Lo analógico vence a lo digital Durante las últimas décadas hemos sido testigos de un proceso de empobrecimiento paulatino en el ámbito de la comedia mediante el cual la riqueza polirubro de antaño se fue reduciendo a la insoportable insistencia/ reincidencia de todos los palurdos de turno con los monólogos, el stand up y los latiguillos verbales en general como únicas tácticas para hacer reír e intentar reflexionar en el trajín acerca de los dilemas de nuestras sociedades. Dentro de este panorama, por demás facilista y para colmo sin ofrecer la mejor versión de la supuesta “pomposidad” verborrágica en cuestión, sin lugar a dudas la figura de Rowan Atkinson se destaca con vuelo propio porque a pesar de que nunca fue un genio inigualable del campo de las carcajadas, hay que concederle que su impronta clásica y minimalista siempre le abrió el camino a través de la coyuntura de la homogeneidad y la falta de ideas. Siempre haciendo evidente su habilidad para la comedia física, las gesticulaciones y un costumbrismo británico que roza permanentemente el absurdo, a nivel macro la carrera de Atkinson ha contado con tres vertientes principales: primero tenemos al legendario Mr. Bean, personaje semi mudo y propenso al desastre en sintonía con Buster Keaton y Jacques Tati que tuvo una serie televisiva y dos apariciones en pantalla grande, después viene Johnny English, parodia nada disimulada de 007/ James Bond y con una fuerte influencia del Inspector Jacques Clouseau de Peter Sellers, hoy por hoy centro de una franquicia de tres films, y finalmente está la rama más ambivalente del derrotero del señor a partir de sus colaboraciones con Nicolas Roeg, Jim Abrahams y Mike Newell, entre otros realizadores y obras que incluyen a El Rey León (The Lion King, 1994) y la reciente serie de ITV Maigret. Luego de Johnny English (2003) y Johnny English Recargado (Johnny English Reborn, 2011), la película que nos ocupa, Johnny English 3.0 (Johnny English Strikes Again, 2018), ofrece más de lo mismo y en esencia cae en esa medianía típica de la saga en la que sin llegar a maravillar de tantos chistes refritados de la mítica La Pistola Desnuda (The Naked Gun, 1988) y sus secuelas, aunque sea logra entretener y despertar alguna que otra risa a lo largo de un desarrollo tradicional pero entrañable en el que los recursos de las propuestas del “tonto a cargo de salvar el país y/ o el mundo” brillan en varias oportunidades gracias a la química por un lado entre Atkinson y un reaparecido Bough (Ben Miller), su compañero/ asistente de la primera parte, y por otro lado entre Atkinson y la gloriosa Olga Kurylenko, aquí interpretando al bello interés romántico femenino y la agente encubierta reglamentaria. Si bien el film arriba un poco tarde al tópico que trabaja, el conflicto entre lo analógico y lo digital vía un ciberataque que revela la identidad de los esbirros del servicio secreto inglés y obliga a una exasperada Primer Ministro (Emma Thompson) a resignarse a recurrir al tecnófobo y querido Johnny, el asunto está bien explotado por un elenco exquisito y un guión sencillo aunque dinámico y relativamente disfrutable de William Davies, la otra gran presencia continua de la franquicia más allá del protagonista. Así como el Austin Powers de Mike Myers generaba mejores productos cinematográficos y abusaba por demás de las referencias sesentosas vintage, el Johnny English de Atkinson es más sutil en cuanto a sus homenajes y hasta entrega una pequeña obra maestra hilarante a través de la escena de la realidad virtual, verdadera joya incrustada en un contexto amable y bastante rutinario…
En menos de cinco años luego del éxito del primer film de James Bond, ya había suficientes parodias e imitaciones como para agotar el subgénero. De hecho lo agotaron, aunque de tanto en tanto alguien cree inventar la pólvora y sacar un nuevo agente estilo Bond pero en clave de comedia. Si hace cincuenta años la fórmula estaba gastada, imagen lo terminada que está en el año 2018. Pero dicen que el público se renueva y también se renuevan los cómicos. El comediante inglés Rowan Atkinson es mundialmente famoso por su personaje de Mr. Bean y es difícil verlo sin pensar en sus cortometrajes de comedia. Sin embargo ha hecho muchos otros papeles y en los últimos años ha realizado un brillante Inspector Maigret es varios telefilms que por supuesto no son comedia. Pero su vínculo con Johnny English llega acá a una tercera película. La primera fue en el 2003 y la segunda en el 2011. Se trata, como adelantamos, de una parodia más de James Bond. Ninguno de los tres films es logrado más allá de los instantes brillantes que aporta el talento de Atkinson. Sin Johnny English es parodia de Bond, también hay que decir que el personaje en sí mismo tiene una muy fuerte inspiración en el Inspector Clouseau que hacía Peter Sellers en la serie de películas de La pantera rosa. Emma Thompson interpretando a la Primer ministro británica es un lujo extra que no alcanza para hacer la diferencia. Algunos chistes son graciosos y otros están tan gastados que da la sensación de que los que hicieron la película confían en que el planeta completo haya tenido amnesia y no recuerde ninguna parodia berreta de las miles que se han hecho en los últimos cincuenta años.
“Johnny English 3.0” es una película dirigida por David Kerr y escrita por Robert Wade. Está protagonizada por Rowan Atkinson, Olga Kurylenko, Emma Thompson, entre otros. La cinta trata sobre un ciberataque que revela la identidad de todos los agentes secretos activos de Reino Unido, Johnny English se convierte en la única esperanza del servicio secreto. Para encontrar al hacker, tendrá que regresar después de retirarse, pero como sus habilidades son bastante limitadas, English deberá esforzarse para superar los desafíos tecnológicos de la era moderna. David Kerr debuta como director de cine, ya que sus anteriores trabajos han sido tanto películas como series en la pantalla chica. Y aún así, creemos que no se esforzó mucho para hacer que “Johnny English” tenga algo nuevo o por lo menos que tenga más gracia. La trama de “Johnny English 3.0” es bastante simple de entender, ya que literalmente desde la primera escena plantean el conflicto y los personajes que se verán involucrados. Lamentablemente, la película está en gran parte llena de chistes y situaciones repetitivas que ya no solamente se vieron en las dos partes anteriores, sino en el mismo subgénero de este clase de parodias sobre agentes y espías. En cuanto a los personajes, observamos que algunos no tienen tanto trasfondo como los nuevos que aparecen por primera vez en este “universo”, que son poco importantes para conocerlos más a fondo. El villano Jason (Jake Lacy) es el típico antagonista cliché que quiere dominar y controlar el mundo, en este filme se maquilla con que quiere dominar el internet, pero al fin y al cabo el objetivo es el mismo. El protagonista encarnado por Rowan Atkinson y su compañero Bough (Ben Miller), presentan buena química pero no se destacan tanto a estas alturas. Las pocas escenas de acción y persecución que están presentes en el largometraje están bien logradas. En cuanto a los momentos de comedia, hay algunos que son divertidos y causan gracia, sobre todo determinadas secuencias, pero la gran mayoría son repetitivos y por instantes innecesarios. Podemos observar que el que mejor se destaca en estas situaciones, obviamente, es Rowan Atikinson. En resumen, “Johnny English 3.0” es parecida a sus antecesoras con una trama simple, personajes nuevos sin trasfondo y poco útiles y gran parte de chistes y humor repetitivo, absurdo e innecesario. A fin de cuentas, entretiene.
Perdón Clouseau Tercera desventura para el torpe agente del MI7 al servicio secreto de su majestad conocido cinematográficamente como Johnny English. Hasta el momento deudor en cantidades siderales de aquel mítico inspector Clouseau inmortalizado por el genial Peter Sellers en las sagas de La Pantera Rosa de décadas pasadas, muuuy pasadas como el humor que pretende insuflarle a esta mediocre comedia física un correcto Rowan Atkinson, a quien se prefiere muchísimo más en su creación muda Mr Bean. En este caso, el foco de la historia ubica a Johnny English en una misión que involucra la cyber tecnología en manos de un villano, portador de un algoritmo que puede poner en jaque al mundo y al planeta en segundos, una agente de la KGB para un penoso lucimiento de la bella Olga Kurylenko, sin dejar de lado la participación de la gran Emma Thompson en la piel de la Primer Ministro británica. Del mismo modo que ya ocurriera en las dos anteriores presentaciones -2003 y 2011- el guión muestra sus debilidades desde el minuto 0. Se apoya demasiado en los tics y guiños de Atkinson pero jamás cobra vuelo propio o presenta, dentro de su menú de gags físicos o retrueques verbales, alguno que valga la pena por su originalidad. El compendio de chistes viejos podría hablar de un humor gastado y analógico en la era digital por ponerle en esta nota una pizca de ironía al argumento básico del film, dirigido por David Kerr, prolijo y al servicio de su majestad Rowan Atkinson. Sin embargo, a la media hora, o antes, el bostezo avanza y la película cae en el pozo de las obviedades con un final a las apuradas que hace del equívoco su único aliado para darle sentido a todo.
Alimentándose una vez más de las películas de James Bond y tomándose el espionaje en solfa, Johnny English 3.0 brinda entretenimiento inocuo y permite el lucimiento de Rowan Atkinson-famoso por su rol de Mr. Bean- en la piel del torpe agente secreto del Servicio Británico que debe volver a la acción a pesar de estar retirado como profesor en un instituto secundario. Un ataque cibernético a gran escala lo empujará a encontrar al hacker responsable cuando las identidades de todos los agentes secretos activos en Gran Bretaña quedan al descubierto. Junto a su compañero Bough -Ben Miller- y siguiendo la pista de Ophelia -Olga Kurylenko, que casualidad la actriz de Quantum of Solace, de la saga Bond -, una agente encubierta, las situaciones inverosímiles y el absurdo no tardan en aparecer. En ese sentido, el humor se hace presente a través de los gags físicos y las morisquetas del actor, un sello indiscutible de la serie, en escenas que imponen su estilo humorístico. Hay un ataque con misiles a un grupo de ciclistas que obstaculizan el paso; una simpática secuencia en un restaurante en el que se hace pasar por mozo y un alocado baile en la disco. Humor tonto, blanco y efectivo para los seguidores de este tipo de propuestas en la que tampoco falta la acción y en la que participa Emma Thompson en la piel de la Primer Ministro, que mira atónita las tonterías del protagonista. De Londres a Francia, entre invenciones tecnológicas, submarinos y métodos arcaicos pero eficaces para sus misiones, el agente sobrevive en esta tercera entrega.
Con licencia para parodiarse Rowan Atkison surgió a la popularidad junto al personaje que encarnaba en los famosos cortos televisivos Mr. Bean. Luego llegarían los secundarios en muchas películas de la factoría de Richard Curtis, y el riesgo con ventura en 1997 de llevar a la pantalla grande a su clásico personaje hasta ese entonces solo probado en los cortos mudos. En 2003, cuando se estrenó Johnny English todo olía a un mero manotazo de ahogado y rescate de popularidad, aplicando la clásica fórmula del ciudadano común, medio/muy tarambana, que terminaba como agente de seguridad/agente secreto. Johnny English era eso, pero también era una comedia que si bien no descubría la pólvora, cumplía con entretener. Recién en 2011 Atkinson apareció con una secuela que nadie parecía pedir. Sorprendentemente Johnny English Recargado fue mejor que la original. Ahora, siete años después, llega la tercera entrega, confirmando que, al revés de lo que indica la norma, cada entrega es mejor que la anterior. Johnny English 3.0 tampoco apunta a ser el producto más original del mercado, pero en su mezcla de diferentes estilos de humor, su ritmo clásico, el talento de todo el elenco, y la capacidad para burlarse de sí misma, se posiciona muy por encima de lo esperado. Llamen al inepto El mundo se encuentra en jaque. Un ataque cibernético deja expuesta la identidad de todos los agentes del servicio secreto británico en actividad. Ante la posibilidad de nuevos ataques, la Primer Ministro (Emma Thompson) solicita que se convoque a los agentes retirados aún con vida. A esa convocatoria a la que acude un grupo digno de un club de jubilados refinados (la cantidad de chistes a la saga de 007 en esos minutos es incontable), acude también Johnny English, quien ya en la segunda película había pasado de ser el conserje de la agencia a ser un agente. Ahora Johnny está jubilado, tiene más de 60 años y se emplea como profesor en un instituto primario, enseñando técnicas de disfraz. Torpeza va, torpeza viene, no les quedará otro remedio que elegir a Johnny como el encargado de descubrir quién se encuentra detrás de estos ataques cibernéticos. Misión para la cual formará dúo con su segundo Bough (Ben Miller), al que tampoco le sobran las luces, y una doble agente rusa (Olga Kurilenko, link perfecto entre Bond y English). Paralelamente, la neurótica –y tampoco muy hábil, vamos a decirlo– Primer Ministro, decide sellar un pacto con un magnate de la informática (Jake Lacy) por una red de seguridad que parece infalible. Sí, en realidad, es este joven millonario quien está detrás de los ataques, y todo es un plan para que las naciones del mundo le entreguen el control de su seguridad informática. Nuevamente, la trama de espionaje no es sorprendente, pero no está mal llevada, resulta bastante actual, y si se le quita lo humorístico podríamos imaginarnos que perfectamente se incluiría dentro de algún capítulo del personaje creado por Ian Fleming. De nosotros me río Johnny English 3.0 mezcla mucho humor físico, especialidad de Atkinson sumada a su gestualidad elástica, con un timing de situación que casi la acerca a La pistola desnuda u otras de Zucker/Abrahams. También hay humor de diálogo afilado absurdo/inteligente propio de los ingleses. Entre toda esa mixtura, permanentemente hay un gag en pantalla, y lo primero que sorprende es que todos son efectivos. Johnny English 3.0 basa su humor aprovechando la edad de su protagonista, y se ríe del reniego a los adelantos tecnológicos, parodia el clasicismo propio bondiano y también se burla de la propia cultura inglesa. La Primer Ministro compuesta por Thompson (brillante) es cholula, algo ignorante e inoperante; los servicios de inteligencia también tienen lo suyo, plagados de una burocracia inexplicable. Y la sociedad misma mantiene un orden que solo complica el juego. A diferencia de la primera y Recargado, aquí el humor no se limita a una parodia de las sagas de espías. Lo toma como base para expandirse y así resulta muy fresca y divertida. Como dijimos, al talento conocido para el humor de Atkinson (que con los años solo parece mejorar), sumémosle a todos los secundarios que se divierten y nos divierten. Saben que están haciendo una comedia pero no por eso subestiman: entregan un humor de calidad. Emma Thompson, Ben Miller, Olga Kurilenko, y Charles Dance, todos están en un perfecto nivel, teniendo gags propios, no necesariamente siendo solo el apoyo del protagonista. El novel David Kerr cumple en otorgarle dinamismo y hacer que esta comedia se vea actual y clásica a la vez, como para convencer al público amplio. Con más vigor que nunca, Johnny English 3.0 divierte en buena ley, ofrece un producto liviano pero que respeta la inteligencia de su espectador.
El personaje de Johnny English surgió hace 15 años como un eco tardío de Mr. Bean, aquella serie de principios de los ’90 que catapultó al comediante Rowan Atkinson a la fama internacional. A la primera película, en 2003, le siguió otra en 2011 que aprovechaba la capacidad física del actor británico para una comedia en clave satírica sobre el universo de espías. Una idea casi tan vieja como James Bond -paradigma indiscutible del espionaje cinematográfico- que ahora vuelve a replicarse en Johnny English 3.0. Si la idea es vieja, al menos debe reconocérsele a esta tercera entrega el carácter autoconsciente a la hora de convertir esa vejez en una suerte de leitmotiv narrativo. Hasta su humor es propio de otros tiempos, con chistes en los que mandan la blancura, la inocencia y la ausencia de doble sentido. English es un agente de la vieja guardia, rabiosamente analógico y detractor de cualquier elemento hi-tech, obligado a volver al ruedo luego de una convocatoria de la Primera Ministro (Emma Thompson) a raíz de un hackeo al sistema informático del servicio secreto británico que sacó a la luz la identidad de todos los agentes en servicio apenas una semana antes de una reunión de importantes dirigentes políticos de los países más poderosos del mundo en Londres. La trama funciona como una excusa para poner a la criatura de Atkinson en medio de una investigación internacional en busca de los hackers. Con el Inspector Clouseau de la saga La Pantera Rosa como referencia ineludible, Johnny English 3.0 funciona en la medida que sus chistes lo hacen. Y aquí está el problema, pues la mayoría de ellos se han visto infinidad de veces y casi siempre mejor. El resultado una película amable y por (pocos) momentos divertida, aunque ya un poco gastada.
Parodia de lo que ya eran parodia -los films de James Bond- pero que ya nadie recuerda como tales. Parodia atkinsoniana, del señor Bean, o sea con torpezas fuera de un sistema lógico sólido pero que revelan una identidad cómica clara, con fieles seguidores. Humor inglés de candidez rayana en lo vetusto, en una historia de espionajes cibernéticos y persecuciones que no se arman del todo. Emma Thompson se divierte más que nadie en la sala como primera ministra, y no se la nota abrumada por la enorme cantidad de chistes que se ven venir a buena distancia. La mejor secuencia de la película, la de la realidad virtual, prueba que el humor en el cine industrial suele beneficiarse de una narrativa que lo potencie, aunque sea mínima. Y de una dirección que le dé sentido, aunque sea el de la tradición británica del nonsense.
¿Qué lugar queda para las parodias de James Bond después de Maxwell Smart y Austin Powers? Parece que algún resquicio todavía había: a quince años del inicio de la saga, y a siete de la secuela, los ingleses desempolvaron a Johnny English para esta tercera (¿y última?) aventura. Que, contra todo pronóstico, tiene su gracia. Un ciberataque expuso la identidad de todos los agentes del MI7, y entonces a la agencia de inteligencia británica no le queda otro remedio que acudir a uno de sus miembros retirados para combatir al ciberterrorista. Que no es otro que Johnny English, que no es otro que Mr. Bean haciéndole burla a 007. Es decir: Rowan Atkinson, príncipe del slapstick, vuelve a desplegar todo su arsenal de torpezas físicas, pero con otra excusa. Otro personaje, los mismos recursos. Por momentos los chistes son de una candidez y una elementalidad tal que parecen destinados a niños muy pequeños (y probablemente así sea). Otros están demasiado transitados: como si el Súper Agente 86 no les hubiera exprimido ya todo el jugo cómico posible a los chiches tecnológicos ridículos, aquí, por ejemplo, se insiste en hisopos explosivos y golosinas letales que no aportan nada. Muchas de las monerías de Atkinson son exasperantes. Pero hay que reconocer que, a fuerza de caídas y patinadas, después de un rato es capaz de quebrarnos la resistencia hasta a sus detractores más tenaces. Como en esa secuencia en la que se pasea por Londres usando un casco virtual que lo enceguece y lo lleva a atacar con un par de baguettes a un mozo o dejar fuera de combate a una anciana en silla de ruedas. Un gran aliado para este Johnny English es su compañero Bough, que en la secuela había quedado fuera pero ahora volvió con todo, explotando a fondo la figura del fiel ladero que nunca pierde la compostura y a menudo termina sacándole las papas del fuego a su jefe. Olga Kurylenko, como una espía rusa, y Emma Thompson, como la primera ministra británica, también contribuyen a jerarquizar esta comedia. Que, además, se ríe de la adulación y el embobamiento que generan los profetas de Silicon Valley, sin dejar de señalar que probablemente sean los nuevos amos del planeta.
Al descontrol secreto de su majestad En el arranque de Johnny English 3.0 (Johnny English Strikes Again, 2018), un ataque cibernético de dimensiones considerables pone en peligro la realización de un nuevo encuentro del G12 en suelo británico. Aquello que debería ser solemne y “serio” en cualquier película de espionaje y acción, en esta oportunidad es puesto en solfa por una propuesta que se ríe de sí misma –honestamente-, y no se toma en serio, reivindicando el entretenimiento como motor e impulso narrativo y la confusión como principal conflicto dramático. La vuelta de este falso James Bond en la piel de Rowan Atkinson es un aire fresco para las últimas comedias que parodian el cine de espionaje, que pretenciosamente han querido ser solemnes y fieles con sus predecesoras pero sin conseguir transmitir la esencia y arquetipos que las atraviesan, potenciando, en esta oportunidad, al hombre de las mil muecas, y que supo, ya en su precuela, construir una parodia del universo de los servicios secretos como otrora supo hacerlo Mike Myers en la saga de Austin Powers. Enmarcada en la clásica comedia que toma la confusión como eje, el desarrollo de la historia va de la mano de más y más obstáculos que se desprenden de ese primer traspié inicial que originó el relato cuando la primera ministra (Emma Thompson), más preocupada por tomar vino y decidir qué ponerse en el encuentro de naciones, se da cuenta del ciberataque y pone en acción un plan para que viejos agentes resuelvan rápidamente el misterio sobre la identidad del atacante. Cuatro son los escogidos para tomar parte en el asunto y English (Rowan Atkinson) es uno de ellos, tal vez el menos indicado, pero el único que queda en pie para llevar adelante la búsqueda del agresor virtual, por lo que el disparate y la comedia estarán a tono con una propuesta que si bien camina sobre seguro y apela al célebre humorista y su archiconocido Mr. Bean, la sólida trama la posicionan como un entretenimiento dinámico y efectivo. El gag, el slapstick y el humor físico puesto para este personaje, que además potencia muchas de las bromas presentadas a partir de una trama anacrónica en cuanto a su tema: English odia la tecnología, y en el momento de escoger su gadgets prefiere una lapicera bomba, una golosina envenenada o unas pastillas energizantes. Justamente a partir de éstas últimas se construyen los sketchs más divertidos del film: un personaje sobreexcitado y enérgico que baila sin parar ritmos en una pista plagada de amenazas, una persecución en caminos paradisíacos (si no hay persecución no hay película de espionaje) y un remate final con el desenlace de la energía. Johnny English 3.0 reivindica un universo creado para y por disposición de Atkinson, quien sabe llevar adelante la acción, deteniéndose en aspectos más físicos del relato para atrapar a la audiencia. Emma Thompson brilla como la primera ministra, como así también el resto del elenco, en el que se destaca Olga Kurylenko y Jake Lacy, los villanos de turno, que aportan belleza y glamour a esta propuesta de espionaje internacional.
Bean vuelve a Bond La pregunta que surge apenas inician los créditos finales es qué necesidad había, por qué intentar desapolillar a un personaje que nació apolillado como Johnny English, creado hace quince años para aprovechar el éxito televisivo de la saga Mr. Bean poniendo a su protagonista, el comediante Rowan Atkinson, en la piel de un agente secreto. Aquello no era nuevo cuando debutó en la pantalla grande (Johnny English, 2003) ni cuando se filmó la secuela (Johnny English recargado, 2011), ni mucho menos ahora, pues las parodias cómicas de James Bond son tan viejas como el agente bebedor de Martinis agitados, no revueltos. Debe reconocérsele a la conciencia de su condición avejentada, haciendo de esa vejez el componente fundamental de un relato que marca el enésimo enfrentamiento entre lo digital y lo analógico, entre la modernidad hi-tech del siglo XXI y la vieja escuela de lo manual. Su humor también es propio de otros tiempos, con la blancura, la inocencia y la ausencia de doble sentido como nortes éticos inquebrantables. Película, personaje y humor son rabiosamente demodés. Y todos lo saben. Esta tercera entrega tiene a English dedicado a la docencia cuando un hackeo al sistema informático del servicio secreto británico saca a la luz la identidad de todos los agentes en servicio apenas una semana antes de una reunión de importantes dirigentes políticos de los países más poderosos del mundo en Londres. La mala nueva obliga a la Primera Ministro (Emma Thompson, que está bien hasta cuando trabaja a reglamento) a emitir la orden de recurrir a agentes retirados que no estén en esa base devenida en pública. Y entonces aparece este tecnófobo y ferviente devoto de la superioridad analógica como única alternativa posible. La criatura de Atkinson terminará envuelto en una trama de enredos débil y mil veces tejida que tiene a un importante empresario de servicios informáticos como enemigo a vencer. Su objetivo es, como el de todos los malvados de estirpe jamesbondiana, la dominación del mundo. La mecánica del relato es fácilmente resumible: English haciendo macanas de todo tipo y en todo lugar, desde prender fuego un restaurant hasta dejar inconscientes con una bomba a todos los agentes retirados, pasando por una fiesta en un barco en la que hasta el último invitado lo descubre o un viaje en un ómnibus doble piso londinense donde trompea de lo lindo a un guía turístico. Hay algo profundamente aniñado en la pulsión por la monería de English, que a fuerza de inconsciencia se mete en lugares insólitos sin saber nunca del todo bien cómo disimular su presencia. Es, pues, un lavado de cara a la vieja fórmula del Inspector Clouseau de la saga La Pantera rosa que funciona en la medida que su andamiaje cómico lo hace. Esa oferta es limitada a chistes de tono light, bien ATP, sin guarrerías, ni ánimos de ofensa, ni atisbo alguno de incorrección política, con la tontería como matriz común. Algunas secuencias módicamente originales y eficaces (la del guía turístico es particularmente graciosa) destacan por sobre la medianía de una comedia que se ha filmado varias veces antes… y mejor.
En esta tercera parte de la saga de Johnny English (Rowan Atkinson, “Nunca digas nunca jamás” – 1983), está retirado de la vida agente y del espionaje, se dedica a ser maestro en una prestigiosa escuela, sus alumnos son felices, estos reciben en secreto instrucciones para convertirse en un futuro mini espías. Pero se produce un ataque cibernético todos los agentes quedan al descubierto, para salvar al país entonces Johnny regresa a la acción junto a su ayudante fiel Bough (Ben Miller), Johnny es torpe pero sale ileso, tiene suerte, siempre manteniendo el humor inglés que caracteriza a esta saga. Todo lo que sigue es una trama sencilla, una peligro mundial que se desencadena en Inglaterra, la Primera Ministro (Emma Thompson) tiene a Johnny English como único agente salvador, este vuelve de nuevo a la acción, y en esta oportunidad el villano es Jason (Jake Lacy). Aquí hay autos asombrosos, armas tecnológicas, locaciones bellísimas (Inglaterra, Sur de Francia y Escocia), una bella mujer que es Ophelia (Olga Kurylenko, casualmente fue una chica Bond, “007 Quantum of Solace”, 2008), llena de sponsor y gags algunos más logrados que otros, con este personaje que emula 007, haciendo algo de parodia James Bond, también hay algo del Inspector Clouseau. Ideal para un público que sigue esta saga y es poco pretencioso.
Johnny English 3.0 anticipa un aire de renovación que no propone el título original, Johnny English Strikes Back. Ese habla de continuidad, con un nuevo ataque del agente secreto que triunfa más allá de sus torpezas, y en ese sentido esta nueva entrega propone más de lo mismo. Ninguna de estas parodias de James Bond ha sido una joya, pero es el talento de Rowan Atkinson lo que las ha hecho andar. Quizás el humor se perciba como reciclado, pero ese maestro de la comedia física tiene las condiciones para lograr que funcionen más chistes de los que deberían.
El actor Rowan Atkinson, también conocido por su rol de Mr. Bean, vuelve a las andadas por tercera vez, luego de “Johnny English” (2003) y “Johnny English, Recargado” (2011), con su personaje en el que se mezcla una suerte de parodia a James Bond y al Inspector Clouseau. En la actualidad, el ex-espía se dedica a la docencia. Cuando Londres es víctima de un ciberataque y todos sus Agentes son descubiertos, la Primer Ministro (Emma Thompson) manda a buscar a los Agentes antiguos para descubrir quién está detrás de ésto. Johnny pide como colega a su antiguo compañero Bough (Ben Miller), un auto y algunas armas “letales”, además de renegar de la última tecnología, como los celulares. Sólo el oficio de Thompson, algunos gags y una escena de realidad virtual hacen que sea bastante simpática. Como en todo film de espías que se precie, hay una actriz impactante que es Olga Kurylenko (Ophelia), buena fotografía, bellísimos lugares para admirar y un villano a cargo de Jake Lacy. Sólo para seguidores del actor, y admiradores de éste tipo de humor físico, blanco, el de las torpezas y morisquetas. ---> https://www.youtube.com/watch?v=4Jgus1qRfUc ACTORES: Rowan Atkinson. Jake Lacy, Olga Kurylenko, Miranda Hennessy, Emma Thompson. GENERO: Comedia , Aventuras , Acción . DIRECCION: David Kerr. ORIGEN: Reino Unido, Estados Unidos. DURACION: 89 Minutos CALIFICACION: Apta para todo público con leyenda FECHA DE ESTRENO: 04 de Octubre de 2018
Un hacker revela la identidad de todos los agentes del gobierno británico, lo que provoca que el Servicio Secreto de Su Majestad se quede sin hombres. El único que sigue de incógnito y que está disponible para averiguar quién es el responsable del hackeo es, por supuesto, Johnny English, espía retirado que enseña técnicas de espionaje a chicos de escuela primaria. Luego de siete años de ausencia reaparece Rowan Atkinson, más conocido por el público como Mr. Bean. Al igual que su personaje más famoso, el agente Johnny English es un hombre que divierte más con las acciones que con las palabras, y en este retorno Atkinson tiene un vehículo para exhibir todo su talento de comediante apto para los gags visuales. Hay buenos chistes a cada minuto de esta divertidísima parodia de Bond, e inclusive secuencias enteras que provocan ataques de carcajadas: por ejemplo, el magistral descubrimiento de la realidad virtual por parte de este agente completamente analógico. Emma Thompson también aporta lo suyo al encarnar a la Primer Ministro británica. Las locaciones en la Costa Azul francesa y la excelente música típicamente "james-bondiana" son otros elementos que sirven para recomendar esta comedia a todo aquel que quiera pasar 90 minutos de risas constantes.
Johnny English 3.0 es la tercera película de este personaje, personificado por el actor cómico inglés Rowan Atkinson. En este caso vuelve a interpretar a este agente del M: 7, que debe capturar a un hacker, que empieza por revelar las identidades de todos los agentes secretos de dicha organización, y amenaza con generar caos a nivel mundial. El director de esta película esDavid Kerr, quien hace su debut en un largometraje de ficción después de una extensa carrera en la televisión. El guion, por su parte, vuelve a ser escrito por William Davies, quien tiene una extensa trayectoria como guionista de comedias, entre las que se destacan las dos precuelas de esta. Y completan el elenco Emma Thompson, como la Primer Ministra británica, Olga Kurylenkocomo la femme fatale Ofelia, Ben Miller, que vuelve a interpretar al agente Bough y Jake Lacy como el villano de turno. Si bien el planteo que da origen a la trama es el mismo que el de Skyfall, protagonizada por el famoso espía James Bond, la puesta en escena es totalmente diferente, porque el personaje de Johnny English está pensado como una parodia de este otro. Y su director toma todos los lugares comunes de esta serie de películas: ambos personajes son británicos y manejan un Aston Martin, pero los utiliza como marco para permitir el lucimiento de Rowan Atkinson, cuyo carácter flemático contrasta con las situaciones absurdas o catastróficas generadas en su mayor parte por su torpeza. Esto trae como resultado una larga serie de gags sumamente efectivos, entre los que se destacan una secuencia de baile y otra con unos anteojos de realidad virtual. Un dato que le juega a favor a esta película es que no descuida los rubros técnicos, algo muy común en estas parodias. La fotografía, a cargo del alemán Florian Hoffmiester, utiliza la profundidad de campo como recurso para la construcción de varios gags muy efectivos. Y el diseño de producción se destaca por construir lugares glamorosos donde ocurren situaciones inesperadas, como cuando el protagonista se tira desde la cubierta de un barco y cae a otra ubicada más abajo. En conclusión, Rowan Atkinson es el heredero de Peter Sellers, y Johnny English lo es de su personaje más famoso, el inspector Clouseau, protagonista de la serie de películas que se originaron con La pantera rosa, con quien comparte el tipo de humor físico. Por eso Johnny English 3.0 logra su objetivo, que es hacer pasar al espectador un rato agradable, donde las risas están garantizadas.
Rowan Atkinson es famoso especialmente por “Mr. Bean”, y Johnny English, una sátira de James Bond tuvo dos entregas anteriores pasables y esta tercera, luego de siete años de silencio, que hace que uno se pregunte el porque de la insistencia con tomar en broma a un espía famoso, con un guión pobre y pocas ironías para el género. Solo el rescate de un viejo agente retirado que no entiende de celulares y autos híbridos y que pretende hacer de lo “old fashion” un atractivo especial y funcional. En la trama un ataque cibernético de parte de un multimillonario de Silicon Valley, hambriento de poder, solo puede resolverse con los agentes jubilados, porque los demás activos son puestos en descubierto. Así aparece Johnny que con un desastre elimina la competencia y queda con su viejo ayudante como única salvación. Hay que reconocer que algunas escenas están muy logradas con humor físico y otras con recursos burdos. Posiblemente divierta a los niños y esa sea la intención de los productores. Por lo demás, en un largo argumento donde aparece Emma Thompson como primera ministra y Olga Kurylenko, un ex chica Bond, no alcanza para soslayar el tedio y para pensar que Atkinson merece un mejor soporte o quedarse para siempre con su otro personaje.
Johnny English es un kiosquito comercial que tiene el comediante Rowan Atkinson, quien cada tanto lo abre para volver a las pantallas de cine. Una de las razones por las que estas películas funcionaron bien en la taquilla es que se estrenaron con una brecha de tiempo considerable entre las entregas previas del 2003 y el 2011. De ese modo el personaje reaparece después de unos años sin generar una saturación en el público. Quienes disfrutaron en el pasado las entregas previas de esta parodia de James Bond no van a salir decepcionados, debido a que el nuevo film ofrece un espectáculo similar. La diferencia de esta continuación es que hubo una mayor producción en la puesta en escena y el tratamiento de la acción, que inclusive brinda escenas más decentes que Venom. No obstante, el atractivo principal pasa por la comedia a cargo de Atkinson quien compone este rol con una gran influencia de la comedia de situaciones físicas de Mr.Bean y la torpeza del Inspector Closeau de Peter Sellers. Una paradoja graciosa de Johnny English 3 es que en esta oportunidad incorpora en el reparto a Olga Kurylenko, quien está mejor aprovechada como chica Bond en esta historia de lo que fue su rol en Quantum of Solace. Aunque Rowan Atkinson no ofrece nada nuevo con esta parodia de 007, al menos la película presenta un pasatiempo entretenido que no necesita recaer todo el tiempo en la escatología o situaciones de mal gusto para hacer reír al público.
La tercera entrega de la película protagonizada por Rowan Atkinson sigue la línea de las anteriores, apelando al tono de comedia característico del actor. Johnny English (Rowan Atkinson) vuelve a su actividad cuando un ataque cibernético revela la identidad de todos los agentes secretos activos en Gran Bretaña. Su misión es encontrar al hacker responsable, superando los desafíos de la tecnología moderna. Dirigida por David Kerr, Johnny English 3.0 es un film que entretiene desde el comienzo. La historia está centrada en las peripecias que el personaje de Atkinson y su ayudante realizan para lograr su cometido, apoyada en una gran producción. Los admiradores del protagonista disfrutarán de momentos de comicidad bien desarrollados, basados en la negación de Johnny English a utilizar la tecnología. Una aventura que incluye desde carreteras francesas hasta un submarino. Con vestigios del mítico Mr. Bean, y con Emma Thompson como la primera ministra de Gran Bretaña, la película de Kerr es una opción ideada para divertir. Y lo consigue.
Desde “La Pantera Rosa” -la genial creación de Blake Edwards encarnada por Peter Sellers- hasta el humor más liso y llano de Leslie Nielsen en la saga de “La Pistola Desnuda”, sumando algún guiño televisivo como fue el caso de la serie “Martillo Hammer”; el mundo de los espías, inspectores e investigadores privados ha sido tamizado por la lupa del humor, cada uno con su estilo y con resultados de lo más disímiles de acuerdo a cada caso. Dentro de este universo de personajes que parodian a los verdaderos agentes del espionaje que han sido exitosos tanto en la pantalla grande como en el mundo de la literatura como es el icónico caso de James Bond, podemos encontrar a Johnny English, encarnado nada más ni nada menos que por Rowan Atkinson, el eterno Mr. Bean que se acerca más en algunos momentos a una mezcla de los vernáculos Tiburón – Delfín y Mojarrita, que de la inolvidable creación de Ian Fleming. Dueño de una gestualidad y una dinámica de humor físico realmente atractivas que sabe explotar al máximo, el mayor incentivo de encontrarnos con una tercera parte de esta “saga” es, claramente y sin lugar a dudas, volver a verlo a Atkinson/English en acción. Y disfrutar de su humor con toques verdaderamente naïfs y cargados de ingenuidad para disfrutar en familia. Por lo tanto, quienes no se sientan a gusto con su tipo de humor por momentos infantil y superficial –y que en ciertas situaciones recuerda a otro notable del humor inglés, Benny Hill- o que sus morisquetas no les causen ni la más mínima gracia “JOHNNY ENGLISH 3.0” difícilmente pueda llamarles la atención. Todo el entretenimiento está estructurado en una historia liviana y convencional, apoyada casi exclusivamente en la figura del antihéroe que no para de meter la pata, sacar conclusiones apresuradas y encontrarse inmerso en una catarata de equivocaciones durante todo el tiempo. Sabemos además que serán seguramente alguna de las situaciones azarosas a la que este tipo de humor nos tiene acostumbrados, las que lo ayudarán a resolver favorablemente los casos asignados haciendo honor a la célebre frase del Chapulín Colorado de Gómez Bolaños de “no contaban con mi astucia”, cuando no tenía ni idea de dónde estaba parado. Rowan Atkinson es una marca registrada. Lo hace genial, es divertido y a pesar de que el guion es precario y sin demasiadas novedades, le brinda en diversas escenas, la posibilidad de lucimiento. Muchos dirán que Atkinson está encasillado y una vez más no sale de su zona de confort, pero por el contrario ha demostrado con sus nuevos trabajos para la televisión poniéndose en la piel de Maigret que puede componer otro tipo de personajes. Pero vuelve a English y se nota su disfrute: y es justamente en lo más básico y previsible, en lo más obvio y lo más pueril, donde uno estalla en carcajadas y se vuelve a sentir niño por un rato. La excusa que plantea la historia es obviamente mínima: en esta ocasión alguien ha hackeado los archivos secretos y la seguridad del Reino Unido por lo que la identidad de todos los agentes secretos ha quedado al descubierto. La Primer Ministro solamente tendrá la alternativa de llamar a viejos agentes que no han sido descubiertos –agentes ya retirados hace muchísimo tiempo de sus funciones- para que se ocupen de esta situación que hace peligrar a todo el país y tratar de ubicar al responsable para que el sistema entero no siga colapsando. Es así como Johnny English desde su mundo analógico y su completa incompetencia para manejar el mundo virtual, irá develando el misterio de pura carambola –como es habitual en su personaje y su marca registrada- y descubrir al villano digital que se esconde tras una apariencia científica y que está poniendo en vilo a la seguridad de toda Inglaterra. Detrás de las cámaras, en esta tercera entrega de la saga está David Kerr, un director de amplia trayectoria dentro del mundo de la televisión lo que hace que le haya impreso al producto, un estilo fresco y poco profundo, liviano y algo impersonal, pero que es típico y colabora funcionalmente para que este tipo de entretenimientos cumpla con su objetivo. Y para que la receta funcione, Kerr rodea a Rowan Atkinson de un elenco que lo completa eficazmente. Ben Miller vuelve a brillar como su fiel asistente Bough y la “chica Bond” en este caso es Olga Kurylenko que aporta sensualidad y la dosis femenina como contrafigura de English en la piel de una divertida espía rusa y poniendo mucho humor al parodiarse a sí misma en su trabajo en “Quantum of Solace” junto al Bond de Daniel Craig. Pero como cereza de la torta, en el rol de la Primer Ministro Británica vemos a Emma Thompson demostrando una vez más sus dotes de comediante, disparando los textos más delirantes del film, construyendo una especie de caricatura desbordada de una política de raza tapada por los problemas que se suceden sin solución de continuidad. Divierte, entretiene, y… que más se le puede pedir?
AL SERVICIO INDISCRETO DE LA PARODIA Ya casi se puede perder la cuenta de la cantidad de parodias que existen sobre el más célebre de los agentes secretos y aún vigente, James Bond. Las hubo desde el principio con aquella Casino Royale que supo tener a David Niven como un 007 retirado y a un Peter Sellers tan histriónico como siempre completando una versión muy libre y desquiciada sobre el libro de Fleming. Luego vino el que quizás sería el más emblemático y el que tampoco pierde un ápice de gracia cada vez que uno ve un episodio y hablo de Maxwell Smart y su Súper Agente 86, clásico televisivo de Mel Brooks que no tuvo igual. Mención especial para Austin Powers y su personalísima versión de un agente secreto con todo el glamour y pop de las décadas pasadas y quizás algo del Frank Drebin de La pistola desnuda, que si bien era policía y no agente secreto supo hacer grandes escenas que parecían calcos de situaciones bondianas llevadas al extremo. Pero hoy hablamos de nada menos que una tercera entrega de Johnny English, un personaje que no disimula en absoluto el paralelismo con el agente creado por Fleming, y que incluso pertenece a la misma agencia gubernamental. Lo que quizás sea injusto es hablar de English cuando en realidad hablamos de un Mr. Bean más refinado, que recrea su estilo de humor, ese tan característico que un actor más que versátil como Rowan Atkinson sabe componer. Porque más allá de la popularidad que le diera ese personaje cuasi mudo y que además llegó al cine en más de una oportunidad, Atkinson tiene una carrera repleta de personajes con poco o ningún contacto con la comedia, además. Y entonces, una vez ubicados en lo que intenta hacerse con esta tercera historia de un agente torpe y suertudo como es English (puntos de contacto que también tiene con un tal Inspector Clouseau), podemos meternos en la misma y hacer un intento de comparación con sus predecesoras y sacar algo en limpio. Johnny English 3 comienza cuando una amenaza cibernética revela la identidad de todos los agentes secretos del servicio británico y eso los deja con la guardia baja y con máxima vulnerabilidad. La única esperanza queda en un puñado de hombres ya retirados entre los que está nuestro agente, pero enseguida se convertirá, por pura y genuina torpeza, en la única opción posible para llevar a cabo la misión. Claro que no está solo sino que se acompañará de su amigo y socio de anteriores aventuras, el bueno de Bough, que volviendo a la analogía con el detective de La Pantera Rosa, hará a las veces de su “Kato”. Completan el equipo Olga Kurylenko como la chica dual-doble agente que no puede faltar, Emma Thompson como una Primer Ministro muy particular y el villano, un gurú informático que podría haber sido encarnado por cualquiera. Si se preguntan si tres veces son suficientes para una saga paródica como esta, con un agente retirado y devenido en profesor de secundaria y vuelto a la acción con excusas cada vez más inverosímiles, la respuesta es un rotundo sí, aunque no porque esta sea la peor de la saga ni mucho menos. Los gags tienen timing, los chistes basados en juegos de palabras son efectivos y el humor físico está muy bien jugado. El argumento es casi lo de menos, pero creería que ya está y no se puede seguir estirando la cuerda, sobre todo cuando se llegó a una trilogía con una base de público que la sustenta. En definitiva, Johnny English 3 vale tanto la pena como las expectativas que despierta, porque cumple lo que promete y no va más allá; ni siquiera lo intenta.
Rowan Atkinson, el mítico Mr. Bean, retoma otro de sus personajes famosos en Johnny English 3.0 que también llega a los cines este jueves. Esta franquicia intenta parodiar a James Bond (aunque por la manera de moverse del protagonista también hay cierta inspiración en el francés Closeau) En esta tercera entrega English debe capturar al responsable de un ciberataque que ha desvelado la identidad de todos los espías del país. La duración, 88 minutos de metraje, hacen de esta comedia un pasatiempo que se disfruta de manera ligera. Hay obviamente mucho humor físico (especialidad de Atkinson), una atmósfera british cautivante, cameos de veteranas estrellas del cine inglés y un contrapunto hilarante entre las nuevas tecnologías y los artilugios analógicos del agente secreto. Obviamente el filme es recomendable para aquellos que disfrutan con el histrionismo y plasticidad facial del comediante.
El entretenimiento está garantizado en Johnny English 3.0, risas para chicos y grandes y una gran sátira de las películas de James Bond, Misión Imposible y demás, salvo por las grandes coreografías de acción, grandes actuaciones y algún tipo de sentido, ahí la trilogía se quedó en el debe y si los productores tienen sentido común, deberán retirar de una vez por todas al agente English. Si hay un lugar en el mundo en donde el humor es bastante singular y particular, ese es el Reino Unido. Muchas de sus más conocidas comedias han sabido tener lugar en nuestras pantallas, así fue que se conocieron las “aventuras” de Benny Hill, la comedia británica por excelencia. Luego del furor que esta produjo, la puerta quedó abierta para que otras producciones similares vinieran para estas latitudes y ahí es cuando debutó en el país Mr. Bean (1990-1995), una sitcom inglesa que mostraba la vida solitaria y desafortunada de Mr. Bean interpretado por Rowan Atkinson, un actor que es reconocido en todo el mundo por su gracioso papel. Cuando la serie fue cancelada, la gente pedía a gritos una continuación y sus fans lograron su cometido y consiguieron que su querido personaje volviera en dos películas. Una en 1997, en la que Bean viaja a los Estados Unidos y otra en 2007, en la que junto con su osito, recorrieron varias ciudades europeas. La primera fue un excito comercial y sirvió todavía más para poder exportar el producto, pero la segunda no gozó de la misma suerte ni siquiera en las islas británicas. En el medio de estas dos producciones, apareció un personaje interpretado por el mismo Atkinson que sorprendió a la mayoría porque se lo podía ver en un rol un poco, un poco, más maduro y serio que el anterior cuando en 2003 se estrenó Johnny English. Una parodia a las películas de James Bond, en la que Atkinson es el protagonista y combinaba sus dotes humorísticos con una sátira muy bien lograda de las películas de espías. A la peli le fue muy bien, porque era la perfecta convergencia entre los dos géneros que mas excito tienen en las islas europeas, el clásico humor británico y los espías. La película logró tener su secuela por el 2011, pero no logró causar el mismo impacto que la anterior, quizás por el largo lapso de tiempo que se tomó para la continuación de la saga o simplemente porque la historia no daba para transformarse en franquicia, el uso reiterativo de los mismos chistes y un guión que no sorprendía en lo más mínimo, derribó por completo las expectativas del protagonista y una tercera parte se puso en suspenso indefinido. Ahora, gozando de la moda de los reboots, remakes, revivals y demás la tercera parte de Johnny English llega a la gran pantalla, bajo el nombre de Johnny English 3.0 (Johnny English Strikes Back). En esta entrega final, English (Rowan Atkinson) se encuentra retirado del MI7, el servicio de inteligencia británico, y dedica sus días a ser un simple profesor de escuela. Mientras tanto, un hacker ataca a la ciudad de Londres y el MI7 a cargo de La Primer Ministro (Emma Thompson), se vio afectado por el mismo ladrón cibernético y sacó a la luz los diferentes agentes de dicha organización gubernamental. Bajo la amenaza constante de este hacker, el MI7 no tendrá más alternativas que acudir a English, para salvar al mundo una última vez. Claro está que en este tipo de películas no vale la pena buscar la profundidad en personajes, metáforas o mucho menos guiones inteligentes, sin embargo, lo que logra sin lugar a dudas es la del puro entretenimiento familiar. Las chistes abundan, el humor físico es predominante y la ironía con la que se pueden trazar paralelismos a las diferentes películas de espías es algo que no se puede obviar. Lamentablemente para Johnny English, el humor ha ido cambiando y las risas que despertaba Atkinson en las primeras dos entregas, ahora no se dan tanto. Inevitablemente el actor es alguien que puede hacer reír, pero pocas veces por lo que dice o hace, sino por su expresión facial tan particular. El guion, es de lo más básico y predecible, desde un primer momento se sabe quien es el villano, cuál es su “plan maestro” y como se terminarán resolviendo las cosas, de pura casualidad. Por momentos incluso, la película no deja de ser una interminable muestra de artilugios súper tecnológicos y cada vez que la historia avanza, el recurso de sacar a la luz un nuevo aparato para facilitar la misión, queda repetitivo. Hay un solo momento en el que la risa es incontenible y tiene a Atkinson como protagonista, ¿quién sino? Ahí realmente el actor deja ver todo su potencial y simplifica la tarea del humorista. Hay momentos graciosos a cuentagotas, pero ese segmento en particular es realmente hilarante. El resto de los actores realmente no se los puede evaluar porque verdaderamente no hacen nada, la historia es tan chata que sacando un par de personajes, el relato no se vería afectado en lo más mínimo. Completando el elenco se encuentran Olga Kurylenko, Jake Lacy, Charles Dance y Ben Miller, entre otros y el único que verdaderamente logra ser un poquito más que los demás es Miller, quizás solo porque funciona como sidekick de English y se lo ve más en pantalla que al resto, pero es verdad que cuando le toca participar, cumple de gran manera.
Intentando parodiar a los films de espionaje, sobretodo los de James Bond, “Johnny English” se inició en el 2003 y constituyó un nuevo personaje para el británico Rowan Atkinson, conocido mundialmente por la serie televisiva “Mr. Bean” (1990-1995), que luego hasta tuvo dos largometrajes. El buen éxito de “Johnny English” derivó en una tardía secuela estrenada en 2011 que cerró temporalmente las aventuras del torpe espía inglés. Pero como se sabe, en la industria cinematográfica ningún adiós es para siempre, y es por ello que regresa este año la franquicia con “Johnny English 3.0”. David Kerr, es el director en esta oportunidad, y el único que se repite (además de Atkinson), es el guionista Robert Wade, que había escrito las dos anteriores películas de la saga, y hasta fue el responsable de cuatro entregas dentro de la longeva franquicia de James Bond. -Esta tercera parte inicia con un ciberataque que revela la identidad de todos los agentes secretos del Reino Unido. Ante esta situación, English se transforma en la única esperanza que tiene el país para rastrear al hacker responsable de la filtración. No hay chances de que la película decepcione porque es lo que es, y jamás miente intentando hacerse pasar por otra cosa. Esta claro que “Johnny English 3.0” no es una comedia con un humor sofisticado, elaborado, ni mucho menos inteligente, todo lo contrario, busca mantenerse por el mismo sendero de la saga e intenta aprovechar al máximo la figura del eléctrico Rowan Atkinson. La cinta aporta más bien poco, los gags son los mismos de siempre, y hay apenas algún chiste sobre el paso del tiempo y las nuevas tecnologías que puede llegar a funcionar, pero en general, David Kerr dirige un paquete añejo y desfasado de época. Son pocos los momentos salientes de la cinta, pero probablemente el de la realidad virtual sea uno de los pasajes más lúcidos y simpáticos que tiene esta producción con mucho aroma a mercado doméstico. Rowan Atkinson es English, pero también Mr. Bean. Wade incluso le planta algunas escenas que carecen de absoluto diálogo, confiando en su humor silencioso y físico que divertirá a los más pequeños. Las sorpresas para el público adulto estarán en encontrar las parodias a “El hombre que sabía demasiado”, “Diabolik”, las películas de Bond, etc. Por lo demás, hay poco que ver acá. Quienes gusten de este tipo de comedias disfrutaran el último capítulo de la saga. Hay Atkinson en estado máximo, y un banquete de chistes torpes que esperan ser consumidos. Fabio Albornoz Ociopatas
Critica emitida por radio