El Evangelio según Reynolds La resurrección de Cristo (Risen, 2016) se estrena oportunamente en época de Pascua, el único momento del año en que una película con semejante nombre se animaría a compartir taquilla con otra que lleva “Batman” y “Superman” en el título. Dirigida y co-escrita por Kevin Reynolds – el ángel caído detrás de Waterworld (1995) – el film se presenta como una investigación policíaca en tiempos bíblicos, una idea nada menos que original. ¿El detective? Clavius (Joseph Fiennes), un oficial romano. ¿El misterio? El cuerpo de Jesús ha desaparecido. Poncio Pilato le pide a Clavius que personalmente investigue el caso, y que se apure antes de que se corra el rumor de su resurrección. En el policial tradicional el fiscal suele apurar al héroe porque “es año electoral”; en este caso el emperador Tiberio visitará la prefectura romana pronto y Pilato quiere todo limpio y ordenado para entonces. También le endosa un compañero a Clavius, el joven e idealista Lucius (Tom Felton), cuya presencia no se justifica excepto por reglamento genérico: el detective necesita una mente sencilla a su lado para poder compartir sus ideas con la audiencia. Todo Sherlock necesita un Watson, pero Lucius jamás tiene tanta presencia ni desarrolla mucha personalidad. La película se divide en dos mitades contradictorias. La primera se concentra en la investigación de Clavius sobre un crimen cuyos mecanismos desafían las leyes de la lógica. La premisa es que Clavius debe agotar la razón – buscando pistas, interrogando testigos, cotejando coartadas – antes de cuestionar su propia fe y abrir la cancha a lo sobrenatural. Incidentalmente, ¿por qué los romanos en esta película hablan de Marte y Minerva, pero a Neptuno le dicen Poseidón? ¿Qué blasfemia es esta? Hete aquí que a mitad de la película se comete el imperdonable pecado de resolver el misterio crucial de la historia. Sea o no una buena resolución, quiebra con la estructura del policial; lo desposee de intriga o suspenso cuando todavía queda una hora de cinta. La segunda mitad no hace más que dilatar el tiempo con viñetas evangélicas sobre los apóstoles y las enseñanzas vox populi de Jesús. La calidad de estas escenas es marginalmente superior a las dramatizaciones televisivas que suelen pasarse en clases de catequesis. Mientras la película es leal a la premisa inicial, La resurrección de Cristo es lo suficientemente inusual como para llamar y retener la atención. Quizás se anime a hacer nuevas preguntas, a jugar con nuevas respuestas. Fiennes es un buen protagónico y levanta considerablemente una producción bastante modesta que en cualquier otro caso probablemente jamás se hubiera hecho, lejanos los presupuestos de tanques épicos como Noé (Noah, 2014) y Exodo: DIoses y Reyes (Exodus: God and Kings, 2014). Pero ni bien se deshace del enigma principal, no le queda más que encarrilarse en las vías de un costumbrismo aburridísimo, del cual la película jamás resucita.
El nuevo film de Kevin Reynolds -recordado por "Robin Hood: Príncipe de los ladrones"- cuenta la historia posterior a la crucifixión de Jesús y tiene el punto de vista de un poderoso militar romano, encarnado por Joseph Fiennes. Después de recientes títulos bíblicos como Noé y Exodo: Dioses y Reyes, llega la nueva película del director Kevin Reynolds, quien no filmaba desde hace algunos años para la pantalla grande. Atrás quedaron Fandango, Robin Hood: Príncipe de los ladrones, Rapa Nui,Waterworld y El conde de Monte Cristo, entre otras.Sínonimo del cine de aventuras en décadas pasadas junto a su actor fetiche y amigo Kevin Costner, Reynolds aborda el relato sobre los días posteriores a la muerte de Cristo y lo interesante es el punto de vista: la historia está contada a través de los ojos de Clavius -Joseph Fiennes, el actor deShakespeare apasionado y El mercader de Venecia-, un poderoso y violento militar romano que es convocado por Pilato -Peter Firth- para encontrar a los discípulos de Jesús, cuyo cadáver se esfumó. Entre escenas de batallas y otras que se regodean en lo cruento y morboso, con ecos de La pasión de Cristo, de Mel Gibson, la película expone el dilema de la fe y la creencia en la piel de un hombre que sólo cumple órdenes y debe reordenar el imperio antes de la llegada de Tiberio. Junto a su asistente Lucius -Tom Felton, rostro recordado por su personaje de Draco en la saga de Harry Potter, deberrán desmentir los rumores de la resurrección del Mesías y prevenir una rebelión en Jerusalem.Sin apartarse demasiado de los lineamientos bíblicos ya conocido por el espectador, el cineasta inyecta dramatismo, aventura y persecuciones a una película pensada para el público masivo sin preocuparse demasiado por profundizar en los conflictos centrales de la propuesta. Su película cumple los objetivos, está filmada con oficio y cambia su enfoque -como el protagonista cuyo mundo tambalea después de comprobar aquello que no creía- sobre el desenlace, encaminando al espectador hacia una luz brillante y esperanzadora. Con una estructura por momentos televisiva, la producción se apoya en la reconstrucción de templos romanos, escenarios naturales y en un Jesús poco carismático acompañado por sus fieles discípulos -"Ellos están en todos lados" le dice uno de ellos a Clavius- para recrear los momentos más esperados: la sepultura, la desaparición, los milagros con la reproducción de los peces y la cura del leproso. El elenco cumple con sus papeles y se completa con la española María Botto en el papel de María Magdalena. Una película sin pretensiones que resucita un género acorde y esperado en la semana de Pascuas.
La resurrección de Cristo es una película que tuvo la buena intención de trabajar el género de historias bíblicas desde un enfoque diferente. El director Kevin Reynolds, quien el pasado brindó muy buenas propuesta de aventuras como Robin Hood (Kevin Costner) y El conde de Montecristo en este caso abordó la historia tradicional de la Pasión de Jesús desde el género policial. La primera parte de este film, que es la más atractiva e interesante, tiene como protagonista a un comandante romano, interpretado por Joseph Fiennes, a quien le encargan investigar los rumores de la resurrección de Jesús, días después de su ejecución. A través de un tratamiento narrativo diferente el director Reynolds trabaja el conflicto desde la perspectiva de un soldado que se obsesiona con descubrir que pasó realmente con el cuerpo de Jesús. Luego, hacia la mitad del film, Reynold cambia el registro de su narración y la trama se dedica a desarrollar el viaje de introspección espiritual que genera para el protagonista la investigación de estos hechos. Joseph Fiennes brinda un buen trabajo dramático en esta historia pero el actor más destacado del reparto es Cliff Curtis (Fear the Walking Dead), quien encarnó probablemente la versión más realista que brindó el cine hollywoodense de Jesús. En esta película podemos ver al personaje retratado como un hombre común de Oriente Medio, cuyo aspecto no tiene nada que ver con esa imagen de modelo publicitario, rubio y de ojos celestes, que vimos en otras películas similares. Las escenas donde interviene Cliff Curtis ofrece algunos de los mejores momentos del film. Otro punto favorable de la película de Kevin Reynolds es que ofrece un relato acerca de la fe pero en ningún momento se abruma al espectador con una predica religiosa densa, como ocurría en esa mala película que fue Hijo de Dios. En resumen, una interesante propuesta para ver una historia clásica desde una perspectiva inusual que no tenía antecedentes en este género.
Una cuestión de fe. Que bien que sienta una película con trasfondo bíblico justo antes del atracón de torrijas, pestiños y buñuelos con los que celebraremos el recogimiento y pasión espiritual de esta semana festiva que se avecina. Al menos hay que reconocerles a los responsables de La resurrección de Cristo (Risen) el esfuerzo llevado a cabo a la hora de proponernos un relato original que se aparte del biopic hagiográfico con el que suelen bombardearnos por estas señaladas fechas.
En el año 2008 nacía en el ámbito hollywoodense la productora y distribuidora Affirm Films, subsidiaria del mainstream Sony dedicada a la realización de películas que buscan realzar valores morales, familiares, y sí, religiosos. Para ser claros, es la firma detrás de aquellas películas que año tras año se vienen estrenando mundialmente, disfrazadas de algún género específico, con claro y obvio trasfondo evangélico. Para el 2016, Affirm parece haber alcanzado la mayoría de edad; luego de haber transitado el drama, la comedia, el terror, la animación, y el cine catástrofe (entre otros tópicos); con La Resurrección de Cristo logra no solo un film histórico épico con mayor presupuesto, un elenco con figuras conocidas, y un director con antecedente popular; sino una distribución importante a nivel global por parte de la empresa principal de sus “dueños”, la mítica Columbia Pictures. ¿Significa este crecimiento en la producción una madurez en la realización? Anticipo la respuesta, no. Sí, hay que reconocerle que encuentra una vuelta de tuerca para afrontar la historia ya conocida. No nos ubicaremos en la transitada “Pasión”, los hechos conmemorados durante la cuaresma cristiana, sino justamente sobre su final y el inmediatamente después. A modo de policial o film de investigación detectivesca, se nos presenta al Tribuno Clavius (Joseph Fiennes), a quien Poncio Pilatos (Peter Firth) encarga investigar de cerca el destino de uno de los apresados a quien crucificarán, que posee un grupo de fieles rebeldes, quienes aseguran que resucitará. Clavius asiste a la crucifixión – representada con algo de liviandad adrede –, ejerce algunas órdenes antes de la muerte (no quebrarle las piernas), y luego vigila qué se hará con el cadáver; que sí, pasados los días desaparece. A partir de ese momento, con la ayuda de Lucius (Tom Felton) emprenderá otra investigación para dar con el paradero del cuerpo, cruzándose con fieles, testigos de los supuestos milagros, y reuniendo pistas que lo lleven a la revelación; Yeshua (Cliff Curtis) puede haber resucitado efectivamente y reunirse con sus apóstoles; o ser todo un engaño. El problema no es el obvio adoctrinamiento religioso, claro está. Es totalmente válido inculcar estos mensajes y celebrar los hechos con emoción. La cuestión, es la misma que en los anteriores films de la productora, el camino que se elige. El guión comete todo tipo de torpezas para hablar del viaje hacia la redención, los personajes esbozan frases que más que bíblicas parecen de acto de escuela primaria, y el director Kevin Reynolds no sabe/puede otorgarle un mínimo ritmo al relato ni posee una mano firme en la dirección actoral. La resurrección de Cristo se ve grande, ampulosa, pero rápidamente tropieza en cuestiones de resolución sencilla. Es claro que desde antes de verla sabemos cuál será el fin del misterio; pero eso no quita que pueda imprimirse algo de misterio o nervio que mantenga nuestra atención activa. Por citar un ejemplo, Titanic también sabíamos que el barco se hundiría, sin embargo Cameron lograba no solo cautivar por el destino de la relación amorosa, sino por el accionar de los comandantes del barco como trasfondo. Fiennes y Felton, actores con algo de trayectoria en tanques, se los sorprende ¡mirando a cámara!, y no hablamos de romper la cuarta pared. Reynolds, criticado varias veces por el tono liviano de sus mega producciones (Robin Hood: Principe de los ladrones, Waterworld, Montecristo), aquí toma una dirección contraria realizando un trabajo en su conjunto pesado y anquilosado, tosco. Film de propósito para fieles, eso no significa necesariamente anular sus méritos cinematográficos; probadas muestras hay de películas célebres en ambos caminos. La Resurrección… puede no funcionar siquiera como un manual de catequismo; si no se logra atrapara la atención es difícil que el mensaje penetre.
Caso curisoo el de “La Resurrección” (USA, 2016), filme dirigido por el veterano Kevin Reynolds (“Robin Hood”, “Waterworld”, etc.) y que se inscribe en esa línea de películas que llegan por Semana Santa a los cines esperando encontrar un público cautivo que apoye la propuesta. Pero en este caso, ese puñado de espectadores, se encontrará con una suerte de policial o thriller, inspirado en algunas escrituras sagradas, pero que vira su contenido no tanto hacia lo religioso, sino, más a lo dramático de su conflicto principal: un hombre que ve cómo su fe, mientras investiga, cambia de un momento para otro. “La Resurrección” es, claro, el cambio de plano de Jesús luego de ser crucificado, y también la lucha de Poncio Pilato por mantener al pueblo judío contenido, más después de haber tomado esa drástica decisión. Pero “La Resurrección” es también la investigación que llevó a cabo el tribuno Clavius (Joseph Fiennes), cuando el cuerpo de Jesús desaparece de la bóveda en la que fue encerrado para evitar el contacto con la plebe. Frente a este hecho Pilato lo obligará a encarar un proceso de rastreo del cuerpo y es ahí donde la película deja toda su impronta religiosa para convertirse, quizás, en la primera película de procedimientos de la historia del cine. Clavius, como en el mejor capítulo de “CSI”, deambulará por todo el pueblo, junto a algunos secuaces, en la difícil tarea de encontrar el desaparecido cuerpo de Jesús. La Biblia sirve como inspiración para construir un relato completamente diferente sobre la fé, la devoción, el amor al prójimo y más. Porque claro está, que en esa búsqueda, obligada, forzada, Clavius, además de toparse con los apóstoles (reflejados de una manera muy estereotipada y construidos más como un grupo de fans de Jesús que fieles seguidores) terminará con encontrarse a sí mismo, alejado de las batallas a las que está acostumbrado, deberá lidiar con sus propios fantasmas. Reynolds lleva la “aventura” de “La Resurrección” a un nivel distinto en cuanto a materia de filmes religiosos, y dirige la propuesta con sobriedad y estilo apocado, quizás también porque el despliegue de producción, acotado en este caso, le exige un cuidado, principalmente, en no abusar de planos largos o escenas compuestas grandes Todo es meticulosamente medido, al igual que las actuaciones, de las que se destaca el esfuerzo denodado de Fiennes por dotar a su Clavius de una fuerza que ni siquiera el guión le ha impregnado. Pero en “La Resurrección” hay muchas cosas que no cierran, como el eterno latir de esa pulsión homoerótica que pende sobre toda la propuesta, o esos discursos actuales, con palabras actuales, en cada uno de los personajes. Tampoco hay un Cristo contundente que pueda superar estas licencias con las que Reynolds nos trae esta versión de la resurrección, porque Cliff Curtis falla, por sorpresa, como ese líder carismático que fue y será la fuente de inspiración de muchos. Mención aparte al guión, que deambula entre el thriller, el policial, el filme de conspiración histórico, que hasta se permite hacer bromas con María Magdalena, en una de las escenas más “desubicadas” en el top ten de filmes religiosos. Fallida.
Volveré y seré millones. Lejos de películas como "Rey de Reyes" o "Jesús de Nazareth", este relato comienza una vez terminada la crucifixión. Cuando la situación política se pone complicada, los seguidores de Jesús anuncian que volverá y eso agita al pueblo, entonces los hebreos le piden a Pilato (Peter Firth) que se encargue de poner orden. Cuando el cuerpo desaparece las cosas se complican aún más, y Pilato le encarga a Clavius (Joseph Fiennes), un soldado romano politeísta y su mano derecha, que se encargue de encontrarlo y cerrar el asunto.Creyendo que el cuerpo ha sido robado, Clavius rastrea a quienes luego serán conocidos como los doce apóstoles, interrogando a sospechosos y persiguiéndolos como si se tratara de de una célula terrorista. Cuando finalmente los encuentra reunidos en una casa, no puede creer lo que ve, Jesús esta sentado con ellos. Tratando de entender lo que ha sucedido decide seguirlos hasta Galilea. En ese camino Clavius aprenderá a través de sus seguidores de qué se trata el cristianismo, presenciará milagros y él mismo se convertirá en cristiano.Si bien la historia comienza planteando la situación política y social del momento, no plantea dudas sobre si Jesús era un hombre común o un profeta -como sucedía en "La Última Tentación de Cristo", de Scorsese - si no que lo presenta directamente como el hijo de Dios, y desde ese momento la historia se vuelve más bíblica y clásica, es decir que lo que comienza como un buen relato sobre la época con el tiempo se torna en una película que pasarán por cable en cada semana santa. Pero la diferencia entre este filme y otros está marcada por la naturalidad con que esta narrada, por más milagros que realice muestra a Jesús como a un tipo común, que abraza a sus amigos, un grandote morocho y narigón que no parece salido de ninguna estampita. Los discípulos siguen a un amigo, a alguien con quien comparten su ideología, no a un hombre que camina rodeado de una aureola dorada.Ademas de la forma íntima y natural en que está narrada, la película tiene un enorme realismo visual -sin caer en escenas demasiado sangrientas como sucedía en "La Pasión", de Mel Gibson-, una minuciosa reconstrucción de la época, hasta en el mas mínimo detalle.Joseph Fiennes, quien es el eje de esta historia, realiza una muy buena interpretación; a través de todo el relato cuando comienza como un obediente y fuerte militar hasta convertirse en un hombre que cambia de fe y se despoja de todo. Los demás intérpretes estan a la altura, y también es interesante la desacartonada interpretación que Cliff Curtis hace de Jesús.Lejos de ser una súper producción, y si bien plantea la historia de forma clásica, la película tiene un modo interesante de mostrar las cosas desde la visión de un no creyente, narrada con naturalidad sin dramatismos ni mensajes moralizantes, entretenida y accesible, conmueve en más de una escena.
Policial con final cantado Con gran sentido de la oportunidad, el estreno de La resurrección de Cristo viene a coincidir con un nuevo Jueves Santo del calendario cristiano. Con un título local que no deja dudas acerca de su contenido (mucho más sugerente resulta el original Risen: ascendido, elevado; pero también levantado, no en el sentido del que despierta sino de quien se alza con fuerza en contra de algo), se trata además de un film que con seguridad se sumará a las matinés temáticas que son costumbre de la televisión durante las pascuas, junto al Jesús de Nazareth, de Zefirelli; La pasión de Cristo, de Mel Gibson (más sanguinaria que Holocausto caníbal de Ruggero Deodato), o Rey de reyes, clásico de clásicos de Nicholas Ray. Sin embargo, a pesar del título revelador, debe decirse que La resurrección... parte de una premisa bastante más interesante que la mayoría de los films evangélicos.Para empezar, el protagonista no es Jesús ni ninguno de sus seguidores, sino Clavius, un tribuno romano destinado a custodiar los territorios de Judea bajo el mando del prefecto Pilatos. Tras aplacar un motín de rebeldes locales contrarios a la intervención romana, Clavius regresa a Jerusalén, donde Pilatos le encomienda supervisar la crucifixión de un hombre que se ganó la simpatía de los humildes, pero que ha generado el suficiente recelo entre las autoridades judías como para solicitar su ejecución. Clavius ve morir a Jesús y cuando cree que su gestión ha concluido, Pilatos le encarga custodiar la tumba del muerto: se teme que sus seguidores roben el cadáver para fingir el cumplimiento de una profecía de resurrección. A pesar de los esfuerzos, Clavius no logra evitar que el cuerpo desaparezca.La primera mitad de La resurrección... corre sobre una estructura de policial clásico, en la que Clavius no es otra cosa que un detective tratando de resolver un crimen. Cómo ocurre en ese tipo de policiales, no hay Sherlock sin Watson, y Clavius tiene en el joven centurión Lucius un adlátere eficaz. El director Kevin Reynolds consigue que la pesquisa sea seguida con interés y Joseph Fiennes le aporta un perfil convincente al ambicioso pero contrariado tribuno. Pero en lugar de mantenerse dentro de esa línea de relato agnóstica, La resurrección... se revela como lo que es: una película religiosa y ese cambio de fe no le sienta nada bien. El policial fracasa con estrépito, porque el objeto buscado aparece in media res y ya no hay más misterios que aquellos que implica el propio credo. Como tampoco resulta una sorpresa que el muerto de golpe aparezca con vida, la cosa pierde en atractivo lo que gana como mera recreación evangélica. Teniendo en cuenta que se trata de una historia que no sólo es muy conocida, sino demasiado filmada, lo que se gana en consecuencia no es gran cosa. Si a eso se suma que algún personaje parece más salido de la legendaria La vida de Brian, de los Monthy Pyton, que de “una de Jesús”, La resurrección de Cristo quizá le sirva a la Iglesia para anotarse un triunfo, pero para el cine seguro es una derrota.
El género antes que el mensaje No hay que ser creyente para darse cuenta que la historia de la crucifixión de Cristo y su posterior resurrección está repleta de apuntes vinculados al poder del amor por el prójimo, el brindarse al otro, el deber, la responsabilidad, la fe (a nivel general, no sólo en algo superior), el compañerismo y un largo etcétera. Y que todos esos elementos no interpelan sólo a los creyentes, sino que poseen características universales, con lo que estamos ante un relato fascinante, repleto de potencialidades y sujeto a múltiples interpretaciones, un verdadero clásico desde el momento de su concepción. Cuando La resurrección de Cristo se hace cargo de lo mencionado anteriormente, es una película mucho más interesante de lo que ciertos prejuicios podrían indicar. Esa lucidez probablemente parta de la mirada del director y coguionista Kevin Reynolds, un realizador que en films como Robin Hood, Waterworld y Montecristo siempre demostró estar más interesado en los cimientos de aventura antes que en los mensajes que podían partir de los relatos que abordaba. Acá Reynolds hace una operación similar, corriéndose un poco al costado de los acontecimientos ya conocidos y centrándose en el tribuno romano Clavius (Joseph Fiennes), a quien le asignan encontrar el cuerpo desaparecido de un judío que se autoproclamaba el Mesías y del que se dice que se levantó de entre los muertos. Es por eso que durante casi una hora, asistimos a una película que parece más de misterio que otra cosa, focalizando en el enigma que afronta el protagonista, quien arranca totalmente descreído e irá descubriendo pequeñas pistas que, acumuladas, lo irán alterando en sus percepciones. Con su estructura sustentada en base a interrogantes antes que certezas y su visión lateral de hechos icónicos -la secuencia de la crucifixión, desde el montaje hasta la puesta en escena, pasando por el recorte temporal, es muy ejemplificadora-, La resurrección de Cristo se permite reflexionar sobre los imaginarios creados a partir de la creencia, el relato oral como sustento indispensable para un discurso y cómo la esfera religiosa siempre se cruza con la política. Y si es a partir de la segunda mitad donde empiezan a aparecer las respuestas y donde el film tropieza más, porque pierde buena parte del misterio, el descubrimiento y la fascinación pasan a jugar papeles relevantes. Siempre la película mantiene la visión humana e inicialmente escéptica de Clavius, y eso le agrega una complejidad que no tenía, por caso, La pasión de Cristo. Ahí es donde aparecen también dos factores sumamente atendibles: primero, que la contemplación de los milagros y el ejercicio de la fe están marcados principalmente por la alegría y el gozo, eludiendo en buena medida el tono trascendente y ceremonioso; y segundo, que la creencia y la fe se muestran como construcciones para nada espontáneas, necesitadas de pequeños pasos y, fundamentalmente, de una observación en la que se hallan pruebas que sustentan lo que se cree. En eso, quizás no deliberadamente, La resurrección de Cristo roza el agnosticismo: no hay fe en algo abstracto y/o mítico, sino en hechos concretos, comprobados casi de manera científica. No faltan las imperfecciones en La resurrección de Cristo: el escaso presupuesto se nota en unas cuantas secuencias, varios personajes caen en discursividades baratas, la narración no termina de ser fluida y Fiennes parece sólo conocer una modalidad actoral, que es la tensa. Pero aún así, lo que se impone es la honestidad y humildad en un film que hasta se permite darle el rol del Mesías a un intérprete no precisamente agraciado -aunque sí carismático, a su manera- y para nada caucásico como Cliff Curtis (que es de origen neozelandés y ha encarnado personajes de múltiples etnias). Pequeña sorpresa, La resurrección de Cristo es una película sincera, que no le habla sólo a los creyentes, y eso -siendo ateo, como quien escribe- se agradece.
Este jueves santo también llega La resurrección de Cristo, una cinta narrada desde los ojos de un no creyente. Un centurión romano, Clavius, asignado por Poncio Pilatos para descubrir que ha ocurrido con el cuerpo de Jesús, desaparecido de su tumba tres días después de la crucifixión. Esta original puesta bíblica, fusiona lo mejor del cine épico con un argumento cercano a las historias de detectives. Joseph Fiennes como el soldado romano en busca de la verdad logra conmover. Su relación distante con los hechos milagrosos de los que es testigo le dan un marco de realidad a un filme respetuoso de la tradición cristiana que sin embargo no deja de lado nunca ni la intriga, ni la aventura ni, por supuesto, la emoción. Cliff Curtis, el actor en la piel del Mesías está alejado de las estampitas religiosas. Su Jesús es real, humano, cercano. Una gran elección del director Kevin Reynolds quien hace gala de su pericia a la hora de narrar una historia entretenida ideal para disfrutar en épocas de Pascuas.
Exactitud histórica, deflación narrativa Llegan las pascuas, y junto a la época de mayor venta en las pescaderías, también llegan las películas sobre Jesucristo. La iteración que nos compete este año, La Resurrección de Cristo, viene de la mano de Kevin Reynolds, responsable de Waterworld, aquel fiasco de taquilla de 1995, que al día de hoy tiene seguidores tanto como detractores. Jerusalem Confidencial Es el año 33 D.C. (cuec) y Clavius, un tribuno al servicio de Poncio Pilato tiene el deber de encontrar el cadáver del recientemente crucificado, muerto y sepultado Jesucristo que mágicamente ha desaparecido de la cueva donde estaba. Clavius debe hallar dicho cadáver antes de que el emperador romano llegué a Jerusalén, pero su búsqueda de este cuerpo lenta y progresivamente lo lleva a una revelación. Primero cabe aclarar que La Resurrección de Cristo posee una exactitud histórica notable en el universo que presenta, donde, por un lado, se pueden destacar lugares comunes tales como que los hebreos no queden muy bien parados y la enorme violencia explícita en el acto de la crucifixión (sin llegar a los extremos gráficos de La Pasión de Cristo); y por otro lado, tenemos la fidelidad en la forma que se tratan y se saludan los romanos (incluyendo su saludo, infamemente popularizado por Adolf Hitler), amén de que el Jesucristo de esta película posee un parecido más acorde al perfil de una ilustración reciente, en oposición al adonis de ojos celestes que el Cine y las Santerías han quemado en nuestras retinas. Pero respecto a la narración, ¿Cómo andamos? Durante la primera mitad de la película, el guion logra sostener el ritmo al mejor estilo de un policial; con pistas, interrogatorios y raides en busca de los mismos. No obstante, a la mitad de la película, la trama se desinfla y el protagonista deja de ser pro-activo y simplemente contempla los milagros de Jesucristo; sin oposición, sin conflicto, sin ningún dilema o sacrificio que el personaje deba hacer a la luz de esta nueva información. Cosa que hace su viaje incompleto y, desafortunadamente, aburrido. La reconstrucción de época a nivel escenografía y vestuario tienen la misma riqueza de detalle que el guión. La fotografía y el montaje son decentes y la música se limita a subrayar. Joseph Fiennes, como el tribuno protagonista, entrega una interpretación sobria y sostenida. Igual que Peter Firth en su rol de Poncio Pilato. Conclusión A pesar de que sigue los miles de lugares comunes de este tipo de películas, La Resurrección de Cristo entrega una estética históricamente más cercana a lo exacto. No obstante, a pesar de esta virtud, su narrativa se desinfla a la mitad y se vuelve tediosa.
En La resurrección de Cristo, la fe se cruza con la historia El talento del director Kevin Reynolds hace atractiva la búsqueda casi detectivesca de respuestas de un soldado romano agnóstico (el pétreo Joseph Fiennes) tras la crucifixión de Jesús Detrásde La resurrección de Cristo aparece la productora Affirm Films, filial de Sony que se ocupa a través del cine de captar al público cristiano desde la identificación plena con esos principios. Esta vez, para llegar a esa meta, se eligió un camino oblicuo. El personaje central es un agnóstico: el oficial romano Clavius (Joseph Fiennes), encargado por Pilatos de la búsqueda de Jesús luego de ser crucificado. Los romanos ven a Jesús (mencionado aquí siempre como Yeshua) como un agitador político y temen que sus seguidores armen una revuelta, convencidos de que su líder (el Mesías tan esperado) finalmente resucitó. La elección de ese punto de vista nos lleva a un cruce entre la narración evangélica y la historia política de la época. Al veleidoso e intrigante Pilatos sólo le interesa mantener la paz ante la inminente llegada del emperador Tiberio, y a Clavius, como buen soldado el cumplimiento de la orden que se le encomendó. Con la ayuda de un director tan competente como Reynolds (Waterworld, Robin Hood: príncipe de los ladrones) la narración del trabajo casi detectivesco de Clavius resulta mucho más importante que cualquier mensaje fijado de antemano. Por eso y porque Reynolds sabe su oficio (la cámara fluye, el relato respira en los atractivos escenarios de Almería y Malta, el montaje se frena en el momento justo para evitar que el realismo se haga explícito o sanguinolento) entendemos el contexto político y religioso (no tan sencillo como parece) y la misión de Clavius.
Hacia el policial bíblico Interesante cambio de perspectiva para un relato épico que se queda a mitad de camino por no asumir los propios riesgos de su cambio de foco. Buscar la verdad nunca es fácil. Y menos en estos tiempos en los que cualquier absolutismo, sea político o religioso, carga con varios siglos de experiencia en contra. Pero ese es sólo uno de los problemas de La resurrección de Cristo, una película bíblica contada desde otra perspectiva. ¿Es la historia de la resurrección o el encuentro con la verdad del bueno de Clavius lo que pretenden contarnos? Referencias bíblicas mediante, que cada espectador lo interprete. Jesús ya está en la cruz, pero Poncio Pilato sigue nervioso, y a toda costa le exige a su tribuno Clavius (Joseph Fiennes) que se asegure de que el hijo de José ha muerto, y que, de alguna manera, le garantice que no va a resucitar. Una misión difícil a la luz de las escrituras. Entonces lo que vemos es la épica historia bíblica de la resurrección contada por Clavius, un poderoso centurión romano, y su edecán Lucius (Tom Felton), que hacen de detectives en Jerusalén, tratando de acallar y desentrañar los rumores que siguen a la crucificixión. Pero al mismo tiempo trantando de encontrarse ellos con la verdad. Pero Clavius sigue órdenes, y revuelve fosas y da vuelta cuerpos putrefactos buscando a Cristo, muerto o resucitado, y en esa misión se cruza con María Magdalena, con Bartolomé y con varios apóstoles. Kevin Reynolds asume un desafío, incorparar una trama de ficción y proyectar la mirada de un romano para contar la resurrección. Pero lucha contra una historia conocida, entonces tiene ya un condicionante, que sólo podría salvarse con unas subtramas poderosas y unos personajes profundos, cuyos conflictos internos superen lo que ya todos sabemos. Y eso no ocurre. No hay riesgo. Quizá por propia decisión del director, que elige la épica, la verdad absoluta por sobre la contradicción humana. Lo cierto es que ni los soldados romanos, ni los seguidores de Jesús responden al estereotipo cinematográfico que de ellos conocemos. Las actuaciones no acompañan. Tampoco los diálogos son todo lo absolutistas que podríamos imaginar sobre aquél cruce de conciencias. Hay espacio para la duda. Pero una duda insulsa. Y aunque allí estén las tribulaciones de Clavius a su personaje le falta compañía y profundidad para hacernos creer en la trama de este policial con resultado cantado.
La idea no es nada mala: contar cómo se convence un soldado romano de que la Resurrección es un hecho. Más interesante es que lo hace Kevin Reynolds, un realizador que conoce las herramientas del cine de aventuras clásico y aquí las utiliza, aún cuando el film no deja de ser bastante proselitista-religioso. La peor debilidad consiste en que Joseph Fiennes no es un actor demasiado atractivo. Pero el ritmo funciona, y es como esas viejas películas de tarde de Semana Santa, para nada aburridas.
Viejo guión italiano otra vez contado Hace unos 20 años, la famosa guionista Suso Cecchi D' Amico desarrolló esta idea: contar el misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo, y su Ascenso a los Cielos, desde el punto de vista de un incrédulo. Para el caso, un tribuno romano. Los astrólogos del emperador Tiberio interpretan ciertos fenómenos celestes como el anuncio de un Nuevo Reino surgido en Oriente, y el tribuno debe investigar qué hay de cierto. La investigación lo enfrenta con los seguidores de un predicador judío que, según dicen, habría vuelto de la tumba. Para él, puede tratarse de un simple engaño, acaso de exageraciones o supercherías, pero su encuentro con una mujer piadosa le hace comprender qué clase de Reino es el que busca. La historia se llamó "L'inchiesta", y, con participación de otros guionistas, se convirtió en película, curiosamente dirigida por Damiano Damiani, gran experto en films policiales. Poco después, con otro elenco, Giulio Base la convirtió en miniserie, de la cual se hizo una reducción para cine. Así es como la vimos años atrás en Pantalla Pinamar, con Max Von Sidow como Tiberio. Ignorando esos antecedentes, llega ahora la versión norteamericana. Acá es Poncio Pilatos quien ordena a un centurión vigilar de cerca al Nazareno, asegurarse de su Muerte y, sobre todo, vigilar la tranquilidad de su tumba. Tras los hechos de conocimiento público, también deberá encargarse de buscar un cadáver. No puede ser que haya resucitado. Más que una investigación "policial", la obra sigue el modelo de otras películas bíblicas, en particular "La historia más grande jamás contada", con la batalla inicial entre romanos y zelotes, y "La pasión de Cristo" según Mel Gibson, llena de sangre y crujir de huesos. A ésta le suma varios cuerpos en descomposición, y a los discípulos que despiden a su Maestro les suma el romano entrometido, cosa de dejar todo visto, dicho y repetido. Finalmente, la conversión también vendrá por el encuentro con una mujer piadosa, solo que en la versión italiana era Dorcas (en arameo, Tabitah), una creyente mencionada en Hechos de los Apóstoles, y en la norteamericana es la más conocida María Magdalena. Todo se hace más fácil en esta versión, incluso el camino hacia la fe. Eso si: es bastante entretenida. Y tiene sus buenos aportes, como la sangre que parece una lágrima en la cara del Cristo recién muerto, a la manera de algunos crucifijos, la expresión de deseos del guerrero (no sólo poder y riqueza, sino también "Familia. Un día sin muerte. Paz") y algunos momentos de su búsqueda espiritual. Guión de Paul Aiello, hermano del productor. Dirección, Kevin Reynolds, el de "Waterworld". Como María Magdalena, la hispano-argentina María Botto.
Cuenta la historia posterior a la crucifixión de Jesús y todo transita a través de la mirada de un poderoso militar romano , Clavius, encarnado por Joseph Fiennes (“Shakespeare apasionado” y “El mercader de Venecia”), que cuenta lo que vivió. Este soldado es fuerte, violento, intenso, valiente y respeta lo ordenado por Pilato (Peter Firth). Clavius se mantiene cerca a su asistente Lucius (Tom Felton, recordado por su interpretación como Draco Malfoy en la saga de Harry Potter”). A ellos todo se les complica cuando desaparece el cuerpo de Jesús (Neozelandés Cliff Curtis, acertada su caracterización. Fue el villano en "Día de entrenamiento") de la sepultura, además deben encontrar a sus discípulos y a una mujer que lo siguió, María Magdalena (La española María Botto). Clavius tiene descubrir que sucedió, se enfrenta a ver distintos milagros, lo pone en el dilema de la fe y las creencias. En esta cinta se mantienen los detalles de la biblia, también nos encontramos frente a batallas sangrientas y crueles. Un estreno que resulta apropiado en la semana de Pascuas.
Entre la fe y la razón, La resurrección de Cristo es un péplum religioso con giros detectivescos. Año 33 de la era cristiana. Desierto de Judea. Un hombre se aproxima. Es Clavius (Joseph Fiennes), un tribuno de la antigua Roma, la mano derecha de Poncio Pilato (Peter Firth). Llega a una casa. El señor que lo atiende le pregunta qué pasó. Flashback para contar una historia violenta y sobre la fe. Un hombre recién sepultado desaparece. Los rumores dicen que resucitó. Algunos lo confirman. ¿Qué pasó el tercer día después de la crucifixión de Jesús el nazareno? Las muchas versiones confunden. ¿Cuál es la verdad? ¿Es cierto que antes de morir dijo a sus discípulos que iba a resucitar? ¿Quién es este personaje? ¿Qué pasaría si se confirmase la descabellada versión de sus seguidores? Sobre estas dudas se desarrolla la historia de La resurrección de Cristo, el péplum religioso con toques detectivescos dirigido por Kevin Reynolds. La película se construye sobre las versiones que empiezan a sembrar los apóstoles. Clavius necesita encontrar el cuerpo desaparecido para ponerle fin a lo que cree es una farsa peligrosa para la tranquilidad del pueblo. Por un momento el filme amaga con una tesis interesante: el cristianismo se fundó sobre un misterio: la desaparición del cuerpo de Jesús. Pero luego la trama se encauza y toma el camino que ya se conoce (y este es su punto débil). Al tercer día Yeshúa resucita y el Clavius descree del hecho. Se pone a investigar. Tampoco cree en la versión que dice que los discípulos secuestraron el cadáver. Clavius sabe que hay algo más. La metodología que usa es el interrogatorio. Es ahí cuando la película se convierte en un policial de la antigüedad mezclado con película de aventura. Pero La resurrección de Cristo también es una película de amistades masculinas fraternales. Y esa combinación de géneros que hace Reynolds (por momentos lograda, por otros no) es lo que singulariza a esta versión de la resurrección del rey de los judíos. Estamos ante un género popular que se puso de moda en las décadas de 1950 y 1960. A partir de entonces, cada semana santa, tanto la televisión como el cine se inundan de este tipo de películas. Y todas son buenas porque el personaje principal es demasiado carismático como para fallar. Las enseñanzas de Jesús se basan en la fe y su arma para predicarla es el amor. No hay nada que pueda contra eso. Es algo que supera al espectador, sea creyente o no.
Estamos en una época del año en la que no nos podemos salvar de este tipo de películas y no es un problema querer hacer algo así de vez en cuando pero mínimo que no sea un chiste constante. “La Resurrección de Cristo” empieza siendo un policial de procedimiento, en el cual Clavius, interpretado por un correcto Joseph Fiennes, tiene que descubrir quién se robó el cadáver de Yeshua. Tiene que encontrarlo porque la gente empieza a creer que resucitó a los tres días y eso es un problema para el imperio romano.
Concebida como una trama policial que va desde la crucifixión de Cristo, investigada por un tribuno romano (Clavius, encarnado por Josephj Finnes), el supuesto robo de su cadáver, la búsqueda de los considerados conspiradores, y la historia de la conversión de ese hombre poderoso del imperio ante quien se revela la verdad. Apoyada en el estreno en la época justa, ideal para creyentes y amantes del cine histórico, nada sorprende especialmente de esta producción.
El detective de época Veinticinco años después de estrenar su obra más popular, “Robin Hood: Príncipe de los Ladrones”, Kevin Reynolds vuelve a contarnos otra historia de época. Con el mismo director traído de vuelta de entre los muertos, intentará darle una vuelta de tuerca a un hecho harto conocido por judíos, católicos, y el público general: la historia de la pasión de Cristo. Pero esta vez recurre a contarla desde los ojos descreídos de Clavius (Joseph Fiennes), un tribuno apostado en Jerusalén en el año 33, quien a pedido de Pilato debe desentrañar quién robó el cuerpo del proclamado mesías. Así, la historia comienza como un policial del año cero. Junto a su asistente Lucius (Tom Felton) comienzan los interrogatorios y la investigación para desmantelar un plan que parece hecho para desestabilizar el débil gobierno de Pilato. Es una película hecha para el creyente poco sofisticado o un público en general que no es muy religioso. La idea es original, un costado que no había explotado antes de una historia contada cientos de miles de veces. Sin embargo, todo cambia cuando Clavius encuentra finalmente y luego de un gran rastrillaje a los apóstoles. No quiere decir que Clavius se convierta en creyente de la noche a la mañana, pero sí abandona su papel de policía investigador para convertirse en un dudoso seguidor. Entonces la narración se vuelve arrítmica y en cierto punto contradictoria. Por un lado, se muestra el amor, cariño y camaradería de Jesús con sus seguidores. Es acertado que se haya recurrido a destacar este punto en lugar de centrarse en el contenido específico de la religión. Sin embargo, por otro lado, los milagros y otras demostraciones se narran tan desprovistas de emoción que resultan poco creíbles. Sobre las interpretaciones no tenemos nada que objetar. El trabajo de los protagonistas es correcto, destacándose muy por encima el personaje de Joseph Fiennes. Lleva a la pantalla las dudas de su personaje, lo que no es tarea fácil cuando se ve enfrentado a observar cosas que no puede conciliar: sus creencias de toda la vida y sus experiencias de los últimos días. Otros personajes como Lucius, Pilato, o el mismo Jesús no están escritos en forma tal que demuestren conflicto alguno. Pero es un error de guión, no del trabajo de los actores. La película se apoya sobremanera en una figura pero descuida las demás, logrando que sus personajes resulten vacíos. Es por eso que no logramos explicarnos la decisión crucial que Lucius toma hacia el final, que no es natural sino forzada. Además, aunque Lorenzo Senatore tenga en su curriculum la dirección de fotografía de otras películas de época como “300: El nacimiento de un imperio” o la espantosamente criticada “Hércules“, esta vez parece quedarse corto. Quizá debido a un déficit presupuestario, pero los escasos momentos de CGI están tan mal utilizados que hasta parecen vulgares en una historia que pretende ser seria y solemne. Hilando fino, lo mismo nos ocurre con el personaje de Bartolomé, el descargo cómico de una película que no debería tenerlo. Una película que aprueba con lo justo, que puede defenderse y que al menos se ha sincerado sin mostrar grandes pretensiones de reinventar la rueda con una historia que el público ya conoce de antemano.
Desde el cine silente la figura de Jesucristo ha inquietado a los más diversos realizadores, los que trasladaron en imágenes la palabra y el sufrimiento de Cristo. Así lo convirtieron en uno de los personajes con mayor representación cinematográfica: Jesús ha aparecido en más de 150 películas y se ha encarnado en las procesiones y pasos de Semana Santa en el mundo. Todo comienza con la primera escisión en el universo judío (sin olvidar la fractura entre Issac e Ismael, judíos y musulmanes, hijos de Abrahan), entre el poder del religioso ortodoxo y los saduceos que eran la rama armada de un nuevo orden, que era celoso de la religión tradicional y pretendían reponerla. Jesús, se supone que representaba la parte política de ese orden e intentaba restablecer el amor a Dios desde la paz. La figura y el nombre de Jesús se han sostenido a través de dos mil años y la sola invocación de su nombre cura los males. Los iniciados en la India sostenían, según su costumbre, que “el nombre es un símbolo”. Así Narjuna, confesaba que por conducto de su propio nombre se consideraba como cruce de dos vías. De acuerdo con esta perspectiva, Jesús ya no será el pez que calme las aguas o camine sobre ellas, sino el Resucitado que propone la visión de un nuevo mundo. ¿Qué hay en un nombre? Borges dice en el Golem (“El otro, el mismo”): “Si como el griego afirma en el Cratilo, / el nombre es arquetipo de la cosa. /En las letras de la rosa está la rosa,/ y todo el Nilo en la palabra Nilo (…)”. Por otra parte los chinos sostienen que el nombre no sólo marca el destino sino todos los actos de la vida, y si excluimos el segundo nombre éste regirá más que el primero nuestra vida cotidiana. Jesús (Ishua) en su nombre contiene, según la cábala, el número 7, Zayim, que por su forma en hebreo representa “el arma”. Está relacionada con el “Sabbat”, que a su vez significa “retraimiento”. El “Sabbat”, el séptimo día es descanso, pero también muerte. El 7 representa una ley arquetípica, el hombre deberá traspasar ese número de “puertas” para integrarse a otros niveles energéticos cada vez mayores de la creación. Zayin, el 7, es el arma del recuerdo, pero también la simiente que debe morir para renacer en la luz. En Zayín el hombre se vuelve oro, luz total. En el filme el “La resurrección de Cristo” (“Risen”), dirigida por Kevin Reynolds, más allá de ser una ficción más sobre las cientos de películas que se realizaron sobre Jesús, tiene un valor agregado, y es que los guionistas han trabajado sobre esta variante de la idea cabalística del nombre de Jesús. Y ese detalle se visualiza en el final, cuando Jesús se despide del tribuno y se transforma en una bola de luz. En “La resurrección de Cristo”, mientras que la cuestión de quién era Jesús realmente es central en la trama, éste resulta ser un personaje secundario. Los principales actores en la historia de Jesús sobre su muerte y resurrección son: Poncio Pilato (Peter Firth), prefecto de gobierno de la provincia romana de Judea, y el hombre que ordenó la crucifixión de Jesús; Caifás (Stephen Pena), sumo sacerdote de Judea y el hombre que encabezó la oposición a Jesús y exigió su crucifixión; José de Arimatea (Antonio Gil), miembro del consejo judío (Sanedrín), y el hombre que donó su tumba como un lugar de descanso para el cuerpo de Jesús; La madre de Jesús, María (Frida Cauchi); la presunta ex prostituta, María Magdalena (María Botto); los discípulos con Simón Pedro (Stewart Scudamore) y Bartolomé (Stephen Hagan) y, por supuesto, "Jesús, que es llamado el Cristo" (Cliff Curtis), más contemporáneo de los palestinos actuales que al rubio de ojos azules representado en el renacimiento. Pero el personaje principal de la película no está en la Biblia y fue creado para esta versión de la historia: el Tribuno romano, Clavius #8203;#8203;(Joseph Fiennes, ganador del Globo de Oro). Al igual que en el filme “El Manto sagrado” (“The robe”, Henry Koster 1953) la trama no se centra en Jesús sino en el Tribuno Marcellus Gallius (Richard Burton). Jesús como personaje de apoyo es una figura recortada a la que ni siquiera se le ve el rostro. Si bien “La resurrección de Cristo” tiene cierto paralelismo con “El manto sagrado”, los puntos de giro la conducen hacia una variante diferente. En todo caso en los dos filmes los tribunos buscan el camino de Jesús para obtener su redención o libertad. En las dos versiones Jesús se transforma en una obsesión. Marcellus busca el manto que lo embrujó y Clavius trata por todos los medios de encontrar a Jesús y de detener los rumores de su resurrección antes de que puedan multiplicarse y crear serios problemas para la administración romana. Busca entre todos los cadáveres de crucificados en las últimas semanas, que según los registros de Flavio Josefo (“Antiguedades judías”), podrían alcanzar hasta 500 por día, el cuerpo de aquél hombre que él vio en la cruz. Clavius piensa que los rumores son infundados e inicia un viaje (casi iniciático) siguiendo, rumbo a Galilea, a los discípulos que van en busca de su maestro. Ese viaje lo lleva a conectarse con un pueblo que recuerda al de “La vida de Brian” (·Monty Python's Life of Brian”, Terry Jones, 1979) en donde los discípulos se parecen a los habitantes de la comuna hippie de “Busco mi destino” (“Easy Rider”, Denis Hopper, 1969). A diferencia de otras películas donde el foco está directa o indirectamente puesto en Jesús, el enfoque en ésta versión es principalmente en el delicado panorama político entre judíos y romanos y, por supuesto, en el protagonista Clavius. Sin embargo, en “La resurrección de Cristo” se utiliza el método indirecto para descubrir por qué Jesús fue tan especial para sus seguidores (y continúa siéndolo en la actualidad). Este enfoque indirecto es mucho más eficaz para acelerar el mensaje del Evangelio. “La resurrección de Cristo” es, por otra parte, una historia detectivesca que busca seguir la pista de un hombre que ha desaparecido, pero que se muestra en lugares distintos a sus discípulos que creen ciegamente en él. Y comienza con la muerte de Barrabás, que luego de ser liberado y su lugar ocupado por Jesús, vuelve a su guerra de guerrilla para acosar al gobierno romano. Es como si la pista para seguir el rastro de Jesús estuviera en Barrabás. Como si los dos fueran centro de una misma persona. Aunque esta película es claramente sobre el misterio que rodea a la resurrección de Jesús en el fondo, el primer plano es un viaje personal y el juego de intereses entre romanos y judíos para mantener la precaria paz en Jerusalén. Además de mostrar que la guerrilla estaba instalada en la zona porque las facciones saduceas no daban tregua ni a romanos ni fariseos que tenían ocupado el Sanedrín y gozaban de todas las prebendas romanas. El ritmo de la narración es relativamente lento y mantiene el interés del público mediante personajes muy bien desarrollados. Si bien el mensaje del Evangelio se expresa con claridad no se muestra como proselitismo. La intención fue mostrar a un hombre común cuya tarea fue crucificar a un hombre, custodiar su tumba y luego tener que responder por su desaparición. La cruz de Clavius es la de un escéptico, que luego de su encuentro con Jesús decide vivir su vida como errante vagabundo. Su despojo reside en su mayor bien, el anillo de Tribuno, que lo entrega por un plato de comida y un vaso de agua a un mortal en medio del desierto y luego se va. Ese desierto es su alma, también, que no encuentra paz, porque sus valores fueron trastocados por un hombre con el que penas cruzó palabra y luego se fundió en la luz A propósito de la crucifixión, y su incidencia en ésta realización fílmica, estimo oportuno distraer un fragmento complementario de espacio y tiempo para recordar que en el mundo grecorromano la crucifixión era la pena impuesta a los rebeldes y los bandidos, pero al mismo tiempo típica de los esclavos. En efecto, se llamaba precisamente servile supplicium (el “suplicio de los esclavos”). Ciertamente, dada su crueldad, Cicerón la definió como crudelissimum taeterrimumque supplicium (el “suplicio más cruel y horrible que existe”) (In Verrem 2, 64, 165), y con anterioridad a él Plauto la calificó como maxuma mala crux (la “espantosa cruz”) (Poenulus 347); pero la principal característica de la crucifixión era su vínculo con la esclavitud, por lo cual Cicerón agrupó los dos aspectos - máxima crueldad y pena propia de esclavos - al definirla como “el suplicio más cruel aplicado a los esclavos” (servitutis extremum summum que supplicium) (In Verrem 5, 66, 169). ¿Cómo tenía lugar la crucifixión? En general, era precedida por la flagelación, suplicio que Horacio llama horribile, agregando que sus víctimas morían (Satirae 1, 2, 41). El condenado era golpeado con el flagellum, un látigo con varias correas, cuerdas con nudos o cadenillas, en cuyos extremos había huesecillos y pequeñas bolas de plomo. Antes de colgarlo en el patíbulo, se desvestía al condenado para exponerlo desnudo ante las miradas de la gente. Luego le quitaban del cuello la tablilla con el motivo de la condena, que se colocaba en el madero vertical sobre su cabeza para que todos pudieran leerla. De ese modo era supuestamente despojado de toda apariencia de personalidad jurídica y del carácter de “hombre”, herido tanto en su cuerpo horriblemente desfigurado como en su honor, puesto que la crucifixión era una pena impuesta a los esclavos, desertores y ladrones, como en su dignidad humana, cuya pérdida mostraba el hecho de encontrarse expuesto desnudo a las miradas e insultos vulgares de la gente. La crucifixión de Jesús no fue diferente a la forma acostumbrada de imponer este tipo de suplicio. Una vez condenado por Pilato, fue flagelado de acuerdo a la costumbre romana, es decir, con un número no establecido de golpes; fue escarnecido por los soldados romanos como rey objeto de burlas; se le hizo cargar el patibulum, que en su estado de agotamiento no lograba llevar, de tal manera que obligaron a un tal Simón de Cirene, que venía del campo, a cargarlo detrás de él. Al llegar a un lugar elevado llamado Gólgota, le quitaron del cuello la tablilla donde estaba escrito su nombre (Jesús el Nazareno) y el motivo de la condena (Rey de los Judíos); le hicieron ingerir un brebaje narcótico, compuesto de vino y mirra, que las mujeres de alto rango de Jerusalén solían ofrecer a los condenados para reducir su sensibilidad al dolor; luego lo desnudaron, lo clavaron en el patibulum y lo levantaron sobre el stipes hundido en la tierra; por último fijaron sus pies en el stipes, probablemente con un solo clavo, y pusieron la tablilla de la condena sobre su cabeza. Junto con Jesús fueron crucificados dos ladrones, cuyas cruces se encontraban una a su derecha y la otra a su izquierda. Tal vez la cruz de Jesús era más alta que de costumbre porque el soldado puso en una caña la esponja en vinagre para calmar su sed (Mc 15, 36).
De tribuno a detective El film del siempre efectivo Kevin Reynolds se centra más en el misterio de la desaparición del cuerpo de Jesús que en recontar la historia de la Biblia y eso le gana muchos puntos. La Pascua es siempre un tiempo efectivo para estrenar películas basadas en la vida de Jesús. Y quizá por esto, alguien pensó que también sería bueno para estrenar una sobre la vida del hijo de Dios. Los 600 millones de dólares que recaudó La Pasión de Cristo (de 2004) de Mel Gibson es un fundamento más que bueno para esta teoría. Es por eso que La Resurrección de Cristo (conocida en su país de origen como Risen - resucitado), originalmente pensada como una secuela de ese filme, viró hacia el género policial y encontró en el director Kevin Reynolds un buen realizador. Reynolds –recordado por sus adaptaciones de Robin Hood (con Kevin Costner) y Montecristo pero también por Waterworld- encaró el filme como una suerte de El Nombre de la Rosa pero en la época del Imperio Romano, con un tribuno convertido en detective ocasional que busca resolver el misterio del robo del cuerpo de Yeshua, un hombre que algunos días antes fue crucificado al que él mismo vio morir. Y lo que comienza como una búsqueda rutinaria en la vida de Clavius (Joseph Fiennes), al que le asignan un ayudante llamado Lucius (Tom Felton, el Draco Malfoy de las películas de Harry Potter), pronto se transforma en una serie de intrigas que lo lleva a pensar que hay algún tipo de poder detrás de toda la movida. El filme se maneja muy bien con los suspensos creados por el realizador y los guionistas, a lo que ayuda la muy buena ambientación, y el interés se acrecienta con algunas secuencias de acción, persecuciones y la fe de Clavius en sus dioses, que se ve constantemente en jaque ante los emotivos testimonios de los seguidores de Yeshua. El otro gran punto es la elección de los actores, con Fiennes interpretando sus escenas con gran acierto, en tanto que es más que destacable el retrato que se hace de Jesús, al que interpreta el actor neozelandés Cliff Curtis, quien le otorga un aspecto muy diferente a la clásica imagen que se tiene del personaje de facciones europeas. La Resurrección de Cristo, se convierte en una interesante alternativa para estas mini vacaciones de Pascua, para todos aquellos que prefieran dejar a Suar, Batman y Superman de lado y encarar por el lado espiritual del cinéfilo.
Una muy digna película que no deben dejar de ver todos aquellos amantes del cine religioso. La historia, si bien está construida en base a un personaje agnóstico no real, está hecha respetando fielmente los hechos de la Biblia y no tiene nada que ofenda a...