Sol de noche El planteo de El día trajo la oscuridad (2013) es de una simplicidad engañosa. Parece que va a tratar sobre las apagadas interacciones entre un local introvertido y un invasor extrovertido, y de cómo ambos se descubrirán uno en el otro. En vez de eso crea tensión al ir desarrollando, lenta y dentro de todo plausiblemente, un elemento supernatural que terminará por dar vuelta el aparente género de la película. Virginia (Mora Recalde) vive aislada en una enorme casa de piedra en el campo. Es hija del médico del pueblo, y no tiene otra ocupación que ser una criada en su propio hogar. A sus puertas llega su prima Anabel (Romina Paula), desmayada en brazos del taxista que la ha traído. Virginia acoge a la enferma, extrañada pero sin hacer preguntas. Ese mismo día ha tenido un sueño perturbador que recurrirá a lo largo del film y codifica a la historia con un ominoso suspenso. El pequeño mundo de Virginia se ve sacudido tanto por la presencia de Anabel, la “rarita” de la familia, que tiene el hábito de adentrarse en los bosques de noche, como por los extraños sucesos marca película de terror (visiones apocalípticas, cadáveres de animales, susurros en la noche, un noticiario que informa casualmente sobre una epidemia de rabia) que su presencia parece desatar. La pequeña película de interiores se degenera lentamente en una de terror, pero el eje siempre se mantiene sobre la intimidad de Virginia y Anabel. Mientras tanto, una oscura historia familiar se vislumbra lo justo y necesario con la oportuna mención de una vieja “amiga” de Virginia, y la lúgubre aparición de los padres de las primas. La actuación es mínima, pero el guión de Josefina Trotta se construye articuladamente manejando las varias tensiones de la película (sosteniendo la incomodidad y la atracción entre Virginia y Anabel, subiendo la apuesta al terror y elaborando una analogía insospechada entre ambos polos). Y la fotografía nocturna evoca una atmósfera sino tenebrosa, de frialdad y soledad. Una vez que el espectador ha confirmado sus sospechas acerca del enigma de la película, y los personajes desaparecen en una resolución algo insatisfactoria (no termina de abarcar y cerrar todo lo que promete), la historia pierde algo de magia. Dice el Maestro del Suspense que hay que darle al público lo que quiere, pero no de la forma en que lo quiere. El día trajo la oscuridad hace un buen trabajo al respecto.
Descalza en las tinieblas. En una estancia alrededor de un bosque en un campo, Virginia y su padre médico, Emilio, viven una vida laboriosa y rústica en una acogedora casa. Al mismo tiempo que un brote de rabia sacude la tranquilidad del pueblo, Emilio recibe la noticia de la enfermedad de su sobrina Julia y parte a la ciudad para ayudar a su cuñado, Ostrosky. A la partida de Emilio, Anabel, la hermana menor de Julia, arriba desmayada con los mismos síntomas, preocupando a Virginia. Entre el suspenso erótico y los augurios de un posible horror que se cierne en medio de la concupiscencia y la sospecha, Anabel se comporta inusualmente, descansando de día y saliendo por la noche en medio de la desolación frondosa. A medida que la salud de Julia empeora, Anabel se pierde cada vez más en la nocturnidad arrastrando a Virginia hasta lo profundo de sus aprensiones y temores. El Día Trajo la Oscuridad, la segunda película de Martín Desalvo, es una historia de terror en medio de un ambiente naturalista sobre el vampirismo y las leyendas urbanas. La mezcla de la fantasía terrorífica con el talante de suspenso crea un mundo opresivo, anegado por la propia decisión de los personajes de aislarse en la aparentemente apacible vida rural.
Atmósfera vampírica. Lejos de los De la Vega, los García Bogliano y todo el terror sin alma del cine nacional, aparece el sol con El Día Trajo la Oscuridad. Una película que entiende de climas, atmósferas y situaciones implícitas antes que de un vacuo efectismo visual de gore y sonoridades estridentes para remarcar ferozmente lo que el dramatismo de las historias no puede construir. El terror comienza con el contexto: Patagonia, campo, cabaña, tardes azuladas y un puñado de familiares. Anabel (la actriz y dramaturga Romina Paula) llega enferma a la casa de su tío médico Emilio para asistir en la ciudad en el contexto de un brote de rabia. Emilio es el clásico científico-médico-investigador que pretende dilucidar el misterio de un brote, virus o lo que sea que se desarrolle, aunque aquí no se privilegia un principio de apocalipsis o de miedo que acecha a una sociedad sino la relación trastocada entre miembros de una familia y el desvelamiento de una sensualidad escondida. Siguiendo el tono de los climas más que la carne del terror menos ambicioso, el director Martín Desalvo aplica la estrategia de la sugerencia y es por eso que el erotismo sustituye a los mecanismos más conservadores del género. Claro que el erotismo, como sugerencia de la atracción sexual, es un motivo de los films vampíricos, que en EDTLO operan, también, para montar un ambiente de ensueño como cualidad notable.
Vampiros argentinos (y a mucha honra) Bosque, mar, casona, noche, invierno, viento, fuego. Chicas misteriosas. Primas que se atraen. Mujeres en problemas. Sueños premonitorios. Pesadillas. Hombres rudos. Padres preocupados. Vecinos alarmados. Armas. Médicos. Animales que se mueren. Leucemia. Virus. Rabia. Y, sí, vampirismo... Sobre esos elementos genéricos Martín Desalvo (codirector de Las mantenidas sin sueño) construye un film de terror “universal” con tinte “local”. Las referencias son múltiples, pero no importa demasiado enumerarlas. Por fin, el cine argentino hace una película “de climas”, “de atmósferas” en la que no todo es obvio, en la que la información se va dosificando con criterio, en la que cada plano es inquietante y perturbador. Dos buenas actrices (Mora Recalde y Romina Paula), dos solventes secundarios (Luciano Suardi y Pablo Caramelo), unas locaciones y exteriores bien aprovechadas, un impecable equipo técnico y un director (anoten el apellido Desalvo) que sabe cómo filmar una historia que tiene más de psicológica y onírica que de horror sangriento se suman para redondear una pequeña y muy agradable sorpresa que alcanza su merecido estreno comercial en una decena de salas luego de un amplio recorrido por el circuito festivalero.
Historia de vampiros en un pequeño pueblo de provincia contada a partir de lo que parece ser un brote de rabia que afecta a Anabel (Romina Paula), una chica huraña y solitaria que visita a Virginia (Mora Recalde), la dueña de casa, y que se comporta extrañamente a su alrededor. Entre las chicas surge una atracción, contenida, que empieza a generar sospechas en los padres de ambas. Más naturalista y psicológica que sobrenatural y terrorífica, la película de Desalvo de cualquier modo opera sobre climas siniestros y pinta la atracción entre las dos mujeres como una especie de virus que las afecta a ellas pero que –temen los adultos– pueda afectar a todo el pueblo. Es así que deben salir a cazar y a vencer ese Mal, llevando el asunto hacia terroríficas consecuencias en una película que presenta un punto de vista original para un tema conocido.
La amenaza de lo siniestro Algo que se gesta lentamente y que atrapa a sus protagonistas (y al espectador) es lo que logra Martín Desalvo en "El día trajo la oscuridad"(Argentina, 2013), un perturbador filme que en sus silencios construye una entidad y universalización de su historia como pocas veces pasó con el cine de género nacional. En una localidad del Sur Argentino, sin identificar (otro rasgo más de su universalidad), los rumores sobre una epidemia que afecta a jóvenes mujeres se propagan tan rápido como el mal. Sobre aquello que no se dice, eso que sólo los adultos de la película hablaran, aunque permanezcan ocultos y fuera de plano, se irán tejiendo suposiciones que sólo harán que Virginia (Mora Recalde) sea atraida aún más a su prima recién llegada (Romina Paula) y a las alucinaciones que le genera. Aprovechando, como ya lo hizo Lucía Puenzo en Wakolda, la majestuosidad de los paisajes sureños, con profundos bosques de largos y eternos árboles, Desalvo creará atmósferas y climas enrarecidos, con tonalidades azulinas, que acompañarán la sugestión de algo ominoso que se gesta fuera de plano. En ese no saber qué pasa y en el acompasamiento de las acciones a través de una banda sonora ideal para el filme "El día trajo la oscuridad" erige un discurso enérgico y realista sobre la posible amenaza de un mal. Ese mal está latente, en aquellos planos que detrás de una puerta muestran pequeñas acciones cotidianas, pero que en cualqueir momento puede hacer explotar la enfermiza e histérica relación entre primas. La elección de encuadres y composición de las escenas, como así también la simpleza de algunos guiños al género, hacen de esta película un oportunidad para profundizar una vez más sobre lo siniestro. PUNTAJE: 8/10
Martín Desalvo regresa luego de su exitosa ópera prima (compartida con Vera Fogwill, "Las mantenidas sin sueños", ganadora del Cóndor de Plata a mejor debut en 2008) con una cinta de suspenso psicológico, bien de género, potente y austera que ya fuera presentada en BAFICI y BARS en años anteriores. El tema del vampirismo siempre se ha mostrado como una fuente inagotable de abordajes y en este caso, "El día trajo la oscuridad" (escrita con oficio por Josefina Trotta), es la prueba viviente de que siempre se pueden rodar tramas interesantes aún con pocos recursos de producción. Virginia y su padre, Emilio, viven en un pueblito del interior, alejados del ritmo de la gran ciudad. Por razones de fueza mayor, este último debe partir a darle una mano a su cuñado, ya que su hija (Julia) parece sufrir una enfermedad de origen desconocido que hace peligrar su vida. La cuestión es que Vicky queda sola, y Anabel, la hija menor del padre atribulado llega a la casa afiebrada y con un agotamiento extraño para hacerse compañía mientras dure la emergencia. Virginia conoce a Anabel desde chica y rápidamente establecen vínculo, mientras esperan el retorno de sus padres para saber como evoluciona Julia de su problema. Mientras eso sucede, en los alrededores del lugar, comienzan a suceder hechos extraños, muertes de animales, ruidos, desapariciones que se van integrando con sueños y alguna sospecha interna que se inquieta, a la hora de analizar cuál es la relación entre todos esos eventos. Quién está detrás de esos eventos perturbadores? Hay algún extraño responsable de esa cadena de sucesos? Es un sólo un mito urbano esta presencia amenazante o son sólo hechos aislados unidos por la percepción de los habitantes del poblado? Desalvo acierta con buscar una puesta rural, un paraje alejado y logra potenciar su historia con aportes destacados de la banda de sonido y la fotografía. Claro, la elección y dirección de actores fue fundamental: Romina Paula y Mora Recalde juegan sus papeles con criterio, seducen y llevan adelante un vínculo fuerte (a todo nivel) que sostiene el andamiaje de la historia. El guión está bien estructurado y va proponiendo una progresión natural que estalla en el momento justo. En el debe, quizás algunas transcisiones son un poco lentas (hay quizás demasiada contemplación en ciertos tramos) y un poco más de violencia física (o explícita) hubiese llevado al film a otras alturas, ya que material había para transitar ese camino. Los fans puros del género quizás salgan con ganas de más, pero quienes estén abiertos a ver una buena película de suspenso, saldrán más que satisfechos.
El llamado cine de género se basa en determinados elementos que les son característicos y que conforman una suerte de manual con reglas inviolables para llegar a buen puerto. Pero ¿qué pasa si se incluyen elementos de un género dentro del marco de lo que parece ser una película ajena a ese género determinado? ¿Se crea un híbrido, o se da espacio a algo expansivo? Quizás la respuesta la tenga Martín Desalvo en este, su segundo opus luego de la co-autoría de Las mantenidas sin sueño. A la manera de, por ejemplo, "Låt den rätte komma in", "El día trajo la oscuridad" es un drama intimista, de espacios sofocantes, que de a poco va dando lugar a los razgos más comunes del terror, dándole otro sentido a ese clima silencioso que se venía percibiendo, de la tranquilidad a la inquietud. A las puertas de la casa alejada de Virginia (Mora Recalde) llega Anabel (Romina Paula), desmayada en los brazos de un taxista. Virginia la hospeda y parece que una extraña enfermedad la aqueja. La relación entre ambas se va tornando cada vez más, extraña, más aislada de un afuera. Pero rápidamente las cosas van a ir tomando otro significado, Virginia sufre de unas crípticas pesadillas que se irán abriendo; mientras que Anabel demuestra un extraño interés en visitar el bosque que rodea la casa por las noches. El argumento irá avanzando, saldrán secretos a la luz, ocurrirán sucesos de lo más extraños (o se escuchará hablar de ellos), y así, lo que en un momento parecía ser, no es, es otra cosa… que no adelantaremos, por supuesto. Como si fuese una de las historias de la actual serie Doce Casas, "El día trajo a la oscuridad" se centra en la relación simbiótica de estos personajes femeninos; y le agrega una cuota de misterio, suspenso, y misticismo sobrenatural que acrecienta la tirantez existente entre ambas. Puede ser un film de terror que se enmascara en un drama, o un drama que utiliza el terror para decir más de lo que aparente acerca de las relaciones (sobre)humanas. Desalvo encuentra en Recalde y Paula dos intérpretes ajustadas para los roles que se les exigen, Virginia y Anabel tienen los rostros exactos que deberían tener. El buen clima in crescendo, la fotografía nubosa y pesada, la música-el sonido o la ausencia de él también son un importante acierto. El día trajo a la oscuridad es una arriesgada propuesta que puede desconcertar a seguidores de uno u otro género, o puede, a su vez, entregarle a los mismos algo más de lo que se podía pensar. Esta subjetividad ya no depende del realizador, cada espectador deberá sacar sus conclusiones.
Una de vampiros del cine argentino, con un clima logrado, algunas vacilaciones y enredos en el relato, pero sugerente.
Miradas en la noche La meticulosidad y el rigor tanto a la hora de pensar los mejores diálogos o silencios para decir o sugerir sin grandilocuencia como en la progresiva construcción de climas enrarecidos, con el protagonismo absorbente de la oscuridad y de la noche son los puntales que trazan las marcas distintivas de El día trajo la oscuridad. La apuesta del director Martín Desalvo al cine de género dice presente, al menos desde la temática que puede vincularse con una relectura interesante del vampirismo aplicada a la actualidad y a la dinámica de un pueblo circunscripto por sus bosques, por sus escuetas salidas de emergencias o fuga y sobre todo por ese hermetismo que arrastra secretos, pero que se escabulle furtivo cuando todos parecen anestesiados o sumidos en lo profundo del sueño. El tono minimalista en la puesta en escena sumado a la decisión de que las palabras tengan un verdadero sentido connotativo eleva la propuesta de Desalvo y equipo a otros niveles, que superan por mérito propio a otros títulos nacionales también en sintonía con el fantástico terrorífico. Romina Paula compone un personaje de una extraña y fascinante belleza revestida de salvaje ambigüedad pero que a la vez transmite la fragilidad de quien se sabe y conoce maldito; o que convive silenciosamente con el monstruo interior al que debe saciar para sobrevivir antes que ese monstruo se escape del cuerpo. El contagio o la enfermedad como una arista subyacente y sin desarrollar pero que busca explicación a partir de una serie de acontecimientos anómalos en un círculo muy pequeño de personajes aporta otro elemento dramático a una trama rica en atmósferas y tensiones irresueltas entre el instinto y el deseo, cuando está en juego el cuerpo y las apariencias lucen sus mejores colmillos para reflejarse en los alaridos de la noche y refugiarse así en el silencio de las sombras.
Por detrás de la apariencia de una historia sencilla ambientada en el aislamiento, la penumbra y la soledad de una lejana comunidad rural se insinúa aquí una historia de oscuros miedos y calladas sensualidades, un clima turbio e inquietante que se desentiende de todos los lugares comunes del género de terror. Ni sobresaltos, ni ruidos alarmantes, ni estremecimientos, ni tormentas, ni desapariciones inexplicables. Cero efectismo y mucho menos horror sangriento. Sólo (¿sólo?) un creciente clima de inquietud, derivado no tanto de la evidencia de la enfermedad como de la intuición de su presencia, de una nocturnidad que desliza cierta vaga amenaza sobrenatural sin manifestarla abiertamente, un pálido desasosiego que se cuela no tanto en hechos visibles, sino en los silencios que los envuelven. En fin, una sorpresa y un bienvenido acierto en un cine nacional que se atreve al terror y lo procura de la manera más ardua de alcanzar en la medida en que adopta los caminos más sutiles, más austeros, menos obvios. Mérito sin duda también del elaborado guión concebido por Josefina Trotta. El film de Martín Desalvo (Las mantenidas sin sueños) está hecho a pura atmósfera, y esa atmósfera, perceptible del comienzo al fin, es el resultado de la reunión de una suma de minuciosos y esmerados aciertos: del narrativo, que revela la precisa mano del director, al estético (terreno en el que descuella la fotografía de Nicolás Trovato, colmada de imágenes sombrías) y del geográfico y sonoro (la cabaña donde viven padre e hija, el campo y el bosque a su alrededor, la infinita soledad de las tardes-noches, los vacíos del silencio, las palabras breves como los gestos) al actoral, donde además de su elocuencia y su sensibilidad, Mora Recalde y Romina Paula -a cargo de los dos personajes centrales- aportan también el atractivo de sus presencias. En ese sentido debe señalarse la delicadeza con que Desalvo introduce las pinceladas eróticas, un elemento que no suele estar ausente en las historias de vampiros. Del mismo modo, son de destacar los restantes integrantes del breve elenco, de Luciano Suardi y Pablo Caramelo a la siempre notable Marta Lubos. Y el muy inteligente empleo de la música compuesta por Jorge Chikiar.
Llevar en la sangre El día trajo la oscuridad, de Martín Desalvo, es parienta lejana de Criatura de la noche, de Tomas Alfredson. Entre ambas, salvando las distancias, existe un vínculo sanguíneo: un vampirismo desplazado desde el cine género al de autor. Una transformación de los lugares comunes del terror en algo más lábil, más ambiguo, más esbozado que definido. El día… opta por un naturalismo trastocado: el viejo axioma de que lo siniestro es lo cotidiano cuando se vuelve extraño. Podríamos incluso reemplazar “cotidiano” por “familiar”, porque Desalvo centra su filme en el vínculo entre miembros de una familia sitiada por una epidemia. Nuestro punto de vista es el de Virginia, interpretada con solvencia por Mora Recalde. Virginia es joven y vive en una casona costera, en una zona boscosa, con su padre, que la deja sola para ir a atender a una sobrina enferma. A la casa llegará -desmayada, en brazos de un hombre- otra prima de ella, Anabel, encarnada por Romina Paula, ideal para un personaje frío pero sexuado, hosco, misterioso y amenazante, que duerme de día y camina por el bosque de noche. Entre Virginia -que parece no haberse asomado aún al mundo ni al deseo- y Anabel irá creciendo una relación erótica, mientras el afuera -y el adentro, de las dos chicas, que son muy distintas- se va volviendo cada vez más opresivo. El día... es una película lacónica, delicada, por momentos bella, por otros irregular, renuente a dar explicaciones. Su director fusiona el drama psicológico con el horror. Horror, perturbador, de lo no dicho.
Lánguidas criaturas de la noche Presentada el año pasado en la sección Vanguardia y Género del Bafici, la ópera prima en solitario de Martín Desalvo (codirigió, junto con Vera Fogwill, Las mantenidas sin sueños) trabaja sobre uno de los mitos fundacionales del terror literario y cinematográfico. Sin embargo, no se la puede categorizar como film de terror, en tanto su propósito no es asustar, ni siquiera conmocionar al espectador. En ella la temática del vampirismo se presenta siempre aludida, difuminada, fusionada incluso con elementos disímiles, como es la atracción entre dos chicas, y tratada mediante una estética muy asimilable con la de cierto cine independiente. Heterodoxia digna de ser saludada, aunque los resultados no sean del todo logrados. Nomás aparecer Anabel –el cabello negrísimo, la piel pálida, un aire general de tristeza– se comprende a qué refiere la oscuridad del título. A Anabel (nombre que resuena a la fúnebre Annabel Lee, de Poe) la trae en brazos un desconocido, que la deposita a las puertas de una cabaña. Ubicada en medio de un bosque y cerca del mar, en un paraje que se adivina sureño, allí vive, junto a su padre médico, Virginia, prima de Anabel. El padre de Virginia acudió al llamado del padre de Anabel, cuya otra hija ha enfermado gravemente. Virginia (Mora Recalde) da refugio a la prima (Romina Paula), la atiende y acompaña. No se ven desde hace tiempo, son casi dos desconocidas, y pronto se instala entre ambas una tensión no por asordinada menos perceptible, que no es difícil vincular con lo sexual. Mientras tanto, cosas raras empiezan a suceder: Anabel desaparece de su cuarto por las noches, la ventana abierta de par en par, y en las inmediaciones mueren primero desangrados algunos animales, más tarde algunas vecinas. La referencia a Poe no es casual: hay un aire melancólico en El día trajo la oscuridad, que cuenta con guión de Josefina Trotta. Anabel tiene la tristeza de quien se sabe maldita o condenada. Como en Poe, como en todos los románticos, el ambiente la acompaña: cielos encapotados, oleajes nocturnos, el desolado bosque, lúgubres despeñaderos que caen al mar. Densamente filtrada, de modo de oscurecer ese ambiente todo lo posible, la fotografía de Nicolás Trovato hace lo suyo. Se esparcen, de modo clásico, signos de lo sobrenatural: las huidas nocturnas de la forastera, un pajarito desangrado en el bosque, el relicario “sagrado” que la dueña de la despensa (Marta Lubos) le entrega a Virginia como defensa, las noticias de chicas que aparecen “secas” de sangre en el pueblo. En paralelo, la lenta ceremonia de acercamiento entre las primas: las miradas, un vino nocturno, un tema en el tocadiscos, un baile, los rostros que se rozan. El problema es que todo eso (donde se percibe también, como influencia mayor, el clima desolado del film sueco Criatura de la noche) no termina de cuajar. Quizá por exceso de elipsis, El día trajo la oscuridad cae en una languidez en la que se extrañan la presencia de la sangre, el salvajismo, la brutalidad. Componentes todos de la naturaleza dual de la mujer-vampiro. No se hace pie en el acontecimiento sangriento (la persecución, el ataque, el mordisco), pero tampoco se hace denso un clima que apunta a serlo. Bien filmada, editada y planificada, la ópera prima de Martín Desalvo no está, finalmente, bien actuada. Los actores parecen librados a su suerte, sobreactuando alguno, subactuando otra.
Imperfecta, pero con ideas interesantes En esta curiosa variación del tema vampírico, un pueblo es azotado por una plaga de rabia, y un médico rural se ve superado en su trabajo, mientras su hija queda en casa con una prima que, tal como se ve desde la escena de su llegada, no se siente demasiado bien. Pronto el tema de la epidemia, aunque permanece subyacente, queda a un costado dado que el guión se concentra en la relación entre las dos jóvenes que quedan solas y empiezan a conocerse de manera distinta a cuando eran chicas. De manera bastante distinta, se podría decir, ya que entre las dos protagonistas la relación va directamente hacia lo sensual, cuando la soledad que habitan, o tal vez algo más, las impulsa a bailar juntas unIdea tema folklórico. El film tiene muchas ideas interesantes con las que avanza muy despacio, sobre todo si se tiene en cuenta su breve duración de menos de una hora y media. Está muy bien actuada por todo el elenco, y tal vez lo que le falta es más fuerza, tanto en lo que tiene que ver con el terror sobrenatural, que es después de todo, lo que engancha al espectador, como en la relación lésbica entre las protagonistas. De todos modos, con su paso lento la película no deja de generar interés, logrando algunos climas atractivos en el tono ominoso que puede esperarse de un film con este título. En este sentido se puede decir que los que esperen un film de terror al estilo del que vienen haciendo distintos cineastas independientes argentinos, pueden quedar decepcionados, ya que de algún modo se nota que el director Martin Desalvo tiene un estilo personal que no apunta directamente al género como en los otros casos ya mencionados. El último acto quizá sea lo más logrado de un film desparejo pero con sus puntos altos, y una sólida labor técnica a todo nivel.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
El día trajo la oscuridad: young female vampires in love “A seemingly simple plot becomes more complex in a way that allows viewers to feel the same strangeness that Virginia, the protagonist, is feeling. So viewers have to reinterpret all the signs that have so far appeared in the film. I thought it was interesting to begin by showing a “real” world with some very subtle interventions of the supernatural that, at first, would be explained through the eyes of science”, said Argentine filmmaker Martín Desalvo about his accomplished second outing, El día trajo la oscuridad, a modern, down-to-earth take on the realm of female vampires featured at last year’s BAFICI as well as Cannes Film Festival in the section Blood Window. And while female vampires surely are a central theme in horror cinema, it has almost never been explored in local cinema. Most importantly, the manner in which Desalvo examines this universe is as eerie as it is seductive, as atmospheric as it is surprising. And it’s fine genre filmmaking with an auteur imprint. But first, the storyline. Virginia (Mora Recalde) lives isolated in a huge country house. She’s the only child of Emilio (Luciano Suardi) the town’s doctor, who leaves the house to help his brother’s younger daughter, for she is dying of an unknown disease. In time, Emilio’s brother’s elder daughter Anabel (Romina Paula) arrives to the house feverish and feeling very weak. In fact, she looks and feels just like her sister. She sleeps during the day and stays awake at night. On top of it all, there’s a strange case of rabies plaguing the small town. But is it really rabies? One of Desalvo’s most commendable attributes is how realistically and believable the story is told. Don’t expect vampires with visible fangs, capes and gowns — for there are none. Instead, think of everyday young girls who, as they are alluringly drawn to one another, they gradually turn into night creatures in a slight, restrained manner. The acting is in the vein of naturalism, and so is the overall mise-en-scène. However, when it comes to the cinematography, the criterion is more of a surreal, very climatic nature — even more when it comes to exteriors. Sometimes you feel as though time had been suspended, and as if normal things and ordinary people were about to disappear anytime. When the supernatural enters the territory of the mundane, a strange chemistry is effortlessly achieved. On the other hand, El día trajo la oscuridad could have used a stronger dose of suspense, more tension in some very specific points of the story. Its languid pace does pay off as to ensure a dreamlike state, but it also backfires when it fails to accompany some twists and turns. Other than that, Desalvo’s feature is a healthy, refreshing surprise that makes a difference in the panorama of local horror cinema. That alone is quite praiseworthy.
Una buena propuesta bien realizada rescata a una temática muy bastardeada Con mucha sutileza hacia el género del terror arrancaba una joven Kathryn Bigelow como directora de su segunda película, “Cuando cae la oscuridad” (1987). En aquella oportunidad el clima iba creciendo en tensión mientras se insinuaba el mundo vampírico, pero la clave estaba en el manejo y la dosificación de los elementos que iban acrecentando la posibilidad de comprobar que eso que intuíamos era cierto. Para entonces la definición de la obra se decantaba por sí misma hasta llegar al clímax. Como en aquella suerte de road movie nocturna con pandillas, “El día trajo la oscuridad” comienza con el personaje principal en estado de soledad (no en desamparo ni abandono) en un marco campestre donde la quietud y la amplitud del paisaje potenciada, por el tamaño de la casa en la cual vive y la fragilidad frente a lo desconocido, se vuelven factores que van operando como pistones del motor impulsor de cierta tensión, cierta incomodidad, frente al proceso de la información que nos entregan las imágenes (gran trabajo fotográfico de Nicolás Trovato). Por circunstancias bien justificadas (acordes al género) Virginia (Mora Recalde) queda al cuidado de la enorme casa en la cual vive con su padre, médico del pueblo con bastante trabajo últimamente pues la región en la cual viven está siendo azotada por una extraña enfermedad, dicen que es rabia. El hombre tiene que ausentarse pues la hija de su cuñado se contagió y debe salir a ayudar. En brazos de un remisero llega su prima Anabel (Romina Paula) quien parece tener los mismos síntomas: duerme de día y de noche se desvela al punto de necesitar abandonar la casa y deambular por el bosque. Obviamente, será la relación entre ambas el disparador para empezar a develar el misterio mientras se suceden algunos toques sutiles, sugestivos, que alimentan el suspenso, el erotismo y, por qué no, el drama psicológico. Martín De Salvo anda con pies de plomo como narrador. Se toma el tiempo necesario para que la imagen cuente y las actuaciones crezcan. De hecho, al no contar (Argentina) con actores del género (o muy pocos que lo hagan creíble) se atiene a un registro natural, casi teatral, al cual él mismo le adosa con la fotografía, el sonido y la ambientación todo lo necesario para que la cosa funcione. El mérito es mayor pues, a diferencia de la industria del país del norte que soluciona todo con efectos de sonido y música estridente, el director confía en su propuesta estética y en lo que la propia naturaleza le provee como marco geográfico para contar su historia. Tampoco hay litros de sangre ni formas estrambóticas de matar, ni diálogos innecesarios. Todo en su dosis justa para convertir a “El día trajo la oscuridad” en un sólido motivo para creer que con buenas ideas bien ejecutadas el género tiene un buen exponente. Y el cine también.
Los últimos años, el cine argentino de genero esta de parabienes! Otra película mas, de impecable factura, se le anima al genero. ¡Serán suficiente una fotografía excelente un guión original y una pareja de actrices para llevar a buen puerto esta película de Martin Desalvo? NO VEAN EL TRAILER El primer consejo que les voy a dar es que NO VEAN EL TRAILER. El mismo deschava casi toda la historia, y les va a eliminar muchos de los giros, silencios, y tránsitos cansinos que tiene la película. Dicho esto, continuo con la review. CERCA Y EN VOZ BAJA Virginia vive en un caserón enorme en el medio del campo, en un pueblito perdido en lo que parece ser la Patagonia argentina. El transito del tiempo y las horas son lentos y parsimoniosos. La vida de pueblo común y tranquila que todos conocemos. El padre de Virginia, saldrá a ayudar a su tío, ya que aparentemente una de las primas de Virginia esta enferma. Al mismo tiempo que el padre de Virginia se va, llega desmayada Anabel, prima de Virginia. Anabel, parece enferma también, duerme días enteros, pero los pocos momentos de vigilia que tiene los pasa con su prima, muy cerca de ella, con una tensión y atracción realmente bien construida e interesante. En medio de la incertidumbre de no saber que pasa con su padre y tío, escapadas nocturnas de Anabel, y sueños premonitorios que no van a hacer mas que confundirnos y dejarnos sin pistas sobre lo que va a pasar, Virginia deberá encontrarse a si misma. GENERO CORRECTO En Alta Peli estamos de acuerdo en que la películas de Genero argentinas vienen creciendo día a día con puestas jugadas, guiones pulidos y sobre todos excelentes facturas técnicas. El día trajo la Oscuridad no es la excepción. Si bien a primera vista pareciera que no requirió mayor esfuerzo, se sorprenderán al saber que todas las tomas de noche, están filmadas en efecto, de día. Dato no menor, ya que esto le da al director la posibilidad de elegir la noche perfecta como la quiere el, y no dejar nada librado al azar. Del mismo modo, otra aspecto a recalcar de El Día Trajo la Oscuridad es que NO ES OBVIA. Va por caminos menos transitados, no solo en cine nacional sino también en el cine de genero a nivel mundial. Quizás solo “comparable” a una joya sueca, que muchos conocerán pero que no pienso nombrar para dejar la trama a cubierto. DUPLA DE MEMORIA, DIRECTOR A CONCIENCIA Otro de los puntos altos de la película es la dupla que conforman Virginia y Anabel, protagonizadas por Mora Recalde y (la hermosisisma) Romina Paula. El grueso de la película gira en torno a las escenas entre ellas dos, y con semejante peso, de llevar adelante gran cantidad del metraje, no solo la pareja no defrauda, sino que ademas llenan la pantalla de carisma, tensión y ganas de querer saber mas. El duo, realmente saca el jugo a sus escenas juntas y construye esa sensación de miedo omnipresente que termina con el clímax que no esperamos. Virginia y Anabel no solo protagonizan la película. Son la película. Por otro lado la cintura de Martin Desalvo se deja ver en la elección estética y actoral al momento de desarrollar la historia. (tampoco nos olvidemos que Martin Desalvo es el marido de Mora Recalde, no creo que tuviera “mucha elección”. No dejes de ver la genial entrevista que les hizo Fer Uribe Acá! Es evidente que su pericia hace que la historia se mas interesante de lo que a priori se podría llegar a esperar. Los silencios, los lugares, las miradas, los diálogos, los espacios vacíos. Todo esta puesto en función de contar, aunque gran parte del tiempo no se diga nada. Llevar adelante una historia como esta, desde la parsimonia del pueblo y la siesta, no solo es admirable, también es algo para imitar. Martin Desalvo es el artífice de que esta historia llegue a buen puerto. CONCLUSIÓN El Día Trajo La Oscuridad es una EXCELENTE película de genero. Una opción admirable, de excelente factura técnica y sobre todo argentina. Las actuaciones de la dupla protagonista, en si mismas son clases de actuación. La mano del director se nota a cada plano y lleva adelante una historia que aun en el silencio mas inofensivo, atrapa y te deja con ganas de saber que pasa. Mi consejo es que no se pierdan esta película en cine, y no hablo por el “apoye el cine argentino” nada mas, sino porque películas como esta solo pueden ser bien apreciadas en la inmensidad y oscuridad de una sala apenas iluminada por lo que pasa en la pantalla. Y allí es donde habita la magia de todo esto.
El amor nos despedazará Una película con “tema de vampiros” puede ser muchas cosas, no siempre del todo atendibles; algunas de esas cosas pueden incluso resultar cansadoras, acaso porque ya las vimos demasiadas veces. En la película de Martín Desalvo se retoma vagamente la cuestión para dar lugar, en principio, a una historia de aniquilación: algo, una enfermedad implacable (una especie de peste), se esparce por un pueblo olvidado de la provincia de Buenos Aires. Un médico recorre apesadumbrado las casas atendiendo pedidos urgentes de los vecinos dispersos por el lugar. La hija de su cuñado acaba de morir atacada por el mal, por lo que el hombre puede prever con resignación lo que le espera a cada nueva víctima. Sin embargo los personajes principales de la película son otros: Virginia, la hija del médico y su amiga Anabel, hermana de la chica muerta. Las dos mujeres se hacen compañía mutuamente en una casona alejada mientras los hombres se ocupan de tratar de entender qué es lo que está pasando. Anabel desaparece por las noches y anda sin rumbo aparente por el bosque sumido en la oscuridad. Virginia la encuentra a la mañana y la trae de vuelta en brazos como a una muñeca lánguida, envuelta en el halo de un sufrimiento etéreo como el de una heroína salida de un cuento de hadas. Luego ve desfilar en sueños escenas incomprensibles, en las que el estado de vigilia parece replicarse con una insolencia descorazonadora, al punto de no poder reconocerse la naturaleza de un estado o de otro. El estilo del director es siempre muy bello y elusivo, pero cuando tiene que emprender esa clase de secuencias alcanza una potencia superlativa; un trabajo metódico con el encuadre y la luz en el que las imágenes parecen dar todo de sí, pero a la vez escamotearlo todo: una habilidad consumada de prestidigitador. Las jóvenes pasan el tiempo paseando por los alrededores, charlando o escuchando música. En una escena muy lograda ponen un disco y una le dice a la otra si no quiere bailar con ella. Desalvo retrata entonces el movimiento leve de los cuerpos de las mujeres en el plano con una calidez eléctrica, discretamente emotiva: se trata con toda probabilidad de la escena más misteriosa de la película. Si en varias escenas la materia parece adquirir la consistencia porosa de los sueños, los momentos de cotidianidad de la película se benefician de un carácter sutilmente versátil mediante el cual, por ejemplo, el horror circundante es capaz de sublimarse dentro de la casa en una corriente de erotismo que procede a inundar el plano como una revelación: El día que trajo la oscuridad es también la historia de una relación de amistad entre mujeres tejida con susurros, que se balancea sobre el borde amenazante de un universo donde los hombres parecen tener la potestad de la acción. Los dos hombres, en efecto, se dejan ver esporádicamente por la casa con el objetivo aparente de verificar el estado de sus hijas y enseguida vuelven a salir, como si fueran fantasmas o muertos en vida, que se cruzan miradas propias de conspiradores y apenas pronuncian palabras. Eso monstruoso que se agita en las sombras del mundo exterior es un asunto que les pertenece, del mismo modo que es suyo el patrimonio de la violencia (van armados) y de las decisiones definitivas para doblegarlo: no existe un remedio para los infectados, por lo que hay que cortar el mal de raíz si se quiere evitar su propagación. El día que trajo la oscuridad tiene entonces su tema (el Mal está entre nosotros) y un campo de operaciones delimitado (dos universos: afuera y adentro; o masculino y femenino). Pero también vemos que tiene un alma, un corazón secreto, que consiste en postular la imposibilidad de la alianza de esas mujeres como no sea bajo una forma desesperadamente provisoria. Esta película esquiva, por momentos inabordable, debajo de su piel dura de cuento de terror deja entrever la estela de angustia de una unión con sentencia de muerte.
DÉJAME SALIR Un brote de rabia se extiende por la Costa. Anabel llega desmayada a la casa de Virginia, una prima a la que casi no conoce. Está rara, no come, parece anémica y duerme durante todo el día. Algo parecido a lo que le pasó a su hermana Julia que agoniza víctima de una enfermedad tan repentina como letal. El invierno es frío y ventoso y la casa está lejos de un pueblo desolado en el que sobreviven un teléfono público, una calle de tierra, una despensa… Puertas adentro, la relación entre las primas basculará entre el rechazo y la atracción. Puertas afuera, los personajes serán otros: un acantilado, el bosque de Chapadmalal, el mar, las ramas agitadas por el viento y el cielo, ominoso y vital, como salido del lienzo de un pintor del romanticismo. “¿No querés quedarte acá? Pensalo, estás invitada”. La criatura ha sido invitada pero Anabel (una Romina Paula que parece aquí una versión local de Rooney Mara, por momentos más maquinal que gélida) necesita salir. Quizás de manera irreversible su lugar está ahí afuera, donde los animales aparecen muertos y las personas son disecadas vaya uno a saber por qué y por quién. Habiendo pasado por Rotterdam, el BAFICI, el Festival Internacional Unasur y con un reparto que proviene del teatro off en el que se destaca Marta Lubos como la dueña de la despensa, “El día trajo la oscuridad” es ante todo una película física. Los primeros planos de las protagonistas, su pregnancia sonora y los logradísimos exteriores nocturnos se combinan para generar un festín sensorial que permanece con el espectador incluso después de los créditos. Aun con sus fallas narrativas y actorales, Martín De Salvo, que ya había codirigido junto a Vera Fogwill “Las mantenidas sin sueños” en 2005, entrega una película que remite a la sueca “Déjame entrar”. Quienes hayan visto la obra maestra de Tomas Alfredson sabrán que no es poco.
“EL DÍA TRAJO LA OSCURIDAD”: Que tengas unas buenas noches. Escribir una crítica para una película de cine argentino es sinceramente lo que más me cuesta. Empecé este año a visitar las salas con periodicidad y ya me tocaron algunas. De hecho, “La Tercera Orilla” de Celina Murga, la fui a ver y me encantó. Desde lo más profundo de mi ser apoyo fuertemente la producción nacional y me encanta que los directores no dejen de laburar y saquen, cada vez más, nuevas obras. Es muy difícil hacer una película en este país y es muy valorable alcanzarlo. Pero esta vez, no hay muchos argumentos para defender a esta nueva película. No les voy a mentir. Es mala. No por eso signifique que no la tengan que ir a ver. Hay que saber distinguir entre lo bueno y lo malo ya que saber mirar cine significa mucho más que el simple hecho placentero de divertirse porque sí. Además, aunque sea una frase hecha, sobre gustos no hay nada escrito. Incluso la obra ya estuvo paseando con sus éxitos por distintos festivales internacionales de renombre. La historia cobra vida en un pueblo costero argentino donde vive Virginia (Mora Recalde, debutante en largometrajes), una incómoda pero perturbada ama de casa, junto a su padre, Emilio, quien a propósito yo pensaba que era su esposo cuando inició la proyección. Sin embargo, él se va a ayudar a su cuñado porque tiene una de sus dos hijas enferma. Aparentemente, un virus maligno merodea la zona y algunas personas se están enfermando gravemente. La menor de ellas, Anabel (Romina Paula), una pálida pero oscura joven mujer se irá a vivir con Virginia y de a poco irá contagiándose. A lo largo de la historia se irán sembrando pequeños indicios que nos acercarán al corazón de la trama, que -bajo mi opinión- cobra vida luego de la primera mitad, un poco tarde considerando la corta duración de la película. Un elemento a rescatar son sin duda las escenas en la noche. El uso de la luz es muy bueno y la fotografía es terrorífica (en el buen sentido de la palabra), cosa que no se alcanza en lo más mínimo cuando el sol dice presente. Por otra parte, algún buen vino y alguna música popular, le dan un carácter dulce y cálido a alguna situación en que reina la calma. Párrafo aparte indudablemente para Romina Paula, la revelación para mi gusto. Se la notó muy suelta y parece haber interpretado muy bien su personaje. Fría. Apagada. Una mirada violenta. Tono agresivo. Mis felicitaciones hacia ella. Dejando a un lado las flores, considero que lo que me hace definitivamente pensar que es una película mala es el lugar donde recae. El ritmo lento con el que nos lleva Martín Desalvo termina desenvolviéndose y cayendo en un lugar típico, demasiado visto en el suspenso y el terror. La trama principal es eso y nada más, y no cumple con las expectativas generadas. Que suceda eso mismo genera que ese ritmo lento decepcione más de lo que asusta. En fin, nada más que decir. Están invitados a verla.
En una mansión de piedra, ubicada en el centro de un denso bosque costero, habita el presagio de una tragedia. La gran estructura sórdida y fría no fue suficiente contención para evitar el desastre. La soledad, Virginia (Mora Recalde) y una vecina parecen ser las únicas almas con vida en este pueblo olvidado por la civilización. El invierno avanza, la quietud apremia y el viento susurra una predicción que nadie escuchó a tiempo. La linealidad temporal pronto se quiebra y como caída del cielo llega Anabel (Romina Paula), una joven esbelta que en estado de inconciencia es arrojada dentro del fuerte rocoso. Con una puesta en escena en donde todos los cielos fueron recreados digitalmente para generar el efecto de una noche permanente e invariable, y un tiempo fílmico especialmente diseñado para narrar esta historia. El día trajo la oscuridad, es un filme que habla del amor eterno. Como la novedad no radica en este tema universal, inspiración de toda la humanidad, Martín Desalvo innova con su manera de hacer. El estilo particular y el estricto foco en el drama, habilitan a De Salvo a sorprender con las herramientas que el cine le brinda. Desde el inicio se observan rasgos autorales que anticipan la forma del discurso. Una cámara ubicada en la parte superior del cerco principal de entrada a la mansión revela, al menos, dos puntos. Por un lado, la exposición de una manera no tradicional de filmar y por otro, la sutileza al relatar. Empujados involuntariamente entramos en el particular mundo donde habita Virginia. No es casualidad que El día trajo la oscuridad lleve este poético título. El único momento en donde se puede apreciar la luz diurna es cuando llega Anabel, motivo y causa central de la posterior noche infinita. Nada podrá detener lo que ha comenzado. El destino está activado y Virginia aún no lo sabe. Entre diálogos que interrumpen la falsa serenidad descubrimos que ambas mujeres son primas, detalle fundamental para comprender la gravedad del desarrollo del drama. Sumergidos por completo en el ambiente fílmico, el espectador logra ser seducido por la creciente intriga. La inesperada sucesión de indicios como las salidas nocturnas, la falta de apetito y la extrema palidez de Anabel son sólo unas pocas características de las tantas otras que se irán develando en el transcurrir del suspenso. Si de vampiros se trata, todos los clichés quedaron afuera y eso es motivo de celebración. En presencia de ritos mágicos y la clara evidencia de que alguna extraña enfermedad está matando a todas las jóvenes del pueblo, los cazadores se hacen presentes. Recién llegados de un fuera de campo inexacto, el padre de Virginia y su tío (padre de Anabel), aparecen en escena para erradicar el fenómeno. Sin riestras de ajo ni agua bendita, ambos, deben combatir algo más serio que los ataques vampíricos. Deben enfrentarse con la cruda realidad que quienes están causando el daño son sus propias hijas. Otro gran acierto de De Salvo es la construcción de las relaciones entre los personajes. Un drama familiar con tintes de ciencia ficción que se torna profundo y polémico. Ella son primas, pero entre copas el amor brota. Ellos son sus padres pero deberán erradicarlas. Con un doble mensaje, el ambiguo juego temático se debate entre el repudio al incesto, o la eliminación del vampirismo. De una forma u otra deberán desaparecer y el fuego parece ser la única opción disponible. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
Bebe de mi sangre El director Martín Desalvo y la guionista Josefina Trotta se unieron para regar con sangre el suelo poco fértil del terror nacional. En conjunto dieron a luz un relato vacilante en El día trajo la oscuridad, con sus raíces afianzadas en el thriller y secuencias narrativas que se disparan intencionadamente hacia otra parte. Haciendo honor al título, la trama se inaugura con la interrupción de la monotonía diurna de Virginia por la extraña visita de su prima. La oscura Ana arriba al fantasmal pueblo sureño en brazos de un remisero que la trae desmayada, y activa con su llegada una seguidilla de acciones extrañas. La elección de las locaciones y el trabajo de fotografía generan la atmósfera propicia para el desarrollo de una dinámica terrorífica. Pero en lugar de clavar sus colmillos en esa línea, el guion se desliza por los pasadizos de la psicología hacia la tensión sexual entre las primas, dejando los incidentes sanguinarios apenas insinuados. Mientras las protagonistas se aproximan en el interior de la casa, afuera se multiplican los animales desangrados y los murmullos sobre mujeres que mueren a causa de una enfermedad indeterminada. Si bien la aparición de los padres en mitad del relato funciona momentáneamente como un contraindicio, resulta difícil apartar las sospechas de Anabel, tal y como se sugiere desde el inicio. La organización de la trama no busca develar un enigma sino más bien dosificar una evidencia: todos los hechos oscuros son producto del accionar de una descomunal vampiresa. Con actuaciones entre sombrías y tensas, lo que sostiene a esta película con un final quizá demasiado autoanticipado es la eficacia en la configuración de los climas y la partición de la atención entre las zonas penumbrosas de una relación y el difuminado relato de terror. Y tal vez esa bifurcación no sea necesariamente un error narrativo, sino la estrategia de la que bebió un grupo de creativos para tratar de descoagular a los arcaicos y repetitivos cuentos de vampiros.
Otros caminos para el terror local Virginia (Mora Recalde) es una joven solitaria que vive con su padre en una posada aislada, cerca de un bosque sombrío que limita con un mar agitado y acantilados ríspidos. Mientras llegan versiones de una peste que ataca a los animales del lugar, su padre se marcha para ayudar a un cuñado sobrepasado por la enfermedad de una de sus hijas, quien parece estar gravemente afectada de leucemia. Entonces, se produce la inesperada visita de Anabel (Romina Paula), hermana menor de la prima enferma, que también acusa síntomas de una debilidad extrema. Su presencia activa una seguidilla de acciones extrañas. Entre Virginia y Anabel irá creciendo una relación veladamente erótica, mientras el afuera y el adentro se tornan cada vez más desasosegantes, en el devenir de una corruptibilidad general del cuerpo social y natural, sutil pero indetenible. Sin descartar guiños a los mejores lugares comunes del terror vampírico, la historia se desmarca del género y se corre hacia el cine de autor. La puesta en escena busca la recreación de lo siniestro, eludiendo mostrar abiertamente los aspectos salvajes y sangrientos. La estrategia narrativa se apoya en la banda sonora y en imágenes veladas o sugeridas, con un trabajo metódico admirable del encuadre y la luz. Se vale de recursos tan simples como una casa rodante abandonada en el bosque, el paisaje hostil o un cuarto donde el empapelado barroco parece continuarse en las floridas sábanas de un lecho femenino. Ese trasvasamiento donde se borran los bordes acentúa la alternante atmósfera onírica que participa también de los sueños sobresaltados de Virginia, angustiada por la transformación de los lugares cotidianos en peligros acechantes y oscuros. Atracción prohibida El guión se desliza por los pasadizos de la psicología hacia la tensión sexual entre las primas. Mientras las protagonistas se aproximan en el interior de la casa, afuera se multiplican los animales desangrados y los murmullos sobre muertes a causa de una enfermedad indeterminada. La organización de la trama no busca develar un enigma, sino más bien dosificar una evidencia. Desdobla la atención entre las zonas oscuras del vínculo y el difuminado relato de terror. El eje siempre se mantiene sobre la intimidad de Virginia y Anabel, cuyos románticos nombres son una referencia al universo de Edgard Allan Poe, con frágiles heroínas de palidez mortecina y siluetas lánguidas. Como ellas, las protagonistas se mueven oprimidas por un clima victoriano reprimido pero al mismo tiempo atravesado por el eros, lo sobrenatural y el temor de lo que no puede controlarse. Siempre, por debajo del cuento atemorizante, se entrevé la angustia de una unión prohibida y con sentencia de muerte, en tanto el vampiro debe ser destruido para evitar su propagación. De todos modos, el relato parece quedarse sin resto hacia su desenlace y deja la sensación de un final exangüe al que le falta una mayor contundencia: literalmente la historia se desangra. La navaja invisible Más naturalista y psicológica que sobrenatural y terrorífica, la película de Desalvo, de cualquier modo, opera sobre la omnipresente amenaza de lo siniestro. Instala climas enrarecidos que acompañarán la sugestión de algo innombrable que se gesta fuera de plano. En este cine a pura atmósfera, la información se va dosificando en cada plano inquietante y perturbador, más revelador que las escasas palabras dichas. Es una película difícil de encasillar, está narrada desde el hiperrealismo y juega muy fuerte con el fuera de campo: la navaja afilada está del lado no visible, por lo que se ven los efectos pero no la causa. La construcción narrativa de la película puede resultar desconcertante para el espectador que espere “otra más de vampiros” clásicos o aun aggiornados como los de la saga “Crepúsculo”. El joven director (conocido por su ópera prima “Las mantenidas sin sueño” y su factura de algunos capítulos de la serie “Mujeres asesinas”), traiciona las expectativas de lo obvio, con su opción por una puesta distante, incómoda. Operando a pura marca y desmarca de los códigos de género, el film tiene el mérito indiscutible de un cine nacional que se anima al terror aunque de una manera más ardua, creativa y austera.
(Crítica escrita en la edición de BAFICI en que se estrenó el film) Por más que hayan existido exponentes aleatorios y si nos permitimos dejar afuera el panorama más industrial, el cine argentino no ha tenido obras que sean marcadamente ‘de género’ en los últimos 15 años. El Nuevo Cine Argentino, como dirían algunos, o la forma más renovada del mismo si tomamos el período 2008-2013, se preocupó por forjar -en mayor o menor medida- su propio Género (vamos con mayúscula). Siempre hay excepciones, pero el cúmulo de films salido de este proceso maneja un grado de universalidad identificable más allá de la Argentina en lo que respecta al desarrollo de historias y a ciertos (destellos de) códigos de género. Lo que sorprende es que el territorio y la idiosincrasia de los personajes no son otra cosa que nuestros, entonces al final del día siempre salen de acá y están hablándonos de acá. Quiero decir, que aunque sean entendibles en todas partes, conectan en un sentido más profundo con el público argentino. Y eso está bien. También está bien que lo que se llamo NCA y sus derivados hayan podido consolidar un gran Género y que el espectador que hace 15 años que va a un festival como el BAFICI sepa qué esperar de casi todas las películas nacionales: Tiempos muertos, silencios misteriosos, diálogos y actuaciones neutras, un ritmo en general lento. Estamos entrenados para esto, si nos gusta lo recibimos con los brazos abiertos y a la vez celebramos todo aquello que se despegue con éxito de la fórmula. ¿Lo invento el NCA? No, pero sea lo que sea nos lo hemos apropiado y hubo ciertos horizontes que dejamos de divisar. “El día trajo la oscuridad” es una película importante, antes que cualquier otra cosa, porque abre uno de esos horizontes. Vuelve a darle lugar al género, no a cualquiera -cine de Terror- y lo hace trayendo, de inmediato, códigos que indudablemente pertenecen al Terror y por lo tanto corresponden a otro lugar. En una enorme casa en el bosque, Virginia espera que su padre regrese de ver cómo está una de sus primas, y se le aparece Anabel, su otra prima, desmayada y descompuesta. Hay una suerte de epidemia, animales destrozados por algo que va más allá de lo animal y lo humano; hay una vieja en un almacén que tiene pinta de bruja; hay mucha oscuridad. La película de Desalvo no oculta su procedencia de género ni la dirección que va a tomar. Además, el diseño de sonido es exquisito: los golpes retumban en nuestros pies y la música nos envuelve los oídos. “Parece una de afuera”, podríamos decir. Pero en toda esta operación, tampoco olvida que es parte de aquel Género. Entonces, es como si todas las obsesiones y recursos consolidados en 15 años se juntaran con un género clásico y derivaran en otra cosa. Esta síntesis es la que descoloca. Hay una extraña paz y quietud en medio de un contexto estrangulador que pone a la película en un lugar único. Si nos vamos a topar con el Terror, y todos sus elementos, también queremos los momentos de exaltación, los gritos, la locura que define al género. Y eso no está acá. Nos toca la misma lentitud, los diálogos monocordes, el incesto (párrafo aparte para la sensualidad de Romina Paula –una vez más- y Mora Recalde). Y no lo escribo como diciendo ‘otra vez sopa’. “El día trajo la oscuridad” es una sopa que todavía no probamos.