DreamWorks vuela alto No tenía grandes expectativas respecto de este nuevo trabajo de los directores de Lilo & Stitch (una franquicia cinematográfica y televisiva que nunca me interesó demasiado) e incluso las fotos de producción no parecían demasiado atractivas. Por suerte, esta nueva película animada de DreamWorks no sólo es bastante entretenida en su mixtura de elementos dramáticos ("emotivos") y cómicos, sino que además resulta un salto cualitativo en el campo de las imágenes 3D estereoscópicas (no es Avatar, aclaro): así como los trabajos recientes de Pixar claramente no habían sido diseñados desde el vamos para las salas digitales 3D sino que se les habían "agregado" efectos a último momento, Cómo entrenar a tu dragón sí fue concebida pensando en la profundidad de campo y los movimientos de los personajes "hacia el espectador" munido de los anteojos oscuros. De todas formas, esta épica de aventuras, romances y amistad entre un adolescente "diferente" (o sea, sensible) y un dragón, en el marco de una comunidad de vikingos, guerreros muy brutos que viven en una isla y se dedican, precisamente, a cazar a esas criaturas no se queda en el simple despliegue de efectos de alto impacto (que los tiene) sino que se sostiene en buenas escenas de acción, en un digno trabajo sobre una disfuncional relación padre-hijo, aunque el eje principal aquí es el encuentro entre el protagonista Hiccups y un misterioso dragón que ha perdido parte de su cola y no puede volar bien. El inevitable mensaje políticamente correcto (convivir en vez de enfrentar) no cae por suerte en el subrayado, la sensiblería ni la demagogia excesiva. Me dice Diego Batlle que en la Argentina no se verá la versión original subtitulada (ni siquiera en las funciones nocturnas) y es una pena. No sé cómo será el doblaje al castellano, pero los trabajo con las voces de Gerard Butler (como Estoico, el incompetente padre e histórico lider de la tribu) y de los cuatro jóvenes que comparten el entrenamiento "anti" dragones (interpretados por Jay Baruchel, America Ferrera, Jonah Hill y Christopher Mintz-Plasse) son realmemente muy logradas. De todas formas, tanto en lo narrativo como en lo visual, Cómo entrenar a tu dragón tiene logros suficientes como para compensar esa pérdida.
Vikingo part-time Film sin mucho anclaje en la cultura popular moderna (como así lo fuera la graciosa saga de Shrek), Cómo entrenar a tu dragón (How to train your dragon, 2010) es el nuevo caballito de batalla del estudio DreamWorks en un presente colmado de mega producciones animadas. El desarrollo de la historia es un tanto predecible: Un joven adolescente llamado Hiccup vive en una violenta realidad de voluminosos vikingos que matan dragones para demostrar valentía. Su estilo de vida, sus creencias y opiniones no concuerdan con los de su nativa Isla de Berk. Entonces, el jefe del lugar –para colmo padre del muchachito- reniega de sus condiciones de vikingo. Pese a ello, cuando a Hiccup le toca entrenar, quiere demostrar a toda costa que puede ser un gran guerrero. Poco a poco éste irá cambiando su sentir dándose cuenta que matar dragones no es lo suyo, hasta finalmente conocer a un dragón herido que le replanteará por completo su ‘perspectiva guerrera’. La típica historia del ‘buenazo’ insertado en un contexto adverso y que, gracias a su condición de hidalguía, le cambia la vida a todos. Cuando en el mundo adulto oímos “DreamWorks”, muchos paramos la oreja. Es que, con productos cinematográficos como Kung Fu Panda (2008) o la citada Shrek, es casi per se la existencia de guiños made for adults. Sin embargo, a diferencia de esos ‘tanques’, esta obra es exclusivamente para niños (aunque, claro, los grandes –si se prestan- también la pasarán bien). Un evidente aspecto que, probablemente, el espectador entrenado notará sin mucho esfuerzo. Una decisión atrevida de la productora norteamericana teniendo en cuenta la respuesta de los mayores ante las películas-para-nenes-que-gustan-también-a-sus-papás. Basada en una serie de populares libros de Cressida Cowell (una escritora británica que ha perpetuado una buena suma de 10 libros en torno a Hiccup), Cómo entrenar a tu dragón tiene el interesante y nunca despreciable aditamento de las voces famosas: así, Jay Baruchel, uno de los simpáticos jóvenes de Nick & Norah: Una Noche de Música y Amor (Nick and Norah’s Infinite Playlist, 2008) será Hiccup Horrendus Haddock III, protagonista de la historia; el escocés Gerard Butler hará de Stoick, el Vasto, jefe de los vikingos; y la dupla adolescente de Super Cool (Super Bad, 2007) Christopher Mintz-Plasse (sí, el mismísimo McLovin) hará de Fishlegs y Jonah Hill de Snoutface Fishlegs, primo de Hiccup; en una selección de casting notable y actual, cuyo resultado es... cuanto menos, divertido. Utilizando al máximo los recursos en 3D, la película no defrauda en todos sus aspectos técnicos: especial atención a los vuelos donde los dragones se elevan por sobre el mar. De tal forma, este largometraje de civilizaciones primitivas se pone en la lista de aquellas atrevidas animated films post-Avatar que arremeterán en la taquilla posmoderna. Si bien está dirigida a la platea más joven -muy joven- Cómo entrenar a tu dragón posee la dosis justa de efectos visuales frescos que logran un buen producto de entretenimiento.
Como perro por su hueso Los estudios DreamWorks, los mismos que ofrecieron Madagascar, Kung Fu Panda e incluso Shrek, traen a las pantallas de los cines una aventura animada donde la historia se centra en un joven vikingo llamado Hipo (Hiccup). Hipo habita en la isla de Berk donde los robustos pobladores pelean a diario con los diversos tipos de dragones, como si fueran plagas, ya que estos no sólo demuestran ser peligrosos, sino que también roban gran parte de sus rebaños e incendian las viviendas del lugar. El joven vikingo si bien es el hijo de jefe del lugar, resulta ser un fracaso como guerrero y su popularidad es tan baja como su autoestima. Pero su voluntad y decisión lo empujan a intentar ser un verdadero vikingo como los son los demás pobladores. Pero todo cambiará accidentalmente cuando conozca al dragón más temible de todos los tiempos y descubra su verdadera vocación. Pero lo más difícil será cuando intente demostrarle a su gente que esas bestias, tal cual las conocían, no son lo que parecen. La historia entretiene a cada momento con mucha acción y momentos graciosos, y al enfocarse sobre un adolecente era inevitable agregarle momentos de drama e incertidumbres por parte del protagonista y su padre, pero no generan más que realismo a la situación. Los efectos 3D están bien logrados, en especial en los momentos de vuelo y de explosión, que es donde más se genera el cambio en la vista, vista que de a poco se va acostumbrando a este tipo de imágenes. Recordemos que este film se basó en el libro de Cressida Cowell y está dirigida por Chris Sanders y aunque en las salas se la verá doblada, en su versión original cuenta con las voces de Jay Baruchel a quien se lo verá próximamente en El Aprendiz de Brujo y Gerard Butler (300, Días de Furia), quein estará dentro de muy poco en las carteleras con Caza Recompensas.
Cómo entretener inteligentemente La factoría Dreamworks sigue firme en su ascenso tanto artístico como técnico, y en ese sentido esta última producción antes de la llegada de la cuarta "Shrek" no hace más que entusiasmar a los seguidores que tiene la empresa y al público en general. Porque esta vez nos trae una historia original, bien contada y con formidables efectos al servicio de la trama. Un chico que no siente como propio el legado que su padre desea para él. Ser un cazador de dragones como todo vikingo que se precie de tal. Hipo no está hecho para eso, pero es difícil llevar la contraria en una aldea donde los dragones son como plaga que azota cada tanto y todo lo arrasa. Hay uno que es particularmente temido, imposible de capturar. Es en medio de un ataque que Hipo utiliza un artilugio por él ideado y que, accidentalmente, es efectivo al impactar contra la bestia que nadie podía agarrar. Cuando el muchacho va en busca de su presa no puede creer haber sido capaz de tal hazaña, pero al tomar contacto con la bestia descubre que no es lo que creía y una corriente de simpatía surge entre ellos. Lo que sigue es la historia de una amistad por encima de los prejuicios, de solidaridad y lucha contra la ignorancia general y en particular contra el mayor enemigo: un poderoso y gigantesco dragón al que todos los demás servían, pero sobre el que nadie tenía conocimiento. La trama no es complaciente, más bien apuesta a la inteligencia y se juega por un mensaje alejado del facilismo que abunda en las producciones para los más chicos. Con simpleza y lejos de cualquier pretención didáctica el filme expone un mensaje claro y lo hace con las mejores armas del buen entretenimiento. El diseño de los personajes es caricaturesco, mas no burdo, y se diferencia de otras producciones mientras los escenarios exhiben un nivel de detalle sobresaliente. Obviamente, estos aspectos se aprecian mucho mejor en una exhibición 3D, pero no es indispensable. Nuestra calificación: Esta película justifica el 100 % del valor de una entrada.
Mi mascota favorita Agradable sorpresa del estudio que hizo "Shrek": aventura atrapante y con humor. A veces entrar a al cine a ver una película para la cual no se tiene expectativas puede terminar siendo una más que agradable sorpresa. Y sin querer arruinarle al lector tamaño placer, no queda otra que recomendar Cómo entrenar a tu dragón, que si no es un oasis en medio de tantas producciones animadas en 3D en las que la historia que se cuenta es mínima y todos los cañones apuntan a los efectos tridimensionales, le pasa raspando. Detrás de cámara está la dupla que dirigió Lilo & Stitch, una comedia estrambótica que allá por 2002 remozó el tipo de humor que tenía la factoría Disney, juntando a una niña hawaiana, criada por su hermana, y un extraterrestre. Aquellos padres que recuerden el rostro de Stitch advertirán que el dragón Furia nocturna debe ser un pariente cercano. Y la trama de este filme, que se estrena acá antes que en los EE.UU., también relaciona a un niño diferente, aquí hijo de Estoico (!), líder de una tribu vikinga en una isla, con el bicharraco del título. Y como en Lilo & Stitch, también el animalito debe congeniar en un ámbito que no le resulta natural. Si Stitch es una mascota un tanto, por no decir del todo, anárquica, Furia nocturna llega a la isla con una fama inédita -nadie lo ha visto, pero se sabe que es el más mortífero de todos los dragones que acechan la isla- que terminará trastocada cuando Hipo (!), el joven flacucho que quiere combatir dragones pero no lo dejan, descubra que estos reptiles son más dóciles que Lassie si se los trata como corresponde. Tanta mención a aquel filme no debe hacer creer que Cómo entrenar a tu dragón no tenga originalidad, sólo se apuntan rasgos en común. La relación padre-hijo está tan bien planteada y dosificada como la que entabla Hipo con su mascota. La fiereza de Estoico es proporcional con la de Chimuelo, como bautiza el joven a Furia nocturna, a quien Hipo capturó casi de casualidad y debido a que le cortó parte de la cola es que el dragón permanece junto a Hipo. Es fácil asociarse a la simpatía que despierta la relación dueño mascota, pero la película va mucho más allá, con escenas de combate entre vikingos y dragones muy bien desarrolladas, subtramas, toques de humor y sensibilidad. Los personajes secundarios son más que acompañantes, incluida Astrid, la rubia vikinga que se entrena junto a Hipo para pelear con los dragones, y Bocón, el entrenador a quien un dragón le comió una pierna y un brazo. En síntesis, un excelente programa para diversión de todos.
El comienzo de una nueva saga El film de DreamWorks está basado en uno de los ocho libros infantiles sobre dragones de Cressida Cowel DreamWorks, la productora detrás de éxitos animados como la saga de Shrek, Madagascar y Kung Fu Panda , inicia con este film la que seguramente será una larga y fecunda franquicia, ya que está basado en uno de los ocho libros infantiles sobre dragones escritos por la autora inglesa Cressida Cowel. Dean DeBlois y Chris Sanders -directores de la discreta Lilo & Stitch - consiguen ahora un muy eficaz entretenimiento que dosifica con justeza el vértigo de la acción (combates, vuelos, entrenamientos), logrados toques de humor y romance, la grandilocuencia propia de toda épica histórica y, por supuesto, el despliegue visual -ya concebido en función de las salas dotadas con tecnología digital 3D- que permite construir dos universos en pugna: el de los vikingos y el de los dragones. Mientras los toscos guerreros liderados por Estoico se dedican a cazar a las gigantescas y agresivas criaturas, el adolescente Hicup -hijo del jefe de la aldea- se siente solo, perdido y despreciado. Su triste presente cambia por completo cuando encuentra a un misterioso dragón (el único que jamás ha sido visto por los vikingos) que no puede volar bien por una herida en su cola. Luego de los inevitables temores mutuos, ambos iniciarán una tierna amistad en la que Hicup oficiará de entrenador secreto. Hasta que, claro, alguien más se entera y los problemas renacen. La premisa es básica (hay aquí algo de E.T., el extraterrestre y más de un punto en común con la reciente Eragon ), pero Cómo entrenar a tu dragón trasciende ciertas convenciones y lugares comunes gracias a una buena dosis de sensibilidad y comicidad y -muy especialmente- gracias a las bellísimas escenas que muestran a los dos protagonistas volando sobre montañas, bosques y mares (los vikingos viven en una isla perdida). Un verdadero deleite de colores, formas y movimientos. Es una pena que la distribuidora local haya decidido estrenar este muy recomendable entretenimiento sólo en versión doblada al castellano, ya que de esta manera los espectadores adultos que suelen seguir las novedades animadas y concurren sin niños a las funciones nocturnas se verán impedidos de disfrutar en al menos una o dos salas con copias subtituladas de las voces originales de reconocidas figuras como Gerard Butler, Jay Baruchel, Jonah Hill, Christopher Mintz-Plasse, Craig Ferguson y America Ferrera, quienes se encargaron de interpretar a los principales personajes del relato.
Para chicos que no leyeron a Borges La película de animación escrita y dirigida por los responsables de la mucho más libre Lilo & Stitch imagina a un vikingo dispuesto no a cazar dragones, sino a domesticarlos. En el plano de lo visual y climático se encuentran los mayores logros. Al intentar narrar el mundo bárbaro desde una corrección política que apunta a una lectura al sesgo del mapa contemporáneo, Cómo entrenar a tu dragón cae, inevitablemente, en el absurdo. El problema es que es un absurdo no buscado. Basada en una novela de Cressida Cowell, Cómo entrenar a tu dragón –que en Argentina se presenta en copias subtituladas y dobladas, en formatos 3-D y 2-D– imagina que los vikingos eran unos ursos hirsutos, dedicados a matar dragones a sillazos. Pero si se les mostraba que estaban en un error, deponían las armas para siempre, conviviendo en paz junto a sus más sangrientos enemigos. Y la paz reinaba para siempre en la isla de Berk, allá en el Norte. Según propone la película escrita y dirigida por Dean DeBlois y Chris Sanders (responsables de la mucho más libre Lilo & Stitch), la solución al problema de los dragones –que cada dos por tres barrían a sangre y fuego los poblados vikingos, devorándose hasta la última oveja– no consistía en cazarlos, sino en domesticarlos. En cuyo caso se comportaban como perritos falderos, echándose a hacer fiaca a la vera de sus peludos dueños, a esta altura tan mansos como ellos. Musicalizada con música celta –tradición tan nórdica como pueden serlo la cumbia o el chamamé–, tratándose de una película de animación es más admisible que los dragones parezcan, por lo coloridos, papagayos tropicales. Y que los escudos vikingos estén pintados como cuadros fauvistas. El problema es que esa clase de anacronismos (de los cuales el mayor es el protagonista, un chico tan contemporáneo que usa expresiones como cool, y come sandwiches) se da de patadas con el acérrimo fotorrealismo con el que se representan tanto las figuras humanas como los gigantescos, impresionantes decorados y espacios abiertos. Es tal el culto del detalle, y tal el desarrollo de la técnica digital a esta altura, que el espectador estaría en condiciones de contar, si le viniera en gana, hasta el último pelo pelirrojo de los bíceps de cada guerrero. Entre sugestivas brumas marinas y una muy delicada paleta cromática (en el plano de lo visual y climático debe buscarse los mayores logros de la película), la fábula central de Cómo entrenar a tu dragón parece Chicken Little + Happy Feet + esa pequeña gema ignorada de hace unos años, llamada Mi mascota es un monstruo. Hipo (así se llama el protagonista) intenta convencer a su padre Estoico de que ya está en edad de cazar dragones. Demasiado refinado para una civilización que no lo es, meterá la pata una y otra vez. Hasta que descubra que su verdadero talento consiste en domesticar a los más feroces dragones, convirtiéndose en héroe nórdico y conquistando el amor de la rubísima Astrid (voz de América Ferrera). ¿Estos héroes nórdicos son los que le gustaban a Borges? No, ésos eran otros.
Con emoción y sin exhibicionismo técnico De los creadores de Lilo & Stitch, llega una nueva historia de amistad entre un chico y su mascota, aunque ahora es en el marco de vikingos y dragones. Se puede ver en formato de 3D o también en 2D. Cuando nació el cine, los textos sobre el asunto no se ocupaban de las películas sino del fenómeno que implicaba ver que las imágenes se movían. Con el tiempo, el público se acostumbró y el cronista comenzó a hablar de los films, transformándose –junto al espectador– en crítico, poco a poco. Hoy se vive una situación similar –no igual– respecto del 3D: a medida que van acumulándose las películas, el efecto relieve deja de ser una novedad y lo que vuelve a importar es si el film convoca la empatía, causa alguna emoción, funciona de acuerdo con sus propias reglas de juego, propone un mundo. Por suerte, hay realizadores capaces de utilizar con creatividad la herramienta de acuerdo con sus propios deseos. Cómo entrenar a tu dragón, una película de y sobre chicos, fue dirigida por Dean DeBlois y Chris Sanders, los autores de Lilo & Stitch, lo que demuestra que hay una visión del mundo coherente y que la técnica se utiliza en función del relato: aquel éxito de Disney era animación tradicional, colorida, llena de acuarelas pintadas a mano; éste film de DreamWorks es sofisticada animación por computadoras con sensación de relieve anteojos mediante. En ambos casos, se trata de ese enorme, raro, inefable lazo entre una persona y su mascota. Después de todo, la mascota –gato, perro, bicho extraterrestre, dragón lastimado– es alguien que necesita ser integrada. Como un chico, un adolescente o cualquiera de nosotros. En Cómo entrenar..., Hipo es hijo (inteligente pero “débil” según la mirada de los otros) de un jefe vikingo en una aldea marítima donde los dragones saquean a dirario. La guerra entre vikingos y dragones es a muerte; pero Hipo traba conocimiento con un ejemplar de una especie peligrosísima que, pobre, se lastimó y no puede volar. En la manera como, con sólo gestos, miradas y movimientos, los realizadores narran esa amistad se nota que el film no está realizado para el exhibicionismo de la técnica sino al revés: la técnica está forzada para causar emociones. A partir de ese vínculo (pocas veces mostrado con tanta precisión como esta vez, sin edulcorante artificial y sin simpatías mecánicas) se cruzan como lados de un prisma el desarrollo de una relación padre-hijo, del vínculo amoroso infantil entre Hipo y Astrid, su compañera en el “entrenamiento de dragones”, y los lazos de compañerismo con otros chicos de esa “escuela”. El film no deja nunca de lado la aventura ni la maravilla de ciertas secuencias donde se representa la libertad de volar y ser fiel a uno mismo, pero se sostiene como una fábula sobre cómo las relaciones y sus diferencias son las que construyen una comunidad. El juego del relieve nos sumerge en este mundo y nos permite una lección respecto de la tecnología: de nada vale que “entremos” en la acción si no podemos creer en ese mundo como en algo real. Y la clave son los personajes, especialmente el dragón, que a veces es un gato, a veces un perro y siempre, bueno, un dragón. Ambos personajes –Hipo y su mascota– también son inteligentes: en ese punto, el relato avanza con fluidez gracias a que comprendemos cómo piensan y resuelven problemas sus criaturas. Que, por lo demás –y ya desde el tratamiento en el original inglés de los nombres– recuerdan mucho a la historieta clásica europea Astérix. Si hacía falta un valor extra a este film sobre lo maravilloso del amor y la inteligencia, es que, además y de contrabando, es la primera adaptación lograda del supremo cómic francés. Cómo entrenar a tu dragón es ese objeto raro: una película sobre lo infantil y la familia que no es ni pueril ni reaccionario, que dice –en las últimas imágenes– que no hay triunfo sin pérdida ni felicidad sin esfuerzo.
¡Solo falta Sean Connery! Desde el megaéxito que significó Shrek (2001) para Dreamworks Animation, dicho estudio se convirtió en la competidora natural de la dupla Disney / Pixar en cuánto películas generadas por animación CGI. Sin embargo, descartando las secuelas de las aventuras del ogro verde (bastante pobres cinematográficamente hablando, menos original, y divertida que la precursora), las siguientes películas de Dreamworks Animation, estuvieron lejos de llenar las expectativas artísticas, narrativas y financieras, mientras que Pixar siempre se mantuvo a la cabeza del cine animado. ¿A que se debe este fenómeno? En principio, a que el estudio liderado por Katszeberg, Geffen y un tal Spielberg, apunta sus dardos a un público infante, debido a sus “tiernas” historias, su humor y complicidad más básicas, pero a la vez, el humor en doble sentido, los chistes localistas y contemporáneos, sumado al “enganche” de poner voces de actores famosos como protagonistas, atrae multitudes… pero solo al principio. Porque, las historias terminan siendo menos inspiradas que las de Pixar, dejando de lado cualquier tipo de metáfora o sutileza para dar el mensaje más obvio y subrayado… además de visto, previsible, al final lleno de clisés y lugares comunes. No por esto, dejan de ser simpáticas, entretenidas y atractivas, pero no al nivel de Pixar. Mientras que el equipo liderado por John Lasseter se inspira en el cine del maestro de la animación, Hayao Miyazaki (vean el trailer de Toy Story 3 y compruébenlo), lo de Dreamworks se asemeja más a un sketch de Saturday Night Live. Por último está la competencia visual. No hablo del 3D, que ahora lo utilizan todos, sino de la animación en sí, que no tiene la calidad, la belleza visual, el lirismo pictórico de las películas de Pixar. Las formas, los colores, los movimientos, siguen siendo muy duros; no viven, no respiran con independencia. Sigue pareciendo una animación convencional en el fondo. El sonido no vibra, no vive, no asombra en detalles o meticulosidad como Pixar. Personalmente, me había cansado de Dreamworks y sus fábulas animadas, especialmente después de pobres productos como El Espantatiburones o Madagascar y su tonta secuela. Veo monotonía y repetición en sus guiones. Como Entrenar a Tu Dragón, es probable que dramáticamente no difiere demasiado de otras películas animadas, pero es cierto, que supera a todos los ejemplos anteriores. En primer lugar, no usa el humor como principal atractivo. Al situar la acción en tiempos vikingos, los creadores, logran evadir la inserción de personajes “cancheros” o “humoristas stand up”. No usan terminologías modernas, y tratan de limitar el campo de acción. Por suerte, no apelan a agregarle voces a los dragones. La relación humanos / dragones, se trata de una metáfora sobre la domesticación animal; resulta ”realista” esta relación. Si retrocedemos en el tiempo y buscamos otras películas infantiles con estas criaturas mitológicas (no incluyo El Reinado del Fuego), como Mi Amigo el Dragón (de Disney) o Corazón de Dragón de Rob Cohen (con Dennis Quaid y la voz de Connery como Draco), encontramos la típica subestimación del público, para generar mayor empatía con los más chicos. La película, dirigida por los creadores de la subestimada de Lilo & Stitch (pobre en su concepción pero divertida y poco pretenciosa en su realización) tiene méritos independientes de las demás producciones Dreamworks. Si bien, a nivel narrativo acude a algunos estereotipos y lugares comunes en la caracterización de personajes como que el protagonista sea el típico “nerd” que va a contracorriente de los deseos de su padre, un cazador de dragones, y de la comunidad, el “chico raro” de la clase, también vale destacar, que no existe el típico villano, malvado de turno. Hippo, el protagonista, debe mostrar a su comunidad (y especialmente a su padre) que los dragones no son malos. Que pueden domesticar, y puede haber una convivencia pacífica entre humanos y ellos. Por más peligrosos que sean, son lo hacen para defenderse y tienen la meta de robar ganado, para dársela a la “reina” como tributo para que no se los coma. Pero sus directores, más allá de que terminen endemoniando a dicho súper dragón, no se apartan demasiado de la línea principal de la historia, y el mensaje rector: dejar de lado tradiciones supersticiosas, abrir la cabeza y la mente a otras comunidades, conocerlas para convivir y no atacarlas porque parecen peligrosas (es probable que Bush no lea eso). La primera mitad de la película, es mejor que su benévolo, previsible y conciliador desenlace sin duda. Los paralelismos entre como Hippo investiga como domesticar o “entrenar” a un dragón, la construcción de un mecanismo que sirve para dirigir el vuelo, es realmente interesante, a contraparte de los métodos que los vikingos tienen para “entrenar” a sus hijos para luchar contra los dragones (similares a los del circo romano). Esta evolución del protagonista y sus compañeros, son el punto más alto del relato en cuanto a la narración. No es tarea fácil domar a un dragón. No se trata de unir el pelo del humano con la oreja del “animal” (James Cameron debería leer el manual de Hippo). El resto de la película es probable que sea un poco convencional, pero no deja de ser entretenido y adrenalínico, el viaje. Por más estereotipados que estén el resto de los personajes, terminan siendo verosímiles sus comportamientos. A nivel visual y sonoro, supera a otros productos Dreamworks. Si bien los humanos y la comunidad vikinga parecen sacados de un videojuego de estrategia como el Age of Empires, la textura de los dragones es realmente admirable. Respiran, los detalles en cuanto a piel, fisiología, estructura ósea, es muy realista. Inspirados en la reconstrucción de dinosaurios, y la fisonomía de reptiles, los dragones, lucen como si existieran en el mundo real. No hay tanta meticulosidad ni innovación, en cambio, en cuanto a diseño de las figuras humanas. El sonido ayuda a incluir al público dentro de la comunidad vikinga. En dicha integración aportan también la inclusión de la técnica 3D, que aporta profundidad de campo dentro de los bosques y tabernas. La banda sonora compuesta por John Powell, contiene influencias de música celta, que recuerda por momentos a las bellas melodías que Howard Shore, compuso para la banda sonora de El Señor de los Anillos. Como siempre, es una verdadera lástima perderse las voces originales de Jay Baruchel, Gerard Butler y especialmente, del excelente humorista británico Craig Fergusson. Sin abandonar, la estructura básica, el mensaje políticamente correcto de una película orientada para los más chicos, Como Entrenar a Tu Dragón es una propuesta que rompe, por suerte, los moldes de los estudios Dreamworks, (igual para este año, vuelven con dos propuestas de humor banal como la cuarta parte de Shrek y Megamind con Will Ferrell). Será un consejo convencional, pero Como Entrenar a Tu Dragón, es un grato entretenimiento para grandes y chicos. Y sino pregúntenle al crítico que, durante la función de prensa, descuidó a su hijo (que se trepó encima mío), por quedarse prendido de la pantalla.
Hace algunos meses atrás, en una función especial, había visto cómo estaba quedando "Como entrenar a tu dragón", y si bien fueron sólo unos 40 minutos (más o menos), me gustó y obviamente me quedé con ganas de ver más. "Cómo entrenar a tu dragón" está disponible en las salas digitales 3D y también en IMAX 3D. Y me parece importante aclarar que yo la ví en una sala digital 3D. La historia transcurre en un mundo lleno de vikingos y dragones, lo cual seguramente atrape a inmediatamente a los más chicos (más aún a los varones). Y el protagonista de la misma es Hipo, un chico que a simple vista parece no encajar mucho en este mundo de vikingos que matan dragones, y están siempre listos para pelear. Por esta razón, Hipo, tendrá algunas discusiones con su padre, quien hubiese preferido que sea un vikingo como él... A raíz de esta diferencia que se da entre Hipo, y su padre, a lo largo de la película el protagonista tendrá que ir tomando decisiones bastante importantes, y que obviamente afectarán su futuro. Y justamente en este aspecto es en donde creo yo que la película tiene un contenido para que la película no les resulte "pesada" a los adultos. En cuanto a la parte visual, me gustaron muchos los efectos, y sin dudas creo que habría que verla en IMAX 3D para disfrutarla mucho más, porque hay ciertas escenas muy bien logradas, y texturas (como la ropa de los personajes) que seguramente se hubiesen apreciado muchísimo más. Me cuesta considerar a "Cómo entrenar a tu dragón" como una película para chicos de 5-6 años, ya que si bien es una película animada, y si uno vé el trailer puede parecer sumamente entrenida para chicos de esa edad, hay ciertas partes que son bastantes oscuras visualmente, y como pude notarlo en la función de prensa, muchos terminaron asustándose o llorando, así que para evitar problemas, les recomiendo que no vayan con chicos de esa edad. Si bien es una película animada, me hubiese gustado verla subtitulada y no doblada al español...pero de todas formas la van a disfrutar! :)
Los directores de Lilo y Stitch se cruzan de vereda y abandonan el dibujo clásico y los estudios Disney para pasar a la aventura 3D de DreamWorks, el estudio creado por Spielberg. Las grandes novedades de Cómo entrenar a tu dragón no son parte de la historia, cosa rara si las hay en una película sobre un joven vikingo que entrena dragones. Una historia infantoadolescente que pretende educar con un mensaje típico de amistad, tolerancia e igualdad que, por suerte, le deja mucho lugar a la aventura, una apuesta que ya había pagado bien a los cineastas Dean DeBlois y Chris Sanders. Pero lo más lindo de Cómo entrenar a tu dragón está en cada vuelo de esos bichos del título, que le agregan todavía más texturas al imperdible efecto del 3D.
Directo al corazón Dreamworks lanzó en todo el mundo esta producción que pronto tendrá un videojuego propio. Ya se habla de secuelas, a través de puertas que la historia mitológica del niño vikingo y su dragón dejan abiertas, y no sería de extrañar que esta futura franquicia pelee para ocupar el lugar que dejará libre Shrek, después del que anuncian como su último capítulo (el cuarto, que llega a la Argentina el 8 de julio), si es que no deciden resucitarlo después y si Kung Fu Panda y Madagascar no contraatacan. Y sí. Cómo entrenar a tu dragón tiene con qué pelear el cetro de nueva preferida de Dreamworks. Un diseño de arte prodigioso, donde los personajes humanos y animales, y los paisajes nórdicos como bosques o fiordos, sobresalen por simpatía y belleza respectivamente, alternando exquisitas combinaciones de colores y texturas. Un sentido de la aventura en muy buena forma, con un continuo que sin descanso pasa del vértigo al miedo, de éste a la ternura o al humor, con una naturalidad liberadora. Y un tema que el cine norteamericano, en especial el infantil, sabe muy bien cómo tratar: el de la diferencia. Porque con este arco es que el relato dispara una flecha dirigida al corazón de los niños. El protagonista es un flacucho y mental niño vikingo, que debe caminar por los márgenes para escapar de la sombra avasalladora de su poderoso y carismático padre. Se supone que el pequeño Hiccup tiene que aprender a cazar dragones, pero él se resiste a seguir la tradición. Al contrario, le ha perdonado la vida a uno de los más raros y temidos ejemplares existentes, y se está convirtiendo en su amigo poco a poco. Una transgresión de las serias, pero que traerá beneficios para su tribu. Los memoriosos y fanáticos del género se encontrarán con reminiscencias de una de las películas más famosas de Chris Sanders, uno de los directores de Cómo entrenar a tu dragón. Este realizador de 50 años fue en 2002, el creador de Lilo y Stitch, acaso la más extravagante creación de la productora animada, acerca de la relación entre una niña hawaiana y una mascota extraterrestre. Por último, y para tener en cuenta respecto a esta película: una gorda gota de tristeza que se cuela en el desenlace.
El ronroneo de un dragón Hay una historia que al parecer obsesiona a la industria cinematográfica de los Estados Unidos: la del joven (adolescente o preadolescente) que es diferente a los demás, un poco raro, torpe, malo para los deportes pero inteligente o creativo de alguna forma y que, después de vivir su vida en el rechazo, de pronto se da cuenta de que las particularidades que lo distinguían de los demás son en realidad un talento único que terminará siendo valioso para toda la sociedad y para generar un cambio en ella. La historia del "perdedor" que se convierte en profeta. La hemos visto una y otra vez, en distintos contextos, con mayor o menor éxito. Y la hemos visto muy recurrentemente en el cine de animación. En este sentido, Cómo entrenar a tu dragón no se sale del molde. Tenemos la historia de Hipo, un joven vikingo -hijo inadaptado del jefe del clan- que vive en una isla asolada por dragones. No vamos a entrar en detalles del argumento pero la cuestión es la de conocer y aceptar a aquellos que son diferentes. Hasta tenemos el infaltable costado romántico en el que el chico raro se enamora de la chica linda que al principio parece que ni siquiera le presta atención y después... Bueno, lo de siempre. Si alguien empieza a ver Cómo entrenar a tu dragón con la esperanza de encontrar innovación, va a salir decepcionado. Sin embargo, el que esté buscando pasar un buen rato, divertirse un poco, conocer algunos personajes estrafalarios y viajar a un mundo más simple y más mágico que el nuestro puede ver Cómo entrenar a tu dragón sin temor a equivocarse. La película funciona bien como comedia, como película para toda la familia e incluso con el infaltable momento de aventura. El dúo de directores guionistas es el mismo que unos años atrás había hecho Lilo y Stich, aquella película de Disney que devino serie para la televisión. El reparto de las voces en versión original no apostó por nombres demasiado importantes (más allá de Gerald Butler). Con un acercamiento modesto, Cómo entrenar a su dragón sabe hacer valer sus herramientas. Como suele ocurrir con las películas de este género, uno de los factores más importantes es el del diseño y en particular el del diseño de los personajes (que en este caso incluye a los dragones). Una fantasía fértil y un gusto por las ilustraciones tipo libro de cuento infantil llevan a una proliferación de especies de dragones coloridas y simpáticas. Pero el más atractivo es, sin duda, el "dragón protagonista", "mochuelo" en la versión doblada, un dragón oscuro y amenazador que se vuelve repentinamente tierno (con un manejo muy sabio del dibujo) y que recuerda a un gato a la defensiva pero fiel o, para los que lo prefieran, un perro juguetón.
A pesar de ser la película más interesante de DreamWorks hasta la fecha desde el punto de vista visual, Cómo entrenar a tu dragón (How to Train Your Dragon, 2010) no agrega nada nuevo al tópico -demasiado transitado- de la “crisis adolescente” y los parias sociales en general. Aún así la propuesta es entretenida y ofrece unas deslumbrantes secuencias de acción, destacándose sobre todo por su diseño de personajes, los detalles de los fondos y un gran empleo del 3D…
Sorpresa. Es la expresión que despierta Cómo Entrenar a Tu Dragón, una de animación made in Dreamworks con un espíritu más emparentado a la sensibilidad de la factoría Pixar. Aquí tenemos una historia simple, pero poderosa y estupendamente ejecutada. El nivel de animación es el mejor de las películas surgidas del estudio formado por Spielberg, Katzenberg y Geffen —nubes, mar, riscos, junglas, los mismísimos dragones, todos de un realismo abrumador—, pero el guión no se queda atrás. Los autores se las ingenian para eludir la mayor cantidad de clichés de las películas infantiles, o de darles una vuelta de tuerca. Es verdad que el argumento no es nada innovador. Es muy común oír la frase: “Ya está todo inventado”, que es verdad, pero el asunto no es tanto el Qué sino el Cómo, y ahí salen ganando los creadores del film. Cuando Hipo (físicamente muy parecido a un miembro de A Sala Llena) domestica al dragón que todo el pueblo vikingo creía en extremo peligroso, se recurre más a gestos que a palabras, por lo que la escena gana en ternura y hasta se genera una inesperada tensión. Es cierto que hay algún comentario gracioso luego de alguna situación violenta, pero hay poco de ese recurso tan facilongo y archiconocido. El que amenaza con ser el comic relief (un gordito nerd que sabe de dragones) resulta simpático, pero no llega a ser molesto ni a entorpecer la acción, afortunadamente. Además, lo que le sucede a Hipo en el final —no, no es sopa fría— la diferencian de casi todos los restantes productos para niños. La película también hace hincapié en la relación, a veces tensa, entre padres e hijos; en cómo una línea de pensamiento arcaica impide el progreso de un pueblo (claro que luego aprenden a valorar a quien veían como el Enemigo) y en cómo los ciudadanos deben seguir determinado comportamiento para pertenecer oficialmente a esa sociedad, aunque uno no esté de acuerdo (otra cosa que se modificará a lo largo del relato). Cómo Entrenar a Tu Dragón termina siendo un atípico caso de película infantil que no insulta la inteligencia del espectador pero tampoco se excede en complejidad ni en sentimentalismo. Un milagroso equilibrio, que encima viene en 3D. Una excelente excusa para sacar de paseo a hijos, sobrinos, ahijados o nietos, o a algún chico que hayan secuestrado por ahí. Eh... olviden lo último y no lo tomen como ejemplo.
Lo bueno de esta propuesta es que tiene un muy buen tema, y una historia con un muy buen desarrollo, ya que no es un cuentito tonto adornado con efectos tridimensionales, por eso entretiene y mucho, además de dar...
Con un guión simple y entretenido, una animación basada en el vértigo de los movimientos acrobáticos en el aire, un creativo menú de dragones, personajes entrañables, profundos valores puestos en consideración y una inteligente resolución de la historia, “Cómo entrenar a tu dragón” cuenta con los elementos necesarios para divertir sin intenciones solapadas ni golpes bajos y con un muy buen ritmo cinematográfico. El cuento está ambientado en una aldea habitada por vikingos, rudísimos personajes que hacen de la guerra a la plaga de dragones el motivo principal de sus vidas. Estoico, el jefe de la tribu, es el padre de Hipo, un joven débil y escuálido que no hace honor a la brusquedad de sus ancestros. Pero él quiere sobresalir, matar a un dragón, ganar reconocimiento y abordar el corazón de Astrid, la chica más linda y más aguerrida de la comarca. Pero siempre hay un pero. Cerca de uno de los monstruos por pura casualidad, Hipo se da cuenta de un detalle que puede cambiar la existencia de los vikingos, aunque esa percepción primero lo exalte y luego lo suma en el desprecio de su propio padre. Y si bien el argumento es simple y llano (para que disfruten los más chicos), se esconden tras la fachada de una atractiva animación valores de muy importante promoción. Así, lealtad, amistad, amor, convicción y honestidad forman parte de la resolución del conflicto, mientras van in crescendo grandes momentos de acción y entretenimiento. Quizás sea por la creatividad de los animadores que se refleja en la ambientación y especialmente en las diferentes especies de dragones que sobrevuelan la cinta. Unos más espeluznantes que otros, son el fiel del entrenamiento al que históricamente son sometidos los niños de la aldea. Saber defenderse de los bichos es un conocimiento básico de supervivencia. No solamente porque los dragones echan fuego por la boca sino porque además vuelan y en este filme ese no es un dato menor. Sobre todo para quienes tienen la posibilidad de experimentar la tecnología de 3D. A semejanza de una montaña rusa, las secuencias con los acrobáticos movimientos de los animales en el aire hacen, con picadas y contrapicadas, cosquillas en la panza. Con el novela infantil de Cressida Cowells como musa inspiradora, “Cómo entrenar a tu dragón” aparece hoy como un filme atractivo y aleccionador, aunque su futuro nose juegue en la pantalla grande. Lo hará en las personales, si logra popularizarse como un video game. No sólo de cine viven los hombres y de los dragones, ni hablar...
¡Como entrenar a tu padre! El movimiento de cámara por el cual se nos mete en la aldea vikinga donde vive Hipo justo en el momento en que es atacada por dragones y la voz del chico nos explica cómo son las reglas del juego en su pueblo mientras la mirada, que sube y rodea los distintos focos de la acción en espiral, recorre las casas, la organización social, las técnicas de lucha y los distintos tipos de dragones, anticipa mucho de lo mejor de esta película: la diversión y el movimiento. Sólo un par de minutos, fluidos, perfectos, alcanzan para introducirnos en el mundo de Cómo entrenar a tu dragón. Lo que pasa en el transcurso de la película es que, amistad del chico con su dragón-mascota mediante, asistimos a la inversión de las reglas de ese mundo guerrero. Hipo es vikingo y vive entre vikingos pero a diferencia de ellos es flacucho, débil, pecoso y no le gusta la violencia. Pecado terrible y decepción para todos, más porque Hipo es nada menos que el hijo del jefe vikingo, y como tal, heredero en potencia ya que no en acto de la constitución física y el coraje guerrero que serían el orgullo del padre. Los dragones son el enemigo porque atacan la aldea periódicamente, y el paso a la adultez implica para los chicos vikingos entrenarse en combatirlos. Pero este chico, que un día, por casualidad, apunta al cielo y le pega a un dragón negro pero no lo mata, se encariña con el enemigo. Es, desde el punto de vista de su pueblo, un traidor, pero el significado de esta palabra y el sistema de valores que lo sustenta se irá modificando a medida que la amistad creciente entre el dragón y el chico que lo entrena le permite al chico –y también al dragón, por qué no- intuir que hay otra manera de hacer las cosas sin recurrir a la atávica violencia. El drama entonces será el de Hipo por exponer sus descubrimientos, por revolucionar todas las costumbres que estructuran su mundo vikingo y por poder estar en la misma habitación, sin carraspear nerviosísimos los dos, con su gigante padre. Cómo entrenar a tu dragón es divertida, con un humor por momentos descarado que se centra en la torpeza del protagonista, con escenas de vuelo conmovedoras sobre un mar hiperrealista y con gestos delicados, como cuando la chica que le gusta a Hipo, subida al dragón, estira las manos para tocar las nubes. Pero también es, sobre el final, un paquete meloso con un moño rimbombante. Todo se cierra y todo cierra bien. Lo verdaderamente original hubiera sido, no que Hipo termine con una parte del cuerpo menos como efectivamente pasa –perdón, lo dije– sino que el conflicto con el padre no se resuelva en una simetría por la cual el vikingo, rotado el sistema de valores y cambiado su concepto de heroísmo, le pida perdón al hijo y le diga, ay, como si fuera la frase más deseable que puede derramarse en los oídos de un niño, “Hijo, estoy orgulloso de vos”. Porque todo cambia y la aldea vikinga termina por parecerse más a una juguetería pero la necesidad del padre por estar orgulloso de su hijo permanece intacta. Mucho más sorprendente era el final de Up en el que el papá no aparecía para la entrega de medallas boy-scout del gordito cuando eso es precisamente lo que el nene había deseado durante toda la película, porque las cosas no siempre terminan bien. También parece ejemplar en comparación el final de Dónde están los monstruos, cuando el chico vuelve a casa después de haberse escapado porque mordió a la madre y de aprender las cosas que dijo Santiago en su reciente crítica, se come una torta frente a la madre que lo mira emocionada, y ninguno de los dos dice una sola palabra. Sabemos, por la mirada increíble de Catherine Keener, que ella lo perdona, que se quieren, que se aceptan, pero no hay, como sí hay en Cómo entrenar a tu dragón, ningún discurso. Porque en la película de Spike Jonze, y tal vez este dato sea clave para pensar la diferencia entre una y otra historia, nadie puede pegar un salto –ni hablar de levantar vuelo- sin volver a caer pesadamente sobre la tierra, y por eso uno de esos monstruos en los que están mezcladas de modo inseparable la ternura y la violencia puede decirle a Max, en una frase tan simple como melancólica, “It´s hard to be a family”. En la distancia entre esa frase y el “Son, I´m proud of you” que cierra el conflicto de Hipo con su padre en Cómo entrenar a tu dragón se mide el abismo que separa el espíritu de cada una de estas historias. Y para terminar, en serio, ¿de dónde salió esa idea de que los padres deben estar orgullosos de sus hijos? Tengo la intuición que roza la certeza de que el origen de esa idea es puramente económico: “Hijo, invertí tanto tiempo y tanta plata en criarte, más vale que hagas algo que valga la pena con todo eso (es decir, algo que yo decida que vale la pena)”. Pobre del hijo que conteste “Pero papá, a mí lo que me gusta es ser almacenero, me encantaría tener un montón de latas y cajitas de comida prolijamente apiladas en estantes y envolverle huevos a la gente”. Es evidente que a la hora de entrenar, el verdadero desafío no son los dragones sino los padres. Es hora de pegarles un buen reto, como nos hacían cuando éramos chicos, o hasta un grito de guerra, y decirles “¡Basta, padres! ¡A la cucha!”.
Dreamworks vuelve a apostar por una buena historia y por eso este film está entre lo mejor de la compañía. Hubo un tiempo en que Dreamworks apostaba a contar historias: Hormiguitaz es un buen ejemplo de ello. Pero luego llegó Shrek y a partir de ahí el objetivo fue reformular continuamente esa idea en la que sobresalían las referencias pop y la pose canchera, con un humor neurótico y a mil por hora. Las hubo mejores (Madagascar) y peores (El espanta tiburones; Monstruos Vs. Aliens), y hasta ese raro oasis que fue Vecinos invasores, logrando fusionar con acierto una historia compleja con comicidad alocada. Sin embargo en ese camino, un producto llamó la atención: Kung fu panda. A diferencia de Pixar, Dreamworks parece una usina algo discontinua, excesivamente irregular y con una serie de productos que de tan heterogéneos convocan a pensar en falta de identidad y de coherencia estética. Para enderezar el trazo, cerrando filas junto a las mencionadas Hormiguitaz y Kung fu panda, llega Cómo entrenar a tu dragón, con la que los autores de Lilo y Stitch (Dean DeBlois y Chris Sanders) demuestran gran sabiduría y sensibilidad para contar una nueva historia de integración y autodescubrimiento. Como en Kung fu panda tenemos un protagonista obcecado en ser lo que quiere ser, y no lo que le dicen que tiene que ser. Pero además, el relato le da un respiro a la comicidad excéntrica (los chistes son pocos pero bien colocados) para dar lugar a la aventura, la emoción y, principalmente, una serie de escenas de acción descomunales. Hay aquí vikingos que combaten dragones y un joven, Hipo, que sin ganas de luchar contra estas bestias aprenderá un poco a los golpes que en vez de combatir al otro, lo mejor es incluirlo. Y así convivir en paz. Cómo entrenar a tu dragón está plagada de aciertos. Algunos formales y otros vinculados a la forma en que dice lo suyo. Entre los primeros hay que destacar la falta de exhibicionismo en relación a la técnica: el film se concentra en lo que tiene que decir antes que en desarrollar imágenes exclusivamente para el lucimiento de la tecnología. Este cronista no tuvo posibilidades de verla en 3D, y sin embargo confirma una cosa: que una historia bien contada funciona cualquiera sea su técnica. Luego hay que destacar cómo DeBlois y Sanders construyen su relato y los vínculos entre los personajes. Las distancias entre Hipo y su padre Estoico, además jefe de la tribu a la que pertenecen, son las típicas de este tipo de relatos donde los padres tienen que aprender a confiar en sus hijos. Pero los directores saben dónde poner la verdad y que, cuando esta se revele, las cosas no parezcan aleccionadoras. De hecho, en la resolución, Cómo entrenar a tu dragón deja un sabor entre dulce y amargo, porque dice, sin didactismos y sin renunciar nunca a la alegría, que a veces nada se logra sin un sacrificio. Pero donde el film termina por cerrar una gran obra (aunque Dreamworks parece carecer aún de la profundidad y el refinamiento de Pixar para construir una obra maestra) es en la relación entre Hipo y Chimuelo, el dragón malherido que el joven vikingo aprenderá a domesticar. Con reminiscencias de ET pero, más aún, de Lilo y Stitch (miren la cara de Chimuelo), con un elemento extraño que cae del cielo, el film construye ese vínculo a imagen y semejanza del que se logra entre cualquier ser humano y su mascota. Gestos, miradas, silencios, distancias precisas que se imponen con dimensiones, más allá del 3D. La primera vez que Hipo logra acariciar al dragón deja al espectador inmerso en una gran emoción, es una de esas imágenes que quedan en el recuerdo y que el film utiliza para, a partir de ahí, levantar vuelo y nunca más volver a pisar el suelo. Ahí comenzarán a llegar los vuelos con dragones, que están hechos de la misma esencia que los de Avatar: los de la real vibración que se da a partir de comprender cabalmente los sentimientos de un personaje, su ética y con constitución como ser. Hipo, ahí en el aire, es lo que quiere ser. El film lo dice sin palabras, sólo con las herramientas que aporta el cine: imágenes y sentido común para construirlas. El cine de animación, como ningún otro, tiene la posibilidad de hacernos vivir el milagro. Cómo entrenar a tu dragón es una de las buenas.
Mi amigo, el dragón. Como si la mitología que ha dado a conocer a esas “criaturas dragonianas” más próximas a la glorificación de deidades portadoras de cualidades de furiosa y terrorífica naturaleza o indeterminada sabiduría no resistiese al encanto de una historia de amistad bella y fuertemente liberadora, Cómo entrenar a tu dragón, film basado en uno de los ocho libros infantiles sobre dragones de Cressida Cowel, desmantela el lugar común de los mitos mencionados al combinar la emotividad de una relación similar a aquella encontrada en una película como El corcel negro, cuyo vínculo entre un niño y un animal se hacía enérgico bajo la cercanía de las caricias y una comunión inquebrantable, con el ritmo intenso de la animación made in DreamWorks y la remembranza inequívoca a esos personajes de Lilo & Stitch creados por los mismos directores (Dean DeBlois y Chris Sanders); pero sobre todo a Stitch, si tenemos en cuenta la apariencia física, en especial el rostro, de un dragón tan expresivo como único en su tipo, bautizado por Hipo (el joven vikingo protagonista) bajo el nombre de Chimuelo (ínfima “desgracia sonora” impartida por el doblaje, hay que admitirlo). Mientras la pronunciación de su nombre no me genera devoción alguna, los gestos del dragón, en cambio, me parecen asombrosos y encantadores: las escenas en donde Hipo y Chimuelo comienzan a acercarse el uno al otro para comprenderse y afianzar una correspondencia tan mágica como necesaria para sus historias (y para esta historia) provocan una gracia y justeza brillantes: el movimiento de los ojos, las expresiones faciales del dragón, el sentido de su mirada y la textura de su piel se suman al desplazamiento altamente realista del mismo (en términos de animalidad corporal), produciendo una gestualidad hipnótica, fascinante y tremendamente expresiva que convierte al pequeño ser en una criatura exótica cuya simpatía y voluntad parecen no tener límite alguno: Chimuelo puede adoptar la actitud sigilosa de un gato, la ferocidad de una pantera e incluso imitar el reposo de un murciélago (en un plano se lo muestra descansar cabeza abajo). Aunque también puede ser tan fiel y juguetón como un perro o heroicamente protector como sólo una criatura mitológica puede serlo en la más impensada circunstancia de la más alta imaginación épica: vean el resultado de la batalla decisiva contra esa especie de dragón dictador tamaño Leviatán: tal protección únicamente puede concebirse como fabulosa, fantástica, angelical. Esos rasgos, son los que producen el conflicto principal a través del cual se estructura la película. Es que no existe dragón alguno como Chimuelo: él es único, a diferencia de los restantes tipos o clases de dragones, los cuales son mostrados como enemigos del pueblo vikingo durante ese admirable, oscuro e impulsivo inicio del film que aprovecha las virtudes de la animación digital para hacer desplazar con virtuosismo la cámara, logrando imágenes de profunda intensidad. Un comienzo cuyo sentido, mucho más tarde, será alternado, proponiendo la unión definitiva entre humanos y dragones. Esa unión, sólo podrá llevarse a cabo por dos seres que, dentro de su clase, se presentan como distintos: si Chimuelo es incomparable (no hay rastro alguno de otro dragón como él en toda la película), Hipo también lo es: de una delgadez extrema pero de gran inteligencia, el hijo del jefe vikingo sólo puede ser visto bajo la mirada del resto como un alfeñique que nada tiene para ofrecer a aquellos valerosos, violentos y (físicamente) poderosos guerreros que forman parte de su aldea. Sin embargo, él será quien devele la verdadera condición de los dragones a través de la práctica del comenzar a conocer al otro. Y aquí, la película nos brinda un abordaje ciertamente interesante que culminará con un mensaje de unión, de libertad y de reconocimiento: Hipo conocerá a Chimuelo y empezará a descubrir su particular esencia debido a una acción que él llevó a cabo: la pérdida de una de las alas traseras del pequeño dragón es producto del ataque de Hipo, cuando concreta con algo de suerte un disparo sobre el otrora “furia nocturna” (nombre que utilizan los aldeanos para referirse a este dragón). Lo cierto es que el delgado vikingo encontrará a Chimuelo, se dará cuenta de que no puede matarlo (él no es como los otros vikingos) y lo ayudará a recuperarse, colocándole un ala artificial producto de su ingenio para que éste pueda volver a volar. A partir de allí se sucederán imágenes fantásticas mientras la comunión entre ambos se va construyendo y potenciando particularmente a través de los vuelos (escenas maravillosas, de un vigor creativo inconmensurable). Luego, Hipo logrará sobresalir sobre el resto de sus compañeros vikingos al manifestar su eficaz dominio sobre los dragones. Capacidades que lo llevarán a un conflicto con su padre, pero que culminarán por demostrarle a su progenitor el valor de su entrega y de sus comprensiones sobre un universo de criaturas que eran catalogadas e ilustradas de manera nefasta dentro de esa especie de enciclopedia cuyo objetivo era describir la única faceta conocida acerca de los dragones: la violenta. Ese error, un saber limitado sobre el mundo del otro, será subsanado cuando se manifieste el verdadero origen del mal detrás de los ataques de los dragones; un mal que al eliminarse mediante, digamos, la unión que hace la fuerza, otorgará emancipación, conformará la coalición entre grupos y producirá la declaración heroica de Hipo y Chimuelo. Dos personajes que en este film de DreamWorks nos emocionan y nos recuerdan perfectamente aquel maravilloso concepto fundado a partir de una relación afectiva única: la amistad.
El vuelo de Dreamworks Este film animado puede ser una película trascendente para el estudio Dreamworks. No sólo por los méritos, que los tiene y sobre los que voy a volver, sino porque se adivina la intención de profundizar sobre la matriz de films como Kung Fu Panda antes que otros títulos donde es más común quitar peso narrativo en función de mantenerse en la línea de una parodia o una suma de gags sin desarrollo alguno. Por tratarse de un estudio heterogéneo hay que decir que no siempre han sido malos los resultados, que están las divertidas Shrek y Madagascar, pero también están las espantosas Shrek 3 o El Espantatiburones, además del film diferente, Kung Fu Panda. Sobre este film diferente es que Dreamworks toma la posta y crea un relato de autodescubrimiento, construyendo la identidad de un (anti) héroe cuyo aprendizaje se enfrenta a una compleja relación padre-hijo, a una sociedad donde está completamente alienado y, para colmo, a su deseo de ser un cazador de dragones. De cómo logra sobrellevar esta situación y de cómo logra interactuar con el otro, el “enemigo común”, es de lo que esta película habla llevándolo a un nivel que en sus cimas sorprende de manera gratificante. Es imposible irse sin recordar segmentos como el encuentro entre Hipo y Chimuelo o la batalla final en el cielo, a pesar de las irregularidades que atraviesa el relato para cerrar mejor su subtexto. El 3D, ese implemento técnico que revolucionó las salas de cine para que acuda público masivamente está dejando en claro, poco a poco, que lo que importa realmente es que la inclusión de ese elemento técnico tenga un sustento desde el guión que permita que la narración fluya de manera equilibrada, sin perder el hilo de lo que se pretende contar. Si recuerdan a Monstruos vs. Aliens sabrán a que me refiero y, si ven está película, entenderán que hay un uso espectacular del 3D que recuerda a las vertiginosas secuencias de Up antes que a la malograda producción de Dreamworks. La comparación con el film de Pixar no es casual, allí la acción y el uso del 3D intensificaba la sensación de estar suspendido en el vacío a través del aire, mientras nuestros personajes llevaban a cabo las secuencias más memorables del film. Aquí sucede lo mismo, y me atrevería a decir que, dada la naturaleza de la película de Dreamworks, hay un aprovechamiento de esta herramienta tan o más solvente que en el film de Pixar. La batalla final de dragones en el aire a través de las nubes es una secuencia que difícilmente sea olvidada por las retinas del espectador. Pero, a no confundirse, con o sin el 3D la película se articula perfectamente y, por sobre todo, se entiende sin abandonar el punto de vista de nuestros personajes. Ahora bien, aquí hay dos directores que provienen de la factoría Disney y tienen algunas cosas que lo ponen en evidencia en el buen y en el mal sentido. La interacción y el crecimiento de la relación entre Hipo y Chimuelo es gradual, brillante, con al menos una o dos secuencias que dan cátedra sobre cómo evitar las palabras y poner la imagen en movimiento logrando conmover al espectador y cerrar un mensaje sobre la comprensión del otro que sobrevuela toda la película, sin sobre explicar de manera didáctica. Por ejemplo, vi en dos ocasiones el momento en que Hipo permanece con la daga en su mano para abalanzarse sobre Chimuelo y puedo decir que como se desarrolla este momento tiene una intensidad que alcanza picos emocionales que denotan una sensibilidad escalofriante. No cualquier realizador hubiera pergeñado con tanta efectividad este segmento. Por otro lado, está la presencia de un antagonista unidimensional cuya presencia queda un tanto desdibujada a medida que avanzamos hacia el desenlace. Se trata de un enorme dragón pesadillesco del cual poco sabemos y poco hace la película para generarnos algún interés, salvo la de ser un antagonista, un enemigo a derrotar. En un relato donde se habla tanto sobre la otredad, este vínculo de un dragón-reina (se hace el paralelismo con una colmena) con los otros dragones aparece endeble y le quita tensión al climax. Después de todo, ¿porque los otros dragones que no son Chimuelo se revelarían contra su reina? Sin embargo, la batalla final es increíble, pero este detalle del guión debilita el subtexto tan bien trabajado en el transcurso del relato. Finalmente está la solidez con que fue construido cada personaje, no solamente nuestros protagonistas. Astrid no es sólo un interés amoroso de Hipo, es también una chica de una fortaleza y un carácter delineado de manera creíble, de la misma manera que el padre, Estoico, aparece fuera del cliché a pesar de que el tema (la relación padre-hijo) haga un recorrido que carece de originalidad. Esto es gracias a los silencios, los gestos, y algún diálogo aventurado que le dan una construcción de hierro al contexto de la historia. Pero si hablamos de la inteligencia de los guionistas para elaborar personajes hay que sacarse el sombrero con Chimuelo: no sólo su diseño animado denota fiereza gracias a sus aristas, sino que también logra empatía gracias a que sus gestos y expresiones nos recuerdan a animales domésticos; si observan sus ojos verán que las pupilas son como la de los gatos y es particularmente clave el momento en que Hipo agarra su cola, porque la expresión petrificada se asemeja a lo que sucede con estos animales (si lo intentan y se bancan los arañazos posteriores verán que es cierto). Por otro lado, Chimuelo es un perro hacia el final, cuando está en la casa de Hipo esperando ansiosamente a que se despierte su “dueño” y da vueltas por toda la casa. Pero además es un dragón, tira fuego y va a una velocidad supersónica, no nos olvidemos de eso. Pero Dreamworks no abandonó del todo su capacidad para incluir cierta intertextualidad pop en sus películas, después de todo uno de los compañeros de Hipo parece haberse leído un manual entero de Dungeons and Dragons antes de realizar su entrenamiento y hay un uso de los ralentis durante la introducción de Astrid que es digna del videoclip. Pero dentro de este film está inserto con tanta inteligencia como la comicidad aislada en el medio del drama. Aquí hay un vuelo narrativo del estudio que puede ser clave como la película-en-si, uno que parece indicar una dirección arriesgada pero meritoria y que, esperemos, se perpetúe.
Dreamworks es una compañía que se destaca por realizar películas con el fín de entretener a los más pequeños y a sus respectivos padres. Ultimamente esta fue la responsable de la realización de diferentes cintas que carecían de una profundidad y un humor destacable, ya sea "Monstruos vs Aliens" o "Kung Fu Panda", películas con ausencia de un interesante guión. En esta oportunidad y alejándose sorpresivamente de sus propios estereotipos, Dreamworks logra algo muy valioso: mezclar la diversión y el entretenimiento con un mensaje maravilloso al final.
VideoComentario (ver link).
Desde que viera los avances de "Como entrenar a tu dragón" sabía que Dreamworks se las traía de nuevo. Considerando que el equipo es aquel de Shrek y Kung Fu Panda, ya podemos entrever que esta es otra animación que no defrauda.Sin llegar a tener la originalidad e hilaridad de Shrek, por ejemplo, lo cierto es que este mundo de vikingos contra dragones basados en los relatos de la inglesa Cressida Cowell divierte y entretiene con escenas de acción bastante adrenalínicas. Es cierto que desde lo argumental no tropezaremos con nada nuevo, Hippo es un jovencito que trabaja con el herrero del pueblo, hijo del jefe de tribu, una comunidad de luchadores especialistas en cazar dragones que asolan robándose la comida, matando e incendiando todo a su paso. Pero Hippo es el debilucho y torpe de esa sociedad a quien ven con ojos torcidos como una verdadera plaga de torpezas andante, lo cual previsiblemente acarrea la vergüenza de su padre. Hasta que cierto día tendrá la fortuna (?) de herir a un dragón de la especie más peligrosa y menos conocida "fulgor nocturno". De rasgos tomados del propio Stitch- lo cual es muy evidente- según reconocieran los propios Chris Sanders y Dean DeBlois, sus creadores, este dragón prontamente se convertirá en la mascota de Hippo que lo llevará a darse cuenta que todo lo que su comunidad sabe sobre los dragones está algo errada. Si se la ve en su original, la voz de Gerard Butler (El rey Leonidas de 300) personifica al padre, Stoick, un vikingo con todas las de la ley, severo y a la vez valiente. Otros que prestaron sus golas para el papel son: Jay Baruchel (Fanboys) como Hippo, America Ferrera (Uggly Betty) y Kristen Wiig (Adventureland). Pero más allá de las diversiones y gags y acción que tiene la cinta, los grandes aciertos vienen de la mano de los estupendos escenarios rústicos e inhóspitos, así como la música- correcta, escueta pero genial- de John Powell. En cuanto a esta cuestión del 3D insisto en que de verse en 2D se disfruta lo mismo. La calidad de imagen es indudablemente mayor, la profundidad de campo es evidente y hasta los detalles más pulcros, pero si de efectos reales hablamos, los más pequeños se quedarán con ganas de varios trucos más de los que ofrece la cinta, aunque estos estén más presentes que en otros títulos como por ejemplo Avatar. Y ya que hablamos de edades, la cinta es más recomendable para los que superen al menos los 8 o 9 años ya que la película es un derroche de acción y vértigo que a los más pequeños aburrió un poco (la niña sentada a mi lado de unos 4 o 5 años no paraba de preguntarle a su pobre padre cuándo terminaría la cinta). Divertida, amena, entretenida; sin grandes alardeos pero con mucha garra.
Esta realización animada es la segunda obra cinematográfica en este género que concretaron en conjunto Chris Sanders (diseñador de los Muppets Babies) y Dean DeBlois (autor del guión borrador de “Mulan”) y está editada en formato tradicional y también en 3D, con la base argumental de uno de los diez libros para niños de la escritora inglesa Cressida Crowell. Está trabajada en colores pasteles opacos tanto en los fondos ambientales como en las figuras de los personajes, quizá para dar una idea del frío clima de la Aldea Beck, un asentamiento vikingo donde transcurre la historia en una época irreal, muy al norte de nuestro planeta. Allí vive Hiccup, un principito que heredará el mando de la aldea en la que su padre, llamado Estoico el vasto (por lo grande de su cuerpo), trata de mantener vigentes todas las tradiciones de la raza nórdica, a las que el jovencito no es tan afecto, porque él no es el clásico vikingo, sino un pacífico soñador de un mundo mejor mediante la persuasión y la solidaridad. La aldea sufre de una plaga de dragones voladores de distintos colores, son molestos, se reproducen sin cesar, y los aldeanos los ven como una amenaza continua y sin miras de terminar por más que traten de eliminarla por todos los medios de los que disponen. Hiccup encontrará accidentalmente a un dragón negro, los de este color son los más temibles, pero el animalito está herido y de allí en adelante las posibilidades de cambiar la estresante situación de la aldea serán muchas y viables. El principito ayudará al dragoncito a recuperarse y éste último se tornará en casi una mascota domesticada que necesita recibir y dar amor, y pese a su discapacidad, ayudará a los humanos a encontrar la solución para el problema que los tiene tan afligidos. También hay en la aldea una niña guerrera, Astrid, que quiere demostrar que puede ser belicosa y agresiva sin necesitar a nadie, hasta que los hechos le demuestren lo contrario. Toda la obra mantiene un ritmo adecuado, sin golpes bajos, la historia es fácilmente entendida por los pequeños espectadores, a pesar de que se desarrolla dentro del marco de las tradiciones, la mitología y el carácter vikingos, un poco alejados de la memoria ancestral del sur de Europa y, lógicamente, de la Argentina, pero los verdaderos valores de los buenos sentimientos son universales y esta obra transmite este concepto de manera directa. El mensaje o la moraleja de esta trama cinematográfica es que los seres vivientes no somos tan diferentes, que todos nos necesitamos y debemos ayudarnos mutuamente, Los niños disfrutan de estos dibujos animados, sobre todo de los dragones que vuelan por toda la pantalla, y hasta hay alguno que por la “magia” del formato 3D, vuela por encima de la cabeza de los espectadores.