Correo de alto riesgo. ¿En cuántas oportunidades hemos sido testigos de desavenencias comerciales y/ o artísticas entre los máximos responsables de una saga, como las que hoy se dan cita en torno a la franquicia iniciada con El Transportador (The Transporter, 2002)? Resulta imposible precisar el número de situaciones, a lo largo de la historia del cine, en la que el protagonista y el creador del producto juegan al “tire y afloje” hasta que alguno de los dos termina en el fango. Como era de esperar, Jason Statham -luego de las secuelas de 2005 y 2008- se cansó del personaje de Frank Martin y pidió conscientemente una fortuna para repetirlo, lo que obligó a Luc Besson a apartarlo y a buscar un sustituto convincente lo más pronto posible. Conviene aclarar desde el vamos que Ed Skrein, el salvavidas de turno, no contaba con mucha experiencia previa y sinceramente ésta no era del todo necesaria para la rusticidad del antihéroe especializado en el correo de alto riesgo. En El Transportador Recargado (The Transporter Refueled, 2015) sale a relucir una vez más la inteligencia del francés en lo referido a los exploitations de acción de corazoncito videoclipero/ publicitario, porque el señor pone toda la carne al asador para tratar de compensar la pérdida de la cara conocida y el déficit consiguiente en taquilla. Las buenas intenciones de la realización no alcanzan para “maquillar” el hecho de que el esquema se acerca peligrosamente a su fecha de caducidad. Así las cosas, aquí nos encontramos con más mujeres hermosas, un marco de heist movie, la introducción del padre de Martin, aún más secuencias de acción estrambóticas, varios villanos simultáneos y un puñado de giros narrativos; todas piezas típicas de los productos que responden al acervo ochentoso del género. Hasta el planteo nos devuelve al territorio del primer film, con el protagonista nuevamente en guerra contra el submundo del tráfico de personas: ahora son cuatro señoritas las que lo contratan en primera instancia, y luego lo extorsionan vía el secuestro de su progenitor, para que se desempeñe como cómplice polirubro en una venganza planeada al detalle (chofer, guardaespaldas, asesor táctico, etc.). El otro asalariado, el que se ubica detrás de cámara, es Camille Delamarre, un director con muy pocas ideas que funciona como un testaferro de Besson, el guionista y productor de siempre. A pesar de que está bien trabajada la dinámica entre padre e hijo (Ray Stevenson cumple como el primero) y que la factura técnica de la saga continúa siendo impecable (se destacan la fotografía, las bellísimas locaciones, las coreografías de los combates cuerpo a cuerpo y la fastuosidad de las persecuciones), hoy el cúmulo de clichés ya aburre un poco, debido más al tiempo transcurrido desde aquel 2002 y la falta de verdaderas sorpresas que a la ausencia de Statham, el cual tampoco es una maravilla del star system ni mucho menos…
Mucho peso para cargar Con una nueva cara bajo el traje negro, Camille Delamarre (Brick Mansions) dirige a Ed Skerein (Game of Thrones) en El Transportador Recargado (2015) entre mujeres hermosas, disparos y persecuciones. Un combo molotov para películas del género que, si no se realizan de manera eficaz, pueden llegar a explotar en la cara del propio producto. La historia es similar a las demás películas: la sensual y enigmática Anna (Loan Chabanol) le encargará un pedido a Frank Martin (Ed Skrein) que pondrá en peligro su vida como la de su padre (Ray Stevenson). Es difícil poder sacar algo positivo de un guión que hace eco de su ausencia ante situaciones muy cliché y constantemente recicladas en las películas de acción. La dupla de guionistas, Bill Collage y Adam Cooper, acorraló al film a caer en lugares comunes, con diálogos fácilmente olvidables y sin ningún concepto profundo que vaya más allá. En la parte actoral, los protagonistas se mueven en las mismas aguas y el poco desenfado que promueve la película. Sin embargo, no se entiende, bajo ningún punto de vista, la ingenuidad del personaje de Stevenson que, al ser un agente súper secreto que estuvo en los mayores problemas políticos a lo largo de los años, cae prisionero y rehén en situaciones demasiado obvias atando al protagonista de pies y manos todo el tiempo. El director Camille Delamarre podría haber utilizado otro tipo de giro argumental para no dejar en offside todo el tiempo a Stevenson. Ninguno de los personajes sale de su lugar cómodo de agente-villano-femme fatale, produciendo una notable superficialidad en cada uno de ellos, sin generar empatía con el espectador para romper con la cuarta pared. En lo que marca a la acción, El transportador recargado cumple y sale airoso entre tantas emboscadas de cosas mediocres: las escenas de persecución en los autos, peleas a puño limpio y secuencias imposibles que puedan suceder en la realidad son algunas de las marcas que siguen el sello de la saga. En esa misma sintonía, se abusó del uso de la mujer como fuente de deseo y provocación con escenas netamente sexuales, sin tener ninguna necesidad de caer en ellas llegando a ser grosero y machista. A Ed Skrein, a quien conocimos por un leve paso por Game Of thrones, le costó llenar los zapatos que Jason Statham llevó en los otros tres films. La saga de El Transportador fue lo que fue, o marcó un punto de ruptura respecto a los demás film de acción, por la destacada labor y el carisma de Statham, algo que se notó en esta nueva entrega y en particular con Skrein. La música, como el montaje y fotografía, van de la mano con lo que estableció el director: espectacularidad conocida sin destaque, ni en mayor o menor medida, justo y necesario. El Transportador recargado sigue al pie de la letra el abc de una película de acción sin salirse nunca del libreto: en el mejor de los casos, hasta los exagera. Se trata de un producto mediocre, magro para el espectador, que termina de exprimir las últimas gotas que llevaron a Jason Statham a las grandes ligas del cine de acción norteamericano.
Una cargada Jason Statham se revuelca en su tumba. O en su mansión de Malibú. De cualquier forma, El Transportador Recargado expone un guión escrito sobre una servilleta durante el entre tiempo de un partido de fútbol, y recibe la medalla de socio honorífico por parte del club de los reboots que jamás deberían haber ocurrido. La premisa es conocida: Frank Martin Jr., un apuesto y misterioso treintañero que vive en el sur de Francia, ofrece sus servicios como transportador/custodio/ninja/amante con la condición de no dar nombres, no hacer preguntas, y no renegociar las pautas del contrato. El catalizador en este Jenga narrativo lo trae Anna, una femme fatale (ex esclava sexual) que ahora comanda una red de mercenarias resueltas a desbaratar una maléfica red de trata soviética (o eso intuímos, ya que los “mafiosos” hablan en inglés pero con acento ruso, incluso entre ellos). Para lograr su propósito decide contratar al Transportador, y para asegurarse que concrete su trabajo, no tienen mejor idea que secuestrar al padre de este, Frank Martin Sr., un casanova retirado que cae en la trampa de la “modelo de Victoria Secret con el auto averiado en medio de la avenida” y es envenenado. La urgencia de la trama se establece cuando Anna promete a Frank que, si las ayuda, le dará el mágico antídoto que impedirá que la vida de su amado padre se consuma luego de doce horas. El film en sí no tiene ningún tipo de razón de ser. No pasa como en Transformers, que aunque la historia de risa, las secuencias de acción son explosivas y espectaculares. En el caso de El Transportador Recargado, parece que a los guionistas se les acabó la pila a minutos de sentarse a escribir, y lo que obtuvieron fueron escenas completamente delirantes en que no existe el más mínimo atisbo de verosimilitud: Líneas de diálogo vomitivas como “Cuando alguien secuestra a mi padre, yo soy quien hace las preguntas”, decisiones insólitas como inundar una habitación, mezclar el agua con kerosene, y tirar dentro del agua un secador de pelo eléctrico para incendiarla (en vez de simplemente incendiarla) hacen que uno se pregunte en qué estaban pensando los productores Hollywoodenses cuando le dieron luz verde a este aborto del celuoide. Las escenas de lucha son prestadas de películas más memorables (el protagonista luchando en círculo contra cuatro malechores valiéndose de una barra de metal, directamente un copy paste de Matrix), las soluciones a los conflictos son completamente irracionales (una de las mujeres mercenarias baleada en el estómago, y Frank Sr. logra curarla poniéndole una telaraña dentro de la herida), y las actuaciones son soporíferas y acartonadas. En resumidas cuentas, El Transportador Recargado tiene el sabor de una hamburguesa de Mc Donald’s si pudiésemos degustar el modelo plástico que se usa para las publicidades gráficas: es un film predecible, protagonizado por modelos de Ralph Lauren que destruyen cualquier intento dramático y terminan manufacturando algo que más que una película, parece un comercial de Audi de una hora y media.
Luego de 7 años del estreno de “El transportador 3”, llega a nuestras salas una nueva entrega denominada “El transportador Recargado”, que como noticia importante cambia al actor principal Jason Statham por el joven Ed Skrein. ¡Qué gran error! Todos coincidimos en que la saga “El transportador” que comenzó allá por el 2002 nunca se caracterizó por tener grandes historias o tramas, sino más bien una buena dosis de acción pochoclera para pasar el rato, acompañada de la peculiaridad de un chofer a prueba de lo que sea, y que encima este sea el mismísimo Jason Statham con un protagonista que parece fue ideado a su imagen y semejanza. Ahora bien, cuando tenes en tus manos una saga que no explota en muchos aspectos y que tiene tan caracterizado a un actor, cambiarlo no es la mejor idea, ya que el resultado ante el público puede ser catastrófico. Como ya dije, el joven Ed Skrein es quien se calza los pantalones de Frank Martin en esta entrega. Sin desestimar los dotes actorales que pueda tener Ed Skrein, hay que decir que este paso por una producción cargada de acción, seguro no quedara en el stand de glorias de su carrera. Jason Statham dejo su sello insuperable en la saga, además que Ed no parece encajar en el tipo de película que se presenta, mas allá de su condición física, con un papel que no termina de contagiar al público y donde en repetidas circunstancias parece ser forzado con gestos un tanto bruscos o poco creíbles para el nivel de producción del film. Buscando alguna similitud, es como sacar a Liam Neeson de "Búsqueda Implacable". ¡Muevan las piezas secundarias, pero no el eje! Con respecto al resto de los protagonistas principales no hay mucho para decir, cumplen en su papel, tanto la joven francesa Loan Chabanol como los experimentados Ray Stevenson y Radivoje Bukvic. Bueno, dejemos de asesinar a Ed Skrein y sigamos analizando un poco el resto de los puntos de la producción. "El Transportador 4" no presenta el cambio únicamente en el actor principal, sino que encontraremos grandes diferencias en varios aspectos más, comenzando por la historia. La trama nos trae algo diferente, que sigue siendo simple y predecible, pero con cambios radicales a lo que venimos acostumbrados. Esta nueva producción nos envuelve en una historia vinculada a la prostitución, donde una linda mujer contrata a Frank para un trabajo, que en un principio aparenta ser uno más de los que venimos viendo en las anteriores entregas, pero que rápidamente este pensamiento se desploma rotundamente, siendo para Frank un trabajo con tinte personal, más allá de la remuneración económica, donde lentamente se rompen todas las reglas básicas que venía sostenido a lo largo de todo su trabajo y termina pareciendo más una película estilo "Misión Imposible" que a lo que estamos acostumbrados, que no digo que sea mala pero es bastante diferente a lo esperado en un principio. Eso sí, la acción desenfrenada y constante con peleas a lo karate kid y grandes corridas de autos con escenas tan increíbles como fantasiosas, no faltan. ¡Menos mal! En fin… ¿Qué podemos decir? Es la típica película para ver en el cine y pasar el rato, pero sin ir con grandes expectativas de ver la obra maestra de acción del año, de lo cual queda muy lejos. Si la vemos como una nueva película, tiene lo mínimamente suficiente para ser buena y entretener, ahora bien, si la vamos a ver pensando en sus antecesoras, nos vamos a llevar una linda decepción.
El transportador se quedó sin nafta en el camino antes que pudiera ser recargado. Las primeras dos películas que protagonizó Jason Statham no fueron precisamente obras magistrales del cine, pero al menos brindaron producciones decentes dentro del género de acción. Después vino la debacle con la tercera entrega y la reciente serie de televisión, donde el personaje de Frank Martin fue interpretado por otro actor. Ahora Luc Besson sigue empecinado en explotar un poco más esta franquicia con este fallido relanzamiento que no tiene la fuerza necesaria para construir una nueva saga. Si bien el argumento está lleno de situaciones estúpidas la realidad es que los primeros dos filmes tampoco fueron escritos por Paul Auster precisamente. Por consiguiente, creo que una película de este este tipo debe ser analizada dentro del género que trabaja y en ese sentido la labor del director Camille Delamare es bastante pobre. La primera entrega de El transportador (2002) había contado con las coreografías de peleas y supervisión de las secuencias de acción de Corey Yuen, uno de los grandes maestros del cine de acción chino de las últimas décadas. Yuen le había dado al film un tratamiento similar a lo que habían sido sus producciones clásicas en Hong Kong como Yes, Madam (Michelle Yeoh) y Dragons Forever (Jackie Chan). Sumado al hecho que Jason Statham encima es un actor entrenado en artes marciales, los momentos de acción de Frank Martin en la trama eran destacados. Desde los aspectos técnicos este relanzamiento es de una pobreza realmente abrumadora. Al director Delamare le faltó un buen colaborador que pudiera hacer resaltar el film en estos campos. Teniendo en cuenta que estaban reemplazando a Statham con un nuevo actor, La película tenía que haber tenido un mayor cuidado en el tratamiento de la acción. Este realizador francés hace poco hizo un trabajo decente en Brick Mansions (Paul Walker), la remake de la ópera prima de Pierre Morel (Búsqueda implacable), Distrito 13. La diferencia fue que en ese caso las escenas de peleas y persecuciones fueron supervisadas por David Belle, quien había sido el protagonista de la obra original. En este estreno la calidad de ese tipo de secuencias son de una película clase B de Cinemax. Esta es una película a la que le faltó más cuidado de los aspectos visuales para tratarse de una producción del género de acción. El nuevo Frank Martin, Ed Skrein (Juego de tronos), no es un mal actor pero después de Statham su labor ni siquiera le hace sombra a la encarnación original del personaje. Frente a la pobreza de esta primera entrega cuesta bastante creer que el relanzamiento de El transportador tenga un futuro próspero en el cine.
Nueva sangre al volante Antes de comenzar esta reseña debo hacer una confesión: no vi El transportador 3 (Transporter 3, 2008), y debido a esto me veo en falta para hablar fielmente de si esta nueva entrega conlleva alguna relación argumental o simplemente es un intento de reboot dejando de lado al ya tan acostumbrado Jason Statham. Mis fuentes externas me afirman que no habría correlatividad ni hilo conductor entre la anterior entrega y esta, pero aun así prefiero dejar eso bajo el escrutinio de ustedes, queridos lectores. El transportador recargado (The Transporter Legacy) es el segundo largometraje de Camille Delamarre, quien algunos ubicarán por debutar con Brick Mansions (2014), la obra póstuma del recordado Paul Walker, y con la cual obtuvo una gran repercusión mediática en todo el globo, que de todas maneras no le aparejó una gran afluencia de público, por lo menos en los Estados Unidos en donde no llegó ni siquiera a cubrir lo gastado en el film. Dejando de lado esto, Delamarre comienza a pisar relativamente fuerte en el cine de acción haciéndose cargo de una franquicia conocida y ya bien establecida en el público. Aunque los resultados no sean óptimos y muestra un gran camino por recorrer, el novato director también denota una buena habilidad para las escenas de acción, atreviéndose inclusive a transgredir un poco con ágiles movimientos de cámara en espacios reducidos. Así como este film se nos autopresenta como un presumible reboot de la saga, el mando del transportador cambia de conductor, llegando a las manos del poco conocido Ed Skrein, quien muchos pueden llegar a ubicar como Daario Naharis, en la serie de HBO, Game of Thrones. El actor londinense también parece empezar a pisar fuerte como personaje de acción, desempeñando cada vez más papeles de estas características y obteniendo buenos resultados en ellos. Aunque en un comienzo su personificación puede llegar a ser un tanto fría (incluso más que la de Jason Statham) logra dar luego un pequeño giro de simpatía que lo vuelve mucho menos antipático para la trama, aunque sin ir muy lejos ya que el personaje no es lo que uno podría definir como ¨cálido¨, ni tampoco necesita serlo. En este película no hay grandes sorpresas actorales ni técnicas, la película cumple con su cuota de acción sin dar mucho más de sí y repite en buena parte la estructura de por lo menos las dos primeras entregas. Algo para destacar por lo extraño o particular que resulta es que para el oído entrenado es notorio el doblaje en postproducción de la cinta prácticamente completa, realizada con los mismos actores del film y con un forzadísimo ingles en el caso de muchos de ellos. Tomando en cuenta que una buena parte del elenco es de origen francés, tal vez la explicación vendría por ese lado, pero sinceramente cuesta entender la decisión de esto, si es que fue un acto premeditado. El transportador recargado (o El transportador 4 para los amigos) es un reboot de menor calidad que sus antecesoras en cuanto a producción y resultado, lo cual me hace dudar la continuidad de la saga para los próximos años, al menos que los números la acompañen alrededor del mundo. Aun así es una buena opción para los que gusten del cine de acción y no acudan con grandes expectativas.
Sin Jason no Cuando James Cameron hizo Terminator seguramente no creyó que Arnold Schwarzenegger fuera imprescindible, tampoco lo debe haber creído Steven Spielberg cuando puso a Harrison Ford como Indiana Jones en Los cazadores del arca perdida. Sin embargo, esas películas sin esos actores, son impensables. El transportador (2002) no era una obra maestra del cine, pero aun así, supo crear un personaje con identidad en una película original y divertida. Lo que tal vez no calcularon en aquel momento era que el protagonista, Jason Statham, podía convertirse es una parte imprescindible del proyecto. Y así fue, dos secuelas demostraron su éxito y su vigencia. Statham, por otro lado, protagonizó cada vez más películas y se convirtió merecidamente en una estrella que aun sigue subiendo. El transportador recargado toma al personaje como si nada hubiera pasado y realiza una nueva historia con un nuevo actor en el papel principal. Las escenas de acción son inferiores a las de sus predecesoras, lo que se nota mucho más en las peleas que en las persecuciones. Pero sin duda la catástrofe insalvable de la película es pensar que Ed Skrein puede ponerse los zapatos de Jason Statham. No solo que el actor no tiene la talla para el personaje, sino que el recuerdo de Statham lo vuelve aun más pequeño. Un dato tal vez superficial pero a tener en cuenta es que esta es la primera de las películas de El transportador que no es coproducción con Estados Unidos. La película está producida por Francia, China y Bélgica. La misión aquí es algo secundario, aunque el guión se las ingenia para tener contenido feminista y llenar la película de bellas modelos al mismo tiempo. La enigmática mujer que el protagonista encuentra al comienzo de la película lo terminará convirtiendo en el enemigo de una red de tráfico de mujeres para prostituirlas. Aunque no se trate de una secuela, sino de un nuevo comienzo sin hacer caso de la existencia de otros films, el espectador no encontrará sorpresa alguna durante todo lo que dura la película. Muchos creen que ser héroe de acción es fácil, pero El transportador recargado demuestra que no es tan así. Statham se mucho más que un personaje, pero Frank Martin es un personaje que no tiene interés alguno si no es a través de la presencia del actor.
Las mismas mañas Ed Skrein no desentona reemplazando a Jason Statham detrás del volante del Audi S 8. “No puedes estacionar ahí, estamos haciendo negocios”, le dice en plena noche en la Riviera francesa un proxeneta al malo de la película. “Nosotros también”, y lo acribilla a él y a sus acompañantes. Bajan las nuevas prostitutas callejeras, y le alcanza una tarjeta al único sobreviviente: “Dile a todos que a partir de ahora la prostitución en la Riviera francesa me pertenece a mí”. Así abre El transportador recargado, sin que aparezca Frank Martin, el personaje del título, que ya no estará encarnado por Jason Statham, como en las tres oportunidades anteriores, sino que ahora el productor Luc Besson eligió al londinense Ed Skrein, 32 años, para reemplazar a su compatriota. Y la verdad es que el joven no desentona. Parco, barbita de dos días, ojos celestes, cabello al ras, Frank Martin es capaz de pelear él solito contra seis, y ganarles. Se sube a su Audi S 8 negro, se pone el cinturón de seguridad como en la publicidad de YPF, se calza los anteojos oscuros y arranca. Frank, en esta reboot, sigue con sus mismas reglas: nada de nombres, pregunta cantidad de pasajeros, de paquetes y no debe saber lo que transporta. Si cambian las reglas, se termina el asunto. La trama es ínfima. Anna (la modelo y actriz parisina Loan Chabanol), una de aquellas nuevas prostitutas del comienzo quiere vengarse quince años después. Ella y otras compañeras de trabajo lo contratan a Frank, pero para que la cosa no termine tan rápido, lo obligan a seguir con ellas porque han secuestrado a su padre (el irlandés Ray Stevenson, rostro conocido en roles secundarios en filmes de acción). El director Camille Delamarre fue editor en El transportador 3 y en Búsqueda implacable 2, producidas por Besson, y, con un aire a Indiana Jones y la última cruzada por lo de la relación padre e hijo y se verá qué poco más, El transportador recargado está armada en base a las secuencias de acción y entretenimiento. Es eso. Podrá haber alguna salida ingeniosa, pero la fórmula es la misma que cuando detrás del volante estaba el pelado Strathan: cámara ralentizada, choques, persecuciones, autos de la policía destrozados y malvados algo desdibujados. Las citas a Alejandro Dumas y Los tres mosqueteros no son más que una distracción, porque las callecitas angostas de Mónaco, Cannes y Niza, las playas y el Mediterráneo son el atractivo mayor.
Regreso con muy poca gloria Coproducción chino-franco-belga hablada en inglés y con el sello de la factoría Besson. Mejor dicho, con lo menos atractivo de la factoría del prolífico Luc. Esto no es Lucy, con Besson involucrado a mayor nivel. Esto es un reboot de El transportador, y para reemplazar a Jason Statham pusieron al flaco Ed Skrein (de Kill Your Friends), que no encuentra el tono y es hasta payasesco en su andar y su anhelo de ser canchero. Toda la película es así, con la excepción de la explosiva secuencia final y del irlandés Ray Stevenson, un señor con clase, y look Russell Crowe, que interpreta al padre del protagonista. El transportador recargado quiere y casi nunca puede ser trepidante; quiere y no logra tener gracia, y renuncia a su alma en aras de una puesta en escena publicitaria, pero no de productos exclusivos, sino más bien de segundas marcas. Cine de sustitución de Hollywood sin ideas, con acción sin cerebro y con escasa nobleza. Tampoco hay capacidad para hacer creíble el paso del tiempo, ni reflexión acerca de la musicalización, ni para dejar nada libre de obviedad (cada gesto y cada diálogo se refuerzan hasta la agonía). La excusa para el desarrollo argumental con requiebres vuelteros es una venganza de mujeres contra sus explotadores y esclavizadores, liderados por un proxeneta ruso muy malo. Todo con paisajes lujosos, mucha cadenita, coches caros, pelucas platinadas y fundidos a negro que evitan desnudos.
El transportador de labios pintados Relanzamiento de la franquicia con nuevo actor (sale Jason Statham, entra otro inglés, Ed Skrein) El transportador recargado (The Transporter Refueled, 2015) tiene fomato de videojuego antes que de film de acción, con una volátil trama, cargada de estereotipados personajes y peor argumento. Luc Besson responsable de la saga y de su éxito, adjudica su sello de autor al cambiar al inquebrantable Jason Statham (quién aseguró de manera contundente nunca volver a ponerse el traje de transportador), y lo hace nuevamente con un guión que deja de lado la acción a la antigua, para adaptarla a los tiempos de CGI (imágenes generadas por computadora). En ella el argumento es una excusa para combinar mujeres modelos, acrobáticas peleas y espectaculares persecuciones dignas de un video juego. La historia comienza cuando Anna (Loan Chabanol) es entregada al proxeneta Arkady Karasov (Radivoje Bukvic) para que la regentee como prostituta vip. Doce años después la chica arma un minucioso plan de venganza en el que involucra a Frank Martin (Ed Skrein) y a su padre (Ray Stevenson). El tema de la trata ya le trajo sustentazos resultados en la primera y mejor Búsqueda implacable (Taken, 2008) a Besson, mientras que la trama de venganza personal es tan eficaz como inevitable en este tipo de films. Las chicas son esculturales, se besan entre ellas cada vez que pueden (cuando no seducen al galán de turno en agradecimiento). Los hombres son los héroes que las chicas necesitan para cumplimentar sus planes ya que solas no son capaces de concretar sus proezas. Roles de género definidos al estilo siglo XIX, que cuadran en una estética publicitaria anquilosada, incluso los labios pintados de este nuevo “transportador” que le quita a la saga el rol de macho a la antigua para darle un toque femenino cuál sex symbol varonil siguiendo la línea del James Bond de Daniel Craig. En este engendro posmoderno, El transportador recargado es una película obvia, previsible y con falta de sustento y carisma que, lejos de revitalizar la saga, termina por hacer una versión de animación de la misma. Jason volvé.
Publicada en edición impresa.
El Transportador recargado nos trae a Frank Martin, un mercenario experto conductor, que se rige por reglas básicas a la hora de tomar un trabajo: sin nombres, sin preguntas y sin renegociaciones, es capaz de transportar cualquier cosa por el precio adecuado. La franquicia de acción ideada por Luc Besson extraña horrores a su protagonista clásico Jason Statham. Ed Skrein, su reemplazante, no alcanza el nivel de ironía y carisma de su predecesor. La historia principal, tampoco lo ayuda ya que el guión, casi una excusa para unir distintas secuencias explosivas, está lejos de los niveles de acción y adrenalina que eran una marca registrada de la trilogía original. Tampoco se puede negar que las coreografías en las escenas de acción y las peleas a puño limpio lucen tan estilizadas y clipeadas como se puede esperar de un producto de Besson. Pero es demasiado poco para una saga cuyo mayor mérito fue la de presentarse como un entretenimiento puro y duro.
Más descargado que recargado Menos de lo mismo... y sin Jason Statham. El transportador (2002) marcó la consagración definitiva de Jason Statham como una de las figuras más importantes del cine de acción de este milenio. A este film le siguieron dos secuelas (2005 y 2008), pero la cuarta fue la vencida y el pelado dijo no. El resultado es un producto que contiene varias de las escenas físicas más inverosímiles del año, pero que no va mucho allá de la replicación de fórmulas ya probadas. El nuevo Frank Martin (Ed Skrein, a años luz del carisma parco de Statham) mantiene los códigos de siempre: no hace preguntas, no pide nombres, exige puntualidad suiza y cobra la mitad del trabajo por adelantado. Aquí tiene un padre (Ray Stevenson) recientemente jubilado, que será secuestrado por un grupo de mujeres dispuestas a tomarse revancha contra los integrantes de la mafia que las secuestró cuando eran jóvenes. La promesa es liberarlo ni bien Frank culmine con su trabajo. Película con la huella del aquí productor Luc Besson, con toda esa galería de mujeres hermosas, acentos trasnacionales, lujos y autos de alta gama –los ralentis del Audi son dignos de una publicidad de entretiempo de Champions League–, El transportador recargado transita por los carriles habituales de este tipo de propuestas con conciencia y sin ningún ánimo de innovación. Quedan, entonces, apenas algunas escenas francamente imposibles (ver la de la manga del avión), cortesía de un habitué del círculo de Besson como el realizador Camille Delamarre, y no mucho más.
Ya sin Jason Statham, la película quiere convertirse en una nueva saga con Ed Skrein como protagonista. Lo que comienza de manera entretenida se transforma en un producto reiterativo y con débiles villanos. Jason Stathan ocupa un lugar destacado dentro del cine de acción actual y su carrera se potenció con El transportador -2002-, que tuvo dos secuelas filmadas en 2005 y 2008, pero parece que para encarar este proyecto pidió demasiado dinero y el productor Luc Besson lo alejó de la nueva película. Ahora el personaje de Frank Martin, el chofer experto en lucha que hace entregas sin preguntar demasiado y sigue sus reglas al pie de la letra, es encarnado por Ed Skrein -de la serie Game of Thrones- en El Transportador Recargado, que cuenta con la dirección de Camille Delamarre -el mismo de Brick Mansions-. Ambientado en la Riviera francesa en 1995, con un prólogo que muestra el negocio de la prostitución y una venganza que comienza a gestarse lentamente, el film ostenta una factura técnica cuidada, montaje ágil y siempre respetando los códigos de una saga en la que lo imposible se hace real. La nueva historia sumerge al protagonista en el ojo de la tormenta: Frank Martin recobra la relación perdida con su padre -Ray Stevenson- y es interceptado por una "femme fatale", Anna -Loan Chabanol-, quien junto a tres compañeras está planificando un robo bancario contra los delincuentes que las esclavizaron. Con este esquema El transportador Recargado no deja de lado las vertiginosas persecuciones automovilísticas, las luchas cuerpo a cuerpo en una disco, en un estacionamiento y acción a bordo de yates lujosos, además de intercalar tomas aéreas sobre sinuosas carreteras. Sin embargo, el resultado no es el mismo, se siente la ausencia de Statham en el rol central y la inexpresividad del nuevo héroe no convence a pesar de su habilidad para los golpes, lo que debilita una trama sencilla que tampoco cuenta con villanos para el recuerdo. Y éste es un punto fuerte en un relato de estas características. Si bien todo aparece orquestado hasta el más mínimo detalle resulta poco verosímil el papel del padre de Frank, un experto que ha salido de situaciones difíciles y es atrapado como "carnada" para que el chofer se encienda como pólvora y salga en su rescate. Son las reglas del juego y los productores ponen nuevamente primera y aceleran a fondo.
La devaluación llega a algunas franquicias también. Jason Statham optó por no regresar al rol de Frank Martin por cuarta vez, y en su lugar está Ed Skrein (no, no es Nicholas Hault) que afortunadamente hace un buen trabajo y, la verdad, se podría decir que es lo mejorcito de la película. En El Transportador Recargado (Refueled en su título original) no hay nada que no se haya visto antes. Escrita por Luc Besson, sabemos exactamente a los lugares que va, las vueltas de tuerca del guión y cuándo llega la escena de acción obligatoria. Sin embargo, el personaje del Transportador no es más que una excusa para contar otra historia. Las películas no son particularmente sobre él y no lo seguimos todo el tiempo, él es simplemente una herramienta que es usada cuando la historia –o los guiones- lo requieran. Desde ese punto de vista, el personaje todavía tiene vida y pueden seguir estirándolo mientras sigan encontrando buenas maneras de darle uso a sus atributos como “conductor designado” para transportar cosas. En este caso, Frank Martin y sus reglas se ven envueltos en la venganza de unas chicas contra un criminal ruso. Si bien no hay nada completamente original, al menos la película toma una buena decisión en dejar la incógnita sobre qué están haciendo exactamente estas mujeres. El “plan” es desconocido, y el espectador lo va armando a medida que avanza. Todo es altamente improbable, pero funciona como excusa para agregarle algo de misterio a la trama. Dirigida por Camille Delamarre, este nuevo Transportador mantiene muchos de los elementos que son parte de la saga: desde la voz medio ronca del personaje, alguna mujer (o algunas) que lo acompaña en sus recorridos, el auto como objeto para hacer cosas imposibles, hasta las escenas de acción al estilo Jackie Chan donde se usan las cosas que hay en un determinado lugar para generar originales coreografías de pelea. Hay una en particular que haría que Jackie Chan se ponga rojo de envidia. También hay otras cosas, como el personaje de Ray Stevenson, que mejor ni mencionar. Es un actor interesante, pero algunas decisiones y actitudes de su personaje podrían haber sido un poco mejor pensadas. Si buscan apagar el cerebro por una hora y media para ver escenas de acción unidas por una historia que no ofrece demasiado (donde secuestran ¡DOS! veces a un mismo personaje), El Transportador Recargado ofrece exactamente eso. No es una mala película, simplemente una que cumple de manera apretada con las consignas del género y que lamentablemente no se anima a subir la apuesta un poco más.
Nuevas caras, la misma historia Frank Martin (Ed Skrein) es un agente retirado que ha encontrado una nueva y lucrativa actividad: transporta paquetes o personas en situaciones complicadas, generalmente huidas o salideras, y gracias a sus habilidades siempre logra que la carga llegue a destino, sin hacer preguntas y sin complicarse demasiado la vida. Cuando su padre (Ray Stevenson) llega a visitarlo, un grupo de mujeres lo secuestra a cambio de sus servicios de transporte. Las mujeres en cuestión han sido víctimas durante muchos años de un tratante de personas, y buscan venganza robándole todos sus millones en una compleja operación, para la que requerirán la ayuda del transportador. La fórmula de la franquicia es siempre la misma: ciudades europeas, lindas chicas, mucha acción y un protagonista a prueba de todo. Pero si bien Ed Skrein luce espléndido de traje, a toda velocidad y revoleando villanos a las piñas, no tiene el carisma de Jason Statham para llevar sobre sus hombros todo el peso de la historia, y termina funcionando más como un modelo de Hugo Boss, que como un actor de películas de acción. La direccion de Camille Delamarre es prolija y cumple con todos los requisitos: buena fotografia, escenas de acción muy bien filmadas, pero sin el atractivo de las primeras entregas. La historia resulta bastante olvidable, si bien es entretenida, es más que predecible, y una película así se puede encontrar en cable día por medio.
Hace falta sacarle el jugo a una franquicia que ya no tiene a Jason Statham y dio buenos frutos. Con el lindo Ed Skrein. En fin, más de lo mismo. ¿Para qué?
Este “Transportador” agota su combustible a poco de empezar Cuesta un poco entender que El Transportador ya no sea Jason Statham, reemplazado por Ed Skrein de la serie "Games of Thrones". Además, el personaje no puede mantener sus rígidas reglas dado que ahora tiene un padre secuestrado, lo que lo obliga a obedecer cualquier misión imposible. Más allá de que una película en la que se pueda extrañar el histrionismo de Statham evidentemente tiene un problema de base, esta nueva entrada en la franquicia creada por Luc Besson ofrece algunas escenas de superacción descerebrada dignas de sus predecesoras. Sobre todo, hasta la mitad del metraje, con muy buenas variaciones sobre las persecuciones automovilísticas del caso, y una estética atractiva que empieza por la pandilla de rubias platinadas que obliga al protagonista a perpetrar una venganza temible contra unos mafiosos malísimos. Sólo que en el intento por estar a la altura del alto octanaje de las tres películas anteriores, este nuevo "Transporter" gasta casi todo su combustible al principio, con un clímax impactante en un avión, que lamentablemente, no sigue hasta las escenas menos interesantes que transportan al espectador hacia un desenlace típico de esta saga. Por lo menos, hay que reconocer que las escenas buenas son realmente explosivas, que las chicas lideradas por Loan Chabanol se lucen en varios momentos, y que Ray Stevenson, el padre del Transportador, se roba cada escena en donde aparece.
No está Jason Statham. No solo eso: hay una superabundancia de chicas sexy que diluyen el raro pero existente romanticismo del querido pelado en los tres films anteriores. Antes una demostración de lo que puede hoy la tecnología para conseguir imágenes -o un buen prospecto para que al realizador le encarguen propagansde autos, perfumes y centros turísticos- que una historia que nos entusiasme. Encima el transportador tiene un papá. Por favor, devulevannos a Jason Statham, un actor como la gente.
Reíte un poco, Besson La trilogía inicial de El transportador no era gran cosa, pero tenía sus momentos. En buena medida, era sostenida por el carisma del que es el mejor actor de acción de la actualidad, Jason Statham. Eso se podía ver especialmente en la segunda parte, donde Statham ya se había apropiado por completo del rol y Louis Leterrier ya había afinado sus capacidades para construir secuencias de alto impacto realmente atractivas, que jugaban con total autoconciencia con el inverosímil: ahí teníamos esa escena donde el protagonista se deshacía de una bomba plantada en su auto con una acrobacia automovilística que daban ganas de aplaudir de pie. Teniendo en cuenta que ya había incluso una adaptación televisiva, el desafío de El transportador recargado era darle una vuelta de tuerca que conservara las bases del espíritu original pero que trajera algo de aire y renovación. El problema surge con las decisiones iniciales para esto, consistentes en intentar darle mayor espesor humano -en una operación que guarda similitudes con el James Bond de Daniel Craig- a un personaje que en verdad nunca lo pidió ni lo necesitaba, porque es la pura superficie, el artificio y la pose al extremo. Que la nueva encarnación de Frank Martin sea alguien como Ed Skrein, que tiene menos carisma que una babosa, tampoco ayuda: nunca se le creen sus conflictos y jamás logra entablar una empatía con el espectador. De ahí que poco importe que al pobre Frank, tan profesional él, le secuestren a su padre -un Ray Stevenson absolutamente de taquito, en un papel de macho mujeriego que atrasa décadas- para que haga un trabajo o que se termine enamorando de una mujer que intenta vengarse de un siniestro mafioso ruso que la tuvo esclavizada a ella durante décadas. También es cierto que en las películas anteriores siempre la mayor debilidad pasaba por las figuras femeninas que se cruzaban con el protagonista, porque intentaban aportar una sensibilidad que nunca salía de lo banal y facilista. Acá eso se repite y es por eso que sólo importan las secuencias de persecuciones, tiroteos y peleas, filmadas a reglamento por Camille Delamarre, con lo único realmente interesante y distintivo siendo la voluntad por humanizar al personaje central a partir del impacto físico: si el Frank Martin de Statham sopapeaba a todos y nunca recibía ni un rasguño, el de Skrein es alguien que recibe unos cuantos puñetazos y en varias ocasiones la pasa definitivamente mal. Si uno deja de dar vueltas en el análisis, lo molesto de El transportador recargado -tampoco tan molesto, es una película que ni siquiera da para enojarse- es que se pierde la oportunidad de divertirse y divertir a su público. Una escena como la de la operación hecha contra todas las reglas sanitarias, ese personaje del mafioso ruso que hace toda su vida en aviones o esa idea de tres rubias (que no son rubias) convertidas en sofisticadas ladronas internacionales daban para una convocatoria al total delirio. Pero no, eso nunca termina de concretarse y lo que impera es una seriedad digna de mejores causas. Y eso es culpa de Luc Besson, el verdadero sostén creativo de la saga desde la producción y el guión, que no termina de hacerse cargo de que ya quedaron muy atrás los tiempos donde hacía films realmente serios y sólidos en sus oscuridades como Nikita o El perfecto asesino. No, Besson sigue queriendo vendernos una grasada diciéndonos que es algo profundo. Estaría bueno que se haga cargo de lo que es y hace, y que se divierta. Y que nos divierta.
Hay muchas cosas que están mal en Transporter Refueled, pero su pecado mayor es quererle vender al seguidor de la saga que Frank Martin ya no tiene la cara del imparable Jason Statham sino la del anodino Ed Skrein, que quizás recordarán por ser un Daario Naharis tan aburrido en la serie Game of Thrones que a la siguiente temporada lo cambiaron por otro actor. Y del recargado del título no hay mucho, ya que la nafta utilizada para esta nueva entrega no es de la misma calidad que antes. Con la estampa de Luc Besson siempre presente -ayudó desde la producción y el inexistente guión de la misma- tenemos en la trama a un joven Transportador que se ve metido en un embrollo debido a un grupo de prostitutas que se creen modernas Mosqueteras -Alexandre Dumas debe revolcarse en su tumba- y secuestran al padre de Frank para salir intactas con su gran robo a su proxeneta. En líneas generales, ésa es la historia, y la dirección de Camille Delamarre tiene que llenar noventa minutos con las persecuciones, choques y combates mano a mano que siempre presenta la factoría Besson. El esfuerzo de Delamarre es evidente y hay interesantes secuencias de acción, pero es más de lo mismo y Skrein no está a la altura de las circunstancias. Más si tiene unos zapatos muy grandes que llenar, porque estamos hablando del mismo Frank Martin que le abrió las puertas de Hollywood a Statham, no otro personaje en el mismo rubro empresarial. Podrá tener un físico privilegiado, pero Statham es Statham. El resto del elenco es lo usual, villanos muy villanos, femme fatales filmadas en cámara lenta, y a Ray Stevenson como el padre del Transportador, el único que parece saber en qué clase de película está metido, y le da a su personaje todo lo que el guión le pide. Su papel tiene mucha mas chispa que el de su hijo, y si en él hubiese recaído el nuevo papel del Transportador, las quejas no hubiesen sido las mismas. Transporter Refueled es un largo comercial para promocionar las hermosas costas de Francia y el auto último modelo del protagonista. Más allá de eso, hay alguna que otra buena secuencia técnica, pero en definitiva es un plato recalentado de una saga que ya estaba en las últimas y mas ahora que Statham abandonó el barco -o mejor dicho, el auto-. Un nuevo arranque que no pasa de la primera marcha.
Desastre a máxima velocidad Con una fotografía de catálogo, peleas artificiosas y un guion inverosímil, esta nueva heredera de la saga de Jason Statham redondea una película de pésimo gusto. Como alumnos del cine norteamericano de acción, los franceses se la llevan a marzo la materia. Heredera y continuadora de la franquicia creada por Luc Besson e interpretada por Jason Statham, El transportador recargado (de recargado tiene sólo el título) cambia de actor principal e insiste durante 95 minutos en ser desaprobada. La película empieza con un episodio en la Riviera Francesa en 1995 para contarnos el inicio del conflicto de la trama. Karasov (Radivoje Bukvic) es un mafioso ruso que llega al lugar para adueñarse del negocio de la prostitución. Anna (Loan Chabanol) y otras jóvenes más son sus esclavas. Quince años después, y sin explicación alguna, Anna está liberada y lidera una banda de chicas malas que se encarga de asaltar bancos. Juntas planean vengarse de Karasov, hacerle pagar una por una las encamadas que padecieron por su culpa. Para eso contratan a Frank (Ed Skrein), un exsoldado que se gana la vida conduciendo y matando gente a sueldo, muy a lo James Bond. Para asegurarse de que el infalible y estricto Frank colabore hasta el último y hasta las últimas consecuencias, Anna decide secuestrar a su padre (Ray Stevenson), con quien Frank tiene una relación entre afectiva y peleadora, para presionarlo y exigirle que colabore. Es más que evidente la intención de los productores: tratar de encontrar un sucesor para Jason Statham y ampliar el público de la saga en Europa. El resultado es una película del peor gusto: las coreografías de las peleas son de una artificiosidad que roza lo berreta; las persecuciones a toda velocidad por las calles de Montecarlo se parecen a una publicidad de Audi (con sus típicos ralentís pero mal usados); la fotografía es igual a la de un catálogo de agencia de turismo; los diálogos no pueden ser más tontos y fútiles; algunos planos no tienen razón de ser, y la enumeración podría continuar. Los tres guionistas (Adam Cooper, Bill Collage y Luc Besson) que figuran en los créditos no hacen uno. En un momento el padre, estando secuestrado, saca de la galera un chamuyo y besa a su custodia con música romántica de fondo. Cada vez que aparece el mafioso Karasov siempre le está bailando una mujer al lado, como si fuera un videoclip de Don Omar. Y Ed Skrein cree que ser serio es no reírse nunca. Para decir que leyeron un libro (citan todo el tiempo la novela de Alexandre Dumas, Los tres mosqueteros), al director Camille Delamarre no le basta con que uno de los personajes lo diga sino que lo redunda ponchando la portada del objeto, como para que al espectador no le queden dudas. El transportador recargado es una falta de respeto al cine de acción en general y a Jason Statham en particular. No se entiende por qué se estrenan estos malos productos en vez de darle pantalla a películas que sólo tienen lugar en festivales internacionales.
El transportador nace en el 2002 y hasta 2008 el personaje protagonista Frank Martin es interpretado por el actor inglés Jason Statham. En esta nueva versión, se lo extraña, su nuevo intérprete Ed Skerin no tiene el mismo carisma, ni dotes, ni atractivo, aunque sea también inglés. Luc Besson continúa como productor. El guión es flojo, su humor resulta blando, contiene buenos: efectos especiales, paisaje, luchas, persecuciones y coches. Entretiene.
Hay algo del orden del oportunismo si se quiere pensar en algo más o menos razonable para este (¿RE?) lanzamiento de otra entrega del personaje encarnado tres veces por Jason Statham. “El transportador recargado” propone una idea (repito, una idea) de argumento que se condice con las estrenadas en 2002, 2005 y 2008. Frank Martin (Ed Skrein) debe seguir las instrucciones de un trío de mujeres, comandadas por Anna (Loan Chabanol), que fueron prostituidas y ahora quieren vengarse de su proxeneta Arkady (Radivoje Bukvic). Ahora, ¿por qué Frank haría semejante tontera de tirarse contra la mafia rusa? Porque las chicas, que se visten igual y usan pelucas rubias iguales, han secuestrado a su padre y no se lo van a devolver si no cumple con sus demandas. Esa es la idea del guión de Adam Cooper, Bill Collage y nada menos que Luc Besson. La sensación es que se pelearon entre los tres y se filmó algo de cada uno para conformarlos a todos. El primero de los desaciertos está en el casting. Ed Skrein tiene porte de modelito de relojes de lujo o de calzoncillos en esas revistas de moda que uno encuentra en las peluquerías. En la pantalla tiene el mismo nivel de expresividad que las fotos publicitarias: Duro, estático y sin emociones. La ventaja de las fotos es que no hablan. Acá sí, y duele un poco. Es cierto que no tiene la culpa de los diálogos, pero al ponerle la tonalidad de un clavicordio desafinado se vuelve insoportable. Ante semejante muestra de falta de criterio la figura de Jason Statham cobra, por ausencia, un tinte de imprescindible. Las chicas son muy lindas, refinadas, finas, esculturalmente bellas y delicadas. Se imaginará el lector que verlas empuñar un arma o dando una piña resulta tan bizarro como ver a Rambo bailar un vals. Ray Stevenson, el hombre con más experiencia del elenco, parece ser el único que entendió que para estar en “El transportador recargado”, había que reírse de lo que le tocaba hacer y es lo mejorcito de un elenco mal elegido y peor dirigido. Los villanos son de cartón corrugado y encima obedecen al mandato hollywoodense: si no se llaman Arkady, Yuri o Iván, entonces no son villanos rusos. Otro desacierto del resto de esta producción es el de querer sacarse el guión de encima lo antes posible. Las transiciones no parecen estar construidas como tales, sino como puentes artificiales entre una escena de acción y la siguiente. Acá tampoco es muy feliz el resultado. Nadie pude negar la calidad técnica (sobre todo en la post producción), pero todo parece un regodeo en el preciosismo más que de utilidad narrativa o estética. En cuanto a las escenas de peleas coreografiadas no hay sorpresas, pero de nuevo, este actor hace que una trompada parezca un gag. No es por ensañarse pero lo cierto es que esta intención de mantener la franquicia entrega la nada misma en términos de construcción de personajes e instalación de situaciones verosímiles, entre las cuales hay un auto que entra en la manga de acceso de un avión, o el secuestro del padre a quien dos de las chicas torturan terriblemente encamándose con él. Lamentablemente el director Camille Delamarre, responsable de la cuestionable “Brick mansions” (2014), no ejerce la autoconsciencia como para mofarse de sí mismo y sobrevivir en su propio mundo. Estaríamos hablando de otra cosa.