Crítica de cine: “La noche del demonio 3” (Insidious 3) Puntaje: 70/100 Para los amantes del género del suspenso y terror James Wan se ha convertido en una especie de “must” moderno. Es un director y productor que destaca por su calidad de narración, ritmo, planos e iluminación y, si bien no dirige esta tercera entrega, logra imponer su sello nuevamente. Esta tercera entrega es una precuela que nos sitúa antes de la persecución de la familia Lambert y revele como Elise Rainier acuerda usar su habilidad para contactar a los muertos, con el fin de ayudar a una adolescente que está siendo acosada por una entidad supernatural. Luego de una pequeña desilusión por la segunda entrega, uno ya iba menos exigente a encontrarse con esta película... aunque, igualmente, iba al cine y le volvía a dar la mano a James Wan... Esta claro que así es como logra que filmes de bajo presupuesto recauden millones alrededor del mundo. La cuestión es que esperando menos, me lleve bastante más. Si bien no está a la altura de aquella primera Insidious, con su música, ambientes y sustos, esta nueva entrega nos hizo saltar de la butaca en varias oportunidades. Algo para criticar es justamente la falta de una buena banda sonora, cosa rara en una producción de Wan. Sin embargo, los sustos en momentos oportunos y muchas veces no esperados agregan una pizca que le faltaba a la segunda. En cuanto a las actuaciones, cabe destacar que siempre ha sido un punto fuerte de esta saga y esta no es la excepción. Lin Shaye, quien interpreta a Elise Rainier como en las anteriores películas, vuelve a destacar y conquistar al público amante de esta saga. Además, la dupla de nerds caza fantasmas le aportan esa dosis de humor infaltable en esas películas de terror adolescente. El guionista y actor Leigh Whannell, fue quien creo esta serie con James Wan y es quien se pone por primera vez en la silla de director para cerrar un filme digno de ver en el cine y que, como tantas otras veces en el cine de terror, abre lugar a un nuevo capítulo en la saga.
¿Cuántas adolescentes poseídas o perseguidas por entidades demoníacas somos capaces de tolerar en un mismo año? Eso sólo parece saberlo Jason Blum, productor estrella de varias franquicias de terror de bajísimo presupuesto que vienen pululando desde hace ya varios años como “Actividad Paranormal” (Paranormal Activity), “Sinister”, “The Purge” y, por supuesto, “La Noche del Demonio” (Insidious). O sea, si asusta y es barata, es una de Blumhouse Productions. Se sabe que cantidad y calidad no suelen ir de la mano, y si bien esta explotación deliberada del género dio sus frutos económicos, no aportó mucho desde lo narrativo o lo estético, más allá de inundar las pantallas con un montón de historias ancladas en el “found footage” y en lugares comunes repetidos hasta el hartazgo. Poco se destaca de este tándem terrorífico que entretiene hasta cierto punto, pero termina aburriendo con el mismo relato calcado una y otra vez que sólo se molesta en “renovar” a sus jugadores. “La Noche del Demonio 3” (Insidious: Chapter 3, 2015) no es la excepción. Lo que había comenzado como una historia bastante interesante en 2010 de la mano de la familia Lambert, pronto se diluyó con su secuela en 2013. Ahora, la saga hace borrón y cuenta nueva, o mejor dicho, se va para atrás unos años para contarnos los problemitas demoníacos de otra persona. Lo único que prevale del relato original es Elise Rainier (Lin Shaye), la psíquica atormentada capaz de contactar a los muertos y Tucker (Angus Sampson) y Specs (Leigh Whannell), el dúo cazafantasmas que se ganó una mini-historia de origen. Bah, Whannell se ganó algo más. Toda su experiencia en el género como actor, productor y guionista lo llevaron a querer debutar como director y hacerse cargo de esta tercera entrega que tiene a la joven Quinn Brenner (Stefanie Scott) como protagonista. Adolescente que perdió a su mamá y ahora busca los servicios de Elise para poder contactarla, debido a que cree sentir su presencia en el departamento que comparte con su papá Sean (Dermot Mulroney) y su pequeño hermano. Al principio, la señora se niega por algunas malas experiencias del pasado, pero tras un pequeño vistazo al más allá descubre que hay algo más siniestro que se quiere apegar a la chica y, obviamente, arrastrarla a la oscuridad. Quinn es la típica chica que se lleva mal con su papá, demasiado afligido y ocupado para darle bolilla a las paparruchadas de su hija, hasta que cosas extrañas empiezan a pasar en el edificio y un accidente de auto la deja bastante magullada y sin poder moverse de la cama. Ahí es cuando la “entidad” se pone más pesada y papá Brenner decide buscar ayuda, primero con los muchachos de Spectral Sightings y luego con la experimentada Rainier que debe dejar sus propios fantasmas de lado para hacerle frente a este y salvar a la jovencita. Eso es todo lo que tiene para ofrecer “La Noche del Demonio 3”: sustos predecibles, actuaciones chatas, clichés por doquier, algún que otro “homenaje” y una historia de fondo que ni se molesta en explicar demasiado, dando a entender que lo único que importa es el golpe de efecto, la atmosfera siniestra y seguir facturando para producir nuevas continuaciones. Lin Shaye es la única que le agrega un toque humano, y también humorístico (queremos creer que es a propósito) con sus momentos badass anti demoníacos. Una película más de terror, de esas que aparecen en cartelera cada semana y pasan desapercibidas, incluso para los amantes incondicionales del género. Bastante tontuela y sin mucho sentido más allá del susto por el susto mismo.
La noche de la precuela Se debate constantemente si hay o no una especie de terror más preciosa que la otra; si en una película es más noble inspirar temor a través de la historia y la atmósfera que la rodea, o a través de un susto certero. Mucho depende del gusto, pero ambas requieren artesanía. Es tentador desmerecer al susto como un recurso barato, pero como nos dice John Carpenter, “Un susto en una película de terror es como un chiste en una comedia: lo esencial es el timing”. La noche del demonio: Capítulo 3 (Insidious: Chapter 3, 2015) es puro timing. Es una película en la que, como muchos “videos de miedo” pululando por internet, llama la atención del espectador a un punto focal diminuto o borroso, y en ese instante de vulnerabilidad sorprende con un sonido o imagen repentinos. Nos reímos. Se hace de día. Llega la noche. Repetir. Es un proceso básico, pero requiere mucha técnica, y lo que Leigh Whannell (co-creador de la serie El juego del miedo, aquí debutando como director) carece como escritor lo compensa con una excelente técnica para ubicar la cámara y programar los sustos de su pequeña casa embrujada. La película hace de precuela de La noche del demonio (Insidious, 2010) y su secuela La noche del demonio: Capítulo 2 (Insidious: Chapter 2, 2013), las cuales seguían el calvario endemoniado de la familia Lambert. La tercera les deja a un lado y se centra en los Brenner, la adolescente Quinn (Stefanie Scott) y su padre Sean (Dermot Mulroney), recientemente enviudado. Quinn desea ponerse en contacto con su madre y acude a Elise Rainier (Lin Shaye), la médium de las primeras dos películas, quien le advierte que “cuando llamas a los muertos, todos te escuchan”. Quinn sufre un accidente, queda confinada con un yeso en la cama y comienza a ser víctima de un demonio pasivo-agresivo que suele saludarla de lejos antes de aparecer detrás de ella y estrangularla. Todo esto se cuenta con experta técnica, y en la técnica quedamos, porque la historia es la nada misma y podría resumirse en “Quinn extraña a Lilith”, lo cual es lo único que sabemos del personaje y por lo tanto lo único que lo define (al de Dermot Mulroney también). Sobresaliente es la médium, Elise, quien en muchos sentidos es la verdadera protagonista de la trama, la cual funciona en gran parte como una historia sobre sus orígenes. Lin Shaye está excelente y termina robándose la película al demostrar más emoción, más pathos y más cambio que ningún otro personaje. Pero por más técnica que el director domine, nada salva el tercer acto del film, el cual abandona el tono relativamente sutil de la primera parte y desciende en un clímax cargado de acción, volumen e imágenes oníricas a dos centavos la docena. Así que eso es La noche del demonio: Capítulo 3, una película más elegante y temible de lo que el nombre sugiere, a pesar de una historia que no se dirige a ningún lugar interesante y el mal gusto con el que se la concluye. Y en un mundo en el que se estrenan películas como Líbranos del mal (Deliver Us from Evil, 2014) hay que celebrar las películas de terror que sí encuentran la forma de asustarnos. Sigan debatiendo cuál es la mejor película de terror. La peor es la que no asusta.
Los Lambert pudieron liberarse de los espíritus, pero el mal ya acechaba de antes y a otra familia. Así empezó todo en la saga de La Noche del Demonio. Y así se conocieron La madre de Quinn murió hace poco y la adolescente se siente perdida, por lo que visita a una espiritista para intentar contactarse con el espíritu de su difunta mamá. Lo que Quinn no sabe es que cuando intentó hacer contacto trajo un ente maligno del mundo de los muertos, que no se detendrá hasta llevarse su alma al más allá. Precuela? La Noche Del Demonio - Capítulo 3Una de las cosas que saltan a la vista en este film es que de entrada nos aclaran que los eventos que vamos a ver a continuación pasaron antes del film original y su secuela. Hasta ahí buenísimo, pero a los diez minutos de metraje también salta a la vista que los realizadores de La Noche Del Demonio - Capítulo 3 no se tomaron la más mínima molestia en hacer que la película parezca anterior a aquellas: tecnología, forma de vestir, peinado, absolutamente todo lo que vemos es tan o más actual que en sus antecesoras. Quizás eso no le importe demasiado a los espectadores, pero para mí fue una declaración de intenciones de la vagancia que tenían encima los encargados de hacer esta película. Irónicamente, sacando ese, digamos, detalle, hasta la mitad del film la cosa venia bastante bien. El terreno previo a que el ritmo se ponga in crescendo estaba bien construido, y los sustos vistos hasta ese momento, no recurrían a la típica subida de volumen que causa más sorpresa que espanto. Pero de golpe y sin explicación, cuando cierto personaje conocido de la saga comienza a tomar protagonismo, la cosa se viene abajo estrepitosamente. Transformando a un film que estaba siendo bien llevado en uno más del montón, que hasta termina causando gracia sin proponérselo. El punto de vista cambia porque sí del personaje principal a Elise (no es spoiler, la vemos antes de los cinco minutos). Además que la espiritista dice una cosa y al poco tiempo la vemos haciendo exactamente lo contrario; logrando que su personaje y el relato en sí, deje de ser verosímil y se vuelva efectista. Es una pena, porque como digo, hasta ese momento, el director y guionista (y también actor) Leigh Whannell venía haciendo las cosas bien. También hay que ver hasta que grado tuvo libertad a la hora de hacer la historia, porque recordemos que dos de los productores de la película son Oren Peli y James Wan, gente que también realizo films de terror. De todas formas también hay que destacar las cosas buenas de la película. Ya nombré como saben preparar el terreno para los sustos sin subir el volumen, creando una atmósfera que hace que el espectador esté a la espera constante del susto. Y de nuevo se hace presente ese aire teatral que tiene la saga (un poco ausente en La Noche Del Demonio - Capítulo 2). Conclusión La Noche Del Demonio - Capítulo 3 no le aporta nada nuevo a la saga y se nota que la hicieron para exprimir un poco más la franquicia. Como película en sí, pareciera que a mitad de rodaje cambiaron de director y guionista, porque hay un marcado quiebre que separa lo que hasta el momento era una decente cinta de terror y una más de las que pasarán sin pena ni gloria este año. Una pena, porque los fans de este género seguimos esperando una buena película en lo que va del 2015.
Leigh Whannell fue el guionista estrella que llevó a la sagas "Saw" e "Insidious" a ser de las más taquilleras del género en los últimos años, siempre trabajando codo a codo con su amigo, el talentoso James Wan. Era sabido que este último ya había decidido probar en el mundo de la acción con "Fast & Furious" así que la cuestión era definir a su reemplazante para continuar la franquicia. Fue así que el equipo de producción apoyó la nominación de Whannell para debutar como director en esta tercera entrega en la que, como en las anteriores, también tiene un rol secundario delante de las cámaras. "Insidious", ya saben, es una serie que arrancó original en su estilo de combinar terror de la vieja escuela con algunos elementos del J-Horror más bien sutiles, pero que, a la luz de los eventos que tendremos en este capítulo parece estar quedandose sin ideas frescas para sostener el interés de la audiencia. Aquí, los hechos que se describn nos ubican temporalmente antes de los eventos de las primeras dos con la familia Lambert y se centran en una historia que se produce unos años antes, cuando Elise Rainier (Lin Shaye) decide dejar de leer las cartas y se recluye en su casa, para duelar la pérdida de su esposo y evitar el contacto con el mundo espiritual. Ya saben, Elise es una poderosa medium capaz de adentrarse en el desafío de ayudar a aquellas personas que necesitan combatir a presencias demoníacas, provenientes de un plano oscuro y tramposo. "Insidious 3" comienza con una adolescente, Quinn (Stefanie Scott), quien la consulta en su casa, porque siente que su madre fallecida, intenta comunicarse con ella. Así es que nuestra psíquica, si bien se rehusa al principio a ayudar a la joven a dicha tarea, lo cierto es que, con el correr de los eventos, comenzará a replantearse la naturaleza de los problemas que van emergiendo hasta que tomará la decisión de aceptar la oferta del padre de Quinn, Sean (Dermot Mulroney) para visitar su hogar y descubrir qué espíritu habita en ese espacio y porqué acosa a la chica con tanta persistencia. Y por supuesto, contará con ayuda para enfrentarse a dicha tarea, un dúo de jóvenes especializados en el registro y combate de los fantasmas del que ya conocen bastante, si vieron las anteriores entregas de la saga. No hay mucho por agregar, porque esta vez la historia es bastante modesta y simplona. No apela a grandes intrigas ni tampoco es demasiado interesante. Los rubros técnicos son lo esperable en producciones de este tipo (ni muy muy ni tan tan) y las actuaciones son discretísimas, con muchos secundarios jugando al grotesco y quitandole fuerza y tensión a la trama que presenta. Dentro de los aspectos en que esta "Insidious" falla, el más preocupante no es la falta de buenas (u originales) ideas, sino del tedio que se genera a lo largo del relato, sólo interrumpido por alguna escena donde el efectismo del director logra generar algo de miedo por breve lapso. No hay aqui mucho para contar. Creo que esperaba más de esta franquicia aunque entiendo que sufre el mal de muchas: partir de una buena idea y no lograr poder transformar su potencial en acto. Aquí hay intenciones y algo de clima. Nada más. Lejos del brillo de la primera y también por debajo de la eficacia de la secunda. Solo para fans extremos de la saga.
La franquicia imaginada por James Wan avanza con un nuevo capítulo en “La noche del demonio 3” (USA, 2015), con un acercamiento hacia el mundo de la médium Elise Renai (Lyn Shaye) y sus ayudantes los Spectral Sightings (Leigh Whannell y Angus Sampson), el trío que permitió que la familia Lambert se “liberara” de los espíritus que la acechaban en las dos primeras entregas. Conscientes de la riqueza del personaje de Elise, los productores avanzaron con una trama que nuevamente involucra a una joven acechada por fantasmas llamada Quinn (Stefanie Scott) y que pese a los esfuerzos de su padre por tratar de ayudarla (Dermot Mulroney), será necesario acudir a la señora que habla con el más allá para poder acompañarla hacia la luz. Todo comienza cuando Quinn visita a Elise con intenciones de dialogar con su madre, recientemente fallecida luego de un largo proceso de enfermedad. Elise detecta algo que la perturba, y como ella también está atravesando un profundo dolor por la muerte de su marido, decide aconsejarle a la joven que visite a otra persona, que ella en este momento no se siente con la fuerza necesaria para otra vez invocar espíritus. Pero lo que acecha a Quinn avanza sobre ella. En la noche (como pasaba en las anteriores entregas) y cada vez que ella duerme la contacta, y va por más, cuando en medio de la calle la distrae y la hace tener una accidente de tránsito (es embestida por un automóvil) del que tendrá varias secuelas, y justamente una de ellas es poder conectarse con el más allá y quedar entre la vida y la muerte. Para condimentar la historia el director Leigh Whannell (que también actúa en ella) retoma algunos índices de las entregas anteriores, pero a diferencia de “La noche del demonio 1 y 2”, y más precisamente en la 2, en donde la trama de puzzle favorecía el suspenso y el horror y terminaba por configurar una cosmogenia épica en la que todos los involucrados de las historias tenían que ver con todos. Acá hay algo de eso, pero todo se resuelve muy rápido, y si en las anteriores se podía vislumbrar un cuidado proceso de guión y narración, en esta oportunidad todo es más precipitado, y algunas de las respuestas ante la división de la protagonista entre ambos mundos es irrisoria. Pero esto es un dato menor, porque Whannell desarrolla en profundidad a Elise, que termina convirtiéndose en la verdadera protagonista del filme, enfrentando a cada una de las terribles amenazas con las que se enfrenta, y superando sus propios medios. En esto de poder superar el suicidio de su marido y de intentar salir adelante a fuerza de trabajo y de poder pararse frente al precipicio que divide la vida de la muerte hay una suerte de parábola que demuestra que con la intención de ayudar todo se puede cambiar. Whannell utiliza el efecto sorpresa como principal recurso para asustar, y lo logra, pero más logra cuando detalla con una precisión increíble cada una de las alegorías de la muerte y cada uno de los crímenes que detrás de una aparición se esconde. “Si llamas a un muerto todos te pueden oír” dice Elise, la luchadora que logrará combatir al mal y poner a Quinn en el lugar que tiene que estar, a pesar que los muertos la seguirán acosando, como ya sabemos, mucho más adelante.
Lugares comunes que no asustan La familia Lambert (padre, madre, un hijo y una hija) debió sortear difíciles y terroríficos escollos en los dos films que antecedieron a éste, estrenados en 2010 y 2013, respectivamente. Pero este género da posibilidades para que esas historias siempre puedan sumar algunos elementos más que se imbrican con las anteriores, y así en esta tercera franquicia la protagonista es Quinn, la hija adolescente que, perturbada por la muerte de su madre, acude a Elise Rainier, una mujer que convoca a los espíritus, para poder acercarse nuevamente a su progenitora. A regañadientes, Elise acepta, pero un accidente automovilístico dejará inmovilizada por algunos meses a Quinn, quien comienza a ver una sombra siniestra que la acecha cada vez con más saña. De aquí en más la trama no se aparta de esos giros tan sabidos en los films de este género: gritos de horror, ruidos misteriosos, rostros espantados y monstruosas criaturas que cercan cada vez más a la protagonista. El novel director Leigh Whanell, sobre la base de un guión propio, trató de ser original en el planteo de cada una de estas situaciones, pero apenas logró algún acierto en las escenas de suspenso y una mínima pintura de humor en un par de cazafantasmas que deciden intervenir para descorrer la maldición que cayó sobre la muchacha. No es mucho ni muy original lo que esta continuación aporta a este nuevo entramado.
Una de fantasmas Logra asustarnos con recursos clásicos y sencillos, sin resignar una bienvenida cuota de humor. Contrariamente a lo que sugiere el título, La noche del demonio: Capítulo 3 tiene poca relación con las dos entregas anteriores de la saga. No hay necesidad de haber visto el capítulo 1 ni el 2 para entender lo que sucede en éste, el 3, porque se trata de una precuela. Todo transcurre dos años antes que en las dos primeras, donde espíritus malignos atormentaban a la familia Lambert. Aquí la acosada es Quinn Brenner, una adolescente que acaba de perder a su madre y piensa que ella está tratando de contactarla. Pero la realidad es que quien está comunicándose con ella es un espíritu demoníaco. James Wan, el responsable de las primeras dos películas, aquí sólo aparece en un cameo. Le dejó su lugar al joven actor australiano Leigh Whannell, que hace su debut como director pero no por eso resigna el papel secundario que hizo en la 1 y la 2 y vuelve a ponerse en la piel de Specs, uno de los dos cazafantasmas torpes. El y su compañero Tucker (Angus Sampson) aportan nuevamente el toque de humor necesario para compensar tanto susto. Y son una de las conexiones con el resto de la saga. Otra conexión es la reaparición de la médium Elise (Lin Shaye), una vez más la heroína de la aventura: a ella acuden Quinn y su padre en busca de ayuda. El mérito de la película es que logra asustarnos con recursos clásicos y bastante sencillos. Es ni más ni menos que la vieja historia de la casa embrujada -departamento, en este caso-, pero funciona. Hay una galería de fantasmas que dan las mismas señales que en los cuentos de espíritus de hace siglos: huellas alquitranadas, apagones inexplicables, ruidos misteriosos. Pero al contrario de lo que podría suponerse, el reencuentro con los viejos y queridos fantasmas de toda la vida sigue siendo espeluznante. Mérito de Whannell, que se las rebusca para que la historia no tenga gusto a comida recalentada. Cuando usa trucos trillados, como imágenes captadas por cámaras caseras -onda Rec o Actividad paranormal- lo hace con sentido y sin abusar. La noche del demonio: Capítulo 3 no ganará premios a la originalidad, pero, como las viejas películas de terror, cumple su escalofriante cometido con nobleza.
Aunque esta película se presenta con el título de La noche del demonio 3 la historia en realidad es una precuela del film original dirigido por James Wan en el 2011. Un proyecto que representa el debut como director de Leigh Whannell, el clásico colaborador de Wan, quien fue productor y guionista de la saga de El juego del miedo. Aunque no sea una producción que le aporte alguna novedad interesante al género, este estreno es una de las pocas propuestas decentes que llegaron a la cartelera dentro del cine de terror. Si bien no es una gran película que después vas a incorporar en tu colección de dvds, al menos nunca cae en los niveles de mediocridad que pudimos ver en estrenos recientes como Jessabelle, que encima eran aburrida. La noche del demonio 3 tiene algunos buenos momentos y consigue ofrecer un digno entretenimiento. Un detalle que me gustó de este film es que las escenas de susto no son gratuitas, sino que tienen una finalidad concreta en la narración de la historia. Hay un par de momentos que están muy bien logrados y Whannell logra generar algunas situaciones de terror muy efectivas. Destaco especialmente una sombra que se le aparece a la protagonista al comienzo de la historia y la saluda con los brazos. Un situación sutil que da miedo y me trajo al recuerdo el video casero de Brasil que aparecía en la película Señales, de M.Night Shyamalan. Probablemente una de las escenas más aterradoras que brindó el cine en los últimos años. El trabajo del reparto es muy bueno y sobresale especialmente Lin Shaye en el rol de la psíquica, Elise Reiner, personaje que interpretó previamente en las entregas anteriores de esta serie. Otro punto a favor de esta película. La gran desventaja de La noche del demonio 3 es que se vende como una historia de origen y el argumento no hace absolutamente nada por expandir la historia de la trilogía. Al final termina siendo un refrito clase B del primer film con personajes diferentes. Reitero, pese a estas debilidades que presenta el argumento, al menos es una película que dentro de todo se deja ver. Algo que hace mucho no ocurría con un estreno de terror.
Otra tibia vuelta por el más allá Sin la dirección de James Wan, la historia se centra en una adolescente atormentada por una diabólica presencia y en la médium -de las versiones anteriores- que quiere ayudarla. Una precuela que empieza mejor de lo que termina. El terror sigue buscando formas para sorprender al espectador. En el caso de la saga La noche del demonio, los recursos se repiten para hacer de las películas un fructífero negocio en boleterías. Esta precuela -situada antes de la persecusión de la familia Lambert- revela cómo Elise Rainier -Lin Shaye - usa sus dones -"auqnue estoy un poco vieja para esto"- para contactarse con los muertos. En este tercer eslabón, su misión consiste en ayudar a Quinn Brenner -Stefanie Scott-, una adolescente acosada por un entidad sobrenatural, a conectarse con su madre muerta. Las mejores escenas tienen lugar al comienzo cuando la protagonista -postrada en la cama luego de ser atropellada por un auto- queda a merced de una figura que se aparece en la habitación, alertando a su padre -Dermot Mulroney- y generando un clima de desprotección y presencias sobrenaturales. Hasta ahí la película tenía material para cortar pero luego comienza a burlarse de sí misma, lo que quita seriedad al asunto y pierde el clima inquietante que tenía al comienzo. Las dos versiones anteriores tenían el sello en la dirección de James Wan, el mismo de El juego del miedo y Silencio de muerte, quien ahora deja su turno al debutante Leigh Whannell -guionista de las tres primeras partes de Saw-, quien también repite su papel de Specs en esta trilogía, uno de los dos ayudantes a quien la médium Elise decide incorporar a sus tareas. Todo se resume a una serie de sobresaltos -algunos logrados - pero la historia queda bastante desangelada con tanto fantasma que reaparece entre tules, máscaras de oxígeno y una silla de ruedas. Además ¿qué pasa con el hermano menor de la protagonista?, ¿Y con su vecino Héctor?: estos personajes desaparecen sin razón en medio de sesiones espiritistas, pasillos con humo, Elise con un farol que la guía hacia el "más alla" -en Poltergeist una cuerda era la que unía ambos mundos- y una vecina que muere misteriosamente. El final ingenuo y tierno poco encaja con un relato que promete seguir las desventuras de la espiritista y su equipo de "cazafantasmas".
Una precuela de la primera, con un demonio con barbijo, animas asesinas, niñas deformes y una psíquica que transita el mas allá. Todo se adivina, pero la cuota de susto está igual que el público, cautivo.
James Wan sabe otorgarle entidad a sus objetos y a sus símbolos desde los planos y los pequeños detalles; virtud, entre otras, que lo hizo sobresalir por sobre la mayoría de los directores de terror contemporáneos sub 40. Desde la exuberante presentación de los créditos iniciales de la primera Insidious, sabíamos que estábamos ante un tipo cinéfilo y estudioso con una idea clara de lo que representa el cine de horror para él. Esa virtud, la de transmitir terror, cinefilia, oficio y sentido narrativo con un solo plano, muchas veces se contradice con su afán de mostrar por demás; pecado que atenta contra su propia premisa de ser, ante todo, un narrador, un generador de suspenso. Y esto del “mostrarlo todo”, que ya atentaba contra la primera parte de esta saga, llega al máximo en el capítulo tres. Es verdad que él ya no está de capitán; el director es su socio australiano de muchos años y guionista de los tres capítulos: Leigh Whannell. ¿Será Whannell el adicto a explicitar? No importa, Wan al menos aceptó esa modalidad, como director antes y como productor ahora. La dinámica familiar gestada por Wan en los dos capítulos anteriores de Insidious era precisa. No descollaba pero no molestaba. La familia daba su aporte necesario para desarrollar una historia que mezclaba posesiones demoníacas con ecos espectrales, recuperando, sobre todo en la primera entrega, cierto sentido lúdico y visual del horror de décadas anteriores, como por ejemplo algunos climas demodé como las geniales escenas con humo, y la entidad que se le otorgaba a los espacios físicos y a cierta arquitectura, como pasaba con las películas de casas embrujadas al estilo de Burnt Offerings. A diferencia de las primeras, la dinámica familiar de esta entrega no solo no funciona sino que molesta. Berretines de telenovela con la pureza impersonal de los planos digitales más pulcros generan perdida de tensión, no nos dejan entrar en la narración. Sin embargo, hay una coincidencia provechosa con las anteriores que se da en la buena construcción técnica de un efectismo ajustado. El relato, como en la segunda, está más cerca de ser una historia de “ghost hunters” que de posesiones. Un fantasma putrefacto con máscara de oxígeno se quiere armar un harén con almas de jovencitas pero para lograrlo deberá enfrentarse a la médium Elise (Lin Shaye) y a un equipo de cazadores (integrado por el propio Whannell) que ya no tiene la frescura ni la chispa de las anteriores. Quinn, la muchachita protagonista (Stefanie Scott), está en su adolescencia y, aunque no se aclare, es seguramente virgen o -al menos- inexperta en el plano sexual. Y en una interpretación especular de aquella famosa sobre la obra maestra de William Friedkin, que formulaba que a través del subtexto pasábamos del tanatos del relato al eros de la historia subyacente de una jovencita que descubre su sexualidad, aquí, en este tercer capítulo, podríamos inferir que la historia subterránea narra alegóricamente el debut sexual de Quinn, o los miedos, del padre y la chica, a los abusos de un degenerado, representado en la otra cara de la ficción por el fantasma asmático. Que haya tanta producción de cine de horror en los Estados Unidos, que se siga apostando a este género en medio del boom de las superproducciones de acción, y que llegue a la cartelera de nuestro país, lo podríamos interpretar como un hecho positivo. Sin embargo, muy pocos productos logran que la potencia narrativa se combine con una historia apta para adultos. El cine de horror actual no escapa a la infantilización de la mayor parte del cine de acción hollywoodense; en líneas generales, la puesta en escena de -a veces- buenas ideas, se alinea con las franjas de consumo preferidas del mercado actual: seguimos sumergidos en la edad oscura del culto a un niño que el propio mercado creó.
Otra noche, otro demonio Es ley, si una película de terror se vuelve exitosa, es imposible que no se exprima al máximo. El Exorcista, Halloween, Viernes 13, Pesadilla en lo Profundo de la Noche (las de Freddy entre los amigos) y Scream son ejemplos de ello. De los últimos quince años se pueden nombrar dos sagas principalmente: Actividad Paranormal y El Juego del Miedo. La Noche del Demonio (Insidious), con esta tercera entrega, logra meterse en el grupo de películas de terror cuyo éxito la transforma en franquicia. La definición le sienta justo a esta tercera parte. Por un lado porque es precuela, y por otro, es una historia independiente que gira en torno una entidad que acosa a una adolescente. La historia de La Noche del Demonio 3 (Insidious: Chapter 3) va de la mano con la idea de que cuando no hay material para extender la saga (la segunda ya era endeble en ese aspecto), se da un paso hacia atrás para contar algún origen. En este caso, se enfoca en la médium Elise Rainier (la anciana y certera Lin Shaye) y su equipo de nerds investigadores (el flaco es el director de la película). Todo esto en medio del ataque de una entidad maligna a una joven llamada Quinn (Stefanie Scott). La adolescente, tras la muerte de su madre, y deseando contactar con ella, pega el grito al más allá. Con tanta mala suerte que justo en el edificio donde vive hay un ente malo, muy malo: chorrea brea y tiene un respirador puesto, pálido y decrépito. Lindo bicho. Si en las dos películas anteriores el espíritu agresor quería volver a vivir, en esta, sólo quiere matar. En las dos entregas anteriores el espíritu agresor quería volver a vivir, en esta, solamente quiere matar. Donde más se puede notar el espíritu de esta saga es el manejo del terror, más enfocado en el efectismo que en la construcción perturbadora de climas. Se nota la mano detrás del proyecto: James Wan. Un director efectivo y efectista. Desde aquella aventura original de El Juego del Miedo (basada en una historia suya) comenzó la construcción de un imperio de terror y entretenimiento mainstream. Su punto más alto, sin lugar a dudas, es El Conjuro (The Conjuring). El malayo Wan no dirige esta nueva entrega de título genérico (faltó “posesión” o “exorcismo” y se habría concretado el súmmum de las traducciones de películas de terror), pero aún así, se percibe su mano como productor. La dirección de Leigh Whanell es hija de la de Wan. Un estilo de narración que crea algunos climas interesantes, pero que abusa de la sorpresa (visual y sonora) para que uno salte del asiento. Algo que no es negativo per se, pero que a través de su exceso termina anulando la capacidad de generar temor. Ese impacto, a mi criterio, es superficial, un mero golpe de efecto. Si un camión toca su bocina sin que lo vea, me asusta, pero no es terror. Para el seguidor de la saga, esta continuación y precuela (se hace confuso a veces esto) puede resultar interesante, habita en ella un mismo tejido siniestro de espíritus agitándose en todas partes, dispuestos a tomar cuerpos y almas. Para el resto, hay mucho terror del bueno dando vueltas. Eso sí, hay que seguir esperando el milagro de que lo estrene.
Lo mejor, la psíquica y algunos de los climas sobrenaturales A primera vista esta película no tiene mucho que ver con la excelente "La noche del demonio", dirigida por James Wan. Pero en realidad es una precuela que empieza antes de aquella historia. La película empieza con una gran escena: una chica llega a lo de una psíquica que ya no quiere trabajar de médium con el más allá. La chica le cuenta que hace un año y medio murió su madre, y que desde ese momento ha intentado conectarse con su espíritu. A la psíquica le da pena y hace un intento por hablar con la madre muerta, pero le contesta otro ser, que no es la madre, y claramente no es amistoso. Lamentablemente, luego de ese primer momento, el film se vuelve muy desparejo y pierde unos 20 minutos en volver a recuperar fuerza. El asunto es que la chica sufre un accidente que la deja con las dos piernas rotas y la inmoviliza en su casa, al cuidado de su padre, que en un principio no le cree que hay un espíritu maligno que la está perturbando. El director, guionista y también actor Leigh Whannell hace bien las cosas en los momentos intimistas, consiguiendo buenos climas en el que el film se concentra en asuntos sobrenaturales no muy claros ni bien definidos, llegando incluso a resultar bastante terrorífica. En cambio, cuando aclara las cosas se vuelve un poco burda en su intención de relacionarse con la primera "La noche del demonio". La que realmente se luce es la actriz que encarna a la psíquica, Lin Shaye, quien logra transmitir la angustia que le provocan los contactos con el otro mundo. En cambio, las otras actuaciones son bastante convencionales, aunque la de Dermot Mulroney como el padre de la chica enyesada es bastante energética. La película también tiene algunos pasajes humorísticos con unos ridículos cazafantasmas, que por suerte no aparecen demasiado, dado que son más tontos que otra cosa.
A la hora de repetir esquemas, la productora Blumhouse es la campeona en su territorio. Habiendo encontrado un perfecto nicho de películas de bajo presupuesto pero alta rentabilidad en taquilla, Jason Blum y compañía siguen abusando poco a poco a su gallina dorada. En esta ocasión optan por el mismo camino que ya hicieron con la franquicia Paranormal Activity y le estampan el número 3 a una entrega que en realidad sucede antes de los hechos de las dos anteriores. La diferencia entre una saga y la que nos ocupa es que Insidious no responde a ningún interrogante oculto, sino que es una necesidad básica de seguir exprimiendo el renombre de la saga, pero al menos se encargaron de que uno de sus creadores le otorgue un sentido alguno para no terminar siendo una más del montón. Es entonces Leigh Whannell quien se calza los zapatos de hombre orquesta en Insidious: Chapter 3 y dirige, escribe y actúa en ella. Originador también de la icónica Saw junto a su colega James Wan -que ahora está en las ligas mayores luego de Furious 7 pero que se toma un tiempo para un pequeño cameo acá-, Whannell logra crear una coherencia para con los personajes que ya conocemos, esos que han estado en cada una de las películas. Ya no están Patrick Wilson ni Rose Byrne como pilares familiares, así que el foco dramático ahora lo tiene Lin Shaye para ella sola. Es un gran testamento a la capacidad actoral de esta veterana actriz, ya que su Elise siempre fue un punto interesante de explorar más allá de su destino en el marco de la saga, y acá el director le da esa oportunidad, que Shaye agarra y no la suelta hasta agotarla. No es una historia de orígenes, porque cuando la conocemos ella ya está retirada del medio espiritual, pero sí podemos ver los inicios de la dupla de Specs y Tucker, interpretados siempre por Whannell y su amigo Angus Sampson, quienes siempre traen a escena un apropiado sentido del humor que aligera la carga horrorífica presente. El foco de terror es como una aventura aparte de la saga, un caso en especial para los investigadores paranormales que tiene atrapada a la joven Quinn -Stephanie Scott- y a su atormentado padre Sean -Dermot Mulroney-, quienes todavía sufren la pérdida de su madre y mujer respectivamente, pero que se convierte en el menor de los males cuando una entidad comience a acosarla con el solo propósito de robarle la vida. Quiero decir que en muchos casos los sustos se remiten a saltos de música furiosos y apariciones raudas, pero no es nada que no haya hecho la serie antes, y el villano de turno es lo suficientemente escalofriante como para temer cada aparición suya. Las dos primeras, por ejemplo, se basan en un gesto aparentemente cordial, pero dan paso a una brutal escena en donde un accidente los hará razonar para que crucen la calle como buenos peatones. Depende de como quieran tomar el final, la historia puede seguir o simplemente es una conclusión interesante y efectista. Si vamos al caso, Insidious: Chapter 3 es una película que nadie pidió, pero que al haber costado $10 millones y recaudado ya $65, las cuentas cierran para que se abra otra página en El Más Allá. Afortunadamente, Whannell se encargó de hacer una entrega sobria y con los elementos característicos de la saga para que el barco siga a flote.
LA NOCHE DEL DEMONIO: CAPÍTULO 3 tiene lugar antes de los acontecimientos ocurridos a la familia Lambert. La médium Elise Rainier acepta utilizar su habilidad para contactar con los muertos con el fin de ayudar a una adolescente que se ha convertido en el objetivo de un peligroso ente sobrenatural. Soporífera tercera entrega de una saga agotada hace tiempo, que no presenta ninguna idea innovadora, ni un momento de horror real. Una franquicia reiterativa, que solo busca facturar a través de un titulo ganchero, un poster atractivo y un trailer bien montado. Si la segunda entrega era aburrida y poco original, esta tercera parte, presentada como una precuela, la supera con creces. No basta con un golpe de sonido en surround para que el espectador salte en la butaca. Tras años de buen cine de horror, el amante del genero espera un poco mas que el efecto gratuito. Sin suspenso, ni personajes empaticos, resulta tan poco terrorífica como innecesaria.
Nueva precuela sobre terror El vacío argumental y la poca sutileza para transmitir tensión, lo convierten en un film que no suma nada al género. Tercera de la saga con gente que reclama el retorno de algunos individuos que se fueron hace tiempo, con cazafantasmas y actividades paranormales de por medio para solucionar o empeorar el caso, esta nueva incursión del demonio propone una fagocitada vuelta de tuerca sobre el tema. ¿De qué se trata? La respuesta es fácil: escarbar en el pasado y construir una precuela para que la franquicia siga funcionando a pleno en el adictivo espectador adolescente. Aquello que hace cinco años había inaugurado el realizador malayo James Wan en una discreta película y que tres años después tendría una continuación al borde de lo impresentable, ahora con el debut de Leigh Whannell en la dirección, se retoma la misma temática pero abandonando el misterio del inicio. Es decir, se está frente a otra clásica maniobra de una saga genérica que tiene poco nuevo para decir y que, ante semejante vacío, presenta un pretexto argumental que ninguna relación tendrá con los films futuros. Todo este juego de palabras no invalidan algunos (pocos) minutos de tensión y suspenso que el terror de manual de Whannell explora hasta el hartazgo, en especial, cuando la protagonista Quinn Brenner (Stefanie Scott), huérfana de madre, requiere de la ayuda de Elise Rainier (Lyn Shaye) con tal de contactarse con el más allá a pesar de la oposición de su papá viudo (Dermot Mulroney). En esos instantes vuelve a corroborarse por dónde anda el terror: una tenue presentación del conflicto, algún diálogo salpicado de tensión con música suave, presagios de lo que vendrá mediante un suspenso aun eficaz y, como era de esperar, faltando más de la mitad para que se llegue al final, se encienden las pocas luces del director y los guionistas. De allí hasta el desenlace, los gritos habituales, la poca sutileza para transmitir tensión y el uso y abuso de una música que se alimenta desde la ausencia del fuera de campo. Eso es La noche del demonio 3, algo muy parecido a decenas de films de las últimas décadas.
Publicada en edición impresa.
Poco insidioso Vivimos en una época que ya no se conforma con remakes o continuaciones tardías de viejas glorias: sólo por nombrar algo de este año, vimos Jurassic World, Mad Max: furia en el camino y se viene otra de Terminator. Es una época donde todo producto más o menos aceptable se convierte en una franquicia que incluye una cantidad exagerada de entregas. Por supuesto que la calidad depende de las personas involucradas y en el caso de La noche del demonio 3 se nota la ausencia del director de la primera y segunda entrega, el efectivo James Wan. Le llegó el turno de debutar en la dirección a otro de los creadores de la saga de El juego del miedo, el actor Leigh Whannell, quien interpretaba a uno de los dos prisioneros de Jigsaw en aquel baño infernal. A Whannell, al igual que a su película, les queda grande la camiseta. Su problema es comparable al de Annabelle -la película de la muñeca de El conjuro-, es decir, la falta de sustancia, además de la incapacidad de sus respectivos directores por imprimirles algo de garra al asunto. Al igual que la película de la muñeca, esta tercera entrega de La noche del demonio es una precuela con apenas algunos elementos que forman el nexo entre las historias. En Annabelle era claramente la muñeca, aquí es Elise Rainier, la médium de la primera entrega interpretada por la actriz cuya expresión es una sugerencia constante de que está hablando con los muertos, Lin Shaye. Algo así como si Mirta Busnelli resultara creíble. Digamos que el personaje de Shaye es simpático, pero su origen es como un partido entre Defensa y Justicia y Aldosivi: jamás pensé en él pero si está en la tele lo miro. Lo que quiero decir es que con Insidious no se ha construido un universo lo suficientemente denso como para contener una saga. Sencillamente carece de profundidad y esta historia surgida por la tangente gasta más esfuerzos en avisarnos que pertenece a ese universo que en generarnos tensión o terror. Fuera de esto, la película es una más del montón en el peor de los sentidos: no hace nada por salirse del molde industrial del que proviene, y más allá de alguna escena de susto realmente lograda, el resto es un conjunto de elementos y matices compactados y elegidos al azar para dar siempre el mismo resultado. Poco nos van a importar las motivaciones y los traumas de la protagonista Quinn (Stefanie Scott, que extrañamente tiene la misma edad que su personaje) y su familia disfuncional genérica, sobre todo sabiendo que al menos para el personaje que a nosotros nos interesa las cosas salieron bien. Esta película, al igual que otra tanta cantidad de engendros, es producida por el director de Actividad paranormal, Oren Peli. La próxima vez que vean ese nombre piénsenlo dos veces, es el verdadero espíritu maligno que nos persigue para obligarnos a ver películas insufribles que llenen sus bolsillos.
Terror para club de fans Es probable que no haya nadie más fanático de la saga de La noche del demonio que Leigh Whannell. ¿Quién este señor? El escritor de la primera y segunda parte y el director de la tercera. Pero también es uno de los tres personajes que aparecen en todas las entregas: Specs, quien junto a Tucker (Angus Sampson), componen la dupla de torpes cazafantasmas encargados de inyectarles una dosis de autoparodia a cada película. Esta vez la familia Lambert es reemplazada por la familia Brenner, compuesta por el padre, la hija adolescente y el hijo pequeño. La madre acaba de morir de cáncer y es la que abre el pasaje entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, la topología sobrenatural básica de esta saga. Por supuesto, como la época lo exige, será la adolescente (Stefanie Scott) la que sufra el asedio del demonio, aun cuando esto implique resignar la presencia de un gran actor como Dermot Mulroney. El escenario es el mismo viejo edificio de departamentos al que se mudan los Lambert en La noche del demonio 2. Hay conexión más: la vidente Elise (Lin Shaye), cuya historia adquiere relieve ahora, pues su personaje se ha convertido en un sello de la franquicia y todo indica que seguirá en las eventuales próximas entregas. Resulta obvio que Whannell conoce a fondo el género y ese conocimiento le permite manipular las expectativas del espectador típico de estos productos. Pero también es obvio que juega con los tópicos de la saga y en cierto modo parece dirigirse a una especie de club de fans, formado por esa parte del público capaz de reconocer y decodificar todos sus guiños. Sin embargo, en ese intento de abonar su propia mitología, La noche de demonio 3 mantiene una poderosa fuerza de invención visual que se manifiesta, sobre todo, en las escenas que se desarrollan en esa especie de pasaje entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Son como cuadros surrealistas en movimiento, no sólo inquietantes sino también animados de una lógica distinta a la de la realidad cotidiana. Pero quizá lo más memorable sea el personaje del hombre que no puede respirar. Si bien ni el mismo Whannell termina de apreciar el poder de sugestión de ese demonio que respira a través de una máscara de oxígeno, la verdad es que sus siniestras apariciones tienen el magnetismo suficiente como para quebrar la regla de que el mal pierde fuerza cuando se vuelve visible. Lástima que la trama lo desperdicie para justificar un descenlace que más que un final es una declaración de confianza de que habrá una próxima Noche del demonio y que también será un buen negocio.
En este caso no hay orientación posible ya que solamente vos sabés que es lo que buscás cuando vas al cine y elegís ver de la cartelera una película como La noche del demonio capitulo 3. Se puede decir que es buena porque ofrece eficazmente lo que el espectador va a buscar, pero es mala porque no tiene ni una...
Crítica emitida por radio.
Un poco fantasma, un poco demonio La joven Quinn Brenner siente que su madre, fallecida poco tiempo atrás, está cerca. Al intentar contactarla pisa terreno peligroso y atrae un espíritu perverso. Su alma está en juego y sólo con la ayuda de Elise, una experimentada médium, Quinn puede encontrar la salvación. ¿Cómo transformar “La noche del demonio” en una saga sin abusar de recursos y personajes muy transitados? Rodando una precuela, por supuesto. Así que los hechos que se narran aquí son previos a las tenebrosas experiencias por las que atravesó la familia Lambert en las dos películas anteriores. Hay un poquito de honestidad creativa en la decisión. A fin de cuentas, podrían haber estirado la historia pisando con firmeza. Pero no. Lo que explica este tercer capítulo de Insidious (el nombre original de la serie) es cómo nació la relación entre la psíquica Elise Rainer y la dupla de cazafantasmas que integran Specs y Tucker. Esos cruces entre la dama y los nerds proponen algunos pasajes de comedia que no encajan en la estructura de la película. Piezas sueltas, que más que descomprimir la tensión desorientan, En fin. Se sabe que en la piel de Specs habita Leigh Whannell, guionista y motor creativo detrás de las entregas previas. Esta vez, además de actuar y de escribir, Whannell dirige. En esa silla venía sentándose el prolífico James Wan, corrido en esta ocasión al casillero de productor ejecutivo. El malayo Wan es una figura de moda en Hollywood gracias a los exitosos trabajos que viene firmando (“El conjuro” y “Rápidos y furiosos 7”), al punto que suena para dirigir la inminente “Aquaman”. Son las ligas mayores. A “La noche del demonio” la alimentan las posesiones y los espantosos seres del más allá. Esta vez la atormentada es Quinn Brennan, a quien acecha un fantasma que respira con máscara de oxígeno. Toda una novedad. Quinn sufrió un accidente, tiene las piernas enyesadas y la pasa realmente mal. Hay algunos pasajes muy bien logrados por Whannell. Uno, sobrecogedor, muestra a Quinn inmovilizada en el piso, mientras el fantasma va oscureciendo la habitación antes de hacerle algo horrible. Claro que está Elise, quien no teme caminar por esos mundos, decidida a ayudarla.
Si el dicho popular dice que “segundas partes nunca fueron buenas”, ¿cómo vendría a ser el de la tercera? Podríamos refutar el dicho con algunos ejemplos, pero habiendo tanta saga, secuela, serie o franquicia en la historia del cine, la proporción quedaría insignificante. Además, habría que ver como se resignifica la frase cuando tenemos la continuación de una pésima primera parte. ¿Cómo se definiría, en una frase, el saber popular sobre entregas posteriores a segundas partes? Un tiempo antes de los eventos de los Lambert (la familia acosada por espectros en la 1º y la 2º) Quinn (Stefanie Scott) toca a la puerta de la buena de Elise (Lin Shaye), la señora médium que sabe conectarse con el más allá. Lo viene haciendo desde 2010 ¿por qué no lo haría ahora? Quinn perdió recientemente a su madre, muerta por una enfermedad, y está desesperada por verla de nuevo para… para… ¡Ah sí! Para justificar el eje central del guión que es mostrar cómo Elise se transformó en la vieja pero heroica experta en fantasmas. El espectador será engañado pensando durante 45 minutos que es Quinn la que importa a partir de una intención deliberada de esperar ese tiempo para cambiar el punto de vista. Como suele ocurrir, el padre de la nena (Dermot Mulroney) no le cree lo de los fantasmas hasta que él mismo ve huellas de pie color brea en el piso y en la pared (como en aquel capítulo de “La pantera rosa”). Con esto como muestra, estamos frente al ectoplasma más predecible en la historia del género del terror. No deja más pistas de por dónde va a aparecer porque no es candidato del PRO, y sin embargo hay hasta cierta dosificación de su presencia en la primera media hora que bien podríamos decir que es lo mejor de “La noche del demonio 3”. El mayor problema, de los varios presentes aquí, es ese cambio de protagonismo, de utilización de la música, fotografía, etc., hasta de género si se quiere, cosa que ocurre al entrar en la ecuación un par de cazafantasmas más cercanos a Abbott y Costello que a solucionadores de problemas. A partir de entonces todo se desmadra y no sólo pierde fuerza el relato, también los personajes (incluido el fantasma). La única que crece es precisamente Emily merced al buen trabajo de Lin Shaye, una veterana del género que se las sabe todas. ¿Cómo sería entonces? “Terceras partes de horribles segundas partes de primeras pobrísimas partes, siempre estarán de más” No. Muy largo. Espero se me ocurra algo mejor antes que saquen la cuarta.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
El albor de la sexualidad. Si tuviésemos que resumir las tres características más insoportables del terror mainstream de nuestros días, de seguro la lista estaría constituida por la obsesión con el found footage, el paupérrimo desarrollo de personajes y la recurrencia de la parafernalia satánica, aparentemente el único interés temático de la industria, siempre en detrimento de cualquier otro tópico que pudiese enriquecer y/ o substituir a nivel narrativo a los moradores del averno. El dúo conformado por James Wan y Leigh Whannell, esos verdaderos camaleones del cine de género, se propuso superar estos obstáculos en La Noche del Demonio (Insidious, 2010) y su secuela del 2013, logrando un díptico muy eficaz y autoconclusivo. La estrategia de la franquicia en cuestión fue bastante sencilla ya que abarcó una progresión relativamente pausada, sostenida tanto en la atmósfera como en el apuntalamiento escalonado del suspenso, elementos que encontraron su complementación en una trama cuyo pivote excluyente era Poltergeist (1982). A diferencia de El Conjuro (The Conjuring, 2013), que fetichizaba las maldiciones arrastradas a través del tiempo, la saga de La Noche del Demonio sí se podía jactar de ser más metafísica que infernal, recuperando en buena medida esa fascinación por el “más allá” de períodos lejanos. El tercer eslabón respeta a rasgos generales lo hecho en el pasado aunque opta por el facilismo de explicitar los sustos. Como suele ocurrir cuando un esquema artístico y comercial muestra signos de decadencia, aquí la literalidad es la vedette principal y las dobles lecturas pasan a un segundo plano que bordea la extinción. A pesar de que se evitan los automatismos patéticos del promedio hollywoodense contemporáneo, resulta indudable que la carga melodramática del film se vuelve molesta y las ideas novedosas brillan por su ausencia. La obra funciona como un “capítulo cero” que narra los pormenores de la constitución del equipo anti- espectros compuesto por Specs (de nuevo Leigh Whannell, hoy guionista y realizador), Tucker (Angus Sampson) y la psíquica Elise Rainier (Lin Shaye), la gran protagonista del convite. De hecho, si no fuera por la presencia de Shaye, tendríamos poco para asirnos en materia de empatía, ya que como espectadores conocemos de sobra la historia/ premisa de la señorita que -en el albor de su sexualidad- termina transformada en un depositario de la pulsión libidinal del fantasma de turno, en esta oportunidad con un rostro maltrecho que oculta debajo de una máscara respiratoria. La Noche del Demonio 3 (Insidious: Chapter 3, 2015) es tan prolija y sensiblera como carente de un verdadero núcleo que movilice a la dimensión del contenido más allá de la metáfora femenina del paso de la adolescencia a la adultez, los sinsabores del entorno familiar y el temor a ser “violentada” por un extraño…
Insidious: Chapter 3 es la tercera entrega de la saga de terror creada por James Wan, esta vez protagonizada por la entrañable Elise Rainier (Lin Shaye), y se centra en los sucesos previos a la primera película de la franquicia. Pero está muy lejos de ser "el capítulo más oscuro de la saga", como promete su tagline. Aunque quizá sí lo sea en términos de calidad, aunque ¿quién promocionaría así su película? A Quinn Brenner (Stefanie Scott) se le muere la madre, y recurre a una vidente (la misma Elise) para intentar contactarse con ella. El tema es que en la sesión, Elise contacta a alguien más, que intentará matarlas, a ella y a Quinn, a quien despacha, avisándole que deje a los muertos en paz. En medio de un entorno familiar desestabilizado, con un hermanito (Tate Berney) que requiere más atención que la que tiene, y un padre (Dermot Mulroney) que no da abasto con su doble rol papá-mamá, Quinn tiene un accidente que la deja con las dos piernas enyesadas... y ahí empiezan los ruiditos, las pesadillas, las pisadas y todos los indicios paranormales que desembocan en la posesión. Es aquí cuando su hermanito Alex contacta, con el consentimiento de su padre, a través de internet al dúo de Specs (Leigh Whannell) y Tucker (Angus Sampson), que venden sus dudosos servicios de cazafantasmas. Elise, por su parte, también decide ayudarla a pesar de la amenaza, y de esa ayuda entre ellos tres surge la alianza que luego veremos en toda la saga. En primer lugar, la película tiene una destacable propuesta de arte. Mucha textura, mucho color cálido y madera, sobre todo en la habitación de Quinn, otorgando una atmósfera por un lado típica de película de terror pero por otro lado original, que no remite a ningún film en particular. Fuera de eso, es una película completamente estándar donde nada se destaca: la música, las puestas de cámara, el uso del sonido, los recursos utilizados para darte un susto... todo, absolutamente todo, es un enorme meh! Insidiuos: Chapter 3 tiene un gran problema, ajeno a sus formas y colores, pero no por ello menos interesante de analizar: se estrenó en Argentina muy pegada a Jessabelle (la de la chica que tras un accidente queda momentáneamente postrada en silla de ruedas y es acosada por espíritus en su casa paterna) y a Poltergeist, donde, entre otras cosas, aparece la figura del médium que se acude a sacarle las papas del fuego a los protagonistas. ¿Qué quiero decir? Que a veces, las películas se pueden ver perjudicadas por su contexto de exhibición: al salir todas tan juntitas en las salas de nuestro país, al asiduo espectador de terror le queda la sensación de que Insidious es un hijo, un híbrido entre las mencionadas anteriormente. Y es una pena. Porque la planificación de la exhibición también forma parte de hacer una película. Fuera de eso, que puede considerarse mas una apreciación personal que un hecho objetivo sobre la película, la historia se construye de manera prolija pero en oportunidades algunas cosas que se vuelven importantes para la trama suenan forzadas. Hay dos personajes más, la amiga y el vecino con quien Quinn coquetea, quienes, al igual que el padre y el hermanito (salvo por la mencionada escena donde contratan a Specs y Tucker) están completamente desaprovechados: no hacen nada. Y cuando un personaje no hace nada, debería irse. El hecho de no saber a que se enfrentan hace que la delimitación del daño que puede causar se vuelva borroso y atente contra el verosímil de la película. Es decir: Eloise va descubriendo a qué se enfrenta, pero al espectador se lo informan en cuentagotas. Y esta entidad no genera el miedo suficiente, no sabe captar nuestra atención ni hacernos sentir ningún tipo de riesgo. Eso, sumado a que, al ser una precuela, ya sabemos que termina todo bien o, al menos, sin mayores consecuencias. Ah... ¿el demonio de cara roja? Sí, aparece en un solo plano, al final. Es como que viendo el corte definitivo de la peli, dijeron: "¡Uh, pará! ¡Nos olvidamos del Darth Maul!", "Bueno, metélo acá un toque, no pasa nada". VEREDICTO: 3.0 - MEH Definitivamente una película más de una franquicia. Sin aportar nada nuevo, salvo un origen para el trío de investigadores paranormales (que era mejor imaginarse a que te lo muestren), y sin ninguna propuesta técnica o estética que valga la pena resaltar, Insidious: Chapter 3 se vuelve completamente prescindible.
Otra noche más Leigh Whannell, guionista de los dos primeras Noche del demonio, toma esta vez la dirección por las astas y narra la precuela de las desventuras de la familia Lambert (o, mejor dicho, la precuela del espíritu maligno que asoló a los Lambert en dos ocasiones). Si la primera secuela fue un lamentable paso en falso (la original, pese a la temática agotada, puede contarse entre las cinco mejores películas de horror de esta década), esta precuela resulta innecesaria, sobre todo porque su vínculo con la saga es casi nulo. Quinn (Stefanie Scott) es a menudo visitada por una presencia espectral que interpreta como el fantasma de su madre, recientemente fallecida. La adolescente consulta a la médium Elise (Lin Shaye), el único personaje recurrente en las tres películas, y la mujer, tras rehusarse inicialmente a la tarea, percibe que la presencia no es el fantasma de su madre sino alguien demoníaco. Con ayuda de Elise, su padre Sean (un descolocado Dermot Mulroney) y la de un vecino pretendiente con quien se comunica mediante golpes en la pared del dormitorio (ojo con esta escena), Quinn enfrenta al demonio hasta que un equipo de bloggers, estilo Cazafantasmas, arruina sus esperanzas y las de la película.
Quinn es una adolescente afligida por la muerte de su madre que visita a una médium con el fin de hacer contacto con su progenitora. La médium en cuestión es Elise, aquella extraña mujer que conocimos en la primera entrega de Insidious, que llegaba a ayudar a la familia Lambert. Esto sucede varios años antes de los dos capítulos posteriores y poco tiene en común con el núcleo de aquella historia. En la sesión espiritista Elise advierte a la joven protagonista que “cuando uno llama a un muerto, los demás escuchan”. Esta es quizás la mejor y más original línea de toda la película y ocurre a los cuatro minutos. Lo que sigue es una sucesión de momentos repetidos y esperables dentro de este tipo de películas, con buenos efectos pero nada novedosos. Quien no haya visto la saga puede sorprenderse en algún tramo y puede resultar más efectivo. La explotación de esta franquicia solo apunta a los fanáticos incondicionales del género, el resto tendrá una sensación decepcionante de “deja vu”.
Considero que la primera Insidious (2010) es una de las películas mas geniales y aterradoras que haya visto en mi vida; por contra, la secuela de 2013 me pareció una bobada indefendible, fruto quizás de un cineasta (maestro indiscutible en lo suyo) que ha terminado por aburrirse del género, y que estaba apurado por probar suerte en otras lides - cosa que demostraría con la taquillera Furious 7 (2015) -. En esta tercera parte James Wan se ha relegado al papel de productor, y le ha cedido el sillón de director a su socio de siempre Leigh Whannell, guionista de la mayoría de sus películas desde ese batacazo que resultó ser Saw, el Juego del Miedo en el 2004. El resultado final es dispar, en donde hay un puñado de shocks efectivos que chocan contra una historia bastante mal orquestada. Ciertamente Leigh Whannell no es un mal director. El clima de Insidious, Capitulo 3 es bastante bueno cuando las cosas se adentran en lo sobrenatural, y Whannell se da maña para generar unos cuantos sobresaltos. El problema es que el desarrollo dramático apesta, y ahi se notan sus falencias. La protagonista es de madera terciada, y el resto de su familia le va en saga (especialmente Dermot Mulroney, al cual no le conozco otra expresión facial que no sea una mueca de disgusto constante). Lin Shaye (que, para mí, siempre será la abuela calentona de Loco por Mary) tiende a irse de madre y bordear lo camp, especialmente cuando se sumerge en el inframundo y se convierte en una impensada heroina de acción; y quizás los mejores sean el mismo Whannell y Angus Sampson como los torpes parasicólogos de turno, los que poseen tanta honestidad como incredulidad y que, por lejos, son lo mejor del filme. Pero la tragedia familiar es acartonada, bordea el melodrama y el nivel actoral propio de una telenovela de la tarde tampoco ayuda. En cuanto al clima terrorífico las cosas están bastante mejor que Insidious 2, pero sin ser gran cosa. Uno de los problemas de la saga es que los demonios de turno tienden a ser ridículos y no asustan demasiado - a excepción del clon de Darth Maul del primer filme -, lo cual es absurdo considerando lo inagotable que resulta el terreno. Digo: ¿esta gente no ha visto Silent Hill?. En vez de crear criaturas siniestras despojadas de partes y miembros (o unidos de manera antinatural), eligen viejos travestis y asmáticos comatosos, los cuales distan mucho de quitarle el sueño a alguien. Acá el tipo de turno parece una víctima serial de EPOC con los pies cubiertos de brea, sujeto del cual nunca terminamos de enterarnos por qué hace lo que hace. En la mayoría de los filmes de fantasmas uno debe investigar el demonio de turno para poder vencerlo; acá, en cambio, es la excusa para generar sustos, y ni siquiera las reglas del inframundo están explicadas de algún modo como para que su derrota resulte creíble. Al menos los filmes de vampiros tienen su mitología - con ajos, cruces, agua bendita, etc - pero, aquí, ni miras de generar algo parecido. Yo creo que Whannell se ha vuelto mejor director que libretista. En títulos como Saw, El Conjuro, Silencio Desde el Mal o la primera Insidious, logró crear historias espeluznantes; acá los mecanismos son fallidos o forzados, y los compensa con una buena mano para generar momentos escalofriantes... lástima que el resto de la trama termina flaqueando. Ojalá Whannell logre madurar como cineasta y se asome al talento demostrado por Wan, el cual ha probado ser el mejor director de cine de terror de los últimos años. Insidious, Capítulo 3 está ok para los completistas. No es gran cosa, no está bien actuada y tiene un par de momentos ridículos pero, en general, es bastante buena a la hora de los sustos. No sé si la recomendaría, sólo me limitaré a decir que me gustó mas que el capítulo 2 y que, dentro de su disparidad, apenas bordea lo pasable.
La secuela precuela que debería poner en alerta la franquicia Vuelve la saga "Insidious" con un capítulo 3 que en realidad debería haber sido capítulo 1... una cuestión extraña que no tiene demasiada explicación. Esta tercera parte, que en realidad es una precuela de las anteriores, cuenta el inicio del terror, un inicio que me quedó con un gusto un poco más desabrido que el de sus antecesoras. Para empezar el cast seleccionado para esta entrega no tiene el mismo carisma que los anteriores que incluían nombres como Patrick Wilson ("Hard Candy"), Rose Byrne ("Bridesmaids") y Barbara Hershey ("El Cisne Negro") entre otros. Acá la protagonista es una screem queen que si bien hace bien su laburo, nunca llega a enganchar lo suficiente como para que la banquemos y nos preocupemos realmente por su persona. Lo mismo me sucede con el padre interpretado por Dermot Mulroney ("La boda de mi mejor amigo"), que tiene un rol bastante ambiguo, entre padre sobreprotector e irresponsable... un tanto raro. La que sí hace un muy buen trabajo y se roba el protagonismo del film es Lin Shaye ("La noche del demonio" 1 y 2), que ya venía laburando en la saga, pero acá realmente se apropia de su rol y sobresale por sobre todo el reparto. Por otro lado, si bien se vende como una historia de inicio, no se explica demasiado el origen de la entidad malévola que vemos en las otras dos entregas, el demonio de la cara roja. En cambio se nos presenta una entidad nueva, que hace un buen laburo asustando al espectador, pero nada del otro mundo que merezca mención especial. Hay buenos momentos de terror y otros que no surten demasiado efecto, como los que tienen que ver con la suerte de exorcismo que se produce en un momento cúlmine del film. En cuanto al despliegue técnico no hay mucho que reprochar, ya que mantiene una buena calidad como sucedió con las dos entregas anteriores. Buenos efectos visuales y sonoros. El único que quizás me pareció medio trucho fue la parte del accidente automovilístico. Creo que esta tercera entrega marca un "parate" en la franquicia, o al menos debería, ya que si siguen por el mismo camino van terminar por aburrir al espectador. En mi opinión debería parar, al menos hasta que se les ocurra una idea mucho más innovadora que seguir mostrándonos posesiones. Un entretenimiento bueno pero efímero, que será recordado bastante menos que sus antecesoras.