Construido de imágenes de archivos televisivos y testimonios en su mayoría de familiares de víctimas de Cromañon, La lluvia es también no verte, nos sumerge en la peor tragedia no natural de nuestra historia y subraya lo que fue una bisagra cultural y social que aún hoy divide. El film postula desde su ideología a la lucha social como un genuino motor de cambio, y denuncia la estigmatización que sufrieron los pibes de Cromañon por su condición social y gustos musicales. Uno de los ejemplos que el film aborda es el de la guardería infantil en el baño de Cromañon, una mentira que rompía la empatía entre la sociedad y las victimas y sobrevivientes. La lluvia es también no verte es un documental con opinión, eso es valioso, pero deja de lado las verdades del otro lado, no hay testimonios para contraponer al de los familiares. Se decidió no entrevistar a Chabán, Ibarra, ni a los músicos de Callejeros, sólo se toma de la TV testimonios que los dejan mal parados y es aquí donde el documental no sólo toma partido (lo cual estaría bien) sino que se vuelve tendencioso, replicando lo mismo que buscaba denunciar, la manipulación de los medios. Y el espectador neutral se pierde la oportunidad de reflexionar con todas las cartas sobre la mesa. Sin preguntarse comos ni porqués pone en primer plano la responsabilidad de Ibarra, el intendente en aquel momento, haciéndose eco del reclamo actual de los familiares que lo quieren ver preso y hasta refutan la posibilidad que la democracia habilita de ser candidato a otros puestos ejecutivos. Así, se muestra como un triunfo de los familiares la destitución de Ibarra, algo que fue más un entramado político que un partido (el Pro) llevo a cabo precisamente usando de manera espuria a los familiares como escudo. Ese reclamo que se expone ridículo en vista de otras tragedias similares que ni siquiera le costaron el puesto a intendentes ni aquí ni en el mundo, (y mucho menos la cárcel) muestra que ideológicamente el film tiene el punto de vista de un militante social cámara en mano que no está dispuesto a reflexionar de manera objetiva y poner en contexto un tema que por tan abarcativo lo termina superando. Lo mismo le hubiese sucedido a quién hubiese hecho un documental contemplado sólo el lado de los “victimarios”. Hacia el final se marca un paralelo que resulta por demás forzado, igualar otras tragedias, accidentes y atentados con Cromañon, todo en la misma bolsa, esa idea que recuerda al “que se vayan todos” del 2001. Se citan casos que ni siquiera tienen como punto en común con Cromañon el contexto, situación o resultado. Recordemos que en Cromañon se hizo justicia, hubo juicios, hubo condenas para casi todos los acusados, músicos y funcionarios incluidos. Paradójicamente ayudado por los medios que tuvieron la noticia en tapa, lo cual es siempre una presión extra para el poder judicial. En definitiva el documental trasluce las buenas intenciones de los realizadores pero el resultado es tan políticamente correcto que deja a todos con esa mezcla de tranquilidad e indignación que define muy bien a la “clase media bien pensante”.
La boutique de la corrupción argentina. Y finalmente alguien hizo un documental sobre la masacre de República Cromañón, y por suerte la experiencia resulta satisfactoria porque logra invocar tanto la memoria colectiva como el recorrido concreto en pos de justicia por parte de los familiares de las víctimas, un trajín que ya lleva más de una década de idas y vueltas. La ópera prima de Mayra Bottero utiliza con sensatez el armazón expositivo para analizar las consecuencias sociales, institucionales y personales que dejó el incendio del local nocturno de la calle Bartolomé Mitre, el 30 de diciembre de 2004, en esencia una catástrofe producto de esa típica cadena de negligencia, alienación y deshonestidad que caracterizan desde siempre a nuestro país. A través de un cúmulo de planos poéticos de variada índole, mucho material de archivo, registros de marchas/ actos y entrevistas a los sobrevivientes, sus allegados y los referentes de las distintas agrupaciones que surgieron en torno al reclamo en contra de la impunidad, un fantasma que estuvo -y sigue estando- sobre el horizonte, La Lluvia es También no Verte (2014) asume con éxito la responsabilidad de dar voz a los protagonistas del evento y asignar sentido a un episodio en el que se combinaron los diferentes estratos de la locura, inoperancia, idiotez y corrupción de la Argentina, otra de las tantas naciones del Tercer Mundo que parecen condenadas a repetir sus errores gracias a la demagogia y el egoísmo. Recordemos que el siniestro generó 194 muertos, unos 700 heridos y miles de afectados de manera directa o indirecta, amén de que Cromañón estaba habilitado para 1031 personas cuando dentro había más de 4500. El caso judicial en particular se presenta bajo la forma de alegorías, listados sobreimpresos en las imágenes, segmentos de noticieros televisivos y testimonios de los involucrados, convirtiendo a la película en una buena puerta de entrada para comprender un desastre que puso de relieve la connivencia entre los organismos de control, la policía, los bomberos, los capitalistas del espectáculo, los artistas y un público que en su mayoría celebraba el despropósito de las bengalas y la “futbolización” del rock. De hecho, considerando las sentencias irrisorias que recibieron los responsables y las pocas modificaciones en el esquema normativo para habilitaciones, quizás el único efecto positivo que dejó Cromañón haya sido el destruir de cuajo esa cultura de consumo -seudo musical- vinculada a la competencia entre bandas, la estupidez acrítica y “el aguante” mediante la apología de un ideario marginal que casi nunca era tal y que para colmo giraba alrededor de artistas mezquinos, iletrados y manipuladores (Callejeros fue un ejemplo paradigmático en este sentido, con una carrera patética armada a caballo de fagocitar oportunamente a parte del público que quedó vacante gracias al final de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota). Un inconveniente que arrastra La Lluvia es También no Verte, a lo largo de todo su metraje, es la andanada de soliloquios de tono mesiánico y/ o lírico vía locuciones en off de la directora, similares a la ingenuidad de barricada de los documentales militantes argentinos de los 70 o sus homólogos de la primavera democrática de los 80. Sin embargo la obra logra construir una mirada abarcadora de la muerte masiva, las crisis y sus subproductos, sostenida en especial en la perspicacia de las palabras de algunos entrevistados y el poderío de las imágenes captadas. Más allá de la mediocridad de los servicios asistenciales y el sistema judicial, aquí aparecen en primer plano los frutos de la corrupción y la ignorancia…
Entre el grito y el silencio Ya desde su título ambiguo, y gracias a las explicaciones de la directora Mayra Bottero, la lluvia aludida no es otra que la que se produce cuando un VHS reproducido miles de veces deja como marca y huella el paso del tiempo. Lo material aquí en esas horas grabadas de archivo para recoger la mirada mediática de una tragedia nacional, como fue la masacre de Cromañón, un diciembre negro para varias generaciones, que tuvo entre muchas aristas, 194 muertos, años de lucha silenciosa contra poderes políticos, empresariales y una sociedad fragmentada, la cual ante el hecho tomó partida por víctimas y victimarios al mismo nivel, reflejo pálido que cuando se trata de corrupción la muerte dice presente. El documental se instala de lleno en el fenómeno Cromañón, pero se bifurca hacia varios escenarios en el que toman protagonismo los sobrevivientes y familiares de las víctimas que relatan en primera persona la pesadilla, junto a un selectivo material de archivo acompañado de una voz en off en la que la realizadora encuentra la distancia necesaria para dejar un punto de vista entre muchos que van desplazándose a medida que el relato avanza. El cruce de imágenes referenciales al episodio, o de lo que se escuchaba en diferentes medios antes del juicio a los culpables y luego de la exoneración, gracias a un riguroso tratamiento en el montaje asocia el rol del estado ausente cuando la corrupción encuentra su mejor modo de crecer y eleva la cuota de responsabilidad a distintos eslabones de una cadena podrida. Desde el eslabón más débil –para algunos la banda Callejeros- hasta el más poderoso –Chabán, funcionarios, inspectores, etc.- comparten la misma contradicción y además el mismo reclamo de justicia por parte de aquellos que comenzaron a clamar en las calles y a convertir su lucha en un símbolo contra el poder. El espacio urbano como santuario en el mismo lugar de los hechos, las zapatillas colgadas y la decisión acertada de no apelar a la música de Callejeros para no herir susceptibilidades, de manera gratuita, aportan a la mirada de Mayra Bottero un lado poético o metafórico que desplazan al registro documental a secas para abrir otro tipo de discurso cinematográfico y llegar así a la sensibilidad de muchos más espectadores que aquellos que se identifiquen en primera persona con la suerte de muchos de los sobrevivientes. La herida generacional de Cromañón y, a partir de ese acontecimiento, un derrotero de tragedias evitables hablan a las claras de que falta mucho para que la balanza se incline hacia el lugar menos previsible, mientras el estado ausente se siga lavando las manos y echando culpas a terceros. Entre el grito y el silencio se escuchan los mismos reclamos, se unen demandas parecidas con el denominador común: la corrupción, la invisibilidad, eso es lo que a las claras deja La lluvia es también no verte, la memoria de una tragedia que aún hoy busca respuestas a preguntas que incomodan, pero que interpelan a toda la sociedad en su conjunto. Era hora que el cine nacional tomara la posta y encontrara, desde la concreción este documental, un lugar diferente para crear conciencia de un pasado y un presente que se conectan con la esperanza de que el futuro sea otra cosa.
El país que no miramos Aunque limitada en su factura, esta película propone una contundente exploración sobre las secuelas íntimas y sociales que sigue dejando -tras más de una década- el caso Cromañón. La lluvia es también no verte (Argentina/2015). Guión y dirección: Mayra Bottero. Fotografía: Fernando Lorenzale. Edición: Valeria Racioppi. Sonido: Manuel de Andrés. Duración: 93 minutos. Apta para todo público. Salas: Centro Cultural Konex y Espacio INCAA - Artecinema de Constitución. A partir del 30/7 en el Espacio INCAA KM 0 – Gaumont. Este documental de la debutante Mayra Bottero intenta desentrañar, a diez años de la tragedia de Cromañón, algunas cuestiones que escaparon a la cobertura periodística. Quienes deseen encontrar detalles desconocidos deberán saber que no estamos ante una investigación con revelaciones inesperadas. La lluvia es también no verte tiene, sobre todo, dos ejes: acercar el pensamiento y las sensaciones de aquellos que sobrevivieron al incendio (y de los familiares de las víctimas); y exponer las deficiencias desde el ámbito público o directamente la corrupción estatal que permitieron que una catástrofe de estas dimensiones (194 muertos) ocurriera. Es en su aspecto íntimo, visceral, desgarrador, que La lluvia es también no verte encuentra su razón de ser, su principal hallazgo. La reconstrucción del hecho y de las sucesivas instancias judiciales es apenas correcto, las incursiones de la propia Bottero con un off demasiado escrito (“literario”) quitan más de lo que aportan, pero el film alcanza una bienvenida potencia cuando deja que sean los protagonistas de los hechos quienes expongan todos su dolor, su bronca, su frustración y sus deseos. Bottero y varios de los que prestan sus testimonios van más allá de Cromañón para ampliar la responsabilidad del Estado a otros hechos, como los choques de trenes, los accidentes aéreos o las consecuencias de las inundaciones. Es una tesis interesante, valiosa y atinada, que quizás merecía una mayor profundización. La lluvia es también no verte no es formalmente un documental demasiado logrado (es incluso bastante limitado), pero tiene la valentía y el rigor de darle voz e imagen a aquellos que la sociedad prefiere esconder. El país que no miramos...
Diez años después Una bengala lanzada durante un recital del grupo de rock Callejeros en un local acustizado de material inflamable, solo dos puertas estrechas para el escape de más de 4000 personas en un lugar habilitado para 1031, salidas de emergencias cerradas con candados y un sistema de rescate deficiente convirtieron al local República de Cromañón en una trampa mortal que terminó en una las peores catástrofes ocurridas en la ciudad de Buenos Aires. Diez años tuvieron que pasar desde aquel fatídico 30 de diciembre de 2004 para que el cine posara su mirada en Cromañón, tragedia que dejó un saldo de 194 víctimas fatales, 700 con trastornos graves y miles que fueron parte de un horror provocado por la negligencia y la corrupción. Desde entonces sobrevivientes, familiares y amigos comenzaron un periplo hacia la búsqueda de justicia José Iglesias, padre de una de las víctimas y abogado querellante de la causa, expresa que Cromañón debería haber sido un punto de quiebre, que no se repita nunca más. Pero se repite bajo diferentes maneras, y ese resulta al eje de La lluvia es también no verte (2014), documental de Mayra Bottero a la que la tragedia no le fue ajena. Y no es casual que este primer documental que rescata aquel trágico hecho fuese realizado por alguien cercano a las víctimas. Su directora tuvo un amigo que falleció en Cromañón, Federico González, y eso la llevó a participar de las marchas de los días 30 en reclamo de justicia. La lluvia es también no verte se compone de testimonios de sobrevivientes y familiares que se fusionan con material de archivo televisivo abarcando desde las primeras imágenes de la tragedia hasta las diferentes instancias del juicio a los responsables, pero no poniendo el foco únicamente en el espacio donde ocurrió sino también en las situaciones colaterales. Así, es que vemos a Miguel Katz, perito de la causa y padre de una de las victimas sosteniendo que si se hubiera hecho un operativo como la gente se hubieran salvado muchas vidas. Su hijo fue rescatado por sus amigos, pero la ambulancia nunca llegó y fue llevado en un colectivo al Hospital Ramos Mejía donde no recibió la atención médica adecuada. La estigmatización de las víctimas para ponerlas en un lugar diferente a la del resto de la sociedad tampoco está ausente en La lluvia es también no verte, Mientras que otro de los puntos tiene que ver con las maniobras mediáticas y el invento de las guarderías que funcionaban dentro de Cromañón y que durante las diferentes instancias del juicio se comprobó que no existían. Sobre la segunda parte de La lluvia es también no verte el centro está puesto en los diferentes juicios que se llevaron a cabo abarcando desde el político a Aníbal Ibarra hasta aquellos que terminaron con la condena a empresarios y funcionarios del gobierno o la liberación de los miembros del grupo Callejeros. Y uno de los logros de Bottero es el de haber abierto los testimonios a las diferentes voces de víctimas y familiares. Hay quienes defienden la inocencia de Callejeros o quienes creen que al ex Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no le cabe responsabilidad alguna. Documental de investigación y montaje, La lluvia es también no verte es el primer acercamiento del cine a la tragedia de Cromañón que sale a la luz cuando ya pasaron más de 10 años de aquel trágico fin de año de 2004. Esperamos que no sea el único.
La ópera prima de la joven Mayra Bottero ya había tenido su función en el Gaumont cuando se preestrenó en diciembre pasado, ante un público que, mayormente, consistió en familiares y amigos de las víctimas de Cromagnon. Es que se cumplieron en diciembre del 2014, 10 años del episodio que enlutó y sigue enlutando a la ciudad de Buenos Aires. En la calurosa y fatídica noche del 30 de diciembre de 2004 194 jóvenes murieron en aquel local nocturno detrás de la estación de Once, cita por entonces de la cultura del rock emergente de la ciudad de Buenos Aires, regenteado por el dueño del underground porteño: Omar Chaban. Y este documental se pone a contarlo. El KM 0 en esta historia es ese. “Para estar de este lado, se necesita solo un minuto. En un minuto, podes estar con un cartel y una foto colgada” dice una de las madres de una víctima. A Bottero le toma poco más de una hora y media documentar, retratar y reflexionar sobre la tragedia, poniendo énfasis una y otra vez en la responsabilidad del Estado, con su “cadena de complicidades” y la situación de corrupción generalizada que hicieron de Cromagnon un verdadero caso testigo de cientos de otros episodios catastróficos. En esa hora y media, la concentración de frases, documentos, testimonios, fragmentos de noticieros de TV, marchas, canciones tiene una contundencia y una fuerza en sí misma pero tambien en la poética que la pone a la luz. El documental no se va en rodeos, toma la tesis de esa otra madre y la desarrolla: hay que dejar de hablar de “Estado ausente” hay que empezar de hablar de un “Estado presente” que es el que crea, sostiene y construye trampas mortales para los ciudadanos. Cierto que hubo un antes y un después de Cromagnon que costó el puesto de un funcionario ejecutivo por primera vez en la historia y que a partir de ahi la búsqueda de justicia siempre es una esperanza. Del lado de las organizaciones no queda nada afuera: para elegir a quién comprender hay que saber y sentir. Y en ese entramado está el acierto de Bottero: su documental hace saber y hace sentir. La voz en over constituye una capa que busca producir certezas, sin ser reiterativa: de cada victima de una tragedia, 400 personas se ven afectadas por tener alguna vinculación. Por lo cual el cálculo da que 1 millon 600 personas tienen recuerdo de esa noche. Los datos concretos se entrelazan tambien con los datos de las otras masacres armando un probable calendario de la muerte: la de Luciano Arruga, la Tragedia de Once, Marita Veron, las inundaciones, Once, Puerta 12, MarzoAmia, Lapa, Carmen de Patagones, Colegio Ecos, Rio Tercero, 19 y 20 de diciembre. A cada mes le va una pancarta. La lluvia es tambien no verte, no se olvida de esas otras masacres al contrario, las narra sin melodrama. Y lo hace también desde el dolor de los que siguen recordando y reclamando justicia. Se estrena mañana 23 en el Arte Cinema y el 30 de julio en el Gaumont.
Cromagnon, en primera persona Pasaron más de diez años de la tragedia de Cromagnon, pero algunas heridas siguen abiertas. Y está claro que es importante conservar la memoria sobre los desaguisados que provocaron el desastre en aquel fatídico concierto de Callejeros que terminó con 194 muertes y más de 700 personas que aún hoy sufren trastornos graves (sin contar al entorno familiar de cada una de ellas, claro). Ese parece ser justamente el objetivo central de este documental de la debutante Mayra Bottero, armado sobre la base de testimonios de familiares, sobrevivientes y material de archivo televisivo. Es cierto que la película no presenta demasiadas novedades en torno a lo que ya se conoce del hecho y de la causa judicial. También que el estilo del documental es simple, de tono predominantemente informativo. Sus fortalezas están apoyadas sobre todo en esas dramáticas historias narradas en primera persona, más que en novedades formales. El otro eje importante es la vinculación entre las negligencias (de la banda; del responsable del local, Omar Chabán; de las autoridades del gobierno de la ciudad que encabezaba Aníbal Ibarra, destituido por este hecho) que fueron condición necesaria para aquel suceso luctuoso y para otros que marcaron a la sociedad argentina en los últimos años (el accidente ferroviario de Once, las inundaciones en La Plata, por citar apenas dos casos), una articulación en la que viene trabajando desde hace un buen tiempo el grupo de familiares de víctimas de Cromagnon "Que no se repita". La conclusión, triste, contundente, indiscutible, es que es imposible pensarlos sin tomar en cuenta el entramado de corrupción que involucra a funcionarios, políticos e integrantes de altos mandos de las fuerzas de seguridad en cada uno de los casos. Con un recurso simple, la apelación a lo que la Justicia determinó en su fallo sobre el caso, la película también desmonta algunas mitologías urbanas en torno a los fans de Callejeros: la de la "guardería" que hipotéticamente funcionaba en los baños de Cromagnon durante los conciertos, por ejemplo. Pero también les recuerda a los que aún hoy siguen reclamando absolver de toda responsabilidad a los integrantes de la banda liderada por Patricio Santos Fontanet que todos ellos sabían perfectamente que se permitía en sus recitales el ingreso de bengalas y de una cantidad de público que triplicaba la capacidad del lugar. No hay cariño ni fanatismo que puedan borrar ese dato concluyente.
Publicada en edición impresa.
Para que no se repita A diez años de la mayor tragedia evitable de nuestra historia, llega este documental que muestra con responsabilidad y rigor lo que sucedió aquella funesta noche del 30 de diciembre de 2004 en el local República de Cromañón, y sus consecuencias. Por un lado, la directora recurre a material periodístico y judicial para explicar de forma didáctica e imparcial lo que sucedió en el lugar. Las condiciones del boliche, la forma en que fue organizado el recital de Callejeros, con datos que constan en la causa y que dejan en claro el nivel de irresponsabilidad que tuvo la banda y quienes junto a esta organizaron el show. Se presentan testimonios de abogados que participaron en el juicio como querellantes y también de familiares de las víctimas. Bottero apuesta a la sensibilidad natural que se desprende de testimonios de por sí desgarradores, sin subrayar en busca de golpes bajos. Tiene la capacidad de equilibrar los relatos, dejando lugar para quienes consideran que la banda no es culpable -porque hay quienes así piensan-, pero afortunadamente la directora elije apoyarse en lo que se probó en la causa y no en fanatismos adolescentes. El documental nos da la oportunidad no solo de repasar un hecho trístemente histórico, también de ver y escuchar a Aníbal Ibarra, responsable político y operativo del desastre, en una entrevista televisiva que lo deja en evidencia. Informativa, dura y emotiva, así es esta película de visión indispensable, especialmente en esta época de elecciones. Para tener en cuenta que hay que ver un poco más allá de lo que muestran los candidatos, escarbar en el fondo de las cosas. Para que la historia no se repita, ni más ni menos. Nunca más.
La tragedia de Cromañon, a 10 años, con todas las voces del dolor, los juicios, las miradas, la investigación, la lucha de los sobrevivientes. Las heridas todavía abiertas. Interesante y cuestionadora.
La novel realizador Mayra Bottero apunta con “La lluvia es también no verte” (Argentina, 2015) a los sentimientos cercanos sobre una herida abierta que sigue doliendo cada vez que se la menciona. Porque la tragedia de República de Cromañon aun permanece en el imaginario como una daga que nos hace replantear no sólo la pérdida de 194 vidas y más de 700 seres que padecieron desde esa noche una amenaza sobre ellos, sino que nos abre una vez más la necesidad imperiosa de exigirnos una respuesta, que más allá de la que la justicia ha dado, sobre cuál es el rol que hemos decidido tener ante tamaña situación. Bottero resignifica imágenes de noticieros y envíos especiales sobre el tema para contextualizar un poco el panorama del desastre, cada declaración que elige dispara una pregunta que sigue sin tener respuestas. También Bottero relata en off sobre las imágenes de diarios, recortes, marchas, y demás, porque necesita ser ella también quien narre el lento e innecesario proceso porque el que cada una de las víctimas, familiares, amigos e involucrados han padecido. “La lluvia es también no verte” duele porque sabemos que nada de lo que se ha realizado en materia de justicia ha saneado la situación. Porque en pantalla escuchamos hablar a funcionarios que inescrupulosamente siguen defendiendo una situación indefendible, y porque en cada uno de los relatos con los que decidió ella contar la historia de esa trágica noche, testigos directos, sobrevivientes, familiares, miembros de ong’s, revivimos el dolor y la necesidad de justificación sobre qué es lo que realmente sucedió allí. Es interesante también cómo la directora cuenta esto, en “La lluvia es también no verte” no hay música incidental, al contrario, el silencio y la voz en off son sólo los aditamentos de un documental necesario que exige que al verlo uno se pare en algún lugar de la vereda. Y claro está que la decisión sobre en qué lugar pararse es fácil, porque aún hoy algunos sobrevivientes tengan que romper el estigma creado sobre la imagen de jóvenes drogados, descuidados que en el recital no supieron cómo salir de un lugar que les impedía justamente salir, sabemos que cualquiera podría haber estado allí, para ver esa banda u otra. Bottero transmite verdad con las imágenes. Bottero hurga en la herida para plantearnos un estado de las cosas inevitable. Bottero nos habla de un dolor que no cesa, y evita el lugar común del relato catártico o la exposición casuística, ella busca una voz para poder así hablar de otras problemáticas, como la inexperiencia de los bomberos, la corrupción política y policial, el acostumbramiento a establecimientos en malas condiciones, y demás. “La lluvia es también no verte” posee algunos momentos demás, y algunas secuencias que, efectistas, buscan impactar, pero ¿habría otra manera de hacerlo al hablar del tema? A diez años de la tragedia de Cromañón el filme vuelve a la agenda mediática al tema y exige que la indiferencia y la estigmatización sean erradicadas para poder comprender, mucho más globalmente, una problemática asociada a problemas de raíz, que como sociedad, aún siguen invisibles.
Viví cerca de lo que era República de Cromagnon (en el barrio de Balvanera, en Buenos Aires), local para recitales que regenteaba Omar Chabán, en esos años previos a la tragedia. Recuerdo que el espacio siempre estaba lleno pero jamás sospeché que en dicho lugar las condiciones de seguridad no fueran suficientes para proteger a la enorme cantidad de asistentes que se congregaba periódicamente allí. Era habitual ver las tribus urbanas marchar a recitales cada noche, convocados por bandas alternativas e importantes de ese tiempo. Hacía mucho calor, estábamos en la víspera del último día del año 2004 y tocaba Callejeros, la banda alternativa del momento. El local atestaba de gente y a poco de comenzar a sonar los primeros acordes, alguien tiró una bengala que impactó en el techo del local. Comenzó el fuego, apareció el humo y al intentar salir, las personas encontraron que las salidas estaban cerradas por fuera. La tragedia se cobró las vidas de 194 personas. Se inició una investigación judicial larga que se sumó a la política, y el entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad, Aníbal Ibarra, fue destituído de su cargo. La herida, no cerró aún y Mayra Noelia Bottero aborda el proceso de trabajar con el suceso buscando transmitir los sentires que atravesaron a los protagonistas, directos e indirectos. En su debut como cineasta, ella elige plantear un recorrido prolijo entre la multitud de testimonios que dejó Cromagnon y atiende a diferentes visiones de lo que fue aquella noche. Sin buscar tomar partido (hay sectores que creen que los miembros de la banda son responsables de lo sucedido), "La lluvia es también no verte" es un documento válido para reflexionar sobre cómo la sociedad procesa y avanza sobre un hecho luctuoso, definiendo responsabilidades. El film logra establecer conexiones con otros hechos sociales en los cuales los jóvenes y ciudadanos sufren de persecusión, desamparo y no tienen la posibilidad de enfrentar la disparidad de fuerzas opositoras ("en la Argentina la justicia no es un servicio, es el resultado de una pelea"). La movilización por la tragedia de Crogmanón no termina como bien se escucha en el documental, en las condenas por el hecho. Debe hacerse efectiva en todos aquellos lugares donde el pueblo necesita sentirse seguro y protegido por sus gobernantes y fuerzas de seguridad. Esa es la lucha que está instalada y que se trasluce cuando entramos en la fase final de este documental. Este planteo de toma de conciencia ciudadana se escucha en esta cinta con clarirdad. No es una cuestión fácil su abordaje. Pero tenemos fe. Porque como escuchamos al cierre de este valioso registro,"es en la búsqueda de justicia donde construímos la esperanza" (La memoria siempre ayuda a construir un presente más honesto y un futuro mejor). Se puede ver en el Centro Cultural Konex y Arte Cinema de Constitución. A tener en cuenta.
Una tragedia, todas las tragedias Más de diez años pasaron de aquella noche en el boliche de Omar Chabán y de aquellos despropósitos públicos y privados que se llevaron docenas de cadáveres y dejaron cientos de heridos de por vida. Más de diez años pasaron de aquella noche en el boliche de Omar Chabán y de aquellos despropósitos públicos y privados que se llevaron docenas de cadáveres y dejaron cientos de heridos de por vida. Cromañón fue el corte de cuajo a un Estado ciego, al conformismo rockero de entonces y a la carne de cañón siempre dispuesta que representa la adolescencia o no tanto de cualquier época. En ese punto, el trabajo de Mayra Bottero repara en aquellas imágenes del horror, en los testimonios de padres y sobrevivientes, en el lugar que ocupaba la sociedad del momento cuando se daba el visto bueno a un lugar cerrado no acondicionado para un determinado espectáculo. En ese sentido, el documental no sale de ciertas rutinas que exploran en las cabezas parlantes y en la utilización de fragmentos televisivos de noticieros sobre el hecho. No está mal pero tampoco es demasiado original, en cuanto a recursos cinematográficos, que La lluvia es también no verte exprese su interés estético en decisiones formales ya preconcebidas en infinidad de documentales de denuncia. Porque de eso se trata: alertar, comunicar, acusar, dar a conocer una opinión donde las culpas se sintetizan en el rol y en la responsabilidad del Estado que, polémicas mediante, se recuerda que está representado por individuos que sin cargo político alguno también toman decisiones que pueden perjudicar al otro. Por eso, la película decide ir más allá de Cromañón para sumar otros acontecimientos trágicos en donde el Estado también mira hacia los costados. Allí, la propuesta argumental se agranda y trata de abarcar a un Poder desde su faceta criminal, propiciando un discurso demasiado ambicioso y de poco vuelo cinematográfico que constantemente se ve subrayado por el uso de una voz en off (a cargo de la realizadora) que resuena por su carácter mesiánico y excesivamente artificial en sus decibeles poéticos y aleccionadores. Quedan, eso sí, las víctimas de Cromañón, el humo irrespirable que antecede a la muerte y la sensación de que todo podría haberse evitado y no sólo por un sujeto anónimo que arrojó una bengala en un lugar no autorizado para hacerlo. <
Buscando expresar el dolor La de Cromañón es una herida que no cierra, por más que hayan muchos -responsables o no del hecho- que hagan todo lo posible no por cerrarla, sino por hacer de cuenta que no existe. Por eso es saludable la aparición de un documental como La lluvia es también no verte, que le da primordialmente voz y rostro a los sobrevivientes y familiares de las víctimas, estableciendo una diferenciación fundamental con los responsables directos e indirectos, penales y políticos -que van desde Chabán hasta Ibarra, pasando por Callejeros-, que por diferentes vías ya habían tenido mucha mayor visibilidad para expresarse y, principalmente, defenderse. Esa decisión capital que toma la directora Mayra Bottero -que por algo afirma en la entrevista que le hicimos en FANCINEMA que no existen tantas verdades como personas involucradas en el hecho pero sí “mucha mentira”- de plantarse en el lugar de los más débiles y otorgarles el tiempo que da el cine para expresarse, es la que conduce a que su film sea particularmente complejo. Y doloroso. Y esclarecedor. Y hasta se podría decir que inapelable. Hay una autoridad que se construye en las víctimas y familiares que no dejar de ser llamativa, porque está construida desde la humildad, el respeto por el que opina diferente y desde la manifestación sana, coherente y honesta de lo que duele, lo que molesta, lo que da bronca, lo que se siente que falta y no hay forma de recuperar. ¿Qué se puede decir, por ejemplo, frente a lo que cuenta Mauro Fernández, consistente en un relato de tinte espiritual y hasta sobrenatural, una aventura casi alucinante que no es más que una reconstrucción de cómo volvió de la muerte que parecía inevitable? ¿O de las declaraciones de Mauge Macci, otra sobreviviente, entendiendo a los que defienden a Callejeros, pero ratificando su punto de vista y haciéndolos responsables porque “yo tenía 16 años y me cambió la vida”? ¿Y de ese testimonio a dúo entre un padre y su hija, recordando y reafirmando lo que implicó el nacimiento de un bebé, hijo y nieto a la vez, que vino a ponerles su mundo patas para arriba, pero para bien? Decir, se puede decir poco y nada; apenas queda asombrarse, asentir, conmoverse, incluso reír y llorar al mismo tiempo. De esto es también consciente Bottero y por eso sólo pone la cámara y deja que los entrevistados vayan hilvanando sus historias, y se reserva otros momentos donde explicita de un modo más poético las sensaciones de los protagonistas aportando también su propia mirada como cineasta que debe llevar a la pantalla un recorte inevitablemente arbitrario de todo un conjunto de voces sobre un tema en extremo sensible. Y aunque a veces tropiece, redundando en ciertos discursos, no deja de imponerse una toma de posición que por lógica no deja de ser valiente. En todo su metraje, La lluvia es también no verte atraviesa temas como la culpa, las responsabilidades, las continuidades que se establecen en el accionar o desidia de un Estado que deja a la deriva y desprotegidos a los ciudadanos -como en el caso de la tragedia, a la que también se quiere sindicar como un “accidente”-, pero lo que prevalecen son antes que nada las personas, la gente de carne y hueso que estuvo y ya no estará, y los que están y deben seguir adelante. El no perder jamás de vista esto, evitando caer en alegatos y bajadas de línea facilistas, es lo que convierte a La lluvia es también no verte en un film noble, que duele, y mucho. Y a veces, nada mejor que el dolor para motivar la reflexión.
El dolor como motor Le quedaba algo más de una hora a aquel 30 de diciembre de 2004 cuando comenzó la tragedia de República Cromañon. Comenzó, y para muchos todavía está lejos de terminar. Casi once años han pasado desde aquel fatídico día en el que 194 personas perdieron la vida durante un recital de Callejeros, y otros miles, entre sobrevivientes, familiares y amigos, vieron las suyas cambiar para siempre. La lluvia es también no verte está dirigido por Mayra Bottero y es un documental que nace del dolor causado por esa tragedia. Es un documental no debería haber existido porque Cromoñon nunca debería haber sucedido, pero acá está. Y por más que nos haya tocado de cerca o no, es tan difícil como necesario de ver. Para entender que no fue un accidente y que se podría haber evitado. Bottero, habiendo perdido ella misma a un amigo, enfoca su cámara a los familiares de las víctimas. Con material de archivo y entrevistas a padres y sobrevivientes, la película comienza con los desgarradores relatos de aquella noche del 30 de diciembre de 2004, y prontamente encuentra su rumbo enfocándose en la transformación y canalización de ese doloroso recuerdo, dando paso a una lucha social en búsqueda de justicia que ya lleva más de diez años, y que a pesar de algunos reveses sigue adelante. Promediando los último minutos de metraje se nos dice que por cada víctima de una tragedia, al rededor de 400 personas constituyen sus vínculos. Esto significa que 1.600.000 personas están relacionada de algún modo u de otro con lo sucedido en Cromañon. Pero La lluvia es también no verte engloba otras tragedias, previas y posteriores, que tambien ocurrieron por la negligencia del estado o individuos corruptos, como son LAPA, Once, Rió Tercero y un tristemente largo etcétera. Y en ese paso de antorcha en la lucha contra un sistema corrupto es donde la película termina por exponer el porqué de la búsqueda de justicia. No es solo por los que ya no están, sino que también para prevenir que vuelva a suceder en el futuro. Conclusión Con interesantes recursos y entrevistas tan conmovedoras como esclarecedoras, La lluvia es también no verte es un documental que expone de manera clara y concisa que Cromañon se podría haber evitado, si tan solo una larga fila de personas hubieran hecho su trabajo como corresponde. Algo tan indignante como sobrecogedor. Y por allí mismo pasa su gran acierto, al no quedarse simplemente con la tragedia y mirar hacia el futuro, en las luchas que nacieron y al día de hoy continúan buscando justicia, junto todos los que se unieron en el camino. Cromañon no le pasó simplemente a las victimas y sus familiares, Cromañon ya había ocurrido, volvió a ocurrir y es cuestión de tiempo para que vuelva a suceder si no hay un cambio verdadero en quienes deberían cuidarnos. Eso es lo que nos dice La lluvia es también no verte, fuerte y claro para que lo escuchemos todos.
Días de dolor Pasados diez años de la tragedia de Cromañón, este documental reactiva la adormecida memoria de los porteños para volver el foco sobre una de las mayores catástrofes ocurrida en su ciudad. La lluvia es también no verte se construyó en base a material de archivo televisivo, grabaciones particulares y entrevistas a familiares de víctimas y sobrevivientes de la tragedia ocurrida el 30 de diciembre de 2004 en el local de Once. Al igual que la mayoría de los documentales testimoniales producidos en el país, el peso emocional eclipsa al criterio artístico; pero a diferencia de trabajos similares, el aspecto emotivo es aplastante y no dejará indiferente a nadie que presencie sus más de noventa minutos. Un aspecto clave para tal cometido es que Mayra Botero, la realizadora, de 28 años, ha tenido activa participación en las marchas de familiares de víctimas, lo cual no sólo le permitió acceso directo a los testimonios sino también la elaboración de un mensaje potente. El carácter de denuncia a funcionarios, al silencio de los políticos, a la apatía de Callejeros, se enlaza con el síntoma de una sociedad indiferente al dolor, anestesiada por la frivolidad y el dinero. Los valores que promueve Botero mediante el film no son nuevos, como no es nuevo el reclamo de justicia de los familiares, que se reactiva con su eterna lucha contra la artritis judicial. Así como estos últimos, la película es un recordatorio de la insistencia, el único modo en que la protesta puede ser oída. El modo en que la antorcha pasaría, años más tarde, a familiares de la tragedia en Once, es el momento más emotivo y valioso del film.
Las clasificaciones son odiosas, lo sabemos, pero a veces son necesarias a los efectos de la orientación. “La lluvia es también no verte” se puede inscribir dentro del género documental, pero también como una suerte de docu-crónica si se permite el término. El 30 de diciembre de 2004 ardieron las calles del barrio conocido como “Once”. Esa noche 194 almas dejaban este mundo por haber ido a ver una banda de rock. En aquel día fatídico era Callejeros, pero está claro que podría haber sido cualquier otra banda de esos años dado el pseudo “folklore” implicado en ver rock en vivo. Era un recital y a la vez parte del engranaje de corrupción cuyo inicio, en este caso, se produce en el instante en el cual uno de los cientos de miles de jóvenes que van a ver a su grupo favorito saca de su bolsillo la plata para pagar la entrada. Con la guita del otro lado del mostrador, todos los involucrados en el negocio ganan bienes y pierden escrúpulos con la misma velocidad. La noche de Cromañón se llevó puestos a todos, incluido un jefe de gobierno destituido por la legislatura y sin embargo, la justicia como valor universal todavía tiene una deuda gigantesca. Huelga decir que nada es suficiente, pero “La lluvia es también no verte” logra, con su autoconciencia de trabajo recopilatorio, llenar los huecos que la memoria olvida y se transforma, merced a un minucioso trabajo de edición y dirección por parte de Mayra Bottero, en un muy buen resumen de los hechos de Cromañón, que cuentan además con el aporte invalorable de los testimonios de especialistas, padres y víctimas. Solo ellos pueden ayudar al espectador a dimensionar una tragedia que todavía sigue dejando estelas de quemazón en los rostros y corazones del mundo. El resultado es reivindicatorio, útil, y por supuesto necesario. Esta película llega claramente al estado que se propone instalar en el espectador: El de memoria constante para no bajar los brazos en la lucha por la justicia.
Cromañon, una herida abierta La lluvia es también no verte es un documental sobre la tragedia de Cromañon, el acontecimiento que implicó una de las luchas sociales más importantes de la última década. La propuesta de su directora, Mayra Bottero, intenta profundizar en las marcas imborrables que dejan las tragedias evitables en la sociedad. La pregunta que guía el recorrido de la voz en off durante todo el film pareciera ser qué implica hoy el reclamo de justicia, a 10 años del incendio del boliche de Once. La película se centra en dos aspectos: el testimonio de los familiares de las víctimas y los sobrevivientes de aquel 30 de Diciembre donde 194 personas perdieron la vida y cientos más resultaron heridos. Y por otro lado, en el tratamiento que los medios hicieron del hecho. Este enfoque, que privilegia la mirada de los damnificados posicionándolos en el centro de la escena, elige dejar por fuera el testimonio de los acusados y condenados. El punto de vista de Chabán, Fontanet e Ibarra y demás funcionarios acusados llegan al espectador sólo a través de la reconstrucción de recortes periodísticos y entrevistas. En este caso, Bottero eligió una impronta que revisa esos testimonios en lugar de buscar su palabra- que fue tan “manoseada” por los medios- y hoy a 10 años de la tragedia, hubiese sido interesante indagar (con la excepción del principal imputado, Omar Chabán, que falleció el año pasado). En ese sentido, el documental le da protagonismo a las voces de los que atravesaron el dolor: voces desoladas, indignadas, reconstruidas, tanto de los allegados a las víctimas que perdieron su vida en el recital, como de los sobrevivientes, quienes hoy transitan su presente con sosiego pero también con desilusión, con impotencia pero también con un poco de consuelo. Lejos de caer en un golpe bajo, la instancia donde familiares gritan- al unísono y a su modo personal- un reclamo de justicia grupal, es rescatable porque en ese grito pueden verse representadas cientos de familias más. La justicia, que para algunos representó ver a los responsables bajo rejas -luego de una ardua lucha que implicó un fallo y luego su revisión y condena- para otros, también significó llorar tranquilos a sus seres queridos y empezar otra vez. El documental profundiza en dos historias de revancha: la madre de una víctima y la hermana de un joven fallecido, quienes a través de la música en el primer caso, y a la posibilidad de ser madre, en el segundo, convirtieron el dolor en un motor de lucha, pero también de valor. Por eso, el concepto de justicia que construye Bottero a lo largo del film, es también simbólico, al referir, de alguna manera, a las luchas internas que ganaron a sí mismos los allegados a la tragedia y cómo eso se imprime en la forma en que proyectan la sociedad de hoy. Hacia el final, la interesante aunque pretenciosa maniobra de poner en la misma hilera a las tragedias la Amia, Lapa, Ecos, Once, entre otras, es meritoria por su intención de concientizar sobre pasadas tragedias evitables y prevenir sobre futuras, actuando como epopeya de una suerte de nunca más. Pero, si bien estos distintos significantes (Cromañón- Lapa-Ecos- Once, etc) engloban injusticias sociales, la forma de enunciación termina siendo ambiciosa, al generalizar distintos contextos, lugares y actores sociales. La lluvia es también no verte es un film que merece ser visto porque invoca a una herida social aún abierta por la negligencia y la falta de control que operó en el acontecimiento fatal que nubló el fin de año del 2004, y para siempre jamás la vida de miles de familias, jóvenes y al rock. Por lo demás, este film no es sino un intento de describir cómo reacciona la sociedad frente a lo ineludible, e indagar en la reconstrucción social del concepto de justicia en lo colectivo y también en lo individual.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Pasaron más de 10 años de la masacre de Cromañón, y pasaron cientos de imágenes. Noticieros con columnistas que estigmatizaron a los jóvenes, programas de opinión que diluyeron culpas de funcionarios, sonrisas burlonas de los responsables, fotos de las víctimas en pancartas, zapatillas colgadas como una imagen-símbolo de la tragedia, imágenes en vivo y en directo de marchas, charlas y festivales para pedir justicia, transmisiones de las distintas instancias judiciales, cortos y fotos para apoyar la lucha. Vimos cientos de imágenes, y ahora Mayra Bottero presenta una película que ayuda a ordenarlas, a reflexionar y a profundizar en sus sentidos. La directora señala "Cromañón tuvo una cobertura periodística incansable. Creemos en que todo fue dicho, mostrado, y narrado. Sin embargo, las causas de la tragedia de Cromañón son tan complejas como la conformación de nuestra sociedad, y entonces necesitamos de un tiempo distinto para pensarlo otra vez. El cine puede darnos ese otro tiempo" La lluvia es también no verte, es el primer documental sobre Cromañón. Está contado desde adentro, por quien fue parte de los lazos de las víctimas y se sumó a la lucha por justicia, con cámara en mano, desde los comienzos de esta historia. La voz en off de Mayra acompaña momentos de reflexión. La directora perdió a su amigo Federico González esa noche de diciembre, y durante diez años acompañó las distintas instancias de lucha. Los familiares y sobrevivientes son los protagonistas y tienen la palabra a través de un relato que recorre la denuncia y la experiencia en la búsqueda de justicia. El archivo documental, aportado por una familia que minuciosamente grabó en VHS cada aparición mediática referida al tema, repasa todos los capítulos. Desde el humo y la enorme tristeza de las calles ennegrecidas del 30 de diciembre de 2004, con restos de ropa, zapatillas, sonidos de sirenas y gritos, hasta las últimas sentencias del caso, para luego volver a otra masacre, también en el barrio de Once, pero en febrero de 2012 y esta vez con los trenes de protagonistas. El archivo no miente, las víctimas y los responsables son los mismos. La película explica los hechos para dejar claro las responsabilidades. Puertas de salida cerradas, ventanas tapiadas, una enorme sobreventa de entradas que triplicaba la capacidad del local, material inflamable, coimas a funcionarios, falta de ambulancias e infraestructura para la atención. El relato deja claro que no se trató de un accidente. La voz de los familiares y los sobrevivientes apunta a los empresarios y remarca especialmente la responsabilidad del estado y sus funcionarios. El repudio a Aníbal Ibarra se repite en cada testimonio. Las reflexiones contestan al sentido común sobre la idea del "estado ausente", y aclaran que el estado está muy presente para garantizar la corrupción y la impunidad. En el mismo sentido de los testimonios que registra, Mayra Bottero agrega "En este punto es que el Estado se convierte en protagonista del crimen social que ha significado la muerte de casi doscientas personas". Las idas y vueltas de la justicia se muestran con una detallada cronología. El lugar del grupo Callejeros también es parte de la reflexión. Familiares que buscan que quede claro su responsabilidad y fans del grupo que los defienden. La polémica también está presente, desde un lugar que recuerda que el grupo tuvo la seguridad a su cargo y que se animaron a pedir indemnizaciones millonarias. La juventud, estigmatizada por los medios, objetivo de negocios para los empresarios, destinataria de represión y censura por el estado, es la protagonista. El documental destaca la solidaridad: el 30% de los muertos fueron jóvenes que volvieron a entrar para ayudar a otros. La joven directora, parte de la generación Cromañón, reflexiona "En nuestro país la policía mata jóvenes todos los días. La juventud es un negocio infinito. Por omisión o complicidad nos servimos de ello bajo los códigos de la impunidad." Mayra cuenta que una de las referencias para el título de la película es la "lluvia" de las imágenes de archivo de los viejos VHS. La lluvia del archivo no deja ver el fondo de la historia, pero aporta un registro imposible de olvidar como a un Omar Chabán que dice "yo culpo a los 3 tipos que tiraron la bengala, el pueblo es el culpable". La imagen deteriorada del archivo se contrapone con la cámara comprometida de Mayra que descubre relaciones de imágenes que trasmiten mucho. Los rostros de las víctimas de Cromañón y de la tragedia de Once en pancartas son parte de esta reflexión audiovisual acerca del mundo que miramos todos los días. Sobre el final, la voz en off nos recuerda que Cromañón no es el único, junto a la desaparición de Luciano Arruga, la tragedia de Once y las inundaciones, cada mes del año tiene un crimen social para recordar. Las distintas formas de lucha y organización tienen el valor de un registro directo que es parte de este colectivo, y así la cámara puede descubrir entre la enorme tristeza, las convicciones, la fuerza que surge de estar juntos, o la ternura de una madre murguera que le canta a su hijo. Entre las motivaciones de la película la directora expresó "Cromañón quedó plasmado en los memoriales más angustiantes de nuestra historia, entonces la película se pregunta acerca de aquello que todavía nos mantiene en vilo, acerca de ese tesoro que nos impulsa a creer en que hay mañana después de tanta muerte. La búsqueda de justicia se vuelve entonces una razón para continuar".