El crucero más fiestero. Hotel Transylvania tiene que ser una de las únicas franquicias cinematográficas que abrazaron su naturaleza caricaturesca desde el primer día. Uno de los mejores aspectos que cada película lleva y mantiene son las imágenes y el movimiento frenético que el director Genndy Tartakovsky domina a la perfección, algo que ya demostró en otros divertidos trabajos como las series de televisión Samurai Jack y El laboratorio de Dexter. Drácula, su hija Mavis, su yerno Johnny y su nieto Dennis, además de toda la troupe de monstruos, se van de crucero. Y es que Mavis sorprende a su padre con un viaje sorpresa en un crucero de lujo para monstruos, así que Drácula tendrá que tomarse unas vacaciones de su trabajo en el Hotel. Como no pueden resistirse a la tentación de ir, el grupo de amigos formado por la momia, el hombre lobo y el gelatinoso Blandi, se unirán a esta aventura en barco. Una vez en alta mar, el conde Drácula conocerá a Ericka, la misteriosa capitana de la embarcación con la que vivirá un romance. O al menos lo intentará, ya que la sobreprotectora Mavis se esforzará por mantenerlos separados. Todo se complicará cuando descubran que Ericka es en realidad la descendiente de Van Helsing, el archienemigo de Drácula y de todos los monstruos. Seguramente nos hallamos ante la saga animada de Sony más cercana al espíritu Cartoon Network que recordamos. Los numerosos gags visuales ocupan el asiento delantero de un guión que prioriza el slapstick antes que la estructura narrativa. La trama es bastante simplona, pero a cambio se obtiene una serie de viñetas donde los monstruos se meten en travesuras tontas durante el verano. Hay secuencias innovadoras y momentos divertidos que funcionan, pero en comparación con el original, e incluso la secuela, es un mínimo porque se ve obstaculizado por números excesivos de baile y una gran cantidad de chistes que no avanzan en ninguna historia (se pueden llegar a contar hasta siete momentos musicales en toda la película y solo uno de ellos funciona en su favor). En su versión original (que siempre recomendamos) destacan las voces de algunos actores con demostrada experiencia a la hora de trasladar su arte a personajes animados, y que ya se postularon en los dos primeros títulos de la serie. Así hallamos a Adam Sandler, Selena Gómez, Steve Buscemi y Andy Samberg en roles principales, y la siempre añorable presencia del maestro de la comedia Mel Brooks, quien pone voz a Vlad, el padre de Drácula. En definitiva, si la comparamos con las dos anteriores entregas de Hotel Transilvania esta es la más floja. Aunque es vibrante y frenéticamente rápida, debido a la falta de material narrativo, esta secuela con descarado afán lucrativo no tiene nada que ofrecer sino un hilo de chistes visuales que divertirán solo al más niño de los espectadores. Es hora de que sus hacedores se ramifique en nuevas ideas (Sony Pictures Animation no levanta cabeza con títulos postreros tan sosos como La estrella de Belén, Emoji: la película o Los Pitufos: la aldea escondida) y pongan a reposar la franquicia en el ataúd de Drácula. Aviso a navegantes: el clímax de esta película tiene que ser el final más inverosímil que se haya visto en una película animada hasta la fecha.
Aguas estancadas La nueva entrega de la exitosa franquicia de Sony Pictures, Hotel Transylvania 3 (2018), dirigida por Genndy Tartakovsky, deambula entre la fidelidad a la historia y el intento por sumar el atractivo de un crucero de vacaciones para explorar nuevas características de los personajes, y no mucho más. Recuperando lineamientos ya planteados previamente, en donde la integración entre humanos y monstruos es el disparador de los conflictos, la película avanza de manera muy cansina por caminos en los que anteriormente el desparpajo agregaba un plus y diferencia. En esta oportunidad la corrección política se adueña de la película, y excepto algún que otro gag con Vlad (interpretado por Mel Brooks en su versión original) no existe originalidad ni ironía en las líneas y situaciones que atraviesan los personajes. Tal vez esto se deba a que el plot central deje de lado la “monstruosidad” de los protagonistas para ocuparse de humanizarlos a la máxima potencia, y en este caso, desarrollar ideas sobre el trabajo, la familia y el amor, antes que el humor. Hotel Transylvania 3 se pone seria, y reposa la mirada en el emblemático hotel que maneja Drac, una vez más, quien está pasando por un momento caótico, influyendo, en su carácter, por lo que su hija, Mavis, decide contratar, de sorpresa, un viaje en crucero para liberarlo de la tensión y obligaciones diarias. Así, con ese simple giro, Hotel Transylvania 3 busca interpelar a los espectadores con una sucesión de bromas que subrayan el contraste entre los otrora amenazantes personajes, dotándolos de características sensibles y elementos psicológicos para trazar algunas líneas narrativas en una línea más dramática y convencional. Dividida en dos etapas, la película comienza con una primera parte en la que se repasan algunos puntos sobre la eterna rivalidad de Drac con Van Helsing, y también el agrupamiento de los monstruos clásicos alrededor de la figura del vampiro hasta convertirse en una comunidad. A continuación, por adhesión, se propondrá la exploración de las vacaciones como tema principal, el que, con la excusa del crucero, sólo agregará un escenario diferente para la propuesta, y elementos como más brujas, gremlins y babosas que complicarán aún más a las estrellas del relato. Los entrañables personajes se prestan al juego, pero son también víctimas de la necesidad de construir una película más tradicional y sin siquiera animarse a aquello que tal vez podría sumar intensidad y dinamismo al relato. Por momentos la acción en el crucero es casi similar a aquello que se venía planteando en tierra, agregando alguna dosis de romance para el protagonista, quien entenderá que su tiempo en soledad se acaba al conocer y deslumbrarse con la capitana del navío. Hotel Transylvania 3 agrega color y música en aquellos momentos en los que nada acontece, generando una estructura casi episódica, que no funciona como relato fluido, y mucho menos como cuento con las transiciones esperables de resolución y vuelta al estado primigenio. Evitando salir de su zona de confort, la película pierde la oportunidad de continuar explorando “la maldad” como vector del relato y prefiere desandar los pasos de la búsqueda de Drac del amor y la compañía sin sorpresas, y mucho menos, rebeldía.
Hotel Transylvania 3: Vacaciones, relax y slapstick. Vuelven los monstruos, esta vez enfrentando una aventura decidida a destruir a toda familia y amigos: las vacaciones. Después de una carrera consagratoria como animador y guionista en series como Las Chicas Superpoderosas, El Laboratorio de Dexter y Samurai Jack, el director Genndy Tartakovsky había alcanzado un sueño personal cuando en 2012 se anuncio que iba a dirigir una película animada basada en Popeye, uno de los personajes de animación clásica que lo hizo enamorarse de su profesión. Aunque ese proyecto finalmente fue cancelado en 2016, parece que Tartakovsky logró cumplir con alguno de los objetivos que señalaba tenia para Popeye. Con Hotel Transylvania 3 ofrece una comedia de animación que se centra completamente en la comedia física de antaño, dónde los movimientos de sus personajes sirven como pie y remate de los gags. La trama de esta tercera parte es muy simple: vacaciones. En más de una forma todos los personajes de las primeras dos entregas regresan para tomarse unas buenas vacaciones, cada uno de ellos disfruta de un par de gags propios mientras que prácticamente ninguno tiene ninguna responsabilidad en una historia que solo sirve como excusa para situar a los personajes en otro contexto y entregar secuencias de humor visual. Para bien o para mal, el film funciona exactamente como si tratara de la película de una serie hecha para televisión: un paseo sin muchas consecuencias. Un pequeño gran paréntesis es necesario: sería extraño de por si que uno entre a la sala con ellas, pero igualmente hay que aclarar que la película no se molesta en cumplir con ninguna expectativa narrativa que pueda tener la audiencia. Prácticamente desde Chaplin que la industria del cine en general comenzó a utilizar a la narrativa de una película como el imán para atraer y mantener el interés de la audiencia, pero por lo general en las grandes películas el motor es otro. La trama, los personajes, el dialogo, todo sirve en pos de una experiencia cinematográfica, sensaciones nacidas de la edición de imágenes y sonidos que hacen de una película algo diferente a un libro o una obra de teatro. Hoy en día si un personaje no tiene un arca narrativa, si un giro no es explicado en su totalidad, o si un trabajo no esta completamente imbuido de significado temático es rápidamente desacreditado. Para bien o para mal, Hotel Transylvania tiene clara su decisión: todo elemento trabaja para entregar secuencias de animación impresionantes en las que cada movimiento trae consigo una inventiva comedia física. Van a un crucero, Dracula se enamora y todos nuestros personajes caerán en peligro; el “qué” es simple y servicial, para el “cómo” cientos de animadores trabajaron miles de horas para que gracias a la visión de un director como Tartakovsky pueda encontrarse gracia hasta en los movimientos más mínimos. Sea obvio si uno esta atento a la animación, o simplemente se trate de un valor agregado que disfruta el subconsciente, podemos ver de forma clara que el trabajo que usualmente tiene encima cada proyecto de animación comercial se ve amplificado gracias a la visión de su director. Es una película que puede gustar o no, pero negar se trata de una muestra de la mejor animación consumible en cines es simplemente no estar mirando la pantalla. El film es una secuencia constante de escenas con poco dialogo, y pequeños momentos (llenos de caras y reacciones creadas artesanalmente) en que la trama avanza. Hay largos momentos en que las palabras no son necesarias, algo que tiene como lado negativo la gran dependencia que tiene la película con las secuencias musicales. HT3 no esta ajena totalmente a problemas del cine moderno de animación en general, y es que verla es enfrentarse a canciones pop de dudosa e irregular eficacia en generar apropiadamente lo que buscan. No es que nos olvidamos de nombrar al excelente elenco con el que cuenta la película, pero vamos a obviarlo por la desgracia de que el 90% de las proyecciones en nuestro país serán exclusivamente con el doblaje al castellano. Recomendable verla en idioma original para disfrutar de varios comediantes y voces destacadas como la de Buscemi, Parnell, Samberg y hasta Fran Drescher, pero si no es posible sirve aclarar que el doblaje es bastante servicial y decente al punto de que solo es una lástima sabiendo las voces originalmente detrás de estos personajes. Para niños, fanáticos de la animación o para toda la familia, es difícil encontrar una audiencia que no pueda disfrutar de Hotel Transylvania 3. Aunque por supuesto, siempre va a estar alguien que pida de una película algo que no es. Pocas cosas son más subjetivas que la comedia, pero por suerte tenemos el valor objetivo de la excelsa animación que provee un proyecto con un director tan talentoso como Genndy Tartakovsky. Un verdadero maestro del género que lamentablemente Sony no parece saber aprovechar apropiadamente.
Ya se sabe que las franquicias, esa plaga del siglo XXI, son la inversión de menor riesgo de la industria. Y si Hotel Transylvania 2 (2015) había tenido aun mejor recaudación que la primera (2012) -473 contra 358 millones de dólares-, era lógico que llegara una tercera parte, más allá de la existencia de una historia que la justificase. Si la inicial presentaba a los personajes y transcurría en el hotel para monstruos de Drácula, y la segunda estaba enfocada en la hija del conde, Mavis, su pareja con un humano y la llegada de un nieto de Drácula, en la tercera el paisaje cambia: toda la troupe monstruosa sale de viaje. Este es un producto de vacaciones: aquí, de invierno, pero en el hemisferio norte es verano, así que Drácula y compañía parten en un crucero. Por primera vez el director de toda la saga, Genndy Tartakovsky -creador de series animadas como El laboratorio de Dexter o Samurai Jack- se encargó también del guión (junto a Michael McCullers, guionista de Austin Powers y Un jefe en pañales). El argumento no es muy consistente, así que la película -para chicos menores de diez años- resulta más una suma de chistes apoyados en la simpatía de los personajes que otra cosa. En este sentido, hay dos buenas apariciones. Una es la de Van Helsing,el cazador de vampiros, protagonista de una secuencia inicial con aroma a los viejos dibujitos de Warner Bros. y las persecuciones de Sam Bigotes a Bugs Bunny o del Coyote al Correcaminos. La otra es la de una pandilla de gremlins como tripulantes de un avión destartalado. Esos son, por lejos, los dos mejores momentos de Hotel Transylvania 3. El resto tiene algunos gags mejores que otros, con varios de ellos demasiado repetidos, y siempre con el doblaje -hay algunos porteñismos, responsabilidad de Darío Barassi- como enorme adversario de la gracia. Las películas para chicos suelen incluir moralejas o mensajes de corrección política no demasiado sutiles, y aquí hay al menos dos: la familia es lo primero, pero cada uno debe hacer su propio camino; hay que respetar y aceptar la diversidad de los demás. Por más monstruosos que sean.
Aunque no ha gozado del entusiasmo de la crítica especializada -como sí ocurrió con la mayoría de las producciones de Pixar, Illumination, Aardman o Laika-, esta saga de Sony Animation ha ido creciendo en el gusto de la gente. Tras la primera entrega de 2012, que convocó a 720.000 personas en los cines argentinos, en 2015 llegó la primera secuela, que sumó 1.355.000 espectadores. Esta tercera parte, dirigida al igual que las dos anteriores por el ruso Genndy Tartakovsky, tiene el desafío y la posibilidad de convocar aún más público porque es la primera de la franquicia en ser lanzada durante el siempre lucrativo receso invernal. Tartakovsky -aquí también coguionista- es un fanático del humor físico (el clásico slapstick) y, en ese sentido, los pasajes que mejor funcionan en esta esquemática trama son los que remiten a los viejos y queridos Looney Tunes: la apuesta por el delirio y el absurdo, sin miedo alguno al ridículo. Tras un prólogo ambientado a fines del siglo XIX con el mítico Van Helsing intentando (y fallando una y otra vez) cazar a diversos monstruos, la acción se traslada a la actualidad. Drácula (creación de Adam Sandler en la versión original, pero aquí doblada con la misma voz de Gru en Mi villano favorito) lleva 120 años de soledad, desde el fallecimiento de su esposa. Su vida transcurre entre el obsesivo cuidado de su hotel y la simbiótica relación con su hija Mavis, que ya tiene sus propios hijos. Abuelo, viudo y solitario, nuestro antihéroe es un alma en pena y, por eso, Mavis y sus amigos deciden sorprenderlo con un crucero que irá... desde el Triángulo de las Bermudas hasta la ciudad perdida de Atlántida. A poco de iniciar el viaje en el gigantesco barco, Drácula quedará encandilado y luego enamorado de Ericka, la impulsiva capitana de la nave. Pero, claro, las apariencias engañan. La película tiene algunos guiños para los más grandes (como el homenaje a los Gremlins), unos cuantos personajes atractivos para los más pequeños (como un enorme perro que lanza litros de baba) y muchos, demasiados números musicales cuya razón de ser en varios casos parece ser exclusivamente la de alcanzar los 90 minutos "reglamentarios" de duración neta. Cuando en un desafío entre canciones se usa el tema "Macarena" para combatir a unas melodías diabólicas, la sensación dedéjà vu resulta indisimulable. Pero, claro, mientras la saga continúe dando buenos dividendos, Hotel Transylvania, al igual que Drácula, se resistirá a morir.
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El viaje de la troupe monstruosa Vacaciones de invierno (de verano en el norte), hay que entretener a los chicos como sea. Este parece ser el lema de producción cuando se realizan películas como Hotel Transylvania 3: Monstruos en Vacaciones, la nueva entrega de una franquicia que si por algo se salvaba hasta ahora era por el gran desparpajo que llevaba como insignia. Si bien pertenecen al mundo del terror, los monstruos son un indiscutible punto de atracción para los chicos. En 2012 Hotel Transylvaniautilizaba a los clásicos para presentar una historia de camaradería. Drácula, Frankenstein, La Momia, El Hombre lobo, entre otros, se encontraban todos en un hotel que les servía de refugio para descansar de los humanos… hasta que aparecía un humano y lo complicaba todo. Un argumento sencillo con una acción que bien podía ser la de cualquiera de los actores que le ponían la voz a los personajes: Adam Sandler y su costumbre de rodearse de amigos para actuar. La primera secuela redobló la apuesta en base a mucho humor de diálogo picante, rápido, e inventiva para hablar de quiénes son los verdaderos perseguidos y del paso del tiempo. Una película superadora de la original e hilarante. Se tira un poco más de la cuerda, y lo primero que se advierte en Hotel Transylvania 3: Monstruos en Vacaciones es la falta de fuerza para hacerlo. La anterior prolongaba la historia original, pero no se quedaba con la simple anécdota del casamiento y la maternidad de la hija de Drácula, sino que a partir de ahí disparaba muchísimas aristas. Esta nueva entrega se queda en la cáscara: hagamos que los personajes se vayan de vacaciones, y ya que está sumemos una historia de amor; nada más. El crucero del amor Sin darse demasiado tiempo, Hotel Transylvania 3: Monstruos en Vacaciones pone a los personajes en la necesidad de tomarse unas vacaciones. Drácula (Sandler) está agobiado, no se permite un descaso en su trabajo y descuida su vida personal. Por eso Mavis (Selena Gomez) le regala un viaje en un crucero, al que por supuesto terminará yendo toda la pandilla: la propia Mavis, su esposo e hijo Johnny (Andy Samberg) y Dennis (Asher Blinkoff); Frank-enstein (Kevin James), la momia Murray (Keegan Michael Key), el hombre lobo Wayne (Steve Buscemi), el hombre invisible Griffin (David Spade), y el gelatinoso Blandi; todos junto a sus parejas e hijos. Una vez en el crucero, como para no poner el The End a los diez minutos, conocerán a Ericka (Kathryn Hahn), la capitana del barco, de quien Drácula contra todos los pronósticos terminará haciendo zing a primera vista. El problema es que Ericka es la hija del nuevo antagonista de la película, Van Helsing (Jim Gaffingam), y esta en verdad utiliza a Drácula para elucubrar un plan para matarlo. Claro, el zing ¿será más fuerte? Los muchachos y el muchacho La saga de Hotel Transylvaniaperfectamente podría ser otra película dentro de la saga Son como niños. El grupo de amigos que se reúnen y viven aventuras junto a sus familias, mientras se van sumando nuevos integrantes a las mismas. Tiene todos los códigos Sandlerianos, empezando por el mencionado elenco de amigos del actor. Pero lo que las diferencia es la mano de su director detrás, Genndy Tartakovsky, creador de las clásicas series El laboratorio de Dexter y Samurai Jack. Tartakovsky hasta ahora había podido interponer su estilo de caricatura en las dos películas anteriores, otorgaándoles un gran ritmo sin respiro para la carcajada. Un humor que sin dejar de lado a los niños cargaba de ironía para los adultos y se las ingeniaba para introducir todo tipo de referencias. Esa tónica es lo que se extraña en Hotel Transylvania 3: Monstruos en Vacaciones. Los personajes nuevos Van Helsing y Éricka son planos y tiran todo su encanto en los primeros minutos, se ven como meras excusas. Y dentro de los ya conocidos hay poco para ofrecer. Johny, que antes fue un personaje principal, ahora quedó relegado a escazas intervenciones sin sentido. Extrañamente, esta es la primera de las tres en que Genndy Tartakovsky participa en el guion. No hay ni de parte de Sandler y los suyos, ni de parte de Tartakovsky, intenciones de ir por más; todo lo contrario. Hotel Transylvania 3: Monstruos en Vacaciones huele a fórmula genérica de cualquier secuela. Conclusión Subestimando al público infantil como consumidor de productos menores, y contradiciendo una fórmula de caricatura que hasta ahora había funcionado muy bien, Hotel Transylvania 3: Monstruos en Vacaciones es una propuesta infantil que ni siquiera desagrada, simplemente aburre.
Hotel Transylvania 3 es una contundente niñera audiovisual, especializada en niños hiperkinéticos, que cumplirá sus tareas con eficacia en estas vacaciones de invierno y en tiempos venideros. No importa la ocasión, cumpleaños, bautismos, Navidad, cuando un grupo de chicos menores de 10 años sea complicado de manejar les ponés esta película y por una hora y media los tenés bajo control. Si me tengo que dejar llevar por el hecho que el film se hizo para el público infantil y funciona, la reseña la tendría que terminar en este párrafo porque en ese caso no hay mucho más para destacar. Ahora bien, al margen de esta cuestión, donde ya resalté que vale la pena como propuesta familiar para la temporada invernal, los aficionados a la animación que valoran el arte de Genndy Tartakovsky, en esta propuesta encontrarán uno de los trabajos más flojos y desapasionados de su carrera. Un realizador que se destaca entre las grandes figuras que tiene el campo de los dibujos animados donde brindó obras tremendas como El laboratorio de Dexter, esos fabulosos cortos de las guerras clónicas de Star Wars y su obra maestra, Samurai Jack. En la saga de Hotel Transylvania trabajó para un público más familiar que jamás reconocería su nombre pero en la primera entrega, especialmente, se pudo disfrutar un poco del estilo de humor que lo caracteriza. La tercera película de la serie se nota que la hizo por un compromiso comercial y no le puso la misma dedicación. Un problema que tiene este film es que remite numerosos elementos que ya había trabajado en los capítulos previos y dan como resultado una continuación forzada. Tartakovski elaboró una mínima línea argumental para rellenar la película con un collage de sketches humorísticos que por momentos resulta abrumador. La historia no para desde la primera escena con los chistes tontos y después de 20 minutos se vuelve redundante porque el humor siempre gira en torno a lo mismo, que es el estilo de vida de los monstruos. Inclusive el conflicto vuelve a repetir el mensaje de tolerancia que ya se había expresado en las películas anteriores y ni siquiera por ese lado hizo algo original. Hotel Transylvania 3 encuentra sus mayores virtudes en la puesta en escena donde más sobresale el trabajo del director. Todos los escenarios de la historia y los detalles que tienen los diseños de cada monstruo, inclusive los extras, son impecables. Lamentablemente no hay mucho más para resaltar y queda la sensación que Drácula y su familia dieron todo lo que tenían para ofrecer. En resumen, Genndy Tartakovsky presenta una película frenética en materia de chistes que no da respiro pero cuando salís del cine está producción queda en el olvido.
Hacía rato que no “cabeceaba” tanto con una película como me pasó con ésta en la función de prensa. Y al terminar la proyección, charlamos con colegas y a ellos les había pasado lo mismo. Lo que me lleva a la inmediata conclusión de que se trata de un film exclusivamente para chicos y del cual los adultos no disfrutan. Cuando esta franquicia arrancó en 2012, aquella primera entrada estuvo bastante bien sin resultar innovadora. Los personajes funcionaban y se jugaba con lo grotesco de una manera muy “kid friendly”, cosa que el público acogía con gracia. En 2015 llegó la secuela, y ésta ya no contaba con la novedad y por lo tanto fue una gran repetición, con menos picardía. Y este estreno, directamente es desechable. No aporta nada de nada si tenés más de 10 años. En cambio, los más chicos se divertirán con el humor físico de los personajes. El director Genndy Tartakovsky, también responsable de las dos entregas anteriores, falla en crear un universo interesante y atractivo, pese a que se trate de una tercera parte. Es imposible no mirar para el costado y comparar con las producciones de Disney/Pixar, e incluso de otros estudios que no solo se dedican a la animación. Asimismo, me quiero detener en el doblaje. Se me hizo insoportable, y esto se debe a dos motivos. En primer lugar, por mezclar el clásico español neutro con el criollo porteño. Escuchar “ricos los panchos” te saca de clima por completo. Esto sin desmerecer el laburo de los actores argentinos que prestaron su voz. Eso está bien, lo que hace ruido es la falta de criterio para mantener una uniformidad. Y, en segundo lugar, no suena bien a nivel técnico. Algo muy muy raro en este tipo de producciones. En definitiva, Hotel Transylvania 3 es un film que solo sirve para entretener a los más chicos.
El crucero del amor. El buenazo de Drácula, viudo desde tiempos inmemoriales, sale de paseo en barco con sus viejos amigos Frankenstein, la Momia y el Hombre Lobo, todos felizmente casados, y empieza a extrañar el amor. Hay algo que debe decirse con claridad y desde el comienzo: la saga de Hotel Transylvania es una de las más sólidas que se hayan construido desde que el cine de animación fue reinventado por los estudios Pixar. Tal afirmación puede sonar exagerada teniendo en cuenta que hay sagas más prestigiosas, como cualquiera de las de Pixar (menos Cars); más taquilleras, como las Shrek, La era de hielo o Mi villano favorito; o con mejor prensa, como las LEGO movies. Sin embargo la conformada por los tres episodios transilvanos, no solo es infinitamente superior en el balance a las tres grandes de la taquilla, sino que le hace frente a la franquicia de los juguetes para armar y no tiene nada que envidiarle a las Toy Story o Monsters Inc. Y algunos secretos hay para justificar y entender la calidad con que se ha desarrollado este universo inocente pero eficaz –creado en torno a los monstruos clásicos que el cine popularizó durante el siglo XX–, a lo largo de tres títulos estrenados en 2012, 2015 y esta nueva, Hotel Transylvania 3: Monstruos de vacaciones. El primero de esos secretos es Genndy Tartakovski, su director, que conoce a la perfección el paño que debe cortar. Él es, antes que nada, una de las estrellas que tuvo la señal infantil Cartoon Network durante su era dorada, en la década de 1990. No sólo es el creador de algunos de los más grandes éxitos que se emitieron ahí durante esos años, como El laboratorio de Dexter o Samurai Jack, sino que también participó como director o animador de otras series como Las chicas superpoderosas, todos ellos personajes que forman parte de la memoria colectiva de aquella época. Es Tartakovski quien marca el pulso de esta historia, en la que Drácula es un pater familias que administra un lujoso hotel para monstruos, a quien el vínculo con su joven hija lo obliga a replantearse de manera constante su mirada conservadora del mundo y del vínculo de los monstruos con los humanos. Al extremo de que en este episodio el famoso conde, viudo desde tiempos inmemoriales, debe enfrentarse a sus propios deseos, sus prejuicios y al amor en persona, durante un crucero vacacional que realiza junto a sus amigos Frankenstein, la Momia, el Hombre Lobo y el Hombre Invisible, todos ellos felizmente casados. El otro término de la ecuación detrás de Hotel Transylvania es Adam Sandler, comediante que triunfaba en el cine al mismo tiempo que Tartakovski lo hacía en TV, durante los 90, pero que hoy es un paria al que Hollywood le dio la espalda (aunque él busca reinventarse de todas las formas posibles). El universo de esta saga fue desde el comienzo el lugar ideal para que el neoyorkino desembarcara junto a su troupe de amigos. Es así como esta cofradía de monstruos cuenta con las voces (si el espectador logra encontrar una versión subtitulada) de una hermandad análoga, que Sandler construyó en sus años felices desde la productora Happy Madison. Kevin James, David Spade, Andy Samberg, Molly Shannon o Steve Buscemi son algunos de los escuderos que acompañan a Sandler, acá y dónde sea. Más allá de estas razones que no son directamente visibles en la pantalla, Hotel Transylvania 3 maneja un registro de humor que es sumamente eficaz, desde una sencillez a la que se puede considerar tan clásica como la galería de personajes que habitan la película. Ideas simples como un Tinder para monstruos o un playlist de canciones “buenaonda” para combatir la maldad, son algunos de los elementos a los que la película les saca un increíble provecho. Como en las mejores películas de Sandler o en los lúdicos e hiperactivos personajes creados por Tartakovski, la tercera entrega de Hotel Transylvania también encuentra su motor más poderoso en esa inocencia, que constante y saludablemente busca su propio límite.
El click se volvió a dar “Hotel Transylvania 3: Monstruos de Vacaciones” (Hotel Transylvania 3: Summer Vacation, 2018) es una película animada dirigida y co-escrita por Genndy Tartakovsky, que ya había sido el director de las dos anteriores, estrenadas en 2012 y 2015. Siguen aportando las voces originales Adam Sandler, Selena Gomez, Andy Samberg, Kevin James, Steve Buscemi, Fran Drescher, Molly Shannon, Keegan-Michael Key, Asher Blinkoff, David Spade, entre otros. También se agregan nuevos integrantes, a los que les aportan su voz Kathryn Hahn, Joe Jonas, Chris Parnell, Joe Whyte, Jim Gaffigan y Chrissy Teigen. Al ver que su padre está estresado y solitario, a Mavis (Selena Gomez) se le ocurre una gran idea: que toda la familia monstruosa se tome unas vacaciones en un crucero de lujo que sale desde el Triángulo de las Bermudas. Drácula (Adam Sandler) está convencido que el “click” sólo se da una vez en la vida, sin embargo al ver a Ericka (Kathryn Hahn), la capitana humana del barco, el amor a primera vista sucede. Lo que no sabe el vampiro es que Ericka no es tan buena como parece ya que sus planes consisten en hallar un artefacto perdido en Atlantis para acabar con los monstruos. Se acercan las vacaciones de invierno y junto con ellas los estrenos ideales para disfrutar con los más chicos de la casa. “Hotel Transylvania 3” resulta imperdible para esta ocasión. ¿Por qué? Tiene todo para que sea imposible pasarla mal. Los chistes son muchísimos y en su mayoría funcionan, haciendo que también los adultos se interesen por la trama. Puede que en algunas partes las risas no lleguen, sin embargo las sonrisas se hacen presentes durante todo el metraje. A los personajes ya los conocemos desde el 2012, cuando la primera entrega nos hizo encariñarnos con la relación padre e hija de Drac y Mavis. Vimos cómo el vampiro aprendió a dejar de ser tan sobreprotector al darse cuenta que el humano Johnny (Andy Samberg) realmente amaba a Mavis; en la secuela fuimos testigos de Drácula como abuelo del pequeño Dennis (Asher Blinkoff), queriendo que éste sea más monstruo que humano. Cada película nos dejó mensajes valiosos sobre la familia, el amor y el mostrarse tal cual uno es. En la tercera, las moralejas sobre estas temáticas continúan, haciendo mayor hincapié en la inclusión e igualdad (tratada desde los monstruos y humanos). Ahora los roles cambiaron, y es Mavis la que tiene miedo de que su padre al estar con Ericka se olvide de ella. Los demás monstruos siguen haciendo de las suyas y es muy divertido verlos desenvolverse en otro escenario, fuera del hotel. El diseño de las criaturas continúa manteniendo ese aspecto de caricatura muy expresiva que tanto nos gusta ya que la empatía se logra de inmediato. Por otra parte, que se incluyan nuevos personajes como Bob, un cachorro gigantesco y travieso, el hijo gelatinoso de Blobby o Ericka, le da un soplo de aire fresco a la franquicia. No se puede negar que el relato es muy previsible desde el minuto uno, sin embargo aquí ese no es un problema: las actividades del crucero, que incluyen desde vóley en la piscina hasta bucear para conocer un volcán en las profundidades del océano, hacen que la cinta nunca se torne aburrida por ya saber cómo terminará. Además en esta nueva producción se incluye mucha más música y colores fluorescentes que en las anteriores, haciendo que la diversión en familia esté asegurada. “Hotel Transylvania 3: Monstruos de Vacaciones” tiene mucha energía veraniega que traspasa la pantalla. Aunque en nuestro país esa no sea la estación en la que estamos y nos tengamos que conformar con las voces dobladas, Drácula y su pandilla logran una buena comedia que logra superar a su secuela.
Todos precisamos vacaciones, no importa que seamos humanos o no; que trabajemos en oficinas, en entretenimiento o en hotelería. El descanso es necesario hasta para el Conde Drácula (Adam Sandler), que hacía un par de siglos que no se relajaba, con lo que su hija Mavis (Selena Gomez) planea unas vacaciones familiares en un crucero para monstruos. La tercera entrega de Hotel Transylvania llega a los cines y si hay algún niño en tu familia, hay que aprovechar para llevarlo… la va a pasar muy bien.
Hay detalles del argumento de esta tercera "Hotel Transylvania" que la vuelven casi tan contundente como el film original, y aun superior a la primera anterior. Drácula empieza a sentir que más de cien años de soledad es demasiado tiempo para seguir viudo, pero no da pie con bola con los nuevos métodos virtuales de seducción. Claro que cuando todo el clan de monstruos clásicos se va de vacaciones en un crucero por el Triángulo de las Bermudas lugar ideal para que estos engendros vacacionen, sin duda- el romance aparece de la manera más complicada, dado que la nave del Conde y los suyos se topa con una descendiente del clan Van Helsing, que más allá de amor pretende exterminar a todos estos monstruitos. El director Genndy Tartakovsky se esfuerza por demostrar que su taquillera franquicia no está agotada, y por momentos lo logra con buenos gags que funcionan tanto para los chicos como para sus acompañantes adultos. Hay imágenes coloridas y también cierta sensación de déjà vu inevitable.
La familia de monstruos favorita se embarca en un crucero de lujo para que Drac pueda gozar unas vacaciones de verano y dar vacaciones a todos los demás en el hotel. Es una navegación tranquila para la banda de Drac mientras los monstruos disfrutan todas las diversiones que les ofrece el crucero, desde volleyball de monstruos hasta excursiones exóticas, además de broncearse bajo la luna. Pero estas vacaciones de sueño se convierten en una pesadilla cuando Mavis nota que Drac se enamoró de la misteriosa capitana del barco, Ericka, la cual esconde un peligroso secreto que podría destruir a todos los monstruos. Hotel Transylvania 3 : Monstruos de Vacaciones es la tercera parte de esta saga que se hizo querer hace ya seis años. Dirigida y co-escrita por Genndy Tartakovzky quien estuvo al mando de las dos anteriores. Su reparto original de voces cuenta con Adam Sandler, Selena Gomez, Andy Samberg, Fran Drescher y Steve Buscemi, entre otros. Drac y la pandilla se van de vacaciones Mavis cree que su padre está pasando por una situación de estrés y cansancio por todo el tiempo que le lleva administrar el hotel y se le ocurre una idea: llevar a toda la familia de monstruos de vacaciones en un crucero de lujo que parte del Triángulo de Las Bermudas. Drácula siempre sostuvo que “el click” sólo se puede hacer una vez pero al conocer a Ericka, la capitana del barco, debe replantearse lo dicho. No tardamos en descubrir que Ericka no es tan buena como aparenta ser, ya que entre sus planes está el de robar un antiguo artefacto en la ciudad perdida de Atlantis para exterminar a todos los monstruos, con la ayuda de su bisabuelo Van Helsing. Drácula vuelve a hacer “click” Vacaciones de invierno es sinónimo de querer ir al cine con los más pequeños y Hotel Transylvania es perfecta. El humor se hace presente desde el inicio y funciona tanto para lo más chicos como para los grandes. Y como si fuera poco, toca el tema de la inclusión y de aceptar a cualquiera por como es y no por cómo se ve. Con una banda sonora muy pegadiza y una gran apuesta visual, Hotel Transylvania 3 está a la altura de su secuela y trae diversión asegurada.
Esta vez Drácula y su banda de monstruos aceptan irse de vacaciones en un crucero que parece el Titanic, que sale del triángulo de las Bermudas y tiene como destino la Atlántida. La hija del conde confunde soledad extrema con estrés y por eso sueña con disfrutar de unas vacaciones en familia. El tema es que la capitana del trasatlántico es la bisnieta de Van Helsing, el archienemigo que sobrevivió con su cabeza en una máquina, le inculcó a la rubia en cuestión el odio letal contra Drac y sus amigos. Por eso mientras ella trata de matarlo, en contra del consejo de su bisabuelo que busca un arma para la solución final que aniquilará a “esas bestias”, ella cae enamorada del solitario personaje y el famosos “clic” es mutuo y se supone que infalible, aunque tarden en darse cuenta. La peli con sus queribles personajes tarda un poco en encontrar su ritmo y se hace un poco larga, hasta que en la segunda mitad cobra impulso y recupera ese encanto que suele ser garantía de éxito de la saga. Toda la secuencia del monstruo despertado para aniquilar a los enemigos de Van Helsing es un verdadero hallazgo. Y por más que esa noción del amor como encuentro único y de una vez en la vida, o a lo sumo dos, cuando uno de los dos ya no está, es un concepto discutible. Pero que monstruos y humanos debemos convivir porque somos lo mismo es un poderoso mensaje de integración que es bienvenido.
Hotel Transylvania 3 es la nueva película de animación de Genndy Tartakovsky (creador de la saga), protagonizada por personajes clásicos como el Conde Drácula, su hija (más el yerno y el nieto) y sus amigos (Frankenstein + esposa, el hombre Invisible + esposa, la momia + esposa y el hombre gelatina + hijo). Así es como un filme que parece una ingenua historia para niños, se convierte en una fábula conservadora y guardiana del orden heteronormativo y del sentido común. Hotel Transylvania 3 se erige como portavoz de una de las ideas más nocivas que nos han vendido en la historia del amor romántico: hay un solo amor en la vida y se reconoce a primera vista. Al considerar que semejante afirmación es enunciada por el Conde Drácula, hombre que representa los valores monárquicos y conservadores de siglos pasados, se podría pasar por alto la caducidad de la idea. Ahora, cuando el yerno del vampiro, un DJ moderno y relajado, afirma que él era una mitad y que al conocer a su esposa se completaron y “crearon un todo infinito”, algo huele a rancio. En sintonía con lo anterior, aparece el personaje de Erika Van Helsing, bisnieta de la némesis del Conde que busca seguir la tradición familiar de (intentar) asesinar al vampiro. Erika es la capitana del crucero en el que se embarcan los monstruos de la historia: unas vacaciones planeadas por el viejo Van Helsing para terminar con todos ellos. Sin embargo, Drácula (sin conocer estas intenciones) se enamora de ella, lo que abre todo un capítulo de defensa del amor abusivo. Cada vez que ella intenta matarlo él, sumido en algún síntoma del amor, no se entera. Complicadísimas nociones las que defiende esta tercera parte de Hotel Transylvania. Por más énfasis en la importancia de la familia, el Conde solo tiene ojos para su hija y viceversa. Tanto es así que en un momento olvida el nombre de su nieto y el yerno es, para ambos, un adorno más. Celos, amor romántico y conservador y un último mensaje sobre cómo “humanos y monstruos, en definitiva, somos todos lo mismo” son los elementos de esta rancia animación.
Todo comienza con un prólogo a fines del siglo XIX a cargo del mítico Van Helsing (Voz original de Jim Gaffigan) a quien siempre intentan matarlo pero fracasan una y otra vez. Finalmente cae en el mar y nada se sabe de él. Luego la acción se traslada a la actualidad, Drácula (voz original Adam Sandler) cuida su hotel, a Mavis (Selena Gomez), su hija, a la que adora y de la que siempre está pendiente y ahora que se casó obviamente se suma su yerno Johnny y sus nietos. Su hija Mavis ama a su Papi y nota que se siente solo, y junto a sus amigos organizan un viaje sorpresa en un crucero que irá desde el Triángulo de las Bermudas, pasando por un volcán subacuático hasta la ciudad perdida de Atlántida. Inician un viaje increíble en el que va toda la familia más todos monstruos (humanizados), en ese paseo Drácula conoce a la Capitana del Barco, Ericka (Kathryn Hahn), es amor a primera vista, pero esta tiene otras intenciones, mandatos y secretos. Este film tiene un corte bien familiar, es divertida, entretenida, con enredos, chistes efectivos y varios mensajes entre ellos: lo importante que es la familia, el compartir, el amor, el encontrar nuestro lugar, el no a la discriminación, que no hay que guiarse por las apariencias y sobre todo que todos somos iguales. Hasta hay un homenaje a los Gremlins, entre otras situaciones y un perro gigante muy travieso. Si bien la pasas muy bien por lo citado anteriormente y se le suman varios números musicales con canciones estupendas, su guión es un poco flojo (fue mejor la segunda entrega), por momentos resulta algo reiterativa en sus chistes y situaciones, algunos personajes se encuentran poco aprovechados como el de: Johnny (voz original Andy Samberg), el hombre invisible Griffin (David Spade), entre otros. Pero en conjunto resulta eficaz, con una animación de calidad, diseño de personajes y ante un final abierto, solo nos resta esperar “Hotel Transilvania 4” para el 2021.
En las últimas dos décadas, el cine de Hollywood se ha caracterizado por su anemia creativa. La creciente crisis de ideas y la reticencia de los estudios a la hora de apostar por nuevas historias, explica que la gran industria opte por refugiarse en el éxito garantizado de las sagas. Basta que el episodio inicial de una película de superhéroes, un tanque de acción, una comedia eficaz, o un producto de animación funcione; como para que los productores den rienda suelta a la maquinita del "más de lo mismo". Hotel Transylvania no escapa a esa mecánica. Con recaudaciones que fueron en aumento desde la primera entrega en 2012 hasta la segunda en 2015, estaba más que cantado que la franquicia animada siga facturando con sus simpáticos monstruitos que están al tope de la taquilla argentina. Claramente destinada a niños menores de 8 años, esta producción de Sony Pictures Animation está muy lejos de la atracción que puede lograr toda creación de Pixar, capaz de cautivar a espectadores de cualquier edad. De hecho, la narración de Hotel Transylvania 3 es más básica y desabrida que la de sus predecesoras. Aquí tenemos a la hija de Drácula, proponiendo unas vacaciones para su padre y todos los monstruos que habitan en su hotel, a bordo de un crucero con destino a la Atlántida. Allí, el conde no sólo tendrá la oportunidad de compartir tiempo con su familia, sino que también enfrentará un nuevo duelo con Van Helsing y quedará automáticamente enamorado de la capitana del barco. Hotel Transylvania 3 enfrenta un triple eje de falencias: 1) elige un ritmo trepidante con pocos momentos de brillo, 2) en medio de esa velocidad, ninguno de los personajes cobra entidad propia ni logra un destaque emocional; y 3) deja al público adulto a la deriva, mimándolo apenas con un breve cameo de Gremlins y la irrupción del bizarro e inolvidable hit Macarena. El humor que domina es el de gags físicos y algunas flatulencias, y los mensajes subrayados tienen que ver con la "unión de la familia" y la "tolerante convivencia entre seres de distinta naturaleza". La factura de animación es correcta, pero no deslumbrante, y si bien la película funciona como un eficaz pasatiempo para entretener a los más pequeños en vacaciones de invierno, no estaría nada mal que el director Genndy Tartakovsky y su equipo pongan más empeño creativo en las próximas andanzas de los queribles monstruos. Hotel Transylvania 3: Summer Vacation / Estados Unidos/2018 / 97 minutos / Apta para todo público / Dirección: Genndy Tartakovsky. En: Village, Cinemark, Cinemacenter, Nave Universitaria, Tadicor, Ducal.
La fórmula puede estar un poco agotada, pero el ingenio y la imaginería del talentoso Genndy Tartakovsky se mantiene. Ahora con Drácula en busca de amor para paliar la soledad, con los imaginables links a la cultura de la cita online, y viaja de vacaciones. Crucero gigante y lleno de monstruos divertidos, triángulo de las bermudas, buenos chistes y una capitana rubia que puede ser una trampa, tendida por el cazador Van Helsing, que no se cansa nunca. Claro que, aún en busca de una chica, algunas cosas se mantienen, como la relación de Drácula con su hija, entrañable corazón de la saga.
NAVEGANDO AGUAS PELIGROSAS Al igual que sucediera con sagas animadas como Shrek o Mi villano favorito, Hotel Transylvania comienza a ingresar en esa zona incómoda donde se va licuando su gracia inicial y sólo la venta de entradas justifica su existencia. Y como en aquellas, la sucesiva inclusión de conflictos familiares permite no sólo estirar la anécdota hasta el agotamiento sino sumar personajes que le den algo de aire a sus tramas cada vez más convencionales. Primero fue la aparición del yerno de Drácula, luego la del nieto de Drácula y ahora, en la tercera, la del interés romántico de Drácula: la misteriosa capitana de un crucero donde llevan al conde para que baje un poco el estrés. Hotel Transylvania 3: monstruos de vacaciones vuelve a exponer su universo de sentimientos básicos y resoluciones simplonas, esta vez ligados a la posibilidad del protagonista de encontrar un nuevo amor y cómo impacta eso en el vínculo padre-hija. Sin embargo, falla en aquello que la distinguía, especialmente a la primera: la construcción de humor a toda velocidad y atolondrado. El prólogo es estupendo: estamos en el pasado, Drácula y la prole viajan de polizontes en un tren, hasta que hace su entrada en escena el villano Van Helsing, especialista en cazar monstruos. La huida lleva a un brillante chiste de montaje donde vemos las fallidas cacerías de Van Helsing en una suerte de homenaje al Coyote y el Correcaminos. Esa velocidad y precisión en el humor slapstick es una de las mejores herencias del dibujo clásico que arrastra el ruso Genndy Tartakovsky, gran autor de animaciones televisivas (El laboratorio de Dexter, Samurai Jack) y director de las tres Hotel Transylvania. Otra cosa atractiva de su trazo, son los movimientos absolutamente antinaturales de sus criaturas, potenciando las capacidades del dibujo animado para satirizar lo real. Pero ese prólogo también es una muestra de los límites de Tartakovsky como realizador de largometrajes. A lo largo de toda la saga se nota demasiado que lo suyo es la construcción de pequeños segmentos de humor, que funcionan como sketches, y que a sus narraciones les cuesta fluir. De hecho hay un movimiento interesante que realiza reiteradas veces, y que tiene que ver con un desplazamiento lateral del plano donde se hilvanan múltiples chistes que disimulan la forma del sketch y que buscan integrarse con la narración (la película tiene algo de Jacques Tati por la sumatoria de chistes visuales enmarcados en un espacio definido). Es ahí donde Tartakovsky exhibe su cuota creadora y su visión de cómo la comedia puede pensarse, por encima del aspecto seriado que la película muestra por momentos. Es verdad que no hay pereza en el trabajo visual de Tartakovsky (como sí lo hay en el narrativo), pero tal vez Hotel Transylvania 3 lo que demuestre es que la gracia faltó a la cita o que aparece en contadas ocasiones, o cuando el formato de sketch se integra mejor. Otra cosa que debe hacer la película es fusionar el estilo anárquico de la animación con el humor familiar de Adam Sandler, voz principal de la película. Hotel Transylvania no es un film ciento por ciento Sandler, pero es verdad que hay mucho de su imaginario dando vueltas y que varios de sus amigos aparecen en el reparto. Por eso que a Monstruos de vacaciones no le hubiera venido mal pensarse más como una experiencia tipo Son como niños 2, donde la trama era totalmente engullida en favor de la sucesiva elaboración de gags. A esta tercera entrega de Hotel Transylvania se la nota complicada, entre su acumulación de chistes y la necesidad de detenerse para desarrollar una trama que incluya la aventura. Esa libertad, que le falta y que se extraña (sobre todo cuando el conflicto se demuestra decididamente menor), aparece recién sobre el final, con una guerra de DJ’s con, ahora sí, mucho del humor pop de Sandler. Lo cierto es que en Hotel Transylvania 3: monstruos de vacaciones hay algo agotador, que vuelve todo bastante irrelevante. En sus números musicales estirados, en sus chistes repetitivos y en sus moralinas algo conservadoras, la película se muestra como una franquicia al borde de la extinción, como ese crucero que lleva a nuestros personajes por aguas peligrosas.
Hotel Transylvania 3 pone a Drácula (Adam Sandler) y a sus amigos monstruosos en un viaje de relax en un crucero vacacional. Dirigida por Genndy Tartakovsky (conocido por sus trabajos en numerosas series animadas) esta secuela se queda a la deriva en casi todo lo que ofrece – y sin guardavidas que la rescate -. Hotel Transylvania 3 pone a Drácula (Adam Sandler) y a sus amigos monstruosos en un viaje de relax en un crucero vacacional. Dirigida por Genndy Tartakovsky (conocido por sus trabajos en numerosas series animadas) esta secuela se queda a la deriva en casi todo lo que ofrece – y sin guardavidas que la rescate -. 75 El principal problema de Hotel Transylvania 3 es su predecible forma de contar una historia ya vista numerosas veces en este tipo de películas. A estas alturas el número 3 es una introducción a lo que vamos a ver –¿y qué es esto se preguntarán?-; pues bien, es la introducción de un nuevo romance para cerrar círculos convenientes entre estas – cancinas – historias. Una y otra vez hallamos ejemplos de sagas de películas que a falta de nuevas ideas recurren a esto y, lamentablemente lo único que logran es encaminar futuros planes a una inevitable serie de tv con poco rating y animaciones perezosas de bajo presupuesto (claro, sin los talentos actorales de la saga original). Hotel Transylvania 3 es justamente esto, un pobre intento de exprimir y cansar al caballo viejo. Es inentendible la postura masoquista que toman al seguir, con una misma fórmula, arruinando una serie de películas. Hotel Transylvania 3 resulta densa aún para sus 93 minutos de duración y se presta para la pavada fácil sin ningún resultado positivo. Chistes quemados junto con acciones de manual crean una especie de burbuja insoportable que tarde o temprano revienta en la cara del espectador. La pandilla de Adam Sadler y Cia. no transmiten sentimientos y vuelven al formato de Risas, pedos y blablablá en cuestión de segundos; el único personaje que logra salir de la rutina crónica del Sandlerpack ,es una gelatina muda llamada Blobby que con sus solitarios sketchs transforma – o trata de convencer – el film. Por más Blobby y menos del resto!. Tambien hay que destacar que algunos personajes que fueron interesantes en entregas anteriores ahora se encuentran como extras con diálogos sintéticos de relleno. Hotel Transylvania 3 resulta densa aún para sus 93 minutos de duración y se presta para la pavada fácil sin ningún resultado positivo. Chistes quemados junto con acciones de manual crean una especie de burbuja insoportable que tarde o temprano revienta en la cara del espectador. La pandilla de Adam Sadler y Cia. no transmiten sentimientos y vuelven al formato de Risas, pedos y blablablá en cuestión de segundos; el único personaje que logra salir de la rutina crónica del Sandlerpack ,es una gelatina muda llamada Blobby que con sus solitarios sketchs transforma – o trata de convencer – el film. Por más Blobby y menos del resto!. Tambien hay que destacar que algunos personajes que fueron interesantes en entregas anteriores ahora se encuentran como extras con diálogos sintéticos de relleno.Steve En pocas palabras: Hotel Transiyvania 3 no inova en nada y demuestra que todo se puede resolver con lo más básico de materia gris. Un film que recurre a La Macarena para salvar situaciones y atrasa las posibilidades de sorprender al público.
Un excelente plan para calmar a las fieras que descansarán del colegio. Esta entrega final ofrece un claro objetivo principal que es el de su llegada casi exclusiva a los más chicos. Luego de haber aceptado a un chico humano como el novio de su adorada hija Mavis en Hotel Transylvania (2012) y de haber recompuesto una relación distante con su padre, Drácula (Adam Sandler) regresa con toda su banda amiga de monstruos para dar un ¿cierre? a la franquicia de Sony Pictures que supo entretener a grandes y chicos, con un humor que mezclaba de gran manera la comedía física y los chistes con doble sentido. En esta oportunidad y agobiado por tanto trabajo en el Hotel, Drácula se da cuenta de que a su vida le hace falta algo. Más bien, alguien, y es que el se ha encontrado solo desde que la madre de Mavis (Selena Gomez) muriera cuando su pequeña era apenas una bebe vampiro. Por eso, para despejar la mente y relajarse un rato, el vampiro más famoso de todos embarcará con toda su tropa amiga a un crucero por el océano. Obviamente, Johnny (Andy Samberg), Dennis (Asher Blinkoff), Frank (Kevin James), Wayne (Steve Buscemi), Griffin (David Spade) harán lo posible para que Drácula y su hija pueden hacer más fuerte su relación y ver si el Conde, puede encontrar de nuevo el amor. Dirigida una vez más por Genndy Tartakovsky, responsable de toda la trilogía, esta segunda secuela, se ve alejada a nivel comedía de su antecesoras. Esta entrega final ofrece un claro objetivo principal que es el de su llegada casi exclusiva a los más chicos, ayudada también por la serie animada de nombre homónimo que se da por Disney Channel. Atrás quedó el ingenio de sus dos primeras partes de hacer reír a los de una edad más avanzada con diálogos un poco más maduros y lo reemplazaron con más comedia física, que entretiene pero por lo que ha otorgado antes, se espera que siga por ese rumbo. Un claro ejemplo, es que muchos personajes que habían cautivado de gran manera como Johnny tienen poco protagonismo y cuando lo tienen, lo desperdician. La animación sigue por el mismo camino de mezclar paisajes en un claro y convencional 2D, con personajes en tercera dimensión, que si bien no lo hace para nada mal, el salto de calidad que se espera en esta época de efectos visuales deslumbrantes, no se ve. Otro de los puntos flacos, es la tremenda previsibilidad del guión. Desde que la película comienza, cada acción que toman los protagonistas es obvia. No se puede esperar una narrativa demasiado compleja o giros, pero por lo menos para los más grandes que vayan a verla, no estaría mal un poco de entretenimiento argumental de primer nivel. Algo bueno que se puede destacar, es la suma de criaturas y ciudades de la mitología que hacen más amena la peli. Junto con un claro mensaje de fondo de aceptar al otro sea monstruo o humano por igual, el resto de los grandes aciertos previos, no vuelven a aparecer. El tercer acto merece una mención especial porque junta todas las características de un pésimo final. Estirado, sin sorpresa y con falta de gracia, la película se alarga unos 15 minutos solo por el hecho de rellenar. El mismo error ocurre más de una vez en la película y los chistes que hacen gracia una o dos veces, son recurrentes hasta el hartazgo. Aprovechando que se vienen las vacaciones de invierno, Hotel Transylvania 3 es un excelente plan para calmar a las fieras que descansarán del colegio. Para los padres o mayores que los acompañen, no la pasaran mal, pero no esperen entretenerse y amigarse de los personajes, porque no lo conseguirán.
La tercera entrega de los monstruos nos muestra una nueva cara de Sony Animation gracias a la mano de Genndy Tartakovsky. Durante los últimos años, la compañía de Sony Animation ha demostrado que su objetivo en el mundo cinematográfico se reduce a los números que le genera la taquilla. Sin ir más lejos, tanto “Emoji: Movie” como “Los pitufos: La aldea perdida”, fueron productos para llenar la sala sin sobrepasar el panfleto. Sin embargo, “Hotel Transylvania 3” muestra otra cara de la productora, que a pesar de no despegarse de la filosofía inicial de conquistar espectadores y ser los reyes de recaudación en las vacaciones de verano de los Estados Unidos, cuenta con otra idea más visual, guionada, entretenida y lograda. La tercera parte cuenta como todo el personal del Hotel Transylvania (los famosos monstruos populares) decide tomarse unas vacaciones en un crucero con destino a la Atlántida con el objetivo de darle un descanso a Drácula (Adam Sandler) de su sobrecargado trabajo y, así, poder encontrar un nuevo romance en su vida; la idea es tomada por su hija, Mavis (Selena Gomez), quien no tiene idea de la soledad que oculta su padre. Las criaturas tendrán momentos divertidos y resaltados a lo largo de este inmenso descanso y el protagonista tendrá una inevitable oportunidad en el amor con Erica, la capitana del barco. En esta construcción de nuevo público, el largometraje se adapta con dos armas visuales. La primera es el villano principal, Van Helsing, el famoso cazador de vampiros que guarda rencor y que espera su momento para aniquilar a Drac. El diseño y la personalidad del némesis envuelven al film y entregan un personaje a medida a diferencia de las dos obras anteriores que este recurso de villanos y contrarios no fue utilizado. La segunda, y más efectiva, es el humor explosivo que le da esta reaparición; más cercano a la industria de Warner Animation de los años de Chuck Jones que todo lo presentado por Sony Animation en los últimos años. Su función escandalosa es efectiva, con breves apariciones de animaciones clásicas y películas de los años 80 (como la ingeniosa utilización de los gremlins de Joe Dante) y gags ingeniosos. Por otra parte, la acusación más banal que se ha caracterizado la crítica sobre esta producción es el hecho que se la toma como una película para chicos, infantil e inocente. Sabiendo a grandes rasgos que el largometraje muestra continuamente chistes sexuales, guiños cinematográficos que los más pequeños posiblemente no lograran entender y, sobre todo, que habla de un tema poco visto en la animación como es el amor en la tercera edad. La imagen y recepción de la animación es un tema a cambiar, teniendo en cuenta que “Los Increíbles 2” tuvo una calificación PG (para mayores de 13 años) y hace poco, en el estreno de “La fiesta de la salchicha” (Sausage Party) tuvo también ese calificativo, largometraje que debería haber tenido una restrición más grande en aquel momento. En estos tiempos, la animación, que corre por horizontes diferentes, necesita otros tipo de visualización y compresión. Ya Dentro del mundo de Tartakovsky, la palabra felicidad cobra vida con el baile. Desde Bruno Mars hasta la el tema de “La Macarena”, el realizador podrán en pista todos sus recursos para mostrar el lado divertido de la vida. Risorio, pero alegre. Uno de los pocos leitmotiv que se mantiene en la saga y salen flotando gracias a la música empleada y su remarcable estado emocional en los personajes. El mensaje final es lo que más se soslaya, y es verdad que “Hotel Transylvania 3” es la mejor de las tres partes realizadas donde, siendo la primera en la que su director se mete en la escritura, se hace notar. Vacaciones aseguradas para los espectadores.
Están de nuevo. Los monstruos clásicos de la Universal en su versión animada no paran de facturar billetes, irónicamente sin asustar a nadie como en su concepción original, sino todo lo contrario. Drácula (voz de Adam Sandler), Frankenstein (voz de Kevin James), El hombre lobo (voz de Steve Buscemi), El hombre invisible (voz de Keegan-Michael Key) y La Momia (voz de David Spade) son una pandilla de viejos amigos muy lejos de ser lo que fueron. En este caso, un retroceso en la línea de tiempo es la que nos lleva a la época en la que el mítico Van Helsing (voz de Jim Gaffigan) estaba obsesionado con matarlos a todos, en especial (por supuesto) a Drácula. Miles de intentos sin éxito, en un montaje vertiginoso, nos trae al presente. Todos, con una excusa bastante tirada de los pelos, terminan en un crucero de placer en el Triángulo de las Bermudas, el que servirá como vehículo turístico y también amoroso pues el padre de todos los monstruos parece que encuentra al amor de su vida (o su muerte, para ser exactos porque recordemos: el tipo es un vampiro). Cómo serán de contradictorios los tiempos que corren. Aquel que en la literatura era el villano es “el bueno”, y el villano de turno aquí es el personaje que salvaba los cuellos de la humanidad allá por fines del siglo XIX en la novela de Bram Stoker. Es cierto, esta trilogía nunca se propuso realmente poner a los monstruos como seres despiadados, y si había algo de interesante en la primera (esto de necesitar un refugio contra las constantes persecuciones humanas), llegados a este estreno queda todo diluido y sin fuerza interna que se oponga a su existencia. Es decir, está naturalizado que todos (o casi todos) son buenos y graciosos. Al tener personajes así de unidimensionales es muy difícil que un guión de poco más de una hora y media logre entretener más allá de lo anecdótico. Dicho más simple: No hay conflicto, y al no haberlo sólo queda seguir por inercia las vicisitudes, líos, y situaciones que si estuviesen aisladas en pequeños cortos de cinco o diez minutos serían más efectivos. Lo que sí abunda es el humor que llevó a este producto a tener una enorme popularidad, y por esta razón los chicos la van a pasar fenómeno. Los éxitos se pueden analizar, desmenuzar, o lo que sea; pero no se pueden discutir. Es más, algunos gags funcionan bien. La sobrevaloración de algunas sagas no significa necesariamente una crítica a su éxito de taquilla, y decimos sobrevaloración artística porque la de Hotel Transylvania es un claro ejemplo. El director, vinculado al mundo animado desde hace muchos años. y creador de varios éxitos televisivos, usa los elementos clásicos del humor físico solidificado en los años ‘50 por el genial Tex Avery como arma principal. Más que genuino por cierto, pero se hace extenso y aburrido cuando va para un lado mientras el argumento va para otro. “Hotel Transylvania 3: Monstruos de vacaciones” va a ser uno de los grandes éxitos de taquilla del año. Sólo eso.
Quizás no sepa el lector que Genndy Tartakovsky es uno de los más importantes creadores de animación desde mediados de los noventa. Inventó El laboratorio de Dexter y Samurai Jack, por ejemplo, y es de esos dibujantes que tienen un estilo bien reconocible. También, en complicidad con el siempre despreciado y siempre querible Adam Sandler, creó las películas de Hotel Transylvania, sobre las relaciones entre los monstruos (Sandler es un Drácula de corazón enorme) y los humanos. Esta tercera entrega no va a sorprender demasiado a quien vio las anteriores (porque, claro, vio las anteriores y son los mismos personajes) pero el director lo sabe, lo que lo lleva a ejercer ese humor vertiginoso y repentista hasta extreños virtuosos. Justamente, lo interesante de esta serie consiste en la conjunción de comedia familiar con el rapidísimo “todo es posible” que provee la animación. Y que las herramientas digitales no estén usadas en busca de hiperrealismo sino como una forma más de disponer de lo cómico en el espacio. Hay momentos de una precisión inusual en el movimiento de los personajes para lograr la broma, y si el cliché “se van todos de vacaciones en un barco” no es original, está explotado como si los autores lo supieran y decidieran reírse también de la falta de creatividad “narrativa” con la desbocada creatividad visual. Todo es absurdo y tierno, de esas películas que no buscan imponerse con prepotencia al espectador sino compartir con él lo que tiene de divertido ir al cine.
Crítica emitida por radio.
Drácula junto a su familia y sus amigos están de vuelta para una tercera ocasión. Pero nada se sabía de esta película antes de entrar en la sala.