A merced del estatuto médico. El regreso de Gore Verbinski al terror luego de la recordada La Llamada (The Ring, 2002), sin duda el mejor y más interesante exponente de la multitud de remakes y exploitations hollywoodenses de la década pasada en torno al J-Horror, es una de las películas más alucinantes y extrañas que haya entregado el mainstream de los últimos años. Si tenemos presente que hoy la mayoría de los tanques con los que nos bombardean los grandes estudios suele recurrir al mismo puñado de estereotipos, un opus de la envergadura de La Cura Siniestra (A Cure for Wellness, 2016) es una anomalía absoluta: hablamos de una epopeya gótica con un presupuesto más que generoso, sin estrellas hiperconocidas y para colmo de 146 minutos de duración. El sustrato freak del convite va todavía más allá porque consigue unificar un preciosismo visual planeado al dedillo con un registro narrativo en verdad prodigioso, que atrapa al espectador desde el comienzo y no lo suelta hasta el final. De hecho, la destreza en el campo de las imágenes del realizador encuentra su basamento perfecto en el intrincado y asfixiante guión de Justin Haythe, circunstancia que constituye un doble argumento a favor de aquello de que no debemos prejuzgar tan fácilmente a los responsables de una obra de arte, en especial cuando los susodichos poseen un bagaje profesional tan heterogéneo -léase desparejo e imprevisible- como el de Verbinski y Haythe (ambos cuentan con tantos trabajos admirables en su haber como deficitarios). Para tener una idea aproximada del film en cuestión conviene enmarcarlo en las que parecen ser sus referencias centrales: aquí disfrutamos de una premisa cercana al típico “descubrimiento de lo macabro” de la octología de Roger Corman sobre Edgar Allan Poe, distintos detalles surrealistas en sintonía con el Ken Russell menos desaforado y hasta una estructura general que nos retrotrae a la inteligencia y la sinceridad retórica del maravilloso Stanley Kubrick. La historia gira alrededor de Lockhart (Dane DeHaan), uno de los principales agentes de un conglomerado bursátil neoyorquino dirigido por unos tránsfugas que necesitan de un “chivo expiatorio” para lavar culpas por algunos chanchullos. El elegido es un tal Pembroke (Harry Groener), otro ejecutivo financiero -pero de un grado más alto- que recientemente se transformó en un insólito adalid de la antibanalidad posmoderna, un ideario que el hombre deja entrever en una carta enviada desde un “centro de bienestar” símil spa enclavado en los Alpes suizos. El protagonista recibirá el encargo de hallarlo y traerlo de vuelta a la Gran Manzana para que cumpla con su papel prefijado, no obstante la tarea se convertirá en una pesadilla debido a que el director del lugar, el Dr. Volmer (Jason Isaacs), parece dispuesto a no dejar ir tanto a Pembroke como al propio Lockhart, situación que se complica aún más por la atracción del joven hacia una chica misteriosa que vaga por allí, Hannah (Mia Goth). Sinceramente llama la atención la eficacia a la hora de encadenar los sucesivos intentos de escape del protagonista a partir de su arribo al sanatorio (castillo gigante y pueblito con aldeanos tenebrosos incluidos), su primer contacto con Pembroke (el fetiche de la institución médica son los tratamientos vinculados al agua local) y el punto de “no retorno” en cuanto a los acontecimientos posteriores (un accidente automovilístico lo deja con una pierna enyesada y a merced de un personal que lo acusa de demente). Haythe combina elementos de La Isla del Doctor Moreau de H.G. Wells y Drácula de Bram Stoker y evita esa patética ironía autoreferencial contemporánea en materia de diálogos y situaciones ya que prefiere -en cambio- jugarse por un tono serio de angustia contenida, claustrofobia y secretos sucios, logrando que las exploraciones de Lockhart permanezcan en el campo de un extrañamiento más pragmático y oportunista que “incrédulo” en un sentido tradicional. Mientras que en el plano explícito del opus encontramos una crítica astuta a la ambición ciega y bobalicona de la burguesía de nuestros días, ese complemento del egoísmo que pugna por subir un escalón más en la pirámide del dinero, la influencia y el estatus laboral, en lo que respecta a la dimensión implícita se puede identificar un intento muy exitoso por recuperar diversos motivos del terror clásico como por ejemplo el héroe propenso a ser deglutido por un contexto que subestima o no llega a comprender, la figura del científico/ médico impiadoso y con un estado mental un tanto trastocado, una damisela que parece “en peligro” aunque su rol es más vasto y un enigma de fondo que se vale del expresionismo a la El Gabinete del Dr. Caligari (Das Cabinet des Dr. Caligari, 1920) para cuestionar el estatuto moral de la medicina, la industria farmacéutica y un empirismo sin conciencia que suele esconder su naturaleza putrefacta bajo la máscara de la ciencia y el bienestar social…
La Cura Siniestra: La Dosis Equivocada. Gore Verbinski deja las superproducciones por un rato, para dedicarse a esos relatos más pequeños e intimistas que mejor le sientan. Al salir del cine luego de ver La Cura Siniestra, me comencé a preguntar: ¿Qué acabo de ver? No necesariamente porque la película sea demasiado compleja ni mucho menos sino porque el film presenta ciertas ambigüedades y cuestiones contradictorias que me desconcertaron a la hora de forjar una opinión sobre esta historia. Empecemos por decir que A Cure For Wellness (título original de la obra) es un film regular. Un relato que arranca de forma prometedora y que luego va perdiendo fuerza y tornándose un poco predecible, extenso e inverosímil. Sin embargo, puedo decir que en cierto punto lo disfruté. Gore Verbinski (La Llamada), quizás el único director que le encontró la vuelta a hacer una remake de una película de terror japonesa, vuelve al género que mejor le cae y nos trae este peculiar film que mezcla el terror con el thriller psicológico. No nos olvidemos que el director estuvo muy ocupado con la trilogía original de “Piratas del Caribe” y la fallida adaptación de “El Llanero Solitario”. La película nos relata como un joven y ambicioso ejecutivo de empresa (Dane DeHaan) es enviado para traer de vuelta al CEO de su compañía, que se encuentra en un idílico pero misterioso “centro de bienestar”, situado en un lugar remoto de los Alpes suizos. El joven pronto sospecha que los tratamientos milagrosos del centro no son lo que parecen. Cuando empieza a desentrañar sus terribles secretos, su cordura será puesta a prueba, pues de repente se encontrará diagnosticado con la misma y curiosa enfermedad que mantiene allí a todos los huéspedes, deseosos de encontrar una cura. La película nos recuerda un poco a La Isla Siniestra de Martin Scorsese donde se generaba cierta intriga alrededor del estado mental del personaje principal, pero el film de Verbinski se vuelca más al costado del terror y el extrañamiento generado por el entorno que rodea al protagonista. Nos encontramos con una película bastante peculiar para los parámetros de la industria hollywoodense. Un film de terror con un elenco discreto en cuanto a popularidad, un gran presupuesto y con una extensa duración de 146 minutos. Las dos primeras características le juegan a favor pero la duración le termina jugando en contra. La cura siniestra es una cinta que debería durar media hora o cuarenta minutos menos. Un film atrapante en su comienzo que se torna repetitivo y previsible por recursos utilizados por la propia narración o falencias en el guión que nos dan la posibilidad de prever o anticipar lo que sucederá a continuación. No obstante, obviando el detalle de que le sobran varios minutos, el relato es llevadero y se deja ver. Lo interesante del film pasa por los climas que logra generar el director al igual que su manejo de la cámara y los puntos de vista. La fotografía de Bojan Bazelli, quien ya trabajo con Verbinski en La Llamada, logra generar una gama de colores fríos que enaltecen el misterio y el aire gótico del relato. La dirección de arte y el vestuario también son puntos fuertes del film que logran imprimirle una estética bien marcada a los escenarios. Dane DeHaan hace un buen trabajo como el joven ejecutivo que deberá develar el misterio que gira alrededor del centro médico, y también lo acompañan muy bien Jason Isaacs (Lucius Malfoy en Harry Potter) como el adversario a derrotar y Mia Goth (Everest) como una extraña joven que lo ayudará a desentrañar el caso. Con algunas secuencias que nos recuerdan al cine de Roger Corman y a la literatura de Edgar Allan Poe, La Cura Siniestra tiene toques surrealistas que pueden descolocar al espectador, ya que el pacto ficcional y tácito que se establece en un principio va cambiando de dirección hacia la conclusión del film. En síntesis, “La Cura Siniestra” es una película que propone una trama interesante, misteriosa y oscura, con algunos planteos atractivos que se van diluyendo con el correr del tiempo. El film logra ser entretenido y disfrutable por momentos gracias al enorme esfuerzo de Gore Verbisnki, pero la larga duración deja ver con mayor detalle las lagunas del guión provocando cierta capacidad anticipatoria en el espectador tornando al relato en predecible.
El director de La llamada y Rango construye un virtuoso y vistoso thriller que va perdiendo fuerza a medida que avanza su trama. La cura siniestra obliga a volver a plantearse hasta qué punto un mal desenlace influye sobre la apreciación total de un film. Porque el último trabajo del ecléctico Gore Verbinski (La llamada, varias entregas de Piratas del Caribe, Rango) es un thriller psicológico de manual pero inquietante, llamativamente reposado para los cánones narrativos habituales, tan típico como disfrutable durante su desarrollo, pero que no sabe muy bien cómo ni cuándo cerrar su relato. La acción comienza en un universo deliberadamente contemporáneo: el CEO de una financiera en crisis huyó sorpresivamente a un “centro de bienestar” en los Alpes suizos, obligando a los cúpula directiva a enviar a un joven ejecutivo a buscarlo. Lo que encuentra allí es un spa en apariencia perfecto, un ámbito natural de recreación física y mental donde sus huéspedes, en su mayoría ancianos ya retirados de sus responsabilidades, la pasan bárbaro. Una situación en principio fortuita obligará al joven protagonista (Dane DeHaan) a quedarse allí más de la cuenta, descubriendo que en realidad hay un oscuro secreto escondido detrás de la supuesta benevolencia de todos los empleados, empezando por el jefe (Jason Isaacs), y que esa adolescente que circula por los pasillos (Mia Goth) es una paciente fuera de lo común. La cura siniestra se toma el tiempo necesario para desarrollar y presentar a sus personajes y situaciones. Eso explica por qué es una de las películas de terror más largas de los últimos años, con una duración que alcanza casi las dos horas y media. En el interín, Verbinski se muestra como un director con el pulso lo suficientemente firme para enrarecer la atmósfera hasta volverla un potencial síntoma de locura del protagonista, convirtiendo al film un híbrido entre La isla siniestra y una de las películas anteriores más eficaces del director, La llamada. El problema es que Verbinski se enfrasca en los enredos del joven ejecutivo bastante más allá de lo aconsejable. Sobre la última hora, el guión empieza a agujerearse para terminar respondiendo cada una de sus amenazas de clausura con una nueva vuelta de tuerca que, en realidad, sitúa al relato en el mismo lugar que antes. Lo peor es que, cuando efectivamente concreta el cierre, lo hace de una de las peores formas posibles. Prolijísimo, virtuoso e impecable en sus rubros técnicos, el film va definitivamente de más a menos, como si quedará sin fuerza para sostener la tensión que había construido con paciencia y esmero. El resultado es un cocoliche que pintaba para Scorsese y queda en la medianía habitual de ese cine de terror que se adocena en la cartelera.
Atrapado en el spa Inspirado en clásicos del género, el regreso de Gore Verbinski al cine (La llamada, Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra) con La cura siniestra (A cure for wellness, 2017), es un claustrofóbico viaje hacia el centro de la locura en la que nada ni nadie será lo que realmente dice ser, y esa dualidad es la que, justamente, potencia su propuesta. El lugar de retiro y saneamiento, dirigido porel oscuro Dr. Volmer (Jason Isaacs), con leyes propias de un campo de concentración y pacientes que obedecen a cada una de las indicaciones que les imparten con una gigantesca y artificial sonrisa, será el principal obstáculo de Lockhart (Dane DeHaan) para cumplir su misión: encontrar rápidamente al empleado de la empresa en que trabaja y volver a su país. Pero también comprenderá qué es lo que realmente el doctor realiza allí con sus internos para “curarlos” de la avaricia, la codicia y otros ítems relacionados al dinero. Mientras analiza los hechos conoce a una joven (Mia Goth, actualmente rodando, no por casualidad, la remake de Suspiria), quien también desea a toda costa salir del encierro en el que la obligaron a vivir desde pequeña. Con muchas similitudes a La isla siniestra (Shutter Island, 2010) y Cuerpos perfectos (The Road to Wellville, 1994), la historia del extraño que ingresa en una institución hospitalaria con raros procedimientos y que termina siendo atrapado, es tan vieja como el cine mismo, y tan trabajada en una infinidad de narraciones que la puesta al día debería actualizar el relato de alguna manera. Y Gore Verbinski enmarca su película en una estructura escenográfica contundente, necesario para las nuevas generaciones. La directora de producción Eve Stewart diseñó una construcción ostentosa, imponente, con líneas geométricas que configuran el camino por el cual Lockhart trata de escapar, pero también las mismas que trazan los laberintos mortales de los cuales le será imposible salir. Si por ejemplo, ingresa al sauna, en medio del vapor, las paredes se transforman, eliminando salidas y configurando una cárcel de concreto en la que perderá el sentido y la orientación. Y pese a este recurso “edilicio” a medida que La cura siniestra avanza. el relato va perdiendo su dirección, iniciándose como una crítica al consumo, el poder, el dinero, y las grandes corporaciones, con una narración sobre el mal para terminar convirtiéndose en una aventura plagada de pesadillas en donde la única escapatoria es la muerte. Gore Verbinski es ambicioso, y en su afán por construir un relato épico sobre la búsqueda del sentido de la vida, termina por conformar un homenaje a clásicos del género (Vincent Price, Alfred Hitchcock, Kafka, entre otros) filmando con preciosismo (travellings, paneos, imágenes oníricas y panorámicas de una gran belleza) una película que naufraga en su sentido original de ser, pero que así y todo mantiene, con recursos del gore y el trash (muchos no querrán volver al dentista) el misterio necesario para que hacia el final algunas revelaciones deus ex machina terminen por completar la propuesta, aun siendo éstas absurdas y disparatadas.
Gore Verbinsky que se hizo famoso por las tres que dirigió de “Piratas del Caribe” se mete con el género del terror como un espectáculo con idas y vueltas continuas y muchos delirios. Con un protagonista antipático, con aire de Leonardo Di Caprio, Dane Detthan, con un personaje que parece una mezcla de “El lobo de Wall Street” y “La isla siniestra”. Este ejecutivo llega a un centro de bienestar para rescatar al director general de la empresa donde trabaja, que se niega a volver. El gran protagonista es el castillo en cuestión, con una leyenda trágica, donde llega gente poderosa para “curarse” de los males de la vida moderna y luego nunca más se quieren ir del lugar. Hay que reconocer que en la primera hora de la película esta muy bien logrado el clima ominoso, de fantasías y verdades, de logrado terror. El problema es la extensión, las idas y vueltas que atentan contra la tensión progresiva que exige el genero y después algunos delirios realmente sorprendentes y ridículos. Con un poco de concisión hubiera ganado mucho. Pero su derivación casi operística, entre el clima tipo “fantasma de la opera”, “Franlestein” y otros, se diluye el terror y se entra en un terreno fangoso. Igual hay que concederle que entretiene.
Lockhart es un financista de una prestigiosa empresa. Luego de cerrar un difícil contrato, su ansiado ascenso parece ser todo un hecho. Sólo falta que en la próxima negociación de la compañía, esté Pembroke, uno de los jefes, para evitar conflictos legales. El problema es que Pembroke se encuentra en un spa al borde de los Alpes Suizos. Lo que parecía ser un sencillo viaje para traer a su jefe por unos días, termina convirtiéndose en una pesadilla cuando Lockhart se va adentrando en las entrañas del spa. Casi desapercibida nos llega la nueva cinta dirigida por Gore Verbinski, responsable de algunos films más que interesantes como Rango o Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra, y algunos esperpentos como las continuaciones de esta última película o El Llanero Solitario. Así que La Cura Siniestra nos llegaba produciendo un grado de incertidumbre bastante grande. Y por desgracia tenemos que decir que La Cura Siniestra (A Cure for Wellness en su idioma original) entra en el segundo grupo de films antes citados, y para peor, lo hace de forma holgada; siendo este, quizás, el proyecto más inverosímil del realizador norteamericano. Pero debemos aclarar que esto no es su culpa, ya que el apartado de dirección es quizás lo único bueno y más destacable de La Cura Siniestra. Gore Verbinski realiza un trabajo notable al saber filmar creando suspenso desde las imágenes, o en muchas ocasiones, haciendo que el espectador deba estar pendiente de los reflejos y elementos detrás de cuadro. Si La Cura Siniestra es muy floja es por el guion escrito por Justin Haythe (quien junto al propio Verbinski escribieron la historia), ya que todo el relato no tiene ni pies ni cabeza. Y no lo decimos sólo porque gran parte de la trama y los “giros” de guion se revelan por diálogos en extremo explicativos, sino que los ya citados giros no sólo son constantes, además empeoran cada vez más lo que se venía contando volviéndolo más obvio, o en muchas casos, absurdo. Pero el guion no solo peca de confuso y con innecesarios giros y re giros, también en el tramo final se hace bastante largo, logrando que el espectador empiece a mirar el reloj, algo imperdonable. Además, es casi una constante de la película hacernos recordar a La Isla Siniestra, ese interesante film de suspenso de Martin Scorsese, y esto no sólo es por el guion, sino por el parecido fijo que se le suele adjudicar a Dane DeHaan con Leonardo DiCaprio. Tenemos que hablar brevemente de Dane DeHaan, en especial para eximirlo de cualquier culpa en esta fallida película. El pobre actor hace lo que puede con lo que tiene, y pese a todo, da muestra que es un intérprete que da para bastante más. La Cura Siniestra es una muy floja película, que sólo se sostiene por la dirección de Gore Verbinski. Pero esto no es suficiente para sacar a flote un film, que precisamente, hace agua por casi todos lados.
La Cura Siniestra, nos traslada a un spa en el medio de los Alpes Suizos y nos hace vivir una historia perversa. Gore Verbinski dirige magistralmente esta obra de arte cinematográfica. Desde la fotografía y los planos pensados uno a uno, cada fotograma parece un cuadro gótico. La película es ideal para que vean los estudiantes de cine, tiene todo lo que aprendemos cuando estudiamos la carrera: montaje paralelo, planos detalles, y más. La película lleva a Lockhart (Dane DeHaan), un joven que trabaja en una empresa, a contactar a uno de sus superiores: Pembroke (Harry Groener), un hombre que se internó en el spa hace un tiempo, y mandó una carta diciendo que no iba a volver. La empresa para la que trabaja Lockhart, requiere de su presencia y es por eso que manda al joven para traerlo de vuelta. Desde el vamos, Lockhart nota algo raro en el lugar y desde el principio como espectadores, intuimos lo mismo porque su director, a través de la música, los silencios y los planos intenta decirnos algo. Como ese plano en donde el tren en el que viaja el protagonista se mete en el túnel, como una anguila escurridiza. Allí, y luego de intentos fallidos de contactar a Pembroke, Lockhart conoce a Hannah (Mia Goth) quien le tira una frase de la canción Hotel California de Eagles: “nunca podrás irte”. Si bien la película tiene una trama confusa, y sus personajes actúan de manera extraña y en cierta forma permanecen allí por su propia voluntad, el film se torna atrapante. El dueño de ese Spa es Volmer (Jason Isaacs), el mismo doctor maléfico de la serie de Netflix “The OA”, haciendo un papel muy similar en esta ocasión. Nuestro Christopher Plummer de la era de los Millenians, es un psicópata que juega con la salud de la gente que llega allí para desintoxicarse de todo lo que lo contamina: trabajo, familia, stress, etc, etc. Las imágenes y escenarios son alucinantes. El tremendo Castillo Hohenzollern ubicado en Alemania, es el usado para los exteriores del Spa, mientras que muchas de las escenas interiores se rodaron en Beelitz Heilstätten, un hospital abandonado donde estuvo hospitalizado en 1916 Adolf Hitler recuperándose de las heridas sufridas en la Batalla del Somme. Wow. Realmente, las locaciones son para elogiar. La trama que tiene algo del cuento de Gabriel García Márquez, “Solo vine a hablar por teléfono”, atrapa en casi sus dos horas y media de duración. Digo casi, porque quizás podría durar aunque sea medio hora menos. Entre tanto plano pensado y bella fotografía hay escenas fuertes que nos harán cerrar los ojos o taparnos la boca en varias ocasiones.
Gore Verbinski regresa al cine de terror con una historia que, en principio, se parece a muchas para luego desplegar vuelo propio. Dane Dehaan interpreta a Lockhart, un joven y exitoso empresario. Con ojeras y sin un minuto de su tiempo dedicado a otra cosa que no sea su trabajo, de repente algo amenaza con destruir aquello que acaba de alcanzar. Para poder mantenerse en ese lugar tiene que ir en busca de un empresario (el CEO de su compañía) ahora recluido en un hospital situado en los Alpes Suizos. Lockhart cree que va a ser un viaje corto, breve, que en el día estará en el avión que los lleve a él y Pembroke (el objetivo del viaje) de regreso a Nueva York. Pero ese viaje se va a prolongar, para él y para nosotros, que nos sentamos a ver una película de dos horas y media de duración. En ella, Verbinski enfrenta a Lockhart (y a sus espectadores) a todo tipo de pesadillas, de manos del director del hospital (Jason Isaacs) que no parece dispuesto a dejarlo ir. Hay muchas historias y películas que giran en torno a un hospital donde todo luce sospechosamente ideal. De hecho, la traducción del film en cuestión y gran parte del relato rememora inevitablemente a la película de Scorsese, La isla siniestra. Pero así como Verbinski comienza su film planteando ciertas premisas, pasando la mitad del metraje demuestra que es dueño de su película y que cuenta con una libertad que no todos los estudios podrían haberle cedido. En la segunda mitad, La cura siniestra se convierte en una película llena de referencias cinematográficas y literarias, y la historia toma giros inesperados que en apariencia podrían haber sido absolutamente ridículos, pero con una convicción tal que genera como resultado una probable película de culto (esas cosas sólo las confirma el tiempo). Hay algo en el agua, hay algo debajo de ese edificio, hay un pasado del que su protagonista aún no se despega y una joven (Mia Goth) que sólo conoce la vida dentro de ese extraño e idílico hospital. En este cuentito gótico, el guión de Justin Haythe (quien ya trabajó con Verbinski en la olvidable El llanero solitario) bucea por diferentes tópicos del cine de terror, primero jugando más con el suspenso y la creación de climas y luego desplegando otro tipo de terror, casi imposible de concebir. Otro punto destacable del film es la fotografía, a cargo de un frecuente colaborador del realizador: Bojan Bazelli. Tanto en exteriores (la película está rodada en Alemania) como en los interiores del hospital -que es un personaje más del film-, Bazelli regala planos y secuencias bellísimas, también con la ayuda de una dirección de arte notable. La cura siniestra termina siendo un gran viaje a la locura. Verbinski demuestra que es un cineasta con mucha imaginación y conocimiento del género y así nos entrega una gema, una película extraña e imposible de describir, de esas que hay que ver para comprender, de la cual nunca es aconsejable adelantar demasiado, pero que no debería ser pasada por alto.
Terror sin concentración, condensación ni unidad. La culpa la tiene Justin Haythe y, en parte, Gore Verbinski. Justin Haythe es el guionista de La cura siniestra y Gore Verbinski el director. Pero lo que importa, para el caso, es que Verbinski es el coautor, junto a Haythe, de la historia original. Ambos tienen la culpa por haber armado la historia sobre la base del simple apilamiento de elementos diversos y dispersos, y encima haberle dado a la película una duración descomunal para una de terror, récord histórico hasta donde alcanza la memoria: dos horas y media. Le sobra una hora a La cura siniestra, y le falta concentración, condensación, unidad. Una lástima, porque la premisa de un tipo que viaja hasta un lugar X de Europa central a rescatar a otro de un sospechoso centro de salud tiene, además de muchas resonancias, mucha miga para hincar el diente paranoico. Pero acá no hay miga que valga, ante tanta leche servida desde tantas jarras, que termina licuando todo. El CEO de una gigantesca compañía neoyorquina abandona la compañía y deja una carta de despedida de lo más New Age, anunciando su retiro en aquel centro de salud. La comisión directiva lo necesita sí o sí para firmar unos papeles de los cuales depende su continuidad, y para ello envían a un yuppie de la compañía, una maquinita de lo más implacable llamada Lockhart (Dane DeHaan, acierto de casting). Antes de eso, murió de un infarto el ejecutivo que debería haber ido en lugar de él, un hecho totalmente innecesario. Uno de los detalles más interesantes del guión: el centro de salud ocupa el emplazamiento de un antiguo castillo maldito, ubicado sobre una elevación, como podría serlo el de Drácula o cualquier otro cuento gótico. La gente del pueblito, que está a nivel de la superficie, teme y abomina a sus habitantes, y Lockhart viajó hasta allí como podría haberlo hecho Jonathan Harker. Sobre el final se retomará la referencia al terror gótico, con el corrimiento de una máscara y la aparición del horrible rostro que yace debajo de ella, como en El fantasma de la Opera. Y está también el incendio del castillo, como en Frankenstein. Bien. Lástima, otra vez, que sobre esto se superpongan multitud de otras citas, referencias y datos, que tiran para otros lados. La idea del centro de salud parece salida, de hecho, de una novela de Ballard. Pero además hay un agua mala, anguilas king size multifuncionales, cuerpos en estado de suspensión como los de Coma, una maldición que se remonta a doscientos años atrás como en un cuento de Poe, un enfermero que lee La montaña mágica como cita autorreferente e inconducente, un diente taladrado al cuete, el viejo truco de las pesadillas... Daría la sensación de que, como la película dura dos horas y media, los responsables se vieron obligados a esforzarse en la proliferación. Pero quién los obliga a alargar la película si no ellos mismos...
Inquietante thriller psicológico Lockhart es un corredor de Bolsa de Wall Street y sus superiores lo envían a buscar al presidente de la compañía a un establecimiento médico alpino, en el cual se está recuperando de una misteriosa enfermedad. Pero descubre que los pacientes son sosegados hasta llegar a un raro tipo de apatía. Pronto se da cuenta de que su salud se está deteriorando y comienza un terrorífico tratamiento, que incluye pruebas físicas y psicológicas para mantenerse con vida. El director Gore Verbinski logró un inquietante thriller psicológico que esconde, tras las aventuras de su protagonista (muy buen trabajo de Dane DeHaan), varios secretos que nacieron años atrás en ese lugar.
Terror gótico, a lo Frankenstein El deslumbrante talento visual del director Gore Verbinski se diluye en las dos horas y media que dura el filme. La premisa de La cura siniestra es tan atractiva como escalofriante: un joven ejecutivo viaja a los Alpes suizos para llevar de vuelta a Wall Street, cueste lo que cueste, al veterano CEO de una compañía que decidió ingresar en una especie de centro de rehabilitación para millonarios. Los habitantes del pueblito al pie de la montaña aseguran que nadie jamás fue dado de alta del lugar, pero el caprichoso ejecutivo igual se interna en el centro médico tras sufrir un accidente de tránsito. El protagonista enseguida construye un tirante ida y vuelta con el enigmático director de esta suerte de lujoso spa geriátrico, a la vez que busca a su jefe y entabla una relación con la única adolescente del lugar. El joven descubre algunos secretos oscuros del pasado de este despampanante castillo montañés y empieza a perder la noción del tiempo durante su internación, pero La cura siniestra parece volverse eterna al detenerse en cada uno de esos recovecos narrativos que Gore Verbinski explica una y otra vez. El creador de la saga Piratas del Caribe había logrado el reconocimiento en Hollywood hace quince años gracias a otra película de miedo, la remake americana La llamada (que justo hoy estrena su nueva versión), pero poco tenía que ver con el terror gótico a lo Frankenstein de La cura siniestra. El deslumbrante talento visual del cineasta brilla en cada secuencia, pero las inexplicables dos horas y media de película hacen sentir en carne propia los cuestionables tratamientos perpetuos a los pacientes del castillo.
Gore Verbinski nos regaló algunos films interesantes como “La Llamada” (The Ring, 2002), las primeras tres entregas de “Piratas del Caribe” (Pirates of the Caribbean) y “Rango” (2011), por la que ganó el Oscar a Mejor Película Animada. Es acertado decir que el realizador sabe moverse a través de diferentes géneros y salir bien parado, pero no es el caso de “La Cura Siniestra” (A Cure for Wellness, 2017) donde se excede (en tiempo, narrativa, vueltas de tuerca) y la historia se le escapa de las manos. A pesar de sus excesivos 146 minutos de duración, el realizador no logra atar todos sus cabos sueltos, dejando unos cuantos interrogantes y recalcando demasiadas obviedades de una trama que, tranquilamente, se podría haber resuelto en un tiempo más acotado. Lockhart (Dane DeHaan) es un joven ejecutivo en ascenso. La compañía en la que trabaja está a punto de fusionarse, pero necesitan la aprobación del director ejecutivo que decidió retirarse de los negocios repentinamente y pasar sus días en un spa, “curándose” de la avaricia y todos esos males modernos que afectan al mundo. Lockhart debe viajar hasta los Alpes Suizos y convencer al señor de que vuelva a la realidad, en parte, por su propio beneficio, pero lo que de entrada parece una tarea sencilla, pronto se convierte en una misión bastante peligrosa. El lugar, un idílico paraíso ensamblado en medio de las montañas, alejado de la sociedad y la dependencia tecnológica donde hombres y mujeres ya mayores y adinerados van en busca de esta cura, esconde unos cuantos misterios y un secreto demasiado truculento para ser verdad. El lugar, regenteado por el doctor Volmer (Jason Isaacs) es un viejo castillo que en sus entrañas esconde un estanque de aguas termales, clave para el tratamiento de los pacientes que, según el muchacho puede observar en las pocas horas que pasa allí, no parecen tan saludables como deberían. Lockhart intenta volver a casa, a pesar de no haber logrado su objetivo, pero un accidente en la ruta lo obliga a permanecer en el spa, recibiendo los cuidados que este ofrece. De a poco, el muchacho comienza a aislarse y a olvidar el mundo real que lo espera, pero las sospechas todavía lo mantienen inquieto. Mientras intenta develar los secretos que esconden esas paredes, su salud mental empieza a jugarle una mala pasada y, posiblemente, deba quedar internado hasta el resto de sus días. La primera media hora de “La Cura Siniestra” logra atraparnos y meternos de lleno en este universo de extraños acontecimientos, con una estética hermosa y truculenta al mismo tiempo. Después, todo se empieza a desbarrancar. La trama entra en una espiral de repeticiones, lugares demasiado comunes y obviedades, y ya no sabe como acabar. Es más, en su última hora, Verbinski amenaza con varios finales y, ni así, logra redondear una historia tediosa, desagradable y previsible, casi desde el comienzo. “La Cura Siniestra” toma como eje del mal al mentado “científico loco”, acá con varias reminiscencias a los nazis, aunque la trama se desvía y no va por ese lado. El director cree que puede confundirnos con cada giro de su relato, pero sólo logra estirar la agonía y una idea que, contada de otra manera, podría haber sido más interesante. Dane DeHaan hace lo que puede con un guión que se desborda y no llega a ninguna parte. El resto del elenco no aporta más que un poco de color al “decorado”, en definitiva, lo único bello de esta historia, gracias a una estética austera de colores lavados. “La Cura Siniestra” promete cosas que no logar cumplir y cómo bien dice el dicho, en este caso, es mucho mejor la enfermedad.
Vídeo Review
Por primera vez el adjetivo “siniestro” en un título -mal- doblado al español adquiere sentido. Gore Verbinski, director de La llamada (o El aro) y las tres primeras películas de la saga Pirates of the Caribbean, presenta su historia más zafada y ambiciosa hasta la fecha. Las largas 2 horas 26 de duración permiten analizar diferentes aspectos, tanto positivos como negativos, de la construcción de un thriller maratónico que es entretenido, pero que tropieza en varias ocasiones a causa de un trabajo confuso de guión.
Todo locura Luego de su incursión en Disney (las primeras tres entregas de Piratas del Caribe y la nueva adaptación de El Llanero Solitario) y entre medio un paso por el cine de animación (Rango) que le valió un Oscar, Gore Verbinsky vuelve al cine de terror que no visitaba desde su tercera película La Llamada (The Ring, 2002). Lockhart (Dane DeHaan) es un joven exitoso que forma parte de una importante compañía financiera de Nueva York. Cuando salen a la luz algunos problemas que involucran grandes cantidades de dinero y corre peligro una fusión con otra empresa, la junta directiva envía a Lockhart a buscar a Pembroke (Harry Groener), un ejecutivo de alto nivel al que buscan echarle la culpa y envió una misteriosa carta desde un spa en los Alpes Suizos. Cuando llega descubre que ese lugar que propone curar varias enfermedades del cuerpo y mente esconde algo más y que se oculta algo detrás de la apacible estadía de los huéspedes, la mayoría de la tercera edad. Además deberá descifrar qué esconde el Dr Volmer (Jason Isaacs), director del centro de bienestar que no dejará que se lleve a su paciente y que también intentará curarlo a él. Con un enorme presupuesto y una extensa duración (146 minutos), este ambicioso proyecto no solo tiene a Gore Verbinsky como director sino también como productor y guionista junto con Justin Haythe (responsable de los guiones de El Llanero Solitario, Solo un Sueño, entre otras). Todos los rubros técnicos son sobresalientes, desde un cuidado diseño de producción hasta fotografía y música. La actuación más sobresaliente es la de Jason Isaacs como el siniestro Dr. Volger, un Dane DeHaan que pasa por todos los estados y un variado grupo de secundarios. Una película que engancha enseguida pero que por momentos decae, pero sin alejarse de los climas que están bien construidos, además tiene escenas perturbadoras como por ejemplo aquella donde el protagonista es forzado a visitar al dentista. La cura siniestra es un aceptable film, con aires góticos, algún que otro guiño a películas Clase B, una vuelta de tuerca algo predecible pero efectiva y un mensaje sobre como la ambición corrompe a la burguesía que sólo quiere más y más.
Hay realizadores a los que, parece, el merecido reconocimiento nunca les llega. Ese quizás sea el caso de Gore Verbinski, un director que puede no ser un nombre referencia inmediata para el público general; pero que sabe darle a cada uno de los proyectos en los que se embarca, su sello particular. La cura siniestra probablemente sea su película más personal, por lo menos en cuanto a visión creativa, y en eso, es probable que influya el ser poseedor de la idea original. La historia comienza sencilla, Lockhart (Dane DeHaan) es un joven ejecutivo, atrapado por sus despiadados jefes en la estafa que estaba realizando. “Al contrario” de ser penalizado o despedido, sus jefes le encargan una tarea que, en la teoría es más molesta que complicada. Debe convencer y traer de regreso a Nueva York a Pembroke (Harry Groener), socio de la empresa, del que necesitan una firma fundamental, y se encuentra hospedado indefinidamente en un spa clínico. Ah, el spa queda en los Alpes Suizos. Al llegar al lugar, Lockhart se cruzará con Volmer (Jason Isaacs), director del lugar; y notará que llegar a Pembroke no será tan sencillo como creía. ¿Qué se esconde en aquel lugar? A los pocos minutos de iniciada La Cura Siniestra nos daremos cuenta que estamos frente a una suerte de mundo que maneja sus propias reglas. Verbinski, a mano con el guionista Justin Haythe, nos proponen algo cercano a la ensoñación, a lo pesadillezco sin necesidad de llenar la pantalla de sombras y oscuridad; más bien hablamos de algo turbio. Cada escena, sobre todo en la primera hora, está pensada como si fuese una obra pictórica plagada de detalles, el universo dentro de ese spa se mueve como una perfecta coreografía sincronizada de movimientos, formas y colores. Simplemente no podremos despegar los ojos de la pantalla. A medida que avance el argumento, se irán sumando capas, hechos que parecen, y lo son, un delirio, que pueden ser incongruentes y hasta terminen resolviéndose con alguna grieta sin lógica; pero que en el juego que nos propuso Verbinski, encajan a la perfección. Un mundo fantástico en el que ancianos de muchísimo poder adquisitivo son convencidos de poseer un mal que los corroe por dentro y deben ser desintoxicados; un lenguaje crítico al capitalismo sutil y bello. Los misterios se suman y suman, las explicaciones mucho no importan, y lo que sucede parece ir cambiando minuto a minuto; nunca decae, y siempre convence en su locura. Dane DeHaan y Jason Isaacs son los protagonistas ideales para esta propuesta, DeHaan nació para interpretar roles al borde la insanía, es algo natural, Y Jason Isaacs se divierte en estos personajes que nunca explotan de histrionismo, pero ofrecen muchísimas gamas de perversión. Lo dicho, desde la fotografía de Bojan Bazelli; al equipo de Dirección de arte integrado por cinco personas; realizan un trabajo formidable, plagado de tonos ocres y verdes que expresan lo ruinoso, extraño y putrefacto del lugar; a la vez que ese movimiento coreográfico expresa un extraño e incómodo bienestar. La composición musical de Benjamin Wallfisch acompaña armoniosamente. No todas las películas de Gore Verbinski fueron buenas, algunas son olvidables como La Mexicana y otras son corsets fílmicos como la trilogía de Piratas del Caribe y El Llanero Solitario; pero siempre, desde la sorprendente Un Ratoncito Duro de Cazar, se las ingenió para otorgar algo de su propia visión del universo cinematográfico. La Cura Siniestra es un regalo visual, y un entretenimiento argumental tan disparatado como intrigante. Es de esas películas que no conviene dejar pasar.
Gore Verbinski es un director con mejores ideas visuales que narrativas, aún cuando su estilo es más bien clásico. Sus mejores películas incluyen la posibilidad de torcer el tiempo y el espacio que inventó el cartoon. Pero a veces con eso no alcanza y la obligación de narrar, de crear una historia conspira contra su posibilidad de inventar momentos. Esta cura recuerda mucho a “La isla siniestra”, el film de Martin Scorsese: hay un hospital en Suiza donde es posible curarse de todo y ganar enorme salud; el protagonista va en busca de cierto ejecutivo cuyo rastro se ha perdido, y queda atrapado en una atmósfera glauca y misterios que crecen y se bifurcan un poco demasiado. El gusto creativo de Verbinski para crear momentos memorables contrasta con una historia a la que le faltan personajes carismáticos y le sobran minutos. El clima está, solo hace falta saber para qué.
Grata sorpresa me llevé con la nueva película de Gore Verbinski, director que ha hecho maravillas salvo por las secuelas de Piratas del Caribe y El llanero Solitario (2013), aunque esta última tiene unos cuantos adeptos. En La cura siniestra hace alarde de su gran habilidad narrativa y una fotografía abrumadora, sin dudas la mejor de su carrera. Verbinski logra sin problemas atrapar al espectador desde el minuto uno y no lo deja salir en casi las dos horas y media que dura la cinta. Es muy acertado decir que nos encontramos ante una película de terror psicológico aunque haya un par de elementos sobrenaturales. Porque lo relevante pasa en la transformación del protagonista. Dane DeHaan tiene cara de sacado las 24 horas del día y por eso no puedo decir que su actuación es fenomenal. Porque tanto al principio en su rol como corredor de bolsa como luego como paciente forzado el actor se mueve en su zona de confort. Distinto es el caso de Mia Goth, una actriz con otros matices y a la que hay que seguirle la carrera. Al igual que ella, el resto del elenco está compuesto por ignotos salvo por Jason Isaacs que cumple muy bien. Que sea un cast de desconocidos ayuda mucho a contar la historia sin distracciones. Hay muchas vueltas, y unas cuantas sorpresas. Realmente disfruté la película y el terror es un género que le sienta de maravillas al director. Es paradójico que se estrene el mismo día que La llamada 3 ya que fue él quien dirigió la primera parte. La cura siniestra es buen cine de terror y lo único que le pueden objetar algunos es su duración. No más que eso porque es una gran obra.
GÓTICO REMIXADO Hay escenarios que son lugares habituales del relato gótico. El castillo aislado en la montaña donde habita el amo/dueño/ monstruo es uno de ellos. El asilo o sanatorio donde se tratan extrañas enfermedades del cuerpo o la mente mediante procedimientos originales pero cuestionables es otro. La locación principal de La cura siniestra es una mezcla de todas, lo cual marca de manera inequívoca cuál es su tono y da cuenta además de su vocación compilatoria. La trama es en realidad bastante simple. Lockhart (Dane DeHaan), un joven ejecutivo ambicioso y despiadado, pero también torturado y solitario, es enviado por la corporación que lo emplea a un misterioso centro de salud en los Alpes suizos donde está internado un CEO de la empresa con la orden de traerlo de regreso. La misión no parece complicada, pero una vez in situ Lockhart se encuentra con la resistencia de la institución y con que un desafortunado ¿accidente? provoca su internación. Una vez como involuntario paciente irá descubriendo los terribles secretos que el lugar encierra. Se trata más de un thriller o film de suspenso antes que uno de terror, aunque reúne una cantidad bastante respetable de elementos típicos de la narración gótica: el castillo en la montaña, los pueblerinos temerosos, el científico mesiánico que desafía las leyes de la naturaleza, la doncella inocente en peligro, los pasadizos y catacumbas, la idea de un fluido vital y la ciencia que linda con la magia. Aquí es claramente más importante la forma, la estética, la atmósfera que la historia. Esta sigue los tópicos de la mencionada narrativa gótica y culmina en un climax que es el paroxismo de este tipo de relatos y cuyo referente podría estar en El fantasma de la Ópera. De hecho, es esa estética y ese clima de pesadilla y alucinación el que logra que la cosa no se caiga a pedazos y se sostenga por 146 minutos. El responsable entonces de que el film se sostenga es su director Gore Verbinski, que aquí hace una apuesta fuerte para imprimir esa atmósfera enrarecida que se nutre del elemento decimonónico para lograr un contexto de lugar fuera del mundo, detenido en el tiempo. A pesar de la ubicación contemporánea, con un protagonista ejecutivo de una moderna corporación (aunque la idea del yuppie workaholic también se está volviendo añeja), una vez en el sanatorio, arriba de la montaña, parece que retrocedemos más de un sigo. No solo porque ya no hay más señal de celular y nadie usa computadoras ni siquiera para llevar un archivo (todo son fichas y carpetas) sino porque toda la ambientación, el mobiliario y la tecnología remite a fines del XIX y principios del XX. Con sus propias reglas independientes del mundo exterior, el sanatorio muestra en su versión amable algo de baño termal, de casa de descanso o de retiro, y en su versión más ominosa se ve más bien como un asilo para locos peligrosos con sus reglas de sujeción, su maquinaria aparatosa y unas prótesis de pesadilla en la que los pacientes díscolos son sometidos y doblegados, mas un uso bastante poco ético de la los método odontológicos. El otro responsable de que esto se sostenga es Dane DeHaan, que es un número fijo para personajes perturbados y enfermizos y aquí se carga la película al hombro y se somete (o es sometido) a todo tipo de prácticas pesadillescas y tortuosas. Para el espectador al que se apunta, toda esta acumulación de lugares reconocibles (¿comunes?), donde también podríamos incluir el folletín y las películas de monstruos de la Universal, funciona como guiños cuya identificación forman parte del combo. La cura siniestra es una propuesta estética antes que narrativa. Requiere una suspensión de la credibilidad y un abandono al clima de sueño o pesadilla. Y hacerlo sin ponerse a cuestionar la lógica ni buscarle los agujeros a la trama ni ninguna de esas minucias que arruinarían la experiencia. LA CURA SINIESTRA A Cure for Wellness. Estados Unidos. 2017. Dirección: Gore Verbinski. Intérpretes:. Dane DeHaan, Jason Isaacs, Mia Goth, Adrian Schiller, Ivo Nandi, Harry Groener. Guión: Justin Haythe, Gore Verbinski. Fotografía: Bojan Bazelli. Música: Hans Zimmer. Edición: Pete Beaudreau, Lance Pereira. Duración: 146 minutos.
Un director de una buena trayectoria, Gore Verbinski, nos trajo las primeras tres "Piratas del Caribe", el film animado "Rango" de 2012 que fue galardonado con el Oscar y la remake americana “La llamada”, entre otras. Ahora nos trae una cura algo especial en una historia llena de misterio, suspenso, inquietante, nos introduce en un laberinto surrealista de estilo gótico y visualmente impactante. Contiene escenas incómodas y fuertes no solo desde su contenido sino también desde escenas de tortura explicita, elementos que nos recuerdan a películas como la “isla siniestra” de Martin Scorsese. Cuenta con el buen trabajo interpretativo de su protagonista Dane DeHaan y no se puede comentar demasiado para no delatar sus secretos. Su desarrollo está bien planteado, pero resulta innecesaria la relación entre el personaje de Volmer (Jason Isaacs, “El patriota”) y Hannah (Mia Goth, "Everest"), además se hacen sentir las 2 horas 26 minutos de duración. Contiene algunas metáforas, la alienación del trabajo y una fuerte crítica del sistema financiero capitalista, haciendo una interesante lectura.
La montaña mágica La cura siniestra es una película de terror que consigue crear un clima inquietante y más de una escena con destino de clásico. Empecemos con por acá: a la media hora de película, hay un accidente automovilístico. La escena es importante para la trama por los acontecimientos que desencadena, pero no en sí misma. Gore Verbinski la podía haber filmado de cualquier manera. Podía, incluso, haber mostrado el impacto del auto contra el venado y nada más. Pero, en cambio, se engolosina construyendo una secuencia relativamente larga, con imágenes dentro y fuera del auto, magistral en su claridad para mostrar el caos de un accidente en el que las leyes de la física actúan como una ruleta rusa y un vidrio astillado puede perforar un ojo o dejar apenas un rasguño en la sien. Cuando sobrevienen la calma y el silencio, la secuencia no termina todavía: podemos ver al venado, rengueando moribundo, cruzando la ruta vacía. En esta secuencia se cifran todas las virtudes y defectos de La cura siniestra. Las virtudes: un manejo extraordinario del montaje y la puesta en escena, siempre al servicio del impacto visual, el suspenso y el disfrute; los defectos: un alargamiento por momentos exagerado de las escenas que transforman al todo en una película de dos horas y media y que no siempre escapa al tedio. El protagonista es Lockhart (Dane DeHaan), un ambicioso ejecutivo de una compañía que es enviado a un sanatorio de los Alpes suizos para buscar al CEO (Harry Groener) que está internado ahí. El sanatorio es una casona enorme y aislada, y sus pacientes son todos ancianos de clase alta que encuentran ahí -aparentemente- la tranquilidad que perdieron en su vida laboral en las ciudades. Pero pronto Lockhart se da cuenta de que no es tan sencillo dar con el CEO, que los pacientes no tienen la libertad de irse así como así, y él mismo se encuentra vulnerable y a merced del misterioso médico que dirige el lugar: el Dr. Heinreich Volmer (Jason Isaacs). Con ecos de La isla siniestra, de Scorsese, La cura siniestra también puede verse como una versión de La montaña mágica pasada por el tamiz de terror psicológico de El inquilino. ¿Qué es real y qué es producto de la paranoia de Lockhart? Su sutil transformación recuerda aquella del Trelkovsky de Polanski y el emblemático cambio de Gauloises a Marlboro. Verbinski tiene ideas, transmite inquietud y construye más de una escena de terror que debería quedar en la galería de clásicos junto al martillazo al pie de Kathy Bates a James Caan en Misery o la mujer desnuda que se transforma en vieja zombie de El resplandor, por poner dos ejemplos. Es cierto que hacia el final la trama se alarga demasiado y en el intento por contestar todos los enigmas se pone vueltera y un poco risible. Pero incluso en sus peores momentos, la decisión de Verbinski por ir a fondo sin temor al ridículo es encomiable. La escena del baile decadente entre el fuego de las cortinas es un ejemplo: no importa demasiado -al menos a mí- su arbitrariedad. El cine es imagen, ante todo. El año pasado fue el de las películas de terror, pero ninguna de ellas alcanzó el refinamiento y la ambición de La cura siniestra, que aún con sus problemas resulta estimulante, da verdadero miedo (y no solo hablo de los más sencillos sobresaltos) y deja más de una escena para recordar. La que elijo yo es la del torno de dentista.
Una orgía de horror y locura Cada tanto se estrenan películas como La cura siniestra, una feliz convulsión del mainstream norteamericano, una auténtica anomalía del Hollywood actual. No es habitual ver este tipo de productos, tanto por los géneros marginales que aborda como por su subyugante in crescendo hacia las cumbres siempre borrascosas de lo insano. El filme que marca el regreso de Gore Verbinski al terror es, en el fondo, una comedia extravagante y corrosiva, una broma pesada de casi tres horas, un largo chiste mal intencionado. Por lo tanto, es una obligación celebrarla con el mismo desenfado con el que está hecha. La película derrocha perversión con facilidad y con felicidad. Tiene incontinencia de locura y es puro desborde psíquico y cinefilia clase B. Gore Verbinski retoma el espíritu subversivo de las películas interpretadas por Vincent Price, donde todo estaba permitido y los comportamientos de los personajes estaban más allá de las buenas conductas, y lo enmarca en una especie de epifanía gótica ambientada en un misterioso centro de salud ubicado al pie de los Alpes suizos. Verbinski mezcla al Martin Scorsese de La isla siniestra y al Guillermo del Toro de La cumbre escarlata y lo pasa por el filtro de Roger Corman, pero filmado con los planos ampulosos y grandilocuentes y perfectos del solemne Stanley Kubrick de El resplandor, lo que da como resultado una puesta en escena entre fría y hospitalaria, de dudosa asepsia. Lo que mejor la define es esa sonrisa malvada del personaje de Lockhart (interpretado por Dane DeHaan), la típica mueca burlona del que se salió con la suya. La historia transcurre en un siniestro sanatorio que funciona como un spa para gente rica, en los Alpes, lo que le da la posibilidad de mostrar el paisaje imponente de las montañas con puntas nevadas. La trama se torna intrincada a medida que avanza. Pero una vez que se entra en su universo nadie quiere salir, como los mismos personajes. El director de La Mexicana (2001), cuyo cine se caracteriza por la imperfección y la irregularidad, compone una desquiciada sinfonía en tono mayor, oscura, muy oscura, con momentos espanta-público y escenas repulsivas. Verbinski no le teme a los temas tabúes que tanto temen los productos de la fábrica de los sueños, porque sabe que más que sueños, Hollywood siempre fue la gran fábrica de las pesadillas.
HOSPITAL RESORT DE MEDIO PELO Gozan de buen barroquismo en los detalles y mucha pretensión las grandes producciones del señor Gore Verbinski, cosa que ya demostró en las primeras entregas de Piratas del Caribe. En La cura siniestra lo vuelve a demostrar con un film situado dentro de la vertiente del terror psicológico/hospital maldito. Con una factura impecable e interesante, llena de imágenes oníricas y grandes travellings, vemos como Lockhart, un joven ejecutivo (Dane DeHaan, visto en Poder sin límites) viaja a los Alpes suizos – obligado por sus superiores- para traer de regreso a un alto jefe de la compañía alojado en una especie de spa psiquiátrico exclusivo. Rumbo a aquel majestuoso pero siniestro destino sufre un accidente que lo “encierra” en aquella mansión que guarda oscuros secretos. Con un ritmo detallista y tranquilo, Verbinski construye un relato visualmente bello y de mucho suspenso, que sin embargo se pierde a la hora de concluir la historia. El realizador arriesga mucho al ofrecer una narración de terror tan extensa en duración con casi dos horas y media de metraje, algo que pocos directores del género hacen, ya que es difícil mantener la tensión y la atención del espectador en lo que se está contando. Y justamente allí reside el problema. El film se vuelve aburrido y pesado, hasta caer en sus momentos finales en una total ridiculez interpretativa de sus protagonistas, como el del papel del villano principal. Y eso sorprende si pensamos en este cineasta como aquel que adaptó de forma magistral allá por el 2002 a la oriental Ringu, consiguiendo con La llamada un producto altamente elogiable. Pese a estos puntos débiles que pesan en La cura siniestra, la generación de climas atrapantes empatizan con el delirio creciente del protagonista, logrando un espiral de locura. Pero es reprochable el tiempo brindado a los enredos que se generan alrededor del joven, algunos integrantes del pueblo y una bella chica enigmática que vive en el hospital. Por ello, todo parece desinflarse cuando, luego de una potente introducción y un interesante desarrollo, los cabos deben ir atándose. El resultado son piezas unidas de forma desprolija y descabellada. Y como si fuera poco, La cura siniestra no solo guarda relación en su título con aquella gran pieza de Scorsese llamada La isla siniestra, sino que también tiene ciertos paralelismos con esa historia donde Di Caprio buscaba en su rol de detective a una paciente fugada de un manicomio dentro de una pequeña isla. Pero Verbinsky está muy lejos de esa excelente propuesta. El resultado en esta oportunidad queda a medio camino, ofreciendo un mediocre entretenimiento que en su interesante trailer
Cuando El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Proyect, 1999) -aquella hija noventosa de Holocausto Caníbal (Cannibal Holocaust, 1980)- logró desbordar las salas del mundo y recaudar 200 veces su presupuesto, se impuso como método dominante en el horror norteamericano el de generar proyectos poco costosos (siendo optimistas y si pensamos en la realización de una película fundamental como El Loco de la Motosierra, en ello se podía leer una vuelta a las raíces), generalmente enmarcados en el falso found footage, y con pocas aspiraciones no sólo en los aspectos formales sino, muchas veces, también en sus subtextos. Esta tendencia resultaba favorable para los directores independientes y con menos recursos, y un negocio redondo para los inversores, muchos de ellos partícipes del sistema de espectáculo hollywoodense. Recordemos el negoción de la Paramount con Actividad Paranormal (Paranormal Activity 2009) y la clonación de películas con el ímpetu del viejo exploitation carroñero pero sin su espíritu lúdico ni su gravedad marginal. Claro que las películas de horror con mayores aspiraciones -y mayores presupuestos- también tuvieron su espacio en los últimos veinte años. Entre las que lograron destacarse -al menos si pensamos en su popularidad- se encuentra La Llamada (The Ring, 2002), de Gore Verbinski, también director de la película que nos ocupa. Aquella remake formó parte de otra línea dominante de la década del 2000 en la que Estados Unidos utilizó a su star system para varias adaptaciones que formaron parte de la invasión del J-Horror de aquellos años. En los últimos tiempos, y ya algo lejos de aquellos booms, pareciera que el estilo de horror legitimado por críticos y espectadores es el que propone James Wan. Y, al igual que lo que sucedió en la década pasada, ese horror legitimado no propone sorpresas ni espíritu crítico. Así las cosas, lo más interesante de La Cura Siniestra (A Cure for Wellness, 2017) es su condición de rareza; y no sólo por su surgimiento en un momento en que los estudios y los productores que bordean la industria apuestan por otro tipo de cine de horror, sino también por su ambición, por una pretensión epifánica que cae simpática por inusual, no sólo desde el texto sino también desde el trabajo minucioso en el armado y organización de los planos. Lockhart (Dane DeHann) es un empresario que debe viajar a los Alpes suizos y traer de vuelta al Ceo de la compañía -Pembroke (Harry Groener)-, quien está pasando por un momento de revelaciones durante la internación en una clínica donde, supuestamente, se consiguen resultados fabulosos para la salud. Lockhart recorrerá a su modo el camino de Pembroke hasta conseguir su propia revelación. Con esa premisa, Verbinski arremete contra el estilo de vida de la sociedad de consumo, como también contra los conceptos legitimados sobre la dicotomía buena salud/enfermedad, los valores de las instituciones médicas y el negocio farmacéutico, ironizando a su vez sobre las terapias alternativas y la tan actual dictadura de la vida sana; esto último queda plasmado en la cara de placer de Lockhart cuando le da una pitada a un cigarro robado o cuando se escapa de la clínica y se toma una cerveza. La jugada titánica de puesta en escena y de crítica social se articula a través de una historia pesadillesca con elementos de terror gótico, filmada en unas locaciones en las que el preciosismo buscado por el equipo de Verbinski tiene un asidero natural. En el camino se entrecruzan referencias al tanque de aislamiento de Estados Alterados (Altered State, 1980), del flashero Ken Russell, al ciclo Poe de Roger Corman, a ciertas atmósferas del horror gótico europeo de los sesenta, y a Los Usurpadores de Cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1978), de Kaufman. Un homenaje a la vieja escuela del horror y a ciertos placeres que los nuevos mercados pretenden desechar.
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La medicina, se sabe, vista desde la ciencia contra la muerte siempre termina derrotada, claro que si se la ve desde la ciencia de apaciguar los dolores el éxito es más frecuente, mucho más. En la “La cura Siniestra”, que no es “el cura”, hay tantos temas que se despliegan que desea abracar, tantos géneros que desea cruzar, y tanta longitud en el metraje, que termina siendo un película de terror, pero por ser insufrible. Como dicen los jóvenes de hoy. infumable. El gerente de una compañía sin bandera anclada en Nueva York, desaparece, deja una simple misiva de despedida anunciando su retiro a un castillo en el centro de Europa, Alpes Suizos para ser específicos, mezcla de retiro espiritual tibetano y spa moderno. La junta directiva necesita del necio para que firme unos papeles para darle un poco más de vida, a la compañía, claro, que el gerente reviente. Hacia allá es enviado Lockhart (Dane DeHaan), como emisario recuperador de conciencias. El lugar es dirigido por el Dr. Volmer (Jason Isaacs), quien, de entrada sabemos, guarda un secreto nefasto. En la investigación y búsqueda de uno, Lockhart descubre lo imposible, y el antagonismo del otro (Dr. Volmer), se construye algo parecido a una trama cercana al thriller, pero sin suspenso, toda una catarata de clichés de todos y cada uno de los géneros que atraviesa sin quedarse en ninguno. Pero el espacio físico, el castillo, casi en la cumbre de una montaña muy alta, sobre todo en las escenas de exterior noche o interior, dan cuenta de manifiesto gótico estipulado en El Conde Dracula, al mismo tiempo aparece el pueblito típico de estos relatos, o sea el terror clásico. Pero hay más, robos o citas a otros textos, películas, lo que va diversificando sin desarrollar ni profundiza, casi exponencialmente, los temas, desde las tragedias familiares, la perversión, el incesto posible, los muertos vivos, y los vivos que necesitan esos muerto para seguir vivos, aunque estén muertos. ¿Se entiende? Miles de titulos ya trataron estos temas, algunos sin aburrir, sólo las actuaciones salvan del todo el incendio del filme. Prestar atención a Mia Goth, la joven actriz que interpreta a Hannah, para tenerla presente y en cuenta. Otra cosa no espere.
La filmografía de Gore Verbinski es sumamente variada. Llegó a la pantalla grande con “Un ratoncito duro de cazar” (1997), en 2002 realizó “La Llamada”, cuya tercera parte se estrena hoy también en el cine, y se consagró con la trilogía “Piratas del Caribe”, saga que continúa realizándose pero sin su participación. En esta oportunidad, regresa a las salas con una película mucho más oscura, intrigante y rebuscada: “La Cura Siniestra” o como se conoce originalmente “A Cure for Wellness”. La historia se centra en un joven ejecutivo (Dane DeHaan), ambicioso y ultra trabajador, que es enviado a rescatar al CEO de su compañía que se encuentra en un “centro de bienestar”, ubicado en los Alpes Suizos. Sin embargo, cuando llega al lugar se da cuenta que no todo es lo que parece y que a medida que va desentramando los misterios, su cordura va a ponerse a prueba. “La Cura Siniestra” es una historia prometedora que se desarrolla de una manera correcta pero no mucho más que eso. Es una película que dura dos horas y media a la que sin dudas le sobra unos cuantos minutos. La larga duración hace que el espectador se pueda dispersar un poco y pierda su atención e interés. Incluso esto provoca que existan muchas escenas de relleno. El film se podría haber resuelto en una menor cantidad de tiempo. Por otro lado, en cuanto a la historia, existen muchos giros predecibles. Si bien el film los plantea como algo misterioso y sorprendente, no ocurre esto en la mayoría de los casos, subestimando la capacidad del espectador. Uno de los puntos más altos de “La Cura Siniestra” es sin duda la dirección de Gore Verbinski y la fotografía de Bojan Bazelli. La estética utilizada y la forma en la que se presentan ciertos planos son perfectos y hacen que la trama sea más efectiva. A pesar de la excesiva búsqueda de complejidad de la historia, la larga duración y los variados pero predecibles giros, “La Cura Siniestra” será del agrado de aquellos que buscan un argumento entretenido, con elementos gore y buenas actuaciones. En síntesis, “La Cura Siniestra” es una película que propone una trama interesante y oscura, pero que se podría haber resuelto en una menor cantidad de tiempo. La larga duración provoca que se pierda la tensión y que el espectador se disperse. Además, muchas situaciones se resuelven de una manera predecible. De todas maneras, es un film entretenido, con una gran dirección por parte de Verbinski. Puntaje: 3/5
Conocido por ser el director de la saga Los Piratas del Caribe, Gore Verbinsky, reincide en el género de terror luego de que en 2002 realizara la versión occidental de The Ring. Tal vez más habituado a narrar historias que involucren aventuras por países lejanos u océanos infinitos, La cura siniestra, su último filme, cuenta la desventura de un joven CEO implicado en un presunto caso de defraudación a la empresa en la que recientemente ha sido ascendido. Pero lejos de las felicitaciones (más allá de un de un brindis con champagne en vasos de plástico y la oficina heredada del vendedor más prestigioso de la casa fallecido horas atrás) el festejo por el ascenso se transforma en un viaje hacia un spa al pie de los Alpes Suizos con el objetivo de traer de regreso al Sr.Pembroke, el único hombre que puede salvar a la firma de la quiebra. En el Spa todo parece armonioso y relajante hasta que poco a poco, nuestro joven enviado, el Sr.Lockhart comienza a hacer todo lo que un tradicional protagonista de filme de terror debe hacer: quebrar las reglas de lo permitido y entrometerse en donde no debe porque es justamente en los lugares vedados a los huéspedes donde el mal habita. A los pies de los Alpes el método de cura del lujoso Spa es a través del agua milagrosa que brota del acuífero donde está construido el edificio, pero la novedad que pronto descubrirá Lockhart es que muy al contrario de lo que podría pensarse, allí los pacientes mueren deshidratados. Ahora la misión es doble y el protagonista no sólo deberá traer de vuelta al hombre que tiene la clave para salvar sus negocios sino también descubrir los mecanismos de los perversos y ancestrales métodos de curación que allí se ofrecen. Basados en una leyenda de principios de siglo XX el tratamiento propuesto involucra extraños aparatos que más que de relajación parecen de tortura, pero una vez iniciado el proceso el paciente construye una dependencia absoluta y pérdida de la razón que lo sumergen en una realidad ficticia que no hará más que llevarlos a una muerte desagradable. Con una fotografía destacada y planos que hacen honor al sitio donde yace el Spa, La cura siniestra ofrece momentos satisfactorios para los amantes del género brindando suspenso y hasta escenas donde la sangre brota en primero planos. Pero falla a la hora de construir el final y luego de casi dos horas de película, el desenlace se hace denso y con una fachada épica que poco coincide con el desarrollo del filme. Quiero decir que no había necesidad de un final tan apoteótico cuando la historia venía con un ritmo más minimalista y sincero. De todos modos, hay que destacar su realización y la eficacia con la que se ponen en escena las personalidades de todos los huéspedes incluido nuestro Sr.Lockhart quien se resiste a ser llamado paciente pero indudablemente termina siéndolo atravesando en cada escena del filme, una tras otra, degradaciones físicas que desgastan su joven cuerpo y también su pensamiento. Pero está bien, porque los héroes sufren heridas cuyas posteriores marcas son la huella de la experiencia vivida y el saber ganado. Por Paula Caffaro @paula_caffaro