Su rutina era clásica: llamaba por teléfono a una empresa o negocio, o incluso a una persona, para hacerles algunas consultas que iban adquiriendo un tono insolente, con una catarata de malas palabras. El artífice de estas bromas telefónicas no era otro que el Doctor Tangalanga. Provisto de barba y bigote falsos, anteojos, gorra e inventiva verbal, se convirtió en un emblema de la comedia argentina cuando su obra trascendió mediante discos, giras y apariciones televisivas. El cine comenzó a inmortalizar su figura en Víctimas de Tangalanga y su secuela, ambas de Diego Recalde, pero en esos casos el ojo estaba puesto en quienes padecían sus ocurrencias. La apuesta más ambiciosa llegó de la mano de Mateo Bendesky, director de El método Tangalanga. ¿Se trata de un biopic de la persona detrás del personaje? Sí y no: la película toma la esencia de la vida real de Tangalanga (nombre real: Julio Victorio De Rissio, de profesión zapatero) y hace su propio camino con respeto, humor y corazón. Martín Piroyansky compone a Jorge Rizzi, empleado de una empresa y ciudadano de la Buenos Aires de 1962. La timidez le impide disertar en las reuniones de trabajo y acercarse a las mujeres. Cuenta con Sixto (Alan Sabbagh), compañero y amigo y más propenso a las relaciones públicas. Entonces, más por casualidad que por intención, llega a un evento encabezado por un mentalista español (Silvio Soldán). Unas palabras claves acerca de conectarse con su verdadero ser y un tañido similar a un tono telefónico liberan a su yo extrovertido, directo, audaz, malhablado, encantador. Cada vez que levanta un tubo de teléfono aflora ese repentino Mr. Hyde, que adopta el alias con el que se haría famoso. Una nueva identidad perfecta para vengarse de quienes se comportaron injustamente con él; alegrar a Sixto, internado por un problema de salud, y acercarse a Clara (la siempre estupenda Julieta Zylberberg), la recepcionista del hospital y amante de Giordano (Rafael Ferro), médico y villano de la ecuación. Bendesky y su equipo narran con dinamismo y gracia las peripecias del antihéroico protagonista y cómo va ganando admiradores cuando las cintas para Sixto se propagan por el boca a boca. Desde el principio hay un respeto por el personaje, y resulta fundamental la actuación de Piroyansky: transmite el desparpajo de Tangalanga y la ternura y humanidad de Jorge. El notable desempeño interpretativo del elenco (Sabbagh y Machín vuelven a engrandecer otros de sus roles) también se aprecia en las escenas menos cómicas y más dramáticas y románticas. Mención especial para Soldán, que brilla en su primera composición de un papel cinematográfico. El método Tangalanga presenta el origen del mito y, al mismo tiempo, le rinde tributo.
Contra todo pronóstico, Mateo Bendesky construye un amoroso relato a partir de la figura del emblemático cómico que supo hacer de la puteada y las bromas telefónicas, por sorpresa, una manera de vivir. ¿Es esta película una historia de amistad? ¿Es una comedia romántica blanca? ¿Es un homenaje a este artista? Sí a todo lo anterior, además de potenciar la narración gracias a las excelentes actuaciones del trío protagónico, Martin Piroyansky, Julieta Zylberberg, Alan Sabbagh y una cuidada reconstrucción, no sólo de época, sino, principalmente, de una atmósfera específica que apuntala todo.
Si hay un comediante que la mayoría de los argentinos reconoceremos con solo escuchar su nombre, es Tangalanga. El capo cómico famoso por sus bromas telefónicas marcó un hito en nuestro humor. Y en plena época de biopics, ya iba siendo hora que dejemos de mal idolatrar a criminales y asesinos, y le rindamos culto a alguien que nos hizo reír. Veamos como resulta ser El Método Tangalanga. La historia sigue de forma muy ficcionada, el nacimiento de Tangalanga, mostrándonos a un hombre muy tímido, que en base a varias circunstancias (la enfermedad de un amigo, conocer a una mujer y problemas en el trabajo), queda en trance cuando escucha determinados sonidos, que lo hacen decir lo primero que se le cruza por la cabeza; con resultados chistosos. Como dijimos, esta película es una falsa biopic de Tangalanga. En mi caso esto no me afecta, ya que no se nada de la vida personal del humorista, pero seguramente a los fans más acérrimos si les va a fastidiar ver algunos cambios. Aunque si tengo entendido que un punto clave de la trama si se respetó, y quizás sea el momento más emotivo de El Método Tangalanga. De todas formas, el fuerte de la película es la comedia. Si bien la misma entra cuando se da el primer punto de quiebre, cuando aparece ya no para, y Martin Piroyansky es clave para que esto funcione, ya que el rol de tímido, como el de un Tangalanga desatado le sale a la perfección; dosificando con esas partes emotivas que ya comentamos. Gran trabajo por parte del actor. Otro punto a favor es la ambientación de finales de los 70. Si, si sacamos la lupa y analizamos escena por escena veremos algún anacronismo, pero el aire que se respira, nos evoca a dicha época, y como sabemos, eso es algo bastante difícil de hacer, y más en una producción local, donde quizás no se cuenta con el mismo presupuesto que películas que nos llegan de afuera, y le erran de forma mucho más obvia. ¿Puntos malos? Quizás el punto de quiebre nos recuerde un poco a Sin filtro y sus cientos de versiones (por estos lares son Sin rodeos con Maribel Verdú y Re loca con Natalia Oreiro), donde el protagonista mediante un “encantamiento”, se desinhibe y encuentra su propia voz, al grado de meterse en varios problemas por no saber medirse. Por suerte ya para la mitad de la película dichas semejanzas desaparecen. En conclusión, El Método Tangalanga es una buena comedia. Quizás sea demasiado argentina, pero para quienes conocimos al humorista como para quienes no, qué mejor forma de empezar el año con unas buenas risas ¿No?
El método Tangalanga” de Mateo Bendesky. El tiempo avanza muy rápido, por dar un ejemplo el estreno de esta película marca que ya pasó la mitad del primer mes del año. Con el paso al mundo digital muchas cosas quedaron en el camino, los soportes analógicos se encuentran en extinción y el identificador de llamadas de los celulares arrasó con las bromas telefónicas. Número de teléfono que no tenemos agendado, llamada que no atendemos. No por miedo a ser víctimas de un chiste, sino para evitar encuestas u ofrecimientos de servicios que no queremos. “El método Tangalanga” llega a los cines el jueves 19 de enero. Es un conglomerado de cosas buenas, parte comedia, parte romántica, con algo de biopic. Mateo Bendesky realiza un homenaje al Doctor Tangalanga. Al artesano de la risa, artista del hacer reir, colocándolo en el lugar de prestigio que siempre mereció. Algo que suele sucederle a muchos humoristas, cuya labor no suele reconocerse con el mismo peso que la de otros. Siendo que generar una carcajada es una de las tareas más difíciles que existe. Jorge Rizzi es un oficinista cualquiera, que le tiene pánico a hablar con desconocidos. Un día, tras una sesión de hipnosis todo cambia en su vida. Cuando escucha cierto sonido sus inhibiciones desaparecen, se transforma en un ser efusivo y extrovertido. Jorge abandona el timón y lo toma el Doctor Tangalanga. Dichas habilidades le servirán para animar a su amigo internado, conquistar a la recepcionista del sanatorio y mejorar su trabajo. Pero todo viene con un precio. Lo primero que sobresale en esta producción es el elenco: Martín Piroyansky, Julieta Zylberberg, Alan Sabbagh, Rafael Ferro y Luis Machín. A quienes ya conocemos y sabemos lo bien que lo hacen. Pero las sorpresas aquí las dan Luis Rubio y Silvio Soldán. Brindando unas actuaciones sorprendentes, más si tenemos en cuenta la poca experiencia en la pantalla grande que poseen. “El método Tangalanga” de Mateo Bendesky es una comedia de primer nivel. De esas que te hacen reír a carcajadas y emocionar hasta las lágrimas. Ideal para ir al cine, esconderse en una sala oscura con aire acondicionado y escapar de la ola de calor que nos agobia.
“El método Tangalanga” de Mateo Bendesky. Crítica. ¿Giordano? Agarramela con la mano. Francisco Mendes Moas 6 noviembre, 2022 0 275 Las bromas telefónicas por estos años ya casi se encuentran en extinción. Puede ser consecuencia de la desaparición de los teléfonos fijos o que las nuevas generaciones ni siquiera se llaman entre sí. Una lastima, mejor podrían desaparecer los programas de madrugada donde uno tiene que llamar para adivinar la palabra que se forma en la pantalla. Sin embargo “El método Tangalanga” elige reivindicar, tal vez incluso volver a poner en vidriera al genio cómico Tangalanga. Quien supo hacer reír generaciones con sus llamadas en broma. Mateo Bendesky le dedicó una película, la cual tuvo su estreno durante la 37º edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Llegando a las salas de todo el país el próximo 19 de enero del 2023, fecha a agendar. En la función se hizo presente gran parte del elenco: Martín Piroyansky, Julieta Zylberberg, Alan Sabbagh y Luis Rubio. Además de parte del equipo técnico como Diego Dubcovsky y Federico Rotstein. Podemos decir que no tenemos ante nosotros una biopic de Tangalanga, en el estricto sentido de la palabra. Pero tal vez si sea una de Jorge Rizzi, un oficinista incapaz de hablar en publico y mucho menos ante el sexo opuesto. Sin embargo, tras pasar por una sesión de hipnosis su personalidad cambia cada vez que escucha un sonido particular. El ruido que hace un teléfono antes de marcar. Y al igual que hace Stanley Ipkiss cuando se pone “La máscara”, Jorge se transforma en el desopilante Tangalanga. Como un buen plato de cocina, esta película mezcla varios sabores a la perfección. Algo de comedia romántica, otro poco de biopic, material de archivo y muchas, muchas llamadas telefónicas. Este último, uno de los elementos menos cinematográficos que existen en la historia. De esta manera consigue resultados que varían entre la risa incómoda, la carcajada estruendosa o el nudo en la garganta previo al lagrimeo.
Esas queridas bromas telefónicas. Julio Victorio De Rissio, alias Doctor Tangalanga, fue una notable figura dentro del humor argentino del siglo pasado, más precisamente en la década de los años 80’. Caracterizado con barba y bigotes, más enormes anteojos y una simpática gorra con visera, ganó fama gracias a sus skechtes televisivos y grabaciones radiales dónde realizaba pesadas bromas telefónicas a extraños. Por lo general estos chistes terminaban con un insulto o mala palabra, situación impensada para los actuales tiempos que corren. La performance del Doctor Tangalanga constaba de una premisa sencilla, pero altamente eficiente: llamar vía telefónica a una persona desconocida que ofrecía algún tipo de servicio, hacerse pasar por un supuesto cliente interesado y con el correr de los minutos ir llevando la conversación hacía el camino de la burla, la intolerancia y finalmente el nombrado insulto, por lo general escatológico, o más claro aún: una puteada. La película El método Tangalanga, dirigida por el realizador Mateo Bendesky, es la historia ficticia acerca de lo que pudo ser la supuesta vida real del hombre detrás del personaje humorístico, todo un emblema de una época pasada que ya no volverá. En la trama Julio Victorio De Rissio es Jorge, interpretado por el actor local Martín Piroyansky, un joven empleado de una empresa que realiza jabones. Tímido por naturaleza, Jorge tartamudea al hablar y ni se anima a acercarse a hablarle a una mujer. Cansado de sus limitaciones autoimpuestas por su pacata personalidad, una tarde en un evento se cruzará con un mentalista español, interpretado por nada menos que el famoso conductor y locutor Silvio Soldán, que radicalmente la cambiará la vida. Este le propone, por medio de hipnosis o algo parecido, que cada vez que suene un teléfono, su personalidad cambie por completo, sacando a la luz otra totalmente diferente: la de un bromista astuto, grandilocuente, capaz y muy boca sucia. Así será que se vengará de quienes en algún momento se burlaron de él, asombrará a algunos amigos, como su compañero de trabajo Sixto (Alan Sabbagh) y enamorará a Clara (Julieta Zylberberg), su interés amoroso y recepcionista en un hospital. Lo que busca El método Tangalanga y principalmente su director, Mateo Bendesky, es homenajear al Doctor Tangalanga, humanizando al supuesto hombre detrás de bigotes falsos y hablar verborrágico. Y lo logra demostrando que el humor fue una enorme vía de escape para sus inseguridades y frustraciones. Ayudan muchísimo en la tarea las grandes actuaciones a cargo de Martín Piroyansky, intérprete carismático como pocos; Alan Sabbagh en plan falso amigo y rival de Jorge, y Julieta Zylberberg, como siempre muy agradable y convincente. El método Tangalanga es un falso biopic y no reniega de ello. El comienzo del relato es intenso y prometedor. Luego, quizás, se desinfla un poco y viene lo previsible o básico en este tipo de historias. De todas maneras, es una digna y graciosa comedia, con algunos toques de romance y apoyada en la interesante historia de un hombre que ayudó a plasmar el humor en nuestro país y marcó a una generación de oyentes y televidentes. Y claro, eso no es poco.
Es el padre de las “joditas telefónicas”, un nombre –o un apellido- que engloba toda una época de la comedia televisiva argentina. El Dr. Tangalanga adquirió fama mediante un número con una dinámica infalible: llamar por teléfono a una empresa y/o persona para lo que inicialmente es una consulta “seria” y luego, a fuerza de una enorme capacidad de improvisación, llevar la charla hacia el terreno de la insolencia y la escatología. Es curioso que en épocas de sensibilidad extrema con el humor llegue una comedia que haga de la puteada una de sus principales armas cómicas. Pero así lo hace El método Tangalanga, de Mateo Bendesky, una suerte de cruza entre homenaje y aproximación mitológica a los orígenes del personaje de inconfundible barba, bigotes falsos y anteojos creado por quien en la “vida real” se llamó Julio Victorio De Rissio. El protagonista acá no se llama Julio, sino Jorge. Se trata de un tímido empleado de una empresa de jabones al que le cuesta horrores hablar en público. Y ni hablar de acercarse a una mujer, tarea que delega en su locuaz amigo y compañero de trabajo Sixto (Alan Sabbagh). Con él internado, Jorge (Martín Piroyansky) debe vender unos productos en una reunión que sale pésimamente, para desazón de su jefe (Luis Machín, de enorme timing cómico). Derrotado y enojado con sí mismo tras esa situación, termina de casualidad en el evento de un mentalista español interpretado por Silvio Soldán (sí, el de Feliz domingo para la juventud), quien a través de una suerte de hipnosis logra que, al escuchar el tintineo de una copa o el tono de un teléfono, Jorge libere su lado B, un Mr. Hyde hecho de extroversión, caradurez y encanto. Y así inicia un camino de verborragia telefónica y personal perfecto para vengarse de quienes se portaron mal con él, alegrar a su amigo Sixto llevándole grabaciones de las conversaciones y, desde ya, conquistar a Clara (Julieta Zylberberg), la recepcionista del hospital y amante de uno de los directores del nosocomio (Rafael Ferro). Apoyada en la gestualidad de Piroyansky, notables personajes secundarios y un guion que, se dijo, celebra el arte de la puteada, El método Tangalanga se presenta como una comedia romántica clásica, aunque con la modernidad suficiente para deconstruir el género pensándolo como mucho más que “hacer reír” a alguien. A fin de cuentas, para Jorge el humor es un ariete para embestir contra aquellas situaciones para él dificultosas. El resultado es una biopic particular, que prioriza no tanto la recreación histórica como el espíritu zumbón y chabacano que atravesó la carrera de Tangalanga. Una comedia que recorre su propio camino con respeto, mucho humor y un corazón enorme.
El director de «Los Miembros de la Familia» (2019) nos ofrece una comedia disparatada que homenajea a la figura del reconocido cómico el Doctor Tangalanga. Mateo Bendesky junto a sus coguionistas Sergio Dubcovsky y Nicolás Schujman le encontraron una aproximación original a «El Método Tangalanga» y es que no estamos ante una biopic o una película que busque cierto rigor sobre la vida del personaje que plantea festejar sino, justamente, decide homenajear al hombre por medio de una ficción hilarante y desfachatada que tiene algunos aspectos de la vida real del humorista argentino Julio Victorio de Rissio. El largometraje se centra en Jorge (Martín Piroyansky), un oficinista algo torpe y tímido, al cual se le dificulta hablar en público o incluso tener intercambios sociales cotidianos con clientes en su trabajo, o hablarle a las mujeres. Su amigo Sixto (Alan Sabbagh) intenta alentarlo para que sea más sociable pero no lo logra. Un día, Sixto es internado y Jorge deberá reemplazarlo en el trabajo en una presentación muy importante. Luego de arruinarla, termina por casualidad inmerso en una sesión de hipnosis en la que le provocan una especie de habilidad: agarrar el teléfono y convertirse en el irreverente Doctor Tangalanga. La película hace un trabajo impecable en presentar al icónico bromista telefónico, con un acercamiento novedoso y entretenido que propone crear su propia versión. El objetivo esta puesto en construir un relato sólido y sumamente hilarante que se erige gracias a un gran trabajo de guion. El timing cómico es uno de los fuertes (enaltecido por un astuto trabajo de montaje también), al igual que un impecable trabajo de casting. Contar con Piroyansky, Sabbagh, Julieta Zylberberg, Luis Rubio, Rafael Ferro y Luis Machín para una comedia de este estilo, es algo espectacular que se ve reflejado en el resultado en pantalla. Por otro lado, resulta maravilloso el diseño de producción con el que contó la película que hace buen trabajo en reconstruir la década de los ’60, en esta especie de inicios del personaje creado por Julio Rissio. El vestuario, el trabajo de maquillaje y peinado, así como también las locaciones empleadas y la paleta de colores elegida hacen que la película tenga un look visual tan distintivo como lo que pretende contar. Asimismo, podríamos decir que el aspecto fantástico del film (la parte de la hipnosis) se emplea de una forma acertada que da rienda suelta al delirio y la irreverencia de los acontecimientos. Pero eso no es todo, sino que además la película se anima a reflexionar sobre la importancia de la amistad y de otras tantas cuestiones. «El Método Tangalanga» es una comedia sorprendente que se anima a contar el mito del doctor Tangalanga con la distancia temporal y los cambios sociales que se dieron en el medio como tapiz para actualizar ciertos aspectos pero siempre en pos de respetar a la figura y apelar a la emoción del público con humor y mucho cariño.
Ante todo, una aclaración, esta película de Mateo Bendesky se titula El método Tangalanga y no “la vida del doctor Tangalanga” o como Jorge Rizzi creó a su personaje. Primero porque el Dr. Tangalanga de la vida real se llamaba Julio Victorio de Rissio, y no Jorge Rizzi, y el gran amor de la vida real se llamó Nora y no Clara. Tampoco un mentalista cambió la suerte del futuro bromista telefónico. Luego, la ficción se entrega a presentar trazos de la historia real cuando muestra al personaje en una empresa de productos cosméticos, o cómo comienza a grabar sus pesadas ocurrencias para entretener a un amigo convaleciente luego de que, por los azares de la vida, participe en un espectáculo donde la locuacidad vence a la inhibición. Locuacidad que se activa, sorpresivamente, ante un sonido presente en los viejos teléfonos a disco, o en el sonido del choque de la cristalería. La fábula con la cual se construye el origen mítico del álter ego del protagonista, casi como si fuera un súper-héroe típico del universo del cómic, permite que el abordaje de la sátira sea -si bien de una obviedad casi de manual- enteramente disfrutable. Contribuye a la creación de ese universo una dirección de arte cuidada al milímetro de Ana Cambre y Agustín Ravotti, mezclando una pátina de colores y texturas muy a tono con el espíritu festivo del Instituto Di Tella. Es entonces cuando puede intuirse que las vulgaridades verbales del Dr. Tangalanga son observadas desde la pantalla como parte del happening de los años 60, tomando dos elementos salientes de esa experiencia como son la ocurrencia y la improvisación. Fotográficamente, las paletas en Technicolor y el vestuario anclado en el contraste entre lo riguroso de los trajes de tonos oscuros y corbatas con nudo Windsor contra la moda Twiggy, participan de la caracterización de los roles que entrega la ficción. Dentro de ese universo, Martín Piroyansky como el tímido hasta la tartamudez que se desenfrena al teléfono resulta no solo convincente sino que se amalgama a los cómicos que hicieron historia en el cine nacional. Julieta Zylberberg entrega su encanto para los contrapuntos verbales que cautivan al enamorado Julio; Alan Sabbagh es Sixto, el amigo entrañable; Luis Rubio, el enfermero cómplice; Luis Machín, el dueño de la empresa que apuesta a su desconcertante empleado y Rafael Ferro, el responsable de la atención en la clínica a Sixto. Todos ellos entregan la solidez interpretativa habitual en su carrera. Resta decir que deslumbra, al nivel de un actor revelación, el carisma de Silvio Soldán como Taruffa el mentalista, aunque su debut en el cine se remonte a los tiempos que la película reconstruye. Previsible en su relato, novedosa en su aproximación, y regocijante como resultado es esta leyenda en derredor del Doctor Tangalanga, alguien que mezcló la elegancia del hablar de los 60 con la progresiva vulgaridad verbal que domina hoy, quien supo crear un superhéroe en el poder catalizador de la palabra.
El humor del Doctor Tangalanga, ese personaje de barba y bigotes falsos, con gorrita y anteojos, que hizo de las bromas telefónicas algo así como un mojón en la comicidad argentina, tiene una nueva aproximación en el cine. El Método Tangalanga, con Martín Piroyansky, no toma al personaje en su apogeo, sino que prefiere abordarlo en sus inicios, contando cómo surgió. Para aquellos que no sepan quién fue Tangalanga y en qué consistía su humor, Julio Victorio De Rissio tomaba un teléfono (de línea), discaba un número y cuando lo atendían demostraba interés en algo en particular, parecía una persona seria, pero poco a poco la charla -que se convertiría casi en un monólogo- derivaba en una joda telefónica. Tangalanga improvisaba y podía llegar hasta la escatología. Como decíamos, la película de Mateo Bendesky, director de Acá adentro y Los miembros de la familia, ubica sus acciones en una lejana Buenos Aires, por 1962. En vez de Julio, el personaje se llama Jorge y es un tipo sumamente tímido, que trabaja en una empresa que comercializa jabones. Tiene un entrañable amigo, Sixto (Alan Sabbagh), que es su compañero de trabajo, y tiene algunos problemas con su falta de resolución. Si algo no es Jorge es un tipo audaz. Por un lado, tiene pánico escénico y no puede hablar en público. Por eso mismo, acercarse a entablar una conversación con una mujer es otra tarea imposible. Pero cuando Sixto termina hospitalizado, a Jorge le toca ponerse al frente de una reunión con potenciales compradores de jabones. Por supuesto que todo sale pésimo. Y por esas casualidades de la vida, Jorge termina en una charla de un mentalista español (lo interpreta Silvio Soldán, otro de los hallazgos del casting de la película), quien logra lo impensado. A través de una suerte de hipnosis, con el tintineo de una copa Jorge se transforma en otro. Locuaz, impertinente, extrovertido. Y no va que, al ir a visitar a Sixto al sanatorio, se cruza con la recepcionista (Julieta Zylberberg), de quien queda completamente enamorado. Que Clara tenga un affaire con uno de los directores del lugar (Rafael Ferro) da pie para que las complicaciones se sumen en la vida del protagonista. Como si fuera Jekyll & Hyde Así es que Jorge se transforma en Tangalanga, como si fuera Jekyll & Hyde. Nadie sabe que quien hace esas bromas pesadas es él, lo que permite al filme desmarcarse por momentos de la comedia romántica y centrarse en la de equívocos y múltiples situaciones de enredo. El director, al centrarse en la década del '60, también apela a una estética que contrasta con el tipo de humor insolente, zafado, de Jorge /Tangalanga. El Método Tangalanga es una comedia de ésas que logran sacar carcajadas, en cuyo elenco también se destaca Luis Machín, como el jefe de la empresa de jabones.
Jorge Rizzi (Martin Piroyansky) es el técnico químico de una empresa de jabones, el creador de los productos, es retraído, solitario, solo se siente un poco liberado cuando interactúa con su único amigo, Sixto (Alan Sabbagh), el encargado de “vender” los productos diseñados por Jorge. Todo cambia en ese universo el día que Sixto es internado en un sanatorio y el gerente de la empresa (Luis Machin) le pide a Jorge que lo reemplace a Sixto en la función de vendedor. Nada podría haber salido peor, su imposibilidad de hablar en público termina por la retirada de clientes ofendidos, él al borde de ser despedido. Se suma a todo esto la angustia que le produce, por su timidez extrema, no poder invitar a Clara (Julietta Zylbernerg) la secretaria del sanatorio donde esta internado su amigo. Por cuestiones del destino o del guión, Jorge terminara
Martin Piroyanski interpreta a un posible Dr. Tangalanga en su juventud, absorbido por una vergüenza paralizante que solo le permite liberarse detrás del teléfono. El director de Los miembros de la familia (2019) crea un tono tierno y carismático para el film, con ingeniosas transiciones que remiten a las comedias de antaño y muletillas dialécticas utilizadas en la trama para un film donde la palabra es fundamental. “A vos te chifla el orto” o “hay un veterinario que nos faja con unas cuentas de la gran puta” son algunas frases célebres que se escuchan en el film de boca de esta suerte de superhéroe anónimo. Esa colorida 1962 imaginada por la película es posible gracias a la música de Gabriel Chwojnik, la minuciosa recreación de época de Ana Cambre y Agustín Ravotti, la fotografía de Daniel Ortega, y el moldeo de personajes simples e inocentes, un tanto alejados del humor desfachatado del comediante referenciado. Aquí las referencias son a las comedias clásicas del cine argentino, aquellas interpretadas por Martha Legrand junto a Juan Carlos Thorry o por Niní Marshall. Una suerte de homenaje implícito a ese cine que instaló un tipo de humor ausente hoy en día. La historia comienza cuando su amigo y compañero Sixto (Alan Sabbagh) es internado y Jorge Rizzi (Piroyansky) debe hacerse cargo de las ventas en su trabajo pero su timidez le impide pararse frente al resto y dar un discurso. La casual asistencia a un show de hipnosis del misterioso Taruffa (el emblemático conductor televisivo Silvio Soldán), que mezcla magia con autoayuda, le da la herramienta fantástica para superar su pudor y transformarse en el irreverente Dr. Tangalanga. También se enamorará de Clara (Julieta Zylberberg), una suerte de versión femenina de la ironía al teléfono. El método Tangalanga (2022) se basa en los inicios del comediante de las llamadas telefónicas, y cuenta con el buen desempeño del elenco de actores dotados para la comedia en el reparto. Piroyanski acopla su figura a la del icónico personaje, Julieta Zylberberg, Alan Sabbagh y Luis Rubio demuestran su oficio para el género y Silvio Soldan, en una suerte de autoparodia, brilla en el relato con toques de fantasía. Bendesky escribe el guión junto a Sergio Dubcovsky y Nicolás Schujman de esta biopic que sigue la estructura narrativa del género Coming of Age (ingreso a la adultez), y también de la comedia romántica, para hacer un homenaje tan simple y naif como las recordadas bromas telefónicas del humorista.
"El método Tangalanga": fábula con toques fantásticos La película busca no tanto ser fiel a la biografía del Dr. Tangalanga como al espíritu entre inocente y provocador de su humor. El Doctor Tangalanga se convirtió en una leyenda de la cultura popular a partir de sus famosas bromas telefónicas, registradas a lo largo de medio siglo. Grabados en cassettes que pasaban de mano en mano de forma anónima, sus llamados mezclaban absurdo y vulgaridad, pero siempre con un tono y un lenguaje inicialmente formal y elegante que los hacían aún más desconcertantes, confiriéndole esa personalidad única que lo convirtió en un secreto a voces. A diez años de su fallecimiento, cualquier argentino conoce o ha escuchado algunas de las breves piezas de su vasta obra humorística. Tal es su fama, que el cine lo ha tomado como excusa para una película. Una comedia, por supuesto, que a partir de datos conocidos de su historia personal busca no tanto ser fiel a su biografía como al espíritu entre inocente y provocador de su humor. Se trata de El método Tangalanga, tercer largo del cineasta argentino Mateo Bendesky, en el que aborda, amplía y reinventa el mito de origen de este personaje tan travieso e impertinente como querible. No es la primera vez que el cine se ocupa de su figura: el director y humorista Diego Recalde realizó una serie de documentales bajo el título de Víctimas del Doctor Tangalanga, en la que brinda la contraparte de aquellos famosos llamados telefónicos, entrevistando a algunos de los incautos que cayeron en sus redes. A diferencia de esta, la película de Bendesky trabaja desde la ficción, tomando algunos elementos de la realidad para darle al relato la forma de una fábula con toques levemente fantásticos. Jorge es vendedor en una compañía de jabones al que la enfermedad de un amigo y compañero de trabajo lo obliga a asumir roles inesperados. Por un lado, acompañar a su amigo en el momento difícil, pero al mismo tiempo ocupar su lugar en la empresa. Sin embargo, su proverbial timidez le impide lograr sus objetivos. En plena era de los superhéroes, El método Tangalanga se asemeja al relato de origen de uno de ellos. Como en estas historias, Jorge tiene una debilidad que no lo deja desarrollar su fortaleza, hasta que un hecho extraordinario destraba ese poder. En este caso, una locuacidad que se activa con el tono del teléfono y le confiere una valentía que le permite realizar una serie de bromas telefónicas que servirán, entre otras cosas, para alegrar a su amigo durante la convalecencia. El problema es que el protagonista es incapaz de dominar su nuevo poder a voluntad y esa lucha interna será la que motorice el resto de la película. Un trabajo en el que Bendesky logra una notable reconstrucción de los años ‘60, no solo en el terreno del diseño de arte sino también de cierto espíritu cinematográfico de la época. En el plano humorístico, la comedia a veces funciona y otras no tanto, pero un elenco de notable eficacia para la puteada, con el gran Martín Piroyansky en el rol de Jorge/ Tangalanga, logran sostenerla dignamente.
“El método Tangalanga” de Mateo Bendesky, con Martín Piroyansky. Crítica La biopic de Tangalanga: una comedia que revela los inicios del genio de las bromas telefónicas con tono de humor, inteligencia y frescura. Tras presentarse en la última edición del Festival de Cine Internacional de Mar del Plata, este jueves, 19 de enero, llega a las salas de cine uno de los estrenos más esperados, “El método Tangalanga”, de Mateo Bendesky, con Martín Piroyansky, Julieta Zylberberg, Alan Sabbagh y Luis Machín. El Doctor Tangalanga fue un humorista argentino, reconocido por sus grabaciones de “joditas telefónicas” las cuales no solo le dieron gran popularidad en nuestro país, sino que también lo llevaron de gira por varios países de América. Julio Victorio de Rissio, su verdadero nombre, falleció en 2013 y diez años después se está estrenando su biopic en salas de cine, narrándose los comienzos del artista allá por los años 50′, ’60. En la película, el protagonista se llama Jorge (Martín Piroyansky), un empleado de una empresa de jabones que es extremadamente tímido cuando tiene que hablar en público. Un día, su amigo y compañero de trabajo Sixto (Alan Sabbagh) cae internado y él tiene que cubrirlo en la venta de unos productos ante la mirada de los compradores y su jefe (Luis Machín). Obviamente, todo sale mal y enojado consigo mismo, termina en un show de hipnotismo conducido por un mentalista español (Silvio Soldán). A partir de ese momento, cada vez que Jorge escucha el tintineo de una copa o el tono de un teléfono, su lado extrovertido, verborrágico y chabacano se apoderan de él. Con la intención de alegrar a su amigo internado y de conquistar a Clara (Julieta Zylberberg), la recepcionista del hospital, empieza a utilizar este recurso a su favor, convirtiéndose en poco tiempo en el Doctor Tangalanga. Mateo Bendesky, guionista y director de “El método Tangalanga” (2023), además de “Acá adentro” (2013), “Nosotros solos” (2017) y “Los miembros de la familia” (2019), hace de esta película un cálido homenaje al ícono humorista argentino, recreando más que la historia la esencia bromista y hasta absurda que tanto hacía reír de Tangalanga. El realizador propone una comedia blanca con el afán de recrear el espíritu de los años ’60, que es la etapa en que surge el famoso humorista. En otras palabras, el director optó por un humor más familiar sin caer en relatos groseros o burdos, por lo que “El método Tangalanga” es una película apta para todo público. La composición que hace Martín Piroyansky sobre Jorge, Tangalanga, es brillante; hay un importante trabajo actoral y de dirección por parte de Mateo Bendesky. Pero también hay que destacar que a Piroyansky lo acompaña Julieta Zylberberg con todo su encanto. Alan Sabbagh, Rafael Ferro, Luis Machín, Luis Rubio, Antonella Saldicco, Silvio Soldán y Lucía Maciel, son los actores secundarios de la película y cada uno se destaca en su interpretación.
En psicología se suele decir que el todo es mayor a la suma de sus partes porque en nuestra percepción elaboramos una imagen global del conjunto. En cine podríamos asegurar que la suma de esas partes no termina de configurar un todo homogéneo, fluido y atractivo. Sucede con los tanques de Netflix, cuando vemos que un elenco de lujo, presupuestos de muchos ceros, paisajes de ensueño y toda la técnica a disposición no logran buenos resultados ("Glass Onion", "Alerta roja", "El espía gris"). Y también con "El método Tangalanga", donde los actores brillan por separado pero la unión no hace la fuerza sino su debilidad. El filme dirigido por Mateo Bendesky cuenta la historia -medio ficción, medio realidad- del humorista argentino Doctor Tangalanga (Martín Piroyansky), quien inició sus bromas telefónicas con el objetivo de hacer reír a un amigo que se estaba muriendo en un hospital. Tanto fue el éxito de esas llamadas que sus grabaciones empezaron a circular de forma casera por todos lados. Podríamos decir con términos de hoy que se viralizaron de manera física, en lugar de like a like, de mano en mano a través de casetes. Pero esta instancia empieza a verse pasada la media hora de metraje; entonces la primera parte se vuelve un sinsentido donde solo apreciamos las excelentes actuaciones de Alan Sabbagh como el amigo internado, al mismo Piroyansky como un trabajador mediocre que tiene dificultades para hablar en público y con desconocidos, y de Luis Machín como su jefe. Julieta Zylberberg y Rafael Ferro, recepcionista de la clínica y dueño, respectivamente, bajo una estética de policial negro que cuesta entender, también se lucen pero por fuera del registro que se muestra. En otro acierto de casting, la aparición de Silvio Soldán es otra perla que se disfruta como ente único, ya que su personaje nunca logra amalgamarse con la historia. DOCUMENTAL La primera sonrisa genuina aparece promediando el filme cuando se oye la verdadera voz de Tangalanga en una superposición casi de documental. Entonces ese vínculo entre la historia real y la ficción tan irreal encuentran un punto intermedio de cercanía. Después se vuelve casi al cómic, porque la historia escrita por el director junto a Sergio Dubcovsky y Nicolás Schujman, tampoco es literal y sus licencias narrativas no convencen. Se podría haber realizado un verdadero drama pero no. O una comedia disparatada, sobre todo con el auge del humorista en los medios, y tampoco. Todo queda ahí, en una anécdota paradigmática que se pierde en una película muy bien actuada pero sin un objetivo claro. Para quienes hayan disfrutado de la época de Tangalanga, una propuesta que los vestirá de melancolía. Para quienes no sepan de este icónico humorista argentino, mejor dirigirse a Youtube y escuchar sus audios.
Hubo un fenómeno en nuestro país que protagonizó un personaje llamado “Tangalanga” que baso su humor en las cargadas telefónicas, en una conversación seria que siempre derivaba en la puteada y el insulto certero. Bromas que se registraban en cassettes que corrían de mano en mano cimentado una fama y una leyenda únicas. El film de Matero Bendesky es una aproximación y un homenaje a los orígenes de este personaje tan singular. Es la historia de un empleado de cargo importante en una empresa que tiene horror a hablar en público y timidez brutal con las mujeres. Corre el año 1962 y Jorge Rizzi, asi se llama el personaje de ficción, luego de muchas anécdotas desopilantes con sus problemas, logra, gracias a un extravagante hipnotizador, sacar a su propio Mister Hyde afuera. Y eso lo usa para vengarse, para entretener a su amigo enfermo. Y, sin los insultos, conquistar a la mujer que lo enamora. El humor se transforma en su súper poder. Toda la ambientación, el tono, la fotografía nos lleva a ese cine de las comedia románticas clásicas argentinas, con un precioso cuidado de todos los magníficos rubros técnicos. El guión de Sergio Dubcovsky, Nicolas Schujman y el propio director tiene la redondez de un libro muy trabajado. Y los intérpretes son una gloria: Martin Piroyansky deslumbra con su creación, ya no podríamos imaginar a otro para este rol, Julieta Zylberberg da en la tecla de esta mujer romántica y poderosa, Alan Sabbah es el amigo clave y Silvio Soldán sorprende. Es una comedia con aires del pasado pero inteligentemente actual que usa el humor, uno tan argentino por cierto, como instrumento para derribar inhibiciones y encontrar nada más ni nada menos que la felicidad. Un disfrute imperdible.
El Método Tangalanga tiene todo lo que necesita para convertirse en un éxito y deja la sensación de ser de esas películas que no nos vamos a cansar de ver; no solo por se una comedia ingeniosa y ocurrente con una gran puesta en escena, también por ser un emotivo homenaje a superhéroes reales de la escena humorística que pueden lograr algo tan difícil como sacar una sonrisa en los momentos más difíciles.
UNA DE SUPERHÉROES Debo decir de entrada que nunca fui demasiado cultor del humor de Tangalanga, y ni siquiera me funciona desde el lugar bien-pensante del que dice “ay lo hacía por un amigo enfermo”. No, igualmente no me causa. “Y a mí qué me importa”, dirá el lector con toda razón, pero estimo que es una confesión necesaria para que se entienda que si bien El método Tangalanga me gustó y la recomiendo, seguramente me causó menos gracia de la que le causará a un fan de aquel humorista. La de Mateo Bendesky es una película infrecuente para el cine nacional por los diversos niveles que integra con absoluta coherencia: una biografía que es en verdad una reversión apócrifa de la historia oficial de su personaje. El Jorge que interpreta Martín Piroyansky tiene todos los elementos de Julio Victorio de Rissio, el verdadero Tangalanga, pero a la vez no es. Y no es porque la película entiende perfectamente el juego con el mito y la leyenda, a la cual no conviene revelar del todo. Esto, claro, suena a relato de superhéroes y El método Tangalanga lo es: La historia de un personaje discreto que por obra y gracia de las casualidades adquiere un poder, en este caso hacer bromas telefónicas, y se convierte en una criatura cercana a lo fantástico. Aunque lejos de salvar el mundo, Tangalanga tiene el poder de hacer reír a su amigo enfermo… y a muchísima gente una vez que se vuelve popular. El film de Bendesky es por lo tanto un relato de iniciación, de descubrimiento de un poder y de su aprendizaje. Y para Jorge y la película ese poder es la risa, hacer reír como hecho terapéutico, pero sin caer en las banalidades de un Patch Adams. El método Tangalanga es una comedia hecha y derecha que juega con los códigos del cine clásico argentino y con un humor directo, sin excesos intelectuales más allá de que elabora un concepto y lo desarrolla con inteligencia. Pero la película contiene, además, un detalle que es algo más: Martín Piroyansky y Julieta Zylberberg, los protagonistas, se hicieron en la tele desde muy chicos, en esa gema llamada Magazine For Fai, el programa más lúdico que haya conocido la televisión infantil argentina. Decir que los vimos crecer ante nuestros ojos es una obviedad, pero más aún los hemos visto crecer en el sentido en que un artista desarrolla su arte de tal manera que logra sintetizarlo con un gesto. En Piroyansky y Zylberberg hay química, hay entendimiento y hay -fundamental- una impronta generacional que viene a sacudir la apolillada estructura de la comedia comercial argentina. Eso solo le merece el éxito a una película que, sí, es más graciosa en los papeles que en los resultados.
La película que toma el nombre artístico de su protagonista e invoca su método prescinde del biopic, elige lo elemental de la vida de Julio Victorio de Rissio y sobre él derrama legítimamente una hipótesis de ficción sobre el origen de la destreza discursiva del personaje que no deja de ser interesante. El método Tangalanga es fiel a la amistad entre Julio y Sixto, el amigo que murió demasiado temprano y al que le dedicaba los llamados que grababa.
La primera sorpresa del año con el cine argentino es esta película de Mateo Bendesky (Los miembros de la familia), una especie de biopic sobre el mítico Doctor Tangalanga. Protagonizada por Martín Piroyanski, Julieta Zylberberg, Alan Sabbagh, Rafael Ferro y con participación notable de Silvio Soldán, sigue la historia del tímido Jorge Rizzi hasta convertirse en el popular humorista. Jorge es un joven que trabaja en una empresa de cosmética y hace dupla junto a su amigo hermano de la vida Sixto (Sabbagh) en la parte de venta de una nueva línea de jabones. Jorge es tímido hasta el extremo y cuando le toca hablar con desconocidos tartamudea o directamente no le salen las palabras, todo lo opuesto a Sixto, convincente y locuaz. Pero cuando por cuestiones de salud Sixto es internado por tiempo indefinido, Jorge es presionado por su jefe (Luis Machín) para hacerse cargo de las reuniones con potenciales clientes, algo que no parece destinado a salir bien. Sin embargo, lo que empieza a despertar algo oculto, dormido, en Jorge es una vieja grabación familiar. Y luego de un encuentro con una especie de mentalista español (interpretado de manera única por Silvio Soldán) que descubre tras otra frustración a causa de su pánico a hablar y discutir una situación que le parece injusta, ya no será tan fácil apagar aquello que prendió fuego dentro suyo. Cuando apoye la oreja al teléfono, Jorge se convertirá en Tangalanga, un personaje que solo así podrá decir todo lo que se le ocurra por la cabeza pero con un ingenio y humor, y una cuantas puteadas, que llama la atención de cualquiera que lo escuche, sea como receptor o como oyente desde afuera de la llamada, porque esos casettes que le lleva a Sixto para alivianar su situación pronto empiezan a circular a su alrededor y va cobrando una fama en ascenso. A partir de ese momento, la película muestra el crecimiento y confianza que lentamente va ganando este personaje al que no puede controlar, no al menos todavía. Al mismo tiempo se enamora de la secretaria del hospital (Zylberbeg) pero no puede hablarle más que desde el anonimato que le da el teléfono. Para el colmo, ella se encuentra en una complicada relación con el director del hospital que está casado. El primer acierto de El método Tangalanga es el humor ligero que aliviana incluso los momentos más dramáticos y emotivos pero sin banalizarlos, aun teniendo en el centro un tipo de humor que se basa en puteadas. No estamos ante una comedia pura, sino una especie de biopic encantadora que sabe dar lugar a una galería de personajes, no solo al propio Jorge sino a aquellos que oscilan a su alrededor. Sabbagh, Zylberberg y Luis Rubio como un doctor amable y querible, logran lucirse en sus secundarios y lo cierto es que Piroyanski está mejor que nunca, alejado de los personajes que suele interpretar. Se nota que hay mucho amor y respeto en cada composición. Quizás algún aspecto del personaje que interpreta Zylberberg queda desarrollado a medias, pero sirve para presentarla como una mujer que espera algo más de la vida que solo atender el teléfono. Lo otro que se destaca a primera vista y no se pierde en toda la película es la dirección de arte. Hay un cuidado y detalle en la ambientación de época que no solo nos traslada a otro tiempo sino que no se siente nunca artificial. Una ambientación que hasta se manifiesta en el vocabulario que utilizan a veces los personajes sin que se perciba forzado en ningún momento. Entretenida, sutil, y con buen ritmo, la película podría haber caído fácilmente en situaciones menos afortunadas, como golpes bajos o un humor solo basado en escenas aparatosas y malas palabras, y sin embargo nada de eso sucede. El método Tangalanga funciona en sus varias capas: es una historia de iniciación y autodescubrimiento, un proceso que a veces lleva tiempo y necesita de máscaras por temor a mostrarnos tal cual somos, y es también una historia de amistad y de amor, pero sobre todo nos habla de cómo el humor ayuda a mantenernos a salvo.
“El Método Tangalanga” ficcionaliza la historia del mítico humorista argentino llamado Julio Victorio de Rissio (1916-2013). Presentada en el último Festival de Cine de Mar del Plata, la película es dirigida por Mateo Bendesky, guionista y realizador que se rodea aquí de un brillante elenco: Martín Piroyansky, Julieta Zylberberg, Alan Sabbagh, Rafael Ferro, Luis Machín, Luis Rubio y la actuación especial de Silvio Soldán. Aquel bromista empedernido, el mismo que maravillara a Luis Alberto Spinetta; aquella voz en el teléfono que pasara a la posteridad y cuyas grabaciones telefónicas se comercializaran de modo inaudito. ¿Imaginan su repercusión en tiempos de memes, emojis, streaming y youtubbers? Un experto en desgranar puteadas de corrido de lo más originales a incautos y anónimos desconocidos. Tangalanga, reservando en el misterio del anonimato gran parte del encanto que posee su figura. El hacedor de gestas de humor que aún nos descostillan de risa, a quien las nuevas generaciones no deberían dejar de descubrir. Por ello, es que el film indaga en los orígenes del humorista, replicando y homenajeando al cine argentino en la época del oro de los ’40, ’50 y ‘60. En esta última década (gran recreación artística mediante) es cuando comienza la historia real, a partir de la cual se trama una fantasía de este alter ego extrovertido que se desarrolla en un hábitat impensado. ¿Qué lo impulsa a realizar sus bromas desde la más absoluta impunidad? El don nato de la irreverencia que se especializará en incomodar y fascinar, en igual medida, mediante posturas políticamente incorrectas acerca de lo que ‘hacer humor a costa de…’ implica. Hay chistes que envejecen mejor que otros, cotejamos lo que hoy causa gracia y lo que no ‘debería’; otros tiempos, otras costumbres y valores. Mención aparte, este desopilante y agudísimo humorista en el uso de la palabra se ha convertido en bastión esencial de nuestra educación humorística como país.
El gran bromista nacional A pesar de contar con las técnicas para reconstruir tiempos remotos, a nuestra época le cuesta mucho representar su pasado, adentrarse en la idiosincrasia y los pareceres de generaciones previas, incluso retrocediendo tan solo unos pocos años, dado que los tiempos pretéritos deben ser tamizados por un presente demasiado vertiginoso para ser codificado por los habitantes del esquizofrénico futuro distópico ciberpunk que ya llegó. Dentro de este ámbito de explotación de la nostalgia, El Método Tangalanga (2022) es una rareza que retrocede a los años sesenta para intentar mirar al mundo con ojos más inocentes y entrañables. Durante muchos años, antes del advenimiento del teléfono celular y su transformación en computadora de mano y objeto de distracción e incomunicación, las pesadas bromas telefónicas del Doctor Tangalanga circulaban por todo el país, desencajando de risa a varias generaciones de argentinos, especialmente a los jóvenes, que veían en las bromas vernáculas de Julio Victorio di Rissio, un hijo de inmigrantes italianos y gerente de compras de una conocida marca de jabones, a una especie de pícaro vivaz que se burlaba de todo aquel que se cruzara en la línea con justeza e inteligencia, enredando a su interlocutor en un intercambio retórico delirante en el que los agravios opacaban algunas veces el virtuosismo verborrágico del héroe puteador. Desde hace ya muchos años, con di Rissio aún con vida, se barajaba la posibilidad de una película sobre Tangalanga que se centre en el personaje, no como en el film de Diego Recalde, Víctimas de Tangalanga (2016), quimera que parecía destinada al fracaso hasta que finalmente el realizador argentino Mateo Bendesky lograría concretar el sueño con El Método Tangalanga, una comedia dramática y romántica que combina algunos datos fácticos de los inicios del personaje bromista con una historia de ficción escrita por el propio Bendesky junto a Sergio Dubcovsky y Nicolás Schujman. En El Método Tangalanga, Jorge Rizzi (Martin Piroyansky) es un joven e hiper tímido gerente de producto de una marca de cosméticos nacionales, que compite con las grandes firmas internacionales gracias a la habilidad de un vendedor estrella, Sixto (Alan Sabbagh), que les encaja cualquier producto a sus clientes. Cuando Sixto se enferma gravemente y es internado, Jorge lo va a visitar a la clínica, donde trabaja como recepcionista Clara (Julieta Zylberberg), la amante del dueño, Franco Giordano (Rafael Ferro), una mujer que intenta estudiar locución y de la que Jorge se siente atraído, pero que, dada su timidez, no atina ni a la más básica de las interacciones. Tras considerarse estafado por el veterinario del perro de Sixto, cuando le hace un favor a su amigo internado, y después de perseguir al perro durante varias cuadras, Jorge acude desconcertado a la presentación de Taruffa (Silvio Soldán), un mentalista español que descubre el origen de la timidez de Jorge y deja salir al bromista recalcitrante que el tímido treintañero lleva adentro. Cuando Jorge escucha el hipnótico sonido de dos vidrios al chocar o el ruido del tono telefónico se transforma en otra persona, un héroe vindicador que alegra los días de Sixto, primero con una grabación de una broma telefónica al gravoso veterinario y más tarde a otros personajes ominosos de fauna argentina, en general pequeños comerciantes que se aprovechan de sus clientes. La película de Bendesky recupera los inicios de las bromas telefónicas de Tangalanga para crear una obra que se asienta en la década del sesenta del siglo pasado para narrar una historia sin prisas, defraudando a conciencia y alevosamente a todo aquel fanático de los insultos telefónicos del ilustre bromista nacional, pero brindando a la vez un buen relato romántico, nostálgico, que homenajea a la ternura de las bromas del personaje más que su costado escatológico. El Método Tangalanga cautiva con las buenas actuaciones de un elenco compuesto por Martín Piroyansky como Tangalanga, Julieta Zylberberg como la chica que anhela descubrir al héroe detrás del teléfono, Alan Sabbagh como el amigo que lo anima a hacer más bromas, mostrarse en público y vencer la timidez, Rafel Ferro como el empresario manipulador, Luis Machín como un jefe exigente, Luis Rubio como el enfermero compadre y el siempre exagerado Silvio Soldán en un papel a su medida, todos personajes que buscan generar tanto risas como pequeñas lágrimas de alegría en una película pensada para homenajear sin ofender y burlarse sin agredir, una forma de recordar a Tangalanga un tanto antojadiza pero válida al fin y al cabo, que funciona y cuadra con los inicios de las bromas de di Risso que circulaban entre amigos y círculos que apreciaban el atrevimiento de transformar un aparato de comunicación en un instrumento del humor.
La voz es mi pincel El método Tangalanga (sección Galas en el Festival de Mar del Plata) explora la vida del popular humorista argentino reconocido por ser el precursor de las bromas telefónicas, en el momento justo en el que pasa de ser Jorge Rizzi, un tímido empleado de una jabonera al que no le salían las palabras, a este monstruo verborrágico que insultaba a la gente sin vergüenza alguna a través del teléfono. El enfoque cálido y simpático que eligió el director para contar esta historia es totalmente efectivo. La película se siente como un placentero recorrido, acompañado por una estética visual impecable y unos leit-motivs musicales que funcionan a la perfección. Con una historia amorosa detrás, el film oscila entre la comedia y el drama sin mucho problema, aunque sin dudas sus puntos flojos se encuentran en las secuencias más bien trágicas. Piroyanski pareciera haber nacido para este papel -y encima interpreta dos personalidades opuestas-. Tan solo con su presencia realza el nivel de la película y provoca carcajadas en varias ocasiones. El resto del reparto acompaña bien, destacándose Julieta Zylberberg en un un rol adorable, Luis Machín como el jefe de Jorge y Silvio Soldán en un personaje memorable. El método Tangalanga es una excelente recomendación para cualquiera que quiera pasar un buen rato en el cine y, de paso, conocer un poco más al reconocido humorista que dejó un enorme legado. Puntuación: 7,5/10 Por Manuel Otero
"Un cálido homenaje a Tangalanga" Por Denise Pieniazek El largometraje El método Tangalanga (2022) luego de su estreno en la 37º edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, tiene su estreno comercial. Inspirado en la vida del comediante popular Doctor Tangalanga, cuyo nombre era Julio Victorio de Rissio (1916-2013), el largometraje toma algunos acontecimientos en la vida del mismo para crear una ficción que se aleja de la biopic tradicional y la recreación histórica exhaustiva. Con el objetivo de brindarle al público un entretenido relato, con preponderancia del género cinematográfico de la comedia romántica. La narración se sitúa en la década del ´60, con una notable ambientación de época que va desde la lograda dirección de arte, hasta la acertada recreación del clima de época, una notable musicalización, y la utilización pertinente y jocosa del lunfardo. En ese entonces Jorge Rizzi -nótese que el relato no usa con exactitud el nombre verdadero del comediante- interpretado por Martín Piroyansky padece de una timidez extrema, que no solo dificulta su vida sentimental, sino también su desempeño profesional. En su trabajo Jorge siempre se escuda en su intrépido amigo Sixto (Alan Sabbagh), con quien forma un formidable equipo que permite impresionar a su jefe (actuado por el siempre convincente Luis Machín). Esa cómoda rutina cambia cuando Sixto se enferma y simultáneamente y por acto del azar, Jorge ingresa a una peculiar sesión de hipnosis liderada por una especie de gurú llamado Taruffa (nombre similar a uno de los apodos reales del Dr. Tangalanga). Este excéntrico líder personificado por Silvio Soldán (cuya cautivante voz sigue intacta) parece quitarle a Jorge su barrera represiva liberándolo de inhibiciones en las situaciones más estresantes. En consecuencia, la experiencia paranormal logra que el alter ego de Jorge, el cómico, desenfrenado y seductor Tangalanga, se posesione de sí. A partir de allí, con el fin de animar a Sixto, que aún sigue en el hospital, el protagonista en la piel del Doctor Tangalanga realiza bromas telefónicas, que rápidamente se propagan en el hospital. Incluso llegan a oídos de la recepcionista Clara (Julieta Zylberberg), a quien Jorge debido a su timidez no se atreve a hablarle y cuyo jefe (Rafael Ferro) termina de completar un triángulo amoroso. A continuación, como es propio de una comedia de enredos, la situación se sale de control, y Jorge intentará volver a poner su trabajo y su vida en orden. En la vida real, el comediante logró la atención popular gracias a sus bromas telefónicas con las cuales vendió más de 250.000 copias. En los años ´80 tuvo su apogeo, y en ese entonces el sentido del humor y lo que era consensualmente permitido era distinto. Si bien su humor no tenía como objetivo causar daño o ser ofensivo, se supone que algunos chistes no pasarían el filtro de la corrección política actual. Por ende, la película sin dudas es astuta al alejarse del retrato exhaustivo y proponer un universo ficcional lejano a estas cuestiones, logrando reivindicar un tipo de humor inocente y eficaz, mediante una pintoresca historia. En conclusión, El método Tangalanga, mediante buenas y convincentes actuaciones -lo que además denota una buena dirección de actores y un buen trabajo en equipo- con un guion simple pero sólido, logra entretener y otorgar alegría al público. El tercer largometraje de Mateo Bendesky le asegura al público pasar un buen rato, entregando una propuesta más que atractiva, sobre todo disipando dudas a aquellos que tienen prejuicios respecto al cine nacional.
El método Tangalanga transcurre en el año 1962, en la ciudad de Buenos Aires. Allí, un tímido empleado de una empresa, Jorge Rizzi (Matías Piroyansky), se siente abrumado por su incapacidad de hablar en público. Su mejor amigo y compañero de trabajo, Sixto (Alan Sabbagh) tiene problemas de salud y ha sido internado. Jorge no puede presentar los productos de su empresa de forma correcta por su timidez, así como tampoco es capaz de hablarle a la recepcionista del hospital donde está internado Sixto. La joven, llamada Clara (Julieta Zylberberg) es muy desenvuelta y simpática, pero Jorge se petrifica cuando se le acerca, a pesar de que se ha enamorado a primera vista. El azar lo cruza con un misterioso personaje, un hipnotizador llamado Taruffa (Silvio Soldán), quien en su espectáculo termina abriéndole la puerta a otra versión de Jorge, verborrágica, mal hablada y llena de coraje. La forma en la que mejor desarrolla esa versión, es a través del teléfono. También descubre que este humor le mejora el ánimo a su amigo internado y genera admiración en Clara. La película, cualquier argentino de más de cuarenta años lo adivina, cuenta de forma no rigurosa la vida del cómico Julio Victorio de Rissio, conocido por todos como el Doctor Tangalanga. El éxito de este cómico se basó en llamados telefónicos donde armaba situaciones cómicas y absurdas con interlocutores incautos. Su popularidad fue enorme durante los ochenta y los noventa y las cintas con su humor circularon de forma insólita en la edad de oro del copiados de cassettes. Más allá de si a uno le guste o no esa clase de chistes, la película tiene vida propia e incluso quienes detesten al Dr. Tangalanga podrán disfrutarla. La sorpresa es que funciona más el costado emocionante que el humorístico. Si bien es decididamente una comedia, lo más efectivo es que sea una película sobre el origen de un cómico. La idea de la comedia como un alivio frente a las angustias de la vida y también un método para aplacar la fobia a otros seres humanos. La puesta en escena es prolija en el mejor sentido de la palabra. La reconstrucción de época impecable, los actores todos a tono con lo que busca el film, en particular Alan Sabbagh, en una de sus mejores actuaciones. Una lograda melancolía recorre toda la historia y convierte al personaje en algo más interesante que el humor que él practicaba en la vida real.
Reseña emitida al aire en la radio.
Transformar la vida y las andanzas del bromista telefónico Tangalanga en una comedia de pretensión clásica es loable: una vida que funcionó alrededor de la risa como forma terapéutica merecía eso. Absolutamente amable, la película de paso logra demostrar -como si hiciera falta- que hay un gran actor cómico en Martín Piroyanski, que en cualquier otro contexto hoy sería una estrella del género. Válida y querible.