Amores paralelos La historia dentro de la historia es un recurso cuyo fin es hacer un guiño sobre la estructura misma del relato. Implementa una distancia e invita a una reflexión del espectador sobre aquello que se está contando. Pero El amor y otras historias (2014) se queda a mitad de camino, sin llegar a cambiar nada ni de una u otra historia relatada. Pablo Diuk (Ernesto Alterio) es un escritor devenido en guionista por encargo. Escribe una comedia romántica clásica que transcurre en Madrid, mientras atraviesa conflictos con su actual pareja en Buenos Aires. La historia de amor que escribe se proyectará (en todos los sentidos de la palabra) en paralelo a su propia experiencia. No hay que ser un genio para imaginarse lo que puede llegar a suceder: Una historia -la ficcional- se tornará realista; mientras que la otra -la real- se volverá fantástica. Esa es la idea que el film de Alejo Flah más o menos consigue desarrollar con éxito. El problema de la película es el mismo que, paradójicamente, plantea como solución: la historia de ficción se vuelve demasiado real perdiendo su magia y encanto, mientras que la historia “real” no termina de levantar nunca vuelo hacia lo fantástico. Es decir, el doble relato hace consciente al espectador de aquello que está viendo –la construcción de la comedia romántica- pero no logra darle una vuelta de tuerca al género, e incluso, se apega a las mismas reglas que critica. No queda claro el motivo del doble relato, no hay un aprendizaje de la función de las melosas historias de amor como por ejemplo sucedía en El crítico (2013). La historia del guionista que interpreta Ernesto Alterio cae en los mismos baches narrativos que el relato de ficción que escribe su personaje, para luego transitar –ambas historias- los trillados lugares comunes de la comedia romántica. El amor y otras historias cumple su rol de entretenimiento placentero y pasajero, pero decae en sus intenciones reflexivas, sin ser una mirada critica sobre las comedias románticas o sus maneras de ser narradas.
La vida está en otro lado. La ópera prima del argentino Alejo Flah, guionista de la serie Vientos de Agua y la película Séptimo, estrenada el año pasado, trata sobre Pablo (Ernesto Alterio), un guionista de cine a quien su productor (Luis Luque) le encarga escribir una película sobre una pareja de España. El personaje inicia el encargo pero va enfrentando algunos conflictos que hacen trastabillar su labor, cuando comienza a comprender lo difícil que escribir esa historia tras romper la relación con su mujer (Julieta Cardinali). A medida que va trabajando en esa historia que desarrolla de forma paralela a la suya, el personaje esboza unas máximas sobre lo que debería contener o no una película de esas características. Y va construyendo con ello los relatos en torno a su vida y a la de los personajes de su película. Una comedia romántica dual sobre el amor-desamor de los 30 y pico. El amor y otras historias es una película de esas que son para ir a ver acompañado y apostar con ella a la primera cita. Todo va bien, sale bien, queda bien. De impecable factura técnica, el film es sumamente redondo. Tanto que exacerba la cantidad de ficción. Pues hasta en eso, en la forma de hacer ficción, logra hacerlo quedar bien. Originalmente llamado Sexo fácil, películas tristes, no pretende otra cosa más que ser lo que es, un film cálido, pulcro, políticamente correcto, acorde a la buena vida burguesa de la clase media. Salir a la noche a ver una peli, pochoclos, besos, caricias, y a dormir. Sin conflictos, ni discusión posible. Tampoco reflexión, juego o sorpresa. Esta película es uno de tantos intentos transatlántico de alcanzar el aclamado cine de industria que nutría en décadas anteriores al cine iberoamericano. Con pretensiones escasas de un cine que cumple con las expectativas de un público medio, que va a ver eso que quiere ver, y no espera otra cosa. Entretenimiento, salidas, apenas excusas. Porque eso también es cine. Y nada va a salir de esa pantalla, nada queda. La vida es algo más que esa leve hora y media de engaño. La vida está en otro lado.
Rob Reiner está en todo su derecho de demandar a los productores y a todo el equipo creativo de esta película porque es un robo a mano armada hacia Cuando Harry conoció a Sally (1989) o, si es que lo miramos con un ojo bueno y sin malas intenciones, un homenaje ENORME. Ahora bien, como la fórmula de la que es tal vez la mejor comedia romántica de todos los tiempos es a prueba de balas, así que si se la imita, algo malo no puede salir, la verdad es que nos encontramos ante un buen film, que incluso para completar arcos argumentales también “homenajea” a Más extraño que la ficción (2006) y Palabras robadas (2012). Y el combo -de la historia dentro de la historia- es muy interesante. Hay clichés propios del género pero los mismos están anunciados y el que avisa no traiciona, así es como Alejo Flah construye un relato dinámico, bien filmado y sin pretensiones grandilocuentes. Incluso se adaptan las exigencias propias de una coproducción a modo de chiste para incluirlas de manera funcional a la historia (en forma de los tres países en los cuales ocurre todo). Los cuatro personajes principales están muy bien delineados y logran enganchar. El hilo conductor de la trama, Pablo (Ernesto Alterio), y sus problemas de pareja con Valeria (Julieta Cardinali) va como contra peso perfecto de realidad hacia lo idílico de la pareja ficticia española que vive en el guión que se está escribiendo a lo largo de toda la cinta, interpretada con mucha química por Quim Guitérrez y Marta Etura. El amor y otras historias es una linda comedia romántica que quien no haya visto Cuando Harry conoció a Sally va a disfrutar bastante. Los que si la hayan visto pasarán un lindo rato, pero no mucho más que eso.
Vivir su vida La voz en off de la primera escena anuncia una serie de particularidades constitutivas de los desenlaces de las comedias románticas, mostrando que El amor y otras historias será un nuevo exponente del subgénero al que podríamos denominar “Cine dentro del cine”. Esto es, aquel cuyo eje está en las disquisiciones acerca del proceso creativo detrás de una película, al tiempo que se narra una historia generalmente similar a la creada dentro de la ficción. La propuesta del hasta ahora guionista Alejo Flah (Séptimo, la miniserie Vientos de agua) es loable en sus intenciones e incluso logrado en gran parte de su metraje, pero a la larga se diluye cayendo en las mismas trampas simplificadoras que se propone desterrar. Quien habla al comienzo es Pablo Diuk (Ernesto Alterio), un one-hit-wonder literario devenido en docente universitario y guionista por encargo de una comedia romántica situada en Madrid. Comedia no demasiado alejada de los cánones tradicionales del género, ya que trata sobre dos jóvenes treintañeros (los españoles Marta Etura y Quim Gutiérrez) cuyo derrotero común irá de un fulguroso amor inicial al languidecimiento progresivo. Que Pablo esté enfrascado además en un matrimonio en pleno proceso de disolución será un factor fundamental en su trabajo, amalgamándose realidad e imaginación. Así, la meta-película incluirá distintos personajes propios del universo cotidiano del escritor, a la vez que la potencialidad fantasiosa será un factor condicionante de la resolución de sus problemas matrimoniales. No hay nada necesariamente molesto e incorrecto en la ópera prima de Flah. Amena, disfrutable, realizada con conocimiento de las herramientas del género, El amor y otras historias se enloda cuando no logra hacer converger ambos relatos, para finalmente terminar utilizando las mismas vueltas de guión que exterioriza su protagonista, convirtiendo a una potencial reflexión sobre la disciplina de construir historias en una comedia romántica tradicional. Buena, sí, pero demasiado parecida a otras.
Un escritor devenido en guionista de una comedia de amor, que quiere redondear las características del género, pero su propia realidad (afronta un divorcio) le juega al desgaste de ficción y realidad. No está mal, el guionista Alejo Flah (“Septjmo” y “Viento de agua”) aquí también como director. No innova, tampoco defrauda.
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Cómo hacer que la ficción sea verdad Lo que podría haber sido una comedia romántica vacía o de pura fórmula encontró las mejores manos: personajes creíbles, buenas actuaciones y un guión consistente hacen del film un interesante ejercicio sobre los artificios que pueblan al cine. Teniendo en cuenta el volumen de producción que se le viene dedicando, la relación del escritor con sus ficciones constituye, a esta altura, casi más que un simple tema, una serie cinematográfica entera. Se la encaró desde el terror, el policial y el fantástico (Festín desnudo, En la boca del miedo, la reciente Arrebato), pero sobre todo desde el juego metalingüístico, con casos notorios como El ladrón de orquídeas (Adaptation, 2002) y Más extraño que la ficción (Stranger tan Fiction, 2006). Ahora le toca el turno a la comedia romántica, debut en la realización de Alejo Flah, argentino con residencia en Madrid y Buenos Aires, que logró ponerse al frente de una coproducción tras desempeñarse como guionista en la miniserie Vientos de agua (J. J. Campanella, 2006) y la reciente Séptimo. Los antecedentes daban para esperar una película encorsetada por el guión pero, por el contrario, es la carga de verdad que Flah logra con un género tan artificial como la comedia romántica lo que arranca a El amor y otras historias el corsé del género. ¿Que el título es soso? Peor en España, donde por razones de “gancho” de público va a estrenarse con un título lisa y llanamente mentiroso: Sexo fácil, películas tristes. Como El escarabajo de oro, que también se estrena esta semana, El amor y otras historias es, en buena medida, una película sobre sí misma. Claro que, a diferencia de la de Moguillansky –producción independiente en la que el realizador hace lo que quiere con el encargo inicial–, la de Flah tiene productores poderosos (Televisión Española, sobre todo) que están esperando una comedia romántica, dirigida a un público lo más masivo posible. Flah resuelve el compromiso con mucha cintura, haciendo sólo las concesiones imprescindibles y reservándose la distancia necesaria como para poder autocriticar la propia película. O el tipo de película del que se trata, para decirlo más precisamente. Esto lo logra básicamente al incluir el personaje del productor argentino, Andrés, un chantún alcohólico y mujeriego (Luis Luque, inmejorable), que transmite el pedido de la parte española: “Que Buenos Aires parezca París o Nueva York”. ¿Se parece la Buenos Aires de El amor y otras historias a París o Nueva York? Esto es, ¿despersonaliza Flah sus ambientes, apuntando al mercado internacional? No lo necesita, logrando zanjar la cuestión mediante un recurso tan sencillo como hábil y funcional: ya que la película se narra en dos planos (uno es el del guionista intentando llevar adelante el encargo, el otro el de la película que va escribiendo), el segundo plano transcurre en Madrid, y listo. Allí tiene lugar una comedia romántica clásica, que incluso empieza anticipando su final (el más clásico o cliché que pueda imaginarse) y que está protagonizada por una perfecta pareja de comedia romántica, encarnada por los lindos, sexies y buenos Quim Gutiérrez y Marta Etura (ambos de mucha proyección en su país; ella vista en Lo imposible). El es diseñador de sitios web, ella bailarina. Se conocen por casualidad, pegan buena onda, se gustan, se enamoran, follan, se pelean... etcétera. En el “primer plano” del relato, la historia de Pablo Diuk, escritor y guionista que no atraviesa precisamente su mejor momento (Ernesto Alterio, magnífico). En este caso, otro clásico: sus buenas novelas son un mero recuerdo, hace rato que no puede escribir nada, recurre al guión para hacer unos pesos y, sobre todo, su pareja con Valeria (una castaña e impecable Julieta Cardinali) atraviesa una fase terminal. ¿Podrá escribir una comedia romántica en ese estado? Si lo hace, ¿será muestra de la falsedad del cine? ¿O tal vez sea posible disociarse y lograr una suerte de vampirismo inverso, por el cual el espíritu de la obra contamina a quien la escribe? No son preguntas que descubran la cuadratura del círculo, pero todo aquel que escriba (o produzca cualquier forma de creación) sabe que son pertinentes. De todos modos, la clave de que El amor y otras historias funcione no reside tanto allí como, tal como se dijo antes, en la capacidad para transmutar artificio en sensación de verdad, sin que el artificio deje de serlo (que no haya en toda la película una sola chica que no sea linda, por ejemplo). Ese logro tiene que ver en parte con el tacto puesto por Flah a la hora de abordar los clichés más inevitables (en algún caso exponiéndolos, en otros evitándolos, sólo en uno, clave, generando una sensación de “¿hacía falta?”) y, sobre todo, en la vida propia que tienen sus personajes. En algún caso es cuestión de ángel o de aura (Gutiérrez, Etura) y en otros (Alterio, Cardinali, Luque, Mónica Antonópulos en el personaje más “sacado de la galera”), de volumen, que permite trascender el mero carácter de “funciones” al servicio de la trama. Compárese con los muñequitos móviles de Magia a la luz de la luna y se verá la diferencia.
Film prolijo con falta de riesgo Un guionista en crisis matrimonial debe filmar una historia por encargo de un productor: una comedia romántica que transcurre en España que trata un conflicto de pareja similar al que vive en su privacidad. Ficción, realidad, cine dentro del cine, capitales argentinos y españoles, personajes de treinta y pico, clase media. La paella y/o el asado están listos: El amor y otras historias es un film un poco de allá y otro tanto de acá, con actores conocidos, un director debutante pero guionista consumado (la serie Vientos de agua; la película Séptimo) y un tratamiento formal que le debe más a un programa de televisión que al lenguaje del cine. Pablo (Alterio) escribe pero modifica más de una vez el texto de acuerdo a su ruptura de pareja, altera el guión de hierro según sus trances personales, discute, se pelea y reinicia el rodaje aferrado a su crisis personal que parece devorarle la ficción. En determinadas escenas se percibe el gusto del director por la comedia clásica americana, especialmente, hacia aquellos títulos realizados por Howard Hawks, Preston Sturges y George Cukor. Pero el traspié principal de El amor y otras historias es que sólo trabaja desde la superficie del género, rozando al clasicismo pero nunca ubicándolo en un terreno de tensión, apropiándose de sus códigos más visibles pero inclinándose hacia su costado más amable y menos críptico. La trama funciona como un mecanismo de relojería donde todas las piezas están en su lugar: la música, los momentos románticos, la potencia actoral de Alterio, Cardinali y Marta Etura (bellísima mujer), el coro de secundarios, el guión como elemento de transición al momento del rodaje de cualquier película. Pero todo aquello que en las dos historias se fortalece a través de la palabra escrita trasluce liviano y sin matices al momento de la puesta en escena. Ocurre que en ocasiones el género requiere de algo más que de su faceta amena y de poco riesgo para que una película no recuerde a tantas otras que cuentan historias donde un matrimonio parece caerse a pedazos.
El uso del metalenguaje en el cine siempre es interesante. En este caso, Alejo Flah, guionista de Séptimo, se apropia de él para comparar la vida con el cine. Pablo (Ernesto Alterio) es un escritor que ahora escribe guiones por encargo y es así que comienza a escribir una típica comedia romántica. Él mismo lo dice, va a ser todo lo que uno espera de este género, con sus clichés, personajes secundarios que funcionan más que nada como confidentes de los protagonistas, líneas de diálogo como una cursi declaración de amor, conflictos que involucren distancia e intereses diferentes; es decir, todo lo que ya vimos muchas veces. Mientras sus personajes van creciendo, su situación sentimental se va desmoronando. En pareja con una pianista bella (Julieta Cardinali) pero con la cual ya casi no conversa y la intimidad es agobiante, no tarda en descubrir que ella tiene un amante y tras ese descubrimiento, ella abandona el hogar que ambos construyeron. En su vida, tanto como en su película, también hay un amigo que le va a hacer de confidente, en este caso interpretado hábilmente por Luis Luque, personaje bastante más carismático que el que escribe Pablo (quizás porque a lo que él le importa son los dos personajes centrales, el resto sólo van a cumplir su función como confidente). Su personaje es además el que, muchas veces a través de promesas que suenan poco prometedoras, lo incentiva a seguir escribiendo. Es él en que lo pone en palabras: “necesito amor, necesito que me quieran”. Las calles de Buenos Aires, o las de España. Ambas pueden servir para retratar el amor. Pero Pablo elige España para que sus personajes se enamoren locamente, como sucede en las películas. En Buenos Aires se queda él, solo, hasta que, quizás un poco tarde al menos para quien vio el trailer de la película o aunque sea el póster, se reencuentra con alguien del pasado (Mónica Antonópulos). El principal problema de esta película quizás recae en el protagonismo que tiene la historia del guión que escribe Pablo, que más allá de no sorprendernos en ningún momento, muestra un cambio (no importa lo subrayado que éste sea, es la intención) en los personajes que permiten la identificación con ellos. En cambio, la historia de Pablo termina quedando desdibujada. Más allá de eso, "El amor y otras historias "no deja de ser una propuesta arriesgada para quien decide dirigir esta película y demuestra cierto oficio. Quizás hubiese sido más interesante que ambas historias se conectaran por algo más que un par de planos con dos personajes que pertenecen a dimensiones paralelas. Que una historia reflexionara con la otra. De todos modos, es una opción fresca y diferente, con algo más que buenas intenciones y un trabajo muy correcto de cada uno de los intérpretes.
Alejo Flah profundiza en “El amor y otras historias” (Argentina, España, 2014) algunas cuestiones relacionadas a la vida en pareja y los ideales que sobre ella pueden crearse a partir de la mente de un guionista de cine (Ernesto Alterio) y la división que en su propia cabeza se crea sobre la realidad y el ideal del amor que desea tener. Mientras acepta la crisis que tiene con su pareja (Julieta Cardinali), Pablo (Alterio), escucha la propuesta de su amigo productor cinematográfico (Luis Luque) de escribir una historia de amor que hable además de la situación actual de las relaciones amorosas. Pone manos a la obra y el ir y venir entre la propia historia de Pablo y la de los protagonistas de su guión (Quim Gutierrez y Marta Etura) dinamizan el relato, que además se estructura con una serie de personajes secundarios (en ambas historias) que refuerzan la idea de homenaje a las comedias románticas más clásicas. Cuando hace unos meses “El Crítico” de Hernán Guerschuny, se afirmaba como el filme que reflexionaba sobre el relato amoroso en el cine, aún no habíamos visto esta comedia en la que sentencias como “las comedias romántica terminan donde deben, sino se parecerían a la vida” descubren un elaborado pensamiento sobre el género superador de la propuesta del crítico que “soñaba en francés y blanco y negro”. A medio camino entre “Mas extraño que la ficción” y el cine que habla del cine y su dispositivo, el mayor acierto del filme de Flah es poder superar la idealización del amor y el estereotipo con actuaciones naturales y diálogos que, principalmente en la historia de Pablo, siguen potenciando la idea disparadora de la cinta. “El amor y otras historias” es una película cosmopolita, pero no porque transcurre en Barcelona, Buenos Aires y París, sino porque principalmente, ubica a sus personajes en un contexto y locación en el que la ciudad es un personaje más dentro de la acción y articula sus encuentros. Los personajes de Flah van y vienen y en algún punto se mezclan, sin división entre las historias, conforme avanza la acción y el espectador deconstruye las escenas para poder discernir a qué corresponde cada situación. Pablo reflexiona sobre el amor y lucha con sus propios fantasmas y sus miedos y avanza en la historia sin que el deadline lo apremie. En cada diálogo y escena que crea arma una historia completamente diferente a la suya, lo que no quiere decir que sea la que el imagine para su realidad. “El amor…” bucea en la idea que “un escritor es alguien que está a medio camino entre la vida y la obra” y afirma una idea sobre la pasión y el amor que sólo en el final de la historia de Pablo logra terminar de cerrar. La película cuenta con una solidez actoral (Etura, Areces, Gutierrez, Luque, Antonopulos, Cardinali) que sólo desentona por el esfuerzo de Alterio para dotar de acento porteño a su personaje, algo que no logra y que además molesta a lo largo del filme. Película entretenida para hablar de un tema universal desde dos puntos de vista y en el que la reflexión sobre la importancia de la verdad en las relaciones sólo suman dinamismo a escenas pensadas y diálogos en algunos casos impostados, pero que logran sonrisas pese a la dureza de algunas reflexiones.
Con fogonazos de humor En El amor y otras historias, ópera prima de Alejo Flah, guionista del policial protagonizado por Ricardo Darín Séptimo y de la serie Vientos de agua, que dirigió Juan José Campanella, hay dos películas en una: la que Pablo Diuk, un escritor que editó un libro de relativo suceso y se hundió en una larga crisis creativa, guiona por pedido de un productor amigo, y la que tiene como protagonista al propio escritor en plena crisis de pareja. El encargo que recibe Diuk, interpretado por Ernesto Alterio, es claro: una comedia romántica tradicional, sin barroquismos ni experimentos, algo que sea capaz de capturar al gran público, como le reclama con claridad y sin escrúpulos el personaje que encarna Luis Luque. A medida que Diuk va elaborando el guión, una voz en off va desgranando las fórmulas de un género plagado de estereotipos que Flah pone en escena en la parte madrileña de la historia, protagonizada por dos treintañeros que también responden a los tópicos del género: son lindos, graciosos, sensibles. Pero las dificultades de la vida real del guionista, la parte porteña del film, van filtrándose en la historia de ficción, que empieza a funcionar como inquietante espejo. El primer problema que aparece en El amor y otras historias es su previsibildad: parece claro de entrada que la película irá reproduciendo una serie de lugares comunes de cientos de películas que hemos visto, y de hecho lo hace irremediablemente. El proceso de metabolización que se pone en marcha termina replicando todos los patrones conocidos y produce un resultado más cercano a la simple analogía que al pretendido homenaje. Pero aún con ese punto de partida que la limita, la historia se beneficia de una fluidez narrativa apoyada en la solidez del elenco -se lucen particularmente los que participan del relato "argentino": Alterio y Luque están ajustadísimos, y Julieta Cardinali, Mónica Antonópulos y María Alché logran delinear sus personajes con solvencia con breves apariciones- y los fogonazos de un humor que contiene dosis equilibradas de ligereza y mordacidad. No ayuda demasiado la utilización intensiva de la música, que remarca el clima de cada situación (aún decodificada como mera parodia de la receta del género, su omnipresencia puede ser irritante) y genera más de un momento cercano al lenguaje publicitario.
Sobre el ABC de toda comedia romántica Plaza del Sol, vísperas de Año Nuevo. Miles de madrileños esperan, con doce uvas en la mano, las doce campanadas. La cámara se acerca a una parejita: ella feliz, él con mirada incierta. Al mismo tiempo, una rubia espera con sus uvas, pero solita y tristona en su departamento. De pronto, el tipo de mirada incierta abandona a la chica feliz y se larga a correr por las calles. Qué duda cabe, sabemos adónde va. Surge ahí la voz de un relator que nos sintetiza las reglas básicas de toda comedia romántica. Ahora también sabemos cómo será la historia de esos dos uvícolas. Lo que no sabemos es cómo terminará la propia historia amorosa del relator, que es el verdadero protagonista de la película. El fulano es profesor de la UBA, con pasado literario y presente mercenario: su amigo productor le encargó una comedia romántica para salvar la plata a medias con unos españoles. ¿Pero cómo inspirarse, cuando justamente está sufriendo una tormentosa crisis de pareja? Así es la cosa: paralelos, contraposiciones, idealizaciones, agotamientos, tentaciones, soluciones más o menos mágicas en la parejita de ficción y acaso también en la otra. O no. En la vida real de veras, lo que estamos viendo también es el trabajo de un guionista, Alejo Flah, para una romántica en coproducción argento-española. No conocemos su vida sentimental, pero sí la profesional: integró el cuerpo de guionistas de la serie "Vientos de agua", se lució con Patxi Amezcua en el guión de "Séptimo", y ahora se animó a dirigir. Lo hace bien, avanza sobre seguro, sin pretensiones de cambiar la historia del cine, más bien con la responsabilidad de aprender y entregar un buen producto. Cumple así con sus productores y con el público, aunque bien pudo darle más riqueza y sabor, y mayor ritmo, a los diversos episodios de su historia. O escarbar algo más en un tema que deja picando, ese de las tentaciones sin consecuencia (salvo que la pareja las descubra). En tal sentido, el título de rodaje de esta obra era bien explícito: "Sexo fácil, películas tristes". Lo primero todavía se advierte, aunque no demasiado. Lo otro está presente en la cara del protagonista Ernesto Alterio, y en algún bache narrativo. Para alegría, las breves apariciones de Luis Luque como el amigo productor, un optimista cargado de deudas y de mujeres, incluyendo hijas y nietas de sucesivos amores. Quizás algún día podamos saber en quién se inspira Flah para este personaje.
Empedrado sentimental “El desamor inspira”, dice el cantautor español Joaquín Sabina quien encuentra en la tristeza (tanto propia como ajena), una usina de ideas para escribir. Algo así le sucede a Pablo Diuk (Ernesto Alterio), un escritor que, por esas vueltas de la vida, se gana la vida como guionista y es contratado para escribir una comedia romántica que se rodará en España. El amor y otras historias, debut como director de Alejo Flah (guionista de Vientos de agua y Séptimo), viaja desde lo terrenal a lo imaginativo, desde Buenos Aires a Madrid, haciendo pie en la crisis sentimental que atraviesa Pablo, quien acaba de romper vínculo con Valeria (Julieta Cardinali). A ellos los unía el desencanto, el desafío era quién soltaba primero la tensa cuerda de la relación. Muy bien retratado desde la fotografía y puesta en escena, este filme muestra el empedrado de un devenir, lleno de baches y parches, pavimentado sólo por efímeros momentos, gracias a reencuentros con personajes del pasado. El trance creativo de Diuk expulsa sus fantasmas en los ficticios Víctor (Quim Gutiérrez), diseñador de páginas web, y Marina (Marta Etura), una profesora de danzas. Estos jóvenes españoles son la proyección del deseo de su creador: profesionales, impulsivos, valientes, cálidos. Lo tienen todo. Uno de los aciertos de esta película es el uso de la voz en off, que funciona como un eje argumental ajustado, y explica los puntos claves que debe tener una comedia romántica. Y también sirve como factor de contextualización. Además da en el blanco con algunos personajes secundarios (los de Luis Luque y Mónica Antonópulos) que funcionan como termómetros de la realidad cambiante. Uno de los baches de El amor y otras historias es que los relatos, tanto el ficticio como el real, tenderán a emparentarse, casi no habrá división entre un universo y otro. El contraste entre las historias es el fuerte de este filme que, de a poco, va perdiendo identidad. Tampoco se vislumbra una crítica hacia los clichés de la comedia romántica, todo es un tibio devenir de situaciones que, más allá de los vaivenes emocionales de sus protagonistas, con el correr de los minutos se torna predecible y empalagoso. Digamos, dulzón.
En los mejores casos, las comedias románticas constituyen un microcosmos que funciona de una manera ideal, como a uno le gustaría que fuera la vida; y en la vida, justamente, ya no parece quedar espacio ni para las risas ni para el romance. Ese es el camino que transita El Amor y Otras Historias. Pablo (Ernesto Alterio), escritor de poco éxito y docente universitario, recibe el encargo de escribir una película acerca de una pareja de treintañeros españoles (será una co-producción), sus idas, sus vueltas, siempre respetando los códigos que hicieron triunfar a obras como Cuando Harry Conoció a Sally. En esta ficción, Víctor (Quim Gutiérrez) conoce a Marina (Marta Etura), se enamoran con la intensidad de los jóvenes que son… Paradójicamente, la vida de Pablo tiene poco y nada que ver con ese universo que está creando: la relación con su mujer (Julieta Cardinali) va de mal en peor, al punto de descubrir que ella lo engaña. Y de a poco, mientras intenta no deprimirse, algunos de sus recuerdos y anhelos irán colándose en el guión. Las dos historias avanzan en paralelo, y aunque una es la contracara de la otra, no dejan de estar conectadas. El director Alejo Flah diferencia ambos mundos a través de recursos narrativos y cinematográficos. La vida real se ve apagada y es puro cinismo, desamor, “realidad” (separaciones, divorcios, sueños que quedaron en la nada); la fotografía es sobria y transmite la depresión que atraviesa Pablo. En cambio, lo que sucede en el guión rezuma juventud, ganas de vivir, alegría, promesas de amor eterno, siempre con una buscada estética propia de un aviso publicitario o de un videoclip. Además, hay una reflexión sobre los tópicos de la comedia romántica, como los amigos de los enamorados, que a veces suelen formar una pareja entre ellos. El punto más alto reside en las actuaciones. Ernesto Alterio da en el blanco con su caracterización de un escritor que terminó desencantado con la vida, sobre todo en el aspecto sentimental. Julieta Cardinali vuelve a demostrar que, cuando participa en productos de calidad, sea en televisión, cine o teatro, siempre le da una vida especial a sus roles. También se destacan Luis Luque, como el empleador y amigo de Pablo, y Mónica Antonópulos, quien encarna a una vieja amiga del protagonista. Tampoco podemos omitir a María Alche, el nexo entre un universo y otro. Quim Gutiérrez y Marta Etura tienen la química exacta, y si bien forman parte de una ficción dentro de la ficción que es la película en sí, no dejan de transmitir lo suficiente como para que el público se enamore de ellos. Más allá de que podría haber tenido un poco más de vuelo, El Amor y Otras Historias sigue siendo una película de una simpatía especial, a veces reflexiva, a veces tierna y encantadora, pero que deja con ganas de apostar a una relación.
Románticos de manual Una historia romántica contada por un hombre que ha quedado atrapado en los problemas del amor es la encrucijada que eligió el director y guionista Alejo Flah en El amor y otras historias. El planteo es sencillo, casi naif, y revela un ojo entrenado en películas en las que la autorreferencia, esto es, la reflexión sobre escritura y realización, pasan a primer plano, por encima de la anécdota y los personajes. La voz en off impide cualquier confusión al respecto. Pablo Diuk (Ernesto Alterio) es guionista. Está empantanado en una historia que no logra desarrollar, mientras su vida de pareja hace agua. La futura película es la tabla de salvación para el hombre que ha decidido escribir una historia de amor convencional, con personajes que se aman de verdad y no claudican. Alterio lleva adelante el personaje del tipo superado por la situación personal, en su casa y frente a la computadora, un melancólico que lidia con el productor (Luis Luque) mientras enfrenta a su mujer (Julieta Cardinali), con quien la convivencia es imposible. La película transita permanentemente los dos relatos, dos mundos unidos por la voz y la voluntad del guionista (Diuk). Se destaca el trabajo de edición de Pablo Barbieri y la naturalidad con la que Diuk entra y sale de las escenas que inventa. Son nacidas de un cliché sin culpa, sin apuntes filosóficos ni psicologistas. El guionista busca la felicidad en la página que llena de abrazos, encuentros y rostros tiernos. Alterio sostiene la película. A su lado, Julieta Cardinali compone correctamente un papel cercano al de las mujeres frustradas de las telenovelas; Luque regala humor y bipolaridad en el rol del productor especialista en promesas incumplidas y Antonópulos pasa fugazmente sembrando misterio. También María Alché pone su mirada perturbadora en el personaje de la alumna de Diuk, que también aparece en el guión cuando hace falta. La pareja de jóvenes del guión de Diuk va y viene según el interés del autor, que les elige un romance estándar. Los españoles Marta Etura y Quim Gutiérrez son los clásicos jóvenes que el autor describe con ironía, sin trabajo ni obligaciones, siempre en el camino de la felicidad, capaces de sortear la pelea o el distanciamiento. Los ha pensado para esa felicidad que él no puede alcanzar. La fotografía de Julián Apezteguia pasea por Buenos Aires, Madrid y París, potenciada por la dirección de arte de una veterana en el rubro, Mercedes Alfonsín, que describe ambientes y momentos sin marcas específicas. El cuento queda contado gracias a ese juego abstracto en el que, como dice Diuk, el escritor es eso "entre la vida y la obra"
La vida en pareja es compleja, en la ficción y en la realidad Desabrida y lánguida comedia que tiene un punto de partida prometedor: un guionista sumido en una crisis matrimonial debe escribir por encargo una historia romántica. Inevitablemente, su sufrimiento real se cuela en la trama. Y ficción y verdad se retroalimentan en un juego de espejos que, en otras manos, podría haber sido interesante, pero que en este caso se transforma en una comedia liviana, con personajes desganados, un film que no crece, chato y forzado. La historia de ficción está ambientada en Madrid y la real, en Buenos Aires. Las únicas que aportan algo de vivacidad son ellas, las mujeres, reales o imaginadas, porque los hombres dan pena: dubitativos, fantasiosos, insulsos, tontos y engañados. No hay chispa ni ocurrencias y curiosamente la ficción suena más creíble que la historia real. Ellas están bien (Cardinali y la española Marta Etura) y ellos no (Luque compensa con algunas exageraciones la cara de nada de Alterio). Los diálogos son sosos y la voz en off le suma obviedades a una trama que desperdicia una buena idea.
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Un título cuyos clichés resultan más interesantes que la pasiva desmitificación a la que apuntan. Ver una comedia romántica hoy en día es el equivalente de ver una película de corte histórico; sabes el final incluso antes de ver el tráiler. Por lo que los guionistas del genero están doblemente obligados a construir un segundo acto que justifique la permanencia del espectador ante una historia que ya se sabe su final. Pero la de El Amor y Otras Historias es una curiosa excepción: En donde los clichés a ser criticados, resultan mucho más interesantes que la diferenciación con la realidad a la que apuntan. ¿Cómo está en el papel? Pablo Diuk (Ernesto Alterio) es un escritor que recibe el encargo de un productor (Luis Luque) para escribir una comedia romántica ambientada en Madrid. Por otro lado, la vida amorosa de Pablo no pasa por su mejor momento dado a las fricciones que experimenta con su pareja (Julieta Cardinali). Es a partir de acá donde la película se desdobla y cuenta paralelamente la historia de Pablo, y la del guion que está escribiendo: Una arquetípica historia de amor entre un chico y una chica (Quim Gutierrez y Marta Etura) con todos los clichés habidos y por haber del género. La película parece contar la historia de alguien que, como cita el poster, escribe las historias de amor que no se anima a vivir, y ahí mismo reside el problema del guion. La intención es que nos identificásemos con el personaje de Alterio y simplemente descontar a la historia que escribe como solo eso. Pero la pasividad que expone el personaje es tal, que hace que no nos importe lo que le pase o si llega a cumplir sus objetivos. Nos termina interesando mas, a pesar de saberlo de antemano, como va a terminar la clichada historia que está escribiendo. ¿Y por qué? Sencillo, porque clichada y todo, en esa historia que escribe por lo menos pasa algo, por lo menos nos importa lo que le pase a esos personajes. Si una historia que concebiste como un cliché le gana el pulso a la supuesta historia original que trata de contar que el amor de verdad no es como el de las películas, no es porque al espectador esta empecinado en no apostar por algo distinto, sino que en ese concepto “distinto” no le estas dando nada que lo motive, que lo enganche, que le dé ganas de seguir a ese personaje hasta el final, y la historia principal no tiene eso lamentablemente. ¿Cómo está en la pantalla? Ernesto Alterio encabeza un reparto que es correcto en el aspecto interpretativo. El punto a destacar es Luis Luque en el rol del excéntrico y vivaracho productor que le da el encargo al personaje de Alterio. Por el costado técnico, solo puedo decir que está bien filmada, con cierto ritmo, y supo alternar en los puntos justos entre las dos historias. Conclusión Si hay una enseñanza que nos deja El Amor y Otras Historias es lo importante que es el desarrollo de personajes. No importa si la historia a contar es una innovación narrativa o una estructura que hemos visto millones de veces, un protagonista pasivo mata el interés del espectador. Algo es siempre mejor que Nada; el movimiento es siempre mas interesante que la quietud. El desacierto de la película fue el no tener en cuenta tan básica noción. Si el cliché a criticar genera más interés que el intento de hacer algo distinto, es porque en ese algo distinto estaba algo que andaba mal desde el vamos.
Sumas que restan La estructura de las películas románticas, sus mecanismos, convenciones, personajes habituales y herramientas genéricas, ya son muy conocidas, incluso hasta por espectadores no del todo experimentados. El amor y otras historias es una película muy consciente de esto -quizás demasiado-, juega con eso y lo utiliza como motor para su premisa. De ahí que en el film se monten dos relatos cuyos propósitos incluyen la interacción y la retroalimentación, aunque el desarrollo del metraje irá evidenciando que esos cruces y paralelismos no se dan con la fluidez esperada y necesaria. El film escrito y dirigido por Alejo Flah se centra en Pablo Diuk (Ernesto Alterio), un escritor que también se dedica a la docencia en la Facultad de Filosofía y Letras, al que un amigo productor (Luis Luque) le encarga escribir un guión para una comedia romántica. Es entonces cuando comienza a desarrollarse la ficción dentro de la ficción, en la que se cuenta la historia de amor entre Marina (Marta Etura) y Víctor (Quim Gutiérrez). Pero claro, el problema pasa a ser que es muy difícil para Pablo narrar ese romance cuando su propia vida amorosa se está yendo al tacho, ya que la relación con su pareja (Julieta Cardinali) está en el medio de una crisis terminal, lo que también lo lleva a repreguntarse qué ha hecho y qué debe hacer con otros aspectos de su vida, como la parte profesional. Hay en ese planteo una colisión, un choque entre realidades que no termina de ser resuelto apropiadamente: la voz en off de Pablo baja línea a cada rato sobre los artificios de la comedia romántica, sus mecanismos para capturar la atención del espectador y generar empatía con lo que pasa en pantalla -el encuentro inicial de los protagonistas que siempre es en una librería, los típicos obstáculos que enfrenta la pareja, el círculo de amigos que los rodean y un largo etcétera-, que lleva inevitablemente a que esa ficción inventada por Pablo no sume a la reflexión acerca del amor, sino que reste. Y es que da para preguntarse no sólo qué le aporta al espectador esa ficción que evidencia permanentemente sus construcciones, distanciándose de toda empatía posible, sino también a esa otra realidad ficcional que habita Pablo, ese escritor con sus dilemas respecto al amor, los vínculos de pareja y su profesión. Porque lo cierto es que Pablo es un personaje que consigue atraer a pesar de su parquedad, especialmente gracias a la performance de Ernesto Alterio, quien ha hecho un camino opuesto al de su padre, haciendo de la falta de histrionismo una virtud. Allí, El amor y otras historias se permite fluir con menos distanciamiento y mayor cariño por los personajes, sin preocuparse tanto por mostrarse autoconsciente. Aún así, se impone la sensación de que varios roles de reparto, como los de Luque, Cardinali y Mónica Antonópulos -quien interpreta a un viejo amor de Pablo que reaparece en su vida, sacudiéndole la estantería-, merecían un mayor desarrollo, más espacio en el relato y minutos en el metraje, porque en ellos se notaba una inclinación a salir de algunas convenciones narrativas -e incluso sociales- con cierta sutileza, sin necesidad de remarcar todo. ¿En dónde están esos minutos perdidos? En la historia de Marina y Víctor, que jamás adquiere la fuerza suficiente y entorpece el conflicto central, el verdaderamente importante, que es el de Pablo. El amor y otras historias es una película con una estructura narrativa ambiciosa pero que se muerde la cola. Lo que tendría que sumar termina restando y lo que queda es un film que amaga con ser una profunda reflexión sobre el imaginario romántico, pero que se queda en la superficie, incluso repitiendo las convenciones que se proponía deconstruir.
Cuando la realidad se mezcla con la ficción En El amor y otras historias, un guionista en crisis debe escribir un relato, donde los protagonistas sufren las vicisitudes emocionales de su creador. Entre Madrid y Buenos Aires sucede El amor y otras historias. También la historia dentro de la historia. Una es la de un guionista con problemas de creatividad quien, por encargo, escribe la otra, una que él mismo protagoniza estando en una crisis de pareja. El hombre se llama Pablo Diuk (Ernesto Alterio), y no imagina --el espectador sí-- lo que le espera cuando su vida comience a transcurrir entre su realidad y la ficción que escribe, y todo al burdo dictado de una voz en off que le indica las características de la "comedia romántica tradicional, sin barroquismos ni experimentos, algo que sea capaz de capturar al gran público", que debe construir. Algo de títulos clásicos --y no tanto-- del género en su versión norteamericana se encuentra entre los pasajes de esta cinta. Tiene también rasgos similares a los de El crítico, la película de 2013, escrita y dirigida por Hernán Guerschuny, y protagonizada con efectividad por Rafael Spregelburd y Dolores Fonzi, donde un crítico de cine se veía preso de los mismos lugares comunes de los romances cinematográficos obvios que tanto denostaba. La diferencia --de la idea general a los hechos-- la establecen el despliegue de producción y el paralelismo realidad-ficción que genera enredos y las actuaciones de un elenco bien engranado, que cuenta en su sección argentina con Julieta Cardinali, Luis Luque y Mónica Antonópulos, y en la española a Quim Gutiérrez, Marta Etura, Luis Luque, Carlos Areces, Bárbara Santa-Cruz y María Alché. Flah --guionista del policial Séptimo, y de la serie hispanoargentina Vientos de agua, con Alterio y Etura en el reparto-- expresó en sus notas de promoción que "en el género, lo jugado es renunciar al cinismo, al camino del intelectual que no se involucra. Mi expectativa era generar emoción". Lo buscado está. Se logra el objetivo.