Asalto al blindado No todos los días nos desayunamos con una comedia “basada en hechos reales”. Cuando pensamos en adaptaciones para la pantalla grande de sucesos de la vida real, solemos asociarlos con el drama, el suspenso o tal vez el terror. No parece haber lugar en terreno de la comedia para adaptar eventos de nuestra realidad… o al menos eso creíamos. Locos Dementes (Masterminds, 2016) es una película basada en el robo a la entidad bancaria Loomis Fargo allá por 1997, en Carolina del Norte, Estados Unidos; un episodio conocido como el atraco bancario más grande la historia del país. Zach Galifianakis –¿Qué Pasó Ayer? (The Hangover, 2009) y Todo un Parto (Due Date, 2010)- interpreta a David Ghantt, empleado de la empresa de caudales encargada del transporte de bienes. Cuando Kelly (Kristen Wiig), el interés romántico de Dave, y el delincuente de poca monta Steve (Owen Wilson) lo convencen de robar dinero del depósito del banco, se desencadena una serie de sucesos ante los cuales se vuelve difícil diferenciar qué sucedió realmente y qué cuestiones se agregaron para dar color al relato. Dicha falta de diferenciación logra que por momentos el eje se corra de tal forma que no sabemos si reírnos o preocuparnos. Galifianakis se mueve como pez en el agua, metido en la piel de un personaje hecho a la medida de su extravagancia. Abundan los momentos de comedia física unidos a ese humor poco convencional que suelen ser la marca autoral del director Jared Hess, también responsable de historias con héroes poco convencionales como Napoleon Dynamite (2005) y Nacho Libre (2006). Kate McKinnon y Leslie Jones interpretan pequeños roles que suman buenos momentos cómicos y se agregan a la lista de integrantes de Saturday Night Live que vemos en pantalla. Con un humor algo alejado del estándar que suele manejar la industria, la estructura narrativa parece flotar a la deriva cuando se aleja de la trama central, transformándose en un desfile de personajes excéntricos, que por momentos eclipsan el conflicto principal. Una comedia que no desentona, pero deja la sensación de no aprovechar por completo a los talentos involucrados, entregando finalmente un producto que prometía un poquito más.
No es para caerse de la risa, pero es ideal para distraerse un poco dejándose atrapar por la excelente labor cómica de sus cuatro protagonistas. El divertido desafío de haber hecho una comedia zafada con personajes ridículos y muy estereotipados, pero inspirada en la realidad, le suma...
Zach Dinamita Locos dementes (Masterminds, 2016) está dirigida por Jared Hess, escritor y director de películas tales como Napoléon Dinamita (Napoleon Dynamite, 2004) y Nacho Libre (2006). Teniéndolas de referencia podría describirse su sentido del humor como meticulosamente estúpido: la estupidez de cada uno de sus personajes es iterada y reiterada de todas las formas y ángulos posibles a la espera de comedia. La estupidez meticulosa está presente en las películas de Adam Sandler, en las que todos son estúpidos salvo Adam Sandler, y en las de Michael Bay, que es incapaz de imaginar antagonistas que no estén motivados por la estupidez. Lo que tiene Hess es que al menos suele edulcorar sus historias con personajes capaces de inspirar algo de ternura (o lástima) en el espectador, porque tienen una visión incurablemente ilusa de la vida y las personas. Ninguna otra frase podría describir mejor a Zach Galifianakis, que ha hecho carrera interpretando hombres infantiles con un ridículo sentido del orgullo. En Locos dementes es David Ghantt, quien roba 17 millones de dólares de su trabajo (una empresa de transporte de dinero) a petición de Kelly (Kristen Wiig), la mujer que ama, sin saber que ella está confabulada con su ex novio Steve (Owen Wilson). El plan es mandar a David a México con poco y nada del botín, hacerlo creer que su amada se va a reunir con él, convertirlo en el chivo expiatorio del robo y eventualmente largarle un asesino (Jason Sudeikis). Más allá de todas estas maquinaciones la trama es relativamente descontracturada, como es usual de las películas de Hess, y está llena de escenas que no agregan nada o contrarrestan el ritmo de la historia. En cuanto al humor, es bastante fortuito: muy casualmente se muestran cosas que por sí solas pueden ser graciosas, pero no hay esfuerzo por contextualizarlas o explotar su gracia. A veces pega, a veces no. Por ejemplo, la película presenta cualquier cantidad de montajes “cómicos”. Es gracioso ver el fotomontaje de David y su prometida (Kate McKinnon) porque cada foto nos enseña algo nuevo sobre su zonza relación; menos graciosos son los montajes en los que David vacaciona en México o Steve gasta millones en posesiones extravagantes, porque no hay nada que resumir: la primera imagen nos cuenta lo mismo que la última. Hay docenas de chistes para disecar y explicar por qué no son graciosos pero mucho no importa; la única consigna del film es captar cuan estúpidos o insensatos pueden ser los personajes. De entre todos se destacan McKinnon y Jon Daly (que debe tener dos o tres primeros planos en toda la película y los aprovecha al máximo) y Jason Sudeikis, cuyo personaje termina siendo el más extraño y complejo si bien no el más gracioso. Locos dementes es una comedia de prueba y error en la que hay más errores que aciertos.
La morfología del absurdo La llegada a la cartelera argentina de una película de Jared Hess es un acontecimiento notable que nos devuelve a períodos gloriosos en los que la comicidad no estaba ligada a una sonsera vulgar y escapista, sino a una perspectiva heterogénea encariñada con los eslabones más frágiles de la sociedad…
A simple vista Locos de mentes tiene todos los elementos como para que uno diga que es una porquería pero un pensamiento así es puro prejuicio porque el film sorprende para bien a pesar de sus clichés. Primero y principal resalto que se trate de una historia real (aunque exagerada) sobre el robo de efectivo más grande en la historia de Estados Unidos y me parece que la idea de convertir ese hecho en una comedia absurda es brillante. En segundo lugar el film ensambla a los mejores actores/comediantes de los últimos tiempos y cada uno está muy bien aprovechado. Tanto Zack Galifianakis como Kristen Wiig brillan y el reparto compuesto por Owen Wilson, Jason Sudeikis y Kate McKinnon no hace otra cosa más que hacerte reír aún con obviedades. El realizador Jared Hess, cuya primera película fue esa joya llamada Napoleon Dynamite, hace muy bien su trabajo generando grandes climas al aprovechar la habilidad de sus intérpretes y dada la impronta del film no se le puede exigir mucho más. En definitiva Locos de mentes es una muy buena comedia para reír un rato con grandes personajes compuestos por grandes actores.
Nada muy especial. Causará más gracia a los que recuerdan la década del 90. A pesar de que los cines exhiben muchas (muchísimas) películas basadas en historias reales, el género comedia no suele estar incluido. Proliferan el drama y la biopic, a veces la acción o el cine catástrofe, pero pocas veces se vieron comedias basadas en historias reales. Las últimas dos que hicieron un poco de revuelo fueron El Lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013) y la más reciente Amigos de Armas (War Dogs, 2016). A pesar de que hay dos o tres más, no se les ha dado mucha atención. Hizo falta que un equipo que se dedica casi exclusivamente a la comedia tome el intento de robo a una empresa de coches blindados y lo convierta en una ridícula aventura para toda la familia. En 1997 se produjo uno de los robos de efectivo más grandes de la historia de Estados Unidos. El enamoradizo David Ghantt (Zach Galifianakis) se relaciona mediante una compañera de trabajo, Kelly (Kristen Wiig), con Steve (Owen Wilson), un personaje turbio dispuesto a hacer cualquier cosa para ganar dinero. El plan es simple y casi nada peligroso: como David es un empleado de confianza en la empresa de coches blindados en la que trabaja, entrará después de hora con su tarjeta y llenará una de las camionetas con todo el dinero que pueda. Steve ocultará el dinero en su casa, David huirá a México y volverá a reclamar su parte cuando las cosas se calmen. El problema es que ahora es un hombre buscado por el FBI y por un asesino a sueldo (Jason Sudeikis) que Steve contrató para no compartir el botín. Las personas que moldearon el humor mainstream de hoy están de una u otra forma involucradas en Masterminds. El guión fue co-escrito por Emily Spivey, que tiene mucha experiencia en shows como Saturday Night Live (2001-2010) y Los Reyes de la Colina (2002). El lugar de director lo ocupa Jared Hess, conocido por dirigir Napoleon Dynamite (2004) y Nacho Libre (2006). A pesar de que películas de este tipo suelen mantenerse desconocidas, el reparto elegido le dará ese empujoncito que necesita para llegar a más personas. Como protagonista eligieron a Zach Galifianakis, una de las caras más reconocibles del género hoy gracias a su participación en ¿Qué pasó ayer? (The Hangover, 2009). Lo acompaña Kristen Wiig, conocida por su larga carrera (¡138 episodios!) en Saturday Night Live (2005-2014) y por ser una de las protagonistas de la remake de Ghostbusters, estrenada este año. Owen Wilson, el inolvidable Hansel de Zoolander (2001) es el villano Steve Chambers en Masterminds. Cierra el cuarteto protagónico Jason Sudeikis, también egresado de Saturday Night Live después de 172 episodios y conocido por ¿Quién *&$%! son los Miller? (2013). El verdadero David Ghantt colaboró en el guión y durante la filmación. A pesar de que, por ejemplo, Napoleon Dynamite es una de las comedias de culto más importantes hasta la fecha, sigue sin cruzar esa barrera invisible hacia lo mainstream. Es de un humor muy específico, casi mumblecore, en el que lo aburrido tiene notas graciosas y las desgracias también. El hecho de que los actores de Masterminds sean conocidos por haber actuado en películas muy famosas es, tal vez, lo que va a sacarla de ese pozo del que Napoleon nunca pudo escapar. También es cierto que esto puede jugarle en contra, y el humor que, en boca de Jon Heder es tan agudo, dicho por Galifianakis con un acento sureño puede interpretarse como zonzo, perverso y hasta degenerado. Todo, como siempre, depende del contexto.
GRANDES ACTORES SIN APROVECHAR Entre el elenco, el tema y algunos buenos antecedentes del director, puede suponerse que nos encontraremos con una comedia divertida, pero solo por momentos tiene alguna originalidad. Lo demás es un guion poco inspirado con remates de chistes escatológicos, y personajes demasiado ridículos, estereotipados. Jared Jess el director y los guionistas desperdiciaron una oportunidad especial: un caso real, el mayor robo en efectivo en la historia de los EEUU y un elenco de talentos: Zach Galifianakis, Owen Wilson, Kristen Wiig. Jason Sudeikis y siguen los nombres. El protagonista seducido por una compañera de trabajo, y a cargo de un camión de caudales se transforma en ladrón y huye pensando encontrarse con su nueva conquista y a cambio vendrá el desastre, con asesino a sueldo y agente de FBI incluido. No todo está perdido en este divertimento pero pudo haber sido mejor.
Locos de mentes: una pequeña comedia de enredos Este film es al mismo tiempo una comedia absurda y un show para el lucimiento de algunos de los más exitosos y talentosos comediantes de los Estados Unidos. Y si bien cumple su objetivo al presentar a los graciosos Zach Galifianakis , Kristen Wiig , Jason Sudeikis , Kate McKinnon y Leslie Jones, también es cierto que en su afán por resaltar lo ridículo de su historia (un robo a la bóveda de un servicio de camiones blindados) y de sus pueblerinos personajes resulta más un conjunto de sketches que una película. La aparición de Owen Wilson completa un elenco que hace lo que puede con los chistes más burdos y logra buenos resultados en los momentos más sutiles.
Buena mezcla de humor zafado y naif Una comedia a la medida de Zach Galifianakis y Kristen Wiig, dos popes del género. Cuánto de la cultura pop y de la TV influyen en el cine y viceversa es un tópico de nunca acabar. Y en el género de la comedia el asunto pasa más por el contenido que por las formas. Cercano a Judd Apatow, que supo y sabe poner un pie en cada formato, Locos dementes mezcla el humor zafado con el más naif. Y lo mejor de todo es que se basa en un hecho delictivo que ocurrió en la realidad, en los años ’90. Justo, justo la década en la que la comedia del nuevo cine americano hacía su explosión. Los protagonistas de Locos dementes son tres actores que en su trayectoria resumen distintos aspectos de la comedia. Zach Galifianakis (la saga ¿Qué pasó ayer?) y Kristen Wiig (Damas en guerra y de gran paso por Saturday Night Live en TV) interpretan a dos ingenuos que participan de un robo de un botín de 20 millones de dólares, comandado por el personaje que encarna Owen Wilson (que va de Los rompebodas a Zoolander, pasando por el cine de Wes Anderson). David está enamorado de Kelly, con quien trabajaba legalmente hasta que ella renunció, y Steve se vale de ello. Está clarísimo que cuando David deba huir a México para que no lo conecten con el resto de la banda, y las pistas que ha dejado no sólo lo ponen en la mira de la policía, Steve querrá sacárselo de encima. Es un estorbo, y la plata la tiene él. Hasta ahí la ingenuidad. Porque el filme de Jared Hess (Nacho libre, con Jack Black, es su mejor carta de presentación) nunca perderá el humor, y se lanzará hacia lo más desfachatado. Y eso que se basa, ya dijimos, en un hecho criminal real y documentado. Galifianakis tiene el don de la comedia en su ADN, algo que comparte con Wiig -que muchas a veces ha sido desaprovechada desde guiones insulsos como la Cazafantasmas estrenada este año-. Y cuando parece que improvisan es el momento en el que mayores risas arrancan. Wilson hace de malvado, pero no caricaturiza a su criatura. En síntesis, Locos dementes, que tiene una estructura bastante lineal en su trama y su estructura -presentación de personajes, desarrollo, conflicto y resolución, algo que muchas comedias parecen obviar-, entretiene con buenos gags y no aburre ni un instante, como para poder obviar, por una vez, del balde de pochoclo.
Locos Dementes arruinó con un enfoque estúpido una historia real que tenía todos los condimentos para brindar una película interesante. Nos referimos al mayor robo que se produjo en un banco de los Estados Unidos hasta 1997. Los delincuentes, que eran empleados del banco, se llevaron 17 millones de dólares, algo que no tenía precedentes en ese país. Las tonterías que los ladrones hicieron con la plata se prestaba para que el caso se trabajara desde la comedia, pero este film tuvo el enfoque equivocado. Esta producción toma la premisa del hecho real para brindar otro exponente de la comedia mediocre que domina el género desde hace unos años en los Estados Unidos. Todos los personajes son interpretados como caricaturas tontas que se limitan a protagonizar situaciones de humor forzadas. Casualmente el reparto incluye a tres de las figuras de la patética remake de Los Cazafantasmas (Kristen Wiig, Kate Mckinnon y Leslie Jones), que tenía el mismo problema en el tratamiento de la comedia. De hecho, esta producción logra brindar algunas escenas divertidas en los pocos momentos en que la trama se vuelve seria. El mejor ejemplo de esto lo encontramos en el rol de Leslie Jones que genera risa por la situaciones absurdas que enfrenta como agente del FBI, en lugar de protagonizar sketches de comedia física. Un inconveniente que tienen el resto de los personajes que se pasan de idiotas. Zack Galifianakis y Kristing Wiig aburren interpretando el mismo tipo de rol en todos sus trabajos y la constante sobreactuación de Kate Mckinnon es penosa de ver. Nunca queda claro si sus personajes tienen problemas mentales o están pasados de cocaína. El director Jared Haress, quien en el pasado brindó producciones mucho más divertidas como Napoleon Dynamite y Nacho Libre (con Jack Black), en este caso presenta su trabajo más comercial que está en sintonía con el estilo de humor que se trabaja en Hollywood en estos días. Algo que no tiene nada que ver con los filmes que lo hicieron conocido en su carrera. En esta película la comedia física y la escatología son las únicas herramientas que Hess utiliza para resolver los enredos que propone la historia. Locos dementes dentro de todo logra ser llevadera por la premisa de la trama que es atractiva, pero sus personajes irritantes la convierten en una película olvidable. Al menos como para verla en el cine. Tal vez en un viaje en avión para matar el tiempo se hace menos insufrible.
En el año 97 un grupo integrado por empleados y ex empleados se llevó 17 millones de dólares de una empresa transportadora de caudales, Loomis Fargo. Fue uno de los robos más grandes de la historia. Y es el asunto que inspira esta comedia que tiene al talento deadpan Zach Galfianakis (¿Qué pasó ayer?) como protagonista junto a Kristen Wiig, Jason Sudeikis y Owen Wilson. O sea, un grupo de extraordinarios comediantes del cine estadounidense. Aquí Daniel (Galfianakis) es el empleado gris de la empresa, ingenuo y con pocas luces, al que convencen de poner el cuerpo en el robo utilizando como carnada su absurda pasión por una ex compañera (Wiig). La segunda parte estará ocupada por las estrategias para sacárselo de encima, mientras el hombre deambula por México, descomponiéndose con el picante y perseguido por un matón imposible. A pesar de su ramplonearía un poco border, de una realización no demasiado lucida, y de la catarata de chistes escatológicos, guarros, infantiles, que no siempre dan en el blanco, es el oficio y la gracia de sus intérpretes, en estos personajes en situaciones absurdas, lo que hace de Locos Dementes una comedia graciosa, divertida de veras.
Un paso en falso del director de Napoleon Dynamite y Nacho libre que desperdicia a un notable elenco de comediantes. Locos dementes tenía todo para no fallar: un elencazo lleno de enormes comediantes, un director con valiosos antecedentes (Jared Hess, responsable Nacho libre y Napoleon Dynamite) y una premisa que invitaba al descontrol propio de las buenas comedias. Sin embargo, el film en ningún momento sabe muy bien hacia dónde ir ni en qué registro manejarse. El protagonista es David (Zack Galifianakis), un mediocre guardia de seguridad nocturno de una compañía de vehículos blindados que comparte turno con su amiga –e interés romántico– Kelly (Kristen Wiig). Ella, a su vez, conoce a Steve (Owen Wilson), un ladrón de poca monta que ve en David la oportunidad perfecta para cumplir su sueño de aparecer en televisión. El grupo forma una banda y concreta uno de los robos de efectivo más grandes de la historia de los Estados Unidos, llevándose ni más ni menos que 17 millones de dólares. Claro que David, el autor material del hecho, está filmado por todas y cada una de las cámaras de seguridad, lo que lo obliga a “guardarse” en México hasta que su boom mediático mengüe, cosa que, claro está, no ocurre. El film es mecánico en su confección y desganado en su ejecución. Hay pocas dudas de la capacidad humorística de sus intérpretes, pero así y todo Hess nunca consigue alinear sus tonos, dando como resultado una comedia menor, gastada, predecible y, pecado mortal del género, muy poco graciosa.
El director de Napoleon Dynamite y Nacho Libre, Jared Hess, estrena su nueva comedia Locos de Mentes, con Zach Galifianakis, Owen Wilson, Kristen Wiig y Jason Sudeikis. Un guardia nocturno de una compañía de autos blindados en el sur de los Estados Unidos, organiza uno de los robos bancarios más grandes de la historia norteamericana. Esta comedia basada en hechos reales, parte de la extravagante vida de David Ghantt (Galifianakis), un hombre confiado y servicial; comprometido con una mujer bastante loca; pero cansado de su vida actual. El actor pone todo su repertorio de chistes y gestos en su interpretación, que comienza muy bien, logrando captar el público y dejarse llevar por la historia, pero a medida que continua, los chistes se convierten en obvios o van desapareciendo para dar lugar a los eventos “reales” del robo. Kristen Wiig, Owen Wilson y Jason Sudeikis son grandes comediantes, pero aquí se acotan a sus papeles; ninguno sobresale salvo por ciertas escenas y presentaciones ya explicitas en el guión. Finalmente, se nota que este trabajo no tiene un guión de Hess, acostumbrado a crear personajes o relatar historias llevadas a lo ridículo y lo extremo; algo que por momentos Locos de Mentes tiene, pero se va perdiendo en el camino.
Habrá que buscar las risas en otro lado. Locos dementes es la enésima muestra de que la presencia de un grupo de actores y actrices con amplios pergaminos en el arte de la generación de risas ajenas es elemento fundamental, pero no suficiente, para una buena comedia. Protagonizado por un auténtico dream team encabezado por Zach Galifianakis, Owen Wilson, Kristen Wiig, Kate McKinnon y Jason Sudeikis, el film de Jared Hess (Nacho libre, Napoleon Dynamite) hace de la mecanización y el vuelo bajo dos normas inalterables, y su potencia cómica descansa únicamente en los esporádicos raptos de lucidez de su elenco. El problema es que se trata de una lucidez siempre individual antes que colectiva, como si el realizador no supiera cómo domar ni encorsetar a sus intérpretes, quienes pululan por la pantalla exhibiendo registros humorísticos que de tan disímiles se vuelven imposibles de amalgamar. El resultado es, entonces, similar al de uno de esos equipos de fútbol lleno de estrellas que juega mal porque cada uno parece hacer básicamente lo que se le canta. El peso de la camiseta 10 recae en Galifianakis. Suerte de Jack Black más oscuro y definitivamente más tristón (ver sino esa muy buena serie que es Baskets, donde interpreta a un hombre dispuesto a todo con tal de ser…payaso profesional), su brillo está cada película más atado a la capacidad del director de turno para contenerlo. Cuando no se lo contiene, pasa lo mismo que con el protagonista de Escuela de Rock: da la sensación que su único recurso es la monería más burda. Los poco más de 90 minutos de Locos dementes son un muestrario perfecto de lo anterior. En ese sentido, no parece casual que el remate de una de las primeras escenas lo tenga al barbado disparándose en el culo cuando trata de guardar una pistola en la parte de atrás del pantalón, o que durante el resto del metraje ande disfrazándose una y otra vez para camuflarse durante su exilio en México, país al que su personaje, un guardia de seguridad nocturno de una compañía de vehículos blindados llamado David, llega después de concretar uno de los robos de efectivo más grandes de la historia de Estados Unidos, llevándose ni más ni menos que diecisiete palitos verdes. David no da el golpe solo, sino que es el brazo ejecutor de un plan ideado por un ladrón de baja estofa y aspiraciones mediáticas (Owen Wilson) que a su vez es amigo de una ex compañera de trabajo de David, Kelly (Kristen Wiig). También es su interés romántico, subtrama que se resolverá como mandan los manuales. Lo que hacen ellos es ofrecerle un salvoconducto vía México que David acepta sin saber que en realidad se trata de un engaño. El guardia, inocentón y aniñado, cae en la trampa y comenzará a ser perseguido por policías, agencias internacionales e incluso un asesino a sueldo (Sudeikis) que cruza el Río Bravo con el objetivo de boletearlo pero que después de enterarse que la víctima se llama igual que él decide ayudarlo, decisión que termina convirtiendo al film en una suerte de buddy movie que nunca está a la altura de las circunstancias de sus responsables. Las risas, entonces, habrá que buscarlas en otra sala.
Tiene como protagonistas a tres grandes comediantes: Zach Galifianakis (la saga ¿Qué pasó ayer?) y Kristen Wiig (Damas en guerra) y Owen Wilson (“Los rompebodas”, “Zoolander”).Es entretenida y tiene buenos gags. Para ver acompañados de un buen balde de pochoclos.
1375 años le hubieran llevado a Philip Johnson conseguir todo el dinero que se robó en 1997. Sin el trabajo soñado, comprometido con una mujer que no quería y ganando 7 dólares por hora durante 10 años, el empleado se hizo famoso de un día para el otro. La tarde del 29 de marzo se fugó en un camión de caudales de la empresa en la que trabajaba -Loomis Fargo- con 17 millones de dólares. Jared Hess, director de Napoleon Dynamite y Nacho Libre, lleva la historia al cine con un super-reparto de comediantes a la cabeza. Pero aunque la travesía de Johnson -en la película es Dave Ghantt- contenga todos los condimentos para crear la comedia perfecta, hay veces que la ecuación no funciona.
Tan disparatada como el asalto real en el que se basa La historia real de uno de los mayores y más ridículos robos a un camión blindado en EE.UU. parece salida del programa de cable "Los videos más tontos del mundo", y justamente ésta es la gracia de esta descerebrada comedia policial, que se nutre principalmente del talento de Zach Galifianakis, que sin duda es el mayor motivo para ver esta película tan divertida como despareja. El actor de las tres "¿Qué pasó ayer?" es el empleado de una empresa de seguridad que se roba 17 millones de dólares de su propio camión de una manera absolutamente estúpida, básicamente porque se deja engatusar por una chica que le gusta demasiado, su compañera Kristen Wiig. Aunque en realidad el verdadero cerebro criminal es otro idiota que a la vez es un canalla interpretado con mucha gracia por un Owen Wilson mucho más desagradable que de costumbre. Todo un ejemplo de cómo la realidad supera a la ficción, al mismo tiempo, al tratar de seguir los hechos reales, el guión sufre abruptos giros argumentales que cambian los climas interrumpiendo el ritmo narrativo. De todos modos, los gags, cuando son buenos, hacen reír a lo grande, sobre todo durante la fuga mexicana del protagonista. Sin ser un gran film, "Locos dementes" puede hacer pasar un rato bastante divertido.
Una historia con ladrones de medio pelo La comedia que protagonizan Zach Galifianakis y Kristen Wiig se disfruta por su falta de seriedad y por su exceso de ridiculez. A pesar de estar basada en hechos reales, en Locos dementes lo gracioso proviene de la falta de verosimilitud. La comedia dirigida por Jared Hess (Nacho libre) se disfruta por su falta de seriedad y por su exceso de ridiculez, como si se tratara de una especie de burla a las producciones construidas con solemnidad y peso dramático. Su gran virtud es que el director logra que el espectador se preocupe por el destino de los personajes. Atrapa con la historia a pesar de que nada de lo que sucede es creíble, ni siquiera la relación que se forma entre el personaje de Zach Galifianakis y Kristen Wiig, dos grandes indiscutidos de la comedia americana, cuya química está cinematográficamente comprobada. El encargado de interpretar a David Ghantt, un guardia de seguridad de una compañía de autos blindados, es Zach Galifianakis, cuyo fuerte cómico siempre fue su aspecto físico, su look desaliñado, su cara graciosísima. Aquí tiene un plus: se lo puede ver con una melena rubia a lo He–Man y una sonrisa a prueba de balas. Kristen Wiig es Kelly, la compañera de trabajo de quien David se enamora. Kelly tiene un amigo poco confiable, Steve (interpretado por Owen Wilson), un ladronzuelo que quiere dar el gran golpe y salvar su vida. Steve se aprovecha de la amistad de Kelly con David para planear uno de los robos más grandes de la historia de los Estados Unidos. Hay chistes escatológicos y mucho humor físico. Los incidentes cuando David se tiene que ir a México para que no lo atrapen son tímidamente entretenidos pero lo suficientemente buenos como para que el público se olvide del trasfondo serio de la trama. Locos dementes es una suerte de Bonnie y Clyde en clave estúpidos, con toques de humor absurdo y de mal gusto, pero con un par de gags efectivos y situaciones desopilantes y ridículas, tanto que resultan graciosas.
Todos los nombres involucrados en esta pelìcula -que ademàs, increíblemente, se basa en hechos reales- merecen respeto y admiración. Pero la calidad del plato se encuentra en la habilidad de la cocción y no en el sabor de cada ingrediente por separado. La película narra cómo un grupo de tipos torpes y tontos, entre ellos un empleado menos que mediocre, roban un enorme botín y dejan huellas estúpidamente en todas partes. Primer error: cada actor hace exactamente lo que esperamos (Galifianakis hará de estúpido o raro, Wiig de seductora torpe, etcétera). Segundo error: aunque el humor escatológico puede ser glorioso (Marco Ferreri y los hermanos Farrelly, por poner ejemplos alejadísimos, lo han demostrado), aquí suena a pereza, a “pongamos un chiste físico porque no sé con qué llenar esto”, y si bien varios funcionan (no está prohibido reírse), la mayoría convoca al tedio. Es evidente que el film se planeó como la mirada de un extraterrestre sobre la estupidez humana, pero Jared Hess lo hizo mejor -y con mucha más inteligencia y emoción- en la bella y nunca estrenada aquí Nacho Libre. El realizador tiene todo el derecho del universo a decir que vivimos en un mundo vil y estúpido (Ferreri de nuevo, o Berlanga, han hecho obras maestras con ese tema), el problema reside en que, para eso, hay que exigir la inteligencia. Y aquí no pasa.
Es una película basada en el robo de 1997 a Loomis Fargo, una de las empresas de traslado de caudales ubicada en Carolina del Norte. Hasta aquí, todo lo que podía suponerse como los hechos reales acontecidos. El relato se centrara en seguir de cerca, demasiado de cerca, a David Ghantt (Zach Galifianakis), un conductor de un camión blindado más imbécil que lo soportable, casado con Jandice (Kate McKinnon), la primera mujer que le dio cierta cabida. Historia que conocemos en una de las escenas más patéticas del filme, aunque también en paralelo nos muestran lo perdidamente enamorado que está de su compañera Kelly (Kristen Wiig), ¿quien no? Ella, influenciada por su amigo Steve (Owen Wilson), será la que incentive al, si se me permite el calificativo, buenudo (del lunfardo) de David a cometer el delito. Esta reunión de inútiles perdedores conformarán un equipo de criminales sin experiencia para robar 20 millones de dólares. Pero todos y cada uno de los delincuentes dejarán a su paso un montón de señales. En medio de todas las complicaciones por el acto en sí mismo, surgen las disputas dentro del grupo. Este es el gran problema, en ningún momento se instala algo del orden de la verosimilitud del relato, de los personajes, de las acciones que cometen, su perfil de construcción sólo puesto en función humorística, pero la estupidez, es sólo eso, nunca será gracioso, por lo menos para quien suscribe estas líneas. Lo único rescatable es una selección de buenos actores y comediantes desperdiciados, de la que solo se salva Jason Sudekis como Mike, el asesino contratado. Todo se va transformando en una maraña de ideas mal constituidas, por lo que se deduce que la inclusión de esta selección sólo está puesta para que el filme funcione económicamente. Dirigida por Jared Hess, un realizador sin logros demasiados importantes, propone desde su estructura y montaje un clasicismo formal a ultranza, todo está en función de producir alguna risa que no logra. No hay nada en los mal llamados rubros técnicos que se pueda destacar, no hay búsquedas estéticas, ni intentos de desestructurar un poco, aunque más no sea el texto, ni desde la banda de sonido, que podría haberse aprovechado para crear cierto clima a partir del único rubro destacable que es la dirección de arte en tanto recreación de época. Por lo que todo termina por ser demasiado previsible y aburrido. Ni siquiera el quiebre del relato final sorprende, y no lo hace porque no es creíble.
TONTOS Y MAS TONTOS Si algo debe quedar claro en el ámbito de las adaptaciones de historias basadas en hechos reales es que por fieles que pretendan ser nunca debieran ser tomadas con seriedad. Sin ir más lejos, el otro día veía cómo en la reciente Anthropoid un ejército de alemanes entraba en una iglesia de a un soldado por vez a enfrentarse con enemigos atrincherados, como si intentaran cabecear las balas y yendo hacia una muerte segura a pesar de tener todas las chances de ganar casi sin bajas. La historia decía otra cosa pero era mucho menos atractivo visualmente ceñirse a la narración con fidelidad. En el caso de Locos de mentes, comedia que cuenta uno de los robos más cuantiosos en la historia estadounidense, se eligió pararse en el absurdo, elegir a algunos de los comediantes más representativos del género en la actualidad y colocarlos en el plató para que simplemente hagan lo suyo, lo que los hizo conocidos, famosos o muy queridos como para rendir en taquilla. Zach Galifianakis es uno de esos actores de rebote inmediato, lo amás o lo odiás pero no te es indiferente a pesar de que hace siempre del freak con un sentido de la realidad muy trastornado y explotando ese universo con todas sus variantes. Podría decirse que ésta debiera ser su película definitiva, la que también, si así lo quisiera, pudiera marcar el punto de inflexión a su carrera y comenzara a experimentar la composición de otros personajes propios de un actor que no quiera ser encasillado. ¿Por qué no? Kristen Wiig por su parte también se divierte con las variantes del suyo, haciéndolo fresco y desenfadado y así podríamos seguir con el resto del elenco que no se ve exigido y pasa por cada escena como jugando a ser un tonto más tonto que sus compañeros en la misma. Como una gran competencia de fuga de cerebros del cuerpo que los aloja. Porque de eso se trata esta comedia, de un robo perpetrado materialmente por un bobo de cabotaje y planificado por otro que pretende quedarse en las sombras impune pero es traicionado por su propia estupidez y la de los que lo rodean. ¿Funciona la idea? ¿Es válido tomar un suceso delictivo real y transformarlo en una comedia absurda? En principio sí para los seguidores de este elenco de amigos jugando a hacerse los tontos. También para los que disfruten del humor físico o de los chistes de composición más básica. Es verdad que funcionaría mejor si existiese un contrapeso, un cable a tierra porque, seamos realistas, es raro que en al menos cincuenta metros a la redonda en cualquier grupo de personas no haya uno solo que muestre un poco de sensatez o de sentido común. Pues bien, en Locos de mentes ese personaje prácticamente no existe y si bien divierte al principio se hace un poco difícil de aceptar al avanzar el metraje. Si hasta los mismos agentes del orden actúan con total despropósito. La historia narra el robo de una empresa transportadora de caudales por parte de uno de sus empleados, David Ghantt (Galifianakis), en una cifra que hizo historia: 17 millones de dólares que fueron sustraídos casi en un trámite por esta sola persona impulsado por una falsa promesa de amor de su ex compañera (Wiig). Exiliado por su consejo, el ladrón se marcha a Brasil para esperarla pero ella nunca llegaría aunque si toma su lugar un asesino a sueldo (Jason Sudekis) por mandato del autor intelectual del robo (Owen Wilson). Atrás quedó también la real prometida del ladrón (Kate McKinnon) en uno de sus personajes más bizarros (si fuese masculino probablemente lo hubiese encarnado Will Ferrell). Luego de cometido el atraco, el FBI comienza la investigación y la verdad va saliendo a la luz sólo a raíz de las estupideces cometidas por cada inepto delincuente participante en la cadena criminal. El final es lo de menos. De todos modos no cuesta engancharse, recordemos que si llegamos a darle play es porque de alguna manera el elenco nos cae bien y vamos a disfrutar de lo que propongan. Quizás pudiera describirse cada suceso de la anécdota completa y parecer un total disparate. Es probable que el robo original y sus consecuencias hayan tenido ribetes absurdos, pero jamás podrían llegar a tal nivel de magnitud (nosotros tuvimos una reciente versión fílmica con Al final del túnel, del robo con boquete incluido a un banco de San Isidro pero en tono de thriller dramático). Esta comedia se toma todo tan en solfa que hasta se intuye que la estadía en prisión de los involucrados -si es que aún tratamos de suponer una conexión real de los personajes con las identidades que los inspiraron-, podría haber sido una verdadera fiesta de tortazos en la cara. Locos de mentes podría haber sido mejor en muchos sentidos, dudo que su realizador finalmente lo haya pretendido.
Dave Ghantt (Zach Galifianakis), tiene una vida bastante tranquila: trabaja como chofer de un camión de caudales en la empresa Loomis Fargo & Company y está por comprometerse con su novia Jandice (Kate McKinnon). Pero en realidad él ama a otra mujer, Kelly (Kristen Wiig), su compañera de trabajo. Cuando ella renuncia, Steve “Gepetto“ Chambers (Owen Wilson, como una especie de lacra social que vive tratando de aprovecharse del resto) la convence de engañar a su enamorado para que robe veinte millones de dólares por ellos y luego repartirlos dejándolo afuera del acuerdo. Totalmente embobado por los encantos de la mujer, Ghantt decide llevar a cabo el robo, sin preocuparse en gran medida por las pruebas que deja tras su paso -y mucho menos por Jandice. Luego de una escapatoria que incluye quedarse encerrado en su propio camión, el melenudo se junta con los mentores del robo y luego va hacia México, ilusionado con la promesa de encontrarse allí con Kelly. Pero las cosas se complican sobre todo porque ella no tiene pensado viajar y la policía va tras él, gracias a las filmaciones de las cámaras de seguridad. A esto se le suma que un matón está decidido a acabar con Ghantt de la forma más sádica posible y que en medio de su estadía se queda sin efectivo mientras Chambers utiliza la plata robada para cumplir los caprichos de su esposa, comprarse una mansión y un par de autos de colección.
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En octubre de 1997 ocurrió uno de los robos de dinero en efectivo más grandes en Estados Unidos. $17 millones de dólares fueron robados de Loomis Fargo & Company en Jacksonville, Florida y más de 20 personas involucradas fueron arrestadas. Masterminds, película dirigida por Jared Hess, es una comedia protagonizada por Zach Galifianakis, Owen Wilson y Kristen Wiig, ambientada a fines de los 90s, que lleva a la pantalla grande la historia del millonario robo a la empresa de transporte de caudales, Loomis Fargo. Dave Ghantt (Zach Galifianakis) lleva una vida monótona y lo único que lo motiva es su hermosa compañera de trabajo Kelly Campbell (Kristen Wiig) de la cual está sumamente enamorado. Luego de que su compañera renuncie, ella junto con Steve Chambers (Owen Wilson) le propongan realizar este robo millonario. Galifianakis no sorprende, vuelve a la pantalla con el mismo personaje que nos tiene acostumbrados, un extraño e inadaptado empleado. Podría decirse que no hay momentos en que los pasos de comedia funcionen con solidez, por el contrario, cuesta bastante reírse y cuando se nos escapa alguna risa es por alguna cara extraña que hace Zach. Las interpretaciones de todos los personajes están sumamente exageradas, obviamente con la intensión de divertir con estos rasgos exacerbados, esto por momentos puede hacernos sacar una sonrisa, pero no más que eso. La caracterización de Dave Ghantt que al principio puede parecer simpática, se termina convirtiendo en algo tedioso. Kate McKinnon interpreta a la prometida de Dave, una mujer muy rara que por momentos nos hace reír con su manera de hablar o sus excéntricas ocurrencias. La aparición de Jason Sudeikis aparenta dar un poco de aire fresco a la película, pero rápidamente este asesino a sueldo se convierte en un personaje más que no hace reír. Pero más allá de pequeños momentos graciosos que surgen en la película, no puede escapar de ser una comedia boba. El guión más que en la historia, está enfocado en mostrar a un grupo de personajes exagerados, haciendo caras graciosas, con vestimentas excéntricas. Una historia que podía llegar a tener potencial, se ve desdibujada por las malas interpretaciones de sus protagonistas. La película comienza y termina con material de archivo de distintos noticieros anunciando la noticia del millonario robo, en el comienzo anunciándola y al final anunciando la detención de los protagonistas del mismo; esto lo único que hace es recordarnos de la manera poco interesante e insulsa en la que Jared Hess decide llevar la historia a la pantalla grande.
Más que yunta de bueyes. locos de mentesNo hay bóveda más fácil de robar que de la que se tiene la llave, hasta un hombre de pocas luces como David Ghantt lo sabe. Calcula también que por eso mismo se va a convertir en el primer sospechoso. Pero el deseo de aventura y de atraer la atención de su antigua compañera alcanza para que una banda de ladrones de poca monta lo manipulen, de forma que acepte dejar de ser el empleado estrella de la empresa transportista de caudales para fugarse con con un botín calculado en más de 17 millones de dólares (n.d.r: fue el tercer mayor robo de la historia de Estados Unidos). El plan consistía en fugarse a México dejando el dinero a cuidado del resto de la banda mientras se enfriaba el caso, pero al ingenuo Ghantt no se le ocurrió esperar que sus cómplices llamaran la atención de los investigadores con compras extravagantes, ni que planeen traicionarlo para quedarse con su parte, confiando en que Ghantt no podría identificarlos cuando sea apresado por el FBI. El verdadero eje de Locos de Mentes no es el robo en sí, que se resuelve a poco de comenzada la película. Lo importante sucede durante la seguidilla de estupideces cometidas por los ineptos ladrones en las semanas siguientes, sorprendiendo hasta al dúo del FBI que investiga al caso. A primera vista puede parecer extraño que el caso real de un multimillonario robo sea llevado al cine como una comedia, hasta que se investiga un poco y se descubre que algunos de los detalles más absurdos de la película no fueron inventados para el guión, sino que realmente en algún momento parecieron una buena idea a la banda de delincuentes. Estos improvisaron lo que en su momento la prensa llamó “The Hillbilly Heist”, burlándose del origen campechano de sus participantes y la escasa inteligencia con que se comportaron en los meses siguientes. La historia avanza tan previsible y obvia como los gags, recurriendo principalmente a personajes y situaciones absurdas para alcanzar el humor sin demasiada profundidad. Esto resulta en que todo el peso del éxito recaiga en las interpretaciones de un reparto que alcanza a funcionar, pero que no se les puede pedir que destaquen mucho. En general todas las secuencias de Sudeikis y Galifianakis terminan siendo las más efectivas en su búsqueda del absurdo, algo que no sucede con Owen Wilson ni Kristen Wiig, dos que además de tener personajes chatos nunca convencen realmente de los papeles que les toca encarnar. Locos de Mentes tiene varios de esos momentos que pueden sacar risas si no vas esperando mucho, pero que no resiste mucho análisis posterior ni un deseo de volver a ver la película en el mediano plazo. Conclusión: El nombre de Zach Galifianakis ya es prácticamente un sinónimo de comedia estúpida y es conocida su efectividad en el género. Locos de Mentes no es la excepción, entregando un conjunto de personajes absurdos y situaciones ridículas que aunque son casi siempre obvias, algo entretienen.
Era el año 1997 en Charlotte, Carolina del Norte, USA, y a una pandilla de pillos mediocres de pueblo les pareció que robarse un banco no debía ser una cosa tan difícil. Tenían un elemento invaluable en David Ghantt, empleado de Loomis Fargo, el banco en cuestión, y encargado de la caja fuerte. El golpe fue tan simple como entrar David a la bóveda donde se guardaban los billetes y cargar con ellos una camioneta, mientras una cámara de seguridad filmaba toda la operación del principio al final. Después, como el autor material estaba escrachado, lo mandaron a Méjico y su socio Steve Chambers se dedicó a gastar la plata como un bacán: se compró, por ejemplo, una mansión que pagó en efectivo. Y para rellenar esa mansión, una estatua de un perro, una cama solar, un baño decorado con tapas de Playboy. Fueron 17.000.000 de dólares, y uno de los robos de efectivo más grandes de la historia. Pero básicamente no había plan para después del golpe, y uno por uno, todos los involucrados fueron cayendo y terminaron presos (Steve Chambers ni siquiera tomó el recaudo de ir a gastarse la plata a otro estado, como si nunca hubiese visto una película). Locos dementes (Masterminds, 2016) recrea la historia y no necesita demasiado para convertirse en una comedia porque no hay otro género posible para el robo de Loomis Fargo, que el director Jared Hess (Napoleon Dynamite, Nacho libre) interpreta como lo que verdaderamente fue, un acto de heroísmo idiota que generó entusiasmo en gran parte del público. Claro que la parte de “idiota” está subrayada y amplificada por la presencia, en primer lugar, de Zach Galifianakis en el papel de David Ghantt, un actor que parecía haber gastado sus muecas y en Locos dementes se aparece con un peinado –mezcla de Farrah Fawcett, Colón y un monje medieval– que lo pone de nuevo en el podio de esos comediantes que pueden inventarse un personaje nuevo cada vez. En la película, Ghantt es el empleado bobo y responsable vaya a saber por qué, sometido a una novia cruel (Kate McKinnon, la chica de SNL que este año está prendida fuego, desde Cazafantasmas hasta su imitación de Hillary Clinton tocando Hallelujah de Leonard Cohen en el piano, sin broma de por medio) que lo considera su “peor es nada”. Pero los ojos celestes de Kelly Campbell (Kristen Wiig) y su dulzura aunque sea fingida son kriptonita para David, y cuando Kelly le propone dar un golpe en el banco orquestado por Steve Chambers (Owen Wilson), Ghantt no puede decir que no, movido más por la posibilidad de ganarse el corazón de la chica que por los millones verdes. La película brilla en la presentación de los personajes –una primera media hora gloriosa en la que parecen sacarse chispas en el intento de ser más ridículos– y cae en la segunda mitad, cuando Ghantt está en Méjico y Steve Chambers manda a un asesino a sueldo (Jason Sudeikis) para liquidarlo. Pero a pesar de la inconsistencia en todo lo que tenga que ver con la resolución del robo y la persecución, hay algo particularmente feliz en la versión que Jared Hess ofrece de la historia, con un protagonista iluminado por una bondad inexplicable –que puede ser simple estupidez, es cierto, pero, ¿quién sabe?–, tan ingenuo como para haberse creído la versión express del mito del self-made man por el cual la riqueza está literalmente al alcance de la mano. Riqueza para nada, ni para salvarse ni para acceder a todo tipo de cosas de las que normalmente se vería privado, sino apenas para convertirse en la clase de tipo con el que Kelly Campbell podría querer compartir un viaje a Río donde se frotaran el uno al otro con aceite de coco y comieran mermelada, como le promete ella. Casi como si no se tratara de convertirse en ricos y acumular millones y millones, sino apenas de saber que podían hacerlo.
Zach Galiafianakis y Kristen Wiig son la fórmula exacta para esta comedia a puros gags y sin sentido. Eso si, basada en una historia real.