La historia está muy buena y mantiene el estilo de la saga con todos los ingredientes necesarios para hacer una gran aventura épica: dragón, serpientes marinas, hechizos, maldiciones, espadas, islas oscuras, barco, desapariciones, tesoros, etc., etc.. El nuevo personaje de Eustace...
Un film de aventuras que eleva la puntería La fantasía regresa con este tercer eslabón que comenzó de la mano del sello Disney en las dos primeras entregas y continúa ahora con Fox y bajo la dirección de Michael Apted, el mismo de Una mujer llamada Nell y 007 El mundo no basta. Las Crónicas de Narnia: la travesía del Viajero del Alba, que se exhibe en 3D, eleva la puntería con respecto a la segunda entrega, El Príncipe Caspian, y mantiene intacto su reinado mágico, al que sólo acceden los niños de inocente corazón. Lucy y Edmund regresan a Narnia para encontrarse con el Príncipe Caspian y juntos se embarcan en "El viajero del Alba". El film se alimenta de relatos como Los viajes de Simbad y 20.000 leguas de viaje submarino, por citar algunos, y tiene un comienzo prometedor en el que un cuadro se tranforma en la puerta de acceso al mundo de fantasía (en la primera era el ropero) y donde los protagonistas son empujados a aguas profundas. La tercera parte incluye personajes nuevos, como el ratón con espada en mano; el primo engreído (convertido en dragón por un hechizo); siete espadas perdidas; serpientes gigantes y presencias invisibles que no son tan amenazantes como parecen. Y trae de nuevo a Aslan, el rey de este universo mágico que permite el acceso y el regreso (o no) al reino. Todo aparece contado con un ritmo vertiginoso para que nadie resulte ajeno a lo que desfila por la pantalla y el 3D ayuda a potenciar su cometido. Para aquellos que siguen soñando, parece la película ideal.
El road movie acuático de Narnia Las crónicas de Narnia: La travesía del Viajero del Alba (The Chronicles of Narnia: The Voyage Of The Dawn Treader, 2010), tercera parte de la saga, mantiene la presencia del mundo maravilloso como algo inagotable y a ser explorado. El nuevo personaje que se incorpora, el primo de Lucy y Edmund, será clave en este sentido, pues es quién deberá cambiar su mirada escéptica para abrirse camino en este nuevo universo como también en el otro. Vencidas las resistencias, el mundo no tiene límites. En esta oportunidad serán Lucy, Edmund y su primo Eustace los que entrarán a Narnia. Esta vez, la aventura tendrá lugar en la embarcación “El viajero del Alba”. Como parte de la tripulación encontrarán al Rey Caspian, al ratón Reepecheep y otra serie de personajes típicamente narnianos. La misión para la cual deberán unirse será terminar con la isla del mal o Isla Oscura, que produce la desaparición de los barcos y la gente de Narnia en una neblina. Para lograr dicho objetivo deberán reunir las espadas de los 7 caballeros que alguna vez acompañaron al Rey, padre de Caspian. A diferencia quizás de sus antecesoras esta parte no presenta escenas de tono bélico (recordemos que en la primera los narnianos se enfrentan con los ejércitos de la malvada bruja y en la segunda con los telmarinos para recuperar a Narnia de los males que la acechaban). En este nuevo capítulo el mal está representado con otras intenciones. Los deseos más oscuros de las personas son el primer obstáculo a vencer y parece ser peor que cualquier enemigo real. La ambición de poder, el deseo de belleza exterior por sobre la interior, y también la avidez de riqueza material son los verdaderos peligros que ponen en riesgo Narnia. Parecería ser que este viaje pone a prueba la fortaleza de los personajes. El tono didáctico moralizante se acentúa en esta entrega. La película deja en claro que el viaje es ante todo un medio para aprender. Como leit motiv de la saga, el mundo de lo fantástico funciona como metáfora. En este sentido, el género de aventuras está explotado con esta finalidad. Así nos deja en claro que para convertirse en un verdadero héroe no sólo importa ser valiente sino que la integridad moral juega un papel determinante. La película se apoya en este género de un modo que le sienta cómodo y le da una estructura a la totalidad. Esto permite que toda la historia sea creíble y entremos en ese universo sin objetar su verosimilitud. Si bien la película apunta mayormente a un público infantil, por momentos parece excesivo su tono moralizante. Sumada también cierta connotación católica sobre la idea del mal como la tentación, la fruta prohibida. Esto no opaca, sin embargo, las imágenes sorprendentes del film que hará que niños, jóvenes y adultos disfruten en igual medida y se queden con ganas de más.
Creer o creer Algunos cambios significativos suponían en esta tercera entrega de las Crónicas de Narnia, la saga literaria infantil del escritor C.S. Lewis, un viraje para sortear falencias que se venían arrastrando desde la primera parte, sin corregirse en la segunda y que obedecían excluyentemente a no encontrar el público adecuado para la propuesta y en menor medida al flojo nivel de los guiones adaptados a la pantalla grande. Los estudios Disney fracasaron comercialmente hablando al obtener tibias recaudaciones para semejante proyecto y ahora es el turno de Fox que tomó la posta de la saga con el director experimentado Michael Apted (las anteriores estuvieron a cargo de Andrew Adamson) y la forzada incorporación del 3D en un film pensado para 2D. El resultado final deja una sensación ambigua con el interrogante puesto en lo que puede venir de acá en adelante y con las reiteradas fallas que a esta altura de las circunstancias parecen estar vinculadas exclusivamente con el trasfondo religioso y el ferviente catolicismo de su autor, plasmado en su obra. Lo que desde un comienzo aparecía en el terreno de lo subyacente como recreación de los mitos bíblicos en ese reino mágico llamado Narnia, con esta tercera parte de la saga no caben ya dudas respecto a la presencia de elementos emblemáticos de la religión católica: el paraíso, Dios omnipresente (es necesario aclarar que se trata del león Aslan), los 7 pecados capitales y la travesía espiritual como sello de madurez, evitando caer en las tentaciones terrenales. No son necesarios para esta saga 10 mandamientos sino uno solo: creer. Y entre el creer y el no creer se debate el nuevo personaje incorporado en esta etapa: Eustace, un niño mojigato, excesivamente racional y primo de los dos protagonistas Lucy y Edmund -parias y huérfanos en el mundo real y soberanos en las tierras de Narnia- quien azarosamente se ve transportado a esta nueva aventura maritima, cuyo portal no es un ropero esta vez sino un cuadro viviente. El otro nuevo personaje no es ni humano ni animal, sino que se trata justamente de un barco llamado El viajero del alba (de ahí el título de esta tercera película) comandado por el ya conocido Rey Caspian (Ben Barnes). El enemigo esta vez no es corpóreo sino que se manifiesta a través de una niebla verde (prima no reconocida del humo negro de la serie Lost), la cual influirá directamente en las conductas de cada personaje en obvia representación de los deseos y los miedos. Sin adelantar mucho más sobre la trama que mezcla magia, seres de otro mundo, menos animales y menos humanos, se puede decir que la misión consiste en encontrar y destruir 7 espadas que no son otra cosa que la representación de los pecados capitales. No puede acusarse a esta película de aburrida dado que el relato no presenta complicaciones a la hora de sumar situaciones y personajes, que sin duda enriquecen el universo monotemático de la magia; tampoco faltan escenas de acción donde el despliegue visual y el uso funcional de los efectos especiales no hacen ruido. No obstante, ninguna secuencia -incluso aquellas que suponen movimiento y acción trepidante- deslumbra por su originalidad o elaboración. Este aspecto se ve profundamente desaprovechado al haberse utilizado el 3D como agregado de postproducción y eso se nota en el conjunto.
Anexo de crítica: Sin dudas el rendimiento por debajo de lo esperado de Las Crónicas de Narnia: El Príncipe Caspian (The Chronicles of Narnia: Prince Caspian, 2008) marcó el fin de las tentativas de Hollywood por encontrar una nueva gallina de los huevos de oro una vez agotada la saga de El Señor de los Anillos (lo que por cierto no quita que hoy todas las miradas se posen sobre El Hobbit). El precedente fue un período en el que exploitation tras exploitation pretendía ocupar el lugar vacante y fallaba miserablemente, tanto a nivel comercial como artístico. Luego de que la Disney se lavara las manos, ahora la Fox toma la posta con la tercera entrada de la tediosa franquicia: al igual que en las anteriores, Las Crónicas de Narnia: La Travesía del Viajero del Alba (The Chronicles of Narnia: The Voyage of the Dawn Treader, 2010) sufre de un tono grandilocuente pero aniñado al mismo tiempo, plagado de referencias cristianas vetustas y muy poca fluidez narrativa. Por supuesto el humor simplón, el pobre desempeño del elenco y la ausencia de imaginación en lo que respecta a las escenas de acción colaboran para que estemos ante otra película rutinaria que, si bien se ubica por encima de bazofias absolutas como las Harry Potter, roba a mansalva elementos de Piratas del Caribe y para colmo desaprovecha el formato 3D. Esperemos que en el futuro regrese la hermosa Tilda Swinton para algo más que un cameo…
Con el espíritu de siempre, y la ayudita del 3D Edmond y Lucy esta vez llegan a Narnia a través de un cuadro. El mundo de hoy en día -y durante la Segunda Guerra Mundial se ve que también- está plagado de tentaciones. Los chicos hermanos que protagonizan Las crónicas de Narnia , y sus espectadores de todas las edades, lo saben bien. Y quienes se asomaron a las páginas escritas por C. S. Lewis (1898-1963) conocen el estilo y las alegorías religiosas del autor. A Lucy, a Edmond y al insoportable primito Eustace que los acompaña en esta aventura que hoy se estrena entre nosotros en 3D, los tientan diversas cosas, que los apartarían del Bien, en mayúsculas, en desmedro o deterioro de la mismísima Narnia. Y La travesía del Viajero del alba es un compendio de decisiones a tomar -los chicos ya no son tan pequeños-y buenas acciones por decidir, todo dentro de un espectáculo pensado para toda la familia. Segunda Guerra, Edmund desea enlistarse para pelear en ella, pero siendo menor de edad, no se lo permiten. El y la más pequeña de los Pevensie, Lucy, están en la casa de unos tíos en Inglaterra, mientras los hermanos mayores, Susan y Peter, están en los Estados Unidos. Edmund no se banca más a Eustace, su primo, y cuando con su hermana observen el cuadro de un navío “de apariencias narnianas” en el cuarto, y terminen forcejeando con el primito, el océano mismo saltará del cuadro, los atrapará y los tres terminarán como náufragos, siendo rescatados por el barco que da título al filme. Alí está el Príncipe Caspian, y junto a él deberán salvar a Narnia, encontrando una espada (curiosamente, lo mismo que Harry Potter en las reliquias de la muerte ) que los ayudará a combatir el Mal, con la ayuda del león Aslan. Mucho ayuda el efecto tridimensional a que la película atrape a los más pequeños. El mundo de sueños que es Narnia está perfectamente realzado en lo que refiere a la dirección artística. Michael Apted no dejó de lado el humor y menos la aventura, resaltando el aspecto alegórico de Lewis allí donde era preciso. Los cambios en la adaptación podrán poner los pelos de punta a los fanáticos que han leído el libro, pero para aquellos que se sumerjan a la historia sin preconceptos, todo tendrá, si se quiere, su lógica. Lucy ya no es la niñita que se la pasaba con los ojos y la boca abierta descubriendo ese mundo de fantasía, y está a punto de caer en alguna tentación, de ésas a las que Ed mund siempre estuvo más propenso. Tanto fue lo que se tejió alrededor de La travesía del Viajero del alba , tanta responsabilidad se le adosó sobre si hundirá o reflotará a la saga fílmica que lo mejor es verla, disfrutarla tan solo como lo que es: un filme de aventuras, co personajes fantásticos. La travesía sale a flote, lo que venga (o no) después, ya es agua de otro océano e historia.
La travesía del Viajero del Alba La tercera entrega de Las crónicas de Narnia tiene varios hallazgos y escenas para el asombro En esta tercera entrega de la saga basada en los libros de aventuras escritos por C. S. Lewis (ahora con la 20th. Century Fox al mando, en reemplazo de Walt Disney), ese más que digno artesano que es Michael Apted intenta enderezar el rumbo artístico de la franquicia. Con un par de hallazgos narrativos y visuales, y la inclusión de un atractivo nuevo personaje protagónico, le alcanza al veterano director británico para levantar algo la puntería respecto de El príncipe Caspian , el apenas discreto capítulo anterior. Ya sin la presencia de sus hermanos mayores Peter y Susan -radicados en los Estados Unidos-, los pequeños Lucy y Edmund Pevensie (Georgie Henley y Skandar Keynes) regresan, ahora acompañados por su primo Eustace, desde una Inglaterra en plena Segunda Guerra Mundial hasta Narnia, más precisamente, al barco El Viajero del Alba del título, que capitanea su amigo Caspian (Ben Barnes). Allí se inicia una travesía no exenta de contratiempos, que tendrá su clímax en una isla siniestra en la que deberán enfrentarse a un gigantesco monstruo al servicio de la malvada Bruja Blanca (una Tilda Swinton con mínima participación). El film -que por momentos remite a ciertos elementos de la mucho más delirante saga de Piratas del Caribe - encuentra en una mascota llamada Reepicheep (la voz del gran Simon Pegg en la versión original) y especialmente en los arrebatos de Eustace sus momentos más cómicos. La incorporación de este personaje, muy bien interpretado por Will Poulter (visto en la lograda El hijo de Rambow ), le otorga una más que necesaria dosis de agresividad, desparpajo e imprevisibilidad a la saga. Este tercer episodio asegura un puñado de escenas espectaculares (como el enfrentamiento entre el apuntado monstruo y un dragón pilotado por Eustace) y un look muy cuidado a cargo del director de fotografía Dante Spinotti. En esta ocasión, la conversión a 3D no agrega demasiado a un film correcto y atendible, pero que al mismo tiempo no se destaca particularmente dentro de la cada vez más fecunda producción de películas de aventuras hollywoodenses.
Mélange que no es mezcolanza La tercera entrega de la saga concebida por C. S. Lewis finalmente se entrega a la aventura, de la mano del director Michael Apted. Y está más cerca de una de piratas que de las justas seudomedievales y fantasías hipercomputadas de las anteriores. Fueron necesarios cinco años, tres entregas y unos quinientos millones de dólares para que finalmente Las crónicas de Narnia se decidiera a dejar de lado lo suntuario, que hasta ahora la había ocupado –la melcocha de mitologías varias, el aparatoso bestiario digital, las interminables batallas tardocaballerescas, la pesadez del mensaje, aunque algo de esto último sobreviva todavía– para entregarse a lo que de veras importa y varias generaciones de espectadores agradecerán: el noble y viejo arte de la aventura, que aviva los corazones y trae frescura a ahogos de verano. Lo hace lanzándose a la mar, desde siempre territorio privilegiado de deseos y andanzas que ensanchan el horizonte. Más cerca de una de piratas que de aquellas justas seudomedievales y fantasías hipercomputadas, más allá de alguna solemnidad final (culpa del pesado de Aslan, siempre propenso a sermonear), ésta es, sin duda, la primera ocasión en que la amarillenta saga de C. S. Lewis se vuelve disfrutable en cine. Y disfrutar es lo que se busca a la hora de abocarse a una superproducción que interpela, se supone, al niño que aún vive dentro de uno. Separados circunstancialmente de sus hermanos Susan y Peter, para protegerse de los mismos bombardeos de la Primera Guerra que llovían al comienzo de Peter Pan, Lucy y Edmund Pevensie han sido enviados a casa de unos tíos en el campo. Están a resguardo, pero no del insoportable primo Eustace, que, celoso de su lugar de mimado, les hace la vida imposible. El castigo para el malcriado provendrá del típico cuadro de motivos marinos de su cuarto, que, desbordando aguas demasiado reales, arrastra a los tres párvulos hacia Narnia. Por suerte la flora y fauna de esa tierra de sueños tienden a la mutación, presentándose esta vez libre de nieves eternas y (casi enteramente) de bestias de feria. En lugar de eso, una nave vikinga, un océano inmenso y unos viajeros –entre ellos el Príncipe Caspian, heredero del trono– que deben llegar a una lejana isla, para consumar allí una proeza que restituya el orden perdido. En una fábula esencialmente conservadora (C. S. Lewis, autor de la saga, era católico y monárquico) como ésta, no debería extrañar que ese orden sea el de la antigua nobleza. Como en anteriores ocasiones, la mélange rige el universo narniano. Mélange de fantasías, que además del solemne león parlante incluye una suerte de minotauro-guerrero, un dragón medieval, una monstruosa serpiente marina –como las de las fantasías precolombinas– y un ratoncito como de dibujo animado, educadísimo y caballeresco. Mélange de geografías, que llevan del mar al de-sierto. Mélange de mitologías, que permite convivir a barcos piratas, realeza protobritánica y maniqueísmo católico: para llegar a las Islas Solitarias, donde debe consumarse la restitución del linaje tronchado, habrá que pasar primero por la Isla Negra, residencia del mismísimo Mal (las simetrías con El señor de los anillos no son casuales: Tolkien y Lewis eran compadres). Dirigida por el multiuso Michael Apted (que va, sin inmutarse, de La hija del minero a OO7, El mundo no basta, pasando por Gorilas en la niebla y Una mujer llamada Nell), una de las virtudes de esta tercera entrega es no hacer de esa mélange una mezcolanza como en las anteriores. La clave reside en la sobriedad y funcionalidad con que se hacen jugar esos elementos, en beneficio de la narración. Y no al revés: narración al servicio del espectáculo de feria, como sucedía en Narnia 1 y 2. Tendencia expresada en el arcano mágico “Ahora todo es visible”, que por allí se escucha. La opción por la concisión se expresa tanto en la medida utilización de efectos digitales (aunque no falten algunos de esos fuegos artificiales que tanto gustan a la superproducción hollywoodense) como en el uso del 3D (que podría no estar y no cambiaría nada). Producto de esas economías, Narnia 3 dura menos de dos horas, en lugar de las casi dos horas y media de las anteriores. Sin necesidad de sermones (aunque al final venga el melenudo de Aslan y largue uno de esos speeches con la garra levantada, que lo caracterizan), las ideas católicas de la tentación y el pecado, transfiguradas en términos dramáticos, le dan a esta tercera entrega de Narnia una densidad y oscuridad de las que las anteriores carecían. Tentación como una barrera a traspasar, pecados que no traen culpa: Lucy deberá afrontar la envidia por su hermana, mientras lo que acosa a Edmund es la sed de poder (otro paralelo con El señor de los anillos). Otra loable adición es el personaje de Eustace, cuya inadecuación a la aventura lo convierte en motivo cómico, impregnando todas sus apariciones de un buen humor que hasta ahora se había hecho desear. Tampoco abundaban atmósferas y climas, bien provistas aquí por el exquisito Dante Spinotti (director de fotografía favorito de Michael Mann) y por ciertas nieblas nocturnas y marinas de las inmediaciones de la Isla Negra, allí donde los corazones más bravos tambalean.
Otro trip por los mares de la fantasía La felicidad de descubrir nuevos mundos, de atreverse a la imaginación y permitirse el juego y la aventura, marcan una nueva entrega de esta saga, alimentada en partes iguales por la mitología grecorromana y los cuentos de hadas. La travesía del viajero del alba es la tercera parte de la famosa serie de Las crónicas de Narnia, basada en los libros que escribió C. S. Lewis en la década de 1950. Aquí la acción transcurre mayoritariamente en el mundo de Narnia, y apenas un par de escenas en la Inglaterra de 1942, durante los bombardeos nazis a dicho país. Los personajes van cambiando según avanza la historia. Lucy, Edmund y su insufrible primo Eustace son quienes acompañan al ahora rey Caspian. Del autor de las novelas siempre se supo que tenía una fuerte inclinación cristiana en sus relatos y que Aslan (el león) era una inequívoca evocación de Jesucristo. Pero también la mitología grecorromana y los cuentos de hadas han dotado a esta saga de una iconografía llena de fantasía. Y en eso, esta nueva película brilla. Habiendo ya mejorado notablemente la calidad técnica del film, al menos comparado con el primer título de la saga, quedan desde el comienzo más claro del poder de la imaginación y la fantasía, para encarar a través de metáforas, las durezas de la vida en el mundo. Y si bien el veterano director Michal Apted (La hija del minero, Gorilas en la niebla) no consigue que la puesta en escena y la narración se vuelvan apasionantes, al menos queda, en cada escena, la felicidad de descubrir mundos nuevos, de atreverse a la imaginación y permitirse el juego y la aventura. Este film podría ser tanto el cierre de la serie como simplemente la llegada a la mitad de la misma. La pobre aceptación que tuvo la segunda película hizo que Disney se distanciara de la misma y muchos han considerado que posiblemente esta sea la última adaptación que se haga de los libros de C. S. Lewis. Sin embargo, podría citarse al propio autor, que se refería así a su propia experiencia: “Cuando escribí El león, la bruja y el ropero, nunca pensé que escribiría más. Luego escribí El príncipe Caspian como una secuela, y seguí sin creer que habría más libros. Y cuando terminé La travesía del viajero del alba, estaba convencido de que sería el último. Pero me di cuenta de que estaba equivocado.” Hay cuatro libros más sin adaptar (incluido El sobrino del mago, que es una precuela) y espectadores nuevos por cautivar. Si hay algo que cabe reconocerle a la saga de Narnia es su capacidad para hacernos creer en el poder de la fantasía y la imaginación.
Narnia: Un pedacito de fe Es tan difícil saber hasta dónde influye la información previa negativa o positiva respecto de una película, como escapar de las comparaciones. Que por todos lados se esparzan rumores acerca de las compañías productoras (Disney en el caso de Narnia 3 ) y directores que se salieron o entraron de una superproducción, por lo general no ayuda, pero sin dudas puede influir en el juicio de cualquiera. Lo mismo si se “bisbisea” acerca de los gurúes contratados para salvar proyectos cinematográficos de la ruina (en muchos casos guionistas), o de las estrategias de marketing que se emplean como anabólicos para promocionar lo que por sí solo no puede ganarse una justa popularidad. Las crónicas de Narnia 3 puede adolecer de esta clase de virus, como también del de comparar las adaptaciones que se hicieron de esos libros con las que Peter Jackson hizo de El Señor de los anillos . Y es que los escritores de unas y otras novelas, C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien, fueron amigos además de colegas... Para algunos eso basta para suponer que hubo alguna clase de competencia aunque fuera subyacente entre ambos. El problema en realidad está en comparar. A veces comparar es un mecanismo del aprendizaje. A veces es completamente nocivo. Las crónicas de Narnia 3: la travesía del Viajero del Alba , con nuevo director a bordo, va mostrando un nuevo ingreso de los hermanos Pevensie a ese universo paralelo bautizado como el reino de Narnia, donde todo lo fantástico es imposible, y aún hay muchas cosas inimaginables por suceder. En esta ocasión Lucy y Edmund son acompañados por Eustace, un primo que los tiene como pensionarios en Cambridge (Inglaterra). Personaje que a la postre disfruta de los momentos más simpáticos de la entrega, primero por su carácter quejoso y ligeramente cínico, y luego por la transformación (a todas luces previsible desde el comienzo) que aborda al entrar en contacto con seres como los centauros, los príncipes, los dragones, y labrar paso por paso un compromiso con los hechos. Sobresaliente toda la secuencia de la batalla final cerca de la Isla Negra, entre los tripulantes del bergantín Viajero del Alba y la gigantesca serpiente marina representante del mal. Captura la mayor parte de adrenalina que circula la película y deposita al espectador sin aliento en el fin de la proyección. Para guardar en una cajita, una frase dicha como al pasar por el ratón parlante Reepicheep: “Nada es tan enorme como un pedacito pequeño de fe” cuando se quiere alcanzar algo que parecía imposible.
Las Crónicas de Narnia es la saga que hizo famoso a C. S. Lewis como escritor del género de fantasía, formada por siete libros: El Sobrino del Mago, El León, la Bruja y el Ropero, El Caballo y el Muchacho, El Príncipe Caspian, La Travesía del Viajero del Alba, La Silla de Plata y La Ultima Batalla. Entre todos ellos, hace 20 años aproximadamente la BBC eligió cuatro y los transformó en telefilms. En el 2005, el segundo libro, El León, la Bruja y el Ropero llegó a la pantalla grande y tres años después el cuarto, El Príncipe Caspian hizo lo mismo. Ahora le toca el turno al quinto, La Travesía del Viajero del Alba y probablemente le siga más adelante La Silla de Plata. Con estos cuatro títulos se igualaría lo realizado por la cadena de tv inglesa, quedando los tres restantes fuera del formato fílmico. En el primer film, los hermanos Pevensie: Peter, Susan, Edmund y Lucy, descubrieron un mundo paralelo llamado Narnia, con criaturas maravillosas como el Leon Aslan y seres malvados como La Bruja Blanca, y se convirtieron en reyes. En la segunda parte, regresaron a Narnia un año después pero allí habían transcurrido más de mil, encontraron un mundo en ruinas, más salvaje y grandes cambios. Conocieron al jóven Principe Caspian y al valiente ratón Reepicheep, forjando una amplia amistad con ambos; cuando la aventura terminó debieron volver a Inglaterra a sus vidas corrientes. “ No hay honor en huir de una aventura” (Reepicheep) Para los dos hermanos esto representa una aventura extraordinaria, en cambio Eustace por el contrario continúa protestando y escribiendo en su diario lo que ocurre, desde un equivocado punto de vista. El viaje los llevará por lugares extraños, enfrentarán nuevos peligros y descubrirán algo más sobre sí mismos.La tercer película comienza con Lucy y Edmund pasando una temporada en la casa de sus tíos Alberta y Harold, mientras que Susan ha viajado con sus padres a Estados Unidos. De Peter no se hace referencia pero según el libro, se encuentra ayudando al profesor Kirke, dueño del ropero por el cual habían pasado a Narnia por primera vez. Los Hermanos Pevensie y su primo Eustace no se llevaban bien y menos ahora que Edmund y Lucy se la pasan recordando su estadía en Narnia, por lo cual, Eustace se burla de ambos por descreimiento. En la habitación de Lucy algo sucede con la pintura de un barco de aspecto “narniano” que navega entre grandes olas. El navío empieza a moverse agitando las aguas que salen del cuadro, los chicos son transportados a mar abierto, muy cerca del Viajero del Alba (denominación del navío) siendo rescatados por su dueño, el Rey Caspian. Lucy y Edmund disfrutan del encuentro con sus viejos amigos, pero Eustace se enfada por haber sido llevado allí en contra de su voluntad, desmayánose del susto al ver a las extrañas criaturas parlantes. No se trata sólo de un film de aventuras y fantasías ya que del mismo se desprenden algunas ideas interesantes. Por un lado, nos habla del honor y la valentía a través de Reepicheep, el ratón parlante, noble y leal, quien reconoce que no importa su tamaño sino la grandeza de su corazón, y de Eustace, quien debe sufrir en carne propia para conocerse a sí mismo y realizar un cambio profundo desde su interior. Por otro lado Lucy desea ser hermosa como su hermana Susan, por que no se valora tal como es físicamente hasta que comprende que todo ser es valioso y no puede ser reemplazado, cada uno debe aceptarse y creer en sí mismo. Otro punto importante se refiere a valorar lo que tenemos: los amigos, la familia, los pequeños tesoros de la vida, en vez de lamentarnos por aquello que hemos perdido. En cuanto a sus protagonistas, ademas de los de carne y hueso, se encuentra el barco como un personaje más en sí mismo. El navío protege a su tripulación, es su refugio, pero tambien necesita de ellos, de sus cuidados y de su ayuda cuando es atacado y lastimado; hay momentos en los que se lo ve opaco y triste pero la mayoría de las veces luce en todo su esplendor. Si comparamos ésta película con el libro correspondiente podemos notar diferencias ya que se han quitado situaciones para simplificar el relato y agregado otras para darle más espectacularidad al film en cuanto a la acción y al entretenimiento, respetando lo mas importante del argumento, y así, resultando emotiva la experiencia cinematográfica. El 3D en el film se puede apreciar en relación a la profundidad de las imágenes, sin ser invasivo, aportando mayor realismo visual y acercando al espectador cual si mirase a través de una ventana.
VideoComentario (ver link).
Narnianos en la niebla Con una ligera expectativa luego de lo que había sido El príncipe Caspian -que era una película muy plástica, con buena acción y un sentido acertado de lo que un film de aventuras de estos tiempos debe ser, además de un avance con respecto a la pésima primera entrega- La travesía del viajero del alba, tercera parte de la saga de Las crónicas de Narnia, ofrece resultados que no deberían ser llamados decepcionantes (después de todo uno no espera demasiado de este tipo de películas) pero sí que no permiten la progresión que toda saga debería tener. Aburrida por momentos, escasamente interesante en otros, sí ofrece como saldo favorable el rigor narrativo que un tipo con los años de Michael Apted en este trabajo puede dar. Es decir: La travesía del viajero del alba carece de momentos que den vergüenza ajena -como había en la primera- o de serios desbalances narrativos -como la segunda, más allá que terminaba redondeando un buen espectáculo-. En su desarrollo, es un film seguro, que avanza con su ritmo propio sin que nadie la apure y sin sentirse presionada por adquirir una velocidad que no le corresponde. Es, sí, la película más seria de la saga y, creo, esa es la palabra clave para comprender esta película: la seriedad, que a veces significa seguridad en la narración y, en otros muchos, demasiados momentos, es seriedad que se reviste de solemnidad. Y ahí, trastabilla. La travesía del viajero del alba demuestra una de las virtudes de la obra de C.S. Lewis: los protagonistas aquí son la pequeña Lucy y Edmund. Susan y Peter sólo aparecen en el prólogo. Esa voracidad para descartar personajes cuando ya no importan para el relato es un acierto de la aventura y de la concisión literaria: Lewis entiende que aquellos hermanos Pevensie ya aprendieron su lección y dedica estas páginas a los más pequeños, sumidos en alguna especie de rencor por lo que significan los mayores: él por el coraje, ella por la belleza. Tanto Lucy como Edmund añoran eso que sus hermanos más grandes tienen y aquí, la tentación y la mala vibra, volverán a convertirse en los villanos principales, más allá de esas criaturas horrendas que aparecen por todos lados. Y en el camino, suma al primo Eustace, un personaje muy interesante, un descreído de la fantasía que será un protagonista de enormes dimensiones, literalmente. A diferencia de las dos anteriores, esta entrega deja de lado las batallas masivas a campo abierto para construirse como un relato de travesías marítimas. Junto al príncipe Caspian y su tripulación, los dos hermanos Pevensie y el primo Eustace se embarcan en una aventura hacia tierras de maldad y oscuridad, con el fin de liberar a una serie de narnianos secuestrados por una sospechosa niebla verdosa. El film apunta entonces a lo climático, a las jugadas que esa niebla ejerce sobre la mente de los viajeros en el mar abierto: el mal acecha detrás de los malos deseos, de las envidias, que se cumplen y autodestruyen. Tal vez por ese lado se entienda la elección de un director como Apted, en vez de alguien más presto para rodar escenas de acción. Y precisamente la figura de Michael Apted tras las cámaras es uno de los puntos flojos del film. Si bien, como decíamos, aporta seguridad al relato, centrando la atención en el cuento, por otra parte carece de los recursos necesarios para construir un buen relato de aventuras. Aunque haya filmado una de Bond (por lo demás, de las más flojas: El mundo no basta), Apted fue siempre un director de dramas y nunca uno de acción o gran espectáculo. Incluso, de dramas lustrosos, un poco pretenciosos y necesitados de premios: Gorilas en la niebla, Nell. Entonces más cómodo en los diálogos que en las escenas de acción, Apted se encuentra aquí con un problema que no puede resolver: los personajes del cine de aventuras se definen a sí mismos por medio de la acción y casi nunca por las palabras. Lo que tienen para decir los protagonistas de Las crónicas de Narnia es poco interesante o, a esta altura, ya lo han dicho: sí, ya sabemos, la autosuperación, el dejar atrás las envidias, el ser uno mismo. Y así. Comentarios que, incluso, llegan a niveles insoportables cuando hace la aparición el león Aslan, un pesado de dimensiones épicas que viene a sermonear y bajar línea, algo que C.S. Lewis nunca pudo ni quiso ocultar en sus historias de Narnia. Entonces en La travesía del viajero del alba uno añora la acción, la aventura, ese pasaje de aprendizaje que se da a espadazo limpio. Pero nunca llega o, si lo hace, es en cuentagotas. Uno agradece la fragilidad de los hermanos Pevensie, que los hace parecer mucho más humanos que ese zopenco de Harry Potter, también cierta atmósfera de relato episódico y evasivo: no es casualidad que mientras los chicos están en Narnia, el otro mundo que les toca habitar, el real, esté sumido en una guerra mundial. El problema de estas películas es que nunca terminan de ser demasiado libres, ni de presentar ninguna novedad. Absoluta rutina que achata la épica, que para aportar seriedad a la saga se elija a un director como Apted es toda una declaración de principios. Película intermedia, agazapada y que nunca estalla, La travesía del viajero del alba está, como los pobres narnianos secuestrados, en la nebulosa.
La franquicia cinematográfica basada en el fenómeno literario popular creado por C.S. Lewis parece haber ido de mayor a menor... por lo menos en lo que a taquilla respecta. La primera película de la saga, El león, la bruja y el ropero, se alzó con una cifra que superaba los 745 millones de dólares de recaudación por sobre un presupuesto de 180 millones. A esta le siguió la ya no tan exitosa El príncipe Caspian, cuyo presupuesto se incrementó a 225 millones quizás con la esperanza de recaudar tanto o más que su predecesora, pero la realidad fue que tan solo logró un moderado éxito doblando la cifra original de lo que costó. Para esta tercera entrega los productores tuvieron la cautela de reducir el presupuesto temiendo un rotundo fracaso económico. Y a juzgar por los resultados hasta el día de la fecha, La travesía del viajero del alba parece correr la misma suerte que su predecesora. Quizás una pregunta lógica sería ¿cómo es posible que con el avance tecnológico y la exigencia de la historia original de inundar la pantalla de efectos especiales los productores se hayan arreglado para reducir tanto el presupuesto en comparación con Caspian? La respuesta es sencilla: la prestigiosa compañía Weta Digital (creada por Peter Jackson y responsable de la creación de efectos visuales de las anteriores dos entregas de la franquicia) ya no fue contratada para esta nueva adaptación del libro de Lewis. Y a decir verdad, se nota. Basta con ver la animación del dragón en el trailer para advertir que los efectos en CGI no son de lo mejor que ha dado Hollywood en las últimas producciones. Esta vez los protagonistas de las anteriores entregas se reducen a la mitad puesto que los hermanos mayores son considerados ya demasiado grandes y maduros (por no decir huevones) para verse inmersos en el vasto mundo Narniano. La historia no varía demasiado de lo que ya conocemos y mucho menos su tono. Quizás lo más alarmante esta vez sea el hecho de que el subtexto religioso (presente tanto en los libros como en las películas) pase a un primer plano y explicite muy alevosamente sus alegorías bíblicas. Pero poco se le puede reprochar al director Michael Apted (responsable de la serie de TV Roma y de la Bond El mañana nunca muere) quien en esta ocasión debió lidiar con un guión básico y un presupuesto no demasiado acorde a la propuesta fílmica que el proyecto suponía.
Luego que la segunda entrega de “Las crónicas de Narnia” recaudara una cifra que apenas superó su costo y Disney desechara la franquicia por ese motivo, parecía que no se haría una tercera entrega. Pero Walden Media en combinación con Fox tomaron el reto de rodar “Las crónicas de Narnia. La travesía del viajero del alba” que es la tercera historia de la saga que escribió el apologista cristiano C.S. Lewis. El escritor imprimió un fuerte tinte educativo a esta serie de cuentos mediante los bíblicos conceptos de valores humanos, aunque no dejó de mezclar algunos personajes con reminiscencias mitológicas griegas y escandinavas Las dos versiones cinematográficas respetaron escrupulosamente a los libros, y en esta ocasión también se lo ha hecho al seguir fielmente una historia que sigue el “viaje” de los niños hacia la adultez. Por lo tanto esta vez ya no están Peter y Susan. Ellos ya han crecido. La lucha entre el bien y el mal que se alojan en su propio interior deberán librarla Lucy y Edmund a los que se agregará su primo Eustace que aún vive con los arrebatos de la niñez. Los tres llegarán a Narnia y se reencontrarán con el ahora rey Caspian y juntos deberán buscar las espadas de los siete caballeros que han desaparecido. Para lograrlo deberán navegar tormentosos mares, llegar a la isla Oscura y transitar por selvas sorteando pruebas y combatiendo con simbólicos personajes. Las sucesivas batallas irán paulatinamente haciendo aflorar la bondad que reside en el interior de cada uno de los niños, y hacerles notar donde está su flanco espiritual más débil. Lucy deberá adquirir más seguridad en sí misma, Edmund tendrá que poner en claro el papel que quiere desempeñar en la vida, Caspián tiene que tomar conciencia del lugar que ocupa en el mundo y Eustace comprender que no es el único ser que existe. Tarea difícil les resulta crecer y hacerse cargo de sí mismos. Tienen muchos enemigos que vencer. Lewis lanza el mensaje de que si se pide ayuda y se evita el aislamiento se logrará llegar a otra etapa de la vida, aunque eso produzca lógicos miedos. Michael Apted como realizador ha respetado escrupulosamente el mensaje de fondo de la obra del escritor británico. Nos encontramos ante una película no tan esplendorosas como las dos entregas anteriores, pero con hermosos pasajes visuales realzados por el sistema 3D, sobre todo la entrada de los protagonistas a Narnia, la visión lejana de la isla Oscura y la danza marina de las Ondinas de cristal. El guión es bastante paradigmático, y tiene el acierto de alternar las escenas de acción con otras netamente humorísticas que dan por resultado una trama desarrollada con una agilidad que en ningún momento decae. Las actuaciones son correctas. Como generalmente sucede en las sagas literarias tradicionales llevadas a la cinematografía se ha puesto más atención a que los actores fijen la imagen del personaje de la mente del espectador mediante situaciones aisladas. Como ha ocurrió anteriormente los personajes digitales, especialmente el ratón Reepicheed, se llevan el destaque en todas las escenas en las que participan. Los efectos especiales no están en el mismo nivel de los que se vieron en las versiones anteriores, aunque no por ello dejan de atrapar al espectador como por ejemplo la larga escena del monstruo marino. El dragón es un poco elemental, pero resulta simpático y se integra a la historia sin desentonar. Se ha eliminado el peso argumental de dos personajes (Peter y Susan), pero se han agregado otros, así que seguramente Walden Media encarará muy pronto la preproducción de la cuarta historia, “Las crónicas de Narnia. La silla de plata” Los niños, en su mayoría, están más pendientes de las escenas de acción. La densidad del metamensaje y la forma en que está desarrollada la trama hacen que el espectro de edad de los espectadores sea más amplio, ya que los adolescentes también disfrutan de esta realización. Los adultos asisten a una proyección amena y a una superproducción que los complacerá.
Anodino. Esa palabra sintetiza la experiencia que supone ver Las Cronicas de Narnia 3: La Travesía del Viajero del Alba. Es un filme plagado de personajes aburridos, viviendo aventuras aburridas y enfrentándose a peligros poco excitantes. En el climax la pelicula levanta un poco la puntería, pero los deus ex machina y las explicaciones estúpidas del momento arruinan los escasos méritos que intenta apuntar el director Michael Apted sobre la hora. Y, como todo el mundo coincide en opinar, éste debería ser el último y definitivo clavo del ataúd que sepulte esta lánguida saga de fantasía que nunca terminó de convencer a nadie. Hace rato que la franquicia Narnia viene con problemas de rendimiento en taquilla vs costos de producción. Principe Caspian - el segundo filme - recaudó muy poco en comparación a la inversión requerida, y la gente de la Disney decidió deshacerse del clavo, vendiendo la saga a la Fox. Al menos los nuevos productores trajeron a un director más competente - Michael Apted, el mismo de El Mundo no Basta y La Hija del Minero -, aunque tampoco es un tipo que sepa demasiado de cine fantástico. Pero el problema no es Apted, que aquí hace lo que puede con el material; el problema pasa por el texto original, que es insulso, y por la decisión de respetar a rajatabla el tono infantil de la serie. Aquí se dan maña para hundir una fórmula a prueba de balas, como suele ser las odiseas de corte fantástico - al estilo de los viajes de Sinbad o los viajes de Ulises, con los aventureros recorriendo medio mundo y recogiendo fragmentos de algún artefacto mágico para derrotar al villano todopoderoso de turno -, en donde cada episodio da lugar a un enfrentamiento entre héroes y los monstruos que amerite la ocasión. Uno ve el diseño del barco, la tripulación conformada por humanos, minotauros y otras criaturas fantásticas, y cruza los dedos para que saquen algo potable de allí... algo que nunca termina por concretarse. Cada isla que visitan los viajeros es la excusa para una deprimente secuencia de acción o para la presentación de unos aberrantes personajes secundarios (como los duendes invisibles de una sola pierna!!). El libreto poda a la troupe de personajes principales a la mitad - lo que le da aire para su desarrollo -, pero le añade un par de caracteres irritantes como el primo de los Pevensie o la rata parlanchina y mosquetera con lo cual lo único que hace es retroceder puntos. Esta gente habla todo el tiempo ... y no resulta interesante en absoluto nada de lo que dicen. Si los libretistas hubieran tenido los testículos bien puestos como para podar personajes ridículos (léase animales que hablan), incluír algunas muertes (ya que aquí todo es demasiado aséptico) y diluir todo el trasfondo de la alegoría cristiana, Las Cronicas de Narnia 3: La Travesía del Viajero del Alba podría haber funcionado y la saga se hubiera reinventado con éxito. Aquí se aplican las palabras de Albert Einstein, quien decía que uno no puede pretender resultados diferentes si siempre hace lo mismo. Toda la historia es episódica, ninguno de los capítulos es muy interesante, se meten deus ex machina a cada rato - la inclusión con calzador de Aslan es atroz -, y en ningún momento da la sensación de ser algo medianamente excitante. Si la saga de Narnia era un fracaso camuflado, creo que este es el momento del sinceramiento y de bajar la persiana. Es lo mínimo que piden las desprevenidas víctimas que han gastado parte de sus ahorros para ver bodrios como éste.
LA ABURRIDA NIEBLA Aunque parezca extraño, se extraña en la serie cinematográfica de Narnia ese intento por parte de Disney por hacer de la historia una aventura mágica, no solo visualmente, sino desarrollar esa luz o chispa que reina en las obras literarias de C.S. Lewis. Lamentablemente esta tercera parte, ahora de la mano de Fox, no solo es la más floja de la serie, sino que presenta una historia que no hace honor a la novela y que fue llevada adelante con una calidad narrativa sorpresivamente inferior a sus antecesoras. Lucy y Edmund, junto con Eustace, un primo, descubren que en su dormitorio hay un cuadro que tiene un estilo que se asemeja al visto en Narnia. Ellos entran por el mismo al fantástico mundo para poder salvarlo, una vez más, de las garras del mal. ¿Qué es lo que sucede aquí que desmerece el disfrute y brinda una decepcionante experiencia cinematográfica? La respuesta es muy sencilla: esta película presenta y desarrolla personajes protagónicos y secundarios poco atractivos, que luchan por una causa que no posee acción alguna y brilla por el aburrimiento narrativo; que introduce el conflicto ya pasada la media hora de duración; que no posee un villano interesante y temerario; que no tiene un planteamiento argumental que se aleje de lo que fueron las demás entregas (los chicos vuelven a Narnia, luchan contra el mal, ganan, un personaje deja el grupo, y vuelven a su vida normal) y, principalmente, que no muestra en ningún momento la magia que en las hojas de los libros de C.S. Lewis predomina. No solo parece que no se va a ningún lado en la historia, ya que no avanza cronológicamente, sino que las decisiones al llevar adelante la realización se ven poco fluidas en la película. El film comienza y se remata sin plantear correctamente qué es lo que sucede, porqué ellos están haciendo lo que hacen, quién es la persona o criatura que está apoderándose poco a poco de Narnia y, principalmente, sin darle mayor importancia a cada uno de los sentimientos encontrados en los personajes, principalmente en el duelo de personalidad de Lucy y Eustace (su cambio es muy poco creíble y emocionante). Visualmente la película es muy buena, hay unas tomas generales muy bellas al barco y a cada una de las navegaciones por los mares que aportan hermosura y calidad a la historia. Los efectos especiales son muy buenos, en especial la última media hora, el único momento de acción de la cinta. El diseño artístico es muy elaborado y desarrolla una gran cantidad de matices, cada uno perfectamente homogeneizado con el relato y muy bien planteados visualmente (hay muchos cambios de colores, una muy buena elección de las locaciones y una correcta, aunque no sorprendente, utilización de la tecnología en tres dimensiones). Las actuaciones son pobres. Georgie Henley (Lucy) sobreactua en muchas oportunidades, no solo en movimientos o en frases que no son fluidas, sino también en muchas de sus expresiones y en la falta de profundidad al mostrar las emociones de su personaje. Skandar Keynes (Edmund) tiene un momento que no va acompañado de un buen guión ni de una correcta utilización del primer plano, la discusión con Caspian, que está muy sobreactuada. Ben Barnes, es quien desarrolla con mayor fluidez su personaje. Will Poulter (Eustace), correcto al principio, pero sin desarrollo ni énfasis en los minutos finales. Con un desarrollo de casi dos horas aburrido, sin el planteo físico ni moral de un villano (más allá de la niebla verde, mal planteada, desarrollada y presentada), con dos mensajes o pensamientos bien logrados (la belleza interior y la religión), con un correcto uso de los efectos especiales, con una historia que no avanza y con una carencia de interés ni de misterio en el conflicto, esta tercera parte de "Las Crónicas de Narnia" no mejora los errores pasados y no hace justicia ni honor a los libros escritos por C.S Lewis. UNA ESCENA A DESTACAR: la última media hora.
El aburrido mundo de Narnia Tercera entrega de Narnia a cargo de un director que alguna vez hizo cosas meritorias, llamado Michael Apted, en esta ocasión los protagonistas emprenden otro viaje al reino de Narnia, acompañados de su repelente primo Eustace. A bordo del barco que da título a la película, y junto al rey Caspian, emprenderán la búsqueda de siete caballeros de Narnia que han desaparecido, visitando un buen número de islas mágicas y teniendo que vérselas con dragones, enanos y una banda de guerreros perdidos. Viajando -siempre lo hacen y no les queda otra...-, desarrollan una aventura insípida, carente de entretenimiento, aburridaaaa, y donde el espectador iluso se llega a preguntar cuando va ha pasar algo que valga la pena, ergo jamás la historia entra en tema, se estanca y ya no sale del barro somnoliento. Con algunos pocos buenos efectos visuales, no hay nada casi que valga la pena en el tema 3D, y la inferioridad de ser la peor de las tres pelis anteriores de la saga literaria de C.S. Lewis. Y como la estoy volviendo a recordar, me entra el sueño....zzzzzzz!
Esta tercera adaptación de las novelas del ciclo Narnia, del escritor británico C. S. Lewis, implica cambios (de productora: Fox en lugar de Disney; de director: Michael Apted en lugar de Andrew Adamson). No suenan a ganancia, pero tampoco representan una gran pérdida. Para decirlo rápido, “La travesía del viajero del alba” es más bien un serial de aventuras “todo junto”, con secuencias de acción delimitadas a modo de episodios y con algunos momentos realmente logrados, sobre todo hacia el final. De hecho, al lado de la primera, el peso cristiano del texto original de Lewis –que intentó, en algunos textos con gran éxito, aunar la teología popular con la fantasía, herencia de su gran amigo J. R. Tolkien– está bastante disuelto, salvo por una declaración del león Aslan en los últimos minutos. Hay algunos elementos que hacen al film un poco más recomendable que, por ejemplo, los últimos estertores de Harry Potter. En primer lugar, la amabilidad con la que se narra el cuento, casi como si se tratara de una narración oral. En segundo, un diseño siempre feérico, siempre cercano a leer un libro ilustrado, sin caer en un falso realismo que carece de sentido en estas circunstancias. Y, finalmente, el humor que resuelve secuencias de otro modo abúlicas. Hay, eso sí, un tema poco explotado: el de la belleza femenina, que sólo se esboza en una gran secuencia onírica. Pero en conjunto, la película funciona bien y entretiene, volviendo real la fantasía, sin pudores.
Hacia la aventura y más allá El irlandés Clive Staples Lewis fue un atildado profesor que fundó en la Universidad de Oxford el grupo de los Inklings, unos fanáticos de la fantasía y los relatos mitológicos. Allí, donde sus amigos le llamaban Jack, compartía historias con otros parroquianos, entre ellos un tal “Tollers”, a quien el mundo conoció como John Ronald Reuel Tolkien. Mientras Tolkien ideó por completo un mundo desde su creación hasta sus lenguas (un “Orbis Tertius” borgeano, aunque supo hacer alguna que otra trampita), Lewis combinó sin empacho elementos de distintas tradiciones, desde criaturas de las mitologías griega y nórdica hasta fuertes componentes cristianos. Su objetivo era perfilar un mundo vivo, que permitiese desplegar diferentes relatos épicos, con una particularidad: siempre tendría puertas abiertas con la Tierra del siglo XX, origen de sus protagonistas. A la mar La historia comienza con Edmund y Lucy Pevensie viviendo en Cambridge en la casa de sus tíos, junto a Eustace Clarence Scrubb, su detestable primo. Susan y Peter, los mayores, están junto a sus padres en Estados Unidos. Eustace detesta los relatos sobre Narnia, y una disputa en torno a un cuadro con un barco fantástico los terminará transportando a un océano de aquel mundo. Allí son rescatados por la tripulación del Viajero del Alba, encabezada por el ahora rey Caspian X. La misión es rescatar a los siete lores de Telmar, que el temible lord Miraz (el villano del filme anterior y tío del actual monarca) había perseguido. En su travesía, descubrirán un Mal abstracto, encarnado en una neblina verdosa, que cobra un tributo en vidas humanas. La forma de detener esa amenaza es reunir las siete espadas de los lores en la mesa de Aslan, navegando entre islas inexploradas. En el camino, el Mal tratará de tentar a los valientes jugando con sus temores y flaquezas, hasta llegar a un clímax donde los miedos más primarios pueden volverse realidad. “La travesía del Viajero del Alba” recupera el espíritu más liviano y aventurero de “El león, la bruja y el ropero”, alejándose un poco de la oscuridad y madurez de “El príncipe Caspian”. Si esta era comparable a “El Señor de los Anillos: Las dos torres”, “La travesía del Viajero del Alba” está más cerca de los filmes de “Piratas del Caribe”. Fuerza espiritual Alejados de Narnia los hermanos mayores, tienen aquí su oportunidad de lucirse plenamente los dos menores, los que mostraron mayor riqueza conceptual en las dos anteriores. Lucy vuelve a ser aquí la determinación y la fe del grupo, aunque mostrará su lado flaco: la envidia de la belleza de Susan. Y Edmund vuelve a mostrar su costado más oscuro: cierto rechazo a su situación de hijo segundo, que lo hiciera caer otrora en las garras de la Bruja Blanca, a la que sigue atado (al menos en los recovecos de su mente). Seguramente, Apted se regocijó con que el director de las anteriores, Andrew Adamson, haya elegido a Georgie Henley y Skandar Keynes para representarlos: la primera, que comienza a alejarse de la niñez para convertirse en una bonita adolescente (lo que tiene que ver con la trama) da perfectamente la combinación de inocencia y determinación que requiere el personaje. Por su parte, Keynes (sobrino bisnieto del padre del Estado de Bienestar, lord John Maynard Keynes, y descendiente directo de Charles Darwin) expresa la lucha interna de un caballero siempre tentado por el Lado Oscuro. Will Poulter se luce aquí como Eustace, encargado de dar el toque de comedia, especialmente en sus juegos con el ratón Reepicheep (con la voz de Simon Pegg); tendrá la oportunidad de mostrar más como protagonista de “La silla de plata”, la próxima entrega de la saga. Liam Neeson tiene poca participación dándole voz a Aslan (el león que Lewis concibió como el Dios de ese mundo, que en los filmes habla como un conductor de programas de medianoche para solitarios). Ben Barnes construye un Caspian más maduro que en la película de ese nombre, como un rey luchando por dar la talla. Viaje interior Como se decía más arriba, el nuevo director tuvo la tarea de llevar a la pantalla una odisea de marinería, más que una épica fantástica. Como una road movie acuática, los personajes deberán evolucionar a medida que transcurre su viaje, venciendo miedos y culpas y pagando deudas pendientes. La aceleración del relato es por momentos vertiginosa (es la más corta en minutos de las tres películas), pero la puesta permite que fluya sin saturar la cabeza del espectador. Desde el aspecto visual, toda la tecnología está dispuesta para que el elemento fantástico se una sin fisuras a la belleza de los paisajes naturales, filmados otra vez en Nueva Zelanda (el paraíso de las tierras mágicas, desde que Peter Jackson las impuso en “El Señor de los Anillos”). La música tiene aquí una fuerte presencia, a partir de algunos temas recurrentes que enfatizan el heroísmo de la trama. Luego de dos historias donde el futuro de Narnia podía jugarse de la noche a la mañana, donde los héroes debían hacerse cargo de su destino especial, Lewis (y ahora sus adaptadores cinematográficos) se dieron el gusto de encarar una de esas viejas historias salgarianas donde sólo hace falta un barco y coraje para enfrentar los peligros, para viajar a lo desconocido... hacia la aventura y más allá.
Los límites de la fantasía El ethos hollywoodense se encuentra dominado en pleno siglo XXI por una especie de oscurantismo pop, casi un oxímoron que intenta dar cuenta de ésta suerte de cambalache metafísico y medievalista que se encuentra en la mayoría de los productos dirigidos al público adolescente (que por cierto es el espectador promedio para la industria norteamericana). Magos, brujas y vampiros, centauros, dragones, minotauros y demás seres mitológicos, dominan nuestro imaginario cultural, se naturalizan y vuelven sentido común, como si el mundo viviera en una nueva edad oscura, donde no existe ninguna ligazón con la realidad. Y como siempre sucede con el cine, no se trata de mera fantasía, pues aquí se expresan de algún modo las coordenadas en que una sociedad se piensa y se construye a sí misma, la forma en que se justifica (o se condena). Resulta por tanto significativo que 2011 comience con el estreno de Las Crónicas de Narnia: las travesías del Viajero del Alba, tercera entrega de la serie concebida por C. S. Lewis, un bodrio paradigmático que siempre ha pretendido reunir todo en un mismo producto: afán medievalista con película de aventuras, fantasía mágica al estilo Harry Potter con las tradiciones familiares de Disney. Y si bien la película firmada esta vez por Michael Apted (Gorilas en la niebla, Una mujer llamada Nell) tiene sus particularidades, que la desmarcan un tanto de sus predecesoras, estamos siempre ante la misma fórmula: una mezcla posmoderna de mitos, películas y fantasías varias, en un producto que pretende seducir tanto a grandes como a chicos. Pero vamos a los detalles, que para eso está la crítica. Esta nueva entrega financiada ya por la Fox (luego de que Disney desistiera de arriesgarse a un posible fracaso) tiene algunas diferencias con sus dos antecesoras; la principal se relaciona con el mundo que aborda. Abandonando la cosmovisión estrictamente medieval que emulaba groseramente a El Señor de los Anillos (aunque la obra de Tolkien siga siendo su principal referencia), Narnia 3 se arroja enteramente al género marítimo, intentando abarcar otras series cinematográficas, principalmente la de Piratas del Caribe. Hay también otro vuelo narrativo, pues si Apted aporta algo está precisamente en la construcción dramática de la película, que sin embargo algunas veces no logra superar el ridículo, marca registrada de la serie toda. Las travesías del viajero es, empero, una película más reposada, que tiene sólo una batalla importante, que intenta ir construyendo la tensión de a poco, de manera climática, y que gran parte de su metraje se sostiene gracias al humor, toda una novedad en el universo narniano. Lo curioso, empero, es que el resultado casi no se modifica, como si los cambios fueran nimios, o acaso como si el género ya estuviera agotadísimo. Los protagonistas esta vez son los más chicos de los hermanos Pevensie, Lucy (Georgie Henley) y Edmund (Georgie Henley), quienes en pleno desarrollo de la Segunda Guerra Mundial entrarán nuevamente al mundo fantástico de Narnia con su primo menor, el aristócrata Eustace (Will Poulter). Los tres aparecerán en pleno océano, al frente del Viajero del Alba, especie de navío de aires vikingos en donde viaja el príncipe Caspian (Ben Barnes), convertido ya en el supremo rey de Narnia, y el valiente ratoncito Reepicheep, que aquí cobra más protagonismo que en la segunda entrega. La razón del viaje no está clara, ya que Narnia goza de una era de paz, aunque pronto descubrirán que en los confines del mundo conocido está germinando nuevamente el mal, a partir de una niebla tenebrosa que mantiene sojuzgada a una población de humanos, y cuyo propósito parece ser el de destruir el mundo. Episódica y convencional, la película tiene un planteo casi de videojuego, pues nuestros protagonistas deberán ir superando diferentes pruebas hasta reunir siete espadas mágicas, que servirán para destruir ése reino del mal, en donde se efectuará la monumental batalla final (contra un gran monstruo marino). Siguiendo la mitología cristiana (y al El Señor de los Anillos), dichas pruebas se centrarán en la figura de la tentación, que acosarán no sólo a Edmund y Caspian, sino también a la inocente Lucy, que ya ha crecido y está ingresando al mundo adulto. Los apuntes humorísticos correrán por cuenta de Eustace, el nuevo miembro de la pandilla, un niño mimado que no logra adaptarse a la rudeza de la vida en Narnia, y que por supuesto deberá realizar su propio proceso de superación. Filosóficamente maniquea y políticamente conservadora, el problema de Narnia 3 no se encuentra tanto en su estructura fragmentaria, que por momentos se vuelve contraproducente, ni en sus planteos solemnes y a veces ridículos, sino en la mera repetición de una fórmula ya muy visitada, a la que no logra salvar ni el pulido realizado por Apted (que a ciencia cierta se sacó el lastre del barroquismo medieval que dominaba a sus predecesoras), cuya mayor ocurrencia formal se limita a copiar ciertos planos y recursos de otros grandes tanques del género, y donde la fantasía una vez más brilla por su ausencia. Por Martín Iparraguirre
Un mar de fantasías En Las Crónicas de Narnia: El Viajero del Alba, Edmund y Lucy Pevensie, junto con su primo Eustace, son devorados por una pintura y transportados de regreso a Narnia y a la gran nave El Viajero del Alba. Allí se unen al Rey Caspian y a al ratón guerrero Reepicheep para una misión: viajar a las mismísimas tierras de Narnia Criaturas mágicas, enemigos siniestros y el ala siempre protectora del “Gran León” Aslan protagonizan este film en 3D, basado en el tercer libro de los siete que conforman la serie de Las Crónicas de Narnia escritas por C.S. Lewis y publicadas entre 1950 y 1956 En este film, cuya producción se montó en Queensland (Australia) en julio de 2009 a lo largo de 90 días, no figuran los dos hermanos mayores Pevensie: Peter estudia para sus exámenes universitarios de admisión y Susan se encuentra de vacaciones en los EEUU. Pero los dos más pequeños, Lucy y Edmund, visitan el hogar de un pariente que vive cerca de Cambridge durante la segunda guerra mundial alrededor de 1943. Ellos tienen que lidiar con su insufrible primo Eustace Clarence Scrubb hasta que los jóvenes se topan con una pintura de El Viajero del Alba, un buque de vela cuya apariencia fue inspirada por dragones ya que su proa representa la cabeza de un dragón; la popa su cola; y las alas adornan el estribor y el babor. El lienzo inexplicablemente cobra vida, inundando la sala y sumergiendo a los adolescentes antes de transportarlos al Océano Este de Narnia, donde son rescatados por el Rey Caspian y su tripulación, que navegan a bordo de El Viajero del Alba. El trío pronto se entera de la razón por la cual el viaje de Caspian se dirige al este: cumplir un juramento para encontrar a los siete Lores de Telmar perdidos; los mejores amigos de su padre, quien fue asesinado. Su viaje los lleva a cinco islas. Caspian y sus hombres descubren la existencia de una maléfica neblina verde que tiene poderes para secuestrar no sólo los cuerpos de las personas, pero también sus mentes. Un sabio y anciano mago, Coriakin, le explica a Caspian y a los Pevensie que para romper este hechizo mortal deberán encontrar los siete Lores y recuperar cada una de las espadas que Aslan les regaló para proteger Narnia. Una vez recolectadas y colocadas sobre la mesa de banquetes de Aslan, las espadas les otorgarán poderes para derrotar a la niebla y a la Bruja. Sin esta unión de las siete espadas, ellos y Narnia serán destruidos. La labor de los viajeros es intimidante, deberán enfrentar una monstruosa serpiente de mar, entre otros peligros. Un viaje de asombro para esta saga que seguramente tendrá su continuación en la pantalla grande.