(O de cómo intentar que Diego Torres actúe en una comedia y sea creíble) Darle un protagónico en una comedia romántica a un músico que nunca tuvo grandes dotes actorales es una apuesta riesgosa. Y cuando se hace tal apuesta, hay que bancarse la que venga. Para hacer humor no solo se necesita un buen guión humorístico, se requiere de cómicos o, mejor dicho, de personas que utilicen el humor como forma de expresión, tanto a nivel verbal como físico. La comicidad está en lo que se dice pero principalmente en la persona, en la manera de hablar, de gesticular, de relacionarse con el entorno, en la manera de pararse frente al mundo...
Músicos y detectives Película nacional que marca el salto del director Alejandro Montiel del cine independiente a una producción pensada para el gran público luego de sus anteriores trabajos: Chapadmalal y Las hermanas L. El escenario de un consorcio donde ocurren situaciones extrañas fue llevado al cine en varias oportunidades y con diferentes tratamientos: desde Horizontal/Vertical y la reciente Penumbra, en el ámbito local hasta La comunidad y REC. En Extraños en la noche, el cineasta escoge el camino de la comedia salpicada con momentos de intriga y de sospechas que recaen sobre los personajes. La trama gira en torno a Martín (Diego Torres en su regreso al cine luego de El juego de Arcibel) y Sol (Julieta Zylberberg, la actriz de La mirada invisible), una pareja de músicos que atraviesa una crisis económica. Ambos ocupan un gran departamento pero se ven obligados a tocar y cantar en fiestas de hotel para subsistir. A este panorama de cambios se suman extraños ruidos y la sospecha de que alguien fue asesinado en el piso de arriba. Con este marco que se mueve entre la humorada, el policial y el suspenso, el relato va acumulando personajes como el portero, el político (Ludovico Di Santo), la tierna anciana de la puerta de al lado y una seductora vecina. Todos están en la mira, y otros, fuera de peligro: los padres de ella (Daniel Ravinovich y Betiana Blum) y un extravagante productor musical (Fabián Vena) que los puede sacar del pozo. La película se apoya en la química generada entre los protagonistas (que no siempre funciona) devenidos en torpes detectives y en la confirmación de sus miedos más profundos. El film es ameno, tiene una sólida factura técnica y aunque el desenlace (resuelto a través de flashbacks) es quizás previsible, el resultado es favorable. Con la mira puesta en tacones (acá cercanos), cabarets y apariencias engañosas para el espectador, Extraños en la noche acierta en la elección de su atmósfera entre ingenua y tenebrosa. Y hasta se permite un tema de Diego Torres.
Misterioso asesinato en Buenos Aires Extraños en la noche (2011) es un hibrido entre la comedia romántica y el cine policial negro acerca de las vicisitudes de una pareja de músicos involucrados en la extraña desaparición de un vecino del departamento que habitan. Martín (Diego Torres) y Sol (Julieta Zylberberg) conforman una pareja de músicos que viven de hacer shows en eventos. Una noche sienten extraños ruidos en el departamento del piso de arriba y Sol comienza a obsesionarse con que algo raro pasó con el vecino que repentinamente desapareció dejando solo una nota. Entre problemas laborales, crisis de pareja y extraños personajes, Martin y Sol se verán envueltos en un caso policial con aristas insospechadas. De entrada sabemos que Extraños en la noche es un producto destinado a conquistar al gran público y por eso juega con una estructura clásica, sin nada que pueda perturbar al espectador que busca una historia liviana y sin grandes pretensiones. Alejandro Montiel, quien venía del circuito indie argentino logra combinar la comedia romántica con el policial sin traicionar a ninguno y dándole a la historia una impronta propia, aunque por momentos con algunos subrayados y clisés innecesarios. Tanto (Diego Torres) como Julieta Zylberberg logran transmitir su carisma tras la pantalla y hacer creíbles los roles con los que les tocó jugar. Pero es sin duda Zylberberg quien sorprende en una faceta de comediante increíble, un personaje opuesto al que vimos en La mirada invisible (2010) y que lleva a preguntarnos si estamos frente a la misma actriz. Con Extraños en la noche uno la va a pasar bien, va a encontrarse con un cuento bien contado, personajes que lo van a divertir y emocionar, una impecable banda sonora, muchas citas cinéfilas (Misterioso asesinato en Manhattan (Manhattan Murder Mystery, 1993), Los fabulosos Baker Boys (The Fabulous Baker Boys] (1989)…), algún que otro homenaje y una realización técnica cuidada al máximo. En síntesis lo que uno busca cuando va al cine a ver una película de estas características. Entretenimiento asegurado de principio a fin.
Especial para fans de Diego Torres Cuando “Extraños en la noche” se presento en la edición de Pantalla Pinamar, los críticos presentes, después de haber conversado con el director, estábamos a la expectativa. Habían pasado muchos años en los que Diego Torres no realizó ningún film. Volver después de una película dramática como “El juego de Arcibel” a una comedia romántica con visos de policial era todo un desafío. También lo era para su realizador que, además, es amigo personal del Actor/Cantante. Quizás por esto es que había tanta expectativa en el estreno. Una vez que se la pudo ver quedo en claro que era un film hecho para los seguidores de Diego Torres. Una comedia liviana, lo cual esta muy bien, cuidada en cuanto a los detalles técnicos pero floja de guión., con diálogos previsibles lo cual, en un film que tiene algunos aspectos de policial, no es lo mejor. Igualmente, repetimos que, es un film hecho a la medida de Diego Torres, cuidado desde la fotografía y todos los aspectos técnicos, e incluso acompañado por excelentes actrices como Julieta Zylberberg y Laura Conforte, entre otros. También es, pese a lo poco que esta en pantalla, un muy buen trabajo de la sobrina del cantante, Ángela Torres. La historia es la de Martín, un músico clásico que vive tocando en fiestas, y Sol, cantante de rock pop, que trabaja junto a Martín. Algunos hechos llevaran a la pareja a entrar en conflicto a la vez que en el piso superior a donde viven, creen que hubo un hecho policial. Este es una síntesis del film que tiene algunos de los momentos más logrados del film en las participaciones de Betiana Blum y Daniel Rabinovich como los padres de Martín. “Extraños en la noche” es un film que no va a defraudar a los seguidores de Diego Torres.
Dos extraños son Desde que comienza el film, con una atractiva viñeta estilo 50s de un perfil urbano identificable con el West Side neoyorquino, el espectador, no sin razón, espera encontrarse con el tipo de comedia romántica brillante, inocente y eficaz tìpica de esa época dorada del Estados Unidos de posguerra. Epoca de prosperidad y esperanza, de hogares suburbanos equipados con la última tecnología y confort, y también la década que dio lugar a los “baby boomers”, como se conoce a la explosión demográfica originada en ese entonces. Sin ser demasido suspicaces, hay algo en la extraña conducta de Martín (Diego Torres) y Sol (Julieta Zylberberg) que nos dice que esta parejita de jóvenes músicos (él, pianista clásico; ella, “torch Singer” con aspiraciones de rockera) aguardan una especie de milagro o de fortuito golpe de suerte. No por carecer de talento, sino de oportunidades, Martìn y Sol se ganan la vida actuando en el bar-lounge de un lujoso hotel. Martìn al piano, prolijamente peinado a la gomina y con anteojos de negro carey, y Sol recostada sobre el piano al mejor estilo Michelle Pfeiffer en Los fabulosos Baker Boys, la pareja prosigue su rutina hasta que un incidente menor hace que se vean en la calle, desocupados. Sin mucho que hacer, salvo recorrer agencias artísticas y asistir a castings, un viejo amigo y ex colega, Freddy (Fabián Vena) aparece en escena con un irresistible canto de sirena. Devenido exitoso empresario y manager de artistas, Freddy sabe que Martìn, con su innato talento y carisma, es una mina de oro en potencia para el mercado de la música pop de consumo masivo. Pero Martín, dueño de un estricto entrenamiento clásico, se niega repetidamente a componer edulcoradas baladas pop. En el otro wing, Sol, poseedora de una excelente voz, recibe la oferta de una gira internacional como cantante de una banda manejada por Freddy, fabricante de estrellas. Sin mucho que hacer en casa (un departamento llamativamente coqueto de estilo francés, fuera del alcance de dos músicos empobrecidos), Sol se obsesiona con el vecino del piso de arriba y sus idas y venidas en medio de la noche. Ausente y silencioso durante el día, de regreso en la madrugada, el vecino deja de producir, por unos días, sus impetuosas entradas acompañadas del ruido de zapatos de tacón. Para no darle a Martín la noticia de que está embarazada, justo en momentos de aprietos económicos, Sol se concentra en el misterio doméstico y arrastra consigo al reticente Martín, a quien convence de que se ha cometido un crimen en el piso superior. ¿Comedia policial de fórmula? Sí, innegablemente. ¿Eficazmente ejecutada? No, por razones varias. El cantautor Torres despliega su encantadora inocencia por doquier, pero su partenaire, Julieta Zylberberg, no parece capaz, en todo el film, de encontrar el tono comédico adecuado. Con un antecedente impecable como su magnìfica interpretación de una oscura celadora de colegio secundario durante la dictadura en la película La mirada invisible (Diego Lerman, 2010), Zylberberg, sin incurrir en encasillamientos, intenta pero no logra ponerse en papel en Extraños en la Noche. Tanto la trama como la estètica y el espíritu risueño del film evocan la deliciosa comedia de Blake Edwards Un disparo en la oscuridad (1964, con Peter Sellers y Elke Sommers), pero Extraños en la Noche carece de algo que la cinta de Edwards poseía en abundancia: un guión sólido, previsible pero sin baches, y una manufactura casi perfecta. Tomadas individualmente, las escenas de Extraños en la Noche, sin llegar a semejantes alturas, son dignas, correctas, pero el dudoso ensamblaje transforma al film en una concatenación de intentos de comedia casi sin cohesión narrativa. Así, la película de Montiel, que tiene méritos artísticos de sobra, pero de manera un tanto inconexa, deviene un decepcionante desencuentro de dos extraños en la noche.
Guiños y personajes Con Diego Torres en versión (algo) antiheroica. Qué profesión? Es músico”, le dice, despreciativo, Daniel Rabinovich a Betiana Blum, hablando del hijo ficcional que tienen en Extraños en la noche . Martín (Diego Torres) es efectivamente músico: ama a la música clásica y detesta al pop. Sobrevive, con cierta frustración, tocando el piano en eventos, acompañado por su mujer, Sol (Julieta Zylberberg). Un productor (Fabián Vena, en el personaje más paródico de la película) le sugiere que intente componer una balada romántica, un hit, algo que venda. Pero Martín, melómano exquisito, no quiere rebajarse a tanto... Los muchos guiños, las bromas a contracorriente de la realidad y la cálida construcción de personajes son los puntos altos de la opera prima de Alejandro Montiel. Torres y Zylberberg conforman una pareja simpática. El, jugando una suerte de Clark Kent de sí mismo. Ella, dúctil y arrolladora, con su talento para la interpretación, especialmente en el género en que se formó: la comedia. Basta con recordarla en sus comienzos televisivos, en Magazine For Fai , o en teatro, tan joven, bajo la dirección de Ana Katz en Lucro cesante . A pesar de que viven en un edificio espectacular, en una ciudad que no parece Buenos Aires sino una cruza de Nueva York y París, Martín y Sol están acechados por una crisis económica, que, por el momento, no contamina al amor. Ella, lo sabemos nosotros pero no él, está embarazada. Por ahora se ganan la vida presentándose en reuniones empresariales: él le arranca tersas melodías al piano; ella canta, sensual, recostada sobre la tapa del instrumento, con un vestido rojo y zapatos de taco alto; estilo Los fabulosos Baker Boys . Pero algo siempre les sale mal. Incluso en la casa. Sobre todo desde que escuchan, una madrugada, unos ruidos terribles que vienen del departamento de arriba. Podría ser una metáfora de cierto malestar instalado en la pareja. Aunque no. Es la película que se desdobla entre la comedia romántica y una especie de thriller. Una trama, dual y liviana, que irá diluyéndose hasta terminar resultando forzada, a diferencia de las actuaciones. Por caso: la reacción de los protagonistas ante los misteriosos incidentes en el departamento de arriba (ella, obsesionada, entrometida, acaso desplazando sus preocupaciones íntimas; él, temeroso, elusivo, centrado en sus problemas) serán mucho más atractiva que el desarrollo y resolución del enigma, que ocurrirá a través de flashbacks y explicaciones orales. Los rubros técnicos, impecables. Como la banda sonora; canción de Torres incluida. Pero los conflictos sentimentales y policiales -que remedan a Misterioso asesinato en Manhattan , con destellos de cine negro- son débiles. Mejor poner el foco en la versión neurótica, dubitativa, woodyallenesca de Diego Torres, amplificada por el talento de Julieta Zylberberg.
El film de Alejandro Montiel ofrece la posibilidad de divertirse sin muchas pretensiones Casarse joven tiene sus ventajas, entre ellas la posibilidad de que la pareja logre transitar por un largo camino, que se conserve el fuego del romanticismo y se tome esa unión como una apasionante aventura. Este ejemplo se grafica en Martín y Sol, siempre dispuestos a vivir cada día como una nueva bendición del cielo, aunque a veces el destino les juegue una mala pasada. El es un músico de formación académica que espera ganar dinero con sus composiciones, en tanto que Sol desea triunfar como líder de una banda de rock. Sin embargo, y por el momento, ninguno de los dos está satisfecho con los trabajos que consiguen. La vida, llena de caprichos, parece querer desviarlos de sus sueños. A un paso de firmar un ansiado contrato para cantar en una banda que hará una gira por el exterior, ella recibe con sorpresa la noticia de su embarazo y, paralelamente, Martín queda sin empleo y pierde su valioso piano en manos de un afinador. Con tantos sucesos desalentadores, Sol no halla la manera de comunicarle a Martín su embarazo, y para postergar ese momento se concentrará en descifrar el supuesto crimen de un misterioso vecino. El marido no está convencido de las sospechas de su mujer, pero ante su insistencia ambos se convierten en una divertida pareja de detectives amateurs que buscan pistas mientras tratan de resolver su vida cotidiana. Relato sin duda simpático y amable, el film recorre las aventuras de este matrimonio. El director Alejandro Montiel logró, sobre la base de un guión tan pícaro como entretenido, un relato que ofrece la posibilidad de divertirse sin muchas pretensiones, de ver a Diego Torres -que ofrece una cordial imagen de ese Martín dispuesto a secundar a su esposa en la investigación de un delito de dudosa autoría- y de descubrir las buenas condiciones de comediante de Julieta Zylberberg. A ellos se suman, en breves apariciones, Betiana Blum y Daniel Ravinovich, que refuerzan un elenco siempre dispuesto a brindar la cordialidad pedida por sus respectivos personajes. La impecable fotografía, la acertada dirección de arte y la música -con atractivos ritmos- suman puntos a este film que acierta en su propósito: contar una historia simpática con una moraleja que se descubre hacia el final.
Extraños en la noche marca el paso de Alejandro Montiel al cine industrial tras años de producciones independientes. A este salto a lo masivo lo hace con una comedia romántica mezclada con policial negro en la que se reconocen elementos de sus anteriores trabajos, especialmente en lo que a humor respecta. Sin llegar al grotesco de Las Hermanas L., pero con sus buenas dosis de absurdo, se conduce esta historia irregular que no termina de amoldar ambos géneros, dedicándose a uno o al otro de acuerdo al avance de la trama, pero sin terminar de desarrollar del todo a ninguno. ¿Qué, quién, por qué?. Junto a los protagonistas, en los primeros minutos de metraje, tenemos una idea de qué es lo que ocurrió, a la vez que logramos saber cuál es la verdadera identidad de la víctima, algo que a ellos se les niega. Con estos datos e ignorando las causas, algo que como se revelará al final es lo de menor importancia, el espectador se encuentra varios cuerpos por delante de los "investigadores amateurs", algo que suele ocurrir en materia de suspenso al revelarse información a la que los personajes de momento no pueden acceder. El asunto es que, a ojos del público, el policial se ve suspendido prácticamente hasta el cierre, en un lento rastreo de pistas que conduce hacia aquello que sabemos desde el comienzo. Esto habilita la posibilidad de que se pueda desarrollar sin roces el aspecto romántico, un amor atravesado por la música, los problemas económicos y, desde luego, lo detectivesco. Entre Diego Torres y Julieta Zylberberg hay buena química, sostenida principalmente por la frescura y el talento que la joven aporta. Él por otro lado lleva un papel que no termina de cerrar en el contexto de la película, exagerando los gestos y reacciones de su músico snob causando cierto absurdo que no se condice con el resto de las interpretaciones. Más allá de que tenga sus momentos logrados, muchas referencias al cine, buen manejo técnico desde lo policial y algunos apreciables pasos de comedia, la historia transita por rutas bien conocidas que la llevan hacia desenlaces obvios. Después de todo, ¿alguien pensaba que Diego Torres solo iba a tocar el piano?.
La simpatía del elenco mejora el guión Sinceramente, esta amable comedia romántica con intriga policial queda un poquito debajo de sus posibilidades y sus expectativas, pero igual entretiene. Los puntos que pierde, sobre todo a causa de algunas limitaciones de libreto, los recupera con la eficiencia del equipo y la simpatía de su elenco. Diego Torres y Julieta Zylberberg parecen lejanos sobrinos nietos de Cary Grant y Katharine Hepburn, lo que es decir. Y ella tiene algo de Barbra Streisand: no solo la nariz tan personal, sino el brillo y la soltura ideales para un personaje como el que le toca, de flaca talentosa y colorida, acelerada, arrebatada, y quizá demasiado fantasiosa para que pueda seguirla un marido tranquilo, poco imaginativo y muy concentrado en sus propios problemas. Así es la cosa. Un pianista de formación clásica espera una beca que le permita tener sus logros en la alta cultura (y de paso pagarle al afinador que le hipotecó el piano). Su mujer espera terminar con el fastidio de andar cantando en locales donde nadie la escucha y encima un borracho la molesta. Ella siempre lamenta la oportunidad perdida en una banda de rock & pop. El manager amigo, chanta amigo, espera hacerle firmar un contrato que la alejará de su casa. La ex novia del marido espera agarrarlo de nuevo (confesémoslo, en su lugar bien nos dejaríamos agarrar). La pareja espera un bebé, pero solo ella lo sabe. Y en el piso de arriba un señor o señorita no espera ninguna visita, pero la tendrá. Todo eso, en los primeros minutos. La intriga policial surge con más interés que los problemas de pareja, pero solo se hace notar al comienzo y al final, y por ahí resulta medio confusa y desaprovechada. No importa, se pasa el rato con agrado, los protagonistas son compradores, Fabián Vena se destaca con un personaje inefable (a propósito, ¿cómo se llama la japonesita que lo acompaña?), cada miembro del reparto se luce, hay agradables variaciones sobre el tema principal y buena música general, fotografía cálida, lindos títulos de presentación, ambiente climatizado, etc., la ciudad se ve linda, el asesino es capturado y bien está lo que bien termina, aunque a los pocos días ya ni recordemos cómo termina.
Un logrado producto policial Sol y Martín son pareja. También músicos. El con formación clásica, ella con aspiraciones de vocalista. Una banda de rock es su sueño. No están en su mejor momento. Las cosas no salen como quieren y como animan fiestas y lo que venga, no siempre los toman en serio y Sol estalla. Martín se desespera porque su chica se impacienta y el dinero no entra. Para colmo, no puede retirar su piano hasta que pague al afinador. Así están dadas las cosas cuando Sol se entera de su embarazo y eso complica la posibilidad de un futuro contrato. Mientras ella oculta la noticia y Martín se desilusiona porque la beca que esperaba no se da, un extraño acontecimiento los comienza a preocupar. El vecino del piso de arriba ha desaparecido. La historia va a complicarse cuando Sol, metida a investigadora amateur, indague un poco más en lo que pasó. TINTE ROMANTICO "Extraños en la noche" es una liviana comedia de tinte romántico, con algunos detalles policiales. Vaudevillesco y abundante en equívocos el filme se propone simplemente entretener con algunos enredos y un argumento que pierde un poco su efecto en el final, cuando se cuentan momentos que podrían haber tenido un desarrollo. La película tiene un buen nivel técnico y su fuerte está en la actuación de la pareja protagónica integrada por Diego Torres y Julieta Zylberberg. Quien sale especialmente airosa es Julieta, la misma joven actriz de "La mirada cautiva", donde llamó la atención por sus cualidades dramáticas. Aquí se revela como una excelente comediante y da un buen pie a Diego Torres, que con su simpatía y buena onda avanza en un género para el que puede estar especialmente dotado si le dedica tiempo y esfuerzo. Tamibén aparecen un productor -Fabián Vena-, Laura Conforte como Mechi, la ex novia del protagonista y Betiana Blum y Daniel Rabinovich, los padres de Martin.
Enredados La comedia de teléfonos blancos de la edad de oro del cine argentino, el mix entre humor desprejuiciado, enredos y suspenso de buena parte de la filmografía de Pedro Almodóvar y una impronta woodyallenesca con perdedores tan neuróticos como queribles. Por allí hay que buscar las referencias de Extraños en la noche, película que marca el regreso a la pantalla grande de Diego Torres, la irrupción en el mainstream de una gran actirz como Julieta Zylberberg (La niña santa, La mirada invisible) y el debut en el cine industrial de una rara avis surgida de la FUC como Alejandro Montiel, que había trabajado hasta ahora en producciones ultraindependientes como Las hermanas L., 8 semanas y Chapadmalal. La película describe las desventuras de una pareja joven de músicos bastante frustrados (Martín es un compositor de obras clásicas, típico bicho de conservatorio que se niega a venderse al sistema para concebir melodías y letras pop; ella es cantante de indie-rock). Ambos se ganan la vida tocando en patéticas fiestas y eventos, pero la cosa no resulta bien. Para colmo, ella descubre que está embarazada y no se anima a decírselo. La propuesta se completa con una subtrama policial (ligada con la corrupción política y los escándalos sexuales) en el piso de arriba del departamento de los protagonistas. A Montiel y sus coguionistas no les preocupa incursionar en los estereotipos y los clichés. El problema principal -y no menor- que tiene la película es que por momentos resulta demasiado forzada, le cuesta articular las distintas vertientes, no fluye como debería tratándose de una propuesta que hace de la superficialidad y la ligereza todo un culto. A Zylberberg se la nota mucho más cómoda que a Torres en este tipo de registros y el equipo técnico -un verdadero dream-team- aporte la estructura, la ambientación necesaria para los climas que Montiel quiere crear. El relato -quedó dicho- no es todo lo eficaz que podría haber sido, pero se trata de un saludable intento por incursionar en terrenos (la comedia física, por ejemplo) que el cine nacional no suele transitar con frecuencia.
La vuelta de la Banda del Golden Rocket El cantante pop compone a un músico clásico que no sólo tiene problemas de trabajo y de pareja. También se ve envuelto en una trama policial que le agrega sal a esta sosa comedia romántica producida por Adrián Suar, con la participación especial de Fabián Vena. El cine de género es un bicho complejo. Por un lado, implica trabajar con reglas que el público pueda identificar fácilmente. Por otro, la cantidad de lo ya hecho, sumado al número de variantes y cruces lleva a que realizar un film de este tipo sea mucho menos sencillo de lo que cierta mirada algo condescendiente da crédito. Y en ese riesgoso camino ingresó Alejandro Montiel con su segundo opus, Extraños en la noche, que cuenta con Diego Torres y Julieta Zylberberg en los roles protagónicos. Martín (Torres) y Sol (Zylberberg) son dos músicos que, a su vez, son pareja; él viene de formación académica y quisiera pegarla como compositor, mientras que ella apunta a ser la voz de una banda de rock indie. La vida no sonríe precisamente con éxitos al dueto, que se ve en la necesidad de recurrir a ofrecer sus talentos para eventos, expuestos a los caprichos de organizadores y asistentes. Así es como, en una de esas noches de alquileres forzados de vestuario para cumplir con los requisitos y de invitados beodos que se quieren pasar de vivos, todo hace eclosión: se quedan sin trabajo y endeudados, al tiempo que Sol confirma (sin comunicárselo aún a su media naranja) que está embarazada. Y, como cereza del postre, quedan involucrados sin quererlo en una misteriosa trama policial en su propio edificio. Después de que su primer largometraje en soledad fuera el documental independiente Chapadmalal (2009), Montiel se aventuró hacia las aguas del cine industrial. Muestra de ello no es sólo la apuesta al cine de género y con una producción importante, sino también con un protagónico de Diego Torres (presenta tema nuevo en la película), con el guiño que implica que el exitoso músico pop interprete a un músico clásico que desprecia lo popular... y que coincide con la presencia de Fabián Vena y Adrián Suar. Vena interpreta a un altivo pero bienintencionado manager de orientación más comercial que busca convencer a los jóvenes artistas para que se sumen a su equipo creativo y Suar es uno de los productores de Extraños en la noche; junto con Torres, es la reunión de los tres protagonistas de La Banda del Golden Rocket a veinte años de lo que significó un giro en sus carreras. La película es una comedia romántica que sigue las peripecias de la pareja protagónica en el devenir de cómo superar los obstáculos, las dificultades y hasta los rayes personales para terminar de conformarse como un feliz 1+1. El otro carril que transita el film es el del policial, que funciona como complemento del eje principal y siempre dentro del clima amable de toda la propuesta. Al tono que le imprime Zylberberg a su personaje (por energía, en definitiva, quien impulsa la locura de la trama y el avance del relato), ayudan también participaciones como las de Daniel Rabinovich y Betiana Blum como los pitucos padres de Martín, que viven en Recoleta y no entienden por qué su hijo no termina de dedicarse a algo más en serio. Con una construcción de imagen de Buenos Aires algo peculiar por momentos (con cierto aire for export, por decirlo de alguna manera), quizá la principal observación que se pueda hacer es que el film es inconstante a la hora de poder mantener la tensión entre las diferentes líneas que la narración explora en el camino de Martín y Sol hacia la felicidad y el éxito.
Dos personajes en busca de un mejor guión El regreso de Diego Torres a la pantalla grande cuenta con buenas actuaciones, pero una historia que no cierra bien. La comedia romántica es un género complicado. Porque además de la comedia, le tiene que agregar la historia de amor. Es decir que debe equilibrar las risas con la emoción y no perder el rumbo a pesar del cambio de tono. Si a eso se le suma una historia policial, entonces ya son tres las cuerdas que hay que ajustar. Y ajustarlas por separado ya es de por si difícil, pero juntas es una tarea realmente compleja. No se puede decir que Extraños en la noche sea un film que intente abarcar demasiado, ya que a pesar de todo lo que le falta para funcionar, igual tiene la acción totalmente concentrada en la pareja protagónica. Y, a diferencia de casi todas las comedias románticas nacionales, los dos personajes protagónicos están bastante equilibrados. Aun cuando Julieta Zylberberg es proporcionalmente menos famosa que Diego Torres, la película no descuida que se trata de una historia de pareja ni se convierte en un show del actor y cantante. El problema es que el guión no funciona, que el guión es muy imperfecto y eso debilita todo el trabajo de los actores que, a pesar de su carisma, se ven obligados a lidiar con diálogos imposibles y situaciones que de tan forzadas los dejan en más de un momento en problemas. Las buenas intenciones no alcanzan. Incluso la factura técnica impecable –sonido, montaje, fotografía– no logra encontrar el film que se merece. No es fácil escribir un buen guión, pero si se llega al rodaje sin haber alcanzado un cierto nivel, toda la película se verá afectada. Extraños en la noche es prueba de esto. Una ironía final, casi una paradoja, es que los mejores momentos de la película sean aquellas en las que Diego Torres se parece más a Diego Torres. Cuando se asoma la estrella de la música popular, toda la película se ilumina. Tal vez debería retomarse la tradición de su madre, Lolita Torres, y hacer un film de puro disfrute, con canciones y humor, sin tanta vuelta. Repito, una paradoja, ya que el protagonista desprecia ese estilo musical que, justamente, lo que hace que el actor y cantante lleve gente al cine. Buenos actores secundarios –en particular Laura Conforte, Alexia Moyano y Fabián Arenillas– y bellas locaciones terminan de armar una película que no funciona porque el guión no funciona y eso empantana todo el proyecto de forma insalvable.
Vida de músicos Empatía y fotogenia son los dos pilares de Extraños en la noche, la película de Alejandro Montiel que protagonizan Diego Torres y Julieta Zylberberg. Martín y Sol sueñan con vivir de la música; ella dejó atrás una banda de rock y ahora canta en eventos con Martín al piano, mientras esperan alguna oportunidad de brillar, cada uno en lo suyo. La película resume un repertorio de escenas clásicas en la comedia romántica y toma momentos de películas muy recordadas, como Los fabulosos Baker Boys, en una imitación fresca y posmoderna de la chica cantando sobre el piano y ronroneando a lo Michelle Pfeiffer. La actriz argentina que se destacó por trabajos dramáticos muy interesantes, esta vez ingresa en un registro sencillo, logrado a fuerza de convicción, y buena química junto a Torres. El cantante pone su histrionismo al servicio de un personaje inseguro, prejuicioso con respecto a la música popular y con el ego por el piso. Supera las limitaciones de la historia de amor planteada de esa manera una trama policial que abre el juego a otros contextos y personajes: el edificio, los vecinos y el portero; la vida secreta del vecino de arriba; la noche y la política, en dosis amables, al tiempo de que los pequeños dramas personales se resuelven con un poco de ingenio. Acompañan a la pareja, Fabián Vena, Ludovico Di Santo, Betiana Blum, Daniel Rabinovich, Laura Conforte, Alexia Moyano, entre otros. La música funciona como síntesis, sobre todo en los compactos de imágenes a la manera de videoclip, y Torres estrena la balada Sol del nuevo día. Entre chispazos de humor sobre estilos musicales y guiños, como el del título, un eterno romántico, la película de Montiel entretiene sin desentonar.
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Una comedia livianita que teje su historia con muchas puntas: apunta a la crisis de una pareja y su continuidad, habla del miedo al éxito, y sostiene una trama policial que comienza con las sospechas de ella (Julieta Zylberberg) y continúa con el seguimiento de él (Diego Torres en su vuelta a la actuación). El cóctel agitado tiene altibajos pero entretiene y despliega gran elenco y momentos muy bien logrados hermanados al delirio.
Dos extraños son los que se miran La vuelta de Diego Torres a la gran pantalla no fue de la mejor manera, Extraños en la Noche parte de una atrayente propuesta para culminar en un cúmulo de buenas intenciones que se ven opacadas por el mediocre guión y algunas actuaciones que no dan la talla. Martín y Sol son una joven pareja de músicos que, a pesar de tener talento, reman todos los meses con distintas presentaciones para lograr pagar el alquiler. Un día como cualquier otro escuchan unos extraños ruidos en el departamento de arriba, generando en ellos un convencimiento de que allí arriba ocurrió el asesinato de su vecino. Así ambos comenzarán a investigar el confuso episodio, mientras su relación como pareja empieza a agrietarse. No vamos a discutir desde este lugar el talento de Diego Torres como cantante, pero si podemos analizar tranquilamente que no es un gran actor de cine. Tampoco es malísimo, pero en el rol que le fue impuesto para este film no deja sacar ese costado canchero y carismático que tiene el autor de Color Esperanza. Su versión de antihéroe es poco creíble, demasiado contenida y forzada. En realidad Extraños en la Noche presenta varias secuencias que a priori pueden ser graciosas, pero que son traídas a la trama por un brusco, forzado y poco fluido guión. Por decantación es de esperar que la mayoría de los momentos en la labor de Torres, por no tener la experiencia en el rubro que si posee el resto del elenco, no tengan el ritmo y el punch necesario que debe tener una comedia, más allá de presentar una buena química con su pareja protagónica. Por otra parte Extraños en la Noche no logra desarrollar del todo ni la trama romántica, ni el supuesto crimen. Es más, promediando la segunda mitad de la cinta hay una leve y esperable inclinación hacía la relación de los protagonistas y es allí donde el film despliega sus mejores momentos, ya sean dramáticos, románticos o cómicos. Aunque lamentablemente luego vuelve a ser llamada "la investigación", generando una insalvable desconexión hasta el final de su metraje. Para ir cerrando hay que mencionar que los apartados técnicos de Extraños en la Noche son llevados delante con gran factura y también sería injusto dejar de destacar las actuaciones de Julieta Zylberberg y Fabián Vena que son los encargados de levantar la obra con cada aparición.
Para pasarla bien El director Alejandro Montiel apela a pasos de comedia, algo de suspenso y elementos de historias policiales para hacer de esta una película livianita en cuanto a su guión. Una estupenda Julieta Zylberberg, las apariciones de Betiana Blum y de Daniel Rabinovich junto a una excelente banda de sonido la convierten en un buen pasatiempo. Extraños en la noche es una comedia que entretiene, como las obras que se ven en verano -ya sea en Carlos Paz o en Mar del Plata- de principio a fin. Arranca la sonrisa, y hasta a veces la carcajada al espectador con una serie de gags que a pesar de haberse visto una y mil veces no dejan de ser efectivos. La historia plantea los problemas que debe sortear una pareja de jóvenes que dan vida una estupenda Julieta Zylberberg (Sol) y Diego Torres, que se mete en la piel de Martín. Ellos son músicos. Él, un amante de la música clásica por su formación de Conservatorio que debe ganarse la vida como pianista en hoteles y en fiestas. Y ella, y aquí hay un punto alto, una cantante con una voz llena de matices, que aspira a volver a integrar una banda de rock. Ambos se sienten obligados a trabajar de lo que no sienten, interpretando baladas para ganarse unos pesos. El director recrea una escena de la película "Los fabulosos Baker Boys", de 1989, y sus intérpretes asumen los roles de Jeff Bridges y de Michelle Pfeiffer. Y la actuación es convincente. Pero no será la única vez en la que recurre a tomar prestadas escenas o ideas de otros filmes. Los jóvenes viven obsesionados con la vida de un extraño personaje que vive en el piso de arriba, lo que nos guía a "Misterioso asesinato en Manhattan", de Woody Allen. Hilando fino también recurre al cine de Almodóvar con una idea de "Tacones lejanos". El mérito es haber dosificado cada escena con los ingredientes necesarios para producir una comedia efectiva y pasatista que desemboca en un final previsible. Las apariciones de Daniel Rabinovich (Les Luthiers) y de Betiana Blum apuntalan la película, al igual que lo creíble del personaje que compone Zylberberg. Diego Torres confirma que como actor sigue siendo un cantante excepcional.
Si nos dejamos llevar por la previa de este estreno lo habremos visto a Diego Torres en toda clase de programas hablando y defendiendo a capa y espada algo que, cuando uno se sienta en la butaca, no lo encuentra. El humor brilla por su ausencia, y si lo encontramos nos hacen recordar a aquellos gags del cine argentino de los ‘40, el policial salpicado con la comedia que termina por no ser ni chicha ni limonada. Las actuaciones de Julieta Zylberberg y Laura Conforte son correctas, en tanto la de Diego Torres en su regreso al cine se ve algo forzada. La fotografía, la puesta, y la escenografía es lo mejor de la producción. En una palabra, técnicamente luce impecable, pero no basta cuando el guión es muy flojo y la historia, situaciones y acción muy previsibles. La escena del borracho que se pone a cantar, y termina en el suelo donde recibe unos puntapiés que le aplica Sol (Julieta Zylberberg), no causan risa (al menos para éste cronista). El guión tampoco es ni por asomo original, si tomamos en cuenta que trata de la historia de Martín y Sol, una joven pareja de músicos que realiza shows para turistas, que a duras penas llega a pagar el alquiler de su departamento. Pero además del amor, ambos comparten una inclinación, la de inventar historias sobre sus vecinos interpretando los sonidos que escuchan en el edificio. Una afición que los dejará convencidos que en el piso de arriba se cometió un asesinato. Así, los dos protagonistas se convertirán en insólitos investigadores, para terminar por estar complicados en toda clase de enredos y equívocos, en medio de una propuesta que intenta homenajear en clave de comedia al género del policial negro. Alejandro Montiel, su realizador, que procede del cine independiente con “Chapadmalal” (2009) y “Las hermanas L” (2008), en este salto al comercial no logra superar ciertos clishés del cine independiente que en el comercial hay que resolver de otra manera. Quizás la historia hubiese sido diferente si el proyecto hubiera sido un pretexto para escuchar las canciones de Diego Torres. Las fanáticas apenas encontrarán dos temas de Diego. Un consejo: si quieren verlo cantar no vayan, porque acá encontrarán otra cosa, un Diego muy atado a un guión híbrido. Es más, el reportaje del que fue objeto en el programa televisivo “Tiene la palabra”, o ciertas apreciaciones que tuvo en la conferencia de prensa, resultaron más graciosas y simpáticas que lo visto en “Extraños en la noche”. Es una lástima, porque Torres tiene ángel y carisma, que con un buen libro y adecuado humor podría llegar revelarse como un respetable comediante.
La trama gira en torno a lo que le sucede a una pareja de músicos enamorados Martín (Diego Torres) y Sol (Julieta Zylberberg), ellos se encuentran en quiebra, a duras penas llegan a pagar el alquiler de su departamento, él tiene el piano embargado y ella justo queda embarazada, pero esto él aun no lo sabe, para subsistir realizan shows en distintos hoteles para turistas, lugares donde surgen algunas situaciones cómicas, el borracho que nunca falta, y aquí hay una escena muy similar al film “Los Fabulosos Baker Boys (1989)” protagonizada por Jeff Bridges y Michelle Pfeiffer. Como suele pasar en los edificios, viven diferentes personajes, las paredes a veces parecen tan finas que se escucha todo, aquí los hechos que suceden es como en aquellas comedias de la década del 50; ellos escuchan ruidos extraños en el piso de arriba, donde vive su vecino Emilio y todo los va llevando a sospechar de que alguien fue asesinado y una serie de situaciones los dejará convencidos de tal situación. De esta forma los dos protagonistas se convertirán en extravagantes investigadores y se irán metiendo en toda clase de enredos y equívocos; comienza a salir la comedia salpicada con momentos de intriga y sospechas entrando en la humorada, el policial y el suspenso. En el relato se van incorporando personajes como el portero, el político (Ludovico Di Santo), la tierna anciana de la puerta de al lado y una seductora vecina, todos están bajo sospecha; pero después están los otros protagonistas los padres de él (Daniel Ravinovich y Betiana Blum), quienes no tienen una gran participación; un productor musical (Fabián Vena) que los puede sacar del pozo y la ex novia de Martín que solo crea conflictos. La historia se apoya bastante en sus protagonistas que son torpes detectives, van mezclando comedia, thriller y romance, una forma de homenajear a la comedia llevándolo al policial negro, hacen referencias a algunos films de Woody Allen “Un misterioso asesinato en Manhattan, 1993” y de Hitchcock; también se atreven a poner un guiño visual que alude a la figura de la madre del protagonista a Lolita Torres. El film es ameno y un buen pasatiempo que habla de las apariencias, los engaños, la ingenuidad y de los sueños, la pareja protagonista: Diego Torres y Julieta Zylberberg logran transmitir su gracia y hacen buena química, aquí Torres escribe y canta la única canción de la película, llamada "Nuevo día”; unos de los problemas es que quizás es previsible y los actores secundarios estan poco aprovechados.
Tacones, misterios y baladas Esta flamante comedia con destellos musicales, románticos y policiales se conecta -a su manera posmoderna- con esa pretérita edad de oro del “cine argentino de teléfono blanco”, que producía abundantes títulos de contenido rosa, frívolo y sofisticado. En el caso de “Extraños en la noche” podría hablarse de un cine equivalente pero con “tacones lujosos y estilizados”, en busca de un persistente estilo glamoroso. Siguiendo la línea de referentes descollantes como Pedro Almodóvar, Woody Allen y Blake Edwards, entre otros, la película de Alejandro Montiel intenta hacer pie en el humor y los enredos típicos del género comedia, logrando algunos apreciables momentos en ese sentido, para abrir posteriormente una subtrama de suspenso que -en su caso- no llega a conectarse totalmente y resulta algo forzada. Glamour, humor y cinefilia Torres y Zylberberg conforman una pareja simpática: Martín y Sol, dos enamorados acechados por apremios económicos. Ambos son músicos talentosos pero se ganan la vida presentándose en hoteles de cinco estrellas, actuando para turistas y empresarios no demasiado interesados en su espectáculo. La presentación inicial, con el actor arrancando aterciopeladas melodías al piano y ella cantando sensualmente, apoyada en el instrumento como si fuera un sofá, homenajea la escena más recordada de “Los fabulosos Baker Boys”, aportando a la larga serie de citas cinematográficas que contiene la película desde su mismo inicio, con una viñeta de animación como la que precede a “Un disparo en la oscuridad”, la comedia clásica que Edwards realizó a inicios de los sesenta. Asimismo, cuando por vueltas de tuerca del guión, la película se desdobla en una suerte de thriller, la pareja recordará a los detectives amateurs encarnados por Woody Allen y Diane Keaton en “Misterioso asesinato en Manhattan”. Además de la ductilidad de la joven para la comedia y los gags histriónicos de Torres, aportan al humor las participaciones de Daniel Rabinovich y Betiana Blum como los padres de Martín. La música funciona siempre como síntesis y hasta incluye una especie de videoclip en el que Diego Torres estrena una balada pop con su característica energía pum para arriba. Saltos y réplicas El énfasis está intencionalmente puesto en la forma (el cómo) de una propuesta que hace de la superficialidad y la ligereza todo un culto. Para ello, la película recorre ambiciosamente los estereotipos y los clichés, pero le cuesta articular las distintas vertientes. En brillante papel celofán, se presenta una trama liviana a pesar de sus múltiples géneros que circulan sin amalgamarse en una historia que fluye irregular entre polos distintos. Como policial, no busca acentuar el horror ni las miserias sociales, alejándose en ese sentido del filme noire. Se parece, eso sí, a una parodia de las novelas de enigma a lo Agatha Christie, donde los asesinatos transcurren -casi sin sangre- en lugares refinados y suntuosos. “Extraños en la noche” es un experimento híbrido que esencialmente se inclina por el encanto de una comedia romántica que sigue las peripecias de la pareja protagónica en el devenir de cómo superar obstáculos y dificultades. La dupla de cantantes resolverá sus problemas adaptándose a lo que inicialmente desprecian. Así, Martín y Sol irán desde el lugar de perdedores hacia la felicidad y el éxito, siguiendo los consejos de uno de los personajes más risibles, el interpretado por Fabián Vena, como un exótico manager de músicos con refinado olfato para los negocios. A esta altura, es necesario recordar que tanto el director como la actriz principal (Alejandro Montiel y Julieta Zylberberg) provienen del cine independiente, con una trayectoria destacada, particularmente en el caso de ella (“La niña santa”, “La mirada invisible”). Y con esta película ambos dan un salto hacia lo masivo, semejándose a los personajes principales, que aspiran integrar calidad con aspiraciones comerciales.
Divertidos extraños El último recuerdo que tenía del Diego Torres actor antes de ver Extraños en la noche era el de esos trailers de La furia que pasaban en Telefé. Aquellos donde el cantante en cuestión gritaba “¡guardias!”, con cara de “me van a violar”. Nunca me atreví a ver aquella película. Así que fuera de aquel grito desaforado entre rejas, no sabía con qué me iba a encontrar en este film que ubica a Torres en un registro absolutamente diferente. En fin, la impresión no fue muy buena, pero desarrollaremos la marcha hacia el cadalso crítico de Diego más tarde. Además, parafraseando a Homero Simpson, la verdad que canta bien y es noble. Extraños en la noche cuenta la historia de Martín (Torres) y Sol (Julieta Zylberberg), una pareja de músicos que viven (más o menos) de tocar en eventos. Una noche, ciertos movimientos extraños en el departamento de su vecino de arriba los lleva a sospechar un terrible crimen. La película nos contará los problemas que desencadenará para los protagonistas involucrarse en este crimen y, además, las dificultades que atravesarán como pareja. Esta combinación de géneros bien delimitados, es decir la comedia romántica y el policial, está bastante bien trabajada en Extraños en la noche. El director Alejandro Montiel demuestra sensibilidad y timing para ir desarrollando lo más conveniente de la historia a cada momento, en favor del ritmo y la generación de interés. Entonces, así como en un principio la trama criminal cobra preponderancia, se va diluyendo hacia el final, donde lo que en verdad importa es lo que pasa entre Martín y Sol. Tanto es así que la resolución del hecho criminal es absolutamente inverosímil y absurda, y sin embargo no termina pesando tanto en el resultado final. El film de Montiel va sobre los rieles de un guion imposible, lleno de arbitrariedades y algunas situaciones fuera de la lógica que el film propone unos minutos antes, y también hay por allí algún plano inentendible y un montaje bastante feo con una canción de Diego Torres de esas del montón (por no decir mala). Sin embargo, Extraños en la noche se apoya inteligentemente en la actuación, genio y figura de Julieta Zylberberg, quien hace olvidar todo lo anterior, sobre todo porque sabe actuar muy bien, y entiende los códigos y tiempos de la comedia. La gracia, belleza y hasta buena voz de Zylberberg es el punto más alto de esta película. Muy diferente a la situación de Diego Torres, que hace lo que puede en su complicada labor, pero lamentablemente nunca logra un rasgo de naturalidad en su personaje. Siempre aparece fuera de registro, tosco, artificial. Incluso algunos buenos chistes que tiene su personaje quedan estrolados contra la dureza de su interpretación. Diego Torres me cae bien, me parece un tipo divertido, talentoso, y aunque no frecuento su música reconozco en él a alguien trabajador y de sensibilidad artística, pero en este film no funcionó. Un comentario con respecto a quienes interpretan a los padres de Martín, Betiana Blum y Daniel Rabinovich. Ella cree que interpretar a una madre es gritar mucho. Yo hubiera preferido a Mirta Busnelli en plan post faso. El sufre el síndrome de Les Luthiers en el cine: no puede dejar de ser un Luthier, incluso sus parlamentos son al estilo de Les Luthiers. A pesar de esto, sus apariciones son siempre muy divertidas. Entonces Extraños en la noche tiene la virtud de ser una comedia distinta a lo que acostumbramos a ver en producciones nacionales como Esperando la carroza o Cruzadas. Tiene algunas fallas que la vuelven irregular, pero se sobrepone a fuerza de algunas buenas ideas de Montiel y compañía, y de la performance de Julieta Zylberberg.
Super Zylberberg "Extraños en la Noche" marca la vuelta de Diego Torres al cine, o al menos así se estuvo promocionando por la prensa, en una comedia que resulta divertida y amena, mucho más de lo que se comentaba por los blogs cinéfilos de la web. Para algunos, que signifique la vuelta del cantante a la gran pantalla no es buen signo, por lo que no estoy seguro si fue la mejor estrategia. No es la comedia del año, pero debo decir que superó la expectativa de más de uno que la veía con muy poca Fe (yo entre ellos). Diego Torres hace un papel aceptable y puede ser considerado para más trabajos de este tipo con un poco más de training, pero la gran estrella del film es sin dudas Julieta Zylberberg, que demuestra que puede ser una comediante de calidad y que debe ser tenida en cuenta para futuros trabajos de este tipo. El plantel de secundarios acompaña muy bien y ciertamente le suma un par de puntos a la propuesta, sobre todo Betiana Blum que tiene una empatía especial con el público. La trama resulta interesante y disparatada, sobre todo la interacción de la pareja y la situación en la que deciden convertirse en una suerte de investigadores de crímenes con todo tipo de torpezas que funcionan bien en pantalla. En la variedad que ofrece la cinta se presentan algunos baches, pero no creo que sean determinantes para vetar el guión. El que es reacio al género comedia en el cine argentino, seguramente no encontrará en esta peli una motivación fuerte para asistir a verla en el cine y quizás lo mejor sea esperarla a que salga en DVD, pero para el entusiasta y creyente de un cine nacional cada vez con más matices, "Extraños en la Noche" puede ser una buena opción para escapar al cine norteamericano y reírse un poco en el trayecto. Creo que si nos animamos se puede pasar un buen momento y disfrutar de una buena comediante en ascenso como lo es Zylberberg.
"Floja comedia con flojo guión y flojas actuaciones" Diego Torres se ha convertido, sin duda, en uno de los grandes referentes de la música latinoamericana; entre el pop y el reggae ha sabido seducir con sus canciones en los últimos 20 años. Con el estreno de “Extraños en la noche” confirma el dicho que reza “Más vale malo conocido…”: quedarse en el mundo musical es algo que debería respetar, sin moverse de allí. El filme de Alejandro Montiel cuenta una historia plagada de clichés, que se mueve entre la comedia y el filme de suspenso, bastante visitado por el cine norteamericano (muy especialmente con “Misterioso asesinato en Manhattan” de Woody Allen, salvando las enormes distancias, claro). Martín (Torres) y Sol (Julieta Zylberberg) son una joven pareja de artistas, dedicados a la música; lamentablemente no les va muy bien y deben sobrevivir haciendo presentaciones en casamientos y fiestas de quince. A pesar de ello, se dan el lujo de alquilar un bello departamento, tal vez fuera del alcance económico que pueden lograr. Con un embarazo incipiente, Sol le oculta esto a su pareja (sin ningún motivo claro, salvo que, tal vez, no sea el momento oportuno para tener hijos, por la cuestión económica, probablemente) y se empeña en querer desentrañar un supuesto crimen del misterioso vecino del piso de arriba, que guarda un secreto (que se resuelve sólo al final y a las apuradas). Involucrando a la fuerza a Martín, ambos se embarcan en enredos pretendidamente desopilantes, convirtiéndose en detectives amateurs que indagan y buscan pistas, mientras intentan resolver su incierta vida cotidiana. El guión es bastante flojo, cargado de lugares comunes y realmente poco gracioso, a pesar de contar con gran cantidad de líneas de diálogo y acciones físicas de sus protagonistas que apuestan a generar gracia. Zylberberg demuestra un gran histrionismo y el papel le queda muy bien, pero el guión la obliga a alargar situaciones que se agotan rápidamente y buscan la risa fácil sin aportar más que tedio. Por otro lado, los personajes se dedican a decir sus parlamentos para dar información sobre la trama, y pareciera que no tienen nada que hacer, más que querer averiguar sobre el misterio del departamento de arriba (y ninguno de los dos tiene trabajo!!!). Lo más destacable es la muy buena fotografía, pero la poca originalidad y las actuaciones televisivas es lo que ofrece esta “Extraños…”, a pesar de un elenco que incluye también a Fabián Vena, Ludovico Di Santo, Laura Conforte, Betiana Blum y Daniel Rabinovich. Floja... Mala.
Una muestra de lo que pudo llegar a ser El director abre dos líneas en el territorio del cine de géneros: la comedia romántica y el policial clásico. Pero el guión adolece de ese concepto de enmascaramiento, de sutileza que hubiese ayudado a un final más ordenado. En la misma semana dos jóvenes realizadores que alguna vez transitaron por los espacios del cine independiente, hoy, con diferencia de una semana, presentaron sus últimos films. Ambos ya conectados al llamado del cine industrial. Y es que tanto Daniel Burman, otrora autor de "El abrazo partido", entre otras y Alejandro Montiel con "Las hermanas L", han marcado un viraje en su manera de posicionarse frente a la manera de hacer cine, de proyectarse en esta actividad, de ubicarse en los circuitos del propio mercado. Podemos ver, entonces, que ya un film como "La suerte en tus manos" del propio Daniel Burman no sólo es una comedia (lo que podría haber sido todo un hallazgo), sino que la misma descansa en aquellos resortes que hoy convocan desde lo extra cinematográfico, como se pueden pensar ciertos espacios turísticos, la ambientación en una muy exitosa plaza de juegos de azar de nuestra ciudad, que fue igualada a un sector de Las Vegas cuando su inauguración y el retorno al escenario de un muy aplaudido grupo musical para los que hoy orillan los cuarenta. Igualmente, el film de Alejandro Montiel, quien declara de manera sincera su pasaje al cine de géneros, maneja numerosas concesiones...(lamentamos, sí) como incluir un videoclip para dar lucimiento a un tema interpretado por el propio Diego Torres, principal actor del film (otra concesión), quien en esta historia compone a un músico más ligado a la llamada música clásica, académica, que a la que le propone su compañera, más afín a la de los gustos de los jóvenes de hoy. En "Extraños en la noche", título que nos remite a aquel tema musical que silbaron y cantaron tantos intérpretes, desde que Frank Sinatra la presentó en el 66, Alejandro Montiel abre dos líneas en el territorio del cine de géneros: la comedia romántica y el policial clásico. Y en ambos casos lo hace dejando en claro que hay una mirada hacia ciertos momentos de la tradición de ambos (lo cual es todo un mérito); pero el film, en su visión integral, es un muestrario más de lo que pudo llegar a ser; están allí las piezas y los elementos aislados; pero no la estrategia de una combinatoria, la interacción de los mismos. En la vida de Martín y Sol, esta pareja en la que la música obra como puente a pesar de las formaciones y preferencias diferentes, hay salidas nocturnas que están ligadas a contratos ocasionales, como el actuar para eventos, situación primera, que le permitirá ya, al espectador ingresar a un primer momento del conflicto a partir de la figura de un objeto, un par de zapatos, lo que conducirá, al vecino de piso de arriba, a una carta escrita en cursiva que el espectador leerá de manera fugaz, a ciertos retratos?íconos; y ya fuera del edificio en el que habitan, al ambiente en el cual ellos ahora actúan, lo que le permitirá a su director volver sobre otro guiño cinematográfico: "Los Fabulosos Baker Boys". El guión del cine clásico, es cierto que comunmente se asienta sobre elementos reconocibles y recurrentes en su escritura más tradicional. Pero ya desde los umbrales, "Extraños en la noche", en lo que hace a la vida de pareja (el intento de comprobación del posible embarazo desde el minuto uno, hasta lo que ocurre en el piso de arriba, en relación con la verdadera identidad de su habitante); el enigma del relato se va diluyendo ya en el primer tramo del film. Y a pesar de que está declaradamente manifiesto que hay un cierto parentesco entre la trama de lo que aquí ocurre con el film de Woody Allen "Misterioso Asesinato en Manhattan", en lo que se refiere a cómo esos dos vecinos desde una sospecha comienzan a investigar, el film de Alejandro Montiel, igualmente coguionista junto a otros dos, adolece de ese concepto de suspense, de enmascaramiento, de sutileza; que hubiese evitado, como tiene que darse en el más tradicional de los mas canónicos de los policiales clásicos toda la ordenada explicación de todos los hechos al final de la historia. Una apresurada, tranquilizadora y racional exposición de cómo fueron los hechos que sí pueden volver a ser escuchados con sumo placer, con deleite, en boca de Hércules Poirot o Miss Marple; o del mismo Sherlock Holmes. Pero no en este film. Ya todo estaba dicho. Incluso, ya, desde el afiche. Si bien "Extraños en la noche", desde la perspectiva del policial no logra mirarse en el espejo de la tradición del género, a pesar de que el director nos regale una escena de un film del mismo ya sobre el final; no obstante, hay un trabajo de puesta en escena, en lo que hace a la iluminación y a la delimitación de los espacios ambientales que merece destacarse. En relación con la banda sonora, además de esa búsqueda deliberada por subrayar los efectos de género, sí tener en cuenta los registros diferentes para el tema principal, como si operaran conforme la progresión de emoción, situaciones, estados de ánimos de sus personajes. Pero son sólo estos aciertos parciales para un guión que no tuvo en cuenta a un espectador más receptivo. Y que sí estuvo más atento a ese epílogo que más allá del desenlace policial nos vuelve a conectar con un estereotipado happy end, que se suma a otros tantos lugares comunes del film; para que volvamos a escuchar aquella canción que antes Diego Torres, había ya anunciado en un desarticulado y edulcorado videoclip.
Amores, enredos y lobos feroces La comedia romántica, con sonrisas y suspenso, es uno de los géneros preferidos de Woody Allen. Y "Extraños en la noche" transita esos caminos con regular suerte. Es amable, pero muy leve; lo romántico no desentona, aunque las situaciones son forzadas; los diálogos no son graciosos y el subtema policial es apenas un complemento para estirar una historia que se queda sin tema y no encuentra ni personajes ni situaciones donde apoyarse. Es una pareja que se dedica a la música: Martín toca el piano y Sol canta. Discuten un poco porque él sueña con ser un autor en serio y ella está más para la cosa comercial. Y aparece un embarazo, celos, tironeos. El filme no tiene el encanto que el género exige y el elenco hace lo que puede: Julieta Zylberberg luce muy bien y Diego Torres no parece cómodo en la piel de un personaje que no aprovecha su simpatía. Pero no todo es decepcionante: la puesta en escena es elegante, la música está bien puesta y el Buenos Aires que nos muestra, impacta. Algo es algo.
Todas las personas que viven en departamentos suelen conocer a pie juntillas los ruidos habituales de los demás vecinos. Pero, ¿qué hacer cuando esos ruidos se salen de lo común? ¿Puede haber ocurrido algún crimen? Eso es lo que piensa Sol (Julieta Zylberberg) cuando una noche de tormenta se oye lo que parece ser un disparo en el departamento de arriba del suyo, donde vive Emilio (Ludovico Di Santo). Sol vive en pareja con Martín (Diego Torres, plato fuerte del elenco, aunque se nota en su performance que hace tiempo que no actúa). Ambos son músicos, con poco dinero, y viven de tocar en eventos, aunque ansían mucho más de sus respectivas carreras. Él se considera un renacentista nacido fuera de época, y ella, una cantante de rock que dejó pasar su oportunidad de triunfar. Descontentos con sus vidas, resultan involuntarios “testigos” de este misterio, al que Sol se aboca con mucha más convicción que Martín, mientras atraviesan una crisis en su propia pareja. Desarrollada en un ambiente casi teatral, esta suerte de comedia negra dirigida por Alejandro Montiel, pasa, sin mucha media tinta, de escenas de suspenso, a otras en las que se dirimen las cuestiones personales de la pareja protagonista, con discusiones de palabras huecas, y mini video-clip de Torres en medio. El resultado tiene mucho más de comedia que de negro, simpática, pero sin muchas pretensiones a nivel argumental. Una suerte de Ventana indiscreta (la película de Hitchcock), mezclada con comedia romántica, en un edificio al mejor estilo Aquí no hay quien viva, con un ascensor que no funciona, y portero con copias de las llaves de todos los departamentos incluido. La forma en la que se resuelve sobre todo la parte del “misterio” deja bastante que desear, ya que consiste en una explicación de dos minutos armada en base a flash-backs, como para cerrar la película y listo. Capítulo aparte son las brevísimas escenas en las que aparecen los padres de Martín (el Luthier Daniel Rabinovich, y Betiana Blum). Estos dos expertos en comicidad tienen muy pocas líneas, pero valen la pena. Otra presencia destacable es la del exitoso productor musical Freddy (Fabián Vena), amigo desde la época del conservatorio de Sol y Martín, pero que se dedicó a la producción cuando se dio cuenta de que “no tenía talento” para ser músico (algún mensaje oculto allí, tal vez?). En cuanto a lo estético, los productores eligieron filmar la película en las partes más parisinas de Buenos Aires, con lo que, si bien muy lindo para ver, se borró un poco la identidad más cosmopolita de la ciudad (ni siquiera se ven nuestros taxis amarillo y negro, ni colectivos o subtes: estos empobrecidos músicos viajan únicamente en remis). Prolijamente filmada, la película tiene un aire “for export”, que no le va a venir mal desde el punto de vista de lo comercial, aunque lo haga un poco más inverosímil para el espectador local que preste atención a esos detalles. En el global, la frescura que trasmite la película la convierte en un producto agradable para la audiencia sin muchas expectativas. Quien quiera hilar más fino (y no me refiero a mucho, sino al que pida un poco más de solvencia argumentativa), seguramente no saldrá tan contento de la sala. Eso sí, a todos se les va a pegar la canción estrella de Diego Torres que acompaña la película. En la ficción, hasta el remisero sabe la letra.
Publicada en la edición digital de la revista.