Del tormento a la demencia. A pesar de que a nivel general se suele decir que uno de los problemas más angustiantes del cine de horror de nuestros días es la recurrencia a los mismos estereotipos de siempre, los cuales nos reenvían una y otra vez a un conglomerado estanco de films canónicos, vale aclarar que en realidad ni la crítica ni el público señalan con la suficiente vehemencia la auténtica contrariedad del género, el peso muerto que casi ningún director del mainstream o el under norteamericanos puede transformar en aquel oro de antaño. Desde ya que nos referimos a los protagonistas del convite en cuestión, esos que debemos soportar a lo largo del metraje y en los que depositamos nuestra fogosidad, prejuicios e inquietudes personales. Lamentablemente si sopesamos el historial de las últimas décadas en lo que respecta a los “héroes del gore”, descubriremos que la mediocridad parece haber ganado la batalla de la taquilla. En la mayoría de las ocasiones en el escalafón narrativo contamos con un grupito de adolescentes bobalicones o con un personaje principal que dista mucho de ser una figura fértil o movilizadora destinada a generar una mínima curiosidad, circunstancia en la que juega un papel fundamental tanto la falta de sorpresas como los rasgos más nocivos de la cultura estadounidense y sus múltiples adaptaciones transnacionales. De este modo, la arrogancia y las sonseras presuntuosas conspiran contra la empatía del espectador eventual. Sin lugar a dudas la pueril Invocando al Demonio (The Possession of Michael King, 2014) ejemplifica de maravillas este déficit, el cual es puesto al descubierto de manera muy poco perspicaz por el título original de la película. Aquí tenemos a otro documentalista de cotillón que pretende registrar su metamorfosis de ateo imperturbable a triste receptáculo de las fuerzas menos celestiales del más allá. Hoy la excusa para que Michael King (Shane Johnson) se someta a una diversidad de rituales paganos, vudú y/ o satánicos pasa por su condición de viudo, ya que su amada esposa falleció trágicamente luego del consejo de una psíquica, un infortunio que se convirtió en el catalizador de su furia contra los nigromantes. Por supuesto que sus “rezos invertidos” son escuchados y un ente diabólico llegará para hacerle compañía de ahora en más. La ópera prima de David Jung se centra en un poseído tan soberbio como anodino que para colmo se ve arrastrado por todos los clichés del found footage y una arquitectura dramática por demás básica. Si bien la puesta en escena de Jung es relativamente prolija, la realización adolece de una verdadera vitalidad y se guía por un automatismo por momentos irritante, en el que los remates de cada secuencia no ofrecen ninguna novedad. Así las cosas, una vez más una obra que va del tormento a la demencia demuestra su ineptitud a la hora de releer a la eterna El Resplandor (The Shining, 1980)…
¡Un exorcista a la derecha, por favor! A esta altura del partido se ha vuelvo practicamente un cliché el pedido de muchos de nosotros: rogamos le den un descanso al subgénero de terror “cámara en mano” -o found footage, según el término anglosajón- en vista de los resultados que hemos obtenido en los últimos años y considerando que demasiadas películas depositan todas sus esperanzas de destacarse del resto de los productos del género en el simple y agotado recurso de simular realismo vía filmación casera, cuyos exponentes exitosos se cuentan con los dedos de la mano, como por ejemplo El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999) o Cloverfield (2008). Sin dudas esa es la enseñanza más concreta que nos deja Invocando al Demonio (The Possession of Michael King, 2014): guardemos la camcorder en el placard y no la saquemos hasta que tengamos algo interesante para filmar (o contar). El director debutante David Jung no trae nada nuevo a la mesa en esta historia que narra el derrotero del susodicho Michael King, un hombre que meses después de perder trágicamente a su esposa decide hacer un documental para probar que ni Dios ni el diablo existen, y decide filmarlo todo con su cámara, obviamente. Michael visita a personas relacionadas con la parapsicología, la necromancia (el uso de cadáveres para comunicarse con el más allá), la brujería, y otras fantásticas tribus de acólitos de lo paranormal. La cuestión es que algo parece haber poseído a Michael mientras jugaba a ser el José de Zer del mundo de lo oculto, e irá tomando más y más control sobre él conforme avanza la trama, dejando al protagonista con poco tiempo para intentar detenerlo. En primera instancia parecía un acierto el intento de Jung por mostrarnos el típico caso de posesión demoníaca desde el punto de vista del poseso, pero todo quedó en eso, un intento, que encima buscó apoyarse en la “cámara en mano”. El recurso hace agua por todos lados, como suele suceder cuando es utilizado sólo para dar un golpe de efecto más que para dar profundidad al film. La película tuvo un estreno limitado en salas estadounidenses allá por agosto de 2014 y a las dos semanas ya se encontraba disponible como VOD -o Video on Demand, para los neófitos del sistema- lo que desde el arranque no era muy auspicioso. Es curioso como en el último tiempo los distribuidores locales parecen elegir lo más flojo del género de terror para traer a nuestras salas, y con un retraso notable respecto de su fecha de estreno original. Cuestiones que no lo convierten en un producto atractivo para los fans del género deseosos de ver una obra de calidad en pantalla grande. Con un guión que no sabe muy bien hacia donde quiere ir y una historia que parece más inclinada a mostrar lo que pasa antes de intentar dar un desarrollo o una explicación al porqué de aquello que ocurre, Invocando al Demonio naufraga en las aguas de la instracendencia para terminar encallando en un final que toma prestado demasiado de El Exorcista (The Exorcist, 1973), en caso que algún espectador distraído aún no haya descubierto que todo esto ya se ha hecho antes y de forma claramente superior.
La cámara que no asusta En Invocando al demonio (The possession of Michael King, 2014), dirigida por David Jung, todo se desencadena cuando a Mike (Shane Johnson) se le muere su esposa en un accidente y de manera sorpresiva. Nada hace suponer que terminaría involucrándose en una serie de acontecimientos que incluyen al mismísimo Diablo en la historia. Acongojado, deprimido y con ganas de saber a donde fue su mujer, Samantha (Cara Pifko), el protagonista decide embarcarse en una investigación personal para desentrañar el sentido de la muerte en algunas tendencias esotéricas que aseguran tener la verdad para poder comunicarse con el más allá. En su desesperado intento por saber, además, decide registrar toda su "investigación" colocando cámaras en cada uno de los ambientes de su casa y en compañía de un camarógrafo que poco cree en el proceso de Michael. Dejando a su pequeña hija a cargo de su hermana, se transforma en su máxima obsesión descubrir las "trampas" en los procesos que buscan comunicarse con espíritus, tentando al demonio en cada visita a especialistas y exponiéndose en cada prueba. Pero claro está que en un momento del film de David Jung, algo se transforma en Michael y aquello que anhelaba saber con profunda y desmedida pasión, se le vuelve en contra y el proceso ahora será inverso: desandar su camino anterior para revertir el fenómeno que se manifiesta en su interior. Invocando al demonio apela una vez más a la simulación del registro en cámara de las imágenes, con el adicional que en aquellas escenas que se desarrollan en la vivienda de Michael, la posición de las cámaras emulan a los encuadres de los reality shows que intentan trasmitir "la vida en directo". Michael es expuesto en el 99 por ciento de las escenas y hay un esfuerzo por impregnar las mismas de una cierta verosimilitud, que en esta especie de "video diario" van de la mirada y confesión a cámara a la sucesión de eventos con el intercalado de "interferencias" para generar un realismo y dinamismo al relato. Pero justamente es en estas escenas en las que nada fluye, por la sobreactuación de su protagonista, y la hiperbolización de todos los lugares comunes de los relatos de terror (principalmente de aquellos que se narran desde la cámara directa en movimiento), termina apropiándose de su identidad sin una resignificación. Invocando al demonio comienza riéndose de los films de terror, con esa posición enunciativa cuestionadora, pero en el propio camino que transita decide elegir la seriedad y volverse seria cuando justamente lo contrario hubiese salvado su propuesta.
En el horno Michael King pierde a su mujer en un accidente, quiere contactarla en el más allá, prueba con satanistas y hubiera preferido haber muerto. Ese es, en síntesis, el argumento de The Possession of Michael King, título original de esta película trillada de arquetipos. Pero en la forma, al menos durante su primer cuarto de hora, el horror se maneja con poco recriminable inventiva. Aunque coquetea con el formato point of view, aquel del protagonista filmado en primera persona, el director David Jung muestra el experimento de Michael siendo registrado por un amigo, como si este fuera su movilero. Las primeras imágenes son un video casero de Samantha en una suerte de picnic familiar; luego King muestra un inverosímil deseo de comunicarse con su mujer muerta y recurre, con excesiva ironía (el clásico no creyente que va a parar al asador), a un puñado de magos y tahúres con línea directa a Satán. Después pasa lo habitual: Michael King entiende que jugar con magia negra no es broma cuando ya es demasiado tarde (y cuando el movilero, de buen tino, puso pies en polvorosa). Trillada y agónica, no obstante, hay que ser corajudo para ver a King hablando en lenguas. Una buena peli de terror, casi.
Falsos documentales de terror. Los hay a montones y van a seguir apareciendo. Supongo que hay dos motivos por los cuales es una buena época para este subgénero: uno, que en general no se suele necesitar un presupuesto muy grande y dos, que con las tecnologías la idea de querer registrarlo todo no suena para nada inverosímil. Si hay personas que en lugar de vivir sus vacaciones, o por ejemplo un recital, lo hacen a través de la pantallita de un celular. En este caso, la película comienza como “un documental sobre mi familia”, como dice Michael King. Pero a los pocos minutos de retratar una familia normal, promedio, un matrimonio con una pequeña hija, el registro se cambia. Descubrimos a un Michael enfadado, triste, solo. Su mujer murió en un accidente y ahora quiere comprobar con su película que no existe un dios, por lo tanto no existe ningún demonio. Ateo y cínico, busca a diferentes personas que supuestamente ayudarían a conectarlo con una fuerza superior y a registrar cada una de esas experiencias. Todo, hasta que descubra que jugar con magia negra nunca es una buena idea. “Dios, o el Diablo, si están ahí, pruébenlo, vengan a buscarme”, dice de manera amenazadora, sin creérselo, a la cámara. Como podemos esperar, en algún momento van a suceder cosas que ya no va a saber cómo explicar, su personalidad se tornará más oscura, cerrada y hasta su propia hija estará en peligro cerca suyo. Lo que empieza como una propuesta interesante, poco original pero al menos osada si se quiere, va derivando en un cambio de tono por uno más serio y la película se torna totalmente predecible. Sí es cierto que tiene un par de buenos sustos pero son más bien golpes de efecto, los más fáciles de generar. Mientras la premisa recuerda y mucho a "El último exorcismo", ésta al menos desarrollaba sus ideologías de una manera menos correcta, menos obvia. Acá, el final decepciona además por subrayarnos lo que él protagonista termina “descubriendo” por fuerza mayor. Si bien al inicio del film parecía que nos íbamos a encontrar con una película que iba a reírse de este tipo de films, no tarda mucho éste en transformarse en un producto no sólo poco original, sino bastante mal ejecutado, con efectos especiales que demuestran lo barato de ellos, y un guión que no sabe aprovechar ninguna de las que, al principio solamente, parecían buenas ideas. Eso, sumado a que ya de por sí es difícil llevar adelante una película found footage, la película que funciona como debut cinematográfico de David Jung (quien escribe y dirige) termina siendo prescindible y olvidable.
El cine de posesiones y la excusa del material encontrado, dos vertientes que en los últimos años han ido de la mano varias veces. En Invocando al demonio se deja al exorcismo de lado, no habrá tiempo de eso; principalmente porque el protagonista quiere ser poseído, y luego por el vértigo y la rapidez no da tiempo a soluciones religiosas. El guionista y director David Jung nos presenta a Michael King (Shane Johnson), un documentalista descreído, estas serán los dos aspectos de su personalidad que nos muestren y que nos interesen. Recientemente viudo en un hecho trágico del cual hasta podría sentirse erróneamente culpable, Michael no creo en nada que tenga que ver con fuerzas del más allá, ni en Dios ni en el Diablo, ni en ángeles ni en demonios, en nada. Más aún, la muerte trágica de su esposa lo hace volcarse a cierta ira respecto a lo esotérico como podremos ver frente a una visita a la médium que frecuentaba su mujer. Este padre de una niña, que planeaba hacer un documental sobre su familia, decide cambiará radicalmente su punto de enfoque (o según su visión no) y realizar un documental (al estilo Super Size Me) en el cual él ofrece su cuerpo para ser el envase de una posesión demoníaca. Primero compras “productos”, lo intenta burlonamente de forma casera, luego concurre a un matrimonio que lo droga con LSD y practica sobre su cuerpo un ritual que incluye sexo explícito; y para reforzar las cosas, concurre a una suerte de “doctor” esotérico, que también lo droga y realiza un ritual diferente pero igual de macabro. Su idea era probar que nada sucedería con él, que todo eso es falso, que podría continuar con su vida como tal, pero… Como aclaramos en el primer párrafo, Invocando al Demonio es otra muestra del Found Footage, un estilo estético y narrativo que a esta altura ya sospechamos que llegó para quedarse. Utilizado en producciones de (muy) bajo presupuesto, como adivinamos que puede ser esta; hace uso de cámaras en mano, largos planos estáticos, personajes que hablan a cámara o aparecen de costado, y un total descuido de las formalidades. En este sentido, Jung sabe sacar provecho a esta cuestión, el film logra momentos de mucha tensión y varios sobresaltos debido a ese recurso. El video tiene interferencias, se pixela, se escucha más de lo que se ve, se cortan las luces y durante los rituales de posesión (sobre todo el del matrimonio) la cosa se pone bastante brava. Por otro lado, la excusa de “filmar lo que vemos” no logra mantenerse con verosimilitud mínima, cosa que ocurre en todos los films de ese estilo. Planos imposibles de lograr con cámara en mano, camarógrafos que luego desaparecen, tomas fuera de la casa que no se entiende quién las filma, secuencia en cámara rápida en una post edición inexplicable. Ahí encontramos el gran punto flojo del asunto. "Invocando al demonio" es un film netamente efectista, no posee un gran argumento, varios elementos están atados con alambre, y cuesta creerse varias decisiones (no solo del protagonista), pero en los momentos en que asusta nos olvidamos de eso y saltamos de la butaca. Hablamos de un film con un potencial para ser mucho mejor de lo que termina siendo; que se hubiese potenciado con una narración tradicional (matizada con ciertos momentos de filmación rústica cruda) y un guión con un poco más de vuelo. Lo que tenemos es un producto que funciona a fuerza de golpe de efecto, que agradecemos su escasa duración, y que pasa como un momento bastante tenso, pero nada más que eso, momentos.
El Diablo en el cuerpo “Quiero filmar un documental para mostrar la vida maravillosa que tengo”, dice Michael King mientras disfruta un picnic con su familia. No bien termina la frase, su mujer muere en un accidente automovilístico desatado a raíz de ocuparse de una tarea anodina que debía recaer en él. El cóctel culpa + tristeza + viudez es demasiado para Michael, quien -en su intento por reencontrarse con ella y cargado con un descreimiento en apariencia imperturbable- recaerá en todos y cada uno los ritos vudú / de magia negra / satánicos. La primera parte de Invocando al demonio muestra al protagonista dialogando con distintos expertos en el tema y sometiéndose a sus voluntades. El escepticismo inicial quedará rápidamente en el olvido y se desatará la posesión aludida en el título anglosajón. A partir de ahí, lo de siempre: algunos sustos, voces del más allá incitándolo a asesinar a los suyos, y el deterioro físico y mental de un personaje al que nadie está demasiado dispuesto a ayudar. Todo esto mostrado en primera persona, ya que Michael se propuso retratar su experiencia y no cejará en hacerlo ni siquiera en plena posesión: incluso con Lucifer adentro de su cuerpo, el tipo nunca se olvida de prender la cámara. Otro (y van…) exponente de cine de terror construido sobre la base de falsos archivos documentales, este debut en la dirección del también guionista David Jung aporta poco y nada al género porque a un desarrollo predecible le suma una construcción formal a puro montaje vertiginoso y encuadres imposibles dentro de la lógica “autofilmada”, anulando así cualquier atisbo de suspenso e imposibilitando el retrato del enrarecimiento progresivo del entorno mínimamente verista generados por los largos planos de la saga Actividad paranormal que, al lado de esta propuesta, resulta una auténtica obra maestra.
Siempre suelo escribir que es muy difícil que una película de terror sea buena, que sorprenda. Y es por ello que son solo un par de estrenos por año los que logran llevarse una buena calificación, porque por cada película a la altura de El conjuro (2013) tenemos diez en la misma senda que La Dama de negro 2 (2015). Ahora bien, de vez en cuando llega un film que se queda en algún lugar en el medio de esos extremos, es decir, que no llega a ser una obra para destacar pero que tampoco cae en la mediocridad total. Tal es el caso de Invocando al demonio, cuyo título original The Possesion of Michael King (La posesión de Michel King) es más acertado -aunque poco vendible- bajo la óptica de esta reseña. Me gustó la idea de que el protagonista quiera probar en primera persona que no exista lo sobrenatural. Y si bien la técnica del falso documental y/o cámara en mano está más que quemada, en este caso en particular se ajusta a la historia y no es una excusa. De a poco se va creando un buen clima, que si bien no llega a dar escalofríos a un público experimentado y/o amante del género, los adolescentes y parejas que son abonados a estos estrenos saltarán un par de veces de la butaca. La ópera prima del director David Jung se hace respetar en términos de realización y edición, más aún si se tiene en cuenta que el presupuesto era acotado. La labor actoral del ignoto Shane Johnson está más que bien teniendo en cuenta que es él solo el que tiene que cargar con toda la película, y a pesar de todos los clichés de manual que se cometen el tipo sale airoso. En definitiva, nos encontramos ante un estreno que nadie va a catalogar como una joya y que seguramente muchos le pegarán duro porque en definitiva no ofrece nada nuevo, pero la otra porción tal vez vea lo mismo que yo: un buen entretenimiento dentro del género de terror para desenchufar la mente un rato.
Una de terror que es más de lo mismo. Este debut del guionista y director David Jung es un ejemplo perfecto de la crisis que atraviesa el cine de terror. Ante la falta de ideas medianamente originales, quienes incursionan en el género apuestan a filmar con mínimos presupuestos y tratar de enganchar aunque sea a una mínima porción de la legión de fieles seguidores que este tipo de historias suele tener. En el caso de Invocando al demonio, Jung recurre a la fórmula del falso documental y el found-footage a la que ya apelaron con más rigor y creatividad las primeras entregas de sagas como Actividad paranormal o la española [REC]. En la primera escena vemos a Michael King (Shane Johnson) filmando un video casero sobre su familia feliz (esposa, hija, perro) en un parque. Pero en la siguiente nos enteramos de que su mujer ha muerto. Para salir de su estado depresivo, el protagonista, un hombre escéptico y cínico, se plantea realizar un documental para cuestionar cualquier tipo de creencia en lo sobrenatural y, más precisamente, en lo diabólico. Comenzará, así, una serie de entrevistas con nigromantes, exorcistas y demonólogos, y hasta ofrecerá su propio cuerpo como campo de experimentación en diversos rituales con consecuencias físicas y mentales cada vez más devastadoras para él y los suyos. Podrá imaginar (y hace bien) el lector una larga acumulación de encuentros con el Diablo, sadismo y castigos autoinfligidos, todo filmado de manera sumamente explícita con una cámara en mano prolijamente desprolija para darle a la narración una sensación de urgencia, con profusos agregados de efectos digitales que quitan más de lo que agregan. Más (en verdad menos) de lo mismo.
"Creer no cuesta nada" De la mano del sobreexplotado género del found footage nos sumergimos nuevamente en una historia de terror que con sus virtudes y defectos se posiciona como una propuesta decente y de consumo rápido para los amantes de los sustos. El debutante David Jung construye su opera prima en torno a una premisa poco ambiciosa pero a su vez atractiva que encuentra su principal falencia en su formato. “The Possession of Michael King”, o “Invocando al demonio”, sigue los pasos de un documentalista que, tras la muerte de su esposa, decide comprobar la existencia de Dios realizando un arriesgado experimento que consiste en demostrar que el Diablo es real y puede subsistir en este mundo a través de las posesiones. Apoyándose por completo en un más que solido trabajo por parte del actor Shane Johnson y en el cuidado apartado técnico que presenta el film, Jung realmente logra que el espectador le preste atención a todo lo que sucede en pantalla. No obstante, repito, el mayor problema que no puede sortear “Invocando al demonio” son las múltiples limitaciones que presenta su acotado formato. Pocas películas pertenecientes al metraje encontrado lograron, en el último tiempo, justificar el por qué sus realizadores eligieron este formato. Cuando uno ve “El proyecto Blair Witch”, “REC” u “Cloverfield” no solo es cómplice de la trama sino que también se sumerge por completo en la historia, ya que todo lo que el espectador conoce sobre los hechos que se desarrollan viene de la mano de una cámara única cuyo destino va de la mano de la suerte que corran los protagonistas. Últimamente las nuevas representantes del found footage exceden esos límites y se convierten en propuestas con elementos impensados e inexplicables para estas historias, como ser la música de fondo, los flashbacks y la edición “post-mortem” de todo lo sucedido. Ejemplos sobran; la más que interesante “El último exorcismo” de Daniel Stamm que pecaba de inocente en sus minutos finales, la ambiciosa “Chronicle” de Josh Trank que concluía con una batalla de enormes proporciones y la más reciente entrega de “Actividad Paranormal” donde los protagonistas, literalmente, viajan en el tiempo con cámara en mano. Si tuviéramos que posicionar a “Invocando al demonio” dentro de alguno de estos dos grandes grupos, sin lugar a dudas se sentiría más cómoda junto a las producciones del segundo equipo y es ahí donde cualquier clase de espectador se pregunta inevitablemente “¿Cuál es el atractivo de limitar el poder de una historia?”. “Invocando al demonio” es una propuesta decente, vale aclararlo. Por momentos se disfruta y por otros se vuelve realmente irritante. Aunque la conclusión más importante a la que se puede llegar es que, sin lugar a dudas, se trata de una película que se boicotea a sí misma lo cual es una lástima. El cine de terror debería empezar a buscar nuevas alternativas para este subgénero, porque es realmente absurdo que entre fantasmas nos pisemos las sabanas.
Cómo invocar al demonio en vano. Este film de terror tiene dos partes bien definidas. En la primera parte, un documentalista insiste en convocar a todos aquellos que lo ayuden a conseguir evidencia visual de la existencia de lo sobrenatural, dado que está seguro de que nadie lo podrá conseguir. Es que su esposa murió en un accidente cuando una tarotista le dijo que no vaya de viaje a Europa dado que su carrera como actriz estaba por tomar vuelo en los Estados Unidos, y el protagonista está ansioso por dejar claro que todo aquel mezclado con el esoterismo es un estafador. Esta parte es la más interesante, ya que el cineasta hace una especie de casting de brujos que lo lleva a documentar experiencias dementes en las que él siempre se ofrece como conejillo de Indias. Un par de estas experiencias ofrecen matices realmente aterradores filmados con cierta originalidad. Luego, en la segunda parte queda claro por qué el título original del film es "La posesión de Michael King". El cineasta queda poseído por los demonios invocados en la primera parte y ya no puede volver atrás, atentando seriamente contra su pequeña hija y haciendo todo tipo de cosas horribles, además de perder a su cameraman, lo que determina que el documental dentro del film esté bastante peor filmado que las escenas iniciales. Todo este final más que aterrador se vuelve insoportable, con el protagonista hablando casi todo el tiempo solo a cámara y escuchando sonidos desagradables, abusando de la cámara con visión nocturna (es decir con tomas donde todo se ve verde, lo que ayuda a la sensación de posesión de un modo bastante elemental) y en realidad sin que pase nada de peso delante de la cámara, ya que sus fechorías en general se cometen en off. La actuación de Shane Johnson es el principal sostén de una película extremadamente barata y bastante escasa tanto de medios como de ideas, ya que las pocas que tiene se agotan antes de la mitad de la proyección.
El inframundo metido en un panóptico digital Para empezar a hablar de una película de terror convencional de principio a fin como Invocando al demonio, de David Jung, es una buena idea retroceder casi cien años para recordar una historia que la película no menciona, pero que parece haberle servido de inspiración. Se trata de un momento particular en la vida de Harry Houdini, el mago más famoso de la historia: la muerte de su madre, ocurrida cuando su fama ya había crecido a escala mundial. Escéptico pero con la esperanza de estar equivocado, el mago empezó a consultar cartomantes y espiritistas para contactar con el espíritu de su madre y así quedarse tranquilo sabiendo que ahí donde estuviera había encontrado la paz. Pero su profesión se convirtió en un obstáculo y siempre acababa descubriéndoles el truco a los ocultistas. Hasta que su amigo Arthur Conan Doyle, promotor ferviente del espiritismo, intentó convencerlo de que su mujer, una medium reconocida, tenía un mensaje de su madre que también resultó ser falso. Desde entonces no sólo se fue debilitando su vínculo con el creador de Sherlock Holmes, sino que comenzó una caza de brujas personal, decidido a desacreditar a todo aquel que se jactara de contactar con los muertos. Poco después, una de las víctimas de su campaña le predijo una muerte inminente y antes de que terminara ese mismo año Houdini falleció a causa de una apendicitis.El paralelo entre esa historia y la que narra Jung en su película es grande, sólo que esta última desvía las cosas hacia el terror. Un terror módico y por completo deudor de ese subgénero que es el de grabaciones encontradas que inaugurara El proyecto Blair Witch y cuyo éxito heredó Actividad Paranormal. Acá es Michael King, el protagonista, quien luego de la muerte de su mujer en un accidente decide culpar de eso a la tarotista que le sugirió posponer un viaje para no perder una oportunidad. “Si hubiéramos estado de vacaciones, ella no hubiera muerto”, dice Michael y espera que la tarotista admita que todo lo que hace no son más que engaños. Así, Michael instala un sistema de cámaras en su casa para filmar un documental en el que invocará al inframundo de todas las maneras posibles, para probar que nada de eso existe. Esa estructura de panóptico digital es la que provee a Invocando al demonio de sus mejores sustos –previsibles, pero sustos al fin–, pero resulta también su principal debilidad. Por empezar porque debe forzar la premisa, permitiendo que el protagonista no olvide llevar la cámara incluso cuando ya ha perdido el control de sí mismo. También la utilización de música y efectos de sonido en un material que se supone es el crudo de un documental sin montar terminan por traicionar de manera definitiva la idea motora. Lo mejor de la película es que la hija de Michael tiene un gatito de peluche llamado Crowley, como el famoso ocultista inglés Aleister Crowley, contemporáneo de los amigos Doyle y Houdini, el mago cuya historia demuestra que a veces la realidad supera en interés a la ficción.
Un nuevo y amargo retorno de Satanás. Se trata de una película más, registrada con cámaras livianas y sin novedad, sobre las actividades paranormales Los ruegos, pedidos y deseos porque se tomen vacaciones (¡para siempre!), las películas "caseras" o de estilo found footage, por lo menos por ahora, parece que no son suficientes. El último exponente es Invocando al demonio o La posesión de Michael King, otro film-curro sobre actividades paranormales, cintas y videos encontrados en un depósito, visitas a curanderos y brujos, y el retorno –por vigésima vez– del demonio para implantar justicia. Claro, ¿cómo Belcebú no va a regresar si en estas sub-películas se reclama su presencia a través de la tabla ouija, de algún medium alucinado o de alguien que está triste por su viudez y decide contactarse con el más allá? O con el más acá, porque da la impresión de que el demonio está esperando en la siguiente esquina. Semejante trance le ocurre a Michael King (Shane Johnson), que intenta comunicarse con su difunta esposa y por eso recurre a gente con poderes sobrenaturales. En fin, Invocando al demonio es un pastiche (otro más) que agrupa títulos descartables del género de los últimos años, desde las actividades paranormales hasta los exorcismos caseros, pasando por rituales y exabruptos a Satanás registrados con cámaras livianas que no detienen sus movimientos para provocar impresión (¿miedo?) y sustos gratuitos (¿pánico?) en el espectador. Como novedad, el inexperto cineasta (?) David Jung narra en primera persona los padecimientos del personaje central, ya que este exterioriza su tristeza a través de filmaciones y registros urgentes. Hasta la media hora inicial, Invocando al demonio es pura rutina pero se deja ver; de ahí hasta el final, el suspenso deja lugar al efectismo y aquel ombliguismo de Michael King trastoca en una acumulación de escenas gratuitas propiciadas por un montaje efímero y cortante. Perdón, por el trabajo final de los editores. Dentro de esos códigos transcurre otro ejemplo de cine de género, elemental y de inmediato olvido que, sin embargo, sigue conformando a una buena cantidad de espectadores de aquí, de allá y de otras partes.
El terror en su laberinto. El género viene de mal en peor. El protagonista, un hombre que cae en desgracia, poseído. A juzgar por los últimos estrenos, el cine de terror, y sobre todo sus seguidores, están en problemas. Invocando al demonio, opera prima de David Jung, no escapa a esa inercia, como tampoco lo hizo Ouija, por citar los últimos desembarcos en la pantalla local. Guiones inconexos, escenas atadas con alambre y la ausencia de un hilo conductor son tan sólo algunos de los padeceres de este inverosímil entramado de autoflagelación. Michael King, el protagonista, no tiene la culpa, con semejante línea argumental, apenas si puede representar a este intrépido conejillo de indias, fiel al documentalismo en las buenas y en las malas, que intenta endemoniarse para demostrar en carne propia la inexistencia de un más allá sobrenatural. La película empieza en el mundo feliz de Michael, que expone frente a su cámara de video el deseo de Año Nuevo: filmar un documental y mostrarle al mundo lo maravillosa que es su familia. Pero su esposa muere repentinamente y su película se volverá thriller, una ciega búsqueda del demonio contada en primera persona sin un porqué. Michael, el descreído, entrevista a espiritistas estereotipados. Prueba varias fórmulas, algunas tan bizarras que hasta le piden su semen para atraer al demonio, y ya no sabemos si fueron todas o una la que le dio resultado. Al fin, está poseído. El y la película. Y pese a que intente desandar su inexplicable camino, recurriendo incluso a terapias más tradicionales, no habrá vuelta atrás. Elli, su pequeña hija, lo verá como un monstruo y un peligro, visión que difícilmente se traslade a los espectadores. No por los efectos técnicos y de sonido, que le dan algún mérito al filme. Cuesta involucrarse con la transformación que sufre el personaje, y mucho más ponerse en la piel de los protagonistas, que entran y salen de campo de manera forzada. La película no construye vínculos y así imposibilita, al fin, habitar la piel de los personajes en riesgo, clave de cualquier thriller. Excesiva cámara nocturna, infrarroja, cortes abruptos e interferencias de señal, en esta historia de transformación, casi un unipersonal que se responde sólo a la pregunta del atribulado Michael. Creer o no creer. El cine de terror, en su laberinto. En deuda con un público diezmado pero fiel.
Cuidado con lo que buscas... Michael King (Shane Johnson) es un documentalista que no cree en dios ni en el demonio. Luego de la muerte de su esposa, decide filmar un documental sobre religiones y cultos para demostrar que nada de eso es real. Para este propósito entrevistará a chamanes, demonólogos y otros seguidores del ocultismo, para que practiquen en él hechizos e invocaciones. Así, utilizándose a sí mismo como conejillo de indias, se filma día y noche, hablándole a la cámara de forma arrogante, y burlándose de clichés y costumbres satánicas. Pero como era de esperarse, cosas extrañas comienzan a suceder. Lo que al principio podrían ser coincidencias, o casualidades, con el tiempo se convierten en signos claros de que algo pasa. Todo aquello en lo que no creía comienza a suceder, no es su inconsciente, y el agnóstico documentalista devenido en satanista practicante se ve asediado por demonios día y noche, poniendo no solo su vida en peligro sino también la de su hermana y su hija. El protagonista queda envuelto en una pesadilla que él mismo provocó y no sabe como resolver, en el medio de ese dilema el clima se vuelve no solo atemorizante sino también claustrofóbico; encerrado en su casa y frente a la cámara, deberá primero aceptar que todo lo que ha negado es posible, y luego deberá tratar de sacarse de encima a un demonio molesto. El director David Jung crea en este, su primer filme, una atmósfera interesante, intimista, que logra reflejar la mente confundida y atormentada del protagonista, sostiene la duda hasta que la verdad nos estalla en la cara, y el demonio hace de las suyas dentro de la casa, volviendo loco al protagonista. Es allí donde la película se vuelve predecible y cae en varios lugares comunes del género: sustos forzados, cámaras con interferencias extrañas, convulsiones y estallidos de sonido, sumados a algunas escenas sangrientas de esas en las que el director se regodea filmándolas en primer plano. Shane Johnson soporta dignamente todo el peso de la historia sobre sus espaldas, ya que durante casi todo la película se encuentra en primer plano o hablándole a la cámara, además de sufrir toda clase de torturas demoníaca;, y sale airoso de la situación, con una actuación más que correcta para este tipo de filmes. Estamos ante una nueva película del subgénero de terror found footage, que luego de un comienzo interesante se convierte en una más de la lista.
El diablo en la mente. Lo mejor que tiene Invocando al demonio podría haberse resumido en un monólogo teatral de unos 30 minutos: un hombre que lucha por sacarse al diablo de la mente y del cuerpo. Una especie de auto exorcismo en primer plano que incluso hubiera merecido un intérprete menos previsible que Shane Johnson en el papel de Michael King. Todo lo que rodea a ese núcleo dramático es de bajo presupuesto y de dudosa calidad. La excusa para recurrir a la cámara en mano consiste en que King, un ateo empedernido, pretende hacer un documental para demostrar que los adivinos, espiritistas, exorcistas y demás personajes que lucran con lo sobrenatural son unos estafadores. Tiene un motivo poderoso: su esposa murió luego de consultar a una tarotista que le pronosticó un futuro brillante como actriz y por eso descartó un viaje que iba a ser junto a su marido y su hijita. Esa fatal equivocación del destino moviliza a King en su cruzada contra el mundo esotérico. Nietzsche decía que el peligro de mirar tanto tiempo al abismo es que el abismo entre por los ojos. Es exactamente lo que le ocurre al protagonista. Desde el momento de la posesión hasta el final, todo se reduce a esa lucha interior con un enemigo extraño. Lamentablemente, David Jung (director y guionista) parece conformarse con una sola idea interesante -la del auto exorcismo– y deja lo demás librado a la inercia del género, con imágenes subalimentadas por falta de fondos y escenas que se alargan inecesariamente hasta quedar exangües.
De padres e hijos (o de cómo el found footage pervierte el mockumentary) El found footage es el hijo digital del mockumentary o “falso documental”. También es uno de los subgéneros más limitados que existe. En primer lugar, porque, a diferencia del falso documental, es muy difícil establecer capas de significación que se encuentren por debajo del relato superficial (o al menos no existe un intento digno por lograrlo). Por otro lado, son pocos los exponentes en los cuales se mantiene con equilibrio orgánico la tensión entre la puesta de cámara enérgica (y, dada la característica fundacional del estilo, la justificación verosímil de ésta) y el ritmo narrativo. Si el cine fuera matemático podríamos decir que si mezclamos ambos subgéneros podríamos obtener un producto con la energía del found footage y una riqueza narrativa que es más fértil en el mockumentary. Bueno, si quedaban dudas, el resultado de Invocando Al Demonio (The Possession of Michael King) viene a recordar que el cine es cine y ya. El film empieza con un elemento traumático que enfrenta tardíamente al protagonista, Michael King, con la pérdida (en apariencia, en el más absoluto de los sentidos). La primer decisión que toma el personaje para afrontar esa ausencia es sumergirse en un proyecto documental que encuentre significado (o al menos suture momentáneamente) para su desdichada situación. King se sumerge rápidamente en el escape que se impuso a sí mismo e inicia un recorrido que lleva al espectador por las diversas teorías y elementos del cine de terror de posesiones. Esta primer parte de la película resulta la más disfrutable. Se plantea el tema y la autoconsciencia hace que la película se permita ser divertida. El estilo mockumentary, presente en esta parte, otorga la experiencia cinematográfica necesaria para releer su historia y si es necesario burlarse de ella (no es casualidad que gran parte de los mockumentaries sean satíricos). En la segunda mitad, la narración va desde lo arcano hasta lo puramente científico con interesantes matices en el medio. Esto crea buenos ambientes, muchos de los cuales son casualmente pilares del subgénero del falso documental. Invocando al Demonio fractura su narrativa de manera alarmante a la mitad de su segundo acto, perdiendo el rumbo por completo. Al llegar al punto máximo del viaje (una sesión de hipnosis) comienza el retorno descendente hacia el trauma inicial. Esta caída coincide con un cambio estilístico. El personaje, antes acompañado por un camarógrafo, queda sólo con la cámara. Este podría considerarse el traspaso formal al found footage. Pero Invocando al Demonio además refuerza este acto, dado simbólicamente por la caída del protagonista, con la decadencia de la trama y el sentido narrativo en el limbo de los lugares comunes del estilo “material encontrado”. La navaja que corta en estas dos partes a la película es la seriedad. En el tercer acto el film empieza a pretender tomarse en serio a sí mismo utilizando elementos dramáticos que no son desarrollados orgánicamente a lo largo de todo el metraje sino que son insertados de forma abrupta. El estilo de este “hijo digital” que es el found footage no es procesar en la autoconsciencia sino copiar, y hacerlo mal. También es pretender ser más de lo que es y hacerlo torpemente. Es por eso que, a partir de este punto, la narración pierde todo rumbo. De esa forma se llega al que es el desenlace más soso que vi en lo que va del año. Un duplicado del final de una obra maestra (que prefiero no nombrar para evitar spoilers) pero separada de todo sentido. Invocando al Demonio empieza sorprendiendo al espectador ya cansado de este tipo de propuestas, encaminándose a través del falso documental para culminar destruyendo todo ese oxígeno inicial con la intensión de acomodarse a un tercer acto que sea más “propio” del found footage.
Mirar estrenos de terror en estos días es como acompañar a un paciente terminal mientras agoniza. Una experiencia triste y penosa donde no parece haber signos de esperanza en un futuro próximo. La decadencia que enfrenta por estos días el género creo que tiene que ver con el hecho que cada vez son menos los productores que se preocupan por desarrollar proyectos de calidad que brinden buenas historias. La gran mayoría buscan hacer filmes baratos y mediocres que les permitan tirarse a la pileta para ver si la pegan con un éxito como Actividad Paranormal. El tema es que saturan con filmes que refritan la misma fórmula de siempre. En esta oportunidad nos encontramos con otra película mala sobre posesiones demoníacas. Un hombre que perdió a su esposa en un accidente decide invocar un demonio para convencerse de la existencia del Diablo. Un proyecto tonto que no tiene sentido, pero al menos la idea revierte el conflicto de esta típica temática. Un crédito que hay que darle a este estreno. El problema pasa por como se desarrolla luego la idea. La primera mitad del film es un bodrio donde no pasa interesante y vemos como el protagonista entrevista a unos expertos en demonología. Luego cuando entra en juego el asunto de la posesión la película se convierte en el Sambódromo de los lugares comunes. Al ritmo del Tutá Tutá empiezan a desfilar en la trama todos y cada uno de los clichés clásicos que vimos centenares de veces en los últimos estrenos del género. No hay ideas creativas en la realización, ni momentos de terror o tensión que permitan rescatar algún valor técnico en este film. La películas es extremadamente predecible y hasta resulta torpe a la hora de brindar guiños a clásicos como El Exorcista. Debo destacar también que Shane Johnson, el protagonista, es uno de los peores actores que vi en este género en mucho tiempo. En la primera mitad de la historia hace un trabajo decente, pero cuando aparece como poseído su labor resulta desopilante y eso no debería suceder en una propuesta de terror. El tipo está muy sobreactuado y más que poseído parece que se hubiera tomado un pack de energizantes. La pregunta que me hago cuando terminó de ver un film de este tipo es la siguiente. ¿Se la recomendaría a alguien para que pague una entrada al cine? En mi caso no puedo hacerlo y creo que la mejor opción es esperarla por el cable, si te intriga mucho la historia, ya que no te vas a perder nada relevante.
Diablos Hace unos años habíamos olvidado a los fantasmas como tema en las películas de terror, nos hemos ido interesando en esos entes lovecraftianos que evocan un terror no-humano, antiguo, esencial, e inexplicable que religiosamente podríamos llamar Demonios (no confundir con el genio maligno de Descartes que sólo estaba empeñado en hacernos fallar en operaciones matemáticas simples). Luego de que esos seres de maldad pura, cuyo único motivo de existencia es la degradación del alma humana, irrumpieran en el cine de terror moderno a través del cuerpo de Linda Blair en El exorcista nada ha sido lo mismo, aunque luego de Actividad paranormal se le llame película de terror a cualquier filmación entusiasta barata y con aspecto de video amateur de Youtube. Invocando al demonio se llama originalmente The possession of Michael King, una herencia de una película de exorcismos más famosa y entretenida, El exorcismo de Emily Rose y una prueba más de cómo cierta línea de películas de terror industriales se hacen más o menos modificando algunas variables que van desde el título a la trama, y la forma. Hoy por ejemplo se filma casi todo al estilo de El proyecto de la bruja de Blair o la anteriormente mencionada Actividad paranormal, porque es muy barato y efectivo, y además el público por alguna razón llena desesperadamente las salas cuando se estrenan estas películas decididamente menores. En fin, Invocando al demonio utiliza en principio al ente maligno como una metáfora, a Michael King se le murió su mujer en un accidente horrible por lo cual podremos deducir que en su interior se está gestando algo espeso y oscuro, la angustia rabiosa que emanan los poseídos del cine. ¿Qué representaba el demonio que poseía a Regan en El exorcista? Para pubertad parece demasiado. El vacío oscuro en el pecho de Michael King es rápidamente llenado por la maldad de un demonio y vemos todo en primer plano filmado con gopros y sus amigas ya que Michael King es convenientemente un documentalista obsesionado por filmar absolutamente todo lo que hace, incluso cuando esta poseído o se auto-exorciza. Es curioso lo ambicioso que son los documentalistas de las películas de terror que piensan que todo problema se resuelve filmándolo. El director David Jung nos arroja una cantidad de secuencias de la degradación paulatina de Michael King y su paso al lado oscuro con más o menos la misma pericia que George Lucas al filmar el Episodio III, es decir: nada por aquí, nada por allá y aparece Darth Vader. Es que desde el punto de vista del protagonista exageradamente unitario se vuelve imposible construir algún otro personaje o crear algún tipo de expectativa. Como espectadores siempre estamos en la “zona caliente” de la historia donde sucede todo, así que nada es sorpresivo, no hay suspenso y no se juega con el fuera de campo. Jung no termina de entender que el demonio tiene que estar escondido en lo más oscurode un sótano o del corazón, y que cada tanto su sola sugerencia alcanza para que se vaya gestando el monstruo.
Realizar la critica de esta película es una buena oportunidad para emular a los mismos que la pergeñaron, pero desde la critica, digo, buscar alguna critica realizada a un producto similar, copiar y pegar, cambiar algunos nombres, y algunas descripciones de los espacios físicos, y ya está. Si ellos pueden hacerlo, e invadirnos con productos iguales, ¿por qué no nosotros?, los sufrientes espectadores. Haré la prueba para ver como queda. De un tiempo a esta parte vienen generándose proyectos audiovisuales de un amateurismo que da miedo, sobre todo cuando el género a que se recurre es el terror, para lo que no dejan de parecer ser practicas de estudiantes de “cine” que creen que todo se remite al uso de la cámara, la luz, y sobre todo el volumen. Aclaro para que no ensombrezca, digo volumen y no sonido, pues este en el cine, y en el buen cine cumple también funciones narrativas. Vamos bien, sigamos… En cambio en esta propuesta el volumen sólo esta puesto de exabrupto, y con el único fin de sobresaltar al espectador. Si a esto se le agrega que este ejercicio se encuadra en la para algunos “novedosa” modalidad del falso documental, tipo “The blair witch project” (1999), que es una secuela, tenemos cartón lleno. Alto. Acá ya debo empezar a agregar los detalles propios de éste producto en particular, algo así como un intento de sinopsis sobre lo que nos quieren contar. Michael King es un supuesto director de cine documental, o algo parecido, que se presenta como agnóstico practicante, lo que en si mismo es una contradicción, o sea, no cree ni en Dios ni en el Diablo. Luego de la muerte de su esposa en un accidente de transito, decide que su próxima película estará destinada a investigar los sucesos sobrenaturales, y como su objetivo principal es contactar a su esposa, debería centrar el experimento en él mismo. Así, convoca a demonólogos, hechiceros, espiritistas y practicantes (en un momento me pareció ver a Jose Lopez Rega, el brujo, pero me di cuenta que es producción yankee, falsa alarma). Experimentar con él y utilizar los más transparentes u oscuros hechizos y rituales para despertar las fuerzas de todo tipo, blancas, cristalinas, tenebrosas, que puedan llegar a producir el tan ansiado reencuentro con su esposa muerta. Si, nobleza obliga, debo decir que existe una pequeña vertiente diferenciadora en esta, que es la aplicación de elementos psicológicos del personaje principal, de tan mala construcción y constitución que esa lectura se deja de lado rápidamente. El evidente compromiso corporal del actor no es novedoso, pero parece más un contorsionista que un representante del arte histriónico. El director responsable utiliza los mismos mecanismos técnicos que en las películas de este, llamémoslo, “subgénero”, esto es, registro a través de una filmadora personal, y le agrega las de vigilancia de la casa. ¿Esto lo copie o acabo de escribirlo? Bueno. Todo transcurre frente a las lentes de esos dispositivos de video. Que el filme tenga un claro montaje, de cortar y pegar, nadie se dará cuenta. En esa casa suceden cosas extrañas sólo registradas al principio por las cámaras, luego por la hija del protagonista, y más tarde por los restantes integrantes del elenco. A esta altura creo que el lector estará pensando, esta critica ya la leí, eso es, esta producción ya la ví infinidad de veces, y para colmo no sólo no agrega nada sino que es burda en si misma. Está todo tan del orden del refrito que no se cuál es la original y cuál la copia, hablando de las criticas, digo.
Un interesante y por momentos brutal, falso documental de horror, un subgénero tan transitado en los últimos tiempos, que parecía imposible generar algún tipo de originalidad. Por qué más allá de los sustos, y el horror (que hay mucho en el filme) el cineasta DAVID JUNG, nos concede un estudio sobre el escepticismo humano. Y a pesar de tener como basé un tema tan trillado, aporta novedades y aire fresco a los tópicos de las posesiones fílmicas, haciendo incapie más en la degradación del protagonista que en los efectos. Sin la excelencia de clásicos como EL EXORCISTA o LA PROFECÍA, pero con pericia técnica y narrativa necesitaría para impresionar a las nuevas generaciones, la película no da respiro, crece en tensión a medida que avanza el metraje y logra inquietar al espectador más valiente.
Cada tanto la cartelera de cine se actualiza con un estreno de terror para los amantes del género en Argentina (y son muchos), la mayoría de relleno, pero Invocando al demonio, opera prima de David Jung, demuestra lo contrario. Michael King no cree en Dios o el Diablo. Cuando muere su esposa repentinamente, decide que su próxima película destinada a investigar sucesos supernaturales debería centrar el experimento en él mismo. Así, convoca a demonólogos y practicantes a experimentar con él y utilizar los más oscuros hechizos y rituales para despertar las fuerzas oscuras que puedan llegar a encontrar en él. Utilizando el recurso de cámaras en mano y cámaras de vigilancia para dar mayor realismo al documental, recurso bastante gastado, lo que acierta el film es la prioridad que se le da a la investigación de los diversos contactos espirituales que tiene Michael King; desde tarotismo hasta posesiones. Toda la información se nota muy cuidada, y mas de la mitad del film aporta su conocimiento a estos casos. Esto brinda el realismo que tanto se intenta buscar en la técnica visual de este u otros films. La segunda mitad de la película se convierte un poco previsible y los recursos más comunes del género salen a flote: cámaras que se cortan y sustos comunes.
Se explota lo paranormal y la filmación, como tantas otras películas, se desarrolla con cámara en mano. El protagonista Michael King (Shane Johnson, "Rescatando al soldado Ryan”) casado y con una hija pequeña, no cree en Dios ni en el Diablo, es un ateo que se ríe de todo lo relacionado con el esoterismo y la magia blanca o negra. Cuando muere su esposa Samantha (Cara Pifko) repentinamente, decide que su próxima película será destinada a investigar sucesos supernaturales, casi todo se centra con experimentos en su persona, todas sus ocurrencias son extrañas, hace caminar por su cuerpo bichos y también se convoca a otras situaciones. Busca practicantes en demonólogos, sacerdotes, brujos y utiliza los más oscuros hechizos y rituales para despertar las fuerzas oscuras que puedan llegar a encontrar en él. Lo que quiere demostrar es que todo esto es mentira, que nada existe y toma varios alucinógenos y le pone: el cuerpo, el alma y la mente. Michael comienza a mostrar alteraciones en su comportamiento habitual, esta poseído, se transforma en un ser peligroso no solo para él, sino también para quienes lo rodean como por ejemplo su hija Ellie King (Ella Anderson) y su hermana Beth King (Julie McNiven), entre otros. Va utilizando a lo largo de su relato una cámara. Este es un falso documental y el found-footage contiene algunas similitudes a “Actividad paranormal” y “REC (la española), entre otras. Filmada con cámara en mano, luz infrarroja, cortes rápidos, salvajismo, gore, locura, varios encuentros demoniacos, sobrenatural, efectos especiales y una oscura historia de terror atractiva para las nuevas generaciones. Con algún sobresalto, lugares poco iluminados, ruidos aturdidores y otros elementos típicos del género. Resulta para un público poco experimentado en el género, carece de guión y de actuaciones. El final es muy predecible.
Al pobre hombre se le muere la mujer y, ateo imparcial, decide dedicarse a comprobar paranormalidades. Hay algo de crítica a la religión, pero todo salta por los aires en una sucesión de sustos y resustos con poca enjundia. Algunos funcionan bastante bien, otros no, aunque en conjunto es una película más de esas de terror satánico que le deben prácticamente todo a “El Exorcista” pero con otra tecnología.
Los sobresaltos de siempre ¿Realidad o elaborado engaño? Michael King sufre por la pérdida reciente y trágica de su esposa. Arrastra un evidente trauma: la certeza de que el asesoramiento errado de una vidente determinó ese desenlace. Asume así la misión de filmar un documental que le permita poner de manifiesto que las creencias en lo sobrenatural se basan en una elaborada farsa. Sin embargo, a medida que avanza en el proyecto, su personalidad se modifica notoriamente, comienza a escuchar voces en su cabeza y la voluntad de matar se apodera de él. Entonces el interrogante cambia: ¿Locura o posesión diabólica? “Invocando al demonio” (un título algo más rudimentario que el original en inglés “The possession of Michael King”) apela al recurso, a estas alturas manido, del falso documental y en este sentido sigue “de manual” los códigos instaurados por la fundacional “El proyecto de Blair Witch” (1999), “Actividad paranormal” (2007) o la española “Rec” (2007) de Jaume Balagueró y Paco Plaza. Pero a diferencia de aquellas que se mantenían en todo momento fieles a su premisa inicial, aquí tras un prometedor arranque, la película se vuelve poco a poco más vacilante y carece de un punto de vista definido, lo que la torna por momentos algo confusa y aburrida. Los actores realizan una aceptable aunque muy convencional labor, en especial Shane Johnson como el conflictuado protagonista y Cara Pifko como su esposa, quien sólo aparece en los videos caseros que Michael repasa obsesivamente. No hay novedades “Invocando al demonio” tiene los ingredientes esperables, desde los usuales golpes bajos hasta algunos toques de gore. Pero curiosamente no llega nunca a provocar miedo, porque todo parece ya visto con anterioridad. Los recursos que propone, argumentales y formales, de tan usados ya están completamente gastados. Ése parece ser el problema de las películas de este género: la constante preocupación por convencer al público a través productos prefabricados y adaptados al gusto masivo, reduce toda chance de originalidad. No se corren riesgos, pero eso rebaja la calidad del producto. Algunas de las ideas que la película despunta en la primera media hora de metraje, cuando trata de mostrar aprovechando su formato de falso documental una especie de mundo extraño integrado por exorcistas, pseudocientíficos, satanistas, espiritistas y ocultistas, puede que sean valoradas por los incondicionales de los filmes de terror. Por lo demás, la ópera prima de David Jung no ofrece ninguna novedad, ni lo intenta siquiera. Los demonios son los mismos de siempre.