmada y editada a la usanza clásica pero con el vértigo y los cortes de los que requiere el cine actual, casi como si Vincent Toretto de Rápido y furioso cambiara el acelerador por un látigo sin perder un miligramo de adrenalina en pantalla. Los problemas mayores quizás se den en los diálogos y situaciones dramáticas que se ponen demasiado declamativas y llenas de sermones religiosos, lo cual curiosamente lleva a que las escasas -teniendo en cuenta el género- dos horas que dura el film rindan casi como las cuatro que ocupa la versión del 59, que de yapa tenía a Charlton Heston. En definitiva Ben-Hur no es una catástrofe, se disfruta más allá de su mensaje y de esos guiños forzados que intentan cruzar los caminos del protagonista con Jesucristo. Aunque por momentos pareciera que el mismo estudio fuese a encarar, según el éxito de esta entrega, una película más sobre el mesías más rendidor de todos los tiempos y esta suerte de spin off sirva de presentación. Quizás estemos ante la presentación de un universo cinemático como el de Marvel o DC pero con superhéroes bíblicos. Por favor, no lo hagan, Diosito los está mirando.
Rescatando el pasado Una novela escrita a finales del siglo XIX, ambientada en Judea bajo el Imperio Romano, y la épica historia de un noble judío condenado a la esclavitud y traicionado por su hermanastro, un huérfano adoptado por la familia hebrea devenido en capitán del Imperio, es la línea central que sostiene a “Ben Hur”. Llevada al cine en dos ocasiones, fue rescatada seis décadas más tarde bajo una forma más cercana al folletín con moraleja que a una poderosa reflexión sobre las pasiones. El film se sostiene con una impactante puesta en escena y eficaces recursos técnicos, pero el relato pierde impulso en subtramas románticas y por estereotipos que desdibujan la riqueza de unos personajes complejos. Las buenas intenciones de acercar esta historia a nuevas generaciones se reflejan en la extraordinaria escena de las carreras de cuádrigas en la que se decidirá la suerte de los protagonistas, Judah Ben-Hur, el noble que regresa a Jerusalem en busca de justicia, y su hermanastro, Messala, el militar romano que acabó con su familia adoptiva por sus conflictos de identidad, sus ambiciones y su fidelidad al César. La remake, aunque lograda en algunos aspectos, deja con ganas de saber más sobre el sufrimiento de dos hombres que, unidos primero por el amor fraterno, deciden declararse una guerra a muerte.
No es que sería injusto. Sería naif comparar ésta remake de “Ben-Hur” con la dirigida por Billy Wilder en 1959, como también lo hubiese sido comparar esa con la del cine mudo de mil novecientos veintipico. En todo caso ya se puede aseverar que ninguna de las tres acata a rajatabla el espíritu de la novela inspiradora, que más bien apuntaba hacia fronteras espirituales en su esencia en lugar del espectáculo de las cuadrigas o una historia de venganza y redención. Sería ingenuo además, porque el director elegido para ésta tercera versión es el mismo de “Abraham Lincoln: cazador de vampiros” (2012), un cuentito más cercano a la revista “Fierro” o “Tit Bits” que del cine. Timur Bemambetov no le teme a la realización de la remake de uno de los íconos indiscutidos de la era dorada de Hollywood. Se nota en su pulso narrativo, en la decisión de filmar en los mismos estudios donde se creó aquella (Cinecitá), y en la mesura disimulada de los efectos especiales. La historia es la misma y siempre funciona. Judas Ben Hur es un hombre de familia judía con inmejorable posición social, que se debate (políticamente hablando) entre la aceptación de la ocupación romana del territorio y el justo reclamo de “su gente” por evitar la colonización. Se instala rápidamente esto de la lucha guerrillera contra el imperialismo, porque la historia de la humanidad tiene capas y capas de repeticiones con la misma cantinela. Tiene un hermano adoptivo. Messala, quién también se debate políticamente, pero desde la óptica del sentido de la pertenencia, mandatos sanguíneos, o lo que usted prefiera. A Bemambetov no le interesa mucho este costado, más que para establecer la dicotomía dramática de los protagonistas, que primero son amigos y luego antagonistas. Lo dicho, el contenido no se discute porque este tipo de planteos existenciales que bifurcan los intereses y crean conflictos, desde las tragedias griegas hasta Shakespeare, funcionan. En dónde sí hay puntos que tiran hacia abajo como la ley de gravedad, haciendo caer el relato, es en algunas elecciones que sí ameritan una comparación. Saquemos la obertura musical. En la primera escena de la de Billy Wilder, Ben Hur y Messala se encontraban luego de muchos años. El vínculo afectivo logrado por el nivel actoral de Charlton Heston y Stephen Boyd (en especial éste último) en tan sólo 20 minutos alcanzaba para instalar el eje dramático cobijado por la amistad, la traición y la venganza. En esto, los trabajos de Jack Huston y Toby Kebbel son al cine épico lo que la saga Crepúsculo es a los vampiros, es decir, un casting buscado fisonómicamente para encantar en lo externo al público que no vio (ni le interesa ver) la versión anterior. Peor es el casting de los personajes secundarios. Ni siquiera un Morgan Freeman, con rastas canosas, emulando el personaje que reclutaba gladiadores en “Gladiador" (Ridely Scott, 2000), logra destacarse, y es lo mejorcito del elenco. Por otro lado, hay una contradicción histórica respecto de algunas convenciones. En 1959 se podía entender que nadie se despeinase, o que el vestuario estuviese impecable, blanco, prístino, en una zona llena de polvo. Hoy, es necesario aggiornar este tipo de detalles que, en todo caso, dotarían de más realismo a la cosa, porque hasta la armadura de Iron Man se abolla y se oxida. El director es lo suficientemente inteligente como para entender a qué público apunta su película. Aunque el cuento se cuente y el concepto pase ya más por un cine de aventuras bastante superficial con escenas que descollan (como la del ataque en el mar o la propia carrera), hace falta algo más para poder rescatar virtudes. Suena a una buena oportunidad desperdiciada. Ben-Hur tiene material suficiente para merecer algo más
Una carrera contra el mito Durante la era de oro del Studio System hollywoodense, se bautizó como sword & sandal (espada y sandalia) al conjunto de películas ambientadas en la Edad Antigua, donde recalaron las cintas de mitología y, obviamente, las bíblicas, esas que se pasaban en Semana Santa hasta no hace tanto. Charlton Heston se convirtió en la cara más recordada del género, como Moisés en “Los diez mandamientos” y como Judá Ben-Hur en, justamente, “Ben-Hur”: cinta mitológica que retuvo durante décadas el récord de 11 Oscar (hasta la llegada de “Danza con lobos”) basada en una química especial: un buen libro (de Lewis Wallace), la dirección de William Wyler, un esfuerzo de producción increíble para la época (murió gente para hacer la batalla de galeras, y la carrera de cuádrigas se convirtió en un emblema), y la cara de Heston, antes de convertirse en un lobbista de la Asociación Nacional del Rifle (su caída en desgracia también fue en pantalla, en “Bowling for Columbine”). Mientras tanto, los italianos no quisieron quedarse atrás, como legítimos descendientes de la Roma clásica, y desarrollaron el género péplum, que toma su nombre de una antigua túnica griega: Cinecittà se convirtió así en la sede de realización de todo tipo de productos, muchos de clase B. Bueno, la cosa es así: a la vuelta de los años, a alguien se le ocurrió volver a filmar un clásico (con Moisés se ha hecho hasta una serie brasileña, pero como está en la Biblia nadie se puede arrogar el canon), usando la estructura de Cinecittà. Sería bueno saber cómo cae una idea así: ¿a alguien se le ocurrirá filmar “Lo que el viento se llevó”? De todos modos la realización del kazajo Timur Bekmambetov es bastante irreprochable desde lo visual (es rara la cámara en mano para los planos cortos en una película del rubro), y la carrera de cuádrigas está vistosa, con los recursos de nuestro tiempo. Carros y cruces Ahí podríamos empezar: “la carrera es importante”, dijo alguno, entonces ya la primera escena nos ubica ahí de entrada y después nos vamos en flashback al origen de conflicto, y por supuesto se enfatiza el concepto de duelo, como si fuera una película de “Rocky”: el punto de partida es también un punto de llegada. Otro eje está puesto en la cuestión religiosa. En el filme de 1959 (que se presentaba como “Una historia de Cristo”, subtítulo de la novela), Jesús tenía dos cameos; después su participación era indirecta. Acá aparece un montón, trabaja la madera y da varios discursos sobre el amor y la compasión, un poco lavados: algo lejos del Cristo que dijo: “No he venido a traer la paz sino la espada”, que sí podría asustar a alguien. Como Pilatos, que en esta nueva versión parece más un CEO de una multinacional (“quieren sangre, ya son todos romanos”) que a un burócrata colonial. Porque los romanos son malos y algo esquemáticos: uno esperaría más revisionismo en esos aspectos, a esta altura de la historia. La crucifixión es un poco recargada, y los que hayan visto “¡Salve César!” de los hermanos Coen esbozarán una sonrisa. Pero las alusiones no terminan ahí: Ben-Hur tiene un aspecto “crístico” durante la mayor parte de la película, hasta que se corta el pelo como Emiliano Brancciari de No Te Va Gustar para la carrera. Hay alguna otra alegoría por ahí, ingeniosa quizás, pero se pone más gruesa cuando se cambia el destino de Messala en aras de las enseñanzas del hijo de María. Para el que no conoce la historia, repasémosla un poco. Judá Ben-Hur y Messala Severo son amigos de la infancia, acá el segundo como un hermano adoptivo: se desarrolla la historia de ambos, el amor del romano por Tirsa, la hermana del hebreo un príncipe bonachón, que en esta versión es un poco más individualista al principio. Messala se va a buscar gloria en la guerra para poder aspirar a la chica, pero cuando vuelve ya es un tribuno romano al servicio de Pilatos. A Tirsa la ponen cerca de los zelotes, la resistencia judía, y lo que en la cinta de Wyler era un accidente (lo que condena a la casa de Hur y al muchacho a remar en una galera por años) acá es la participación activa de un zelote que será alguien importante en la vida de Jesús. El otro cambio es la eliminación de la trama de Quinto Arrio, el “romano bueno” que adoptaba como hijo a Judá (acá la terminan mal y pronto) para acrecentar la del jeque Ilderim, que lo impulsa como campeón en la carrera donde el héroe buscará la venganza. Caras globales Una de las ventajas del cine de la era de la industria cultural global, es el acceso a castings más diversos en lo étnico: Heston, rubio y de ojos celestes, era parte de la norma, y Yul Brinner u Omar Sharif eran de lo más exótico que había. Bekmambetov recurre entonces a un elenco que va por ese lado, además de incluir varios nombres televisivos. Jack Huston (nieto de John) se pone en la piel del protagonista, tarea difícil en la comparación, y saca un empate (parece que la primera opción era Tom Hiddleston, menos galán y de más edad). Algo parecido puede decirse de Toby Kebbell (un habitué en películas “exóticas”) como Messala: la rema bastante. Las mujeres de la familia son elecciones acertadas: la israelí Ayelet Zurer (Vanessa en “Daredevil”) es firme como Naomi, la matriarca, y Sofia Black D’Elía es querible como Tirsa (alguien dijo por ahí que la querían a la también israelí Gal Gadot, la nueva Mujer Maravilla). Pero la más multidimensional es la iraní-británica-estadounidense Nazanin Boniadi (Fara Sherazi en “Homeland”) en el rol de Esther, la esposa del héroe, bondadosa pero inflexible, la más creyente en el carpintero. La convocatoria a Morgan Freeman para interpretar a Ilderim parece sustanciar la teoría de Alejandro Dolina: Freeman es la fija cuando hay que poner un sabio, o un científico que resuelva un entuerto; así que su personaje le sale de taquito. El brasileño Rodrigo Santoro da un giro al interpretar a Jesús, después del Jerjes de “300”: le toca la mejor parte, y no sufrir tanto como Jim Caviezel. Pilou Asbæk, el Euron Greyjoy de “Game of Thrones”, construye un Poncio Pilatos más impactante que profundo (también se habló de Pedro Pascal, Oberyn Martell para el papel; como dato, siguiendo la regla tácita de que hay que tener dos actores de GoT, James Cosmo, alias Jeor Mormont, interpreta aquí el no-personaje de Quinto Arrio). En conclusión: querer volver a contar un clásico con los lenguajes de nuestro tiempo no garantiza el éxito. Y los clásicos, los verdaderos, tampoco lo necesitan.
“Están majaretas éstos romanos” En la Jerusalén de la época de Jesucristo (Rodrigo Santoro), la relación entre el príncipe Jabah Ben-Hur (Jack Huston) y su hermano adoptivo Messala (Toby Kebbell) se romperá cuando este ultimo regrese a la ciudad convertido en un importante comandante del ejercito romano. Dejándose llevar por su ego, Messala traicionara de la peor forma a la gente que le dio protección, dejando en el inculpado y esclavizado Ben-Hur un fuerte deseo de venganza. Hay mucha gente escandalizada respecto a esta nueva versión. Si, la verdad es bastante flojo, pero no porque sea un supuesto remake del film de 1959, si no porque tiene una historia pobre, genérica y vacía. Básicamente lo que tienen que entender es que esta película no es exactamente una remake, si no que es una nueva adaptación … si, perdón por decepcionarlos y arrancarles la posibilidad de odiar la creatividad Hollywoodense un rato. El proyecto re interpreta la histórica novela “Ben-Hur: A Tale of The Christ”, la cual viene teniendo bastantes adaptaciones a lo largo de la historia. Por ende, la versión protagonizada por Charlon Henston y ganadora de 11 premios de la academia también vendría a ser una remake si lo analizan, ya que en 1907 y 1925 la novela de Lewis Wallace también fue recreada en los medios audiovisuales. Timur Bekmambetov, director de la genial “Se Busca” (2008), se sienta en la silla del director para llevar a cabo este engendro que mezcla “Gladiador” con “Rápido y Furioso”. Honestamente, me gustan las películas de este cineasta, de hecho, creo que fui al único ser humano que le gusto “Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros” (2012). Pero con “Ben-Hur” el flaco me aburrió. Los planos utilizados son genéricos, poco memorables y carentes de personalidad. Además el guión es muuuy goma, y con goma quiero decir insoportable. No me importo ningún personaje en absoluto, ni el aburrido Jabah Ben-Hur, ni el traumadito Messala, ni tampoco el Sheik Ilderim interpretado por Morgan Freeman. Ah, Sí! Morgan Freeman esta en la película, quien parece que esta engordando su cuenta bancaria para sus años dorados. Su personaje es una especie de Bob Marley mal humorado que termina ayudando a nuestro héroe en su viaje de venganza.. También tenemos a la familia del protagonista, los cuales no puedo recordar nada de lo poco carismáticos que fueron. Los romances carecen de realismo, son poco encantadores al punto de olvidarme de que están ahí. ¿Tuvo cosas positivas? Bueno, la verdad sí. Rodrigo Santoro hace un gran Jesucristo. Sus líneas están muy bien repartidas y el actor hace que sus lineas se oigan convincentes. Los últimos diez minutos son bastante buenos también, al igual que la clásica carrera final. Esta última fue la única parte de la película que me expectante, los efectos utilizados en esta fueron de gran calidad y no intentaron imitar a “300” como en otras escenas del proyecto, pero si a ‘Rápido y Furioso’. Va a sonar raro, pero este último detalle funciono bastante bien, nunca antes habíamos visto una carrera de cuadrigas con el estilo pocholero de aquella saga. No hay mucho más para decir, la nueva “Ben-Hur” es un film mediocre. Una típica peliculita de domingo lluvioso y deprimente, no vale la pena.
Innecesaria "Ben-Hur" versión 2016 es lamentablemente un error muy grande de los estudios MGM y Paramount, no porque la película sea mala, sino porque además de ser una remake innecesaria de uno de los films más importantes de la historia del cine, no contó con el talento necesario para justificar semejante movida. Repito, esta nueva entrega no es mala, de hecho si nunca viste la "Ben-Hur" original seguramente te parezca interesante y entretenida. El problema es que intentar suceder a una producción titánica como fue la dirigida por William Wyler en 1959 requería del algo realmente diferente, de precisión quirúrgica, de gran talento aplicado. Eso no llegó a suceder. Hacer una versión nueva de un clásico y llegar a un puntaje de 6, 7 puntos para los más generosos, es algo sin sentido. ¿Para qué hacer algo que no supere en ningún aspecto a la película original? Los efectos especiales no cuentan. Eso es una consecuencia lógica de ser una producción con más de 50 años de diferencia. Vamos por parte. La trama está bastante bien y respeta mucho la historia original con la diferencia del desenlace final. Para no spoilear, sólo diré que pasa de un relato de venganza (1959) a uno de redención (2016). ¿Está mal cambiar esto? Creo que no, pero para hacer semejante cierre se debería haber trabajado mucho más en la anticipación del momento y en el momento mismo de ese cierre. En esta nueva versión el final es un poco forzado y está resuelto a los tumbos. Si vamos a las actuaciones, creo que la camada nueva de actores hace un trabajo correcto, pero ninguno se destaca, ni Jack Huston como Judah Ben-Hur, ni Toby Kebbell como Messala, ni Morgan Freeman como Ilderim. En lo que a aspectos técnicos se refiere, hay una clara diferencia fruto de los años de diferencia y los avances tecnológicos, no obstante los efectos audiovisuales están muy bien diseñados y hay algunas secuencias de acción muy buenas como el escape de Ben-Hur de la galera de un buque de guerra hundiéndose. La secuencia de la carrera final está muy bien lograda también. ¿Es un film memorable? No. Ni hablar de ser un sucesor digno. ¿Es una película entretenida? Sí lo es y si no viste la versión original probablemente te guste, aunque considero que no probar con la original es sacrilegio.