Causas y consecuencias de un film tibio Causas y Consecuencias es lo nuevo de Robert Redford. En este caso el realizador dirige y se dirige protagonizando el film junto a Shia LaBeouf (en un muy buen momento) para este thriller político basado en la novela epistolar The Company You Keep de Neil Gordon. El film parte de una premisa interesante. La visión del presente de aquellos activistas políticos que lucharon (de forma más o menos extremista) contra la guerra de Vietnam. Este punto de partida en la óptica de un cineasta tan político como Redford y además encarnando el mismo el paso de esos 30 años como metáfora también de su carrera me resultó un gancho atrapante. Lamentablemente el desarrollo en cuanto a guión, dirección y montaje no pudo mantener esa sensación inicial. El problema de Causas y Consecuencias (traducción poco feliz y con postura ideológica incluida para The Company You Keep que es el título original) es que se queda a la mitad entre un thriller de acción y films en donde la cosa pasa por el dialogo como las recientes El Precio de la Codicia (Margin Call) y El Topo (Tinker Tailor Soldier Spy). El film tiene los condimentos de ambos estilos, por un lado, un fugitivo escapando de la ley para limpiar su nombre, por otro lado una trama política que reflexiona con la responsabilidad, la culpabilidad, la oxidación de los ideales y el cambio de paradigma que representa la consolidación de una familia. Entre ambas cosas, Redford parece no jugarse por ninguna dando como resultado largos y lentos diálogos que si bien se sostienen por la calidad de los actores con los que cuenta el film (además de los nombrados están Julie Christie, Nick Nolte, Richard Jenkins y Susan Sarandon) no generan la llegada emocional que deberían, transformando de esta manera el mensaje en un simple "rebeldes eran los de antes" y "ser padre te cambia la vida". En cuanto a la acción, la misma está ausente. Los momentos de mayor acción son en los que vemos a Redford corriendo y esa imagen realmente no funciona. Otro de los defectos del film radica en la forma en que está por momentos estructurada la narración. En este aspecto el montaje termina revelando en todos los casos los giros argumentales que da el guión cuando no debería hacerlo. Esos puntos que deberían desarrollarse paulatinamente para luego sorprender son revelados previamente por la elección en la unión de las secuencias. Luego, en el "momento de la revelación" cuando el dialogo se pone tenso, la cámara privilegia los primeros planos y comienza a sonar la música efectista, la revelación, que ya había sido dada, resulta redundante. Ese método de armado de la narración que resulta por momentos aleatorio le resta bastante al potencial de suspenso que tiene la trama por sí misma. El resultado de la suma de estos factores es una película despareja que por momentos resulta muy lenta por la falta de contenido emocional en los diálogos y cuya dirección excesivamente sobria no puede potenciar un argumento que a priori resultaba interesante.
El pasado que vuelve “Somos historia antigua que hoy se explica a los niños en la escuela”. Esto es lo que le dice Jim Grant, el personaje que interpreta Robert Redford en Causas y consecuencias, a un antiguo compañero de militancia política encarnado por Richard Jenkins. En realidad, la historia no es tan remota: los protagonistas del último film dirigido por Redford son antiguos miembros de Weather Underground, un grupo de extrema izquierda que, en los años ‘70, emprendió el camino de la violencia en su lucha contra el imperialismo yanqui. Frente a estas ‘viejas glorias’ del progresismo norteamericano –herederos de los movimientos en favor de los derechos civiles–, encontramos la figura de Ben Shepard (el siempre sobreactuado Shia LaBeouf), un joven periodista que destapa el gran secreto de Grant –lleva más de 30 años viviendo bajo una identidad falsa– y que remite de forma directa a la figura de Bob Woodward, el célebre periodista al que dio vida Redford en Todos los hombres del presidente. El mapa de Causas y consecuencias se completa con dos figuras femeninas que encarnan la cara más audaz del film. Dos mujeres, interpretadas con serena maestría por Julie Christie y Susan Sarandon, que se niegan a renunciar a los valores y a la lucha que marcó su juventud. En una época en la que el cine norteamericano parece alérgico al debate político –tomando por incorrecto cualquier planteamiento ajeno a la lógica del sistema– resulta reconfortante encontrar un retrato honesto y desprejuiciado de personas (mujeres) comprometidas con el radicalismo de izquierda. Pese a todo, Causas y consecuencias no se atreve a hincar el diente en la heridas ideológicas y las consecuencias políticas que dejó a su paso el fracaso de las utopías políticas de los años ’60 y ‘70 –una cuestión tratada con mayor lucidez en una película como Los condenados, de Isaki Lacuesta–. A la postre, lo que le interesa a Redford es, sobre todo, explorar los dramas privados de los protagonistas y, al mismo tiempo, dignificar a toda una generación invocando una cierta nostalgia no carente de ingenuidad. Persiguiendo este objetivo, el director/protagonista nos presenta a un personaje/guía (Grant) con el que resulta muy fácil identificarse: su nobleza resulta incuestionable. Un pilar demasiado luminoso para un thriller político supuestamente sombrío.
Causas y consecuencias es una película correcta que se sigue con atención, pero no con toda la pasión que uno desearía, ya que si bien el guión es elaborado, es bastante plano. Las excelentes actuaciones de un elenco de primera, los personajes bien elaborados y la buena dirección de Robert Redford logran fortalecer...
Los tres días de Nick Sloan Causas y Consecuencias (The Company You Keep, 2012) tiene lo que en teatro se dice “gran elenco” cuando no queda nadie más famoso a quien nombrar en el cartel, pero aquí va en serio. Una vez que se han presentado a los protagónicos Robert Redford y Shia LaBeouf nos queda el “gran elenco” que consiste, más o menos en orden de aparición, de Susan Sarandon, Stanley Tucci, Stephen Root, Terrence Howard, Anna Kendrick, Chris Cooper, Nick Nolte, Julie Christie, Sam Elliott, Brendan Gleeson y Richard Jenkins. Su presencia es fundamental, porque magnetiza un thriller aburrido con la emoción de un safari de celebridades. La trama sigue al personaje de Redford, Nick Sloan, un anciano abogado que se hace a la fuga cuando el FBI le identifica como un ex miembro del grupo de extrema izquierda Weather Undergound, que allá por los ‘70s protestaba la guerra de Vietnam con bombardeos que nunca mataron a nadie (la película inventa una víctima ficticia para acentuar su dilema moral). Otro de los ex militantes Weathermen es Sharon Solarz (Sarandon), que se entrega al FBI a comienzos del film luego de vivir 30 años como una apacible ama de casa suburbana. El deuteragonista es un reportero de medio pelo llamado Shepard (LaBeouf), que indirectamente desencadena la persecución de Nick y luego le sigue los pasos en el nombre del periodismo. Es el único personaje con motivaciones claras. Nick probablemente quiere limpiar su nombre, como todo fugitivo ha de hacerlo en su propia película, ¿pero limpiarlo cómo? Asistimos a sus rebuscados actos de escapismo y sus reencuentros con ex Weathermen (consistentes de la mitad del ya citado “gran elenco”) sin mucha emoción, ya que resulta difícil involucrarse emocionalmente cuando no sabemos por qué el héroe hace lo que hace, y la trama olvida a sus personajes más interesantes luego de una o dos escenas. Como en Nada es lo que parece (Now You See Me, 2013), nunca es divertido estar del lado de la policía cuando el protagonista es el criminal. Si bien la película no nos abandona en compañía del FBI demasiado tiempo, poseemos más o menos la misma información que sus agentes, y Redford, los Weathermen y el meollo de la cuestión serán un enigma hasta el final, a verse complicado innecesariamente por una o dos subtramas que no agregan absolutamente nada. Además de protagonizar, Redford dirige la película. El proyecto sin duda busca hermanarse con las películas conspirativas y cargadas de liberalismo político que el actor protagonizara en los ‘70s, como Los tres días del cóndor (Three Days of the Condor, 1975) y Todos los hombres del presidente (All the President’s Men, 1976), pero a su lado Causas y Consecuencias es una adición menor. Las cosas que muestra y revela no son ni nuevas ni fascinantes. En una era donde todos cuestionamos con cinismo la legitimidad de los medios comunicacionales, la moraleja del film llega tarde y hasta un poco inocentemente.
Pocas veces podemos decir esto de un film, su título local es más acertado en significancia que el original de su idioma. “Causas y consecuencias” es el noveno trabajo como director del otrora galán cinematográfico Robert Redford, y como tal, vuelven a lucirse las mismas inquietudes que ya asomaron en sus últimos trabajos, las causas políticas y los dilemas morales; pero lo llamativo y lo que distingue a este film del resto es el retorno, en un cierto punto del relato, a su otra etapa narrativa, la inicial, más preocupada por relatos de vida con “problemas” emocionales, lo que llamaríamos una historia del corazón, o simplemente un drama emotivo. Redford vuelve a dirigirse a sí mismo como Jim Grant, abogado especializado en Derecho Administrativo (causas contra el Estado) que ve invadida su vida cuando Shjaron Solars, una simple ama de casa (Susan Sarandon, que al igual que los vinos mejora con los años) decide entregarse a la policía y revelarse como una activista terrorista buscada desde los años ’70. Quien ata los cabos es un joven periodista, Ben Shepard (Shia LaBeouf en otro rol que le queda grande), que en pos de una primicia investiga hasta concluir que Grant no es solo un posible abogado defensor de la mujer sino que mantiene una identidad oculta, Nick Sloan, un compañero de Sharon en el activismo, y al que también buscan por la muerte de un guardia de seguridad en medio de uno de aquellos actos. Todo esto desembocará en fuga de Jim/Nick, quien irá localizando a sus ex compañeros de lucha en pos de ayuda y tratando de encontrar a su antigua novia que formó parte del núcleo más duro de aquella agrupación (Julie Christie). Así, el relato irá por dos vías, los antiguos activistas que ahora llevan apacibles vidas con secretos; y por otro lado Shepard que realiza su investigación, con dudas internas cada vez más grande y que intenta colaborar y a la vez eludir a un FBI a cargo de Terrence Howard. Evitemos hablar de algunas incongruencias o puntos de la historia que no suenan muy lógicos – Redford con una hija que podría ser su (bis) nieta, o escapando y corriendo más rápido que un helicóptero por un bosque – el problema de “Causas y consecuencias” es otro. El viraje que hace la historia, al que hicimos referencia al principio, va minando la energía del relato, hace que el film pierda consistencia y tal vez esa indefinición, ( es un thriller político puro o un drama clásico?), suma confusión a sus prestigiosos secundarios . Eso genera que se pierda interés, la acción decaiga y la cinta pierda fuerza a medida que avanza el metraje. Basándose en una novela de Lem Dobbs, Robert Redford vuelve a demostrar cómo ser un director que ama el sistema en el que vive. Maneja bien lo que hubiese sido una historia mucho más interesante, pero abandona la rebeldía a mitad de camino para plantear otro ángulo de la cuestión y termina entrampado en un relato demasiado previsible, casi un culebrón. La sensación al final de la proyección es que Redford tiene las condiciones intactas como director, sólo necesita analizar más en profundidad los guiones que le llegan y acepta.
Robert Redford se para delante y detrás de la cámara para traernos Causas y Consecuencias, un thriller políticos de tintes dramáticos como esos que casi ya no se hacen. Que la historia nos juzgue Jim Grant (Redford) es un abogado viudo que vive en los suburbios de Nueva York junto a su hija de 11 años, también es ex miembro de Weather Underground , un grupo militante en contra de la guerra de Vietnam. 30 años atrás, luego de un robo fallido a un banco, Jim se vio obligado a cambiar su identidad para poder escapar del FBI. Pero cuando Sharon Solarz (Sarandon), otra ex miembro del grupo, se entrega a la policía luego de años de permanecer en la lista de los más buscados, Ben Shepard (Shia LaBeouf), un joven y ambicioso periodista, comenzará a seguir el caso de cerca. Este no tardará demasiado en exponer la verdadera identidad de Jim, quien se verá obligado a huir para encontrar a Mimi (Julie Christie), otra ex miembro de Weather Underground y la única capaz de limpiar su nombre. Pequeño Redford ilustrado La carrera de Redford como director es por demás de interesante. A pesar de contar con películas completamente distintas entre si, en todas (o en su gran mayoría) intenta explorar los mismos temas. Su carrera está marcada, en mi opinión, por decisiones valientes. Redford no tiene problemas en contar ciertas historias de una manera que Hollywood ya no suele hacer o tocar temas delicados en momentos inoportunos. Desde el drama familiar Gente Como Uno hasta la excelente Quiz Show, todos sus films hablan de cierta manera sobre los ideales y la redención. El hombre tampoco tiene miedo en dejar en claro su pensamiento político en el film por mas extremo que sea, como lo que ocurrió en Leones Por Corderos, película absolutamente crítica hacia la política Estadounidense y sus guerras. Hecha sobre el final de la presidencia de Bush, Leones Por Corderos le pegaba muy duro al gobierno de turno. A fuego lento Causas y Consecuencias tiene algo que todavía deja entrever a ese Redford “quijotesco” que hace las cosas a su manera, ya que nos entrega un film que bien podríamos haber encontrado en el cine de los años 70, pero que muy rara vez se hace hoy en día. Redford no necesita más que un buen guión y una cámara para contar la historia. En una época donde los thrillers con cacería humana de por medio son vertiginosos y disponen de la última tecnología, la nueva película de Redfod se cocina muy lentamente apoyándose fuertemente en las relaciones humanas. Difícilmente se podría haber encontrado un mejor punto de partida para la historia. El personaje interpretado por Susan Sarandon lo tiene todo: esposo, hijos, dinero. Pero así y todo se entrega a la policía porque no puede continuar viviendo con la culpa de un crimen que se cometió 30 años atrás y que la llevó a vivir el resto de su vida bajo una nueva identidad. Este repentino ataque de conciencia hace que tal cual fichas de dominó posicionadas una detrás de la otra, comiencen a caer uno a uno los miembros de Weather Underground que estuvieron involucrados en el crimen y que se las arreglaron para llevar una vida normal durante los últimos 30 años, entre ellos el personaje de Redfod. El buen Robert es un maestro en lo que contar historias respecta y Causas y Consecuencias es el fiel reflejo de haber crecido como actor durante una época dorada de Hollywood. Redford va hilando la trama de una manera clásica y efectiva, aunque se toma su tiempo para plantear algunas cuestiones que enlentecen y entorpecen al relato pasada la mitad de la película. Ahí nace una sub-trama (que por el bien del espectador no vamos a contar) que a pesar de plantearse como un punto importante del relato, nunca recibe el tratamiento adecuado y para colmo de males nunca se termina por resolverse. ¿Afecta esto terriblemente a la película? Definitivamente no, pero sin lugar a dudas la perjudica. En el plano actoral no tengo absolutamente ninguna crítica para Causas y Consecuencias, de hecho es todo lo contrario. Redford se rodeo de grandes actores y actrices que incluso en papeles pequeños despliegan toda su calidad. Ya se dijo todo lo que se puede decir de gente como Sarandon, Christie o el mismísimo Redford. También hay lugar para otros grandes actores como Nick Nolte, Stanley Tucci y la ascendente Brit Marling. Incluso Shia LaBeouf, conocido por su papel en la saga Transformers, hace un gran trabajo como el ambicioso periodista que sigue el caso. Conclusión Definitivamente Causas y Consecuencias no es una película para todo el mundo. Quienes vayan esperando un thriller vertiginoso que no de respiro seguramente vayan a salir decepcionados. Pero si les gustan las películas que se van cocinando de a poco y donde toda la trama gira en torno y avanza por sus personajes y sus decisiones, seguramente encontrarán en el film una interesante propuesta a pesar de algunos baches en el guión.
El gancho de Causas y consecuencias es que se trata de una película que supuestamente abordaba el tema de la militancia política en los años ´60 y la experiencia de los grupos más radicales que es una cuestión que el cine norteamericano se empecinó en esconder debajo de la alfombra. Hay muchas historias reales apasionantes relacionadas con este período histórico al que poco directores se animaron a trabajar con una buena producción. Entre los antecedentes destacables se puede mencionar Un lugar en ninguna parte (1988), del gran Sidney Lumet (12 hombres en pugna) por la que River Phoenix terminó nominado al Oscar y trataba un historia similar a este film de Redford. Después no hay tantas películas para resaltar porque lo norteamericanos por alguna razón tienden a escaparle a estos temas. La decepción que genera este estreno es que por los antecedentes de su carrera, uno hubiera esperado que Redford se la jugara un poco más y brindara la gran película que se merece esta temática y nadie se animó a filmar. La trama gira en torno a los miembros del Weather Underground, un grupo de extrema izquierda, que fue la facción armada del Student for Democratic Society (SDS), uno de los movimientos estudiantiles más importante en la historia de ese país, que merece una película aparte. El tema es que nadie tuvo todavía los huevos para hacerla porque es mucho más fácil producir una biografía trillada de Lincoln, ya que representa mejor a los ideales patriotas del Tío Sam. Dentro del SDS los muchachos del Weather Underground era los más pesados y creían que la verdadera revolución había que hacerla a través de la lucha armada. Suena familiar¿no? Así fue que pusieron bombas en el Pentágono, el Departamento de Policía de Nueva York y hasta sacaron de la cárcel al escritor Timothy Leary para trasladarlo de manera clandestina a Argelia. También participaron de operaciones en conjunto con el Ejército de Liberación Negro y la Organización Comunista 19 de mayo. Una película sobre miembros Weather Underground, aunque fuera de ficción, debió ser apasionante porque presenta un tema interesante para reflexionar pero Redford abordó la cuestión de una manera bastante superficial donde prefirió trabajar esta cuestión a través de un supuesto thriller comercial que resulta algo fallido. Ese es el otro problema que tiene la película. Comienza muy bien con la presentación del conflicto y los personajes, pero con el paso del tiempo la historia pierde fuerza por la narración lenta del director que encima termina por desperdiciar el tema. El concepto del terrorismo actual y su comparación con el de los años ´60 es muy interesante y permite un gran debate al que esta película le escapó por completo, ya que su director decidió recrear un capítulo de El fugitivo. Una lástima porque Causas y consecuencias reunió uno de los mejores repartos que vimos en el cine en el último tiempo. La película no es mala pero daba para mucho más por el tema que trataba.
La película arranca con un prólogo que combina imágenes de archivo (y otras ficcionalizadas para la ocasión como si fueran de la época) sobre el accionar de Weather Underground, una organización de extrema izquierda que entre 1969 y mediados de los años 70 apeló a la violencia armada para luchar contra el gobierno estadounidense, apoyar los movimientos por los derechos civiles y protestar contra la guerra de Vietnam. Ya en la actualidad, Sharon Solarz (Susan Sarandon), un ama de casa neoyorquina que casi cuatro décadas atrás integró aquel movimiento radical, se entrega al FBI y confiesa haber participado en el robo de un banco en Michigan que terminó con la muerte de un guardia de seguridad. El hecho llama la atención de Ben Shepard (Shia LaBeouf), joven y ambicioso periodista de un decadente diario de Albany, que empieza a indagar en el pasado y el presente de los otros militantes de aquel grupo terrorista. Así, descubre que Jim Grant (Robert Redford), un abogado viudo y padre de una niña de 11 años, ha vivido con una identidad falsa. Cuando la noticia se publica, decide escapar y comienza así una típica historia de gato y ratón con toda la fuerza del FBI tratando de darle caza, mientras el veterano protagonista recibe la ayuda de viejos compañeros de armas (entre ellos, Nick Nolte), de su hermano (Chris Cooper) y hasta de una ex amante en aquellos tiempos revolucionarios (la extraordinaria Julie Christie), que podría salvar su reputación. Si la película resulta bastante convencional cuando apela a los esquemas más básicos del thriller de fuga o cuando cede a la tentación de sumergirse en los lugares comunes del sentimentalismo hollywoodense, a la hora de retratar la relación padre-hija compensa con creces al abordar cuestiones que el cine norteamericano parecía haber abandonado casi por completo como las heridas (los fantasmas) del pasado y cómo lidiar con la memoria y los actos de aquellos jóvenes muchas veces impulsados por las utopías, las buenas intenciones, la ingenuidad o el idealismo que apelaron a la violencia y llegaron a cometer crímenes con víctimas inocentes. Redford dirigió a un verdadero seleccionado actoral (además de los ya mencionados desfilan desde Richard Jenkins hasta Terrence Howard, pasando por Anna Kendrick, Stanley Tucci y Brendan Gleeson) para exponer los muy diversos puntos de vista sobre el tema: los que prefirieron olvidar y sepultar aquel período, y aquellos otros que con autocrítica o no siguen reivindicando esas luchas. Esta película old-fashioned y competente -que remite al cine setentista de Sidney Lumet o Alan J. Pakula (tiene algo de Todos los hombres del presidente )- permite unas cuantas analogías y paralelismos con la historia argentina de esa misma época. Sin ser un gran film, resulta una verdadera rareza dentro de un cine norteamericano que ha olvidado hace bastante tiempo el ejercicio de indagar, cuestionar y reflexionar sobre las miserias y contradicciones de su propio entramado social.
Cosecharás tu siembra ¿Qué es lo que siempre atrae de las películas de Robert Redford, como realizador? Los personajes son incorruptibles, honestos, de buenos principios. Tienen, sí, remordimientos, pero están siempre construidos a la medida del american way of life . En Causas y consecuencias Red-ford traspasa una frontera, la de los idealismos de los años ’60 y parte de los ’70 al centrarse en las consecuencias, como dice el título local, del activismo de un movimiento pacifista que se oponía al Gobierno de los EE.UU. y su participación en la Guerra de Vietnam. Una acción que terminó mal -el asesinato de un guardia de un banco- hizo que tres activistas adoptaran falsas identidades y fueran inhallables para el FBI. Hasta que... Por aquello de los remordimientos, una mujer (es increíble lo que puede expresar Susan Sarandon, hipnotiza) iba a entregarse, pero alguien la delató. Y el abogado Jim Grant (Redford) ve peligrar su suerte, por lo que, acosado por un joven periodista (Shia LaBeouf), y siendo padre viudo, empieza a huir. Busca a alguien, que no vamos a develar, para zafar. ¿Es inocente? Causas y consecuencias trata sobre las crisis de conciencias, la maduración y los cambios en los puntos de vista de idealistas de pura cepa. “No éramos hippies drogadictos, el Gobierno mataba, la guerra seguía, nos molían a palos”, se autodefiende un personaje. “Violencia era no hacer nada mientra el gobierno cometía un genocidio”, se escucha. ¿Lo haría de nuevo? “Cometimos errores. Pero teníamos razón”. Como se ve, la cuestión fue, es y será de nunca acabar, aquí y en todas partes. Redford tomó la novela de Neil Gordon y se la apropió para hablar de la redención. Le dio a sus personajes carnadura humana, no activista. También cuestiona (“el periodismo está muerto”, casi le escupe Jim a Shepard) y se autoindulge a sí mismo demasiado. Ver a Redford trotando cuando el filme se tamiza de thriller da un poquito de rubor. Con un elenco que habría llenado los cines hace 30 años (anoten: Julie Christie, Nick Nolte, Stanley Tucci, Richard Jenkins, Sam Elliott más Terrence Howard, Chris Cooper, Anna Kenrick, Brendan Gleeson), Causas y consecuencias es de esas películas que ya no se hacen. Las que polemizan y objetan miradas, las que abren a la discusión, las que vanamente o no, tratan de que nos reconozcamos en lo que vemos en la pantalla.
Retorno al pasado setentista Se veía venir otro alegato políticamente correcto de Robert Redford detrás de cámaras, ahora buceando entre el pasado de un grupo de extrema izquierda y un presente de ocultamientos y nuevas identidades. Redford es Grant, tres décadas más tarde, luego de comandar el grupo Weather Underground, aquel progresismo antisistema post Woodstock, dedicado a algunas acciones ilegales como asaltar bancos o tomar rehenes. Otros compañeros, también viviendo nuevas existencias acomodadas al triunfalismo siglo XXI, serán motivo de la pesquisa periodística del joven Ben Shepard (LaBeouf), quien desea construir la investigación de su vida. Redford cineasta compone con cierta destreza narrativa el pasado de los personajes, profundizando en sus dudas existenciales y en las razones de su accionar de tiempo atrás. Grant, por su parte, será el sujeto actuante de la historia y el hilo conductor desde el cual se conocerá la actualidad de sus ex compañeros ilegales. Son los momentos donde Causas y consecuencias deja lugar al placer de ver a buenos actores (Susan Sarandon, Nick Nolte, Brian Gleeson) en pequeños papeles, hasta que la ex compañera fiel o no del cansado Grant, interpretada por la inglesa Julie Christie, modifica el punto de vista de la película. En esa segunda mitad del film cobran importancia el personaje del periodista y los aspectos personales de los miembros del grupo, razones por las que Causas y consecuencias se convierte en una didáctica mirada sobre las responsabilidades o no de la militancia setentista en Estados Unidos. En esos momentos, la película muestra su hilacha reaccionaria, observando de manera crítica y perezosa aquel pasado de ideales, más adelante transmutados al mea culpa y al conservadurismo de ricos y famosos. En este punto, y más allá de su solidez narrativa, el film gira hacia la investigación periodística, centrándose en la mirada del joven reportero que hasta podrá encontrar a la chica de su vida en la hija del arrepentido Grant y de su compañera de lucha militante. En fin, otro ejemplo de film contado desde la pseudo izquierda norteamericana que termina descansando en una simple historia de amor que mira a un futuro de caminatas por el Central Park.
Con un acentuado tono de thriller político, esta nueva cinta dirigida por Redford, esta lejos de sus mejores trabajos, una narración llana, tediosa que no aprovecha a un elenco que parece un dream team del séptimo arte Hollywoodense. El guion tiene demasiados momentos inverosímiles y apela en demasía a los lugares comunes. Pudo haber sido una gran película, termino siendo una mas.
Telenovela en tono de thriller Es innegable que Robert Redford tiene convocatoria a la hora de reunir actores para sus películas. El reparto de “Causas y Consecuencias” llama la atención, y seguramente atraerá a muchos espectadores. Sin embargo la mayoría de estos nombres conocidos tiene papeles pequeños, al punto de ver su talento prácticamente desperdiciado. El filme arranca bien: después de treinta años del robo a un banco en el que murió un custodio, el FBI logra arrestar a una de las fugitivas acusadas del hecho, Sharon Solarz (Susan Sarandon), quien pertenecía a una agrupación activista que se oponía a la guerra de Vietnam, grupo considerado como terrorista. Su detención atrae la atención de la prensa, especialmente la de un reportero local, Ben Shepard (Shia LaBeouf), que con su investigación comienza a develar secretos de los miembros de aquel grupo de jóvenes contestatarios. Sin embargo, a medida que avanza la película, la trama comienza a sacrificar lo que se proponía como un thriller de suspenso en favor del melodrama moralista. Si bien en un principio, sobre todo en boca del personaje de Sarandon, parece verse un discurso crítico al gobierno estadounidense puntualmente con respecto a la guerra de Vietnam, y a sus políticas, en el fondo hay un fuerte mensaje moralizante. Sin mucho disimulo, la película le dice a cualquier joven espectador que piense que la violencia es un posible medio de protesta, que tarde o temprano lo lamentará. Incluso el título original, “The Company You Keep” (algo así como “dime con quién andas”) implica una advertencia con respecto a esas compañías que pueden resultar perjudiciales. El filme está bien realizado, con gran producción, nombres que se lucen, aunque sea apenas un ratito, pero decae por esta voluntad de mostrar terroristas arrepentidos (incluso los que en un principio se mostraban más radicales), periodistas que aprenden que la humanidad supera el valor de impacto de una historia, y una trama familiar que empalaga, ya que es innecesaria para el funcionamiento de la historia. Un filme ambicioso, que promete mucho más de lo que llega a cumplir.
Robert Redford como protagonista y director y una mirada inteligente sobre los años setenta. La historia de un grupo de izquierda en tiempos de Vietnam que pasa a la violencia, y los mismos personajes 30 años después que se armaron nuevas vidas. Una crisis de conciencia saca a la luz a una mujer, y un periodista investigando hace el resto. Un replanteo del pasado violento, de la vigencia o no de los ideales. Elenco de lujo: Susan Sarandon, Julie Christie,Nick Nolte.
Ayer versus hoy. ¿Qué pasó con Robert Redford como director? Cuesta creer que el responsable de Quiz Show - El dilema haya caído tanto, aún después del daño de Leones por corderos y El conspirador, que bordearon por el coma de la intención soporífera. Lamentablemente, Causas y Consecuencias (The Company You Keep, 2013) tampoco escapa del martillo moral del realizador, aunque al menos presenta más signos de vida que sus previos esfuerzos. En la adaptación de la novela de Neil Gordon, Redford interpreta a Jim Grant, un abogado viudo que vive con su hija en Nueva York. Su paz es interrumpida con el anuncio de la captura de una prófuga activista del grupo Weatherman acusada de asesinato, hecho que motiva la visita del periodista Ben Shepard (un correcto Shia LaBeouf). Cuando la investigación del joven escritor revela su verdadera identidad como ex miembro de la infame organización terrorista, Grant es forzado a huír de la ley para encontrar a sus vínculos del pasado, con la esperanza de limpiar su nombre. Mediante esta excusa, el guión de Lem Dobbs (Vengar la sangre, La traición) viaja con su protagonista a lo largo de Estados Unidos, mientras que las reuniones con viejos compañeros de causa indican la única dirección a la que apunta la brújula ideológica del film. Lo que arranca como una buena contextualización de las acciones de los grupos insurgentes durante los años sesenta y setenta se vuelve un planteo orgulloso y unilateral por los resultados del idealismo, que ignora la trágica corrupción del sueño para dar un mensaje que básicamente se reduce a la añoranza de “en mis días, nosotros sabíamos como rebelarnos”. Sumemos frases potentes pero carentes de justificación real, como “El periodismo está muerto” (este film tiene más golpes a la prensa que una temporada entera de The Newsroom) y argumentos de que los chicos de hoy se olvidan de la acción social gracias a Facebook y demás, y tenemos al activista transformado en ese abuelo cascarrabias con el que nadie quiere hablar durante la cena familiar, sólo que con un toque más de peligrosidad. También uno podría argumentar que la película está más preocupada por los conflictos internos de sus personajes, pero la verdad es que no tienen una verdadera profundidad: Grant es un sabio mártir, y Shepard es el típico novato insensato que, sí o sí, va a aprender una lección de vida antes del final de la historia. De nuevo, una dinámica cada vez más común en la filmografía de Redford. Si agregamos la inmensa cantidad de personajes atrapados en roles limitados por tiempo o propósito, tampoco queda mucho por ampliar, lo que termina afectando en las vueltas del extenso film. Es que el elemento que simula esa profundidad, e incluso casi salva a la producción, es el calibre de su gran elenco, desde el rol principal del carismático Redford hasta los estelares secundarios, incluyendo a Julie Christie, Susan Sarandon, Stanley Tucci, Nick Nolte, Richard Jenkins y muchos más. Lástima que tengan que trabajar con un material tan poco recompensante. A fin de cuentas, Causas y Consecuencias está lo suficientemente bien filmada y actuada como para ser pasadera, pero el vacío en su discurso es tan masivo que ni un equipo de primera puede vencer su negación de las huellas de la historia. Si tan solo Robert y compañía no hicieran oídos sordos.
Redford, cada vez más decepcionante Las últimas películas dirigidas por Robert Redford suelen estar dedicadas a temas muy serios e importantes, provistas de elencos impactantes y con todo su potencial disminuido por serios problemas narrativos, un montaje inconsistente y un ritmo más bien lento. Y da la sensación de que cuanta más importante sea el tema, y más impactante el elenco, más flojo será todo lo demás. Por eso una historia tan interesante como la de "Causas y consecuencias", animada por un grupo de actores fabuloso, es simplemente un desperdicio de talento. La trama describe los conflictos de viejos guerreros contraculturales del flower power que, acusados de homicidio, vienen llevando décadas en la clandestinidad, usando alias e intentando adaptar su vida y las de sus seres queridos a algo parecido a una vida normal, aunque sabiendo que su seguridad siempre estará pendiendo de un hilo. Al principio, el film realmente promete, con una serie de tensas situaciones en las que una formidable Susan Sarandon interpreta a una mujer que harta de la clandestinidad se entrega a las autoridades, lo que genera un renovado interés de la ley y la opinión pública por el paradero de varios otros antiguos revolucionarios que siguen en las sombras. Redford es un tranquilo abogado de bajísimo perfil, viudo dedicado a su hija, que casi inmediatamente es reconocido por fotos de aquellos años locos por el joven periodista que interpreta Shia LaBeouf, que por supuesto, irá empapándose de a poco de ese antiguo idealismo. En "Al filo del vacío" (Running on Empty, 1988) Sidney Lumet le pudo dar toda la profundidad y tensión a la historia del hijo de una pareja de ex hippies fugitivos cansado de su existencia clandestina, personaje a cargo de un brillante River Phoenix. Lamentablemente, en las dos horas de metraje de su último film Redford parece dedicado a narrar secuencias episódicas muy dialogadas, con actores que aparecen poco en la historia, pero demasiado en cada una de sus escenas. Lo anticlimático de esta estructura provoca que el interés vaya decayendo a medida que desfila sistemáticamente todo el elenco, con Nick Nolte y Julie Christie apenas menos desaprovechados que los demás. La música de Cliff Martinez y la sólida fotografía ayudan a mantener la atención del espectador, que si espera algo parecido a un thriller o un drama político realmente audaz quedará decepcionado
El mundo cambia tan deprisa que los sucesos vividos tres, cuatro décadas atrás parecen prehistoria. Lo mismo ocurre con el mundo de las ideas, aún más difícil de atrapar, por su condición abstracta. Abstracta pero tan real como cualquier objeto tangible. Causas y consecuencias retorna a valores tan distintos que hoy parecen ridículos. Aquel mundo de los 70s cuando la juventud, necesitada de un genuino cambio, tomó el camino de las armas para llevar a cabo su visión de vida, que jamás se concretó. Robert Redford es Jim Grant, un hombre de arrugas crecientes que vive en los suburbios, sin grandes novedades en los últimos treinta años. Pero un joven periodista (Shia LaBeouf) destapa el pasado del hombre de vida sencilla: décadas atrás fue parte del Weather Underground, grupo revolucionario que bregó, con sus modos, por los derechos civiles. Esta revelación, sumada a otras que Redford (esta vez en su rol de director) suministra al espectador en pacientes dosis, da inicio a una película que combina el thriller político con el film de huida, pero brindando mucho sitio a la reflexión. Redford es un buen narrador, chocolate por la noticia a esta altura de la historia del cine. Nadie se aburrirá con las sucesivas alteraciones de un guión trasladado con pericia a la pantalla. Pero es posible que el gran atractivo de la película se encuentre más allá del devenir de la historia de los personajes. Es en la concepción de estos donde se juega el sentido de un film como Causas y consecuencias, al fin y al cabo, un film de ideas. La gran “valentía” del film arranca con el mismísimo comienzo: los terroristas (palabra que existe desde mucho antes que Bin Laden se cruzara de bando) también cocinan, ríen, comen; ABC que el cine norteamericano conoce de memoria y siempre usa a favor de su conveniencia: la cámara causa empatía. Gran mérito en un casting excelente: al contrastar las figuras de Redford, Susan Sarandon y Julie Christie (en el rol de activistas que se niegan a renunciar a aquellos ideales perdidos) con LaBeouf y Anna Kendrick (la psicoterapeuta de la genial 50/50), la película corta camino y enseña pronto las diferencias de dos generaciones tan distintas que ni siquiera parecen pertenecer al mismo mundo. Claro que el cine no se hace de ideas sino de planos y escenas; cuando los cuestionamientos ya han sido comprendidos y el devenir de lo argumental es lo que cuenta, la película halla sus límites: un film a medio ritmo, con demasiados diálogos. Al fin de cuentas, ¿a quién le importan las utopías derrotadas de tiempos pasados? Para entonces Redford ya se ha decidido por los dramas cotidianos de los personajes y deja sin responder aquella pregunta que late por allí abajo, en las entrañas de la cultura actual y que, cada tanto, perturba a unos pocos nostálgicos: ¿cómo sería el mundo si aquellos ideales hubieran triunfado?
El pasado es capaz de volver Cuando el abogado Jim Grant (Robert Redford) se entera que su compañera de los Weather Underground, grupo extremista de los 70 fue detenida, el pasado se le viene encima. La violencia pasada, el atentado al Pentágono, los robos bancarios se convierten en un peso difícil de soportar sin la misma fuerza ideológica de la adolescencia. Convertido en abogado y padre de una chica preadolescente, su mente se activa para buscar una solución y huye, sabiendo que el pasado siempre lo acompañará por más que alguien atestigue a su favor y la distancia se haga interminable. Habrá también un chico joven Ben Shepard (Shia LaBeouf) que descubra la verdadera personalidad de Grant. Haciendo hincapié en el drama personal, en el peso de las ideas, en la distancia entre lo que se quiso lograr y lo que se logró, se desarrolla "Causas y consecuencias", una historia basada en el libro del profesor y periodista Neil Gordon, egresado de Yale y destacado crítico literario del Boston Review. PUNTOS EN COMUN Película interior, centrada en conflictos personales, tiene un particular interés por los puntos en común que pueden acercarla, de alguna manera, a algunos de los movimientos extremistas latinoamericanos, producidos hace treinta años atrás. Aunque el guión presenta algunos altibajos y cierta morosidad en los diálogos, es un filme entretenido, en el que la ética de la información, en la que se ve envuelto Ben Shepard (Shia LaBeouf), el joven periodista que desenvuelve una madeja particularmente enredada, choca y se intrelaza con la de Jim Grant (Robert Redford), él que combatió por un ideal y que a lo largo del tiempo decidió modificar su vida, aunque el pasado le continúa trayendo dolores de cabeza. Encuentro de veteranos de primera línea, como Stanley Tucci, Brendan Gleeson, Nick Nolte, Susan Sarandon y Julie Christie y el mismo Robert Redford, creador del prestigioso Festival de Sundance, él que a sus setenta y siete años dirige su novena película.
Aires de miniserie en un largometraje Causas y Consecuencias oficia de thriller-drama político, desbordante de diálogos mano a mano, miradas cruzadas y personajes que saben cosechar interpretaciones sumamente creíbles. Bajo la dirección (y papel protagónico, también) de Robert Redford, el film posee un reparto de ensueño, en donde Susan Sarandon, a pesar de su cortísima participación, se luce en las secuencias que le toca presentarse; Shia LaBeouf cumple en la piel de un periodista astuto, que rompe el molde y se adentra en la investigación; y la pequeña Jackie Evancho sorprende por su destacable caracterización a sus apenas 13 años de edad, como hija de nuestro sujeto principal. La historia narra, al principio intercalando material de archivo con ficción, la actividad movilizadora de izquierda de un grupo que recurrió a la violencia para manifestarse en oposición al gobierno estadounidense de los años setenta, como introducción a los hechos, y el futuro de cada uno de sus integrantes. Solarz (Sarandon) se entrega al FBI tras más de tres décadas del robo a un banco de Michigan que acabó con la vida de un guardia. Ágil e intrépido, el reportero Shepard (LaBeouf) decide indagar en el tema contactando a Grant (Redford) y develando la verdadera identidad de este terrorista devenido en abogado, refugiado en los suburbios de Albany, Nueva York. Esto despierta y alarma a la “Federal Bureau of Investigation”, iniciando una persecución frenética desde lo teórico y paulatina desde la filmación. El gran problema de Causas y Consecuencias radica en la lentitud en que ocurren los sucesos: la proyección parece transitar por una avenida colapsada, caótica, en donde nuestro auto no hace más que poner primera, adelantarse unos metros y volver a punto muerto. Existen dificultades para acelerar el ritmo, por lo que todo se va tornando cada vez más pesado y por momentos algo aburrido. El aspecto fuerte radica en las intervenciones de quienes conforman la nómina actoral, a base de unas expresiones absolutamente verosímiles, quedando la trama y el pasaje de los acontecimientos en la intrascendencia. LO MEJOR: las interpretaciones. Bien filmada. LO PEOR: no conecta. Le falta dinámica. No genera ganas de volver a verla. PUNTAJE: 5
Un Robert Redford demasiado prolijito El creador del festival de Sundance asume el protagonismo y la dirección de una película que hace foco en un grupo real que se hacía llamar The Weathermen, y con deudas del pasado que vuelven a hacerse presentes. El resultado no es del todo convincente. De las películas que a lo largo y ancho del mundo vienen revisando la violencia política de los ’70 y sus secuelas (desde Los rubios e Infancia clandestina hasta la japonesa United Red Army, pasando por el notable film noir de los ‘70 The Big Fix, Running on Empty, de Sydney Lumet, Die innere Sicherheit, de Cristian Petzold, Buongiorno notte, de Marco Bellocchio, y Après mai, de Olivier Assayas), Causas y consecuencias es, sin duda, la menos política. Como varias de las mencionadas, la nueva película de Robert Redford, que se basa en una novela, construye su ficción a partir de la existencia de un grupo político real, The Weather Underground, que pasó del pacifismo a los atentados terroristas (sobre ese grupo se filmó un documental que lleva su nombre y vale la pena ver). Que los ex militantes estén encarnados aquí por un seleccionado de prestigiosos circa-setentones (el propio Redford, Julie Christie, Susan Sarandon, Nick Nolte y siguen las firmas) llevó a un juguetón crítico estadounidense a calificar a The Company you Keep (título original) como “la versión seria de Los indestructibles”. O de Jinetes del espacio, si se prefiere. El disparador de Causas y consecuencias (título que podría aplicarse a cualquier película, desde una de Bergman a una de Jim Carrey) es la decisión de dejarse atrapar que adopta el personaje de Sarandon. La mueve la intención de blanquear de una vez su pasado, tras haber vivido “tabicada”, junto a su familia, más de cuarenta años. El típico periodista joven, ambicioso y meterete (el siempre hiperexcitado Shia LaBeouf) se pone a tirar del hilo que lleva desde Albany, al norte del estado de Nueva York, hasta Ohio, Michigan, donde en 1970 los Weathermen (“Meteorólogos”, nombre con que se conocía a los miembros del grupo) asaltaron un banco en busca de fondos para la organización y en medio del tiroteo posterior, le quitaron la vida a un agente de policía. Con el FBI también en el asunto, éste pronto se convierte en tema nacional, haciendo salir de sus escondites a los ex Weathermen, ninguno de los cuales quiere saber nada con sus compañeros. Pero uno de ellos, el prestigioso abogado que interpreta Redford, necesita dar con la más irreductible de sus ex cumpas, hija de ricos y exitosa dealer ilegal desde hace tiempo (Julie Christie). Sólo ella puede librarlo de la acusación de haber participado del asalto y tiroteo. Hay una segunda razón, de orden absolutamente íntimo, que mueve al abogado, y que parece escapada de un culebrón familiar, injertada aquí no se sabe muy bien cómo ni para qué. Más allá de ese desajuste, que ocasiona no pocos tropezones en la última parte de la película, más allá incluso de la sorprendente despolitización del tema, tal vez el mayor problema de este nuevo Redford es el que suelen tener todos los Redfords, siempre tan prolijos y correctos: una falta de tono muscular, de convicción narrativa, de justificación dramática, o todo eso junto. No puede dejar de saludarse, eso sí, la reaparición de ese actorazo que es Sam Elliott, siempre con su querible bigotón de cowboy, sus ojitos pícaros, su vozarrón de bajo y su pinta de San Bernardo (el perro, no el santo).
Atrápame si puedes The Company You Keep es un film con tintes políticos, muy bien pensada, pero algo espesa en su desarrollo por determinados momentos. La sensación es que se desenvuelve en forma dinámica, pero peca de cargas intensivas demasiado trituradas y lentas. Es una combinación que ha funcionado antes en el cine -el thriller político- pero que por alguna extraña razón no termina de encajar, teniendo en cuenta el nivel actoral y directorial presente. Armado con un elenco de grandes actores y previos ganadores del Oscar, la nueva película de Robert Redford sigue la línea de sus anteriores producciones de generar consciencia social, en este caso hacia ciertos eventos ocurridos en Estados Unidos cuando varios grupos radicales de protestantes se alzaron en contra de la Guerra de Vietnam. Si de algo estoy seguro, es que esta propuesta sería algo completamente olvidable si no estuviese presente la explosiva reunión de intérpretes que se hizo en torno al proyecto. Como favor personal o mero acercamiento al sinónimo de prestigio que genera el director, no es coincidencia ver los nombres de Julie Christie, Susan Sarandon, Nick Nolte, Chris Cooper, Stanley Tucci, Terrence Howard, Richard Jenkins, Brendan Gleeson y Sam Elliot, entre otros. Ya sea en calidad de secundarios más o menos visibles dentro de la historia, con mayor o menor importancia, que cada cinco minutos aparezca una cara reconocida y laureada impulsa el plano guión de Lem Dobbs hacia territorios más soportables. Pero algo no termina de cerrar. La técnica está utilizada con solvencia y Redford siempre se deja ver como un director más que correcto y, sobre todo, buen narrador; lo que falla es el guión poco explicativo y en parte confuso. Con notables errores de verosimilitud, hay algunas cuestiones discutibles más, como el papel de fugitivo que se adosa a sí mismo Redford burlando a la Ley durante toda la película. Acusando 76 años, su hombre en pleno escape tiene un tono muy realista, pero por momentos hay unas pinceladas de vergüenza ajena al verlo correr y correr, con el alma en las manos. No se puede decir que el veterano actor no está en forma, pero en ciertas ocasiones es irrisorio su personaje, quien claramente no es un agente secreto al estilo James Bond. Haberse agendado el protagónico en vez de dárselo a alguien quince o veinte años menor lastima al propósito de la trama, y se nota. Sin su elenco estelar, otro sería el cantar. Llevada por un guión poco provocativo, carente de impacto y/o sentido de urgencia para con la trama, The Company You Keep será apreciada mejor por los espectadores conscientes del aspecto histórico, ya que es una película madura, no pensada para todo público.
El actor devenido en director desde hacia varias décadas, habiendo sorprendido con “Gente como uno” (1980) y reafirmado con las siguientes cuatro producciones que lo vieron en el papel de máximo responsable, entre ellas “El Secreto de Milagro” (1988), parece haber perdido el pulso o el instinto a la hora de decidir que querer contar con lo que muestro. Esta ultima producción, hay dos más en camino, a partir de una buena idea, la confrontación de los paradigmas de confrontación con el poder instituido impuestos por la juventud en las décadas de 1960/1970 y la transformación que sufrieron esos mismos ideales y sus protagonistas a través del tiempo y el transcurrir de la vida. El filme comienza con una serie de imágenes documentales de aquellos años, para luego instalarse en la actualidad, es este presente tan decadente desde la ausencia de ideales, la caída en picada de la cultura y lo ético, nos presentan a Susan Sarandon, lo que sería el principio de una gran selección de actores maduros, lo mejor del filme, ella en el personaje de Sharon Solarz, una ex militante del grupo Weather Underground, “extremistas de izquierda”, (pongámoslo con comillas pues sabemos de que tipo de izquierda hablamos) quien es apresada por el FBI, buscada desde hace treinta años, no encontrada pues ella se refugio en el apellido del marido. Luego sabremos que ella en realidad se entrego, acosada por los remordimientos de actos que había cometido en el pasado y la torturaban desde los recuerdos. Si, así como lo lee de superfluo y banal. Este acontecimiento “nacional” despierta el interés del joven periodista Ben Shepard (Shia Lebouf) columnista de un periódico en decadencia de la ciudad de Albany, y en su investigación descubre que el abogado Jim Grant (Robert Redford) viudo y padre de Isabel (Jacie Evancho) es en realidad un ex compañero de Sharon, también buscado por el FBI. Lo que lo pone en alerta y comienza otra película, la de la persecución de Jim, originalmente Nick Sloan, y el recorrido que este inicia, 40 años después de los hechos, en busca de quien puede demostrar su inocencia…. Esa idea primigenia de transformación de los idearios y los idealistas setentistas revolucionarios en la incomodidad de la actualidad, queda desechada para transformarse en un thriller, ya no tan político sino de cacería y salvataje. En esa doble persecución, lo que dará comienzo a un desfile de grandes actores en pequeños papeles, primero por parte del FBI comandados por el agente Cornelius (Terence Howard), mientras Nick tratara de seguir la pista de su ex compañera/pareja Mimi Lurie (Julie Christie), introduciendo el elemento afectivo del texto, en el medio de todo deberá poner a su hija en resguardo con su hermano Daniel Sloan (Chris Cooper). En ese recorrido además aparecerán personajes de relativa importancia personificados por grandes actores como Nick Nolte, Brendan Gleason, Richard Jenkins, hasta el encuentro final con su ex amada. La narración de estructura narrativa clásica, posee una cantidad de subtramas que terminan por no logra un balance adecuado en relación a la idea que dio origen al texto, por momentos cobra mucha importancia la investigación que lleva adelante el joven periodista, personaje que mas transformaciones produce a través del relato, hasta protagonizar un enfrentamiento de ética profesional con su jefe Ray Fuller (Stanley Tucci). Lo mejor del filme esta en las actuaciones, y es por ellos que se sostiene, si bien el estilo y el montaje mantiene atento al espectador, pero nunca termina por definirse en su discurso, que finalmente cierra como muy superfluo, no profundiza sobre lo que presenta, en ello tiene mucho que ver los largos diálogos y discusiones pseudo filosóficas y/o ideológicas que le restan ritmo, sumado a la empatia sobre la imagen que genera el diseño de sonido, principalmente la música incidental que no genera ninguna sensación de suspenso. En resumen, queda instalándose en una moraleja peligrosa que podría definirse como que la vida y el mundo te cambian la mirada sobre la realidad, a los ‘20 serás revolucionario, pero a los ‘50 conservador.
Lo blando quita lo valiente Robert Redford es para los parámetros de Hollywood, como director, un tipo político. O, al menos, alguien que tiene a la política y sus arrabales como material de muchas de las historias que elige contar. Es un demócrata de cabo a rabo, de eso no hay dudas. Y también un blando, de eso hay sobradas muestras: películas tan vacuas como Leones por corderos hubo pocas en el cine hollywoodense con intenciones de profundidad. Sin embargo, ha dirigido al menos dos películas interesantes como Quiz Show – el dilema y la mucho más atractiva Nada es para siempre, un film sobre la familia y la tradición. Es, por lo tanto, alguien a quien no se puede dejar de lado fácilmente, aún cuando la pifie, porque en su ingenuidad reside un modo de pensar del norteamericano intelectual que sirve para interpretar algunas cosas. Causas y consecuencias es, en este marco, un film intermedio: está narrado con cierto nervio y con fluidez, pero a su vez cae en simplificaciones al abordar a un grupo de activistas políticos que en los setentas se vieron involucrados en un asesinato. Causas y consecuencias es un pseudo thriller, una de la saga de Bourne en estilo geriátrico, con un periodista joven -en vez de un agente especial armado hasta los dientes- dedicado a desentrañar una historia que tiene como eje a estos activistas políticos ya ancianos, cuyas identidades comienzan a salir a la luz y la prensa y el FBI se hacen eco. Y esa “cacería” incluye un viaje por un vasto segmento del territorio de los Estados Unidos, para unir las puntas de una trama que se va desenredando sin apuros: en ese sentido, el film luce bastante old fashioned, con tiempos que recuerdan mejor a los thriller norteamericanos de los 70’s. Sin dudas que la historia de Redford y su rol de director del Festival de Sundance le permiten darse algunos lujos, como por ejemplo contar con el visto bueno de varios colegas para ser parte de su película: Shia LaBeouf, Nick Nolte, Julie Christie, Richard Jenkins, Chris Cooper, Susan Sarandon, Sam Elliott, Anna Kendrick, Brendan Gleeson, Terrence Howard, Stephen Root, Stanley Tucci, todos se pasean en grandes o pequeños roles, otorgándole con su presencia una solidez que la película aprovecha para su beneficio. El tema de fondo son los actos del pasado y cómo se ven con el tiempo (para ello se aprovecha de un grupo activista real como Weather Underground que actuó entre fines de los sesentas y mediados de los setentas). Para no defraudar a nadie, y ante un elenco tan numeroso, la película se permite sostener diferentes puntos de vista. Hay personajes más lógicos y sólidos, como el de Sarandon o Jenkins, otros más obvios y algo traicionados, como el de Christie, y otros que se tienen que hacer cargo de las dudas (en una película con personajes repletos de certezas) como el de LaBeouf. Y también tenemos al de Redford, que no de gusto es el eje del relato, un tipo bastante culposo y que funciona como más que evidente término medio en este modo de ver el mundo que tiene la película. Causas y consecuencias no juzga deliberadamente las acciones del pasado de sus personajes, pero deja colgando la idea de que aquello que hicieron fue algo de la juventud, que cuando uno madura y tiene hijos (y los hijos cumplen un rol fundamental para entender la moral de la película), se debe olvidar de algunas causas justas y dejarse estar en los tiempos que el sistema permite. Es verdad que la película dice algunas cosas, sutiles otras de tono grueso, pero poner en el centro y convertir en el punto de vista del film a un personaje tan blando como este, deja en evidencia que lo demócrata no es más que una forma aligerada de lo republicano. Una película que oculta sus falencias en su solvencia narrativa.
Las últimas tres películas Robert Redford no sólo marcan una línea en cuanto a los temas sino también en cuanto a las fórmulas que el director ha encontrado para fortalecer su mirada. Tanto Leones por corderos como la casi inadvertida El conspirador y Causas y consecuencias están atravesadas por el dilema moral, la necesidad de transmitir valores y la seducción, y todas aúnan esos temas en el marco de las conversaciones. Como en ningún otro aspecto en sus películas, Redford confía en la vitalidad construida en el debate y la discusión, de manera que allí es donde se tersan los lugares del héroe y el antagonista y se instalan entre ellos tensiones sexuales. Así, accionar es persuadir y persuadir es encantar: eso hacía Tom Cruise con Meryl Streep y Redford con su alumno en Leones por corderos; lo mismo que James McAvoy ponía a funcionar cada vez que trataba de convencer a toda una corte de abogados en El conspirador. Causas y consecuencias, por su lado, lo hace principalmente a través de Ben (Shia LaBeouf), un periodista que descubre la verdadera identidad de un ex activista acusado de asesinato llamado Jim Grant. A su vez, Grant —el otro seductor interpretado por el propio Redford— debe buscar la forma de huir de la policía y encontrar a Mimi Lurie (Julie Christie), la única persona capaz de limpiar su nombre y evitar que lo encarcelen. Lo que está en la base de la tensión con la que se logra la fuerza de los diálogos es, en realidad, la decisión de construir un mundo parido por los mismos ideales. Y allí radica también, si se quiere, el norteamericanismo propio de las películas de Redford: todos los personajes buscan algún tipo de justicia y, por lo tanto y en algún punto, todos tienen razón. La integridad como la discusión, entonces, está asegurada al punto de que ni siquiera un extra corre peligro de quedar sin el plano que lo redima de una posible traición. Por eso es que hasta esa mujer de pies veloces y corazón helado que es Mimi Lurie puede salir del antagonismo, ganar su humanidad y salvar a todos en apenas un plano cerca del final. La relevancia de ese instante musicalizado en el que Mimi hace virar el velero en el que escapaba comprueba que, en un mundo como el de Redford, cambiar de opinión y hacer el bien es tan fácil como heroico. Justamente, gran parte de lo que no funciona en Causas y consecuencias tiene que ver con la flexibilidad con la que caracteriza a sus personajes secundarios. Así es que, en tanto criaturas nómades y con menos discusiones que trayectos por recorrer, sus protagonistas principales llevan a cabo una especie de seducción impune. Entonces, Redford quiere convencernos de que huye de cualquier situación apenas con una gorra y un pequeño trote —incluso aunque tenga que pasar delante de los ojos de policías que no buscan a nadie más que a él—, o de que Ben consiga que su chica le revele sin querer datos fundamentales para el resolver el caso. Pero lo importante no es tanto la inverosimilitud como la evidencia de una direccionalidad ciega hacia el final: con la mirada en un horizonte libre de culpas y no falto de suerte, la película se vuelve cómoda y, paradójicamente, el nomadismo de sus personajes la vuelve sedentaria en cuanto a las posibilidades del cine. Si el final esperanzador y políticamente correcto de Redford cobra esta vez menos fuerza no es por un exceso de ingenuidad, sino por una falta de resistencia: de sus personajes, sí, pero también de esa parte de su mundo que es amiga de las tensiones, la ambigüedad y la seducción mutua.
Redford demuestra que es un cineasta en forma La tarea cinematográfica de Robert Redford continúa, incansable. Repartido entre películas que confían en su rostro y cualidades como vehículos de atracción -aspectos que con sus 77 años siguen vigentes, y que lo llevan, como ejemplo, a ser uno de los agentes SHIELD que el Capitán América conocerá en su próxima película-, a la par de sus proyectos personales, que abarcan la realización continua de largometrajes y la presidencia del Sundance Institute. Su anterior título -El conspirador (2010)- abordaba, a partir del asesinato de Lincoln, la injusticia sobrellevada sobre Mary Surratt, dueña de la pensión donde John Wilkes Booth y amigos se hospedaran. El detenimiento en un hecho nodal para Estados Unidos, pero desde el margen, hizo del film una película maldita, más aún desde el desembarco megalómano, políticamente correcto, que supuso el posterior Lincoln (2012) de Spielberg. Desde una línea similar, Causas y consecuencias centra su mirar en otro episodio significativo, que tuvo como protagonista a los "Weather Underground", grupo activista, de proceder terrorista, que tuvo como escenario la década del '70. El guión elige el tiempo presente -desde su entrega a la policía de una de sus integrantes- para adentrarse en el recuerdo casi remoto de lo que fue, de lo que sucedió, para de alguna manera -y como tanto cine negro enseñó- devolver lo sucedido a lo que ahora toca. Redford interpreta aquí a un abogado obligado a escapar: literal y alegóricamente, porque el viaje en el tiempo comienza junto con la búsqueda de los viejos compañeros de tareas, repartidos ahora entre actividades diferentes. El cometido tendrá vínculo completo en un fantasma final, aquél que de a poco corporiza mientras la mayoría prefiere eludir los recuerdos. Para llegar allí -es decir, a la extraordinaria Julie Christie- primero habrá de suceder un reparto también brillante: Susan Sarandon, Nick Nolte, Richard Jenkins, Chris Cooper, Stanley Tucci, Sam Elliott; lo que equivale a pensar en la adhesión que todos -también Shia LaBeouf, claro- profesan por lo que en el film se expone. En este sentido, y más allá de la sencillez de la trama, lo que mejor importa es la utilización de palabras, situaciones, nombres, que adquieren una mirada divergente. El terrorismo es aludido y no hay personaje que no sea norteamericano. Las invocaciones "malditas" que significan Karl Marx o Frantz Fanon son dichas, a viva voz y en un aula, como si fuese un mantra raído. (A propósito, ¿cuál fue la última película norteamericana en aceptar, por lo menos, la existencia de personas como Marx o Fanon?). Más un desenlace que es también vínculo generacional, de necesidad urgente, que requiere del pensamiento sobre lo sucedido para la reflexión y accionar de quienes seguirán. Todo esto desde el juego supuesto por el género, por el suspense, por la persecución, por un rompecabezas policial con enigma que resolver. Redford, qué bien, sigue en plena forma.
Thriller de corto plazo "The company you keep" es otro thriller interesante hasta ahí, que gusta, por momentos atrapa, pero que a los pocos días de haberlo visto, prácticamente olvidamos que alguna vez lo disfrutamos. Es una cuestión rara esta, porque si se analiza objetivamente se puede ver que el film es bueno, la historia está bien contada, tienen grandes actores que hacen un muy buen trabajo interpretativo y trata una temática no muy conocida por estos pagos, lo que podría resultar interesante. Entonces, ¿dónde está el problema?Quizás el tema va por el lado de la falta de picante, de sensaciones más fuertes que hagan al espectador meterse más en la trama, de momentos memorables de tensión, drama o acción. Básicamente la película trata sobre la persecución de Nick Sloan (Robert Redford), un ex activista del grupo radical The Weather Underground que estaba en contra de la guerra en Vietnam y prácticamente todo lo que representaban las instituciones políticas de los años sesentas y mediados de los setentas en Estados Unidos. El grupo en el que militaba en muchas ocasiones optaba por combatir la violencia con más violencia, y como consecuencia de estos actos en una incursión del grupo radical, terminó muriendo un inocente guardia de seguridad de un banco. El crimen nunca se pudo esclarecer hasta que, a raíz de la entrega voluntaria de una de las personas que participó del hecho, se desata una fuerte persecución del FBI apoyada en la información obtenida por un joven periodista interpretado por Shia LaBeouf. Luego este mismo periodista se dará cuenta de que no todo es lo que parece. La cantidad y calidad de los personajes fue tan variada que el efecto producido por la suma de las partes no fue uniforme y de hecho relegó a roles super secundarios a talentosos intérpretes como Susan Sarandon, Chris Cooper y Anna Kendrick. Es decir, hubo tantos personajes desplegados en tan poco tiempo y cantidad de situaciones, que la sensación que dejó en el espectador fue de poca potencia. Recordemos ese viejo dicho que dice, "el que mucho abarca, poco aprieta". A su vez, creo que la falta de involucramiento también se relacionó con una falta de exposición más profunda de las características personales de sus protagonistas, pudiendo acceder solamente a aspectos superficiales de comportamiento social de cada uno de ellos, sin ahondar demasiado en sus vidas privadas y en las emociones vividas. Por momentos el film se tornaba tan frío que producía desconexiones con los espectadores. Creo que es una buena opción si sos fanático de los thrillers y las grandes estrellas de Hollywood. No es una peli que te va a quedar dando vueltas en la cabeza, pero seguramente en el momento la puedas disfrutar bastante.
Activistas del silencio Un thriller discreto, elegante y de bajas temperaturas en el que se alternan el drama, la política y la acción policial. De eso va Causas y consecuencias, de Robert Redford, quien se pone en escena como Jim Grant, un abogado viudo que vive apaciblemente en un suburbio con su pequeña hija hasta que se destapa su antigua identidad, la de Nick Sloan, un ex terrorista antibelicista buscado desde hace tres décadas por el FBI sospechado de haber asesinado a un guardia en un golpe bancario. La revelación del paradero de Sloan obliga a éste a encarar una huida por los Estados Unidos con un torpe agente siguiéndolo por detrás, aunque en realidad lo que hace Sloan es contactar a sus antiguos y escondidos compinches del movimiento de izquierda Weather Underground (todos actores de la talla de Nick Nolte, Richard Jenkins y Chris Cooper, a su modo veteranos expertos del activismo hollywoodense), en busca de una ex militante y amante (Julie Christie) que tiene la clave para salvarlo. Quien sí se da cuenta de la operación que lleva a cabo Sloan es Ben Shepard (Shia LaBeouf), un periodista de provincias obcecado, listo y valiente que va reconstruyendo la historia y buscando su "verdad" a medida que se acerca a Sloan y a todo lo tapado tras 30 años de silencio. Entiéndase: encubrimientos, pactos secretos y trágicas renuncias. El injerto de archivos (The Weather Undergound existió realmente) suma verosimilitud a una trama que también busca complejidad en la combustión entre lazos amorosos y familiares y sacrificios ideológicos, si bien Redford no profundiza y se queda en diálogos toscos y superficiales. "Yo no haría volar edificios, o asesinar a alguien", le dice Shepard a la detenida Sharon Solarz (Susan Sarandon). Y ella le contesta, sin demasiada convicción (actoral): "Cometimos errores, pero estábamos en lo correcto". O, más adelante, de manera caricaturesca, Christie acusa a Sloan/Redford –más un James Bond ascético de camisa y colonia barata que un terrorista retirado- a la luz de una fogata clandestina en lo que debería ser "la" escena: "Eres como ellos. Un sistema de los súper ricos que protege a los súper-súper ricos, y a la mierda los demás". Y no es que tal cosa no sea verdad, pero una línea de diálogo no es suficiente para invocar la injusticia. Causas y consecuencias es menos una altruista victoria que una causa perdida.
La película “Causas y consecuencias” nos es presentada en Argentina con este título tan poco inspirado, desde el inglés “The company you keep”. Si, se podría hablar mal de prácticamente todas las traducciones de títulos, pero en este caso particular, el original hubiera servido de ayuda para comprender las intenciones de la película, al menos un poco mejor de lo que la película logra en sí misma. Jim Grant (Robert Redford) es abogado y padre soltero de una nena de 11 años, con la que tiene una relación que la mayoría de los padres envidiaría. Comparten desayunos, tienen chistes internos y se entienden con una mirada. Él está en edad de ser un abuelo de varios nietos, quizás sea por esto que puede llegar de esa manera a su hija, haciendo de la experiencia no algo intimidante, sino una forma de sabiduría que inspire confianza. Pero esto resulta no ser tan así: no solo no fue siempre el mismo Jim Grant, sino que no fue Jim Grant en absoluto. Hace treinta años su nombre era Nick Sloan, un militante de la Weather Underground, un grupo de izquierda que se oponía a la guerra de Vietnam. Una vez descubierto, su conflicto no solo será escapar, sino definirse a sí mismo como Jim Grant o Nick Sloan. El trabajo de la película, suponemos, será hacérnoslo saber. Este grupo revolucionario hizo su entrada sobre finales de los años 60, comienzos de los 70. Tomaron su nombre de una canción de Bob Dylan, “Subterranean Homesick Blues”, que dice: You don’t need a weatherman to know which way the wind blows. Y así, de esta referencia, y no solo del contexto histórico, se vale la película para filtrar uno de los varios temas de interés: el periodismo y los medios. Ben Shepard (Shia LeBeouf) es el periodista encargado de convertir a Jim Grant en Nick Sloan. Al principio se presenta como un engreído que no tiene mucho de que alardear. Su apariencia lo hace pasar como salido de otros tiempos. Es algo inexplicable que sucede entre su pelo, los anteojos y la corbata, que llevan de fondo una de esas camisas tan básicas que podrían haber sido usadas en cualquier época y pasar desapercibida. Pero con la expectativa generada por tener la responsabilidad de hacer las revelaciones que conlleva la noticia, su arrogancia encuentra lugar en la ambición. Ahora este humilde diario local no va a poder contener su presunta grandeza. Esta listo para sumarse a Berstein y Woodward. Las consecuencias de su investigación conducen también a una persecución policial. En el medio se desatan algunos de todos los temas que conciernen a la película: la familia y la paternidad, que se hacen más importantes después de que Nick tenga que abandonar a su hija, dejándola en manos de su hermano, al que hacia otras tantas décadas que no le hablaba; el problema de la aceptación o la negación del pasado; la moral en los actos cometidos; la moral del periodismo al revelarlos con el frio distanciamiento que el paso del tiempo concede. Sobre este último punto, cabe decir que es una generalización injusta sobre el periodismo. Al trabajar solo en este ángulo de presente sobre el pasado, la película nos da pistas de cómo las cosas podrían, o deberían, haber sido, pero no sobre cómo esta realización debería influir en tratamiento actual, presente sobre presente. Como sea, el tema de los anacronismos corre por la película. El problema de Shepard empieza con seguir las pistas y armar el caso, la noticia. Pero al adentrarse, se encuentra con que ni siquiera Nick Sloan era el que se pensaba. Quizás ya no haya Nick Sloan que borrar en Jim Grant. El dilema de Shepard está en su condición de periodista. Estuvo trabajando en piloto automático sobre su ambición desde el principio, y ahora no sabe porque hace lo que hace. Nick también pisa en falso sobre sí mismo. El problema de la película no es esto – esto es trama -, el problema es que nosotros, los espectadores, hasta entonces no sabemos que es lo que está en juego para estos personajes. Las acciones no parecen acumular su peso en las emociones. Es difícil interpretarlos. Es difícil anticipar ideas y escenas. Hay un personaje que trae el pasado de Nick a flote más que todo lo que Shepard pueda haber descubierto: Mimi Laurie (Julie Christie), una compañera militante de Nick. Los delitos cometidos por la Weather Underground van desde el robo de bancos hasta el asesinato. Mimi estaba involucrada en ambas áreas. Así todo, ella no da cuentas de haber cambiado de opinión. No encuentra razón a preguntas sobre la moralidad de sus actos, sobre esa verdad que creían defender. Todavía se alimenta de seguir creyendo en algo, como si eso le diera un derecho privilegiado, una suerte de moralidad superior como medalla por el compromiso eterno. Esta detenida en el tiempo. Durante todos estos años ha construido su fe a través de la acción, y en el camino no encontró momento para detenerse en espejos o calendarios. No es que las carreras por la libertad – o por la fuga, depende el punto de vista- solo le pertenezcan a los jóvenes, pero es inmaduro seguir haciéndolas solo para evitar cosechar lo sembrado. Resulta impropio de la edad. Aunque hay tiempo de auto-evaluación para Shepard y Nick, es difícil para nosotros saber dónde esos nuevos pensamientos irán a parar. No podemos predecir sus realizaciones porque la película nunca nos deja tomar una completa idea de quienes son estos personajes. Esta sensación se hace más grande sobre el final, donde hay escenas que dan la sensación de que podrían haber tenido una mejor posición en el principio. Le conceden poco a la estructura, y lo que dicen de los personajes es inteligible para nosotros por la falta de lo primero. Si hay un final construyéndose, todavía estamos esperándolo. Los elementos están ahí, esperando por ser conectados. Una cosa es segura, la película no guarda esperanzas por el periodismo, y quizás en ese punto este sugerido un paralelo con la partida de perpetuación eterna que juega Mimi. Robert Redford dirigió la película. Redford es “The Sundance Kid”, personaje por el que le dio nombre al Festival de Sundance, es Bob Woodward en “All the President’s men”, Johnny Hooker en “The Sting”, y el tipo por el que Woody Allen prefiere ser confundido en Annie Hall. Como director no pudo superar su primera película, “Ordinary People”, pero esta ya era mucho decir para un director primerizo. Sus últimas películas tienden a dispersarse, son buenas pero de a partes. Las escenas son sólidas, pero las partes que las conectan no. Los temas quedan siempre a la vista, pero es difícil extraer sus ideas y conclusiones. Y así también es difícil criticar búsquedas de este tipo; el que nos quedemos queriendo un poco más significa que fuimos sugestionados lo suficiente como para que eso pase. Es innegable la atracción que se siente por un personaje que se escapa por la tangente porque quiere decir mucho, y no porque prefiere escapar irresuelto. Esa es su leyenda.
Un filme político al estilo Redford En 1969 surgió en Estados Unidos una organización de extrema izquierda identificada como The Weather Underground, también conocida como los Weatherman. El nombre lo extrajeron de una canción de Bob Dylan. Fue una derivación de la Students for a Democratic Society, alineada con los movimientos de derechos civiles y la lucha contra la Guerra de Vietnam. La organización perdió peso tras la finalización de esa contienda, pero se recuerda el tardío asalto a un Banco de Michigan, ocurrido en 1980, donde murió el policía Hugh Krosny. Los Weatherman colocaron artefactos explosivos en edificios públicos como el Pentágono y el Capitolio. Lidiaron con el FBI, que inclusive creó un grupo de elite para combatirlos. La historia que narra Redford, a partir de una novela de Neil Gordon, comienza cuando Sharon Solarz (Sarandon), una ex integrante de los Weatherman, se entrega al FBI para blanquear su nombre, después de vivir treinta años en el anonimato. El caso es asumido por Ben Shepard (LaBeouf), un joven periodista del "Albany Times Sun", que descubre la existencia de Jim Grant (Redford), un abogado graduado en la Universidad de Virginia, que se rehúsa defender a Solarz y cuyo verdadero nombre es Nicholas Sloan. Sloan es viudo (la esposa falleció hace un año en un accidente) y padre de Isabel o Izzy, una niña de once años, y tiene un hermano llamado Daniel. Presume que el FBI irá por él, deja a Izzy a su hermano y emprende la fuga. La intención de Sloan es encontrar a Mimie Lurie (Julie Christie), una de las integrantes más aguerridas de los Weatherman, cuyo paradero desconoce. Los motivos para ubicar a Lurie son varios y de distinto carácter, pero los debe descubrir el espectador. En ese itinerario tendrá la ocasional ayuda de ex camaradas, mientras se ve sometido a un doble acoso: del FBI y de Shepard, quien en algún momento toma contacto con Osborne (Gleeson), un policía que intervino en la represión del asalto al banco. Causas y consecuencias es una mezcla de cine político y filme de suspenso, cuya historia ofrece algunos paralelismos con la realidad que se vivió en nuestro país en los años setenta. Redford se propone recuperar la memoria histórica y verificar por qué algunos de los protagonistas prefieren sepultar el pasado, mientras otros mantienen firmes las ideas por las que lucharon. "Cometimos errores, pero estábamos en lo correcto", afirma Solarz en una entrevista con Shepard. "No éramos -añade-- hippies drogadictos. Violencia era no hacer nada mientras el gobierno cometía un genocidio". Y otro personaje manifiesta no estar dispuesto a entregarse a un sistema que detesta. "Quien se rinde -dice--, pisotea sus principios. Estaré dispuesto a entregarme cuando los políticos y las corporaciones hagan lo mismo, por todo el mal que hicieron". Redford también cuestiona al periodismo actual ("está muerto", dice) y observa la evolución del joven Shepard, convertido en motor de la historia expuesta en el filme.
Éramos tan antisistema Arrugado, retocado, mal teñido. El galán americano por excelencia reaparece cada tanto en un film de su autoría, siempre para decir algo personal, con las marcas de su rostro como sello de garantía. Redford es Nick Sloan, ex integrante de los radicales The Weather Underground, un grupo contracultural de los setenta al filo de las Brigadas Rojas, cuya reputación cae en el foco del FBI tras un asesinato en un banco. Con el grupo disperso y en la clandestinidad desde aquel hecho, el arresto de Sharon Solarz (Susan Sarandon) atrae a la prensa y un periodista ambicioso, Ben Shepard (Shia LaBeouf), descubre a Sloan. Así, el personaje de Redford irá conectándose con el resto de la célula dormida, especie de viejos superhéroes con ideales que recuerdan a los Watchmen, hasta llegar a Mimi Lurie (Julie Christie), ex militante, ex amante, su tipo ideal de mujer, que a diferencia suyo conserva el glamour y la ideología intactas. Hay algo loable y entrañable en la pasión de Robert Redford; hay un deseo palpable por vengarse del tiempo, de lo que ocurrió y de lo que él hubiera podido hacer. Y sin embargo, esas ganas no alcanzan para dejar una obra igualmente apasionada. Quizá sea el componente policial, que desvía el foco; quizás, el regodeo en el estereotipo de idealistas doblegados por el tiempo. Esa flojera se representa en LaBeouf, demasiado insulso para la tarea que pide el guión. A un inicio fibroso, prometedor, le sigue un desarrollo que horada progresivamente la historia, hasta redondear aquello que está en las antípodas de las intenciones de Redford: un film sin alma.
Solemnes intenciones Hay ideas nuevas e ideas viejas. Las viejas serían en principio ideas gastadas, que ya en este tiempo no estarían funcionando porque el mundo avanza. Ni siquiera hablo de ideas de grandes proporciones; quizá para empezar me refiera a nociones sobre distintas cuestiones de la vida que yacen en la escala de lo humano. La percepción del mundo que tiene un director se ve en mayor o menor medida reflejada en su obra, y aquí también entra lo ideológico y lo político. En películas como “Causas y consecuencias” todo esto se ve implicado y el film que vemos es su resultado. Robert Redford es un referente, una figura del cine y más particularmente de su fracción más independiente, que promovió siempre desde el festival Sundance. En una época su visión del mundo también le valió un premio de la Academia. Yo recuerdo con cariño “Gente como uno”, quizá por su condición menos política y aleccionadora. “Quiz Show”, con su desglose del mundo del espectáculo, directamente me encanta. Lo cierto es que más de 30 años corrieron y Redford aparece de repente como un individuo de ideas viejas, que no necesariamente reaccionarias. Podríamos decir que son cosas de la edad –el tipo tiene casi 80 pirulos-, que es lógico que titule a un film así. “Causas y consecuencias” es una horrible traducción, pero “The company you keep” (“La compañía que guardas”) es igual de moralizante…tiene eso de “ojo con quien te juntás nene” en este film sobre un periodista que se desvive por una historia/reportaje acerca de un terrorista que se creía muerto pero había adquirido otra identidad. El periodista (Shia LaBeouf; joven y ambicioso, claro) devela esta información y el terrorista (Redford) escapa para limpiar su nombre y poder hacer una vida con su hija. Hasta ahí de argumento. Vamos con algunos detalles que tienen que ver con lo que decía de las ideas. Ejemplificaré para asegurarme de lo que afirmo. Con un personaje como el periodista de LaBeouf retrasás al pibe en su intento de construcción de solidez interpretativa. Si bien el joven actor tiene un problema en rechazar lo que parece serio o importante, aquí el problema es más de guión y de dirección. Esos lentes (hablando de lentes, Stanley Tucci también los tiene puestos en el film y nunca estuvo tan olvidable) no aportan profesionalismo y la actitud arrogante no vende compromiso con el trabajo. ¿Redford se olvida a propósito? Lo que él y Dustin Hoffman tenían era hambre y dedicación, y así nomás salían a la calle. Lo periodístico, uno de los ejes de este film, está descuidado, poco profundizado. El personaje que hace LaBeouf lo hizo mucho mejor Justin Timberlake, con su vocecita aguda y todo. Y si ir hacia el pasado es demasiado conveniente, puedo evitar la mención a “Zodíaco” refiriéndome a “Nothingbutthetruth” y a “State of play”. La película de RodLurie es una clase de integridad pura con una Kate Beckinsale inquebrantable; la de MacDonald muestra la destreza, la experiencia, el rol clave de la edición y la batalla/convivencia –todavía vigente- de la prensa gráfica con lo digital. Ambas películas, actuales por demás, también se tocan con la política y los organismos de estado. Vemos gente del servicio secreto entrenada para convencer a quienes no tuercen el brazo, políticos encontrándose en cuartos de hotel para proteger su futuro. “Causas y consecuencias” no juega estas cartas pero tiene las solemnes intenciones. Al periodismo desdibujado, se le agrega un elemento político fantasma que está como borrado. El FBI, por otro lado, se muestra blando, incapaz, torpe. Parecen policías en patrulleros que se quedaron durmiendo comiendo donas. Así se le da un excesivo espacio a una historia de amor que además de ser obvia retrasa demasiado el encuentro entre las dos partes y en el medio las escenas transcurren en conversaciones ‘definitorias’ en distintos escenarios. Es un elenco de lujo que se para como si cada momento fuera un instante clave, y nunca pasa nada y tampoco están actuando mucho. El mencionado Tucci, Brendan Gleeson, Richard Jenkins, Chris Cooper, Susan Sarandon, Nick Nolte, Sam Elliott y Anna Kendrick. “Secretos de Estado” de George Clooney tenía un elenco igual de impactante, y también un componente político. El tema es que allí los personajes eran más pícaros, lo que diríamos más vivos. Eran despiadados también. Quizá las ideas en “Causas y consecuencias” tengan que ver con eso de la edad, con una historia de amor que se cuela y empaña todo de lecciones sencillas y sin carácter. ¿Un Redford blando? Que el tipo es sensible se sabe, pero de ahí a volverse blando hay un trazo.