“Tenemos que dejar de adaptar sagas para jóvenes adultos, por lo menos, dos años”. Sí, algo bastante parecido a lo que dijo Barrionuevo, una costumbre adoptada por Hollywood que, en la mayoría de los casos, no rinde ningún fruto. ¿Se acuerdan de “Eragon” (2006)? ¿De lo mala que era? Bueno, “El Séptimo Hijo” (Seventh Son, 2014) va por ese mismo camino y no hace absolutamente nada para remediarlo. Por cada adaptación exitosa, aparecen un sinfín de bodrios que sólo atraen a los fanáticos. Nadie puede culpar a los estudios cinematográficos que ven los logros conseguidos por franquicias como “Los Juegos del Hambre”, “Divergente” o “The Maze Runner” (ni hablar de Harry Potter) e intentan copiar esta fórmula hasta el hartazgo. Los amantes de las aventuras fantásticas sin muchas pretensiones estarán de parabienes con esta versión de la primera entrega de la serie literaria “El Último Aprendiz” (The Wardstone Chronicles) del autor inglés Joseph Delaney. Una típica historia sobre la lucha del bien contra el mal, que podría haber tomado nota de exponentes del género más oscuros e interesantes. Pensar que el director ruso Sergei Bodrov es responsable de “Mongol” (2007) -nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera- y uno podría esperar una obra de mejor calidad (tanto desde lo visual como lo narrativo), un poco más de dramatismo y hasta mejores actuaciones, teniendo en cuenta que el elenco está conformado por grosos como Jeff Bridges, Julianne Moore y Djimon Hounsou. Jamás me atrevería a insinuar que estos monstruos de la actuación lo hacen mal, pero si el guión de Charles Leavitt, Steven Knight (¡no, no puede ser él!) y Matt Greenberg ya viene mal parido, no hay nada que puedan hacer para salvar las papas, aunque tampoco se entiende las sobreactuación y los extraños acentos que le impusieron a sus personajes. Nadie tiene la vaca atada. “El Séptimo Hijo” tiene todos los elementos clásicos de este tipo de historia al punto de la previsibilidad y, en vez de tratar de convertirla en un producto más oscuro y maduro, termina siendo un cuentito “de hadas” bastante aburrido e infantil. John Gregory (Bridges), también conocido como el “Espectro” -último sobreviviente de una antiquísima orden mística-, se dedica a combatir las fuerzas oscuras que acechan sobre este mundo. Como el tipo no puede hacerlo solo anda en busca de un asistente que, como sus antecesores, debe ser el séptimo hijo de un séptimo hijo (varón, obviamente). Ahí es donde entra el joven e inexperto Tom Ward (Ben Barnes, el príncipe Caspian de “Las Crónicas de Narnia”), que abandona su aburrida vida de granjero para convertirse en el nuevo aprendiz. El muchacho, que ya viene cargado con algunos extraños poderes, tendrá la tarea de ayudar a su “maestro” a hacerle frente a Madre Malkin (Moore), la reina de todas las brujas, que logró escapar tras años de cautiverio, impuestos por el hechicero, y ahora pretende reunir a una ejército de aliados sobrenaturales para destruir a los humanos. Mucha magia, criaturas fantásticas, un poquito de romance (que nunca debe faltar) y efectos que no maravillan para una nueva saga que, de seguro, pasará desapercibida y nunca jamás veremos una continuación. Por suerte, sus realizadores se aseguraron de cerrar esta parte del relato sin dejar muchos interrogantes para el espectador. Por las dudas, si creen que algo de todo esto no tiene el menor de los sentidos deben saber que “un hechicero lo hizo”.
https://www.youtube.com/watch?v=ZRXHKUuVAk4 Una producción cubierta de excesos de efectos especiales cuyo fracaso arrastra incluso a grandes actores que no pueden sostenerla. Thomas es un séptimo hijo de un séptimo hijo lo cual le otorga ciertas características especiales. Cuando el Maestro Gregory lo reclama como su aprendiz, deberá conocer todas las artes de la lucha contra las brujas y la oscuridad que éste maestro a llevado durante años, para poder derrotar a la maléfica bruja Malkin, quién se ha escapado de su prisión y busca venganza Tolkien se revuelve en su tumba Intentar poner en una licuadora a Tolkien, Percy Jackson y añadirle una chica bonita te puede salir muy bien, o muy mal, como lo que le sucedió a Sergey Bodrov (El Prisionero de las Montañas) en esta producción. Es necesario aclarar que desconozco el libro en el cual se basa este film, cuya saga es conocida como las Crónicas de Ward. El Séptimo hijo, es la primer película en la cual se lleva al cine dicho libro y su nombre en las estanterías de las librerías era en realidad El Aprendiz del Espectro, de Joseph Delaney. Es quizás la acumulación de cosas, cual Síndrome de Diógenes que se hace en esta película, lo que la hace fracasar de tal modo. La historia tiene un hilo conductor de por si difuso, si se le suma criaturas míticas, personajes y actores a medio explotar (como Julianne More o Jeff Bridges) y un exceso de efectos especiales, el error iba a estar a la orden del día. Debe apreciarse la calidad de los actores que la componen, que como se dijo arriba, queda perdida en el medio de todo el caos ya que no permite lucirlos ni logra identificarnos con alguno. El héroe es por ahí lo más interesante que tiene la trama, ya que si bien no empieza siendo el mejor de todos, posee características distintivas producto de su origen y las distintas vicisitudes que seguro serán reveladas en películas posteriores, que le otorgan un tinte distinto a los protagonistas que venimos acostumbrados. Pero, no logra entenderse hacia donde apunta. Un ejemplo puede verse en el cambio que hace de no querer matar a una de éstas criaturas por cuestiones morales y demás, para luego cambiar de parecer en la siguiente escena. Esto nos hace pensar que o falta algo ahí, o la forma en la que se ha contado no permite vislumbrar el cambio interno que podría haber llevado a Thomas a tomar ciertas decisiones. Por ende, termina por perderse el sentido del protagonista. Conclusión El Séptimo Hijo es el claro ejemplo de una película de fantasía donde alguien tiene una gran historia por contar, pero en el momento de llevarla a cabo es tal el sobredimensionamiento que se le hace a la trama que termina por lucir acartonada y una más del montón.
Ningún calabozo y algunos dragones Resulta redundante decir cuan de moda están las adaptaciones cinematográficas de novelas infanto-juveniles desde hace ya varios años. Por cada Harry Potter y la piedra filosofal (Harry Potter and the Sorcerer's Stone, 2001) obtenemos a cambio unas cinco La brújula dorada (The Golden Compass, 2007) que pasan sin pena ni gloria por las taquilla, en un intento en vano de sacar provecho a un sub-género que llegó a un punto de saturación tal que debemos plantearnos seriamente darle un merecido descanso en los próximos años. El séptimo hijo (Seventh Son, 2014) es una adaptación de la novela El Último Aprendiz, primer tomo de la saga del escritor británico Joseph Delaney. La saga original esta compuesta por trece novelas, podrán imaginarse lo tentador de llevar esta historia al cine por parte de Legendary Pictures, pensando en el hipotético éxito que podría -o no- llegar a tener. Desgraciadamente todo parece apuntar hacia la opción menos feliz. En El séptimo hijo, Jeff Bridges (sin necesidad de enumerar CV actoral) es el Maestro Gregory, último caballero de una orden mística que lucha contra seres fantásticos, brujas, monstruos y demás criaturas malvadas que acechan la tierra medieval en donde todo transcurre. Últimamente Jeff Bridges parece elegir sus roles actorales según la cantidad de bello facial y aire de vejete renegado que podría llegar a tener su personaje [para más información al respecto ver El dador de recuerdos (The Giver, 2014), R.I.P.D. Policía del más allá (R.I.P.D., 2013) o Temple de acero (True Grit, 2010)]. Ben Barnes (saga Las crónicas de Narnia) es Tom Ward, el séptimo hijo de un séptimo hijo, lo que lo convierte por derecho propio en digno aprendiz de Gregory para intentar vencer a Malkin, una poderosa bruja Interpretada por Julianne Moore que ha escapado de su calabozo y planea reunir nuevamente a todos sus secuaces para desatar una nueva era de oscuridad sobre los humanos. La historia -sin ser necesariamente floja- no escapa de aquellos tropos explorados hasta el hartazgo dentro del género épico-fantástico, y el reparto de lujo que la conforma parece encorsetado en parlamentos acartonados sin mucho vuelo que privan a los personajes de una mayor profundidad. La producción de Legendary Pictures estuvo plagada de demoras al momento de estrenar, hace casi un año y medio que el film venía amagando con ver la luz, pero un proceso de casting en constante crisis y problemas para finalizar la post-producción junto con contratiempos con la compañía que iba a hacerse cargo de la distribución hicieron que la cinta llegue a las salas en este recién empezado 2015. Y ese tipo de problemas pocas veces suelen traer buenos augurios. Y es tal vez esa historia sumamente familiar el mayor pecado de El séptimo hijo, que cuenta con una producción de alto nivel y un diseño de arte a la altura de las mejores del género, pero se perciben un tanto desperdiciados en un relato que no escapa del estándar. Las medias tintas definitivamente no logran que este tipo de producciones persistan en el inconsciente colectivo más allá del estreno de la próxima semana, en particular siendo que vivimos en una época en que este género nos ofrece algo nuevo constantemente, como si se tratara del dispositivo mágico de hacer chorizos más fantástico de toda la tierra media.
¡Qué atrás que quedaron las geniales películas épicas de fantasía de la década del ’80! Y que mal que las vienen haciendo en los últimos veinte años sacando contadas excepciones. Legend (1985) o Willow (1988) en donde el subgénero “sword and sorcery” (espada y hechicería) había llegado a un punto muy alto de la mano de directores tales como Ridley Scott y Ron Howard, respectivamente, son los claros ejemplos que se pueden hacer muy buenos films con esta temática pero que Hollywood ya no sabe cómo encararlos. Este estreno demuestra la vagancia e inoperancia de los grandes estudios y realizadores porque ponen muchísimo dinero en un producto que no solo está mal en la historia sino que hasta se ve mal. Hay que tener en cuenta que esta producción viene mal parida desde el principio dado a que se iba a estrenar en 2013 y como consecuencia de la desvinculación de Warner y Legendary Pictures la película quedó en el limbo unos meses hasta que la agarró Universal e hizo que se refilmaran unas cuantas cosas. Por otro lado, una vez más queda demostrado que los grandes actores se ven obligados a aceptar porquerías para mantener su caro estilo de vida y en paralelo protagonizar grandes obras que les valgan premios, tal es el caso de Julianne Moore que se acaba de ganar un Globo de Oro. Lo que no quiere decir que Moore esté mal en la película, lo que sucede es que el guión es tan malo y poco original que por más que se haya esforzado mucho no va a poder enmendar el problema. Lo que trae como consecuencia que su villana parezca sobreactuada. Lo mismo sucede con Jeff Bridges (este genio no la ha pegado con ninguno de los intentos de franquicia en las que participó), que el tono que le dio a su personaje da la sensación de que lo hace en joda. Ben Barnes (el Príncipe Caspian de Las Crónicas de Narnia) tiene menos carisma y actitud de héroe que dibujo de Discovery Kids, y en ningún momento le crees su papel. A tal punto que deseas que el verdadero protagonista hubiera sido Kit Harington, en lugar de ese papel menor que le tocó debido a su agenda con Game of Thrones. Y hablando de la exitosísima serie de HBO, cualquier capítulo de la misma es infinitamente mejor que El Séptimo Hijo pero no solo en cuestiones argumentales sino también en efectos especiales. Y no tendría que ser así porque se trata de televisión versus una súper producción cinematográfica. Los efectos visuales se ven verdaderamente truchos y los dragones dan vergüenza si lo comparamos con el otro que se encuentra en cartelera (Smaug de El Hobbit). El director ruso Serguei Bodrov no se luce ni un poco sino todo lo contrario ya que no solo hay que echarle la culpa al guión sino también a su débil puesta en escena, donde no le dio ritmo ni identidad. No solo los que gustan de este tipo de films serán ampliamente decepcionados sino que también los espectadores ocasionales (grupos de amigos, parejas, familias, etc) se darán cuenta de todas las obviedades de la historia. En conclusión, El Séptimo Hijo es una de las grandes producciones más pobres de los últimos tiempos y que a pesar de sus grandes estrellas, no se logra si quiera maquillar la vergüenza para el subgénero al cual pertenece.
Con el siniestro poder de la magia negra Otra guerra contra la oscuridad está por desatarse en esta película de aventuras y de tono fantástico dirigida por el ruso Sergei Bodrov, un realizador que imprime vértigo y recuerda a las superproducciones que animaron las tardes de matineé de varias generaciones. El maestro Gregory (Jeff Bridges), una suerte de mago guerrero y último sobreviviente de su especie, encerró a la poderosa bruja Malkin (Julianne Moore), pero ésta escapa y jura venganza. Ahora el anciano debe reclutar y entrenar a Tom Ward (Ben Barnes), el séptimo hijo de una pareja de granjeros para encontrar al temible ser sobrenatural que amenaza con desaparramar la magia negra y sembrar el caos. Al ritmo vertiginoso que tienen las persecuciones (como la de un monstruo gigantesco que arremete contra los protagonistas) se suma el estilo visual de un realizador que tiene marcadas influencias del cine de género (el tema de las posesiones y la luna llena dicen presente) y sabe también explotar los recursos del tan vapuleado formato 3D. De este modo, se acercan a la pantalla las fauces amenazantes de dragones y criaturas varias, en medio de un relato que pone en primer plano el eterno combate entre el Bien y El Mal a través de oscuras transformaciones y sin dejar de lado la obligada historia de amor y traición. El elenco encabezado por Bridges, como el pelilargo anciano que sufre golpes y caídas de todo tipo, y Moore (antes coincidieron en El Gran Lebowski) en su papel de villana por motivos que aquí no se adelantarán, salen airosos de su experiencia en el cine de género. En el solvente rubro técnico hay que destacar la participación de Steven Knight (Promesas del Este) en el guión, Dante Ferretti en el diseño de producción y los logrados efectos de John Dykstra (La guerra de las galaxias). No será El señor de los anillos pero el entretenimiento está servido en una bandeja que trae dragones, guerreros, espadas y un oso poco amigable.
El séptimo hijo, una mas de épocas medievales con toques fantásticos. No se si será porque no soy un fanático terrible de la trilogía de El señor de los anillos, si solo vi una de las películas de El Hobbit, o si simplemente prefiero una película de hora y cuarenta con una pequeña historia, que una de tres horas que solo muestre gente que camina y pelea, pero la realidad es que me gusto El séptimo hijo. Master Gregory, el genial Jeff Bridges, es el último de los Espectros, una antigua orden de caballeros que combaten las fuerzas de la oscuridad. Cuando esta finalizando el entrenamiento de Bill, su aprendiz, se reencuentra con Mother Malkin, el personaje interpretado por Julianne Moore que es a su vez, enemiga jurada y un antiguo amor. Como consecuencia del enfrentamiento, Bill muere y Master Gregory debe salir a buscar a un nuevo aprendiz, cuya condición es que debe ser séptimo hijo de un séptimo hijo. Y es así como encuentra a Thomas (Ben Barnes, un abonado a este tipo de películas) quien carece de un sentido para su vida y encontrara en esta nueva tarea, su destino. Lo mas interesante de la película, por supuesto, son los personajes que componen Moore y Bridges, un poco caricaturescos, un poco dramáticos, casi como si fuesen un personaje de una película de Disney. El resto del cast, esta correcto, aunque algunos actores de primera como Olivia Williams y Djimon Hounsou quedan desaprovechados por no tener un personaje demasiado desarrollado. El séptimo hijo fluye muy rápido, casi demasiado, y los efectos especiales (seamos honestos, son gran parte del atractivo de este tipo de películas) son muy buenos en algunos casos y correctos en otros, pero el director no pudo aprovechar bien el potencial del 3D. Sin duda alguna, la propuesta mas interesante del cine fantástico que hay ahora en cartelera, aunque mas no sea, porque su duración es coherente y no da la sensación de argumento estirado al infinito como en otros casos.
Guiso de magos, espadas, rosas y dragones Para bien, para mal, el cine no fue el mismo luego de Peter Jackson y su adaptación de El señor de los anillos. No es tanto que el neocelandés haya inventado la rueda, que la fantasía épica existe desde tiempos primitivos, pero el empujón digital de la primera saga de los hobbits desplegó una seguidilla de traslaciones y films originales que continúa sólidamente hasta estos días, tanto en la pantalla grande como en la pequeña. El séptimo hijo –basada libremente en The Spook’s Apprentice, de Joseph Delaney, editado en la Argentina por estas fechas con el título de la película, para evitar “confusiones” y promover la sinergia comercial– es un relato de brujas, hechiceros, dragones y gigantes que transcurre en un mundo medieval de fantasía, hecho a la medida barroca del diseñador de arte Dante Ferretti, en el cual los pueblitos celtas se mezclan con el orientalismo y el rococó. En ese universo se mueve a sus anchas el Maestro Gregory, cazador de brujas de profesión y único descendiente vivo de una orden de caballeros dedicados a tales menesteres.Por alguna razón, los únicos que pueden adquirir la destreza necesaria para el oficio son los séptimos hijos de un séptimo hijo (un experto en estadísticas a la derecha, por favor), que no andan ciertamente creciendo como flores silvestres por allí. A pesar de ello, Gregory –un Jeff Bridges caricaturesco, al límite del dibujo animado de carne y hueso– se consigue otro asistente en cuestión de días luego de la muerte de su anterior aprendiz. Es que la legendaria y malvadísima Madre Malkin, una bruja que puede transformarse en dragón a piacere merced a las bondades de los expertos en imágenes generadas por computadora, volvió a las andadas, llamando a sus congéneres y súbditos para sumir al mundo en el terror absoluto. Si Bridges parece una versión en ácido del Gandalf de Ian McKellen, la Malkin interpretada por Julianne Moore se asemeja a la versión telenovelesca de una hechicera malvada de Disney. Si esto no es el kitsch, ¿el kitsch dónde está?Pero lejos de ser un festín autoconsciente y con sentido del ridículo, El séptimo hijo se juega al todo o nada de la solemnidad –al margen de un par de gags aquí y allá–, le suma un amor contrariado entre el joven aprendiz (Ben Barnes, el Caspian de Narnia) y una hija de bruja interpretada por la sueca Alicia Vikander, y arremete con escenas de destrucción masiva cada vez que el guión se torna obvio o esperpéntico. Lo cual ocurre metódicamente a lo largo de los 100 minutos de metraje. La historia del cine incluye unos cuantos desastres de producción que derivaron en grandes o, al menos, interesantes obras. No es éste el caso, y no parece casual que el estreno del film se haya aplazado en tres o cuatro ocasiones a lo largo del último año y medio, como si pocos confiaran en el resultado final. De todas formas, la mayor rareza es el nombre del ruso Sergey Bodrov en el rol de director: el veterano realizador navega aquí por aguas alejadísimas de las costas de su Prisionero de las montañas, largometraje que le valió allá por 1996 su primera nominación a un Premio Oscar, e incluso de la más reciente Mongol, superproducción épica sobre el legendario Gengis Khan que al lado del pequeño gran desastre de El séptimo hijo puede ser vista como un dechado de virtudes cinematográficas. 4-EL SEPTIMO HIJO Seventh SonEstados Unidos/Reino Unido/Canadá, 2014.Dirección: Sergey Bodrov.Guión: Charles Leavitt y Steven Knight.Fotografía: Newton Thomas Sigel.Montaje: Jim Page y Paul Rubell.Música: Marco Beltrami.Duración: 102 minutos.Intérpretes: Julianne Moore, Jeff Bridges, Ben Barnes, Alicia Vikander, Olivia Williams, Kit Harington.
Cuesta entender cómo una superproducción en la que participaron tantos artistas talentosos puede resultar tan decepcionante como El séptimo hijo. Un director ruso nominado al Oscar como Sergei Bodrov (Prisionero de las montañas, Mongol), dos guionistas con sólidos antecedentes como Charles Leavitt y Steven Knight (Promesas del Este), un maestro del diseño como Dante Ferreti (habitual colaborador de Martin Scorsese) y un experto en efectos visuales como John Dykstra (Star Wars) no lograron ni siquiera encaminar un relato que parece un burdo reciclaje de El señor de los anillos o Jack, el cazagigantes. Pero más triste aún es ver a notables intérpretes como Jeff Bridges (encarna a un caballero que parece como si tuviera una papa en la boca a la hora de intentar un acento inglés) y Julianne Moore (que en pocos días más podría ganar el Oscar) sometidos a personajes que están al borde del (o directamente en el) grotesco no buscado. Es que lo peor de este film sobre cazadores de brujas no es que sus escenas de acción con imágenes sobrenaturales sean apenas discretas o que la subtrama romántica entre el séptimo hijo de un séptimo hijo que es el aprendiz de Bridges (Ben Barnes, visto en Las crónicas de Narnia) y una joven y bella hechicera (la sueca Alicia Vikander) no funcione, sino que ni siquiera hay un mínimo atisbo de humor que relaje un poco una seriedad, una solemnidad mal entendida. En definitiva, un producto cinematográfico decididamente fallido.
El bien y el mal se ven cara a cara Julianne Moore, Jeff Bridges y Olivia Williams integran el elenco de esta película de historia épica, de cuento de hadas, que poco aporta a los gustosos del género. No hay originalidad entre brujos, vampiros hechiceros y similares. Cuando el excelente actor Jeremy Irons concurrió a una de las ediciones del festival de Mar del Plata, se le preguntó en conferencia de prensa porqué había aceptado trabajar en Calabozos y dragones (2000), estrenada algunos meses atrás. Sin dudarlo, el intérprete de dos títulos clave de David Cronenberg (M Butterfly y Pacto de amor), respondió: "vivo en un castillo y tengo muchos gastos" En El séptimo hijo actúan, entre otros, Julianne Moore y Jeff Bridges, además de la estupenda actriz británica Olivia Williams, y se desconoce aun si los tres intervinieron en la cinta para pagar las expensas o solo por pasarla bien durante un rato. La cuestión es que el film del ruso Serguei Bodrov es un nuevo ejemplo de historia épica, cuento de hadas, héroes destinados a cumplir con un mandato y el clásico enfrentamiento entre el bien y el mal en medio de monstruos, viajes en el tiempo, brujos y hechiceros. Hay una previsible predestinación, aquella que le corresponde al tosco granjero Tom Ward (Barnes), instado por el Espectro (Bridges) a detener de una vez por todas las maldades de Madre Malkin (Moore), la brujita en ciernes. También habrá un aprendizaje, como si se remedara al western reconstruido por su versión "fantasía heroica", en donde el heredero del poder deberá cumplir sí o sí la misión. En medio de ello, infinidad de batallas, paridas desde la saga de El señor de los anillos y las posteriores estaciones en la serie de Las crónicas de Narnia y en otros films similares. No está mal para quienes disfrutan de esta clase de películas donde los tópicos genéricos (terror, aventuras), entremezclados con el suspenso y la catarata obvia de efectos especiales, construyen un discurso que solo busca –y encuentra sin problemas– un espectador adictivo. Pero, al mismo tiempo, resulta bastante poco, no solo por la impericia de Bodrov para crear algo nuevo más allá de sus referentes, sino por la repetición del gesto y el hecho puntual de creer que el término "entretenimiento" se supedita exclusivamente a no disminuir un poco la energía al vacío que se trasluce en el desarrollo de la trama. El séptimo hijo tuvo innumerables problemas de posproducción hasta su estreno internacional de hace pocos meses, pese a que aun no fue lanzada en Estados Unidos. Pero el inconveniente más grave del film es su nula originalidad en jugarse por algo que trascienda a otros títulos sobre brujos, vampiros, hechiceros y criaturas temibles de importante tamaño. Ahora bien, ¿Bridges, Julianne Moore y Olivia Williams también vivirán en castillos?
Si le gustan las historias de brujas, con monstruos, buenos efectos especiales, acertijos, batallas y con el plus de actores como Julianne Moore y Jeff Bridges, ésta puede ser su película. Entretenida, pochoclera y con un despliegue visual de primer orden.
Lo mejor, el despliegue de imaginería fantástica En la época en que Jeff Bridges protagonizaba el revolucionario pero no muy exitoso film de Disney "Tron", los mismos estudios intentaban alejarse del ratón Mickey con una de sus producciones más oscuras, la excelente "El verdugo de dragones", de Matthew Robbins, que tampoco fue precisamente un éxito de taquilla. Es curioso ver ahora a Bridges protagonizar un film que por momentos parece un calco de aquel viejo "Dragon Slayer" de Disney, sólo que él ahora interpreta a un cazador de brujas que se convierten en dragones cuando tienen que luchar contra sus captores. El ruso Sergei Bodrov (el de la superproducción sobre Gengis Kahn, "Mongol") impone el mejor ritmo posible a una historia un poco remanida y estirada que a veces parece no querer dejar pasar ninguno de los lugares comunes de este tipo de relatos, empezando por la bruja buena que enamora y traiciona al asistente del cazador, justametne el "séptimo hijo del séptimo hijo", cuya fuerza sobrenatural podría convertirlo en uno de estos verdugos. Pero, lógicamente, el fuerte de esta película está en las imágenes sobrenaturales que son ricas y muchas y muy bien filmadas por Bodrov. En este sentido, hay que aclarar que muchas de estas escenas fantásticas pueden ser demasiado terroríficas para los más chiquitos, y se recomienda la película como una potable fantasía preadolescente. Los que sí podrán apreciar tanto los efectos especiales como la imaginería fantástica son las fans del género y sobre todo los seguidores de notables intérpretes como Jeff Bridges que se luce y se divierte a lo grande-, la villana de alto nivel Julianne Moore y el monstruoso Ron Perlman, que bajo su espesa capa de maquillaje, sólo lanza gruñidos.
"El séptimo hijo" capturo lo mejor del espíritu de la clásica serie B que tantas satisfacciones nos ha dado a quienes crecimos viendo "Sábados de súper acción". Obviamente hay efectos digitales y criaturas de CGI, pero las actuaciones, el vestuario y los decorados, conforman un todo muy cercano al cine de hechiceros y espadas que en los setenta y principios de los ochenta eran furor. Un filme que combina aventuras, magia, acción y toques de humor negro, redondeando un entretenimiento fílmico claro, sin mayos pretensiones que la de hacer pasar un grato momento al espectador. Enormes JEFF BRIDGES y la villana JULIANNE MOORE, una pareja que claramente se divierte jugando papeles tan mitológicos como grotescos, salidos de los más irreverentes cuentos de hadas, fantasmas y dragones.
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Espectros y brujas Ambientado en el Siglo XVIII, el filme del director ruso Sergei Bodrov, resulta ser un buen inicio para una saga fantástica. El cine, como la literatura fantástica, ha ganado un lugar que le era esquivo antes de que JRR Tolkien fuese guionado y llevado a la pantalla por Peter Jackson. Un masivo lugar de público joven. En ese andarivel entra El séptimo hijo, la película que dirige el ruso Sergei Bodrov y que está pensada desde el inicio como una saga medieval que pronto veremos crecer. Siguiendo la trilogía escrita por el británico Joseph Delaney, titulada El último aprendiz, la historia transcurre en el siglo XVIII, y viene de un tiempo inmemorial, del origen de la Inquisición en Inglaterra. La caza de brujas en el sentido más literal de la palabra. Ya lo dijimos. Es una historia para un público joven pero con una lectura política detrás, lo que de alguna manera equilibra ciertas flaquezas argumentales del guión. Hay una venganza en ciernes de las brujas sojuzgadas y un espectro llamado a detenerlas, para siempre, por cuestiones personales, históricas y porque la curia le entrega un buen dinero a cambio de cada uno de sus exorcismos. Pero el Maestro Gregory (Jeff Bridges) tiene a la par otra misión, instruir a su sucesor o compañero en las artes de la magia y la lucha, para combatir el mal que viene del más allá, determinado a dominar el mundo en unos pocos días. Ese aprendiz debe ser el séptimo hijo de un séptimo hijo, condiciones que reúne el joven Thomas (Ben Barnes), sucesor de otros tantos séptimos que quedaron en el camino. Sepultados. Vencidos. Pero Thomas posee además otras virtudes de cuna, que ya descubrirán en la película, y que lo convierten en un crítico de los métodos e ideas de su mentor, y por lo tanto de su tiempo. Efectivamente, saldrá a cazar a la bruja líder, la poderosa Mother Malkin (Julianne Moore) pero se dejará seducir por otra bruja, la bellísima Alice (Alicia Vikander). No todas las brujas son malas, y si lo son, parecen tener motivos en la hoguera que las quemó, para explicar sus maldades. Otra hubiese sido la historia sin la satánica inquisición. Tenemos a un aprendiz de espectro algo díscolo, a su instructor, y a las brujas lideradas por Malkin. Un ejército de seres espectrales de diversa calaña y poderes. Y una tecnológica capacidad para pasar de ser las más horrendas bestias del mundo animal, a lo que alguna vez fueron, mujeres y hombres castigados por h o por b. Sí, la película tiene inconvenientes con la presentación desordenada de algunos de sus protagonistas, que irrumpen de manera forzada en la historia. Aún así, por influjo de las actuaciones y la segundas lecturas del filme, consigue su propósito de iniciar una saga fantástica, paso necesario para convertir este éxito literario en un relato fílmico del que ojalá sigan participando Bridges y Moore. Inicio con más futuro que presente, y brujas que se quieren vengar. POR QUE SI: Buenas actuaciones, efectos especiales, ritmo y una historia medieval con crítica política.
El séptimo hijo es sólo recomendable para los fans incondicionales del género y para los que aman ver films repletos hasta el hartazgo de efectos especiales. Es una aventura netamente clase B, sin alma y corazón, que logra entretener desde lo visual gracias a su parafernalia digital, su buen vestuario y ambientación, pero que....
"Es fácil matar una película… sólo muévela a enero" (Dr. Evil acerca de The Interview, Saturday Night Live, 2014) Seventh Son debió haber visto la luz hace dos años y bajo el sello de Warner Bros., antes de ser demorada numerosas veces y pasar a Universal Pictures luego de que Legendary rompiera el vínculo con la primera. Desde el vamos, un lanzamiento en enero no es prometedor, dado que se trata de una suerte de "mes vertedero" en el que los estudios estrenan algunas películas en las que no conservan ninguna esperanza o con las que no saben mucho qué hacer. Con 24 meses de retraso, entonces, llega a las salas una fallida adaptación de una novela fantástica, que podría sumarse a la infame lista de proyectos del género que intentaron abrir una exitosa franquicia, como Eragon, I Am Number Four, The Golden Compass o John Carter. Ocurre que El Séptimo Hijo es, antes que nada, una película muy pobre. La cantidad de talento involucrada delante y detrás de cámara debería, en otras condiciones, ofrecer un producto notable, sin embargo la transposición del primer libro en la saga The Wardstone Chronicles de Joseph Delaney es un pésimo trabajo colectivo. El ruso Sergey Bodrov, de la nominada al Oscar extranjero Mongol, es quien tuvo a su cargo este festival de clichés del género, que contó con guión de Charles Leavitt (Blood Diamond) y Steven Knight (Eastern Promises). El último viene de firmar y dirigir Locke, uno de los thrillers más apasionantes del 2014 centrado en un hombre que no se baja de su auto y ve cómo toda su vida se derrumba a partir de llamadas telefónicas, no obstante en Seventh Son no hay ni una pizca de esa emoción ni algo que despierte sincero interés. Es un refrito de sobras de otros films más exitosos, que en ningún momento aspira a romper el letargo en el que está inmerso. Julianne Moore y Jeff Bridges son los actores de peso que lideran a un elenco que en ningún momento sobresale y se caracteriza por la falta de química general. Ben Barnes, que nunca terminó de explotar como figura -los productores deben haber lamentado haber dejado ir rápido a Kit Harington, que es más conocido-, y una joven en ascenso como es Alicia Vikander no hacen creíble su floreciente relación porque tampoco tienen mucho con qué trabajar. El guión es llamativamente limitado y el film se toma demasiado en serio como para funcionar. No hay espacio para la comedia o para que esta respire, más allá de que Bridges vuelva a capitalizar a su Rooster Cogburn de True Grit, como ya había hecho en la fallida R.I.P.D.. El combo se completa con unos efectos especiales que no resaltan y que se pueden encontrar en cualquier producción del género, pero que en este caso se ven mucho peor. Por alguna extraña decisión de los realizadores, el film está pasado por un filtro tipo Instagram que apunta a generar una sensación de antigüedad, pero lo único que logra es un malestar visual que afecta el trabajo de Rhythm and Hues Studios -compañía ganadora del Oscar por Life of Pi, que entró en una famosa quiebra durante el trabajo en este proyecto-. Seventh Son es torpe en su construcción pero dinámica en su desarrollo, con lo cual no es un paquete imposible de digerir, por más flojo que sea. El hecho de que el Maestro Gregory tenga solo una semana para entrenar a su nuevo aprendiz acelera todos los tiempos, con lo que su avance no es aburrido más allá de que sea algo visto incontables veces. En el baúl de lugares comunes del que dispone se puede encontrar alguna leve sorpresa, una flor en el pantano, pero están lejos de ser suficientes como para mejorar el resultado final. Es una adaptación decididamente pobre de esas que muchos estudios quisieron encarar para reemplazar a Harry Potter como nueva franquicia lucrativa para jóvenes adultos. Que pase la que sigue.
Baratijas por oro Dragones, monstruos gigantes, fantasmas, hechizos, brujas y demás elementos y criaturas de la fantasía que mezclen el relato medieval con la aventura han sido revitalizados a partir del éxito que significó la saga de El señor de los anillos de Peter Jackson o, también, ese inventario fantástico aplicado al subgénero escolar que fue Harry Potter. Al igual que ocurrió en los 80’s, donde -un poco antes- Star Wars dio paso a una nueva exploración del territorio fantástico, gran parte del mainstream actual está constituido por estas películas que apuntan al público joven y un poco al adulto, al incluir intérpretes reconocidos como Jeff Bridges o Julianne Moore en el caso de El séptimo hijo, floja adaptación del primero de los libros creados por Joseph Delaney que dirigió el ruso Sergey Bodrov. Hay una diferencia sustancial entre estas películas y aquellas cocinadas hace tres décadas, y tiene que ver con el uso de la tecnología. Mientras en films como El cristal encantado o Laberinto Jim Henson elaboraba con un claro perfil artesanal ese mundo de ilusiones y magia, ahora el CGI apunta a un verismo un poco exacerbado -también estaban las más crasas Conan, que al menos se sostenían por su alto grado de autoconsciencia-. Las imágenes generadas por computadoras han sido un gran invento para el cine, porque se puede pensar en cualquier imagen y luego crearla. Pero, también, eso significa un límite. Porque se educa al ojo del espectador de tal manera, que no se resiste cualquier imagen. A El séptimo hijo le pasa eso un poco. A pesar de contar con un director dos veces nominado al Oscar en el rubro film extranjero, un elenco sumamente competente (Bridges, Moore, Olivia Williams) y especialistas reputadísimos en diseño de producción y efectos especiales como Dante Ferretti y John Dykstra, respectivamente, El séptimo hijo luce como una baratija, la joya menos atractiva de este baúl repleto de historias fantásticas que Hollywood ha abierto hace algo más de una década. Sus imágenes, esas transformaciones en dragones y demás efectos, lastiman el ojo del espectador al hacer evidente el truco: la película parece un telefilm berreta. Y ante la falta general de humor que exhibe la historia, estos detalles se vuelven demasiado importantes. No hay clase B ni autoconsciencia aquí, apenas una producción de mediana categoría queriendo pasar por tanque de acción y aventuras. Aún cuando las películas de Peter Jackson son un tanto artificiales, lo importante ahí es ver cómo el director adapta la fuente original. O al menos lo era en tiempos de El señor de los anillos, ya que El hobbit resultó un fiasco impensado. Bodrov pone la cámara pero le resta estilo, su mirada carece de la gracia y la picardía de la aventura, y llamativamente su carta principal, la de Jeff Bridges, luce en piloto automático, aburriendo con su rol de borrachín buena onda: su cazador de brujas es como aquel personaje de Temple de acero, pero sin la carga trágica. Pasando por la aventura, el horror gótico, las películas de aprendizaje y las historias de espadas y caballeros, El séptimo hijo no funciona en ninguna de ellas. Y le suma el respeto a la fuente original, ese gran lastre del presenteque no para de basarse en libros antes que crear sus propias historias.
Magia, fantasía, criaturas fantásticas y toques de humor negro. Esta es una historia de aventuras del siglo XIX centrada en el joven Tom Ward (Ben Barnes) quien desconoce algunos datos de sus fuerzas. él es un granjero, con una vida bastante monótona pero todo cambia cuando se encuentra con Gregory (Jeff Bridges) también conocido como el “Espectro”, quien quiere salvar al mundo de los malos espíritus, lucha contra el mal y sabe que si no encuentra una pronta solución todo se derrumbará (él es el último sobreviviente de una antiquísima fraternidad). Ambos se encuentran y deberán unirse para vencer los malos espíritus. Tom Ward es el aprendiz que tiene poderes pero no los sabe utilizar y quien le enseñará todo es su instructor Gregory (Bridges realiza un papel similar al interpretado en “El dador de recuerdos”). Su gran desafío será cuando llegue el momento de enfrentar a la poderosa, una gran villana a quien llaman “Madre Malkin” (Julianne Moore, es tan buena actriz que casi siempre rinde en su interpretaciones). Una guerra se desata, resucitan las fuerzas de lo sobrenatural, la raza humana una vez más está en peligro, existe una bruja muy poderosa “Madre Malkin” que estuvo en prisión, el causante de esto fue Gregory, pero ella con su artimañas se escapó y busca venganza, algo muy terrible se avecina. Ahora tiene solo hasta la próxima luna llena y contará con su nuevo aprendiz Tom Ward (Ben Barnes, “El retrato de Dorian Gray”), para luchar contra una magia negra diferente a todas. Esta increíble aventura llega de la mano del director ruso Sergey Bodroves (“Mongol”, del año 2007 que fue nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera). Cuenta con las buenas actuaciones que casi siempre rinden gracias a su gran talento de: Jeff Bridges, Julianne Moore y Djimon Hounsou (aunque aquí intenta salir a flote, algunas escenas se encuentran un poco sobreactuadas). Cuenta con todos los elementos a los que nos tienen acostumbrados este tipo de historias: es oscura, hay magia, efectos especiales y criaturas especiales, pero contiene algunas fallas en su narración. Le falta romance solo un momento entre Tom Ward y Alice bella hechicera (la sueca Alicia Vikander, “Anna Karenina”). Ideal para los fanáticos del género sin muchas pretensiones, es puro entretenimiento. Con un estilo similar a “Divergente” y “The Maze Runner”, entre otras.
Una más del montón En la línea de las exitosísimas sagas basadas en los clásicos de J.R.R. Tolkien El señor de los anillos o El Hobbit (Peter Jackson) y bajo la fiebre de la serie de HBO Game of Thrones, que explora muy bien el género, el director Serguéi Bodrov- responsable de El prisionero de las montañas (1996), nominada al Oscar en la categoría mejor película extranjera- presenta su nuevo trabajo, El séptimo hijo. La película corresponde a una trasposición de la novela El aprendiz del espectro, primer libro de Las crónicas de la piedra de Ward, una serie de 13 novelas, del inglés Joseph Delaney. En El séptimo hijo, Tom Ward (Ben Barnes) es un granjero de un lugar y un tiempo que nunca son explicitados, teñidos de un imaginario medieval, en el que existen los dragones y otras criaturas extraordinarias. No es cualquier granjero a pesar de su aspecto común y silvestre, sino el séptimo hijo de un séptimo hijo, tal como lo expresa el título, pero además fue concebido por una bruja. Por eso Tom es especial, tiene visiones del futuro, pero no sabe cómo se ordenarán las fichas de su destino. Un buen día, Master Gregory (Jeff Bridges), cazador de brujas profesional, lo recluta para combatir contra las fuerzas oscuras de Malkin (Julianne Moore), aquella bruja que aparecía en las visiones de Tom. A pesar de contar con todo el peso de la industria en términos económicos -efectos visuales diseñados por John Dykstra, el mismo de Star Wars; espectáculo de tomas aéreas del paisaje canadiense, donde se rodó-, El séptimo hijo no alcanza a ser un plato fuerte de este género. Tal vez se deba a la falta de solidez del guión, que no termina de justificar las acciones de los personajes de manera consistente, lo que impide entender las razones que los movilizan. Tal vez sea porque los actores Bridges y Moore no alcanzan nunca su nivel más alto.
A los dos minutos de iniciada la proyección de "El séptimo hijo" uno ya puede ir advirtiendo por qué carriles se manejará la historia. Cuando aparezca en escena, Gregory, el ancestral guardián interpretado por Jeff Bridges, se sabrá que a la historia le costará mucho mantener su seriedad. Tendremos entonces una historia típica de hechicerías, brujas, magia, y protectores de la humanidad en un tiempo remoto. Género que a Hollywood le ha encantado, y que brilló allá hace aproximadamente treinta años, durante los ’80. "El séptimo hijo" pareciera tomar la vara de esa herencia, por supuesto, adaptándola. Tiempos lejanos, los "Espectro", guardianes de la humanidad frente a la hechicería, se encargan generación tras generación de protegernos del arribo de seres que abrazaron el mal y quieren dominarnos. El anciano Gregory es uno de ellos, durante años ha librado una batalla con Madre Malick (Julianne Moore con una curiosa incapacidad para salir mal en pantalla, brilla aun en los roles más indignos) a la que ha logrado encerrar en un calabozo subterráneo. Pero la malvada bruja escapa de su letargo como un dragón y la batalla comienza otra vez. Mientras tanto, Gregory va en busca de su sucesor, que debe ser el séptimo hijo de un séptimo hijo, y encuentra al joven Tom Ward (Ben Barnes) al que tratará de instruir en el arte de la batalla. Pero Malick tiene varios ases debajo de sus infinitas uñas, su lacaya Bony (Antje Traute) es madre de la joven Alice (Alicia Vikander), a quien Tom salva de ser ajusticiada públicamente por bruja (cosa que en efecto es) provocando que se enamoren y predestinados por el fuego azul. Así, Alice se convertirá en una tentación para Tom, y por más que ambos se resistan, ella deberá luchar contra su destino de bruja y él intentará frenar sus instintos para no caer frente al poderío de Malick. Las comparaciones con "Star Wars", son muchas y obvias; hay un joven tentado por el amor, que descubre un destino de guardián, un anciano que intenta dejar su legado y enseña a su aprendiz en una cueva, hasta se habla de lado oscuro; es más, Bridges se tomó tan al pie de la letra estas similitudes que su Gregory habla y construye frases igual que el gran Yoda. Sin embargo, esto no es lo que más ruido hace en esta adaptación cinematográfica de la saga literaria de Joseph Delaney “El último aprendiz”. A primera vista uno advierte que "El séptimo hijo" no fue pensada como un gran tanque que rompa todas las taquillas, sus ambiciones son más bien escasas; pero por otro lado hay en su producción un intento permanente de parecer más grande de lo que es. Las películas de hechicerías han hecho las delicias del bajo presupuesto en la década antes mencionada, films que guardaban cierto encanto y carisma resolviendo todo de modo artesanal, sin necesidad de preocuparse porque se vieran los hilos. Esto es lo que se extraña en el film de Sergey Bodrov, director de la recordada "Prisionero" en la montaña. En un tono medio permanente, hay abundantes efectos especiales que no logran destacarse (al igual que el uso del 3D) en medio de una historia que pedía más libertad. Así, Bridges y Moore al no tomarse muy en serio sus roles resultan lo mejor de la película, en contraposición de Barnes y Vikander que no transmiten emoción a la pantalla. "El séptimo hijo" no llega a ser un total despropósito porque hay en ella cierto juego que nos recuerda a películas mejores, ahí, cuando deja de intentar ser actual gana espacio y se hace más convincente. Cuando todo lo que vemos es “magia” digital, lo construido se desmorona.
Sergei Bodrov adapta al pie de la letra la saga adolescente de libros “El último Aprendiz”, de Joseph Delaney, y que con “El séptimo hijo” (USA, 2014), intenta emular aquellas aventuras épicas y fantásticas empapadas de misticismo relacionadas a la brujería y la hechicería y que durante muchos años llamaron la atención de los productores de Hollywood. Y en este caso el problema no es tanto cómo Bodrov llega a imaginar al producto, lleno de efectos especiales y con una reproducción de estereotipos claros y básicos, sino en cómo plasma ese imaginario en los actores y el hilo narrativo o planteo de las situaciones. Hay un denodado esfuerzo por parte del protagonista (Ben Barnes), con muy poco carisma, de poder trascender las esquemáticas y básicas acciones y diálogos que le tocan, pero en el camino no puede superar siquiera el trasfondo y la ubicación de su actuación en el marco y el contexto toda la trama. “El séptimo hijo” cuenta, para resumir, como un “espectro”, alguien que dedica su vida a eliminar de la Tierra los malos espíritus y hechiceros, llamado Gregory (Jeff Bridges), necesita legar su conocimiento a un aprendiz. Con mala suerte (todos los aprendices anteriores han fallecido en el intento de seguirlo) finalmente encuentra en Tom (Barnes) el séptimo hijo del séptimo hijo, a un asistente a quien deberá poner al día en el maravilloso mundo de las artes oscuras y cómo combatirlas, todo esto para evitar que una ancestral bruja llamada Malik (Julianne Moore) asuma como reina de las tinieblas y subyugue bajo su poderío a toda la población. Pero para complicar aún más las cosas, Tom conocerá en su camino de aprendizaje a una joven llamada Alice (Alicia Vikander) quien no sólo lo enamorará sino que además lo acercará inesperadamente al “lado oscuro”, sin que él lo sepa, por su peligrosa cercanía con Malik. Además entre Gregory y Tom, mas allá de luchar con las fuerzas oscuras todo el tiempo, se generará una dinámica basada en la enseñanza/aprendizaje y la transmisión de información que recaerá en una resistencia por parte del joven por cometer las acciones que su maestro le dice y que sólo hacia el final, y por un instinto de supervivencia, desembocará en el asumir un rol para el que Tom no estaba preparado (pese a sus “alucinaciones premonitorias”), pero que es inevitable que lo haga. “El séptimo hijo” posee un trabajo de imagen que estiliza las acciones y las transiciones, como también las obvias situaciones que presenta a los actores, y que básicamente en tomas aéreas y travellings, le permiten a Bodrov subsanar algunos saltos de continuidad y ubicar la acción en las escenas. Pero además, y explorando el 3D, algo que eleva un poco el nivel de la propuesta, hay una fuerte puesta en imágenes de todo el universo mágico que Delaney creo para la saga de “El último aprendiz” y que ha atrapado a una infinidad de lectores desde finales de los años ochenta del siglo pasado. No es “El Séptimo Hijo” la mejor película que se pueda ver para entender el enfrentamiento entre el bien y el mal, con una imaginería relacionada a la brujería, hechicería y seres fantásticos que luchan para conseguir su lugar en la Tierra, pero las actuaciones de Moore y Bridges, bien valen el esfuerzo para intentar meterse en una historia que no termina de cerrar por ningún lado y que hará escapar de la sala como por arte de magia a más de uno.
Varón, dijo la partera Con Julianne Moore como una muy pero muy mala Maléfica y Jeff Bridges retornando al desalineado estilo Bad Blake - Dude Lebowski, Universal Pictures intenta recuperarse del sapo crítico y comercial que fue 47 Ronin, con protagónico de Keanu Reeves, y la dirección del ruso Sergei Bodrov (Mongol, El prisionero de las montañas) hace lo posible por, al menos, poner al gigante del espectáculo en buen camino. Bridges es Gregory, un cruzado perteneciente a un ancestral linaje de cazadores de brujas, y su némesis es Moore como la Reina Malkin, recién escapada de una prisión de máxima seguridad en las montañas y aguardando que se complete la luna roja para tener un poder destructivo inimaginable. El decorado es medieval, otro sucedáneo del revalidado Tolkien, con acólitos de la reina que se arman y desarman cual Transformers en criaturas monstruosas, aladas, reptílicas o simiescas, todas grandes como el apetito de Universal. En el medio de esta nube de efectos es interesante ver cómo la química entre Moore y Bridges, cuando funciona, funciona realmente bien (sobre todo en el segmento final de la película). Cuando no, Bodrov pone en marcha el plan B, que se diría, caprichosamente, dio título a la película. Tom (Ben Barnes) es el séptimo hijo varón de una mujer humilde a quien Gregory recluta como lugarteniente, acorde al mito de una magia latente en los retoños de tal orden familiar. Esto da lugar a los momentos tediosos y más trillados de El séptimo hijo, las discusiones entre el inocente Tom y el hosco Gregory, pero entonces aparece la bella bruja Alice (Alicia Vikander), pulsando las cuerdas que despertarán los poderes y el heroísmo. El séptimo hijo es más de lo mismo, pero hace bien lo suyo y es un título acorde a las vacaciones de verano.
Todos los extremos son malos Como acertadamente señala Ulises Picoli en su crítica de El Hobbit: La Batalla de los Cinco Ejercitos, la abundancia no es sinónimo de calidad pero en el caso de El Séptimo Hijo (Seventh Son) la falta de ella termina dejándonos con sabor a poco. Con esto no quiero decir que la ambientación haya sido mala o que el lookeo estilo Assassin’s Creed haya sido desacertado, sino que el marcado mito del héroe, el escaso de desarrollo los personajes, lo trillado de la trama, la falta batallas, ciudades, humanos, sangre; en fin, de épica, contribuyó a transformar una producción con mucho potencial a una película más del montón. Totalmente olvidable. El film está basado en la obra literaria de Joseph Delaney. The Wardstone Chronicles, algo así como Las Crónicas de la Piedra Vidente, es una serie de libros (13 para ser exactos) que narran los sucesos de la vida de Tom Ward, joven destinado a salvar al mundo o destruirlo. Es evidente que con tamaña cantidad de libros, el universo creado por Delaney sea de una amplitud considerable y eso se nota en la representación cinematográfica. Vamos a encontrar espectros, apariciones, cambia pieles, bogarts, dragones, brujas y un variado y largo etc. El problema es que los vamos a encontrar de a uno, en solitario, condensados en los 103 minutos de duración. En comparación con la sextologia de P. Jackson, es una obra excesivamente modesta para lo que estamos acostumbrados. El universo creado por Joseph Delaney es de una amplitud considerable y eso se nota en la traslación cinematográfica. La dirección corrió por cuenta de Serguéi Bodrov, famoso por su película El Prisionero de las Montañas (1996), basado en un relato de Leon Tolstoi. El protagónico recae en Jeff Bridges, Ben Barnes, Alicia Vikander, Julianne Moore y en un fugaz cameo de Kit Harington (Jon Nieve para los amigos). Me gustaría destacar la interpretación de Jeff, muy física y repleta de magia que solo puede brindar un actor de su calibre. Barnes me gusto bastante, lejos del amanerado Príncipe Caspian. Julianne Moore, horrible. En resumen, aunque floja y trillada, El Séptimo Hijo es una película que se deja ver. Si se la ve con un ojo excesivamente crítico puede llegar a ser una bazofia repugnante, pero si dejamos de lado ese crítico (a veces muy frustrado) que todos llevamos dentro e intentamos disfrutar la magia y fantasía de un género todavía en su adolescencia, estoy seguro que podremos apreciar lo llevadero y ameno del film, y esos momentos graciosos. Al fin de cuentas, su punto más fuerte.
La cosa es bastante simple. Estamos en la Edad Media. Un caballero preparado para la guerra encierra a una bruja en un pozo profundo cavado en la cima de un cerro imponente. Pasan los años. El mal vuelve a despertar. Lo bueno es que cada vez que nace un séptimo hijo de un séptimo hijo, éste tiene potencial para convertirse en un guerrero capaz de combatir las fuerzas del mal. Lo malo es tener que creer que este tipo de genealogía es bastante común, considerando la densidad de población en esa época (más la malaria, la inquisición, etc, a lo que no se hace mención en este caso). Convengamos que es raro, pero como “El séptimo hijo” no intenta en ningún momento tomárselo en solfa, no queda otra que prestar atención a la instalación del verosímil, factor fundamental para este tipo de producciones ya explicado muchas veces en esta misma página. Sigo. El mal se llama Malkin (Julianne Moore). El bien se llama Gregory (Jeff Bridges), guerrero de mil batallas que necesita un nuevo paje ante la muerte del actual, luego de intentar encerrar a Malkin quién finalmente termina escapando para reunir un ejército de villanos con intenciones bastante ambiciosas en términos de dominarlo todo. Aquí entra otro “séptimo de séptimo”, Tom (Ben Barnes) que no sabe nada de nada hasta que Gregory lo va a buscar para “cumplir su destino”. Antes la mamá le da un medallón, un poco más grande que una galletita Oreo, indicándole que nunca se la quite. Algo nos dice que ya no habrá sorpresas aquí. Entre los dos tienen que derrotar a todos los espectros convocados que no siempre se muestran sumisos ante la reina bruja. Hay una escena en la que se intuye una interna peor que la del peronismo de los ’90, pero por suerte no prospera ya que ninguno de los guionistas intenta salirse un ápice de querer imponer una mística forzada, como si intentaran redefinir a J.R.R. Tolkien en poco más de una hora y media. Si a eso le agregamos, no una sino dos subtramas de amor con diálogos de la época de Rolando Rivas Taxista, tenemos cartón lleno. Obviamente, pese a los intentos del diseño de producción y demás rubros técnicos, la película consigue una buena dosis de bostezos al querer ser más de lo que puede. Dicho de otra manera, es pretenciosa. Todo se hace largo, redundante y poco creíble. Desde el punto de vista visual “El séptimo hijo”· es como estar frente a un monumento imponente, pero relleno de telgopor. Extraña ver a un equipo tan talentoso en la historia del cine cayendo en picada desde la primera media hora (tiempo suficiente para “tomarlo o dejarlo”), a saber: Marco Beltrami, el compositor de “Vivir al límite” (2008), con una banda de sonido sobrecargada; Newton Thomas Sigel, director de fotografía de gran trabajo en “Drive” (2011); John Dykstra, hombre detrás de los efectos artesanales de “Star Wars” (1977), y siguen los nombres. Es más, hasta los actores parecen haber caído en la trampa de la solemnidad. Jeff Bridges intenta un acento a lo Sean Connery que le sale mal, forzado, sumado a una impronta caricaturesca de Gandalf, la cosa se hace insostenible. Ben Barnes es la nada misma, al lado de lo hecho en la última versión de “El retrato de Dorian Grey” (2007. ¿Y Julianne Moore? Compone a una villana gritona y acelerada que hubiera quedado fenómeno en un cuento de Disney, pero acá es casi paródico, lo cual encajaría bien si no fuera por el tono adusto que le imprime el director a todo el “metraje”. Por cierto, también es inexplicable el trabajo de Sergei Bodrov, otrora responsable de interesantes películas como “Mongol” (2007) o “El beso del oso” (2003). Tal vez “El séptimo hijo” encuentre su lugar entre los más chicos (de 8 a 12 años, por ejemplo), pero uno intuye a esta altura que con tantas series de TV y tanto video juego sobre magos, espadas, mitología griega, escandinava, etc, etc, difícilmente se instale en la memoria por mucho tiempo.
"Cazadores de monstruos" Julianne Moore parece estar en todas, y menos de una semana después de verla ganar su Globo de Oro a mejor actriz de drama, vuelve a las andanzas. Esta vez se mete en la piel de Malkin, una bruja malvada con vestuario al mejor estilo Disney que escapa de una prisión donde estuvo por décadas, sedienta de sangre y venganza. Quien la capturó allí, el Maestro Gregory (Jeff Bridges), tiene la tarea de detenerla de una vez y para siempre, y para eso recluta a un nuevo aprendiz: Tom Ward (Ben Barnes). ¿Y por qué Tom? Y es que en este universo de fantasía, el séptimo hijo del séptimo hijo tiene poderes inusuales para luchar contra las fuerzas de la oscuridad. La relación maestro-aprendiz es clásica como ya la vimos desde “Karate Kid”. Una etapa de instrucción inusualmente corta, la parte de los consejos que son obviamente ignorados por el aprendiz, luego el maestro revela algunos secretitos oscuros de su pasado, y el aprendiz encuentra en algún momento su verdadera fuerza. Es de librito. De todos modos el trabajo de Bridges es digno de destacar, ya que combina momentos divertidos con momentos realmente oscuros. Mucho de lo bueno de esta película proviene únicamente de Jeff Bridges. Uno de los primeros consejos del Maestro Gregory es que no se enamore de las brujas. ¿Y qué hace Tom? Por supuesto, se enamora de una bruja. La sueca Alicia Vikander interpreta a Alice, el interés amoroso de Tom. Pero ella además, es la hija de la más fiel seguidora de Malkin, y tiene ciertas dudas respecto al fanatismo que profesa su madre hacia los exageradísimos delirios de su reina. Pero de todos modos, todo eso queda olvidado por la historia de amor. Y estos actores, ambos son hermosos, no hay duda. Pero no les vendría mal aprender un poquito de expresividad. La verdad sea dicha, no logramos conectar con ellos. Vulnerabilidad sincera, fracasos reales, eso conmueve a la audiencia. En estos muchachos no vemos nada de eso. La malvada reina Malkin cuenta con varios poderosos seguidores que son comandantes de su ejército de criaturas de la oscuridad. La mayoría de ellos son los más trillados estereotipos. Tenemos al africano, al hindú, al indígena norteamericano, esas cosas. Y los vestuarios de esta gente son la cosa más espantosa que vi en una pantalla de cine últimamente. No obstante, Djimon Hounsou, que interpreta a Radu, es el que salva al ejército de la oscuridad del bochorno. Hay una escena magnífica, una coreografía donde nuestros héroes encuentran la guarida de los malos y él orquesta un ejército de siete u ocho guerreros partidarios de Ronan… ¿Ah esto no es “Guardianes de la Galaxia“? El actor resucitó a su Korath, cambiame a Ronan por Malkin y estamos. En vez de las ramas de Groot hay una cadena que hace lo mismo. Ok. Pero lo interesante es que todos los comandantes del ejército de la oscuridad pueden convertirse en otras criaturas. Por ejemplo, el estereotipo del africano se transforma en (¡adivinen!) un leopardo, pero con un añadido de escamas sobre la columna; para no perder la costumbre de diseñar personajes horrendos. Radu se transforma es un dragón muy badass, que ahora sí está muy bien. Aunque no tiene alas, yo diría que es un dinosaurio. Malkin sí es un dragón de verdad, con todo y alas. Las líneas argumentales se diluyen del lado de los malos en el deseo de venganza enferma de Malkin. No esperen de Julianne Moore el genial nivel de interpretación de “Polvo de Estrellas“ o “Las Horas”. Así que tenemos por un lado, una historia de amor con un grado cero de expresividad, y por el otro una venganza obsesiva hasta lo incómodo. Una solución podría ser tomar el cameo de Kit Harington y dárselo a Ben Barnes, y viceversa. Kit podría haberlo hecho mejor que lo flojo que estuvo el protagonista. Gracias a Jeff Bridges por levantarlo, y a Julianne Moore algunas veces. El cast cuenta con grandes nombres, pero no está finalmente a la altura de lo que se intenta. Para los que crecimos viendo fantasía de calidad, no necesariamente de mayor presupuesto, no está muy buena. Ambos bandos tienen buenos actores y buenos momentos, y los efectos están muy bien logrados. Pero no alcanza para levantar un guión trillado hasta el cansancio y dos protagonistas que decepcionan con su interpretación. Agustina Tajtelbaum
Otra buena historia mal contada Otra buena historia que falla cinematográficamente por la falta de tino en la adaptación y los errores de producción. "El Séptimo Hijo" se supone que debería haber sido una gran película de aventuras y fantasías ya que contaba con un presupuesto de más de $90.000.000 de dólares, un cast que incluía nombres oscarizados como Jeff Bridges y Julianne Moore y una historia entretenida de brujas, cazadores y monstruos míticos. La realidad demostró que la suma de buenos ingredientes no es suficiente para lograr algo de calidad. Acá faltó una mano experimentada en materia de narración y otra en dirección que supiera mezclar esos ingredientes. La fecha de estreno fue cambiada en reiteradas veces por falta de un cierre en la postproducción. El producto final no convencía a los propios productores que la fueron aplazando. Lo más flojo que salta a la vista es la falta de cohesión en la narración. La historia va dando saltos de tiempo irregulares que se notan fueron ensamblados sobre el final de la edición como para zafar. La forma en la que se va desarrollando la trama es bastante básica y se enfoca en los momentos de acción más que en la esencia de los acontecimientos. Por otro lado, la construcción de sensaciones en el espectador es bastante mala también. Se supone que debería producirnos un poco de temor, de vértigo por las escenas de combate, de regresión al niño interior por la aventura, pero lo único que termina produciendo es pena por percibir que se podría haber hecho algo mucho mejor. La villana no genera odio, el protagonista principal es muy insulso y el protagonista de reparto por más de que hace el esfuerzo no logra levantar demasiado la peli. Julianne Moore ("Still Alice") está muy sobreactuada y desaprovechada. Claro no sería tanta culpa de la actriz ya que somos conscientes de su talento. Creo que se equivocaron en poner a Ben Barnes ("Las crónicas de Narnia") como protagonista y no a Kit Harington ("Game Of Thrones") que le pasa el trapo en materia de carisma. Jeff Bridges ("Crazy Heart", "True Grit") hace lo que puede pero no es suficiente para elevar la propuesta. Cierran Antje Traue ("Man of Steel") y Alicia Vikander ("Anna Karenina") que están correctas en su roles pero nada del otro mundo. Los efectos visuales en sí son buenos, pero la estética utilizada es la que me resultó un tanto chota. Esas secuencias con brillo artificial como para darle solemnidad fueron realmente molestas. El demonio de 4 brazos parecía un chiste de la producción y las transformaciones de Julianne Moore en dragón fueron torpes. En conclusión, "Seventh Son" es una película que sólo podrán disfrutar a full los más fanáticos de los mundos fantásticos y las aventuras, esos espectadores que ya con ver algunos monstruos bien diseñados se dan por satisfechos. Para el que va a buscando una aventura que despierte sensaciones, está al horno. Un producto que podría haber sido mucho mejor si hubiera tenido un tratamiento más profesional.
No hay nada nuevo en el mundo mágico de película "El séptimo hijo", inspirado en otra saga literaria juvenil, se agrega a una lista de propuestas similares. Thomas Ward tiene 13 años y es el séptimo hijo de un séptimo hijo, una circunstancia que le garantizará poderes mágicos especiales, según toda la mitología existente sobre el punto. Thomas vive feliz en una granja junto a sus padres, su hermano y su cuñada embarazada, aunque el idilio se termina cuando viene a buscarlo un Espectro para llevárselo como aprendiz. Junto a ese personaje entre parternal y aterrador, el muchacho deberá enfrentarse a criaturas malignas: brujas, boggarts, espíritus y aparecidos. Durante ese tiempo, Thomas descubrirá los secretos del espectro, se someterá a pruebas terroríficas y aprenderá que no debe confiar en chicas con zapatos de punta. Entonces llegará Alice, y detrás de ella, la Madre Malkin, una malvada hechicera. Por allí -palabras más, puntos menos- circula el argumento de El aprendiz del Espectro, la novela fantástica juvenil de Joseph Delaney en la que se inspira El séptimo hijo, película del mismo director de las épicas Mongol -nominada a los Oscar a mejor película extranjera 2007-, y Nomad, el guerrero -candidata a los Globo de Oro en 2005-, entre otros títulos y varios guiones. Ben Barnes -el Príncipe Caspian de Las crónicas de Narnia- interpreta a un Thomas un poco mayor que el requerido en la letra original, a expensas de un maestro (Jeff Bridges) tan afecto al alcohol como diestro en el combate contra criaturas oscuras. Del otro bando, la malvada Marlic (Julianne Moore), completará el terceto de fortalezas para un filme que pone mucho sobre el plano para apostar entre tanta oferta similar. El tema es que, ni la condición de best seller de las musas, ni los mejores intérpretes, ni las inversiones millonarias, como tampoco las sacudidas de boleterías en los primeros fines de semana de exhibición garantizan que la oferta venga fuerte en contenido. Es el caso de El séptimo hijo, que en términos generales y técnicos -música, fotografía, efectos, escenarios, coreografías y arte- el despliegue cumple con los requerimientos actuales de impacto, para dar marco a una historia que podría haber aprovechado desde lugares más precisos y profundos. Allí está la serie de Harry Potter, Las Crónicas de Narnia o El Señor de los Anillos para probar que es posible dar con un entretenimiento espectacular y lleno de significados. El caso es que el comienzo de esta nueva serie cumple mientras se pliega a la lista de franquicias de acerbo literario que le garantiza a los grandes estudios una importante multiplicación de dividendos, en tanto peguen primero y bien, aún cuando al cabo de varios meses, el espectador común deba recurrir a un esfuerzo de memoria para discriminar este título de entre otros similares.