Vuelta al origen En El llamado salvaje (Call fo the wild, 2020), Chris Sanders dirige la adaptación cinematográfica de la novela clásica de Jack London, en donde un perro y su compañero de viaje transitan una alegoría de la vida. John Thornton (Harrison Ford), se une a Buck, el perro protagonista y corazón de la historia, representado mediante la tecnología CGI (Imagen generada por computadora). Un perro cuyo mundo se viene bajo cuando es arrancado de su hogar y trasladado a Canadá para trabajar con un equipo de perros de trineo que entrega el correo. Buck emprende un viaje extraordinario hacia la adultez que lo lleva a descubrir finalmente su lugar en el mundo y a convertirse en un verdadero líder. Tanto Buck como John, se encuentran perdidos en la vida y derrotados, ambos se darán fuerza para aceptar sus raíces y recuperar la fuerza para avanzar. Aunque resulten trillados los films con perros, siempre funcionan y El llamado salvaje no es la excepción: entretiene y emociona. Quizás su punto débil sea la credibilidad del personaje protagonista, debido a que el efecto del CGI no está muy bien logrado y se nota más al interactuar con otros perros. El guion cae en lugares comunes y es un tanto predecible, pero lo interesante de la película radica en plantear al personaje de Harrison Ford como el compañero del perro y no como su dueño. De hecho se reúnen ya avanzada la trama de una película relatada desde el punto de vista del animal. Estas dos elecciones constituyen un gran acierto y aporta a la dinámica del film y a la credibilidad de Buck. De todas maneras, los efectos sobre Buck y su historia, se convierten en detalles, si le abrimos el corazón a la trama y a sus mensajes universales relacionados con la vida y la identificación de todos. Visto de este modo, film es una metáfora de la vida, del camino a recorrer y nos invita a la reflexión.
Fuera del mapa La nueva adaptación de la maravillosa novela del escritor estadounidense Jack London, The Call of the Wild, publicada en inglés en 1903, mal traducida al español desde 1939 como El Llamado de la Selva y bien traducida como El Llamado Salvaje o El Llamado de lo Salvaje, narra la historia de un enorme perro, cruza entre San Bernardo y Collie Escocés, secuestrado de su consentido hogar en California y vendido en Yukón durante la Fiebre del Oro a principios del Siglo XX para su uso como perro de trineo. Michael Green, guionista reconocido por haber participado de algunos de los proyectos más importantes de los últimos años como Blade Runner 2049 (2017) y Logan (2017), que venía a su vez de adaptar una célebre novela de Agatha Christie en Asesinato en el Oriente Express (Murder in the Orient Express, 2017), fue el encargado de la traslación del mejor libro del primer período narrativo de Jack London. La dirección recayó sobre un veterano de Disney, Chris Sanders, guionista de Mulan (1998) y devenido director con Lilo & Stich (2002), Cómo Entrenar a tu Dragón (How to Train Your Dragon, 2010) y The Croods (2013). En términos generales el film respeta la obra de London sin morigerar la crueldad de la historia original, pero tampoco la expone en toda su dimensión, incluso hay una caricaturización infantil del villano interpretado por Dan Stevens, un típico personaje vil con todo el estilo pueril de Disney. Protagonizada por el perro Buck, un can completamente compuesto por la tecnología de animación CGI, The Call of the Wild (2020) sigue sus aventuras como perro cartero y más tarde como amigo de un solitario hombre alejado del mundo tras la muerte de su hijo. Entre el mapa y el territorio, Buck y su amigo humano John (Harrison Ford) viajan hacia tierras fuera de los alcances de los agrimensores, espacios donde los buscadores de oro se adentran para encontrar su destino y donde la ley de la naturaleza rige sobre la ley de los hombres. El trabajo de composición de Buck es realmente excelente, pero se nota su artificialidad principalmente por la exageración de los gestos perrunos. De todos modos, su carácter digital no afecta la emotividad que el personaje genera en el público, especialmente en los niños. Harrison Ford, Omar Sy y Cara Gee cumplen como los amos o amigos humanos del gran Buck, un perro que vive múltiples aventuras, descubriendo el mundo en toda su dimensión de sufrimiento, satisfacción y fascinación. Al decidir respetar la novela, el film se toma su tiempo para narrar cada historia, desarrollar a los personajes e incluso construir la psicología de la manada de los perros que acompañan a Buck en su trineo postal como preámbulo de la lucha por el liderazgo. Green provee así de un guión sólido sobre el que Sanders realiza una buena labor. La voz en off de Harrison Ford hace las veces de narrador y apuntala el carácter de fábula que Sanders y Green le imponen a la propuesta. Siguiendo así siempre a la obra original de London, el opus trabaja principalmente sobre la psicología canina, la elección de los amos y la relación de los perros con ellos, el aprendizaje y la compasión, los valores de los buenos líderes y su responsabilidad ante los maltratos y ante los malos liderazgos, y el peligro de la locura que la codicia por la obtención de riqueza desata en los hombres. El Llamado Salvaje celebra la relación entre el hombre y el perro, pone a los perros como protagonistas y a los humanos como acompañantes, algo patente en varias escenas como la del cartero intentando poner al perro más viejo delante de la manada en lugar de a Buck. Más allá del alejamiento de la naturaleza a través de la simulación, una operación de la cultura actual de plástico creada en una oficina que imita a la naturaleza como si fuera un paisaje de un pasado lejano a recordar mientras avanzan los rascacielos de lujo, la película cumple y Buck es un muy buen personaje con una personalidad y rasgos muy bien trabajados. El Llamado Salvaje es una cálida propuesta para toda la familia, aunque hubiera sido mucho mejor con un perro de verdad y sin tanto CGI. Sin romantizar ni banalizar el regreso a la naturaleza, pero tampoco desarrollando toda su dimensión, la película ofrece una visión entrañable de la naturaleza animal canina, su dualidad entre su carácter de mascota y su amor por el ser humano, su cuidador, y su lado salvaje e instintivo como descendiente de los lobos.
El filme enternece a un indomable Harrison Ford. Crítica El llamado salvaje. La película estadounidense “The Call of the Wild” ingresa al mundo animal con Buck un perro animado y sus ancestros. El resultado una cinta dramática que con lógica tiene a Chris Sanders como director quien dispuso de forma coherente los elementos tanto imaginarios como reales. El director Chris Sanders ya confeccionó filmes animados como: “Lilo y Stich”, “Cómo entrenar a tú dragón” y “The Croods”. Organizó las ilustraciones de: Mulán, El rey león, La bella y la bestia y Aladdin. En éste caso se propuso un desafío, como combinar imagen real y generada por computadora. En El llamado salvaje se nota su capacidad para recrear espacios inimaginables y hacer las transiciones adecuadas para que la narración se comprenda. El guion de Michael Green toma como punto de partida la novela La llamada de la selva de Jack London quien en su historia cuenta las vivencias de un perro Buck; que con sus sensaciones primarias regresan después de una tanta de hechos; que le pasaron cuando lo exponen a conducir un trineo. Mientras todos perseguían una pizca de oro donde los canes eran cotizados como vehículos para llegar a él.Green pone adecuadamente al perro como narrador y protagonista; con una líneas cómicas infantiles y giros tenebrosos que evidencian el maltrato animal y la escenas de alto voltaje violento. Harrison Ford in The Call of the Wild (2020) Narra el relato de Bueck un perro peludo a quien se le transforma la vida de un momento a otro. En el instante que su amo se traslada a California a las raras estaciones de Alaska, mientras se da la Fiebre de Oro a fines del siglo XIX. El canino es aprendiz en un conjunto de perros de trineo( y luego su guía). Buck siente que su camino es una travesía que nunca podrá borrar de su memoria, hallando su espacio en el mundo y dándose a sí mismo su valor sin ser propiedad de alguien solo de él. La música de John Powell siguió lineas orquestales, sinfónicas, folclóricas o folk nórdica. Lo que trajo esa esencia autóctona con instrumentación con guitarras criollas, panderetas, flautas; frente a la naturaleza. Además flautas, percusión, piano y violines en los momentos de tensión. La fotografía de Janusz Kaminski empleó gruas y brazos robóticos para las escenas que comparten CGI. Los actores podían conectar con los ojos de un perro inexistente y locaciones hipotéticas. Los efectos fueron por momentos desconcertantes y sólidos. En el filme los actores y actrices que se destacaron fueron Harrison Ford como John Thornton, un ex buscador. El intérprete brinda una lúcida aparición, ermitaño pero conmovedor, sensible con Buck; su otro yo en versión animal. Un can que estaba acostumbrado a la soledad y la lealtad. La dupla da un salto de acción en la película y agiliza la cinta que tuvo muchos baches sin fuerza. Por otro lado, la actriz Cara Gee en el papel de Françoise y el actor Omar Sy como Perrault son los maestros de Buck que le enseñan a ser un perro de trineo. Son dúo cómico ella es irónica y él un disparatado. Ellos dan servicios de entrega de correo a larga distancia. Cada carta posee mensajes de: amor, deseos, malas noticias y nostalgia. Ellos se dan cuenta de la velocidad y puntualidad que obtienen del vigor del can que es mezcla San Bernardo y Collie. El primer amo de Buck era el Juez Miller(Bradley Whitford) que lo mantenía como una mascota doméstica y cómoda aunque lo pierde. Cuando un empleado ludópata lo vende al hombre de la casaca roja, quien lo aproxima a su lado más bestial. El sometimiento al animal es abrumador lo lleva a un extremo perturbador bajo el nombre:”La ley del garrote y el colmillo”. Los villanos son un trío: la artista Karen Gillan como Mercedes, Dan Stevens encarna a Hal y Colin Woodell en la piel de Charles un poco predecibles una dama opulenta, su marido Charles diluido por Hal el gran oponente de John Thornton. Stevens demuestra impiedad, agresividad con su propia defensa el “látigo” sobre Buck. Lo compra con el fin de encontrar oro y convertir a su equipo en ricos, su vestuario es intimidatorio e impresiona con su rabia. Los actores Harrison Ford y Dan Stevens se desarrollan grandes escenas de western. El actor de voz Terry Notary le pone su tono a Buck evidencia: sus descuidos, inconsciencia, los constantes abandonos, la necesidad de comida, su desorientación, su nexo instintivo con sus predecesores los lobos, su persistencia al anteponerse a cada impacto de vida o muerte, las veces que un perro escucha y a la vez reflexiona por medio de sus emociones. La película se mueve dentro del género de aventuras donde Harrison Ford es la proa del barco y su popa Buck. El filme navega en las sensaciones de un animal ellas son los marcadores que le dan impulso al filme. Una típica fórmula de cintas sobre mascotas que apunta al sentimentalismo y un obvio público infantil. Puntaje:60.
El mejor amigo del hombre regresa a la pantalla grande en una película para disfrutar en familia y que hará que, una vez terminada, corramos a abrazar y agasajar a nuestra mascota. «El Llamado Salvaje» está basada en la novela homónima de Jack London y cuenta la historia de Buck, un perro bonachón que en la década del 80 y como consecuencia de la fiebre del oro, es robado y vendido para formar parte de un grupo de perros de trineo. Así, Buck comenzará una gran aventura llena de desafíos que lo ayudarán a encontrar su lugar en el mundo. Ya sea tanto en películas animadas como realistas, comúnmente, el espectador llega a empatizar con el animal protagonista a niveles exorbitantes haciendo que cada vivencia que atraviese, ya sea buena o mala, se viva a flor de piel como si de un miembro de nuestra familia se tratara. Sin embargo, este film se queda corto. No a causa de la trama, que se apega al libro original y nos lleva a recorrer un sinfín de emociones a lo largo de la historia, sino a causa de, quizás, lo mejor y lo peor de la obra: los efectos especiales. El CGI, además de verse en la ambientación de los hermosos y nevados paisajes de Alaska, supera las expectativas al traernos un «Buck» al borde del realismo que es digno de alabar pero que no logra atravesar la delgada línea que divide lo real de lo animado, haciendo que más allá de que sintamos simpatía por él, no dejemos de notar que es un animal computarizado. Por otra parte, resuena mucho en el film la libertad que se toma el director, Chris Sanders, de atribuirle acciones demasiado humanas al can como la solidaridad, autosuperación o la concientización sobre los efectos del alcohol, lo cual, al tratarse de una película con protagonistas de carne y hueso, es poco creíble, sobre todo si se está intentando que el animal sea lo más realista posible, llevándolo a veces al nivel de películas como el live action de «Scooby-Doo» del 2002. Este accionar no es de sorprender en el director ya que toda su filmografía anterior (tres films codirigidos) presenta animales «humanizados», con la diferencia de que en esos casos se trataba de películas 100% animadas: las nominadas al Óscar «Los Croods», «Cómo entrenar a tu Dragón» y la joya de «Lilo & Stitch». Obras en los que este estilo cae como anillo al dedo al ser largometrajes que apuntan mayormente a los más pequeños. Fuera de lo que es el perro estrella del film, son destacables los papeles de Omar Sy («Amigos Intocables», 2011), con un carisma fuera de este mundo, y de Harrison Ford, la estrella humana de este film, que naturaliza la relación con Buck de tal manera que nos preguntamos si al verlo imaginaba a Chewbacca para hacerlo tan realista. Ambos sobrepasaron con creces al antagonista, Dan Stevens, que, aunque se han visto buenos papeles en él, no puede evitar, a causa del guion, tener que personificar al típico «villano de Disney» de manera forzada lo que sólo sirve para ridiculizarse entre los más grandes y «asustar» a los más jóvenes. En pocas palabras, «El Llamado Salvaje» no deja de ser una película hermosa, pero tampoco deja pasar desapercibida que se trata de una película de Disney, aunque esté bajo el sello de 20th Century Studios, desilusionando a los que busquen emocionarse al nivel de «La Razón de Estar Contigo», pero alegrando a aquellos que quieran un film familiar que logre retener la atención de los niños totalmente.
Inspirada en el libro de Jack London y apoyandose en su experiencia previa en animación Chris Sanders nos trae la historia de Buck, un perro que transitará su vida respondiendo a órdenes y afianzando vínculos con aquellos humanos que conozca y que lo traten bien. El principal problema de este relato es Buck, el protagonista, perro creado por CGI, que resta verosímilitud a toda la historia, y una voz en off que distrae y molesta, en un relato infantil y que ni siquiera la participación de Harrison Ford lo puede salvar.
Una travesía para descubrirse a sí mismo “El llamado salvaje” (The callo f the wild, 2020) es una película de aventuras dirigida por Chris Sanders (Lilo & Stitch, Cómo entrenar a tu dragón) y escrita por Michael Green. Con un guión basado en la novela homónima de Jack London, la cual fue publicada en 1903, la obra está protagonizada por un perro llamado Buck, cruza entre San Bernardo y Collie que aquí fue diseñado a través del CGI. El reparto se completa con Harrison Ford, Omar Sy (Amigos intocables), Dan Stevens (Matthew en Downton Abbey), Cara Gee, Karen Gillan, Bradley Whitford, entre otros. Éste es el primer filme estrenado bajo el sello de 20th Century Studios luego de que Fox fue adquirido por Disney. La historia gira en torno a Buck, un perro de gran tamaño que tiene una vida muy placentera en California, junto a la familia del juez Miller (Bradley Whitford). Al ser robado y vendido, Buck llegará hasta Alaska y pasará a ser un perro de trineo que debe esforzarse al máximo para entregar la correspondencia a tiempo. Durante la fiebre del oro de la década de 1890, Buck tendrá distintos amos, tan buenos como malos, que lo irán moldeando para darse cuenta de cuál es su lugar de pertenencia. Luego de varias adaptaciones, ya sea en cine mudo, animé, película o serie, nos llega la primera versión de esta historia que combina animación con acción real. A través de una voz en off narrada por Harrison Ford, que luego pasa a tener un rol secundario fundamental, conoceremos la vida de Buck, un can que de ser mascota de la noche a la mañana deberá aprender a valerse por sí mismo y a trabajar en equipo en un clima tan gélido como hostil. A pesar de que, desde el diseño, los perros, lobos, peces y conejos del filme cuentan con un aspecto fotorrealista único, resulta imposible creernos que esos animales son de verdad. No obstante, los primeros planos de Buck funcionan muy bien gracias al trabajo que se hizo en detalle de sus gesticulaciones, en especial de su mirada. Muy suavizada con respecto a lo que sucede en el material original, la película utiliza a Harrison Ford como un personaje sufrido que emprende un viaje para sanar. La relación con Buck está lograda, así como también se destaca el período que Buck atraviesa con otros perros de trineo, en donde conoce a sus dueños encarnados por Omar Sy y Cara Gee. Lo que falla es el villano, interpretado por un súper caricaturizado Dan Stevens. Cegado por querer hallar oro cueste lo que cueste, Hal es un personaje que funcionaría si la cinta fuera de los años 90. Con bellísimos y luminosos paisajes, “El llamado salvaje” hace pasar un agradable rato en la sala de cine. Aunque una de las situaciones clave del último acto está armada de forma muy apresurada y al filme se le hace difícil escapar de la previsibilidad, las aventuras de Buck consiguen dejar un buen mensaje sobre el hallar cuál es nuestro lugar en este mundo, confiar en nosotros mismos y estar dispuestos aprender del otro.
Las películas protagonizadas por perros (interactuando con humanos, claro) constituyen a esta altura un subgénero con reglas propias y muchos fans: desde Marley y yo hasta Siempre a tu lado, pasando por Beethoven o la reciente Mi amigo Enzo, son films que apuestan sin rasgos de cinismo a la emoción más pura y directa. En esta transposición de la célebre novela de Jack London de principios del siglo XX falla lo principal: el perro protagonista, Buck, es tan “perfecto” gracias a los efectos visuales generados por computadora, tiene movimientos tan imponentes y hasta gestos que por momentos parecen más humanos que animales que se pierde toda la naturalidad, el encanto y la empatía que este tipo de historias requieren (exigen). Buck es una cruza de San Bernardo con Collie que pertenece a un juez, pero en la primera escena vemos que el travieso perro es robado de esa mansión pueblerina y trasladado a Alaska. En Yukón, en plena fiebre del oro de la década de 1890, aprenderá primero a tirar junto a otros perros del trineo de unos carteros y luego se convertirá en el compañero inseparable de John Thornton (Harrison Ford), un curtido buscador del precioso metal golpeado por la vida, más precisamente por la muerte de su hijo. Ni los ojos saltones de Buck, ni la nobleza que el querible Ford aporta en un puñado de escenas ni la belleza de los exteriores filmados por ese excelente director de fotografía que es el polaco Janusz Kaminski (habitual colaborador de Steven Spielberg y ganador del Oscar por La lista de Schindler y Rescatando al soldado Ryan) alcanzan para maquillar (ni mucho menos para salvar) a esta película sin sorpresas, sin alma y sin onda dirigida a puro piloto automático por Chris Sanders, el mismo de las mucho más disfrutables Cómo entrenar a tu dragón, Lilo & Stitch y Los Croods. En definitiva, El llamado salvaje -una producción del fenecido estudio Fox- resulta una fallida propuesta con el espíritu pero sin la magia de los mejores exponentes de Disney, compañía que ahora es dueña de Fox y se ocupó del lanzamiento de este mediocre producto.
El cine de aventuras ubicado en paisajes naturales y basado en la legendaria novela de Jack London publicada en 1903 renace conEl llamado salvaje, un relato concebido a la vieja usanza , al igual que en el filme protagonizado por Charlton Heston en 1972 y cuyo final es similar al de esta nueva entrega. Entre el costado salvaje, la furia de la naturaleza y la brutalidad del hombre, la película ambientada en la época de la fiebre del oro en 1890, trae a Buck, el revoltoso perro (cruza de San Bernardo y Collie escocés) perteneciente al juez Miller (Bradley Whitford) que es secuestrado de su hogar en California (en el que hace destrozos debido a su torpeza y gran tamaño) y vendido para tirar trineos que llevan correspondencia en el helado ámbito de Yukón, Canadá. Ese arduo trabajo que realiza junto a su comprensivo amo Perrault (Omat Sy) y su compañera Francoise (Cara Gee) se ve interrumpido por una tormenta y amenazado además por el arribo del telégrafo. Buck enfrenta una serie de peligros (alud incluido) junto a los suyos en medio del maltrato, la explotación (como en Dumbo) y un feroz combate contra el líder perruno de la manada. Buck pasa de mano en mano y se cruza con John Thornton (Harrison Ford), el ermitaño que vive en una cabaña y arrastra un doloroso pasado familiar. Buck y John se necesitan en este viaje que se encamina hacia la adultez y la búsqueda del hogar según las leyes de la naturaleza. El riesgo de la propuesta recae en la técnica de animación digital de Buck (y del resto de los animales) para convertirlo en un personaje realista que interactúa con los actores, pero la barrera es superada en esta historia fiel al libro original escrita por Michael Green (Blade Runner 2049). El personaje de Harrison Ford (aquí sin el látigo de Indiana y con barba tupida) aparece de manera episódica y luego encuentra el desarrollo adecuado en el segundo tramo, donde impone su magnetismo y muestra la fragilidad de un aventurero solitario. El director Chris Sanders (Los Croods y Cómo entrenar a tu dragón) conoce las aventuras de animación, acierta con el ritmo y sortea los golpes bajos, apoyado por la exquisita fotografía de Janusz Kaminski. Se contagia además la maldad del villano casi infantil encarnado por Dan Stevens, un ambicioso buscador de oro.
Basada en la novela de 1903 de Jack London (1876-1916), “El Llamado Salvaje” es pura aventura y su principal protagonista es el perro “Buck”, y lo acompañan Harrison Ford y Omar Sy. Dirigida por Chris Sanders, vemos en 140 minutos la vida de un perro de gran contextura física similar al San Bernardo, y gran inteligencia, quien al comienzo vive con una familia liderada por el Juez Miller (Bradley Whitford) que lo malcría y donde vive tranquilo haciendo bastantes travesuras. Por algunos accidentes domésticos es robado, apresado y vendido a la nevada Yukón, al norte de Canadá, donde hay buscadores de oro, durante la “fiebre” por el metal a fines del siglo XIX. Buck es rescatado por Perrault (Omar Sy) y su novia Francoise (Cara Gee) para llevar, junto a otros perros, el trineo del correo. Esto dura un tiempo hasta que llegan comunicaciones más modernas y el reparto termina. Allí las vueltas de la vida hacen que se encuentre con un ser que buscó la soledad pero lo termina necesitando, como John Thornton (Harrison Ford) quien está pasando por un momento difícil y encuentra en Buck el consuelo y compañerismo que necesita. Juntos emprenden una nueva vida y se transforman en mejores amigos, llegando a lugares recónditos. El film cuenta con muy buenos efectos visuales, aunque se abuse de la tecnología CGI (Computer Generated Imagery) y logra su objetivo con un can que ofrece diversión y ternura. Como dato de color, es la primera película que lanza 20th Century Fox luego de pasar a ser propiedad de Disney. Un film emotivo y entretenido por igual, con una excelente fotografía de Janusz Kaminski. ---> https://www.youtube.com/watch?v=cZRuEzVo9Fs TITULO ORIGINAL: Call of the Wild DIRECCIÓN: Chris Sanders. ACTORES: Karen Gillan, Bradley Whitford, Harrison Ford, Dan Stevens, Omar Sy. GUION: Michael Green. FOTOGRAFIA: Janusz Kaminski. MÚSICA: John Powell. GENERO: Aventuras , Animación . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 100 Minutos CALIFICACION: Apta para todo público con reservas DISTRIBUIDORA: Fox FORMATOS: 2D. ESTRENO: 27 de Febrero de 2020 ESTRENO EN USA: 25 de Diciembre de 2019
En su fábula sobre el llamado del origen, Jack London imaginó el camino inverso de un involuntario héroe. De la vida confortable en un hogar suntuoso a las exuberancias de la naturaleza, donde anida la esencia perdida en tiempos de modernidad. El relato implica cierta resistencia al reinante positivismo de comienzos del siglo XX. Su héroe es Buck, un perro malcriado en un hogar burgués, que en los años de la fiebre del oro comienza su travesía hacia los confines nevados del Ártico. Pese al intento de homenaje que este film delinea sobre aquel universo literario, su mirada reniega de una de sus principales fuerzas: el costado salvaje de la naturaleza. Esa aura temible de lo primitivo apenas se vislumbra en la simpática expresión de un perro humanizado, adherido en demasía al diseño digital. Sus encuentros con hombres brutales y fraternales animales tienen siempre un aire de programación antes que de sorpresa y peligro, como si ese viaje estuviera protegido por los comandos de un videojuego. Aun en la presencia de Harrison Ford como un padre en duelo y en la pérfida irrupción de otros villanos humanos, la película explica en off cualquier signo ambiguo y no se aparta del ideario de una naturaleza domesticada, recurso al servicio de un perro que viaja lejos para terminar demasiado cerca.
Primera objeción: el título de estreno en Sudamérica “El llamado salvaje” suena confuso. Se entendería mejor como “El llamado de lo salvaje”, más fiel al libro clásico de Jack London aquí editado como “El llamado de la selva”, que cuenta la historia de un perro hogareño convertido en salvaje debido a la maldad de muchos seres de vida menos cómoda que la suya, y el encuentro, o acaso el reencuentro ancestral, con la naturaleza. En plena “fiebre del oro”, él ha de enfrentarse a “la ley del garrote y el colmillo”, saldrá victorioso y encabezará su propia jauría. Segunda objeción: comparada con el libro, que data de 1903, la película está más que pasteurizada. Generaciones de niños lo leyeron sin mayores traumas pese a las bestialidades que en él se cuentan, pero ahora casi todo eso se oculta o se suaviza, o se cambia de villano, en atención a lo “políticamente correcto”. Con todo, es un buen entretenimiento, emocionante en algunas escenas, luce un nivel técnico notable, y respeta en varios aspectos el espíritu de la novela. Por empezar, está protagonizada por un perro. Bueno, es un perro digital, pero no importa. Los humanos son todos humanos, dentro de lo que cabe (Harrison Ford, Omar Sy, Dan Stevens y la india chipewa Cara Gee, con un personaje que no figura en el libro, pero igual se agradece), pero los perros, el conejo, el oso, los alces, unos cuantos paisajes, son todos de laboratorio digital. Elogios para el supervisor Illia Afanasiev (las nuevas de “Godzilla” y “Pokemon”) y el director Chris Sanders, coautor de “Lilo & Stich” y “Cómo entrenar a tu dragón”. Sobre el adaptador, Michael Green (“Blade Runner 2049), pueden caer algunos palos, pero también elogios por dos escenas de rescate durante el viaje del correo postal, que son puro invento suyo (y no sabemos si London las hubiera aprobado). Postdata: versiones también atendibles, las de Charlton Heston, 1972, y Rutger Hauer, 1997. Por su parte, la de Clark Gable con Loretta Young, 1935, cambiaba casi todo, salvo la raza del perro.
Uno de los libros más bellos libros de Jack London llega a la pantalla y podría decirse que gracias a eso que hoy se da en llamar Live Action, entre otras cosas logra que el perro sea el protagonista absoluto de la historia. Se trata de Buck, joven lleno de vitalidad y capaz de destrozar lo que se le ponga en el camino si está de animo juguetón, dándole vida al hogar de un juez. Lo cierto es que el relato arranca en una noche, cuando Buck es engañado y vendido como perro de trineo en los años de la fiebre del oro y una multitud de buscadores marchan hacia el Territorio del Yukon, en el salvaje oeste canadiense. Así que Buck, que vivía en la comida vida hogareña se ve inmerso en una aventura que no buscó, pero claro, es un perro despierto y se adapta rápidamente a las nuevas circunstancias que se le presentan. Primero va a ser parte de un grupo de perros comandados por otro, sirviendo al correo y allí aprende a todo lo que un perro necesita aprender y además gana experiencia como líder. La aventura de Buck da otra vuelta de tuerca cuando se encuentra con un nuevo dueño, John Thornton (Harrison Ford). Buck y el anciano Thornton se entienden, uno está buscando algo que no sabe bien qué es, mientras que el otro trata de olvidar un drama familiar. Pero allí donde casi se termina el mundo, como dice uno de los personajes, el hombre y el animal establecen una convivencia y Buck va a encontrar lo que busca en eso que London llama “El llamado”. El llamado de lo salvaje está producida por James Mangold y dirigida Chris Sanders y el resultado es una película que retoma lo que alguna vez fue el cine de aventuras pero claro, para eso ayuda mucho la historia de Jack London. Harrison Ford asume la voz central del relato y la película encuentra un único punto de debate en el tratamiento que se hace de Buck, que resulta un protagonista absoluto realizado por computadora. Los que superen el CGI, seguramente van a disfrutar de la película. EL LLAMADO SALVAJE The Call of the Wild. Estados Unidos, 2020. Dirección: Chris Sanders. Intérpretes: Harrison Ford, Omar Sy, Cara Gee, Karen Gillan, Dan Stevens, Bradley Whitford, Colin Woodell y Scott MacDonald. Guion: Michael Green. Fotografía: Janusz Kaminksi. Edición: David Heinz y William Hoy. Música: John Powell. Distribuidora: Disney (Fox). Duración: 100 minutos.
Lo primero que llama la atención al comienzo de la proyección es que las fanfarrias de Fox siguen presentes aunque en los hechos esta sea la primera peli que tiene su nuevo logo: 20th Century Studios. Todo un cambio en la industria desde que se completó la fusión con su nuevo propietario: Disney. Que la primera película de esta etapa sea dirigida por Chris Sanders no puede ser mera casualidad. El director de Lilo & Stitch, y responsable de otros dos mega éxitos para Dreamworks como lo fueron Los Croods y Cómo entrenar a tu dragón, hace su debut en el live action de manera auspiciosa.
Entender el estreno de El llamado salvaje, protagonizada por Harrison Ford (interpretando al mítico personaje de John Thornton -más abajo entenderán porqué ese adjetivo-) y un perro gigantesco y querible necesita un poco de contexto. The Call of the Wild (así su nombre original) es una novela corta escrita por Jack London en los primeros años de 1900, tuvo su primera traducción al español a finales de 1930 y desde su concepción se convirtió en un clásico de la literatura. El libro cuenta la historia de Buck, un perro que es arrastrado a Yukón (Canadá) y vendido para ser un animal de transporte en la nieve, durante la época de la fiebre del oro del siglo XIX. Tuvo tres adaptaciones audiovisuales: 1972 (con Charles Heston haciendo de Thornton), 1976 (una película para TV) y en 1997 (con Rutger Hauer personificando a Thornton y la voz narradora de Richard Dreyfuss. Como ven, no sólo ha sido muy adaptado sino que grandes figuras han tomado el manto de este arisco y mítico personaje. En este caso, la historia respeta bastante del texto original. Está dirigida por Chris Sanders (Lilo y Stich, How to train your dragon -en ambas también guionó-), ayudando a reforzar la figura de Buck, ese perro gigantesco e inteligente, que es robado de una casa sureña en donde hacía desmadres al estilo de Beethoven (1992) para terminar en el lugar más frío del mundo. Allí, una figura espectral, un lobo oscuro, le seguirá el rastro y le mostrará el camino para que conecte con su lado salvaje. Obviamente, en el medio de su camino le va a cambiar la vida a humanos y animales por igual. Buck, recreado digitalmente en su totalidad, es una gran apuesta y sale airoso; aporta una cuota de humanidad que le suma al relato y permite entender el crecimiento y el camino que lleva adelante. Parece hasta más humano que algunos personajes que se presentan durante la historia. Harrison Ford aporta su experiencia y años frente a la cámara para representar un hombre gastado, taciturno, deprimido… pero por eso menos humano. Sus minutos en pantalla no son tantos, pero su presencia ilumina todo. La fiebre del oro, la maravilla de la naturaleza (con su nieve, sus montañas, sus ríos y sus bosques), la fraternidad, la codicia, la pérdida… El Llamado Salvaje es cómo esas películas de domingo que veíamos en la caja boba durante nuestra niñez, pero en esta oportunidad con mucho más presupuesto y (claro) un perrito digital.
Basada en la novela de Jack London, “El llamado salvaje” transcurre a fines del sigo XIX, durante la fiebre del oro en el Yukón canadiense. El protagonista es Buck, el perro consentido de un juez, el cual es robado y vendido en Canadá como perro para trineo. A partir de ahí, Buck irá conociendo la vida difícil y se irá volviendo más valiente y duro. Durante su odisea irá teniendo distintos dueños, algunos buenos y otros crueles. Una figura con la que se cruzará recurrentemente es la de John Thornton (Harrison Ford) un hombre que se alejó de la civilización luego de la muerte de su hijo. Entre Buck y John surgirá un vínculo especial, mientras ambos son atraídos por su lado salvaje. “El llamado salvaje” es una película que parece de otra época. En general, la novela suele considerarse literatura juvenil, debido a que su protagonista es un perro. Sin embargo, es una novela que toca temas oscuros y tiene bastante violencia. Esta adaptación busca claramente ser un entretenimiento familiar. La fotografía es hermosa y llamativa. Es cierto, se trata en gran parte de CGI, pero logra esos paisajes estilizados y “bigger than life” que se lograban con las escenografías en la época del cine grabado en estudios. El tono de la película es en general amable, y no se tocan temas muy retorcidos. De hecho, hay cambios en la historia respecto de la novela, en parte para agilizar la trama, y en parte para evitar cuestiones escabrosas (en el libro sirve una tribu de indios asesinos y Buck mata a algún que otro villano, por ejemplo). No obstante, recuerda a las viejas películas de Disney, como Bambi o El Zorro y el Sabueso. Tiene imágenes muy lindas y una historia casi siempre agradable, pero también tiene algunos momentos dramáticos. Lo más remarcable es que no esquiva el tema de la muerte, como suelen hacerlo la mayoría de las películas juveniles o para toda la familia en estos días (al menos en Hollywood). Quizás el punto más flojo esté justamente en su protagonista. Al tratarse de un perro, y al tener que realizar grandes proezas físicas, Buck está hecho en mayor medida con CGI. Y por supuesto se nota. Solo basta con tener un perro o estar familiarizados con ellos para darse cuenta. Esto incomoda bastante el visionado, sobre todo al principio. Cuando uno se va sumergiendo en la historia lo va dejando pasar. Pero seguramente habrá varios a los que esto les cueste y los saque de la impresión de realidad. Cómo contraste, lo mejor de la película lo encontramos en Harrison Ford. En los últimos años, los papeles de Ford parecen interpretados de mala gana. Parece que no quisiera estar en el set y eso se transmite a los personajes. Se notaba mucho que la única razón para estar ahí era el vil metal. No sabemos si será porque a Harrison le gusta la novela de London, o si le gustan mucho los perros, pero acá eso no pasa. Es la primera vez en años que parece que Harrison Ford está disfrutando actuar. Cuando John Thornton sonríe, parece sincero. Y la dinámica con el perro (o con el actor de CGI) también. En síntesis, “El llamado salvaje” es una fábula amable para toda la familia, sencilla y sin pretensiones. No busca ser más que una película de aventuras. Y no profundiza en temas que no le competen. Por ello, se siente sincera. Y gran parte de eso se debe a un inspirado Harrison Ford.
Buck es un enorme perro perteneciente a una familia hacendada. Pero en plena época de la fiebre del oro, los animales así eran codiciados por todos, por lo que el pobre canino es secuestrado y vendido para ejercer como perro de trineo. Así Buck irá pasando por distintos dueños, adentrándose más en la naturaleza y conectando cada vez más con su lado salvaje. El llamado salvaje es una nueva adaptación de una novela escrita por Jack London, quien, en sus historias, vemos a la naturaleza en su máxima expresión, y a los humanos siendo relegados a roles secundarios, en pos de tener a animales como protagonistas. Lo primero que nos llama la atención de El llamado salvaje es que debemos agradecer que esta película se realizó a esta altura de la historia del cine; porque de haber sido en los 80, no queremos ni imaginar la de perros que hubieran muerto en el rodaje. Y si, los animales (todos) en esta ocasión están hechos en cgi. El cgi quizás sea lo más discutible de toda la película, ya que por momentos se intenta humanizar a los animales, dándole sentimientos a sus facciones; cuando en realidad sabemos que somos los humanos quienes proyectamos nuestras emociones en nuestros amados perros. Al humanizarlos, se nota el trabajo realizado en la computadora, y es algo que sucede casi de forma constante, así que cuesta bastante dejarse llevar por el relato, sin que el apartado visual nos esté haciendo ruido casi cada vez que Buck aparece en pantalla. Por suerte el resto de la película si está a la altura de lo que se podría esperar de un relato de este estilo. Las emociones están a flor de piel, ya que nos alegramos en cada momento que a Buck le salen las cosas bien, y nos preocupamos de igual manera cuando su vida corre peligro, ya sea a manos de la naturaleza, o de algún humano. Porque si, hay bastantes humanos en El llamado salvaje. Podríamos destacar a Harrison Ford y a Omar Sy como los que mejor performance ofrecen. Si bien sale acreditada en los posters, Karen Gillan pasa totalmente desapercibida, y si parpadean, se pierden su aparición. Pero es Dan Stevens quien peor sale parado de la ecuación; mas por un pobre personaje que por una mala actuación. El llamado salvaje es una buena película, que apela bastante a los sentimientos que tenemos todos para con los perros (queremos creer que a todos les gustan ¿No?). Con una historia simple pero efectiva, sin exigirnos y exigirse demasiado, es un estreno más que interesante a la hora de elegir ir al cine en familia.
La película Colmillo Blanco, de 1991, marcó la infancia de más de uno a través de nuestras videocaseteras. Ahora el mismo estudio que la hizo posible, y nuevamente valiéndose de otra creación del escritor estadounidense Jack London, trae una nueva historia de aspiraciones épicas con un canino al frente. Esto es El Llamado Salvaje. El Líder no es Millán El Llamado Salvaje es una historia sobre encontrar nuestro lugar en el mundo y aquellos vínculos que llamamos nuestro hogar. Es una historia sobre buscar un grupo de pertenencia. Buck, el canino protagonista, aprende a ser parte de una manada. Primero como parte un grupo de perros tira-trineos, y luego con las fieras salvajes de la naturaleza. El que el orden de dichos eventos sea así no es accidente. Es estando con los perros tira-trineos que Buck se deja de portar como un perro malcriado y aprende a ser parte de un equipo, a anteponer las necesidades de otros antes que las suyas. Es por este mismo altruismo que el personaje consigue no pocas veces el liderazgo de los grupos a los que pertenece. Hay dos detalles a destacar que hacen de esta propuesta algo doblemente satisfactorio, a pesar de no llegar a la excelencia: primero, por obvio que pueda parecer, una gran parte del desarrollo narrativo se logra sin ayuda del dialogo. Es esa acción pura, visual, la que nos hace entender e involucrarnos con el personaje todo el camino. El segundo detalle es el hecho de que, si bien se encuentra con humanos salvadores en el camino, a medida que progresa la trama el perro se vuelve más independiente. Por más nobles que sean los humanos que lo acompañan, estar junto a ellos implicaría una atadura que pondría en contradicción la esencia de lo conseguido por el personaje a lo largo de la historia y el tema de la película en sí mismo. Por simpáticas que nos parezcan las alianzas que forma con sus humanos, su viaje es otro, quedarse es desoír el llamado al que alude el título de la película. Por el costado interpretativo, actores como Harrison Ford, Omar Sy y Dan Stevens plantean prolijas labores; si bien evocan emoción, son íntegramente funcionales a ser la compañía del perro protagonista. Si de este nos ponemos a hablar, el nivel del CGI utilizado para darle vida a Buck es de destacar. El realismo no solo está presente, sino la expresividad. La labor física de Terry Notary, quien viene de trabajar en la trilogía de El Planeta de los Simios, es tan vital como cualquier bit de computadora. No sería descabellado pensar que en algún lugar de Hollywood, algún ejecutivo está viendo la película y al ver el parecido del perro junto al avance tecnológico, se esté pergeñando en su cabeza una remake de Beethoven. Visualmente como un todo, El Llamado Salvaje muestra con enorme riqueza los paisajes del Yukon, pero también tiene la pericia de saber cómo usarlos como el centro de las múltiples piezas de acción que tiene la película. Escenarios apoyados por la luz y la cámara del siempre eficaz Janusz Kaminski (habitual director de fotografía de Steven Spielberg)
No es la primera vez que la famosa novela de Jack London de l903, “The call of the wild” llega al cine, pero esta inaugura una novedad, el perro protagonista y demás animales están generados por CGI (imágenes generadas por computadora) en base filmaciones y al trabajo y captura de movimientos de e Terry Notary, un ex Cirque du Soleil. Lo que da como resultado una animación hiperrealista como la de “El rey león” o “El libro de la selva”, más un guión que agrega aventuras y situaciones. El resultado está dedicado a un público juvenil que lo aceptará de inmediato. Pero en la interacción con humanos estas creaciones se ven un tanto raras, aunque con el correr del film si uno entra en el código, mal que les pese a Lassie, Rin tin tin y Beethoven… perros reales inolvidables, las cosas comienzan a funcionar, mas la gran actuación de Harrison Ford. Destinado al llamado cine familiar, esta historia con una inversión de 125 millones de dólares, con una lujosa adaptación de Jack London, sobre la salvación espiritual de un perro doméstico malcriado, un San Bernardo, está ambientada en la fiebre del oro en Yukón, con personajes enloquecidos, el villano y otro amante de la naturaleza, afligido y taciturno que le toco al talentoso Harrison. Y lo bueno es que Ford está en su mejor momento. Un entretenimiento pensado al milímetro para encantar, aventuras, peligros, escenas emotivas.
"El llamado salvaje": yo soy tu amigo fiel Sin correrse demasiado del subgénero de películas protagonizadas a partes iguales por perros y humanos, el film de Chris Sanders se apoya en un perfecto CGI y el oficio del veterano actor. Las películas sobre relaciones entre perros y humanosconforman un subgénero con sus propios códigos. Con la rotación en canales de aire durante las tardes domingueras de verano como destino inexorable, casi todas repiten la presencia de un protagonista solitario lastimado por el pasado –casi siempre interpretado por algún galán maduro como Richard Gere, Dennis Quaid o, como en este caso, Harrison Ford- cuya vida cambia radicalmente ante la aparición del canino. Suelen seguir arcos narrativos que pueden incluir o no algunas situaciones cómicas, pero más temprano que tarde terminarán arrojándose de cabeza al drama lacrimógeno. Allí están, entre otras, Marley y yo, Siempre a tu lado o las recientes La razón de estar contigo y Mi amigo Enzo, nómina a la que desde este jueves se suma El llamado salvaje, un film producido por el flamante 20th Century Studios, bautizado así luego de la compra de Fox por parte de Disney. Buck es un gigantón mezcla de Pastor y San Bernardo que vive muy tranquilo, al cuidado de una familia en un caserón del sur estadounidense. La escena introductoria lo presenta haciendo lo que hacen los perros en las películas de perros: rompiendo cosas con la cola, llevando el diario a su dueño, babeando como un paciente psiquiátrico sobremedicado, despertando a los chicos con saltos en la cama. No es un arranque muy auspicioso que Buck sea una suerte de Scooby-Doo ni que esté creado a través de capturas reales y efectos especiales. A la película le cuesta congeniar ambos métodos, generando una heterogeneidad visual que dificulta “entrar” en el verosímil del relato. De todas maneras, el resultado es más coherente que en El Rey León, donde el fotorrealismo digital la acercaba más a un documental de Animal Planet que a una película. Se agradece, además, que los perros, si bien representan sentimientos humanos, no hablen sino que se comuniquen a través de gestos y miradas. El asunto se complica para el buenazo de Buck cuando un grupo de ladrones lo secuestra para venderlo a los exploradores que, a fines del siglo XIX, época en la que transcurre el relato, viajan hasta el norte del continente en busca de oro. Buck, perro enorme pero de patas delicadas y alimentación balanceada, terminará integrando el equipo de canes que tracciona el trineo del correo. Un trabajo al principio difícil, pero que nuestro héroe empezará a disfrutar a medida que los viajes se vuelvan cotidianos. El problema es que el líder de la jauría es un siberiano negro y de mirada penetrante que no está muy contento con la fuerza y el poder del recién llegado. No es descabellado pensar que la resolución de este conflicto perruno, con el villano filmado en contrapicado en medio de una noche oscura, es la que debería haber adoptado Disney para El Rey León versión 2019: el siberiano es un ser tanto o más detestable que Scar (el tío de Simba y autor intelectual del asesinato de Mufasa) aun cuando no diga ni una palabra. Desde esa pelea en adelante, Buck asume un liderazgo solo interrumpido por el fin del servicio postal en trineo ante la inminente llegada del telégrafo. Los perros pasarán a manos de un malvado buscador de oro, hasta que entra en escena John Thornton (Ford), que llegó hasta Alaska aquejado por los recuerdos de su hijo fallecido y su esposa. Basta haber visto un par de películas con perros –y recordar la traducción regional del título original- para presumir que, efectivamente, entre los dos surgirá una amistad. Con los viajes de la dupla por terrenos inexplorados, El llamado salvajeadquiere una suave tonalidad de aventura decimonónica a la que entrevera una buena cantidad de situaciones sentimentaloides, hasta amarrar en un puerto donde los espectadores son recibidos con una cajita de pañuelos.
Harrison Ford protagoniza El llamado salvaje, la nueva película dirigida por Chris Sanders (Cómo entrenar a tu dragón). Es una historia basada en la novela homónima de Jack London. La película nos ubica en la época de la fiebre del oro en 1890. Buck (una especie de San Bernardo gigante) vive una tranquila vida en California junto a una familia adinerada. Una noche, tras ser obligado a dormir afuera luego de arruinar un importante almuerzo, es raptado y llevado a un lugar muy lejano: Yukón, Alaska. Allí, tras vivir múltiples situaciones de maltrato, es comprado por unos carteros para tirar de un trineo y trasladar la correspondencia. Luego de una serie de eventos desafortunados, Buck finalmente pasa a manos de John Thornton (Harrison Ford), un ermitaño con problemas de alcoholismo, con quien conecta de inmediato. Ambos iniciarán una aventura que los ayudará a dejar atrás el pasado y sacar lo mejor de ellos mismos. Claro que no todo es color de rosas, la historia cuenta con un particular villano (encarnado por Dan Stevens) que buscará constantemente vengarse de la dupla protagonista. Como la mayoría de los relatos que nuclean animales (en especial cuando lo hacen con perros), la trama constantemente cae en golpes bajos. El llamado salvaje busca, básicamente, en cada escena, la lágrima fácil del espectador. El problema es que las escenas en donde se apoyan para esto presentan una fórmula tantas veces vistas que hace que se vuelva fácil anticipar lo que va a ocurrir (y por ende estar “preparado psicológicamente” para ese impacto dramático). Si bien el trabajo realizado con CGI respecto a Buck (el can está hecho completamente por computadora) es excesivamente minucioso, la realidad es que es este punto el que, justamente, le quita casi por completo la verosimilitud al relato. Al igual que ocurrió con la nueva adaptación de El rey león, por mejor que estén realizados los animales a simple vista, estos carecen completamente de algún tipo de emoción. Sus expresiones, por mucho que se adaptan a las reales, resultan, en casi todo momento, exageradas y artificiales, siendo así difícil creer en lo que vemos. El llamado salvaje no logra explotar ni en el drama ni en la comedia. Es una aventura que se queda a mitad de camino. El trabajo en CGI, por más minucioso que sea, le quita casi por completo la verosimilitud al relato. Ni la presencia de Harrison Ford ayuda a mejorar la experiencia.
Adaptación del clásico de Jack London publicado en 1903. Luego de un sinfín de versiones cinematográficas y televisivas, llega una nueva interpretación que gracias a la tecnología digital consigue acercarse más que ningún otro a las ideas narrativas de la novela original. La maestría de London de contar una historia a través del personaje del perro Buck durante la fiebre del oro en Yukón se veía siempre entorpecida a la hora de llevarla a la pantalla. London podía contar lo que el perro experimentaba en su interior, como un recurso narrativo de personalización del personaje. Pero cuando eso se lleva a la pantalla la realidad se hace presente y un libro puede permitirnos imaginar un perro y sus sensaciones, pero la imagen nos enfrenta a un perro que no piensa ni vive lo que London puso en él. Por eso el hecho de que Buck, y el resto de los animales del film sean digitales permite jugar –no sin riesgo de artificio- con las ideas del personaje, sus pensamientos y sentimientos. Al comienzo de la historia lleva unos minutos adaptarse, pero el director Chris Sanders no llevar primero por una escena ligera y hasta cómica para que nos relajemos y nos acostumbremos a este perro demasiado perfecto en sus respuestas y acciones. Este inicio muestra una versión para todo público del clásico y es además la escena más liviana de todo el film. Una vez que Buck abandona su vida burguesa en la mansión de un juez y es secuestrado para enfrentarse a las duras tierras heladas del norte del continente la película comienza a tomar forma. Un par de veces se cruzará Buck con su mejor amigo, John Thornton (Harrison Ford), antes de convertirse en compañeros de aventura. Allí es donde el film se toma más libertades, en la creación de ese vínculo y en el pasado traumático de Thornton. Pero sería tener una mirada muy corta el creer que la película no cumple con el realismo. Tampoco cumplía la novela, más allá de la crudeza y la violencia que describía Jack London y en el film está un poco atenuada. Un poco, porque por suerte en la historia hay villanos y Buck es implacable cuando las situación lo amerita. El llamado salvaje (The Call of the Wild, 2020) -o El llamado de la selva como se conoció acá la novela- remite a un universo de películas para chicos no tan chicos con paisajes espectaculares, aventuras inolvidables y también algo de humor dentro de la dureza de la vida en la naturaleza. Harrison Ford está impecable como también lo está el resto del elenco. La elección de un Buck digital podrá producir distracciones pero es la manera más fiel de respetar el libro. Basta ver los films anteriores para ver que el perro no puede nunca actuar lo que el autor puso en su cabeza cuando decidió escribir el libro. El llamado salvaje es la historia de alguien que abandona la vida segura hasta encontrar su verdadera naturaleza. No es la historia de un perro, sino de alguien que ha vuelto al origen. La película, dirigida por Chris Sanders, el mismo realizador de la emocionante y graciosa Lilo & Stitch, es de la clase de historia que ya no se hacen habitualmente. Tan clásica que parece rara. Pero tan inteligente y profunda que no tiene que estar diciendo todo el tiempo que lo es.
La gran paradoja de este estreno es que se trata de una producción de los estudios Fox que parece una película live action de Disney de los años 70, con la particularidad que reúne los vicios más nefastos del cine de la actualidad. Una particularidad que tuvieron las adaptaciones del clásico literario de Jack London es que todas las películas son diferentes si bien trabajaron la misma premisa argumental. La versión de Hallmark de 1996, con Rutger Hauer como protagonista, es la que capturó con mayor fidelidad el espíritu del libro. Esta nueva interpretación que llega a los cines fue realizada por Chris Sanders, un artista del campo de la animación, responsable de títulos populares como Lilo y Stitch y Cómo entrenar a tu dragón. Su debut en el cine live action presenta dos características especiales que no tenían los antecedentes previos de esta historia de London en el cine. En primer lugar la trama tuvo un tratamiento más infantil donde el director erradicó todos esos elementos oscuros relacionados con la supervivencia en la naturaleza, junto con las interacciones violentas entre los animales y los humanos. Todo el drama y la crudeza de la novela original acá se presenta de un modo más aséptico con el fin que el espectáculo sea digerible para los niños. Los productores apuntaron claramente a convocar en las salas a un público familiar con una representación más endulcorada de la historia. Esto resulta un inconveniente porque se perdió muchísimo ese espíritu de peligro que enfrentaban los protagonistas donde la naturaleza representaba una amenaza importante. El otro tema con la obra de Sanders pasa por el hecho que los animales fueron recreados con CGI y tanto la calidad de los efectos como su ejecución es muy pobre. Resulta comprensible que en la actualidad se use la tecnología para prevenir que los animales se lastimen durante el rodaje o sean expuestos a situaciones innecesarias de peligro. Recuerdo que en la adaptación de esta novela de 1993, con Ricky Schroeder, había una escena espantosa donde al perro lo golpeaban en serio y generaba una incomodidad tremenda. El hecho que hoy se cuiden más estas cuestiones es una evolución positiva. El tema es que en esta producción abusaron demasiado de las herramientas digitales y el film resulta muy artificial. En El llamado salvaje se da la situación inversa que tuvo la remake CGI del Rey León. En la película de Jon Favreau el realismo que tenían los animales era tan perfecto que los personajes no podían expresarse como demandaba un musical de fantasía. Por el contario, en la producción de Fox el perro protagonista tiene expresiones de un dibujo animado que se contrapone con el realismo de la historia. Para que se entienda bien, el problema no pasa porque los efectos especiales reemplacen a los animales reales sino por el modo en que se los representa dentro de la trama. En más de una escena Buck, el clásico canino de London, se comporta y trae al recuerdo al Scooby Doo live action del 2002 y eso genera una distracción permanentemente que te saca de la historia. Por otra parte, la película de Sanders abusa de un modo obsceno del CGI e inclusive hay escenas donde se percibe con claridad que los actores no se encuentran en la naturaleza sino en un estudio delante de una pantalla verde. Para tratarse de una historia basada en una obra emblemática de Jack London esto es muy difícil de defender. Afortunadamente la labor de Harrison Ford le aporta un poco más de corazón y dignidad a esta adaptación y permite que dentro de todo la experiencia se haga llevadera gracias a su presencia. Un caso diferente es el de Dan Steven (La bella y la bestia) quien compone un villano exagerado que resulta más un carga para la trama que un aporte interesante. En resumen, una adaptación deslucida de un gran clásico de la literatura que se deja ver por la labor de su protagonista y probablemente entusiasme más a los amigos de los pastiches digitales.
El llamado Salvaje me hizo acordar mucho a las películas que mi compañero Hugo Zapata denomina como “El Disney olvidado”. Aquellas de los 70s y 80s en donde hay más de un ejemplo protagonizado por mascotas. Al igual que pasaba con esos films, este estreno en cuestión es ideal para ver si tenés alrededor de 12 años y si te gusta mucho el género de aventuras. Motivo por el cual también me parece un excelente exponente de “película de transición”. Es decir, para los niños que crecieron viendo cosas más naifs (propias de esa edad) a ver algo con tintes más adultos, pero sin perder la fantasía. Y como adulto digo que hay que hacer un par de concesiones para disfrutar la película, siendo la primera aceptar el CGI del perro, que si bien es genial, te das cuenta muchas veces de que no es real. Lo segundo es la previsibilidad de la historia y las arbitrariedades del guión. Un chico no se dará cuenta, pero un espectador más experimentado sí. El director Chris Sanders hace su debut live action con este film luego de haber hecho algunos hits animados tales como Lilo and Stich (2002) y Cómo entrenar a tu dragón (2010). El film se apoya mucho en la animación, aunque no sea la tradicional sino más en la senda de lo que vimos en las últimas adaptaciones de El libro de la selva (2016) y El rey León (2019). Su gran punto fuerte es Harrison Ford, primero como narrador y luego como co- protagonista (el protagónico siempre es del perro). Jamás leí el best seller clásico de Jack London, el cual se adapta aquí, pero en todo momento queda muy implícito que se trata de un libro. Nos están narrando un cuento, y queda muy bien. Si sos sensible y tenés afinidad por los perros es imposible que no te emociones en algunos momentos, lo mismo con las risas. Es una película muy bien ejecutada y disfrutable por todo público, pero siendo los preadolescentes el target ideal.
El Llamado Salvaje, La novela clásica de Jack London llega a la pantalla grande de la mano de Harrison Ford y un perro sospechosamente animado por computadora
Las películas protagonizadas por perros que interactuan con humanos ya conformaron un subgénero propio. Dentro de éste podemos encontrar las que todos los amantes de los animales vimos, "Marley y yo", "Siempre a tu lado" o el clásico "Beethoven". La mayoría tienen un factor común y es que apuestan sin riesgos a la emoción más pura y directa. ¿Qué sucederá con "El llamado salvaje"? En este caso el director Chris Sanders nos trae una historia escrita por Michael Green. En el Yukón canadiense en la década de 1890 se está produciendo la fiebre del oro. Los perros de trineo que pueden cubrir el terreno difícil a lo largo del río Klondike son codiciados por muchos y se convierten en un activo valioso. Como resultado, Buck es robado y vendido. A pesar de que la historia está basada en una novela de Jack London, lejos está de ser original. El elenco resulta acertado, como protagonista no perruno tenemos a Harrison Ford, que tiene un personaje que al comienzo aparece esporádicamente pero que luego toma fuerza en el segundo acto donde impone su poco carisma y muestra la fragilidad de un aventurero solitario. Su trabajo esta muy bien logrado y se lo ve orgánico. Ya con solo ver los posters vemos que el protagonista canino es demasiado perfecto gracias a los trabajos digitales, pero el realismo se les fue un poco de las manos. Igualmente el arte del film no logra ser opacado y es excepcional. Las paletas de colores sobre la fotografía son muy acertadas y compañan muy fluidamente logrando que Sanders se apoye tanto en la acción real como de la animación digital para contar una historia llena de drama y aventura a lo largo de sus 100 minutos de duración. Cabe aclarar que el DF es Janusz Kaminski, muy conocido por sus increíbles trabajos de fotografía en "La lista de Schindler" y "Rescatando al soldado Ryan", entre otras. Quizás en mi opinión algunas escenas se hicieron un poco extensas y densas y se podría haber contado lo mismo de otra manera, pero bueno, cada director tiene su forma. Sin embargo llega un momento en que el film triunfa en capturar y mostrar el espíritu salvaje de su elenco canino sin necesidad de ningún diálogo o interacción humana. Ese tipo de trabajo es muy minucioso y esta logradísimo. Muy pocas películas logran expresar sin diálogos pensamientos o sentimientos y aquí lo hacer y muy bien. En definitiva, "El Llamado Salvaje" es, a pesar de sus puntos criticables, una película para toda la familia. Con un narrativa a la vieja escuela, no resulta difícil encontrar en ella ecos de las historias y tópicos que los estudios Disney solían tocar en sus clásicos. Por Keila Ayala
Una de las dificultades con la que tuvo que lidiar el cine en su etapa analógica o predigital fue la del trabajo con animales. ¿Cómo lograr que el movimiento de un perro o de un gato cumpla con lo que requiere la escena? La historia está llena de películas con animales reales que se la rebuscaron con ingenio para conseguir un resultado decente. En la actualidad, con las imágenes generadas por computadora (o CGI, de acuerdo a sus siglas en inglés), la tarea es mucho más fácil, aunque el resultado no necesariamente sea mejor que en el pasado, ya que el cine no es solamente una cuestión técnica. En este sentido, hay que decir varias cosas de El llamado salvaje (The Call of the Wild), la nueva adaptación de la novela corta y clásico universal de Jack London. La película dirigida por Chris Sanders, quien viene de hacer animaciones como Lilo y Stitch y Cómo entrenar a tu dragón, tiene como protagonistas a un enorme perro de nombre Buck, cruza de San Bernardo y Scotch Collie, y a Harrison Ford, cuyo personaje se encarga de contar la historia en voz en off. El contexto es el siglo 19 en la región del Yukón, noroeste de Canadá y este de la frontera con Alaska, durante la llamada fiebre del oro, cuando los perros de tiro se compraban a precios muy altos. Buck es el perro mimado del juez Miller del Valle de Santa Clara. Una noche, un jardinero lo roba para venderlo en el mercado negro de canes. Es así que Buck se ve, de pronto, lejos de casa y en una jauría empujando un trineo que lleva el correo al pueblito donde están los buscadores de oro, después de haber sufrido maltratos y de haber atravesado situaciones entre tristes y desopilantes. En el camino se lo cruza a John Thornton (Harrison Ford) y, entre perro y humano, logran una conexión de mucha empatía. John se da cuenta de que Buck es un perro especial, como así también el perro se da cuenta de que John es el amo ideal. También aparece Hal, el villano interpretado por Dan Stevens que quiere encontrar oro a toda costa y que se las agarra con Buck. Las claves del relato están puestas sobre la mesa: animal y humano se complementan, uno es el espejo del otro y ambos se comunican como si fueran de la misma especie. Todo esto está bien construido. El espectador se deja llevar por la historia por más que esté plagada de inverosimilitudes e inconsistencias. El detalle y la novedad de la película son que el perro está hecho con computadoras (CGI). Aun así, los gestos y los movimientos del animal son muy realistas y la digitalización le permite, además, hacer ciertas cosas que de otro modo no hubieran sido posibles. Recuerden que Sanders es un experto en animaciones y personajes digitalizados y que, por lo tanto, sabe lo que hace. Si bien los efectos son discutibles en algunos momentos, hay algo que es incuestionable y que tiene que ver con el género mismo. No es el director, es la estructura del relato de aventuras la que hace avanzar la historia, cuyas reglas dicen que a cada paso que dan los personajes tienen que surgir nuevas complicaciones para que la odisea sea más dramática y entretenida. Tanto Buck como John emprenden un viaje hacia la libertad, el autoconocimiento y la búsqueda del verdadero hogar. Otra vez la aventura funciona como metáfora de la vida. Ser amos de nosotros mismos es el secreto que la película susurra al oído del espectador. El problema es que carece de densidad política. Lejos está de ubicarse en la lista de películas como Perro blanco (1982), de Samuel Fuller, que trata el problema del racismo en los Estados Unidos con una profundidad inaudita. Sin embargo, El llamado salvaje funciona como una aceptable y simpática película de iniciación en materia de aventuras.
En busca de su destino Todos nos preguntamos alguna vez ¿Quién soy? ¿Cuál es mi propósito en la vida? Todos nos cuestionamos qué será de nosotros en un futuro. En el caso de El llamado salvaje (The Call of the Wild, 2020), quien hará plantearnos todo esto es Buck, un perro muy simpático que se embarcará en una aventura por descubrir su destino. Dirigida por Chris Sanders (Lilo y Stitch, Cómo entrenar a tu dragón) no podíamos esperar menos. Sanders nos tiene acostumbrados a ver distintos personajes aprender y descubrir acerca de un mundo desconocido para ellos. Casi que nos enseña a nosotros, como espectadores, una nueva visión del mundo (no olvidemos que también coescribió El Rey León, Mulán y La Bella y la Bestia). La película tiene varios aciertos a nivel guion y está bien estructurada; aunque puede que el primer acto ocurra muy rápidamente. Sin embargo, esto tiene un propósito. Ya que la película sabe lo que quiere y no le importa mostrarte mucho de la vida pasada de Buck, sino centrarse en el desarrollo de su historia una vez que abandona su hogar y se adentra en lo desconocido, que es donde empezará su aventura. En su extenso viaje por la inhóspita región de Yukón, nuestro perro protagonista se topará con distintos personajes, algunos más desarrollados que otros, cuyas participaciones funcionan como una tuerca en el gran engranaje que será su aprendizaje a lo largo de la película. Por otro lado, la actuación de quienes interpretan dichos personajes está muy bien, destacando, por supuesto, la de Harrison Ford como John Thornton, un hombre marginado a causa de su pasado cuya vida cambiará al conocer un curioso y divertido perro o, mejor dicho, quien se convertirá en su mejor amigo y compañero. Visualmente la película se ve espectacular, ¿Y cómo no? Cuenta con la fotografía de Janusz Kaminski, el director de fotografía que acompañó en casi todas sus películas al mismísimo Steven Spielberg. Aunque cabe decir que al comienzo de la película uno nota mucho el diseño por CGI de Buck y los demás animales, y esto puede llegar a incomodar brevemente. Pero una vez acostumbrados, se llega a ignorar a tal punto que todo pareciese real, está muy bien realizado. En sí la historia es sencilla, y no deja de ser un gran blockbuster, pero cumple con su propósito. Es una película entretenida y tierna, que nos deja con un gran mensaje. Puede que parezca infantil a primera vista, y probablemente esté apuntada al público de los más chicos, pero es una película para cualquier edad. Y en tiempos donde estas grandes producciones son cada vez más olvidables, la pequeña épica historia de El llamado salvaje llegó para quedarse con nosotros.
En los últimos meses, Disney realizó dos películas que, si lo opinamos azarosamente y por sentido común, podríamos catalogarlas como ‘Twin Films’ o ‘Mockbusters’. Por definición, se trata de dos films con argumentos similares, con estéticas hermanadas y producidas por estudios diferentes. Hablamos de ‘El llamado salvaje’, recientemente estrenado en los cines de todo el mundo, y ‘Togo’, disponible en el streaming Disney Plus desde el diciembre pasado. Si bien el largometraje del que nos ocuparemos parió el logo de la emancipación de Fox, con 20th Century Studios, se trata de una propuesta elaborada también por la casa del Ratón. Sin embargo, la anulación de la nomenclatura de films gemelos no se debe solo a la presencia de una productora diversificada, sino al hecho de que dichas dos películas representan dos momentos históricos ampliamente distanciados, geográfica y temporalmente. ‘Togo’, protagonizada por Willem Dafoe y su perro de trineo cuyo nombre es el mismo que el de la película, está ambientada –al igual que ese fracaso comercial de la mano de Amblin, pero recuperado por repetidas y triunfantes emisiones televisivas, que fue ‘Balto’ (1995)- en la Alaska de 1925, durante el período conocido como “La gran carrera de la Misericordia”; mientras que en ‘El llamado salvaje’, con Harrison Ford y su amigo Buck -el protagonista principal-, también perro de trineo, se escenifica “La Fiebre del Oro” californiana de mediados del siglo XIX. Se sabe que el libro de Jack London -el novelista y periodista estadounidense- cuenta con múltiples adaptaciones audiovisuales, desde su publicación original en 1903. La más recordada, en gran parte por los elogios de The Hollywood Reporter y The New York Post, es la de 1996, en la que Richard Dreyfuss aplicó su voz en off como narrador y Rutger “Lágrimas en la lluvia” Hauer, como ahora Harrison Ford, encarnó a John Thornton. Esta nueva transposición cuenta con James Mangold como co-productor y Janusz Kaminski –colaborador constante de Steven Spielberg desde ‘La Lista de Schindler’- de director de fotografía. Dos nombres que han trascendido en los últimos días como los principales responsables de la quinta entrega de Indiana Jones, junto al propio Ford, por supuesto. Con los primeros trailers publicitarios llegaron los primeros tomatazos, por el uso de imágenes generadas por computadora (CGI) para todos los animales presentes en el film. Algo que de alguna forma rememora a la primera ‘Blade Runner’, donde todas las mascotas son artificiales. A esto sumemos la voz en off de Harrison Ford, de la cual diremos, en la película de 1982 nunca fue un problema, pero en este caso, por momentos, lo es. Reiteración de conceptos perfectamente narrados por lo visual, los hay, y ni hablar del último diálogo previo al corte a créditos para justificar el título. Esta es la única falencia, de a ratos, en ‘El llamado salvaje’. A no cometer el error de pensar que la voz en off es un recurso exclusivo y didáctico para los idiotas. Puede serlo, pero no dejemos en el olvido ‘Apocalypse Now’ o ‘La Dama de Shanghái’. A veces el insulto a la inteligencia proviene de la imagen. Como sucede en la más reciente ‘The Lighthouse’, que sí, es una película extraordinaria, pese a que su último plano reproduce al pie de la letra el destino de Prometeo. A todo esto, ¿qué se puede decir a favor de esta propuesta? Mucho. Está lo de siempre, sí. Un perro con un itinerario que rememora el concepto de una vida “larger than life”, este relato jamás fue otra cosa. Lo cual no implica que el director Chris Sanders y compañía se hayan olvidado de explorar recursos poéticos en términos prolíficos. Todo lo contrario. No anticiparemos mucho, este es uno de los casos en los que puede dañarse la experiencia personal con datos mínimos. Sin embargo, recordamos que la puesta en escena es una herramienta que sobrevive al spoiler, puesto que es algo que no se puede comprender sin el visionado particular de una película. Dicho esto, estamos ante un film que no desatiende los fuera de campos, las angulaciones de las cámaras y la repetición intencionada de cierto elemento: en este caso, el de un garrote domesticador que aparece en tres ocasiones y aplica perfectamente a la tríada semiótica de índice, ícono y símbolo, porque su reaparición nunca es igual y a la vez no muta ni objetiva, ni materialmente. El vínculo con Buck y dicho elemento es lo que se propaga a lo largo del film, pero es, y siempre fue, un garrote. ¿Se le podía pedir algo más a este film? Sí. Reiteramos, menos obstáculos entre la imagen y la poética verbal del personaje de Harrison Ford.; ¿algo más por festejar? Sí. Todos los animales tienen un mínimo de expresividad que superan cualquier segundo de ese desperdicio monumental que fue ‘El Rey León’ de Jon Favreau. Todo lo demás corre por la cuenta de la mirada atenta del espectador.
El Llamado Salvaje: Adaptación con gusto a poco. Dirigida por un experto en cine de animación, Chris Sanders, la nueva adaptación de la maravillosa novela de Jack London, The Call of the Wild, publicada en 1903. Versión poco inspirada del clásico de la literatura que ya había sido llevado al cine y a la TV en varias ocasiones. Bien podría ser una película de Disney, aunque 20th Century Fox, ahora llamada 20th Century Studios, pasó a ser parte de Disney el año pasado, así que todo quedaría en familia. La cuestión es que si vemos la historia familiar de aventuras, los paisajes, un animal como protagonista, un nudo en el estómago antes del conmovedor desenlace, todo indicaría que Disney estuvo a cargo, pero esta vez no. Además del director, Chris Sanders, que no es otro que la mente brillante tras Lilo & Stitch (2002), How to Train Your Dragon (2010) y The Croods (2013), aunque esta entrega se encuentre por debajo de la filmografía mencionada. La historia adapta la novela del mismo título de Jack London, donde Harrison Ford y el perro Buck son las estrellas, aunque bien podría decirse que el ser humano no tiene demasiada injerencia en los 100 minutos de metraje. A principios del siglo XX, en la fiebre del oro, Yukón era la zona preferida para los buscadores de ese metal. Los perros de trineo que pueden cubrir el terreno difícil a lo largo del río Klondike son pretendidos por todos. Como resultado, Buck, el enorme perro protagonista, es robado y vendido, transformándose su vida de un día a otro. John Thornton (Harrison Ford), se une a Buck, creado mediante la tecnología CGI (Imagen generada por computadora), en un viaje extraordinario hacia la madurez que lo lleva a convertirse en un líder. Entre ellos se apoyarán y se darán fuerza para encontrar su lugar en el mundo. Cada subtrama se desarrolla con su debida paciencia y detalle, la presentación de los personajes y las sensaciones del animal también, lo que demuestra el interés en respetar al máximo la recordada novela. La moraleja emotiva sobre buscar el propio hogar y familia está a la orden del día. Celebra la relación entre el hombre y el perro, coloca a estos animales como protagonistas y a los humanos como sus meros acompañantes. Harrison Ford como John Thornton, tiene una aparición breve pero buena, conmovedora y compinche con su amigo perro. Cara Gee como Françoise y Omar Sy como Perrault son los instructores de Buck, quienes forman un dúo bastante gracioso. Donde flaquea la película es en el guion, que no hace más que dejar la sensación que la segunda mitad de la historia es la que realmente vale, siendo la primera un divague sin rumbo pero con paisajes bonitos. Recién cuando el personaje de Ford entra en escena, se establece bien la narración y aparece la emotividad. El resultado podría haber sido mucho mejor de haber acortado esa introducción sin sentido ya que sobreponer lo visual a lo narrativo pocas veces tiene buen efecto. En lo visual es maravillosa, el elevado nivel de detalle de los animales digitales, los imponentes paisajes y los efectos especiales y de luces se disfrutan ampliamente. Hay un efecto de CGI no tan logrado que se nota sobre todo en la artificialidad de los gestos del perro, que marca una diferencia no creíble entre los movimientos humanos y los de los animales. No obstante, pasados algunos minutos deja ser apreciable. Además, se debe tener en cuenta que el trabajo es superior a la de otras películas de esta misma época, con la misma tecnología. Aunque sean sumamente trilladas las películas emotivas de perros, siempre funcionan y ésta no es la excepción. En un relato muy edulcorado, predecible y un tanto lenta en su ritmo, entretiene y emociona en igual medida, dejando expuesto como Ford y Buck son buenos compañeros, y no amo y mascota. Este cambio de paradigma constituye un gran acierto y saca unas cuantas sonrisas. El llamado salvaje (2020) invita a la reflexión sobre los caminos de la vida y la elección de los buenos compañeros, ofreciendo aventura y emoción. La trama llena de afecto y entretenimiento le da ese toque “Disney”. Es una cálida propuesta para disfrutar en familia.
"El llamado salvaje", perro que es CGI no muerde. Los escritos de Jack London siempre fueron dotados de un respeto y un amor inmenso hacia la naturaleza, la vida silvestre y los parajes explorados por la invasiva presencia del hombre. El llamado salvaje, una de sus novelas más reconocidas junto a Colmillo blanco, vuelve a ser adaptada a la pantalla grande por el director Chris Sanders, responsable de guionar y co-dirigir films de animación como Lilo y Stich, Cómo entrenar a tu dragón y Los Croods. Esta vez se pone tras las cámaras por cuarta vez, la primera en solitario y la primera con actores y locaciones reales, aunque de eso habrá muy poco. La clásica historia sigue las vivencias de Buck, un perro que es separado de su adinerado dueño para ser explotado y sobrevivir en las salvajes tierras del Yukon en el norte de Canadá. Dividida en dos partes, la historia se encuentra claramente marcada por la entrañable relación de Buck con los otros personajes que encuentra a su paso. Primero acarreando junto con otros perros el trineo de la correspondencia a cargo del amigable Perrault (Omar Sy) y su mujer Françoise (Cara Gee), luego sirviendo de cuidado y compañía del solitario John Thornton (Harrison Ford) quien, al igual que Buck, realiza su propio viaje de crecimiento tras la muerte de su hijo. El relato toma forma de manera muy clásica y convencional, sin sorpresas en su desarrollo. De manera simple se relatan los maltratos y bondades por las que el animal pasa en su transformación de ser un perro hogareño a convertirse en un perro salvaje que encuentra su lugar en la naturaleza junto con los lobos, símbolo de guía espiritual para el can y un recordatorio de la libertad salvaje previa al adiestramiento humano. Todos los elementos autorales de Jack London están presentes en el film, pero es la combinación de su estructura demasiado simple y el fallido aspecto visual lo que hace que no sobresalga o destaque en buenos aspectos. El exceso de efectos visuales digitales, la sobrecarga de filmación en torno a la utilización de pantallas verdes causa el efecto completamente opuesto al del espíritu de la historia a contar. Lejos de abrazar a la naturaleza en toda su forma, la implementación de paisajes e incluso de animales creados por computadora (incluyendo al perro protagonista), se produce una lejanía absoluta de verosimilitud. El comportamiento perruno es caricaturizado o dotado de reacciones humanas que le restan al film cualquier atisbo de naturalidad. Toda la idea y el mensaje que se haya dentro de la historia son hechos a un lado por completo en la forma escogida de darle vida al relato. Si es que algo de vida puede haber en él. El llamado salvaje termina resultando un film desprolijo que distrae debido a una afeada estética que va en contra de todo lo que plantea el mismo desde su base original. Lo acartonado de sus sucesos, y más aún de sus personajes como ocurre con el vil antagonista Hal (Dan Stevens) que explora la tierra en busca de oro, termina brindando un trabajo desparejo y conflictivo en sus formas. Toda interacción de los personajes humanos con los animales o el espacio donde se desarrollan la aventura son una pobre recreación de la verdadera vida salvaje. Así como muchas veces el lenguaje de una adaptación literaria no funciona de la misma manera en el aspecto audiovisual, en esta ocasión tal vez es Chris Sanders quien no supo, ni quiso, trasladarse del cine de animación a la realidad filmada. Todos los perros van al cielo y, en el caso de este film, todos los perros van a postproducción.
Muchas de las novelas de Jack London son material para el cine, en especial “Colmillo Blanco” y “El llamado de lo salvaje”. Esta adaptación es lujosa, grande, “profesional” en el sentido más lato del término. Y su responsable es un muy buen director de animación, Chris Sanders, quien desde Lilo y Stitch –y, claro, con “Cómo entrenar a tu dragón”– ha trabajado la poética de la amistad hombre-mascota. Pero esta película, a diferencia de otras obras “con animales”, tiene un defecto enorme: la animación hiperrealista, que en lugar de crear verosimilitud, genera una distancia grande con el espectador en secuencias clave. Por suerte, Ford, uno de los más grandes actores clásicos –en el sentido estilístico– que dio el cine, crea empatía y calidez, la cuota realmente humana de la película, que le permite salir adelante contra el demasiado escuchado llamado de la tecnología.
Crítica emitida por radio.