Matías Lucchesi (“Ciencias Naturales”) nos trae un drama cargado de intriga y suspenso, que se sostiene gracias al gran trabajo de sus protagonistas. Un hombre (Julio Chávez) y una mujer (Pilar Gamboa), que nunca se han visto antes, viajan en un velero. Él sólo sabe que lo espera su destino al final del viaje. Ella huye de un crimen que dice no haber cometido. No tienen nada que perder. Sólo los contiene el río y la esperanza de la libertad si logran llegar al otro lado. Pero, en el camino, un guardacosta (César Troncoso) interviene para complicar sus planes. Lucchesi demuestra su habilidad narrativa a la hora de ir generando suspenso acerca de la salud del protagonista y el motivo del enigmático escape del personaje de Gamboa. La trama va avanzando y adentrándonos en la psicología de los personajes y sus relaciones con el entorno. Es una película que pasa más por las acciones de los personajes que por los diálogos o la palabra hablada. El personaje de Troncoso es introducido en el segundo tercio de la narración, pero demuestra tener sustento y un alto grado de importancia para la historia. La pareja protagonista se encuentra escapando de distintas cosas, y el viaje les transformará la vida para siempre. Mientras uno escapa de una enfermedad terminal para entender finalmente cuáles son las cosas importantes de la vida, la otra encontrará el aliado menos pensado que le brindará la ayuda necesaria que ninguna otra persona se la hubiera dado. “El Pampero” es un film pequeño y sin pretensiones, que logrará capturar la atención del público por medio de sus tres personajes perfectamente casteados e interpretados, por un gran trabajo de fotografía de parte de Guillermo Nieto y un logrado clima de suspenso que gana en la elocuencia de las imágenes y la falta de diálogos. Una especie de road movie marítima que sostiene su tono enigmático a la largo de toda la cinta.
Tras un elogiada ópera prima (Ciencias naturales, de 2015, que obtuvo premios en los festivales de Berlín, San Sebastián y Guadalajara) el cordobés Matías Lucchesi vuelve a focalizarse en aquellos vínculos que no une el amor sino la soledad.
El nuevo film de Matías Lucchesi (Ciencias Naturales), se centra en lo que no se puede decir. Sobre esa idea sus personajes constantemente se encuentran ocultando emociones, información o deseos. Para sostener esto es necesario contar con una base actoral firme y es allí donde el trío de Julio Chávez, Pilar Gamboa y César Troncoso hace un trabajo excelente para representar a tres personajes cuyas verdaderas intenciones están por detrás en todo momento. El film nos presenta a Fernando (Julio Chávez) que recibe las llamadas de su hijo, pero éste decide ignorarlo. Ahí se dirige a su velero dispuesto a navegar por el Río de la Plata, cuando a mitad de camino se encuentra con sangre en algunas hojas y en el marco de la puerta. Al abrir la puerta del baño se encuentra con una mujer asustada y llena de sangre (Pilar Gamboa), Fernando decide llamar a la prefectura pero ella le pide que no lo haga y la lleve a Uruguay. Él se niega, pero luego de un momento lo convence por lo menos para evitar el aviso a las fuerzas marítimas. Llegando al delta, aparece Mario (César Troncoso), un agente de prefectura conocido de Fernando que tiene un interés y una insistencia extraña en la situación de los habitantes del bote. ¿Qué es lo que ocultan? Fernando, su sentir y el motivo real de la huida, más allá de la enfermedad, es de esa clase de personajes de pocas palabras que Chávez muy bien representa. La mujer oculta parte de lo que le pasó, su relato de lo sucedido deja muchos huecos. Y Mario, sus verdaderas intenciones con la mujer, porque sabe parte de lo que la motivó a escaparse. Con ese marco, el suspenso se mantiene en todo momento y la expectativa queda puesta hasta el final. La fotografía del “El Pampero” brilla para mostrarnos los paisajes y para brindar un halo de tensión en un ambiente reducido, tanto en el velero de Fernando como en las sucesivas y escasas locaciones. Algo valorable del final es que eligió mantenerse sobrio y no especular con posibles caminos de los personajes. Si bien se resuelve muy bien, en ningún momento se explicita una solución definitiva para sus problemas. Sus vidas siguen y eso es todo lo que teníamos que saber. En esta clase de eventos tan extraordinarios que narra la película, es mejor no ser pomposo en la explicación.
Vínculo paterno El director Matias Lucchesi (Ciencias Naturales) vuelve con su segunda largometraje a trabajar el vínculo entre dos personas que se necesitan una a otra para sobrevivir mientras se encuentran en medio de la nada. El Pampero (2017) es la historia de Fernando (Julio Chávez), un hombre que experimenta una dolencia, toma pastillas, no responde a las llamadas de su hijo. Todo parece indicar que sufre una enfermedad terminal pero no lo sabemos con exactitud. Tampoco importa, porque el foco está puesto en el estado de ánimo desencantado que presenta. Sube a su velero y parte para el Delta cumpliendo lo que parece su último y solitario deseo. En ese instante, embarcado en su póstuma aventura encuentra escondida en su barco llena de sangre a una chica (Pilar Gamboa) que solicita desesperadamente ser cruzada al Uruguay para resguardar su vida. Si en Ciencias Naturales (2014) el argumento recaía en una especie de vínculo materno construido entre una docente rural y su pequeña alumna que buscaba a su padre, aquí estamos frente a un vínculo paterno, entre una chica que necesita cruzar al Uruguay y el dueño de un embarcación caído en desgracia. El film se detiene en miradas y gestos para fortalecer dicho vínculo, mientras el misterio alrededor del “cómo llegaron los personajes hasta ahí” circula el ambiente cargando de tensión la trama. Desde su título la película El Pampero (2017), nombra del viento tormentoso que golpeará a los personajes, para describir un estado de ánimo, un momento de no retorno graficado con el viaje en el que se embarcan ambos personajes. Será el cruce entre ambos, el vínculo mentado, aquello que les otorgue un atisbo de esperanza. Julio Chávez compone al personaje interiormente atormentado por causas que no conocemos. Este rol ya lo ha desarrollado en películas como El otro (Ariel Rotter, 2007) o Extraño (Santiago Loza, 2003). Pero es el encuentro fortuito con el personaje de Pilar Gamboa el que cambia el curso del relato e invita a comprender de manera sensorial las expectativas y ansias de los personajes. La intromisión del personaje de César Troncoso funciona en esa línea acentuando los cortocircuitos entre la dupla protagónica para consolidar el lazo. El Pampero profundiza el trabajo de su director por los vínculos, entrando en un terreno más oscuro -con la sangre y la muerte como elementos- para llegar al mismo puerto que en su anterior película.
Un hombre que frente a una enfermedad terminal decide desoír a su familia, embarcarse con destino incierto con suficiente comida como para sobrevivir lejos de todo. Pero en ese velero pequeño irrumpen dos intrusos: Una mujer que huye de una escena de un crimen que asegura no cometió y después un gendarme que quiere obligar a su conocido a ser su amigo y si puede apoderarse de la mujer. En el film dirigido por Matías Lucchessi propone una sensación de encierro con un entorno abierto, una guerra de voluntades, casi nada de diálogo y maneja un suspenso que se extiende perfecto desde el principio al film. Claro que esta película no sería la misma si no contara con el talento único de Julio Chávez que sabe darle a su personaje acorralado y taciturno todo el espesor de su tragedia personal y la dimensión humana frente a los otros. Un hombre que sigue su instinto y muy a su pesar ejerce su solidaridad. A su lado acompaña muy bien Pilar Gamboa, una actriz joven e intensa que le saca provecho a cada situación. Y Cesar Troncoso que acierta en el tono viscoso y oscuro. Con ellos la película redondea esos tres destinos que el azar combina y modifica la decisión del protagonista.
Rodada en 2015, llega a los cines “El Pampero”, un film de Matias Lucchesi, protagonizado por Julio Chávez, Pilar Gamboa y César Troncoso. Con muy poquitos diálogos, se construye un film de suspenso. Una historia intimista, pequeña, que sale de la vorágine de nuestra vida cotidiana, para situarnos en un barco en medio del delta. Un hombre (Julio Chávez), acorralado y enojado con la vida, por ser portador de una enfermedad terminal, decide escaparse en su antiguo velero con provisiones para adentrarse en la naturaleza. Antes de partir, una mujer (Pilar Gamboa), aparece ensangrentada huyendo de un crimen que dice no haber cometido. El destino de ambos cambia de rumbo y se ve afectado por un guardia (César Troncoso) que les hace el camino complicado. Sólo con tres personajes, la película se hace llevadera y logra un suspenso constante. Magistrales actuaciones de Julio Chávez, Pilar Gamboa y César Troncoso, cada uno en su papel. Un pequeño film, muy difícil de rodar, que en poco tiempo (tiene una duración de 77 minutos), con pocos personajes y diálogos, logra conmover.
Tensiones entre el agua y el viento. Una historia sencilla en el Delta, personajes muy diferentes entre sí que siempre parecen tener algo que ocultar, una progresión que coquetea con el thriller sin llegar a someterse a un solo género, le dan carnadura a un film honesto e inteligente. Dos hombres, una mujer, un velero y las tensiones solapadas que en algún momento de la navegación harán eclosión de manera ineluctable. Es posible que Matías Lucchesi haya tenido en cuenta el renombrado antecedente de El cuchillo bajo el agua, la ópera prima de Roman Polanski, a la hora de plantear la historia de su segundo largometraje luego de Ciencias naturales. Aunque lo cierto es que los posibles puntos de contacto con El Pampero resultan más anecdóticos que centrales: no hay aquí, como en el film polaco, una disquisición sobre las diferencias generacionales y los lugares de poder dentro de la sociedad, sino el choque de tres personajes muy diferentes entre sí que, a pesar de ello, no dejan de ser esencialmente algo marginales. Las primeras imágenes de la película detallan las actividades y movimientos precisos de Fernando, un hombre que ya ha atravesado un tramo importante de la mediana edad. Todo lo que hace o deja de hacer tiene el sabor de la despedida: ordenar la valija con ropa limpia, cerrar la llave de gas, dejar abierta la puerta de la heladera antes de salir. De quien no se despide es de su propio hijo, desatendiendo un llamado que cae inevitablemente en las redes del contestador telefónico. Cortesías de la elipsis mediante, el hombre llega a bordo de una embarcación amarrada en el coqueto Puerto Madero. Todo parece indicar que se va de viaje, quizás para siempre, en plan solitario, idea apuntalada a su vez por el indicio de una enfermedad grave, que se hace evidente en ese breve prólogo. Los primeros minutos de El Pampero están marcados, como casi todo el resto del metraje, por la fuerte presencia de Julio Chávez, en esa vertiente taciturna y callada que tantos otros directores –de Adrián Caetano a Rodrigo Moreno, pasando por Ariel Rotter– han sabido explotar con distintas intensidades y resultados (tan rotunda resulta la presencia del actor en la pantalla del cine nacional que la memoria es capaz de imaginar una filmografía mucho más extensa que la real). Si en esas primeras instancias silenciosas, de miradas y actividades casi mecánicas, Lucchesi parece echar anclas en las aguas del minimalismo narrativo, un evento inesperado cambia radicalmente las expectativas: pocos kilómetros luego de zarpar, un par de detalles lo llevan hacia una de las habitaciones de la bodega, donde una mujer joven logró colarse y esconderse, su camisa completamente bañada en sangre. La tercera pata del trípode narrativo no tardará en aparecer por primera (pero no última) vez, un efectivo de la Prefectura Naval afincado en algún lugar del Delta. Un viejo conocido de Fernando al que le resulta un tanto extraña la aparición por esos pagos de su amigo sin previo aviso. Unos afinados y contenidos Pilar Gamboa y César Troncoso son los responsables de darles vida a ese par de personajes que, como el de Chávez, parecen siempre ocultar algo, más allá de lo que niegan o confiesan. De allí al concepto de thriller hay un solo paso, aunque el realizador mantiene a raya todo el tiempo la posibilidad de que su película se convierta en una simple imitación de tópicos, soltando y tirando alternativamente de la cuerda para que la consecución del estado de suspenso no termine devorándose ni a los personajes y sus motivaciones ni al tono tensamente reposado de la historia. De hecho, la escueta duración de 77 minutos no parece tanto el resultado de una elección o un capricho personal como la consecuencia lógica de una película que nunca abusa de los diálogos para explicar hechos o ideas y que descree de la sobreexposición y repetición de situaciones. Cuando el famoso viento proveniente del sur finalmente llegue a las costas del Paraná, la película ya habrá recorrido su periplo de road movie sobre el agua con condimentos de film de suspenso (o viceversa). En la concisa y económica ética narrativa de El Pampero hay algo de aquello que daba título nobiliario a las mejores producciones de bajo presupuesto de los grandes estudios de Hollywood en el período clásico: un planteo aparentemente sencillo, aunque complejo en sus derivas y resonancias, la necesidad de que las cosas ocurran velozmente, pero sin apuro, la demarcación no demasiado clara de éticas buenas y malas. Seguramente no se haga demasiado hincapié en ese aspecto, pero el de Lucchesi es un ejemplar generoso, honrado e inteligente de eso que solía llamarse cine de género.
Tras su elogiado debut con Ciencias Naturales, Lucchesi construye un film al servicio de su talentoso protagonista, bien acompañado por Pilar Gamboa y César Troncoso. En la alicaída Competencia Argentina del último BAFICI, que dio pocos momentos de alegría, resultó una excepción El Pampero, de Matías Lucchesi, cuya opera prima, Ciencias Naturales, mereció varios premios. El director es acotado al filmar: en este caso, elige un espacio mínimo y cerrado -un velero- y tres actores. El comienzo es elocuente, a pesar de la ausencia de diálogos. Un hombre enfermo sale solo en su barco, y deja vivienda y pertenencias: su destino pinta negro. De manera sorpresiva, una mujer irrumpe en su camino y sus planes se ven alterados, con el agregado de un tercer intruso. Dos hombres y una mujer en un espacio cerrado y algo que ocultar: estos elementos sostienen un drama de contenida tensión que permanece amenazante durante todo el film, con un logrado clima y suspenso. Nada sería lo que es sin la presencia de tres intérpretes soberbios. Julio Chávez ha vuelto al cine para dar lo mejor de sí; presente en casi todas las escenas, nos mantiene en vilo sin que sean necesarias muchas líneas de diálogo. Ya hemos visto su personaje solitario y taciturno, una máscara que ha ido elaborando en films anteriores, en una búsqueda actoral, en este caso súper contenido. Pilar Gamboa es una excelente actriz, siempre, tanto en el teatro como frente a la cámara. Y el uruguayo César Troncoso está a la altura de sus compañeros: compone un personaje en las antípodas del dueño del velero, un marino cínico capaz de sacar provecho de todo fallo ajeno. Es este un logrado film sin estridencias ni pretensiones, con una excelente fotografía de Guillermo Nieto en los espacios del Tigre y la costa de Buenos Aires que capta las variaciones de la luz en los distintos momentos. El Pampero sostiene un tono de contenida intensidad que atraviesa esta suerte de road movie en su viaje hacia la muerte.
Suspenso que se cuece a fuego lento Tras un auspicioso debut con Ciencias naturales, Matías Lucchesi regresa con una película de encierro, que se destaca por las actuaciones sólidas y un relato que combina drama con suspenso de cocción a fuego lento. El espectador se va enterando de a poco y mediante algunas pistas de quiénes son y qué les sucede a los personajes de Julio Chávez y Pilar Gamboa, un hombre enfermo que se refugia en su velero y una chica que aparece escondida en su barco y con su ropa manchada de sangre. El director y guionista apuesta fuerte en esta narración, ofreciéndole al público la información sobre los personajes y sus circunstancias con cuenta gotas y apenas agregando algunas explicaciones necesarias a través de los diálogos. La construcción de una tensión que va escalando de forma lenta algo que por momentos se siente demasiado funciona por una justa combinación de elementos. El encierro de los personajes, literal en el barco y metafórico en la limitación de su libertad por diferentes motivos, es crucial para conseguir crear un suspenso que pesa. La puesta en escena es sencilla y está ajustada a este propósito. Todo esto se completa con el talento y el trabajo de Chávez y Gamboa, que están muy bien acompañados por la meritoria actuación de César Troncoso. Ellos encarnan la sutileza y ambigüedad que propone la narración y le agregan sensibilidad. Sus interpretaciones son el gran acierto de la película.
Thriller y drama intimista con Julio Chávez El actor es uno de los tres protagonistas de este filme que transcurre casi por entero en un velero. Matías Lucchesi había sorprendido con Ciencias Naturales, y todo lo bueno que había hecho lo reitera en El Pampero. Sabe cómo retratar personajes con apenas pinceladas. Aquí son solamente tres. Y el espacio es reducido y prácticamente único: un velero. Un hombre decide dejarlo todo (Julio Chávez) y se embarca por el Río de la Plata, solo. De pronto, una mujer aparece escondida en su barco (Pilar Gamboa). Algo ha sucedido. Lucchesi tiene la sabiduría de no dar información de más: los diálogos, escuetos entre los personajes, no dan aclaraciones. No le están hablando al espectador, se están comunicando entre ellos. Esto, que puede parecer un detalle menor, no lo es. El filme no subestima al público, y lo hace, si no partícipe, un invitado a zambullirse en la historia. Y el tercer personaje que entra en discordia, en disonancia (el uruguayo César Troncoso) es un oficial que patrulla las aguas del Delta. No hay por qué definir a El Pampero dentro de una categoría o, mejor, un género, porque se nutriría de varios. Es thriller, es drama intimista. Lo que sí vale subrayar es la labor de sus intérpretes, ya que como sucedía en Ciencias Naturales con Paola Barrientos -de una exposición excluyente-, Chávez está en casi todas las escenas. Y Lucchesi lo ha rodeado de dos actores que no desentonan -Pilar Gamboa es una de las mejores actrices jóvenes del cine y el teatro argentinos-. Es cierto que el personaje de Chávez, más taciturno que medido, no deja mucho espacio para su lucimiento -un espectador que no lo conozca seguro lo disfrutará más- y cuesta olvidarse de que estamos viéndolo a él. El suspenso está bien manejado y desde la platea uno nunca se siente manipulado. Otra razón para sostener este buen filme independiente.
El Pampero, de Matías Lucchesi Por Marcela Gamberini La segunda película de Luchessi quien ya había dirigido la muy interesante Ciencias Naturales es un relato minimalista que elige trabajar la contraposición entre espacios cerrados – ese adentro de ese velero, ese cuerpo enfermo- y el espacio abierto del río con sus reveses. Entre esos lugares se mueve el protagonista que al comienzo de la película, en un solo plano, cifra todo el contenido; sentado en un sillón de espaldas a la cámara en una habitación un tanto oscura y tenebrosa. Un hombre de espaldas a la mirada de todos, casi de espaldas a la vida, frente a una ventana entrecerrada. Sabremos a los pocos minutos que está enfermo y que emprenderá un viaje que de tan terminal se vuelve iniciático, una mujer se cruza en su camino y lo desestabiliza; se desestabilizan. Esa mujer, que también huye de una situación complicada, es Pilar Gamboa, una de las grandes actrices actuales. Los dos, el hombre y la mujer se cruzan, se atraviesan uno a otro. Vienen de lugares diferentes, van a lugares diferentes, pero ese cruce de miradas, de calladas experiencias, de silencios compartidos los hará de nuevo libres. La puesta en escena de Luchessi es concentrada, su eje es el espacio y sus personajes se mueven en él con dificultad, como se mueven en la vida. El río no es tan abierto ni tan pacifico como es habitual, esos personajes superan los vientos de El pampero, el encallamiento de un barco que les corta el paso, una tormenta. El velero, en su interior profundo, no es cómodo, se mueven con dificultad, es pequeño y ahí reside una de las hazañas del director; filmar el movimiento contraído en ese espacio reducido. Las actuaciones son más que interesantes, Julio Chávez se remonta a ese personaje árido, silencioso, endurecido que hiciera en el cine con El custodio de Rodrigo Moreno o Un oso rojo de Caetano entre otras. Pilar Gamboa se remonta a esconder una verdad acerca de haber o no cometido un asesinato, su llanto es certero, su mirada perfecta, sus gestos secretos. También ese tercer personaje que se cruza en el camino de los protagonistas, César Troncoso, se adecúa al dúo con tensa comodidad. El Pampero es una película de soledades, de rispideces, de secretos no dichos, parca y a la vez vital. Y sus planos respiran, dicen y expresan más que los parlamentos de los actores: toda una apuesta a las connotaciones visuales más que a las palabras (tal vez esta sea una tendencia marcada del cine argentino contemporáneo). Con una fotografía excepcional a cargo de Guillermo Nieto, las elipsis, los contracampos y los juegos de miradas le otorgan al escaso argumento una vitalidad inusual. En este caso el cine cordobés da un paso adelante dejando de lado el universo de los adolescentes, de los jóvenes en transición con el que viene trabajando hace años y se adentra en el universo de los adultos que no siempre es más complejo ni más difícil, sino que solo es otro universo posible no sólo desde lo temático sino desde lo estilístico. EL PAMPERO El pampero. Argentina, 2017. Dirección: Matías Lucchesi. Intérpretes: Julio Chávez, Pilar Gamboa, César Troncoso, Ignacio Toselli, Germán de Silva, Alvin Astorga. Guion: Matías Lucchesi, Gonzalo Salaya. Fotografía: Diego Amson. Duración: 77 minutos.
Un velero y un trío de actores saben ser la ecuación de películas más que interesantes. El Cuchillo Bajo el Agua (Nóż w wodzie, 1962), ópera prima de Roman Polanski, y Terror a Bordo (Dead Calm, 1989), de Philip Noyce, son los ejemplos que primero vienen a la cabeza. Un subgénero que cuenta con un reciente opus rioplatense: El Pampero (2017) Fernando (Julio Chávez) es un hombre atormentado. No sabemos bien el motivo (en los primeros minutos queda claro que hay una desconexión con su hijo), pero no está en paz, y además parece convivir con una enfermedad que lo obliga a mantenerse medicado. Se sube a su velero, Cronos, y zarpa. Enseguida se da cuenta de que se había colado alguien. Una muchacha (Pilar Gamboa), que luego dice llamarse Carla. Parece asustada, tiene la ropa manchada de sangre, pero no quiere acudir a Prefectura. Sólo pretende que la lleven a Uruguay, de donde es nativa. A regañadientes, y sin ganas de querer enterarse de lo sucedido, Fernando acepta llevarla. Mientras ambos aprenden a confiar entre sí, suele aparecer Marcos (César Troncoso), un guardacosta conocido de Fernando, que insinúa intenciones poco amigables. En su nueva película como director, Matías Lucchesi se vale de un esquema de thriller, pero elude la mayor cantidad de lugares comunes y se concentra en los personajes de Fernando y Carla. Ambos padecen tormentos personales y deben aprender a relacionarse entre sí. Otro de los aciertos del responsable de Ciencias Naturales (2015) es el manejo de la información revelada y de los silencios, de modo que el espectador es quien debe rellenar ciertos huecos. La presencia de Marcos suma un clima de tensión ascendente, pero incluso en esos momentos Lucchesi se las arregla para transitar por los senderos menos predecibles, conservando el tono buscando desde el principio. Julio Chávez vuelve a dar cátedra a la hora de encarnar un rol con un fuerte conflicto interno, que trasmite a través de recursos calculados, como miradas y gestos. La siempre estupenda Pilar Gamboa está igual de contenida, demostrando su versatilidad para toda clase de papeles y registros. Por su parte, César Troncoso compone a un individuo siniestro, sin caer en exageraciones. El Pampero es un drama dentro de cine de género, donde la clave pasa por las actuaciones y los climas. Además, da cuenta de la evolución de un director que ya es para tener en cuenta.
UN RELATO PEQUEÑO Y TENSO En su nueva película, El Pampero, el director Matías Luchessi apuesta por el thriller y la tensión de un único espacio con interesantes resultados y sostenido fuertemente en su trío de protagonistas. Aquí, un hombre (Julio Chávez) que padece una enfermedad terminal y que trata de aislarse de su hijo, saca su barco y se dirige al Delta. Pero -y aquí el primer giro sorpresivo- luego de un tiempo navegando descubre que en el baño de la embarcación hay una mujer escondida cubierta de sangre (Pilar Gamboa), supuestamente de un crimen que no cometió. A partir de ahí, la película trabajará el contacto entre ambos personajes más allá de que él no corresponda de igual manera el interés de la mujer. Y la situación se tensará aún más con la aparición de un tercero en discordia, el policía de la zona (César Troncoso) que intentará seducir a la mujer. La historia de El Pampero es pequeña y se nos vienen a la mente títulos como El cuchillo bajo el agua o Terror a bordo, pero en este caso las tensiones están más contenidas y se juega con lo que nunca se mostraría en una película totalmente de género. La película de Luchessi se sostiene mucho con los diálogos y se esconden algunos datos que se van revelando a medida que los personajes avanzan en el relato. Las actuaciones son correctas, aunque sobresale el uruguayo César Troncoso con un personaje que a partir de su imprevisible accionar genera incomodidad en los otros y en los espectadores.
En este largometraje de Matias Lucchesi (que ya había demostrado talento en su ópera prima “Ciencias naturales”), se retrata el dolor de un hombre entre la vida y la muerte, que procura huir en un barco al Delta hasta que una mujer irrumpe en medio de su plan. A la muy buena fotografía y hazaña técnica en el rodaje se le suman un sólido guión que muestra luces y sombras de lo humano sin ser pretencioso pero sí verosímil y sólido. Las notables actuaciones de Chávez, Gamboa y Troncoso, con diversos contrapuntos actorales le dan al film un atractivo indudable. Pequeña y luminosa cinta.
Había una vez un barco chiquito. Fernando padece una enfermedad terminal que lo tiene consumiendo pastillas constantemente. Un día decide ignorar las desesperadas llamadas de su hijo e irse a la mar en su velero. En pleno viaje, descubre que se le metió de polizona Carla, una joven llena de sangre, quien le pide que la cruce al Uruguay. Fernando accede a regañadientes, pero el verdadero obstáculo lo tendrá en la figura de Marcos, un oficial de prefectura bastante entrometido. El Pampero es una historia sólida por donde se la mire. No abusa de los diálogos y trata de valerse de lo visual siempre que puede. El protagonista no deja de recibir obstáculos en su camino; ya sea de la naturaleza, de otras embarcaciones, de parte de Carla, o del policía arriba mencionado. Su relación con Carla le da oportunidad de desarrollar un vínculo y un objetivo emocional que aporta el componente humano justo entre tanta acción directa. Tanto Julio Chávez, como Pilar Gamboa (El Incendio) y César Troncoso brillan, aportando desde su interpretación pequeños chispazos de la idiosincrasia de sus personajes. Troncoso se prueba un antagonista sutil y multidimensional. Pilar Gamboa logradamente entrega muchísimo misterio, y el espectador tiene la duda hasta el final de cuáles son sus verdaderas intenciones. Pero no se equivoquen, el que se come la película es incuestionablemente Chávez, que dice miles de cosas, y muchas de ellas sin la necesidad de palabras. La fotografía es -desde el punto de vista de composición e iluminación- muy rica, y el montaje responde con mucho ritmo y sin perder el tiempo. Conclusión: El Pampero es una película que no se conforma con ser sutil, sino que usa esa sutileza para enganchar al espectador en esta travesía. De sus 77 minutos, ni uno solo es aburrido y todos son claros en sus ideas. Si a esto le sumamos la preciosidad de la puesta técnica y la sólida labor actoral de cada uno de sus intérpretes, da como resultado un título nacional altamente recomendable.
Un verdadero ejercicio cinematográfico para actores. Troncoso, Gamboa y Chávez la rompen en la historia de dos desconocidos que terminan juntos por interés. Matías Lucchesi logra, una vez más, arriesgarse y en el desafío posiciona la tensión para que la coreografía termine por consolidar la inevitable desconexión y la incapacidad para emitir una respuesta verdadera sobre sí mismo.
La trama se desarrolla en un velero con pocos personajes. Un hombre que se traslada solo (Julio Chávez), está enfermo y se encuentra alejado de todo, inclusive de su hijo. Un día y muy a pesar suyo se incorpora en ese viaje una joven que le pide refugio y protección. Si bien él es bastante ermitaño y amargado, decide ayudarla, pero se mete un tercero en discordia, un guarda costa (Cesar Troncoso) y cambiará sus planes. Transita dos tonos, el policial y thriller, es bastante intimista, contiene pocos diálogos, los personajes lo dicen todo a través de las miradas, lo corporal y lo gestual, además existe muy buena química entre los protagonistas. En su narración hay tensión, suspenso y sorpresas. Incluyendo interesantes planos cerrados y situaciones asfixiantes. Un buen guión de: Matías Lucchesi y Gonzalo Salaya (ambos trabajaron en “Ciencias naturales”).
Fernando, enfermo y en mal estado, sale en su bote al mar presumiblemente para morir solo, como un animal lastimado. En la travesía se encuentra con que una chica con la ropa ensangrentada viaja a escondidas con el barco. El pampero, la segunda película de Matías Luchessi, vuelve sobre un motivo que ya estaba en Ciencias naturales: dos personajes emprenden un viaje que habrá de transformarlos; el más adulto guía y protege al joven mientras recorren un mundo desolado. La película descansa en torno de las actuaciones, sobre todo de la de Julio Chávez, que compone una vez más a un personaje hosco y taciturno propenso a los estallidos de furia. Los espacios más bien pequeños de la historia (un bote, una lancha y alguna ocasional excursión a tierra) realzan la conocida técnica física del actor, que transforma su cuerpo en un centro atractor de las imágenes hasta eclipsar todo lo que lo rodea. Un tercero en pugna llega para complicar al dúo y hacer surgir un thriller tenue, como en sordina, que provee de una causa última a un hombre entregado.
Crítica publicada en la edición impresa
(Programa no emitido) Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-21hs.
Navegar contra la corriente Una costa entera se aleja del pequeño barco que Fernando (Julio Chávez) conduce en el curso de un río agreste, en concreto la vida del personaje, sintetizada en la casa modesta que deja atrás, un hijo con el que evade la comunicación y una dolencia que se anticipa delicada. Carla (Pilar Gamboa) aparece de manera inesperada en la cabina del velero –llamado Cronos- con otra historia fuera de campo: un tipo turbio con el que salía fue atacado en un barco cercano y bullicioso, ella escapó con su remera manchada de sangre y ahora quiere ser cruzada al Uruguay. Con esos escasos elementos los personajes de El Pampero interactúan en el interior del barco con discusiones, charlas y silencios y en la cubierta con acciones físicas, obedeciendo a sus personalidades contrapuestas: Fernando sufriente y compungido, Carla llorosa y fuera de sí. Así como los personajes cargan con dos pasados, El Pampero asume dos tonos: uno contemplativo y propio del universo natural retratado y otro opresivo y circunscripto al espacio cerrado, un bien llevado teatro dentro del cine amparado en las singularidades de sus protagonistas. La problemática Carla –pasiva a pesar de su intensidad- empuja a la cinta hacia donde el misántropo Fernando no quiere, buscando ayuda en el pérfido Marcos (César Troncoso), de la que el protagonista deberá rescatarla. Si bien Lucchesi resuelve el fluir entre registros con solvencia narrativa y formal (fortificada por el gran trabajo de Chávez, que transmite la fragilidad de su personaje con mínimos y luminosos detalles), El Pampero se disfruta más cuando navega río arriba –cuando es puro Cronos, tiempo- que cuando encalla en los bajos fondos humanos: es la literalidad del género lo que Fernando retepnde expulsar de su barco ya libre de ataduras, y en esa nobleza culpable se le van sus últimos e inasibles días.
Sólida narración con efectiva atmósfera dramática Ante una grave enfermedad, la persona que la sufre, puede tomar diferentes caminos para sobrellevarla. Si es terminal, como en éste caso, la resolución que adopte tiene que ser la definitiva, por lo menos eso es lo que pensaba el protagonista de esta película. Determinado, aceptando su destino y sin contarle nada a nadie, ni a su hijo, Fernando (Julio Chávez) abandona su departamento, su auto, sus responsabilidades, y con su alma en pena se embarca en su velero Cronos, que le servirá como vía de escape, para soportar en soledad, navegando por el delta, sus últimos momentos en compañía de sí mismo, su fiel barco, la naturaleza y los intrincados canales fluviales. Aunque, a veces, los planes se pueden alterar porque, en un momento de distracción, antes de partir, Carla (Pilar Gamboa) se cuela en la embarcación por miedo de que la acusen de un crimen que no cometió, y cuando Fernando la descubre ya es demasiado tarde para regresarla al puerto. Carla, que es uruguaya, pretende convencerlo de que la lleve de vuelta a su país pero, el comienzo tenso, distante, se modificará y él intentará ayudarla. El velero se convierte así en el ámbito de contención de dos seres en fuga, aunque cada uno de ellos, huye por distintos motivos. En este film dirigido por Matías Lucchesi predominan los silencios por sobre las palabras. Las acciones, miradas, gestos mínimos, ausentes de grandilocuencias, son más relevantes para ir marcando los momentos importantes de esta historia. Una serie de infortunios propios de la navegación, mezclados con la presencia del prefecto Mario (César Troncoso), que tiene una relación de cierta amistad con Fernando, pero que en estos momentos no es bienvenido provoca una tirantez cada vez mayor entre los tres. Su personalidad entrometida se vuelve molesta, irritante, que incomoda a los demás, como un custodio que los sigue a sol y sombra ante cada uno de sus movimientos y no los deja respirar libremente. Cuando Fernando había planificado realizar un tranquilo e introspectivo viaje final, aunque también estos hechos le harán analizar de otra manera lo que va a depararle el futuro y de qué modo intentará afrontarlo dignamente. El director realizó una película simple, con escasos recursos, pero bien contada, donde la creación de atmósferas dramáticas, tanto en el interior opresivo del barco, como en los exteriores, con el calor y la frondosa vegetación que los rodea, están balanceadas. Con estos claros conceptos de realización, se demuestra, una vez más, que el secreto de hacer una buena película radica en la simplicidad y corrección de contar una historia, sin menoscabar la inteligencia del espectador.
Un navegante solitario (Julio Chávez), descubre en pleno Río de la Plata que una mujer (Pilar Gamboa) se ha escondido en su barco. Rodeados de agua, los dos personajes dejarán de ser desconocidos, entre ellos y para el espectador, mientras algo parecido al afecto nace entre ellos. La nueva película de Matías Lucchesi (Ciencias naturales) es un drama intimista que explota el recurso de apoyarse en el despliegue de sus actores para desarrollar su trama. Y lo agota, alternando momentos de lucimiento, despliegue histriónico, de los dos protagonistas, una estructura que se percibe algo formateada y previsible. Aunque la intriga que aporta el trasfondo policial suma interés.
"El pampero", un viaje al interior Fernando no atiende un llamado de su hijo, se sube a un velero y viaja sin rumbo por tiempo indeterminado. En medio del delta escucha un ruido en la cabina y descubre que hay una tripulante a bordo que nadie la invitó. Y encima está manchada de sangre. Matías Lucchesi configuró un relato con la misma esencia iniciática de "Ciencias naturales", su ópera prima, y armó una película pequeña y a la vez potente. Se trata del típico filme en el que el rol de los actores es más valioso que la trama en sí. Con la soledad como punto en común en todos los personajes, la joven desesperada (Pilar Gamboa) buscará amparo y protección en este conflictuado viajero (Julio Chávez), que padece una enfermedad terminal de la que no da detalles. En el camino, el tercero en discordia será Mario (César Troncoso), un oficial de la Prefectura que no sabe qué hacer con su tiempo libre y se le ocurre poner en la belleza de esta joven su oscuro objeto del deseo. En el medio de la tormenta ocasionada por un viento Pampero, Fernando se enfrentará a Mario, como quien batalla contra el Poder, y decidirá casi azarosamente un nuevo destino en su viaje. La película tiene muchos silencios, quizá demasiados, pero paradójicamente en el vínculo entre los tres protagonistas todo queda más que explícito.
Un hombre con una enfermedad terminal decide alejarse de todo en su velero. Sorpresa: descubre una polizonte, una joven que debe huir de un crimen. Más sorpresa: un viejo amigo del río empieza a acosar a ambos personajes. Construida con el paisaje como contrapunto de las emociones, con el río transformado en laberinto, este drama de suspenso va directo al punto, sin tomar desvíos aleccionadores.
La segunda película del cordobés Matías Lucchesi (cuya ópera prima “Ciencias Naturales” ya perfilaba a un director a tener en cuenta con su película chiquita de lazos familiares que van más allá de la sangre) se introduce en el difícil género del thriller, pero desde un lado más intimista. Julio Chávez interpreta Fernando, a un hombre que sufre de alguna enfermedad y como solución encuentra escaparse. Cansado, dolido, sin ganas de enfrentarse al hijo que preocupado lo llama y no lo atiende, se sube a su velero y se va. Tardará un rato largo en descubrir que no viaja solo cuando se encuentra a una joven escondida que aparece manchada de sangre, interpretada por Pilar Gamboa. Ella es capaz de arrojarse al agua con tal de que él no la lleve a Prefectura, pues también se escapa, en este caso de un crimen que asegura no haber cometido, e intenta persuadirlo de que la cruce a Uruguay. Entre ambos personajes predomina el silencio, él es reacio a hablar y a escuchar, quiere estar solo e incluso intenta, sin mucho éxito, escaparse de la amistad de un local que se le acerca constantemente. Es éste el tercer pilar de este triángulo, el uruguayo César Troncoso como una persona que busca acercarse a este hombre arisco y solitario y termina cambiando el rumbo de todo lo planeado. A la larga, son tres personajes que están solos, que buscaron estar solos o que simplemente se sienten así. En “El pampero” hay tensión y suspenso, siempre generados a través de momentos incómodos en los que a simple vista nada pasa, nada se dice, pero que todo el tiempo brindan la sensación de que algo terrible puede pasar. A medida que el film se va sucediendo, que el barco va navegando, Fernando y la chica que dice llamarse Carla se van acercando y poniendo en manifiesto sensaciones y sentimientos a los que estuvieron negándose. Para Fernando no existe posibilidad de un vínculo amoroso en el sentido propiamente dicho para con ella, pero sí termina encontrándose a sí mismo intentando protegerla y aflorando aquello que se empecinaba en esconder y que lo lleva a reconectarse con su paternidad. Los personajes no dicen mucho a través de las palabras pero se definen claramente por sus acciones. Son personajes de muchas aristas, casi imposibles de descifrar. Mientras tanto, la tormenta se avecina y ese clima tempestuoso hace florecer lo peor y lo mejor de cada uno de ellos. Así, “El pampero” es un thriller pequeño, que sabe construir un thriller sin necesidad de apelar a grandes escenas y conflictos, siendo éstos más bien internos. Sin muchos elementos, es una película de personajes y por lo tanto le juega muy a su favor las tres buenas interpretaciones protagonistas, con un Chávez tan sólido como siempre, una ascendente y talentosa Pilar Gamboa y la sorpresa del uruguayo Troncoso que logra ponerse a la altura de ellos. Una película sólida, redonda y bien dirigida.
Julio Chávez y Pilar Gamboa son los notables protagonistas de este filme que mezcla drama y thriller para contar la historia de dos personas que, por distintos y no del todo claros motivos, se suben a un pequeño barco y huyen de sus complicadas vidas previas en esta segunda película del director de “Ciencias naturales”. La nueva película del director de CIENCIAS NATURALES tiene a dos notables intérpretes como Julio Chávez y Pilar Gamboa a cargo de llevar adelante algo que podría considerarse como una road movie sobre el agua combinada con un filme de suspenso y un drama íntimo –de cámara, minimalista– entre dos personas que se acaban de conocer. Chávez encarna a un hombre al que vemos, en la primera escena del filme, dejando su casa por lo que parece que será mucho tiempo, ya que corta el gas, la luz, etc. Tampoco atiende los llamados del hijo ni los mensajes que él le deja, por lo que queda claro que allí hay otros asuntos por resolver. El hombre se sube a su velero –que está en Puerto Madero– y mientras se prepara para viajar se puede escuchar que cerca suyo hay una fiesta con música a altísimo volumen. Al día siguiente emprende la marcha y, al abrir la puerta de uno de los ambientes, se topa con una chica. El le pide que se baje en el primer lugar donde pueda parar. Ella no quiere y le ruega que la lleve hasta Uruguay, de dónde dice ser. La situación es incomoda, tensa. Ninguno sabe ni quiere saber nada del otro –especialmente él, seco y de pocas palabras, como suelen ser los personajes cinematográficos de Chávez–, pero es claro que algo sucedió en esa fiesta y que ella se escondió escapando de ahí. La situación se tensa más cuando aparece un guardacosta (César Troncoso) que conoce bien al protagonista de viajes previos pero que, ante la presencia de la chica, empieza a ponerse un tanto oscuro en sus procederes. Pese a su breve duración, el filme va mutando de lo que, en principio, parece que será un drama personal, hacia un thriller, algo que resulta un tanto brusco al principio (da la impresión que era una película un tanto más larga en su corte original) pero que va ganando en intensidad con el correr de los minutos. Lucchesi se apega al minimalismo narrativo y prefiere dejar de lado largos diálogos entre los protagonistas contándose sus respectivos problemas, confiando que el espectador podrá fácilmente trazar sus recorridos previos. Un tanto más brutal, en cambio, es la transformación del guardacosta de un incómodo y “pesado” testigo en un peligroso villano. La película gana –y mucho– con la fotografía de Guillermo “Bill” Nieto, cuya cámara juega elegantemente en los espacios cerrados del velero y aledaños, encuadrando de manera muy precisa y cercana los detalles de dos protagonistas que se definen más por cómo miran, actúan o hasta respiran que por lo que dicen. Y si bien el giro tonal del filme necesitaba mayor desarrollo, el resultado final es más que satisfactorio ya que los actores suplen, con su trabajo, esos huecos narrativos del guión. Para cuando se acerca el final del filme, en sus miradas ya está dicho casi todo.