Es el pasado que vuelve Cómo influye la muerte de un ser cercano, o por culpa de uno de los protagonistas, ya es una marca de registro de los guiones de Guillermo Arriaga. El mexicano debuta como realizador contando tres historias en paralelo, que en algún momento se enlazarán, pero no de la manera que sucedía en los filmes que guionó para Alejandro González Iñárritu (Amores perros, 21 gramos y Babel). El espacio y el tiempo son como encrucijadas para Arriaga, que ama las historias corales, aunque las de Camino a la redención tienen una vuelta de tuerca que conviene que sea descubierta por el espectador ya en el cine. Si los personajes femeninos eran determinantes en buena parte de las tramas de aquellas películas, en ésta, que compitió en Venecia 08, lo son más aún. Por un lado, Sylvia (Charlize Theron) accede a llevar a su cama en Portland a cualquier hombre que se le cruce, pero está como ida, sin querer comprometerse. Algo similar le sucede a Gina (Kim Basinger), que en Nuevo México engaña a su esposo camionero con un fogoso mexicano, pero su hija adolescente la descubre. El tercer personaje que entra en juego es otra hija, la de un mexicano que ve cómo su padre se estrella con su avión fumigador. Camino a la redención posa su mirada sobre estas tres mujeres más que sobre los personajes masculinos -que los hay, y muchos, aunque casi sin matices- y se sitúa en el borde de la calificación moralista. El público atento advertirá la relación entre las historias, que suceden en tiempos y espacios distintos, y que convertirán a este rompecabezas en un tratado sobre la indulgencia, el dolor y el arrepentimiento. La película arranca con el final de una de esas tres historias (el trailer en el que Gina y su amante se encuentran se incendia, con ellos adentro), por lo que hay un relato de cómo esas muertes repercutieron en sus respectivos hijos en un falso presente, y un racconto de cómo se llegó a ese momento fatal. Y es esa hija (Mariana, interpretada por Jennifer Lawrence, todo un descubrimiento) una pieza clave para el andamiaje de la película. Estos dramas familiares son la moneda de mayor y mejor uso para Arriaga, con las relaciones interraciales y los conflictos étnicos, si no en primer plano, ejerciendo su peso ya desde su mera presencia. Con todo, las mayores responsabilidades en cuanto a la interpretación quedaron destinadas a actores no mexicanos. Theron es dueña de una máscara increíble, que desde Monster a esta parte no deja de sorprender con personajes disímiles y de enorme fuerza interior. Basinger parece tener un renacimiento en continuado (Curtis Hanson en Los Angeles: al desnudo le dio su primera oportunidad de demostrar que es una buena actriz además de una cara bonita). Lo dicho: cada historia del guionista de Los tres entierros de Melquíades Estrada es diferente también en su estructura, pero quedarse en esas instancias del relato fracturado, para sólo hablar de la forma, desdibuja el contenido
Camino a la redención es el debut como director de largometrajes del multipremiado guionista Guillermo Arriaga, y cualquiera que haya visto su trabajo como escritor podrá detectar las influencias de quien fuera su socio en el pasado, Alejandro González-Iñárritu. Tras la separación de esta exitosa dupla responsable de films como Amores Perros, 21 gramos y Babel, Arriaga se lanzó detrás de las cámaras para dirigir esta historia protagonizada por Charlize Theron y Kim Basinger. El sello de sus trabajos pasados está presente en el estilo narrativo, haciendo un uso constante de las idas y venidas temporales para que luego el espectador arme el relato por cuenta propia. Hay entonces tres partes de una misma historia. Sylvia -Charlize Theron- es una mujer desencantada con la vida y con una clara dificultad para establecer vínculos afectivos. No sabemos lo que le ha sucedido en el pasado, pero claramente carga con una historia turbia. Su vida da un vuelco fenomenal cuando un buen día aparece un mexicano que le trae a una niña de unos 15 años, asegurándole que es su hija y que el padre está agonizando en un hospital. Paralelamente está la historia de Mariana -Jennifer Lawrence-, una joven de 16 años que comprueba cómo su madre, Gina -Kim Basinger-, engaña a su padre, quien suele ausentarse del hogar por obligaciones laborales. Gina ha encontrado en Nick a un amante cariñoso y atento, alguien que realmente la hace sentir bella y querida. Ambos tienen un escondite en medio de la ruta en donde llevan a cabo los encuentros amorosos, lugar que es descubierto por Mariana. Y por último, tenemos nuevamente a Mariana, pero un tiempo después, una vez que tanto Gina como Nick han muerto en un accidente. El fallecimiento de los dos dejó al desnudo el engaño no sólo de la madre de Mariana, sino también el del padre de Santiago, un joven adolescente. Mientras ambas familias se declaran el odio mutuo, Santiago y Mariana comienzan una relación a escondidas, primero amistosa y luego amorosa. Estas tres porciones temporales servirán como pasado y presente con el estilo que Arriaga ha demostrado en sus guiones. El film es bueno sin sobresalir. El director apela a un recurso que ya le ha dado resultados a sus textos, aunque no por ello es menos elogioso el buen manejo para mantener la intriga y el misterio a medida que pasan los minutos. Charlize Theron reafirma su status de gran actriz, abandonando una vez más la pose de femme fatale, que para ella sería mucho más fácil. Es muy interesante el trabajo de Jennifer Lawrence, una cara que evidentemente veremos más seguido en la pantalla gigante. No creo que quede mucho más por decir de una película que es correcta y cumple con el espectador, aunque sin dudas no estamos hablando de un hito del cine. Sin embargo, vale la pena aclarar que, si se tiene en cuenta que es un debut para el director, el futuro se presenta más que promisorio.
Las lecciones de vida desde la frontera La primera película como director del guionista mexicano Guillermo Arriaga es una ambiciosa narración que enhebra historias de mujeres entre el pasado y el presente. Previsible y redundante, se evidencia como vehículo para un discurso reaccionario. Algunos cineastas parecen convencidos de que sólo se puede hablar de cosas importantes de la vida a través de gente que está mal y dice cosas graves. Como si el hecho de que un personaje sonría, de que se le caiga algo sin querer o se cuele un diálogo con olor a espontáneo pudiera amenazar la acorazada construcción previa, su discurso. No vaya a ser que los tomen por frívolos, de esos que quieren entretener, en lugar de recibirlos como autores con un mensaje (sobre la vida, claro: esa porquería). En su debut como director, el guionista y escritor mexicano Guillermo Arriaga intriga con una narración cuya complejidad aparente es la estrella principal. Pero antes de representar –si se quiere, cuestiones referidas al alma humana– elige posicionar cada una de sus escenas como si fueran piezas de un memotest. Camino a la redención se despliega desde el presente hacia el pasado, desovillando una historia que tiene como centro a la pobre Sylvia (Charlize Theron), mánager de un restaurante que balconea los acantilados de Portland. Sylvia es hermosa y torturada, con tendencia a la autoflagelación y a la promiscuidad, o mejor: tiene una adicción al sexo triste. En un tiempo anterior, estalla en llamas una casa rodante situada en medio de una gran planicie desértica; lo del título. Y así se irán desdoblando los fragmentos de información, con los vistazos al pasado dando forma a las causas del presente, esta vida castigadora del personaje. El dispositivo funciona como un juego a lo largo del cual, con mayor o menor velocidad para la respuesta, el espectador se irá preguntando ¿qué viene a ser esta señora adúltera –Kim Basinger, reincidente– de Sylvia?, ¿y este mexicano que la persigue en silencio?, ¿será acaso esta niña ella misma, un tiempo atrás? El problema es que, ¡ay!, lo que empuja la historia es justamente eso, un dispositivo: los personajes que se van sumando, desde el pasado y el presente, están ahí para cumplir con el mecanismo narrativo impuesto. Son sólo por el efecto que sus acciones causan en otro, según el plan maestro de Arriaga. Y, a falta de carnadura, esto del efecto pasa a ser central: toda la película se apoya en golpes de resolución –¡ah, claro, era eso!- mientras se cierra una historia con el espesor dramático de una telenovela. La puesta en escena, gemela de Babel, 21 Gramos y Amores Perros, incluye los mismos punteos de guitarra sobre imágenes de caminos semidesérticos y polvorientos de la frontera entre México y Estados Unidos sólo que en lugar del premiado Gustavo Santaolalla firma los papeles Hans Zimmer. También como en esos films, que Arriaga pergeñó junto al director Alejandro González Iñárritu, Camino a la redención enhebra historias de varios personajes, aquí cuatro mujeres que son tres, o algo así. Es curioso que, por oposición a todos los personajes masculinos del film, semejante cáscara narrativa termine por dejar en evidencia un núcleo hecho de prejuicios y machismo, del básico y universal. Uno tan prosaico y tan movilizante que requiere de toda una armadura retórica para intentar disfrazarse. Los hombres en esta película son sin excepción tipos enamorados, engañados en su buena fe, humillados y abandonados. Por las mujeres manipuladoras, claro. No hace falta, ni mucho menos, atravesar los 106 minutos de Camino a la redención para captar que aquí lo único profundo es la sorprendente obviedad de lo que quiere presentarse como un vistoso mecanismo narrativo, con clímax en un desenlace sobre explicativo que apabulla. Claro que ya antes había quedado desnudo el conservadurismo de la propuesta. Arriaga condena las decisiones de sus personajes. Afirma que quienes sueñan muy alto, tarde o temprano, caerán; que los que escapan a su destino terminan por descubrir, en plan gran verdad universal, que no hay mejor lugar en el mundo que su lugar. Sólo el compromiso y la belleza de Charlize Theron, sumados a la convicción de la joven Jennifer Lawrence, logran imprimir algo de nervio a esta “llanura ardiente” producida por nuestro Eduardo Costantini. Llama la atención –o no– que un film tan preñado de importancia y de gravedad sea tan incapaz de generar emociones. Aunque lo epidérmico le basta, al parecer, para ser celebrado en festivales, como si hubiera nacido para eso. Lo cual, claro está, no es ningún pecado irredimible. Pero tampoco permite que la cosa arda como un buen fuego.
Camino a la redención es una buena película, con un buen guión y correctas actuaciones, pero no está recomendada para el público que sólo le gusta ver las películas que narran el argumento en forma ....
La sangre manda La ópera prima de Guillermo Arriaga (guionista de Amores perros, 21 gramos y Babel de Alejandro González Iñárritu) sigue en la línea argumental de sus antecesoras. Tres historias con un mismo punto de conflicto que servirá como nexo para unirlas entre sí. Camino a la redención no es una película compleja aunque bien podría haberlo sido. Tomando como eje temático una familia y su descendencia, el film abordará en tres épocas diferentes situaciones que serán determinantes en el conflicto sucesorio. Lo interesante de la trama es que el espectador no sabrá que las tres historias estarán unidas por la misma sangre. Mediante el uso de una estructura coral y dividiendo el relato gracias al montaje alternado. Guillermo Arriaga irá transportando al espectador a un mundo de traiciones y amores prohibidos. Una mujer infiel, una hija vengativa (interesantísimo trabajo de Kim Basinger), una madre que rechaza a su hija) y una pareja de jóvenes viviendo un amor prohibido serán los nexos para construir el relato en diferentes épocas. Lo dispar es que será un mismo personaje el que las transite, buscando la redención a la que le hace honor el título con el que se estrena en Argentina. Charlize Theron ganadora de un Oscar por Monster (2003) logra un trabajo excepcional y de un histrionismo convincente. Sus pasajes redentorios hablan de la gran ductilidad con la que cuenta la actriz. Camino a la redención no decepciona pero tampoco sorprende. Una película más de esas en las que los personajes deben luchar contra sus propios errores y como siempre encontrarán lo que buscaban: el perdón. Entretiene.
Bellas imágenes para un laborioso rompecabezas Camino a la redención es como un rompecabezas: historias y personajes se suceden sin conexión aparente, deliberadamente desarticulados para azuzar el espíritu detectivesco del espectador, que sabe desde el principio que todos esos elementos dispersos terminarán componiendo un cuadro -una historia- sólo al final, cuando todas las piezas encajen. A Guillermo Arriaga -guionista de films de González Iñárritu y ahora director- le gusta trabajar sobre esas narraciones fracturadas. Suele mostrar primero los efectos para después ir descubriendo las causas, lo que hace que sus ficciones avancen y retrocedan en el tiempo y salten de un lugar a otro, un ejercicio que puede ser unas veces intrigante y otras veces fatigoso o estéril. Aquí hay algo de todo eso. El film empieza con un gran impacto: en medio de la llanura de Nuevo México una explosión hace volar por los aires el trailer que una pareja adúltera (él mexicano, ella norteamericana) usaba para sus citas. La intensidad de la pasión está a la vista: debieron emplear un cuchillo para separar los cuerpos, dice uno de los hijos del muerto. El muchacho se interesará después por la hija de la mujer, lo que abre otra vía de conflictos. Hay más: está la bella dueña de un restaurante de Oregon (seguida siempre de cerca por un desconocido de rasgos latinos), que revela con su ansiedad, su promiscuidad sexual y sus prácticas de autoflagelación el secreto malestar que la abruma. El desconocido trae consigo otra subtrama, que también incluye un accidente, en este caso aéreo. Los cambios de época apenas se perciben en un par de autos: uno trae GPS, otro es un modelo antiguo. Cuál es el nexo que une las piezas es algo que Arriaga demora en revelar, aunque la intriga vaya desvaneciéndose de a poco después de los primeros 40 minutos de idas y venidas en el tiempo y el espacio mientras se sigue la relación de los dos jovencitos, las andanzas de la mujer de turbio pasado y el drama de los amantes carbonizados. La muy laboriosa (y gratuita) construcción y los trucos de Arriaga apenas disimulan los tintes telenovelescos de una historia más bien trillada. Lo mejor está en las atractivas imágenes de Robert Elswitt y en el empeño que ponen las actrices (Lawrence, Basinger y Theron, en ese orden) para contagiar alguna emoción.
Iñárritu volvé, te perdonamos Debe de estar muy mal Sylvia (Charlize Theron, tan bella) para asomarse desnuda a su ventana, para espanto de mamás con niños que pasan por delante. Muy mal, por cierto, al punto de irse a la cama con cuanto hombre la mira un poquito fuerte. Pésimo, sin duda, a juzgar por retorcerse las manos, castigarse, vivir con un gesto siempre sufriente en esa fría ciudad de Portland, gris y azul plomo, donde siempre llueve. Tampoco la pasa bien Gina (Kim Basinger) en otra historia paralela: insatisfecha por su matrimonio con un camionero poco sexy, ha encontrado un amante latino con quien vive una pasión ardiente en el dorado desierto de New Mexico, que la devorará en sus llamas, literalmente. Y menos feliz aún es la suerte de ese piloto mexicano cuyo avión se estrella en un campo de sembrados, ante los ojos de una hijita sin madre. A Guillermo Arriaga le gustan los puzzles. Con esas tres historias arma un rompecabezas que se despliega arbitrariamente, quebrando la continuidad espacio-temporal, aunque con claves obvias en cada segmento como para que el observador más distraído no se pierda. Por qué nunca sigue un hilo cronológico es un misterio, tal vez crea que así construye un cine moderno. No estoy en contra del relato fragmentado cuando tiene sentido, es funcional y está bien dirigido. Esa mecánica narrativa no es nueva: como guionista, ya había pergeñado pretenciosas fracturas del relato en Amores perros, en Babel y en Los tres entierros de Melquíades Estrada para otros directores. Después de que sus películas hubieran cosechado el éxito de taquilla y numerosos premios, y de haberse peleado con su director preferido, Alejandro González Iñárritu, Arriaga decidió que ya podía pasar a la dirección. Bajo su batuta, todos los actores parecen actuar sin lograr una sola escena genuina. Tal vez la cantidad de calamidades del melodrama los supere o, directamente, no se crean el culebrón. Para no hablar de los golpes bajos que abundan en todos los planos temporales, o del reiterado fetichismo, o de la profusión de símbolos, que empieza por el título original, o de la suma de situaciones inverosímiles. Como siempre, las mujeres de Arriaga comenten una falta tras otra, toman siempre la decisión equivocada y estarán signadas por la culpa hasta que claro, al final llegue la redención, gracias al fuego o a no sabemos qué. Qué quedaría del puritano cine estadounidense, y del de Arriaga en particular, sin el tema secuencial de pecado-culpa-redención.
Complicado puzzle de culpas A la hora del debut en la dirección, el ex colaborador de Alejandro González Iñárritu eligió una especie de manual que lleva su nombre, en el que las historias se cruzan y se enredan y los personajes sufren indeciblemente, una y otra vez. Tópicos (según el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española): “Lugar común que la retórica antigua convirtió en fórmulas o clichés fijos y admitidos en esquemas formales o conceptuales de que se sirvieron los escritores con frecuencia”. El cine del guionista mexicano Guillermo Arriaga es un cine de tópicos, de fórmulas, de lugares comunes. Y su primera película como director, The Burning Plain (rebautizada para su estreno local como Camino a la redención), no hace sino confirmarlo. La trilogía integrada por Amores perros, 21 gramos y Babel había llamado la atención sobre su director, Alejandro González Iñárritu, pero también sobre su guionista, Arriaga. Que Arriaga haya decidido probarse como realizador, después de su promocionada pelea con González Iñárritu sobre la autoría de esas películas, puede interpretarse como una necesidad de ratificar quién era el verdadero autor detrás de esos títulos. Y Camino a la redención viene a ser una suerte de “Arriaga de manual”, con todos y cada uno de los tópicos de esas películas anteriores condensados en ella. En primer lugar está la estructura coral, de puzzle, el cruce deliberado de distintas historias y personajes, e incluso diferentes tiempos narrativos, que inevitablemente van a terminar convergiendo en un mismo punto, hasta terminar atados por un moño. Aquí hay, por un lado, en la fría Portland, una mujer misteriosa (Charlize Theron), con una severa tendencia autodestructiva; en el cálido desierto de Nuevo México, a su vez, una ama de casa (Kim Basinger), esposa insatisfecha de un camionero, madre de tres hijos, vive una apasionada historia de amor con un trabajador mexicano (a cargo de un portugués auténtico, Joaquim de Almeida), hasta que ambos mueren incinerados en su lecho, en pleno acto sexual. Algunos indicios van dando la pauta de que esas historias no comparten necesariamente la misma época, que además del paisaje las separan algunos pocos años. Hay otras historias imbricadas en esas dos –la de una pareja de adolescentes que intenta conocer a sus respectivos padres después de muertos; la de una niña mexicana a punto de quedar huérfana– y su mera enumeración ya da una idea del luctuoso tipo de material del que se nutre Camino a la redención. Como es habitual en la obra de Arriaga, sus personajes sufren, y mucho. No han pasado cinco minutos de película y la enigmática come-hombres que compone Theron ya se está lacerando su entrepierna. Al personaje de Basinger no le va mejor: no sólo muere abrasada por un fuego purificador; antes tuvo tiempo hablar del trauma de su cáncer y de exponerle a su amante la cruda cicatriz que dejó en su pecho. Y basta con que la inocente niña mexicana cocine alegremente unas tortillas para intuir que su padre, que la sobrevuela en una avioneta, no tardará en estrellarse. Siempre hay algún castigo a mano para las mujeres en el cine de Arriaga. Y está el tema de la culpa, que explicita aún más el título local de The Burning Plain. Toda la película no es sino un camino hacia la redención, una suerte de sermón de las planicies pronunciado por un deus ex machina y dirigido a los infieles, a los pecadores, a aquellos que no han aprendido a amarse los unos a los otros y que solamente podrán expiar sus faltas después de haber atravesado las pruebas más terribles de este mundo. Amén.
Al mexicano Guillermo Arriaga le gustan las historias corales, que avanzan paralelas y a veces se cruzan. Ya lo demostró como guionista en “Amores perros”, “21 gramos” y “Babel”. Ahora, en su primer largometraje como director, repite el esquema con una cantidad de personajes que se las traen, todos transitados por la soledad y la culpa. Sylvia (Ch. Theron), trabaja como maitre en un restaurante de Portland y utiliza el sexo como bálsamo. El arribo de un extraño que proviene de México, la enfrentará con el pasado. Tiene una hija de 14 años que ha ignorado hasta ahora, cuyo padre agoniza del otro lado de la frontera y quiere verla. No lejos de allí, Gina (K. Basinger), casada, con varios hijos, apenas curada de un cáncer de mama, mantiene relaciones con un desconocido en un remolque, en pleno desierto. Su hija adolescente, entablará un vínculo difícil con un joven mexicano en la ciudad fronteriza de Las Cruces y descubrirá el secreto que oculta su madre. Un accidente aéreo en la zona posibilitará el acercamiento de dos personajes que han quedado a la deriva, tras la tragedia. Arriaga, una vez más, trabaja en torno de soledades y choque de culturas. Las mujeres se muestran hambrientas de ese amor que tarda en llegar. A los hombres no les va mejor. La acción se desarrolla en pueblos fronterizos y rutas solitarias. Sobre el final, entre tanta desesperación, palpita la leve lucecita de una esperanza. Las ganas de recuperar la identidad perdida y volver a empezar. Toda una tarea. Dramáticamente, el film es muy rico, cargado de criaturas y situaciones que conmueven. Todo está trabajado muy a fondo.
Una fórmula que se repite con éxito Guillermo Arriaga prueba con solvencia que no necesita de un González Iñárritu para darle cuerpo y estabilidad a una historia que a los más cinéfilos puede que les resulte de sobra conocida. La estructura coral y el ensamblaje astuto entre el pasado y el presente ofrecen al espectador un panorama acabado de la proyección que Arriaga busca para su carrera profesional: el dramón. Hay un cierto aire de fatalidad en todas sus historias que inevitablemente remite a su ascendencia caribe, a la tradición de un pueblo que por más alegría que exude se desbarranca en la melancolía y la desesperanza, cacheteado desde sus orígenes por los sucesivos conquistadores. Más cerca de lo mejor de sus libretos que de "Babel" (insípida argumentalmente por momentos, pese a su excelencia técnica), esta cinta ofrece pocas variantes sobre la ya probada "fórmula Arriaga"; multiplicidad de historias que se cruzan y personajes que revelan su verdadera cara hacia el final, con un giro de relativamente alto impacto que puede dejar sin aliento (pero también agobiado) al espectador más prevenido. Sin embargo, y pese a acercarse a "Amores perros" en momentos muy puntuales, "Camino a la redención" se pierde en una cierta autocomplacencia, un regodeo en el golpe bajo que no por sutil es menos revelador. La intención de manipular, medular en todo buen producto cinematográfico, es mejor cuanto más sutil se expresa.
Un trailer en el medio del desierto de Nuevo México es la metáfora que Guillermo Arriaga elige para hablar del amor. Es allí donde un hombre y una mujer encuentran la paz para amarse, y la muerte también, cuando el fuego los une para siempre, sin resquicio para sus respectivas familias. Las mismas que se enfrentan por la memoria de aquellos y porque el hijo de él ha posado la vista sobre la hija de ella. A ese marco de extrema tensión se suma otra mujer que hace de su libertad una tortuosa experiencia. Con un pulso que pendula entre el thriller y el relato rosa, inyecciones de violencia explícita y de la otra, y un trabajo de edición sin fisuras entre los relatos presente y pretérito, el filme hace pie en la sólida actuación de las tres protagonistas y atrapa gracias a la sensación agridulce de contemplar las zonas grises del amor.
Este filme marca el debut como realizador de Guillermo Arriaga, guionista y colaborador del director Alejandro González Iñárritu, juntos escribieron "Amores Perros", "21 gramos" y "Babel". Dentro de una misma línea fílmica, o sea esto de historias que se cruzan pero finalmente en un punto se encuentran, cosa que por otro lado podría suponerse muy borgeana, Arriaga ofrece una serie de personajes algo y/o bastante sufridos, vaqueteados y signados por un pasado llamativo o un presente pesimista.Pero todo puede determinar un futuro distinto y hasta menos pesado. Por un lado, la mujer (Charlize Theron, estupenda, de gran perfomance actoral) que enmascara su desenfrenada vida sexual, intentando ocultar un pasado hiriente, por otro la niña que vive con su padre aviador y soporta el accidente que a este le ocurre, razón que traerá consigo verdades desde algún lugar del tiempo, y finalmente los adolescentes que se unen cuando descubren que sus padres fueron amantes apasionados. Un melodrama de aquellos constituye este ópera prima, con todos los elementos que depara la existencia del alma humana. Por momentos con cierta quietud, por otros con una aceleración dura de los hechos, pero sin dudas correcta, bien fotografiada y logicamente muy bien actuada por un elenco actoral homogéneo, donde sobresalen la Theron, una reaparecida Kim Basinger en curioso rol y la joven Jennifer Lawrence como la hija de esta última. Recomendable para quienes deseen apreciar un cine de hondo contenido dramático, conmovedor y profundo para soltar la lágrima.
Debut con trampas Guillermo Arriaga, guionista de Amores perros, 21 Gramos ¿Cuánto pesa la vida? y Babel, debuta como director con Camino a la redención, donde como en las tres películas antes mencionadas pareciera volver a sus complejas historias paralelas que siempre terminan rozándose en el momento culminante, sin embargo, aquí la redención tiene otro giro, tan tramposo como obvio. Mientras conocemos el personaje protagonizado por Charlize Theron, manager de un coqueto restaurante de Portland, que maneja con severidad germana, una condición que no le impide alternar sexualmente con clientes y empleados; en paralelo iremos descubriendo una tragedia amorosa que involucra a dos familias: el padre chicano y una típica madre norteamericana que mueren al estallar el trailer donde tenía sus encuentros furtivos. Ambas historias parecieran no tener punto de encuentro hasta que un artilugio tramposo y muy poco logrado descubre el punto de coincidencia que termina por desplomar una historia que sin grandes innovaciones se seguía con cierto interés. Lo cierto es que desde el puntos de vista técnico la cámara se mueve con solvencia aunque con un pretendido estilo “Indi” con el que se intenta darle más verisimilitud al film que no escapa de ser un mero producto hollywoodense. Si bien el marketing y algunos colegas intentaran encontrar en Arriaga los mismos meritos que tampoco tenía su antiguo socio el multipremiado y multipromocionado director Alejandro González Iñárritu, para el espectador será solo una película más que se olvidará apenas empiecen a correr los títulos finales.
La culpa crece sola en el desierto Finalmente, Guillermo Arriaga dio el paso. Después de expandir su personal estilo como escritor de cine en películas como Los tres entierros de Melquíades Estrada y en la dupla rendidora que mantuvo con Alejandro González Iñárritu, esta vez el mejicano decidió dirigir su propio proyecto, Camino a la redención. Otra vez, el clima de la narración está teñido por la aridez del desierto, la soledad de las fronteras y la desolación de personajes e historias que terminan cruzándose. Cuatro ejes narrativos aparentemente diferentes inician el relato. Por un lado, está Silvia (Charlize Theron), una sommelier taciturna, solitaria y presa de un hermetismo emocional, de cuyo pasado no se sabe demasiado aunque se refleja en la forma en la que se auto flagela. Por otro lado, está Gina (Kim Basinger), que se recupera de un cáncer de pecho en silencio y vive apagada en su rutina familiar, hasta que comienza una aventura romántica que le devuelve la vitalidad. También se presenta a María, una niña que vive con su padre y un amigo de él, y que tras una accidente de su progenitor debe buscar a su madre. Finalmente, en una ciudad fronteriza, dos jóvenes adolescentes de familias inconciliables se enamoran en contra de toda razón. Con austeridad musical casi total, la narración se desarrolla con una cadencia silenciosa y con un aplomo que remite a 21 gramos o a Babel. Y así, se liberan los hilos del ovillo nuclear del filme, para enredarse entre sí nuevamente hacia el final y terminar contando una sola historia, la de la culpa, sus orígenes y consecuencias, y las posibilidades de redención en el seno familiar. Lo que no subraya la música, lo aporta la fotografía del filme, que instala el panorama anímico sobre el que se mueven estos personajes, casi siempre en planos generales. Eso no impide que las actuaciones de Theron y Basinger se destaquen, aun con las limitaciones expresivas que el bisturí dejó en la cara de esta última. Así, figura y fondo se potencian y retroalimentan en función del relato. Con estos elementos, Arriaga cuenta una historia tremenda, personal y, sobre todo, femenina. Sin embargo, la película decae en las formas: en la estructura de palimpsesto del guión, (demasiado vista ya); en el tono opresivo y árido de la narración; en las metáforas visuales insistentes; en la resolución que se deja adivinar y se cierra como una burbuja, demasiado redonda. Para descubrir al Guillermo Arriaga director. Una virtud: las actuaciones de Theron y Basinger. Un pecado: la estructura narrativa ya vista.
Corazón clandestino A pesar de ser el quinto relato coral consecutivo del mexicano Guillermo Arriaga, Camino a la redención (The Burning Plain, 2008) es un más que loable ejercicio de estilo por parte de un guionista singular que en esta ocasión ha decidido probar suerte en la silla de director. Recordemos para el caso su colaboración con Tommy Lee Jones, Los tres entierros de Melquíades Estrada (The Three Burials of Melquíades Estrada, 2005), y la trilogía de films realizada en sociedad con su compatriota Alejandro González Iñárritu; integrada por Amores Perros (2000), 21 Gramos (21 Grams, 2003) y Babel (2006). Nuevamente la estructura dividida, los saltos temporales, el ritmo contenido, los personajes taciturnos y una tensión distante vuelven a ser los elementos centrales de una trama no tan ambiciosa como parece a simple vista. Sin adelantar más de la cuenta podemos decir que tres coyunturas se entrelazan a pura sutileza: el tormentoso pasado de Sylvia (Charlize Theron) la conduce a la promiscuidad, Mariana (Jennifer Lawrence) se sobrepone a la muerte de su madre al tiempo que inicia una relación con un joven y Gina (Kim Basinger) mantiene una aventura clandestina en un remolque abandonado, bien lejos de su familia. Existen dos vías de análisis en lo que respecta a la obra de Arriaga, la existencialista y la melodramática. Por supuesto que la primera es “la oficial”, la asumida a conciencia por el cineasta: los cuestionamientos a la moral hipócrita y el retrato minimalista de las contradicciones posmodernas son ingredientes bienvenidos pero ya no causan sorpresa (la originalidad desapareció aunque no hay agotamiento discursivo). Sin lugar a dudas la vertiente melodramática genera mayor satisfacción porque permite distinguir el talento y profesionalidad no sólo del responsable máximo sino también del elenco en su conjunto. A decir verdad la historia gira en torno al personaje de Charlize Theron, aquí por suerte a la altura de las circunstancias. Los conflictos cruzados, la impotencia provocada por múltiples pérdidas y un perdón siempre escurridizo son las estaciones de una película que administra sabiamente idas y vueltas narrativas. El rico trasfondo social regresa en la forma de una clase media estadounidense solipsista, una burguesía rural estancada y la infaltable comunidad de inmigrantes mexicanos. Por más que la recurrencia temática juega un poco en contra, hoy casi nadie entrega paisajes del corazón con la naturalidad serena de Arriaga.
El mexicano Guillermo Arriaga fue el guionista de Amores Perros, 21 Gramos y Babel, las tres grandes películas con las cuales el director Alejandro González Iñárritu se hizo conocido en Hollywood. Gracias a estos films, el mundo empezó a ver de una manera distinta al cine mexicano. Las películas del dúo compuesto por Iñárritu-Arriaga, tuvieron en común que contaban historias con condimentos en común, que de una forma u otra se mezclaban en el mismo film. Idas y venidas, temporales y espaciales, orientaban al espectador, que de a poco iba armando el rompecabezas de la película. Con las primeras imágenes de Camino a la redención, escrita y dirigida sólo por Arriaga, uno piensa instantáneamente que está en presencia otra vez de la misma fórmula (que ya había empezado a caer pesada su reiterada explotación) que usaron en los films anteriores. Comienzan a mezclarse tres historias, pero esta vez algo es distinto, Arriaga hizo un enroque de piezas y ese es su gran acierto. El tipo nos quiere hacer pensar que nos va a contar otra vez lo mismo y de igual manera, y cuando ya estamos convencidos de que esto es así, pega el volantazo para mostrarnos lo contrario. Protagonizada por la sudafricana (y muy bonita) Charlize Theron, que personifica a una mujer que extrañamente se auto lastima de varias maneras; y por la veterana Kim Basinger, recién salidita del freezer de los actores, pero que todavía se mantiene y labura muy bien en el papel de una esposa insatisfecha que mantiene una relación con un amante. Las vidas de ellas, como es de suponer se cruzarán, en algún punto de la película sus caminos se encontrarán y cuento hasta ahí nomás para que el resto sea sorpresa. Las dos historias están en tiempos narrativos distintos, una parece avanzar muy rápido, rodeada de colores calidos y la otra, mucho más fría da la sensación de estar mas estancada. Claro, que mucho tienen que ver en esto sus protagonistas y las cosas que les suceden. Francamente, creo que las historias del guionista/realizador, venían en franco descenso desde Amores Perros con las dos que le sucedieron, siendo Babel la más flojita de las tres. Pero con Camino a la redención levanta muchísimo su nivel. Arriaga sale airoso de su primera incursión en la dirección, demuestra que sabe lo que hace, o por lo menos, que sabe manejar este tipo de historias corales. La película está bien, se deja ver y entretiene. Es un poco lenta, para nada complicada, a pesar de estar contada de manera no lineal, se entiende y no deja ningún cabo suelto al final.
Una fórmula repetida y predecible De acuerdo con el criterio de uno no sabe nunca bien quién, The Burning Plain (El llano ardiente) pasa a llamarse, en nuestro país, Camino a la redención. Podríamos desarrollar nuestra reseña en función del condicionante que significa la palabra "redención". Y entender cómo la protagonista buscará infructuosamente maneras que le permitan escapar de decisiones pasadas. Aún cuando la vida se bifurque, hay caminos trazados que resultan ineludibles. Pero aquí se nos genera un inconveniente. Porque el famoso camino redentorio no aparece como posibilidad inmediata o buscada sino, como señalábamos, como consecuencia impostergable. Desde este lugar, entonces, la redención surgirá y, con ella, la tranquilidad y la posibilidad de superar una instancia de vida, de no volver a escapar. Y señalamos el título elegido (aunque torpe y temáticamente acorde también desafortunado, ya que es el mismo título que recibiera la notable Reservation Road, estreno en DVD del año pasado, con Joaquin Phoenix y Jennifer Connelly) porque si pensamos en el original, nada hay en él que nos remita a una explicación inmediata sino, antes bien, a la primera de las imágenes con la que el film nos recibe: zarza gigante y ardiente, luego esqueleto oxidado donde, dicen, la pareja amante terminó carbonizada en un solo cuerpo, sólo posible de dividir con un cuchillo (esta imagen, sólo verbal, es más fuerte que cualquiera de las que se ocupe, explícitamente, el film). A partir de esta instancia, entonces, el lugar icónico reconocible para el espectador. Los vaivenes temporales nos harán ir y venir, retroceder y adelantar, merced al parámetro infernal. A medida que avanzamos en el relato, habremos de saber dónde ocurre cada momento narrativo, qué porción de tiempo ocupan los personajes, cuáles parentescos los unen. En otras palabras, armado el rompecabezas nos damos cuenta de que, otra vez, vimos la película repetida. Porque el realizador de Camino a la redención es Guillermo Arriaga, mismo guionista de, entre otras, Amores perros, 21 gramos y Babel, todas del también mexicano Alejandro González Iñárritu. Es decir, en el largometraje de Arriaga nos reencontramos con la misma arquitectura narrativa que ya supiera desplegar desde otros guiones. En este sentido, el film se nos vuelve bastante predecible por ser acorde a un mismo modo de contar, por supeditar su historia a una estructura reiterada y, digamos también, funcional a un mismo tipo de público. No se restarán méritos aquí al planteo temático del film (que sabrá descubrir el espectador, no vale la pena develarlo) ni a su calidad interpretativa (Charlize Theron, para resaltar, con su belleza intacta y sin el brillo falso del neón). Sólo destacar una plasmación narrativa recurrente, que ya oficia como fórmula identificable. Eso sí, destaquemos, nada hay aquí de la pedantería sociológica, y endeble, de Babel. En este sentido, Camino a la perdición es más sincera, más creíble.
INCOLORA, INODORA E INSÍPIDA El mexicano Guillermo Arriaga es un reconocido guionista en Hollywood por haber sido el ideólogo de los guiones de Amores perros, 21 gramos y Babel. Su éxito fue tal que por su labor en la realización de 2006 obtuvo una nominación a los Premios Oscar. Pero ahora Arriaga se lanza como director con su primer film llamado Camino a la redención, que contiene las mismas características de los films en los cuales escribió. Esta cinta narra la historia de una pareja en diferentes momentos desde su inicio hasta su final, pasando por la relación entre sus padres y su posterior muerte, como al vínculo con sus familias. Nuevamente, Arriaga quiere contar una historia alternando instancias temporales, saltando entre pasado y presente, sin lógica y muchas veces, sin sentido. Pero a diferencia de sus anteriores relatos, éste se refiere a una sola pareja, lo que le aporta cierto limite que lleva a que la ficción no sea tan desbordada ni su unión resulte tan inverosímil como lo han sido la mayoría de sus anteriores tramas. No obstante, la historia es aburrida, insulsa, sin ningún punto atractivo, con esa típica característica que tienen los guiones de Arriaga, una búsqueda incesante por el drama llevando a que la narración se vuelva agobiante, ya que todo lo que ocurre siempre es negativo. Además, esta falta de carácter que posee el relato también se ve reflejada desde la actuación, ya que los intérpretes no logran transmitir ninguna emoción o sensación, en parte por su floja tarea y por una pobre creación de personajes, que deberían ser más “potentes” para que el drama fuera más congruente. A pesar de esta importante falencia narrativa, sorprende el trabajo visual que contiene el film, ya que el director realiza una acertada tarea con la cámara, donde se destacan algunos planos muy bien logrados, acompañados por una precisa fotografía que hace lucir varios paisajes que se muestran durante la cinta. No se puede expresar mucho más sobre Camino a la redención, ya que el film resulta lineal, sin sobresaltos que hagan que esta producción genere algún tipo de emoción. Las destacables imágenes filmadas por Arriaga son lo único de lo cual se puede verter alguna opinión, porque la historia y sus personajes se asemejan a las propiedades del agua.
Rompecabezas. Hace tiempo ya que la apuesta de la industria estadounidense por un cine moderno se limita al trabajo alrededor de un formato narrativo en especial: el relato coral con ínfulas sociales. Hay mucho del espíritu de la modernidad que estas películas intentan reflejar y abordar, como el achicamiento a la vez que la intensificación de las brechas culturales e ideológicas, la reducción de las distancias geográficas (el mundo se vuelve un lugar suceptible de ser recorrido en su totalidad) y la articulación no lineal de los tiempos de la historia, como también un marcado acento en la idea de un tiempo o experiencia común, compartido por todos los personajes. El caso más paradigmático de este cine (me cuesta llamarlo “género”, en todo caso se trataría de una suma de géneros amontonados bajo el formato coral) es la obra de Alejandro Iñárritu, y la película que mejor representa a esta (ya no tan) nueva forma de contar historias, más allá de sus logros cinematográficos, probablemente sea Babel. Ésta, como también 21 gramos y Amores perros (o sea, las tres películas que componen la filmografía de Iñárritu), cuentan con la participación de Guillermo Arriaga en guión. No sería exagerado decir que la visión del mundo que despliegan esas películas, sobre todo teniendo en cuenta que el cine de Iñárritu se debate mucho más en lo narrativo que en la construcción de la imagen, le corresponden por igual tanto al director como al mismo Arriaga. El estreno de Camino a la redención, la ópera prima de Arriaga, con su enorme parecido al cine de Iñárritu, viene a confirmarlo. A diferencia de las historias de Babel, que transcurren en varios lugares distanciados por miles de kilómetros, Camino… parece proponer una disminución del espectro geográfico, reconcentrando su relato sobre unas pocas ciudades estadounidenses y la frontera con México. La frontera, obvio, es el espacio preferido por este cine de impostación moderna, donde se dan una enorme cantidad de cruces de todo tipo: étnicos, culturales (lingüísticos, tradiciones) y sociales (el Estado y sus brazos están ausente en la frontera, como si se tratara de una tierra en estado salvaje, pre-civilizada, que llevaría a los personajes a establecer relaciones más intensas y viscerales). A este gusto por la exposición un poco superficial de ciertos contrastes culturales (marca frecuente de los relatos corales), Camino… suma el entrelazamiento de varias historias y de dos líneas temporales, alejadas la una de la otra por varios años. De nuevo, acá el relato coral y la maniobra temporal cumplen una función específica, la de imbuir a la película de un supuesto carácter de cine contemporáneo, que rompe con los cánones del cine narrativo. En la confluencia de las historias y los personajes (o los objetos incluso, como ocurría en Babel), ya sea en un mismo lugar o a través de un mismo hecho, es que se trata de elaborar un cierto discurso respecto de la actualidad ligado a la pertenencia, al contacto humano más allá de las distancias geográficas y las barreras culturales. Así, este cine (Camino… incluida) acaba siendo pura búsqueda de golpes de efecto, cuyo punto de llegada y sorpresa final siempre es el descubrimiento de las uniones entre personajes y acontecimientos. Este recurso, que se diferencia poco de una típica vuelta de tuerca y que suele venir acompañado de una cantidad importante de sobreexplicaciones por parte de los diálogos y las imágenes (es fundamental que el público pueda conectar las puntos para que el descubrimiento final surta su efecto), es en esencia un artilugio calculado de guión que basa su éxito en el ocultamiento de información y su progresivo develamiento al espectador. Es en este punto que muchas películas corales (las que se comportan de la manera que vengo describiendo) resultan impostadas y engañosas, porque detrás de su pretendida fachada contemporánea no tienen nada para ofrecer más que un simple artefacto narrativo, que lejos de acercar a estas películas a un cine moderno, construido sobre la observación del mundo, más bien las emparienta con una tradición cinematográfica clásica e industrial. Estas películas operan según una lógica de puzzle, pero sin siquiera ofrecer una verdadera propuesta lúdica, porque el juego se acaba al final cuando los directores y guionistas juntan todas las piezas frente a nuestros ojos y nos las revolean por la cabeza.
Guillermo Arriaga ya demostró ser un gran narrador de historias, guionista y co-equiper de Alejandro González Iñárritu, y con tres mega-títulos como Amores Perros, 21 Gramos y Babel, los mexicanos han logrado conformarse en una de las duplas cinematográficas más destacadas de la última década. Ahora con esta película, emprende su primer trabajo como director de un largometraje basado en un guión propio. El film mantiene la estructura narrativa y visual de los tres mencionados, cuatro historias bien dramáticas, en distintos tiempos, que se van entrelazando y armando las piezas de un rompe cabezas, que en este caso nos permitirá construir el conflictivo y melancólico personaje central que es Sylvia, una bella y exitosa mujer en el plano laboral, pero que está huyendo permanentemente de un pasado que la atormenta y al intentar fugarse del mismo, termina repitiendo en actos aquello tan doloroso; los comportamientos autopunitivos y la impulsiva sexualidad la detienen en un eterno ayer del cuál se quiere librar pero que no puede elaborar. El encuentro con Carlos (José María Yazpik) la enfrenta con aquella realidad y es ahí donde entran en juego las otras historias que van conformando la trama, ficciones de amores que desembocan tragedias y de tragedias que originan amores, dándole esa tonalidad intensa y desgarradora que han caracterizado la narraciones de Arriaga. Uno de los enganches a los cuales apostó el director, es la elección de dos atractivas rubias y estelares actrices, como lo son Charlize Theron y Kim Basinger y que además ambas han sido ganadoras del Oscar. Therón encarna una gran interpretación de un personaje tan emocionalmente complejo como lo es Sylvie; Basinger protagoniza una de las historias paralelas que entrecruzan diacrónica y sincrónicamente a la protagonista. Un hallazgo me pareció la actuación de Jennifer Lawrence en su papel de Mariana, como aquella adolescente que debe enfrentarse al deseo de su madre y a lo insoportable que este le resulta, logra construir junto a Charlize Therón una combinación actoral que es de lo mejor del film. Arriaga se ocupó de elegir escenarios naturales para escoltar el estado de ánimo de los personajes y darle un plus de intensidad a los relatos, la música a cargo de Hans Zimmer y Omar Rodríguez López acompaña de manera precisa aquellos momentos en que la agudeza de los conflictos toma mayor envergadura. El film mantiene la misma estética que los dirigidos por Iñárritu pero con algunas fallas, hay momentos donde se hace demasiado previsible, uno termina adelantándose a la trama y el factor sorpresa, muy importante en cualquier ficción, se va diluyendo entre tantas señales obvias que deberían haberse evitado. Cuatro historias que atrapan en su magnitud dramática conforman este primer largometraje del mexicano, pero quizás habrá que esperar futuros trabajos para ver si logra emanciparse de su ex socio o sigue aplicando fórmulas que si bien ya no sorprenden, continúan dando buenos resultados.
“Amores perros”, “21 gramos” y “Babel” constituyen una auténtica trilogía que no sólo comparte el mismo director sino también a un idéntico guionista, Guillermo Arriaga, quien ahora se ha lanzado a la dirección de su propio largometraje. “Camino a la redención” no oculta el sello de los films anteriores, al presentar a una serie de personajes que tienen más de un vínculo común, que son retaceados al principio. El espectador irá armando un verdadero rompecabezas, con dos historias paralelas que giran alrededor de sendas figuras encarnadas por Charlize Theron y Kim Basinger. A esos caracteres se agregará otro femenino a cargo de Jennifer Lawrence (Mariana), dando la impresión de que para Arriaga el universo norteamericano (al menos en el film) resulta femenino. No casualmente los principales personajes masculinos son étnicamente mexicanos o más propiamente dicho “chicanos”, lo que reafirma la afirmación anterior. Nick, uno de ellos, interpretado por Joaquim de Almeida tiene un affaire con Gina (Basinger) y sus encuentros furtivos transcurren en una especie de casa rodante (“trailer”) en pleno desierto. La primera imagen del film ocurre en ese sitio y explica de por si sola el título original de la película (“The Burning Plain”). La siguiente escena nos muestra a una muy bella Sylvia (Theron), desnuda, observando a través de una ventana y siendo vista por algún curioso, mostrando su intimidad. La historia en esta primera mitad parece inclinarse hacia este personaje transcurriendo en el restaurant en que Sylvia hace de maitre. Pese a que le dice a un cliente que no traba relación con los que alli consumen, su inmediato proceder parece demostrar lo contrario. Ella es sin duda una mujer extremadamente liberal e independiente, cortejada por su gran belleza y atractivo. Pero también se percibe que no tiene muy claro hacía donde va su vida. Lo que permitirá ir armando la historia será la relación que se establece entre la ya mencionada Mariana y el joven Santiago (J.D.Pardo), de origen mexicano. No resulta conveniente dar más datos sobre la manera en que se conocen y las relaciones que tienen con los personajes anteriores. Sí anticipar que el conjunto cierra bien y que la progresión dramática está bien dosificada en el tiempo. Un accidente de un avión que fumiga los campos hará que adquiera importancia un cuarto personaje femenino más joven, María, que a diferencia de los anteriores tiene rasgos latinos. Es muy buena la caracterización que logra Tessa La y será la última media hora del film la que redondee la trama. Quizás más de un espectador perciba, en algunas de las resoluciones, la presencia de golpe bajo. Más justo sería objetarle al film ciertas situaciones que, por previsibles, no le quitan interés al conjunto marcando un auspicioso debut de Arriaga.
Narración fragmentada, personajes con pasados tormentosos, búsqueda de la redención; ingredientes indudables del cine de Guillermo Arriaga que pese a apelar a los mismos elementos, aquellos que parecen obsesionarlo, siempre nos entrega una historia diferente. Camino a la redención (otra vez una traducción confusa si pensamos en Reservation road) es una historia oscura, de tensas culpabilidades que nos cuenta tres historias que obviamente se nos revelará como una sola hacia el final: una adolescente preocupada por la infidelidad de su madre, una mujer aparentemente exitosa en los negocios que se autoflajela ante ciertos recuerdos de su pasado y una niña desolada ante la posibilidad de perder a su padre, única familia con la que cuenta. Nominada en el Festival de cine de Venecia y finalmente ganadora del Marcello Mastronianni en el mismo festival para la joven Jennifer Lawrence quien protagoniza a Mariana, una jovencita que vivirá como testigo silencioso la infidelidad de su madre (Kim Basinger) y más tarde una historia digna de Capuletos y Montescos, el film nos regala una historia dura, pesada y emotiva. Cuesta no reflexionar sobre cómo cada uno de nuestros actos marca los actos de los demás, cómo uno puede ir escribiendo su historia sellando pasos para la historia de los otros; reflexión casi impuesta en al menos varios de los films del director: 21 gramos, Amores perros, Babel. Muy buenas actuaciones sobretodo de Chalize Theron quien a esta altura ya no puede versela como la mera actriz de cara bonita, muy bien acompañada por un reparto algo desconocido pero sólido para lo que la historia nos brinda. Un argumento correcto aunque un tanto lento por momentos y bastante previsible para quienes ya conocemos a Arriaga. Es que a la larga uno espera ver cómo se conectarán las historias aparentemente individuales, y esta vuelta es mucho más fácil y prolija de entrever. Austera y por partes un poco melodramática, Camino a la redención nos arranca finalmente alguna lágrima y nos deja pensando por un ratito. Lejos de considerarla la mejor película del director es, sí, una buena opción para quienes gustan del género.
Arriaga y sus figuritas repetidas Seguramente muchos conocerán a Guillermo Arriaga como guionista de las películas del mexicano Iñárritu. Es una lástima que se haya repetido a sí mismo y se haya esquematizado en "trípticos" de historias que se cruzan. Desplegó su talento avasallante en el guión de "Amores Perros" con un excelente resultado, pero eligió quedarse fijado en repetir un esquema que, en ciertos momentos, le resta dinámica porque la historia sólo parece montada en función a cruzar las historias y lograr algún efecto sorpresa sobre el final. Así armó "21 gramos", otro cuento urbano con historias que se cruzan y luego con un registro sumamente similar, "Babel". Entonces "Camino a la redención" desde ese lugar, no aporta mucho más. Son tres historias que se van contando desordenadas en el tiempo para que el espectador vaya armando un rompecabezas, un juego que ya jugamos en sus guiones anteriores. Esta vez, quizás por repetido, es mucho menos efectivo. Quizás porque es hora de que Arriaga se arriesgue a la fuerza de una historia que sí valga la pena narrar linealmente, y no quedarse seducido con el juego de esconder información. Lamentablemente, quedamos más ocupados en armar el rompecabezas, en ir entendiendo las partes mezcladas que nos presentan, que en disfrutar el cuento en sí mismo. Para esta ocasión Arriaga cuenta con un elenco de lujo, pero que en muchos casos el guión no permite que muestren lo mejor de sí. La historia más efectiva es la de Kim Basinger y Joaquim de Almeida como los amantes que se encuentran en el trailer en medio del desierto. Charlize Theron tiene a su cargo la historia más controvertida, y en todo momento parece más preocupada en subrayar su tormento, lo que la hace perder naturalidad. Su historia es la más sombría y de todos modos su actuación es sumamente interesante. Completa este tríptico, la historia de los adolescentes, hijos de Basinger y Almeida que viven su romance adolescente y en cierto punto, cuando Arriaga decida darnos muy sobre el final las fichas faltantes de este rompecabezas nos enteraremos de qué forma estas tres historias están intimamente entrelazadas. Con situaciones interesantes, de todos modos, la película no termina de encontrar su rumbo quizás porque Arriga se pierde en su esquema de tres historias cruzadas, que debiera soltar y desplegar su escritura en otros tantos sentidos.