Vivir en tiempos de internet: Dos hombres en sus cuarentas conversan sobre lo desconectados que están del presente, de los cambios que impone la era digital. La dificultad de ambos para adaptarse a la tecnología ocurre en paralelo a la crisis en sus respectivas parejas, donde el paso del tiempo vuelve un desafío mantener el deseo. Los hombres frente a frente son Alain (Guillaume Canet), el director de una editorial, y Leonard Spiegel (Vincent Macaigne), un escritor cuyos libros ha publicado la editorial de Alain. Leonard le ha presentado el manuscrito de su última novela y Alain esta vez le comunica que no va a publicarlo. Leonard continua escribiendo sobre sus romances y este tema a Alain le resulta anticuado, planteándose en este momento incursionar en la edición digital. A raíz del auge exitoso del e-book por su bajo precio al eliminar los intermediarios de la imprenta, la distribución, etc; Alain contrata a la talentosa y joven Laure (Christa Théret), con quien mantiene una aventura, para realizar el salto a la transición de sus contenidos a formato digital. Mientras tanto, su esposa Selena (Juliette Binoche), quien mantiene una aventura con Leonard, intentará convencerlo de que publique su última novela, ya que está persuadida de que es la mejor de sus obras. Dobles vidas (Doubles Vies, 2019), la última película del realizador francés Olivier Assayas, nos introduce así en el submundo editorial, donde los encuentros que irán manteniendo los protagonistas en ese entorno serán la excusa para debatir sobre la manera en que Internet modificó nuestras vidas, produciendo cambios tanto en el modo de relacionarnos como en nuestros hábitos de consumo. De esta manera se discute si se escribe más o menos que antes en la era de los tweets, suerte de haikus posmodernos; sobre si se lee más o menos que antes a partir de los resúmenes en sitios o blogs digitales, sobre si lo que se publica en Internet es literatura o catarsis emocional, sobre si realmente elegimos lo que leemos o nos lo impone el algoritmo en base a nuestros trazos dejados en los sitios por los cuales navegamos y también sobre la democratización que supondría Internet en el acceso a la cultura, en detrimento de la calidad de la escritura e impulsando la decadencia del lugar del autor. Contrasta el tema abordado, la revolución tecnológica de Internet, con la escasa interacción de las personas a través de computadoras o celulares y la extensión de los encuentros en presencia, donde se conversa bastante y se debaten ideas. La reiteración de estas tertulias intelectuales puede producir un cierto tedio en el espectador, que el director intenta equilibrar con momentos de comedia más o menos logrados. El interlocutor que se impone en el tratamiento que Assayas realiza del tema propuesto es el cine de Woody Allen, con sus devaneos intelectuales o psicoanalíticos en el contexto neoyorkino. Esta relación la permite incluso la interrogación acerca de los límites entre la ficción y la autobiografía; entre lo público y lo íntimo que se expresa en el hecho de que Leonard solo puede escribir a partir de sus experiencias románticas concretas, y a pesar de que lo intente no siempre logra “borrar sus huellas” (como él dice), sin que las mujeres de su vida no se reconozcan en los supuestos personajes. Esta temática también la abordó Woody Allen en Los secretos de Harry. Otro tema que aborda la película es aquello que el filosofo Byung Chul Han denominó “La sociedad del cansancio” para referirse al fenómeno generalizado en la época hipermoderna, donde la sobreabundancia de oferta de mercancías y el ilimitado acceso online produce sujetos agotados, porque hasta el ocio mismo devino una mercancía por la que hay que pagar, como lo demuestra por ejemplo el éxito de los libros de mandalas o la música producida especialmente “para relajarse”. La película interpela también el lugar del crítico como formador de tendencias, cuyo papel se vería borrado por las sugerencias del algoritmo. Además, si bien se centra en el mundo editorial, no deja de interrogar las transformaciones en los hábitos de consumo de cine a partir de las plataformas online, presentando a Selena como una actriz aburrida de sus roless de siempre. Aquí las dobles vidas del título hacen referencia a los romances paralelos de Selena y Alain, estancados en un matrimonio rutinario donde ya no circula el deseo, pero a la vez conscientes de que después de veinte años de matrimonio, hay cosas que es preferible dejar implícitas, pero no por conformismo sino a sabiendas de que puede tratarse de una fase a partir de la cual relanzar el deseo, más que romper un lazo que se sostiene en el amor. A la vez, las dobles vidas son aquellas que transitan entre la ficción literaria y la realidad, así como aquella vida que damos a ver mediante imágenes en las redes sociales respecto de la íntima o la vida anónima de los mails y los mensajes en contraposición a aquella que vivimos en presencia de otros. Cada vez que aparece una nueva tecnología, se pregona la muerte de lo anterior. Pasó con la fotografía y la pintura, con la radio y la televisión; y también podríamos estar tentados a predecirlo respecto del cine y las series o películas en streaming, o con el e-book y los libros. Lo cierto es que a medida que avanza el film, Alain cae en la cuenta de que, pese al gran consumo de e-books, a la gente le siguen gustando los libros. La clara intención de Assayas no es demonizar Internet sino problematizar el modo en que nos relacionamos con sus contenidos. El director apuntaría a que podamos reflexionar y realizar un uso de internet menos compulsivo y naturalizado, en pos de que, habilitando la posibilidad de un intervalo de pensamiento, podamos recuperar nuestra dignidad como sujetos. Dobles vidas es una película interesante al proponer la reflexión y el debate sobre el lugar y la función que le damos a internet en nuestras vidas, así como sobre nuestras posibilidades y dificultades a la hora de adaptarnos a los cambios que nos impone. La decisión de Assayas dar cuenta de ello mediante el formato de tertulias bastantes extensas y reiteradas, puede volverse redundante y soporífera para el espectador. La película funciona mejor en su tramo final, cuando logra abandonar el sesgo intelectualizado y apuesta más directamente por la comedia de enredos.
Oliver Assayas reposa en esta oportunidad su reflexión sobre el mundo literario, y a partir de allí comienza a desarrollar con cinismo y humor mordaz universos posibles en éste, la televisión y la cotidianeidad de parejas que tienen muchas cosas para reprocharse. Así construye un atractivo relato que acentúa su lucidez a medida que avanza la historia.
Buena noticia el estreno en Buenos Aires de la ultima película de Assayas, mientras transcurre en Europa el Festival de Cannes. Una película de interiores praisinos, personajes y diálogos que pone atención sobre dos grandes temas: las relaciones de parejas y el ambiente literario. Esta sumatoria le viene dando el tinte de película alleniana. Pero esto no es Nueva York sino París y la Binoche es incomparable. - Publicidad - Juliette hace de una actriz de serie televisiva (producto masivo) casada hace 20 años con un editor literario que ha decidido recurrir al e-book frente a la edición en papel. Precisamente rechaza el último manuscrito de un escritor (bien en el personaje de bohemio perdedor) que tiene una relación con su mujer y que escribe a partir de sus vivencias entre las cuales lógicamente aparece como personaje la esposa (Juliette) del editor. Las relaciones cruzadas, el amor y el abandono, la infidelidad y el aburrimiento de los matrimonios largos, detrás (o delante) de las discusiones sobre la literatura y los modos de acceso del público, y el negocio claro está. Aquí los diálogos tienen subtextos, los otros saben poco de las personas con las que viven y si sospechan, preguntan, pero siempre las respuestas serán más subtextos. Assayas es Assayas y todos esos temas que son más viejos que el agua y podrían caer en la melancolía facilista o en el intelectualismo vacuo, el director de Los destinos sentimentales, Sils Maria, y Personal Shopper los presenta en una bandeja muy delicada que es la del cine más refinado. Atención al final que viene con perlita.
Assayas vuelve a ofrecernos un relato personal y una mirada interesante sobre el mundo de los escritores y su relación con las tecnologías emergentes. Todo esto a través de una comedia que parece simple a primera vista pero que termina siendo sumamente profunda respecto a los mecanismos narrativos que emplea y a su lectura de las relaciones amorosas. Alain (Guillaume Canet) es un exitoso editor parisino que posee una relación casi de amistad con Léonard (Vincent Macaigne), uno de sus autores que lo acompañó a lo largo de toda su carrera. A ambos les cuesta aceptar por completo el mundo digital actual y la creciente tendencia a la literatura en dispositivos móviles. Cuando se reúnen para debatir sobre el nuevo manuscrito de Léonard, Alain debe encontrar una manera elegante de decirle a Léonard que se está quedando atrás, de exponerle sus dudas, mientras que la esposa de Alain, Selena (Juliette Binoche) cree que por fin Léonard ha conseguido realizar su obra maestra. Selena tiene un affair con Léonard y Alain con su asistente de la editorial. Todo parece complicarse tanto en el ámbito profesional como en el afectivo, más si tenemos en cuenta que Léonard se basa en su vida personal para crear sus ficciones. Esta nueva propuesta de Assayas se sustenta en grandes e inteligentes diálogos, enredos amorosos y en personajes que atraviesan una crisis de la mediana edad o bien una resistencia al cambio de paradigma en lo laboral y una disconformidad en los vínculos afectivos. Una propuesta interesante que probablemente no hubiese funcionado en manos de un autor menos experimentado, pero que Assayas saca relucir con elegancia y oficio. A nivel interpretativo se destacan Binoche y Macaigne que demuestran sus aptitudes para llevar adelante una comedia de este estilo. Un film entretenido que llama la atención por su falsa simpleza y cuya fuerza radica en un mordaz entendimiento de las relaciones desgastadas, de las mentiras, y el paso del tiempo en función de las cambios culturales. Por el lado de su factura técnica también hay una especie de sencillez bajo la cual se esconde un tremendo trabajo de composición y movimiento de cámara en el espacio diegético. La fluidez con la que se maneja el director sirve para acentuar las diferentes posiciones de poder en las conversaciones, para darle mayor dinamismo a los temas tratados y para exponer los distintos cambios a nivel narrativo de lo que sucede en las psiquis de los personajes. En síntesis, “Double Vies” comprende un atractivo retorno del director francés a través de una comedia más profunda de lo que aparenta. Un relato disfrutable que se beneficia de tener un elenco de primera línea y un impecable trabajo a nivel técnico.
Alain (Guillaume Canet) es un prestigioso editor que, pese a valorar sus anteriores libros, rechaza la nueva novela de Leonard, un escritor algo errático al que lo une un vinculo de muchos años. El punto de partida de Dobles vidas servirá para ir adentrandose en elgunos secretos, mentiras y miserias de estos dos personajes: Alain tiene un affaire con una joven traductora de su editorial, mientras que Leonard -quien permanentemente juega con la autoficción en su literatura- engaña a su mujer con Selena (Juliette Binoche), esposa de Alain y popular actriz.
Oliver Assayas lleva dirigidas y escritas una treintena de filmes desde los 80 hasta la actualidad. Su filmografía presenta variaciones de estilo dentro de ciertas temáticas reiterativas como la del universo de los vínculos amorosos. Con tamaña trayectoria sorprender al espectador es un desafío que no siempre se cumple. Doubles vies hace honor a esta conflictiva instancia: no sorprende en nada. Los primeros minutos son fluidos, dialogados y con personajes seductores que predicen lo que se viene en el resto del relato que será casi una repetición del mismo juego. Y como tal reiteración, aburre. La trama va de la mano de actores empáticos para el espectador que con trabajos de gran calidad se imponen. Guillaume Canet y Juliette Binoche, entre otros, le otorgan calidez y verosímil a sus caracterizaciones, pero no es suficiente para que la película se destaque o nos hipnotice por eso. Esta vez Assayas retorna a la comedia y se juega a poner en debate a varios personajes enredados por el amor y otras cuestiones como el arribo de la era digital y como cada uno se posiciona frente a ello. Por un lado hay una pareja él es editor y se debate entre el libro en papel y sumergirse en la transmedia que todo lo puede; ella su esposa, es actriz, y se debate entre su trabajo de protagonista en una serie o volver a las tablas, y cerramos el triángulo amoroso con el escritor frustrado que dirime su destino entre las redes sociales y su escritura autoral. Los vínculos amorosos fallidos disponen el terreno para largos diálogos sobre la profesión, el nuevo mundo tecnologizado, el amor que se termina, las mentiras, los secretos, las ansias de triunfar, el deseo inexorable de ser felices a como dé lugar. Ese clima se esparce a lo largo de los 107 minutos, difusos, livianos. El relato discurre gentilmente sin que sea demasiado grave, eventualmente, poder perderle la pista. Por Victoria Leven @LevenVictoria
Pequeña reflexión sobre la era virtual. La película Doubles vies de Olivier Assayas (Paris je t’aime, Personal shopper, etc.) es una «comedia a lo Woody Allen»: como ocurría sobre todo en las primeras producciones del más neoyorquino de los realizadores estadounidenses, los protagonistas –Juliette Binoche, Guillaume Canet, Vincent Macaigne, Nora Hamzawi y Christa Théret-, un grupo de personas que trabajan en el mundo editorial relacionadas personal y profesionalmente, pasan juntos una gran parte del tiempo y casi siempre hablando: hablando sin parar, discutiendo, enviándose mensajes subliminales… Todo perfectamente normal. Cualquiera que tenga amigos parisinos sabe cómo son esas cenas interminables. Doubles vies: Pequeña reflexión sobre la era virtual 3En este caso, Alain (Guillaume Canet) es un editor parisino con muchísimas contradicciones: ama a su mujer Selena (Juliette Binoche, Oscar 1996 por El paciente inglés) pero tiene un lío con su joven asesora de edición digital; odia el último libro de su amigo Léonard (Vincent Macaigne) –quien vive con Valérie (Nora Hamzawi), que trabaja como asesora de un político- pero lo publica, siente pasión por las ediciones antiguas, pero no se separa de su lector de eBooks… A su vez, Selena se siente estancada como actriz en una exitosa serie de televisión pero es incapaz de dejarlo, al igual que su “affaire” con Léonard. Todos los personajes, parisinos y burgueses («bobos narcissiques»), pontifican sobre la forma en que las redes de internet y el mundo virtual están transformando nuestras vidas. Las dos horas de proyección son una única e ininterrumpida reflexión sobre los pros y los contras de esta tercera revolución industrial que ya se ha adueñado de todos nosotros. Al tiempo que sus relaciones se complican nos vamos enterando, poco a poco, de sus «dobles vidas» mientras escuchamos banalidades como «las nuevas generaciones han crecido con los ordenadores» o «los tuits son los haikus de hoy en día» , lo que convierte a esta comedia sentimental en la caricatura de un universo de «modernos», a partir de los cuales podemos plantear cualquier materia que se preste a la reflexión porque la llegada de internet ha cambiado sus coordenadas (muy tangencialmente, uno de los personajes apunta la pérdida de puestos de trabajo que supone, pero nadie se para a hablar sobre ello). A partir de un proyecto sobre un editor, acariciado durante mucho tiempo por el realizador Assayas, Doubles vies se fue construyendo como «una películas de ideas –dijo a la Agencia France-Presse cuando se presentó en el Festival de Cannes- que evoca el tipo de diálogos, discursos, dudas, y cuestionamientos que podemos hacernos en torno a la evolución del mundo contemporáneo». Assayas, que en su anterior película –Personal shopper– había tratado la soledad contemporánea en un mundo en los que SMS y los wasaps invaden nuestra vida, y se han convertido sin quererlo en la forma preferida de comunicación de mucha gente, sigue por el camino emprendido en busca de respuestas a los cambios que plantean las modernas comunicaciones, que afectan a toda nuestra manera de vivir y de mirar el mundo. Doubles vies plantea un tema sin duda interesante pero el excesivo individualismo de los personajes le resta lo que pudiera tener de emoción. Es también el vodevil satírico de ese pequeño mundo «arrogante, egoísta, cínico y falsamente intelectual», que se mira el ombligo en la época de los e-books, los blogs y los tuits y que a través de sus historias de amor denuncian el elitismo que frecuentemente practican esos «artistas» famosos que desconocen absolutamente en qué consiste el mundo que les rodea.
Secretos y mentiras Con un planteo inicial atractivo sobre nuevas tecnologías y consumo, Doubles vies (Doubles vies, 2018), de Olivier Assayas, gira hacia los secretos y mentiras que esconden un grupo de personajes de clase media alta vinculados al mundo cultural parisino. Alain (Guillaume Canet) es un editor de libros parisino que intenta adaptarse al nuevo mundo dominado por la tecnología, al igual que todos los que le rodean. Su mujer, Selena (Juliette Binoche), es una actriz estancada en una popular serie de televisión que ya no le resulta gratificante, mientras que su amigo Léonard (Vincent Macaigne) es un escritor de poco éxito que se ve forzado a discutir sobre las polémicas que sus novelas autobiográficas han desatado en las redes sociales. Tan atractivos como irritantes, los personajes de Doubles vies se centran exclusivamente en ellos mismos, mientras discuten acerca del número de lectores, la inminente transición digital y la cada vez menor relevancia de los críticos a la hora de influenciar los gustos del público. Los protagonistas discuten, entablan relaciones extramatrimoniales y hablan. Hablan todo el tiempo durante los casi 120 minutos de metraje, dejando una amplia selección de frases memorables y la cabeza del espectador al borde del estallido. A pesar de que Doubles vies se muestra segura a la hora de marcar cómo está cambiando el mundo -no necesariamente para mejor-, y presenta debates sobre el nuevo panorama mediático y tecnológico, la trama tiene un aire anacrónico, muy característico de cierto cine francés, centrándose en gente de mediana edad, de la misma etnia y clase social, que tras pasar una noche de sexo y alcohol se ponen a discutir sobre Ingmar Bergman, Woody Allen, Julia Roberts, Catherine Deneuve y hasta de la misma Juliette Binoche.
El nuevo film del director francés Olivier Assayas nos introduce en el mundo literario, los avances de la era digital y problemáticas en las relaciones de pareja. Alain Danielson (Guillaume Canet) es un exitoso editor al que le cuesta, a pesar de haber publicado sus últimos libros, darle luz verde a la última novela de Leonard Spiegel (Vincent Macaigne). Además de la mala noticia de no querer publicar su libro, la conversación gira sobre los e-books, audiolibros, etc. y los avances de Internet originando un intercambio de palabras sobre cúan útil es la tecnología para éste campo y si la gente los sigue prefiriendo o no, en papel. Lo que Alain no sabe es que Leonard, (casado también con Valérie (Nora Hamzawi), una mujer que trabaja en política pero lo ama en forma incondicional), es el amante, hace alguños años de la mujer de Alain, la famosa actriz Selena (Juliette Binoche) ya cansada de su profesión. A su vez Alain contrata a una bella y talentosa joven,experta en transición digital, Laure d'Angerville (Christa Téret) con quien también comienza un romance. Planteados los romances cruzados, de ahora en adelante, la película divierte un poco por la situación de los engaños, mientras son analizados los temas relacionados con la literatura, la falta de deseo después de muchos años, el replanteo de la familia, y nuevamente los choques con la tecnología, un integrante más de nuestra vida actual. Muy buen elenco (siempre nos hipnotiza Binoche) para una película inteligente, en el burgués ambiente parisino, que nos permite el debate a la salida, aunque a algunos puede resultarles aburrida tiene una gran trasfondo y muchos temas para analizar.---> https://www.youtube.com/watch?v=osqw349H9zE TITULO ALTERNATIVO: Dobles vidas DIRECCIÓN: Olivier Assayas. ACTORES: Juliette Binoche, Guillaume Canet, Vincent Macaigne. ACTORES SECUNDARIOS: Christa Theret. GUION: Olivier Assayas. FOTOGRAFIA: Yorick Le Saux. GENERO: Drama , Comedia . ORIGEN: Francia. DURACION: 107 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años DISTRIBUIDORA: CDI Films FORMATOS: 2D. ESTRENO: 23 de Mayo de 2019
Se requiere de mucho talento y oficio para hacer una comedia con apariencia liviana pero que en realidad no lo es. Tal vez la seguridad de quien no tiene nada que demostrar ayuda a no temerle al humor y a huir de la pretensión de la manera en la que lo hace el director de Irma Vep, Los destinos sentimentales, Clean, Las horas del verano y Personal Shopper en su nuevo film. Doubles vies es una película sofisticada en su contenido pero sencilla en su forma de plantearlo. Tiene enredos amorosos y gente linda en escenarios elegantes, pero también largas discusiones sobre los cambios que la tecnología trajo al mundo editorial y el futuro de los libros. Los diálogos son inteligentes y divertidos, ya sea que se traten sobre estas cuestiones más teóricas o los problemas personales de los protagonistas. La pareja de Juliette Binoche, que interpreta a una actriz que está trabajando en una serie policial, y Guillaume Canet, su marido editor, es indudablemente atractiva de ver pero, además, Assayas les da mucha tela para cortar en cuanto a lo que sucede con su matrimonio y las relaciones paralelas que mantienen. Vincent Macaigne se destaca como un comediante eficaz a cargo de un papel que le queda perfecto: el de un escritor abocado a tener romances y contar demasiado sobre su propia vida en sus libros.
Dirigida y escrita por Oliver Assayas esta comedia paródica es una inteligente discurso de nuestra vida contemporánea, con actores llenos de gracia como Juliette Binoche, Vincent Macaigne, Guillaume Canet y Nora Hamzawi, como protagonistas. Ambientada en el mundo editorial parisino, es una comedia que se interroga sobre el arte, la inclusión de las redes sociales como estrategia para salvar o no al libro, la digitalización de nuestro mundo y su reconfiguración en algoritmos, mas una crisis de mediana edad que afecta a todos, con cruces adúlteros y mucho chisporroteo verbal. Una inteligente mirada sobre la cultura, el valor de los libros, de los intelectuales, sometidos a las reglas económicas de la globalización. Entre el editor, culto pero pragmático, infiel y seductor, su mujer una actriz cansada de las series que protagoniza, intelectual, lectora empedernida del formato libro, el autor un enemigo acérrimo de blogs y los E-books, tuiteros e influencers, mas su esposa asesora de un político, pasan las discusiones y las acciones. Las infidelidades y los engaños. El humor y la inteligencia. Pero también la ternura y cierta solapada desesperación por el paso del tiempo. Conversaciones densas y vertiginosas, opiniones contradictorias y filosas observaciones. Pero esos seres inteligentes son sorprendidos en una intimidad de contradicciones, infantilismos, divismos y mezquindades. Divertida e inteligente.
Una ficción narrada como autoparodia Comedia dramática matrimonial y burguesa, o falso thriller, o comedia sin chistes, todo vale como ejercicio del director francés. A esta altura de la carrera de Olivier Assayas, una obra que incluye títulos como Irma Vep, Los destinos sentimentales o la subvalorada Carlos, podría pensarse que una película como Doubles vies resulta “menor”, en el sentido de escasamente relevante. Es posible argumentar esa idea y proponer que esta comedia dramática matrimonial y burguesa, radicada en ambientes cultos y literarios, con sus juegos de ficciones, realidades y “auto ficciones” (no casualmente el título internacional es Non-Fiction), es un divertimento algo superficial. El problema con esa aseveración, como parece indicarlo la gracia misma del film, es doble. Por un lado, porque deja de lado las aristas más lúdicas, usualmente ligadas a los juegos narrativos y formales, de una buena parte de la filmografía del ex crítico y realizador francés, de Demonlover a la reciente Personal Shopper. Por el otro, porque cierra los ojos ante una evidencia: la autoconsciencia reflexiva, la historia que se narra a sí misma como autoparodia. Entre otras cosas, Doubles vies es un falso thriller, un engañoso acercamiento al género abortado por la escasez de raíces, principal impedimento para que ese universo fácilmente reconocible termine de desarrollarse (en Boarding Gate el resultado era equiparable, pero siguiendo el camino opuesto: la saturación de lugares y situaciones comunes). El cuarteto de personajes centrales está integrado por dos parejas. Alain (Guillaume Canet), el editor de una prestigiosa editorial literaria, indeciso a la hora de cruzar definitivamente la frontera del papel y la encuadernación tradicional y lanzarse hacia el mundo digital, y su esposa Selena (Juliette Binoche), una actriz que en los últimos tiempos ha conocido algo parecido a la fama, gracias a su participación en una serie televisiva policíaca. Por el otro, Léonard (Vincent Macaigne), escritor de moderado éxito que no logra escapar de las trampas de la novela semiautobiográfica, y su novia Valérie (Nora Hamzawi), la asistente de un político de izquierda en pleno ascenso. La historia no se desarrolla sobre la superficie de ese cuadrilátero. Más bien, las líneas que le dan forma se cruzan –a veces casual y tangencialmente; en otras ocasiones, de manera muy íntima– y se solapan, admitiendo asimismo el ingreso de otras siluetas secundarias, que adquieren una relativa influencia en las acciones de los personajes principales. Es así que la descripción de la dinámica de las dos parejas, muy diferentes entre sí, corre en paralelo a una enorme cantidad de conversaciones –profundas algunas, otras triviales– sobre las formas contemporáneas de la trasmisión de noticias y conocimientos, la escritura y las formas de crear textos, el acceso analógico y digital a la literatura o la obsesión actual (exacerbada por la virtualidad de las redes sociales) de elevar los sentimientos y los actos de fe ideológicos por encima de la reflexión y el análisis de hechos concretos. En un simposio sobre libros digitales, Alain los describe al pasar como “libros desmaterializados”, toda una definición filosófica de la palabra escrita sin soporte físico. En el fondo, Double vies no es otra cosa que una comedia costumbrista a la cual se le han eliminado todo el humor directo y explícito y los rastros del vodevil, entendido como retrato cómico de tipos y situaciones. A la angustia de los personajes, evidenciada en parte por el exceso verbal que parece consumir sus vidas cotidianas, la película comienza a administrarle ligeras dosis de humanidad, una frescura que, lentamente, comienza a envolverlos de diversas maneras. Hacia el final del viaje, resulta claro que Assayas logró nuevamente transportar al espectador a otro de sus cuentos mentirosamente simples y directos, en un film que se permite coquetear con el absurdo en una escena y desnudar miedos y fragilidades humanas en el siguiente. O incluso hacer un chiste sobre felaciones públicas en referencia oblicua a La cinta blanca, nada más y nada menos que la quintaesencia del cine europeo circunspecto e importante.
El tedio por encima de todo. Esta comedia dirigida por el francés Olivier Assayas, ambientada en el mundo intelectual parisino, aborda como tema central la influencia, en los tiempos que corren, de la tecnología en la cultura, más específicamente en la edición literaria y en nuestras relaciones personales. Alain (Guillaume Canet) es el director de una editorial y Leonard (Vincent Macaigne), un escritor cuyos libros publicó la editorial de Alain. En esta oportunidad, Alain le comunica a Leonard que no va a publicar el manuscrito de su última novela. En tanto, Selena (Juliette Binoche), esposa de Alain —que es actriz— está viviendo una aventura con Leonard e intenta convencer a su marido de que la publique. Alain se plantea incursionar en la edición digital, para lo cual contrata a Laure (Christa Théret), con quien mantendrá un romance. Assayas estructura la película como una sucesión interminable de encuentros entre sus personajes, quienes se sientan alrededor de una mesa para reflexionar y debatir sobre los hábitos de consumo culturales en la era tecnológica actual. Así, asistimos a extensas y tediosas tertulias que terminan abrumando o directamente asfixiando al espectador. Los personajes, profesionales de éxito en el campo de la cultura que están en la mediana edad, hablan de sus libros, de series, de películas y del impacto que tienen en ellos las redes sociales, los e-books, los audiolibros, los smartphones. Otro tópico que se trata en el film es el de la relación entre lo público y lo privado, entre la realidad y la ficción, a partir de las novelas que escribe Leonard en las cuales se dedica a ventilar las historias de sus romances. De esta manera, en Doubles vies todo se reduce a hablar, hablar y hablar sin cesar. Los diálogos no aportan nada nuevo en materia del fenómeno digital. Son conversaciones inverosímiles, artificiales, bastante obvias, con contenidos perimidos, más tratándose de supuestos intelectuales. El guion, del propio Assayas, parece improvisado, ya que le falta profundidad, elaboración. En algunos tramos, se busca compensar esos segmentos soporíferos con pasos de comedia que no acaban siendo del todo eficaces. Así, la película comete el peor de los pecados que se puede cometer en el cine: ser extremadamente aburrida. Al filme sólo lo salva un reparto parejo, compacto, que trata de hacer lo que puede con un material que se pretende trascendente pero no lo es en absoluto. Una decepción total teniendo en cuenta los pergaminos del director y los grandes actores involucrados.
La nueva película de Olivier Assayas es un retrato sobre el estado actual del mundo editorial y, al mismo tiempo, sobre las relaciones sentimentales de un grupo de adultos en Francia. El trabajo más reciente del director y guionista Olivier Assayas es una película bastante distinta a lo que había hecho en los últimos años, al menos a primera vista. Después de los dramas con aires inquietantes de El otro lado del éxito y Personal Shopper, incluso tras la película que escribió dirigida por Polanski, Basado en hechos reales, Doubles vies viene a traer un poco de aire fresco a su filmografía después de tanto intentar profundizar en las identidades personales. La historia es simple. Las historias, mejor dicho. Son dos parejas del mundo intelectual y las relaciones que se van entretejiendo entre ellos o con otra gente. Por un lado, Assayas retrata las vidas de estas parejas, sus vueltas, sus infidelidades, las relaciones emocionales y los enredos de estos personajes que superan ya la barrera de los cuarenta; y por el otro, expone un retrato del actual mundo literario y eso le sirve como excusa para que sus personajes cuestionen y reflexionen sobre la situación actual. ¿Se lee más, se lee menos? ¿Cualquiera es escritor? ¿Para vender libros hay que transformarlos en ebooks? ¿O peor, en audiobooks? Un escritor que sólo puede escribir desde sus propias experiencias amorosas aunque no lo reconozca demasiado, un editor que necesita sobrevivir en el mundo editorial y por lo tanto prestarse a las reglas de un juego que va cambiando, una actriz que no puede despegarse del papel que interpreta en una serie televisiva y una mujer que trabaja en relaciones públicas junto a un político, son los personajes burgueses que van y vienen durante toda la película. Si bien entre estas parejas habrá varios enredos amorosos, los diálogos grupales no suelen ir por ese lado. El film está compuesto de largas escenas dialogadas. En ese sentido, se siente un poco teatral. Es un Assayas que aunque retrate a un grupo de intelectuales lo hace sin tomarse tan en serio, tal como acostumbraba. Y los actores (con un elenco compuesto por Guillaume Canet, Juliette Binoche y Vincent Macaigne) se prestan a ese juego sin nunca mostrarse forzados, siempre convincentes aun tras los extensos e irónicos diálogos que pasan de la frivolidad a lo intelectual.
“Dobles vidas”, de Olivier Assayas Por Marcela Barbaro El gran cineasta francés, Olivier Assayas, presenta Dobles vidas, una película en la que vuelve a reflexionar sobre el tiempo, un tema muy abordado a lo largo de su filmografía. En ésta oportunidad, la mirada se orienta al acontecer de un tiempo en constante cambio y transformación, a partir del advenimiento de la era digital. Esa adaptación a las nuevas formas de consumo y comunicación alteran nuestra percepción y relación con los objetos y los vínculos afectivos. Que mejor forma de transmitir los problemas de la digitalización, a través de su relación con la palabra escrita. Alain (Guillaume Canet) es un exitoso editor parisino, que hace años publica los libros de su amigo y escritor, Léonard Spiegel (Vincent Macaigne). Ambos comparten cierta resistencia ante las nuevas reglas del mercado literario y a las demandas de comercialización. Una dificultad propia de la generación de mediana edad, que la debaten en varias cenas con amigos, con quienes intercambian ideas en torno al mundillo literario. Entre ellos, está Selene (Juliete binoche), la mujer de Alain, una actriz disconforme y cansada de actuar en la serie policial en la que trabaja. Pero los cambios actuales, también se reflejan en sus relaciones sentimentales, y en el rechazo de Alain ante el nuevo manuscrito de Léonard, al considerarlo “reiterativo y autoficcionado”. Assayas reúne a un gran elenco de actores que ponen en juego una película coral y dinámica, donde la puesta en escena está en función de la palabra, algo que lleva a transformarse en una experiencia audible. No hay plano ni escena donde habite el silencio, todos hablan con la premura de un tiempo que exige estar a su altura, aunque se muestren incómodos. Más bien, hay una competencia de tertulias intelectuales y verborrágicas de parte de sus protagonistas, que recuerda a una de sus películas, Finales de agosto, principios de septiembre (1998). En ambas, el realizador opta por el formato de comedia ligera y espontánea, que remite al mejor estilo de Woody Allen. Los personajes no sólo enfrentan los desafíos contemporáneos, sino también una crisis de pareja, asociada a los nuevos paradigmas en relación al amor y el sexo. Alian y Selene están casados hace veinte años, tienen un hijo y se abren a nuevas experiencias. Leónard está en pareja con una joven, con la que no parece del todo comprometido, mientras mantiene una aventura con otra. En ambos casos, los que se pone en juego, paradójicamente, es la incomunicación de lo que verdaderamente sienten en relación al otro. Algo que se oculta a pesar de los excesivos diálogos, pero que se percibe en los comportamientos. Ellos duplican sus vidas y, de alguna manera, ficcionalizan su realidad con una naturalidad insospechada, que se vuelve tan creíble como frágil. Si en Viaje a Sils María (2014) Assayas reflexiona sobre la complejidad del paso del tiempo, y en Personal Shopper (2016) se acerca más al uso de la tecnología inserta en lo cotidiano, ahora en Doble vidas retoma la vorágine de los cambios tecnológicos que modifican patrones culturales de consumo y crea nuevos hábitos en el mercado. En esa transición, van surgiendo temas y preguntas sobre las diferencias entre las viejas costumbres como el libro en papel vs. e-book; o si hay menos lectores y más de los que prefieren leer en tablets; o si ahora se escribe más debido a los nuevos medios y soportes: el iphone, los blogs, twitter, Facebook, etc. “Desde siempre nuestro mundo está en constante cambio, dice el realizador. El gran desafío es filtrar, saber qué es lo más importante de todo lo que cambia y qué necesita nuestra adaptación o no. Al fin y al cabo, de eso va la política y el mundo de la opinión”. Sin embargo, Dobles Vidas no está a la altura del resto de sus trabajos anteriores, más allá de las buenas interpretaciones y el humor que la sostiene. La propuesta se acerca más bien a un ensayo, excesivamente hablado, sobre los conflictos contemporáneos que atraviesa la generación X en su intento de aggionarse a la sociedad 3. DOBLES VIDAS Doubles vies, Francia, 2018. Dirección: Olivier Assayas Guion: Olivier Assayas Reparto: Juliette Binoche, Guillaume Canet, Olivia Ross, Christa Theret, Antoine Reinartz, Pascal Greggory, Violaine Gillibert, Vincent Macaigne, Nora Hamzawi. Producción: CG Cinéma / Vortex Sutra / Arte France Cinéma Fotografía: Yorick Le Saux. Duración: 107 minutos
Un editor engaña con una rubia a su esposa, quien a su vez lo engaña con un escritor cuya esposa, en fin, no vamos a entrar en detalles porque se pierde la gracia. Esta es, en cierta medida, una comedia de amores y amoríos. Y es, en mayor medida, una comedia de reflexiones sobre la pérdida de otros amores: la vieja industria editorial, la llamada Cultura con mayúsculas, los lectores de antes, los críticos eruditos e influyentes, vale decir, todo eso que hoy está siendo avasallado por las ediciones digitales, las redes sociales, la superficvvialidad general y la impunidad de los “like”. Nuestros personajes, todos de mediana edad, no se hunden en la nostalgia, tratan de amoldarse a los nuevos tiempos y mantienen firmes sus amados hábitos. Les gusta charlar en lugares bonitos, deslizar frases agudas sobre asuntos diversos, estar al tanto de las novedades, vestir bien, comer y beber bien, y nunca confesar lo inconveniente. Ellos practican la diplomacia, la discreción, el doble sentido y la falsedad, no sólo en cuestiones íntimas, sino también en los negocios, la vida social y la política. Y esto, de alguna forma, les hace mantener la convivencia. Simpáticos y/o deplorables, según se los mire, así los pinta Olivier Assayas, buen observador y prolífico realizador. Entre los intérpretes figura Juliette Binoche, a quien, en una escena que causa la risa del público, alguien le pregunta por... Juliette Binoche. Eso, Mirtha lo vivió antes, en “Mi novia es un fantasma”, 1944, cuando Pepe Iglesias le presenta varios artistas de cine, ella misma pregunta “¿Y Mirtha Legrand?”, y el otro le responde “No pudo venir porque está filmando esta película”.
Llegó metadona francesa para aquellos que están sufriendo síndrome de abstinencia por la falta de su dosis anual de Woody Allen. Si bien Olivier Assayas declaró que su inspiración fue Éric Rohmer (más precisamente El árbol, el alcalde y la mediateca), lo cierto es que Doubles viestambién nos transporta al mundillo de las películas del neoyorquino. Es decir, un ecosistema pequeñoburgués, poblado por personajes instruidos e inteligentes, que habitan hermosos pisos y casas de campo, en el que la palabra tiene una centralidad absoluta: las conversaciones son la acción. Más que conflictos aquí hay situaciones, planteadas en una sucesión de cuadros dialógicos. Se trata de dos parejas: la formada por un editor literario y una actriz (una Juliette Binoche que cada día brilla más), y la de un escritor (el gran comediante Vincent Macaigne, que podría formar parte de la galería de alter ego de Allen) y la asesora de un político. Sus andanzas charladas se producen en almuerzos, cenas, reuniones de amigos o incluso conferencias y, tal como deseó Assayas, están imbuidas del espíritu de Rohmer en cuanto a su encanto y simpatía. Y su aparente liviandad. Porque son diálogos agudos, veloces, que exigen un alto grado de concentración y atención. La mayor parte gira alrededor de cómo las nuevas tecnologías afectan al consumo cultural y a las generaciones nacidas en las décadas del ‘60 o ’70, obligadas a adaptarse a la revolución digital para conservar sus posibilidades laborales. Literatura, mercado editorial, periodismo, cine, televisión, política son los tópicos que tocan estos personajes zumbones, a los que tal vez podría acusarse de ser meros instrumentos diseñados para reproducir, cual cabezas parlantes, las ideas de Assayas. Pero el director consigue darles vida y sentimientos propios. A esto contribuyen los romances cruzados. Y aquí está una de las tesis no verbalizadas de la película: así como la tecnología modificará el universo productivo, son tiempos en que se empiezan a sacudir otros contratos sociales, como la monogamia. En el mundo que propone Assayas, la infidelidad no es una falta grave sino uno de los bastones posibles para sostener la longevidad de una pareja.
Cineasta prolífico y versátil, el francés Olivier Assayas deja claro con esta película de apariencia ligera que sabe perfectamente cómo construir una comedia sagaz, entretenida y sugestiva. La protagoniza un grupo de personajes bien definido: intelectuales, progresistas, enrollados en asuntos existenciales y entregados por completo al cada vez más inusual arte de la conversación. Los tópicos que abordan son precisos: reflexiones sobre la autoficción literaria y la muy actual pugna entre lo analógico y lo digital en la golpeada industria editorial ("Google está secuestrando nuestra memoria literaria", se dice en algún momento, con tono de evidente resignación). Ese desdoblamiento relacionado con los cambios tecnológicos funciona también como espejo de otro de anclaje más sentimental, el de la vida amorosa de gente de mediana edad que pendula entre la fidelidad y el adulterio. Se lucen especialmente Vincent Macaigne, un comediante excepcional, y Juliette Binoche, tan luminosa como aplomada en su papel. El moño de este refinado regalo cinematográfico lo pone nada menos que Jonathan Richman, con "Here Comes the Martian Martians", otra elección inteligente de un film incisivo y encantador rodado oportunamente en un granulado Súper 16 mm, guiño que sintoniza con su espíritu cargado de nostalgia por los modales de una época que, como es notorio e inevitable, empiezan a difuminarse.
Doubles Vies: Todos somos libros abiertos. En esta era híper digitalizada, Olivier Assayas compone una película que se parece más a un libro de tapa dura con ese rico aroma característico. Una comedia clásica de enredos que critica el paradigma digital. El director francés realiza Doubles vies (2018), una comedia bien a la francesa, aburguesada, con muchas copas de vino y charlas de alto contenido nostálgico, criticando el lugar de la industria de libros en la era digital. En forma de una historia entre un escritor y su editor nace la invitación a reflexionar sobre las relaciones, la fidelidad, la felicidad y el reinventarse. La película se apoya en inteligentes diálogos de personajes que atraviesan una resistencia al cambio de paradigmas generacionales y algunas diferencias en cuanto a los vínculos afectivos. Alain (Guillaume Canet) es un exitoso editor que está atravesando el cambio que supone la nueva era de los libros electrónicos. Por ello es que ha rechazado publicar el nuevo trabajo de Léonard (Vincent Macaigne), su amigo y escritor desde hace años, quien no acepta la nueva tendencia. Además, subyace otro motivo el cual radica en que Léonard escribe autoficción sobre sus romances y Alain piensa que al público esta temática no le interesa. Alain, en base al auge de los e-books, contrata a la hermosa y joven Laure (Christa Théret) con quien también comienza una aventura amorosa, para llevar a cabo la transición de sus contenidos a formato digital. Por otro lado, Selena (Juliette Binoche), es la esposa de Alain, una actriz famosa por una serie policial de TV que la tiene en boga pero de la que ya está cansada. Ella mantiene un affair con Léonard, hecho que inspira al escritor para su novela. Selena cree, al contrario de su marido, que Léonard ha conseguido realizar su obra maestra. El título de la película refiere a los romances extramatrimoniales que mantienen Selena y Alain, quienes se ven estáticos en una relación sin deseo pero con mucho amor, aun sin querer romper ese lazo tan fuerte que los une. Asimismo, también da cuenta de la doble vida que se muestra en la ficción literaria o redes sociales, respecto de la realidad misma. Cada vez que aparece una nueva tecnología, se piensa en la muerte de lo anterior. Pasó con todas los tipos de avances y sobre todo en el ámbito cultural, como por ejemplo, con la radio y la televisión. En la película, Alain se da cuenta de que, pese al crecimiento exponencial de consumo de e-books, a la gente le siguen gustando los libros de papel. Cree que tienen “je ne sais quoi”(un «no se qué»). Assayas se ha interesado en medir al mundo en plena transformación digital. Así, las escenas expresan el debate sobre un incierto futuro, la ética delimitada por la comodidad del día a día desde un lenguaje que se contradice en un sector tan permeable al cambio como el editorial. Se intenta entender si los libros sobrevivirán a la llegada de los e-books, aunque ésta parezca sólo la excusa para que se entrelace la comedia adúltera, bien francesa, con el drama reflexivo. La película se presenta como “Una comedia a lo Woody Allen pero con mucho más vino”. Y es muy real esa afirmación. Todo parece haber sido narrado por el gran cineasta neoyorkino. Sin embargo, Doubles Vies logra tener su propia personalidad. Como Woody Allen hace habitualmente, Olivier Assayas muestra a unas parejas de mediana edad discutiendo entre cenas gourmet y copas de vino, adulterios cruzados, e inevitables invitaciones a la reflexión, como ¿los e-books se comerán a los libros de papel? ¿Cómo se consume ahora la cultura? En Los secretos de Harry (Deconstructing Harry, 1997), Allen aborda el tema de las mujeres identificadas en sus personajes, las profundas charlas intelectuales, los límites entre la realidad y la ficción, marcado aquí por Léonard y su escritura autoficcionada. En tono de comedia, Assayas aliviana temas realmente importantes, al igual que Allen, como filosofía, amor, sexo, política o el paso del tiempo. A Assayas siempre le han interesado los cambios provocadas por los nuevos paradigmas. Su obra se manifiesta por la conciencia de pensar la cultura actual con un futuro incierto. Dobles vidas encuentra su momento más álgido en el concreto debate en cuanto al cambio de paradigma cultural con los irónicos planteos de los protagonistas. El director filma y escribe muy bien, logrando que la película mire hacia el futuro, quejándose de los cambios, en un formato de comedia clásica. Todo buen cineasta trabaja sobre lo que le preocupa: en este último trabajo, enfrenta la divergencia entre lo analógico y lo digital utilizando el contexto literario, también de qué es lo que se lee y porqué se lee menos que antes. Assayas trae una película por de más interesante. Al principio, parece una reflexión sobre el mundo digital, sobre el cambio de paradigmas en cuanto a la cultura. Este comienzo da lugar a una conversación entre los protagonistas inmersos en esos cambios. El cineasta plasma todo esto en una comedia de enredos, en la que sus personajes hablan mucho, como siempre se observa cuando se muestra la sociedad media alta parisina. Critica la banalidad de sus protagonistas, con conversaciones intelectuales que no son otra cosa que la dialéctica de sus propias acciones. En síntesis, Double Vies es una comedia más profunda de lo que aparenta. Un relato con un elenco de primérisima línea y un guion impecable. Propone la reflexión y el debate sobre la función que tiene Internet en nuestras vidas, así como las dificultades a la hora de adaptarnos a los cambios. Dobles vidas es una excelente película, digna de verla para entretenerse y para reflexionar sobre temas que a todos nos atañan. Con Guillaume Canet, Juliette Binoche y Vincent Macaigne como ese particular triángulo, era casi imposible que algo saliera mal. Esta película no hubiese funcionando igual con un director menos experimentado. Es entretenida desde su simpleza disfrazada que en realidad muestra tópicos fuertes como el paso del tiempo, la dificultad de aggionarse, el desgaste de los vínculos, entre otros. Sin duda alguna, la película y sus reflexiones prevalecen en la memoria del espectador.
DIVERTIDA INTELECTUALIDAD El francés Olivier Assayas debe ser uno de los directores más cinéfilos del presente. En sus películas el cine puede ser sustancia o puede ser materia, y en Doubles vies hay más de lo primero que de lo segundo: en los diálogos, en el montaje, en la forma en que los personajes y sus vínculos se van construyendo ante nuestros ojos hay una evidente intervención de lo cinematográfico, de ese verosímil que se parece y no se parece a lo real. Lo curioso en el caso de esta película es que lo cinéfilo se presenta con gracia y lejos del estudio y la reflexión pedante. Doubles vies es una comedia, y es una tan fluida, tan chispeante, tan escurridiza y divertida, que pareciera que en su vida Assayas sólo ha hecho comedias. Así de perfecto es el mecanismo que moviliza esta historia de amores cruzados e intelectuales que discuten sobre los nuevos hábitos de consumo cultural. Los protagonistas son un exitoso editor parisino, uno de sus autores de toda la vida y sus parejas. Doubles vies es una película sobre la palabra como elemento que dirige la puesta en escena: 108 minutos de diálogos y más diálogos que fascinan y organizan cada plano. Pero también sobre la palabra como personaje y objeto de análisis, especialmente la palabra escrita, fuente indispensable de una industria editorial que comienza a hacerse demasiadas preguntas. Sobre redes sociales, papel impreso, digitalizaciones y demás bellezas que son puestas en crisis en este presente trata la nueva película de Assayas. Por temas, afinidades intelectuales, estructura y forma hay en este film una suerte de homenaje implícito al cine de Woody Allen. Llamativamente en Doubles vies no hay casi personajes jóvenes porque a Assayas lo vuelve a obsesionar un asunto, el tiempo. Y el paso del mismo es lo que pone en crisis a sus personajes, que parecen estar corriendo sobre parejas, vínculos y trabajos insatisfactorios. Assayas nunca pierde el humor y el cuarteto que integran Guillaume Canet, Juliette Binoche, Vincent Macaigne y Nora Hamzawi está perfecto. Hay un chiste que relaciona Star Wars, La cinta blanca y sexo oral que es seguramente lo más gracioso escucharán este año en una sala de estreno.
Assayas, uno de los grandes nombres del cine francés de las últimas décadas, usa el relato como metáfora. Las vueltas y revueltas de la creación artística y, sobre todo, de la apreciación estética, constituyen el tema sobre el que se construye esta comedia con un escritor, un editor y una esposa que discuten una obra. Por supuesto que Assayas, uno de los grandes nombres del cine francés de las últimas décadas, usa el relato como metáfora o, al menos como la condición de posibilidad para ciertas preguntas que cualquier artista hoy, en épocas tan lábiles, debe hacerse: el “para qué” de una obra.
Al director Olivier Assayas le gusta reunir a personas para que intercambien puntos de vista sobre un determinado tema. En El otro lado del éxito (Clouds of Sils Maria – 2014) la problemática giraba en torno a la representación teatral y a la madurez de una actriz. En su nueva realización la prioridad es la palabra, los diálogos se suceden de a dos o en grupos, reunidos en torno a una mesa de café, en un restaurante o en el living durante una reunión de amigos. Las disquisiciones sobre los pros y los contra de los libros impresos versus los e-book, las librerías físicas y las virtuales, los audio books, la literatura infantil, los gustos y las tendencias son el eje de reflexión de las conversaciones. Selena (Juliette Binoche), una actriz cansada de repetir su personaje en una serie que va por su cuarta temporada, está casada con Alain (Guillaume Canet), un editor que contrata a una consultora digital (Christa Théret) para analizar el futuro del negocio de los libros. Léonard (Vincent Macaigne), un escritor que basa sus novelas en sus múltiples experiencias amorosas, vive en pareja con Valérie (Nora Hamzawi) asesora de un político. Las dobles vidas del título se refieren a los cruces infieles de los protagonistas. Alain engaña a Selena con la nueva consultora mientras que Selena tiene un romance con Léonard. Ambos sospechan de sus respectivas aventuras, pero en los tiempos que corren la flexibilidad es una norma de la convivencia moderna, por lo tanto lo consienten tácitamente. Las acciones fluyen naturalmente, las discusiones no llegan a un punto concluyente, las rupturas amorosas se tratan con tal liviandad y ligereza como el tema del aborto en la reciente Noemí Gold (Dan Rubestein – 2019), presentada en la Competencia Internacional del último BAFICI. Ni una lágrima, apenas un rostro compungido para que la vida siga su curso sin sobresaltos, por eso no extraña que el film no alcance un pico emocional, se mantiene en un ambiente calmo donde los problemas se toman con mucha filosofía. Nadie sale herido, todo se evanesce como las palabras de un libro físico que terminan en las imágenes de un e-book. En el guión más hablado de Assayas, la hipocresía no podía estar ausente en las falsas muestras de cariño, en la reunión final donde se reúnen los personajes a sabiendas de sus respectivas infidelidades y en esa dubitativa afirmación de felicidad de Leónard ante la noticia de su futura paternidad. Inquietudes que se desarrollan, algún toque de humor irónico como el guiño autorreferencial de Juliet Binoche, una salida al aire libre sobre el final que da un cierto respiro sobre tanta dialéctica entre cuatro paredes, son el marco para este entretenido film que abreva en la cinematografía de Eric Rohmer y Woody Allen.
Tal vez Doubles vies no sea otra cosa que un drama reposado sobre sujetos nacidos en tiempos de la era del papel acomodándose a la nueva era de los dígitos. Assayas reúne algunas preocupaciones reconocibles; la más destacada se enuncia intermitentemente: en la era digital la propiedad está en jaque. En efecto, al editor y el autor les preocupan los derechos de autor, aunque la publicación gratuita en blogs y páginas digitales resultan involuntariamente en un suplemento de ese negocio pago. Ambos, además, reconocen las presuntas bondades del libro digital, y por otro lado un jubilado reclama que es la única forma de poder comprar libros. En un debate no desprovisto de violencia, dos asistentes a una conferencia que ofrece el escritor le cuestionan el uso de las vidas ajenas como material literario de sus novelas, un límite infringido característico de la autoficción, al que se añade otro malestar: la propiedad sobre las imágenes de cada sujeto ante el potencial empleo de estas para fines de todo tipo en la esfera pública.
Alain se desenvuelve en un mundo literario en constante cambio. El es editor y cada vez más el público se inclina por la lectura rápida y liviana. Ahora tiene que ir planteando el asunto a los escritores que lo acompañan. El caso es que las novedades editoriales relacionadas con lo digital se van a mezclar con las relaciones interpersonales. Es que quien maneja la edición digital es joven y "depredadora", según cuenta Selena (Juliette Binoche), la esposa del editor, a la que no se le escapa nada. Y juventud, belleza y practicidad en el manejo de la tecnología son virtudes demasiado poderosas para que un editor veterano la desdeñe. E-BOOKS Comedia liviana donde la edición de los e-book se mezcla con las relaciones sentimentales entrecruzadas, y los problemas laborales y la injerencia de la vida privada en la literatura se manejan con una sonrisa, es una característica de este Assayas, lejos de "Personal Shopper" o "Irma Vep", pero con su refinado estilo. El punto alto es la estupenda Juliette Binoche como la esposa del editor, condenada a repetir los personajes en la televisión por algún éxito anterior y a estar llegando a esa edad en que los veinte años de matrimonio pesan. "Dobles vidas" plantea un tema actual con estilo y buenos diálogos ("un tuit es un haiku"), actores que cumplen bien su función aunque son bastante anodinos, salvo la Binoche, ese tono volátil, como ""aquí no ha pasado nada"" y que alguna otra película francesa de años atrás hubiera obligado a plantear como posibilidad de una separación matrimonial o motivo para una buena terapia sexual. El tiempo pasa.
La trama es acompañada por un elenco sensacional: Juliette Binoche, memorable interpretación es Selena, una actriz casada con Alain (Guillaume Canet), editor literario; los dos son amigos de Leonard (Vincent Macaigne), novelista, y su esposa Valérie (Nora Hamzawi) sew encuentra relacionada con temas políticos. Todos juntos logran una película divertida, podría ser tranquilamente una obra de teatro, con toques de sátira, entre engaños, aventuras, infidelidades, encuentros y desencuentros, intrigas, diálogos inteligentes y filosos, pero a veces se abusa de parlamentos demasiado extensos que le restan valor al sentido que el director le quiere dar. Su desarrollo puede tener cierto estilo al cine de Woody Allen.
Vivencias cruzadas en un manto de permanente oscuridad El mundo de los escritores y editores de libros fue recorrido muchas veces por el cine para describir sus vivencias dentro del ámbito al que pertenecen. Allí se exponen los egos y las frustraciones de quienes ejercen el arte de manejar las palabras, siempre preocupados por resaltar su cultura y sensibilidad contraponiéndose y, por qué no, despreciando la banalidad que atraviesa a la mayoría de la gente. Pero, como ante todo son seres humanos, ellos también tienen sus puntos débiles. El reconocido director Olivier Assayas nos lleva hacia el corazón de una editorial, en el que se exhiben los problemas actuales que deben enfrentar quienes publican libros, si seguir imprimiéndolos o volcarse decididamente a venderlos únicamente en formato digital. En ese dilema se encuentra uno de los protagonistas de esta película coral, Alain (Guillaume Canet), un exitoso editor que vive con su esposa Selena (Juliette Binoche) en Paris. Ante los demás es la pareja perfecta. Ella es actriz de televisión, de una importante serie policial, y por el otro lado se encuentra Lèonard (Vincent Macaigne), quien fue un popular escritor hace tiempo, que desea volver a ese nivel de la mano de Alain. Entre charlas, conflictos, cenas, tragos, etc., se va mostrando un panorama en el que no todo brilla como el oro, porque no están satisfechos con sus profesiones, se sienten estancados y no saben cómo salir, y, por si fuese poco, son infieles, no tienen problemas en engañar a sus parejas. De ese modo transita el relato. Descubriendo lentamente, y con precisión, el manto de oscuridad en el que permanecen. La doble vida la viven con cierta naturalidad. Lo toman como una vía de escape de los problemas cotidianos en vez de sentir algo por el otro. Narrado con un ritmo constante y parejo, en el que cada escena está armada para contar una historia que va creciendo más y más con el paso de los minutos, vamos comprendiendo las actitudes de los personajes principales y secundarios, en el que son importantes por igual, las charlas y las acciones donde prácticamente no hay música, no se la necesita. El melodrama está planteado de tal modo que es suficiente con los fluidos diálogos e imágenes acordes. Pese a todo, lo hecho, hecho está. Es inmodificable. Y está bien dentro de cada uno de ellos, el saber perdonar y perdonarse, para poder continuar viviendo dignamente y lo mejor posible.
Como un Woody Allen parisino, el prolífico Olivier Assayas (Irma Vep, Sils Maria, Personal Shopper) sigue los vaivenes de un grupo de cincuentones vinculados al mundo editorial. Alain, el director de un sello importante (el atractivo Guillaume Canet), que lidia con la crisis de su sector, Selena, su esposa actriz (la belle eternelle Juliette Binoche) y Leonard (Vincent Macaigne) el escritor de autoficción que publica el primero y es amante de la segunda. A su vez, el editor también tiene una amante, la compañera mucho más joven que ha llegado a la editorial para avanzar en el proceso de conversión al digital. Una relación que abunda en interesantes discusiones, de las que ponen en evidencia las diferencias generacionales: papel versus ebook, crítica literaria versus redes y blogs. De eso, de discusiones y largas parrafadas, en comidas de amigos, está hecha en buena medida Doubles vies. A lo Allen y muy a la francesa. Pero Assayas es un buen observador de costumbres y, con sus personajes, ejercita una mirada bastante implacable hacia el mundillo literario. Burlándose de los egos de los autores, a través de Leonard, que vive de su mujer, a la que engaña, y ha construido una obra ventilando intimidades de sus relaciones anteriores. Pero también del cinismo de una industria que trafica talento. Las dobles vidas de sus protagonistas, por otro lado, parecen vivirse sin pasiones ni grandes cuestionamientos. Los amantes secretos se encuentran y se besan en público, las infidelidades se revelan, o no, de una manera desafectada. Ese quizá ese desafecto, que también transmite la película, el que anula cualquier emoción sobre el destino de personajes que no terminan de caernos bien. Y que hablan demasiado. Doubles vies es un poco como ellos: inteligente, entretenida y fría.
En un mundo 2.0 signado por los millennials aparece el planteo de “Doubles Vies”, escrita y dirigida por el francés Olivier Assayas (“El otro lado del éxito”, 2015, y “Personal shopper”, 2017). La comedia dramática cuenta la vida de Alain, un exitoso editor parisino, y Léonard, uno de sus autores de toda la vida, a quien les cuesta aceptar el mundo digital actual. “Mas gente lee mi blog que mi libro”, dice Leónard. “A la gente le gusta lo que es gratis”, le responde Alain. Estos cuarentones filosofan y debaten sobre si el arte debe ser gratuito o tiene un valor, de la era digital y la importancia del libro y diario papel. Una editorial que se convierte en un sitio web y una pareja que se convierte en dos. La crisis de pareja y la magia por mantener la llama después de 20 años de matrimonio son los temas que sobrevuelan esta comedia muy dialogada pero con buen ritmo. “¡Es salvaje! ¡La gente está leyendo en celulares!”. Una crítica sin filtros a la sociedad de consumo.
Lo que parece una película más sobre los problemas de la intelectualidad burguesa parisina se revela como un estudio un tanto más complejo y hasta paródico de ese insular mundillo. Con Juliette Binoche y Guillaume Canet. Todo lo que cualquier mortal podría encapsular como “lo francés” parece estar expuesto, de entrada, en DOUBLES VIES, la nueva película de Assayas. Los intelectuales parisinos discutiendo autores y formatos literarios, las conversaciones de bar, los amantes y enredos amorosos, la gente de la cultura tirándose sobre la mesa citas y referencias. Y así. Uno podría pensar que, desde un lugar raro, el director de IRMA VEP, que no parecía adecuarse demasiado bien a esta idea burguesa del cine francés como franquicia internacional, terminó cooptado y pasó a ser miembro clave de ese grupo que hace creer que el “afrancesamiento” es más que un cliché. Todo lo que cualquier mortal podría encapsular como “lo francés” parece estar expuesto, de entrada, en DOUBLES VIES, la nueva película de Assayas. Los intelectuales parisinos discutiendo autores y formatos literarios, las conversaciones de bar, los amantes y enredos amorosos, la gente de la cultura tirándose sobre la mesa citas y referencias. Y así. Uno podría pensar que, desde un lugar raro, el director de IRMA VEP, que no parecía adecuarse demasiado bien a esta idea burguesa del cine francés como franquicia internacional, terminó cooptado y pasó a ser miembro clave de ese grupo que hace creer que el “afrancesamiento” es más que un cliché.
Alain (Guillaume Canet) es un exitoso editor parisino. Léonard (Vincent Macaigne) es uno de sus autores de toda la vida. A ambos los une un desafío en común: les cuesta acostumbrarse y aceptar el mundo digital actual. Una dificultad que manifiesta una escondida crisis de la mediana edad. Cuando se reúnen para discutir el nuevo manuscrito de Léonard, Alain debe encontrar la manera para expresar su verdadera opinión de dudas y expectativas futuras sobre su trabajo. Mientras tanto Selena (Juliette Binoche), la esposa de Alain cree que por fin el autor consiguió su obra maestra. Esta comedia dramática parece tener destino de película de segunda línea dentro de una obra tan prestigiosa como la de su director Oliver Assayas. Parece una de esas películas francesas que se repiten en cantidades y que solo son divertidas cuando caen en manos de un genio como Eric Rohmer o un norteamericano como Woody Allen. Lo mejor que se puede decir de Assayas es que de temas como el cambio de paradigma cultural y las redes sociales él no baja línea con lugares comunes y verdades de perogrullo. Se dedica, sí a mostrar las dudas de sus personajes una y otra vez, escuchando los argumentos de todos que no son otra cosa más que las del propio autor. Es verdad que para los que tienen más de cuarenta años la película muestra lo absurdo pero inevitable que parecen algunos de esos cambios, motivo de festejo pero al mismo tiempo de alienación. Al mismo tiempo la película muestras los vaivenes amorosos de los protagonistas y queda claro que ese cambio tecnológico y de hábitos que aparecen en la película es también una reflexión acerca del paso del tiempo de los personajes y del propio director. Un cierto optimismo final le da a la película un tono ligero que insiste en no ubicarse en un espacio solemne o moralista.