Lo que trae el drenaje De aquella colección de directores que supieron ser representantes del extremismo europeo de la década pasada y toda esa hermosa carnicería volcada al suspenso y el shock sensorial, léase un colectivo variopinto que incluyó a Xavier Gens, Pascal Laugier, Neil Marshall, el dúo Julien Maury/ Alexandre Bustillo, Fabrice Du Welz, James Watkins y la dupla David Moreau/ Xavier Palud, entre tantos otros, Alexandre Aja fue el único que se sintió cómodo trabajando en el mainstream en general y en Hollywood en particular, llegando incluso a sacar provecho de los distintos encargos que surgían dentro de la industria en materia de remakes y/ o los géneros más populares del momento. Siempre con su corazoncito puesto en el horror de cadencia gore y un erotismo más o menos explícito que suele aparecer o desaparecer según la libertad de la que goza en cada epopeya, el señor después de dos propuestas en su Francia natal, las geniales Furia (1999) y Alta Tensión (Haute Tension, 2003), se embarcó en una interesante serie de reversiones, compuesta por Despertar del Diablo (The Hills Have Eyes, 2006), Espejos Siniestros (Mirrors, 2008) y Piraña 3D (Piranha 3D, 2010), y luego en dos obras bastante más bizarras, las también atractivas y bellas Cuernos (Horns, 2013) y Las 9 Vidas de Drax (The 9th Life of Louis Drax, 2016). Precisamente, considerando el sustrato experimental de los dos opus anteriores y su mezcla inconformista de formatos opuestos sin demasiados mojones retóricos en los que asirse a nivel de esa tragicómica previsibilidad que muchos buscan en la gran pantalla, bien se puede decir que ahora el director apuesta a un regreso al cine de género hecho y derecho aunque de nuevo desde su peculiar interés, tratando de buscarle una vuelta de tuerca al asunto para que las viejas fórmulas que conocemos de sobra no pierdan el encanto y puedan seguir atrapando al espectador: Infierno en la Tormenta (Crawl, 2019) cuenta tanto con uno de aquellos personajes femeninos fuertes de los comienzos de la trayectoria del francés como con una buena dosis de truculencias marca registrada englobadas en un nerviosismo narrativo muy bien apuntalado, combo que en esta oportunidad responde a una mixtura ridícula -y por ello divertida- de las clásicas aventuras de catástrofe, ahora con un huracán categoría cinco atacando el Estado de Florida, y el enclave semi ignoto para el público masivo de las películas de cocodrilos, una tradición que se remonta a las primigenias Eaten Alive (1976), The Great Alligator (Il Fiume del Grande Caimano, 1979) y Alligator (1980) y que llega hasta las más recientes Lake Placid (1999), Black Water (2007) y Rogue (2007). La historia es diminuta a más no poder y apenas si involucra a la nadadora profesional Haley (Kaya Scodelario) yendo a chequear qué le ocurrió a su padre, Dave (Barry Pepper), debido a que no contesta su teléfono, lo que implica recorrer rutas anegadas en medio del vendaval, saltearse controles en el camino y meterse en una zona que ha sido evacuada casi por completo. Cuando la mujer finalmente halla malherido a su progenitor en la que fuera la casa familiar antes del divorcio de turno, asimismo descubrirá que el lugar está repleto de cocodrilos que llegaron a través del drenaje y gracias a la inundación por el temporal. El también mínimo desarrollo de personajes pasa por la sensación de culpa de Haley en lo que atañe a la separación de sus progenitores, ya que ella siempre se identificó más con el padre, quien además supo actuar como su entrenador y supuestamente descuidaba a su parentela por ello, mientras que su hermana, Beth (Morfydd Clark), está más en sintonía con la madre del clan y hasta tiene un bebé propio para subrayar esta oposición entre carrera profesional y maternidad símil ama de casa, dos opciones eternas para las féminas que pueden o no desplegarse en simultáneo. La película combina lo que ocurre en el lugar donde padre e hija están atrapados, el espacio que suelen dejar los yanquis para el cableado, tuberías y demás entre el suelo y el piso propiamente dicho de la casa, y un exterior de la residencia que sirve para acumular cadáveres, como unos jóvenes que se llevaban un cajero automático y un par de rescatistas que de sopetón también terminan pasando a mejor vida. Infierno en la Tormenta es eficaz en lo suyo y realmente muy entretenida porque no le sobra ni un minuto, algo muy poco habitual en nuestros días de realizaciones que parecen agregar escenas y sobreexplicaciones cual compulsiones tontuelas en vez de necesidades narrativas concretas, no obstante a decir verdad constituye una de las faenas menos despampanantes de Aja, quien por un lado aquí supera al grueso de sus colegas en materia de suspenso y espectáculo minimalista y por el otro no consigue igualar lo hecho por él mismo en ocasión de -por ejemplo- las mucho más desatadas y gloriosamente trash Alta Tensión, Despertar del Diablo y Piraña 3D, frente a las cuales la película que nos ocupa hasta parece algo conservadora. De todas formas el film resulta más que rescatable y el francés sabe aprovechar a Scodelario, una actriz inglesa tan linda como talentosa capaz de sostener gran parte del fluir del relato con su rostro y su cuerpo, amén de esos cocodrilos de CGI bastante convincentes y de los que no se abusa a lo largo del metraje. Por supuesto que la experiencia no posee ni un gramo de originalidad y que el guión de Michael y Shawn Rasmussen, aquellos de Atrapada (The Ward, 2010) de John Carpenter, el que sin duda sigue siendo su mejor trabajo a la fecha, no es precisamente una joya del arte dramático, sin embargo ello no importa en una gesta de supervivencia de estas características en donde el éxito pasa por la ejecución del director y la presencia escénica del protagonista en cuestión, dos ítems que no fallan en esta odisea de los drenajes, los recovecos edilicios y similares…
Con su película más reciente, Infierno en la tormenta, Sam Raimi consolida su veta actual de productor de películas de terror en torno a personajes encerrados que luchan por sus vidas: en una cabaña del bosque (el reboot de The Evil Dead), en una casa embrujada (el reboot de Poltergeist), en la morada del ciego más peligroso del mundo (la original No respires) o, como ocurre en la película que llega a nuestras salas este jueves, en una casa que se inunda lentamente durante un huracán categoría 5 y que, además, está infestada por cocodrilos. Dirigida por Alexandre Aja (presentado en los afiches y trailers como “director de The Hills Have Eyes”, cargo que le corresponde únicamente a Wes Craven, aclaro), la película sorprende, en primer lugar, por su curioso uso y abuso de los jump scares. ¿Por qué curioso? Porque, tratándose de una decisión que se le objeta con frecuencia a muchas representantes del género, en Infierno en la tormenta funciona y con creces. Apelando a la distinción entre sorpresa y suspense del maestro Hitchcock, es como si Aja hubiese decidido explotar al máximo la primera con el fin de desencadenar la segunda. En efecto, los abruptos e inesperados sustos del film son tantos y —sobre todo— están tan bien ejecutados que uno, como espectador, se ve inevitable e involuntariamente puesto en un lugar de tensión: ante la posible aparición de un nuevo jump scare, los tiempos empiezan a dilatarse y la sensación de inminencia se acrecienta. Independientemente de si es con un árbol que atraviesa una ventana o mediante un cocodrilo que hace lo mismo con una escalera, es imposible anticipar cuándo, cómo o por dónde emergerá el nuevo golpe de efecto que Aja nos tiene preparado. Y precisamente hablando del dónde es que llegamos a uno de los problemas de la película: su construcción del espacio. Siendo la paulatina restricción y clausura de éste una de las principales herramientas narrativas del terror, Infierno en la tormenta se muestra sorpresivamente indiferente a la hora de describir el lugar en el que se desarrolla buena parte de su trama. Espacio predilecto del género, el sótano de la casa es retratado de forma totalmente fragmentada, con saltos en el eje y nula claridad en cuanto a la disposición de sus elementos. Consecuentemente, esta imposibilidad de comprender la extensión del lugar, de localizar la ubicación de sus peligros y de identificar correctamente sus potenciales salidas atenta contra el suspenso que la propia película busca generar. En otras palabras: si nunca terminamos de entender dónde es que Haley y su padre están ocultos y dónde es que están los cocodrilos, difícilmente podamos ver a estos últimos como una amenaza inminente, y no como una meramente circundante. Aparente negligencia de lado, tal vez sea por esta extraña configuración del espacio que los jump scares prueban ser efectivos: el público se encuentra tan desorientado que no puede evitar ser tomado por sorpresa en cualquier momento. Sin embargo, el mayor problema de Infierno en la tormenta no radica en su puesta en escena, sino en su guión: hay toda una línea dramática que parece existir con el solo fin de profundizar, potenciar o agravar los conflictos de los personajes. Es decir, como si escapar con vida del húmedo, claustrofóbico y aterrorizante escenario en el que se encuentran no fuera razón suficiente para impulsar su accionar hasta las últimas consecuencias, la película se empeña en incorporar toda una serie de inconvenientes del orden de lo familiar (el padre que empuja a la hija a triunfar, la hija que quiere pero que no puede, la desazón del padre frente al divorcio de la madre, etcétera) para contarnos que —en verdad— lo que está en juego es mucho más. Además de resultar absurda e innecesaria, tal minimización de la trama de supervivencia va totalmente a contramano de la naturaleza de este tipo de relato (véase, por el ejemplo, el caso de El ártico, otra survival movie estrenada este año, pero de una economía narrativa notable). Probablemente, de haber confiado más en el conflicto de vida o muerte de sus protagonistas, el director DE LA REMAKE de The Hills Have Eyes se hubiese ahorrado unos cuantos minutos de superfluas prep-talks, daddy issues que poco tienen que ver con cocodrilos hambrientos y, sobre todo, escenas cuasi risibles como aquella en la que el padre le grita a la hija que no debe rendirse porque ella es una “depredadora alfa” (ahhh, ¡como los cocodrilos!). Dejando de lado éstas y otras cuestionables decisiones (como las que los propios personajes toman hacia el final del relato), Infierno en la tormenta no será recibida como la mejor de las últimas producciones de Raimi —dicho título permanece en manos de No respires—, pero sí será merecidamente celebrada, entre otras cosas, por sus destacables dosis de tensión, correctas actuaciones e impecable diseño sonoro y visual. En cuanto a este último aspecto, cabe destacar que desde Básico y letal, de John McTiernan, no me sorprendía al salir de una sala de cine y notar que no llovía torrencialmente. Así de logrado es el nivel de inmersión en la tormenta del título. Una lástima que su infierno no haya sido más básico y letal.
El regreso de Alexandre Aja nos mezcla a Kaya Scodelario, a Barry Pepper, cocodrilos y un huracán, y el resultado es positivo. Haley (Kaya Scodelario) al salir de un entrenamiento de su equipo de natación, recibe una llamada de su hermana preocupada porque Dave (Barry Pepper), su padre, no atiende al teléfono. Sumando a su miedo el huracán clase 5 que está por azotar la ciudad donde vive en Florida. La nadadora se salta las evacuaciones para buscar a su padre. Al encontrarlo se lleva la sorpresa de que está mal herido, pero no por el huracán, si no por cocodrilos que han tomado la propiedad y estarán tanto a merced de los lagartos como de la tormenta. Alexandre Aja, conocido en el género de terror por obras como Haute Tension (2003), The hills Have Eyes (2006) y Piranha 3D (2010), donde explora la desesperación humana en situaciones límites, dirige este filme, que como no puede ser de otra manera, busca mantener al espectador en tensión prácticamente constante, con pocos momentos para respirar. Kaya Scodelario se pone las sandalias para interpretar a Haley, el rol principal de la película, con una actuación que no le demanda demasiado dramáticamente, pero que es efectiva, y muy física. Aunque con sus inverosimilitudes en el guión, sale adelante. Barry Pepper tiene el rol más dramático, ya que es el padre mal herido que es una carga para su rescatista, pero no quiere serlo, y está obstinado en cumplir con su rol de padre, y se desarrolla muy bien.El libreto de Michael y Shawn Rasmussen (The Inhabitants, Dark Feed) es dramáticamente sólido, aunque exagerado en el desarrollo de los hechos. Pone a los personajes en una situación imposible, pero encontrando el punto de apoyo en la relación de padre e hija de los protagonistas y desarrollando en profundidad algunas pocas disputas familiares para dar fuerza a la motivación no solo para sobrevivir a la tormenta y los cocodrilos, si no también a sus propias perspectivas sobre sus vidas. Para esto Dave, será pese a su estado una roca sobre la cual Haley se podrá subir para salir adelante. La película se solidifica con la fotografía de Maxime Alexandre (Shazam!, 2019) quien utiliza composiciones muy adecuadas, y en momentos incluso épicas, y la música de Max Aruj y Steffen Thum, quienes hasta el momento habían realizado composiciones más que nada para series y cortos, pero que logran una ambientación sonora que completa y realza el contenido de las imágenes. Con su hora y media de duración, y con algunas exageraciones propias del cine catástrofe, y muchas líneas cliché en los diálogos, Crawl logra entretener al espectador, y por qué no sacar algún que otro susto en varias ocasiones. Alexandre Aja, lo ha vuelto a hacer. Crawl es una experiencia atrapante y entretenida que mantendrá al espectador atento de principio a fin.
Cuando un enorme huracán categoría 5 llega a su pueblo en Florida, Haley (Kaya Scodelario) no hace caso a las órdenes de evacuación para encontrar a su padre desaparecido (Barry Pepper). Tras encontrarle herido en el entresuelo de su casa, los dos quedan atrapados por la inundación que cubre rápidamente el terreno. Con toda la zona evacuada ambos quedan allí, pero no quedan solos, porque la tormenta y la inundación han traído hasta la casa a dos enormes lagartos. Allí comienza la verdadera odisea por sobrevivir. Es una queja habitual, pero no por eso menos atendible, que los film industriales más comerciales se apoderan de todas las salas ofreciendo un producto prolijo, a veces bueno, a veces malo, pero mayormente dentro de una medianía sin sobresaltos. Cuando el número de películas que ocupan la casi totalidad de la salas se impone, el problema no son esas películas, sino las demás, las que realmente asumen algún tipo de riesgo y valentía y que en su inmensa mayoría jamás llegaremos a ver. No hablamos aquí de un cine alternativo, sino del viejo cine taquillero de género que en una época tenía más dignidad y espacio. Infierno en la tormenta (cuyo sobrio título original es Crawl) es un excelente ejemplo de cine de género, de trabajo cinematográfico en estado puro, sin tanta especulación ni tibieza. Por eso es uno de los grandes estrenos del año y una pequeña joya para los amantes del lenguaje del cine. La película no alcanza la perfección narrativa de esa obra maestra que es Tiburón (Jaws, 1975) de Steven Spielberg pero tampoco busca la alegría desaforada y desprolija de esa fiesta delirante llamada Sharknado (2013). No es que esté justo a mitad de camino tampoco, porque sin duda es una película en serio cuya realización hace que todo lo que aparece en pantalla suene razonable aunque se le noten las esperables y bienvenidas exageraciones. No está demás decir que a pesar de todo la película se basa en historias reales, cosa que nos importa poco pero es bueno recordar para que los verosimilistas se queden sin excusas tontas. En ese espacio de encierro en el que transcurre todo el film, el realizador consigue que todo funcione, que cada minuto de tensión sea real y que los sobresaltos y los momentos impactantes se distribuyan de forma prolija, sin ser constantes pero tampoco con mucho espacio para tomar un respiro. El pequeño lugar elegido para desarrollar la historia está aprovechado al máximo. Un encierro dentro de una tormenta, que es un segundo encierro más aislamiento. Un doble juego de tensión y peligro. Sorprendente como pocas películas actuales, capaz de hacernos saltar de la butaca de forma genuina. Esas películas que nos hacen sentir respetados y valorados como espectadores. El genuino deseo narrativo, el oficio de hacer cine. Más cine, menos bajada de línea. Más cine, menos corrección política. Más miedo de cine, menos miedo al qué dirán. Pero a pesar de que lo que hace la diferencia acá es el cine, igual la película tiene otro tema que convive con la lucha entre la protagonista y los lagartos. Es la historia de una hija que busca que su padre se siente orgullosa de ella. No es necesario hacer tanto para eso, pero ella no lo cree y la emoción de la historia se juega también en ese nivel. En definitiva, Crawl tiene todos y cada uno de los elementos que hacen que una película sea buena.
Cocodrilos salvajes y una chica superpoderosa. Alexandre Aja ha vuelto y una vez más plasma su huella de autor, dentro a lo que cine de horror se refiere. Es innegable que sabe como disponer de forma audaz la puesta en escena para generar terror y asfixia. Después de las pirañas prehistóricas carnívoras, los cocodrilos gigantes se adueñan de la pantalla. O sea, convierte una casa familiar en una verdadera trampa mortal, para que un puñado de reptiles desaforados, muerdan, mastiquen… y asesinen. La trama es simple, una joven nadadora, Haley (Kaya Scodelario), después de un duro entrenamiento recibe una llamada de su hermana un tanto desesperada, porque el padre de ambas no atiende el celular y se avecina un huracán categoría 5. Nos encontramos en Florida, tierra de vientos violentos y también el hogar ideal de nuestros alligators. Por lo que Haley decide ir en su búsqueda, más allá de las explícitas recomendaciones de las autoridades de evacuar la zona. Y es así que se encuentra con tremendo panorama: su padre desvanecido y con una gran mordedura en el hombro, en la parte de abajo de su viejo hogar. Ese en que alguna vez los cuatro (su mamá ahora separada, su padre, ella y su hermana) fueron una familia unida. A partir de aquí, las cosas se pondrán cada vez peor, ya que los cocodrilos se comenzarán a adueñar de la zona. Los vientos son cada vez más fuertes, las aguas suben y los bichos que en un principio se cuelan por los desaguaderos, se hará un festín cuando se rompan las represas y se inunde por completo el lugar. Haley y su padre, además de en medio de la situación límite limar asperezas (saldrán a la luz viejos rencores y una nostalgia por lo que no fue), se convertirán en verdaderos supervivientes. La disciplina y el temple deportivo de la chica, la harán convertirse en una mujer resiliente y de armas tomar. De este modo, Aja trabaja de forma acertada la metamorfosis del personaje femenino: se transforma en una depredadora más escabulléndose bajo el agua y afinando su instinto animal. En este universo sangriento todo funciona; además de un toque de humor negro, está presente lo emocional como motor para impulsar la narración, y sin dudas un clima sofocante, el realizador no nos da respiro ni espacio para la catársis. Despliega todos sus recursos audiovisuales y lo más importante es que el tempo nunca decae, claro que adicionado una buena dosis gore y un sonido “de la hostia” (dirían los españoles). La lluvia incesante afecta nuestros sentidos de manera perturbadora. Justamente de esto va Infierno en la tormenta, de emociones fuertes y shocks sensoriales.
Una eficaz mezcla de cine catástrofe y terror es la que propone el director francés Alexandre Aja, el mismo de Alta tensión y que luego filmó Piraña y la remake de Las colinas tienen ojos, retitulada El despertar del diablo, en Hollywood. Infierno en la tormenta, producida por Sam Raimi, pone en juego la claustrofobia y la supervivencia en un relato que resulta entretenido, bien ejecutado y que no disimula su espíritu de película clase B. Florida es amenazada por un huracán de categoría 5 y la joven Haley -Kaya Scodelario-, una experta nadadora que no puede ganar una competencia, viaja para saber que pasó con su padre -Barry Pepper- que no contesta sus llamados ni las de su hermana. Al llegar, lo encuentra herido en el sótano de su casa. Ambos están a merced de la furiosa tormenta y de cocodrilos hambrientos que están en la zona inundada. El realizador sabe cómo inquietar al espectador, y a la amenaza climática exterior, le agrega el terror que genera la suba del agua y la llegada de los depredadores que mantienen acorralados a los protagonistas. El relato tiene ritmo, y alguna que otra situación ridícula, pero el clima de suspenso está logrado a lo largo de noventa minutos en los que ocurre de todo y en los que Haley deberá poner en práctica los consejos de su padre cuando fue entrenada en natación. Con una escena que remite a Alerta en lo profundo -la película con tiburones de Renny Harlin-, la casa se transforma en una trampa mortal y tampoco hay lugar hacia dónde escapar. Con estos elementos, Infierno en la tormentaresulta entretenida, con buenas actuaciones de Scodelario y Pepper, a los que acompaña la perra Sugar. Las criaturas lucen terroríficas, se arrastran, abren sus quijadas y dan varios sobresaltos, entre ladrones que aprovechan la tormenta para hacer de las suyas y una pareja de policías que acude a la zona afectada. El film cumple su cometido, se instala cerca del "gore", con momentos sangrientos, mordidas letales y coletazos que sorprenden.
See you later, alligator Infierno en la Tormenta (Crawl, 2019) forma parte de una tradición de películas de cocodrilos asesinos en la que podemos encuadrar a joyitas medio trash como Alligator (1980) de Lewis Teague, Dark Age (1987) de Arch Nicholson (que también lleva el peso de la tradición de la amenazante naturaleza australiana), Eaten Alive (1974) y Crocodile (2000), ambas del maestro Tobe Hooper (aunque la primera forma parte del subgénero oblicuamente), e incluso Il Fiume del Grande Caimano (1979), de Sergio Martino, que ya desde el inicio con sus planos aéreos parece dialogar con la trilogía caníbal de Ruggero Deodato. Tal como lo marca esa tradición, el peso de Crawl está puesto en lo emotivo como consecuencia del suspense. Y como también marca la tradición, podríamos adjetivarla (y no peyorativamente) como sensacionalista o efectista, términos generalmente utilizados para describir al cine de explotación. El efectismo de Crawl está siempre relacionado al resultado del suspenso. Salvo en la presentación de Haley (Kaya Scodelario), su protagonista principal (que como en todo buen guión clásico y cerradito define a la heroína en virtud y defecto en cinco minutos), el resto del relato es una búsqueda constante de suspense, virtud no tan común en el Hollywood actual. Las escenas de los cocodrilos asesinos de Aja (acá más serio que en Piraña 3D pero con el humor negro del género puesto en algunas muertes) son muy buenas secuencias de persecución. En tal sentido, y como decía William Friedkin, no hay nada más cinematográfico que una escena de persecución; aunque claro que acá en lugar de las carreteras superpobladas de Los Ángeles en las que Friedkin filmaba como un campeón, hay un sótano inundado de una Florida ficticia filmada en Serbia, lleno de cocodrilos hechos con CGI. La trama, como en Alligator, la podemos rastrear en la leyenda urbana del cocodrilo que sale por el inodoro, con el agregado de un huracán categoría 5 que la mueve del subgénero de monstruos acuáticos hacia el cine catástrofe. De todos modos, la fuerza de la naturaleza (o la venganza al estilo Dark Water) queda en segundo plano -o al menos queda en pausa hasta el clímax- porque Aja encierra casi toda la película a Haley y a su papá Dave (Barry Pepper) en una misma locación. Se cuela entonces el thriller de encierro; terror claustrofóbico que salió de la cabeza de Michael y Shawn Rasmussen, guionistas también de la última aventura carpenteriana (The Ward), en España titulada justamente Encerrada. El suspenso constante de Crawl es consecuencia de la acción también constante: Crawl es una prueba de que los males de muchas producciones hollywoodenses actuales (entre ellas las películas de superhéroes) no tienen que ver con el uso del CGI, la espectacularidad o la edición anfetamínica sino con la falta de generación de suspense mediante la acción desaprovechada. Crawl es una muestra chiquita pero potente de la construcción del suspense, escena tras escena, utilizando como herramientas las verdades cinematográficas del cine de género, como la persecución y la superación del castigo físico; fisicidad paradojal, porque el castigo es perpetrado a los protagonistas por los fantasmas generados por los últimos ordenadores.
Cuidado con el cocodrilo El director francés de Alta Tensión (Haute tensión, 2003) vuelve a demostrar con Infierno en la tormenta (Crawl, 2019), que sabe combinar conflicto interno con la trama de terror que transforma a su protagonista en guerrera, en una película que tiene la forma de otras pero carece de identidad propia. La cosa empieza como cualquier película de cine catástrofe, esta vez de tornados. La tormenta comenzó, el huracán código 5 se acerca y adivinen… la protagonista (Kaya Scodelario) se meterá en medio del problema. Busca a su padre (Barry Pepper) quien se encuentra herido en el sótano de su casa. Allí los azotará la furia de la naturaleza. Pero la catástrofe se tiñe de terror doloroso, ese que el gore expresa con sus planos detalle de heridas, rotura de huesos y sangre. Las sensaciones se propagan por el film con mejor destino que el débil guion que, en lugar de crecer en fuerza dramática, apila elementos para multiplicar la tensión sin ningún tipo de verosimilitud en el camino. Al tornado se le suma inundación y cocodrilos hambrientos. Angustia y claustrofobia mediante el acertado uso de primerísimos primeros planos que expresan sufrimiento en la oscuridad mientras el agua crece minuto a minuto. Esta “experiencia sensorial” es lo mejor de la película, la puesta en escena y profundidad de campo generan el clima de encierro necesario para un film bastante básico en argumentos. El último manotazo de ahogado que el film utiliza es el de aventuras, cuando la tormenta trae consigo una serie de cocodrilos –muy mal diseñados por computadora por cierto- con el afán de devorarse a los personajes. Acá la película se torna divertida pero sin la intención de serlo como sucedía con la remake de Piraña (1978) que el mismo Alexandre Aja dirige. Una suerte de Jumanji: En la selva (2017) tenebroso, inconsistente y hasta torpe de a ratos. A Infierno en la tormenta le pasa lo mismo que a la mayoría de las películas contemporáneas: no tiene tiempo para desarrollar conflictos y justificar situaciones. Menos para desarrollar vínculos entre los personajes. La relación entre la protagonista y su padre está presente pero de manera tan efímera que no alcanza para que ella justifique su accionar . Se resume a un montaje que "unifica" las palabras motivacionales de su padre al entrenar a su hija en natación con la actitud de heroína adquirida por ella a la hora de sumergirse en las aguas de la tormenta para salvarlos de la catástrofe natural. Un cine entretenido con la fisonomía de un videojuego, que entrega algunos climas y no mucho más para la película de terror de las vacaciones de invierno.
Infierno en la tormenta rompe la mala racha de películas fallidas que ofreció en los últimos años la filmografía de Alexandre Aja. Uno de los realizadores destacados dentro del denominado “Nuevo cine de horror europeo” que cobró notoriedad a comienzos del siglo 21. Su intenso debut en el género con Alta tensión, en el 2003, le dio la posibilidad de insertarse en la industria de Hollywood, donde desarrolló desde entonces su carrera con resultados irregulares. Entre sus películas destacadas sobresalieron las remakes de The Hill Haves Eyes (2006) y Piraña (2010), mientras que sus filmes más recientes, Horns (2013) y The 9th Life of Louis Drax no fueron bien recibidas por la prensa y el público. En su nuevo proyecto, con la asistencia de Sam Raimi en la producción, el cineasta francés ofrece una sólida propuesta clase B centrada en el thriller de supervivencia. A través de una premisa argumental muy sencilla y con dos artistas como únicos protagonistas (Kaya Scodelario y Barry Pepper) la película consigue desarrollar un gran entretenimiento dentro del género. Infierno en la tormenta no tiene más pretensiones que entretener al público con un relato de suspenso que está muy bien construido desde la realización. Aja establece la premisa argumental en los primeros 10 minutos del film y resto de la trama se concentra a fondo en las situaciones de acción y suspenso, que en algún momento también coquetean con el cine de horror. Este tipo de producciones no requiere demasiada intelectualización en su análisis y la calidad del espectáculo depende de la habilidad de su director por mantener enganchado al público con el conflicto. Un detalle que me gustó mucho de este estreno es que los caimanes que acechan a los protagonistas no tuvieron un tratamiento exagerado, como sucedía en Lake Placid (1999), con Brendan Gleeson, donde el cocodrilo central en ese caso tenía un tamaño grotesco. Acá los animales se ven más realistas y tampoco tienen un perfil de villano sino que actúan acorde a su naturaleza. El desafío de los protagonistas no pasa tanto por eliminar a los animales sino de salir de la casa en la que están atrapados para conseguir ayuda en el medio de un huracán. Aja presenta un gran trabajo con las situaciones de suspenso y Kaya Scodelario consigue destacarse en el rol protagónico. Se trata de una película corta que se disfruta mucho si la idea es pasar un momento ameno con una propuesta de este tipo. Los realizadores no tuvieron tampoco más pretensiones que esa y cumple con el espectáculo que brindan.
El viejo secreto de una historia bien contada Un padre y su hija quedan atrapados en un entresuelo lleno de cocodrilos en medio de un huracán categoría 5. Hay tensión, claustrofobia y dosis de humor. Infierno en la tormenta se estrena en silencio, en medio del batallón de tanques familiares de vacaciones de invierno, y no tiene actores conocidos ni campañas de marketing diagramadas al dedillo detrás. Ese perfil bajo es acorde a un producto que hace de la ausencia de adiposidades su máxima virtud: si el Hollywood contemporáneo se empecina en explotar sus gallinas ponedoras de huevos de oro con sagas, franquicias, universos expandidos, reboots, spin-off y unos cuantos anglicismos más, Infierno… es concisa, breve, directa, efímera. Un artefacto que persigue el placer de narrar una historia que empieza luego del logo del estudio y termina antes de los créditos. Incluso su argumento podría resumirse en poco más de una línea: un padre y su hija quedan atrapados en un entresuelo lleno de cocodrilos en medio de un huracán categoría 5. Una premisa que invita al absurdo, al desparpajo de aquel cine de explotación que ya prácticamente no se hace y que, cuando se hacía, perseguía la voluntad de entretener a como dé lugar, sin importar demasiado el qué dirán. Infierno en la tormenta es, entonces, una feliz irreverencia. Los escasos 87 minutos de metraje asumen con orgullo su condición de ejercicio resolutivo y resultadista, de recreación vacacional pensada para mirar tirando pochoclo al techo. La película de Alexandre Aja muestra todas sus cartas al comienzo. Nada de vueltas de tuercas ni escenas que se resignifiquen más adelante, todo es pertinente y necesario para atornillar las clavijas de un relato perfectamente encorsetado. Empezando por el detalle de que Haley (Kaya Scodelario) sea una avezada nadadora, tal como se la presenta en la primera escena. Ya en el vestuario, su hermana la alerta sobre el paradero desconocido del padre (Barry Pepper): no es una buena idea dejarlo solo, con su depresión galopante, en vísperas de un huracán que promete “poner en peligro la vida y la propiedad”, tal como dice un para nada alarmista locutor radial. Pero ni las inminentes toneladas de lluvia impiden que la buenaza de Haley vaya en busca de su progenitor, en un viaje cuyo destino final es la vieja casona que compartió la familia hasta el divorcio. ¿Por qué se divorciaron? No importa. A diferencia de nueve de cada diez películas que confunden la enunciación de un pasado con profundidad psicológica, aquí ese pasado es apenas una circunstancia, poco más que un somero contexto que motoriza la acción de una película anclada íntegramente a un presente puro y duro. Ese presente encuentra a papá en el suelo, inconsciente, embarrado y con un tarascón monumental en una de sus piernas, pues por el desagüe que da al lago no solo entró agua, sino también uno de esos cocodrilos XXL que podrían comerse un humano como canapé. Papá e hija rodeados por cocodrilos y, a su vez, atrapados por un huracán. Un encierro dentro de otro encierro. Ubicada en un punto medio entre la bizarría de Sharknado y el suspenso desesperante de Tiburón, Infierno...enfrenta a sus protagonistas a una serie de eventos cada vez más desafortunados: al primer cocodrilo se le sumará otro, luego otro, más tarde un tercero, un cuarto, un quinto…todo mientras que el entresuelo se inunda y en los alrededores se forma una reunión de consorcio de lagartos hambrientos. Al aislamiento y al encierro doble, entonces, se le agrega el factor tiempo. Que en principio todo tenga lógica habla de la escala relativamente humana del asunto, a la vez que de un director que hace de ese espacio cerrado un elemento constitutivo de una tensión dosificada, construida antes que tirada por la cabeza con golpes de sonido. Lentamente la película irá dejando atrás su impronta claustrofóbica para abrazar otra volcada a la exageración, siempre sin subrayarla, haciendo que los pasos humorísticos –que abundan en la última media hora– fluyan con la misma naturalidad con que el agua cubrirá hasta el último centímetro cuadrado de la casa.
A un huracán grado 5 en el estado de Florida se le suman caimanes. Ya el afiche lo dice todo, chica linda nadando en la superficie e inmenso cocodrilo mirándola con cariño de depredador. La historia te muestra a una atleta de competición universitaria preocupada porque, según informa su hermana desde Boston, su padre no contesta las llamadas y hay alerta roja por una tormenta peligrosa. Ella viaja dos horas hasta la casa de su padre y solo encuentra a su perrito. Se lo lleva y sigue viajando hasta la vieja casa donde se crió. Allí, ya ha desoído todas las advertencias de evacuación, encuentra, en el sótano, a su padre herido y a unos huéspedes inmensos y peligrosos. Con ese material de film catástrofe el director Alexander Aja, producido por Sam Reimi brinda un entretenimiento al que su público va absolutamente advertido de lo que se viene. Padre e hija quedaran atrapados en ese espacio que se inunda mientras los visitantes escamosos se multiplican. Para matizar están los recuerdos de la relación, lo severo que era él con su entrenamiento, los problemas emocionales, lo que no se hablo. Lo que queda claro es que Kaya Scondelario es la heroína adecuada, bella pero con temple, como una Sigournye Weaber o Blake Lively, chica de acero para enfrentarse a tanto peligro. Y el británico Barry Pepper brinda lo suyo. Las bestias tienen una verosimilitud de calidad. En el argumento aparecen otros personajes que tienen un destino marcado, porque no es cuestión de masticarse a los protagonistas de entrada. La tensión se mantiene, algunos diálogos son tontos, pero hay que reconocer que los que gozan con este tipo de cine tendrán su entretenimiento bien logrado
Dirigida por el experto Alexandre Ajá, "Infierno en la tormenta", parte de una premisa prometedora que no llega a explotar del todo. Una historia que va al grano sin vueltas, pocos personajes, escenario cerrado, una tempestad, y un par de animales salvajes al acecho. Hay premisas que se venden por sí solas. El trailer de "Infierno en la tormenta" prometía eso, un sótano inundado, unos cocodrilos, y dos personajes intentando sobrevivir a ese delirio; más la dirección de Alexandre Ajá, y la producción de Sam Raimi. Todo se encaminaba para ser una de las sorpresas de género del año. Sin embargo, como diría Phil Collins, algo pasó en el camino al cielo. Las películas de supervivencias con animales salvajes, pueden tener un alto contenido de divertimento desenfrenado en el que nada más importa las formas creativas en las que el bicho va ir cazando a sus presas ("Alerta en lo profundo", "Anaconda", "Terror a bordo", "Razorback", "Agua viva"); o concentrarse en el drama de sus protagonistas humanos y hacernos sufrir y sentir empatía ante la supervivencia ("Miedo profundo", "Garras", "El gran rugido"); la gloria es cuando logran conjugar ambas experiencias. "Infierno en la tormenta" se ubica un poco en el medio de ambos polos, lo cual no significa que nos de ambos ítems. Más bien resulta un híbrido que en plena puja entre una idea muy delirante, y una realización demasiado seria, no termina siendo ni una ni la otra; eso sí, mantiene la tensión constante y siempre consigue entretenernos. Casi sin preámbulos se nos presenta a Haley (Kaya Scodelario, de la trilogía "Maze Runner"), una estudiante universitaria deportista nadadora, que recibe una llamada de su hermana advirtiéndole de su padre, Dave (Barry Pepper, el protagonista de la inefable Battlefield: Earth), el cual hace días no contesta el teléfono. Dave se divorció, y desde entonces su vida ha ido cuesta abajo, lo cual hizo que sus hijas se apartaran. Pero la sangre tira, y Haley va hasta la casa del hombre para despejar dudas. Un dato, se informa del advenimiento de un huracán grado cinco que hará base y colisionará en Florida, por lo que hay que evacuar la zona. Haley se dirige contra la corriente evacuadora a la casa familiar y allí lo va a encontrar a Dave herido e inconsciente; también va a encontrar un conjunto de caimanes y cocodrilos que aprovecharon la inundación para salir a cazar. Encerrados en esa casa, Haley, Dave, y el perrito de Dave, van a tener que sobrevivir al torrente de agua y a las fieras hambrientas. El guion de Michael y Shawn Rasmussen (los mismos de "The Ward", la última película de John Carpenter, y siguen las firmas relacionadas al género) no se caracteriza por su complejidad, pone a los personajes en situación, los encierra, y que comience la acción en no más de quince minutos de iniciada. Hay un planteo respecto a la historia de la familia, y la relación entre padre e hija, en el que la hija parece más responsable. Pero nunca llega a explotar del todo y se siente más bien como un relleno y utilización para algunas analogías sobre la superación de las diferencias frente a las adversidades, lo típico. No hay muchas películas sobre cocodrilos encerrados junto a un grupo de humanos que lucha por no ser comido. Así como "Terror a bordo" ya era descabellado por poner serpientes en el hermético ambiente de un avión; "Infierno en la tormenta" hace lo suyo al llevar cocodrilos y caimanes a las zonas urbanas y dejarlos encerrados en una casa. Partiendo de ahí, cualquier cosa podía pasar. Mucho de ese “cualquier cosa” quedará en las promesas, La primera advertencia la tendremos antes de iniciar la película al ver que estamos frente a una película Apta para mayores de 13 años. Ajá es un director que se hizo conocido por sus escenas gore, exponer torturas y hectolitros de sangre sin miramientos, su "Alta Tensión" inauguró la última tendencia del gore francés; verlo en algo APM13 nos hace dudar sobre lo que puede hacer, aún la decepcionante "Espejos siniestros" tenía una calificación de edad más alta. El director de "El despertar del diablo", afortunadamente, no puede con su genio y se las ingenia para ubicarse al límite, saber mostrar sin mostrar, sugestionar sin exponer. Hay sangre, pero pasada por agua, u oscura (cosas de las normativas que solo consideran imágenes sangrientas si es sangre pura); y logra crear varias escenas que causan dolor físico, muy sugestionables, pero sin exponer más de lo necesario, corriendo el lente justo justo cuando la cosa pasa a castaño oscuro. Si la dirección de Ajá beneficia a Infierno en la tormenta a la hora de ser un producto apto para consumo adolescente pero con la suficiente sangre; por otro lado la perjudica. Sus 107 minutos son de permanente tensión, es como ver "Hard Rain" con cocodrilos, pero Ajá se lo toma demasiado en serio y le quita diversión y delirio. Permanentemente busca un verosímil innecesario e intenta encontrarle lógica a lo que no importa si no lo tiene; de hecho, varias circunstancias son difíciles de creer, y no nos afectaría si el tono general fuese más relajado. Tampoco logra crear empatía real con los personajes, el drama personal nunca es profundizado, y la supervivencia termina siendo la de un padre y una hija (y el perro), como la de cualquier otro; sufrimos por las escenas de dolor físico, pero no vibramos frente a los avatares de la supervivencia. Los cocodrilos y caimanes son en CGI, los hubiésemos preferido animatronics, pero tampoco es algo que perjudique el resultado. Se sabe, el fuerte de Ajá no son las películas divertidas, de hecho, ese era el problema de "Piraña 3D", querer ser una comedia de terror burdo y lograr un tono impostado que nunca llegamos a aceptar. Infierno en la tormenta tenía todo para ser una gran película en estilo clase B, pero proviniendo de un estudio major, y con un director adepto al terror más serio, eso nunca llega a ocurrir, por más producción de Raimi que haya. "Infierno en la tormenta" se ve, se disfruta, se hace un poco larga, y nos deja una sensación satisfecha; pero a la vez hay ruido, eso que fuimos buscando ver, esa cuota de locura, o esa cuota de emoción que no están y nos queda dando vueltas en la cabeza. Cumple, pero pudo haber sobresalido.
Tras haber filmado hace casi una década Piraña, el prolífico director francés Alexandre Aja regresa a varios de sus géneros favoritos, que quizá no sean los más prestigiosos, pero que suele manejar con mucha ductilidad en términos de tensión y suspenso. En Infierno en la tormenta se mixturan con más aciertos que carencias aspectos propios del cine catástrofe y del gore con los efectos de un huracán categoría 5 que provoca devastadoras inundaciones en los pantanos de Florida y el desplazamiento de cocodrilos a zonas urbanas. Es cierto que en varios pasajes la película recicla elementos ya vistos en infinidad de producciones recientes y no tanto (desde la mítica Tiburón hasta Miedo profundo, pasando por Alligator, En el tornado, Twister, Megalodón o la saga Sharknado, ver página 4), pero en la combinación entre dos amenazas no menores como la de un huracán y la de voraces y gigantescos caimanes, Aja consigue una narración tan impactante en su despliegue de efectos visuales generados por computadora como eficaz en su elemental entramado dramático. El realizador de Furia, Alta tensión, Despertar del diablo, Espejos siniestros, Horns y Las 9 vidas de Drax se centra en las desventuras de Haley, una estudiante de la Universidad de Florida que corre el riesgo de perder la beca que tiene por su participación en el equipo de natación. Hace mucho tiempo que la protagonista está alejada de su padre, Dave (Barry Pepper), quien supo ser también su entrenador y hoy -divorciado y alcohólico- es un alma en pena. Pero ante la inminencia del temporal, la insistencia de su hermana desde Boston y como él no da señales de vida, decide viajar a buscarlo con la mala suerte de que justamente allí será el epicentro del huracán. Kaya Scodelario (Teresa en la saga de Maze Runner y vista también en la serie Skins) carga con el peso del sintético relato (menos de una hora y media de duración) en un tour de force tanto físico como emocional con una relación padre-hija que apuntará a la posibilidad de una segunda oportunidad en medio de la tragedia y el horror. La actriz construye a una heroína impensada, pero muy a tono con estos tiempos de empoderamiento femenino. El film no es apto para espíritus impresionables (vísceras, sangre, ratas, insectos, basura y, quedó dicho, hambrientos cocodrilos), pero sí para aquellos que disfrutan de un cine lleno de estímulos, impactos, sustos y personajes capaces de encontrar en donde aparentemente no la hay esa fuerza interior que les permite sobreponerse incluso a las circunstancias más extremas.
Una nadadora en peligro Infierno en la Tormenta (Crawl, 2019) es una película de cine catástrofe dirigida por Alexandre Aja y co-escrita por Michael y Shawn Rasmussen. Protagonizada por Kaya Scodelario (Skins, Maze Runner), el reparto se completa con Barry Pepper, Ross Anderson, Morfydd Clark, entre otros. El director también ocupó el rol de productor junto a Sam Raimi (Spider-Man 1, 2 y 3). La historia se centra en Haley Keller (Kaya Scodelario), una nadadora profesional de la Universidad de Florida que acaba de perder en una competencia. Haley recibe un llamado de su hermana Beth (Morfydd Clark), la cual le pregunta si sabe algo sobre su padre ya que lo llamó en reiteradas ocasiones pero no recibió respuesta. Con un huracán de categoría 5 aproximándose y la advertencia por la televisión de que todas las personas deben ser evacuadas, Haley decide arriesgarse e ir de igual manera a chequear cómo está su papá (por más que últimamente haya estado distanciada de él). Sin tener ningún tipo de contestación al entrar en la casa, la búsqueda pasará al sótano. Allí no solo Haley encontrará a su padre herido sino que también descubrirá quiénes fueron los causantes del daño: unos grandes cocodrilos que aún continúan al acecho. En estas circunstancias muy poco alentadoras, Haley deberá utilizar toda su agilidad y rapidez para tratar de que tanto su padre como ella estén a salvo. Atrapante, efectiva y muy entretenida, Infierno en la Tormenta tiene varios aspectos positivos que la hacen sobresalir dentro del género. Por empezar, los efectos utilizados para el despiadado huracán resultan completamente creíbles, logrando que ya desde un principio el espectador pueda sumergirse de lleno en la trama. El agua que sube cada vez más en menor tiempo, el viento, el cielo, el sonido de la incesante lluvia y la soledad de padre e hija en ese sótano hacen que el interés por la resolución del conflicto no decaiga. Por otro lado, los cocodrilos consiguen asustar ni bien aparecen en pantalla gracias al buen manejo de cámara, que tiene un correcto balance entre estar por debajo y arriba del agua además de que aprovecha al máximo las zonas más oscuras. La tensión se mantiene debido a la violencia que presentan los animales a la hora de atacar. Éstos tienen altas ansias de alimento, lo que da por resultado un par de escenas sangrientas que ayudan a fomentar la sensación de pánico. No obstante durante la segunda mitad del filme las inconsistencias e inverosimilitudes del guión comienzan a aparecer, haciendo que ya uno no se crea demasiado lo que está viendo y se haga preguntas tales como cuántas mordidas de cocodrilo puede resistir un ser humano o cuánto se puede aguantar sin respirar bajo el agua. Además, existe algún que otro momento que se nota muy conveniente para que el relato avance (por ejemplo, que el sótano tenga agujeros en las paredes que permitan ver hacia el exterior para pedir ayuda o que la protagonista encuentre un revólver un minuto antes de que el cocodrilo abra su hocico para atacarla). En cuanto a las actuaciones, Kaya Scodelario da todo de sí tanto física como emocionalmente, lo que genera que su personaje nos importe y temamos por su bienestar. Barry Pepper como su padre también otorga una buena interpretación, logrando una dinámica dupla con Scodelario en la que a medida que avanza la historia iremos dándonos cuenta de qué asperezas del pasado existen en su relación. Con un buen trabajo actoral y una buena dirección, Infierno en la Tormenta cumple su cometido al poner nervioso al espectador y hacerlo saltar de la butaca aunque sea una vez. Sus falencias quedan bastante en el olvido una vez que te das cuenta lo bien que la pasaste en la oscuridad de la sala de cine.
La mejor película posible de cocodrilos en un huracán. A casi una década de agitar las tranquilas aguas de un lago para lo que fue su mejor película, Piranha 3D, el director Alexandre Aja se sumerge otra vez con Crawl, que con comodidad se ubica entre los grandes trabajos de su carrera.
Estamos en Coral Lake y una tormenta se hace huracán en grado cinco y se extiende por la ciudad. La protagonista, mientras conduce, imagina la situación de su padre. Pero ni los peores pensamientos responden a la realidad. Lo encuentra en un sótano en pésimo estado. Cocodrilos arrastrados por la tormenta son los nuevos huéspedes de una casa en peligro. La escena del horror está presente. Un oscuro y reducido espacio, las aguas que permanentemente suben y las sombras de los clásicos bicharracos de los pantanos de la Florida en acecho. Cine catástrofe clase B, con reducido presupuesto, pleno de golpes de efecto con cimbronazos sonoros y acciones inesperadas, quiméricos obstáculos y más quiméricas soluciones. Un combo de aflojamientos y tensiones que puede al espectador con su profusión de fuera de campos impredecibles, primeros planos macabros y una airosa Haley, que como buena campeona de natación hace malabares acuáticos para acabar con los saurios, salvar al perro Sugar y pedir ayuda para ayudar a un padre herido y una casa en estado de crisis. Alexandre Aja ("Alta tensión") muestra su pericia en la puesta en escena, como generador de tensiones y creador de cocodrilos poco creíbles, pero no puede casi nada con tanta obviedad de un guion añoso y poco creativo. Nadando con la ayuda de buenos campos visuales con desenfoques inteligentes, el director logra una película de buen ritmo, que aunque suena a cosa ya vista puede distraer a algún amante del género sin demasiadas pretensiones.
Para disfrutar una película como “Infierno en la tormenta” hay que dejarse llevar y eliminar cualquier prejuicio que el sólo hecho de imaginar lluvias, tormentas, y cocodrilos en un mismo ámbito, podrían generar. Alexandre Aja vuelve a demostrar que es un maestro del género, reinventando aquello que podría ser un completo absurdo en manos de otro director, pero que aquí termina por configurar un trepidante relato sobre familia y supervivencia.
Infierno en la tormenta: Nadando entre cocodrilos. La lucha de una hija y su padre por sobrevivir en una tormenta es traída por Alexandre Aja. La desesperación y cocodrilos hambrientos están a la orden del día. Una película de catástrofe llena de suspenso, un potente vínculo entre padre e hija y una profunda desesperación, te mantiene en el asiento completamente tenso. No solo es pochoclo, destrucción y sangre, hay una linda historia dramática en la relación de la hija y su padre. Ella, Haley (Kaya Scodelario) una nadadora, va a buscar a su padre Dave (Barry Pepper) a la casa de su niñez durante un huracán que azota la zona pantanosa de Florida. Con efectos especiales excelentes, un sonido abrumador y cocodrilos con apetito voraz, esta pequeña película de género puede ser una de las tapadas del año. El director Alexandre Aja es conocido por lo sangriento, repugnante y asqueroso huesos fuera de lugar, y sangre por doquier en sus películas. Desde Haute Tension (2003) hasta Pirannha 3D (2010) y una interesante remake de The Hills Have Eyes (2006). También tuvo una película dramática, y otra de fantasía pero no fueron tan conocidas. En este caso con Crawl (O “Infierno en la tormenta”) mezcla lo catastrófico con la aterradora supervivencia en la casa pantanosa. Los efectos especiales engloban la situación de manera maravillosa, con tanta lluvia y viento que sentís estar dentro del huracán. Como también la mezcla de sonido es fuertísima y potente digna de ser vista (Y oída) en un buen cine. Los gruñidos de los cocodrilos y los estruendos de las destrucciones exaltan al espectador, como los crujidos de huesos rompiéndose que arrugan la cara de cualquier público afortunado que haya pagado la entrada de un cine. Mientras las actuaciones mantienen a dos personajes bien escritos como son Haley interpretada por Kaya Scodelario, (Teresa de Maze Runner), demostrando que puede realizar un buen personaje escrito por los guionistas Michael y Shawn Rasmussen. Las situaciones y diálogos con su padre (Un buen Barry Pepper) le dan ese toque dramático a la película que se necesita para empatizar mucho más con los personajes y que todo lo que padecen estos protagonistas realmente te genere lástima y sufrimiento. Además del agregado de un perro (Perra mejor dicho) que obviamente entrega momentos de desesperación absoluta. Los lugares que se disponen a ser parte de este sufrimiento casi constante son excelentes, oscuros y solitarios en esa agua sucia de pantano. La trama simple, a pesar de no ser completamente excelente y habiendo situaciones de encierro algo forzadas, se mantiene entretenida en la hora y media de duración. Lográs encariñarte con los personajes, te mantenés tenso a lo largo del film, algo muy rescatable en este tipo de películas. Además de cierta dosis, de los ya mencionados, huesos salidos de lugar. Es una película divertida, pochoclera vinculada a los géneros mencionados, pequeña en sentido de locaciones, llena de momentos de peligros clásicos de este tipo de films, pero tan bien hecha en términos de destrucción y unión entre padre e hija, que merece ser vista y bien valorada.
Entretenida propuesta de género que alterna con lo dramático. Sea por clima o fauna, la confrontación del hombre con la naturaleza fue un tema tocado muchas veces en el cine. Pero enfrentarse a estos en una sola locación y que sea prácticamente claustrofóbica, no se ve todos los días (un ejemplo que fácilmente viene a la mente es Snake on a Plane). Ese es el escenario que presenta, cocodrilos y tormentas mediante, Infierno en la Tormenta. Padre e Hija Cualquier otra película con la premisa de un cocodrilo come hombres en una casa golpeada por una tormenta, abriría mostrando primero a un pueblo sumido en la misma. Sin embargo, Alexandre Ajahace entrar al espectador por otra puerta: la de la protagonista en una competencia de natación. Puede resultar un poco obvio en su anticipación, ya que salta a la vista que esta actividad es la que le vendrá útil cuando el conflicto empiece a arder, pero de esta manera conectamos de manera inmediata con las emociones del personaje y su peculiar actitud: alguien que se toma la competición muy en serio, y no hay competencia más seria que sobrevivir en medio de una brutal manifestación de la madre naturaleza. Infierno en la Tormenta tiene dos contras: primero, la protagonista es mordida por los cocodrilos en varias de sus extremidades, es revoleada como un muñeco, y nada tranquilamente sin que la fluidez de la nadadora profesional que es se vea afectada de alguna manera. Su padre, por otro lado, por recibir el mismo tipo de daño, es quebrado (no pocas veces con fractura expuesta) y dejado al borde de la invalidez. El otro detalle que le juega en contra es una pequeña escena donde padre e hija discuten sobre quién tiene la culpa del reciente divorcio que sacudió a la familia. Si bien lo emocional de su relación parece bien trabajado y guarda una coherencia fundamental para la resolución del conflicto, por otro lado, cabe hacerse la pregunta: ¿muchachos, les parece que este es el mejor momento para discutir eso? Aclarados estos dos detalles, dejemos algo en claro: la película no aburre en absoluto. Los protagonistas no paran de encontrar obstáculos. Cuando los cocodrilos no le hacen la vida imposible, el clima lo hace. Es como si ambas fuerzas opositoras se pasasen la posta para hacerlos sufrir. No son pocas las veces que cuando uno siente que los protagonistas ya están fuera de peligro, aparece otra cosa que les complica la salida. Lo que se dice avanzar un casillero y retroceder dos. Kaya Scodelario desde la primera escena hace un despliegue de la destreza física necesaria para hacer frente a una propuesta de esta naturaleza. Aunque debe decirse que hay momentos, por breves que sean, donde su destreza expresiva gana terreno. Barry Pepper, quien da vida a su padre, es el actor de trayectoria que viene a otorgar seriedad a la propuesta, siendo el principal motor de todas las instancias más emocionales en el metraje.
Entre pantanos Producida por Alexandre Aja, Sam Raimi (no es necesaria presentación para él), Robert Tapert, Craig Flores y dirigida por el propio Aja, con guion de Michael y Shawn Rasmussen, Infierno en la tormenta es una película tradicional del género catástrofe en un mix con cierto gore, cuyo exponente más vistoso al respecto en los últimos tiempos ha sido Sharknado, iniciador de una saga que sigue rindiendo frutos comerciales. Todos los amantes de este género van a estar encantados con esta maravillosa película. Me incluyo porque así fue; es uno de mis géneros favoritos, sobre todo por su honestidad: no pretende ser más que lo que su contenido e identificación a partir de lo que el espectador ve en pantalla, y eso es lo que entrega. Y esta es la mejor manera de no defraudar. La solemnidad, la pedantería, el exceso de carga snob no están presentes acá. Promete caos y confusión con la llegada de un huracán y acompañando tamaño desastre, cocodrilos por todos lados. Y así pasa. Podemos decir que hay cierta exageración en cuanto a la exposición de los personajes enfrentando a los reptiles, pero es típico del género; bueno, de éste y de algunos otros también. La protagonista apenas sufrirá rasguños en sus enfrentamientos con los salvajes animales que pretenden convertirla en su almuerzo, cuando otros tendrán peor suerte y serán devorados como caramelos masticables. La tensión se sostiene perfectamente y no aburre en ningún momento. Se dosifican con cuidado las etapas diferentes de complicación y escollos que debe enfrentar Haley para salvar a su padre y, luego, a sí misma, de morir despedazada. El paralelismo emocional que surge de los recuerdos en que su padre le exigió superarse, (tal vez más de la cuenta, pero con justificación, según sus propias palabras) está bien trabajado y es apoyo para el desarrollo del conflicto y su resolución. El resto, lo que no parece verosímil, se vuelve creíble por la empatía con los personajes, construida a través del reconocimiento en ellos a través de la emocionalidad familiar. De trazo más que simple, cualquiera puede reconocerse en estas personas y las historias que les han dado origen, y que los han colocado en las circunstancias en que los vemos, con las características que, tal vez, puedan ser su salvación en esta lucha contra la indomable furia de la naturaleza.
El humano enfrentando las diferentes fuerzas de la naturaleza es algo presente desde la creación del mundo. Es por ello que resulta un aspecto interesante para trabajar en el ámbito cinematográfico, algo que podemos ver en distintos subgéneros como el del cine catástrofe y también de aquel que tiene a personajes enfrentando grandes depredadores o criaturas. “Crawl” (título original de la obra) dirigida por el realizador francés Alexandre Aja (“Alta Tensión”, “Horns”), combina estas dos cuestiones en un entretenido film con espíritu de clase B. El largometraje cuenta la historia de Haley (Kaya Scodelario), una chica que pertenece al grupo de natación de una universidad en el Estado de Florida. Luego de finalizar un entrenamiento de nado intensivo se entera por los medios locales, y por una llamada de su hermana, que se acerca un huracán de categoría 5 a la zona en la que reside. Es por ello que intenta advertir a su padre para que busque refugio pero no logra dar con su paradero. Al encontrarlo se da cuenta de que está encerrado dentro de la casa y acechado por temibles cocodrilos que se inmiscuyeron en la residencia. Mientras ambos tratan de huir, la tormenta los deja encerrados dentro de una casa que se inunda y en la que tendrán que hacer frente a estos formidables y salvajes depredadores. Con un argumento más que sencillo, unos efectos visuales convincentes y una interpretación inspirada de Scodelario, la película atrapa por ese escenario apremiante para la protagonista y por la promesa de desarrollarse enteramente en una sola locación. Obviamente la cinta transitará por algunos lugares comunes de este tipo de productos, como el momento en el que Haley deberá nadar más rápido que nunca recordando por medio de flashbacks cómo entrenaba con su padre con quien se distanció. Igualmente, lo atractivo de la propuesta es que el film no solo no da respiro sino que va siempre al eje de la cuestión. El director francés demuestra tener la pericia que vimos en sus primeras películas para manejar la tensión, el suspenso y la sorpresa en todo momento, haciendo que el espectador se sienta igual de acechado que los protagonistas. A su vez, su gusto por este tipo de historias y la experiencia de haber dirigido algunas remakes de horror como “The Hill Have Eyes” (2006), “Mirrors” (2008) y “Piranha 3D” (2010), no solo hacen que se vea reflejado su entendimiento en el género sino que también su encanto por el gore que también da el presente en esta oportunidad. “Infierno en la Tormenta” es una película pequeña, estúpidamente divertida y disfrutable para los amantes del género. Un film menor donde se destaca el uso del suspense, la dirección de Aja y la composición de Kaya Scodelario, que se calza la película al hombro y nos demuestra su talento como joven actriz y como heroína empoderada que deja la desventaja a un lado para hacerle frente a los temibles cocodrilos. Si esperan ver un producto serio mejor abstenerse pero si buscan entretenimiento y desconectar el cerebro un rato, esta es su mejor opción.
“Infierno en la tormenta”, de Alexandre Aja Por Jorge Bernárdez - 26 julio, 2019 Haley (Kaya Scodelario) empieza la película en una práctica de natación y es un buen dato para el espectador que la protagonista sea buena nadadora teniendo en cuenta lo que se viene. Cuando termina la practica, Haley se entera por la hermana de que se viene, en realidad ya llegó al lugar, un huracán de grado 5 y las autoridades avisaron que de que mejor es irse hasta que pase todo. Pero el padre de Haley no dejó la zona y las dos hermanas están preocupadas, así que Haley se va para la casa del padre. A partir de ese momento la película no para más hasta el último minuto. Uno de los efectos del huracán, además de la destrucción, es que se desata un ataque de caimanes voraces. Padre e hija lucharán contra los bichos mientras tratan de protegerse del ciclón. Tensión, acción algún momento algo gore en casi 90 minutos de película, con Sam Raimi como productor y Alexandre Aja en la dirección. No es necesario que nos pongamos a analizar el guión, solamente el planteo de caimanes destructivos atacando en el medio de un huracán brutal ya explica toda la película. No es lo más sutil del mundo ni da para debatir mucho a la salida del cine, es un subido de adrenalina pura y listo. Pero nos gusta. INFIERNO EN LA TORMENTA Crawl. Estados Unidos, 2019. Dirección: Alexandre Aja. Guión: Michael Rasmussen y Shawn Rasmussen. Intérpretes: Kaya Scodelario, Barry Pepper, Morfydd Clark, Ross Anderson, José Palma, George Somner, Anson Boon, Ami Metcalf, Tina Pribicevic, Colin McFarlane. Producción: Alexandre Aja, Sam Raimi y Craig J. Flores. Distribuidora: UIP. Duración: 87 minutos.
El film es una mezcla entre cine de terror y de catástrofe, que contiene mucho suspenso, tensión, tormentas y cocodrilos. El cine de terror, y el subgénero de ciencia ficción, llamado “catástrofe”, son estructuras usualmente superficiales que dan mucho rédito en las salas, porque son generalmente creadas con el simple -y no por eso menos importante- propósito de entretener. A Sam Raimi, director y productor de muchos éxitos de taquilla en las últimas décadas, se le ocurrió juntarlos, y hacer una extraña película con mucho suspenso, tensión, tormentas y cocodrilos. El resultado es sumamente decente pensando en el prejuicio que podría causar la suma de estos elementos. Esta mezcla de mal clima y animales nos hace pensar en “Sharknado”, la saga de películas de bajo presupuesto que tuvo inesperada repercusión a nivel mundial, mostrando tiburones que atemorizaban ciudades tras ser arrastrados por un tornado. Podría decirse que “Infierno en la tormenta” -una pobre traducción de título- guarda algunas semejanzas de estructura y trama con la mencionada película, pero lo hace de manera más armoniosa, e intentando ser “realista” dentro de los parámetros de cine catástrofe y de terror, pero verosímil al fin. Haley (Kaya Scodelario) una nadadora becada en la Universidad de Florida, debe ir a buscar a su padre, Dave (Barry Pepper) cuando corre peligro porque un huracán está por azotar la ciudad. Al llegar a su casa ve que está herido y no puede escapar, pero no por los daños directos del huracán, sino porque con la tormenta y el agua llegaron unos cocodrilos inmensos que lo mordieron. Utilizando sus conocimientos como nadadora profesional -necesarios para que la trama tenga sentido porque un calambre y todo hubiese terminado en un cortometraje con final trágico-, la joven deberá rescatar a su padre y salir de la extrema situación con vida, enfrentándose a los lagartos que los rodean. El filme dirigido por Alexandre Aja comienza muy bien, con gran ritmo, pero en la segunda mitad la trama es forzada demasiado, y cambia el ángulo principal para centrarse en algunos conflictos internos de la protagonista. Si bien la idea es la de darle un argumento convincente sobre resiliencia a Haley, fundamentando su capacidad de salir de circunstancias difíciles y hacer más creíble la resolución, esta justificación va en detrimento de la narración y el cuento se cae muy rápido.
El director francés Alexandre Aja se metió muy bien en Hollywood con un estilo propio. Y eso es mucho decir hoy en día. Tanto Piraña 3D (2010) como Horns (2013) son grandes exponentes del género, pese a sus disparidades. Una buena mezcla de humor, rebeldía y terror. En Crawl, (título original que significa agacharse o agazaparse), el director conjuga el cine catástrofe con el terror, y también con el absurdo. Es tal vez en esto último donde se le fue un poco la mano y rozó lo ridículo. Los dos primeros actos están genialmente construidos y ejecutados, pero el tercero por momentos parece una versión de Sharknado de alto presupuesto. Eso no es algo malo, muchos disfrutan esas películas, pero aquí hay un cambio de tono a modo in crescendo que hace ruido. Se pierde el verosímil cuando no queda bien en claro si esa era la intención o no. Más allá de eso, el film transcurre muy bien, sus noventa minutos son más que fluidos a puro entretenimiento, buenos efectos especiales y grandes momentos de tensión. Kaya Scodelario está muy bien. No era un papel fácil y se lo banca a la perfección, más allá de todos los deus ex machina. Adrenalina pura, tensión y algunas risas, convierten a Infierno en la tormenta en una gran opción para pasar el rato en una sala de cine.
Esta clase de cine es el que suele quedar en la memoria. El manejo del suspenso y del peligro es perfecto. Sin estrellas, sin presupuestos hiperinflacionarios, sin dramas cósmicos, sin franquicia. Sólo con el poder del cine, del uso de todo el aparato para capturar la imaginación y generar emociones, el francés Alexandre Aja –un artesano que suele hacer buenas películas de tanto en tanto– logra eso que cada vez escasea más en los cines: una película. Sólo una situación: pueblo chico, inundación grave y cocodrilos en la noche. Con eso suele alcanzar para que las acciones de los personajes nos permitan empatizar –y simpatizar– con ellos, identificarnos, sufrir con los problemas y gozar con las soluciones. Esta clase de cine es el que suele quedar en la memoria. El manejo del suspenso y del peligro es perfecto, el ritmo es vertiginoso y los personajes, lo dijimos, se definen por sus acciones pero no son meras figuras de cartón al servicio de un dispositivo conductista. Hay arte aquí, aunque no se trate de una película hiperpublicitada. Durante la escasa hora y media de duración, estamos al borde de la butaca pensando cómo esta gente puede salir de tan tremendo predicamento.
ALTA TENSIÓN CON COCODRILOS Las películas de cocodrilos asesinos siempre han estado a la sombra de sus hermanas mayores, las películas de tiburones. Es que las segundas cuentan con Tiburón (1975) en su currículum, probablemente la mejor película de Spielberg y una de las mejores de la historia, y nadie ha hecho hasta ahora una obra maestra icono de la cultura popular con cocodrilos. Por ahí andan El cocodrilo (Lake placid, 1999) con Bill Pullman y Bridget Fonda, pequeño fenómeno del VHS noventero, divertida pero irregular cuanto menos; también Rogue (2007) mucho más visceral y efectiva, del director de El cazador de Wolf Creek (Wolf Creek, 2005) Greg McLean. Entonces, ¿Tenía que llegar el francés Alexandre Aja pera darnos finalmente a la mejor película de cocodrilos jamás filmada? Puede ser, aunque Infierno en la tormenta es bastante más que eso. Estamos ante una película de conceptos claros que estira su premisa hasta límites, digamos, gratamente sorpresivos; de hecho, la podemos describir como una mezcla feliz entre No respires (2016) y Miedo profundo (2016). Todo arranca con un prologo intenso de mucho ritmo, fundamental para poner en marcha la maquinaria narrativa, presentando rápidamente a los protagonistas, Haley (Kaya Scodelario) y su padre Dave (Barry Pepper), la dinámica de la relación entre ambos y un huracán como escenario del drama y contexto maravilloso para la aparición de los cocodrilos. La trama básicamente es la siguiente: durante el transcurso del huracán Wendy, Haley va a la casa de su padre para chequear que este se encuentra bien, dado que no responde el teléfono y lo encuentra desmayado en el sótano junto con un cocodrilo que los acecha; lo que viene después es una visceral y claustrofóbica lucha por la supervivencia. Dicho esto, el primer y principal acierto de la película es que se toma su tiempo para dar cuenta de los personajes, por los cuales sentimos empatía desde el principio y que se convierten en nuestros héroes inmediatamente. Esto puede parecer una obviedad pero el infierno de las películas de animales asesinos está lleno de personajes de cartón cuyo destino nos importa tres carajos. También digamos que la resistencia sobrehumana que tienen tanto Haley como Dave a los ataques brutales de los depredadores es un poco inverosímil aunque también es una licencia necesaria que este subgénero debe tomarse. Es cierto que los secundarios caen como moscas pero debemos sentir también que nuestros protagonistas son capaces de enfrentarse y sobrevivir al menos a un ataque del monstruo. El segundo gran acierto de Aja es la manera brillante en la que construye y dosifica el suspenso, pero sobre todo la tensión. De alguna manera híper calculada pero también mágica, la película parece no sacar nunca el pie del acelerador, siempre está redoblando la apuesta y esto, en lugar de cansarnos, nos atrae más a querer seguir mirando el destino ingrato de nuestros héroes. Encima, cuando parece que estamos para relajarnos y ver el final, el film nos regala un tramo final brillante, violento y sin respiro. El regreso de Alexandre Aja al camino del bien no podría ser mejor: una película de presupuesto medio lista para dar el batacazo en el medio de la omnipresente oferta de Disney en nuestras pantallas. Podemos decir con justicia que estamos ante la Un lugar en silencio del 2019.
Infierno en la tormenta mezcla con inteligencia los géneros (catástrofe, drama familiar y de superación, terror) y consigue entretener con buenas armas. Haley (Kaya Scodelario) es una joven nadadora que viene arrastrando algunas dudas sobre su potencial, lo que la deja al filo de perder la beca que le permite estudiar en la universidad. Sus disputas con su padre, Dave (Barry Pepper), que fungía como entrenador hasta la separación definitiva como profesional y cierto alejamiento como familia, no la dejan avanzar y esos recuerdos sobre un entrenamiento sin piedad, el martilleo del lema de ser algo así como “el espécimen alfa que jamás se rinde” y alguna culpa por creerse la causa del divorcio de sus progenitores, que ciñeron su infancia, la persiguen todavía. La llegada de un huracán categoría 5 que va a asolar Florida (el lugar donde viven), hace que la muchacha decida ir en busca de su padre que no responde las llamadas ni de ella ni de su hermana. Esa decisión será la que desencadene toda la historia que podríamos resumir como: un huracán, una casa anegada, una joven y su padre encerrados y un montón de cocodrilos sueltos. Ah, ¡y un perro pequeño! Con precisión quirúrgica y un guion afiatado, que desarrolla paso a paso las premisas del género, la película va atrapando al espectador al mismo tiempo que a los protagonistas, cercándolos y llevándolos a unos a aferrarse de la butaca y a los otros a utilizar todas las capacidades con las que cuentan para sobrevivir. El sur de Estados Unidos con su clima gótico aporta su paisaje típico, mientras que la acechanza de los reptiles -a cual más gigantesco y depredador posible- le suma la tensión que estos filmes requieren, aunque, también hay que decirlo, su digitalización no consiga resultados meritorios. Los temores más primarios se juegan a cada instante y el guion se permite dar lugar a los tiempos muertos para desplegar los parlamentos que den cuenta de aquello (traumático) que están superando los personajes. Infierno en la tormenta es simple y efectiva, está bien construida -a pesar de los mil inconvenientes que se tienen que ir sorteando hasta la exageración y que alargan un poco la trama (también hay que reconocer que nadie espera menos de este tipo de cine)- y, además, las buenas actuaciones, el rigor profesional de Alexandre Aja (Alta tensión, El despertar del diablo) y la producción de Sam Raimi hacen la diferencia.
El argumento de Infierno en la tormenta parece irrealizable: Haley (Kaya Scodelario), una estudiante de la Universidad de Florida aficionada a la natación, decide ir a buscar a su padre (Barry Pepper) ante la inminente amenaza de un huracán categoría 5, ya que este no da señales de vida (lo hace acompañada de su mascota, una perrita llamada Sugar). Una vez que la joven llega al lugar, encuentra a su progenitor desmayado en el sótano de la vivienda. Lo que Haley no sabe es que unos cocodrilos lo atacaron y ahora la están rondando para atacarla a ella también. El problema es que todo a su alrededor está muy complicado: el viento y la lluvia azotan afuera, el sótano empieza a inundarse, los cocodrilos se multiplican, y cada vez que logran superar una dificultad se encuentran ante otra mayor. El reducido espacio se convierte en una experiencia terrorífica de alta tensión y abundante hemoglobina. ¿Cómo salir de ese infierno? ¿Y cómo filmarlo? Imagínense una película de terror como Tiburón pero que en vez de un escualo asesino tenga caimanes hambrientos, y que en vez de desarrollarse en una playa enorme, el escenario sea el pequeño sótano de una casa atrapada en el ojo de un huracán feroz. El director Alexandre Aja (Furia, El despertar del diablo) logra hacer poesía con estos elementos de películas de género clase B. Y lo hace con un manejo del tiempo y el suspenso y la acción como hace mucho no se veía en un producto de evasión que sólo pretende entretener. El resultado es sorprendente: una película simple, concisa, contundente. Una fiesta de adrenalina y suspenso. La película puede funcionar también como un reflejo de la vida. Las cosas no mejoran, empeoran. Puede que al final haya una salida, una salvación, pero el transcurso del camino es un cúmulo de dificultades interminable y agotador. Haley y su padre tendrán que lidiar con sus problemas particulares en el contexto de una catástrofe natural mayor, casi como si se tratara de un experimento cinematográfico de cámara extremo con un crescendo de situaciones desesperantes, donde se recurre con agilidad a fórmulas del mainstream que ya han sido vistas muchas veces. Sin embargo, la cifra de la película está en la perra, casi como si fuera la encarnación del director, quien mira atenta todo lo que les sucede a los personajes. Es en la mascota donde se reúnen la autoconciencia, la bondad y la grandeza de Infierno en la tormenta. La perra es el punto de vista y la clave del filme. Aja demuestra una maestría absoluta para filmar lo imposible y mucho pulso para mantener el suspenso de principio a fin, con un uso eficiente de los efectos especiales (y, en este caso, también espaciales) y con recursos narrativos escasos pero suficientes para convertir a la película en una pequeña obra de arte del terror catastrofista con cocodrilos asesinos. Alexandre Aja en la dirección y Sam Raimi en la producción son de los que creen que el cine lo puede todo.
Hace casi un año se estrenaba “Huracán Categoría 5” (Rob Cohen, 2018) y tocaba analizarla desde un punto de vista más lúdico, en donde las concesiones eran condición sine qua non para poder disfrutarla por la gigantesca cantidad de arbitrariedades injustificadas que habitaban ese guión que iba directo a los bifes. Lo mismo pasa en este caso. y por eso la posibilidad de disfrutarla va a necesitar lo mismo: mucha voluntad del espectador. Haley (Kaya Scodelario) tiene una presentación breve y concisa. Es nadadora profesional y cuando sale de la pileta y se va a vestuarios sabremos que tiene una hermana lejana, a la cual le escupe algún que otro reclamo, y un padre Dave (Barry Pepper), que no contesta las llamadas desde hace rato, del cual Haley está distanciada. En este contexto los noticieros (y la hermana también) anuncian la evacuación de la zona por el avecinamiento de un huracán categoría 5. (sí bueno, es una coincidencia de esas). Algo reticente por esto de los mandatos familiares, pero decidida, nuestra (suponemos) heroína emprende camino. La para la policía porque ya es el punto sin retorno. El tirabuzón eólico se viene con todo. Uno de los canas, Wayne (Ross Anderson), es amigo de toda la vida de la nena y le promete que va a ir a chequear lo del padre. Así que pese a tener una chica lúcida, conocedora desde la cuna de este tipo de eventos naturales y sus consecuencias, advertida por noticieros, un familiar, perros que ladran, un policía de confianza, en pleno uso de sus facultades y autosuficiente; igual va con la camioneta a la casa del viejo. El viento rompe todo, pero ella igual se queda mirando fotos. Ok. Vamos hasta acá. Este es el tipo de concesiones y códigos que el guión de Michael y Shawn Rasmussen no se molesta en explicar ni justificar, y que el espectador deberá aceptar sí o sí. Claro, como espectadores, al cumplir voluntariamente con ese requisito y aceptando también que todo el pueblo se infesta de cocodrilos más grandes que Godzilla, sólo queda disfrutar el resto del relato de Alexandre Aja que a todo lo anterior le contrapone ritmo, velocidad de resolución, y realmente pocas vueltas. Hay transiciones efímeras pero sólo para seguir adelante con la escalada de situaciones que van literalmente ascendiendo con la subida del agua. En las micro-escenas de acción entre cocodrilos y humanos se evidencian referencias al cine de Spielberg (salvando las distancias, por si hace falta aclararlo) que van de “Tiburón” (1975) a “Jurassic Park” (1993), y son de buena factura técnica tanto en exteriores como en ese claustrofóbico sótano en donde ocurre gran parte de la acción. “Infierno en la tormenta” (cuyo título en inglés, “Crawl”, propone un juego dual entre el estilo de nado y la forma de desplazarse de los reptiles), logrará entretener mayoritariamente al público no exigente y ávido de un rato de aventura eficaz. También es el tipo de película que se olvida pronto, pero eso es otro tema.
Infierno en la Tormenta empieza muy bien, pero se desinfla de a poco Alexandre Aja encuentra el peor lugar del mundo donde podés quedar atrapado en medio de un huracán y una banda de caimanes hambrientos. Un día, los realizadores franceses se cansaron de hacer películas bellas y profundas, y decidieron establecer otro tipo de cine, uno que impacte, que obligue a los espectadores a enfrentar todo aquello que no les gusta y que, de paso, rompa con todos los tabúes establecidos. Desde bien entrado el nuevo milenio, los cineastas del “Nuevo Extremismo Francés” siguen los ejemplos de compatriotas como Georges Franju, el Marqués de Sade o Georges Bataille y, sin sutilezas, se despachan con obras “extremas” (dah) cargadas de vísceras, hemoglobina y un planteamiento artístico bien riguroso, que no deja de tener su encanto. Queda claro que su finalidad no es entretener, sino mostrar las cosas tal cómo son, y para ello se agarran de elementos que rozan el porno, el gore y el cine terrorífico, mezclando temas como la sexualidad, el dolor, el sufrimiento y la violencia en todas sus formas, poniendo a prueba hasta los estómagos más fuertes. Dentro de ese grupo de jóvenes promesas con ganas de revolucionar el género, tenemos a Alexandre Aja, quien irrumpió en nuestras retinas con “Alta Tensión” (Haute tensión, 2003), una historia más apegada a los parámetros del “slasher convencional”, que no tiene nada que envidiarles a clásicos como “Martes 13” (Friday the 13th, 1980) o “Halloween” (1978)… hasta que todo se desmadra y se ramifica hacia lugares mucho más incómodos. Aja se “mudó” a Hollywood con la remake de “Despertar del Diablo” (The Hills Have Eyes, 2006), bajo el patrocinio del mismísimo Wes Craven, y siguió sumando historias terroríficas como “Espejos Siniestros” (Mirrors, 2008) y la nueva “Piraña” (Piranha 3D, 2010). “Infierno en la Tormenta” (Crawl, 209) vuelve a enfrentar a sus protagonistas con criaturas un tanto hambrientas, mezclando horror y tripas, con el azote implacable de la madre naturaleza y cuestiones muy humanas como la necesidad de supervivencia. Lo mejor de esta historia que no deja de generar tensión (y arcadas) a lo largo de sus escuetos 87 minutos de duración, es la facilidad con la que el director logra manejar sus pocos recursos y mantener el ritmo de un relato acotado, casi suscrito a un solo escenario, donde los personajes tienen una única misión: salir con vida. Aja rejunta elementos del cine catástrofe, el acecho de las criaturas en cuestión (acá, caimanes gustosos de la carne humana) y un poco de drama familiar, muy bien llevado por Kaya Scodelario y Barry Pepper. Sí, el soldado Jackson ya está en edad de convertirse en el papá de Effy Stonem. Esto en Skins no pasaba Haley Keller (Scodelario) es una estudiante universitaria cuyo fuerte es la natación. Si no destaca puede perder su beca, así que la presión de la victoria la persigue casi, casi desde la infancia cuando papá Dave (Pepper) se dedicaba a entrenarla. La relación padre-hija se fue desmoronado tras el divorcio de los Keller, pero ambos siguen viviendo cerca, dentro del estado de Florida. Tras una de sus tantas prácticas, Haley recibe la llamada de su hermana preocupada por el paradero de su papá, mientras afuera se desata un huracán de categoría 5. Muy a su pesar, la chica decide evitar los controles policiales e ir en busca de su progenitor, el cual no aparece por ningún lado. Finalmente, resuelve ir a la vieja casa familiar, ahora en venta, ubicada en Coral Lake, una zona propensa a las inundaciones, pero también cercana a una granja de caimanes. Haley encuentra a su papá inconsciente y herido en el bajo fondo de la vivienda, y pronto descubre que no están solos. Aparentemente, un reptil gigantesco se metió a través de los desagües de tormenta, dificultando el escape del lugar. Entonces, la situación es la siguiente: a medida que el huracán avanza, el sótano comienza a inundarse complicando la permanencia de los habitantes humanos, pero favoreciendo la de los feroces cocodrilos que empiezan a reunirse en bandada. Sobre llovido, mojado Aja y los guionistas Michael y Shawn Rasmussen se detienen en cada uno de los detalles, por más truculentos y sangrientos que sean (cuanto más mejor, ¿no?), entregando una narración claustrofóbica cargada de impotencia, más cuando vemos lo mal que lo pasan los protagonistas. “Infierno en la Tormenta” es una historia a contrarreloj que, en medio del terror y los peligros, se da tiempo para concentrarse en las relaciones humanas, sobre todo la de esta hija y su padre que, ante la inminencia de la muerte, aprovechan para descargar todos sus miedos y sus culpas. Sí, un poco predecible y de manual, pero la dinámica de este dúo, las pericias cinematográficas de Aja y los climas que va creando, diluyen un poco los errores narrativos y algunos efectos especiales flojitos de papeles. El realizador se concentra en el aquí y el ahora, pero en un punto se le acaban las ideas y sólo puede seguir agregando situaciones mortales hasta llegar a un desenlace, más o menos esperado. Acá, jugando a "el suelo es lava" No lo culpamos, ya que este tipo de historias cuasi ‘experimentales’ y autocontenidas no tienen muchas salidas posibles si deciden cortar por lo sano y un argumento creíble, cayendo inevitablemente en las repeticiones y en la tortura constante hacia sus protagonistas. “Miedo Profundo” (The Shallows, 2016) es un ejemplo bastante correcto y cercano para ilustrar el éxito de este tipo de films con una premisa muy simple, muchos golpes de efecto y pocos sustos gratuitos, donde lo humano cobra relevancia ahí donde la naturaleza y los elementos externos se empecinan en complicarlo todo.
Llega este estreno de la mano del director, guionista y productor francés Alexander Aja también director de «Piraña 3D», “Alta tensión” y la producción de Sam Raimi el director, productor y guionista estadounidense de «No respires», «Poltergeist», entre otras. Estos dos cineastas mueven el interés de ciertos espectadores seguidores del terror y el suspenso. Vemos la relación entre Haley (Kaya Scodelario, «Maze Runner»), una dura nadadora de Miami, Florida que no tiene una buena relación con su padre Dave (Barry Pepper, «Rescatando al soldado Ryan”), quien la entrenó, le forjó parte de su carácter y con el cual vienen teniendo algunas diferencias, fuera de eso se quieren mucho y ambos harían cualquier cosa el uno por el otro. Un día Dave no responde sus llamadas y como su trabajo es algo riesgoso, ella se preocupa y decide viajar pese a que comienzan a sentirse los efectos de un huracán categoría 5. Ante tanta confusión un grupo de caimanes están al acecho con la finalidad de devorarse todo. Casualmente hace cerca de dos años el huracán Irma acechó la Florida, y mucho de lo que se muestra en este film sucedió en ese momento. La cinta tiene un ritmo frenético, aunque no posee grandes actuaciones, mantiene la tensión y el suspenso, acompaña una buena puesta en escena que va combinando: escenarios naturales, efectos digitales, mucho nerviosismo, sobresaltos, con todo lo que ocurre bajo y fuera del agua. Además contiene algunas escenas sangrientas, partes humanas desgarradas, por lo tanto hay algo de gore. Aparte nos ofrece una serie de situaciones similares a «Jurassic Park» y «Tiburón», resultando aterradora. Quienes elijan este film es posible que pasen un buen rato y los mantenga entretenidos bajo una estupenda fotografía.
Un cóctel de adrenalina fílmica no apta para impresionables El filme funciona entre el cine catástrofe y elementos del género de horror Una mujer, experta nadadora, queda atrapada en un sótano de la Florida tras intentar salvar a su padre de las consecuencias de un huracán de categoría cinco. Además del agua, los vientos y las inclemencias meteorológicas, ambos deberán enfrentar a una horda de cocodrilos que han escapado y ahora merodean el lugar en busca de alimento. Esta entretenida aventura clase B, es dirigida por el francés Alexandre Aja, responsable de interesantes filmes de terror como Alta tensión o la nueva versión de Las colinas tienen ojos. El cineasta galo despliega toda su pericia para generar momentos de frenético suspenso, valiéndose de una puesta claustrofóbica y manejando la cámara subjetiva para transmitir la escalofriante presencia de los depredadores. Sin caer en la demencia de sagas como Sharkneado, el filme tiene por momentos un toque paródico inevitable, condimentado también por cierto humor negro que ayuda a descomprimir las escenas más opresivas. Hay gore, aunque no en demasía, teniendo en cuenta los antecedentes fílmicos del realizador. De todas maneras, los noventa minutos de filme contienen desmembramientos, cadáveres masticados y miembros amputados haciendo que el metraje no sea apto para espectadores de estómagos débiles. En los apartados interpretativos tenemos buenas actuaciones de Kaya Scodelario, quien realiza una performance sumamente física y de Barry Pepper, a quien los guionistas le han reservado los momentos más intensos. A pesar de que elenco es más extenso, esta pareja sin dudas carga con el peso dramático de la historia, y lo hace de manera correcta. En los rubros técnicos, más allá de los gigantes caimanes, generados digitalmente, que lucen creíbles y aterradores, la utilización de una fotografía que aprovecha las sombras, y los claroscuros, es ideal para que los sustos/sobresaltos que abundan en la segunda mitad del largometraje, sean efectivos. Sin ser una maravilla fílmica, ni ocupar un lugar trascendental en la historia del séptimo arte, Infierno en la tormenta funciona como una atracción de feria que asusta y divierte, apelando a los terrores primarios y manteniendo al espectador al filo de la butaca esperando que se cumpla aquel viejo refrán que rezaba que "Cocodrilo que se duerme, es cartera".
El huracán Wendy se está acercando a toda velocidad a Miami. Haley, una nadadora que siempre fue entrenada por su padre, se encuentra en una práctica cuando su hermana la llama para decirle que no tiene novedades de él. A pesar de los enojos que los distanciaron en los últimos años, Haley toma su camioneta y se dirige a la casa familiar en medio de una tormenta implacable. Zonas anegadas, barrios destrozados, el poder del agua es imparable. Pero cuando finalmente logra llegar, un peligro aún más grande la espera en la búsqueda de su padre: decenas de cocodrilos hambrientos.
Al parecer a alguien le pareció genial la escena de Alerta en lo Profundo en donde LL Cool J quedaba atrapado con tiburones en una cocina inundada y decidió hacer toda una película en base a ello. Cambien la base submarina por una casa en los Cayos – inundada por un huracán categoría 5 – y reemplacen a los escualos por cocodrilos y tendrán Crawl, Infierno en la Tormenta. Pero por mas que Alexandre Aja esté al mando (y Sam Raimi produzca), la idea no deja de ser estúpida, ridícula e increíblemente rebuscada. El libreto debe inventar una conjunción de al menos una docena de sucesos como para situar a los protagonistas en un sótano inundado y rodeado de las criaturas voraces de marras. Alguno por ahí dijo que la historia se basaba en un hecho real ocurrido hace unos años, pero ni yo te la creo. Al menos alguien se tomo la molestia de leer la Wikipedia y aprender los fundamentos básicos de como cazan y perciben el mundo los cocodrilos, pero termina siendo al santo gas. Barry Pepper puede disparar una tonelada de parrafadas que suenan interesantes pero después el libreto decide seguir sus propias reglas así que, ¿para qué se molestaron?. La heroína en cuestión es Maya Scodelario, la de Maze Runner, la que tiene el superpoder de ser nadadora de competición. El drama con esto es que los bichejos, una vez que todo está inundado, son rápidos como un Fórmula 1 asi que, de nuevo, el guión le pone fichas a algo que no termina de servir nunca. Hay un drama familiar artificial y hueco que no le interesa a nadie, sólo sirve para hacer tiempo hasta la próxima vez que los bichos ataquen, y toda la secuencia en donde Pepper y Scodelario permanecen atrapados en el sótano termina por hacerse demasiado larga. Como sabemos que al menos uno va a sobrevivir y ésta es una película de terror, el script inventa excusas traídas de los pelos para que la gente se acerque a la casa – en medio de un huracán apocalíptico! – y sean lastrados por los lagartitos. Pero si bien uno no puede ponerse pretencioso con lo que intenta ser un pasatiempo liviano, eso no quita que haya cosas que te hagan crujir los dientes. Los tipos reciben una cantidad de daño grosa – piernas quebradas con fractura expuesta; unas cuantas mordeduras profundas; al menos un miembro amputado – y aún así andan, andan y andan como si fueran el conejito Duracell. Quizás ésta no sea una película sino un videojuego de esos en donde la barra de energía del personaje sube sola después de un rato a pesar de que el personaje recibió diez balazos seguidos. Como mínimo estos tipos deberían estar desmayados por la enorme cantidad de sangre que perdieron o por el dolor de las inmensas heridas, o al menos morirse de una bruta septicemia debido a que revuelcan todas sus heridas en un maremagnum de agua sucia. Pero no. Hay algo de tensión y un par de escenas potables, pero en donde uno no puede dejar de sacarse el sombrero es con la producción. Hay una gran cantidad de escenarios vastos e inundados, una casa sitiada por una tormenta feroz que arrastra vehículos enteros, y un torbellino furioso que hace volar cosas peligrosas por los aires con lo cual la sensación de realismo – de que estás en medio de un auténtico huracán – está mas que lograda. Pero hay mucha cosa copiada de Tiburón, hay muchas muertes que se ven desde lejos, y un par de inventos que al menos sorprenden por lo novedoso aunque no tenga los pies en la tierra – en especial la última media hora en donde los protagonistas ven la luz del día en lo mas feroz de la tormenta y cambian el escenario de las persecuciones -. No es la mejor hora de Alexandre Aja, pero tampoco una abominación indigerible; simplemente es un pasatiempo mediocre con algún que otro momento, y que sirve mas como relleno de videoclub o de cable que como filme de horror válido que te hacer hervir la sangre y temblar los calzones.
A los 25 años Alexander Aja estrenaba Alta tensión (2003), un filme que además de tener el voltaje necesario para destacarse entre las filas de los serial killers, se benefició enormemente por ser incluida bajo el rótulo elástico de lo que se conoció como New French Extremist, una vertiente del terror más humana y terrenal que renovaba el género a fuerza de caudales de sangre, sexo, mutilaciones, flagelaciones y violencia en primer plano. Con un pasaje sin vuelta a Hollywod, el director francés a los tres años ya estaba realizando El despertar del diablo (2006), remake del clásico de Wes Craven The Hills Have Eyes, oportunidad que le permitió desarrollar una carrera irregular pero competente en el circuito mainstream, al punto tal que hoy puede apoyarse en el ala sangrienta de Sam Raimi, cráneo detrás del ícono zombie de The Evil Dead y productor de su más reciente largometraje: Infierno en la tormenta. No sé cuanto se podría hablar de originalidad en un género tan esquemático y cómodo en sus fórmulas como es hoy el terror, sin embargo, esto no impide celebrar la capacidad que tiene Aja para sacar y mezclar agua de diferentes aljibes -encerrando el cine de catástrofes con el de animales salvajes dentro del sótano de una arquetípica old dark house– todo ello sin perder el cáracter minimalista de la historia, que a fin de cuentas es lo que le otorga efectividad. La premisa es simple: Haley (Kaya Scodelario) es una joven nadadora que al enterarse del pronóstico meteorológico y el plan de evacuación dispuesto por el estado de Florida, decide ir en busca de su padre (Barry Pepper) quien no contesta sus llamados. Para eso conducirá a través de una tormenta que le impide ver más allá del parabrisas, esquivará los controles de evacuación, se meterá en la antigua casa de su infancia para encontrar en el sótano a su progenitor herido por las mandíbulas de un cocodrilo gigante. Ahora sí, encerrados los personajes en la zona de peligro, solo faltan más reptiles, más lluvia y algunas negligencias caprichosas (justificadas por un drama familiar débil y fuera de lugar para ser discutido mientras se hacen torniquetes en los brazos amputados o nadan a contracorriente esquivando pedazos de chatarra) para que la hemoglobina fluya y el agua se vuelva un nuevo tipo de oscuridad. Hay algo de lo que Infierno en la tormenta sale invicto en comparación a la larga lista de películas en las que el conflicto está dado por la amenaza de X criatura salvaje -subgénero comandado por ese híbrido entre mainstream y clase b que fue Tiburón (1975) de Spielberg y que – y su total ausencia de humor. Un aspecto que Aja incluía y resaltaba en Piranha 3D (2010), la remake thrash de Piraña (1978), y que aquí es depurada por la urgencia que propone la historia, la solidez de los personajes y sobretodo la impecable utilización de imágenes generadas por computadora para la construcción de insaciables cocodrilos; como los huracanes, unos mortales y de nuestro mundo. Por Felix De Cunto @felix_decunto
Claustrofobia salvaje Una nueva película de terror relacionada con la furia salvaje de los animales que se agradece. No es un clásico instantáneo, ni es el mejor título de suspenso y terror que se vio en el último año, pero se las arregla para entretener mucho y reivindica a los cocodrilos como monstruos legendarios dignos de temer. Recuerdo que la fallida y berreta ''Lake Placid'' fue una de las primeras propuestas mainstream, allá por el año 2000, que presentaba al cocodrilo como una máquina asesina. La película era bastante floja, desde el guión y la producción en general. Un poco más reciente, en 2007, se estrenaba ''Rogue'', otra de terror con un cocodrilo un poco más creíble y entretenido, pero nada más allá de los 6 puntos en una escala del 1 al 10. Entre medio y luego, se realizaron varios trabajos centrados en el cocodrilo que son tan malos que ni vale la pena mencionarlos. Este nuevo film del director Alexandre Aja (''The Hills have Eyes'') supera a todos estos títulos anteriores y llega a un cómodo 7. La premisa es simple y va al grano, sin mucha previa o contexto que quiera hacerla ver como algo muy pretencioso. Una joven no logra comunicarse con su padre que está en el epicentro de un poderoso huracán que está comenzando a azotar a la Florida. En contra de las recomendaciones, emprende el camino hacia la casa de su padre para encontrarse que el pobre está inconsciente en un sótano de su propiedad fruto de lo que parece ser un accidente doméstico. Cuando se dispone a sacarlo, ambos son atacados por un grupo de cocodrilos que llegaron a la casa fruto del caos que está provocando el huracán. Todo lo que sigue tiene que ver con las acciones que toman para poder escapar sin ser devorados por estos monstruos de 400 kilos con filas de 80 afilados dientes. El guión es simple pero no es tonto ni se la cree demasiado. Es lo suficientemente prolijo como para que no pensemos a cada rato en lo inverosímil que puede ser la situación. Por otro lado, la película tiene mucha acción y deja sin aliento en varias escenas en las que parece que los cocodrilos se saldrán con la suya. De hecho, el espacio donde se desarrolla todo es bastante chico y oscuro, lo que produce una sensación de claustrofobia y vértigo bastante buena. La protagonista, Kaya Scodelario (''Maze Runner'') hace una buena labor como scream queen y guerrera que protege a su padre, Barry Pepper (''The Green Mile''). Si te gustan las propuestas de animales salvajes atacando humanos, ''Crawl'' te va a gustar. Si andás buscando un poco de acción directa con un guión que la sostenga mínimamente, también la vas a disfrutar.