Entre la luz y la oscuridad Eva no duerme (2015) es un onírico retrato sobre el destino que sufrió el cadáver de Eva Perón, que cuenta con un multiestelar elenco encabezado por Gael García Bernal, Denis Lavant, Daniel Fanego e Imanol Arias. El director Pablo Agüero (77 Doronship) recurre a un tema candente en Argentina: la figura de Eva Perón, amada y repudiada con la misma pasión. Y lo hace a través de una de las historias más oscuras y macabras relacionadas con quien fuese denominada la abanderada de los humildes, la odisea que obtuvo su cuerpo convertido en símbolo, manipulado, prohibido, y robado por diferentes procesos políticos. La historia está dividida en tres apartados bajo los títulos de “El embalsamador”, protagonizado por Imanol Arias, “El transportador” con Denis Lavant, y “El dictador” compuesto por Daniel Fanego. Pero así mismo el film cuenta con una suerte de prólogo y epílogo donde Gael García Bernal compone a la figura siniestra y relevante en el destino del cadáver: el almirante Emilio Eduardo Massera. El primer apartado será dedicado a los sucesos ocurridos con el anatomista español Pedro Ara Sarria, el segundo con el coronel Carlos Eugenio Moori Koenig y el tercero con el Coronel Pedro Eugenio Aramburu, encarnado por Daniel Fanego. Un excelente material de archivo recupera hechos verídicos y los relaciona con la ficción narrada. Porque aquello que se cuenta tiene una función alegórica y sombría sobre la veracidad de lo sucedido, distanciada de la representación literal y anclada en su poder simbólico e interpretativo. No por nada el film tiene una puesta teatral y una estética expresiva que apunta más a dar un testimonio onírico de los hechos que a contar una verdad absoluta. De ahí el carácter controversial del film. La película arranca con la luz frontal de los faroles de un auto que trazan un camino en la oscuridad. Desde ellos se acerca el personaje de Bernal a cámara mientras escuchamos su voz decir “Cometimos un solo error, no deshacernos del cadáver de Evita”. Es el comienzo del film que volverá una y otra vez sobre ciertas ideas expresadas a diario por la derecha más recalcitrante. Filmada casi en penumbras, Eva no duerme juega constantemente con los contrastes (lumínicos, ideológicos, simbólicos) para complejizar aún más aquello que expone en pantalla. El otro recurso es el sonido, siempre generando capas de sentido sobre una imagen austera en personajes y cantidad de elementos en el cuadro, para dar con una película que socava en las entrañas de la historia argentina.
Memorias después de la vida En Eva no duerme, las confrontaciones ideológicas y sistemáticas vibran bajo las baldosas de Buenos Aires después del fallecimiento de Eva Perón. Con dirección de Pablo Agüero, distintas historias se entrelazan bajo el dominador común de la figura de Evita, con variadas derivaciones, pero ninguno indiferente ante la mujer más importante en la historia de la patria argentina. En un tono duro y oscuro, el film es un reflejo de lo que acontecía en la historia nacional desde la época de los ’50 hasta fines de los ’80. Todo ocurre y gira en torno al destino que tomó el cuerpo de la primera dama Eva Perón, desde su embalsamador (Imanol Arias, con una escena muy fuerte y no apta para impresionables) hasta el regreso a Buenos Aires. Eva no duerme tiene cuatro personajes centrales; Gael Garcia Bernal, el militar que oficia de narrador, Denis Lavant en la piel del soldado que traslada el cuerpo de Eva y Daniel Fanego como Pedro Aramburu, además de Arias. La historia trata los temores, frustraciones y sentimientos encontrados de los personajes, llegando a la anomalía de compadecerse y asombrarse por un cuerpo sin vida, que por su aura, imagen y fuerza popular, parece más presente que nunca. Desde la mirada exclusiva del aparato militar antidemocrático, la voz de Bernal guía al espectador a través de la perspectiva de las fuerzas armadas y la relación tan íntima y complicada que tenían con esa mujer. En todo momento la película resalta la importancia que genera Eva, desde cuatro perspectivas ajenas y desiguales, pero bajo el mismo foco común: el respeto y admiración/odio hacia ella. Además, se exhibe el costo político que genera para los distintos bandos, poseer el cuerpo de la difunta, y que medidas toman desde ambos lados para quedarse con él. A pesar de ser de una duración acotada -85 minutos- el film tiende a demorarse y no se desarrolla de manera dinámica, provocando cierto cansancio e incluso aburrimiento para el espectador. El material de archivo muestra el escenario necesario para ubicarnos en tiempo y espacio, pero se vuelve un poco tendencioso con su uso reiterativo y constante. El elenco cumple pero no deslumbra y se manifiesta acorde a las exigencias del film. El mensaje del director y guionista Pablo Agüero es claro pero confuso en sus formas de llevarlo a cabo. En un ambicioso guión por poner un poco de luz a un pasado bastante lúgubre e inexacto con respecto a lo sucedido con el cadáver, el guión acompañada sin sobresaltos pero termina de explotar en la última historia con Fanego, que se lleva lo mejor de toda la cinta. Eva no duerme escarba en una época demasiado complicada y conflictiva de la historia de Argentina, con sus contradicciones, promesas inconclusas y despedidas tenues y oscuras, donde las heridas todavía no cicatrizan y siguen allí: vivas y abiertas. Por Alan Schenone
El Cuerpo Errante Llegó finalmente el momento esperado por todos los cinéfilos festivaleros del país, el 30° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, y tengo el honor de arrancar esta sección con una película que se las trae como Eva No Duerme de Pablo Agüero, que se encuentra dentro de la Competencia Internacional. Tras el fallecimiento de Eva Duarte de Peron en 1952, comienza por un lado el mito esperable sobre la vida de la mujer más importante en la historia argentina del siglo XX, pero por otro lado se suma una historia pendular que oscila entre los hechos y los más oscuros mitos sobre lo que sucedió con su cuerpo. Pablo Agüero toma todos los elementos a su alcance, le suma ficción y nos trae tres narraciones que por sus títulos y un conocimiento básico de historia (y vox populi también) deducirán sobre qué tratan: El Embalsamador, El Transportador, El Dictador -se podría considerar una cuarta que no tiene título ni voy a desarrollar ya que spoilearia el final de la película-. Si no fuera suficiente atractivo esta trama, hay un gran reparto como Imanol Arias, Gael García Bernal, Denis Lavant, Daniel Fanego y Ailín Salas (protagonista de Mariposa), entre otros. Estética Necrológica El director Pablo Agüero nos presenta un guión ordenado y sólido sobre una historia oscura, denigrante y perversa de nuestra historia, aunque bien hay que considerar, como dije antes, el mito y la ficción que no teme en sumarle Agüero lo que magnifica la película. Sin embargo, esto es percepción personal, el relato de El Transportador se extiende sin mantener la tensión que logra en los otros. En cuanto a la fotografía hay una propuesta cuidada, de una calidad destacable por la originalidad que acompaña lo oscuro de Eva No Duerme, en un momento con movimientos de cámara similares a Tarantino (más precisamente en El Transportador hay un atisbo a Bastardos Sin Gloria) y se suman imágenes documentales en excelente estado de la época de Eva Peron y el golpe del ´55. Asimismo, “El Dictador”, es una concatenación de planos secuencia -digamos practicamente uno por escena-, lo cual lo hace interesante en cuanto a la construcción del tiempo narrativo en una de las partes más tensas. Las actuaciones son de gran calidad, aunque en El Dictador -sobre el juicio y fusilamiento de Aramburu- los peronistas revolucionarios que lo secuestran carecen de credibilidad, quizás por la dirección de actores, quizás por un mal casting, pero no alcanza el nivel que se sostiene en todo el resto de la película. Conclusión Eva No Duerme es una película que toca un delicado tema de la historia argentina, pero no abusa de los golpes bajos ni en el proselitismo, sino que prioriza la ficción y la narración, a lo que se suma su calidad estética, pero que por momentos presenta pequeños baches de guión y actuación que, sin embargo, no son lo suficientemente profundos como para no destacarla y recomendarla.
Un debate que sigue abierto ¿Qué sucedió con el cadáver de Eva Perón? Pablo Agüero redobla apuestas en el filme que compite en Mar del Plata. Todos los riesgos que Pablo Agüero asume en Eva no duerme están justificados. Su ficción sobre esta historia insólita, el derrotero del cadáver de Evita tras su muerte en 1952, siembra tanta información cifrada que para decodificar algunos de sus símbolos, tal vez sea necesario verla más de una vez. Escrita por el mismo Agüero, difiere por completo de su personal e íntima La Salamandra. Aquí el autor se nutre de una historia global, con distintas implicancias en el imaginario colectivo, y la transforma en una ficción con su marca y estilo. El cuerpo muerto de Eva Perón, su turbio peregrinar, es visto en tres momentos distintos de la historia argentina, con escenas teatralizadas cargadas de simbolismos y de preguntas sobre pasado, presente y futuro. Una estructura muy pensada, con material de archivo salpicado en el filme, marcas que tienen que ver con el ultraje, y distintos episodios escena, como el embalsamado de su cuerpo, a cargo de un conservador español, el robo del cajón de la CGT a cargo de un comando militar que aquí está representado por un coronel francés y un soldadito en un juego de antítesis, y luego el episodio de Timote, cuando Aramburu es secuestrado y sentenciado por Montoneros, que entre otras cosas le exige dar con el paradero del cadáver. Redobla la apuesta Agüero, eligiendo a un marino para guiar parte de esta historia, es el punto de vista de Massera y algo más, porque el director juega a eso, a condensar información y símbolos históricos en cada uno de los personajes. Por eso, al tiempo que propone una mirada desde el dictador, responde con sus propias armas, que son el tono y la permanente interpelación del filme. La mayoría de las escenas transcurren de noche, en un juego de contrastes más que elocuentes. Atenta contra el filme la discontinuidad que implica no contar con un protagonista, o el hecho de que el tema en cuestión sea una muerta, su ausencia, lo que en algunos tramos de la película nos aleja del eje. Timote es Timote, más allá de Eva, y también las bombas del ‘55 o esa particular discusión entre el coronel y el soldado en la caja de un camión. Un tema enorme, un director con aplomo y un debate que nunca se cerró. POR QUE SI: El tema es atrapante, el realizador demuestra aplomo y saber tomar en la ficción un hecho real.
Una historia fantasmática El mayor logro del film de Agüero consiste en haberse adueñado de una estética propia del cine de terror para narrar episodios de la historia argentina que, más allá de su origen ciertamente real, pueden ser leídos en clave fantástica. Tras su paso por los festivales de Toronto, San Sebastián y ahora Mar del Plata, llega a la cartelera comercial Eva no duerme, tercer largo del director Pablo Agüero, precedido de cierta expectativa. No sólo por ese recorrido, sino por su naturaleza temática: el atroz itinerario que padeció el cuerpo de Eva Perón tras su muerte. Quienes conozcan sus truculentos detalles sabrán que el relato, en el que el salvajismo real y mitológico se confabulan, constituye uno de los más aberrantes de la historia argentina. La sola idea de que algunas de esas vejaciones se explicitaran en pantalla era suficiente motivo para aguardar su estreno por lo menos con reservas. Sin embargo Agüero hace un uso elegante (o al menos estilizado) del morbo, a partir de un sencillo mecanismo: abandonar todo realismo en la representación.No se trata de una narración cronológica y exhaustiva, ni de una reconstrucción de pretensión historicista; más bien lo contrario. Como una versión cruel de Relatos salvajes, el film está contado de forma episódica, a partir de tres o cuatro hechos destacados que le permiten avanzar en la progresión dramática. Y para ello propone una atmósfera onírica, a caballo de una suerte de prosa poética que los ilumina con la siniestra luz de las pesadillas. Comienza con la figura de un almirante joven entrando a un cementerio al frente de su batallón, avanzando bajo un temporal con la misma actitud con que Gene Kelly bailaba con su paraguas bajo la lluvia (o como Alex, en La naranja mecánica). “Esa yegua”: ésas son las primeras palabras que se escuchan en la película, mordidas entre dientes por la voz en off del almirante, de un modo que recuerda a la forma en que esas mismas palabras siguen siendo masticadas hoy en el espacio democrático de las redes sociales y más allá. No hay inocencia en ello, pero tampoco sutileza. El discurso persiste y se multiplica en denigraciones, haciendo que ese paralelo se vuelva obvio, toscamente presente, y que ambos planos históricos se superpongan de manera burda y sin necesidad.Lo sigue el episodio “El embalsamador”. Desde el presente no hay forma de pensar la taxidermia aplicada a un cuerpo humano –a un cuerpo de mujer– sino como una de las formas más aberrantes de abuso. El primero de una serie que le impide al cadáver de “esa mujer” ser corrompido por la muerte, permitiendo que puedan ser los vivos quienes finalmente lo hagan. Un acto en el que esa hermosura que enamoró a millones es transformada en una belleza monstruosa, a la que ya no da ganas ni gusto ver. Lo cual no significa que no pueda seguir provocando deseos: enseguida lo prueban un coronel y un cabo que se enfrentan como machos alfa de una manada salvaje, en disputa de esa hembra que no les pertenece.El último episodio reconstruye el cautiverio del general Aramburu y el enjuiciamiento sumario al que fue sometido por los líderes montoneros. La escena se desarrolla en un sótano en penumbras, en donde las partes pujan en pos de intereses diversos: por la propia vida uno; por información acerca del destino del cadáver los otros. Un juego posible consiste en contrastar la versión que da Agüero de esos hechos, con la que el director Rafael Filipelli imaginó en su última ficción, Secuestro y muerte (2010). Mientras que este último retrataba a los personajes de forma deshumanizada (confiriéndole a Aramburu una dignidad casi sobrenatural y a sus jóvenes captores, una ineptitud caricaturesca, en medio de una atmósfera aséptica en la que nada de lo que ocurría parecía importarle realmente a nadie), en Eva no duerme todos son desbordados por sus pulsiones, reactivando la tensión eterna entre vida y muerte. Ambas versiones son igualmente incomprobables.Agüero utiliza las imágenes documentales –algunas intervenidas digitalmente– de un modo eficaz y emotivo, intercalándolas con precisión entre las ficciones. Pero sin dudas su mayor logro consiste en haberse adueñado de una estética propia del cine de terror, para generar los oportunos climas que cada uno de los episodios demanda. Así es dable pensar la secuencia del embalsamamiento como una posible versión de Frankenstein. O a la de los militares que por la noche se llevan el cadáver de Eva de la sede de la CGT, como relectura de los usurpadores de cuerpos. Por no mencionar que la del cautiverio de Aramburu tiene lugar en un sótano, icónico espacio doméstico ligado a la representación del terror en el cine, y la del joven almirante en un cementerio durante una tormenta. Tal vez Agüero comprendió que, dentro del lenguaje del cine, no había mejores ni más oportunas (ni más nobles) herramientas para narrar ese horror, que aquellas que proveen los cuentos de fantasmas, monstruos o vampiros, aun cuando se trate de un horror concreto, histórico y absurdamente real.
La oscuridad también puede tener belleza El film de Pablo Agüero recrea uno de los hechos más negros de la historia argentina, y lo hace con una interesante narración dentro de una puesta teatral y con grandes actuaciones. La pasión necrofílica argentina atraviesa el último film de Pablo Agüero, una suerte de metáfora de la putrefacción histórica en donde el origen real y el supuesto destino manifiesto de la patria está presente en cada uno de los actos de Eva no duerme, un film revulsivo que aborda la cuestión del derrotero del cadáver de Evita y las consecuencias para los personajes que intervinieron en la profanación, pero sobre todo, en la suerte de la república. Con una puesta teatral que apunta a tensionar hasta el límite de lo soportable la manipulación del cuerpo primero y después la visión sobre la barbarie que le siguió, el relato está estructurado en tres momentos: El embalsamador, El transportador y El dictador. Estas secuencias dan cuenta de la cronología histórica luego de un comienzo fantasmal, en donde un vehículo rueda en la noche lluviosa por un cementerio y un oficial de la marina (¿Emilio Eduardo Massera?) comienza su alucinado soliloquio sobre el peronismo y su visión de clase sobre la irrupción del fenómeno político representado en Eva, para luego insertar imágenes de archivo -algunas inéditas y de un poderoso valor documental- que brevemente dan cuenta del papel de la Evita en el movimiento popular, la adoración por su obra y lo que representó, su muerte y el funeral en donde el pueblo la despide inconsolable. Pesadilla casi de género, en el escenario de la CGT no hay paredes, sólo un gran espacio oscuro, un piso mojado y aceitoso en donde trabaja con el cuerpo el español Pedro Ara (Imanol Arias), el especialista obsesionado por los huesos, la piel, los músculos y la manipulación de los miembros en busca de la posición correcta. Y si, su propia visión sobre lo sucedido junta a la urgente necesidad de no desaprovechar la posibilidad de influir en la Historia, interviniendo el cadáver para la posteridad. Después el transporte del cuerpo-trofeo- maldito y al volante el coronel Carlos Moori Koenig (estremecedor el francés Denis Lavant), un viaje tenebroso en donde lo sobrenatural se filtra a través de la lona mojada por la lluvia del camión del ejército. Y para el final, las derivaciones del acto bárbaro, el secuestro del general Pedro Eugenio Aramburu (extraordinario Daniel Fanego), la rendición de cuentas ante los Montoneros y la ejecución en un sótano. A la hora del balance, con su puesta teatral, fantasmagórica y trabajando sobre la incomodidad en buena parte del relato, Eva no duerme cumple con holgura la autoexigencia de salir de una puesta clásica para abordar uno de los hechos más oscuros de la violenta historia argentina.
Sueño o más bien pesadilla en la que el insólito destino del cadáver de Eva Perón es el disparador para estas historias en las que la presencia de ese cuerpo, de esa mujer, opera casi como una maldición. Es así que la muy teatral puesta, con escenarios generalmente sin paredes y la cámara retratando en círculos lo que sucede al interior de esos espacios oscuros, de destellos colorados, sólo separados por tules y cortinas, nos lleva a un territorio onírico, lindante con el cine de terror. Las referencias a momentos cruciales de la historia nacional podrían dar pie para que el no avisado se crea que esas cosas sólo suceden en la ficción y que efectivamente estamos ante una película de género. El resultado inquieta pero no conmueve, las actuaciones tienen un tono de exceso que se destaca sobre todo en lo que hace en un mal castellano Denis Lavant.
Con dirección y guion de Pablo Agüero, 25 años de historia argentina, donde la ficción se entremezcla con material documental. La caída de Perón, los bombardeos en Plaza de Mayo y el cadáver embalsamado de Eva Perón que tiene una fuerza y una presencia aún muerta y desaparecida. Gran rigor, buenos climas, buenas actuaciones de Gael García Bernal, Daniel Fanego, Imanol Arias, Ailin Salas.
En la boca del lobo Con Eva no duerme, el director y guionista Pablo Agüero realiza una apuesta extrema. Si hay algo que no se le puede reprochar es su ambición, que va de la mano de una puesta en escena con rasgos muy característicos y distintivos. A partir de todos los avatares que rodearon el cadáver de Eva Perón, el realizador va a fondo y hace un análisis histórico que abarca tres décadas de los acontecimientos en el país, con momentos donde hay un discurso fuertemente definido y otros donde prima la ambigüedad. Lo que se va delineando en Eva no duerme es un relato que prácticamente en su totalidad transcurre en espacios cerrados -y cuando no lo hace, la oscuridad restringe la chance de una escape hacia lo abierto-, con climas claustrofóbicos y asfixiantes, en los que cada plano está fríamente calculado en su composición -ver por ejemplo la escena de la lucha que se da en un camión, donde la cámara apenas se mueve y sin embargo se entienden perfectamente los movimientos de esos cuerpos en pugna-, y en el que las luces y sombras juegan un papel central, de la mano de escenas de archivo muy puntuales. El problema -y al mismo tiempo la virtud- surge a partir de lo discursivo, de los lenguajes confrontando de una manera que por momentos escapa al control del director. Pero en ese particular descontrol, lo que se intuye es a un cineasta con un extremo cálculo en lo formal, porque los peligros, los abismos que le interesan están vinculados a lo temático, a un contenido donde la polémica es inevitable pero también saludable. La desmitificación a la que recurre la película permite desentrañar esas oscuras tramas que se tejen en los círculos de poder, en esas fauces que no temen devorarse todo, que ocultan y destruyen, que no temen utilizar a los individuos como meros peones. La forma que encuentra Agüero para enfrentarse a esa tenebrosidad es exponerla en sus mecanismos más ridículos, más increíbles, apelando incluso a lo grotesco como herramienta de deconstrucción. De esta manera, Eva no duerme se va constituyendo en un objeto extraño, elusivo, que escapa a interpretaciones fáciles y que desde su potencia y riesgo es, paradójicamente, tan fallida como lograda. Las silenciosos pero violentas fuerzas en pugna alrededor de esos esquemas de enfrentamiento entre peronismo y antiperonismo son reveladas a través de la maquinaria cinematográfica y por ende, extrañamente humanizadas.
Mar del Plata contender attempts to be insightful but only manages to get it all wrong MAR DEL PLATA — First, the facts. Shortly after Eva Perón’s death in 1952 at age 33, her body was embalmed by Dr. Pedro Ara Sarria. It was to be placed later in a memorial that was being built in her honour, so in the meantime it was displayed at the CGT building for almost two years. But, in 1955, president Juan Perón was overthrown in a military coup by the Revolución Libertadora. Perón fled the country and couldn’t make the necessary arrangements to secure Evita’s body, which was stolen by the military on the night of November 22, 1955. From then on, the whereabouts of the body remained a mystery for 16 years — although it’s known that in 1957 it was buried in Milan, Italy, under the name of María Maggi. Then, during 1971-1973 military dictatorship, General Lanusse ordered that Evita’s body be exhumed and given to Perón in Puerta de Hierro, Madrid, in September 1971. Afterwards, in November, 1974, President María Estela Martínez de Perón brought it to Argentina and placed it in the Olivos presidential residence. And with the advent of the last military dictatorship in 1976, Evita’s body was given to her family, the Duartes, who buried it in the Cemetery of Recoleta, where it has remained until today. Based on those facts, there’s an outstanding short story by disappeared Argentine writer Rodolfo Walsh called Esa mujer; there’s Evita. La tumba sin paz, a successful and inspired documentary directed by Tristán Bauer and scripted by Miguel Bonasso that also exposes the history of Peronism; and Santa Evita, a remarkable book by Argentine writer Tomás Eloy Martínez, which imagines new stories regarding the corpse. And now there’s Eva no duerme (Eva Doesn’t Sleep), a pitiful fiction film by Pablo Agüero, currently running in the international competition of the Mar del Plata Film Festival and also commercially released today throughout the country. Agüero’s outing features archive footage and is divided into three episodes: El embalsamador (The Embalmer), El transportador (The Transporter) and El dictador (The Dictator), respectively devoted to Spanish anatomist Pedro Aria Sarria, Colonel Moori Koenig, and General Aramburu. Admiral Massera is the narrator of the overall film and is played by Gael García Bernal. Other members of the cast include Daniel Fanego, Denis Lavant, Imanol Arias, Ailin Salas, and Miguel Angel Solá — all of them good actors in a movie gone awry. For Eva Doesn’t Sleep attempts to be an insightful, aesthetically daring cinematic piece that reconstructs and re-imagines possible scenarios centred on Evita’s corpse. And it gets it all wrong. For starters, there’s an unbearably solemn tone that wants to be transcendental and yet it only sinks the film into dreadful monotony and artificiality — as an example, the voice over by Gael García Bernal, whom we only see in a few close-ups and nothing but, is a pain in the ears. Likewise, the pretentious dialogue accompanied by wooden acting enhances the general lack of verisimilitude. It’s true that the register is not meant to be realistic, but it’s not formally challenging or avant-garde either. In fact, it’s plainly risible and far from any kind of poetry. Let alone the deliberate heavily theatrical mise-en-scene that wants to be appealing and modern and only makes matters worse — we are certainly not talking about Derek Jarman’s Edward II, for instance. As far as the archive footage goes, let’s say there’s nothing new under the sun. This material is well known and does nothing for the sake of the story, neither in informative terms nor in stylistic ones — in fact, it crashes big time against the fictional stories. So why include it? To give the film an air of the time? To provide a historical context? Either way, it doesn’t make any sense. And then there’s the pacing. It wouldn’t be an overstatement to say that during Eva Doesn’t Sleep, you are bound to fall into a heavy stupor not long after the movie starts. And to think that the real life events have some much potential for a good movie, but for that you need a good script and a good director, two factors that are obviously missing here.
mucha estética, nada de historia Aviso previo. Esta película no quiere ser, para nada, más o menos fiel a los hechos históricos relacionados con el cadáver de Eva Perón. Al contrario, los subvierte deliberadamente. Su intención es proponerse como interpretación creativa de una serie de mitos y sucesos ya lejanos, que hace alguien de estos tiempos, considerando la permanencia de la figura de Eva Perón, y su voz de mando febril y fervoroso, en el llamado imaginario popular, y en nuevas generaciones de jóvenes militantes con una vaga idea de la historia. Hay que tomar como libertades artísticas, entonces, que un alto oficial francés traslade el cuerpo en plena noche con la sola compañía de un suboficial "cabecita negra" que ni siquiera lleva el uniforme debido, los soldados marchen con la boca del fusil hacia arriba bajo la lluvia, y otras licencias que atañen al tenebroso teniente coronel Carlos Eugenio de Moori Koenig, entonces jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército, al teniente general Pedro Eugenio Aramburu y al almirante Emilio Eduardo Massera, que en la vida real llegó a declararse peronista y era miembro de la logia P-Due, entidad que hoy podría definirse como "sponsor oficial" del regreso de Perón a la Argentina. Y hay que apreciar, eso si, los méritos artísticos de la película, que tiene algo de neoexpresionista, o de cine de terror, dividida en tres episodios inquietantes: "El embalsamador", con Imanol Arias (doctor Pedro Ara) y Ailín Salas, que es el más tocante y se combina con los famosos fragmentos de noticieros de 1952; "El transportador", con Denis Lavant (Moori Koenig) y Nicolás Goldschmidt, que es inútilmente largo y medio aburrido, pese a la cara de monstruo que tiene el francés en medio de la noche, y "El dictador", con Daniel Fanego (Pedro Aramburu secuestrado) y Sofía Brito, que es el episodio más interesante por sus diálogos proféticos. Destacables, el trabajo del sonidista Emiliano Biaiñ reelaborando voces y provocando asociaciones raras (ruido de motor con rugido de tigres, etc.), la fotografía de Ivan Gierasinchuk, trabajada con recursos artesanales para provocar claroscuros en movimiento, o un raro efecto sobre un lago, etc., los decorados irreales de Mariela Ripodas, y, por supuesto, la mano del director Pablo Agüero para filmar todo en apenas 20 días con un elenco destacable y un resultado artístico digamos que atendible. No hablemos de historia. Para eso se recomiendan dos documentales bien hechos y muy bien documentados: "El misterio Eva Perón", 1987, de Tulio Demicheli, que era radical, y "Evita, la tumba sin paz", 1997, de Tristán Bauer. A ellos, "Eva no duerme" agrega solo un pequeño aporte, al incorporar el noticiero casi olvidado de la repatriación en 1974, cuando el cuerpo de Eva Perón llega a Olivos e Isabelita y "el Brujo" salen a recibirlo.
Un cuerpo que es historia Pablo Agüero (Salamandra, 77 Doronship, Madres de los dioses) presenta, con Eva no duerme, una película singular, osada. Porque éste no es un film histórico. O no es sólo histórico. O, mejor, toma la historia como centro fantasmagórico. Más específicamente, el derrotero del cadáver de Eva Perón desde el masivo funeral, el embalsamador español Pero Ara, el robo, el traslado, las disputas y la desaparición del cuerpo, Aramburu, los Montoneros, Massera, la recuperación e imágenes de archivo de veneración, de bombardeos, de muertos, de multitudes, de Isabel y López Rega. Agüero abarca mucho: décadas de historia argentina, amores, odios, obsesiones, pasiones, locuras, fanatismos. En algunos momentos finales se pone por encima del material en términos enfáticos (algunas líneas de ese gran actor de cine que es Daniel Fanego), en otros del comienzo apuesta a una iluminación fantástica como la que había en el Gatica de Favio, y en el segmento del medio, el del traslado, juega a usar al francés Denis Lavant como el teniente coronel Carlos Eugenio Moori Koenig. No sólo a usarlo, sino sobre todo a aprovechar su presencia loca, un poco demoníaca, físicamente intrigante para sostener la confirmación de la fragmentación del relato: las órdenes militares sobre el operativo profanador y la extensa interacción con un soldado ponen un freno y dejan en claro que las formas narrativas no serán estables. Lavant, actor de Leos Carax, de Claire Denis, es lo más disonante de la película. Pero esa disonancia no es necesariamente un defecto, sino -de un modo paradójico- una continuidad fascinante: la película no hace sistema, o hace sistema frankensteiniano. Gael García Bernal como Massera enmarca este film de clima opresivo con más nocturnidad y más tinieblas, tal vez con demasiado regodeo en los textos, pero con una escenificación convencida. Eva no duerme es una película mutante, pero no una de estética dubitativa, y la solidez del trabajo sonoro y de la luz lo reafirman. En cada una de sus metamorfosis, incluso en el segmento lamentablemente más teatral, el del secuestro, se la nota convencida. Sus vaivenes y sus derivas quizá la conviertan en un objeto frágil, pero abierto: uno de esos que para acercarse a un mito -o a varios- prefieren desarmarse para dejar entrar lo inasible y también lo ominoso.
Retrato de un cadáver Eva Duarte de Perón fue una de las figuras emblemáticas de la política argentina del siglo XX, consideradas por algunos “La abanderada de los humildes” y por otros como “La esposa del tirano”. Sin dudas no pasó desapercibida, con su muerte en 1952 y con tan solo 33 años alcanzó el status de mito dentro de los sectores partidarios afines al peronismo. Eva no duerme es un largometraje de Pablo Agüero formado por historias cronológicamente ordenadas sobre el destino que sufrió el cadáver de Evita durante más de veinte años. Los relatos cuentan cómo el cuerpo pasó por las manos de “El Embalsamador” (Imanol Arias), “El Transportador” (Dennis Lavant) y “El Dictador” (Daniel Fanego), además de una parte que no es conveniente develar pero el encargado de interpretarla es Gael García Bernal. La parte peronista de cada historia la componen la empleada de limpieza de la CGT (Ailín Salas), El Cabo Robles (Nicolás Goldschmidt) y la militante comunista (Sofia Brito) que es parte del operativo que secuestra a Aramburu. La película tiene una atmósfera oscura, la fotografía a cargo de Iván Gierasinchuk es poco colorida y le da un aire esotérico. La estética plantea que cayó una maldición sobre aquellos que no dejaron descansar en paz a Eva, el material de archivo pocas veces se ha visto en películas y documentales y eso lo convierte en uno de los mayores atractivos de la película. Las actuaciones son todo lo que se puede esperar del buen elenco que la compone, el punto más flojo son los secundarios en el capítulo “El Dictador” quienes no destacan y quedan demasiado opacados por Daniel Fanego y Sofia Brito. Otro de los problemas es que cuesta un rato superar el acento exagerado de Dennis Lavant (un desacierto en el capítulo más entretenido de la película). Un error en la banda sonora es que para reflejar una época se usa London Calling de The Clash, canción lanzada en 1979, no queda mal pero siembra la duda si hubo un error al elegir el tema. El guion de Agüero tiene un punto importante que hay que mencionar, no existe bajada de línea alguna, no hay dosis de política, sólo se encarga de narrar los hechos y de cómo algunos odiaban y otros amaban a la difunta, eso es el gran acierto de la película y que a pesar de los errores mencionados se puede ver una película digna y que encuentra otra manera de describir hechos históricos en el cine argentino.
El film toma como eje narrativo el cuerpo de Evita para abordar cuatro etapas distintas de la Argentina: durante el gobierno de Perón, durante el Golpe de Aramburu, la vuelta de Perón y el golpe subsiguiente. Los restos físicos de Eva no sólo son un símbolo, ya que la película también narra desde la ausencia. La propuesta de Agüero camina sobre una línea delgada entre la ficción y el documental. Partiendo de hechos conocidos (recreados, con licencias artísticas de por medio, con actores), conecta los distintos segmentos y momentos históricos con material de archivo. Si uno analiza la cadencia de la narración, la propuesta es exitosa. La tensión que se construye entre el material de archivo y el ficcional, entre la memoria popular y la narración, a priori es interesante, pero al reflexionar sobre la diégesis y el verosímil que se construye en contraposición con el documento histórico, uno termina cuestionando la idea de “verdad” detrás de la ficción propuesta. Es importante destacar algunos aspectos técnicos del film, entendiendo que la técnica va mucho más allá de los movimientos de cámara, siempre abarcando una conjunción de todos los elementos cinematográficos. El plano secuencia de la conversación entre Koenig y Robles es el punto más alto de toda la obra y lo es en más de un sentido. Las actuaciones de Lavant y Goldschmidt, el amanecer de fondo y el progreso de la tensión también son detalles para destacar. Rara vez uno se encuentra con una apuesta tan arriesgada. Más allá de la proeza técnica, a la película le pesa el mito y lo complejo de la historia. Invocar el saber popular y su “el que mucho abarca, poco aprieta” resulta atinado, principalmente cuando se tiene en cuenta que, al retratar un período caracterizado por extremismos, la construcción de personajes se torna mucho más compleja y difícil. Casi todos los protagonistas se sienten unidimensionales y no es precisamente culpa del reparto. El resultado final es dispar. Segmentos muy sólidos (donde la propuesta cierra de forma redonda) y segmentos que dejan gusto a poco (principalmente a causa de un verosímil endeble y la falta de desarrollo de los personajes) son el fiel reflejo de una película audaz y tímida a la vez.
DE TERROR Hay que hacer una salvedad inicial: el film no es ni quiere ser una fiel reconstrucción de los hechos que narra. No es un documento ni tampoco una ficción que busque recrearlo. Tiene los trazos oscuros de una pesadilla, queriendo copiar quizá el trágico deambular de ese cuerpo que cuanto más lejos se iba más cerca lo sentían. Y Agüero ha querido invocar al cine de terror para contar esta historia tan llena de claroscuros, tenebrosos y morbo. Tiene una estructura cerrada, claustrofóbica y sólo sale a exteriores para traernos documentos de época que pasan a ser justamente los momento más vívidos de un film frío, declamatorio, solemne, que ha buscado entrarle a la historia desde sus costados menos reales, pero que acaba siendo una experiencia fallida, enfática, pesada, con diálogos chatos, un film cuya espesura no logra sensibilizar. Las actuaciones se han contagiado de ese tono ampuloso y artificioso. Ningún personaje es convincente, ninguna escena conmueve. Su énfasis y sus poses dejan afuera los rasgos salientes de una mujer incomparable que, como dice el film, generó grandes odios y grandes amores.
Un película que se divide en capítulos, se encuentra ficcionada y con imágenes de archivo en blanco y negro. Por un lado se encuentra el embalsamador, el doctor Pedro Ara Sarria, después El transportador y El dictador. La narración se encuentra interpretada por Gael García Bernal como el Almirante Massera (vemos secuencias con su voz, me parece que no le aporta todo lo contrario le quita), hay otros personajes como: Miguel Ángel Solá, Denis Lavant, Imanol Arias, Ailin Salas, Daniel Fanego, entre otros, algunos de estos actores poco aprovechados. A través de la iluminación, da momentos muy oscuros que refleja parte de nuestra historia bastante violenta y tétrica. Su ritmo es apaciguado.
La madre de la insurrección Pablo Agüero entra en el laberinto d ela historia argentina del siglo XX, guiado por el ícono y emblema del cadáver de Eva Perón. Como un ensayo minucioso, de buen lector de la historia argentina del siglo XX, Pablo Agüero, director de Eva no duerme, aporta su mirada en torno al destino del cadáver embalsamado de Eva Perón. La opera prima retoma hechos, documentos y literatura para exponer en tres capítulos, la potencia de una líder que atravesó las décadas como abanderada de los más débiles. El director utiliza el registro audiovisual de la época, escenas multitudinarias de la Plaza de Mayo donde nació la esperanza de muchos y también se dio la represión brutal en junio de 1955. La voz de Eva suena en algunos momentos, aunque la película trabaja sobre ese cuerpo preparado para la eternidad, robado, profanado, desaparecido y recuperado, periplo que acompaña los procesos dolorosos del avance y sojuzgamiento de las clases desprotegidas. En El embalsamador, Imanol Arias encarna al doctor Ara, el español que dedicó desvelos y arte al cadáver. La constante de la película, que desde el comienzo crea atmósferas emocionales y visuales, va del thriller a la exposición aséptica. Eva no duerme es una película bella, de espacios cerrados, recurso inteligente del director que deja en manos de las imágenes documentales la multitud y su movimiento.Mientras tanto hace crecer la teatralidad. En El transportador, en la cabina del camión del ejército, y El dictador, la escena del secuestro y fusilamiento de Aramburu, la película pone la cámara sobre los personajes desgarrados de la historia. Es ineludible la cita a Rodolfo Walsh, ya que hay mucho de Esa mujer (aunque no dicho)en el modo de referir diálogos y posiciones políticas. Las actuaciones hacen honor a la dificultad del registro, con Imanol Arias (Massera, el narrador); Dennis Lavant (el coronel Carlos Eugenio Moori Koenig); Daniel Fanego (Aramburu). La fotografía de Iván Gierasinchuk logra ambientes fantasmagóricos, con Buenos Aires bajo la lluvia, el traqueteo sobre el puente, un sótano con una sola lámpara que oscila, el claroscuro de los rostros con lágrimas contenidas, miedo, ira o resignación. Una mano que se abre, el rigor mortis de una pierna, la máscara sobre el rostro donde el embalsamador busca dolor, cobra otro sentido en el trabajo de Ara que habla con ella (muy interesante procedimiento sobre el cuerpo de la actriz Sabrina Machi). Agüero no profana a su Eva. Deja que el cuerpo hable por sí solo. "La madre de las insurrecciones", dice Massera. Gael García Bernal y su voz son el contrapunto refinado, la anunciación del exterminio que Aramburu describió: "No van a quedar ni los cuerpos".
“Lista para la eternidad”, dice el personaje del médico Pedro Ara cuando termina de embalsamar a Eva Perón. Pero estaba lejos de saber lo que ocurriría con su obra maestra. Eso cuenta el director Pablo Agüero en “Eva no duerme” que relata las intrigas nacionales e internacionales y los conflictos internos que desencadenó destino del cadáver de la llamada “jefa espiritual de la Nación”, la “abanderada de los humildes”. Esas palabras, entre tantas otras que Agüero rescató en un exhaustivo trabajo de archivo, las opone al guión del relator en off, el “Almirante”, a cargo de Gael García Bernal. Esa voz se refiere a Eva como “esa yegua”, “esa hembra”, “esa santita pagana”. En ese juego de opuestos -como otros que plantea el director, como los “negros”, contra la “civilización”- hace pie Agüero al enfocar dos formas de entender el mundo, dos proyectos irreconcilables de Nación. La película resulta revulsiva e inquietante, al tiempo que proyecta hacia el futuro los conflictos de un pasado complejo y doloroso, e interpela con un debate resumido en una línea: “Esa mujer, después de muerta y enterrada, sigue dando a luz”. Con una ingeniosa puesta en escena y estructurada en torno a tres relatos cronológicos, “El embalsamador”, “El transportador” y “El dictador”, la película va mostrando los intereses de cada parte en pugna como el eco de un gran y sangriento malentendido.
Arriesgada propuesta la de Agüero la de hacer un filme que, con pocos recursos y mucho ingenio, tratara de cubrir o reflejar parte de la complicada, novelística y extravagante historia del cadáver de Eva Perón a lo largo de las décadas posteriores a su muerte hasta su entierro en el Cementerio de la Recoleta. El intento está a la vista y es valioso que el realizador de SALAMANDRA evite la reconstrucción histórica tradicional apostando por una suerte de puesta casi de teatro de vanguardia para armar esta serie de situaciones que se desarrollan a lo largo del derrotero de ese cadáver. El filme tiene a Gael García Bernal como narrador –una suerte de versión del Almirante Emilio Massera– y es él quien cuenta la historia. Obsesionado con el cuerpo de “esa yegua”, a quien culpa de todos los males del país en una voz en off un tanto didáctica y excesivamente subrayada, su narración dará pie a tres situaciones centrales que se desarrollan después. La primera la protagonizan Imanol Arias y Ailín Salas y transcurre poco después de muerta Evita, con Arias encarnando al Doctor Ara, el hombre que la embalsamó durante años y que tenía, digamos, una peculiar relación con ese cuerpo, que el filme cuenta mejor visual que dramáticamente. eva no duerme gael_garcia_bernalUna segunda parte la protagoniza el francés Denis Lavant, un militar que, ya luego de la caída de Perón, lleva el cadáver embalsamado a través de la ciudad en una furgoneta. Su relación con un soldado que lo acompaña en la tarea (Niicolás Goldschmit) es el centro de la teatral y por momentos furiosa y física escena en la que ambos vuelven a mostrar su necrofílica fascinación por el cuerpo. La tercera tiene lugar durante el secuestro del General Aramburu (Daniel Fanego) por los Montoneros (Sofía Brito y Julian Larquier Tellarini), quienes le exigen que les de información sobre el paradero del cadáver que en ese momento estaba en Italia. Para el final, Gael “Massera” Bernal vuelve a aparecer para cerrar la historia de la manera que se conoce. Más que desde lo dramático/narrativo, lo estrictamente “guionado” –que no termina de ser del todo convincente–, lo que interesa en la película de Agüero es lo que no se dice pero se palpa: su clima, la perversa fascinación por el cuerpo, las largas escenas en las que los actores trabajan físicamente casi a la manera de una pieza teatral del off y, si se quiere ir más lejos, en su mirada entre fascinada y macabra a la historia del peronismo, los militares y Eva Perón que, viva o muerta, continúa siendo un objeto de fascinación para el mundo. Si su drama no resulta del todo atrapante, sí lo es entonces esa reflexión que va de lo político a lo religioso, de lo místico a lo perverso y de lo solidario a lo macabro que envuelve al peronismo –y a la Argentina– desde hace más de 70 años y que continúa, con pocas modificaciones, hasta el día de hoy.
La ficción argentina Eva no duerme (escrita y dirigida por el mendocino Pablo Agüero) recorre el destino del cadáver de Evita y su propio mito, sin relecturas ni revelaciones sustanciosas (al menos, para el espectador argentino). Interferida por imágenes documentales y juicios bastante cerrados en off, exalta lo pendenciero y provocador –ya que no exactamente revolucionario– de Eva a lo largo de la Historia, con un lúcido empleo del sonido y creación de escenarios bellamente lóbregos, por momentos alucinantes. Plena de ideas plásticas atractivas aunque desunidas, con más interés por arrojar frases incitadoras que por analizar aspectos álgidos de la historia del peronismo, aureolada por cierto énfasis nacionalista pero con varios personajes a cargo de actores extranjeros (incluyendo un Dennis Lavant que parece escapado de Holy Motors), capitalizando con la cámara y la luz gestos seductores (los ojazos húmedos de Ailín Salas, los rostros de Gael García Bernal y Nicolás Goldschmidt envueltos en humo de cigarrillo, el rodete rubio de Sofía Brito insinuando la presencia de Eva que finalmente se desdibuja en la continuidad de un plano secuencia), Eva no duerme despierta y sacude. Resulta, por otra parte, un claro ejemplo de película oportunamente estrenada en vísperas de elecciones, como las que hace un tiempo mencionábamos aquí.
Una de las mejores, más increíbles historias nacidas en la Argentina es la del cadáver de Eva Perón. Este film narra algunas de las vicisitudes de ese cuerpo bendito y maldito; en rigor, cuatro (aunque una solo en prólogo y epílogo): el embalsamamiento a cargo de Pedro Ara; el traslado del cuerpo de la CGT a Inteligencia del Ejército en 1956; el secuestro y muerte de Aramburu y el entierro final bajo cemento a cargo de Massera en el 76. Pero lo hace con planos largos, con un conjunto de trucos y decorados más bien tratrales (por momentos recuerda al Solanas de La Nube o, antes, Sur), con creación de un clima enrarecido y onírico. El resultado es fallido porque el artificio -aún buscado- anestesia cualquier interés por los personajes. Esto solo cambia cuando aparece ese genio llamado Daniel Fanego como Pedro E. Aramburu, y descubre una verdad incontrastable para el cine, la historia y el “relato” argentino: no puede filmarse su secuestro y asesinato sin evitar que el espectador se ponga de su lado. Allí hay, definitivamente, una grieta insalvable.
Hubo que esperar pero llegó. Tuvieron que pasar varias décadas tras su muerte y 30 ediciones del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, para que llegara finalmente una película que estuviera a la altura de la densidad de la leyenda de Eva Perón. Es más: hubo que llegar hasta el último festival de cine realizado bajo el gobierno de Cristina Fernández. Pero llegó. Eva no duerme, tercer largometraje del director Pablo Agüero, es ya no una biografía del gran personaje argentino del siglo XX, sino un relato sobre el derrotero de su cuerpo sin vida. El film toma como punto de partida la llegada del cuerpo de Evita a nuestro pais, desde donde el relato salta hasta su muerte y otros tópicos centrales de la historia argentina ocurridos a partir de allí, como el bombardeo a Plaza de Mayo en el marco del golpe de la revolución fusiladora; el trabajo de embalsamamiento; el robo del cadáver a manos de los militares y el secuestro y ajusticiamiento del dictador Pedro Eugenio Aramburu por parte de Montoneros. Con un elenco que tiene su mejor brillo en Daniel Fanego y el francés Denis Lavant, Agüero logra una puesta en la que el cuidado de los detalles (desde el casting hasta la obsesiva edición de sonido y la selección de imágenes de archivo) juegan a favor de una producción que toma partido, que se permite no jugar a la neutralidad pero sin caer en el panfleto.
A más de 60 años de su muerte, la figura de Eva Duarte conserva un aura de misticismo cada vez más enrarecido por el turbulento paso del tiempo en nuestra escena nacional. A diferencia de aquella solemne visión biográfica ejercitada por Juan Carlos Desanzo en 1996 a través de la película Eva Perón, el mendocino Pablo Agüero opta por un relato que se debate entre el trance hipnótico y la mirada brutal, para indagar en el oscuro derrotero del cadáver de la "jefa espiritual" de la nación, desde su muerte en 1952 hasta el retorno de sus restos al país en 1974. El primer acierto de Agüero consiste en salir de la hermética concepción ceñida a los hechos reales. Más allá de referencias concretas, entre las que se incluyen el golpe de 1955 y al secuestro de Pedro Eugenio Aramburu en 1970, el film se construye como una suerte de ensayo que atraviesa los hechos históricos en profundidad para llegar a la médula del sentimiento: un cadáver como símbolo de gloria, odio, resistencia y división. "Esa yegua provocó el caos", dice en off el joven almirante que interpreta Gael García Bernal. Su voz, en clave de representación de Emilio Eduardo Massera, abre y cierra un relato signado por la ambigüedad. Esa falta de certezas es sin dudas el gran hallazgo que propone este viaje, en el que se superpone el misticismo de la líder de los descamisados con una marea de violencia en espiral. El realizador sostiene la tenebrosa atmósfera de su propuesta a través de un puñado de recursos propios de la iconografía del cine de terror. Un cementerio bajo la lluvia, la noche omnipresente y un sótano en penumbras; son algunos de los espacios en los que transcurren las escenas de una película estructurada en tres capítulos: El embalsamador, con Imanol Arias encarnando a Pedro Ara, el hombre encargado de inmortalizar el cuerpo de Evita; El transportador, con Denis Lavant en el perturbador rol del coronel Carlos Eugenio Koenig; y El dictador, con un magistral Daniel Fanego representando a Pedro Eugenio Aramburu, secuestrado y ejecutado por la organización Montoneros en 1970. Más allá de cierta impronta teatral en la puesta y de que cada instancia esté delimitada por la interacción entre dos o tres personajes, Pablo Agüero logra una obra más accesible que sus anteriores Salamandra, 77 Doronship y Madres de los dioses. Los travellings laterales y la iluminación refuerzan una inquietante atmósfera de artificio, que por momentos recuerda las texturas de cineastas británicos como Derek Jarman y Peter Greenaway. El meticuloso trabajo de sonido potencia el tono críptico del relato, con acertadas distorsiones y una suerte de mashup punk sobre un legendario discurso de Evita. Así y todo, el film jamás se regodea en el exceso de virtuosismo formal. Cada recurso encuentra un perfecto ensamble con la cadencia de un ensayo que fluye entre el extrañamiento y la pesadilla. En este sentido, es notable que la inclusión de material documental de archivo logre integrarse a ese panorama tenebroso, sin quebrar el clima ni darle un aire de justificación realista. Cada espectador podrá ejercitar la lectura que quiera sobre Eva no duerme, ya sea como metáfora del devenir de nuestra historia, o desde el análisis de los dobleces del peronismo. Pablo Agüero se sumerge en un viaje arriesgado y nos interpela, tanto desde la reflexión poética, como llevándonos puestos con un sacudón brutal. Mientras los hechos históricos perduran en el pantano de testimonios contradictorios, una figura mítica y fantasmagórica entona su eterno grito punk. El epílogo en este caso no oficia de conclusión, sino que expande el aura de un destino incierto. "Esa hembra es el símbolo de la insurrección... muerta... desaparecida... sigue dando luz". Eva no duerme / Argentina-Francia-España / 85 minutos / Apta mayores de 16 años / Dirección: Pablo Agüero / Con: Gael García Bernal, Daniel Fanego, Imanol Arias, Denis Lavant, Ailín Salas, Sofía Brito.
Eva no duerme ni sueña con hadas. Descansa en paz, sólo es una forma de decir cuando el cuerpo de Eva Duarte de Perón ha recorrido distintos caminos y sido víctima de perversas manipulaciones antes de ir a parar al Cementerio de Recoleta. Gael García Bernal hace de un hombre argentino, héroe de patria, o así se define Emilio Eduardo Massera, en esta película donde toma la voz del relato para hablar de la yegua -cualquier parecido con ciertos discursos actuales no es mera coincidencia-, esa mujer que le costó un cuarto de siglo poder atrapar. Este militar se atribuye sólo un error: no haber destruido su cuerpo en el momento adecuado, haciendo de disparador de tres historias donde Pablo Agüero relata un oscuro mito de la historia argentina: el del cadáver de Evita. En Eva no duerme, todo queda reducido a tres episodios: “El Embalsamador”, donde Imanol Arias interpreta al encargado de disponer del cuerpo de la mujer hasta el punto de cambiarle sus gestos para borrarle toda marca negativa; “El Transportador”, protagonizado por un Denis Lavant responsable de llevar al cuerpo lo más lejos posible, y “El Dictador”, con Daniel Fanego en el papel de Pedro Eugenio Aramburu.