Intercambios en el bosque De un tiempo a esta parte las obras de Steven C. Miller paulatinamente pasaron de ser un tanto insoportables a caer simpáticas, sobre todo porque el señor gusta de insistir con una “mediocridad seria” que se aleja en buena medida de la otra mediocridad, la trivial y autoconsciente que hoy por hoy prevalece en muchos sectores de la industria y tiende a la infantilización de los films: hablamos de un director muy anodino que comenzó su carrera ofreciendo películas malas de terror, de repente hizo un click y así se pasó a una suerte de mainstream clase B volcado al cine de acción… también bastante malo, por cierto. En esencia el norteamericano suele entregar productos -mejor o peor realizados- siempre destinados a un escapismo fácil similar al de décadas previas, aquel basado más en el relato y los latiguillos del género de turno que en la parafernalia digital o cualquier pose canchera. Como no podía ser de otra forma, en esta ocasión el realizador vuelve a replicar la fórmula centrada en el crimen organizado y/ o los secuestros que ya había utilizado en sus otras dos colaboraciones con Bruce Willis, léase Extraction (2015) y El Gran Golpe (Marauders, 2016), y en Arsenal (2017), ese trabajo reciente con Nicolas Cage y John Cusack, las otras dos figuras que -al igual que Willis- podemos englobar en el rubro “actores otrora parejos que están atravesando una etapa hiper activa pero con una racha horrenda de cuatro productos pésimos cada cinco películas filmadas”, lo que desde ya pone de manifiesto la uniformidad del Hollywood pochoclero actual, muy proclive a relegar al olvido a cualquier personaje que le recuerde que en otros períodos vivía de una mayor variedad estilística (la acción derechosa y freak del pasado fue sepultada por los superhéroes y pavadas similares). A decir verdad En Defensa Propia (First Kill, 2017) se ubica un escalón por encima de los opus anteriores de Miller y aunque hay que reconocer que de por sí es un detalle meritorio, tampoco le alcanza para abrirse camino por fuera de una medianía redundante y demasiado derivativa. Ahora estamos ante la historia de Will (Hayden Christensen), un agente bursátil de Wall Street que se decide a ir con su familia a visitar a su tía, quien vive en una zona boscosa, para pulir la relación con su hijo Danny (Ty Shelton) mediante una expedición de caza, con la vaga idea de que así el pequeño aprenderá a defenderse de los abusones que lo vienen golpeando en el colegio. Allí son testigos de cómo un policía le dispara a Levi (Gethin Anthony) y después trata de matarlos, frente a lo cual Will lo asesina con su rifle y lleva al herido al hogar de su tía para que lo cure su esposa médica Laura (Megan Leonard). Por supuesto que Levi toma de rehén a Danny y le exige a Will que evite el asedio de los oficiales y consiga el botín eje de la escaramuza/ fusilamiento fallido que presenciaron, lo que nos lleva a un robo a un banco perpetrado recientemente por Levi e ideado por nada menos que varios uniformados. El amigo Willis compone a Howell, el jefe de policía, y si bien se supone que el convite pretende mantener un halo de misterio alrededor de su persona, ya desde el inicio sabemos que el sexagenario está en “modalidad villano” y tiene mucho que ver con la operación en general. Más allá de un desarrollo estereotipado pero entretenido, aquí lamentablemente domina el desempeño poco convincente de Christensen y Willis, los dos actuando a desgana y presos de la rutina. Shelton tampoco es una joya aunque logra brillar en los intercambios que tiene con Anthony, cuyo personaje Levi es el más interesante de toda la obra porque es el único que escapa a la unidimensionalidad (los diálogos entre él y el niño exudan humanidad y dejan bien en claro la necesidad/ contexto por detrás de su participación en el atraco). A esta altura Miller tendría que volver al terror, enclave donde demostró sentirse narrativamente más suelto y menos forzado que en esta acción retro deficitaria, basta recordar su remake del 2012 -tan trash como divertida- de Sangriento Papá Noel (Silent Night, Deadly Night, 1984), ese clásico berreta del slasher…
En defensa propia: Dudosa moraleja sobre el paso del niño al hombre. Un corredor de Wall Street se ve obligado a evadir a un jefe de policía que investiga un robo de un banco mientras intenta recuperar el dinero robado a cambio de la vida de su hijo. El film da inicio con una escena escolar, el pequeño Danny juega con sus juguetes en el comedor escolar, suponemos durante un recreo, son dos muñecos que representan, uno el policía grandullón de brazos inflados y el otro el ladrón con su clásico piyamas a rayas. Siempre de espaldas, con su voz de poli malo intenta intimidar al ladrón para que se entregue. Juego de niños. Detrás la voz de otro lo congela, alguien se burla de lo que está haciendo y recibe una trompada por ello. Su padre, un joven y por lo visto exitoso empresario, cree que la mejor manera de ayudar a su hijo, de que enfrente sus miedos y acosadores, es llevarlo de cacería, como solía hacer su padre con él. Hasta aquí nada fuera de lo común en lo que respecta a ciertos cánones sociales que muchos americanos practicas, su Coming of age a través de estas actividades son ciertamente conocidas. Pero la basa de la historia es que no solo el niño deberá aprender la lección, su padre Will también deberá atender a otras. Quizás ese siguiente paso que a muchos nos sacudiría hasta el tuétano y que es convertirse en un cazador de hombres. El robo al banco, que por alguna razón no explicada de manera coherente, ha salido mal. Dos de los maleantes se enfrentan por el dinero, ellos son testigos de un intento de asesinato y antes de morir yo, lo harás tu. Sí, básico y metódico como toda la filmografía de este amante de la acción trepidante y de Bruce Willis, con él que lleva filmadas ya tres películas, que redundan en esos tópicos, secuestros, retorcidos destinos para el dinero robado al banco. Pero por sobre todo, es indiscutible su inclinación a enrevesar las historias queriendo plantear en ellas mas de un plot twist. No todo será aprendizaje, habrá venganza y el recuerdo de una vieja historia que querría venir al caso pero que mezclada en todas las subtramas se pierde en un “a cuento de que viene esto”. Una pena teniendo en cuenta las intenciones del reparto intentando colocar todas fichas en sus personajes, pero que terminan divagando en un retorcido cuento de ladrones robados. Plantear la idea de que no hay héroes sino que solo sobrevivientes de esta manera queda en una dudosa moraleja sobre la madurez. Además de ver como el secuestrador y posible asesino da lecciones al niño, con un síndrome de estocolmo amañado, de como tratar con los abusadores, que por cierto tiene mejores lineas que las intentadas por el padre. En definitiva es un film trepidante eso sí, que va en búsqueda de una buena historia pero tropieza todo el tiempo con un guion carente de cohesión, como si fuera un primer ensayo de una historia que por cierto ya vimos y mejor narrada.
Will (Hayden Christensen) es un joven empresario que decide ir a pasar un fin de semana junto a su familia a su ciudad natal, para enseñarle a cazar a su hijo Danny (Ty Shelton). Durante la cacería, Will y Danny son testigos involuntarios de una pelea entre delincuentes, que por defensa propia termina involucrando a Will. Esto derivará en el secuestro de su hijo. A partir de ahí se desatará una desesperante persecución en la que Will trabajará junto a algunos aliados, como el jefe de policía del pueblo Howell (Bruce Willis), para recuperar sano y salvo a su hijo, pero realmente, ¿en quién puede confiar? Una película que lamentablemente falla en casi toda su narrativa, tiene giros que se convierten en obvios, no genera suspenso y la mayoría de la historia transcurre en una persecución continua que no lleva a ningún lado y se termina volviendo repetitiva. Las actuaciones no son particularmente destacables, realmente creo que ninguno de los actores logra crear un personaje con el que se genere una empatía ante la situación por la que están atravesando. Tampoco podemos resaltar mucho la fotografía o la dirección, ya que tiene cosas muy poco destacables, apenas algunos planos de los paisajes del bosque en donde ocurren los hechos. Este es un film que pasará desapercibido por las grandes audiencias, ya que es prácticamente más de lo mismo y no trae nada nuevo ni novedoso al género, cayendo en lugares comunes durante toda la historia, con personalidades que podrían haber dado un mejor trabajo actoral, pero que se quedan a mitad de camino. “En Defensa Propia” no llega a nada, ni suma dentro de la cartelera y más para esta temporada de grandes estrenos.
En defensa propia, de Steven C. Miller Por Hugo F. Sanchez - Aunque la idea de llevar a un niño a cazar como para acelerar etapas y se convierta de una buena vez en un recio hombre es bastante ridícula, no estamos aquí para condenar el puntapié inicial de un relato, si después de todo con arranques menos felices se han hecho grandes películas. Así que tenemos a un chico de departamento (Ty Shelton) que sufre bullying en la escuela, con un padre muy trajeado en Wall Street (Hayden Christensen), que toma conciencia de que no le dedica el tiempo suficiente al crío y decide llevarlo al pueblo donde nació, matar algún venado y de esta manera, fortalecer al niñito de mamá. De paseo por el bosque, con papá sin traje pero igual de fachero en plan cazador, al pibe no le queda otra que escuchar las máximas del adulto, enrevesadas con lecciones meteóricas de tiro. Así están las cosas hasta que sí, en lo profundo del bosque ven como un tipo le dispara a otro y bueno, se clausura lo que iba a ser un tiempo de calidad entre padre e hijo, se complejiza (ja) la trama y entramos al territorio de En defensa propia. ¿Y cuál es ese universo? Una historia con varias un par de subtramas que no llevan a ningún lado, un trhiller desganado con dos buenos actores como Hayden Christensen y Bruce Willis -error imperdonable, me olvidé de mencionar que el gran Bruce se pasea por el set como un policía resentido por todo lo que le dio a la comunidad y el poco reconocimiento que obtiene por su abnegado trabajo-, al que se le suma Gethin Anthony haciendo las veces de un ladronzuelo que de alguna manera (de cualquier manera, según el disparatado guión) completa la educación de pibito, que a no dudarlo, después de 97 minutos, va a salir de bosque hecho un león. ¿El lector se preguntará quién dirigió el artefacto? Pues bien, aunque la inquietud es tan justa como válida, la respuesta apenas merece que conste su nombre: Steven C. Miller. Sin bio ni nada. EN DEFENSA PROPIA First Kill, Estados Unidos/ Canadá/ Reino Unido, 2017. Dirección: Steven C. Miller. Guión: Nick Gordon. Elenco: Hayden Christensen, Bruce Willis, Gethin Anthony, Ty Shelton, Megan Leonard, William DeMeo, Deb G. Girdler, Tyler Jon Olson, Shea Buckner, Magi Avila. Producción: Randall Emmett, George Furla y Mark Stewart. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 97 minutos.
Papá es un ídolo En tiempos en donde las franquicias de acción con actores veteranos ya no saben de qué forma seguir en pie, aparecen de manera aislada y sin ninguna prisa, películas como En defensa propia. Aquellos actores (Bruce Willis en este caso) que han sabido hacer del género su fuerte indiscutido, aceptan este tipo de papeles como para seguir explotando su potencial y su trayectoria, sin tener en cuenta que, muchas veces, el tiro puede salir muy mal. Este filme cuenta la historia de Will (Hayden Christensen) quien, en su intento por forjarle un carácter a su hijo acosado por los bullies del colegio, lleva a su familia de vacaciones a una casa en el medio del bosque para enseñarle a su querubín a cazar. Todo sale mal cuando terminan siendo testigos de un intento de asesinato, y el padre en cuestión se verá envuelto en una carrera contra el tiempo para salvar a su familia y no quedar implicado en un robo fallido. Desde el inicio hasta su conclusión, la película navega constantemente en aguas conocidas. Tanto los personajes como el guion no aportan nada nuevo, manteniendo un ritmo narrativo letárgico y carente de toda emoción posible. Bruce Willis está solo dentro de una producción que parece estar hecha para saldar la deuda de alguien, más que para mostrar algo innovador que justifique la realización de la misma. Hayden Christensen nunca se ha destacado por sus dotes actorales, ni siquiera dentro de la saga de Star Wars que lo catapultó a la fama. En esta película todos parecen sentirse fuera de lugar e incómodos con sus roles, quitándole vida a la trama que, quizás con una vuelta de tuerca en su escritura, podrían haberla salvado. Estamos ante una película hecha estrictamente para la televisión, de esas que se encuentran de casualidad un domingo a la tarde donde nunca hay nada interesante para ver. No se explica el por qué tuvo que estrenarse en los cines, pero claramente no quedó a la altura de las circunstancias, dejando un producto insípido, lleno de fallas argumentales y con unas actuaciones que fluctúan entre lo pobre y lo mediocre. Habrá que esperar al próximo año para mejorar la calidad en todo sentido, siempre y cuando los realizadores se enfoquen en guiones con buena carga narrativa y no sigan transitando lugares comunes.
Cuando los buenos son los malos Steven C. Miller la vuelve a pifiar con Bruce Willis. Hace una película de acción, mucho mejor narrada y más interesante que El gran golpe (Marauders, 2015) pero vuelve a poner al astro de Duro de matar (Die Hard, 1988) en un rol que nada tiene que ver con el héroe que acostumbra interpretar. Otra vez el star system desperdiciado. Este asunto resiente una trama que está bien contada, más allá del mensaje “pro uso de armas” (explícito en el título de estreno en Argentina) que brinda la película. En defensa propia (First Kill, 2017) funciona como película de traiciones y venganzas más allá del “caso Bruce”. Los personajes tienen desarrollo dramático y los conflictos son atractivos hasta el final. Hay un intento de construir a los buenos como villanos y viceversa pero, antes de la moralina final, todo regresa a sus conservadoras bases. No sea que algún espectador distraído se confunda de senda. La cuestión empieza cuando Will Beamon (Hayden Christensen), un empresario adinerado trata de “conectar” con su pequeño hijo Danny (Ty Shelton) quién sufre Bullyng en la escuela. No se le ocurre mejor idea que llevarlo a cazar para que su instinto pase de “presa” a “depredador”. Para eso regresa al campestre pueblo de su infancia donde su padre lo llevaba a él de pequeño. En medio de la cacería de venados se topa con un ajuste de cuentas tras el robo de un banco. Will mata a un policía y su hijo es secuestrado por el ladrón. Debe devolverle el motín a cambio de su niño antes de que lo encuentre la policía. ¿Quién de todos estos personajes es Bruce Willis? Ninguno, es el jefe de policía del pueblo que guía la investigación aunque, sobre el final, se involucre más en el asunto. Un papel secundario que, si bien es acorde a su sexagenaria edad, no corresponde con el héroe de acción que suele componer en este tipo de tramas. Incluso parece que Bruce no quiso aparecer mucho por el rodaje y, simplemente, se limita a prestar su nombre para vender mejor la película. Esto se evidencia en que cada contraplano –aquellos momentos en que Bruce aparece de espaldas- donde se hace muy notorio que se trata de otro actor doblándolo y no de él. Una pena por el tipo de cuidado técnico que el film mantiene en otros rubros.
Un padre re banana que lleva de cacería a su hijo para que pierda sus miedos y se haga valiente (prácticas muy comunes en la idiosincrasia norteamericana), se verá en medio de la disputa por un botín en donde no siempre los buenos son lo que parecen. En defensa propia, un título muy diferente a su original (First Kill//Primer asesinato), es una película dirigida por Steve C. Miller, protagonizada por Hayden Christensen (Will), Ty Shelton (Danny) y Bruce Willis (Howell). Un film desconcertante, en donde la acción no termina de suceder, los personajes no tienen un rumbo definido, los que deberían ser malos tienen un costado adorable; el caso del secuestrador que tiene una relación muy amistosa con el niño secuestrado. El síndrome de Estocolmo a pleno. Los policías del condado son detestables, torpes y ¿confiables? Y la mujer de Will y madre de Danny siempre anda en pijamas. Todo se ve irreal, repetitivo y lento. Una película del montón.
Policías y ladrones. Will (Hayden “nadie quiere recordar que fui Anakin” Christensen) es un hombre de familia, un agente de Wall Street que planea un período campestre en casa de su tía para, entre otras cosas, fortalecer la relación con su hijo Danny (Ty Shelton) quien sufre de bullyng en el colegio. Como ya quedó demostrado en el famoso episodio de Los Simpson, no hay mejor forma de hacer que tu hijo se haga macho que llevándolo de cacería. Entonces, ahí van Will y Danny a aprender a defenderse matando animalitos con un rifle porque sí. En medio del viaje se topan con una de esas escenas que no deberían haber visto. Un policía le dispara a un hombre, Levi (Gethin Anthony), que cae herido. El policía los sorprende y quiere asesinarlos, pero Will es mejor y logra dispararle con el rifle. Siguiendo con la racha de buenas ideas, ¿qué mejor plan que llevarte con vos al hombre al que un policía quería asesinar? Llevan a Levi a casa de la tía para curarlo, pero ¡oh sorpresa! Levi no es un buen tipo, y toma de rehén a Danny para que estos no den alerta a la policía. Todo esto nos lleva al robo de un banco (¿en serio ni una idea original?) que fue llevado a cabo por Levy y un grupo de policías malos , y del que ahora Will deberá recuperar el botín para liberar a Danny. Falta algo: otro personaje protagonista. Howell (Bruce Willis) un policía que la película intenta hacernos dudar si es buen o mal tipo, aunque ya desde el primer momento sepamos que es malo como la ponzoña. Esta es la base argumental de En defensa propia, una de esas películas que no temen en decir “soy una más del montón y me vas a olvidar rápido”. It’s Miller Time: Quizás el nombre de Steven Miller no les suena para nada, y es algo lógico que así sea. En realidad, el hombre tiene ya unas cuantas películas en su haber, pero ninguna tan memorable como para colocar su nombre en el afiche por encima del título. Digamos, siendo amables, que es un realizador modesto. Sus primeros pasos los dio dentro del terror en cosas como Scream of the Banshee (sí, exacto, eso) y lo más respetable quizás sea la remake del clásico Papa Noel Sangriento conocida como Silent Night, que si bien no es buena, es tan estilo Clase B que entretiene. Hace dos años el hombre pegó un golpe de timón (¿?) a su carrera y se volcó a la acción más ramplona y clásica del directo a video o mercado hogareño (V.O:D. y afines), llámense policiales de esos que en los ’90 hubiese editado Plus Video o Best Seller; y ahí sí, se hizo de cierta fama. No sabemos si buena, pero fama al fin. Extracción, Marauders: El Gran Golpe, y Arsenal llevan su firma. Todas películas protagonizadas por ¿otrora? astros que han sido desplazados del gran Hollywood y abrazaron este nuevo mercado: Bruce Willis, Nicholas Cage, o John Cusack. La labor del hombre consiste en filmar decentemente (lo que no significa bien) con un presupuesto bajo y disimular producciones que podamos ver tranquilos desde nuestras casas relajados, para pasar rápido al sistema de televisión. El problema es cuando, como en este caso o el de Marauders, a algún distribuidor local se le ocurre estrenar esto en salas como si fuese una gran producción. Lo atamos con alambre: En Defensa Propia es una película sin ningún tipo de aspiraciones. Con un guion de manual (y uno de los flaquitos), repleto de lugares comunes, resoluciones apuradas y antojadizas, sin ningún vuelo técnico, mal montada, y cuyo único beneficio es que pasa rápido delante de nuestros ojos sin dejar demasiado estruendo. Christensen nunca fue buen actor y no lo va a ser ahora en una película que no le da las armas necesarias para salirse ni un poquito del buen ciudadano puesto en riesgo. Bruce Willis sí fue buen actor, supo ser un gran recio del cine de acción y desplegar dotes para el drama y la comedia. Pero ya hace rato adquirió la autoconsciencia de que está haciendo cosas para el mercado pobre, y al contrario de su colega Cage que se divierte sobreactuando, él actúa a media (y diría a cuarta) máquina. El resto de los actores acompañan, ninguno sobresale, tampoco desentona, con excepción del pequeño Ty Shelton que puede ser realmente irritante. Conclusión: En Defensa Propia es una película pensada para un mercado diferente al que logró en Argentina. Su destino original de mercado hogareño la hacen un producto pobre, sin expectativas ni nada que merezca destacarse por sobre la media. No es tan grave, pero tampoco aceptable.
En defensa propia es un postergado estreno que no cumple con lo que promete: no intriga ni entretiene lo suficiente como para llamarlo thriller de acción. Asimismo, es una de esas películas en las cuales uno no entiende por qué co-protagoniza Bruce Willis. O sea, no le hace falta. Lo único que gana es ensuciar su nombre. La premisa es simpe y repetitiva, hay demasiados clichés y por momentos aburre. El director Steven C. Miller, quien viene trabajando en el género hace rato, se vuelve a unir a Willis (la última vez fue el año pasado en Marauders), con un resultado trunco y desapasionado. Lo único que rescato bueno es la garra que le pone Hayden Christensen a su papel. Lo viene haciendo en todas sus últimas películas a modo de reivindicación, y lo va a conseguir en poco tiempo. No mucho más para acotar sobre este estreno. No es mala película per se pero no aporta nada al espectador frente a una cartelera con opciones mucho mejores.
Tras “El gran golpe” Bruce Willis vuelve a ponerse en las manos del realizador Steven C. Miller, esta vez en la piel de un policía que desentrañará los misterios tras la desaparición del hijo de un empresario. Narrada de manera simple, pero no efectista, el gran problema está en querer trascender más allá de lo que plantea, y en, obviamente, poner a Willis como protagonista cuando en realidad es un secundario, muy secundario.
El último disparo Las películas de acción, desde hace varios años, son una más parecida a la otra y sobre todo cuando se trata del director de En defensa propia, Steven C. Miller, donde el secuestro es moneda común y Bruce Willis aparece en pantalla. En defensa propia cuenta la historia de un padre que lleva a su hijo a cazar venados y son testigos de un asesinato. La película tiene todos los clichés necesarios del género: un padre común que de repente se convierte en un hombre con habilidades de un agente de la CIA, una mala relación con su hijo, un sheriff corrupto y a Bruce Willis. Todo en la película está muy forzado, desde las performances de Hayden Christensen (todavía no descifro si este pibe es bueno o no), hasta las conversaciones entre el “villano” y el hijo del protagonista, que resultan demasiados amables para alguien que está secuestrando una persona.
First Kill -o En Defensa Propia para Latinoamérica- es la última película del director Steven C. Miller (Silent Night). Manteniendo siempre su temática en thrillers de crímenes y acción -este año también estrenó Arsenal-, nuevamente tiene a Bruce Willis como uno de sus protagonistas, ahora junto a Hayden Christensen (Star Wars: Episode III – Revenge of the Sith).
Es una de acción, la tercera colaboración de Bruce Willis con Steven C. Miller (“El gran golpe” y “Extracción”), aunque el director no explote ni su humor ni su ironía que lo convirtieron en estrella. Aquí la sorpresa es ver a “Anakin” Hayden Christensen como un padre de familia capaz de hacer todo por su hijo. El guión de Nick Gordon parece un panfleto de la “Asociación Nacional del rifle”. Es que ese padre, un educado inversor bancario, tiene que solucionar un tema de bullying que sufre su niño y no se le ocurre mejor idea que ir a su tierra natal entrenarlo en el uso de armas familiares en una cacería. Y aunque de palabra le indica que no debe dispararle a humanos, en un segundo lo esta haciendo en una situación que describe el titulo. Lo demás es descubrir que el comisario es corrupto, que participo de un robo, que tuvo que ver con la muerte de su padre, más el rapto del pequeño de mano de un ladrón buenito que lo educa en tema del valor masculino. Claro que hay acción, vueltas de tuerca, situaciones sádicas, y el banquero que se revela como un héroe de acción. Así de rudimentaria es la cosa. ¿Ira ese chico maltratado armado al colegio para poner las cosas en su lugar? La película no se ocupa de eso…
Thriller de acción que une a policía y ladrón, a su pesar, en la carrera desesperada por salvar al hijo del segundo, secuestrado por el villano de turno. Esta película llama la atención por su falta de rigor y de capacidad para generar intriga y suspenso. En su ausencia, se impone el tedio y una pesada sensación de algo pasado de moda.
En defensa propia: thriller sin rumbo ni coherencia Hayden Christensen interpreta a un ejecutivo de Wall Street, todo el día ocupado entre reuniones y llamados telefónicos. Su expresión concentrada cuando su esposa le pide que vaya a buscar al hijo de ambos, víctima de bullying en el colegio, es la misma que tendrá a lo largo de toda la película. Tal vez la misma que ya tenía en los episodios de Star Wars. Pero acá la historia es otra: para reparar su ausencia y su conciencia, decide llevar a su hijo a cazar ciervos con la escopeta de su padre, muerto misteriosamente hace tiempo. Padres, hijos, muertos, misterios. De algo de eso se trata En defensa propia, intento de thriller rural atrapado entre las numerosas inconsistencias del guión y la vocación casi inconsciente de hacer una película irresponsable sin nunca lograrlo. El intento de aventura comienza con la llegada de la familia al bosque de la infancia, el entrenamiento masculino con el rifle y la ceremonia de la de caza que intentará forjar ese vínculo entre padre e hijo, afectado por la ciudad y los olvidos. Todo ese torpe prólogo se corona con una disputa entre ladrones de bancos en pleno bosque, un asesinato absurdo y una espiral de acciones confusas, filmadas con una cámara que nunca parece decidida a encuadrar lo que le importa. Una línea aparte merece Bruce Willis, que ya aparece cansado desde el comienzo, intentando hacer lo que puede con una historia que se desmorona a su alrededor.
Thriller con volteretas La película sigue los cánones del género, con Bruce Willis y Hayden Christiansen en lucha desigual. La carita de Bruce Willis, ese gesto tan característico como de oler caca casi que no lo abandona en En defensa propia. Y en parte es porque el policía Howell no siempre le cree a un padre la historia del secuestro de su pequeño hijo. Que el padre sea Hayden Christensen, el joven Anakin Skywalker de Star Wars, no hace más que llevar a pensar o recordar cómo la carrera del actor pudo tener un vuelco, antes de volcar. Pero yendo a la trama de En defensa propia, Christensen es un broker de Wall Street que regresa al pueblito de su infancia para “ayudar” a salir del bullying a su hijito y le enseña, ejem, a disparar con un rifle. Y se ve sin querer -obvio- en medio de una investigación del robo de un banco, tratando de evadir al policía a cargo (Willis) y, como hizo algo que, tal vez, no debía hacer (no lo spoilearemos) se ve forzado a recuperar ese dinero para recobrar a su hijito con vida. Steven C. Miller ya había dirigido al astro de Duro de matar en El gran golpe, estrenada en mayo de este año, y es últimamente bastante prolífico (cuatro películas en dos años, ni Enrique Carreras lo hacía). Lo cual no habla ni bien, ni mal. Tal vez, el ejercicio del thriller metódico lo ayude. Probablemente en el futuro. En defensa propia no escapa de los cánones del thriller, con alguna voltereta en la trama y un final que se desmorona. No por entera culpa de Willis (62), aunque su carita malolienta ya no le sienta como en sus mejores épocas.
Este reencuentro entre director y protagonista termina en un poco atractivo exponente del género policial. Tres películas consecutivas con Bruce Willis y una última con Nicolas Cage muestran que el director Steven C. Miller encontró una veta comercial explotando a figuras pasadas de moda en títulos muy parecidos a los que los volvieron famosos. Producción clase B destinada al consumo hogareño en casi todos los mercados del mundo, En defensa propia es un policial de antaño centrado en los avatares de un padre de familia al que las cosas le salen mal y, queriendo arreglarlas, le salen peor. Will (Hayden Christensen) es un reputado corredor de bolsa que viaja con su familia a una cabaña rural con la idea de salir de caza con su hijo de 12 años. En el camino se cruzan con un intento de asesinato a sangre fría que los terminará involucrando en una red de corrupción que llega hasta los más altos niveles de la policía local, encabezada por Howell (Willis). Como en El gran golpe / Marauders, la anterior asociación entre Willis y Miller, el resultado es un thriller que tranquilamente podría haber se rodado hace más de 20 años. La diferencia es que no se asume como el ejercicio nostálgico que es. Nada malo con volver a un tipo de cine que hoy prácticamente no se hace. El problema es que, ante la ausencia de entramado narrativo lo suficiente sólido para justificar las peripecias de su protagonista, el film pedía a gritos un tratamiento menos adusto y contracturado que volviera más disfrutable ver a Willis haciendo lo de siempre.
El duro de matar, menos duro. Hay que esperar hasta el final de los créditos para comprobar que En defensa propia se filmó en 2017 y no en 1993. Todo en el film de Steven C. Miller remite a una formar de pensar y hacer cine que hoy circula por los andariveles laterales del sistema de grandes estudios y resiste desde el mercado hogareño o producciones de reducida salida comercial en salas. Su estructura es la de un thriller policial a la vieja usanza con centro gravitacional en la corrupción en las altas esferas del brazo ejecutor de la ley, uno muy parecido a los que hace veintipico de años protagonizaban en serie Nick Nolte, Richard Gere y/o Morgan Freeman. De aquellos duros y recios oficiales al que le toca en suerte a Bruce Willis hay un trecho tan chico como el que separa el bien y el mal en estas historias. Y es justamente el hombre de la pelada más brillosa de Hollywood el único, culposo atractivo de una película vista mil veces antes... y mejor. En la primera escena Will (Hayden Christensen) habla de millones de dólares como un vuelto. El hombre es un exitoso corredor de bolsa endeudado sólo con su familia. Con el hijo como fija del bullying escolar y mamá enojada por las obligaciones laborales constantes, un fin de semana en una cabaña en las afueras del pueblo natal es la excusa perfecta para recomponer el vínculo. Sobre todo con ese chico de doce años al que hay que hacer hombrecito para que de una vez por todas devuelva golpes. Y pocas cosas más de machote estadounidense que salir a matar ciervos por el solo placer de hacerlo, tal como mostraron Los Simpson en el capítulo que Homero, temeroso de que el mundo se haya vuelto gay, quiere encauzar a Bart en los canales de la virilidad trumpeana llevándolo de cacería. Papá y el nene no se cruzan con metalúrgicos bailando en fundidora gay-friendly, pero sí con un hombre a punto de asesinar a sangre fría a otro. ¿Algo que ver con el robo a un banco que el jefe de la policía local (Willis) les había comentado en la entrada del pueblo? No es necesario estar muy avispado para mirar de reojo a ese policía que, evidentemente, sabe mucho más de lo que dice y con el que Will deberá vérselas cara a cara como testigo de los hechos: Will vs. Willis. Hechos que cuenta muy distinto a como fueron por la sencilla razón que de eso depende de la vida de su hijo, secuestrado como seguro del futuro botín por parte de uno de los ladrones. Así, el muchacho pasa de papá abandónico a lo más parecido a un superhéroe de carne y hueso intentando derribar él solito una red delictiva que abarca todo el organigrama policial. El problema con En defensa propia no es tanto lo trillado de sus peripecias como la forma seria, adusta con que Miller elige para contarlas. El realizador inició su carrera en el cine de terror de explotación para, unos años atrás, afincarse en las producciones clases B con estrellas del pasado. Películas fácilmente olvidables –Marauders, segunda de tres colaboraciones con Willis, se estrenó en mayo de este año– pero que al menos se asumían como ejercicio anacrónico de relojería genérica, el recuerdo de un tiempo que ya no es. Acá, en cambio, las clavijas del guión crujen ante algunos vacíos que con los minutos se vuelven pozos. Un policial como los de antes al que le falta policial como los de antes. El duro de matar, menos duro que nunca.
El último filme de Bruce Willis propone balas perdidas en el bosque. Sorprende la actuación del pequeño Ty Shelton y lo avejentado que luce Willis. Es probable que Bruce Willis entre al libro guinness de los récords como el actor que más veces ha interpretado a un policía. Verlo con un uniforme pidiendo refuerzos por walkie talkie mientras apunta con un arma ya es icónico, sería la mejor pose para eternizarlo en un monumento. Esta vez comparte cartelera con Hayden Christensen, a quien todos asociarán de inmediato con Anakin Skyawalker. El thriller tiene un curioso punto de partida, al menos desde lo climático: el hijo de Will (Hayden) sufre bullying, así que su padre tiene la ocurrencia de llevarlo a cazar para que “se haga hombre”. Los primeros veinte minutos poseen un tono costumbrista, por momentos parco. El director, Steven C. Miller, construye la relación padre-hijo de manera sentida, sobria, no hay escenas absurdas con lecciones de vida, ni líneas de diálogo que quieran subrayar algún tipo de paternidad ausente y culpable. Aquí acompañamos a un padre que desea pasar tiempo con su hijo y transmitirle confianza. La honestidad de estos primeros minutos también le debe mucho al pequeño Ty Shelton, el actor que interpreta al hijo. Ty Shelton es, sin dudas, lo mejor de la película, toda una revelación considerando que es éste su primer papel en el cine. Pero la trauma deberá complicarse para que Bruce Willis se ponga en acción, y en estos paseos por el bosque en busca de un alce, padre e hijo testimoniarán un fusilamiento mafioso. A partir de allí, el filme de Steven C. Miller se adentra decidido en el género thriller, con una vuelta de tuerca tras otra, personajes que no son lo que aparentan, secuestros, extorsiones, botines ocultos y un padre que romperá cualquier límite con tal de proteger a su hijo. Si algo salva a En defensa propia de hundirse en un mar de insipidez, es cierto relativismo moral que el director activa desde la óptica del niño. Por detrás de un thriller menor y a veces absurdo, hay un filme de maduración agridulce, un paso de la niñez a la adultez en medio de persecuciones y tiros que se incrustan en los árboles. Las mejores escenas estarán a cargo del joven Ty Shelton junto a uno de los “malos”, con diálogos ingeniosos, inclusive tiernos, filmados con la cantidad exacta de planos. De todos modos, esto es apenas una parcela óptima dentro de un conjunto deficiente. La película abusa de los giros inesperados y desmantela cualquier lógica de guión. A uno le queda la sensación de que es un filme hecho por encargo, sin grandes pretensiones, perfecto para distraerse en un colectivo de larga distancia.
Hay ya una camada de actores que fueron muy populares en los 80' que siguen buscando su lugar en la industria. Dinero no les falta, pero, como cualquier hijo de vecino, quieren seguir en actividad a pesar de que los buenos guiones ya no pasan por sus manos. No es que hayan perdido el pelo (bueno, Bruce nunca tuvo demasiado!) ni las mañas, pero es cierto que conforman un núcleo (Arnold Scharzenegger, Nicholas Cage, Jean Claude Van Damme, etc) del que vemos muchas más películas de las que creo yo deberíamos. Al menos, habría que sacar los ahorros del banco y ver si podemos armar algo indie con algún buen libro. O adaptación. Bruce hizo "Rock the Kashbah" hace unos años. Es posible. No parece ser el caso aquí. Rodada en un par de semanas y hecha en USA para el mercado de video doméstico, "First kill" es una cinta que habla sobre el uso de las armas, la corrupción en las fuerzas policiales y lo serio que tenés que ponerte cuando las cosas se van de madre. "En defensa propia" además trae una novedad, el regreso del ex-Star Wars, Hayden Christensen. Aquí partimos de la base de un suceso en una casita de un bosque lejando, donde un broker de Wall Street intenta pasar algo de tiempo con su hermano. Mientras están cazando ven algo que no deberían haber visto, y en cuanto comienzan rápidamente a ordenar lo sucedido, verán que la policía local está fuertemente comprometida, y que hay dinero de por medio. Mucho. Lo cual complicará la salida del lugar, mucho más cuando el personaje de Hayden tenga que negociar con los malos, que se han llevado a su hermano y no tienen digamos que buenas intenciones. La cinta es directa, sencilla, austera. Bruce es un comisario local, y actúa de taquito. Ni se despeina. Bueno, hoy sigo con los chistes malos, pero ustedes entienden no? El guión de Nick Gordon y la dirección de Steven C.Miller (uno supone que son amigos o socios con Willis porque ya han trabajado juntos en "Mauraders y "Extraction" antes) están correctos para el volumen de historia que quieren presentar. No hay sublíneas, ni nada que contamine la idea principal, tenemos un actor popular, alguna persecusión, disparos, lucha cuerpo a cuerpo y un rato apacible, sin demasiada tensión. Creo y espero que Bruce y su banda de amigos, encuentren espacios más creativos en este tiempo donde financieramente pueden hacer lo que se les ocurra. Y que suceda pronto.
En defensa propia es otro triste ejemplo de la decadencia absoluta en la que se encuentra la carrera de Bruce Willis. Un actor que hoy es una sombra de lo que llegó a ser alguna vez en Hollywood. Junto con Sylvester Stallone y Schwarzenegger en su momento fueron los reyes del cine popular norteamericano en los ´90 pero en la actualidad la situación es muy diferente. Resulta extraño porque no pasó tanto tiempo desde que brindó una buena interpretación en Moonrise Kingdon, de Wes Anderson, y las dos entregas de Red, que reunieron un gran elenco y fueron muy entretenidas. Sin embargo desde el 2014 Willis inició la etapa oscura de su filmografía donde no paró de trabajar en filmes mediocres que se hicieron exclusivamente para el dvd. Propuestas olvidables que uno podría asociar con Steven Seagal pero no con el actor que alguna vez brilló en filmes como 12 monos o Sexto sentido. Por lo general (y este estreno no es la excepción) sus últimos filmes fueron propuestas que se promocionaron con su imagen pese a que Willis tenía un rol muy limitado en las historias. El problema no es tanto que trabaje en producciones clase B, que de última es un trabajo digno, sino la actitud que presenta en estos papeles. Bruce Willis parece haber perdido la pasión por su trabajo y desde hace un tiempo se lo ve desganado en sus interpretaciones, como si estuviera anestesiado. Es claro que no le interesan en absoluto estos papeles ni las películas en las que se involucra y sólo se limita a recitar sus diálogos en piloto automático. En defensa propia es la tercera película consecutiva que hace con el realizador Stephen C.Miller, que previamente los dirigió en Extraction (2015) y Los conspiradores (2016) que se estrenó hace un tiempo en los cines locales. En este caso Miller ofrece un thriller aburrido y previsible que se hace llevadero gracias a la interpretación de Hayden Christensen, quien tuvo que remar completamente solo un argumento mediocre. El actor de Star Wars fue la figura de esta película que más entusiasmo le puso a su interpretación, pese a que el argumento no le daba muchas chances de destacarse. Willis parece un zombi durante toda la historia y es triste ver que su carisma desapareció por completo porque ya no le importa en absoluto su trabajo. Sólo está ahí para vender su imagen en un póster. Las pocas escenas de acción que presenta Miller están bien elaboradas y no hay grandes espectáculos pirotécnicos ni situaciones absurdas. Sin embargo la película nunca llega ser los suficientemente atractiva para gastar una entrada al cine, ya que es un opción (si no tenés nada mejor que hacer) para ver en televisión. Son esa clase de producciones desapasionadas que se hacen para el dvd, donde nadie tiene un compromiso por brindar un buen producto. En materia de acción El implacable, con Jackie Chan, es una propuesta completamente superior entre las novedades del género. Ojalá M.Night Shyamalan pueda resucitar la carrera de Bruce Willis en Hollywood con la continuación de El protegido que llegará en el 2019.
CONTEMPLEMOS LA CAÍDA DE BRUCE WILLIS Un pibe sufre bullying y su padre, un tipo que trabaja en el ámbito financiero en Nueva York, cree que lo mejor para que forje carácter es llevarlo al bosque para que aprenda a cazar. Puede parecer un poco ridículo, pero sabemos por las películas -y por la realidad- que la sociedad norteamericana tiene una relación bastante particular con las armas. En pleno aprendizaje de la cacería, el padre y el hijo son testigos de un crimen y terminan involucrados en una trama policial que incluye a policías corruptos. Es el comienzo de un thriller rural, de esos en los que la violencia es una suerte de canalizador de los traumas y las taras de la humanidad. Tal vez En defensa propia cuente con elementos trillados, pero no debería ser atenuante para impedir el buen entretenimiento. Sin embargo la película de Steven C. Miller nunca alcanza la verdadera profundidad que el marco sugiere y por el contrario se contenta con ser un film lineal, plagado de giros que abundan en decisiones estúpidas por parte de los personajes y un guión incongruente que juega a un misterio que se adivina a los cinco minutos. Pero En defensa propia es también la confirmación de un par de presunciones. La primera y fundamental es que Hayden Christensen es uno de los actores más inexpresivos que ha pisado el suelo hollywoodense: actor sin alma ni pizca de carisma, desde su aparición estelar en aquel Episodio II de Star Wars, su presencia es sinónimo de tedio y de no poder conectar nunca con los personajes que interpreta. Pero en segunda instancia, y aún peor, es que asistimos a una nueva demostración de cómo Bruce Willis está destrozando su carrera con evidente saña. No es sólo la aparición repetida en películas flojas o fallidas, sino que además ha dejado de estar en el centro y ya ni siquiera es convocado por los directores más interesantes. Su presencia, otrora garantía de cierta solidez para interpretar a tipos duros con carisma, se viene diluyendo en una serie de thrillers mediocres que no generan el más mínimo interés. Tal vez el bueno de Bruce en algún momento retome la senda, pero por el momento parece que estamos condenados a verlo en estas películas que le quedan decididamente chicas a su figura puramente cinematográfica. En defensa propia ni siquiera tiene la sabiduría como para reconvertirse en un film autoconsciente y encima dilapida las posibilidades de un subgénero (el policial rural) que suele tener buenos resultados en el cine norteamericano, como lo demostró este año la notable Viento salvaje.
Para pasar un rato ameno sin grandes pretensiones. A los pocos minutos ya sospechás, por no decir que ni tenés dudas, de quienes son los malos y quienes los buenos (y encima algunas actuaciones de los que realmente terminan siendo los malos no son del todo...
Una familia pasa el fin de semana en un pueblo fuera de la ciudad. Will (Hayden Christensen) ve la oportunidad para fortalecer lazos con su pequeño hijo mediante la caza. La estadía será interrumpida por robos en un banco del pueblo. Will y su hijo son testigos de un intento de asesinato. La policía (con Bruce Willis al mando) está tras las pistas de los sospechosos. La presa es un venado que se encuentra en la mira. Pese a esto, el niño cuestiona a su padre cómo se siente terminar con la vida de un animal. Will, posiblemente recordando viejas salidas de caza con su padre, saca a relucir su orgullo, pues la caza supone un acto de hombría que para el niño no deja de ser incomprensible; al sufrir abusos escolares se siente más identificado con una presa que con un victimario. El principal problema de En defensa propia (First Kill, 2017) está en su concepción. Es un thriller mal rodado con ambiciones netas. La historia es convencional, pero es a partir de la música sensiblera y la fotografía excesivamente iluminada u oscura que excede sus límites y no precisamente de buena manera. Tiene todo lo peor del cine hollywoodense de género: patriotismo implícito, golpes bajos (la familia y los niños como principal bandera) y un desenlace complaciente con el espectador. Las subtramas (la policía corrupta y un niño que sufre bullying en el colegio) no son debidamente abordados y claramente pudieron haber aportado mucha riqueza narrativa. Hayden Christensen nunca fue versátil y Bruce Willis no tiene peso, alguien debería decirle que lleva diez películas seguidas con la misma mueca en su rostro. La dirección de Steven C. Miller parece puesta en piloto automático. First kill es un film fallido porque no tiene pulso, el guión es totalmente predecible, las actuaciones son desangeladas, la narración carece de timing y termina siendo un producto manipulador e inofensivo.
Este film se encuentra bajo la dirección de Steven C. Miller (”El gran golpe”) quien intenta mantener a los espectadores entretenidos con persecuciones, tiroteos, tensión, suspenso, varias escenas de acecho y con algunos giros dentro de la trama. Esta es la tercera vez que Miller trabaja con Willis (actor y productor estadounidense, de 62 años), se esperaba, la trama termina siendo superficial y convencional, careciendo de emoción, Bruce Willis ofrece una actuación pobre, al igual que Hayden Christensen y ninguno del elenco realmente se destaca. Solo un buen pasatiempo con algunos mensajes.
“En defensa propia” conforma otro de los insólitos estrenos en la cartelera vernácula que, junto a algunos productos presentados durante este casi finalizado 2017, encabezan una vasta lista para recomendar a los enemigos. Will (Hayden Christensen) es un hombre ocupado, adicto a su trabajo en una empresa y con poco tiempo para los suyos. Pero enseguida se da cuenta que debe hacer lo posible para no perder el vínculo familiar, en especial con su hijo Danny (Ty Shelton). ¿Hay mejor plan que ir a una cabaña en medio de algún bosque y mostrarle a su hijo como manejar un arma para cazar ciervos? Y su esposa mientras tanto… bueno en realidad no hay “mientras tanto” en este guión chato y sin lugar para las sutilezas. Antes de llegar al lugar, aparece Bruce Willis con cara de “¿Dónde carajo está el control remoto”, y en dos líneas de diálogo deja claro qué tipo de personaje interpreta, más allá de su título de sheriff de esa comarca. Despejadas las dudas de quién es quién, el guión planta como punto de giro uno de los asesinatos más ridículamente contados, y peor presentados en muchísimo tiempo. De ahí en más, nada logrará levantar el peso muerto de un argumento prehistórico para este género a esta altura de la soirée. Ni la correcta fotografía, ni las insulsas actuaciones del elenco completo. Ni el pibe Ty Shelton está bien, pero eso es más por lo que le toca hacer con su personaje que por su talento. Se mezcla una tensión familiar con una cuestión de ajuste de cuentas entre gente corrupta que cometió un robo o estafa. Steven Miller trabaja por tercera vez con Bruce Willis, y si bien la anterior, “Marauders” (2016), era más digna en su concepto general, lo cierto es que la cosa no parece estar funcionan. Ni siquiera en el aprovechamiento del astro de “Duro de matar” (John McTiernan, 1988) como actor del género de acción. ¿La peor escena? La de la cabaña en la cual uno de los “malos” amenaza a Will con matar a su esposa sino baja el arma. No es la única por cierto, pero es la más graciosa (por no llorar) de las muchas que mueven a risa.
Un secuestro En defensa propia es la nueva película de acción de Bruce Willis, sin pretensiones ni tampoco demasiados resultados positivos. El mejor momento de En defensa propia llega en una escena de la segunda mitad en la que el secuestrador bueno (Gethin Anthony, Renly Baratheon en Game of Thrones) le da un par de lecciones al niño que tiene secuestrado (el debutante Ty Shelton) sobre cómo lidiar con los bullies. No es que sea demasiado: la película es tan floja en su trama policial, en sus vueltas de tuerca de suspenso y en sus escenas de thriller, que ese momento intimista brilla y se destaca aún estando lejos de otros exponentes de ese subgénero como por ejemplo la extraordinaria Un mundo perfecto, de Clint Eastwood. Pero la comparación es un poco injusta, porque la película de Steven C. Miller no tiene más pretensiones que las de ser un pasatiempo clase B. Will Beamon (Hayden Christensen) es un financista que decide llevar a su pequeño hijo Danny (Shelton) a cazar al bosque en el que cazaba en su infancia para “endurecerlo” y que aprenda a defenderse de los bullies que lo acosan en el colegio. Pero en medio del bosque, los dos son testigos de un conflicto entre dos delincuentes que termina con uno de ellos muertos y el otro herido. Después de algunas vueltas morosas y no del todo verosímiles, el delincuente herido secuestra a Danny. Will entonces tiene que recuperar la llave de una caja fuerte que contiene un botín, para poder recuperar a su hijo; y el Jefe de Policía Marvin Howell (Bruce Willis), le complicará el plan. Esta es la tercera colaboración entre Miller y Willis, que venían de hacer Extraction (no estrenada en Argentina) y El gran golpe; una dupla que está lejos del atractivo de otras del estilo como Tom Cruise-Doug Liman o Liam Neeson-Jaume Collet-Serra, por nombrar dos contemporáneas que dieron grandes películas de acción que sin ser obras maestras ni pretender innovar demasiado en el lenguaje, funcionan con ingenio e ideas. No sucede nada de esto en En defensa propia, porque el flojísimo guión de Nick Gordon se pierde en una trama compleja y previsible a la vez, la peor combinación posible. Para que se den una idea, el secuestro de Danny llega recién a los 40 minutos de película, luego de una bastante buena persecución en el bosque. Todo lo anterior es una especie de prólogo tedioso y demasiado extenso, y lo que viene después, una resolución que todos los que vimos alguna película de secuestro en la que el secuestrador tiene buenas intenciones, sabemos por dónde va a ir. En el medio, esa persecución en el bosque, un trabajo a reglamento de Bruce Willis, un Hayden Christensen que nunca se recuperó de su horrible Anakin Skywalker (más allá de la interesante El fabulador, sobre el curioso caso de Stephen Glass) y un pueblo repleto de policías corruptos que debería provocar la incomodidad de hacernos sentir que todos los personajes están en peligro, un poco al estilo de La violencia está en nosotros, pero que es apenas un rejunte de habitantes ni siquiera demasiado excéntricos. Quizás el más grande personaje de Bruce Willis, y por el que muy probablemente sea recordado, sea el John McClane de Duro de matar. Pero más allá de esa franquicia (la última de la serie se estrenó en 2013 y quizás venga alguna más en el futuro), Willis brilla en otra clase de películas: Tiempos violentos, Sexto sentido, las dos Sin City, Doce monos y dos que vienen: la remake de El vengador anónimo dirigida por Eli Roth, y Glass, la secuela de El protegido, de M. Night Shyamalan. Con tremenda filmografía, resulta al menos curiosa su participación en películas como En defensa propia (u otra estrenada este año, Secuestro en Venice), todas mediocres, sin pretensiones ni demasiados resultados.
Y sí, hay que comer, se dicen Hayden “fui Darth Vader” Christensen y Bruce “fui mil cosas y tuve pelo” Willis, y ahí van, uno como el papá que no le da bolilla al nene y para reconectar lo lleva a un viaje de caza (er...) y el otro, como un policía un poco corrupto. Hay un robo, los delincuentes secuestran al nene y papá tiene que hacer indecencias para salvar la vida del vástago. O sea, clase B otra vez (ver El implacable) con locaciones naturales, gente actuando de muy mala y de muy buena, y una buena dosis de lugares comunes. La historia es tan repetida que le juega en contra al trabajo de estos dos tipos que solo quieren cobrar sus suculentos garbanzos y seguir en el juego del cine y lo hacen -se podría no hacerlo así- con convicción y creyendo en que son esos personajes. Lo demás tiene, de todos modos, el atractivo de que sí, es previsible, pero cada vez hay menos películas chicas que van directo al punto, y casi nos olvidamos de cómo eran. Un digno relleno en dobles programas de otrora (¡Quizás como segunda de El implacable!).
Esta película ya la vi Difícilmente “En defensa propia” sea de esas películas que queden en la memoria del espectador. Por momentos es mucho menos que un chicle, porque los Bazooka al menos dejan un gustito a fruta en la boca. Esta es la historia de Will (Hayden Christensen), un empresario ocupadísimo que al ver que su hijo Dany (Ty Shelton) sufre bullying en la escuela decide llevarlo a cazar ciervos, en una supuesta iniciación a la hombría. Will no tiene mejor idea que llevarlo a su pueblo natal, allí donde su padre, desaparecido en circunstancias extrañas, lo contactó con la naturaleza, con la caza, y aceitó el vínculo familiar entre ambos. Miller quiso utilizar la trillada la máxima “pueblo chico-infierno grande”, pero no lo logró. Le salió un relato poco claro, pretencioso, plagado de lugares comunes y encima con actuaciones flojas en escenas menos creíbles todavía. Como caballito de batalla disfrazó de villano a su actor fetiche, el ex “Duro de matar” Bruce Willis, que ya lo había tenido en sus filas en “El gran golpe”. Pero Willis ya no es lo que era, si alguna vez lo fue, y su rol de policía justiciero primero y corrupto después luce desdibujado, forzado, sin matices. El nudo del conflicto se dispara cuando secuestran a Dany en medio de la cacería de ciervos, porque fueron testigos de algo que no deberían haber visto. En ese intríngulis Will matará a una persona para salvar la vida de su hijo, sin saber que su víctima es un policía, lo que dará inicio a otro problema más. La película se torna chata, nunca atrapa al espectador y tiene toda la onda de las películas de “Sábados de Súper Acción”, cuando se miraba tele para matar al hastío. Con la diferencia que en aquellos años estaba todo por descubrir. Y acá es todo tan visto y repetido que aburre.