Un aprendizaje singular. Ariel (Shai Avivi) es un hombre de negocios que se reencuentra con Ronit (Assi Levy), una novia de su juventud, tras veinte años de su separación. Ronit, quedó embarazada y dio a luz a Adam. Debido a que Ariel siempre renegó de su paternidad, ella jamás le contó sobre la existencia de su hijo. Hasta que de manera inesperada, el protagonista tomará un papel imprevisto al aparecer en su vida Adam, su hijo. Y a partir de allí Ariel se verá envuelto en una encrucijada nunca imaginada por él y menos con fuertes lazos del pasado. El director y guionista Savi Gabizon nos entrega una reflexión aguda y comprometedora sobre la paternidad, y además ofrece otra mirada sobre la muerte y sus consecuencias entre los vivos. Ariel es un hombre afligido y solitario, cuya vida dará un giro de ciento ochenta grados a raíz de una impactante noticia. Ya en la primera escena, el diálogo entre él y su antigua novia Ronit -que arranca con una sonrisa y con un poco de vergüenza para hacerse cada vez más tenso-, nos revela el verdadero motivo de su reencuentro. Ariel, en consecuencia, deberá saldar cuentas con una oportunidad perdida. Así, emprende un camino donde intentará recomponer fragmentos de la personalidad de este hijo fantasma, que incluirán sus costados luminosos y revelarán otros algo más oscuros. Mérito del guión, los hechos se exponen poco a poco gracias a los diálogos que el hombre mantiene sucesivamente con las personas que lo trataron: su mejor amigo, su novia y Yael (Neta Riskin), la joven profesora de quien Adam estaba perdidamente enamorado, quien fuera principal fuente de sus tormentos y destinataria de poesías desgarradoras. Al drama no le faltan situaciones extravagantes y bizarras para fluir, al estilo de Emir Kusturica, en la mezcla de lo dramático con lo humorístico. Aspecto que resulta un tanto desacertado teniendo en cuenta el resultado en función de lo que realmente se buscaba. La identificación de Ariel con su hijo surge en el proceso, a veces con la necesidad de defender su honor a pesar de no saber nada a ciencia cierta. POr momentos habla de él como si lo hubiese conocido para cerrar de cierta manera aquellas asignaturas pendientes con el pasado. “¿Qué hubiera sido si…?” es la pregunta que Ariel se hace durante todo el film intentando dilucidarla. Es así que emprende la búsqueda desde el punto de partida del individualismo que signa su presente. Y eso lo transformará y aportará a su vida la sensibilidad buscada inconscientemente -basada en la solidaridad y el reconocimiento del otro- llevándolo a superar traumas y curando antiguas heridas del alma, ni más ni menos que una segunda oportunidad. El mar acompaña en ciertos momentos cruciales del film, quizás como significado de los ciclos naturales por los que todos tarde o temprano debemos atravesar.
Un duelo muy particular El último film del realizador israelí Savi Gabizon, Descubriendo a mi Hijo (Ga’agua, 2017), es un drama sobre el duelo de un exitoso e inclemente empresario que se entera que tiene un hijo de diecinueve años que acaba de morir en un accidente automovilístico. La muerte desata un estado de duelo en su interior que lo lleva a descubrir la personalidad y la historia de vida de su hijo fallecido trágicamente. Al recibir la noticia de que tiene un hijo y que acaba de morir, de parte de una ex pareja a la que no veía desde hace casi veinte años, Ariel Bloch (Shai Avivi) decide viajar a la ciudad en la que vivía su primogénito para asistir al funeral con curiosidad y una angustia que se acrecienta. Al indagar en la vida de su hijo con los que lo conocieron, se entera de que fue expulsado del colegio y no se pudo graduar debido a un poema pintado en una pared de la escuela en el que le confesaba su amor a la profesora de francés, Yael (Neta Riskin), de que antes de morir había comprado un kilo de hachís para vender entre sus amigos junto a un compañero y que estaba de novio con una adolescente de quince años, con la cual convivía desde hace varios años en la casa de la familia de la chica. El encuentro en el cementerio con un hombre que perdió a su hija adolescente, los poemas de su hijo y las charlas con la profesora de francés le proveen una perspectiva a un hombre que descubre en su hijo a un joven talentoso para la música y la poesía, pero afligido por el rechazo. La tragedia provoca en Ariel la necesidad de indagar sobre la vida y la muerte de su hijo, interpelando y reclamando información al personal de la escuela, a la profesora de francés que Adam (Adam Gabay), el joven fallecido, acosaba, a la familia de la chica con la que convivía y a cuanto personaje se le cruza en una odisea que de a poco va transformándose en un viaje onírico y fantástico sobre la existencia tras perder a un familiar cercano. Pero Ariel no solo descubre a su hijo sino que este camino lo lleva a descubrirse a sí mismo, adentrándose en sus propias miserias y en la historia con su propio padre. Descubriendo a mi Hijo es un film que enfrenta la dureza de la pérdida con la alegría del descubrimiento de las huellas de una vida que supo dejar su impronta en los que lo conocieron. La actuación de todo el elenco es muy buena, dando cuenta de una gran versatilidad para componer una situación de gran angustia que sacude los fundamentos de la identidad del protagonista. La composición de las escenas es muy detallista, construyendo actos íntimos y tensos que presentan a personajes atribulados por la trágica coyuntura que buscan caminos para sanar la pérdida. Gabizon construye así una obra sobre el duelo desde un lugar heterodoxo, que busca encontrar la alegría de vivir en los acontecimientos trágicos pero sin descuidar el costado emotivo del desconsuelo de la pérdida de un ser querido, aunque no se lo haya conocido nunca.
“Descubriendo a mi hijo”, de Savi Gabizon Por Marcela Barbaro Hay distintas formas de encarar la ausencia y hacerlo a través del absurdo es una de las vías más interesantes para alejarse del melodrama trágico. Descubriendo a mi hijo del realizador y guionista israelí Savi Gabizon (Mi tía Nina), parte de la pérdida para resignificarla, y alejarse del tratamiento moralizante que, generalmente, acompaña al tema. Ariel (Shai Avivi) es un empresario de mediana edad que vive solo y se reencuentra con su novia Ronit (Asi Levy) después de veinte años de haberse separado. Le otorga sólo 45 minutos, y en ese transcurso ella revela que tuvo un hijo suyo, Adam. Conociendo su negación a tener hijos, Ronit nunca se lo contó y siguió adelante. Sin embargo, hay algo que le sucedió a Adam, que cambiará notablemente la vida de Ariel en relación a su hijo y al rol de padre que siempre temió ejercer. A partir de ese momento, comienza un movimiento constante de búsqueda y de transformación en cada uno de los personajes que se vincularon con Adam. Ariel encabeza ese recorrido por los lugares y los lazos que vinculan a su hijo y lo definen: visita el colegio, habla con su mejor amigo, con su novia y descubre a Yael (Neta Riskin), la bella profesora de quien Adam estaba enamorado hasta la obsesión, aflorando su lado poético y también tormentoso. Bajo un relato clásico, el ritmo fluye generando diversos climas a partir de un guion que se construye sobre el uso del potencial, para hallar un sentido a lo que vendrá. Esos interrogantes, planteados por el personaje de Ariel, movilizan un registro de situaciones donde se mezcla el realismo con la fantasía y el drama con el absurdo, hasta acercarse a escenas inverosímiles, con entrecruzamientos de historias y personajes unidos por la misma causa. Estrenada en la 74ª muestra de Venecia, el realizador Savi Gabizon, luego de 14 años de pausa en las pantallas, vuelve con una película donde reflexiona sobre el rol de la paternidad, las situaciones límites, y el desafío que enfrentamos ante una segunda oportunidad. Una mirada que no sólo expone, superficialmente, los miedos a reiterar mandatos familiares y responsabilidades, sino que aborda el problema alejándose de los lugares comunes. El resto, está a cargo de un buen elenco que acompaña ese optimismo renovador. DESCUBRIENDO A MI HIJO Ga’agua, Israel, 2017. Dirección y Guion: Savi Gabizon. Intérpretes: Ella Armony, Asi Levy, Shai Avivi, Shmil Ben Ari, Salim Dau, Erez Driges, Shmuel Edelman, Adam Gabay, Shiri Golan, Yiftach Kaminer, Ori Laizerouvich. Fotografía: Asaf Sudri. Montaje: Tali Helter-Shenkar/Escenografïa: Shahar Bar-Adon. Duración: 100 minutos.
Descubriendo a mi hijo cuenta la historia de un exitoso empresario que un día se encuentra con una sorpresa. Una ex pareja de él le pide encontrarse para hablar acerca de un tema. Lo que tiene para decirle que luego de haber estado juntos hace veinte años, ella quedó embarazada. Ariel Bloch se entera que tiene un hijo de diecinueve años. Pero un instante después recibe una segunda noticia y es que el motivo verdadero del encuentro es avisarle que su hijo ha muerto hace un mes en un accidente de auto. Entonces Ariel viaja a la ciudad donde vivía su hijo y comienza a conocer a las personas que lo trataron, intentando averiguar, de esa manera, quien era realmente su hijo. Algunos le cuentan cosas maravillosas, otros le cuentan cosas terribles. Este rompecabezas se arma con sensibilidad y resulta conmovedor. Poco a poco comienza a dibujarse la figura de su hijo. Pero pasada la mitad de la trama el guión busca sorprender con escenas oníricas, giros de tuerca efectistas y situaciones absurdas que debilitan el trabajo delicado y artesanal del comienzo. Aun así, conmueve ver el proceso de un padre por entender y admirar a su hijo, al mismo tiempo que por momentos siente la angustia de los fracasos que el joven tuvo. Como todo padre, pero en una versión retroactiva y melancólica.
Película de revelaciones y de segundas oportunidades, en la sorpresiva trama se desarrolla una historia de amor filial en ausencia, un pacto que trasciende la muerte y la necesidad de comprender legados que dejan marca aún sin haberse contactado.
“Descubriendo a mi hijo” es una película israelí del director Savi Gabizon, quien también es el guionista de la misma. Cuenta con un elenco parejo en sus actuaciones, compuesto por Ella Armony, Shai Avivi, Shmil Ben Ari, Adam Gabay, Salim Dau. El film israelí es un drama de esos que no pueden evitar conmover. Un hombre adinerado sin hijos se encuentra con su novia de la universidad. Allí descubre que, cuando se separaron, 20 años atrás, ella estaba embarazada. Pero desentramará algo más de este encuentro, que cambiará su vida para siempre. La cinta relata descubrimientos desde un final inevitable que se niega pero debe, inexorablemente, aceptarse hasta una esperanza que se parece mucho a un consuelo. Como mencionábamos en un principio, las actuaciones son muy correctas, sobre todo las de la pareja principal que se destaca en virtud de la historia. Con una fotografía impecable de Asaf Sudri y un montaje de Tali Helter Shenkar, la cámara juega un papel fundamental. En los planos cercanos refleja una tristeza infinita. La elección de las locaciones, en todo momento, sostiene al guión. En el cambio de luces, que establece la fotografía, hay momentos en los que subraya, sobre todo en los espacios abiertos, el atisbo de esperanza. Y cuando disminuye la luz, aunque sin llegar a la oscuridad completa, exhibe instantes de desesperación incomparables. El acertado plano sobre los paisajes refuerza la inmensidad del destino como así también la inmensidad que implican las verdades que se van revelando a lo largo del film. “Descubriendo a mi hijo” es una historia que no da respiro. La cinta deja, al final, un mensaje del cual el espectador, que seguramente saldrá del cine movilizado, no podrá serle indiferente. Buenas actuaciones por parte del elenco y un trabajo majestuoso con respecto a los asuntos técnicos.
Pocas veces tenemos la oportunidad de ver cine israelí y por suerte, lo poco que llega es bueno y trata temas, en general, relacionados a la familia. Este también es el caso. Un hombre de negocios, Ariel Bloch, (Shai Avivi) dueño de una Empresa se reencuentra después de muchos años, 20 para ser exactos, con una antigua novia llamada Ronit (Assi Levy) en un restaurant, donde ella le revela un secreto que nunca pudo afrontar, y es que tiene un hijo suyo llamado Adam (Adam Gabay). La razón para ocultarlo fue sólo una y es que Ariel no quería ser padre, pero cuando le llega la novedad, teñida de un drama posterior, el empresario comienza una búsqueda para conocer quién era su hijo. Viaja hasta su ciudad y se relaciona con toda la gente más cercana a él: su novia con la que convivía junto a la familia de ella y su mejor amigo. Se acerca a su Colegio donde efectúa un reclamo válido, y por último, conoce al objeto romántico de sus poemas y dibujos, su profesora de Francés, con la que tenía una cuasi-obsesión. Ella es Yael (Neta Riskin), y aunque no desea involucrarse, termina cediendo en hablar con ese padre desesperado por encontrar respuestas. El director y guionista Savi Gabizon estrenó ésta película en el Festival de Venecia, que es, en definitiva una historia diferente sobre la paternidad y el drama de lo que no pudo ser. Ariel descubre hasta donde puede que su hijo amaba la música y la poesía y que su vida estaba marcada por un dejo de melancolía. Sólida actuación de todo el elenco y muy prolija en los rubros técnicos, “Descubriendo a mi Hijo” cala hondo en el espectador y en el protagonista, ya que dicha noticia cambiará radicalmente su vida y sus valores. ---> https://www.youtube.com/watch?v=5DvWLN1LRfA TITULO ORIGINAL: Ga'agua TITULO ALTERNATIVO: Longing DIRECCIÓN: Savi Gabizon. ACTORES: Ella Armony, Shai Avivi. ACTORES SECUNDARIOS: Neta Riskin. GUION: Savi Gabizon. FOTOGRAFIA: Asaf Sudri. GENERO: Drama . ORIGEN: Israel. DURACION: 105 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años DISTRIBUIDORA: Mirada FORMATOS: 2D. ESTRENO: 17 de Enero de 2019 ESTRENO EN USA: 07 de Enero de 2018
Con dirección y guión de Savi Gabizon, esta película israelí utiliza el humor negro, la comedia y el drama sobre un tema difícil: como reaccionar frente a la pérdida, como ser capaces de elaborar un duelo aún con decisiones extremas y hasta delirantes pero que exigen y logra del espectador una comprensión total y otorga una gran emoción. En los primeros minutos del film se plantea de manera contundente el tema. Un hombre de muy buena posición económica es citado por su ex pareja, hace casi 20 años que no se ven y para su sorpresa se entera de algo que lo sacude. Esa mujer al momento de separarse estaba embarazada, pero como se hombre no quería tener hijos y ella decidió seguir adelante nunca le contó que había tenido un hijo. Y minutos después en medio de lágrimas también le cuenta que ese hijo ha muerto en un accidente. Un doble mazazo para una vida organizada y la necesidad que describe el título. Iniciar un camino posible, original y absolutamente conmovedor desde el vacío, la ausencia y la revelación de toda una vida ignorada. Hay que verla.
Ariel (Shai Avivi) es un cincuentón próspero, dueño de una fábrica exitosa, soltero, sin hijos ni grandes apremios. Pero un encuentro con su novia de la juventud, a quien no ve hace 20 años, pondrá su vida patas para arriba: ella lo citó para confesarle que, cuando rompieron, estaba embarazada de un chico que acaba de morir en un accidente de tránsito. Descubriendo a mi hijo narrará el viaje de Ariel a la ciudad natal de ese hijo para reconstruir las distintas facetas de ese joven al que nunca conoció. Lo hará a través del diálogo no sólo con su madre, sino también con su novia, sus amigos y sus profesores, en especial con una maestra de francés. La presencia de esta profesora abre la primera de las subtramas del film. El hijo fue expulsado del colegio debido a una pintada con referencias sexuales hacia ella. Lejos de la burla o la agresión, lo hizo porque estaba profundamente enamorado. ¿Y ella de él? Durante su primer tercio, Ariel descubrirá que ese enamoramiento fue consecuencia de algunas actitudes de la profesora. La idea del amor prohibido da una pátina pecaminosa que, sin embargo, rápidamente se convertirá en un relato mucho más amable sobre el duelo. Esto porque luego del asunto de la profesora vendrá una parte con eje en el intento de casar al hijo con otra chica muerta (¡!), y una tercera vinculada con su pasado. Son situaciones de índole y tonos muy distintos que impiden que el film fluya como un todo homogéneo. Los tres grandes bloques narrativos están hilados por el peso de la ausencia y logran conectar con la platea a través de la empatía de sus criaturas y un desenlace que apuesta por la esperanza y la luminosidad.
Con buena posición económica y una vida solitaria, Ariel deja transcurrir sus días entre su trabajo y largos paseos. Sin embargo, esta rutina se romperá en el momento en el que se reencuentre con su novia de la universidad y descubra que, veinte años atrás, cuando la pareja rompió su relación, ella estaba embarazada. Así, de pronto, ese hombre descubre que es padre y, más dolorosamente aún, que el hijo de ambos murió recientemente en un accidente automovilístico. La existencia de Ariel se transformará por la necesidad de saber todo acerca de ese hijo del que jamás había tenido noticias y no podrá ya conocer. Con indudable calidez, el director Savi Gabizon narra esa incansable búsqueda de todo lo concerniente a ese hijo al que el destino le arrebató y se transforma en un empecinado padre de alguien que ya no está con vida. Sin caer en el melodrama, el film es una exacta pintura de una ansiosa búsqueda de alguien que intentará reparar un pasado que llega a su cómoda existencia. La actuación de Shai Avivi, recordado protagonista de Una semana y un día, logró darle la exacta dimensión a ese ser que procura descubrir a un hijo ausente, mientras que el resto del elenco y los rubros técnicos apoyan con calidad esta trama plena de sugestión y de amor.
LA ACEPTACIÓN Resulta inimaginable poder superar la muerte de un hijo. Debe ser uno de los hechos más traumáticos que le puede suceder a cualquier ser humano. Y reflejar cinematográficamente esta circunstancia tan paradigmática debe ser un desafío bastante alto, ya que la gran cantidad de sentimientos que deben involucrarse a esta situación implican un arduo trabajo a representar. Asumiendo este riesgo, el director Savi Gabizon presenta Descubriendo a mi hijo, film de origen israelí en el cual un hombre adinerado sin hijos se encuentra con su novia de la Universidad. Allí descubre que, cuando rompieron, veinte años atrás, ella estaba embarazada. La segunda cosa que descubre en ese encuentro cambiará su vida para siempre: su hijo falleció hace pocos días. De ritmo cansino y de mucha reflexión, la película va transitando la aceptación de este hombre sobre su paternidad y la aún más complicada desaparición física de su “sucesor”. Se verá cómo poco a poco comenzará a frecuentar lugares, conocer amigos, visitar escuela. Todo aquello que pertenecía al mundo de su hijo. Este devenir de “conocimiento” provocará que cada concepción que tenga sobre determinadas circunstancias se vea trastocada o movilizada por hechos realizados por el joven, lo cual le hará replantearse cada pensamiento. En este marco, Descubriendo a mi hijo tiene características particulares aportadas por la cultura de su país de origen, las cuales son muy diferentes a las de estas tierras. Y si bien podemos tenerlas en cuesta, no impide observar que en varios pasajes resulta errante, como no sin saber bien para dónde dirigirse, tropezando en algunos momentos y contradiciéndose en otros. Sin embargo, si se analiza la circunstancia puntual de la historia, un hombre que después de 20 años se entera que es padre y que en el mismo momento le dicen que su hijo murió hace muy poco tiempo, ¿no sería lógico que su comportamiento sea errante? ¿Que sea confuso y contradictorio? Esta es la sensación que deja Descubriendo a mi hijo, una producción que busca reflejar la mayor pérdida que puede tener un padre o una madre, de una manera introspectiva, complicada y desordenada. Depende de quién observe, estamos ante una obra maestra o un trabajo fallido.
Nunca es tarde Descubriendo a mi hijo (Longing, 2017) llega desde Israel y nos regala una sentida historia sobre un padre que decide explorar la vida de su hijo, el cual nunca pudo conocer. Descubriendo a mi hijo te sorprende y desarma. Ya desde los primeros minutos, donde Ariel (Shai Avivi) se entera que fue padre hace 19 años y hoy Adam, su hijo, falleció en un accidente, te moviliza y predispone a sensaciones por descubrir. A partir de allí, el hombre se sumerge en un viaje de exploración sobre las pasiones, los amores y las amistades del difunto. Lo valioso de un film así es que, tanto el público como el protagonista, van descubriendo a la par cómo era la vida del joven. El camino de Ariel al tratar de indagar cada recoveco del alma de Adam no solo le permite desasnarse de los valores que el chico poseía. También, de manera inevitable, lo conduce a un rumbo donde el autodescubrimiento es, a ciencia cierta, el logro indirecto del protagonista. Ariel se involucra en la vida de su hijo al punto tal que piensa como él (o como se supone que pensaría), se enamora de lo que él estaba enamorado, se enoja con lo que él se enfadaba y sueña con los sueños que quizás Adam pretendía alcanzar. Cada diálogo está muy bien cuidado y sortea cualquier tipo de flaqueza narrativa o interpretativa con escenas de progresiva intensidad. No es fácil para Ariel el viaje que está realizando y, por lo tanto, el camino que vamos haciendo junto a él. El hombre siente que el destino fue muy injusto con Adam y, a través de circunstancias donde comienza a predominar lo metafísico, vamos a sentir que, a lo largo del film, conocemos a su hijo. En una película en donde reina el drama, muchas veces se generan desvaríos, baches o momentos en donde se pierde el interés. Descubriendo a mi hijo, lejos de esto, nos genera intriga desde la primera escena y nos va a enseñar que, si bien no se puede recuperar el tiempo perdido, se puede honrar el alma y también celebrar la vida y el amor.
Una comedia que hace equilibrio sobre la tragedia Una mujer y un hombre se encuentran al mediodía en un restaurant de Tel Aviv, pero podría ser cualquier ciudad más o menos grande. No se ven desde hace 20 años y aunque él parece interesado por el encuentro, ella, que es quien lo arregló, no puede evitar algunos comentarios irónicos. Enseguida se pone a llorar y le cuenta que después de separarse supo que estaba embarazada y que decidió tener a aquel bebé que, a la sazón, es su hijo. Luego, conmovida, se levanta y se dirige al baño para recuperarse. Por un momento la película abandona los primeros planos para contemplarlo a él desde más lejos, como respetando la intimidad de ese personaje que parece haber acusado el impacto. Sin embargo, lejos de perder el control el hombre saca su teléfono y llama a su abogado, previendo la posibilidad de algún reclamo legal. Ese es Ariel, el protagonista, y esa personalidad pragmática y con cierta dificultad para la empatía es el punto de partida de Descubriendo a mi hijo, cuarta película en 27 años del israelí Savi Gabizon. Aunque el disparador es uno de los lugares comunes más visitados por el cine, apenas variado aquí por una ingeniosa vuelta de tuerca, Descubriendo a mi hijo no es lo que amenaza ser. Porque aunque el primer acto se mantiene dentro de un estricto registro dramático, se trata de una comedia oscura que hace equilibrio sobre la tragedia sin temor a dar algunos pasos en el vacío del absurdo. Adam, el hijo de Ariel, está muerto. El padre, que viaja para asistir a la ceremonia religiosa del entierro, comienza a conocer a quienes integran el entorno de Adam. Pero al principio el cambio de tono es tan inesperado que resulta confuso, porque es difícil decidir si se trata de un resbalón grosero o si realmente la película está tomando ese riesgo. La duda alimenta la curiosidad y Gabizon la aprovecha para llevar al espectador siempre un paso más allá, al menos por un rato. Descubriendo a mi hijo resuelve con ingenio el problema de poner en escena algunas preguntas difíciles. ¿Se puede amar a alguien a quien será imposible conocer en el sentido más material del verbo? ¿Se puede sufrir por la pérdida de lo que nunca se tuvo? Para responderlas la película se propone evitar el melodrama todo lo posible, desafío que consigue superar de forma parcial. Su eficacia es alta cuando la mentalidad pragmática de Ariel lo lleva a tratar de cerrar algunas cuentas pendientes de su hijo de formas poco ortodoxas o cuando actúa movido por la idealización del ausente, pero sin conocer del todo la naturaleza de su carácter. En esos momentos la película crece, moviéndose en el territorio de lo inesperado e incluso se permite alguna escena con agradables visos fellinescos. Es cierto que otras veces la película cede a la tentación de buscarle las cuerdas emotivas al espectador y en esos lances pierde parte de su sorpresa, pero incluso en esos momentos lo hace, por suerte, tratando de eludir los clichés.
La pregunta que subyace detrás de la trama de Descubriendo a mi hijo es si se puede seguir siendo padre (o empezar a serlo) una vez que los hijos ya no viven. Y se responde a través de la historia de Ariel, un exitoso empresario que un día, ya transitando los 50, se entera de que 19 años atrás nació un hijo del que nunca supo. Y al que jamás conocerá más que de oídas, porque acaba de morir. A partir de que recibe esa noticia, este hombre que no había deseado ser padre intenta averiguar todo lo posible sobre ese heredero al que no conoció, y asume su paternidad de manera insospechada hasta para él mismo. Shai Avivi, toda una institución de la comedia israelí, es el actor ideal para el papel, porque tiene la suficiente versatilidad para cumplir con lo que exige este curioso guión: pasar del drama a la comedia de un instante a otro, muchas veces dentro de una misma escena. La película es tan particular como su creador, Savi Gabizon, que volvió a dirigir un largometraje después de catorce años con esta explicación para el hiato: “Las películas matan, así que si querés vivir más, tenés que filmar menos”. El director hace caminar a esta historia por la cornisa de la sensiblería, pero tiene la pericia de no dejarla caer nunca en aguas lacrimógenas. Uno de los secretos es explotar la incomodidad de los sucesivos encuentros de Ariel con esos desconocidos que tuvieron relación con su hijo, desde la madre a una novia. Un guión que en manos hollywoodenses podría haber sido un desastre se mantiene a flote por nunca girar hacia donde indicaría el lugar común. Recursos humorísticos, absurdos u oníricos lo salvan de ser una convencional fábula de redención, aunque no siempre funcionen. Si hubiera que destacar una sola virtud de Descubriendo a mi hijo, sería su imprevisibilidad. Sus extraños giros narrativos y el tono oscilante entre el drama intimista y la comedia negra hacen de esta película sobre un padre póstumo una experiencia por momentos desconcertante. Adjetivo que en este caso es un elogio.
Todo comienza con el reencuentro entre Ariel Bloch ( Shai Avivi ) y su ex novia Ronit Hilou (Assi Levy ) quienes hace veinte años que se separaron . Ronit le cuenta que tuvieron un hijo llamado Adam que falleció hace algunas semanas en un accidente automovilístico. A raíz de esta triste noticia Ariel comienza a reconstruir los 19 años de vida de un hijo que no pudo disfrutar (aunque él nunca quiso ser padre por ciertos traumas de su pasado), conoce a su amigo Miki (Ori Laizerouvich) que viene a pedirle dinero, a su profesora Yael (Neta Riskin), de quien estaba enamorado pero ella marcó las diferencias, el director de dicha escuela y una novia que ahora tiene quince años pero estuvieron juntos durante tres años, entre otros personas. Ariel vive momentos intensos, conoce a distintos personajes, que le cuentan hechos penosos, duros y otros agradables y tiernos. Todo se transforma en una historia tierna, conmovedora, delicada, sombría y poética, con ese padre al que lo invade la nostalgia, que intenta sentir a su hijo a través de distintas situaciones hasta ese encuentro en el cementerio con otro padre que ante otras circunstancias también ha perdido a su hija y juntos intentan darle a estos jóvenes una mejor vida después de la muerte según una ritual oriental, porque a pesar de todo se le puede sonreír a la muerte.
Descubriendo a mi hijo: Los accidentes de la vida. Un hombre se entera de la existencia de su hijo al recibir la noticia de que falleció en un accidente automovilístico, otorgándole la extraña oportunidad de ser padre póstumo. Descubriendo a mi hijo (o Longing), llega con un estreno humilde a algunas salas de nuestro país después de tener su lugar en el Festival de Cine Internacional de Toronto el año pasado. Aunque si hizo bastante ruido jugando de local al conseguir 13 nominaciones en los premios Ophir, los Oscars israelíes, llevándose a casa los premios por Mejor Guion y el de Favorito de la Audiencia. El desencadenante de toda la trama es la información con la que nuestro protagonista arranca la película: hace 19 años su ex descubrió que estaba embarazada y tuvo un hijo sin decirle nada. Pero inmediatamente viene acompañada de una tragedia que no le da tiempo ni de acomodarse, ya que se está enterando ahora porque el joven falleció recientemente en un accidente automovilístico. El guion de este drama se encarga de hacerlo impredecible, encontrando vueltas de tuercas más que interesantes una y otra vez. Con un tono que se mantiene en ese popular terreno que mezcla la pesadez de la tragedia dramática realista con una liviandad que no depende tanto del humor, a pesar de que lo tenga, como sí lo hacen otras alternativas más comerciales y genéricas. La tragedia fue el disparador de esta historia, pero de ninguna manera entierra el viaje de un hombre con la intención de conocer todo aspecto posible del hijo que no sabia que tenia y que acaba de perder. Poco a poco, vamos descubriendo junto a él la vida que tenia su hijo. Con una progresión realmente estupenda aprendemos cada vez más como era, al igual que nos topamos con detalles que pintan un retrato detallista de un conflictivo adolescente. Su escuela, amigos y afectos irán presentándose para asegurarse de que tanto el protagonista como la audiencia pase un buen rato sin saber como procesar la existencia de una persona que significa tanto ahora que ya no esta. Es realmente un film que encuentra la forma de reinventarse continuamente, al punto de que la segunda mitad es prácticamente una película totalmente distinta. Pero todas sus transformaciones parte de una base emotiva y humana que sostienen cualquier revelación con una estructura más que sólida. Una pequeña sorpresa que resulta muy fácil de recomendar, y que definitivamente hace que el 2019 arranque con un buen pie para el saludable cine menos comercial.
Ariel Bloch es un empresario exitoso, que logró todo lo que se propuso y hoy se reencuentra con la que fuera su novia hace veinte años. Pero lo que él pensó que era un encuentro pasatista, seguro que grato porque fue una buena época, le cambia la vida. Porque ella le dice que cuando cortaron la relación estaba embarazada y como él no quería hijos no se lo dijo. Bloch no tiene tiempo para asombrarse cuando viene la segunda parte de la confesión. Ella se lo dice ahora porque él joven acaba de morir en un accidente. El filme del israelí Savi Gabizón dispara todo esto en menos de los quince minutos iniciales y los ochenta y cinco minutos que siguen son los que ocupa este hombre extrañado y que no manifiesta emociones en tratar de conocer a ese desconocido casi adolescente que llevaba su sangre. Pequeñas secuencias con su novia, con el amor de su vida, Yael, una bella profesora de francés; con el director de la escuela a la que asistía, y un compañero y amigo de su edad. Lo que llama la atención en la narración es la constante modificación de la imagen de Adam, que permite con el cambio de imagen un ritmo cambiante que evita cualquier estancamiento. VUELTA DE TUERCA La elección de los personajes y el tratamiento lejos de lo dramático, impide que todo se transforme en un convencional melodrama y se logre un relato con cierta frescura y la sorprendente incorporación de la fantasía en curiosas y sucesivas vueltas de tuerca. Sin embargo, el poder de síntesis, la potencia de las imágenes y la concisión de los diálogos de la primera media hora no se repite en el resto del relato, y la aparición de un juego fantástico del que todos parecen participan no es la mejor elección. Se trata de una propuesta interesante, con excelentes actores, especialmente Ella Armony, Asi Levy y Shai Avivi. Otro modo de vivir la muerte de un ser querido y de alguna manera intervenir su imposible futuro.
Escrita y dirigida por Savi Gabizon, "Descubriendo a mi hijo" es una película israelí que gira en torno a un hombre de mediana edad que descubre que tuvo un hijo que acaba de fallecer antes de cumplir los 20 años. El film comienza con un reencuentro. Pasaron veinte años desde que Ariel y Ronit se vieron por última vez, lo que hace que la reunión sea algo incómoda. ¿Por qué ella de repente busca hablar con él? ¿Por qué él sólo le cede menos de una hora de su tiempo y por qué a ella le molesta tanto que así sea? No obstante, lo que ella tiene para contar es algo muy distinto a lo que él podría haberse imaginado. Cuando estuvieron juntos, ella quedó embarazada. Ronit sabía muy bien que él no quería tener hijos así que no quiso ser una carga para él y se alejó y se hizo cargo a solas y en silencio de ese hijo. Sin embargo, cuando el exitoso empresario comienza a preocuparse por cuestiones legales (¿por qué aparece después de tantos años diciéndole que tiene un hijo si ya está criado?) sale a flote otra cuestión: éste acaba de fallecer. Un accidente se llevó la vida de su hijo y Ronit estalla en llanto al contarlo. A partir de ese momento el film va siguiendo de manera cercana a este hombre que se encuentra de repente siendo padre. Intenta acercarse a él aunque sea tarde y va desentrañando los secretos de un muchacho que empieza a sentir fascinante más allá de algunas cosas terribles que descubre. A la larga, “Descubriendo a mi hijo” es la historia de un descubrimiento personal a través del descubrimiento de este hijo al que pierde antes de siquiera poder tenerlo. De no querer ser padre pasa a asumir de manera casi inmediata ese lugar. Si bien el film está contado con cierta delicadeza y un tono amable con cierto toque surrealista en algunos momentos más avanzada la trama, lo cierto es que las vueltas del guion se tornan algunas demasiado novelescas –hay enamoramientos obsesivos, embarazos que luchan por interrumpir y hasta un matrimonio muy particular por organizar-, más allá de que nunca opte por un tono melodramático. “Descubriendo a mi hijo” es una curiosa historia de un duelo, retratada de manera cálida y delicada. Shai Avivi entrega una interpretación conmovedora y honesta, aunque el resto no desentona. Un drama interesante y optimista aun ante una historia que parte de la muerte.
“Descubriendo a mi hijo” y un arriesgado híbrido del cine israelí. La cuarta película del director israelí Savi Gabizon llega a las pantallas argentinas habiendo sido exhibida en el festival de Toronto de 2017 . por Santiago Pagano Ariel, interpretado por Shai Avivi, recibe, en el inicio del film, dos noticias que lo dejan anonadado: la razón por la cual su mujer lo abandonó 20 años atrás es porque estaba embarazada, y sabía que el protagonista no quería tener hijos, y que su hijo biológico, Adam, acababa de morir en un accidente de tránsito en Acre, una ciudad que se ubica a 120 kilómetros de Tel Aviv. Impactado por la revelación, el padre que ignoraba serlo, se acerca hasta la localidad en la que vivía su difunto hijo para seguir sus pasos. Lo visita en su tumba, conoce a sus conocidos y recompone su relación con su ex mujer, casada con quien crió a Adam. En Acre, Ariel comienza un viaje introspectivo por la rutina de su hijo, sus obsesiones, sus amores y sus problemas. La película se mueve en tonos muy distintos: es claramente un drama, tiene un halo de misterio que siempre está presente y consta de situaciones tan caricaturescas que logran acercarse a la comedia. Termina siendo un film inclasificable, lo cual no significa que sea malo, de hecho, en este caso termina siendo destacable. Con una dirección muy correcta, la película logra contar mucho con imágenes y acciones, sin recurrir tanto al diálogo, que es donde se encuentra el punto más flaco de la cinta. En líneas generales, “Descubriendo A Mi Hijo termina” siendo un buen ejercicio de cine de autor, con algunos puntos altos Uno va descubriendo la trama en la película y siempre tiene esa sensación de que lo que le están contando no es la verdad, y que en algún momento vendrá un giro, producto de una historia poco usual, por eso es que el film termina teniendo su encanto.
En el camino arduo y difícil de ser padre se encuentra Ariel, un hombre soltero, rico y de unos cincuenta años. El personaje que interpreta Shai Avivi, nos plantea preguntas sobre la paternidad no deseada. Pero las vueltas de la vida lo ponen a prueba y lo llevan a aprender a ser padre. Nunca es tarde para conocer a un ser querido, pese a que en este caso sea a mucha distancia. El relato expone el conflicto desde los primeros minutos, no se oculta nada. De esa manera, Ariel se entera que tiene un hijo de unos 19 años pero que podrá conocerlo a través de otros desconocidos: una profesora, un amigo, la novia adolescente, entre otros que le dan solo algunos detalles su la vida pasada del joven. La ausencia del cuerpo y todo lo que no pudo decirse tras estos varios años lo llevan a acercarse sustancialmente a su hijo. De esa manera conoce a ese progenitor que no deseaba tener. Descubriendo a mí hijo, sin dudas es un rompecabezas de la vida misma que avanza con diferentes situaciones de comedia que suavizan el duro relato. Este film dirigido por Savi Gabizon es impecable desde todos los aspectos técnicos, interpela a padres y no padres. La pregunta queda planteada ¿se puede conocer después de la muerte?, posiblemente tendremos múltiples respuestas, lo que sí es una certeza es que vale la pena el visionado de esta película israelí. Ficha técnica Descubriendo a mi hijo (Longing / Ga’agua, Israel/2017) Dirección: Savi Gabizon / Elenco: Shai Avivi, Neta Riskin, Assi Levy, Ella Armony, Shimon Mimran, Adam Gabay. Fotografia: Asaf Sudri / Edición: Tali Helter-Shenkar / Distribuidora: Mirada.
Descubriendo a mi hijo es un drama sobre la pérdida de un hombre que intenta rastrear de manera obsesiva el pasado de su hijo, al cual nunca conoció. Ariel Bloch es un hombre de negocios, dueño de una fábrica y sin hijos. Recibe la visita de una antigua novia de la universidad a quien no veía hacía veinte años. Ella le dice que después de estar juntos quedó embarazada y que tuvieron un hijo que acaba de fallecer en un accidente de auto. Ariel decide ir a descubrir a los amigos y conocidos de ese joven para reconstruir lo que fue su vida. Descubriendo a mi hijo no es el drama común sobre un hombre que intenta conectarse con su hijo. Desde ese punto de vista la película apuesta a un concepto totalmente diferente, pero es este mismo punto lo que le juega a favor y en contra. Por un lado, Ariel conecta con el crecimiento de su hijo, sus amigos, su gusto por la música y la poesía, sus amores idílicos y también la relación de él con su madre. Mientras que como padre lo único que ve son los detalles buenos y positivos de él, niega completamente sus fallas. Pero por el otro, el film se mueve en un lugar muy absurdo que lo aleja de lo verosímil que puede ser un drama clásico. La actuación de Shai Avivi es muy correcta y todo el relato está construido desde su punto de vista, pero el espectador nunca genera empatia con su personaje. Imposible sentir compasión por su dolor, hay una pena oculta del protagonista que nunca se menciona y se da a entender con sus actos, pero algunos de estos son tan extremos que nos ponen en contra de sus decisiones todo el tiempo.
La lógica de la reproducción humana es que los padres críen a sus hijos, y, de ese modo, los van conociendo con el correr del tiempo. Pero en esta película israelí de Savi Gabizon ocurre a la inversa. Ahí radica la originalidad de la narración que sucede en la actualidad. Todo comienza cuando Ariel (Shai Avivi), un hombre maduro, empresario industrial, de una buena posición económica, acude a una cita con su ex mujer Ronit (Asi Levi), después de no verse durante 20 años, y ella le dice que tiene un hijo de 19 años, pero que murió recientemente en un accidente automovilístico. Él, que pensaba que no tenía descendencia, se encuentra con esta sorpresa que lo descoloca, pero no huye, inmediatamente se compromete a colaborar en lo que pueda para ayudar a su ex, como también a sí mismo. La película transita la delgada línea que separa a una historia lacrimógena, de otra más amena de contar. Porque, pese al dramatismo y profundidad de la situación, siempre tiene una mirada positiva de los hechos. De recorrida está Ariel. Mientras intenta asimilar la realidad se contacta con personas que conocieron a su hijo, desanda los mismos sitios, y hasta intenta imitarlo con algunas conductas y costumbres. Lo hace para comprenderlo y acercarse a él, de ese modo lo sobrelleva desde una ubicación distinta. Es una forma de hacer su duelo. A través de los otros descubre quién fue su hijo. Por ese motivo siempre está en movimiento, y esa dinámica hace atractivo al relato. No decae, pese a que casi todo pasa en un pueblo de Israel. Los diálogos son medidos y efectivos. Con cada interlocutor que le describe una anécdota o un conflicto el protagonista va armando el rompecabezas, de lo que se perdió por no estar con su hijo. Si todo el film se hubiese circunscripto a contar cómo hace el personaje principal para lograr su objetivo, sería una historia más compacta y homogénea. Pero como desde el guión abrieron una vía de escape, para darle un tinte esperanzador y no tan angustiante al drama imperante, se contrapone a las buenas y convincentes actuaciones, las locaciones elegidas y ciertos detalles importantes para describir la personalidad del chico, que le resta un poco a la puntuación final.
Un film con dirección y guión de Savi Gabison, estrena en los cines de CABA, el próximo jueves 17 de enero. Ha tenido varias nominaciones: Festival de Cine de Venecia, galardonada por mejor director en la competencia Premio del público, además 14 nominaciones de la Academia del Cine Israelí y premiada en el Festival de Cine de Jerusalén en la competencia Premio del público, como mejor guion. La película inicia con artillería emocional pesada, porque a los cinco minutos de empezar, en lo que aparenta ser un reencuentro de una pareja que hace veinte años se ha separado, nos enteramos que este empresario de Tel Aviv , interpretado por el actor Shai Avivi , quien ha viajado expresamente para concretar el almuerzo, se entera que cuando se separaron, ella estaba embarazada y que afrontó el rol de madre criando a su hijo, a espaldas del padre, alegando que él le había manifestado su deseo de no concebir.
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